Resultados de búsqueda para la etiqueta [Gentrificación ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Thu, 13 Feb 2025 00:50:09 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 De fondas y gentrificación https://arquine.com/de-fondas-y-gentrificacion/ Wed, 12 Feb 2025 17:31:11 +0000 https://arquine.com/?p=96697 Introducción – Aura R. Cruz Aburto Hace tiempo, cuando colaboraba en una investigación acerca de la “Comida, Cocina y Ciudad”, leí un artículo donde se mencionaba que la cocción de alimentos había sido clave en el desarrollo evolutivo que daría lugar a nuestra especie. Cocinar no es, pues, un asunto trivial, como tampoco lo es […]

El cargo De fondas y gentrificación apareció primero en Arquine.

]]>
Introducción – Aura R. Cruz Aburto

Hace tiempo, cuando colaboraba en una investigación acerca de la “Comida, Cocina y Ciudad”, leí un artículo donde se mencionaba que la cocción de alimentos había sido clave en el desarrollo evolutivo que daría lugar a nuestra especie. Cocinar no es, pues, un asunto trivial, como tampoco lo es comer. Sin lugar a duda, cuando comemos estamos resolviendo una necesidad objetiva fundamental que nos mantiene biológicamente vivos, sin embargo, de manera curiosa, no solemos hacerlo en soledad. Comer no es sólo un acto pragmático, sino también es un ritual simbólico, social y hasta político. No en balde, en su teoría del tercer espacio, Ray Oldenburg (1989) identificó que distinguir meramente entre espacios públicos y privados dejaba fuera ciertos lugares que, aunque en términos de propiedad son privados, son de especial importancia en la construcción de las comunidades. Entre tales espacios, podemos pensar en aquellos lugares en los que se come y convive: desde los thermopolia de la antigüedad, pasando por mesones, tabernas, hasta los nacientes restaurantes del siglo XVIII, estos sitios han dado lugar no sólo a la solvencia del hambre y al intercambio comercial, sino también al encuentro comunitario e incluso a la gestación de revoluciones.

En el caso de la Ciudad de México, las fondas representan una muy específica manera de atender una necesidad a bajo precio que, a su vez, va acompañada del desarrollo de relaciones sociales de confianza y de conocimiento sostenido a lo largo del tiempo. Sin embargo, hoy en día estos sitios se enfrentan al ya conocido proceso de gentrificación, entendido este no sólo como el desplazamiento de poblaciones de menores recursos por otros de mayor ingreso, sino también como la transformación de sensibilidades enteras que son reflejo de maneras de vivir que son despojadas de sus territorios. Como bien lo señalaba Pierre Bourdieu, el gusto es también un instrumento para ejercer el dominio y quien detenta el poder, impone el prestigio de una sensibilidad sobre otra. 

En búsqueda de futuros más justos y promisorios para las comunidades que suelen ser desplazadas por la especulación inmobiliaria, María José Villa, estudiante de maestría del Posgrado de Diseño Industrial de la Universidad Nacional Autónoma de México, desarrolla el proyecto Futuros Gastronómicos Gentrificados. En este, Majo nos propone reimaginar de manera colectiva en escenarios futuros como una forma de resistencia a los procesos de homogeneización que derivan de la gentrificación. Ella lo señala bien, estos procesos de desplazamiento no sólo se expresan en la cuestión objetiva de la expulsión territorial de los habitantes de un lugar, sino del despojo y aplanamiento de los paisajes sensibles que conforman nuestras vidas cotidianas.

De los no-lugares a la no comida: Explorando los efectos de la gentrificación estética

María José Villa

Existen muchas teorías sobre cómo nos convertimos en humanos. Para Jonathan Gottschall fue el acto de contar historias, la narrativa como un puente hacia la empatía y la cohesión social; mientras que Richard Wrangham sitúa el fuego y la comida cocinada en el centro. Ambos son ciertos: el cómo cocinamos nuestra comida tiene una historia, una narrativa implícita en sus sabores nos recuerdan lo más profundo de nuestra humanidad. 

