Resultados de búsqueda para la etiqueta [CDMX ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 06 Jun 2025 21:21:06 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 A cielo (medio) abierto https://arquine.com/a-cielo-medio-abierto/ Fri, 24 May 2024 22:18:35 +0000 https://arquine.com/?p=90464 En cuestión de días será la presentación en sociedad (cosa que sucede cuando una revista, libro u otro objeto cualquiera de celulosa empieza a recorrer las calles) de Arquine 108 — Suelos, un número en el que, como dice su nombre en plural, les lectores de esta revista podrán ver proyectos y ensayos que regresan […]

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En cuestión de días será la presentación en sociedad (cosa que sucede cuando una revista, libro u otro objeto cualquiera de celulosa empieza a recorrer las calles) de Arquine 108 — Suelos, un número en el que, como dice su nombre en plural, les lectores de esta revista podrán ver proyectos y ensayos que regresan al fundamento de la vida sobre la Tierra. Bípedos o no, siempre hay un suelo debajo de nosotros, aunque pocas veces pensemos más allá de la corteza fina que nos sostiene, sin considerar las capas estratigráficas (cada vez más antropogénicas), las conexiones planetarias entre volcanes y placas tectónicas, o la inconcebible biomasa y diversidad que contiene un metro cúbico de suelo.

Volcanes, mundos subterráneos, groundscapes futuros, parques ecológicos y renovaciones que servirán como esponjas como respuesta (quizá insuficiente) frente al cambio climático, todo eso recorre una A108 —nomenclatura que usamos para hablar de los números de marras, en un afán por ahorrarnos caracteres en chats y correos electrónicos— que de cierta manera es una secuela de las ideas depositadas (metáfora terrena) en Trazas (107). A reserva de no revelar de qué tratará A109 (en el que ya hemos empezado a trabajar), puedo decir que, con facilidad, podría conformar una trilogía con sus dos hermanas más recientes; y, para más suspenso, incluso a finales de 2024 podrían completar una tetralogía con A110. Ojalá sí, ojalá no, ojalá quién sabe.

Como fuere, al terminar las revisiones, veía de nuevo algunas de las fotos, láminas y mapas de este número. Las más notables: el Naturgemälde que Humboldt hizo del Chimborazo, una imagen cosmogónica de esa cumbre andina; el Plano general de las obras de desagüe en el sur del Valle de México (1866), de M. Téllez Pizarro, en el que vemos una ciudad a punto de desecarse; o las coloridas secciones y estratos de la artista científica, o científica poetisa, Orra White Hitchcock. Pensaba en la potencia visual de A108, que incluso dejó fuera a varias imágenes excepcionales. 

Como una foto del volcán Xaltepec, en Tláhuac, mi alcaldía de residencia. Este volcán rojizo, de apenas 2,489 metros de altura, es una de las referencias para el skyline chaparro del oriente de la ciudad, mismo que es posible observar desde hace 10 años, sobre todo, en las estaciones de metro que corren desde Calle 11 hasta Zapotitlán. El Xaltepec es la más sobresaliente de las formaciones volcánicas que conforman la sierra de Santa Catarina, junto con el Yuhualixqui, Tetecón, Tecuauhtzin, Guadalupe y La Caldera. Son volcanes de cierta belleza sangrante, por sus laderas explotadas por la minería local de tezontle y basalto y que, durante algunas partes del año, se cubren de terciopelo verde. Cuando el sistema de lagos del noroeste del valle de México, mejor conocido como Lago de Texcoco, aún no se había desecado, esta era una zona que incluso llegó a llamarse Península de Iztapalapa. Hasta el siglo XVI, esta prolongación de tierra se encontraba entre los lagos de Xochimilco y Chalco. Fue declarada área de conservación en 1998, pero eso no ha impedido que el explosivo crecimiento urbano del siglo XXI haya convertido las faldas de esos volcanes en uno de los sitios más famosos (e infames) de la urbanización desorganizada de esta zona entre Iztapalapa y Tláhuac. 

Entre los habitantes y vecinos, esta sierra es conocida simplemente como Las minas, a secas (nadie los llama volcanes). Es posible llegar a ellas a pie o en uno de los autobuses guajoloteros que van rumbo al Estado de México y cruzan por las colonias aledañas, caracterizadas por su pésima pavimentación, iluminación dudosa y edificios de ladrillo gris expuesto. Una vez ahí, los volcanes imponen su altura y un paisaje que, más que distópico, parece liminal: como si uno saliera de la ciudad del todo, allí es posible recorrer paisajes de arena roja y rocas de diversa coloración, al tiempo que ve un constante trasiego de maquinaria pesada y vehículos blindados (de militares, narcos y lo que sea). El Xaltepec, pese a esto, tiene algo de legendario: para niños que tienen en sus túmulos y colinas el mejor parque para bicicletas; por la facilidad con la que uno puede encontrarse pertenencias personales (se afirma que por ser desechos de basura); o por los incendios en su cima, que dan la impresión de que el volcán ha vuelto a despertar. Yo mismo he paseado por ahí, sobre todo alrededor del Yuhualixqui, que corona, por así decirlo, las colonias San Lorenzo Tezonco y La Estación. Es fácil encontrar en esos parajes de arena roja, que en la noche parecen llevar a un desierto lejano, credenciales extraviadas, ropa, basura y, por supuesto, huesos y cenizas.

Todo esto viene a cuento por la reciente controversia en la que, se supone, se halló un crematorio a cielo abierto en el volcán Xaltepec. La denuncia la puso Ceci Patricia Flores Armenta, fundadora del colectivo Madres Buscadoras de Sonora. Tras una llamada anónima, la activista se dirigió al Xaltepec y, tras algunas pesquisas, anunció por medio de su cuenta de X el hallazgo de un lote calcinado, rodeado de pertenencias personales. El escándalo fue inmediato, en gran parte por la reputación de Flores quien, desde la desaparición de sus hijos Alejandro Guadalupe Islas Flores (en 2015) y Marco Antonio Sauceda Rocha (en 2019) , ha atravesado el país de sepulturas comunes que es México para desenterrar todo tipo de fosas clandestinas. La autora de Madre buscadora. Crónica de la desaparición (Fondo Blanco, 2023) abrió el caso como noticia criminal y, para el 19 de abril de 2024, las autoridades ya habían realizado acciones de búsqueda a lo largo de Las Minas.

Como Pablo Ferri refiere en una crónica reciente (El País México, 11 de mayo de 2024), el caso ha sido casi descartado. El consenso pericial es que los restos óseos tienen un origen animal, sobre todo perros, y que los documentos y objetos son sólo basura. Restos que han llegado de muchas partes de la ciudad a esas laderas que, por otro lado, sirven a corredores y hasta a un rancho balneario, el Parque Xalli, que tiene palapas y una tirolesa. En este territorio que comparte con Iztapalapa los índices de criminalidad y parte de su cultura urbana, la noticia, si bien no pareció inverosímil, sí fue desacreditada por los habitantes. 

Caso cerrado o no, el asunto recuerda el parentesco que el concepto de “cielo abierto” da a cosas en apariencia tan disímiles como una mina o un crematorio. El caso de las primeras es literal y está a la vista de todo aquel que recorra las carreteras de México: con sus círculos concéntricos, la minería metálica contemporánea destruye literalmente el paisaje y lo deja como un agujero irremediable. Es tanto un ecocidio como un acto explícito, y hasta de una literalidad insultante, de extractivismo. El Xaltepec y sus volcanes vecinos no son los únicos que han sido sujetos a esta expoliación: ahí está también el caso de los humedales en Xochimilco y Tláhuac, que han despertado una defensa del territorio por parte de los chinamperos.

Ese movimiento no ha sido el único que enlaza la realidad global, que es la de la explotación de los suelos y recursos naturales, a otros sucesos que han cambiado de manera radical la vida cotidiana en Tláhuac: como la debacle que supuso la caída de la línea 12 del metro en 2021, apenas reparada; o movimientos demográficos inesperados como la inmigración haitiana que, a instancias de las autoridades migratorias mexicanas, en un momento llegó a concentrar a una gran mayoría de los refugiados por las turbulencias políticas del país caribeño en campamentos temporales y muy endebles en el Bosque de Tláhuac. Pareciera que, por fin, tras décadas (cuando no siglos) de periferización, el oriente de la ciudad ha entrado a las grandes corrientes historia mundial por causa del extractivismo, los movimientos geopolíticos internacionales (que, en el caso haitiano, tienen sus raíces en el colonialismo y el racismo más primigenios), el crimen organizado y una lógica metropolitana que jamás dejará que el suroriente de la Ciudad de México deje de ser una periferia.

Como mencionaba en otro lado, los campos de concentración están más cerca de lo que creemos, tanto en espacio como en tiempo. 

Y esto puede constatarse sobre todo en las ciudades, como lo han hecho varias teóricas y pensadoras en la última década, concebidas como campos de exterminio a cielo abierto. Eso incluiría, de manera menos foucaultiana que mbembiana, espacios donde se realiza la tanatopolítica (el arte de decidir y tener la potestad de quién vive y quién muere): las prisiones, escuelas, manicomios y sus pares: las ciudades, convertidas en espacios de encierro. No es sólo que la compartimentalización extrema de lugares como las unidades habitacionales replique, en gran medida, el enjaulamiento de otros lugares, o que haya una clara demarcación en las ciudades entre centros y periferia; es que ahora incluso nos enfrentaremos a islas o domos de calor, en las que el asfalto y el concreto a los que la arquitectura y la urbanización modernas nos han acostumbrado convierten las urbes en gigantescas trampas para millones de personas. 

