Hugo González Jiménez (1957–2021)
Hugo González Jiménez nació en Guadalajara en 1957. Se inscribió en la Escuela de Arquitectura del Iteso hacia 1975 y [...]
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¡Felices fiestas!
4 junio, 2018
por Juan Palomar Verea
Uno de los principales requerimientos para que una construcción sirva plenamente a los fines para los que fue levantada es su utilidad. Una utilidad plena con la que las necesidades humanas del espacio queden adecuadamente resueltas.
Una de las primeras de dichas necesidades es la acordación con el clima. El uso de materiales y recursos con los que sea posible la mejor convivencia con los requerimientos ambientales del contexto físico general.
En un clima como el nuestro, de fuertes asoleamientos y de temperaturas que pueden llegar a ser considerables, es preciso defender los muros de la excesiva incidencia solar, y al mismo tiempo asegurar una adecuada ventilación. Un recurso milenario para lograr lo anterior es la celosía.
Este elemento, que tiene la propiedad de detener la insolación y dejar pasar el aire, ofrece también una relativa transparencia y una particular ligereza. Puede estar también constituido por materiales de la región con lo que su integración somática se ve asegurada.
En contextos patrimoniales, una adecuada disposición de las celosías logra integrarse de forma intemporal con los elementos tradicionales de la arquitectura de esa índole. El juego de claroscuros generados por la celosía matiza y enriquece los paramentos, siempre y cuando haya una adecuada proporción en los elementos.
Es el caso de la solución que ilustra a esta columna, proveniente de un notable edificio de mediados del siglo pasado y enclavado en un entorno particularmente sensible a cualquier intervención. Por supuesto existen requisitos previos y generales para tener la base de una inserción exitosa: la adecuada escala de la nueva finca y su respeto a los paramentos existentes, junto con la compatibilidad de los elementos constructivos utilizados.
Existe, desgraciadamente, un grave desorden en la expresión exterior de mucha de la arquitectura que actualmente se construye. Una cacofonía de formas y materiales, una indiscriminada orientación solar, expresiones dispares que buscan acomodarse a la moda a costa de cualquier otra consideración. Sería, ante este estado de cosas, recomendable regresar a los principios básicos de la utilidad y el pertinente carácter que cualquier nueva edificación debe guardar frente a su ámbito urbano. El ejemplo aportado, en su momento, logró dar testimonio de estos principios.
Lo ejemplar de la intervención reside en el cumplimiento cabal de los requisitos anteriormente invocados aunado a la mencionada utilización de un material tan característico como el barro. Así, el juego de las celosías permite a la vez aminorar el sol del poniente y asegurar la ventilación, darle una apropiada corporeidad a la finca dentro de un contexto patrimonial, e integrarse de manera contemporánea para el momento en que fue realizada. Así, la celosía sigue siendo una lección vigente, y fecunda.
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