Resultados de búsqueda para la etiqueta [Liam Young ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Wed, 24 Apr 2024 19:04:53 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Trance mextropolitano: conferencias de un festival https://arquine.com/trance-mextropolitano-conferencias-de-un-festival/ Fri, 29 Sep 2023 13:54:09 +0000 https://arquine.com/?p=83335 Empieza otro otoño y termina otra serie de conferencias mextropolitanas en las que la arquitectura como profesión y práctica vio cómo —en ocasiones de manera literal— su devenir interdisciplinario se robaba el espectáculo. Con una enorme pantalla y las bocinas al cien, el afamado proscenio del Palacio de Bellas Artes fue, por primera vez, escenario culminante del festival (aunque ya Arquine, en otra década, había organizado ahí su Congreso de Arquitectura).

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Empieza otro otoño y termina otra serie de conferencias mextropolitanas en las que la arquitectura como profesión y práctica vio cómo —en ocasiones de manera literal— su devenir interdisciplinario se robaba el espectáculo: ya no sólo se trata de exhibir los proyectos de gala o el palmarés (con dos Pritzker incluidos este año), sino de mostrar cómo el quehacer arquitectónico se vuelve un campo en el que pueden germinar el videoarte y el cine digital; la antropología y el ecologismo más empírico aplicado a las ciudades; y dos temas que van de la mano y con seguridad así seguirán siéndolo en próximas ediciones: la emergencia dual de la vivienda y el cambio climático. Con una enorme pantalla y las bocinas al cien, el afamado proscenio del Palacio de Bellas Artes fue, por primera vez, escenario culminante del festival (aunque ya Arquine, en otra década, había organizado ahí su Congreso de Arquitectura). Así, el recinto resultó menos solemne que una elección obvia para recibir a los conferencistas y poner punto (casi) final a la décima edición de MEXTRÓPOLI.

Después de varios años de realizarse a unas calles, en el Teatro Metropolitan, y para celebrar su décimo aniversario, se decidió que en 2023 las conferencias magistrales fueran el plato fuerte para cerrar las más de 60 actividades del programa y culminar cuatro días de inaugurar pabellones, exposiciones en museos, presentar libros y organizar rutas por toda la ciudad (desde Tlatelolco y la Roma Condesa, hasta Iztapalapa o Ciudad Independencia). Como suele suceder en los momentos decisivos, las circunstancias y la suerte pusieron a prueba lo que desde un principio se auguraba como un programa difícil de repetir. Pero esta vez no fue la lluvia ni alguna cancelación de último minuto: desde el sábado 21, el palacio de Bellas Artes comenzó a verse rodeado de vallas antimotines, en preparación para la marcha que, desde hace 9 años, conmemora el 26 de septiembre como fecha de la desaparición en Iguala de 43 estudiantes normalistas de la escuela rural de Ayotzinapa.

Mientras la Alameda Central estaba ocupada por los 10 pabellones del festival, la única entrada que se dejó indemne para el palacio fue la que da a la avenida Hidalgo y hace intersección con la calle (aunque más bien es un pasillo) Ángela Peralta, justo al lado de una de las bocas tipo Guimard que dan a la estación del metro. La prospectiva de ver motivos amarillos y negros en los alrededores del palacio o la presencia de las decenas de jóvenes voluntarios del festival, se vio reemplazada por un escenario igualmente insólito: la explanada de Bellas Artes desierta en su totalidad, convertida sin querer en otro pabellón (o activación del espacio), fuente de un resplandor blanquísimo que la hacía parecer propia de una pintura metafísica, y tan descontextualizada de sí misma y del Centro Histórico como se quería que estuviera el pabellón de la terraza Barragán con respecto a la plaza Manuel Tolsá (aunque ese es otro cuento).

Con el lunes a cuestas, y un sol más veraniego que otoñal, la jornada inició con un representante nacional: el estudio tapatío Macías Peredo, personificado por sus fundadores, Salvador Macías y Magui Peredo, así como Diego Quirarte, uno de sus miembros más recientes. En su turno al frente y con una ponencia titulada “Pensar la práctica”, presentaron proyectos que han dirigido en varios lugares de la república —desde su natal Jalisco, hasta San Luis Potosí o la Riviera Maya— con un afán tanto cosmopolita como afín al terruño (el estudio se especializa en usar materiales propios de los lugares donde trabaja). Además de mostrar cómo retoma el legado de su paisano Luis Barragán y las ideas sobre la diagonal de Mathias Goeritz (mismas que se han podido apreciar en sus intervenciones en LIGA y el Museo Experimental Eco), el estudio se abocó a mostrar que la articulación más importante de su trabajo es el juego y su lógica: “La arquitectura debe celebrar la vida y construir espacios que la promuevan. Las vivencias más significativas suceden en espacios de encuentro”, decía para cerrar Magui Peredo.

Casi de inmediato comenzó la presentación del estudio catalán Peris+Toral, que en esta ocasión sólo tuvo a Marta Peris como conferenciante (su compañero José Toral no habló, pero estuvo presente en el resto de las intervenciones como parte del público). Finalistas del premio Mies van der Rohe 2022 por su proyecto en Cornellà de Llobregat, Barcelona, el trabajo de este despacho se caracteriza por lo que ellos llaman sostenibilidad integral, un acercamiento que procura la viabilidad económica, social y ambiental de los proyectos. Peris, ataviada para la ocasión con su ya conocido sombrero negro, mostró su pasión en lo concerniente al diseño de casas y enfocó su exposición a la manera en que sus conjuntos habitacionales procuran desjerarquizar el espacio doméstico: cocinas colocadas en el centro (para visibilizar los roles de género) y programas sin pasillos, casas porosas que parecen más grandes de lo que realmente son. “No se puede separar la forma de habitar con las formas de construir. De ahí la importancia de la elección de materiales de vivienda para permitir la flexibilidad en las actividades de sus habitantes”, continuó la arquitecta, mientras pasaban por la pantalla imágenes donde la madera es un material esencial para concretar las tres variables de la sostenibilidad integral: reducir, compartir y esponjar.