Los restaurantes son el reflejo del cruce entre la necesidad y la expresión. Más allá de ser el tercer espacio, estos lugares, desde sus inicios en la cafetería Kiva Han en Constantinopla, han ofrecido un lugar en dónde se sirven y consumen alimentos que a su vez funge como centro de la vida pública fomentando, incluso, debates políticos. Los paisajes gastronómicos —mercados, cafés, restaurantes—operan como microcosmos sociales donde el gusto personal y los valores colectivos chocan, se mezclan y, a veces, se reinventan. La estética visual y gastronómica de estos espacios de consumo ha sido, y sigue siendo, un tema de deliberación política, no sólo como reflejo de los gustos individuales, sino también como una fuerza que modela y, en ocasiones, regula las dinámicas de poder, dando forma a los rituales cotidianos y exponiendo —a menudo con crudeza— las jerarquías sociales.

Bajo este lente nace Futuros Gastronómicos Gentrificados, un proyecto que busca imaginar una estética inclusiva en la comida corrida, bajo la amenaza de la gentrificación. De acuerdo con algunas fuentes, en México 70% de la población habita en viviendas propias o en proceso de pago. En este sentido, podría parecer que la gentrificación afecta a menos de la mitad de la población. No obstante, el impacto de la gentrificación estética afecta a todas las comunidades de un lugar. Este problema, como advirtió Jane Jacobs en 1961, lleva consigo la “muerte de la diversidad.” La transformación de mercados, cafés y restaurantes tradicionales en espacios homogéneos evoca un proceso de estandarización cultural que despoja al entorno de su carácter distintivo. Estos nuevos espacios, imitados de otros y vacíos de propuestas gastronómicas innovadoras, se inscriben en lo que Marc Augé denomina no-lugares. En ellos, las relaciones humanas son efímeras y provisionales, un eco de la alienación que caracteriza al sujeto moderno.

La estancia en estos espacios no genera arraigo; más bien, refuerza un sentimiento de desvinculación, como si el individuo no pudiera reconocer en ellos una extensión de sí mismo. Este desapego subraya la temporalidad como una condición inevitable, y marca una distancia que convierte al espacio en un objeto neutral, sin alma ni profundidad. En última instancia, la proliferación de estos lugares se erige como un símbolo del vaciamiento estético y emocional, que define la lógica instrumental de nuestro tiempo. Uno de los problemas de la gentrificación del siglo XXI es que estos ocurren de manera acelerada —lo que produce más lugares de este tipo, sin evaluar el impacto a largo plazo—. No es global, ni local, ni cosmopolita, es una imitación sobre lo que algún día fue auténtico. Estos no-lugares erosionan las identidades locales desalojando simbólicamente a las personas, creando espacios donde no se sienten bienvenidos por gustos ni precios. Además, la gentrificación trae consigo la turistificación, que acelera la transformación, borrando las texturas culturales en favor de un atractivo genérico, que puede ser consumido y compartido en lo virtual.

Frente a esta homogeneización, imaginar futuros gastronómicos —utópicos y distópicos— se convierte en un acto de resistencia. Futuros Gastronómicos Gentrificados, busca generar conversación sobre la gentrificación estética e imaginar de manera colectiva, con vecinos y población flotante, el paisaje gastronómico del futuro, en específico el de la comida corrida. Se eligió la comida corrida como lienzo para proyectar las inquietudes de la comunidad, ya que las fondas son un espacio cotidiano que a la vez que está cambiando, en algunos cuadrantes incluso está desapareciendo. Por eso, dentro de este proyecto, la comida corrida se convierte en un medio sobre el cual observar los cambios sociales de la estética y la gentrificación, y así imaginar nuestras ideas sobre el futuro deseable y no deseable.

A través de una metodología adaptada de los Ethnographic Experiential Futures (EXF), se propuso visibilizar las tensiones entre lo local, global y gentrificado, mediante cartografías colectivas y narrativas especulativas. El proceso inició con la creación de un catálogo de señales sobre los cambios en la estética global, conversaciones sobre gentrificación y tursitificación. Seleccionamos las más relevantes, y en conjunto con Subgráfica, se ilustraron aquellas que despertaron mayor resonancia y debate. Estas señales fueron contextualizadas con entrevistas a expertos en estética, gastronomía o gentrificación, cuyos conocimientos ofrecieron un lente crítico. Los resultados culminaron en dos talleres, celebrados en el Museo Experimental El Eco y en Proyectos Públicos, en los que vecinos y población flotante trazaron mapas del presente y proyectaron futuros posibles. 

