28 febrero, 2020
por Emilio Alvarez Abouchard
Decía Agustín Landa Vértiz que “el que copia una vez es un copión, el que copia muchas veces es un investigador”. Frases memorables como la anterior y una disciplina inalterable fueron parte fundamental de la retórica y la actitud de Agustín para enseñar arquitectura a más de 250 alumnos que participamos en la Cátedra Blanca, y a muchos otros más que pasaron por el Taller Vertical en el Tecnológico de Monterrey. Su legado ha quedado impreso en un libro que reúne más de 80 proyectos de arquitectura realizados por exalumnos y profesores de la Cátedra. Orden Unidad Sistema fue presentado ayer miércoles para celebrar 15 años de la Cátedra Blanca fundada por Agustín Landa y Cemex en la carrera de arquitectura del campus Monterrey.
La Cátedra Blanca surgió de un modelo de “cátedra empresarial” en la que Cemex brinda apoyo para la investigación y el desarrollo de la arquitectura en la academia. En 2003 la empresa invitó al arquitecto Agustín Landa Vértiz a replicar el formato de la Universidad Politécnica de Madrid en Monterrey y lo que se ideó como un “taller de arquitectura en una universidad”, según Roberto Romero, nació como “un curso intensivo, de alto rendimiento, que forma a los alumnos con una visión del impacto que puede lograrse a través del diseño arquitectónico” (1) vigente hasta la fecha. De la Cátedra Blanca surgió la idea de crear el Taller Vertical: un conjunto de talleres de diseño cuya intención era, más bien, hacer un taller horizontal en el que los arquitectos de semestres avanzados intercambiaran ideas y conocimientos con los de nuevo ingreso. El Taller, dirigido por exalumnos de Agustín, lo único que tenía (y conserva) de vertical son los niveles de los cursos que culminan con la Cátedra Blanca en los últimos semestres de la carrera.
Agustín Landa Vértiz creó, en palabras de Roberto Zúñiga (Consultor de la Cátedra Blanca), una escuela dentro de una escuela en el Tecológico de Monterrey. Y para ello no sólo fundó la Cátedra y creó el famoso Taller Vertical, si no que recicló un viejo edificio de almacenaje contiguo al campus (denominado AR-1-ZONA) para hacer coincidir a sus alumnos en lugar, tiempo y espacio todos los lunes, miércoles y viernes a las 7:00 am durante los 12 años que enseñó con extraordinaria pasión la arquitectura. Para muestra, Agustín ordenaba que sus alumnos trabajáramos fuera de casa, dentro de “Arizona” y sus clases no se impartían sólo 2 veces por semana como las demás clases de proyectos: los miércoles se organizaban (y organizan) charlas a las que asisten todos los alumnos del Taller Vertical.
La tercera es la vencida, y después de aterrizar la idea a la primer década de la creación de la Cátedra y retomarla 2 años después por el mismo Agustín, fue hasta la década y media (2018) que se logró concretar un homenaje para honrar el legado de un arquitecto ejemplar que “comía de la arquitectura, pero vivía de enseñarla” (2). Roberto Romero, Agustín Landa Jr. y Laura Gómez lanzaron una convocatoria a todos los “excátedros” para postular proyectos construidos y previa selección, editar una monografía que materializara 15 años de enseñanza de arquitectura. El resultado es un libro que reúne más de 80 proyectos de “los ejemplos más claros de cómo esta metodología (de la Cátedra Blanca) se ha enraizado en el ejercicio profesional de los egresados” (3). La elección de los proyectos se basó en la aproximación de los arquitectos a los proyectos y la solución en partes; no el lenguaje arquitectónico, ni la importancia dentro de la trayectoria individual.
La presentación de Orden Unidad Sistema. 15 años de la Cátedra Blanca fue la Cafetería La Carreta del Tecnológico. Pero antes de que Alejandro Rivadeneyra, Roberto Zúñiga, Laura Gómez, Roberto Romero y Agustín y Pablo Landa presentaran el libro a través de sus testimonios, los directivos del Tecnológico de Monterrey y Cemex efectuaron la firma del convenio Tec-Cemex para continuar con el legado de Landa en persona de Romero; titular de la Cátedra Blanca, parte medular de la metodología de enseñanza y compañero de batallas de Agustín sin quien no se podrían cosechar los éxitos sembrados en 2003.
Agustín Landa Vértiz no inventó el hilo negro de la arquitectura pero logró, con su férrea práctica, un hilo conductor inigualable en toda su trayectoria. No copió a Luis Barragán, Frank Lloyd Wright y Mies Van der Rohe, pero investigó su obra y la de tantos más para enriquecer su arquitectura. No dio clases en una universidad, creó una escuela dentro de una escuela en la universidad donde educó. No viajó con los estudiantes para conocer arquitectura, nos reveló el sentido del contexto en la arquitectura que visitamos. No recorrió una trayectoria larga pero dejó un extenso legado en cada uno de los alumnos a los que enseñó. Agustín Landa no le ganó la batalla a la muerte pero transmitió, con ecos infinitos, su batalla más importante: la arquitectura. O la batalla de las pasiones, como él mismo la proclamó.