Poco antes del mediodía, subió al escenario La Cabina de la Curiosidad, despacho ecuatoriano encabezado por Marie Combette y Daniel Moreno. Interdisciplinario y muy cercano a artes como el diseño editorial, el dibujo y el activismo, esta oficina compartió sus 8 manifiestos: comunidad, exploraciones, inmersiones, territorio, reciclajes, sistemas, actos poéticos, y artilugios, palabras clave que se interrelacionan en el trabajo de un colectivo inquieto (en el gran sentido de la palabra) y que lo mismo ha hecho readaptación de espacios en centros culturales y comunitarios, que trabajos de investigación documental. La más reciente de sus publicaciones, entre las varias que trajeron desde Quito y tuvieron gran demanda entre los compradores de libros, fue Los Caminos del Agua (Arquine, 2023), libro-río dibujado a mano que comparte nombre con la exposición que está ahora en el Colegio de San Ildefonso. Centrados en las ramificaciones de las cuencas hidrográficas del Amazonas, y el vínculo de las ciudades con el agua en Ecuador, Argentina y México, siempre con la línea como unidad mínima, tanto para los ríos, como el trabajo arquitectónico y artístico.

Con algunos minutos de retraso (un asunto no menor en un espacio tan reglamentado como Bellas Artes), Salvador Rueda entró para terminar la primera parte de las conferencias. Si los primeros tres actos se habían atenido a los límites del estrado (colocado, desde el punto de vista de los asistentes, en la parte izquierda del escenario), el ecologista urbano fue el primero en pasearse por el entablado de Bellas Artes. Aunque su presentación recurrió a ecuaciones, tablas estadísticas, infografías técnicas y mapas históricos (para ilustrar la Intervía de Cerdà o las ideas sobre zonificación de Le Corbusier en Barcelona y Bogotá), Rueda demostró que podía cargar por sí solo con el escenario y hablar convencido y convincente sobre la planificación urbana con fractales y su modelo: las supermanzanas. Estas ideas, presentes en obras que ha coeditado y coescrito como Carta para la planificación ecosistémica de las ciudades y metrópolis (Icaria, 2021), se expusieron de una manera didáctica pero también con la intención de incidir en el presente mediante políticas públicas. Para Rueda es claro: el modelo de las supermanzanas se puede implementar en cualquier ciudad y es la única manera de enfrentar los desafíos que plantea el cambio climático, la escasez de vivienda y la movilidad secuestrada por el automóvil (esa máquina desbocada). La redensificación de las ciudades y la reconquista de las calles, en ciudades entendidas como organismos complejos con su propio metabolismo, ofrecerían una oportunidad histórica: “Con esta propuesta, la gente pasará de ser conductora de vehículos a ser ciudadana y recuperar sus derechos de movilidad”. De esta manera, entre esperanzadora y urgente, terminó la conferencia, con las luces de la sala ya prendidas como reclamo implícito de un palacio riguroso en sus reglamentos. Quienquiera que desee una aproximación a las ideas de Rueda, puede leer la entrevista que tuvo con Miquel Adrià y que aparece en el número 105 de Arquine, dedicado a las mediaciones.

Después de una hora de intermedio, y aunque siempre tuvo una mayoría de butacas ocupadas, el palacio se llenó ahora sí para el turno vespertino. La colombiana Ana María Gutiérrez, de Organizmo, abrió la segunda parte de las conferencias con una participación centrada en videos y fotografías documentales sobre su trabajo con comunidades rurales. Más que enseñarles a los pueblos originarios, Gutiérrez compartió algunos de los conocimientos y haceres que la arquitectura occidental podría tomar como ejemplo: “Nos dirigimos a los orígenes, donde los ecosistemas y las comunidades son nuestras aulas de conocimiento vivo y autónomo. […] Sólo por medio de relaciones táctiles nos damos cuenta de que todos los procesos están interconectados con el hábitat. […] Cada comunidad es un libro abierto qué hay que proteger y comunicar […] y en el ámbito de la construcción de los pueblos originarios, construir es tejer, el diseño más importante no aparece en los planos, y su arraigo es con el territorio, no con la propiedad.” Pronunciada casi como un poema en prosa, su alocución fue breve, lo que dio tiempo a que llegaran más asistentes en una sala que empezaba a atiborrarse. (De nuevo, una entrevista más pormenorizada puede encontrarse en A105)

En el turno de Lacol, como en el caso de sus colegas de Peris+Toral, sólo tomó la palabra Cristina Gamboa, única representante de esta cooperativa catalana (aunque Pol Massoni también la acompañó en su visita a la Ciudad de México). Gamboa habló de los orígenes de esta cooperativa de arquitectos cuyo origen se remonta a la crisis económica que azotó España entre 2010 y 2012, un momento de revulsión política y social que puso en claro que la colectividad era la única respuesta ante la incertidumbre. Además, esto los llevó —continuaba Gamboa— a repensar el papel del arquitecto en el siglo XXI. Entre los varios dispositivos de infraestructura comunitaria que han ido implementando en los barrios de Cataluña, se destaca la cooperativa de vivienda La Borda, ganadora del premio Mies van der Rohe 2022, “un ejemplo de propiedad colectiva sin ánimo de lucro, asequible, sostenible y replicable”. Como ejemplo de lo que puede lograr un proyecto como este, Gamboa resaltó que durante la pandemia de covid-19 entre 2020 y 2021, los habitantes de lA Borda pudieron eexperiencia experimentar el apoyo mutuo, el cuidado y los encuentros que da un espacio comunitario.

