Resultados de búsqueda para la etiqueta [Racismo y arquitectura ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 11 Mar 2024 17:25:05 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Copias del abandono o de nombrarte como se te da la gana https://arquine.com/copias-del-abandono-o-de-nombrarte-como-se-te-da-la-gana/ Mon, 12 Feb 2024 17:00:28 +0000 https://arquine.com/?p=87471 La casa soñada, la casa habitada y la casa modelo son las tres esquinas de la triangulación que establece Sandra Calvo en su trabajo Copias del Abandono. ¿Qué tienen que ver esas casas con la posibilidad de llamarse como a uno se le de la gana?

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Hace tiempo vi un fragmento del programa que conduce Graham Norton en el que entrevista a Ice Cube y a Kevin Hart. Norton empezaba diciéndole a Ice Cube que había pensado que podrían estar emparentados. Ante la cara de sorpresa de Ice Cube, Norton continúa: ¿no hay un lado irlandés en tu familia?, ¿tu nombre es irlandés? El otro nombre de Ice Cube, el de nacimiento, es O’Shea Jackson. Entonces entra Hart, primero para confirmarle a Ice Cube que sí, su nombre es de origen irlandés, para luego decirle a Norton: “Let me educate you something. Black people are notorious for picking things that they saw one day and saying, that’s my baby name!” Mientras todos ríen, Hart pone el ejemplo de cómo la abuela de Jackson decidió que O’Shea era buen nombre para él.

El fragmento de la entrevista es muy divertido y, al mismo tiempo, expone algo profundamente problemático. ¿Por qué sorprende que Jackson se llame O’Shea y no Jackson, que seguramente tampoco era el nombre de familia o apellido de sus ancestros? Mientras que Jackson es el nombre impuesto o tomado, que borra o esconde el hecho de que millones de personas originarias del continente africano fueron secuestradas, compradas y vendidas como mercancía y esclavizadas en otras partes del mundo, sobre todo en América, O’Shea, o cualquier otro nombre escogido de la manera que divertidamente expone Hart, reivindica una libertad absoluta al menos en la manera como deciden nombrarse los afrodescendientes. Aunque no sea el propio Jackson quien se nombre O’Shea, ese acto parece decir “yo me llamo como yo quiera”, acto que el nuevo nombre elegido, Ice Cube, no hace más que reforzar.

El fragmento de la entrevista también me hace pensar en las muchas veces que, en ciertos círculos socioeconómicos en México, casi no se disimula la sonrisa al enterarse de que el nombre de alguien es Jonathan o Jennifer Hernández, particularmente si esa persona no tiene la tez blanca. Y en que la misma sonrisa aparecería si el nombre fuera Tonatihu o Ameyali. Como si los únicos nombres aceptables fueran María o Juan o Martha o Pedro.

¿Qué tiene que ver todo eso con el trabajo de Sandra Calvo Copias del abandono? Sandra Calvo ha venido trabajando este proyecto desde el 2016 y se ha presentado, de diversas maneras, en distintas exposiciones. La más reciente se inauguró el pasado sábado 10 de febrero en Proyector. 

Copias del abandono es el reflejo vital de la arquitectura de la migración entre México y Estados Unidos. Muestra las diferencias y similitudes de las maneras de vivir en los dos países, las aspiraciones individuales, las realidades crudas, la forma en que los modelos arquitectónicos se transforman a través de ópticas particulares y a su vez cómo estos modelos transforman las sociedades en las que se insertan.

En este ejercicio se comparan tres momentos de habitación permanente o temporal en el recorrido de los migrantes que van de Hueyotlipan, Tlaxcala, a Jackson Hole, Wyoming, ciudades hermanas.

La casa habitadas: los sitios que habitan los migrantes mientras trabajan en Jackson Hole.

La casa modelo: las casas que los migrantes construyen en la comunidad adinerada de Wyoming.

La casa soñada: las casas que los migrantes construyen en su lugar de origen, para las que ahorran y mandan remesas a sus familias.

Además de la conversación entre Norton, Ice Cube y Hart, el trabajo de Calvo me hace pensar en el texto de la escritora afroamericana bell hooks (1952–2021) Black Vernacular: Architecture as Cultural Practice, donde escribió:

Diseñar la casa de mis sueños en la clase de arte de mi preparatoria no me llevó a pensar que cualquier decisión que tomara era política. De hecho, cada pensamiento que tuve sobre la estética de ese proyecto estaba enraizada en la fantasía imaginativa. Empezando con la idea de un mundo de libertad absoluta, donde el espacio y, en particular, el espacio de la vivienda, podría ser diseñado sólo en relación al “deseo”. Lo que más quería era alejarme de las realidades “políticas” concretas, como la clase social, y sólo soñar. Cuando nos dio la tarea —construir la casa de tus sueños— nuestro profesor de arte nos animó a olvidarnos de las casas que conocíamos, y a pensar imaginativamente sobre el espacio, sobre la relación entre lo que deseamos, lo que soñamos y lo que es práctico.

La reflexión de hooks continúa para llegar a afirmar que, si los hubieran animado a pensar crítica y políticamente sobre los espacios que habitaban, sobre los barrios y entornos a los que tenían acceso y por qué había otros a los que no tenían acceso real y en los que solamente podían “soñar”, el resultado habría sido totalmente distinto. 

Esta tarea pudo habernos llevado a reconocer las diferencias de clase, la manera como el apartheid racial y la supremacía blanca alteran el espacio individual, y la sobredeterminación de algunos sitios y la naturaleza de ciertas estructuras crean el sentido de tener ciertos derechos para unos y de estar desprovisto de los mismos para otros. Al hacer ese ejercicio podríamos habernos enfrentado cara a cara con las políticas de la propiedad privada, no sólo en términos de quien posee o controla el espacio, sino en la relación entre poder y producción cultural.

Esa reflexión queda abierta también en el trabajo de Calvo, al presentar las casas que construyen los migrantes en sus lugares de origen sin prejuicios estéticos pero, al mismo tiempo, sin una falsa neutralidad u objetividad que termine romantizando o naturalizando las condiciones de marginalidad y precariedad en que se producen. Escribe Calvo:

El diseño de estas casas no se delega a un especialista, son los habitantes y sus familiares los propios arquitectos, se produce una libertad particular que termina por afectar hondamente la estructura de la casa. El hecho de que no haya arquitectos no significa que no haya arquitectura. Este juego arquitectónico trabaja sobre la posibilidad de modificar y autoconstruir. Los espacios se mantienen en permanente apertura, un estado de ambigüedad donde no se sabe si la casa se está construyendo o se está abandonando, un ejercicio que se modela bajo la marcha, respondiendo a la intuición y las aspiraciones de sus dueños. El ideal de una casa que quizá nunca lleguen a habitar, pero cuya construcción les motiva y les complace, responde a la necesidad de pensar e imaginar una vida distinta a la que realmente existe. 

Como con los nombres de pila de Ice Cube, O’Shea Jackson, las casas soñadas y no habitadas que los migrantes hacen construir en sus pueblos de origen son, al mismo tiempo, muestra de una libertad reivindicada —me llamo como yo quiera, y mi casa se ve como yo la he soñado— y de la persistencia de un sistema de marginación y explotación casi absoluto —el sistema colonial e imperial, capitalista y blanco, para más señas, que se mantiene desde el siglo XVI hasta nuestros días.

La sonrisa del arquitecto frente a la casa que quiere ser “lo que no puede” resulta igualmente reveladora, ofensiva y, por fin, patética, como la sonrisa frente a quien se llama como se le dio la gana.

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Barcos como campos https://arquine.com/barcos-como-campos/ Fri, 04 Aug 2023 15:31:06 +0000 https://arquine.com/?p=81254 El gobierno británico a planteado usar una barcaza con 222 cabinas como alojamiento temporal para personas buscando asilo. Anclado en un puerto de Dorset, la barcaza Bibby Stockholm no puede ocultar que, en sus orígenes, la compañía que la renta tuvo alguna participación en el transporte marítimo de personas esclavizadas.

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Hace un par de semanas la  BBC publicaba la noticia de que el gobierno británico utilizaría un gran barco para alojar inmigrantes, el Bibby Stockholm:

Bibby Stockholm es el primer barco asegurado bajo los planes de la ministra del Interior, Suella Braverman, para reducir el costo del alojamiento de los solicitantes de asilo que llegan en barcazas. El gobierno dice que actualmente está gastando £6 millones por día para alojar a más de 50,000 inmigrantes en hoteles.

“Creemos que es mejor abrir sitios específicos diseñados para albergar a los inmigrantes que llegan, hacerlo de una manera más planificada, dijo el portavoz del primer ministro Rishi Sunak. “Eso es lo que buscamos hacer con Bibby Stockholm y eso es lo que buscamos hacer en otras partes del país: abrir sitios para aliviar la presión de las áreas locales y reducir el costo.

Según la misma nota, la propuesta enfrenta el rechazo tanto de los habitantes de Portland, Dorset, por el impacto que los 500 asilados puedan tener en los servicios locales, sobre todo de salud, como de asociaciones de apoyo a refugiados, quienes señalan las condiciones inapropiadas y traumatizantes de lo que parece una forma de detención.

 

Luxury living on board

El Bibby Stockholm fue construido en 1976. Mide algo más de 93 metros de largo y 27 de ancho. No tiene motor y, según el folleto informativo de Bibby Marine, puede albergar hasta 506 pasajeros en sus 222 cabinas “espaciosas, con regadera, pantalla de televisión, acceso a internet, un escritorio, ropero y ventana.

Según se lee en Wikipedia, el Bibby Stockholm se convirtió en una barcaza de alojamiento en 1992. De 1994 a 1998 se usó para alojar personas sin hogar y solicitantes de asilo en Hamburgo, Alemania. En el 2005 lo usó el gobierno de los Países Bajos para detener a personas que solicitaban asilo en Róterdam. En 2017 se discutió si podría alquilarse como residencia universitaria para alojar a 400 estudiantes en Galway, Irlanda, pero el plan no progresó porque el puerto no era apto y la Suprema Corte de Irlanda dictó que su uso requeriría de permisos de planeación.

La barcaza pertenece a la compañía naviera y de operaciones marítimas Bibby Line, fundada en 1807 por John Bibby.

 

John Bibby

John Bibby nació el 19 de febrero de 1775 dentro de una familia de granjeros al sur de Lancashire. Sin una posición económica garantizada, Bibby se fue al puerto de Liverpool antes de cumplir los 20 años. Al poco tiempo tuvo su propio negocio en la industria del acero. En 1805 se casó con Mary Margaret Mellard, y con la dote pudo invertir, junto con su amigo John Highfield, en una compañía de transporte marítimo. Se dice que tuvo una participación muy pequeña en el Eagle, un barco que transportó personas esclavizadas de Camerún a Estados Unidos en 1806, “un año antes de de que se aboliera el tráfico de esclavos. Pero acaso la historia sea un tanto más compleja que aquella mínima participación financiera en un carguero:

El comercio transatlántico de esclavos involucró barcos que hacían un viaje triangular a través del Atlántico. Los barcos salían de Liverpool, donde eran cargados con productos británicos manufacturados. Estos barcos los llevaban a África Occidental, donde la carga se intercambiaba por personas esclavizadas. Los barcos transportaron a estas personas esclavizadas a las Américas, para venderlas en las colonias británicas, españolas y francesas. Aquí, se vieron obligados a trabajar en plantaciones, cultivando y recogiendo productos como azúcar, café, cacao y algodón. Luego, estos productos se cargaban en el barco para su viaje de regreso a Gran Bretaña, donde se vendían como artículos de lujo o materias primas para la industria. Eso generó grandes ganancias para los propietarios de barcos y para quienes invirtieron en ellos.

El transporte de personas esclavizadas a través del Atlántico se declaró ilegal en 1807, pero los vínculos entre Gran Bretaña y la esclavitud continuaron mucho más allá. Poseer esclavos siguió siendo legal en las colonias británicas hasta 1838, fecha en que entró en vigor la Ley de Abolición de la Esclavitud de 1833. También siguió siendo legal en aproximadamente la mitad de los estados de Estados Unidos hasta 1865.

Según archivos, no sólo el Eagle, sino también otros dos barcos en los que Bibby tenía alguna participación, el Harmonie y el Sally, transportaron, entre 1805 y 1806, un total de 737 personas esclavizadas de África a América. Además, otros registros “muestran los barcos de la compañía de Bibby que viajan entre Europa y América del Sur transportando cargamentos que habrían sido producidos en plantaciones utilizando el trabajo de personas esclavizadas o utilizados dentro de economías basadas en plantaciones y esclavos.

Diagrama del barco de esclavos Brookes, c. 1801.

 

Decir “economías basadas en plantaciones y esclavos es casi un eufemismo para no nombrar a cada uno de los países europeos que resultaron beneficiados por el colonialismo y por el tráfico de personas esclavizadas y aquellos que, aunque independizados, se mantuvieron como colonias europeas con las mismas condiciones de explotación y esclavitud. Es decir, muchos países de los que para la segunda mitad del siglo pasado se presentaban como economías desarrolladas y con regímenes supuestamente democráticos. Como escribió Susan Buck-Morss en Hegel, Haití y la Historia Universal: “La paradoja entre el discurso de la libertad y la práctica de la esclavitud marcó el ascenso de las naciones de Occidente en la economía global de principios de la edad moderna. Buck-Morss menciona, por ejemplo, que en Francia al menos el 20% de la burguesía dependía de actividades conectadas con la esclavitud”.

Y así como ese sistema de esclavitud y explotación sostenía toda una economía, era sostenido por arquitecturas que estructuraban y conectaban la plantación, el puerto, la disposición de cuerpos y de carga dentro de los barcos que los transportaban y los espacios donde esas personas esclavizadas eran mantenidas bajo techo y en encierro mientras no eran obligados a trabajar. Son esas mismas arquitecturas las que, desde hace ya siglos, se vienen adecuando reinterpretando, si no siempre materialmente, sí de manera conceptual, para mantener afuera y bajo control a poblaciones enteras y también a cualquier agente que se considere potencialmente peligroso para los de adentro —como mostraron Geoff Manaugh y Nicola Twilley en su libro Until Proven Safe. The history and future of quarantine—.

 

La jungla de Calais, campo de concentración para refugiados en Francia.

El campo

La excepción es un tipo de exclusión, planteó Giorgio Agamben en su libro, ya muy citado, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida.

Si la esencia del campo consiste en la materialización del estado de excepción y en la subsecuente creación de un espacio en el que la nuda vida y la regla jurídica entran en un umbral de la indistinción, entonces debemos admitir que nos encontramos virtualmente en presencia de un campo cada vez que se crea ese tipo de estructura, independientemente de los crímenes que ahí se cometan, y cualquiera que sea su denominación y su topografía específica.

La barcaza con 222 cabinas —con regadera, armario, internet y ventana: vida de lujo a bordo— es otro más de los campos, de los dispositivos con los que, cada vez con mayor frecuencia e intensidad, se pretende mantener bajo control a lo(s) otro(s) que se perciben como potencialmente peligrosos, dañinos. Sean personas o virus —como explicó Agamben, las personas, en el campo, son desprovistas de cualquier cualidad o calificativo que los reconozca como algo más que como meros seres vivos, o casi. Los espacios y las estructuras físicas que sirven para controlar y regular quiénes permanecen dentro y quiénes fuera, son parte de arquitecturas que han ido más allá del campo de refugiados o el lazareto. Si bien la arquitectura con intenciones sociales buscó reformar las maneras de habitar de las clases menos favorecidas, al no reflexionar por medio de la crítica sobre la manera como la opresión y la exclusión sociales se materializan en estructuras arquitectónicas que, a su vez, refuerzan tanto la opresión como la exclusión, muchas veces inconsciente o ingenuamente terminó haciendo lo contrario que se proponía, y ha construido campos y zonas de exclusión con murallas habitables. Y así como la barcaza en  Dorset tiene vínculos no tan ocultos con los barcos que transportaban personas esclavizadas, desde la zonificación urbana hasta los conjuntos habitacionales periféricos, pasando por la idea misma de la vivienda mínima, tienen parte de su origen en las arquitecturas de la plantación, la prisión o el leprosario. Y esconder a los ancestros incómodos, no ayuda.

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Entre marchas y portadas de arquitectas del año: arquitectura y feminismos blancos https://arquine.com/entre-marchas-y-portadas-de-arquitectas-del-ano-arquitectura-y-feminismos-blancos/ Mon, 13 Mar 2023 15:51:59 +0000 https://arquine.com/?p=76487 Todas las mujeres, también aquéllas con más privilegios de diversos órdenes, han atravesado injusticias que derivan de un sistema patriarcal, pero también es cierto que, muchas veces, desde el privilegio mismo no se perciben siquiera otras voces que viven circunstancias diferentes donde, en ocasiones, las mismas mujeres privilegiadas se vuelven opresoras.