La investigación mostró que no existe un conflicto directo entre los lugares nuevos y los originales; más bien, existe una apreciación por aquellos espacios nuevos que ofrecen propuestas culinarias originales y buena sazón. Los vecinos y expertos ven estos nuevos espacios como una extensión de su entorno y buscan apropiárselos, siempre que enriquezcan la experiencia comunitaria y gastronómica del barrio. En general, aceptan precios más altos, pero exigen autenticidad y excelencia en la propuesta. Esta búsqueda por el buen comer es primordial, por eso la mayoría de los expertos están dispuestos a tolerar una estética descuidada si la comida es única. Aquí encontramos el mayor problema con la comida corrida, en general hay pocos establecimientos que ofrecen una buena sazón. Los entrevistados ven estos espacios como aquellos que resuelven el problema para comer a precio asequible, sin embargo, rara vez es algo que anhelan. En el raro caso de que una comida tenga una buena sazón y propuesta, se convierten en espacios míticos que se convierten en un ancla en el paisaje gastronómico.

Los talleres revelaron un consenso: el futuro utópico radica en consumir alimentos locales, naturales y orgánicos, arraigados en una comunidad vibrante, con una mesa grande y llena de sonidos únicos: las cumbias, el camotero y lo pregones. Hay una apreciación por todos los diferentes lugares que crean el paisaje gastronómico único de la zona, como son los puestos callejeros, ambulantes, restaurantes de “viernes” o festividad, los restaurantes de diario, y los que siempre han estado. En contraste, la distopía es blanca, uniforme, repetitiva e hiperindividualista. En el mejor de los casos, el individualismo se puede convertir en comida personalizada a las preferencias y necesidades, pero es solitaria, no hay mesas grandes, comunidad ni ruido. Se refleja en espacios más pequeños y comida para llevar. Esta distopia viene acompañada de sonidos mecánicos y una estética culinaria de texturas y sabores similares. El mayor temor de los participantes es la proliferación de ingredientes falsos y el exceso de glutamato monosódico resuelve —que la comida sea como hoy en día los expertos percibieron la comida corrida—, pero no es una experiencia placentera. Similar a los no-lugares, la distopía gastronómica gentrificada podría transformar la comida en no-comida, desprovista sabor nutrición e identidad. Esta no-comida se convierte en una simulación de lo que alguna vez fue real, representando la amenaza más profunda de la gentrificación: una falta de narrativa sobre lo que comemos, una narrativa esencial para definir y sobrellevar nuestra humanidad.

Los hallazgos de esta investigación buscan materializarse en objetos que actúen como vehículos de conversación, capaces de provocar reflexiones colectivas. Estos objetos, diseñados para vincularse tanto con el presente como con el espacio específico de la alcaldía Cuauhtémoc, aspiran a crear conexiones significativas entre las personas y su entorno inmediato, revalorizando la experiencia local y fomentando un sentido de pertenencia en el contexto contemporáneo. Estos objetos, que materializan las narrativas colectivas, son esenciales para resistir esta homogeneización. Imaginar futuros gastronómicos permite construir puentes entre el pasado y el presente, rescatando las texturas culturales que nos hacen únicos. Este ejercicio no solo denuncia la pérdida, sino que propone posibilidades: una comida que trascienda el sustento para convertirse en un medio de expresión y pertenencia. En este sentido, las narrativas sobre lo que comemos y cómo lo hacemos son la herramienta más poderosa para devolverle identidad y significado a los paisajes gastronómicos del futuro.

El cargo De fondas y gentrificación apareció primero en Arquine.

]]>
La ciudad en tiempos de algoritmos, corporaciones y derechos de autor. Una conversación con Conrado Romo https://arquine.com/la-ciudad-en-tiempos-de-algoritmos-corporaciones-y-derechos-de-autor-una-conversacion-con-conrado-romo/ Thu, 12 Dec 2024 18:18:17 +0000 https://arquine.com/?p=95877 Fruto de más de una década de trabajo y de un prolongado periplo editorial, Copyright City (Fondo Editorial Tierra Adentro-Fondo de Cultura Económica, 2024) plantea una serie de reflexiones que se pueden leer como artículos independientes sobre la gentrificación (un concepto que merece ser puesto en crisis), la privatización de las ciudades por medio de […]

El cargo La ciudad en tiempos de algoritmos, corporaciones y derechos de autor. Una conversación con Conrado Romo apareció primero en Arquine.