Sirva esta pequeña reflexión sobre los espacios de encierro a cielo abierto para pensar que, después de todo, siempre se ve hacia arriba desde un suelo, desde un fundamento. Aunque todos tendremos que regresar, tarde o temprano, al suelo (ya sea en un ataúd, hechos cenizas o convertidos en proteínas, fármacos o incluso microplásticos), es imposible no pensar en mirar al cielo. Aquí sirve un concepto astrológico cuyo nombre me parece digno de investigarse y trasladarse a metáforas más fundamentadas: el medium coeli o cielo medio, concepto fundamental para los lectores y confeccionadores de horóscopos (hermeneutas de personajes, más que de personas de tal o cual signo), y cuya definición recojo de la AstroWiki:

el cielo medio simboliza el ámbito de la vida en el que un individuo deja su huella en el mundo exterior. Al ser el punto en el que el individuo abandona la protección y la intimidad simbolizadas por el Imum Coeli [el fondo del cielo] en el ejercicio de una profesión, el Medium Coeli […] representa la profesión del individuo o, más exactamente, su vocación (“destino”). Representa la posición pública o social. [El cielo medio simboliza] una relación con un colectivo más indefinido al que el individuo aporta algún tipo de contribución. 

Así como A108 comenzará su circulación por el mundo terrestre, después de estar alojado sobre todo en servidores y discos duros, también es destino de estos ejemplares regresar al suelo (quizá a uno más inhóspito que el de los árboles que le dieron origen). Pero pienso en nuestro transcurso por la tierra y ese cielo medio que, en el mundo editorial, es el de la conversación silenciosa entre lectores y productos escritos.

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Azcapotzalco: las petroleras y un encuentro con el destino https://arquine.com/azcapotzalco-las-petroleras-y-un-encuentro-con-el-destino/ Thu, 23 May 2024 16:51:39 +0000 https://arquine.com/?p=90413 Nací en Tula (Hidalgo), pero, por varias razones, siempre me hizo feliz la idea de vivir en la Ciudad de México, y aún más allá: la posibilidad de -ser- de la Ciudad de México. No sé si habré tenido más o menos éxito en esto último, pero en lo primero definitivamente sí, desde hace ya […]

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Nací en Tula (Hidalgo), pero, por varias razones, siempre me hizo feliz la idea de vivir en la Ciudad de México, y aún más allá: la posibilidad de -ser- de la Ciudad de México. No sé si habré tenido más o menos éxito en esto último, pero en lo primero definitivamente sí, desde hace ya siete años. Me queda la duda de —ser—, pues esta ciudad, me parece que no es la más amable recibiendo a los recién llegados: puede ser dura, en especial en lo que se refiere a la noción de espacio, entendida en todos sus sentidos: ¿Cómo hacerse un lugar en una ciudad en la que somos tantos?, ¿cómo luchar contra un anonimato aplastante, pero también contra el precio de las rentas e incluso para ganarse un asiento en el transporte público?  

En mayor o menor medida, quienes habitamos aquí, nos hemos enfrentado a estas luchas por el espacio, por hacernos un espacio, por encontrar nuestro espacio. Cuando surgió el proyecto de dar tours guiados en la ciudad, encontré ahí la posibilidad de irme abriendo espacio a través de su densidad, usando como herramienta el ejercicio del entendimiento de sus calles, piedras, plazas, objetos, muebles e historias (chicas y grandes) y con sorpresa he ido descubriendo historias más cercanas de lo que pensaba, que me hacen sentir en casa, cuando estoy sobre los lacustres suelos de nuestra espléndida ciudad.  

Recientemente organicé un tour por Azcapotzalco, y recordaba que la primera vez que visité esta zona. Tendría como 13 o 14 años. Venía con mi papá, que por algún motivo había extraviado su acta de nacimiento y pretendía encontrarla en el registro civil de la entonces delegación. Aunque terminamos encontrándola ese mismo día en los registros de Arcos de Belén, nunca voy a olvidar la impresión que me causó la casona que, ya para entonces, se usaba como casa de cultura, con sus dos patios rebosantes de plantas con flores y una misteriosa fuente de aspecto medieval, en la que las abejas se daban un festín de frescura. 

Nunca entendí realmente por qué mi papá pensaba que su acta de nacimiento podría encontrarse en Azcapotzalco. Quizá tiene que ver con su propia historia aquí: ingresó a los 21 años a Petróleos Mexicano (Pemex), en 1971, con un trabajo, desde luego, en la refinería 18 de marzo en Azcapotzalco. Primero ingresó en el área de carpintería y después en contraincendio, según cuenta él mismo. Es sabido que esta refinería cerró años después de un terrible accidente ocurrido en los 60, cuando explotó un enorme contenedor de combustible, que causó varias muertes, muchos heridos y, sobre todo, una catástrofe ecológica que sólo se remediaría años más tarde. 

Al cierre de la refinería, comenzaron a repartir (como si se tratara de simples herramientas) a todos los trabajadores en distintos estados, en los que la compañía nacional de petróleos tenía sedes. Mi papá logró (por la salvaguarda de algún conocido) que lo colocaran en la recién inaugurada refinería Miguel Hidalgo, en Tula. Conveniente por su cercanía a la ciudad, quizá imaginó una vida entre ambos sitios. Lo cierto es que su llegada a esa ciudad hidalguense fue definitiva. A veces hacía una broma que a mí me parecía aterradora: decía que quien llegaba a Tula ya no podía salir y se quedaba ahí para siempre. Y ese fue su destino. Ahí también conoció a mi madre, y ahí sigue viviendo hasta hoy. 

Inspirado en esta historia, decidí hacer un recorrido por el Parque Bicentenario, un sitio de Azcapotzalco que es como un oasis en el que apenas se perciben atisbos de su pasado industrial ultracontaminante. Realicé el paseo contando la historia de mi padre y entendiendo que, de no haberse cerrado esa refinería, quizá otras catástrofes hubieran ocurrido en la ciudad, y yo quizá no existiría. 

El parque que ocupa buena parte de lo que fuera la refinería, fue diseñado en 2009 por Mario Schjetnan y fui intervenido por especialistas del Instituto Politécnico Nacional, quienes desarrollaron un plan para limpiar las filtraciones de químicos y combustible que se virtieron en la tierra durante las décadas en las que la refinería funcionó. Hoy existen unos bellos invernaderos con distintos ecosistemas, una chinampa experimental, un orquidario y enormes áreas verdes gratuitas y bien conservadas para el disfrute de quién desee adentrarse en este magnífico sitio.  

 

A la salida del parque, caminando por unas calles cortitas que lo circundan, se llega a las que presumen de ser “Las auténticas petroleras”: se trata de un modesto local, con pinta de cantina por la rocola que se halla al fondo, que sirve la comida más tradicional de la extinta refinería: unos sopes del tamaño de una pizza, con una tortilla de exacto grosor, primero frita en manteca, embadurnada en frijoles refritos y cubierta con ingredientes como queso, chorizo, huevo revuelto, carne o todos al mismo tiempo. La única explicación que puede tener semejante platillo, son las intensas jornadas de trabajo que sobrellevaban los obreros y que exigían cantidades de comida superiores a los de un trabajador promedio.   

Además de su cercanía con la refinería, el testimonio de mi padre, de que más de una vez acudió al sitio (posiblemente más para tomar cervezas que para comer), sirve de pista para confirmar que este local es el más auténtico que sobrevive como casa de este peculiar platillo, que cabe decir, es de sabor extraordinario.   

Durante la pandemia, un poco por casualidad y otro poco por emergencia, llegué a vivir a Azcapotzalco, con Fabricio, (que ahora es uno de mis mejores amigos y, además, un auténtico chintololo). Debo confesar que, en ese entonces, y por las características de la situación, me costó entender el lugar, pues me sentía como exiliado de zonas más céntricas de la ciudad y renegué cuando pude de mi vida en Azcapotzalco, sin embargo, las caminatas que tuvimos por las calles en cuarentena, con un vaso en la mano de un litro de “limón”, (la bebida oficial del Dux de Venecia, cantina con más de cien años que por entonces sólo ofrecía servicio para llevar) me permitieron descubrir las añosas particularidades del centro y sus alrededores y años después animarme, a mostrar con otra mirada, estos territorios en los que por una cuestión de destino, me he venido a encontrar reflejado y por lo mismo, siento como si fueran míos y yo de ellos. 

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Jacaranda, la flor migrante https://arquine.com/jacaranda-la-flor-migrante/ Thu, 21 Mar 2024 18:32:50 +0000 https://arquine.com/?p=88642 En el Valle de México podemos experimentar con claridad dos temporadas: la de estiaje y la de lluvias. [1] Los árboles de jacaranda florean alrededor de las fechas del equinoccio, durante el mes de marzo, y cuando eso sucede todo indica que el frío, junto con el polen invernal, los interiores gélidos y los perritos […]

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En el Valle de México podemos experimentar con claridad dos temporadas: la de estiaje y la de lluvias. [1] Los árboles de jacaranda florean alrededor de las fechas del equinoccio, durante el mes de marzo, y cuando eso sucede todo indica que el frío, junto con el polen invernal, los interiores gélidos y los perritos en pijama quedaron atrás. 