Al poco tiempo Sol Camacho, de Raddar, compartió su ponencia sobre adaptación, edificios patrimoniales y la arquitectura existente, construida en diferentes etapas. Con São Paulo como ciudad principal de sus investigaciones —donde se estima que hay medio millón de edificios abandonados—, la arquitecta mexicana compartió la experiencia de su estudio en la readaptación, conservación y reintegración de edificios diversos como estadios, edificios patrimoniales o industriales. Consciente de que diseño e investigación van de la mano, Raddar trabaja más que en la construcción desde cero en el reacondicionamiento, una práctica que requiere de mucho apoyo de las instituciones, y demuestra que obtener consensos también es parte de la arquitectura.

Ya avanzado el día, al filo de las 5:00 de la tarde, comenzaría la sección en inglés de MEXTRÓPOLI. La sala del Palacio, prácticamente con lleno total, dio una gran ovación de bienvenida a Kazuyo Sejima, de SANAA. La ganadora del Pritzker 2010 dio una charla bastante pragmática, básicamente un recorrido por sus greatest hits: como el teatro y centro cultural de Kunstlinie en Alemere, Países Bajos; el Pabellón de Vidrio del museo de arte de Toledo, en Ohio, Estados Unidos; o el Museo de Arte Contemporáneo de Ishikawa, Japón. Especial atención mereció una de las obras más recientes de su estudio (que comparte con Ryue Nishizawa), el Sidney Modern Project, en Australia: en parte museo, puente terrestre y depósito de combustible, es un multiprograma que tiene salida a la ciudad y el mar. Sin desviarse mucho del guion de una presentación habitual de arquitecta laureada, su exposición giró en torno a la relación entre interior y exterior, o la creación de espacios como “paisajes de actividades”: edificios sin corredores, espacios abiertos sin techo y bien ventilados, el vidrio de altísima calidad como un material que opera como firma de autor(es) y manera de fundir interior con exterior por medio de sus reflejos y transparencias. Y, como trasfondo, “la idea del entorno como un lienzo que es capaz de mediar entre la abstracción y lo concreto, y permite la contigüidad entre programas en un mismo proyecto”. Lacónica pero eficiente, la arquitecta japonesa agradeció a una concurrencia llena de fans hispanoparlantes.

Como para contrastar el carácter comedido de las ponencias anteriores, Liam Young inició su participación dejando en claro que no venía a pronunciar un discurso sobre proyectos y edificios, sino a contar historias. En un ambiente más propio de una proyección en IMAX de Oppenheimer (Christopher Nolan, 2023) que del Ballet Folklórico de México (de Amalia Rodríguez), este arquitecto australiano —que se vanagloria de no diseñar edificios sino historias— narró en alta definición y de propia voz algunas de sus ficciones especulativas. Por ejemplo, Planet City, falso documental que presenta una ciudad de 10 billones de habitantes que concentra todas las redes planetarias de suministro y logra enfrentar el cambio climático mediante la tecnología, el cambio social y un nuevo vínculo espiritual (chamánico y totémico) con la naturaleza. En otra de sus piezas, Young presenta una realidad menos alentadora —más cercana a nuestro mundo distópico— en donde la gente baila y navega con camuflaje para navegar por los láseres de vigilancia que permiten que la ciudad lo vea todo en colores chirriantes y bajo una estética que se apropia del glitch y el ruido visual de los drones y las cámaras infrarrojas. En otra de sus piezas, llamada Una carta de amor de la ciudad a sus habitantes, Young presenta el primer cortometraje hecho con ayuda de un chatbot, entrenado para hablar como si fuera una smart city que le habla a su gente con una empatía incluso mayor que la de muchos gobiernos. Algunas de estas ficciones que, más que el futuro, ayudan a repensar el presente. Cabe destacar que algunas de estas piezas se podrán ver hasta octubre de 2023 en la exposición Construir Mundos, instalada en Ex Teresa Arte de Actual. 

 

Aprovechando que el audio y el video estaban al máximo, Jayden Ali, (de JA Projects y curador del pabellón británico en la Bienal de Arquitectura de Venecia de este año), mostró sus piezas de videoarte con todo el poderío que permitía el equipo de producción de Bellas Artes. Cuando los samples de hip hop empezaron a sonar, con los bajos en todo su esplendor, fue inevitable percibir la sorpresa, e incluso incomodidad, de algunos de los asistentes (¿habrá sido la primera vez que una base rítmica como esta tronara en las bocinas del máximo recinto cultural del país?). Y, en pantalla, un collage que intercalaba íconos de arte afrodescendiente con episodios de violencia racial como el asesinato de George Floyd por parte de un policía blanco a plena luz del día en las calles de Minneapolis, Estados Unidos. Así se introdujo al público a “Dancing Before the Moon, nombre que el pabellón británico tomó prestado del escritor estadounidense James Baldwin: “hay una razón, después de todo, por la que una clase de gente que quiere colonizar la Luna, mientras otros bailan ante ella como si fuera una vieja amiga”. Compuesta por esculturas, videoarte, manifiestos y otras piezas que están conectadas a la infraestructura del edificio que aloja el pabellón, “Dancing Before the Moon” es una reflexión sobre la experiencia negra y racializada, tanto en el Reino Unido como en el mundo. Quizá desconcertante en el contexto de un festival de arquitectura, y más cercana al arte contemporáneo, la participación de Jayden Ali terminó como una apuesta por la ocupación consciente y empoderante de los vacíos dejados por la historia y el poder.