]]>
Fruto de más de una década de trabajo y de un prolongado periplo editorial, Copyright City (Fondo Editorial Tierra Adentro-Fondo de Cultura Económica, 2024) plantea una serie de reflexiones que se pueden leer como artículos independientes sobre la gentrificación (un concepto que merece ser puesto en crisis), la privatización de las ciudades por medio de instrumentos como las plataformas de servicios y streaming, y los desarrollos territoriales que pasan por alto otras formas de soñar la ciudad. Su autor, Conrado Romo, maestro en Urbanismo y Desarrollo por la Universidad de Guadalajara (y donde también ha estudiado el doctorado en Ciencias Políticas), habla al respecto de este trabajo y las posibles salidas, tanto políticas como conceptuales, a una ciudad que cada vez más se cierra a una visión única de las ideas, la riqueza y los modos de habitar el mundo.

Olmo Balam: Copyright City habla de en una crisis inmobiliaria, sobre todo en Guadalajara con el caso particular del Parque Morelos, pero que se extiende a nivel nacional, incluso mundial, y en la que han tenido gran parte los actores de lo que llamamos la industria de la alta tecnología, en alianza con grupos inmobiliarios y del gobierno. A lo largo del libro hay cierta renuencia o escepticismo en torno al término gentrificación, lo que llama la atención pues es uno de los pocos términos que se han logrado filtrar a la discusión pública a la hora de caracterizar esta problemática. ¿Este término sigue siendo útil para hablar de estos problemas? ¿Cuál sería una crítica dirigida a este término?

Conrado Romo: Creo que es un término que sigue permeando en ciertos grupos de activistas. Hace no mucho asistí a una función de cine impulsada por la Universidad de Guadalajara en un barrio de aquí de la Ciudad de Ciudad de México, que justo está entrando en un proceso de gentrificación importante. Ahí se exhibió un documental que se llamaba Gentrificación no es nombre de señora. Era un acto de formación política para los vecinos. Al final solo acudieron personas de la licenciatura en urbanismo, de psicología social. No había vecinos. Traigo a colación esta anécdota porque creo que el término en sí mismo no es necesariamente útil para transmitir los efectos de la gentrificación entre las personas que habitan en los barrios y no tienen un bagaje académico en materia de ciudad y ciencias sociales. Además, creo también que hay una especie de intentona por gentrificar la palabra gentrificación, porque ya hay exponentes, como algunos speakers que van a los foros a hablar sobre la gentrificación en buenos términos. Y hay una intentona por tratar de hacer que la gentrificación parezca un fenómeno natural que ocurre cuando uno revitaliza un barrio. Es decir, como si fuera una consecuencia necesaria de la inversión, de la mejora en el equipamiento, de la adopción de parques, calles y aceras. Es un concepto que habrá que seguir utilizando, pero que está en pugna entre un montón de gente. Tenemos que encontrar otras formas de llamar al fenómeno y de llamar a estos procesos, de manera que sean mucho más cercanos y más pedagógicos hacia el conjunto de las personas. Y creo que eso también es algo que estamos buscando en el entorno del Parque Morelos, que es el caso central del que trato en Copyright City.

OB: ¿Qué palabras o acercamientos consideras que pueden generar esta conciencia tanto de clase como de la problemática social?

CR: Creo que, como concepto, la idea es muy clara y tiene que ver con que gentrificar básicamente es quitarle su casa a alguien. Y la gente así lo concibe: “nos quieren quitar nuestras casas”. Dicho así, entonces es mucho más claro, incluso más emocional. Es el asunto de decir: “aquí hay un proyecto de gente que quiere quitarle su casa a alguien”. Ese es un acercamiento muy personal y los habitantes, por supuesto, en ese momento hacen clic con esa idea. En proyectos como Ciudad Creativa Digital, Las Villas y otros del mismo corte, en ocasiones hay intentos de gobernanza. Hay mecanismos de contención social y despresurización política. Hay una serie de elementos no explícitos que ponen en evidencia la distancia entre las personas y la forma en la que pueden interactuar entre ellas. También hay formas de implementar la gentrificación, a veces de manera condescendiente y a veces agresiva, pero finalmente hay una sensación de superioridad de clase. Por ejemplo, cuando se instalan grandes hoteles, foros o cafeterías donde hay distintos tipos grano. Hay gente que no está acostumbrada a eso, y entonces hay una distancia cognitiva y un sentimiento de no poseer el lenguaje ni el bagaje para interactuar con todas estas prácticas que están a mi alrededor. Luego dicen que puedes opinar libremente, pero hay un proceso de decisión permanente, de que tú no perteneces acá. Y tu opinión está, por supuesto, en una condición de inferioridad, porque se supone que la gente no posee los elementos que las élites están demarcando y que se supone que son los correctos. En ese contexto, no estás posibilitado para entrar en este campo de enunciación.