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Hace algunos años, un amigo trabajaba en una oficina de arquitectura —de cuyo nombre no quiero acordarme— que se componía por dos niveles: una planta baja donde se encontraban las arquitectas y arquitectos que podían ser vistes por los clientes —por ser más guapos, más classy— y un sótano donde los más “humildes” y talacheros se hallaban.

Pues resulta que esta metáfora espacial de la discriminación tenía, a su vez, varios corolarios: Uno de ellos era que, por lo general, las chicas de la planta baja provenían de escuelas privadas y los hombres que las rodeaban solían desdeñar sus capacidades profesionales y acentuaban que habían sido contratadas por “bonitas”. Ya aquí había una violencia de género que provenía de diversos frentes: de los contratantes tanto como de los compañeros de trabajo. 

Sin embargo, ocurrían opresiones que, a su vez, empalmaban cuestiones de género con temas de racismo y clasismo, por lo menos. Uno de estos eventos sucedió cuando una chica que trabajaba en el sótano solicitó un ascenso. Ella argüía que su desempeño lo ameritaba. Ante esta petición, una socia de la firma le negó el ascenso bajo el siguiente argumento: “no tienes el perfil”. Al ser increpada acerca de a qué se refería con esto solamente se dignó a repetir la misma frase: “no tienes el perfil”. Esta chica no era delgada ni blanca, no era tampoco considerada “guapa” dentro de los parámetros estéticos de las clases altas de México.

 

Feminismo blanco

¿Qué nos dice este relato ante el tema tan vigente de la lucha de nosotras las mujeres? Yo creo que muchas cosas. En lo personal celebro que varias mujeres de nuestro gremio se organicen en un contingente los días 8 de marzo de unos años para acá. Me parece una manifestación legítima. Sin embargo, creo que aún nos queda mucho por visibilizar porque, por lo general, las caras que nos representan a las mujeres gremialmente son mujeres con ciertos privilegios. Es lo que diversas autoras señalan como feminismo blanco o feminismo liberal. 

En este sentido, el feminismo blanco no debe leerse de manera literal como feminismo de mujeres de tez blanca. Se llama así porque se conceptualiza en el marco de los Estados Unidos de América donde los planteamientos de ciertas mujeres (ahí sí blancas) sostienen que el problema al que nos enfrentamos es un asunto de desigualdad ante los privilegios del género masculino y ya.

Ok, ok, no se debe negar en absoluto que todas las mujeres, también aquéllas con más privilegios de diversos órdenes, han atravesado injusticias que derivan de un sistema patriarcal, pero también es cierto que, muchas veces, desde el privilegio mismo no se perciben siquiera otras voces que viven circunstancias diferentes donde, en ocasiones, las mismas mujeres privilegiadas se vuelven opresoras. Esto es precisamente lo que señalan las feministas críticas del feminismo blanco que sólo reconoce el tema de la desigualdad de género, pero olvida entretejer esos problemas con opresiones estructurales tales como la raza, la clase social, entre otros.

 

Otros feminismos

Entonces, ¿qué hacemos? La pregunta es complicada, pero lo es mucho más su respuesta. De entrada, tenemos que cuestionar nuestras propias creencias y prácticas. Hablar de arquitectura y feminismo no se limita a las arquitecturas que producimos, aunque por supuesto que lo incluye. 

Hablar de arquitectura y feminismo supone un problema de representación, por un lado. Es preciso dar a conocer a quienes han sido silenciadas en la historia: sí, Lilly Reich, Aino Marsio, Eileen Gray… pero también a los colectivos detrás de los grandes nombres de arquitectas que hoy engalanan las revistas cada 8 de marzo, así como también a otras fuerzas sociales de mujeres que desde el absoluto anonimato reconstituyen y producen socialmente su hábitat sin la necesidad de un saber disciplinar certificado por institución alguna.

Hablar de arquitectura y feminismo, además de considerar la manera en que concebimos nuestro quehacer, y de la manera en que se configura la representación de sus productoras, también requiere enfrentar y transformar nuestras prácticas diarias. Por supuesto que la de los hombres, de eso no hay discusión. Pero también de las propias mujeres que, en ocasiones, con conciencia o sin ella, nos convertimos en las propias opresoras de nuestras compañeras. Para cerrar esta idea, tanto como este artículo, contaré una historia más:

Había una vez una arquitecta de elegante nombre y de gran capacidad comunicativa. En su magnífica oficina trabajaban otras mujeres a las que ella buscaba “empoderar”. Una de estas mujeres, que residía en el oriente de la ciudad, acababa de tener una hija lo que hacía de su desempeño laboral todo un reto. Un día, la elegante arquitecta, ya desesperada le increpó un domingo —en que, gracias a que durante la pandemia los horarios laborales se habían vuelto borrosos, fue convocada— a que debería aprender de ella, que podía hacerse cargo de sus dos retoños y ser completamente profesional y competente… Lo que la fina arquitecta no mencionó es que ella contaba con la ayuda de asistentes domésticos en su casa —localizada en una zona céntrica de la ciudad—, con una nana y por lo menos con un chofer.

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Vivir en un espacio diseñado por un Pritzker, pero sin ventanas. O de la ceguera selectiva del arquitecto https://arquine.com/vivir-en-un-espacio-disenado-por-un-pritzker-pero-sin-ventanas-o-de-la-ceguera-selectiva-del-arquitecto/ Mon, 24 Oct 2022 02:51:11 +0000 https://arquine.com/?p=70735 Recientemente varios medios suizos han señalado el proyecto Beirut Terraces, diseñado por la oficina de Jacques Herzog y Pierre de Meuron, donde las habitaciones destinadas al servicio doméstico miden menos de 4 metros cuadrados y no tienen ventanas. Los arquitectos han tratado de excusar su ceguera selectiva, por usar ese eufemismo para nombrar una manera racista y excluyente de hacer arquitectura.

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Hace casi un mes, el medio suizo 20 Minutos publicó una noticia cuyo titular era “Arquitectos suizos hacen dormir a las empleadas domésticas en el armario de las escobas”. La breve nota, que acompaña un video de poco más de dos minutos, agrega que esas piezas de apenas cuatro metros cuadrados no tienen ventanas y que se encuentran en el edificio llamado Beirut Terraces, diseñado por la oficina de los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron, ganadores, entre otros premios, del Pritzker en el 2001, el Praemium Imperiale y la Medalla de Oro del Instituto Real de Arquitectos Británicos (RIBA), ambos en el 2007.

El video —preparado por Désirée Pomper y Simona Ritter— habla del edificio de lujo, con 130 departamentos, en el centro de Beirut y de la publicación en Twitter, el 23 de julio, de los planos señalando los cuartos de servicio, sin ventanas, de apenas 3.9 metros cuadrados. La nota también menciona el reclamo de antiguas trabajadoras domésticas en la cuenta de Instagram @dowanunited, en una publicación del 1º de agosto. Después, una periodista visita un apartamento y comprueba que las habitaciones para empleadas domésticas no tienen ventanas. Cuando se lo hace notar al agente inmobiliario, éste responde: “pero sólo duermen aquí, el resto del día están en el apartamento”. Una empleada doméstica entrevistada se pregunta cómo puede la gente vivir sin ventanas. En el video también se dice que los arquitectos fueron contactados y que afirmaron “haber recomendado al cliente otros conceptos para el proyecto”, pero que fueron “incapaces de imponer propuestas alternativas”. Roula Seghaier, de la Federación Internacional de Trabajadoras Domésticas, entrevistada en el mismo video, afirma: “Los arquitectos definitivamente tienen otras opciones. Conozco arquitectos que han rechazado encargos semejantes por razones de conciencia.” 

La cuenta de Instagram @dowanunited pertenece a la organización Domestic Workers Advocacy Network. En la entrada sobre el edificio Beirut Terraces, sobre la imagen puede leerse la frase “Queridos Herzog y de Meuron, sus departamentos de lujo son nuestras prisiones. Su diseño nos niega luz natural, dignidad y libertad.” En el texto que acompaña a la imagen dice:

La firma de arquitectos suizos Herzog y de Meuron saca provecho de la esclavitud moderna en Líbano. Su diseño para el proyecto Beirut Terraces, va más allá de normalizar el sistema kafala*. La neoliberal ley de construcción libanesa es voluntariamente laxa al favorecer el beneficio económico sobre la gente, a favor de empresas de arquitectura y a costa de trabajadoras domésticas migrantes. Como resultado, esta legislación racista confina a las trabajadoras domésticas en espacios pequeños que sirven para las “necesidades” de las clases media y alta libanesas. Esos espacios son extremadamente opresivos y violan los derechos humanos.

[*Sistema de explotación utilizado para monitorear trabajadores migrantes, principalmente dedicados a la industria de la construcción o tareas domésticas en algunos países islámicos, según Wikipedia.]

En una nota publicada por el Basler Zeitung el 3 de octubre, con el título “Así defienden Herzog & de Meuron las ‘habitaciones de esclavos’ (sklavenzimmer) en Líbano”, Isabel Thommen da cuenta de que la oficina de Herzog & de Meuron rechazó en principio una entrevista y después la condicionó a que fuera realizada por el editor en jefe, Marcel Rohr. Respondieron con vaguedad por lo que se hizo una segunda ronda de preguntas.

A la pregunta de si sabían para qué se utilizarían esas habitaciones sin ventana, responden que sí: “Los planos, en los que está escrito ‘habitación de servicio’ en espacios sin ventanas fueron elaborados por Herzog & de Meuron”, “a pedido expreso del cliente” y se excusan: “No tenemos ninguna influencia sobre cómo las utilizan los propietarios”.

Cuando se les pregunta por qué no rechazaron el proyecto, responden que están obligados por contratos y que no cumplirlos tendría consecuencias legales imprevisibles —lo que podría interpretarse como que eligieron ganar dinero a perderlo. A otra pregunta repiten que “un arquitecto sólo tiene una influencia limitada en el uso posterior por parte del propietario”, lo cual podría entenderse tanto si la Tate en Londres decide mostrar una obra polémica en el museo diseñado por los suizos, como si alguien comete un crimen en una de las terrazas de su edificio en Beirut, pero no cuando admiten haber diseñado las habitaciones para el personal de servicio sin ninguna ventana.

Pero la peor respuesta quizá sea cuando les preguntan por qué decidieron detener la mayoría de sus proyectos en Rusia pero no el edificio Beirut Terraces: “No se puede comparar la situación con Rusia. La invasión de Ucrania y la violenta represión de Putin y el gobierno ruso van en contra de todos los valores que representamos como oficina internacional.” Dicho de otro modo, hay formas de opresión y violencia dirigidas a ciertos seres humanos que parecen más visibles —e intolerables— para la oficina de Herzog y de Meuron mientras que otras formas de opresión y violencia dirigidas a seres humanos con distintas características —de otra región, de otra cultura, de otro tono de piel quizá— parece que no sólo no les resultan visibles, sino hasta cierto punto tolerables e incluso ayudan con sus diseños a ejercerlas.

Pero la ceguera —por llamarle así a algo que es más bien una mezcla de desinterés por ciertos grupos de personas, ignorancia, avaricia y falta de ética— no sólo está del lado de los arquitectos. El proyecto fue publicado desde hace seis años. Varios medios reprodujimos sin mayor reflexión el comunicado de la oficina suiza:

“La estructura y apariencia del edificio parten de una conciencia y respeto por el pasado de Beirut. Son cinco los principios que definen el proyecto: capas y terrazas, interior y exterior, vegetación, vistas y privacidad, luz e identidad.”

El prestigio de los galardonados arquitectos suizos y las bellas imágenes de Iwan Baan parecían no exigir mayor atención. En este sitio no publicamos las plantas. En Arquitectura Viva se publicaron unas plantas con poca definición que no muestran claramente las habitaciones para esclavas. Pero en otros sitios, como en afasiaarchizine se puede ver sin hacer mucho esfuerzo dos espacios, uno con una cama, con la leyenda “MAID” y la medida, 3.7 metros cuadrados, y otro con un pequeño lavabo, un escusado y una regadera, “MAID BATH”, 3.1 metros cuadrados. Los dos espacios sin ventanas y ni siquiera, de creerle a los planos, ningún tipo de ducto de ventilación artificial, encajonados entre una cocina de 23 metros cuadrados —con un gran ventanal—, una lavandería de 6.4 y una bodega de 6.6. Ahí tuvimos esos planos desde el 2017 y no los vimos con atención. Nótese, además, que maid es una palabra con género definido: una mujer.

En un texto que escribí hace un par de años —y retomado aquí recientemente—, comentaba un curso del filósofo Gilles Deleuze sobre el pensamiento de Michel Foucault en el que afirmaba: “hay un orden del decir y otro del dibujo”. Esa frase —cuyo contexto e implicaciones son más amplias, pero tocan lo aquí tratado— queda bien para lo que vemos en el caso de Herzog y de Meuron y que podemos ver en el trabajo muchos otros arquitectos —como en la Torre Mitikah o en la mítica casa de Luis Barragán—: una diferencia radical entre lo que se dice y lo que se dibuja.

En libros, revistas, conferencias y coloquios, el gremio arquitectónico no se cansa de promulgar las bondades de su arte, las posibilidades que tiene la arquitectura para propiciar el bien común al generar espacios colectivos, abiertos, y para mejorar la manera como todas vivimos, o para, finalmente, embellecer nuestro entorno. Y esas posibilidades no están en duda, pero los dibujos muchos veces muestran otra cosa: el mismo arquitecto que afirma lo anterior en sus dichos, puede usar el mismo lápiz para dibujar un museo o una escuela o una habitación con una vista magnífica que un armario para escobas destinado, no por accidente sino con toda consciencia, a seres humanos.

Lo sabemos: el compromiso social de buena parte de los arquitectos que más celebramos se acaba donde el contrato se pone en riesgo y las pérdidas económicas amenazan. Ese mismo compromiso se diluye, también, con la distancia social y la diferencia económica, cultural o de origen. Quienes nos sumamos a la celebración —otorgando premios, con publicaciones, con estudios e investigaciones académicas, o con aplausos— debiéramos asumir críticamente una posición o, en su defecto, aceptar cínicamente esa brecha entre lo dicho y lo dibujado, entre lo dicho y lo hecho, entre lo que podría ser y lo que realmente se hace. Por supuesto, me parece que es tiempo de lo primero: de una crítica radical a nuestra ceguera cómplice en muchos asuntos graves —opresión, racialización, sexismo, marginación, extractivismo, etc. Pero no puedo evitar, al terminar este texto, recordar la sabia afirmación de Audre Lorde: Las herramientas del amo nunca desmantelarán la casa del amo.

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Buenaventura: Palafitos para la esperanza, un relato ante la discriminación desde una postura de privilegio https://arquine.com/buenaventura-palafitos-para-la-esperanza-un-relato-ante-la-discriminacion-desde-una-postura-de-privilegio/ Mon, 17 Oct 2022 03:34:47 +0000 https://arquine.com/?p=70278 El puerto de Buenaventura es el más productivo de Colombia. Sin embargo, conviven en una tremenda desigualdad, otras economías cotidianas, cuyas dinámicas son realmente el sustento de la mayoría de la población que lo habita, mayoritariamente afrodescendientes.

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Antecedente: Para ustedes querides lectores, es importante saber que este relato no existiría sin una red de privilegios que me han permitido presentar la experiencia. Siendo un relato donde la discriminación es un tema focal, y donde pretende haber un mensaje de esperanza, valga la aclaración que hacerlo desde esa malla privilegiada es de entrada una autocrítica. Asumo entonces el cuestionamiento natural ante mi descripción y postura, que ustedes al leer la crónica elaboren desde la suya.

La historia comienza gracias al privilegio de ser académico de tiempo completo de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, el de contar con la extraordinaria colaboración para impartir un curso intersemestral, de mi calificadísima colega María del Pilar Álvarez; de recibir el apoyo incondicional de mi Institución en todos los niveles jerárquicos: Rectoría, Vicerrectoría, División, Departamento y Coordinación de programa, para concretar un curso colaborativo interuniversitario; de tener como amigos y anfitriones a las y los maravillosos docentes de las Universidades Pontificias Javerianas de Cali y Bogotá: Jaime Hernández, Iván Osuna, Carolina Cruz y Maritza Granados; y sobre todo, el inmenso privilegio de haber contado con el esfuerzo colectivo de la población afrodescendiente de Buenaventura, que en todo momento estuvo dispuesta a cuidarnos.

