1 junio, 2017
por Arquine
Norman Foster es, sin lugar de duda, una de las figuras clave para entender la arquitectura del siglo XX y XXI. Suyos son algunos de los trabajos más celebrados y suya es también una filosofía que mezcla diseño y empresa sin que ello haya llevado a su marca a perder calidad. Un esfuerzo que en los últimos años, además, se ha ampliado con una labor dirigida a la investigación de nuevos procesos de construcción —como la impresión 3D—, a la propuesta de nuevos retos de la arquitectura —construir en Marte— o a la gestión de su propia imagen pública, sirviendo desde mecenas de arte, impulsando proyectos sociales o con la producción de un fantástico documental sobre su vida y su filosofía de diseño. Fruto de ese esfuerzo han sido numerosas distinciones y premios, siendo el más importante el Premio Pritzker que recibió en 1999.
Hoy, 1 de junio, justo el día de su cumpleaños, Norman Foster sigue realizando proyectos, como el futuro aeropuerto de la CDMX y continúa planteándose preguntas y hace de maestro de ceremonias de un Foro Internacional que se celebra en el Teatro Real de Madrid y en el que participan destacadas personalidades relacionadas con la arquitectura, el arte y la ciudad como Michael Bloomberg, Nicholas Negroponte, Jonathan Ive, Olafur Eliasson o Alejandro Aravena. Un encuentro que comparte noticia junto con la apertura, también en la capital española, de la sede de su fundación, un espacio que contiene gran parte del archivo del propio arquitecto: con maquetas, planos y cuadernos con todos sus proyectos. La Fundación Norman Foster, de acceso libre para cualquier interesado, quiere fomentar el pensamiento y la investigación interdisciplinar para ayudar a nuevas generaciones de arquitectos, diseñadores y urbanistas a anticiparse al futuro.
Esa especial atención al futuro y al papel de la arquitectura en la sociedad ante retos como la desigualdad y la justicia son los ejes de ambos proyectos —Fundación y foro— y sirven para articular un discurso frente a ellos pero, en vez de planteado desde una posición estática y a la espera, Foster quiere la participación activa de los propios arquitectos, a fin de conseguir una necesaria interdisciplinariedad que saque a la disciplina de su propio letargo. Y todo ello sin tener que abandonar la cuestión principal: la creación de un diseño de excelencia pues, como apunta el propio Norman Foster en una reciente entrevista, “el buen diseño nos hace sentir mejor y por tanto tener mejor salud”. “El diseño es la clave del futuro”.