 

“Estamos como en un sándwich entre Pritzkers”. Así empezó su turno Sasa Radulovic, quien subió al escenario junto a Johanna Burme, la otra mitad del estudio canadiense 5468796 (546 o barcode para los amigos que no quieren quedarse sin aliento). Viejos conocidos de Arquine, en su debut en MEXTRÓPOLI llegaron con su primer libro bajo el brazo y una exposición sobre su trabajo en proyectos de vivienda colectiva y una tensión de antiguos colegas (¿o de matrimonio veterano?) que dio algunos momentos de humor involuntario. No obstante, el dúo pudo transmitir su idea de la arquitectura como una profesión que no se reduce tan sólo al diseño y construcción de edificios, sino que es ahora una práctica que debe tomar en cuenta factores que no siempre están en manos de los arquitectos: reglamentos, gobernanza, activismo y liderazgo social. Como adelanto de su libro, Housing for the 99% (Arquine, 2023), 546 dio visos de un “kit de herramientas” para estudiantes de arquitectura o para quienes trabajan para lograr proyectos adaptables y resilientes, con la experiencia de haber desarrollado intervenciones en espacios abandonados y hasta la transformación de estacionamientos “sustentables”. “La arquitectura del futuro se caracterizará por la combinatoria de programas en proyectos que pueden funcionar como espacios de trabajo, residenciales o de infraestructura”; dijo alguno de los dos que, más que interrumpiéndose entre sí, complementaban las palabras del otro.

Por último, llegó uno de los momentos más esperados de la noche, postergado incluso por años debido a la pandemia causada por el coronavirus. Cuando Wang Shu, de Amateur Architecture (estudio qué comparte con Lu Wenyu, ausente para esta ocasión), llegó al escenario, recibió la segunda ovación ruidosa de la noche. Siguiendo el protocolo, Shu presentó su ponencia “Practice between City and Country” (“La práctica entre la ciudad y el campo”) que, si bien se centró en algunos de sus proyectos, era sobre todo una historia: la del vínculo entre campo y ciudad en China. En la primera diapositiva de su presentación Wang Shu presentó algo que resultó inusual en una jornada llena de fotos celebratorias y promocionales o de piezas de alto octanaje digital: la reproducción de una parte de los rollos de Morada en las montañas Fuyung, del pintor Huang Gongwang (1269-1354). La imagen, un paisaje montañoso de la región de Hangzhou (antes transcrita al español como Cantón), con su técnica tan peculiar de pintura al aguada (o tinta china), resaltaba la milenaria historia de esta civilización, y la el trabajo por preservarla que ha sido la marca de Amateur Architecture. Este aspecto, que fue uno de los que se reconocieron cuando el estudio recibió el premio Pritzker, ha sido más que una decisión estética: con ella bajo principio Shu y Wenyu han hecho a los resabios de la Revolución Cultural maoísta y la inclemencia (y florecimiento) de los proyectos de infraestructura a gran escala en tiempos de Xi Jinping, que ha transformado esos viejos paisajes de leyenda en horizontes con edificios modernos pero alejados de su raíz. Esta mediación entre la arquitectura local y el crecimiento urbano de China, como mostró Shu, se centró sobre todo en la tipología del courtyard (casa de campo), cuya diversidad fue el punto de inspiración para proyectos como el recinto de los Archivos Nacionales de Hangzhou; la librería de Wenzheng College en la Universidad de Suzhou, el Museo Histórico de Nigbo; o la Villa Wencun, justo en las faldas de esas colinas semifantasmales, ahora anodinas, pintadas hace casi mil años. “El secreto de la vida, sea en la ciudad o en la vida, está en la diversidad”, dijo Wang Shu para cerrar su participación.

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Liam Young: construir mundos https://arquine.com/liam-young-construir-mundos/ Mon, 31 Jul 2023 15:33:41 +0000 https://arquine.com/?p=81216 Liam Young construye mundos virtuales y cuenta historias sobre las condiciones urbanas globales del futuro y sus implicaciones arquitectónicas. Arquitecto especulativo, escritor y artista digital, utiliza la narrativa cinematográfica para explorar el impacto del cambio climático, el crecimiento de la población, la desigualdad extrema y el colapso económico, desde donde expone proyecciones futuras.

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Liam Young construye mundos virtuales y cuenta historias sobre las condiciones urbanas globales del futuro y sus implicaciones arquitectónicas. Este arquitecto especulativo, escritor y artista digital (Brisbane, Australia, 1979) utiliza la narrativa cinematográfica y la tecnología para explorar el impacto del cambio climático, el crecimiento de la población, la desigualdad extrema y el colapso económico, desde donde crea proyecciones futuras. Las implicaciones de las nuevas tecnologías son el punto de partida para proyectar mundos imaginarios y visiones alternativas de los futuros de la humanidad, las ciudades y el planeta, que acaba prototipando. 

Liam Young imparte clases en la escuela de arquitectura SCI-ARC, dirige un think tank (Tomorrow’s Thoughts Today) y el estudio de investigación Unknown Fields, y como arquitecto especulativo que es, no quiere perder tiempo diseñando edificios para construir. Sus mundos imaginarios nos abren miradas a futuros distópicos para conocerlos y estar preparados, así como qué tecnologías queremos usar y cuáles deberíamos dejar a un lado. Young propone arquitecturas que son extensiones de las actuales. Son extrapolaciones. Para Young, máquinas y personas son una misma cosa, un mismo sistema híbrido. Las máquinas son extensiones de los cuerpos y la tecnología sólo puede ser neutral en un nuevo medio donde todo esté conectado. Sus propuestas visuales son enigmáticas, atmosféricas, sensoriales. La niebla, la lluvia y la ingravidez son cómplices de su narrativa, tan cercana a esa visión apocalíptica que empezamos a vislumbrar en Blade Runner.

La exposición Construir mundos en Ex Teresa Arte Actual muestra seis historias, seis ficciones cinematográficas, donde se atisban posibles implicaciones urbanas y planetarias en la intersección entre tecnología, cultura y ciencia ficción. En Robot Skies, nos muestra la periferia anodina de Londres la ciudad más videovigilada del mundo actualmente donde dos adolescentes están en arresto domiciliario en sus respectivos departamentos, vigilados por drones, quienes encuentran cómo hackearlos para usarlos de mensajeros, en su romántica relación ciberepistolar. Young imagina un futuro próximo en el que los drones conformarán una infraestructura urbana inteligente que, como el metro décadas atrás, pasa a ser grafiteado y hackeado. Se trata de la primera película rodada en su totalidad con drones autónomos programados para imitar los comportamientos y reglas del cine.