Partimos desde Cali, un martes a medio día. La expectativa de un viaje que duraría según el GPS unas tres horas y media o cuatro, cruzando la cordillera occidental de los Andes Colombianos para llegarnos a orillas del océano pacífico, donde se encuentra la gran bahía que cobija al puerto y ciudad de Buenaventura, llenaba de curiosidad y ansia por surcar la ruta. El trayecto se alargó más de lo esperado ya que una avería en el autobús obligó a una estancia de un par de horas más a mitad del viaje, hasta que llegara otro vehículo de relevo, situación que no se desaprovechó y sirvió para que estudiantes y docentes tanto de México como de Colombia, rompiéramos las distancias protocolarias y conviviéramos a un nivel de camaradería, recordando y compartiendo anécdotas personales de otros viajes y experiencias similares. Al final, tras unas ocho horas totales e imágenes imponentes del paisaje andino, cruzábamos ya de noche los puentes que nos conducían a nuestro alojamiento en el corazón neurálgico de la ciudad: La isla del Cascajal. La visualización de lo que ya habíamos estudiado y analizado bibliográficamente, tendría que esperar hasta el día siguiente. Tocaba recogerse; al amanecer nos adentraríamos a una ciudad muy especial.

El puerto de Buenaventura, es el más productivo de Colombia según el análisis trabajado académicamente, y desde la perspectiva de la economía global. Sin embargo, conviven en una tremenda desigualdad otras economías cotidianas cuyas dinámicas son realmente el sustento de la mayoría de la población que ahí habita. 

Rodeada de esteros con bosques tropicales y manglares, la Isla del Cascajal como su nombre lo indica, ha ido ganando terreno al mar a partir de dos estrategias polares: Por una parte, aquella de las grandes inversiones que, financiadas en combinación por el Estado y la iniciativa privada, llena de recursos de alta tecnología para generar una instalación portuaria de gran calado, cuyas dimensiones ocupan más o menos la mitad de la isla. Por otra parte, aquella practicada por las comunidades de pesca local, mayoritariamente afrodescendientes, que han llegado a lo largo del tiempo por procesos migratorios diversos, todos ellos relacionados con la discriminación, el abuso y la explotación, a establecerse con una dignidad creativa sublime a pesar de la precariedad de los recursos, manejando una dinámica de aprovechamiento y comprensión del sitio envidiables, tan conectadas con las sístoles y diástoles de la marea, corazón que en su palpitar, produce y reproduce la vida de miles de especies que habitan el territorio, que pareciera han estado ahí por siempre. 

En esta opción, una serie de pilotes de madera se van extendiendo elegantemente hacia el mar, cual largos dedos que se estiran buscando la vida. Sobre los pilotes, se construyen plataformas donde se erigen pequeñas casas de madera, y largos puentes de tablas como circulación para acceder a ellas: palafitos surgidos de quién sabe qué memoria ancestral propia, o recordados en su transitar migratorio por otras regiones del continente, donde pueblos originarios compartieron su sapiencia y algo más, con los abuelos de estos grupos afrodescendientes.

La expresión arquitectónica de las construcciones no puede ser más coherente con la practicidad de la necesidad: hacia la circulación peatonal, la casa se presenta con fachadas muy atendidas, que expresan el orgullo de cada familia por su espacio habitable y la necesidad por la belleza en el sentido más profundo de su significado. El detalle en el trabajo de la madera es cuidado en su ensamblaje y sus remates, en su acabado y su manutención, sin desestimar calidad y sin desperdiciar recursos. Por otra parte, el volumen restante de la edificación, ese que “no se ve” desde la “calle”, es básico, cien por ciento pragmático, sin desperdiciar material o energía en estéticas triviales, aunque no por ello ajeno a una armónica proporción constructiva.

La calle se va rellenando poco a poco, al paso del tiempo, hasta convertirse en terreno sólido, para que entonces, nuevos dedos comiencen a extenderse sobre el mar, pues la población crece y la necesidad de espacio es mucha.

Abajo, en el territorio que sólo le pertenece a la marea, se quedan los botes de pesca encallados en el lodo durante la bajamar, en espera de ese reloj preciso de la naturaleza, que indicará durante la pleamar, la hora de ir a pescar. El ritual sucede rítmicamente a lo largo de las 24 horas del día, que no se marcan por un reloj mecánico, sino por la relación entre el sol, la luna, las estrellas y el océano, con mucha mayor exactitud que la mecánica relojera humana.

Las actividades también se rigen por este ritmo, mucho más pertinente que el 9:00 a 17:00 del horario laboral urbanita e industrial: Quien espera el momento de la pesca extiende sus redes al sol, mientras llega la hora de embarcar. Los niños juegan en la calle, o en la “Cancha” que con buena voluntad consiguieron gestionar los habitantes de uno u otro barrio. Quien atiende la casa, saca la ropa al sol, cuando éste está en pleno, por que hay ocasiones que llueve todo el día. Se cocina, se dialoga, se convive. Quienes han llegado a la vejez, cuidan a los más pequeños, y observan desde el porche sombreado de las casas, el transitar de la vida entre los jóvenes. Un bosque de pilotes de madera espera debajo de todo esto mientras poco a poco y casi se percibirlo va subiendo el nivel del agua.

Al llegar la pleamar, cambia la dinámica, quien pesca se alista a subir las redes al bote, y a embarcar en grupos balanceados, donde los más experimentados adiestran a los más novatos. Quien no tiene edad aún para salir a navegar, aprende observando a quienes aprenden haciendo. Parten los barcos en horarios que no obedecen a otro patrón, que la naturaleza misma, a la madrugada o por la tarde, y así como esperan partir, esperan a regresar cuando el agua tenga el nivel permitido para llegar al hogar.

La ciudad de los pescadores se extiende con un nutrido tejido urbano, donde los barrios son reconocidos entre ellos y celosamente cuidadas sus fronteras. No es tan sencillo transitar de un barrio a otro, la necesidad de sobrevivir ha construido barreras invisibles, enemistades, enconos. Tradiciones culturales traídas en la memoria desde la lejanía, se reconstruyen adaptativamente entre los habitantes de cada barrio y, por lo tanto, transgredir las fronteras sin permiso, es considerado una agresión.

Nosotros en cambio, desde el privilegio, pudimos pasar de un barrio a otro, cuidados por los mismos habitantes que, quizá porque conservan en las instituciones educativas la confianza que han perdido ante los partidos políticos y las administraciones, se han puesto de acuerdo y dejado rencillas y rencores para brindarnos con calidez unos minutos de su vida, y compartirnos su casa y su cotidianeidad. Entre silbidos se pasan la voz, para avisar hacia dónde va recorriendo el grupo. Siempre hay alguien a la cola asegurándose que los rezagados no se pierdan, siempre hay alguien a la cabeza, para recibir y conducir a quienes van encabezando la marcha.

La complejidad social y cultural de esta mitad de la ciudad, se inscribe en la memoria recóndita de la esencia del universo, donde los opuestos complementarios no están opacados por la hipocresía de la corrección política, están a flor de piel dispuestos a explotar cada segundo, tanto en la belleza luminosa de la vida, como en la trágica penumbra de la muerte.

Juzgar desde el privilegio, es una manifestación equívoca del ego, aunque muy común desde dicha plataforma. Aprender de aquello que nos es ajeno, es mucho más incómodo, pues es realmente complicado; requiere desnudarnos de todos los prejuicios que nos visten, y dejar expuesta el alma al escrutinio detenido y crítico, de quienes conforman los otros mundos, los mundos a los que no estamos acostumbrados.

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Mejor escuchemos a Bad Bunny https://arquine.com/mejor-escuchemos-a-bad-bunny/ Tue, 27 Sep 2022 14:05:18 +0000 https://arquine.com/?p=69237 ¿Han oído a arquitectos intentar explicar de muchas maneras distintas proyectos gentrificadores como si no lo fueran? Algunos acaso tienen buenas intenciones, pero son como antiguos misioneros: te salvo si crees en lo que yo creo. Otros son meros agentes de sus patrones, encomenderos y hacendados. Su discurso la mayoría de las veces es mero camuflaje y peor: engaño. Por eso mejor escuchemos a Blanca Graulau y bailemos con Bad Bunny.

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Cuando los de abajo se mueven, los de arriba se caen

¿Han oído a arquitectos que, mientras proyectan bellos edificios con pequeños departamentos aptos para personas solteras o rentas rápidas y similares, aprovechando para hacerlo las condiciones económicas de una zona urbana marginal, afirman al mismo tiempo que trabajan para mejorar el espacio público y regenerar un barrio? O a otros arquitectos presentar un hotel —uno más—, como una obra tan sustentable que casi no deja rastro, más que la huella que ocupa en un terreno que quizá hasta hace no mucho era todavía parte de un ejido y donde los habitantes locales muy probablemente no podrán pagar el precio de una habitación ni por una noche. O a la empresa filantrópica que construye refinados edificios para fomentar el encuentro e intercambio entre artistas, comunidades locales y la naturaleza, sin reparar en la gentrificación que, aunque no quiera, promueve a corto o mediano plazo. Y, claro, también están los desarrolladores inmobiliarios que recuperan edificios —habitacionales o industriales, abandonados o, peor, aún ocupados— para devolverle vida a una zona de la ciudad que muchas veces ya estaba viva, bien viva y con gente que ahí vive. Bueno, por un momento dejemos de oír eso y mejor escuchemos con atención a Bad Bunny.

“El cantante Benito Antonio Martínez Ocasio, Bad Bunny, ha estrenado este viernes el videoclip de El Apagón, que incluye un reportaje realizado por la periodista puertorriqueña Bianca Graulau en el que, bajo el título Aquí vive gente, se critica cómo afecta a la población la venta de propiedades públicas por parte del Gobierno de Puerto Rico y critica los beneficios fiscales de los inversores estadounidenses, debido a que la isla continúa siendo administrada por Estados Unidos.”

Rodrigo Soriano, El País, 16 de septiembre 2022

Puerto Rico está bien cabrón, ey, canta Bad Bunny. Maldita sea, otro apagón. Entre los coros que se repiten se oye una voz femenina decir: “Puerto Rico sigue sufriendo apagones que dejan a millones sin luz. Todo esto después de que la distribución de energía en Puerto Rico pasara a manos de una compañía privada.” Es la voz de Bianca Graulau. Nacida en Puerto Rico, Graulau estudió Periodismo y Ciencias políticas en la Universidad de Siracusa, en Nueva York. Ahora los apagones son más largos, sigue la voz de Graulau, el pueblo puertorriqueño ha visto siete aumentos consecutivos en la factura de luz. Hay gente que está perdiendo la paciencia y protestando en las calles. ¡Maldita sea, otro apagón! —canta Bad Bunny. El sonido de los motores de motocicletas anuncia el beat y el coro mezcla me gusta la chocha de Puerto Rico con, de nuevo, Puerto Rico está bien cabrón, ey, hasta que otra voz femenina canta: Yo no me quiero ir de aquí, que se vayan ellos.

Y entonces regresa, los 18 minutos restantes del video que dura 22, el trabajo de investigación y denuncia de Blanca Graulau, titulado Aquí vive gente. Con entrevistas y datos, Graulau explica cómo en Puerto Rico “la vida no es igual para todes” y muchos puertorriqueños están siendo desplazados por quienes “llegan con ventajas y beneficios”. La privatización de empresas e instituciones públicas, la expulsión de los habitantes que llevan décadas viviendo en un lugar, los beneficios fiscales que sólo benefician a quienes ya han sido privilegiados por el sistema, todo eso es parte de la maraña que llamamos gentrificación. Pero hay más. Graulau cuenta que el barrio Puerta de Tierra,  —hoy botín de los desarrolladores inmobiliarios— “no fue siempre un lugar codiciado. Puerta de Tierra fue donde vivieron las personas esclavizadas luego de obtener su libertad, porque la clase alta quiso mantenerlos fuera de las murallas de San Juan.” Graulau muestra en su reportaje que la gentrificación no es un fenómeno moderno o reciente derivado del capitalismo —sea liberal o neoliberal— sino la nueva versión de la mentalidad y el ímpetu colonial blanco —mejorada, travestida en “desarrollo” y “negocio”. Bueno, yo les digo invasores colonizadores porque ellos se comportan como tal, dice una de las entrevistadas.

En su libro How to kill a city. Gentrification, inequality and the fight for the Neighborhood, P.E. Moskowitz escribe:

Hay un lado ganador y un lado perdedor en la gentrificación, pero ambos lados juegan el mismo juego, aunque no sean sus diseñadores. No es una coincidencia que ciudades con economías, demografías y geografías disparatadas padezcan simultáneamente de procesos similares.

La gentrificación no se trata de actos individuales; se trata de una violencia sistémica basada en décadas de políticas de vivienda racistas […] que han negado a la gente de color, especialmente a las personas negras, acceso al mismo tipo de vivienda y, por tanto, al mismo tipo de bienestar. La gentrificación no puede tener lugar sin una desigualdad de raíces profundas; si fuésemos todas iguales, no podrían existir el gentrificador ni el gentrificado. La gentrificación es el resultado inevitable de un sistema político enfocado más en la creación y expansión de oportunidades de negocio que en el bienestar de sus ciudadanos —a lo que me refiero como neoliberalismo.

Cuando oímos a alguien hablar como si sólo con diseño se puede evitar la gentrificación, sin atender —y, muchas veces, ni siquiera entender— las causas profundas y complejas de esos fenómenos, estamos oyendo discursos vacíos, poco críticos, ingenuos cuando no cínicos. Se aplaude la composición geométrica del edificio en planta y alzado pero se ignora la descomposición de las estructuras sociales y comunitarias, y también ecológicas, que son realmente las que arman y mantienen un barrio o una región. En San Juan Puerto Rico como en la Riviera Maya o en las costas de Oaxaca, o en la Doctores o Santa María la Ribera, el proceso es el mismo: colonialismo renovado y edulcorado como diseño. Algunos arquitectos acaso tienen buenas intenciones, pero son como antiguos misioneros: te salvo si crees en lo que yo creo. Otros son meros agentes de sus patrones, encomenderos y hacendados. Su discurso la mayoría de las veces es mero camuflaje y peor: engaño. Por eso mejor escuchemos a Blanca Graulau y bailemos con Bad Bunny.

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bell hooks, arquitectura y la práctica de lo vernáculo https://arquine.com/bell-hooks-arquitectura-y-la-practica-de-lo-vernaculo/ Thu, 16 Dec 2021 15:49:51 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/bell-hooks-arquitectura-y-la-practica-de-lo-vernaculo/ "Desafortunadamente, la gente pobre ha sido socializada por los medios de comunicación y la política del consumismo para verse a sí misma como carente de "gusto y estilo" cuando se trata de cuestiones de arquitectura y estética, por lo que renuncia a su capacidad de imaginar y crear."

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Escritora y académica, bell hooks (1952-2021) fue una de las voces que dio forma a la interseccionalidad, categoría fundamental para la historia del feminismo. Haciendo una generalización amplísima, el feminismo interseccional discute cómo una diversidad de estructuras interviene en la marginalización violenta de algunas poblaciones, tales como la racialización y la clase. Estas ideas fueron expresadas tanto en ensayos políticos como de crítica de arte, en los que atendió a disciplinas como el cine, la literatura o la arquitectura. En estos textos, diseccionó cómo estas formas de representación acentúan las desigualdades entre una población mayoritariamente blanca y la ciudadanía racializada. Si en su producción más enfocada en el feminismo demostró que, más que el cuerpo, es un entramado de sistemas lo que define quiénes tienen acceso a las agendas políticas por los derechos humanos, para la autora, el arte también perpetúa los mismos patrones de la discriminación sistémica, incluso dentro de una expresión que durante mucho tiempo se ha tomado como meramente funcional y neutra como lo ha sido la arquitectura. 

En “Black Vernacular: Architecture as Cultural Practice”, contenido en el libro Art on My Mind. Visual Politics, hooks narra que, en una clase de arte impartida en su secundaria, se le pidió al grupo diseñar la casa de sus sueños. Recuerda que en ese momento no consideró que en su dibujo estaba tomando una serie de decisiones políticas. Se trataba de un ejercicio de imaginación donde el diseño se subordinaba únicamente al deseo, a todo aquello que ella consideraba un exceso imaginativo. Sin embargo, ¿qué implica un ejercicio de esta naturaleza? hooks reflexiona que, si se les hubiera solicitado pensar de manera crítica en los espacios que habitaban sus compañeros de clase, ya fueran casas o vecindarios, se hubieran visibilizado aquellas diferencias de clase que, por lo general, están predeterminadas por quienes diseñan los lugares donde la ciudadanía afrodescendiente vive. En sus palabras, esta tarea alentaría el reconocimiento de cómo “el apartheid racial y el supremacismo blanco modifican los espacios individuales, establecen las ubicaciones donde se vive así como la naturaleza de las estructuras” bajo las que se legitima una práctica arquitectónica que niega a unos lo que para otros es fundamental.