Al final de cuentas, los habitantes no necesitan que llegue un activista de ningún partido comunista para para recitarles El capital y que ellos se den cuenta de que el problema es la clase social. Ellos lo viven y lo perciben, y a lo mejor no lo nombran, pero sobre todo lo saben, justo por esto, por lo intangible. Ellos mismos se han dado cuenta de que hay una división. Y la frase que congrega todo tiene que ver con: “estos quieren quitarnos nuestras casas”.

OB: Otra idea, que apela a lo afectivo en Copyright City es la capacidad de soñar la ciudad. ¿Crees que ese concepto podría entrar en la discusión pública y más especializada?

CR: Está muy de moda invitarnos a soñar la ciudad. Hace poco, un grupo de desarrolladores anunció que iba a construir un millón de casas. Su programa consistía en decir que ya tenían un plan de redensificación del centro de la ciudad y proponían como sueño un proyecto de ciudad. También se vale. Creo que los distintos estratos sociales que convivimos en la ciudad, las distintas formas de entendimiento, la gente que se entiende de derechas o de izquierdas, los jóvenes, los viejitos, los adultos, todo el mundo me parece que tiene derecho a soñar la ciudad. Y me parece que es legítimo luchar por esa ciudad, y hay que buscar que no haya una exclusión en la que solo un grupo pueda reivindicarse el derecho a hacer la ciudad como quiere. Hay algunos autores como Manuel Delgado que afirman que el ethos urbano es el conflicto. Lo que le da su fuerza a la ciudad, lo que le da energía, su capacidad de innovación, es el conflicto: la posibilidad de que haya mucha gente, pero diferente, bajo la necesidad de interacción y de sabernos que cuando cruzamos una calle no nos van a aventar un carro. Hay un acto de confianza en el anonimato, pero implica que cuando hay licencias tengamos la posibilidad de llegar a acuerdos, porque también creemos que el otro tiene la legitimidad de plantear qué quiere para la ciudad. Y creo que esto es lo central del libro: lo desigual que es esta posibilidad y este derecho de entrar en conflicto, entrar en el coliseo por la ciudad. Y a pesar de que nos digan que todos tenemos derecho a plantear y soñar lo que queremos por la ciudad, el conflicto es desigual, porque vivimos en una sociedad estratificada y de clase, en la que no existen los mecanismos necesarios para que haya una deliberación democrática. Es decir, tenemos un déficit democrático en el diseño de nuestras ciudades, a razón de que, por más que se intente, no podemos dejar de lado que hay un grupo de personas que sueñan la ciudad y tienen los mecanismos, el capital y la cercanía con los políticos, con los medios de comunicación y los espacios académicos. Enfrente hay otro grupo que solo tiene sus recuerdos, memorias e identidad. Pero las reglas del juego las ha impuesto justamente ese otro grupo pequeño; yo no creo que ellos no tengan derecho a proponer un modelo de ciudad, porque incluso dentro de sus sueños a lo mejor habrá cosas que nos vengan bien o nos vengan mal. El problema es la distancia y la desigualdad con las que se lleva ese conflicto.

OB: Justamente ese es el tema principal del libro: el mecanismo que tú identificas como el que ha logrado articular todo esto: el copyright. El copyright también es un gran dispositivo teórico y de control que va mucho más allá de simplemente cercar espacios, sino también de asignarles un derecho de autor. ¿Quién está autorando la ciudad ahora?

