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Columnas

Arqueología habitacional

Arqueología habitacional

13 diciembre, 2012
por Juan Carlos Tello

Para los Eames, la verdadera arquitectura de la casa se encontraba en los interminables re-arreglos de las colecciones en su interior. El espacio real estaba en los detalles de la vida cotidiana.

Beatriz Colomina

Si entramos en un cuarto burgués de los años ochenta la impresión más fuerte será, por muy acogedor que parezca, la de que nada tenemos que buscar en él. Nada tenemos que buscar en él, porque no hay un sólo rincón en el que el morador no haya dejado su huella: chucherías en los estantes, carpetas en los sofás, visillos en las ventanas, rejillas ante la chimenea […] El interior burgués obliga a quien lo habita a aceptar un número altísimo de costumbres, costumbres que desde luego se ajustan más al interior en el que vive que a él mismo.

Walter Benjamin

 

El fenómeno cultural de la ‘customización’, el apropiarse de las cosas o personalizarlas, ha sido objeto de estudio durante muchos años. Lo vemos diariamente en objetos que transformamos y reciclamos, entre eficiencia y estética. Si lo extrapolamos al mundo de la  arquitectura esta idea resulta aún más interesante, aunque de intensidad variable: del papel tapiz al piso extra pasando por diversos grados de apropiación. El planteamiento de la arquitectura moderna, como el de un espacio universal a principios del siglo XX y de manera aún mas común en los años cincuenta en viviendas de Creig Elwood o Richard Neutra, entre otros, se transforma hoy en día en la idea de un espacio neutral, vacío, listo para ser llenado. Hay también ejemplos curiosos como la casa electrodoméstica y la Villa Put-away de Peter y Alison Smithson.

En la primera, arquitectura y enseres son lo mismo, llevando al extremo la idea de que tan sólo estamos de paso por los espacios. Ideas como la comodidad también son llevadas al extremo en la creciente publicidad de autos y electrodomésticos.  De la arquitectura industrializada de aquellos espacios “había que extraer la estética concreta relacionada con la técnica de la prefabricación. Ha llegado el momento para que arquitectos y fabricantes aborden el problema desde el extremo opuesto de la escala y hagan que el edificio emane de hábitats vivos y de las necesidades de quienes los ocupan”, evitando así cualquier tipo de ocupación y por ende de modificación. En la segunda,  algunos años más tarde y casi en oposición, la casa almacén, donde todos colectamos, y que da por resultado la necesidad de un depósito, que debe ocupar una tercera parte de la vivienda: el lugar de los objetos que-no-se-usan-ahora-y-que-quizás-nunca-se-vuelvan-a-usar. En última instancia, se trata sobre la domesticación de los espacios.

En la acción I like America and America likes me de Joseph Beuys, también llamada acción coyote,  Beuys es separado de su espacio habitual para ser “depositado” en un único espacio para convivir con un coyote, también separado de su espacio habitual, para cohabitar e ir haciendo del espacio un espacio domesticado. Finalmente se habla de dos cosas en general: cómo llegamos a los espacios y cómo vamos llenándolos, y por ende cómo los transformamos. Hay que hacer un feedback, tomar una pausa y reflexionar: ¿cómo los usuarios —de diferentes entornos sociales y económicos— personalizan los espacios? ¿Qué podemos aprender y entender de la materialidad de la vida? ¿Tiene algo que ver con la materialidad de los proyectos de los arquitectos y con cierto compromiso social?  Le Corbusier, Mario Pani, Teodoro González de León, entre otros, se han enfocado en la materialidad constructiva, en métodos de auto construcción o construcción de bajo costo. Pero, ¿qué pasa con la materialidad de lo cotidiano entre la mera representación que ocupa y propone el arquitecto, y lo que finalmente el habitante ocupa día a día?

 

 

 

Arqueología habitacional consiste en dibujar de manera arqueológica tres cosas:

1. El espacio que ocupa la arquitectura misma, la infraestructura de lo cotidiano, es decir: los muebles; y los elementos que le dan uso a éstos, aquellos que lo humanizan.

2. Estudiar las repercusiones en cuanto a ocupación, densidad y tiempo -un GPS-arqueológico- que se transforma sutilmente al pasar de las horas y de la aglutinación de objetos y a veces su destino final, esto que llamamos anteriormente los objetos que-no-se-usan-ahora-y-que-quizás-nunca-se-vuelvan-a-usar. ¿Cómo éstos van alterando el espacio y re-componiéndolo?

3. Como resultado se propone el registro de estos estilos-modos-acomodos de vida, en un archivo electrónico para observar  sus repercusiones y haciendo evidente el diseño y el uso. Complementariamente hacer a escala 1:1 esta comparación de cada unidad: un mapa-tapete, como si fuese dibujado a mano sobre el piso mismo, recordando las imágenes que tenemos  de cuando niños lo hacíamos en la calle o banqueta. Se trata finalmente de una evidencia y de un registro como nos lo platica George Perec en Vida, instrucciones de uso.

En iguales condiciones, la Unidad habitacional de Marsella, la de Tlatelolco, las Torres de Mixcoac, el Centro Urbano Presidente Alemán y la Unidad Esperanza; Le Corbusier, Mario Pani y Teodoro González de León. Todas son quizás piezas de un mismo rompecabezas que construye y nos hace ver de manera más fiel lo que, quizás, debamos tomar más en cuenta cómo domesticamos los espacios. Citando a Clara Porset, “no se pudo imponer por la fuerza al inquilino la adquisición de los muebles que se habían creado adecuadamente para su vivienda, ni se pensó en convencerlo, buena y razonablemente, instruyéndolo sobre los enfoques del diseño en general y dándole cultura de vivienda, en una palabra”.

 

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