Incendio en Shirtwaist Factory

El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer y el color de las jacarandas está en las ropas, los carteles y las pintas de las masivas marchas feministas de todo el país. Aparentemente la razón del uso de ese color en las marchas tiene más que ver más con la lucha obrera que con las flores. En 1910, unas jóvenes migrantes de la fábrica textilera Triangle Shirtwaist, en Nueva York, reclamaron mejores condiciones de trabajo. En marzo de 1911, decenas de mujeres murieron encerradas en esa fábrica durante un incendio provocado. El fuego consumió sus cuerpos, las telas y las máquinas. En los periódicos se dijo que el humo que expedía el edifico podía verse desde casi cualquier punto de la ciudad y que era morado debido a los tejidos que se usaban en la fábrica de camisas. Desde entonces, la ira se pinta de ese color jacaranda cuando se mezcla con la impotencia, fuerza e infinita tristeza. 

En 1912 el entonces alcalde de Tokio, Yukio Ozaki, obsequió a Estados Unidos tres mil cerezos, que se plantaron en Washington y, con el tiempo, florearon y la ciudad se convirtió en motivo de envidias internacionales. Pascual Ortiz Rubio, presidente de México (1930-1932), quiso cerezos y pidió una donación al gobierno japonés, el cual aceptó no sin antes pedirle consejo al jardinero Tatsugoro Matsumoto, migrante japonés que venía de Perú y tenía varios años diseñando jardines en México. Matsumoto explicó que los cerezos necesitan cambios marcados en la temperatura entre las estaciones del invierno y la primavera, algo que sucede en Japón y en la capital estadounidense, pero no en la Ciudad de México. 

Sanshiro Matsumoto en su invernadero de la Colonia Roma. Colección familia Matsumoto.

Jacarandá es una palabra guaraní, y se refiere a un árbol subtropical originario de Brasil. Matsumoto comprobó que esta especie había florecido en Perú, y consideró que los periodos de lluvia y sequía de la Ciudad de México serían más adecuadas para estos árboles, cuyas raíces además no son invasoras ni densas y, por lo tanto, no suelen romper las banquetas durante su crecimiento, que anualmente es de dos metros de altura. 

Las jacarandas florean una vez al año en algunas calles y avenidas como Reforma. Durante el mes de marzo ocurren las masivas marchas feministas y las acompañan los árboles que rebosan de color morado. Sin embargo, no sucede lo mismo en el sur de América Latina: en Perú, por ejemplo, las jacarandas florecen en octubre o noviembre, porque la primavera en el hemisferio norte se espejea en el hemisferio sur. Por todo esto, entender las condiciones climáticas que le favorecen a estos árboles es complicado para mí y, seguramente, lo fue para el gobierno japonés o para Pascual Ortiz Rubio, pero no para un jardinero migrante como Matsumoto. 

Escuché una entrevista de Marie Matsumoto, bisnieta de Tatsugoro. En ella cuenta que su bisabuelo dejó todo lo que tenía en Japón y migró, primero a Perú y después a México, siempre con montones de semillas en los bolsillos. Explica que “muchas jacarandas se plantaron solitas porque las semillas son chiquitas y tienen como alitas”. 

Los jardineros, al igual que otros seres vivos, son agentes de dispersión, pero las jacarandas pueden dispersarse “solitas”, porque los seres vivos tienen la capacidad de aumentar el número de individuos y pasar genes a su descendencia para producir organismos diferentes a sí mismos. Las flores se encargan de esto: la flor es el sexo, el órgano reproductivo, y la jacaranda es hermafrodita. Esto quiere decir que en la flor está el estambre y el pistilo, y ahí se fusionan las células necesarias para formar una nueva célula llamada cigoto que se encierra en paredes protectoras. En la jacaranda esas paredes son unas vainas leñosas y tienen dos tapas con el borde ondulado que se abren al madurar, en su interiro hay un blíster de semillas aladas. Estos cartuchos se quedan pegados al árbol hasta el invierno, son úteros que protegen a las células fecundadas hasta que estén listas. Entonces se abren las tapas y las semillas usan el viento para dispersarse hasta encontrar tierra para germinar. 

Photo by Fernando Paleta from Pexels.

Las semillas penetran el suelo y comienzan a crecer para encontrar aire y luz. Las plantas encuentran formas para alimentarse e interactuar con el mundo sin moverse. No es muy claro cómo llegaron las jacarandas a México por primera vez, lo que sí sabemos es que llevar semillas de un país a otro, como lo hizo Matsumoto durante sus migraciones, es como un acto de reproducción asistida porque, efectivamente, los árboles y las plantas no nos necesitan para realizar todo lo que las define como seres vivientes. Las semillas nunca están —ni actúan— “solitas”. 

En 2020 asistí por primera vez a la marcha del 8 de marzo en la Ciudad de México. Ocho días después comenzó la pandemia y el asilamiento obligado nos hizo darnos cuenta de que en la ciudad habitan muchos seres además de los humanos, y que esta configuración de habitabilidad no toma en cuenta la vida de todos los cuerpos. Me refiero, por ejemplo, a los animales, las plantas, los virus y las mujeres. La ciudad subyuga no sólo al medioambiente, sino también a las mujeres, que acabamos siendo pensadas como un objeto pasivo de explotación, como se piensa de la naturaleza. El mundo vegetal migra, vuela y atrae todo lo que necesita sin moverse. Es un error pensar como algo pasivo a los seres sésiles, es decir, aquellos seres que no tienen medios de locomoción y permanecen sujetos a un sustrato. 

Durante la pandemia caí en cuenta, con vergüenza, de que yo pensaba que en el mundo y en la Ciudad de México había, sin más, personas y cosas. Pensé entonces en los virus, los árboles de jacarandas, el agua, en sus bacterias y en todo lo otro que tiene vida, o que hace posible la vida, o la complica, o la termina. Asumí por primera vez que el mundo es un espacio compartido y pensé en todo lo que habita las ciudades, todo lo no humano que la atraviesa, padece o interviene. Pensé en los árboles de Avenida Reforma, en cómo se visten durante la primavera y se polinizan para nacer en otros suelos de la ciudad, en sus viajes, migraciones y su envidiable capacidad de adaptación. Finalmente, las jacarandas no son de aquí, pero caracterizan a la Ciudad de México incluso más que otras especies nativas. 

Marchar con las jacarandas y vestirnos de su color, y del color del humo de aquella tragedia que inmovilizó los cuerpos de las mujeres obreras que se quemaron junto a las telas que cosían, me hace pensar hoy en la potencia de los movimientos humanos y no humanos de una ciudad radicalmente compartida. 

[1] Escuché a Elena Tudela en el podcast abcdmxyz. Ahí, al final, dijo que suponer que tenemos cuatro estaciones, como en Europa, proviene de nuestro pensamiento colonizado. 

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Un viaje: sobre el último boleto magnético del metro https://arquine.com/un-viaje-sobre-el-ultimo-boleto-magnetico-del-metro/ Mon, 19 Feb 2024 17:10:16 +0000 https://arquine.com/?p=87672 Después de 54 años dejarán de funcionar los boletos de papel y cinta magnética del metro. Termina así un viaje de décadas por la memoria familiar y la historia arquitectónica y de diseño del metro.

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Zócalo, Hidalgo, Chabacano
he cruzado un millón de veces
he querido salir por la puerta
pero siempre hay alguien que empuja
para adentro
[…]

“El Metro”, Café Tacvba

¿Qué representa el último boleto del metro? Esa es la pregunta que ha rondado en mi cabeza desde que se anunció el tiraje final de boletos, que conmemora su existencia de 54 años (de 1969 a 2023). Y la respuesta puede ser tan fácil como lo que está impreso en él: un viaje; y ¿qué es un viaje?, o ¿qué representa un viaje para mí en esta ciudad, al ser —hasta antes de la pandemia— usuario frecuente de este sistema de transporte?  

Un viaje es pensar en ese jueves 29 de febrero como el último día de uso de los boletos físicos con cinta magnética, que dejará atrás una estela de 54 años de boletos impresos de 5.5 cm × 3 cm, en tiras de 5 unidades cada una, que iniciaron en una gama de color naranja con letras rojas; pasando por la gama color rosa y la gama color blanco; dejando atrás una serie de ediciones extensas y diseño gráfico valioso (sobre todo en últimas fechas), que hablan no sólo de la historia del transporte, sino también de la ciudad. Pero, sobre todo, también dejan atrás un sistema conformado por impresores, distribuidores, equipamientos para las taquillas, infraestructura para los torniquetes y sus incontables reparaciones, y personas dedicadas tanto a su mantenimiento y a la venta de estos boletos: las taquilleras, las supervisoras y todo su sistema sindicalizado que se conformaba por un 90% de mujeres, que trabajaban en tres horarios diferentes: el matutino, vespertino y nocturno. 

