20 marzo, 2024
por Arquine
Antoine Predock murió el 2 de marzo a los 88 años en su hogar en Albuquerque (Nuevo México, Estados Unidos), a causa de una fibrosis pulmonar idiopática. Nacido en Lebanon (Misuri) el 24 de junio de 1936, Predock vivió casi toda su vida como novomexicano y se desempeñó como arquitecto, paisajista, diseñador de interiores, docente en diversas universidades y cabeza de su propio despacho: Antoine Predock Architect PC, fundado en 1967 y con oficinas en California y Taipei (China). En 2005 recibió la medalla de oro del American Institute of Architects.
Autor y colaborador en más de 100 proyectos, la práctica de Predock se caracterizó, entre otras cosas, por el uso de la arcilla como material para llevar a cabo los primeros modelos tridimensionales de sus proyectos. El arquitecto concebía, de esta manera, lo que él llamaba el código genético de un edificio: “En comparación con un dibujo sobre papel, las maquetas son más reales; son el edificio. No son ‘modelos que se amasan’, sino que abordan de manera racional la sección y la planta.” Así, Predock pensaba en la naturaleza material del edificio con independencia del programa: “Un panteón pasa de ser un templo pagano a una iglesia cristiana de la noche a la mañana […] Esto significa que cualquier edificio debe tener vida propia”.
Criado en las colinas Ozark (Misuri), Predock estudió arquitectura en la Universidad de Columbia (Nueva York), lugar en el que se familiarizó e hizo aficionado a la danza (sobre todo al trabajo de la coreógrafa Anna Halprin) y a lo que sería una de sus aficiones de toda la vida: el motociclismo (en especial a las Ducati y BMW). Esta idea del movimiento se incorporó, de manera literal, a muchos de sus proyectos, pensados como acontecimientos procedimentales y con finales abiertos con un gran abanico de posibilidades para el tránsito y la habitación.
Cuando llegó al paisaje agreste, ocre y desértico de Nuevo México, Bardock se volvió adepto a las motocicletas, los chaparrales. El roadcut, o corte de carretera, un clásico del paisaje americano: La arquitectura, pensaba él, era una conexión entre los “intrusos” humanos y el territorio. De ahí que muchos de sus edificios se asemejan a los paisajes de esta zona de Estados Unidos: tejados inclinados, formas montañosas y con relieves parecidos a cañones, así como una permanente atención y respeto al territorio como entorno geológico y político. Así como el desierto es un paisaje cambiante de arena y rocas, el corte de carretera:
“revela un diagrama seccional de la tierra gracias a la intervención del hombre […] Con el tiempo se hacen visibles las huellas prehistóricas y, a continuación, los sucesivos estratos culturales. En el suroeste, tras las huellas de los Anasazi, están las culturas posteriores: la llegada de los conquistadores, los tapacubos de los años 30, las latas de cerveza, los envoltorios de McDonald’s, y los residuos de tecnologías futuras o cualquier otra cosa que puedas imaginar ahí fuera: la realización del corte de carretera implica una sensación de tiempo más allá, de lo que es desconocido pero casi palpable aquí en el Suroeste. El corte de carretera es un diagrama poético de un proceso de investigación para hacer arquitectura.”
Así, el desierto de Chihuahua (que abarca casi todo el suroeste norteamericano) era el paisaje perfecto y la inspiración para proyectos de quien se describió a sí mismo como un “modernista cósmico”, con proyectos como: el desarrollo habitacional La Luz (1967), una de sus primeras obras maestras; la Turtle Creek House (1987-1993) en Dallas; el Tang Teaching Museum and Art Gallery (2000), en Nueva York; el complejo de las artes en el Pima Community College (2004), en Arizona; el American Heritage Center (1993), una montaña archivo rodeada de picos y cordilleras en Wyoming; el estadio de beisbol Petco Park (2004), en San Diego, con más de 40 mil asientos, revestido de arenisca y estuco; o, uno de los más conocidos, el Canadian Museum for Human Rights (2014), Winnipeg, que además apareció en el boleto de 10 dólares canadienses.
Entre los obituarios, notas y balances críticos que se hicieron de Predock en las últimas semanas, cabe destacar el de Paul Goldberger quien, de manera sucinta, resumió el legado de este arquitecto cuyos edificios, a pesar de sus rasgos modernistas, a diferencia de estos, “que son patéticamente indiferentes a sus alrededores”, obras que pertenecían al lugar de donde son.