En New City, Young construye ciudades a base de collage, de retazos de otras que ya existen en China, para crear nuevos mundos imaginarios. Where the City Can´t See es la primera película de ficción grabada íntegramente con escáneres láser y pone a prueba la seguridad cibernética y parte de que los sistemas de control urbano son imperfectos. Se trata de una tecnología que ya utilizan algunos coches para identificar obstáculos y permite una medición precisa de las distancias y que servirá para facilitar la conducción de coches sin chofer. Pero siempre existen lagunas, sombras, lugares donde ocultarse de los sistemas de control. En esta pieza, Liam Young propone espacios de encuentro camuflados desde la propia ropa que genera reflejos: sudaderas, gorras y capas a modo de camuflaje que hacen indetectable la presencia de sus portadores y así los jóvenes se pueden concentrar en lugares abandonados para bailar y hacer lo que les dé la gana. Desde esta visión distópica de un futuro cada vez más próximo, la moda podría no decidirse en los desfiles de París o Milán de acuerdo a las temporadas y estaciones del año, sino desde tecnologías y materiales con nuevas propiedades; por ejemplo, tejidos que generen reflejos y brechas a la videovigilancia.

The Great Endeavour es una máquina que secuestra el carbono que se ha expandido por el planeta, para procesarlo, compactarlo y enterrarlo. El proceso inverso de lo realizado desde la Revolución Industrial. Esta pieza, que también está en el Arsenale de la Bienal de Arquitectura de Venecia de este año, parte de que, ante la incapacidad para reaccionar a tiempo al cambio climático, el problema de la contaminación de hidrocarburos llega a ser insostenible y unas construcciones gigantes por todo el planeta, en tierra y en los océanos, se dedican a secuestrar, absorber, recoger, concentrar y, finalmente, enterrarla de nuevo en las profundidades de donde nunca debió haber salido. Para Young, un proyecto de esta índole podría ser el reto y la obra más grande de la humanidad. Planet City se trata de otra interesante especulación, donde toda la población terrestre se concentraría en una sola metrópolis hiperdensa. Una ciudad para 10,000 millones de personas que ocuparía sólo el 0.02% de la Tierra, liberando el resto para la regeneración del planeta y, de esta forma, mitigar el cambio climático. “Planet City“, apunta Young, “está construida por completo a partir de tecnologías sostenibles que ya están aquí, pero que simplemente carecen de la inversión o la voluntad política para implementarse a gran escala. En buena medida, todos los sistemas necesarios para mitigar los efectos del cambio climático o incluso revertirlo ya existen.” The Emissary es el testamento de la humanidad. Se trata de una pieza audiovisual que explora los satélites y sondas espaciales como extensiones de los seres humanos, para llevar un mensaje de la humanidad al exterior. En 1977 se envió un mensaje en las naves Voyager para comunicarse y contactar con vida inteligente fuera del planeta Tierra. Décadas después el Emisario cargaría la información necesaria para compartir con otros entes lo que llegó a ser la humanidad. 

Detrás de un aparente fatalismo apocalíptico, y una narrativa sostenida y poética, Young no sólo delata problemáticas exacerbando sus resultados en un futuro próximo, sino que casi siempre deja una brecha de esperanza: una historia de amor dentro de un contexto adverso, un encuentro sideral o un rave encubierto en la periferia de Detroit son anhelos de futuro ante distopías a escala planetaria. Young utiliza las ciudades contemporáneas, exponenciando la hiperdensidad y los potenciales tecnológicos actuales, para crear obras que cuestionan y exploran los posibles escenarios futuros y analizan cómo las tecnologías pueden afectar  nuestra forma de vivir. Sus mundos imaginarios se han convertido no sólo en imágenes icónicas y visionarias, sino en urgentes llamadas de atención. La exposición Construir mundos de Liam Young está en el Ex Teresa Arte Actual hasta el 15 de octubre y será parte del programa de actividades del Festival MEXTRÓPOLI.

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Arquitectura de acceso remoto https://arquine.com/arquitectura-de-acceso-remoto/ Tue, 28 Jul 2020 14:35:52 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/arquitectura-de-acceso-remoto/ Para que la arquitectura pueda ser considerada tal, ¿tendrá que construirse necesariamente para personas?

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Para que la arquitectura pueda ser considerada tal, ¿tendrá que construirse necesariamente para personas? El arquitecto australiano Liam Young escribe en su ensayo, Los edificios donde guardamos el mundo: “Cada época tiene su propia tipología arquitectónica icónica. El encargo soñado alguna vez fue una iglesia, el modernismo tuvo sus fábricas, además de la vivienda. Durante la última década celebramos al decadente museo y a la galería. Ahora tenemos el centro de datos. […] Pero estos edificios son más que infraestructuras computacionales, se están convirtiendo en las construcciones culturales de nuestra época. En una época en la que nuestra historia colectiva es digital, estas formas neutras son las bibliotecas de nuestra generación, nuestras catedrales, nuestro legado cultural”*. Sin embargo, el diseño de dichas catedrales, de los centros de procesamiento de datos y centros de distribución, no apela a la habitabilidad de las personas. Estas zonas de exclusión humana, anota el mismo autor, “no tienen nada que ver con nuestros cuerpos, […] nos resultan externas, totalmente indiferentes, sin que seamos ya parte de la ecuación en ninguna manera”. 