En ocasiones me tocó ser el primero en estar a las puertas de alguna estación a las 5:00, 6:00 o 7:00 de la mañana, dependiendo si era entre semana, fin de semana o día festivo. También me tocó ser el último, a las 23:50 de la noche, antes del silbatazo que indicaba que había que correr desde la taquilla para alcanzar el último tren antes de su cierre, a las 00:00 hrs. (Algunas veces llegué, otras tuve que buscar maneras de regresar a casa; de ahí, creo, se me hizo la costumbre de ser un buen caminante en la ciudad). Me tocó la apertura y el cierre durante mucho tiempo, porque mi madre trabajó en este sistema durante 25 años (de 1989 a 2014): primero en la estación Norte 45 (correspondiente a la línea 6, que va de El Rosario a Martín Carrera, en la colonia Industrial Vallejo), donde laboró como taquillera cuando yo iba en la preparatoria; y después como supervisora (ya en otra línea), cuando yo ya estaba trabajando como arquitecto profesional. En ocasiones tocaba acompañar a mi padre, sobre todo en las noches, para recogerla y que llegara segura a casa a descansar y dormir, lo que le generó el hábito de ser una persona más nocturna por esos años de trabajo, primero en un turno matutino y después en el nocturno. 

Un viaje es la serie de recuerdos y la cantidad de anécdotas impresionantes sobre el metro (que posiblemente ameritan muchos textos), que nos contaba mi madre en desayunos y comidas familiares, tanto de los usuarios, las estaciones, sus historias, sus anécdotas, sus compañeras de trabajo, su convivencia, como de su experiencia directa al viajar en él. Una de las historias que tengo más presentes, por el esfuerzo que relataba, sucedió cuando ella era supervisora en la línea A del metro (diseñada de 1985 a 1991 por Aurelio Nuño Morales, Carlos Mac Gregor Anciola y Clara de Buen Richkarday, de NGB Arquitectos S.C.; junto con Isaac Broid). Por decisión de mi madre, y pensando en su seguridad, ella evitaba subirse a las camionetas de valores para recolectar el dinero de las taquillas, y optaba por hacer el recorrido en los vagones del metro: subir y bajar una gran cantidad de escaleras por los niveles que correspondía a cada estación, parándose en cada una de ellas y haciendo el trabajo administrativo correspondiente para poder entregar el dinero a valores por la venta de esos boletos. Para ella esto era casi una competencia contrarreloj, entre la velocidad de la camioneta de valores sobre Calzada Ignacio Zaragoza, y la espera del tren de metro que la llevaría a la siguiente estación. Si a eso se le añade el factor lluvia, y lo resbaloso que puede llegar a ser el piso de mármol con el que se diseñaron la mayoría de las estaciones del metro, uno puede imaginarse la cantidad de caídas, moretones, golpes, trajes mojados y veces que se enfermó por poder cumplir su trabajo. O las veces que se quedó varada en la noche en Calzada Ignacio Zaragoza por algún percance en la línea del metro. Esos múltiples un viaje que realizaba mi madre eran múltiples un viaje de mucho valor si uno piensa en todo lo que sucede a nivel de violencia contra las mujeres en la ciudad y el transporte público. En esas circunstancias, la “m” (diseñada por Lance Wyman, Arturo Quiñones y Francisco Gallardo) [1] que portaba en su uniforme funcionó como un escudo protector. De seguro mi madre no lo sabe, pero, para mí, era una superheroína anónima de la ciudad, que se colocaba su traje para que ésta funcionara y operara correctamente para los demás ciudadanos. Pensándolo bien y a profundidad, de esa experiencia, junto con la que tenía de mi padre, quien trabajaba para el Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE; concebido por el arquitecto José Luis Cuevas, con el Aula Rural Prefabricada de Pedro Ramírez Vázquez, o la sede diseñada por Francisco Artigas sobre la calle de Vito Alessio Robles, casi esquina con Avenida Universidad), viene una de mis tantas aproximaciones hacia la arquitectura, y el nombre de la plataforma de diseño que dirijo: Anónima. 

Un viaje también es tratar de documentar la historia y diseño de este transporte público en el Museo del Metro, que está en la estación Mixcoac, en el transbordo doble entre la línea 12, que va de Mixcoac a Tláhuac; y la línea 7, que corre de Barranca del Muerto hasta El Rosario. Situado en avenida Revolución, esquina con la calle de Extremadura, en la Colonia Insurgentes Mixcoac, el museo cuenta entre sus salas con una gran colección de boletos del metro (desde los primeros tirajes de 1969), planos sobre el proceso de planeación y construcción de algunas de las estaciones de la línea 1, y un recorrido por el proceso creativo de Lance Wyman, Arturo Quiñones, Francisco Gallardo y Eduardo Terrazas que dio forma a los logotipos, tipografías, y el sistema de señalización y de información guía para los usuarios (el wayfinding design). 

Un viaje es recorrer solo o con alumnos de la universidad las estaciones diseñadas por Félix Candela en la línea 1, como las de Merced, Candelaria, San Lázaro, o Insurgentes (diseñada por Salvador Ortega Flores); las diseñadas en la línea 4 por Ángel y Gilberto Borja Navarrete; las diseñadas sobre Calzada de Tlalpan para la línea 2 por Enrique del Moral. Es también hurgar sobre esa asesoría que dio Luis Barragán sobre tectónica y cromática para las líneas del metro, [2] y repensar esas 34 líneas y sus 655 km de longitud en su diseño original. Es volver a la base de esa ciudad noble y lógica que Carlos Contreras planteó en 1948 y que proponía una línea 1 que fuera desde Ciudad Universitaria hasta la antigua Delegación Guadalupe Hidalgo (hoy la alcaldía Gustavo A. Madero); una línea 2 desde la delegación Álvaro Obregón hasta Puerto Aéreo; la línea 3, de la Plaza de Cuauhtemotzin a Tlalnepantla; la línea 4, de la Plaza de Tlaxcoaque y también hasta Tlalnepantla; y la línea 5, de San Ángel hacia el Peñón de los Baños. 

Un viaje es pasar una hora de tu tiempo, de tu día y acumulación de horas de tu vida, de pie junto a otros cuerpos en la estación Pantitlán, a la espera de poder tomar el tren que te lleve a tu destino laboral. También es estar sentado o parado dentro de un vagón, mientras vas y regresas de tu trabajo, y aprovechar el tiempo con una lectura, una siesta, una comida breve o comprarles algo de a $10.00 pesos (la moneda de cambio dentro del sistema) a los comerciantes ambulantes que operan al interior del metro. 

Un viaje es caminar a oscuras sobre las vías, alumbrando sólo con la luz del celular; o es tratar de salir de la estación con un pañuelo húmedo sobre la cara (si el humo es denso, arrástrese por el suelo) por alguna falla o falta de mantenimiento en el sistema metro. 

Un viaje es también ya no volver a casa; es morir en el intento de recorrer la ciudad mientras el sistema se colapsa entre las estaciones Olivos y Tezonco de la línea 12 del metro, dirección Tláhuac; y, a veces, también es una decisión voluntaria de muchas personas la de quitarse la vida tirándose a las vías. 

“Al público usuario del metro […]”, Comité Ejecutivo Nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo Metro, 1 de diciembre 2023.

Un viaje, también hacia el futuro, es el del viernes primero de marzo de 2024: día en que el Sistema de Transporte Colectivo Metro se plastificará en su totalidad y, con esto, completará su transición e inclusión en el Sistema de Movilidad Integrada de la Ciudad de México, para dejar atrás una época en la que nos movíamos con seguridad y confianza por medio de este sistema hoy en día tan deteriorado (aún con las remodelaciones de algunas líneas), tan escaso de mantenimiento y tan inseguro que hace pensar que, sí, posiblemente hoy en día tomar el metro puede representar un (último) viaje.

Un (último) viaje en el metro lo hice pospandemia, después de la caída de la línea 12 del metro (3 de mayo de 2021, coincidentemente el día de mi cumpleaños). Tomé la estación cercana a mi casa, Popotla, de la línea 2 (la azul), con dirección hacia el sur, para asistir a un evento deportivo en la explanada del Zócalo. No tuve que pagar un viaje ya que, con la indumentaria deportiva oficial, ese un viaje era gratis para los participantes. Pero ese un viaje de esa mañana, con esa sensación que da la inseguridad y de saber que algo se está cayendo, no por causas intrínsecas a las personas que laboran dentro del metro, sino por el mal manejo económico de este y de los dirigentes políticos de esta ciudad que todo lo que tocan lo convierte en escombro, terminó por ser en una transición en mis decisiones de movilidad en la ciudad. 

Un viaje, también hacia el futuro, es el del viernes primero de marzo de 2024: día en que el Sistema de Transporte Colectivo Metro se plastificará en su totalidad y, con esto, completará su transición e inclusión en el Sistema de Movilidad Integrada de la Ciudad de México, para dejar atrás una época en la que nos movíamos con seguridad y confianza por medio de este sistema hoy en día tan deteriorado (aún con las remodelaciones de algunas líneas), tan escaso de mantenimiento y tan inseguro que hace pensar que, sí, posiblemente hoy en día tomar el metro puede representar un (último) viaje.

Un viaje, edición LF-1, 1969-2023, no. 364875 / RF-XV

Referencias 

  1. De acuerdo al racional sobre el diseño de la imagen gráfica del metro, las tres líneas verticales al interior de la m” simbolizan las tres primeras líneas del metro inauguradas (Pino Suárez–Tacuba / Juanacatlán–Tacubaya / Tlatelolco–CU); y la cuarta línea, la que bordea y envuelve a las tres inferiores, representa el tren haciendo su un viaje. 
  1. 50 años del metro, Edición Conmemorativa por la Sociedad Mexicana de Ingeniería Geotécnica, A.C. 

