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Columnas

Acto de Protesta (2020–2024): una crónica crítica sobre la visibilización femenina en la arquitectura mexicana

Acto de Protesta (2020–2024): una crónica crítica sobre la visibilización femenina en la arquitectura mexicana

Acto de Protesta nació en 2020 como un ejercicio colectivo convocado por arquitectas y diseñadoras mexicanas en torno al Día Internacional de las Mujeres (8M). A lo largo de sus primeras cinco ediciones se articuló como un espacio de diálogo y visibilización que transitó por distintas ciudades (entre ellas Ciudad de México, Guadalajara, Mérida, Monterrey y Oaxaca) y que contó con alianzas académicas —entre las que destacan la Facultad de Arquitectura de la UNAM, el Tecnológico de Monterrey y la Universidad Marista de Mérida— así como el apoyo de redes profesionales y medios de nuestra disciplina. La iniciativa culminó en 2025 en una edición impresa que compila reflexiones y obras de 21 autoras y colaboradoras que han participado a lo largo de estos encuentros.

Ese itinerario —del acto público al archivo impreso— es significativo: convertir prácticas de protesta y diálogo en una memoria material responde a una exigencia recurrente en las voces que han alimentado el proyecto: la necesidad de dejar evidencia, de que las discusiones no se diluyan en el tiempo ni en los formatos digitales efímeros. Zaida Muxí lo sintetiza al subrayar la importancia de contar con registros en papel que perduren más allá del evento:

“Es muy importante que haya registros tangibles de nuestras reflexiones, no solo en la nube a través de filmaciones, sino también registros en papel.”

Memoria como acto político

La edición Acto de Protesta (2020–2024) funciona como un archivo vivo: no es sólo una antología de textos, sino un gesto político que legitima otra genealogía de la disciplina. Al fijar en papel las voces de arquitectas y diseñadoras —autoras que vienen de trayectorias diversas— el libro exige la presencia femenina en las cartografías del discurso arquitectónico y, en consecuencia, cuestiona la historicidad que ha invisibilizado producciones y prácticas no canónicas. La materialidad del libro opera aquí como contramedida en oposición a la precariedad de la memoria digital y como recurso pedagógico (archivo/antología/lectura obligada) para estudiantes y docentes.

Desde las entrevistas que sustentan este artículo emergen tres funciones del archivo impreso: (a) legitimar prácticas y discursos feministas en la arquitectura; (b) preservar las tensiones y aciertos del proceso colectivo; y (c) activar una conversación educativa al ofrecer ensayos, experiencias y posturas que cuestionan la idea del arquitecto-autoritario y celebran el trabajo horizontal.

Protesta como espacio de creación y acto de cuidado: lectura temática de las entrevistas

Las respuestas que me compartieron las arquitectas revelan elementos conceptuales convergentes. A modo de síntesis, señalo cuatro ideas:

  1. Protesta como espacio productivo. Quienes lideran esta iniciativa insisten en que la protesta excede la oposición: es un laboratorio para imaginar futuros, ensayar modos de habitar y poner en práctica relaciones horizontales entre diseño, cultura, lo urbano, lo político y lo social. La protesta produce conocimiento y nuevas formas de hacer. 

“La protesta no es solamente un acto de oposición, sino también un espacio de creación. Es la posibilidad de imaginar otros futuros y de ensayar colectivamente maneras de habitarlos.”
—Gabriela Etchegaray

  1. Colectividad y tejido horizontal. El aprendizaje más citado es que la fuerza transformadora proviene de la colectividad sostenida a través del tiempo: redes de apoyo, escucha, amistad y autocrítica permiten la sostenibilidad del proyecto y refuerzan su potencial transformador.

“Nuestro trabajo como diseñadoras representa el valor del diseño como herramienta que teje en horizontal. Dejamos de lado la voz impositiva que ordena desde arriba para evidenciar el poder que tiene el diseño para vincular muchos ámbitos lo ambiental, lo urbano, lo social y lo cultural a través de la arquitectura.”
—Loreta Castro Reguera

(Acto de Protesta) confirma que la constancia, el diálogo y el compromiso pueden construir referentes que no dependen de instituciones sino de las personas que se atreven a imaginar otras formas de hacer y de pensar (…) La fuerza de una comunidad no está en su tamaño ni en su reconocimiento externo, sino en la calidad de las relaciones que la sostienen. Cultivar el respeto, la escucha y el disenso es lo que hace posible que un proyecto dure.”
—Gabriela Etchegaray

“Hacer comunidad es lo que realmente hace toda la diferencia. El mensaje para quienes vienen acercándose a todo esto es que no están solas, no tienen porqué hacer todo solas (…) Debemos buscar y construir redes que nos sostengan.”
—Alessandra Cireddu

  1. Reinvención de la pedagogía. Para las entrevistadas, el libro y el ciclo de actividades funcionan como recurso formativo: ofrecen a estudiantes modelos alternativos de práctica profesional (más éticos, comunitarios y con perspectiva de género) y les brindan ejemplos concretos de desaprendizaje y responsabilidad profesional. 