CR: Hay una relación directa entre la forma en la que funciona el copyright, la competencia intelectual y los procesos de urbanización. Es decir, estos son motores potentes que dan vitalidad al capitalismo contemporáneo, son industrias que poseen una característica bastante similar. Ambos son procesos de segregación, de parcelación de las cosas. Por un lado, la urbanización es la parcelación de la tierra y, por el otro, la propiedad intelectual es la parcelación de las ideas. ¿Y por qué parcelar? Porque la parcelación permite una mejor administración, una mayor eficacia en la recabación de valor, pero implica que cuando tú parcelas, cuando tú otorgas propiedad a un individuo, un grupo les impide el libre acceso a otros. Por ejemplo, el correlato que surge de la construcción de infinidad de centros comerciales, que aparentan una serie de características parecidas al espacio público, pero no poseen este grado de libertad y encuentro que es el acto del espacio urbano. Hay una especie de curaduría, por llamarla de alguna forma, del tipo de gente que hay en la plaza comercial, del tipo de actividades que se pueden hacer ahí, una especie de reconstrucción de la interfaz urbana que te obliga a actuar de cierta forma. Es un espacio de consumo, de ocio. Como ponen el conciertito y la nieve y todo esto, entonces es muy parecido todo al espacio público, pero es un espacio privado, que tiene sus límites frente a las manifestaciones de corte político, religioso, de los disensos, pues. En el caso de la propiedad intelectual también ocurre lo mismo: hay un libre flujo de información y con la propiedad intelectual lo que hacemos es segmentar, individualizar, impedir el flujo y se construyen interfaces.

Es decir, yo me acuerdo de softwares de descarga como Ares. Antes había un libre flujo de información, un ecosistema de blogs, y todo el mundo hablaba y escribía, y había cosas terribles también. Había una potencia y activismos, discusiones y posibilidades. Sin embargo, quienes pusieron el grito en el cielo fueron las industrias ya consolidadas de la música, de los libros, las editoriales. Lo que hicieron para evitar todo esto fue construir interfaces que nos dieran curaduría, es decir, el algoritmo como curaduría para limitar, administrar y eficientar. Igual que en las plazas comerciales, hay formas en las que accedemos a las cosas: una es el acceso al espacio público y la otra es el acceso a las ideas. Pero en el fondo ambas tienen este correlato, que es el parcelamiento de cosas que tenían esta otra naturaleza, como lo público, lo libre, lo abierto. Entonces, claro, ahí está ese correlato, que además se materializa aquí en la ciudad con este proyecto que buscaba convertir a Guadalajara en el Silicon Valley de México, en el Hollywood de América Latina.

Hay una acción muy precisa de cómo estas industrias buscan la ocupación de la ciudad. Además, me parece como muy pertinente el concepto de pensar que cosas como Airbnb y Uber en el fondo también son software, son propiedad intelectual que modifica nuestros entornos urbanos. O sea, hay una transformación de eso, y entonces creo que este proceso sigue, y este proceso es menos explícito que el de la ciudad creativa. Pero acá se trata de cómo los dispositivos van integrando distintas formas de habitar que tienen implicaciones en la forma en la que estamos construyendo las ciudades.

Hace poco alguien me decía que aquí en Guadalajara se estaban construyendo 3 mil torres. Y muchas ya tienen anuncios de Airbnb. Es decir, hay un porcentaje importante de construcción destinado a ese tipo de sectores. Y claro, esto tiene una implicación, por ejemplo, en el proceso de especulación, con la falta o el exceso de vivienda dentro de las zonas ya con servicios y transporte. Y todo eso está transformando nuestra ciudad. ¿Para qué? Para favorecer, para alimentar a un algoritmo. Es decir, el algoritmo nos atrapa y nos consume y le damos a nuestra ciudad una especie de sacrificio. Es decir, ahí están nuestras ciudades para que usted se alimente, señor algoritmo.

OB: Está también algo que se puede encontrar en el ala izquierda de YouTube, que es la teoría de que Internet está muerto, que se ha degradado y privatizado, lo que tiene como consecuencia que navegar por Internet es como hacerlo por parcelas. El algoritmo ya es muy obvio, ya no es una entidad discreta, sobre todo ahora que se habla con tanta facilidad de inteligencias artificiales.

