20 mayo, 2017
por Arquine
por Miquel Adrià | @miqadria + Andrea Griborio | @andrea_griborio
Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta, RCR, recibieron el ayer en Japón el premio Pritzker 2017. Este equipo de arquitectos trabaja desde el concepto y el proceso, renunciando a la forma como premisa, para conseguir que la materia se convierta en una fuente de invención y experimentación permanente. Un alarde exquisito de arquitectura pura que va más allá de su forma y su función, para albergar atmósferas y fundirse en la naturaleza. Si bien su nominación ha sorprendido a algunos por considerarlos marginales —viven en Olot, un pequeño pueblo de Cataluña donde trabajan juntos desde que finalizaron sus estudios en la ETSA de Barcelona hace treinta años, no forman parte de ninguna tendencia ni trabajaron para ningún otro arquitecto—, su trabajo es sumamente original y esencial.
Miquel Adrià [MA]: ¿Qué significa para ustedes recibir el Pritzker?
Ramón Vilalta [RV]: No hay palabras para describir lo que significa. Es una satisfacción interna. Es algo que cada uno puede sentir a su manera pero que coincidimos en que nos ha hecho retroceder en el tiempo. Nos ha hecho ir para atrás y visualizar las cosas que han ido pasando a lo largo del tiempo. Pienso que llega en un buen momento porque tenemos cierta paz. La vida y la arquitectura ya nos han dado satisfacciones y el premio es algo excepcional.
Andrea Griborio [AG]: ¿Se imaginaban ganar el premio?
RV: Un año antes ya habíamos sentido cierto ruido, algunas aproximaciones y miradas atentas a nuestro trabajo. Eso es como los concursos: tú desarrollas lo máximo que puedes una idea para un concurso pero nunca estás pendiente del resultado. Hemos intentado que el día a día sea lo suficientemente rico como para no estar pendientes de lo que va a pasar. Si sale, estás encantado, y si no, estás en la dinámica abierta y rica del día a día. El jurado del Pritzker vino a vernos, por lo que sabíamos que estábamos cerca, pero podía no pasar nada. Aquí se dieron las circunstancias para que el jurado lo considerara pertinente.
MA: Quizás lo más difícil era que se decidieran a visitarlos ante lo marginal y periférico de su trabajo en el panorama global, pero ya ante la obra entiendo que se fascinaran. Algunos miembros del jurado me han comentado que, muchas veces, al momento de la visita, se decepcionan. Cosa que no sucede con ustedes, sino todo lo contrario.
RV: Sí, es cierto que aunque tengas muy fotografiada la obra, no es lo mismo. La fotografía sólo capta una imagen. De hecho, lo que nosotros intentamos es que el espacio esté vivo, que las personas activen el espacio. Que sólo puedas percibirlo cuando lo vives. Esto siempre ha sido positivo con las visitas de críticos o arquitectos que hemos tenido, ya que normalmente tienen buen impacto, tanto por la posibilidad de ver muchas obras en poco espacio como por su intensidad.
MA: Ustedes reivindican cierta ausencia de etiquetas, que no se identifican con ninguna corriente y que no les interesa la forma por sí misma.
RV: No es que no nos interese, sino que no es lo fundamental. Lo que hacemos es intentar olvidar lo que conocemos ante cada nuevo encargo, para irnos a las raíces, para no limitarnos. A priori, no pensamos ni en la forma ni en la materia, ya que nos limita mucho. Lo que importa es el lugar y el cliente. Quizá sea la parte más interesante de nuestra manera de trabajar, ya que en principio no hay formas predeterminadas. Por ejemplo, en el concurso para el faro en Gran Canaria, todos los proyectos participantes se fueron por la forma vertical de torre y el único que era diferente era el de nosotros, que era un elemento horizontal. Fuimos allí, entendimos el lugar y el resultado fue una respuesta topográfica. Entendimos que daba igual si levantabas una torre o si salías en voladizo desde arriba para llegar al mismo punto.
AG: El lugar es determinante.
RV: Conocer el lugar es fundamental para nosotros. Da igual si es un paisaje natural o urbano, lo que importa es la capacidad de extraer de cada lugar lo que puede ser esencial y, a partir de allí, tienes las primeras intuiciones, más los conceptos que te pueda dar el cliente. El primer trazo es abstracto, por eso nos van tan bien las acuarelas, por que no tienen forma, no definen, son muy amplias. El primer contacto con el cliente es una aproximación con ideas sin formas. Y no cambiamos una idea inicial, sino que la vamos enriqueciendo. No es rigidez, somos muy flexibles, pero descubres algo y abres un camino que sigue avanzando con lo que el cliente aporta en el proceso. Los proyectos se van nutriendo en esos procesos.
MA: William Curtis nos habló hace poco de la arquitectura como testimonio del paso del tiempo. Y tú nos mencionas que el premio Pritzker les permitió mirar atrás y reflexionar sobre estos años.
RV: Mirar hacia atrás, pero creo que reflexionar todavía no. Carme (Pigem) decía que habría sido suficiente el sentimiento de satisfacción e intimidad de los primeros días, cuando sólo lo sabíamos nosotros tres.
Rafael Aranda [RA]: Lo supimos el 17 de enero. Fue un momento especial, estábamos aquí los tres cuando llamaron a Carme y le dijeron que saliera, que no tuviera ninguna expresión, que no lo dijéramos.
MA: ¿Qué cambió a partir de ese momento?
RV: Nosotros somos los mismos, lo que seguramente pasa es que la mirada de los otros es diferente.
MA: De alguna manera su trabajo mantiene una misma línea a través del tiempo.
RV: Nos interesa el tiempo en la arquitectura pero no en el sentido de las modas. Nos agrada precisamente esta dimensión un poco atemporal, donde el tiempo es algo esencial para el espacio. Yo pienso que tenemos proyectos donde el espacio tiene la capacidad de ralentizar el tiempo. Una cosa es que las obras no tengan un momento muy concreto y lo otro es el tiempo dentro de la propia obra. En las bodegas Bell-Lloc creo que se consigue muy bien este tema del tiempo, es un proyecto muy especial entre arquitectura y paisaje, donde creo que el tiempo se ralentiza: se siente una cierta dilatación temporal.
MA: Al mismo tiempo, en estos años han pasado muchas cosas en la arquitectura. ¿Qué percepción tienen de lo que pasa en el mundo de la arquitectura?
RV: No mucha. Lo que nos pasa a nosotros, en el buen sentido de la palabra, es que buscamos lo genuino, lo propio. No es que no me interese lo que hacen los demás, pero tú ya tienes tu propia vida y debes buscar la esencia fundamental de tu propio camino.
MA: Ahora que han ganado el Pritzker, ¿qué perderán?
RV: Pienso que no deberíamos perder nada si continuamos con nuestra manera de ser, nuestra manera de estar y de vivir. Estamos ante una oportunidad para hacer las cosas con más intensidad, más riesgo y más facilidades. Creo que la realidad la construyes tú. Como arquitecto aprendes de la nada a construir una realidad física, y eso lo puedes hacer una, dos, tres o más veces. Y la vida es eso: es construir algo que podría ser de una manera o de otra, nos enseña más que otras disciplinas a entender que la realidad es muy relativa y la acabas construyendo tú. La vida no deja de ser un sueño tras otro, y cuando aparece algo que quieres que sea realidad, si tienes la paciencia y la capacidad de creértelo, yo creo que puede llegar a ser.