Soñar con una casa es reconocer las propias limitaciones de los espacios habitados por alguien racializado y de clase trabajadora. Estos sectores, por lo general criados en ámbitos de carencia, no activan discusiones sobre sus propias realidades arquitectónicas ya que el solo hecho de poder poseer una casa se encuentra en el reino de la fantasía y la imposibilidad. Aunque, para hooks, esta dificultad para que se puedan establecer relaciones más imaginativas entre algunas clases sociales y los espacios donde viven está dada no por su condición económica sino por las mismas prácticas arquitectónicas que, al igual que las estructuras que justifican el racismo, no reconocen la existencia de otras formas de vivienda o de organización urbana que no sean las que, por lo general, son realizadas y utilizadas por gente blanca con cierto poder adquisitivo. 

En ese ensayo, la escritora describe las casas de su familia, como casi todas viviendas rurales, para establecer una postura ante las distinciones que a menudo se hacen entre lo vernáculo y lo que la disciplina acepta como arquitectura: 

Me perturba cuando la gente equipara la preocupación con la belleza, el diseño y la disposición del espacio, con el privilegio de clase. Desafortunadamente, la gente pobre ha sido socializada por los medios de comunicación y la política del consumismo para verse a sí misma como carente de “gusto y estilo” cuando se trata de cuestiones de arquitectura y estética, por lo que renuncia a su capacidad de imaginar y crear.

La arquitectura puede ser un acto discriminatorio por sí misma. Si bien, para hooks las viviendas rurales de su familia eran evidencia de la propia creatividad de sus tías o su abuela, no deja de señalar que los proyectos que diseñan arquitectos para gente de bajos recursos económicos impiden una relación creativa entre ellos y los espacios que habitan. Aquella falta de “buen gusto” (es decir, la marginalización), está predeterminada por quienes diseñan, por ejemplo, casas de interés social. Para hooks, pareciera que ciertas poblaciones tienen negado pensar en los lugares que ellos mismos habitarán. Sin embargo, la solución es fácil y puede comenzar, modestamente, con reconocer a la arquitectura vernácula como una práctica con su propia legitimidad. 

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Paisajes de reparación: métodos y narrativas. Conversación con Sara Zewde https://arquine.com/paisajes-de-reparacion-metodos-y-narrativas-conversacion-con-sara-zewde/ Thu, 15 Apr 2021 15:35:13 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/paisajes-de-reparacion-metodos-y-narrativas-conversacion-con-sara-zewde/ Creo en la capacidad de los diseñadores para tratar temas relacionados al colonialismo y la opresión del racismo, de manera que nos permita operar en distintos contextos culturales. Operamos en un sistema global. Podemos utilizar ciertas herramientas para identificar las complejidades y las sutilezas mediante las cuales ese sistema llega a tocar el suelo. Lo emocionante es poder utilizar esas herramientas para elevar otras narrativas y a otros pueblos.

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Sara Zewde estudió una maestría en arquitectura del paisaje en la Escuela de diseño de la Universidad de Harvard, y una maestría en planeación urbana en el MIT. Estudió sociología y estadística en la Universidad de Boston. En paralelo a su práctica, escribe y dicta conferencias y ha participado en exhibiciones de su trabajo. En esta conversación trata sobre la relación de la arquitectura y el paisaje con el colonialismo, especialmente tras el descubrimiento y la conquista de América, y otras formas de opresión, así como de las ideas de reparación y de pertenencnia, pensadas desde esas disciplinas.

Francisco Brown: Tu trabajo conecta narrativas históricas y físicas en lo que tú misma describes como un sentido de pertenencia. En ese sentido, ¿qué piensas que debe ser distinto en una práctica que toma toma en consideración esas ideas?

Sara Zewde: Es una pregunta interesante en este momento, pues he estado reflexionando sobre el hecho de que, en relación a los 10 o 15 mil años en los que se ha ocupado el territorio que llamamos América, sólo ha sido recientemente que llegaron los europeos y remplazaron a los pueblos originarios y trajeron africanos, dándole otra forma al paisaje de manera significativa. Y una herramienta para hacer eso fue la arquitectura. Se trató de un proyecto global desde entonces. Y, como ha planteado Fernando Luiz Lara, el nacimiento de la arquitectura como una profesión separada coincide con esa historia; de hecho, no es una coincidencia: es el resultado de ese proceso. Nuestras herramientas, nuestra educación, nuestro entrenamiento están en buena parte incrustados en esa reconfiguración de mundos. Y aquí estamos, en 2021, tratando de pensar en esto.

Junio de 2020 —con el movimiento Black Lives Matter— fue un momento importante en los Estados Unidos para la pedagogía de la arquitectura. Para muchas personas descendientes de estos pueblos oprimidos por el sistema, junio del 2020 fue sólo otro momento en el tiempo: hemos lidiado con esto desde hace mucho. Pero es un momento interesante para tener estas conversaciones de manera más amplia en la industria de la arquitectura. Antes, quienes se ocupaban de estos temas estaban solos; ahora, finalmente, parece que la disciplina entera se suma a la conversación. Yo veo cómo mis colegas tienen dificultades al tener que cuestionar aquello que ha jugado un papel central en lo que es nuestra disciplina, y la manera en la que hacemos lo que hacemos. Está el lado académico y también el lado práctico. En la práctica es difícil hablar de pertenencia cuando eres sujeto de opresión por parte de estos sistemas. Sentir que el mundo a tu rededor fue hecho para ti y para prosperar en él —desde una perspectiva de bienestar, de identidad cultural—, está implícito en la manera cómo te ves en el mundo, en cómo te mueves dentro de él. Si queremos cambiar eso para la gente tenemos que reconsiderar y expandir nuestros métodos.

 

FB: Me interesa eso que mencionas: el cambio en la currícula tras las protestas por el asesinato de más de dos docenas de afroamericanos en el verano, ¿crees que esa es una manera de decolonizar —para usar esta palabra— estructuras basadas en patrones claros para el statu quo de un poder sistémico que mantiene oprimida a gente racializada y proteger a otros grupos?

SZ: Creo que este cambio tiene que empezar en la academia, de hecho, pues en la práctica están muy limitados por los modelos de cómo se financia el trabajo, la manera en la que los clientes encargan el trabajo. El laboratorio para poner a prueba lo que es posible en este contexto es la academia. Hay un efecto de goteo que veremos en la manera como se visualizan los proyectos, como se escriben las convocatorias, etc. La academia debe liderar esos cambios.

 

Mapa del “Reino del algodón” marcando el recorrido de Frederick Law Olmsted.

 

FB: Hace poco lideraste un seminario sobre el viaje a los estados del sur que hizo Frederick Law Olmsted —quien diseñó, entre otros, Central Park— en 1852. Me pareció una idea fascinante investigar cómo el padre de la arquitectura de paisaje en los Estados Unidos se acercó a una situación que, obviamente, es muy distinta, pero cuyas similitudes con la actualidad pueden ser aún más decepcionantes.

SZ: Ha resultado ser muy inspirador. La mayoría de los personajes históricos pueden ser incómodos entre más investigas acerca de ellos. Con este personaje que la arquitectura del paisaje celebra tanto, al historiar su legado y la fundación de la profesión, lo que me parece más fascinante es lo que afirmo que es la historia original de la profesión. Para la mayor parte de los historiadores, Olmsted era un periodista que después se interesó en el paisaje. El punto de mi investigación es que lo segundo fue impulsado por lo que vio como periodista en el sur. Empecé a interesarme por este tema desde que era estudiante y alguien mencionó ese viaje al sur de Olmsted. Busqué y no encontré demasiada información. Durante cuatro meses seguí sus pasos por el sur, visité todos los lugares sobre los que escribió. Mucho de lo que describió ya no está ahí físicamente, pero las condiciones sociales y económicas que describió hace 165 años parece que no han cambiado. Las herramientas usadas para rehacer las condiciones físicas son la arquitectura y la arquitectura del paisaje. Así que la misma profesión en la que tanto creyó se convirtió, de hecho, en el arma para no contar las historias que él contó.

En el seminario había 20 estudiantes y elegí 10 de los sitios a los que fue Olmsted. El corazón del curso fue entender los escritos de Olmsted sobre el sur como una propuesta metodológica de diseño. ¿Cómo esto tendría lugar en esos sitios? La mayor conclusión fue que lo que hace en sus escritos es alternar entre las condiciones sociales, económicas y ecológicas amplias, y el sitio, hablando de topografía, la tierra, el drenaje. Ser capaz de leer múltiples escalas del sitio y luego proyectar en el mismo está al centro de su escritura para analizar esos lugares, y nos ofrece una propuesta sobre los métodos para trabajar en la intersección de grandes problemas y sitios específicos.

 

FB: En tu práctica hay una insistencia en combinar nuevas maneras de investigar y nuevos métodos de representación, ¿qué tan importante es esto en relación a lo que estamos hablando?

SZ: Pienso casi que cada proyecto tiene su propio método y que hay ciertas maneras de hacer cosas. Nuestro trabajo es desplegar esas maneras, ese conjunto de herramientas. El método para hacer un proyecto es buena parte del diseño del proyecto. Cada proyecto debe tener su propio método. Pensando en las tipologías y los precedentes, éstos son parte del tipo de historias de las que hemos hablado. Muchas veces hay una hegemonía callada en esas formas de pensar por defecto sobre las cosas.

Estoy trabajando en un proyecto en Río de Janeiro, en un sitio donde encontraron las ruinas del más infame puerto para el comercio de personas esclavizadas en América: el muelle de Valongo. El 22% de todas las personas traídas de África a América pasaron por Río, muchas de ellas por el muelle de Valongo. Encontraron el muelle perfectamente preservado mientras hacían trabajos antes de los Juegos Olímpicos. El gobierno de la ciudad no tenía ningún plan para el hallazgo, y grupos de activistas trabajaron para que no se volviera a cubrir el sitio. El alcalde pensaba en hacer algo que “represente la experiencia negra en Brasil”. Pero, ¿qué quiere decir eso? Un memorial por sí se deriva de las nociones clásicas de monumentalidad, y sobre una demostración de poder y culpa, y se impone a las experiencias cotidianas en la ciudad. Se construye a partir de la idea de un acontecimiento, de un héroe o de una tragedia. Así que un memorial sobre la esclavitud con formas arquitectónicas no tiene sentido, porque la esclavitud no fue un acontecimiento, sino que operó en el mundo durante cientos de años y sus efectos llegan  hasta hoy. En la cosmología afrobrasileña el tiempo es circular, y hablar del pasado no es mostrar una representación de una condición pasada. Se trata también del presente y del futuro. El diseño trabajó espacios públicos que afectan de hecho a los descendientes de esta historia, usando las plantas que trajeron de África en los mismos barcos que transportaban a las personas esclavizadas y otras referencias arquitectónicas. Por ejemplo, los afrobrasileños pensaban que en las raíces de los ficus, árboles que se encuentran en ambos continentes —cuyas costas se tocaban hace millones de años—, se reunían los ancestros, y marcaban ese sitio con tela o muros blancos. Trabajamos a partir de esa idea en vez de proponer un pedestal o un muro con nombres, y esto nos permite pensar en otras formas de espacios para la memoria.

Volvemos al cambio radical que ocurrió hace 500 años, con el descubrimiento y la colonización de América. Creo en la capacidad de los diseñadores para tratar temas relacionados al colonialismo y la opresión del racismo, de manera que nos permita operar en distintos contextos culturales. Operamos en un sistema global. Podemos utilizar ciertas herramientas para identificar las complejidades y las sutilezas mediante las cuales ese sistema llega a tocar el suelo. Lo emocionante es poder utilizar esas herramientas para elevar otras narrativas y a otros pueblos.

 

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Arquitectura sin ética https://arquine.com/arquitectura-sin-etica/ Mon, 14 Dec 2020 15:50:03 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/arquitectura-sin-etica/ Un burdo truco permite usar espacios sin ventilación ni iluminación naturales como habitaciones para personas que trabajan en el servicio doméstico. Un truco que revela la poca ética de algunos que se llaman arquitectos al diseñar espacios que segregan y excluyen.

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Ya se ha comentado varias veces aquél párrafo del texto que Esther McCoy escribió para el número de agosto de 1951 de la revista Arts & Archtiecture, dedicado a la arquitectura mexicana : “En México hoy el vestíbulo, alardeando una planta de plástico, es muchas veces más grande que la cocina. Ojalá algún día la casa de criados o sirvientes pueda usar un poco de espacio de la más grande de los patrones.” Ese día, al parecer, aún no llega.

Juan Carlos Espinosa Cuock escribió en este mismo sitio: “Si eligiéramos cualquier proyecto residencial de la clase media en México —especialmente entre las casas y departamentos construidos a lo largo del siglo pasado—, nos encontraremos con frecuencia una habitación extremadamente pequeña y extraña: escondida detrás de la cocina, debajo de una escalera, improvisada en algún sótano o como un chipote en la azotea, pero siempre ubicada ambiguamente en los resquicios de la casa.” En relación a ese asunto, el siglo XXI nos sigue ofreciendo notables ejemplos de este racismo y clasismo materializados en el espacio y avalados por la firma de arquitectos que ostentan dicho título sin asomo de vergüenza.

Un ejemplo notable es el edificio llamado Mítikah, torre residencial, “una propuesta arquitectónica que conjuga matices elegantes y sofisticados con elementos funcionales, seguros y de alta calidad”, según presume su sitio web. En realidad, también es un muy buen ejemplo del pernicioso modelo de rapiña inmobiliaria que disfrazó como “desarrollo” el anterior gobierno de la Ciudad de México. Construido donde no debiera estar, en el viejo pueblo de Xoco, al lado de Coyoacan, alguna nota periodística afirmó que “detrás de este ambicioso desarrollo hay una trama oscura que empezó antes de que se pusiera la primera piedra”: protestas de vecinos, funcionarios públicos como socios del negocio, tala ilegal de árboles. A lo anterior habría que agregar que, por lo visto en los planos publicados en su sitio web, los departamentos de torre Mítikah parece que no cumplen con las normas técnicas del reglamento de construcciones de la Ciudad de México.

En departamentos que van de los 190 a los 315 metros cuadrados, y que cuentan cada uno con al menos dos lugares para estacionamiento, los cuartos de servicio tienen aproximadamente 10 metros cuadrados, incluyendo el baño —menor superficie que la que ocupa un auto estacionado. Esto en sí no es ilegal, pero sí una muestra evidente de clasismo de la peor calaña y de que el deseo de Esther McCoy no se ha cumplido. Pero lo que sí es una violación a las normas es que ninguna de esas habitaciones tiene ni iluminación ni ventilación naturales.

 

En esta serie de esquemas se muestra la planta del departamento donde se encuentra el cuarto de servicio, y una comparación entre éste y la habitación principal.

En esto la norma es clara:

3.4 Iluminación y ventilación

3.4.1 Generalidades

Los locales habitables y complementarios deben tener iluminación diurna natural por medio de ventanas que den directamente a la vía pública, azoteas, superficies descubiertas o patios que satisfagan lo establecido en el inciso 3.4.2.2. Se consideran locales habitables: las recámaras, alcobas, salas, comedores, estancias o espacios únicos, salas de televisión y de costura, locales de alojamiento, cuartos para encamados de hospitales, clínicas y similares, aulas de educación básica y media, vestíbulos, locales de trabajo y de reunión. Se consideran locales complementarios: los sanitarios, cocinas, cuartos de lavado y planchado doméstico, las circulaciones, los servicios y los estacionamientos. Se consideran locales no habitables: los destinados al almacenamiento como bodegas, clósets, despensas, roperías.

La norma sigue indicando que, entre otras habitaciones, las recámaras no pueden ser una excepción a la exigencia de contar con iluminación y ventilación naturales. En los hechos, parece una costumbre que este tipo de desarrollos obtengan permisos, en el mejor de los casos, con un truco tan burdo como cínico: nombrando al espacio como cuarto de lavado o planchado, para después, en los hechos, venderlo como cuarto de servicio —presentándolo en los planos de venta con una cama que apenas cabe entre los muros. Si se trata, pues, de una recámara, de una habitación que será ocupada por una persona, no cumple con lo que el reglamento exige.

