Gobierno situado: habitar
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27 mayo, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
El hotel es al mismo tiempo imagen de lo exótico y de su conquista. Eso se puede decir para casi cualquier hotel, incluyendo al de gran turismo en el centro de una metrópoli y al pequeño hotelito del barrio. Pero es un hecho en el caso de hoteles en lugares a los que llegar implica un largo trayecto, real e imaginario.
Según Wikipedia, la ciudad costera de Bentota, en Sri Lanka, la vieja Ceilán, tiene apenas 37 mil habitantes. Está a 65 kilómetros de Colombo, la ciudad más grande de la isla y creció al rededor de un pequeño fuerte que los portugueses construyeron en el siglo XVII. Hoy su economía depende fundamentalmente del turismo, principalmente atraído por las playas y los deportes acuáticos. La información para el turista incluye un dato particular: ahí se encuentra “el primer hotel boutique diseñado por Geoffrey Bawa en Sri Lanka.”
Hotel Bentota Beach
Geoffrey Bawa nació el 23 de julio de 1919. Su abuelo paterno, Amaduwa Bawa, fue un famoso abogado musulmán en Sri Lanka que realizó estudios en Inglaterra, donde se casó con Georgina Ablett, descendiente de una antigua familia francesa. Su hijo mayor, paradójicamente llamado Benjamín, fue uno de los más exitosos abogados de Colombo. En 1908 se casó con Bertha Marion Schrader, mitad holandesa y mitad cingalesa. Su segundo hijo fue Geoffrey. Benjamin Bawa murió en 1923. La madre de Geoffrey tenía ya planeado que su hijo menor fuera abogado, igual que su padre. En 1938 Geoffrey viajó a Inglaterra, primero para perfeccionar su inglés en Cambridge y luego para estudiar leyes en Londres. Regresó en 1946 a Sri Lanka y empezó a trabajar en un despacho de abogados de Colombo.
Plano del Hotel Kandalalma
El obituario que le dedicó The Guardian al morir, el 27 de mayo del 2003, dice que, tras la muerte de su madre y la independencia de Sri Lanka en 1948, Bawa compró un terreno cerca de Bentota con la intención de construir “una evocación tropical de un jardín italiano” y que descubrió que “sus ambiciones se veían frustradas por falta de conocimiento técnico.” Bawa entró de aprendiz al taller de Edwards, Reid y Booth, arquitectos escoceses que trabajaban en Colombo desde mediados de los años veinte. Tras la muerte de Reid, en 1950, Bawa se quedó prácticamente a cargo del despacho, pero regresó a Londres en 1952 a estudiar arquitectura en la Architectural Association, donde se graduó, a los 38 años, en 1957.
De vuelta en Sri Lanka, Bawa retomó lo que quedaba de la oficina de Edwards, Reid y Booth, asociándose con el danés Ulrik Plesner. En 1967 Plesner y Bawa se separaron y cada uno siguió con su propia práctica. Bawa construyó casas, el parlamento de Sri Lanka, que terminó en 1982, el campus de la Universidad de Ruhuana y más de treinta hoteles, como el de Bentota, de 1970, o el de Kandalama, que terminó en 1996, con la ayuda de un pequeño grupo de arquitectos, tras haber cerrado su despacho a finales de los ochenta. En las descripciones de su arquitectura es común leer sobre el “modernismo tropical” y “la reinvención del bungalow.”
Jardín de Geoffrey Bawa en Lunuganga
Los términos pueden resultar vagos, más si pensamos que la “reinvención del bungalow” o, más exactamente, de la cabaña primitiva, es algo que se ha comentado de la arquitectura de Le Corbusier —la maison dom-ino sería de algún modo una versión de la cabaña primitiva del buen salvaje— y que la arquitectura del maestro suizo se usa como el ejemplo clásico de la tropicalización, que él mismo intentó desde los años veinte con sus viajes por Sudamérica y más tarde con sus propuestas en el norte de África. Ambas transformaciones describen los dos sentidos, de ida y vuelta, del viaje de la arquitectura moderna: del exotismo primitivo y periférico —la cabaña o el bungalow— al racionalismo funcional de la villa sobre pilotes que, una vez purificadas las fuentes, literalmente, puede regresar a su lugar de origen como modelo a seguir. La relación entre exotismo y conquista, entre local y foráneo, entre tradición y modernidad, más que una serie de temas relativos a los hoteles, aparece así como un problema central —y periférico— de la arquitectura del siglo pasado.
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