Sin duda los centros de datos y el resto de los componentes del sistema informático son indispensables para llevar a cabo los ciclos de producción característicos de la actualidad. Sobre todo, si analizamos estas cuestiones a través de la perspectiva de la reciente cuarentena. Conforme ha progresado la implementación de medidas cautelares ocasionadas por la situación de Covid-19, ha disminuido nuestra ocupación del espacio urbano en medida inversamente proporcional a nuestra creciente ocupación del espacio virtual; un espacio virtual del cual son anfitriones los servicios de datos de acceso remoto (la nube) las plataformas digitales de contacto en tiempo real (Zoom, etc.) y las redes sociales. Por lo tanto, la totalidad — inimaginablemente enorme — de información codificada en forma de bits y las muchas órdenes de magnitud superiores (bytes, Kb, Mb, Gb, Tb, etc.) termina en alguno de los centros de datos de las empresas de servicios digitales (Google, Amazon, Apple, Facebook, etc.) a manera de multimedia, información financiera, bases de datos, espacio de almacenaje, servidores, información encriptada, etc. La mayoría de los centros de datos más importantes están en los estados de la costa este de Estados Unidos, en lugares donde el precio de la energía hidroeléctrica es relativamente barata y donde hay incentivos fiscales para instalarlos; ”Aquí es donde vive Internet”, apunta Liam Young. Durante el breve instante en el cual tardó en descargar y visualizarse la página de internet que contiene este texto, accediste remota y momentáneamente, a través de kilómetros de fibra óptica, a una fracción de la información que está almacenada en algún centro de datos. Los centros de datos son las unidades de procesamiento central de un complejo sistema nervioso, del cual cada uno de nuestros dispositivos con conexión de band ancha, celulares, computadoras, tablets, electrodomésticos, pantallas, vehículos, etc., son terminales nerviosas, receptoras y emisoras.

Efectivamente, como afirma Liam Young, el diseño de los centros de almacenaje y procesamiento de datos apela exclusivamente a las necesidades de las máquinas que están en su interior. Un único ingeniero de Facebook basta para supervisar el correcto funcionamiento de 25,000 servidores al día, es decir, más allá del mantenimiento, la presencia humana en estos espacios representa un estorbo. Por tal motivo, es fácil simpatizar con la afirmación de que estos lugares son zonas de exclusión humana. Sin embargo, la aseveración que hace la cita anterior al decir que los centros de datos “se están convirtiendo en las construcciones culturales de nuestra época” cobra un nuevo sentido tras la experiencia de haber estado en cuarentena, en la cual muchos de nosotros, sobre todos aquellos que estamos implicados en el sector económico dedicado a los servicios, hemos habitado durante tiempos prolongados el espacio virtual. Estar bajo el yugo de la pantalla (consumiendo hora tras hora de contenido digital o trabajando desde casa) tiende a producir una especie de hartazgo y a contradecir las recomendaciones que procuran la salud física y mental. Por lo tanto, cuando Liam Young anota que, en la época que acontece, “nuestra historia colectiva es digital”, habría que hacer un despeje y circunscribir tal cultura a formas de producción y de consumo particulares que, en ciertas situaciones, podría comprometer nuestro bienestar. 

El discurso al que suscribe Liam Young y otros similares, implica aceptar que los centros de datos son una muestra una emergente arquitectura de acceso remoto y que la disciplina arquitectónica está mudándose progresivamente, con los subsecuentes avances tecnológicos, hacia un entorno posthumano. Por otro lado, una perspectiva matizada y crítica del mismo discurso devela que, a diferencia de las catedrales, las bibliotecas, los museos, y demás tipologías arquitectónicas icónicas cuya característica compartida es que la presencia humana en ellas es un fin en sí mismo, los centros de datos son medios técnicos para un fin. Medios técnicos para un fin es una forma elaborada de decir infraestructura, es decir, por muy tecnológicamente sofisticados que sean los centros de datos, su misma naturaleza dicta que no pueden aspirar a ser más que infraestructura computacional. ¿Son arquitectura? Desde luego, en el sentido de que son parte del entorno construido, como lo es un puente, un túnel, o una estación hidroeléctrica. Desde inicios de la modernidad, la disciplina arquitectónica le ha relegado condescendientemente a las ingenierías el diseño y la construcción de redes de infraestructuras. Afortunadamente, están surgiendo nuevos discursos que admiten que cada vez es más urgente incorporar las complejidades de las infraestructuras al entorno cultural y al diseño arquitectónico y urbano. Sin embargo, buscar compensar la histórica falta de atención que la arquitectura ha tenido con las redes de infraestructura y aseverar que los centros de datos son las construcciones culturales de nuestra época, o, con las palabras del autor citado, “edificios de significado extraordinario al centro de lo que significa existir hoy”, implica el sesgo de concederle a la tecnología y a los modos de producción el estatuto de fines en vez de medios. 

Volvamos a la cuestión inicial: ¿para que una construcción sea considerada arquitectura, deberá necesariamente estar hecha para las personas? A pesar de que esta podría parecer una pregunta intrincada, su planteamiento es limitado. El caso es que es imposible construir algo que no esté hecho directa o indirectamente para personas. Si se construye algo que se entiende como extensión de una tradición cultural y que apela directamente al beneficio de un grupo de personas, se le considera como arquitectura. Pero por otro lado, si una construcción tiene como objetivo el mantenimiento de la producción y, como un centro de datos, asiste indirectamente a las personas, la podemos adjetivar como infraestructura. Los discursos que refieren a un entorno posthumano o a algún tipo de arquitectura de acceso remoto resultan atractivos porque consideran a la arquitectura como un sistema cerrado, como algo dado que está por superarse. Sin embargo, la arquitectura y las tipologías que la conforman, la vivienda, la catedral, la biblioteca, el museo, etc., no están aún resueltas. Antes de especular narrativas sobre el despliegue de la arquitectura de acceso remoto, habría que atender las muchas complejidades y problemas técnicos, culturales y conceptuales de la arquitectura de acceso directo. 


Esta y las demás citas en este texto refieren al mismo ensayo de Liam Young, incluido en el libro Donde termina la ciudad (Arquine, 2019) pp.51-56.    

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¿De dónde soy ciudadano? https://arquine.com/de-donde-soy-ciudadano/ Thu, 14 Feb 2019 16:04:05 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/de-donde-soy-ciudadano/ Liam Young es un arquitecto que no cree en los arquitectos. Opera en los espacios entre diseño, ficción y futuros. Trabajando entre cualquier cantidad de ciudades y no lugares, por lo general se localiza en la red sin cuerpo. Shumi Bose tuvo la suerte de alcanzarlo (en Londres) en uno de sus raros momentos terrestres.

