El amor es un acto de resistencia
Si no nos arriesgamos a sentir, a proyectar, a imaginar algo tan abrasador, tan loco y tan lejano nos estamos [...]
2 abril, 2015
por Mónica Arellano | Twitter: prxcaffeinating
Resulta que estudiar arquitectura se trata de administrar los pretextos que se nos van ocurriendo para justificar el sentido de una labor que dentro de un estado sísmico se derrumba con los golpes del destino. Resulta que sí, efectivamente, somos administradores amateur y que el estudio de la arquitectura se convierte en un híbrido que contiene “un poquito de todo”, “un campechano” que a su vez no contiene nada, todo pierde su esencia, el todo se fragmenta y pierde sus propiedades. Soy de la generación de los que inocentemente creemos que la labor del arquitecto deja de ser relevante, la arquitectura no importa, no es suficiente. ¿A dónde vamos sin rumbo? Al abismo, a la pérdida total.
Fuera de exponer sobre una arquitectura ideal, la pregunta que planteo es ¿qué estamos haciendo? Ninguna respuesta extensa y romántica ganaría credibilidad frente a un estado práctico de la sociedad actual. En lugar de detenernos a reflexionar, actuamos, proyectamos, si bien es cierto que un pensamiento al que no le sigue una acción es ineficaz, actuar sin pensar resulta infructuoso.
El miedo y los estremecimientos o sálvese quien pueda.
Hemos hablado hasta el cansancio de una arquitectura que nace del manto freático a manera de cultivo en una sociedad flotante que se posa sobre líquidos y que oscila en el movimiento perpetuo. Estamos expuestos y vulnerables al destino que es la crisis que todos conocemos, no se trata de una incapacidad para predecir los desastres sociales, sino de un par de ojos vendados por cada individuo, tenemos miedo de encontrarnos a nosotros mismos y por eso administramos las excusas para darle sentido a algo que perdió vigencia desde años atrás.
Hace dos días, en una revisión de la materia de Proyectos escuché que uno de los asesores se dirigía a una compañera preguntándole cómo es que la gente iba a acceder a la farmacia (la cual según el programa debía estar funcionando las 24 horas) a las 4am, a lo que la compañera respondió que el acceso principal debía permanecer abierto también las 24 horas y que se encomendaría la seguridad a los vigilantes; el asesor soltó una carcajada y dijo que el acceso debía permanecer cerrado en horas no hábiles por el peligro que representaba.
¿Cuál es el miedo que inspiró la arquitectura de las generaciones anteriores? Y ¿en qué medida sigue vigente en los proyectos virtuales de los estudiantes de arquitectura?
“Nosotros no estructuramos, eso es de ingenieros”, “nosotros no diseñamos, eso es de diseñadores”; “oiga profe, ¿qué es el espacio? – ¡cómo no van a saber! Hablen con sus maestros de teoría, ellos se dedican más a eso, yo me dedico a (inserte cualquier excusa profesional injustificada aquí)”
¿Cuánto tiempo, aproximadamente, cree usted, que nos tomaría enseñarle a un estudiante de arquitectura (y ya no se diga profesionista) a entender la materia prima con la que trabaja, que en este caso es el espacio?, ¿qué hace un alumno cuando cae en cuenta de que está estudiando algo que no tiene sentido alguno? ¿En dónde nos refugiamos? Que Dios nos libre de tales atrocidades, pero Dios ha muerto y el hombre moderno también, ¿para quién estamos proyectando?, ¿con qué fin?, ¿con qué medio y con qué fundamento?, ¿cómo nos vamos a defender?
En tiempos de cuasi-inmediatez la sociedad se entiende como una red, no como una estructura. Los acontecimientos tienen lugar en un tiempo tan veloz que cuando finalmente tenemos la capacidad de asimilarlos ya encontraron lugar en el olvido de las masas.
“¿Quién no desearía que la ciudad volviera a ser lo que fue: acto y obra de un pensamiento complejo? Pero en tanto nos mantenemos en un margen de aspiraciones y sin determinada estrategia urbana.” 1
La arquitectura se convierte en una especie de punto flotante y fortificado que nos aísla del propio mundo, que contiene nuestros miedos con el mundo externo, crear espacios es, entonces ¿intentar crear nuevas realidades? No existe la capacidad para abstraernos de tal forma de la realidad-real (sic) a una realidad-virtual y los resultados de esto nos persiguen: los no lugares, la entropía. Actuamos como promotores y consumidores de arquitectura todoterreno, dentro de nuestra búsqueda de libertad caemos en un círculo vicioso en donde el miedo que tenemos con nosotros, con la sociedad y con la ciudad, se alimenta de sí mismo y nos conduce a crear fuertes: arquitectura a prueba de balas, arquitectura a prueba de muertes, arquitectura a prueba de coraje, arquitectura a prueba de realidades, compre felicidad, compre bienestar, compre estabilidad en tiempos líquidos.
“Como si se tratara de capital líquido listo para cualquier inversión, el capital del miedo puede transformarse en cualquier tipo de rentabilidad, ya sea económica o política. Así ocurre en la práctica. La seguridad personal se ha convertido en un argumento de venta importante (quizás el más importante) en toda suerte de estrategias de mercadotecnia.” 2
La arquitectura como promesa.
“No te puedo prometer nada, porque quizá mañana las cosas cambien.” “No hay que decir por siempre”.
¿Habrá un seguro de vida para estudiantes de arquitectura que cubra todo fracaso? Los edificios que se producen actualmente presentan una mayor flexibilidad a manera de penicilina como respuesta al problema de la inseguridad y de esta forma nacen nuevos obstáculos y la privatización adquiere una forma de “efecto dominó” , la incertidumbre incrementa. ¿Qué estamos haciendo?
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1 Lefebvre, Henri, El derecho a la Ciudad, 1968,.
2 Bauman, Zygmunt Tiempos líquidos, 2007, Tusquets Editores, España (p.23)
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