El descarado truco es conocido y permitido por autoridades y probablemente requerido por algunos inversionistas. Quizá lo ignoren quienes terminan comprando este tipo de departamentos, aunque eso no los exima de la responsabilidad ética de suponer que un espacio sin iluminación ni ventilación naturales resulte apropiado para que lo habite una persona. Pero los arquitectos que diseñan esos espacios sin duda conocen las reglas y conocen el truco y son los principales responsables de ejercer, con arquitectura, un acto colonial, racista y clasista.

 

Por supuesto, las autoridades pertinentes debieran tomar cartas en el asunto y evitar el engaño —o dejar de ser cómplices del mismo. Y las asociaciones gremiales podrían también asumir su responsabilidad. Recientemente se anunció que el Instituto de Arquitectos de los Estados Unidos (AIA) prohibió a sus agremiados diseñar espacios que, a sabiendas, serán destinados a ejecuciones o aislamiento solitario —un paso apenas para quienes buscan que el diseño de prisiones sea vetado como un trabajo de arquitectura. En el caso comentado, sería encomiable que las asociaciones de arquitectos en México prohibieran que sus agremiados —aunque no sean muchos— sen cómplices en este tipo de actos racistas, clasistas, e ilegales. Un poco de principios éticos no le harían mal a esta profesión.

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Abolir el petróleo https://arquine.com/abolir-el-petroleo/ Mon, 19 Oct 2020 04:11:19 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/abolir-el-petroleo/ No hay garantía de que las guerras del petróleo de hoy no sean reemplazadas por las guerras solares o las guerras del viento del mañana. Sin embargo, para estar verdaderamente a la altura de su nombre, un Green New Deal para nuestros tiempos debe reemplazar el mito de que nada cambiará con la verdad de que todo debe cambiar.

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publicado en colaboración con

Places Journal

 

Del Green New Deal a la Reconstrucción Verde

Dallas, Texas, octubre 2009. [Wikimedia Commons]

 

Objeto de la condescendencia nerviosa de los neoliberales y la burla de los autoritarios, el Green New Deal ha provocado una oleada extraordinaria de organización y planificación activista entre progresistas, socialdemócratas y socialistas democráticos en los Estados Unidos. Mientras tanto, la pandemia de COVID-19 ha llamado la atención sobre la injusticia social duradera, de la cual el brutal asesinato policial de George Floyd es el último ejemplo que pone de relieve las conexiones profundamente arraigadas entre el racismo estructural, la violencia estatal y la desinversión. En todo el país, décadas de racismo ambiental han dejado a las comunidades negras y morenas sobreexpuestas a las múltiples amenazas del cambio climático, a medida que avanza el reloj climático. Recuerde que uno de los factores desencadenantes de la agitación del mercado de valores al comienzo de la pandemia fue una guerra de precios del petróleo. Se ha intentado utilizar la crisis para rescatar a la atribulada industria del petróleo y el gas de Estados Unidos, mientras que la legislación de ayuda se ha mantenido mayoritariamente indiferente a las propuestas de gasto de estímulo “verde”.[1] Sin embargo, fundamentalmente, nada menos que la reconstrucción a gran escala, en lugar de la restauración, puede corregir las enormes desigualdades sociales y económicas que ha revelado la crisis de doble cara y, al mismo tiempo, revertir el curso del cambio climático.

Con todo esto en mente, podríamos hacer una pausa para evaluar el potencial del Green New Deal preguntándonos qué conceptos y estrategias políticas invoca esta ambiciosa propuesta, qué contradicciones enfrenta y cómo se pueden aclarar sus ambigüedades para que su promesa aún pueda cumplirse.

Basándome en tradiciones políticas de larga data, sugiero que, para ser verdaderamente transformador, un New Deal Verde debe adoptar una postura abolicionista con respecto al “petróleo” y lo que podríamos llamar el Imperio del Carbono, un régimen bajo el cual innumerables vidas han sido sacrificadas en guerras, violencia colonial racializada, conflictos paramilitares y muchos otros más que están ahora amenazados por el cambio climático. En el sentido ampliado en el que uso la palabra, “petróleo” designa un sistema de producción que comienza aguas arriba de los paisajes, ciudades, pueblos, edificios y productos que ocupan la atención de la mayoría de las estrategias de mitigación del cambio climático. Donde estas estrategias suelen restar importancia a la acción colectiva a favor de las “soluciones” tecnocráticas o consumistas, la abolición del petróleo implica una transformación social: un cambio sistémico que se aleja del trato del diablo entre la austeridad “verde” y el beneficio empresarial, y se dirige hacia la libertad colectiva. Para revertir el despojo por el que gobierna el Imperio del Carbono, debemos por lo tanto ampliar el marco histórico para incluir no solo las reformas expansivas del New Deal, sino también el proyecto inconcluso de reconstrucción. La abolición del petróleo es, en definitiva, un programa de descarbonización como democratización.

 

El Green New Deal y el New Deal

La abolición del sistema de petróleo y gas no se menciona en la formulación principal del Green New Deal, la Resolución de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos (HR) 109, sin duda porque sus autores reconocen el poder gobernante de ese sistema. Sin embargo, la evocación de las reformas del New Deal en la resolución atestigua un realismo radical, donde la conciencia histórica renovada es una condición previa para el cambio más profundo y radical esbozado por los defensores de GND. [2]

Planta de energía, Presa Wheeler, Alabama, Tennessee Valley Authority. [Library of Congress]

Patio eléctrico, Presa Wheeler, Alabama, Tennessee Valley Authority. [Library of Congress]

 

El Green New Deal apunta en su propio nombre a un “pasado utilizable” para la política climática actual. HR 109 se centra en un llamamiento para que Estados Unidos “logre emisiones netas de cero emisiones de gases de efecto invernadero mediante una transición justa y equitativa para todas las comunidades y trabajadores” para 2050.[3] Esto implica políticas en una escala mucho más allá incluso de la del New Deal, un conjunto heterogéneo de leyes y decretos implementadas bajo la presidencia de Franklin D. Roosevelt, principalmente de 1933 a 1936, durante la Gran Depresión. La segunda fase del New Deal (1935-1936) fue especialmente ambiciosa. En un entorno de mayor activismo laboral, que aumentó la presión sobre la administración Roosevelt y sobre el Congreso para que promulgara una legislación progresista, este período vio la aprobación de la Ley Nacional de Relaciones Laborales, la Ley de Sociedades de Explotación de Servicios Públicos y la Ley de Seguridad Social, todas diseñadas para regular el capital y redistribuir los bienes materiales y sociales. Hoy en día, estos y otros programas del New Deal, como el Civilian Conservation Corps y la Works Progress Administration, son correctamente citados por Green New Deal como evidencia de la capacidad del gobierno para abordar la crisis social.

Sin embargo, quiero considerar un conjunto diferente de iniciativas del New Deal, vinculadas más directamente a la energía: la Ley Nacional de Recuperación Industrial (NIRA) y la Autoridad del Valle de Tennessee (TVA), ambas que datan de 1933. La NIRA regulaba la competencia industrial (incluida la industria del petróleo), protegía a los sindicatos y estableció la Administración de Obras Públicas; la TVA creó miles de puestos de trabajo en la construcción y proporcionó electricidad subvencionada públicamente a miles de hogares. Al mismo tiempo, la TVA en particular dependía de un regionalismo codificado racialmente que, cuando se reconectaba con la economía petrolera de la posguerra, naturalizaba la propiedad residencial suburbana blanca como un “salario” racial o un derecho primordial. Es decir, el regionalismo del New Deal definió lo que calificaba como “estadounidense”, mientras que el petróleo alimentó un “sueño” de clase media basado en la propiedad.

Presa Norris, Tennessee Valley Authority, 2013. [Micah Cash]

Parque Big Ridge State Park, zona de nado, Tennessee Valley Authority, 2015. [Micah Cash]

 

En 1934, Roosevelt insistió en que “no es el propósito de la Administración, mediante un cambio repentino o explosivo, perjudicar la industria del sur al negarse a reconocer los diferenciales tradicionales”.[4] Las “diferenciales tradicionales” en cuestión eran prácticas discriminatorias raciales y económicas que se remontan a la era de Jim Crow, posterior a la Reconstrucción, en la que las características del sistema esclavista se conservaron en forma alterada. La persistencia de tal discriminación en las políticas del New Deal se ha señalado ampliamente, al igual que la superación parcial y frágil de estos legados se remonta a los programas federales de la era de la Reconstrucción, como el Freedmen’s Bureau, así como a las acciones políticas de personas anteriormente esclavizadas. Reconocer tales hechos no disminuye los muchos logros del New Deal, ni su “usabilidad” como recurso para la política actual. Más bien, el llamamiento emitido por la resolución del Green New Deal para una “transición justa y equitativa” a la energía renovable nos pide que reconozcamos las formas en que las injusticias del pasado se han trasladado al presente, y que consideremos la falta de atención a la astucia del “petróleo” como sistema de dominación corre el riesgo de cosificar aún más estas injusticias.

La legislación NIRA fue derogada en 1935 por un Tribunal Supremo conservador. Pero algunas de sus disposiciones clave se restablecieron ese mismo año en la Ley de aceite caliente de Connally, que regulaba la circulación de petróleo y productos derivados del petróleo por encima de las cuotas gubernamentales (“hoy oil”). La Ley de Connally Hot Oil permanece vigente. La TVA también sigue siendo una autoridad pública activa. Ambos programas del New Deal ofrecen lecciones de historia, pero de diferentes tipos. Donde NIRA proporciona un precedente legislativo específico que aún puede ser aplicado, la TVA aparece como lo que Walter Benjamin llamó una “imagen dialéctica”, un fragmento histórico que, en su sorprendente conjunción con el presente, revela contradicciones que rebotan a través de nuestro propio tiempo.

 

 

Democracia de abolición

Los críticos de la derecha a menudo han denunciado el New Deal como una forma antidemocrática de planificación centralizada que presuntuosamente interfería en los mercados “libres”; otros, generalmente de izquierda, han argumentado que la legislación del New Deal subordinaba las necesidades y perspectivas de las comunidades afectadas a las prioridades ideológicas de las élites y los tecnócratas. Es notable, por lo tanto, que la HR 109 pida inequívocamente “el uso de procesos democráticos y participativos que sean inclusivos y liderados por comunidades y trabajadores de primera línea y vulnerables” para implementar los cambios sociales, económicos y tecnológicos que demanda.[5] Sin embargo, más allá de la participación significativa de los grupos marginados en la toma de decisiones, ¿cómo sería un Green New Deal debidamente democrático?

W.E.B. Du Bois, retrato de Carl Van Vechten, 1946. [Library of Congress]

 

En Black Reconstruction in America (1935), su versión revisionista de los Estados Unidos posteriores a la Guerra Civil, W. E. B. Du Bois introdujo el concepto de “democracia de abolición”. Su argumento fue una advertencia a los New Dealers blancos liberales para que prestasen mucha atención a los puntos ciegos de la historia, al mostrar que la abolición de la esclavitud era una condición necesaria, aunque no suficiente, para el establecimiento de una política democrática justa. Más recientemente, Angela Davis, Ruth Wilson Gilmore, George Lipsitz y otros han relacionado el abolicionismo con el antiimperialismo, haciendo explícitos los vínculos entre racismo estructural, encarcelamiento masivo y privación de derechos económicos y electorales.[6] Volviendo a sus contextos históricos, tanto de la Reconstrucción como de la era del New Deal, la democracia abolicionista establece un punto de referencia para el Green New Deal, uno que vincula la privación política con el despojo económico a lo largo de los ejes de raza y clase. También señala los conflictos no resueltos con los que cualquier coalición de GND tendrá que lidiar.

Después de la emancipación, la explotación de los trabajadores negros reprodujo el espíritu rector de la esclavitud. Como demostró Du Bois, los trabajadores blancos pobres del sur formaron una alianza con los hacendados para socavar el proyecto democrático de los abolicionistas del norte y asegurar la continua opresión de los afroamericanos. Visto desde esta perspectiva, los antagonismos raciales y de clase que dejó al descubierto la Gran Depresión fueron un asunto pendiente de la Reconstrucción y el New Deal su repetición fantasmal. A mediados de siglo, lo que Du Bois llamó la “asunción estadounidense” —más comúnmente el sueño americano, el mito de la autosuficiencia traducida en un apego metafísico a la propiedad de la tierra— unió a las clases medias predominantemente blancas (muchas con orígenes de clase trabajadora) a la clase dominante blanca. En nuestra era, la respuesta favorable al capital a la Gran Recesión reconstruyó esa nada santa alianza, sobre todo apuntalando las instituciones financieras depredadoras que se benefician de la conversión del apego simbólico a la propiedad en deuda personal.

En la década de 1930, Du Bois documentó una contrahistoria de luchas y logros negros, con el fin de redimir una “Reconstrucción Negra” borrada por una “propaganda de la historia” supremacista blanca. En el proceso, sometió las contradicciones de la política pública y el desarrollo capitalista de su época a la mirada clínica de las ciencias históricas. Hoy, la cuestión del clima nos pide que revisemos el orden social del que escribió Du Bois, en tanto que las relaciones de propiedad que sustentan el apartheid racial, económico y ecológico toman nuevas formas, como la riqueza financiera, en lugares como los cada vez más multirraciales (y a veces de facto de clase trabajadora) suburbios.

Lo que Du Bois llamó la “línea de color” ahora dibuja la línea del frente de la crisis climática en los Estados Unidos y, en formas relacionadas, a nivel internacional. El enfoque de HR 109 en “comunidades vulnerables y de primera línea” reconoce esto. Al mismo tiempo, sin embargo, se está preparando un apartheid climático bajo el signo de la “resiliencia” en salas de juntas, oficinas de planificación municipal y despachos de arquitectura y diseño urbano de todo el mundo. Cuando se proporcionan botes salvavidas para algunos, pero nunca para todos, la raza y la clase se mezclan de nuevas maneras, sin dejar atrás el género.[7]

Las llamadas urgentes a declarar una “emergencia climática” quedan así atrapadas, al igual que la actual emergencia de salud pública, en un doble vínculo. Por necesarios que sean esos llamamientos, debemos recordar que los estados de emergencia son una condición previa formal para la antidemocracia. Esta tensión también es un legado de la era de entreguerras, el New Deal y la posdepresión.[8] Por lo tanto, podríamos seguir el Green New Deal hasta su fuente histórica y conceptual —el New Deal, el segundo acto imperfecto de la Reconstrucció— y preguntar, con Du Bois, qué debe ser abolido para que finalmente la democracia pueda surgir, y qué más debe cambiar para para que se asegure un futuro justo.

 

Petróleo caliente

Ya he dado mi respuesta a la primera pregunta: abolir el petróleo, como industria y como forma de organización social. En esto, simplemente reafirmo una obviedad de la política climática, que sostiene que un futuro sostenible, democrático y desmilitarizado depende de la rápida eliminación de los combustibles fósiles del uso generalizado y regular, con una “transición justa” para los trabajadores petroleros. Como el sistema esclavista, el “petróleo” es más que un sector de la economía, o una fuente de energía física que puede ser sustituida por alguna otra forma menos extractiva. Expresiones como “guerras del petróleo”, “petrocapitalismo” y “capital fósil” delinean los lazos que unen al sistema energético predominante en el mundo a sus conflictos más intratables.[9]

Pero puede resultar sorprendente saber que la regulación de una floreciente industria petrolera nacional era de hecho un aspecto importante, aunque menos conocido, de la legislación insignia del New Deal. Entre las disposiciones de NIRA en 1933 estaba la Sección 9 (b), con respecto a los oleoductos:

El Presidente está autorizado a iniciar procedimientos para divorciar de cualquier sociedad de cartera cualquier sociedad de oleoductos controlada por dicha sociedad de cartera cuya sociedad de oleoducto por prácticas desleales o por tarifas exorbitantes en el transporte de petróleo o sus productos tiende a crear un monopolio.[10]

En medio de la Gran Depresión, la NIRA y la agencia que creó, la Administración Nacional de Recuperación o NRA, autorizaron cuotas de distribución de petróleo para frenar la paralizante sobreproducción y la competencia de enriquecimiento rápido que había llevado los precios del petróleo a mínimos insostenibles. una falla del mercado que amenazó a toda la industria y contribuyó a las pésimas condiciones de trabajo. 11 Las medidas de la ley contra los monopolios fueron seguidas de una prohibición contra la circulación interestatal de “aceite caliente”. Esta medida, la sección 9 (c), fue derogada incluso antes que el resto de la legislación. Pero sus disposiciones, incluidas las sanciones penales por violación, se restablecieron como la Ley de aceite caliente de Connally de 1935, y esta ley, como he dicho, sigue en vigor.