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en colaboración con

SIN Aeropuerto de Singapore 3 de agosto 2016 © Liam Young

 

Los futuros especulativos de Liam Young

Liam Young es un arquitecto especulativo que opera en los espacios entre el diseño, la ficción y el futuro. Es un fundador del think tank Tomorrows Thoughts Today, un grupo cuyo trabajo explora las posibilidades de los urbanismos fantásticos, especulativos e imaginarios. También co-dirige Unknown Fields Division con Kate Davies, un estudio nómada que viaja en expediciones anuales a los confines de la tierra para investigar paisajes irreales y olvidados, terrenos extraños y ecologías industriales. Los proyectos de Liam desarrollan especulaciones ficticias como instrumentos críticos para estudiar las consecuencias de los futuros entornos ambientales y tecnológicos.

Liam Young es un arquitecto que no cree en los arquitectos. Opera en los espacios entre diseño, ficción y futuros. Trabajando entre cualquier cantidad de ciudades y no lugares, por lo general se localiza en la red sin cuerpo. Shumi Bose tuvo la suerte de alcanzarlo (en Londres) en uno de sus raros momentos terrestres.

¿Crees que todavía es útil trabajar en futuros especulativos?

La razón por la que mi trabajo se ha alejado tanto de la arquitectura en el sentido tradicional de hacer edificios es que es un medio intrínsecamente lento. Cuando la ciudad está evolucionando tan rápidamente, es difícil responder si está operando en un discurso que tiene una vida útil de proyecto de cinco o diez años. Igualmente, las fuerzas que están dando forma a la ciudad ya no existen dentro del espectro físico; se parecen más a las tecnologías —conexiones de computación en la nube, redes ubicuas—, así que el arquitecto, alguna vez que el agente vital del cambio en las ciudades está siendo desplazado por el tecnólogo, estratega o ingeniero de redes.

Entonces, ¿cómo puede el arquitecto encontrar formas de operar?

Estamos en un punto donde el futuro es cada vez más indefinido. Si observas el patrón de, digamos, la ciencia ficción en la década de 1980, tuvo este tipo de vida de aproximadamente 30 años, donde tenías un presente confiable: la duración del presente era lo suficientemente larga como para poder hacer predicciones y no parecer un idiota. La duración de ahora es mucho, mucho más corta, en la medida en que la mayoría de la ciencia ficción (las novelas recientes de William Gibson, por ejemplo) están escritas completamente en el presente. No existe ese período de certeza en el que se pueda confiar; hay tantas bolas en juego —cambio climático, colapso económico, biotecnologías, computación ubicua— que el panorama físico, cultural y social en cinco o diez años puede ser radicalmente diferente de lo que es ahora.

CBR Aeropuerto de Canberra, 27 de octubre 2016 © Liam Young

La posición del arquitecto como abogado está ganando importancia. ¿Crees que los arquitectos están tratando de recuperar una posición en el activismo político?

Escucha, abogo por una disolución total del término arquitecto. Creo que las habilidades de un arquitecto se desperdician completamente en la construcción de edificios. Pero no lo veo como un debilitamiento de la profesión, lo veo como un fortalecimiento. Significa que la profesión puede encontrar fuerza en otros campos: el arquitecto como estratega, como político, como planificador; El arquitecto como curador o editor o escritor, como activista o narrador. Encontrar maneras de operar en otras disciplinas nos da mucha más agencia.

 

¿Es seguro decir que no extrañas ser un arquitecto tradicional?

No, en absoluto, no. Quiero decir que lo intenté. Aprendí a hacer detalles de madera para casas de playa privadas en la Costa del Sol en Australia; trabajé para Zaha Hadid, diseñando proyectos de ciencia-museo-ópera-arte-China-Dubai. Todo lo cual, en el contexto de hacer y dar forma a las ciudades en este momento, es absolutamente irrelevante. La noción de qué son las ciudades y cómo las definimos como tales es fundamentalmente diferente. Las ciudades están apareciendo en todas las formas diferentes, basadas en los intereses o gustos de las personas, tal vez el club de fans de Justin Bieber sea tanto una ciudad como Londres. Una ciudad solía definirse por las personas que viven en ella: estás en Londres, estoy en Londres, estamos juntos en Londres, eso es Londres, un grupo de personas en Londres. Ahora, mi experiencia de Londres en realidad está mediada por una red de computadoras, mis amigos de Facebook, con quien sea que tenga reuniones de Skype. No tengo idea de quién vive por encima de mí o por debajo de mí. Mi experiencia de mi entorno se basa en el acceso a la red y la velocidad de internet. Mi ventana a la ciudad de Londres es un rectángulo brillante y radiante que me arroja radiación.

¿Pero es eso comparable a la realidad espacial de la ciudad?

Es una nueva realidad espacial. La tecnología no sustituye a la ciudad: es otra capa. Cuento esta historia sobre un viaje de campo que hice a Chernobyl, con Unknown Fields, un estudio de diseño nómada que dirijo con Kate Davies en la Architectural Association. Hace un par de años, una compañía de juegos con sede en Ucrania pasó por Chernobyl, la mapeó con meticuloso detalle y la utilizó para crear el paisaje en un juego llamado Stalker. Un guardia de seguridad nos contó historias de sus noches en la zona de exclusión, donde los fanáticos locales del juego se cuelan en el área a jugar con sus personajes. Los guardias también desempeñaron sus papeles, persiguiendo a estos niños a través de las ruinas. Este lugar es a la vez una condición física y real en la que todos estamos de pie, pero también esta condición ficticia. La ciudad de Chernobyl está en el suelo, a través de la radiación, en los árboles, en el pez gato gigante, pero también se distribuye en todo el planeta, en constelaciones parpadeantes de estos rectángulos luminosos, consumidos y ocupados a través del juego. Ya no se puede hablar de lugar como un punto singular en el mapa, o una ciudad como una zona singular. Una ciudad ahora está atomizada, distribuida y mediada.