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Ciudades Sueños II – Morir maravilla quiero https://arquine.com/morir-maravilla-quiero/ Fri, 17 Nov 2023 15:32:25 +0000 https://arquine.com/?p=85247 Ayer maravilla fui trata (sin arruinarle nada a nadie), de un personaje que transmigra entre cuerpos y un día se enamora en esta ciudad: Distrito Federal, Ciudad de México, Tenochtitlán, como si fuera el nombre escondido de un ángel condenado a caer en tierra una y otra vez.

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Así como la Cineteca de las Artes que se acaba de reinaugurar, remodelar o readaptar en donde alguna vez hubo un Cinemark, Ayer maravilla fui (México, 2017, 81 minutos), la segunda cinta de Gabriel Mariño, ha vivido todo tipo de reestrenos y apariciones en festivales de cine joven o ciencia ficción. Pero sirva su última exhibición, en octubre de este año por las salas de la cineteca restaurada, para hablar sobre las transmigraciones urbanas.

En primer lugar, esta mudanza de almas nunca cae tan lejos: la película toma lugar en algún punto de las colonias Portales, por el eje 7 sur, también conocido como Emiliano Zapata. Cualquiera de las dos cinetecas queda al alcance peatonal, lo cual habla de la poca movilidad  cultural que ha habido en la Ciudad de México en los últimos 50 años.

Estas incidencias le quedan bien a una película como Ayer maravilla fui que trata (sin arruinarle nada a nadie), de un personaje que transmigra entre cuerpos y un día se enamora en esta ciudad. No se explicita del todo, pero podría ser una entidad alienígena o sobrenatural, acostumbrada a mudar de cuerpos de manera involuntaria cada cierto tiempo. En su haber ha aprendido el español chilango y sabe moverse con relativa facilidad por el circuito de los empleos precarios; además tiene su residencia en una casa con un jardín propio, lo que le da oportunidad de conversar con sus plantas.

 

¿Será un avatar de la ciudad que, en su polifonía, sólo podría tomar forma humana en una multitud de cuerpos en vez de un solo individuo? Como fuere, cuando empieza la película, la entidad está posesionada en el cuerpo de un anciano (interpretado por Rubén Cristiany) cuyas manos muestran síntomas de una enfermedad motora que le impide asir con detenimiento plumas o lupas. Tras un tiempo que parece intuir —a decir de un diario que lleva como bitácora de una prisión— amanece en el cuerpo de una mujer, Ana (Sonia Castro, quien ganó por esta actuación el premio a mejor actriz en el Festival Internacional de Morelia 2017), que no supera los 30 años. Es en ese cuerpo en el que elige conocer más a fondo a su peluquera, Luisa (Siouzana Melikián), a sabiendas de que la siguiente transformación está a unas cuantas lunas de distancia. Después de una escena erótica, que recurre al sonido de una lluvia que se convierte en tormenta (metáfora sonora de la pasión sexual), Ana le cuenta, como si fuera uno de sus sueños, acerca de su condición transmigrante. Poco tiempo después, para el tercer acto de la película, se encuentra en el espejo con que ahora es Pedro (Hoze Meléndez), un chico joven. Sin embargo, la entidad se asegura de darle señales a Luisa de que se podrán reencontrar, si no es en los mismos cuerpos, al menos sí en las mismas calles, no exentas de sus propias transformaciones.

La película, corta y efectiva en sus recursos (a veces incluso demasiado académica o redonda en su guion [no es queja]) para ser del género fantástico o de ciencia ficción, recurre sobre todo a la cinematografía: por un lado, el blanco y negro de la cámara de Iván Hernández (y fotografía adicional de Miriam Ortiz) , que además de conseguir algunas tomas bressonianas (con todo y sonatas de Schubert de fondo; y un detallado diseño sonoro del caos decibélico de la ciudad), usa siempre los primeros planos y el desenfoque. Esto último es el rasgo formal más utilizado en la película, que logra expresar la cualidad onírica de la película y la experiencia ambigua de los objetivos humanos y urbanos que aparecen en pantalla.

Si bien casi toda la trama se desarrolla por la colonia Portales —son reconocibles el mercado sobre la calzada Santa Cruz; la panadería “La espiga de Dorada” de por avenida Plutarco Elías Calles; y el puente vehicular de Municipio Libre— el director procura desorientar al espectador (sea o no chilango) con locaciones que van desde el Centro Histórico hasta las cercanías de estaciones de metro como Oceanía y Ciudad Deportiva. Es abajo de esta línea, la café, conocida por sus pilares y su mal estado de mantenimiento, que se lee un grafiti que no parece hecho para la película: “CDMX está muerta / DF para siempre”. Filmada entre 2016 y 2017, la cinta vio cómo la legislación capitalina y el gobierno de Miguel Mancera ponían en marcha el rebautizo de una ciudad que estaba por cumplir 500 o 700 años (cosa que no importa mucho, siempre habrá fechas de fundación para Cedemequis y sus efemérides). Así como le protagoniste, el motivo de la ciudad que se escapa y se vuelve irreconocible para sus propios habitantes se vuelve más importante que la narrativa de los amores que combaten una lejanía producida por la misma urbe (en otro monólogo, el ente explica que sueña con otra ciudad que no es la misma que habita, pero es reconocible).

Todavía es pronto para afirmar si Ayer maravilla fui logrará el estatus de culto que, sin duda, desea o se proyecta en su interior (ya en su primera exhibición en Morelia se ganó el premio al mejor primer o segundo largometraje). Tiene algo de la recreación de la vida en colonias populares de Luis Humberto Hermosillo, y también algo de la filmografía de Arturo Ripstein junto a Paz Alicia Garciadiego, por mencionar dos referentes que enlazan la película de Mariño con una tradición de representar la ciudad no como la metrópoli internacional o de escenografía para películas de narcos que se pretende vender (sobre todo en las series de televisión o películas de alto presupuesto), sino como una ciudad de casas chaparras, calles descuidadas y gente de todos los días. En el caso específico de Mariño, su retrato es más intimista que celebratorio de una ciudad disfórica, que debe estar contando los días para su siguiente transformación, en un destino que no se sabe si significa algo.  Así como en el poema de Luis de Góngora al que hace referencia el título de la película, la ciudad y sus habitantes transitan de nombre en nombre: claveles, jazmines, alhelíes, girasoles (casualmente, las plantas que nombra el poeta son bastante chilangas): Distrito Federal, Ciudad de México, Tenochtitlan, ya hasta cansa enumerarlo, como si fuera el nombre escondido de un ángel condenado a caer en tierra una y otra vez.

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Teodoro, Noguchi y el Dr. Atl. Un recorrido por el centro histórico https://arquine.com/teodoro-noguchi-y-el-dr-atl-un-recorrido-por-el-centro-historico/ Thu, 09 Nov 2023 16:42:58 +0000 https://arquine.com/?p=84905 Conocer la ciudad es como conocerse a sí mismx, es un proceso inacabable, en el que hay constantes vueltas y transformaciones, los destinos no son rectilíneos y las bifurcaciones aparecen todo el tiempo… La ciudad, al igual que nosotrxs, está viva y en constante cambio. Sufre y goza. Con todo y sus contradicciones (y hay […]

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Conocer la ciudad es como conocerse a sí mismx, es un proceso inacabable, en el que hay constantes vueltas y transformaciones, los destinos no son rectilíneos y las bifurcaciones aparecen todo el tiempo… La ciudad, al igual que nosotrxs, está viva y en constante cambio. Sufre y goza. Con todo y sus contradicciones (y hay que decirlo, sus abundantes calamidades), tratar de entenderla puede funcionar como antídoto, para gozarla y no sufrirla.

Hay que reconocer que no podríamos con el ejercicio de autoconocimiento, si no fuera por la presencia del otro, espejear nuestros deseos y frustraciones en otros, nos ayuda a encontrarles el cauce. Esta ha sido mi motivación para organizar exploraciones urbanas en distintas zonas en la ciudad de México, seleccionadas por su carácter único pero también por la emoción de conocer la ciudad, no solo a través de mis ojos y mis percepciones, sino de las reacciones de otras y otros frente a las maravillas que esconde.

Recientemente organicé una exploración por un lado del centro histórico, próximo al zócalo, lleno de tesoros, que por distintos y complejos motivos han permanecido relegados, ignorados y hasta olvidados; me interesaba la confrontación de estos espacios con personas propias y extrañas a esta área.

A continuación enlisto tres de los varios lugares que visitamos y las reacciones que percibí en los distintos grupos de asistentes a la exploración, enmarcados por los nombres de tres personajes que parecen distintos y distantes, pero que están quizá relacionados entre otros motivos, por su innegable presencia en esta zona.

Teodoro Gonzalez de León en El Colegio Nacional 

Mi acercamiento al Colegio Nacional, fue como ocurren quizá la mayoría  acercamientos personales en nuestra época: por las redes sociales; disfruté de las conferencias gratuitas en YouTube, hasta el punto en que el aula mayor me parecía un lugar familiar aún cuando ni siquiera había estado ahí; con el tiempo me enteré de la gratuidad de todas sus actividades, y con naturalidad  me adentré en el antiguo colegio de la enseñanza. Dentro de las paredes del auditorio he escuchado resonar  palabras, músicas y poemas, y hoy siento al Colegio Nacional como un lugar entrañable.