Franklin Delano Roosevelt, 1936. [Library of Congress]

 

U.S. Senator Tom Connally, Democrat from Texas, 1938. [Library of Congress]

 

Al señalar a la industria petrolera por sus excesos especulativos, la NIRA estableció órganos administrativos que cubrían cientos de sectores económicos, que tenían la tarea de desarrollar y hacer cumplir “códigos de competencia leal” que regularían la producción, los salarios y los precios. Estos órganos estaban compuestos principalmente por representantes de diversas asociaciones comerciales que trabajan con sindicatos, bajo supervisión federal.[12] La NIRA, en otras palabras, era corporativista, no socialista, y las decisiones de política recaían en última instancia en grupos de interés privados. La ley apuntaba hacia la nacionalización sólo como último recurso; la mayor parte de su esfuerzo se delegó a la industria en una asociación a menudo reacia y conflictiva con el gobierno. En el caso del petróleo, las asociaciones de productores independientes negociaron sus diferencias con las “grandes” (Gulf, Shell, Standard Oil, Texaco y otras) para establecer los códigos regulatorios, siendo su interés mutuo evitar la incautación federal de oleoductos por incumplimiento. La ruptura (o “divorcio”) de la producción de la distribución se entendió como un preludio del estatus de empresa de servicios públicos, un resultado temido tanto por los pequeños productores como por las grandes empresas.[13]

Timothy Mitchell ha demostrado cómo, en contraste con el carbón, la red dispersa de pozos, refinerías y oleoductos de la industria petrolera ha minimizado las oportunidades para acciones de organización y laborales efectivas.[14] Sin embargo, como han demostrado la Coalición por Standing Rock y la desobediencia civil destinada a bloquear el oleoducto Keystone XL, esta dispersión geográfica y administrativa también se puede explotar con fines democráticos. La misma extensión de los oleoductos significa que deben atravesar múltiples soberanías a lo largo de su longitud, y esto los hace más susceptibles a la impugnación legal, tanto en el suelo como en el papel, que los elementos del sistema petrolero más territorialmente delimitados, como los pozos de petróleo y las refinerías .

Standing Rock, marcha y manifestación para oponerse al oleoducto Dakota Access, Seattle, septiembre 2016. [Wikimedia Commons]

 

Pero mientras que propuestas como el Green New Deal tienen una base nacional, el “petróleo” es un sistema global. Por lo tanto, los llamados para nacionalizar (y hacer la transición) a las grandes petroleras asediadas en lugar de rescatarlas, también deben incluir oleoductos, refinerías y otras infraestructuras de distribución, para evitar la mera sustitución de petróleo “extranjero” por nacional.[15] No hay, entonces, razón para que un Green New Deal no pueda basarse en leyes existentes como la Connally Hot Oil Act y comenzar el proceso de abolición del petróleo nacionalizando los oleoductos existentes y prohibiendo la construcción de nuevos. Dicha acción proporcionaría una eliminación democrática de la propiedad privada que se desvincula del petróleo global y contribuye al desarrollo de servicios públicos totalmente públicos basados ​​en energías renovables como la eólica y la solar. Es con esa logística de servicios públicos en mente que podemos pasar ahora de la NIRA a la TVA, para preguntarnos cómo el asunto inconcluso de la Reconstrucción podría proporcionar una base para enfrentar la crisis social y ecológica del calentamiento planetario.

 

Agua blanca

El programa más extenso del New Deal para generar electricidad pública fue la transformación integral de la infraestructura de las 40 mil millas cuadradas del Tennessee River Valley, supervisada por un nuevo organismo federal, la Tennessee Valley Authority. Dados sus costos ambientales y sociales, la energía hidroeléctrica no es viable como alternativa a gran escala a los combustibles fósiles en el siglo XXI. Aún así, la TVA ofrece una lección importante para un futuro Green New Deal. La legislación de la TVA proporciona un precedente convincente para el desarrollo público y la gestión de la energía renovable y la provisión de empleos “verdes”. Pero también es una lección práctica sobre la perdurabilidad de la injusticia racial y económica.

Sala de recepción de visitantes, Presa Wheeler, Tennessee Valley Authority, ca. 1933–1945. [Library of Congress]

 

Propuesta inicialmente como un medio para mejorar la navegación, controlar las inundaciones y reparar la deforestación en un área del tamaño de Inglaterra, al tiempo que proporcionaba trabajos de construcción bien remunerados a una población rural empobrecida, para 1940 la TVA incluía once represas con una capacidad de generación de aproximadamente 1,4 millones de kilovatios.[16] Cuando se completó en 1954, el sistema totalizó 32 presas, tanto del tipo de almacenamiento de carga alta como de navegación de carga baja, 26 de las cuales fueron construidas o propiedad de la Autoridad. Las de tipo de cabeza alta se construyeron generalmente en afluentes del río Tennessee; las de tipo de cabeza baja, que producían una mayor potencia eléctrica, estaban en el propio río. La primera instalación de baja altura construida por la Autoridad fue la presa Wheeler, aproximadamente a medio camino entre Florence y Decatur, Alabama.

Concebidas como monumentos cívicos por un equipo de diseño liderado por Harry B. Tour, Roland A. Wank y Mario Bianculli, las represas de la TVA invitaron a un público votante a presenciar de primera mano un espectáculo en concreto crudo, agua corriendo y turbinas girando. Los visitantes de Wheeler eran recibidos en una elegante sala de recepción, que les presentó la grandeza de la TVA con pantallas cuadriculadas de mapas, fotografías y lemas simplificados. Junto a la exposición, los baños separados dividían a los ciudadanos negros de los blancos.

Presa Guntersville, plano de la sala del generador y de los baños segregados para visitantes; bebedero típico de instalación de la TVA, Pencil Points, November 1939. [via Reinhold Martin]

Bebedero típico de instalación de la TVA, Pencil Points, November 1939. [via Reinhold Martin]

 

El conflicto sobre el cual estos baños testificaron fue conmemorado en un detalle de construcción francamente discordante de “bebederos típicos” utilizados en toda la TVA, como se reproduce para los arquitectos en una edición de 1939 de Pencil Points. Un cuenco de mármol sin adornos se sienta discretamente en un nicho cuadriculado revestido con baldosas vidriadas e iluminado por un accesorio empotrado. Arriba, letras cromadas sans-serif advierten serenamente: BLANCOS.[17] Esta evidencia nos recuerda que la discriminación racial en el New Deal no fue sólo una cuestión de compromiso legislativo. Era una cuestión de sentido común ordinario, “regional”, traducido al lenguaje de las normas técnicas y el diseño modernista.

Aunque potencialmente transformadoras, la NIRA y la NRA apuntaban principalmente a restaurar el orden social y económico interrumpido por la Depresión, en el centro del cual se encontraba el orden racial de Jim Crow South. Los New Dealers progresistas, incluido Roosevelt, hicieron repetidamente concesiones a los demócratas del sur que preservaban la discriminación racial para asegurar sus votos en el Congreso. Aunque no está estipulado en la legislación, en la práctica los códigos de la NRA reconocieron las normas raciales existentes no solo al mantener la segregación en instalaciones públicas como baños y fuentes, sino al excluir el trabajo agrícola y doméstico, lo que, como señala Ira Katznelson, significaba “excluir la mayoría de los negros del sur de sus beneficios de salario mínimo y horas máximas.” Estas exclusiones se extendieron al trabajo relacionado con la agricultura realizado principalmente por afroamericanos, como el envasado, el empaquetado de cítricos y la producción de fertilizantes.[18] La TVA era oficialmente neutral desde el punto de vista racial. Pero sus cuotas de contratación también subrepresentaron significativamente a los trabajadores negros, que también fueron excluidos de la capacitación para trabajos calificados mejor pagados. Las demás disposiciones de la Autoridad para los trabajadores, en particular la vivienda, también perpetuaron a Jim Crow. En Black Reconstruction in America, Du Bois explicó los orígenes históricos de contradicciones como estas.

 

Reconstrucción negra

Du Bois publicó su estudio en 1935, el mismo año en que la Corte Suprema derogó la NIRA y dos años después de que se formara la TVA. Al presentar retratos de tres tipos sociales de la era de la Reconstrucción (1865-1877): el “trabajador negro”, el “trabajador blanco” y el “plantador”, Du Bois argumentó que, después de la Guerra Civil, los terratenientes “desaparecieron como un aristocracia.”[19] Sin embargo, estas élites, que comprendían sólo una pequeña fracción de la población blanca en el sur, mantuvieron su privilegio asegurando una alianza racial con los trabajadores blancos. Sería impreciso, entonces, ver a los demócratas sureños del New Deal comprometidos con la preservación de la discriminación racial como simples descendientes de la clase de los plantadores. Los dos grupos restantes —campesinos negros y blancos no terratenientes, ambos trabajadores— eran competidores económicos; los blancos pobres, que veían al plantador como un ideal social, vieron sus salarios deprimidos por la disponibilidad de un “ejército de reserva” recientemente liberado (en el lenguaje de Marx) de mano de obra negra. En compensación, el granjero blanco participó de lo que Du Bois llamó un “salario público y psicológico”.[20] David Roediger, siguiendo a Du Bois, ha denominado a tales beneficios el “salario de la blancura”, las recompensas simbólicas que ofrece la supremacía blanca.[21] Por difíciles de cuantificar tales beneficios, no debemos subestimar su fuerza y ​​profundidad. Al preservar una división racializada del trabajo, el New Deal preservó —y posiblemente fortaleció— la alianza entre trabajadores blancos y terratenientes blancos en el Sur.

Ajustador de válvulas en la planta de amoníaco de Muscle Shoals, Alabama, Tennessee Valley Authority, 1942. [Library of Congress]

Lincoln C. Johnson, capataz en la presa Wilson y vicepresidente del sindicato local Hot Carriers, 1942. [Library of Congress]

 

Du Bois escribió en 1936 que el New Deal no había hecho “nada por el arrendatario-agricultor y el aparcero”. Este escepticismo inicial estaba justificado; lo que la ley llamó “recuperación nacional” era mayoritariamente blanco.[22] Para 1944, sin embargo, Du Bois había cambiado de opinión. Apoyando a Roosevelt para la reelección, argumentó sobre la base de su propia creencia como socialista que

la riqueza de una nación como esta debería socializarse cada vez más; que los recursos primarios, los bienes de capital y la maquinaria deberían pertenecer en mayor medida a todas las personas y no a particulares con fines de lucro privado; que el objeto de la industria debería ser la riqueza común y no la acumulación de enormes fortunas individuales.[23]

En particular, Du Bois celebró “empresas tan vastas como la TVA”, al tiempo que señaló que Roosevelt “ha defendido abiertamente la causa y los derechos del trabajo sindical y luchó contra la discriminación racial en el empleo. Su programa de vivienda y sus esfuerzos en la compra de tierras para los agricultores, el crédito rural y la electrificación rural están en esta línea.”[24] Escribiendo para el Comité de Votantes Independientes de las Artes y las Ciencias de Roosevelt, Du Bois predijo que, “si Roosevelt es derrotado será por su campeonato del trabajo organizado y el negro”. Los editores del Comité rechazaron cortésmente el respaldo, preocupados por que “incluso nuestros patrocinadores más liberales estarían en desacuerdo con su punto de vista francamente socialista”. No obstante, la evaluación de Du Bois fue precisa. La TVA representó el esfuerzo del New Deal más directo y sistemático para reorientar la industria hacia la “riqueza común” a través de la propiedad estatal de los medios de producción, en este caso, la producción de energía.

Sin embargo, como hemos visto, la TVA participó del “salario de la blancura” de manera tanto material como simbólica. El marco conceptual y práctico del regionalismo adoptado por los planificadores de la TVA permitió que la legislación naturalizara estos salarios. Incluso cuando reunió apoyo bipartidista e implementó una reforma de infraestructura radical, la TVA reforzó el orden social de supremacía blanca.

 

Regionalismo

La TVA reorganizó la geografía tecnológica, política y natural del Valle de Tennessee mediante la implementación de las herramientas de planificación regional; sus defensores siguieron los precedentes defendidos por la Asociación de Planificación Regional de América, como un estudio de 1926 de Henry Wright y Benton MacKaye para la reorganización del estado de Nueva York en torno a un corredor hidroeléctrico propuesto.[26] La legislación que creaba la TVA, que Roosevelt firmó el 18 de mayo de 1933 (un mes antes de firmar la NIRA), anunció intenciones de

mejorar la navegabilidad y prever el control de inundaciones del Río Tennessee: facilitar la reforestación y el uso adecuado de tierras marginales en el valle de Tennessee; proveer para el desarrollo agrícola e industrial de dicho valle; para proporcionar la defensa nacional mediante la creación de una corporación para la operación de propiedades gubernamentales en y cerca de Muscle Shoals, en el estado de Alabama y para otros fines.[27]

La corporación o autoridad así establecida era una unidad federal con control directo sobre las aguas del río y las de sus afluentes. Los poderes de dominio eminente permitieron a la Autoridad adquirir y desarrollar tierras adyacentes, y su triunvirato de directores informaba directamente a Roosevelt. Sin embargo, más que cualquiera de sus otras capacidades, la capacidad de la TVA para generar grandes cantidades de energía hidroeléctrica y distribuir electricidad a tarifas que socavan los monopolios locales le dio un alcance sin precedentes para reorganizar la economía política del Valle de Tennessee.

“Seventeen Major River Valley Regions,” de Howard W. Odum y Harry E. Moore, American Regionalism: A Cultural-Historical Approach to National Integration (1938). [via Reinhold Martin]

 

“Six Major Societal Group-of-State Regions,” de Howard W. Odum y Harry E. Moore, American Regionalism: A Cultural-Historical Approach to National Integration (1938). [via Reinhold Martin]

 

Wilson Dam and Hydroelectric Plant, Muscle Shoals, Alabama, Tennessee Valley Authority. [Library of Congress]

 

Con su origen cerca de Knoxville y con afluentes que llegan a Virginia y Carolina del Norte, el río Tennessee fluye al suroeste hacia Alabama, mira a lo largo de la esquina noreste de Mississippi y gira hacia el norte nuevamente hacia el oeste de Tennessee y a través de Kentucky, donde se encuentra con el río Ohio en Paducah; el Ohio descarga a su vez en el río Mississippi, en Cairo, Illinois. Aproximadamente a la mitad de la longitud de 1,200 millas de Tennessee, en Muscle Shoals, Alabama, se encuentra la presa Wilson. Iniciada en 1918 al final de la Primera Guerra Mundial, Wilson estaba destinada a ser una fuente de energía hidroeléctrica para la fabricación de nitrato de amonio utilizado en municiones. Antes de su finalización en 1924, Henry Ford buscó pero no pudo adquirir la presa y dos plantas de nitrato adyacentes del gobierno federal, con el fin de fabricar fertilizantes para el algodón del sur. A principios de la década de 1930, siguiendo los pasos de Ford, los gerentes de TVA convirtieron las dos plantas de nitrato de Muscle Shoals en instalaciones para la producción intensiva de energía de fertilizantes a base de fosfato, que se distribuirían sin costo a los agricultores locales. Muscle Shoals se convirtió, entonces, en el epicentro del sistema TVA.

Técnicamente, en términos de escala, el Valle de Tennessee no es una región. Howard W. Odum, el regionalista académico más destacado de la época, se refirió a ella como una “subregión”.[28] Un sociólogo que trabajaba en la Universidad de Carolina del Norte, Odum estudió las “costumbres populares” regionales como una alternativa al aislamiento de áreas geográficas conocido como seccionalismo (que Lewis Mumford llamó un “término de reproche inventado por los norteños” para caracterizar al sur secesionista durante el Siglo XIX).[29] El proyecto más grande de Odum era volver a trazar los límites internos de la nación para reemplazar un Sur anteriormente monolítico con una “imagen compuesta” basada en cientos de índices tabulares que medían distintas características geográficas, naturales, culturales y tecnológicas. Al diferenciar el sureste colonial del suroeste de reciente desarrollo, Odum dividió el país en seis regiones poco delimitadas integradas en lo que equivalía a un ecosistema nacional. Donde el seccionalismo se dividió, el regionalismo se unió.