“Debemos cuestionar nuestras prácticas: ¿Qué estamos haciendo?, ¿Para quién lo estamos haciendo? y ¿Desde dónde lo estamos haciendo?.Tenemos que entender que a veces somos cómplices, sin querer, de un sistema que ya existe y que ya está establecido, porque así lo aprendimos. Y creo que, como decía Lina Bo Bardi, hay que desaprender y tratar de entender en dónde estamos parados y en qué tipo de sociedad estamos viviendo.”
—Ana Elena Mallet

  1. 4. Protesta como cuidado y sostenibilidad política. Rozana Montiel y otras autoras insisten en que protestar es también sostener lazos de cuidado: la acción colectiva incluye la creación de redes afectivas y de acompañamiento que permiten que la lucha sea una práctica sostenible.

“La protesta es también un acto de cuidado. No se trata sólo de alzar la voz, también de sostenernos unas a otras, de abrir espacios para escucharnos y aprender juntas. Entendí que la acción colectiva no se mide únicamente en el momento visible: durante una marcha o en una publicación, también se encuentra en las redes de afecto y colaboración que deja a su paso”
—Rozana Montiel

Estas ideas reconfiguran la definición de proyecto arquitectónico: dejan de anteponer metros cuadrados y arquitectura de autor para priorizar procesos, cuidados y responsabilidades éticas hacia cuerpos y comunidades.

Gabriela Carrillo, coordinadora y fundadora de este movimiento, lo expresa de esta manera: 

“Cuando era muy joven, siempre pensaba que hacer arquitectura era construir metros cuadrados. Pero después de cinco años, de fortalecer, de construir, de empujar este espacio (Acto de Protesta), creo que eso es hoy, para mí, hacer arquitectura. Afortunadamente, la arquitectura tiene muchos caminos y es pertinente en todos lados y de todas formas”.

Impacto inmediato, pendientes y desafíos en la arquitectura

Las entrevistadas proyectan el impacto del libro en dos niveles: inmediato (aulas, debates, redes) y estructural (políticas, representación y cambios en las prácticas profesionales).

En el corto plazo, esperan que el libro funcione como detonador de conversación y herramienta didáctica. En el mediano y largo plazo, sin embargo, subyace la preocupación —recurrente en las respuestas— sobre la persistencia de resistencias institucionales y culturales: foros de arquitectura aún mayoritariamente masculinos, patrocinadores renuentes a agendas feministas, y estructuras que reproducen exclusiones. Estas tensiones ya han sido documentadas por quienes organizaron y participaron a lo largo de estos encuentros, y en ese sentido, la consolidación del libro es un paso significativo; sin embargo,  no agota la agenda de transformaciones y cambios necesarios:

“Para mi el impacto más grande de este libro sería que más y más personas se sumaran a estos compromisos y así un día mover montañas. Hace falta todo por hacer. La revolución feminista no ha sido suficiente y no ha alcanzando a lograr los derechos y privilegios para todas. Por ello, llevar a cabo un acto como este es un proyecto a largo plazo, porque la resistencia no se construye rápido: esto es una entrega de por vida”
—Tatiana Bilbao

“Aún cuesta encontrar igualdad en la representación dentro de los foros de arquitectura: estos continúan siendo mayoritariamente masculinos (…) Permitir esto implica omitir a la mitad de la población, y con ello, perder otras maneras de expresarse y de producir que no podemos tolerar”
—Zaida Muxi

“Queda todo por hacer en temas que refieren a la equidad de género, pero también en cuanto a la consolidación de sociedades incluyentes que involucren a todes, incluyendo a otras especies. En ese sentido, Acto de Protesta tiene el potencial de integrar caminos que previamente se entendían desde el individuo, hacia prácticas expandidas donde se comparte, se cuida y se aprende colectivamente”.
—Elena Tudela Rivadeneyra

Conclusión

Acto de Protesta (2020–2024) representa una experiencia significativa: transforma la protesta en un dispositivo que produce conocimiento e impulsa una nueva pedagogía. La consolidación en formato impreso es una victoria simbólica y práctica —un archivo deliberado contra la invisibilización— y una invitación a que la disciplina se replantee sus prioridades (el cuidado, la colectividad, la responsabilidad ética, entre otras). Al mismo tiempo, las voces aquí reunidas recuerdan que el libro es un paso entre muchos: la tarea por la equidad de género y la inclusión en la arquitectura es sistemática, polifacética y exige estrategias que articulen memoria, política institucional, formación y acción comunitaria. El reto es ahora sostener, ampliar y traducir esas reflexiones en cambios concretos que se vean reflejados en la cotidianidad, tanto en el ámbito profesional como en el ámbito académico.

Agradecimientos (nota personal del autor)

Quiero dejar constancia de mi profundo agradecimiento a las arquitectas y diseñadoras que amablemente respondieron a las preguntas que alimentaron este texto: Gabriela Carrillo, Zaida Muxi,  Loreta Castro Reguera, Elena Tudela Rivadeneyra, Tatiana Bilbao, Gabriela Etchegaray, Ana Elena Mallet, Alessandra Cireddu y Rozana Montiel. Agradezco su tiempo, disposición y generosidad para compartir experiencias, incertidumbres y aprendizajes; sin su voz este artículo no hubiera sido posible.

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