Ésta sin embargo no es ni será la misma experiencia para muchxs; la puerta principal del colegio es un portentoso acceso de redondeadas formas de color bronce, que dan la apariencia de un sitio con aura sagrada e institucional, la mayor parte de las miles de personas que transitan por este lado de la acera en la calle de Donceles a diario, no notan su presencia y quienes la notan, suelen limitarse a un discreto asomo a las entrañas del edificio, que separa el ruido de la calle por un compresivo pasillo, que a penas desvela los misterios que tiene dentro.

El añoso edificio que resguarda al Colegio Nacional data del siglo XVIII, desde su inauguración ha funcionado como convento, escuela de mujeres, cárcel, suprema corte de justicia, tribunal superior del Distrito Federal, escuela de ciegos, sede de la SEP y finalmente en 1943, como sede del recién fundado Colegio Nacional. En 1992, Teodoro Gonzalez de León, Colegiado en la institución, realizó una trabajo extremadamente complejo y delicado de adecuación y restauración sobre el edificio; para darle su aspecto actual, dotado de mayor iluminación, y elementos estructurales y decorativos en los que es imposible ignorar el sello de González de León: Una escalera helicoidal en acero para la biblioteca, refuerzos tubulares, concreto blanco martelinado en arcos y umbrales, así como en algunas jardineras, y una espléndida fuente en el patio de en medio.

Las reacciones frente a semejante edificio entre los asistentes a la exploración, además de asombro y curiosidad, desprendieron comentarios orientados por lo general a la sorpresa de que exista un lugar con estas características en una zona tan céntrica y transitada y que tan poca gente lo conozca, externaron también la extrañeza de encontrarse en un sitio en el que los sentidos descansan del exacerbado cúmulo de estímulos sensoriales que supone caminar en el centro, el sitio es silencioso, fresco, rodeado de plantas, solo se percibe el murmullo del agua en la fuente, el olor de las piedras y del café recién hecho en la cafetería del colegio.

Isamu Noguchi en el Mercado Abelardo L. Rodriguez 

Es irónico que el mercado Abelardo L. Rodriguez se planteó en su momento como una solución a la enorme cantidad de comercios informales que existían en las inmediaciones; el día de hoy sabemos que fracasó o que acaso fue una solución temporal, pues la vocación comercial de esta zona se encuentra absolutamente desbordada, llegar al mercado supone sortear un caudal de vendedores y compradores e incluso pasar por una zona de masajistas ambulantes, hasta arribar al extraño y masivo edificio que es una mezcolanza de estilos, entre los que conviven restos de un antiguo colegio virreinal con un abigarrado art déco e intenciones neocoloniales.

Al pasar por el umbral del mercado, es inevitable percibir las alteraciones que ha sufrido con el tiempo, principalmente en la distribución de los locales, muy distinta a la planeada en el proyecto original, promesa de la modernidad de principios del siglo XX.

El mercado se construyó en el año 1934, y acorde a las preocupaciones del momento, se encargó a Diego Rivera, coordinar un equipo de artistas que cubrieran los muros del recinto con pinturas de temática inevitablemente afín a los intereses de la escuela mexicana de pintura: Exaltación del socialismo, presencia de campesinos y obreros, fin del capitalismo, etc.

De manera sorprendente y en contra del típico machismo que imposibilitaba en la época la participación de mujeres en la ejecución de murales públicos, llegaron al Mercado las hermanas estadounidenses Grace y Marianne Greenwood, ambas realizaron notables trabajos dentro del complejo (que incluía además del propio mercado, una guardería, un teatro, una biblioteca y salones de usos múltiples, entre otros espacios nada tradicionales en este tipo de proyectos). Grace Greenwood había estado un par de años antes en París, donde sostuvo una relación sentimental con un joven Isamu Noguchi, quien para entonces se encontraba aprendiendo del escultor Rumano Constantin Brancusi; de este modo ocurre el nexo entre Noguchi y Rivera, quien le invita a participar en el proyecto mural en curso.

Me enteré de la existencia del mural de Noguchi en el mercado desde hace algunos años y en ocasiones pasaba por él, tratando de encontrarlo pero sin tener éxito; por último, hace un par de meses atravesé las congestionadas calles con la determinación de no irme hasta verlo. Pasé por el hueco que forman un puesto de frutas y uno de jugos, esperando que mi presencia extraña fuera cuestionada en cualquier momento, pero no ocurrió; subí por unas oscuras y viejas escaleras en cuyo descanso permanecía recostada en un rincón una persona con la cara cubierta con sus propios brazos. Al mirar hacia arriba, un mural con los colores milagrosamente conservados, firmado por una de las hermanas Greenwood y al subir, una sala de pisos y muros rojos, rematada por el mural de Noguchi: un relieve de 2 metros de alto por 21 de ancho, titulado Historia de México, realizado en ladrillo tallado y cubierto con concreto pulido y pigmentado. A partir de ese día no pude dejar de pensar en este espacio y en incluirlo en la próxima exploración; cuando por fin ocurrió esto, a muchos de los asistentes les pareció alucinante que el mural se encontrara en ese sitio un tanto destartalado, oculto, casi abandonado pero en condiciones de conservación más buenas que malas y el contraste evidente en técnica entre el relieve y el resto de los murales del mercado, así como la historia única detrás de la pieza.

Se trata de una de las pocas piezas figurativas que realizó Noguchi en su carrera, siendo además una de las dos piezas de gran formato y de carácter público que realizó en su vida. Por otro lado, también hubo entre los asistentes quien criticó el mural como una obra en la que se nota demasiado lo temprano de la pieza en la producción de Noguchi y la excesiva presencia de los conceptos posrevolucionarios, atípicos en la obra posterior del artista. En cualquier caso, pienso que el mercado y lo que sobrevive dentro de él, es una pieza fundamental para aprender a amar una zona del centro, que suele pasar desapercibida.

El Dr. Atl en el Convento de la Merced 

Al pensar en los sitios que visitaríamos en la exploración, siguiendo la intención de que fueran sitios poco conocidos, me pareció importante llevar a los asistentes al barrio de la Merced, hervidero de joyas ocultas. Cuando le conté mis planes a unx amigx, que nunca había visitado el sitio, me dijo que sabía que la Merced era un lugar peligroso. Imagino que esta misma percepción tienen muchxs, para quienes hablar de la merced es pensar de inmediato en el mercado masivo del mismo nombre, pero también en los conflictos que han estigmatizado siempre a este barrio. Es curioso porque el mercado de la Merced, no está siquiera en el barrio de la Merced, se encuentra de hecho en el barrio contiguo de San Pablo Teopan y aunque puede parecer un sitio amenazante, en mi experiencia visitando este el barrio, puedo decir que el infundado miedo que identifica a sus nuevos visitantes generalmente tiene que ver con el desconocimiento, pues quien conoce la Merced se queda casi siempre con ganas de volver y disfrutar de sus bondades.

Después de tomarnos un café en el Café Equis (donde se consiguen algunos de los mejores granos de la ciudad), continuamos por calles tapizadas de artículos de belleza, para aproximarnos lo más posible a lo que queda del convento mercedario, sitiado con una extraña cerca de madera por un lado, donde alguna vez estuvo quizá la única iglesia con techos de madera plomados de México, rodeamos para dar con lo que alguna vez fue la fachada, modificada para reducir cada vez más el tamaño de la puerta sobre la calle de República de Uruguay, puerta que se encuentra ahora rotundamente tapiada con madera. Nos detenemos frente a este pequeño Umbral a imaginarnos a Gerardo Murillo, harapiento y empobrecido, encontrándose con un Ángel: el portero del ruinoso edificio, leemos un fragmento del maravilloso y descriptivo libro de Alain-Paul Mallard, Nahui Versus Atl, que de inmediato nos permite atravesar con la imaginación el cerco del convento mudéjar y ver llegar al Dr. Atl, entrada la noche al patio del convento y conversar calladamente con Ángel. Rememoramos una de las muchas historias insólitas descritas en el libro Gentes profanas en el convento, escrito por el propio Murillo, y casi percibimos el olor de los melones cubriendo todo el patio  y las risas y juegos de las niñas del colegio cercano, dándose un festín con las olorosas frutas.

Las reacciones son diversas, entre asombro y curiosidad, por todo lo que ocurrió alguna vez en esta zona, pero también de impotencia y hasta enojo, por el abandono del convento, de cuyo interior tenemos idea imágenes solo por las fotografías que muestro en la pantalla del celular.

La ciudad existe, pero se crea y recrea a cada instante con las miradas de quien se detiene a observar y tratar de descifrarla, ¿será que recorriéndola, pensándola, y amándola, lograremos entender más de su esencia y quizá con suerte, también de la nuestra?

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Primera llamada: Airbnb frente a la vivienda en alquiler https://arquine.com/primera-llamada-airbnb-frente-a-la-vivienda-en-alquiler/ Mon, 31 Oct 2022 16:31:56 +0000 https://arquine.com/?p=71112 Airbnb por sí mismo no es el problema, sino el sistema y modelo que arropa su llegada sin entender y atender las problemáticas existentes y futuras de los lugares donde se inserta (vivienda, habitabilidad, acceso a infraestructura y equipamiento, etc.).