Sin embargo, una sensación de conflicto persistente caracteriza a las regiones del sur de los Estados Unidos de Odum (1936), que describe un “pueblo del sur” dividido por razas. El centro geográfico del sureste era el Black Belt, que atravesaba el corazón de lo que se había conocido como Cotton Kingdom, un proveedor clave de la industria textil mundial.[30] Reconociendo la injusticia de la supremacía blanca pero cediendo a la visión conciliadora y evolucionista del regionalismo, Odum apela al largo plazo. “Evidentemente”, dice, “es pedir demasiado a una región para cambiar de la noche a la mañana las poderosas costumbres populares de largas generaciones”.[31] Escribiendo en 1938, elogió la TVA como la base “para el experimento más realista de la nación en la planificación nacional-regional”.[32] Las “costumbres populares” y la planificación “realista” son eufemismos para la discriminación racial.

De los tres directores de TVA, David Lilienthal, Harcourt Morgan y Arthur Morgan (sin relación), Arthur Morgan estaba más comprometido con la planificación regional. Favoreció la participación del gobierno en la distribución de electricidad y, como Roosevelt, vio al Valle de Tennessee como un “laboratorio” en el que el desarrollo de la infraestructura podría conducir a la transformación social. Siguiendo lo que Lilienthal llamó falsamente una estrategia de “base” (otro eufemismo), los planificadores de TVA buscaron incorporar “costumbres populares” locales en desarrollos como Norris, Tennessee, un modelo de “suburbio en el desierto” construido para los trabajadores en el primer proyecto de TVA, la presa Norris.[33] La presa Norris inundó su valle, lo que provocó importantes trastornos en las vidas y costumbres de los blancos rurales que vivían allí, incluso cuando la construcción de la presa incorporó prácticas “populares” de división racial en una nueva infraestructura social y técnica.

Vivienda para empleados en Norris, construida por la Autoridad del Valle de Tennessee. “Uno de varios tipos de casas desarrolladas para alquileres muy bajos para cuidar de la mano de obra no calificada empleada en la construcción de presas. Esta casa de cinco habitaciones está construida con bloques de hormigón de ceniza, pisos de concreto y techo de metal, por lo que es ignífuga excepto por la construcción del techo, además de muy bajo mantenimiento ”. [Library of Congress]

 

Una escena en el pueblo de Norris. “Para acomodar al personal de construcción en los proyectos, la mayoría de los cuales se encuentran a cierta distancia de los centros de población, la TVA construyó viviendas permanentes donde había razones para esperar que dichas comunidades fueran permanentes. Al ser el único propietario de la tierra y de las estructuras, la Autoridad utilizó esos proyectos de vivienda para demostrar los principios modernos de planificación urbana “. [Library of Congress]

 

Construido como una aldea permanente en lugar de un campamento de construcción, Norris constaba de 294 casas unifamiliares, diez dúplex y cinco edificios de apartamentos de 30 unidades. Al incorporar características como porches con mosquiteros, las casas modestas se basaron en un vernáculo rural, excepto que las chimeneas se trasladaron a un núcleo de servicios públicos en el centro de la casa para acomodar el nuevo servicio eléctrico utilizado para calefacción y electrodomésticos de bajo costo.[34] Todo esto estaba disponible exclusivamente para los trabajadores blancos y sus familias. En contraste con los baños “separados pero iguales” en los centros de visitantes como el de Wheeler Dam, el centro comunitario utilitario en Norris incluía un baño para hombres y otro para mujeres, solo para blancos. El diseño de los edificios en Norris representó, en resumen, una “Reconstrucción de Lily-White”. Este fue el hallazgo de un informe de 1934 sobre el proyecto Norris publicado en The Crisis, la revista mensual editada por Du Bois para la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color. El coautor del informe, John P. Davis, publicó un seguimiento el año siguiente, que enfatizó que, si bien tal segregación y discriminación no eran diferentes de las practicadas en las comunidades circundantes, en Norris y sitios similares, las prácticas se instituyeron. como política federal en terrenos federales. [35].

El agua fluyó así poderosamente a través del sistema TVA. Sus corrientes se ralentizaron para la navegación y se canalizaron para el riego; sus energías se aprovecharon para electrificar el paisaje rural; y sus intimidades se dividieron en baños públicos, bebederos públicos y viviendas segregadas. Hoy en día, podríamos sentirnos tentados a considerar esta coexistencia de modernidad ilustrada y barbarie gentil como una aberración o anacronismo. Sin embargo, comparada con el proyecto incompleto de democracia de abolición, la incómoda fusión de tendencias progresistas y regresivas es un signo de un sistema injusto que ha permanecido intacto. Esas contradicciones deben resolverse explícitamente para que la reforma sea verdaderamente transformadora.

Los autores del Congreso del Green New Deal evocan el New Deal como un precedente mediante el cual se pueden reducir los bordes más agudos del capital, como la discriminación salarial racializada y otros “diferenciales tradicionales” integrados en el original de Roosevelt, con energías renovables, remediación y empleos verdes. Pero esta apelación al pasado requiere un cuidado dialéctico. Porque las dos tareas históricas de hoy —hacer retroceder la tiranía demagógica y reparar y construir un mundo verdaderamente justo y sostenible— no necesariamente se alinean. La primera tarea requerirá una amplia coalición de intereses progresistas, radicales y neoliberales, una coalición del tipo que Roosevelt y los otros arquitectos del New Deal lograron reunir y mantener. La segunda tarea implica la transformación del orden social y político-económico como tal, cuya urgente necesidad se ve ahora amplificada por un shock sistémico sin precedentes. La medida en que el New Deal, y en particular la TVA, prefiguran y no prefiguran tales transformaciones, puede ayudarnos a ver la diferencia entre la situación habitual y el cambio histórico real.

 

Luz blanca
Entre las primeras controversias en torno a la TVA estaba la cuestión de quién vendería y distribuiría la electricidad generada por sus turbinas hidroeléctricas. Para las empresas de servicios públicos deseosas de beneficiarse de la nueva fuente, una cosa era que el gobierno federal les suministrara energía a tarifas mayoristas, y otra muy distinta que la TVA las cortara por completo suministrando electricidad directamente a los consumidores. El asunto fue a la Corte Suprema, que falló a favor del gobierno y, en 1934, la TVA comenzó a transmitir electricidad desde la presa Wilson a los clientes en Tupelo, Mississippi. Al reportar para The Crisis, Davis señaló que para los más de 11,000 afroamericanos que viven en el condado de Lee, donde se encuentra Tupelo, la electricidad barata “no significa nada”. Para disfrutar de los beneficios del servicio eléctrico, uno tenía que vivir en una casa electrificada, y no en lo que Davis llamó “grotescas viviendas alquiladas en tugurios” que los propietarios consideraban que no era rentable cablear.[36]

The Crisis, octubre 1935. [via Google Books]

 

“Se generarán millones de kilovatios hora”, escribió Davis. Pero, a pesar de los subsidios públicos, este servicio llegó “a un precio tan alto que para los negros bien podría ser un rayo del cielo”. El acceso a este relámpago y la vida mecanizada que prometía estaba, por tanto, entre los salarios mensurables de la blancura. Sin embargo, Davis no rechazó la premisa de TVA de cambio social a través del desarrollo de infraestructura. Más bien, argumentó que, además de organizar a los trabajadores negros, los lectores de La Crisis “deberían exigir un programa de electrificación socializada que permita a los trabajadores negros obtener algunos beneficios del programa de energía”.[37] Una década después, fue una visión igualmente pragmática la que llevó a su editor, Du Bois, a reflexionar positivamente sobre la TVA como preludio de la socialización de los “recursos primarios”.

Es cierto que la electricidad de TVA también se distribuyó a través de cooperativas de energía de propiedad colectiva relativamente pequeñas fundadas en todo el país bajo la Administración de Electrificación Rural, que se estableció en 1935. Este modelo cooperativo ha sobrevivido y sigue siendo viable. Sin embargo, desde las turbinas hasta la casa familiar, la electricidad de TVA era sólo parcialmente pública; su generación, precio y disponibilidad eran cuestiones de gobernabilidad democrática parcial (y radicalmente variable).[38] Posteriormente, el experimento de regionalismo de la TVA, con sus “costumbres populares” y “diferenciales tradicionales”, fue absorbido por un sistema socio-técnico de una escala completamente diferente: la red de carreteras suburbanas y exurbanas que se extendía por todo el país.

 

Megalópolis o el Imperio del carbón

En 1940, cuando la acumulación militar intensificó la demanda de electricidad, la TVA agregó plantas de vapor de carbón a su cartera. En 1959, la producción eléctrica de las plantas de carbón de la Autoridad era tres veces mayor que la de sus instalaciones hidroeléctricas.[39] Una fuente particular de aumento de la demanda fue la decisión del ejército de los Estados Unidos de ubicar su programa de investigación de armas atómicas de uso intensivo de energía en Oak Ridge, Tennessee, a unas dieciséis millas de la presa Norris y a unas 30 millas de la primera planta de vapor de carbón de TVA en Barra de Watts. Así, el orden de la Guerra Fría nació en gran parte a orillas del río Tennessee.[40] Pero quizás el resultado de posguerra más significativo de la política de la era de la Depresión fue la absorción de la dinámica rural y urbana en lo que el geógrafo Jean Gottmann, escribiendo en 1961, llamó “Megalópolis”, o lo que hoy llamamos expansión suburbana —suburban sprawl.[41]

En este sentido, la Ley de Carreteras de Ayuda Federal de 1956 podría considerarse no solo la extensión lógica del New Deal, sino también su antítesis. A las más de 600,000 millas de carreteras estatales y locales construidas bajo el New Deal, la Ley de 1956 agregó 40,000 millas de carreteras interestatales. Sin embargo, a diferencia de la TVA, este programa de infraestructura masiva estaba orientado hacia la propiedad privada —la Suposición Estadounidense o el Sueño Americano, imaginado de manera generalizada como una casa unifamiliar en un suburbio blanco— más que hacia el poder público.

American Automobile Association, “National System of Interstate and Defense Highways,” 1958. [Library of Congress]

Jean Gottmann, “Highway Traffic Flow in Megalopolis,” 1957-1958. [via Reinhold Martin]

 

Como sugieren las seis subdivisiones geográficas de Odom, la “estructura regional” de los Estados Unidos en la era del New Deal podría discernirse aproximadamente a través de las coordenadas cardinales: norte, sur, este, oeste. Para la época de la Administración Kennedy, Megalopolis, o el complejo urbano-suburbano que va desde New Hampshire a Virginia, había surgido para Gottmann como una “región muy especial” que requería sus propios términos de análisis.[42] En lugar de las distinciones tradicionales entre campo y ciudad, Gottmann encontró una interpenetración simbiótica de lo rural y lo urbano a través de una amplia gama de factores, desde el uso de la tierra hasta el trabajo, con una nueva “calle principal” nacional que corre a lo largo de la costa este. En la década de 1980, el corredor de la “calle principal” de la costa este se había remodelado aún más en un sistema policéntrico que se extendía por todo el continente y se conectaba con otros en todo el mundo.[43] Este es el sistema “petrolero” tal como existe en el terreno: Estados Unidos como nodo principal en un Imperio del Carbón global.

 

Estrategias suburbanas

La Interestatal 95, la carretera (o “calle principal”) a lo largo de la cual se formó Megalopolis, atraviesa la región anteriormente conocida como el Sur. Durante las elecciones presidenciales de 1968, la reorganización espacial y social a la que corresponde la I-95 se convirtió en un componente esencial de la “Estrategia del Sur” de Richard M. Nixon. De hecho, el historiador Matthew Lassiter ha descrito este notorio objetivo de los demócratas blancos del Sunbelt a través de llamamientos codificados racialmente a una mayoría “silenciosa” (blanca) como una “estrategia suburbana”.[44] (La existencia misma del Sunbelt se basó en el desplazamiento de las poblaciones del Cinturón Negro debido a la migración hacia el norte en los años de la posguerra). La “estrategia suburbana” intentó domesticar el populismo demagógico del tercer rival de Nixon, George Wallace, apelando a racismo económico en la megalópolis inferior. Desde entonces, los conservadores han radicalizado el enfoque de Nixon en un pacto racial virulento, elitista-populista, en el que la alianza posterior a la Reconstrucción de trabajadores blancos rurales con plantadores ha renacido entre las clases medias suburbanas blancas.

El Green New Deal ha sido recibido con más entusiasmo en las zonas urbanas y menos en las rurales. Pero ha obtenido resultados relativamente buenos en los distritos suburbanos.[45] Este patrón podría sugerir, sorprendentemente, que las relaciones sociales de Megalopolis consolidadas en el Imperio del Carbono podrían generar la fuente decisiva de apoyo del GND. Sin embargo, la impresión puede ser ilusoria. Los resultados electorales recientes han favorecido enfoques dogmáticamente “centristas”. Especialmente cuando se trata del “petróleo” y la crisis climática, las reformas orientadas al mercado en última instancia preservan los “diferenciales tradicionales” basados ​​en una metafísica de la propiedad, como una alternativa ilusoria a una tiranía abiertamente supremacista blanca.

La Ley de Carreteras que ayudó a construir la I-95 también ayudó a unir a la nación en su dependencia del petróleo, ya que los fondos públicos respaldaron vastos paisajes suburbanos y exurbanos de modesta riqueza privada. Debido a las prácticas de bienes raíces racialmente exclusivas como las restricciones de escritura y escritura, los suburbios de clase media que surgieron del sistema de carreteras eran abrumadoramente blancos en sus inicios. En la década de 1970, lo que Keeanga-Yamahtta Taylor ha llamado “inclusión depredadora” reemplazó el marcado rojo con garantías federales sobre hipotecas “subprime” ofrecidas agresivamente a los afroamericanos de bajos ingresos en áreas urbanas marginadas, manteniendo así la segregación e incentivando la ejecución hipotecaria sobre propietarios económicamente vulnerables.[46]

La diversificación suburbana más reciente, que está vinculada en parte a la gentrificación urbana, ha sido significativa. Sin embargo, cualquier movilidad ascendente que exista ahora en las áreas suburbanas para los afroamericanos, latinos, inmigrantes de la clase trabajadora y otros grupos históricamente marginados se ha producido en gran parte en virtud del acceso a la propiedad de vivienda. Dicho acceso sigue estando restringido de facto (como lo demostró la crisis financiera de 2008) y reinscribe las divisiones de clases dentro de estos grupos, así como entre ellos. Como señaló Taylor, en 2018, la Brookings Institution informó que, en las áreas metropolitanas, “las casas en vecindarios donde la proporción de la población es 50 por ciento negra se valoran aproximadamente a la mitad del precio de las casas en vecindarios sin residentes negros”.[47] La segregación, que siempre ha mezclado raza con clase, ahora se extiende desde las ciudades y áreas rurales hasta las zonas exurbanas y suburbanas, y la línea de color ahora delinea la vulnerabilidad de primera línea a la crisis climática. Desde Nueva Orleans hasta Flint, la exposición desigual a los peligros ambientales se ve agravada por el acceso desigual a la atención médica, la educación y otras infraestructuras sociales que guardan una correlación crucial con la vivienda. Como resume un lema que alude a las disparidades socioeconómicas de “refugiarse en el lugar”: “La vivienda es salud” — Housing is Healthcare.

Cocina en una casa de la Autoridad del Valle de Tennessee, 1941. “El equipo de cocina para una de las nuevas casas desmontables, que la TVA está construyendo para los trabajadores de la defensa en el área de Muscle Shoals en el norte de Alabama, incluye cocina eléctrica, calentador de agua y refrigerador”. [Library of Congress]

 

A mediados del siglo XX, durante la primera fase de la construcción de carreteras y la expansión suburbana, el resentimiento racial y de clase que sentían aquellos a quienes Du Bois llamaba “blancos pobres” se extendió a las clases suburbanas medias y medias-bajas emergentes, predominantemente blancas. Desde entonces, una redistribución ascendente de la riqueza ha alentado a los propietarios de viviendas de clase media, incluidos los miembros de la clase profesional-gerencial, a identificarse con las élites financieras (el “1%”) no sólo a través de un sistema inmobiliario que protege su capital, sino a través de mercados financieros que mantienen el valor de sus planes de jubilación. Esta pluralidad mayoritariamente suburbana de tenedores de acciones y bonos tiende a votar con sus intereses económicos. Lo que quiere decir que, a pesar de su relativo liberalismo cultural y su apoyo declarado al GND o algo parecido, estos “moderados” de ambos partidos tienden a votar abiertamente contra la justicia racial y económica. [48]

Manifestación del Green New Deal, Detroit, July 31, 2019. [Wikimedia Commons]

 

Estas tendencias sociales y políticas son un obstáculo potencial para lograr los objetivos más ambiciosos del Green New Deal. Si el GND subestima el conflicto racial, la xenofobia y la racialización de los valores de propiedad que hierven a fuego lento en los suburbios y a lo largo de las carreteras, corre el riesgo de ser derrotado a manos de quienes mantienen las “costumbres populares” aún íntimamente ligadas a la petrocultura, que entrega los salarios de la blancura como transacción inmobiliaria.

