5 septiembre, 2013
por Arquine
El lujo de un territorio
“Ustedes tienen un territorio cargado de materia para poder trabajar”, decía el artista Sebastián Preece mientras palpaba unas latas de zinc oxidado que se asomaban desde una vivienda en un primer recorrido nocturno que realizamos por las calles del centro de Talca. El comentario de Preece tiene que ver con el lujo de operar en el territorio sobre el cual desarrolla su práctica arquitectónica la Escuela de Talca y de proyectar sobre un territorio de gran extensión y variedad de paisajes como lo es el Valle Central de Chile. El privilegio de habitar este territorio en su amplitud se hizo patente con el trayecto realizado por un grupo de alumnos desde la Cordillera de los Andes hacia el Océano Pacifico, en la costa maulina, en el que se llevaron a cabo una serie de intervenciones de carácter efímero en distintas localidades.[1] Éstas no buscaban constituirse en una arquitectura, sino mas bien materializar un edificio de intuiciones o tal vez de imágenes, sobre las cuales declamaba el poeta maulino Pablo de Rokha,[2] por medio de un pantone de situaciones que tienen que ver con el reconocimiento de aquel recóndito territorio sobre el cual la escuela desarrolla su quehacer. Esta experiencia de apertura podría vincularse con el arte relacional, o las prácticas artísticas que toman como punto de partida el conjunto de las relaciones humanas y su contexto social, más que sólo considerar un espacio autónomo y privativo como soporte de una labor.
Del Taller de Agosto como práctica académica
“En las versiones anteriores del Taller de Agosto se venían construyendo plazas; el Taller de Agosto opera sobre el territorio. Es así como ambas prácticas se conjugan ahora en la cancha, espacio de dimensiones mayores que bien puede ser entendido como una plaza de escala territorial, al reparar en las personas que desde distintas y lejanas comunidades se dan cita ahí cualquier tarde de domingo.
”Que la edición 2010 del Taller de Agosto se celebrara en medio de la emergencia y que la edición 2011 simplemente no tuviera lugar, por ser éste un año convulsionado, determinan que la edición 2012 parezca llamada a recuperar prácticas olvidadas. Recordemos también que hay una hipótesis común a todos los talleres de obra: que la inteligencia y el entusiasmo son los recursos que compensan la falta del otro recurso, el siempre escaso dinero. Así, con inteligencia, entusiasmo y sin dinero, los estudiantes se sitúan a manera de articular ideas, aportes y voluntades para construir”.[3]
Con estas palabras Juan Román iniciaba el Taller de Agosto 2012,[4] taller que desde 2004 fomenta la construcción de al menos una plaza en algún lugar del Valle Central de Chile durante el mes de agosto de cada año, proceso en el cual participan la totalidad de los alumnos de la escuela acompañados por estudiantes de escuelas de arquitectura de otros países. Tomando como base que el Taller de Agosto es una práctica académica que aspira a la complejidad, se abordaron con un tono y ánimo distendido los tres dominios que ordenan el Plan de Estudios de la Escuela de Arquitectura, y que son: oficiar, operar e innovar.[5] Esto durante 20 días de elaboración de ideas que se articularon con la experimentación y exploración proyectual en torno a la arquitectura como elemento cultural que responde a un contexto inmediato.
Un viaje como obra y el territorio como relato
Las palabras de Román entregaban ciertas directrices para abordar el taller. Es así como se reconocen tres definiciones[6] de la palabra cancha que informan a las primeras operaciones proyectuales. Primera: un local o espacio destinado a la práctica de determinados deportes o juegos; segunda: un terreno, espacio, local o sitio llano y despejado y, tercera: un corral o cercado espacioso para depositar ciertos objetos.
A lo anterior se suma como precedente la experiencia de la Máquina de Hacer Paisajes,[7] dirigida por el profesor Andrés Maragaño durante Talca by Light, versión 2009 del Taller de Agosto. En aquel taller, a partir de una serie de pequeñas intervenciones efímeras, fue posible indagar en una diversidad de temas ligados entre sí, tales como las propiedades materiales, la creación de situaciones de paisaje y, sobre todo, la creación de imágenes, de procesos creativos que pueden relacionarse con las palabras del crítico de arte Nicolas Bourriaud, para quien “construir una obra implica la invención de un proceso para ser mostrado. En ese proceso, toda imagen adquiere el valor de un acto”.[8]
Recordando una cita de Francesco Careri recogida por Gilles A. Tiberghien en el libro Walkscapes: El andar como practica estética, en la cual Careri expresa lo siguiente: “hemos escogido el recorrido como una forma de expresión, que subraya un lugar, trazando una línea físicamente. El hecho de recorrer, instrumento de conocimiento fenomenológico y de interpretación simbólica del territorio, es una forma de lectura psicogeográfica del territorio comparable al walkabout de los aborígenes australianos”.[9] De esta manera, a la reinvención de una practica de escuela aportada por la Máquina de hacer paisajes y a la presente lectura de Francesco Careri respecto al recorrido, se suma el hecho de incorporar en los alumnos la experiencia de reconocer la amplitud de un territorio sobre el cual la escuela ha desarrollado su quehacer los últimos 15 años en un solo trayecto, lo que además permite generar en los alumnos una nueva actitud de escuela.