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En 2017 publicaba uno de mis primeros textos en este mismo espacio sobre Airbnb en Ciudad de México, cuando aún parecía un fenómeno incipiente, pero con un sostenido crecimiento en ciertas zonas de la capital, lo cual se entrelazaría con otros fenómenos: la inversión pública de mejoramiento urbano en zonas específicas de la ciudad, el crecimiento de la red de Metrobús, la consolidación del sistema de bici pública, la red de ciclovías y, claro, una pandemia de por medio con el fortalecimiento del trabajo remoto, un mercado de trabajo irregular e informal incluso para las clases medias jóvenes y normas permisivas para la producción de vivienda sin una regulación eficiente del suelo.

Todo esto para poner sobre la mesa lo que es evidente, pero no para todas es claro: el fenómeno es complejo. Es complejo porque Airbnb, como actor, no es más que un potenciador de las dinámicas existentes del fenómeno de financiarización de la vivienda ya bien consolidado en nuestra ciudad y otras del planeta. Es decir, Airbnb es otro síntoma de un problema mayor.

Entonces, ya que llegaron a esta línea donde no dije nada nuevo, ni nada que no hayan visto ya en redes sociales, declaraciones en medios, etc., en medio de este caos voy a aprovechar este espacio de coyuntura para hablar del alquiler en la Ciudad de México.

Desde el 2000, ya con el sistema democrático recién estrenadito en la ciudad, la vivienda en alquiler ha ido en aumento, con un despunte importante en los últimos diez años, en medio de políticas de propietarización a través de créditos otorgados principalmente fuera de la ciudad, pero también con la promoción de creación de vivienda en lo que se denomina ciudad central para, en teoría, aumentar la producción de vivienda asequible en las áreas que ya contaban con equipamiento e infraestructura para albergar mayor población. Lo paradójico de esto último es que la vivienda se hizo cada vez más inasequible, especialmente en estas áreas, y el alquiler comenzó a ser la única opción para quienes querían habitar la centralidad.

De acuerdo con datos del Censo de 2020 del INEGI, la cuarta parte de las viviendas de esta ciudad son habitadas en renta y este dato puede estar subrepresentado porque la respuesta “Prestada” aparece como variable distinta, pero que se trata de una afirmación que muchas veces refiere a otras formas de arrendamiento, algo de lo que el Dr. Coulomb ya nos daba pistas.

El alquiler se localiza predominantemente en las áreas centrales donde Benito Juárez, Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo concentran más del 30% del alquiler de toda la capital, dato que va en aumento, junto con el propio costo del metro cuadrado de vivienda. No es casualidad que la fluctuación del costo de vivienda sea más cambiante en las zonas de alquiler, porque al tener mayor movilidad de residentes y flexibilidad para adaptarse a las condiciones del mercado (especialmente por la desregulación= los ajustes de costo tenderán a la alta. En el caso de la Ciudad de México, el Código Civil, el único instrumento regulatorio, establece que el aumento anual del alquiler no podrá ser mayor al 10% de la renta mensual. Sin embargo, si el contrato termina, el arrendador podrá ajustar el costo sin ninguna restricción, más que la del mercado mismo, a los nuevos inquilinos.

Airbnb entra en esta red de acciones y omisiones del gobierno, así como de la promoción, por parte de organismos internacionales como el BID y el Banco Mundial, de dos cosas importantes: la promoción de la industria creativa (economía naranja) y el arropamiento de las plataformas del sharing economy, de la que también he hablado aquí, que, aunque en el discurso parezcan etéreos porque se alimentan del auge tecnológico y de la producción digital y nubizada, tienen un importante anclaje territorial que no podemos ni debemos obviar: los lugares y las personas que los acogen.

Es así que, aunque nos hablen de las bondades de la economía colaborativa y de la economía naranja, también es importante reconocer el impacto que estos modelos pueden tener y de hecho tienen en los lugares. Por ejemplo, está San Francisco como nodo de industria creativa, pero con un crecimiento importante de personas con trabajo, pero sin casa por el alto costo del alquiler o Barcelona con los conflictos de habitabilidad entre el turismo y los habitantes.

En la CDMX la concentración de la vivienda en alquiler está en las alcaldías centrales de la ciudad donde, no por casualidad, también se concentra la oferta de renta de plataformas de corta estancia (no sólo Airbnb). No podemos ser ingenuas al pensar que no hay correlación entre uno y otro fenómeno, pues es claro que la vivienda en renta tradicional compite, y en condiciones muy desiguales, con la renta de corta estancia que a ojos de arrendadores es más segura y rentable.

 

 

Elaboración propia con información de Cuestionario ampliado, INEGI 2020 e Inside Airbnb, septiembre de 2022.

 

Pero entonces, ¿frenar la propuesta de alianza de Airbnb resolverá los problemas de vivienda, en especial los del alquiler en la Ciudad de México? Por supuesto que no, pero el reclamo no deja de ser legítimo y necesario, y abre el espacio que se ha estado buscando y que sistemáticamente han querido ignorar las autoridades, para comenzar a armar una agenda sobre la regulación del alquiler que necesita la ciudad. Esta es la primera llamada.

 

Algunos puntos importantes sobre la alianza Airbnb – CDMX:

 

  • Airbnb por sí mismo no es EL problema, sino el sistema y modelo que arropa su llegada sin entender y atender las problemáticas existentes y futuras de los lugares donde se inserta (vivienda, habitabilidad, acceso a infraestructura y equipamiento, etc.).
  • Las personas inquilinas son y serán las más afectadas, pero no las únicas, si no se adoptan medidas que regulen las condiciones en las que este sistema (y otros similares) funcionan.
  • Es necesario entender a detalle la propuesta para poder establecer medidas justas: la renta de corta estancia tiene varios propósitos desde el turismo hasta arropar al nomadismo digital, pero estos dos no tienen el mismo impacto en el territorio.
  • El gobierno de la ciudad tiene la facultad, a través del Instituto de Planeación, de monitorear y gestionar la producción de información para evaluar los impactos y los beneficios de programas y políticas públicas, por lo que es posible dar seguimiento a su propuesta a través de los mecanismos de transparencia que se establecen en la Constitución de la ciudad.
  • La producción de “vivienda” para el servicio de corta estancia impacta también en el diseño arquitectónico de los espacios que están supeditados a formas de uso no necesariamente cotidianas y es algo que también valdría la pena poner sobre la mesa.
  • El acuerdo expuesto planea abrir otros espacios con potencial turístico fuera de las zonas que aquí he mencionado; en este sentido, es importante que la población residente tenga conocimiento y toma de decisión sobre esto y que se puedan establecer medidas de evaluación, seguimiento y control adecuadas para evitar procesos de expulsión.

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La imagen del agua en la ciudad https://arquine.com/product/la-imagen-del-agua-en-la-ciudad/ Tue, 25 Oct 2022 16:16:33 +0000 https://arquine.com/?post_type=product&p=69362 Editor: Arquine
Textos: Loreta Castro Reguera Mancera, Juan José Kochen, Manuel Perló Cohen
Cubierta: Pasta Suave
Tamaño: 14 X 21 cm
Páginas: 288
Edición: Español
ISBN: 978-607-8880-00-3

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La imagen de la ciudad contemporánea, que funciona con infraestructuras subterráneas, no integra un elemento imprescindible para garantizar su supervivencia: el agua. Mientras que a través de los siglos urbes enteras se diseñaron en función del manejo del agua, hoy nos conformamos con abrir una llave y verla correr sin enterarnos de los mecanismos que se necesitan para que esto suceda, lo que implica una ruptura evidente entre habitantes, ciudad y agua. Este libro propone una serie de alternativas que plantean una nueva visión para los espacios del agua, haciendo evidente su presencia o ausencia en un esfuerzo por alinear la dinámica urbana y viabilidad hídrica.

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Sueños con fibra/madera – tierra/concreto https://arquine.com/obra/suenos-con-fibra-madera-tierra-concreto/ Thu, 20 Oct 2022 06:00:18 +0000 https://arquine.com/?post_type=obra&p=70492 Sueños con Fibra/Madera, Tierra/Concreto fueron unas instalaciones arquitectónicas participativas presentadas durante MEXTRÓPOLI 2022. Este proyecto despliega historias sobre la Ciudad de México a través de cuatro materiales, su procedencia y promesa en el futuro. Sueños con Fibra/Madera reflexiona sobre el pasado y futuro de la Ciudad de México, mientras que, "Sueños con Concreto" explora el futuro de la vivienda asequible en México a través de métodos constructivos de bajo impacto material. 

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Sueños con Fibra/Madera, Tierra/Concreto es una instalación arquitectónica participativa presentada en MEXTRÓPOLI 2022, Festival de Arquitectura y Ciudad. Sueños de Fibra/Madera, Tierra/Concreto despliega historias sobre la Ciudad de México a través de cuatro materiales, su procedencia y promesa en el futuro. Sueños con Fibra/Madera reflexiona sobre el pasado y futuro de la Ciudad de México. Construido con madera reciclada de la icónica montaña rusa de La Feria de Chapultepec, el pabellón incluye papel picado: la forma de arte precolombino cuyas aberturas invitan a los ancestros a pasar al presente.

Construida en 1964, La Montaña Rusa capturó la imaginación de millones de personas que visitaron La Feria, el primer parque de atracciones de México. La Feria cerró en 2019 y Sueños de Fibra/Madera es la primera estructura construida con madera recuperada de la montaña rusa. Situado en la esquina formada por la Avenida Juárez y la calle Doctor Mora, sobre la Alameda Central, el pabellón crea un nuevo espacio urbano de reunión y reflexión. Activando el espacio por la noche, el diseño de iluminación del pabellón surgió de diálogos con los artesanos otomíes que produjeron el papel amate para el pabellón.

