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2014

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27 diciembre, 2014
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Este es mi último texto del año en este sitio. Escribí otro, con un título cien años menor: 1914, que se publicó en el más reciente número impreso de Arquine, el 70. En 1914 empezó la Gran Guerra, que después sería la Primera cuando se desató la Segunda, aunque algunos dicen que ambas son parte de los mismos reajustes geopolíticos y económicos cuyos efectos aun resentimos. En aquél texto conté que en 1914 los alemanes bombardearon Reims y dañaron su Catedral, cuya construcción había iniciado a principios del siglo XIII. En Reims vivía Georges Bataille, que en el 14 tenía 17 años. La destrucción parcial de la Catedral de Reims fue el tema del primer texto que Bataille publicó en 1918. Según Le Corbusier, en 1914 concibió el sistema Dom-ino, la estructura desnuda de una arquitectura desaparecida: adiós a la casa de Dios, bienvenida la vivienda mínima. También en 1914 Antonio Sant’Elia firmó el manifiesto de arquitectura futurista, Gaudí terminaba el Parque Güell y Duchamp encontraba su primer ready-made. En 1914, nacieron Octavio Paz y Julio Cortazar y también Dylan Thomas y William Burroughs y los arquitectos mexicanos Augusto Álvarez y Carlos Lazo. No en balde, escribo en aquél texto, Rem Koolhaas esperó al 2014 para aceptar dirigir la Bienal de Arquitectura de Venecia: una revisión crítica de la modernidad marcada fundamentalmente por lo que pasó, empezó a pasar o dejó de pasar un siglo antes.

Cada año en estas fechas se multiplican los recuentos: qué pasó en la política, en la economía, en las artes y las letras; cuáles son las 10 mejores películas del año o los 10 mejores libros o las 10 mejores exposiciones. Archdaily convocó a sus millones de seguidores/visitantes a erigirse en jurado popular y seleccionar los 14 mejores edificios del 2014, que no coinciden con los que eligieron, de manera más tradicional, la crítica de arquitectura del Wall Street Journal, Julie Iovine, o Christopher Hawthorne en Los Angeles Times —ambos, por cierto, mencionan como algo negativo que sucedió en el 2014 la decisión del MoMA de demoler el edificio que perteneció al American Folk Art Museum, diseñado en el 2001 por Tod Williams y Billie Tsien.

Desconfío un tanto de ambos métodos: el democrático y colaborativo de Archdaily y el aristocrático y subjetivo de los otros diarios, pero confieso que si yo tuviera que hacer una lista de lo mejor del 2014 —o de cualquier otro año— no sabría por dónde empezar. Y no sólo porque la fortuna —mala, sin duda— me hizo prestar más atención a lo peor que a lo mejor de cualquier cosa: tampoco sabría por dónde empezar una lista de lo peor del 2014 —una lista con los 11 peores edificios del 2014 la publicó en Slate Kriston Capps. En cualquier caso preferiría una lista de lo notable y lo notorio, bueno y malo, del año que termina. Pero el problema real son las listas en sí, que me gustan, como a Georges Perec, pero me salen como las de la enciclopedia china de Borges: a. edificios encargados por algún gobernador; b.edificios que parecen viejos; c.edificios que no sorprenden; d.que se construyeron antes de tiempo; e.híbridos; f.fabulosos; g.aislados; h.incluidos en esta clasificación; i.innumerables; j.como dibujados a mano; k.etcétera; l.que de lejos parecen otra cosa. Además, pese al interés o al morbo que suscitan las listas, en el caso de la arquitectura me parece que dejan fuera mucho al centrarse sólo en los edificios —aunque también haya listas de los mejores libros de arquitectura, como la que publicó Rowan Moore en The Guardian.

¿Habría que ser más específico en las listas? ¿Hablar del mejor edificio construido con poco presupuesto pero mano de obra calificada y diseñado por un arquitecto mayor de 40 años pero prácticamente desconocido fuera de su país? ¿El mejor proyecto para un nuevo aeropuerto a construirse en tan sólo cuatro años? ¿O construir la selección mediante un algoritmo como con el que feizbuk nos receta El año de Fulano de Tal? ¿O habría que incluir también en la lista que en el 2014, hablando solamente de México, la economía creció tan poco que prácticamente no creció, que el dólar terminó arriba de los 15 pesos y la popularidad del presidente abajo de los 40 puntos, que la crisis del sector inmobiliario continúa con altas y bajas, que no se ha emprendido realmente ninguna obra pública importante en lo arquitectónico o que cerramos el año quejándonos de una notablemente fea escultura de Sebastián y reiterando que el conflicto de interés es un concepto que parece no entender ningún político nacional y que fue el año en que ya nos cansamos?

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