A partir de estas aproximaciones y definiciones se intuyen las acciones del taller donde concurre la investigación, el diseño y la construcción. Se plantea el taller “de arco a arco” como un recorrido continúo, desde la cordillera hasta la costa, y como un relato que constituya la exploración de un territorio. Una aproximación a esta actitud de escuela se puede reconocer en David Lynch y su “Interview Project”,[10] donde se establece un vinculo con lo imprevisto a partir del trazado de una línea en un recorrido de 33 km, en el cual se documentan entrevistas espontáneas a personas comunes, cuyo tema es Estados Unidos.
En el recorrido realizado por el taller se reconocerán canchas por tanteo en los diversos asentamientos rurales: la investigación. El reconocimiento de estas canchas implica el trazado temporal de cada situación sugerida por la cancha, mediante un soporte repetitivo propuesto por los alumnos: el diseño, con lo que se genera un momento de detención en este viaje y de vínculo con el habitante, el paisaje, la materia y la cultura propia del lugar. Finalmente, el soporte concluye su recorrido al asentarse en el lugar reconocido en la última parada del viaje: la construcción. Tal como lo plantea Careri, el andar como una herramienta que permite leer un territorio[11] y, a su vez, reconocer la ausencia del objeto en el paisaje.
Concurren como imágenes de proyecto las acciones sobre el territorio realizadas por Robert Smithson, la narrativa del viaje planteada por Hunter S. Thompson en el libro Fear and Loathing in Las Vegas y el trayecto relatado en la película Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola. La propuesta no plantea la construcción de una obra en el paisaje, sino connotar valores territoriales con una serie de intervenciones efímeras o una serie de construcciones patentes, insertas en diversos paisajes culturales reconocidos en el Valle Central de Chile.
De arco a arco
El trayecto tuvo una duración de tres días e implicaba un viaje desde el oriente hasta el poniente del Valle Central de Chile. El 3 de diciembre de 2012, un grupo de 27 alumnos[12] iniciaron el trayecto desde Talca hacia el Valle los Cóndores, limítrofe con Argentina, caracterizado por la granulometría de las rocas y la extrema condición climática, con temperaturas elevadas durante el día y un fuerte viento sumado a temperaturas bajo cero durante la noche. Mediante un manto compuesto por 60 camisetas de diversos colores —recogidas en una caseta abandonada ubicada en la ciudad de San Javier— se enmarcaron una serie de canchas emplazadas en el lugar, correspondientes a diversas huellas donde los montañistas y escaladores acampaban. Por otro lado, este extenso manto se proponía interactuar con diversos elementos del paisaje presentes en el lugar, como el cielo, la montaña y la rugosidad del suelo.
Al día siguiente, la ruta se dirigió en dirección al poniente, que conecta el Valle de los Cóndores con Huelón, un poblado en medio del valle, caracterizado por la intensa presencia del bosque y los distintos tonos del suelo. En este punto, la intervención se llevó a cabo con 60 sillas de madera diseñadas a partir de cajones de tomates reciclados, las cuales, al sumarse y repetirse, podían enmarcar y connotar las canchas informales, presentes en el sector. Las sillas tenían la propiedad de ser fáciles de transportar y de poder apilarse, lo que permitía indagar sobre diversas volumetrías que interactuaban con los distintos lugares en los cuales se emplazaron.
Finalmente, el último punto del trayecto corresponde a Loanco, poblado situado 43 km al sur de Constitución, caracterizado por un paisaje rural costero y con una población dedicada a la pesca. Esta última intervención incorporó el manto de camisetas y las sillas como un solo elemento arquitectónico, constituyendo un suelo y un cielo. Se aprovechó la topografía del lugar y la situación de tribuna hacia el Océano Pacífico para ubicar las 60 sillas, las cuales no se fijan al suelo con la idea de que el habitante del lugar pueda retirarlas al pasar el tiempo, desapareciendo progresivamente y de manera espontánea. El constante flameo de los colores del manto interactuaba con la red formada por las sillas.