Sueños Con Tierra/Concreto explora el futuro de la vivienda asequible en México a través de métodos constructivos de bajo impacto material. Este pabellón se desarrolló en asociación con New Story, una organización internacional pionera en proponer soluciones contra la escasez de vivienda en el mundo, y Échale, una empresa social con sede en México que ofrece soluciones de vivienda a través del desarrollo integral de comunidades. La estructura horizontal de la cubierta toma como punto de partida el sistema existente de vigueta y bovedilla, optimizando la forma de las viguetas prefabricadas de concreto armado para minimizar en un 50% el uso de material y su impacto ambiental asociado. Esta elegante geometría, esculpida por secciones de ancho y canto variable, se obtiene utilizando métodos de diseño computacional desarrollados por investigadores en el MIT. Las bovedillas cerámicas impresas en 3D se sitúan entre viguetas como cimbra perdida, para después vaciar la losa superior de concreto, fabricado por MANUFACTURA y ANFORA Studio. El uso de tepetate, una tierra local con alto contenido de arcilla, permite fabricar bloques comprimidos y secados al sol que constituyen las paredes del pabellón.  Esta solución económica y baja en carbono, utilizada en la construcción de vivienda durante más de 30 años, se reinterpreta con un sistema postensado que facilita el ensamblaje y el desmontaje. Sueños Con Tierra/Concreto combina técnicas de construcción locales con nuevas tecnologías de fabricación digital, dando como resultado un pabellón en el que colaboran industria, empresa social y academia como modelo hacia un entorno construido más sostenible.

Créditos

  1. GRUPO Mota-Engil 
Project Team: Onésimo Flores, Sergio Haua, Ivar Castillo, Jorge Cerrilla, Oscar Vera, Gemi González
  1. DIGITAL STRUCTURES / MIT
Director: Caitlin Mueller
Project Team: Edu Gascón, Tim Cousin, Mohamed Ismail, Sandy Curth, Kiley Feickert, Leslie Norford
  1. Future Urban Collectives | MIT and Collaborating Artist Marisa Morán Jahn
Director: Rafi Segal 
Collaborating Artist: Marisa Morán Jahn
Project Team: Maria Rius Ruiz- NUA arquitectures, Patricia Dueñas Gerritsen, Jungmin Lee, Karla Mejias
Structural Engineering: Caitlin Mueller, Edu Gascón, Tim Cousin
Construction: Mextropoli/La Invencible
  1. Leventhal Center for Advanced Urbanism | MIT
Director: Sarah Williams
Project Team: Alberto Meouchi, Jariyaporn Prachasartta, Doris Qingyi Duanmu, Niko McGlashan, Deni López, Illana Strauss, Enrique Casillas
Construction: La Invencible
Research and design of Dream Tickets: Claudia Ortiz Chao, Maria Moreno, Carina Arvizu, Carlos Flores and Santiago Fernandez
  1. MANUFACTURA
Director: Dinorah Martinez Schulte 
Project Team: Edurne Morales, Eduardo Barba, Aleida Rahel Merkel, Ivan Ramos, Jared Zarate, Irma Valdes y Jorde Orduna
  1. ECHALE
Director: Francesco Piazzesi,
Project Team: Gretel Uribe Campos, Eduardo Piedrola, Eduardo Banda, Fernanda Herrejón, Javier Velasco, Gustavo García
  1. NEW STORY
Project Team: Victor Mendoza, Sandra Prieto
  1. ANFORA STUDIO 
Director: Saul Rivera
Project Team: Sofia Priscila, Sara Flores, Amaury De La Rosa, Polette Guerrero
  1. FORMAS DE FIBRA DE VIDRIO

Project Team: Jacinto Hernández Espindola

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Agenda de la semana https://arquine.com/agenda-de-la-semana-102/ Fri, 23 Sep 2022 07:00:13 +0000 https://arquine.com/?p=69193 Inauguración Walled Garden | Pabellón MEXTRÓPOLI 2022 El pabellón explora el significado de una arquitectura postextractivista enfocada en el cuidado conformado por tres conjuntos de plantas. La selección de plantas busca conformar un microcosmos botánico de la Ciudad de México de acuerdo a la historia paisajística del valle, observada a través de su tradición pintoresca. […]

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Inauguración Walled Garden | Pabellón MEXTRÓPOLI 2022

El pabellón explora el significado de una arquitectura postextractivista enfocada en el cuidado conformado por tres conjuntos de plantas.

La selección de plantas busca conformar un microcosmos botánico de la Ciudad de México de acuerdo a la historia paisajística del valle, observada a través de su tradición pintoresca. Las plantas, seleccionadas también en base a su costo, bajo mantenimiento y facilidad de obtención, se agrupan en tres periodos —pre-colonial, pre-revolucionario y moderno—y se dispersan según su forma, tamaño y color.

El espacio interno funciona como un laberinto compacto con tres entradas ocultas entre sí. Los remansos internos, inundados a ciertas horas por una neblina espesa, son espacios para la intimidad pública y el re-encantamiento. Las formas curvas que ocultan las salidas y las plantas desdibujan los límites del pabellón dando la impresión de que éste se extiende por toda la Alameda.

Fecha de inauguración: 23 de septiembre de 2022

Hora: 10:00

Ubicación:


Presentación del Libro La Imagen del Agua en la Ciudad de Taller Capital

La imagen de la ciudad contemporánea, que funciona con infraestructuras subterráneas, no integra un elemento imprescindible para garantizar su supervivencia: el agua. Mientras que a través de los siglos urbes enteras se diseñaron en función del manejo del agua, hoy nos conformamos con abrir una llave y verla correr sin enterarnos de los mecanismos que se necesitan para que esto suceda, lo que implica una ruptura evidente entre habitantes, ciudad y agua. Este libro propone una serie de alternativas que plantean una nueva visión para los espacios del agua, haciendo evidente su presencia o ausencia en un esfuerzo por alinear la dinámica urbana y la viabilidad hídrica.

Fecha: 23 de septiembre de 2022

Hora: 12:00 pm

Ubicación:


Exposición Ambigüedad Específica Camilo Restreppo

AGENdA agencia de arquitectura es un estudio localizado en Medellín, Colombia. Su trabajo está concentrado en establecer puentes de relación entre la teoría y la práctica desde la idea del espacio tropical, replanteando la noción de historia, localidad y universalidad.
Para esta exposición titulada Ambigüedad Específica, AGENdA explora los posibles desenlaces que la idea del cinetismo aporta a la construcción de otra noción de espacio y arquitectura, no ya desde la definición clara y contundente de un interior absoluto o un afuera incontenible, sino desde la oportunidad que la idea de espacio intermedio aporta como otra opción de la experiencia espacial, lejos de la idea de lo complementario o de las dicotomías habituales de adentro y afuera. En esta exposición el espacio intermedio se presenta como un lugar en sí mismo que debe ser explorado y representado para construir otra manera de hacer espacio, más democrática y pública, necesaria y crítica. Aqui, AGENdA busca establecer una relación directa y conceptual, teórica y especulativa con las posibles formas que adquiere el espacio tropical desde su propio trabajo construido y no construido a lo largo de los últimos 15 años y que bajo el título homónimo de Ambigüedad Específica presenta su más reciente publicación de la mano de Arquine. Exposición realizada en alianza con la Secretaria de Cultura mediante el PROFEST.

Fecha: Del 23 de septiembre al 23 de octubre de 2022

Ubicación:


Exposición Latinitudes de Leonardo Finotti

A casi un siglo de las primeras expresiones de la modernidad arquitectónica en América Latina, Leonardo Finotti, desde su visión como fotógrafo-arquitecto, vuelve a proyectar a través de una construcción visual, las ciudades y la arquitectura de Latinoamérica. Latinitudes, título de la exposición, surge de la experiencia visual que su autor documenta cuando se encuentra en cada ciudad latinoamericana que visita. Su condición de viajero y artista, le permite interpretar y percibir otra realidad. La narrativa de la exposición es lineal, con un proyecto fotográfico por cada una de las nueve ciudades que se presentan, ordenadas estas por su latitud de sur a norte. Este discurso visual de cada latitud recoge la escala del edificio retratado, incorpora el contexto físico y social, así como la vida cotidiana que ha transformado, con el paso del tiempo, al entorno y al propio inmueble. Entre cada una de las fotografías que componen a la muestra, existe también una correspondencia visual de forma, geometría, sombras y texturas. Colocar las nueve ciudades latinoamericanas, unas contra las otras permite, además de la contemplación de cada fotografía de manera autónoma, poner de manifiesto las diferencias, las semejanzas y las certezas de la riqueza de la arquitectura moderna en América Latina.

Exposición realizada en alianza con la Secretaria de Cultura mediante el PROFEST y con la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

Fecha: Del 24 de septiembre 2022 al 29 enero 2023

 


Inauguración de Exposición Tatiana Bilbao Estudio. Dibujar con la(s) Historia(s)

Se muestra la esencia de TATIANA BILBAO ESTUDIO a través de maquetas, collages y material explicativo de una selección de proyectos.

En alianza con la Secretaria de Cultura mediante el PROFEST, LUTRON, CEMEX, CEMPANEL y con la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

Fecha: 24 de septiembre 2022

Hora: 1:00 pm

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