Gobierno situado: habitar
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11 enero, 2016
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Sir Laurence Olivier and Denys Lasdun with the model of the Royal National Theatre displayed in the Florence Hall at the Royal Institute of British Architects, 66 Portland Place, London, 1967
En 1962, trece años después de se estableciera en Inglaterra una compañía nacional de teatro —que se venía pensando desde un siglo antes—, Lawrence Olivier fue nombrado director artístico del Consejo que estaría encargado, entre otras cosas, de supervisar el diseño y la construcción de la sede de la compañía. Entrevistaron a varios arquitectos y escogieron al único que se presentó solo, sin asistentes ni consultores que lo acompañaran: Denys Lasdun. Nacido el 8 de septiembre de 1914, Lasdun murió el 11 de enero del 2011. Su hijo, el escritor James Lasdun, escribió dos años después de la muerte de su padre en The Guardian:
Su padre, primo del diseñador del Bolshoi Leon Bakst, era un negociante judío de Königsberg que murió intoxicado por pescado cuando él tenía cinco años. Su madre era una pianista cuya carrera se truncó por una artritis devastadora. Ella creció en Australia, donde fue la primera mujer automovilista que atropelló un peatón y que sufría ataques de locura por las que debió ser hospitalizada y que fue arrestada en Central Park por llevar a mi padre descalzo sobre la nieve.
Tras su infancia en Nueva York, Lasdun regresó a Londres donde estudió en la Architectural Association en los años 30. Después de servir en el ejército durante la Segunda Guerra, trabajó con Berthold Lubetkin y luego con Jane Drew y Maxwell Fry hasta que a finales de los años 50 abrió su propia oficina. Lawrence dijo que tras la entrevista, todo el Consejo supo que Lasdun era el arqutiecto indicado, la decisión fue unánime: “sabíamos que era el hombre más capaz y probablemente el más brillante.” Para Lasdun, los edificios debían “hablar por sí mismos pero están motivados por ideas,” al mismo tiempo que “imponen sus propias leyes a las que deben someterse las ideas.” Pensaba que “ningún edificio es un ente aislado, separado, como un poema o unan pintura. Todo edificio y de hecho toda planeación es parte de un plan mayor.” Su hijo dice que veía la arquitectura “principalmente como un arte escultórico del espacio, la forma y la luz, con el aspecto social siembre complementario y el elemento tecnológico sin ningún interés.”
El Teatro Nacional se terminó en 1976. El proyecto original debía consistir en cuatro teatros: uno abierto, otro tradicional, uno experimental y otro para ópera, que al final fue cancelado por cuestiones de presupuesto. El Príncipe Carlos —cuyas preferencias arquitectónicas excluyen casi cualquier obra construida después de 1900— calificó al edificio como una planta nuclear construida al centro de la ciudad. Y aunque su estilo —Brutalista, para usar la etiqueta— dejó de ser del gusto del gran público —si alguna vez lo fue— casi al tiempo en que se terminó, su arquitectura sin fachadas, como decía Lasdun, y construida “como una serie de capas como si fueran estratos geológicos conectados con el paisaje de la ciudad,” le ayudó a sobrevivir. Recién remodelado, Patrick Dillon, quien estuvo a cargo del nuevo proyecto dijo en una entrevista a Uncube que las claras reglas de Lasdun habían servido a la hora de planear la nueva intervención: “la manera como usó los materiales, por ejemplo, limitándose a concreto, acero inoxidable, madera y tabiques,” les ayudó a entender cómo renovarlo. Pero sobre todo, dice Dillon, el hecho de que Lasadun pensara en construir un trozo de ciudad, concibiendo su edificio de una manera democrática, les permitió encontrar, más allá de los pesados muros de concreto, esa lógica que el edificio impone sobre las ideas que lo guían, pero que nunca funciona aislada de la ciudad.
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