¿En cuántas ciudades (físicas) has estado en los últimos días?

En una semana normal, estuve cuatro días en Nueva York, tres días en Londres, pero quizás uno de esos días sea en otra ciudad al azar dando una conferencia. Paso más tiempo durmiendo en un avión que en mi apartamento. Comí más comidas en la zona de embarque de un aeropuerto, que es una tierra de nadie, desterritorializada, que en una ciudad real. ¿De dónde soy ciudadano? Tengo un pasaporte australiano. Tengo residencia temporal en Londres. Tengo una residencia aún más temporal en Nueva York. Así que la cuestión de agencia y ciudadanía es realmente interesante para pensarla. ¿Con qué me identifico? No se trata de la localidad, no se trata de lo físico o de los bordes de un mapa. Se trata de otro tipo de conectividad que la adyacencia.

Imagen de Where the City Can’t See

Entonces, ¿qué te califica para ser de un lugar, para ser un ciudadano?

Bueno, puedes tener un pasaporte para múltiples lugares. ¿Puedo ser ciudadano de Australia, donde todavía puedo votar, de manera remota, donde todavía tengo una increíble red de amigos, donde todavía tengo un casillero de almacenamiento con cosas físicas, pero donde paso solo dos semanas al año? ¿Qué significa hogar en ese sentido? No puedo votar en los Estados Unidos, pero paso cuatro días a la semana allí. Yo voto en Australia, pero paso dos semanas al año allí. No voto en Londres porque estoy muy ocupado cuando estoy aquí poniéndome al día con todas las cosas que extraño. No sé quiénes son mis vecinos. Tengo muchos colaboradores en el trabajo, pero la mayoría opera de forma remota, por lo que no se trata de dónde trabajo lo que define quién soy. Mis amigos están dispersos, pero generalmente los veo en conferencias o los encuentro en alguna ciudad al azar, por lo que tampoco defino a dónde pertenezco. Un estudiante mío hizo este proyecto sobre direcciones IP y territorio. Una iteración miró al Sahara Occidental, uno de los únicos lugares en el mapa que está clasificado por la ONU como no gobernado; tiene una población étnica muy fuerte que ha sido desplazada, obligada a huir y dispersarse por todo el mundo. El proyecto especulaba sobre la idea de ubicar una dirección IP en este lugar, de modo que toda esta población atomizada y dispersa aún pudiera ocupar su tierra natal, pero a través de la red —para que pudieran ciber-ocupar su territorio. ¿Qué significaría eso para las personas que no pueden estar allí físicamente estar allí digitalmente y viceversa? Esta cuestión de la ciudadanía es realmente muy urgente. Y esa reevaluación de las ciudades es igualmente urgente.

¿Qué está en juego en esta cuestión de ciudadanía?

En un sentido muy directo, legalmente empiezas a meterte en cuestiones de jurisdicción y de fronteras. Piensa en Megaupload, por ejemplo: un tipo en Nueva Zelanda maneja un sitio web ubicado en servidores diseminados por todo el mundo en el que hay miles de películas subidas por los usuarios. ¿Cómo procedes en un caso como ese y qué gobierno se encarga del proceso? ¿Y donde? En un sentido cultural y social, me interesan las oportunidades que comienzan a presentarse: cuando no se está limitado por una ubicación geográfica en la que puedes nacer, puedes comenzar a tomar decisiones sobre las formas de ciudadanía. ¿Puedo ser ciudadano de Justin Bieber? Puedo elegir ser fanático de Justin Bieber y pasar mi tiempo en Justin Bieber Land, siendo ciudadano de los Beliebers. Puedo elegir ser un extraño fanático del porno de arenas movedizas y hacer de eso mi comunidad. Puedo rodearme de personas con ideas afines y puedo basar mi realidad y mi existencia en esa red. Vimos algo como esto surgiendo en Japón, con comunidades como el hikikomori, las personas que se encierran y sobreviven puramente a través de los entornos de juego en línea y la entrega de alimentos a domicilio.

Imagen de In the Robots Skies

Es difícil reconciliar cierto tipo de diseño con esto. Obviamente hay un espacio para la cultura visual, pero cada vez menos para la cultura física. No lo sé: para los hikikomori, ¿qué es la realidad física?

Solíamos decir “realidad virtual”, que ahora es un término completamente anticuado. Lo digital y lo físico no son cosas mutuamente excluyentes. Ya no puedes usar esos términos en oposición. Nuestra experiencia en este espacio físico está completamente condicionada por la huella digital que estamos ocupando al mismo tiempo. Hablo sobre la idea de la ciudad de la sombra, que la ciudad no es solo la ciudad física sino también estas sombras electrónicas luminosas que podemos ocupar de diferentes maneras.


Shumi Bose es profesora, investigadora, curadora y escritora sobre temas relacionados con la arquitectura, las ciudades y las prácticas espaciales. Profesora del Central Saint Martins College of Art and Design y de la Architectural Association, fue cofundadora de la real foundation y coeditora de la Real Review, lanzada en 2016. Ha ocupado cargos editoriales en Architect’s Journal, Blueprint, Strelka Press y Afterall y ha contribuido con tTank, Volume y Pin-up. Sus publicaciones incluyen Real Estates (con Fulcrum, Bedford Press, 2014) y fue co-curadora, con Finn Williams y Jack Self, de “Home Economics”, la exposición en el Pabellón Británico en la 15ª Bienal de Arquitectura de Venecia, 2016.


Esta entrevista fue publicada por primera vez en la revista Tank Magazine, volumen 8, número 2, otoño de 2014.

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Archifutures es editado por &beyond y publicado por dpr-barcelona, y presentado en español en colaboración con Arquine.

El cargo ¿De dónde soy ciudadano? apareció primero en Arquine.

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