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Columnas

Alguien te quita el trabajo

Alguien te quita el trabajo

9 mayo, 2014
por Eduardo Cadaval

No hay ningún documento de la cultura que no lo sea también de la barbarie”

Walter Benjamin

Alguien te quita el trabajo. Alguien que seguramente no tiene más méritos que tú, ni que trabaja más duro que tú y que tampoco hace mejores proyectos que tú, pero que a diferencia tuya entiende que el de la arquitectura es un negocio complejo y por lo tanto utiliza su tiempo de forma más “productiva” que tú.

Alguien te quita el trabajo porque entiende como parte del negocio el ir a cenar con políticos de alto, bajo o medio pelo, políticos que por lo general son todo menos admirables u honestos pero a los que a ese alguien no le preocupa adular o reír de sus chistes machistas, mientras estos le coquetean a la pobre mesera que pese a las náuseas que le da la escena tiene que soportar sus insinuaciones para que su jefe —que también la hostiga— no la despida.

Alguien te quita el trabajo porque no le importa prestarse para dar visibilidad a las tristes aspiraciones de algún delegado o gobernador que iluso sueña convertirse en el próximo candidato a jefe de gobierno o a la presidencia de la república y cree que construir proyectos semi-faraónicos es el mejor camino para llegar a serlo. No importa que el proyecto sea un sinsentido o que no exista el mínimo tiempo requerido para construirlo bien y evitar problemas futuros; son las reglas del negocio y chamba es chamba.

Alguien hace un proyecto que podrías hacer tú porque no le importa regresar un porcentaje de lo cobrado al servidor público que le proporcionó el encargo, para que éste se compre un Mercedes Benz o se pague un viaje a Las Vegas. Qué más da que lo haga con dinero público que no le pertenece y que pudo haber sido utilizado de otra forma en un país con miles de muertos de hambre. Hay que prestarse al juego “porque si no en este país no haces nada”. Así son las cosas y nadie supervisará que el estilo de vida del mencionado servidor público resulta  impagable con su salario. Todo el mundo está a salvo.

Alguien te quita el trabajo porque es primo del narcotraficante local y por lo tanto el presidente municipal le asigna todos los proyectos debido a que esas son sus órdenes. La obra pública es un negocio muy rentable y el arquitecto una pieza del engranaje que vuelve la operación posible.

Alguien te quita el trabajo porque el empresario que pagó la campaña electoral del alcalde recién elegido, necesita que su arquitecto le haga un proyecto costoso que le permita recuperar diez veces lo invertido cuando unos meses después se le asigne la obra en una licitación hecha a medida.

Alguien te quita el trabajo porque forma parte de una red de corrupción muy lucrativa dedicada a “diseñar o construir” clínicas, centros de salud o un sin fin de pequeños edificios públicos en la capital o en los estados de la República.

Alguien te quita el trabajo porque dentro de muchas dependencias, y aún sin malicia, la persona que selecciona quién hace tal o cual proyecto no tiene los conocimientos técnicos necesarios para evaluar rigurosamente el trabajo de los posibles prestadores de servicios y por lo tanto es fácil engañarlo y disfrazarse de arquitecto sustentable o innovador. Qué importa que los “muros verdes” que éste último haya construido con anterioridad nunca igualen la huella ecológica que significó construirlos o que necesiten riego diario, pese a estar construidos en un lugar con escasez de agua. Cambiarán la imagen de la dependencia y la harán parecer sustentable, con eso es suficiente para volverlos convenientes.

Alguien te quita el trabajo porque ninguno de los Colegios de Arquitectos de la República ha sabido dar el ejemplo y contribuir efectivamente a crear una ley de proyectos públicos o conseguir que los gobiernos de sus estados hagan las cosas de una forma más democrática.

Alguien te quita el trabajo porque las universidades están distraídas con otros temas y no les gusta salir de su burbuja para ayudar a construir un ámbito laboral adecuado donde sus egresados puedan desarrollarse. Porque a sus profesores por diversos motivos les incomoda hablar de estos temas y prefieren utilizar sus horas lectivas en enseñar las exquisitas artes de la proyección, hablar de Tafuri aunque no lo entiendan o afianzarse en ser los representantes para la “región 4” del discurso que aprendieron cuando hicieron su maestría en el extranjero.

Alguien que te quita el trabajo invierte tanto tiempo en conseguir proyectos que ya no tiene tiempo de hacerlos y por lo tanto se contenta con que alguien de su despacho se dedique a seguir la última tendencia, no porque crea en los valores que ésta propone sino simplemente porque le atrae su estética y sabe que será resultona. Al final, lo que tenemos son ridículas versiones bananeras de algún episodio de la obra de Hadid, Diller & Scofidio o, si tenemos suerte, de Norman Foster, que por sí solas podrían llegar a ser hasta divertidas, pero que si les sumamos la mala factoría, lo inadecuado de los materiales y las dificultades constructivas que implican, terminarán por ser una concentración de complicaciones futuras a resolver, una vez más, con dinero público. Es fácil ser innovador e irreverente si uno no paga las consecuencias de sus audacias.

Alguien te quita el trabajo porque nadie se ha preocupado en construir un sistema transparente y democrático para decidir quién y cómo se hacen los proyectos arquitectónicos de la obra pública; y el sistema no se va a construir solo.

Pero tú no te preocupes porque en realidad nada puedes hacer, ni tienes responsabilidad en hacer algo por cambiar las cosas. Así que quédate con la conciencia tranquila, no es tu culpa, no hagas nada. Todo está bien…

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