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Columnas

Andar la ciudad

Andar la ciudad

30 noviembre, 2013
por Félix Sánchez | Twitter: F_pesci

Hace quince días les compartí un recorrido por el Centro Histórico de la ciudad de México. Vi que a muchos les gusto esto, así que les repito la dósis: puede llegar a ser en el futuro una guía caminable y disfrutable, a pie o en bicicleta, de distintos entornos o enclaves urbanos que gratuítamente nos ofrece esta fantástica ciudad.

Empiezo por un gran edificio algunos dirán que adelantado a su tiempo: el Ermita, sobre las avenidas Revolución y Jalisco, con sus usos  mixtos  de cine, comercio y vivienda, se adelanta a una  época —la vida del barrio urbano— aunque su imagen sea de otra —Art-dDéco. Punto de referencia y descubrimiento de una azotea-plaza sobre el cine, refugio de enamorados que encuentran el silencio en medio del ruido citadino. Cerca de ahí está el hotel Camino Real. Empezando por la fuente y la celosía del acceso hasta los últimos jardines de la azotea, es un  lugar sorprendente, inesperado al anticiparse y romper con el cliché del hotel americano de ciudad —edificio alto y aburrido— y ofrecer al usuario las delicias de perderse sin abrumarse. Casi enfrente se nos presentan dos ejemplos del buen hacer arquitectónico en simbiosis con el parque: unión perfecta de arquitectura y paisaje, los Museos. El primero, recientemente intervenido, es el Tamayo, con su terraza abierta al jardín. Es un edificio lleno de luz, impecablemente bien pensado. A unos pasos está el Museo de Antropología, obra señera e indispensable de la arquitectura contemporánea. Se reencuentra la vitalidad del patio y del juego de la arquitectura exterior con la interior. El patio, sirve para refrescarse al salir de una sala y entrar a la otra —para lo que puede pasar mucho tiempo al no haber presión deambulatoria. El edificio representa las mejores tradiciones edilicias del país. Más adelante, sobre el Paseo de la Reforma, está el Auditorio Nacional, que  le ofrece a la ciudad un balcón para percibir la gran urbe. Es realmente notable el rescate de este edificio perdido. Su vestíbulo es un acierto, a manera de capilla abierta para recibir a la sociedad de masas en busca de sus nuevos “ídolos”.

En el otro extremo de la ciudad, allá por el sur está el Museo Anahuacalli. Un espacio divertido, sugerente, anticanónico e impresionante. Yo digo que es el primer edificio posmoderno del mundo. Es un edificio alegórico e irrepetible y de ahí viene su poder de seducción. Más en la cercanía de la colonia del Valle, un día caminando me topé con un edificio sin nombre, que se apropia de su entorno, ubicado en las calles de Porfirio Díaz y Santa Rosalía, es una lección magistral de diseño urbano y de buen ámbito para vivir.

En fin son sugerencias para disfrutar la ciudad y recordar lo que nos dice Kenneth Clark: “de los discursos de una sociedad, me quedaría con la arquitectura para apreciar su desarrollo.”

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