El “petróleo” en este contexto es una forma de vida tanto en el sentido petroquímico energético como un elemento importante en los imaginarios financieros que ayudan a moldear la pertenencia social. Es más probable que encuentre un banco y una gasolinera que una biblioteca en las “calles principales” ahora descentralizadas de la nación; el precio de la gasolina es el precio de admisión a la ciudadanía corporativa según lo impone este panorama, donde muchos viven vidas precarias que dependen de los combustibles fósiles sin recibir una parte de las ganancias. La mera sustitución de una fuente de energía por otra no cambiará las reglas de este juego. Si las acciones para abordar la crisis climática no llegan a transformar estas infraestructuras materiales, culturales y político-económicas, la “sostenibilidad” no significará más que sostener las desigualdades del petrocapitalismo. Entonces, si el Green New Deal descoloniza el Imperio del Carbono, debe comenzar por intercambiar los valles fluviales del New Deal por redes y subredes socio-técnicas que se cruzan. Para hacerlo, debe darle la vuelta al regionalismo.

 

Reconstrucción verde

La función central del petroestado no es evitar una guerra de todos contra todos. Es para incitar esa guerra, como una distracción que mantiene el dominio de la propiedad y mantiene al petróleo fluyendo. En una artimaña relacionada, el rescate federal de una industria bancaria inundada por la crisis financiera de 2007-2008 en hipotecas “subacuáticas” puede parecer una prueba para una versión del GND que equivale a una forma de “keynesianismo verde”, una asociación entre el capital y el estado regulador.

Después de la Guerra Civil, los conservadores demócratas sureños que se oponían a la Reconstrucción eran conocidos como Redentores. Sus sucesores en la década de 1930 chantajearon a los progresistas New Dealers para que preservaran a Jim Crow. Esta historia volvió a atormentar nuestro presente en el rescate después de 2008. Las élites financieras renovaron su vínculo con una clase media predominantemente blanca a través de la redención material y simbólica, en lugar de la reconstrucción, de la propiedad de la vivienda y el sistema de petróleo y gas al que pertenece. El rescate traicionó a los propietarios cuyos futuros fueron ejecutados por bancos hipotecarios y de inversión. Mientras tanto, la racialización de los mercados de la vivienda se basó en dos premisas contradictorias: 1) La visión de la propiedad de la vivienda como implícitamente blanca y suburbana; y 2) la suposición estadounidense de que la propiedad es daltónica.

El regionalismo que gobernó el valle del río Tennessee reconfiguró el poder estatal en torno a la energía hidroeléctrica; al hacerlo, ayudó a naturalizar las “costumbres populares” segregacionistas, preservando los sistemas sociales racistas para contrarrestar la agitación causada por las presas y embalses de la TVA. El Impero del Carbón con el que finalmente se fusionó la TVA ha incorporado estas segregaciones en nuevas redes de oleoductos, refinerías, centrales eléctricas, carreteras y subdivisiones. Para romper la cadena, los Green New Dealers deben abandonar el viejo regionalismo y aprender a pensar a favor y en contra de estas redes.

Área de picnic de la presa Watters Bar, Tennessee Valley Authority, 2013. [Micah Cash]

Esto significa repensar la descarbonización como la democracia de abolición en el sentido de Du Bois, no por región, sino a lo largo de las infraestructuras (incluidas carreteras, redes de energía y fuentes de energía) que actualmente determinan quién vivirá y quién morirá en las líneas de color del cambio climático. La democratización  —llamémosle, con Du Bois, socialización— de las infraestructuras energéticas es un paso necesario para reparar el daño secular causado por los salarios de la blancura, que incluyen una exposición desigual a las amenazas ecológicas y ambientales, así como a la precariedad económica, supresión de votantes, violencia policial y otras manifestaciones de injusticia racializada. Sin embargo, hacerlo requerirá romper la alianza de propietarios predominantemente blancos de suburbios y exurbanos con el capital fósil y el petroestado. La socialización, es decir, la democratización sin mercados, es también el camino más seguro hacia la descarbonización. La abolición del petróleo fuerza a esta dialéctica a salir a la luz, reconectando la raza con la clase a lo largo de líneas de infraestructura.

En última instancia, el Imperio del Carbono incluye todos los oleoductos y carreteras del mundo, por lo que cualquier despertar de la democracia basado en la abolición del petróleo debe ser planetario desde el principio. No hay garantía de que las guerras del petróleo de hoy no sean reemplazadas por las guerras solares o las guerras del viento del mañana. Sin embargo, para estar verdaderamente a la altura de su nombre, un Green New Deal para nuestros tiempos debe reemplazar el mito de que nada cambiará con la verdad de que todo debe cambiar. En los silenciosos suburbios del Imperio del Carbono, que comience la Reconstrucción Verde del planeta.


Nota de los editores

Este artículo se basa en la conferencia inaugural de Places Journal sobre investigación pública sobre arquitectura, paisaje y urbanismo, parte de la serie de conferencias de la Escuela de Arquitectura y Diseño Fay Jones, dictada en la Universidad de Arkansas el 15 de noviembre de 2019. Estamos agradecidos con la escuela, y especialmente al decano Peter MacKeith, por su generoso apoyo tanto para la conferencia como con el artículo.

Nota del autor

Estoy agradecido con Frances Richard por su inspirada guía editorial, así como con Nancy Levinson y todo el equipo de Places por sus pensamientos y sugerencias sobre los borradores anteriores de este ensayo. El ensayo se basa en una conferencia impartida en la Escuela de Arquitectura y Diseño Fay Jones de la Universidad de Arkansas en noviembre de 2019. Agradezco al decano Peter MacKeith la amable invitación y a los miembros del consejo editorial de Places por su animada respuesta. Cualquier error de hecho o interpretación, sin embargo, es mío.

Reinhold Martin enseña en la Graduate School of Architecture, Planning and Preservation en la Universidad de Columbia.


Notas

  1. Por ejemplo: “A Green Stimulus to Rebuild Our Economy,” An Open Letter and Call to Action for Members of Congress, Medium (March 22, 2020). Las medidas de apoyo hasta la fecha incluyen la Coronavirus Preparedness and Response Supplemental Appropriations Act (firmada en marzo 6, 2020), la Families First Coronavirus Response Act (marzo 18, 2020), y la Coronavirus Aid, Relief, and Economic Security (CARES) Act (marzo 22, 2020). Una cuarta, la Health and Economic Recovery Omnibus Emergency Solutions (HEROES) Act, fue aprobada por la Casa de Representantes el 15 de mayo de 2020, pero no ha avanzado más hasta la publicación de este texto.
  2. Ver por ejemploNaomi Klein, On Fire: The Burning Case for a Green New Deal(New York: Simon & Schuster, 2019); y Kate Aronoff, Alyssa Battistoni, Daniel Aldana Cohen, y Thea Riofrancos, A Planet to Win: Why We Need a Green New Deal (New York: Verso, 2019).
  3. Presentado por la representatne Alexandria Ocasio-Cortez (D-NY-14), 116th Congress, febrero 7, 2019, 5. versión del senado: S. Res. 59, “Recognizing the duty of the Federal Government to create a Green New Deal,” presentado por senador Edward J. Markey (D-MA), 116th Congress (febrero 7, 2019), 5.
  4. Citado en Ira Katznelson, Fear Itself: The New Deal and the Origins of Our Time(New York: Liveright Publishing Corp., 2013), 242. Katznelson se basa en Marc Linder, “Farm Workers and the Fair Labor Standards: Racial Discrimination in the New Deal,” Texas Law Review 65 (1987): 1354-1361.
  5. HR 109, “Recognizing the duty of the Federal Government to create a Green New Deal,” 12
  6. Ver Angela Y. Davis, Abolition Democracy: Beyond Empire, Prisons, and Torture – Interviews with Angela Davis (New York: Seven Stories Press, 2005), 95-99; Ruth Wilson Gilmore, Golden Gulag: Prisons, Surplus, Crisis, and Opposition in Globalizing California (Berkeley: University of California Press, 2007); y George Lipsitz, “Abolition Democracy and Global Justice,” Comparative American Studies 2, no. 3 (2004): 271-186. https://doi.org/10.1177/1477570004047906
  7. Sobre resiliencia ver Billy Fleming, “Design and the Green New Deal,” Places Journal, (April 2019), https://doi.org/10.22269/190416; and Reinhold Martin, “Sacred Ground: The Big Easy in the Big Apple,” The Avery Review 40 (May 2019).
  8. Wolfgang Schivelbusch, Three New Deals: Reflections on Roosevelt’s America, Mussolini’s Italy, and Hitler’s Germany, 1933-1939 (New York: Picador, 2006).
  9. Ver, por ejemplo, Andreas Malm, Fossil Capital: The Rise of Steam Power and the Roots of Global Warming (New York: Verso, 2016).
  10. “The National Industrial Recovery Act,” 73rd Congress (June 16, 1933), 200.
  11. Donald R. Brand, “Corporatism, the NRA, and the Oil Industry,” Political Science Quarterly 98, no. 1 (Spring 1983), 107, https://doi.org/10.2307/2150207.
  12. Katznelson, Fear Itself, 229-230, 245-246.
  13. Brand, “Corporatism, the NRA, and the Oil Industry,” 99-118.
  14. Timothy Mitchell, Carbon Democracy: Political Power in the Age of Oil (New York: Verso, 2011).
  15. Kate Aronoff, “A Moderate Proposal: Nationalize the Fossil Fuel Industry,” New Republic (March 17, 2020); Damian Carrington, Jillian Ambrose, and Matthew Taylor, “Will the Coronavirus Kill the Oil Industry and Help Save the Climate?”The Guardian (April 1, 2020).
  16. Carl W. Condit, American Building Art: The Twentieth Century (New York: Oxford University Press, 1961), 383-385.
  17. “TVA Details,” Pencil Points 20 (November 1939): 736. La sala de recepción de la presa Wheeler y los baños segregados también se ilustraron, en el mismo número, en Kenneth Reid, “Design in TVA Structures” (710-711), y Talbot F. Hamlin, “Architecture” of the TVA” (723);  “clean, efficient-looking details” de bebederos sólo para blancos están ilustrados en Reid (704). Technical information on the TVA program is available in Condit, American Building Art, 252-273. On Wheeler Dam, see also Tennessee Valley Authority, The Wheeler Project: A Comprehensive Report on the Planning, Design, Construction, and Initial Operations of the Wheeler Project (Washington, DC: United States Government Printing Office, 1940).
  18. Katznelson, Fear Itself, 241-242.
  19. W. E. B. Du Bois, Black Reconstruction in America (New York: Oxford University Press, 2007), 43.
  20. Ibid., 573.
  21. David R. Roediger, The Wages of Whiteness: Race and the Making of the American Working Class (New York: Verso, 1991).
  22. Manning Marable, W. E. B. Du Bois: Black Radical Democrat (Boulder, CO: Paradigm, 1986), 154.
  23. W. E. B. Du Bois, “For the Reelection of Franklin Delano Roosevelt” (October 14, 1944), en Du Bois, Against Racism: Unpublished Essays, Papers, Addresses, 1887-1961, ed. Herbert Aptheker (Amherst: University of Massachusetts Press, 1985), 253.
  24. ibid.
  25. ibid.
  26. Walter L. Creese, TVA’s Public Planning: The Vision, The Reality (Knoxville: University of Tennessee Press, 1990), 56-63.
  27. “An Act to improve the navigability and to provide for the flood control of the Tennessee River…,” 73rd Congress (May 18, 1933).
  28. Odum describió el Valle de Tennessee como limitado aproximadamente por un círculo “que irradia a cuatrocientas millas de Muscle Shoals”, y argumentó que el área contenía en el microcosmos “todos los factores elementales del nuevo regionalismo estadounidense y un epítome justo del alcance y la complejidad de la regiones del sur.” Howard W. Odum, Southern Regions of the United States (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1936), 163.
  29. Lewis Mumford, The Culture of Cities (New York: Harcourt, Brace and Co., 1938), 361. Mumford y Odum intercambiaron cartas.
  30. Sobre el Reino del Algodón Americano como sitio de capital global, ver Sven Beckert, Empire of Cotton: A Global History (New York: Vintage, 2014), 199-241.
  31. Odum, Southern Regions of the United States, 483.
  32. Howard W. Odum and Harry E. Moore, American Regionalism: A Cultural-Historical Approach to National Integration (New York: Henry Holt and Company, 1938), 103.
  33. Michael J. McDonald and John Muldowny, TVA and the Dispossessed: The Resettlement of Population in the Norris Dam Area (Knoxville: The University of Tennessee Press, 1982). Norris sobre el “suburb in the wilderness,” 217-235. Para una primera visión crítica, ver Philip Selznick, TVA and the Grass Roots: A Study of Politics and Organization (Berkeley: University of California Press, 1949).
  34. Creese, TVA’s Public Planning, 247-256; Para detalles sobre Norris, ver Tennessee Valley Authority, The Norris Project: A Comprehensive Report on the Planning, Design, Construction, and Initial operations of the Tennessee Valley Authority’s First Water Control Project (Washington, DC: United States Government Printing Office, 1940), 195-196. Para una revisión de la elecrificación rural bajo la TVA ver David E. Nye, Electrifying America: Social Meanings of a New Technology (Cambridge: MIT Press, 1990), 287-337.
  35. John P. Davis, “The Plight of the Negro in the Tennessee Valley,” The Crisis(October 1935), 294-295. Eso fue continuación de John P. Davis y Charles H. Houston, “TVA: Lily-White Reconstruction,” The Crisis (October 1934): 290-291, 311. Para una revisión ver Nancy L. Grant, TVA and Black Americans: Planning for the Status Quo (Philadelphia: Temple University Press, 1990).
  36. Davis, “The Plight of the Negro in the Tennessee Valley,” 314.
  37. ibid.
  38. Abby Spinak ha mostrado los límites de la gobernanza local y “democrática” en cooperativas como estas, que aparecieron bajo la REA en grandes áreas del país, pero permanecieron más orientadas al crecimiento económico nacional que a los intereses comunitarios. Ver Abby Spinak, “Infrastructure and Agency: Rural Electric Cooperatives and the Fight for Economic Democracy in the United States,” PhD Diss., Massachusetts Institute of Technology, 2014.
  39. Condit, American Building Art, 382.
  40. Creese, TVA’s Public Planning, 221-231.
  41. Jean Gottmann, Megalopolis: The Urbanized Northeastern Seaboard of the United States (Cambridge: MIT Press, 1961).
  42. ibid., 4.
  43. Ver Donald W. Meinig, The Shaping of America: A Geographical Perspective on 500 Years of History, Vol. 4; Global America, 1915-2000 (New Haven: Yale University Press, 2004), 149-153, 277-287. In 2005, el Plan regional dividió a la nación en diez “megaregiones” emergentes. Regional Plan Association, “America 2050,” national infrastructure and planning policy program, 2005.
  44. Ver Matthew D. Lassiter, The Silent Majority: Suburban Politics in the Sunbelt South (Princeton: Princeton University Press, 2006), 223-323.
  45. Por ejemplo, NPR/PBS News Hour/Marist publicó una encuesta el 23 de july, 2019, en la que 63% de quienes contestaron y viven en áreas suburbanas apoyaban el “Green New Deal para atacar el cambio climático invirtiendo dinero del gobierno en trabajos verdes e infraestructura energéticamente eficiente”; en comparación al 67% en ciudades grandes, 69% en ciudades pequeñas, 58% en pueblos, y 55% en áreas rurales.
  46. Keeanga-Yamahtta Taylor, Race for Profit: How Banks and the Real Estate Industry Undermined Black Homeownership (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2019).
  47. Andre Perry, Jonathan Rothwell, y David Harshbarger, The Devaluation of Assets in Black Neighborhoods: The Case of Residential Property, Metropolitan Policy Program at Brookings Institution, 2018, 2. Citado en Taylor, 262.
  48. Según un estudio de la Junta de la Reserva Federal de 2016, “el 51,9 por ciento de las familias estadounidenses poseían acciones, ya sea directamente o como parte de un fondo”. En 2017, el 54 por ciento de los encuestados en un estudio de Gallup indicó lo mismo. Louis Jacobson, “What Percentage of Americans Own Stocks,” Politifact (September 18, 2019).

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