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1 mayo, 2014
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
A medida que nos aproximamos al nivel del plano, la ciudad deviene el escenario donde aparecen sujetos concretos y donde se impostan acciones reales para necesidades singulares”
Jordi Colomer
¿Cómo incide el diseño urbano y arquitectónico en nuestra manera de relacionarnos? Cualquiera que se haya enfrentado al problema del diseño sabe que un proyecto no está carente de ideología, que en él se contiene una determinada manera de pensar y que por tanto afecta a las personas que lo usan. No se trata tanto de clarificar aquí si un diseño es bueno o malo, sino de tener en cuenta que las decisiones que tomamos como arquitectos afectan en distinto grado a muchos niveles de nuestro habitar. Dibujar es entonces un acto difícil, imposible de inocencia.
“A la ciudad planificada de los arquitectos y urbanistas se les opone la ciudad practicada por aquellos y aquellas que la usan día a día y que la dotan de contenido en sus actos cotidianos” [1]. La arquitectura –o la ciudad– no acaba en el papel, ni si quiera termina una vez ha sido ejecutada; la ciudad deviene, sigue evolucionando. Al orden impuesto en el dibujo le sigue el desorden cotidiano de la vida, aquello que no puede ser planificado. La arquitectura puede pensarse entonces como esa lucha entre lo proyectado y lo practicado. En toda edificación hay un desfase entre esta y la apropiación por los habitantes.
El artista Jordi Colomer –formado en arquitectura y la escenografía– parece constantemente avanzar en este desfase. Sus trabajos, desarrollados principalmente en formato de video, muestran una serie de personajes que lucha y disputa ocupar el espacio proyectado, apropiárselo y hacerlo suyo a través de sus actos (heroicos) cotidianos: correr con una maqueta-pancarta a cuestas, moverse por el desierto, fundar una ciudad-casino o moverse por los tejados. Colomer confronta a sus personajes con la dimensión arquitectónica. “[Sus] personajes no hacen sino insistir en ocupar el lugar, en desarrollar acciones y crear situaciones que les permitan ‘habitar el lugar’” [2]. Con su trabajo, el artista catalán quiere “redimensionar al ‘habitante’ y darle una voz particular”, situándolo “en contacto con las formas de representación de la arquitectura o del urbanismo que siempre llevan implícita una forma muy particular de ejercicio de poder” [3]. Sus personajes, por tanto, no hacen sino ofrecer formas de resistencia frente a la arquitectura como objeto planificado o representado. De poner sobre la mesa esas cuestiones entre lo proyectado en el papel y el uso (y abuso) de quienes lo recorren, mostrando como afecta su vida íntima y demostrando, al tiempo, que son posibles otras formulas de uso de los espacios no concebidas por el arquitecto.
En The Co-op City, por ejemplo, un repartidor de comida –un personaje otro, ajeno al lugar y anónimo– se mueve entre los monumentales edificios de viviendas de un barrio del Bronx, en Nueva York, sueño roto del planeamiento moderno. Su acción y movimiento se repite sin cesar: de la bicicleta al ascensor, de ahí a la puerta sin que nunca lleguemos a saber en qué edificio se encuentra. Dentro de este espacio despersonalizado de toda identidad se desplaza, pero sobre todo espera –a que abran la puerta, al ascensor. Esta espera –el paso del tiempo improductivo– se convierte en la autentico protagonista de la acción y define el ritmo de los personajes, que nunca se relacionan más allá de un intercambio de dinero por comida. No hay tiempo ni espacio para el diálogo. Colomer pone en evidencia así “los errores cometidos por la sociedad capitalista” [4] que ha reduce las relaciones sociales al contacto mínimo. Los grandes espacios de esa ciudad, ubicados tras vallas metálicas y completamente deshabitados son la representación de esto y se manifiesta en el miedo al otro y que niega el contacto, con la imposibilidad de habitar el espacio. El artista sin embargo deja espacio para el optimismo: “la cuestión [en The Co-op City] es también ver hasta qué punto están libres [los personajes] de intervenir en este lugar, es decir de habitarlo realmente” [5].
Los personajes de quien hablamos, parece que vivan con dificultad los espacios donde se encuentran y estén abocados a dejarse arrastrar por el objeto. Pero también hay los que proponen una transformación de estos espacios, y por lo tanto de su percepción”
Jordi Colomer
Esta obra de Colomer forma parte de la exposición Hit et Nuc. Sobre paradojas democráticas que se expone actualmente en el museo MUCA ROMA y que contiene los trabajos de los artistas Daniel G. Andújar, Eugenio Ampudia, María Cañas, Mateo Maté, Chus García-Fraile, Jordi Colomer, PSJM, Avelino Sala, Marta de Gonzalo y Publio Pérez, Núria Güell, Jorge García, Pelayo Varela, Jorge Méndez Blake, Ximena Labra y Gina Arizpe.
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[1] CORTES, José Miguel G. Políticas del espacio. Arquitectura, género y control social. Iaac + Actar. Barcelona. 2006
[2] Martí Perán en Arquitecturas en tiempo real. Exit express. Octubre 2011
[3] Jordi Colomer en Arquitecturas en tiempo real. Exit express. Octubre 2011
[4-5] The Co-op City. Descricción de la obra en el catálogo de Hit et Nuc. Sobre paradojas democráticas.
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