Gobierno situado: habitar
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3 octubre, 2013
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Aldo Van Eyck (1918-1999) “construyó poco y escribió mucho —según afirmó Hans Ibelings.Como con muchos arquitectos que escriben, su trabajo se juzga con los criterios y estándares que él mismo formuló —incluso en una cultura tan supuestamente iletrada como la arquitectónica, las palabras claramente tienen poder.”
Justin McGurik dice que probablemente sólo otro arquitecto holandés ha escrito tanto como lo hizo van Eyck: Rem Koolhaas. En uno de sus textos clásicos —Pasos hacia una disciplina configurativa (1962)— van Eyck escribió: “la arquitectura —y la planeación en general— respira hoy con gran dificultad. No por los erróneos obstáculos que la sociedad pone en su camino, sino porque los arquitectos y los planificadores se niegan a extender la verdad de que el hombre respira tanto dentro como fuera de lo construido.”
La reputación de van Eyck —esto, de nuevo, según Ibelings—, “como la de muchos arquitectos reconocidos, se basa en una obra maestra temprana: el Orfanato Municipal de Amsterdam (1955-1960), completado en los años que formó parte del Team X como un complejo programático de estructuras interrelacionadas: una ciudad ideal en un microcosmos”. De nuevo en su texto, van Eyck, al definir sus intereses, describe la estrategia y el plan del orfanato: “unidad y diversidad, parte y todo, pequeño y grande, mucho y poco, simple y complejo, cambio y constancia, orden y caos, individual y colectivo. Como antónimos abstractos, esas mitades resultan insignificantes. Sin embargo, tan pronto se les permite materializarse en casas o ciudades su vacío cobra forma en la crueldad, pues en esos sitios todo es siempre demasiado grande o demasiado pequeño, demasiado poco o excesivo, demasiado cerca o muy lejos, mucho o poco de lo mismo, muy o nada diferente”.
El Orfanato de van Eyck se basa en una retícula ortogonal que le permite poner en juego sus ideas —de nuevo de opuestos complementarios— de una centralidad descentrada y sin jerarquías. El uso restringido de materiales —concreto, vidrio y ladrillo— se suman a esa lógica logrando algo que —según se lee en The Sleep of Rigour— “no resulta ni brutalista ni minimalista, tal vez simplemente no tiene estilo”. En el fondo, el Orfanato es una obra abierta —aunque no una estructura ausente— no lejos de las ideas detrás de los cientos de campos de juegos infantiles que el mismo van Eyck diseñó en Holanda entre 1947 y 1978.
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