Esculpiendo un territorio
La obra del artista inglés Hamish Fulton hizo patente el viaje a pie por el paisaje como una forma de arte breve, declarando que lo único que podíamos recoger de un paisaje son las fotografías y que, a su vez, regalamos nuestros pasos como una marca en el territorio.[13]Si entendemos la experiencia del viaje como la obra vivencial, volvemos a Nicolas Bourriaud, quien se refiere a la obra de arte como “una duración por experimentar, como una apertura hacia un intercambio ilimitado”. Por otro lado, sostiene que “el arte es la organización de presencia compartida entre objetos, imágenes y gente”, pero también “un laboratorio de formas vivas que cualquiera se puede apropiar.[14] Estas formas son las que se reconocieron en las intervenciones realizadas durante el trayecto. Formas que interactuaron con el habitante, con el paisaje y con la materia, logrando constituir una serie de postales e imágenes que permitieron, además de esculpir en un territorio, esculpir un paisaje.[15] Finalmente, la constitución de un viaje como obra y la comprensión del territorio como relato sólo pretende dar cuenta de la aspiración inicial del taller al finalizar el trayecto: sumar una cuarta acepción de la palabra cancha en la formación del alumno e incorporar la habilidad que se adquiere con la experiencia,[16] vinculada al control del las situaciones improbables que se suceden en plena ejecución de una obra y que en la presente experiencia no fueron menores.
José Luis Uribe Ortiz + Víctor Letelier Lara*
*Texto publicado en Arquine No.65 | Espacios de aprendizaje
*José Luis Uribe es egresado de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, Chile, 2007 y profesor en la misma escuela. Máster en Teoría y Práctica del Proyecto de Arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, de la Universidad Politécnica de Cataluña, España, 2010. Participará el jueves 19 de septiembre como panelista en Arquine Jams No.7 | Espacios de aprendizaje, que busca construir un espacio de discusión a través de la participación abierta de cada uno de los presentes en torno a la arquitectura de las escuelas más allá del edificio.
*Víctor Letelier Lara es arquitecto egresado de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, Chile, 2009. Entre los años 2010 y 2013 participó como instructor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca. Actualmente cursa el Máster en Teoría y Práctica del Proyecto de Arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, de la Universidad Politécnica de Cataluña, España.
© Camila Rojas Huanel
© Marcelo Rojas
[1] Parte del proyecto de “arco a arco” realizado por los profesores José Luis Uribe y Víctor Letelier Lara durante la versión 2012 del Taller de Agosto, denominado “Todo es Cancha”, experiencia académica que se relata en el presente texto.
[2] Fragmento de “Ecuación: canto de la fórmula estética”, publicado en 1929. Recopilado posteriormente en Vanguardia Latinoamericana, tomo V, Madrid, Editorial Iberoamericana, 2009.
[3] Texto extraído del brief inicial del Taller de Agosto 2012, escrito por Juan Román.
[4] De manera excepcional la presente versión del taller se realizó entre noviembre y diciembre.
[5] Según Román, el perfil de egreso de la escuela se ordena con base en tres dominios: El primero, oficiar, incluye competencias relacionadas con la tradición del oficio, atendiendo a lo que la ley exige y a lo que la sociedad espera de un arquitecto. El segundo, operar, remite a las competencias necesarias para que el egresado pueda desenvolverse exitosamente en un medio adverso y competitivo. El tercero, innovar, significa trasformar el conocimiento en riqueza en un medio caracterizado por el cambio constante.
[6] Según la Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Barcelona, Editorial Espasa Libros, 2001.
[7] www.maquinadehacerpaisajes.blogspot.com
[8] Bourriaud, Nicolas, Estética relacional, Buenos Aires, Editorial Adriana Hidalgo, 2007.
[9] Tiberghien, Gilles, en el articulo “La ciudad nómada”, en Walkscapes: el andar como practica estética, Barcelona, Gustavo Gili, 2002.
[10] www.interviewproject.davidlynch.com
[11] Cabe destacar que Francesco Careri estuvo en la ciudad de Talca entre los meses de marzo y mayo de 2012 como parte del taller “Arte Civiche”, organizado por el profesor Germán Valenzuela. La actividad fue financiada por el programa de Capital Humano Avanzado del Extranjero, de Conicyt, Chile.
[12] El taller estuvo integrado por los alumnos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, Karen Pérez Arriagada, Yoselyn Soto Quiroz, Constanza Montecinos Villar, Camila Madariaga Potthoff, Francisca Jara Benavides, María Francisca Fuentes, Misael Riquelme, Angélica Méndez Poblete, Juan Ibarra Ciuffardi, Simón Herrera Pellizzari, Nicol Soto Meza, Gabriela Garrido Ahumada, Héctor Fabián Montecinos, René Vásquez Torres, Natalia Franco Meza, Hans Kubat Sarria, Marcelo Rojas Lagos, Constanza García González, Stacy Mora González, Yanara Suazo González, Constanza González Reyes, Javier Cáceres Mena, Evelin Muñoz Torres, Carlos Cruz González, Camila Isabel Rojas y los alumnos de intercambio provenientes de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, Roberto Ignacio Bárcenas Altamirano y Juan González Santiago.
[13] Fulton, Hamish, Mountain Time Human Time, Milán, Charta Arts Book 2010.
[14] Bourriaud, Nicolas, op.cit.
[15] Los autores del presente texto parafrasean el título del libro Esculpir en el tiempo: reflexiones sobre el arte, la estética y la poética en el cine, de Andrei Tarkovski.
[16] Real Academia Española, op.cit.