CR: Hay algo que es muy peligroso, me parece, en el tema de los algoritmos, y con el boom de la inteligencia artificial. Y es que hay un relato que tiene que ver con conceptualizar la idea de los datos como elementos objetivos, como ajenos a la realidad social. Y entonces, claro, los algoritmos, que son estos monstruos que se alimentan con datos, adquieren también esta especie de parámetro religioso en el que el algoritmo es idéntico a la verdad, más todavía cuando te dicen que se basan en ecuaciones matemáticas, lo que se basa en un discurso muy viejo de que lo matemático es sinónimo de verdad. Estamos dando paso a la alienación entre nuestras creaciones informáticas, aritméticas, respecto a los procesos sociales. Y a quienes personifican la ideología hegemónica neoliberal, como Elon Musk, les resulta bastante provechoso el asunto, porque entonces cualquier declaración o cualquier cosa que se diga y se utilice son los datos. Ahora, bueno, ya estaba esa famosa frase de “yo tengo otros datos”. No sé en qué contexto lo habrá dicho el expresidente, pero es una idea que viene de una discusión más vieja. Podríamos pensar que tal vez sí existe la posibilidad de otro tipo de datos, porque los datos también son procesos sociales. Y detrás de los datos hay una serie de premisas, ideas, ideologías, valores, formas de ver el mundo. Lo peligroso del algoritmo es que aparenta ser objetivo y decir una verdad como única e incuestionable. Y eso me parece muy peligroso, sobre todo si nos ponemos o damos la posibilidad a que los algoritmos decidan sobre la ciudad.

Ahora con todo el asunto de las ciudades inteligentes es muy recurrente que haya personas que hablen de que en lugar de políticos es mejor tener algoritmos, porque los algoritmos saben lo que es correcto. Pero, por supuesto, el algoritmo solo se alimenta de lo que ya existe, de aquellas premisas conceptuales que no son explícitas en el algoritmo, pero son explícitas en el programa correcto. Digamos que siempre se basan en parámetros, no en decisiones que se van construyendo de la nada. Y creo que cuando hacemos que las ciudades estén organizadas por algoritmos, lo que tenemos es fundamentalmente un régimen autoritario como en 1984, pero que incluso me parece aún más perverso, porque esconde su elemento político detrás de un discurso de objetividad. Porque, claro, las personas decidimos porque nos enojamos, porque tenemos hambre. Es decir, variamos porque tenemos cuerpo. Y el algoritmo, este objeto sin cuerpo, es algo como Dios. Es decir, se lo sabe y lo puede todo. Pero lo que tenemos aquí es, por supuesto, un déficit en el que, pues, fundamentalmente le damos la posibilidad a quien diseña el algoritmo de decidir qué hacer con nuestras vidas.

OB: Y oponerse a esta idea se considera como algo bárbaro, salvaje, antimoderno, incluso ludita.

CR: Exacto. Por ejemplo, Talent Land es un evento muy grande, entiendo que el más grande de América Latina para geeks. Me invitaron a ir y justo hablaba ahí de que tal vez la única forma de salvarnos de esta tiranía del algoritmo se encuentre en el error, en lo periférico, en la combinación improbable. Porque al final de cuentas lo que estamos haciendo va por loops. Pienso, por ejemplo, en Netflix o Amazon, que han quitado un montón de series porque el algoritmo predice que no van a ser exitosas. ¿Y por qué lo predice? Porque rompen con lo que previamente ya había existido. Entonces lo que estamos haciendo es un proceso de cerramiento. Porque justo en aquello, en lo grotesco, en lo hereje, en lo improbable, ahí hay un montón de innovación y progreso. No es que seamos luditas o no, a lo mejor se trata de reivindicar una especie de neobarbarismo en el cual se posible romper con el estado impoluto y sanitario del algoritmo y el centro comercial. ¿Cómo significas este relato, de aquello que no sea sucio, no se mueva ni rompa, de aquello que se mantenga con crecimiento? Entonces, a lo mejor, no lo pienso así, pero apostemos por un neobarbarismo como forma de supervivencia frente al algoritmo.

El cargo La ciudad en tiempos de algoritmos, corporaciones y derechos de autor. Una conversación con Conrado Romo apareció primero en Arquine.

]]>
La renovación del Edificio Ermita, clásico del “art déco” en México https://arquine.com/la-renovacion-del-edificio-ermita-clasico-del-arte-deco-en-mexico/ Thu, 13 Jun 2024 15:38:18 +0000 https://arquine.com/?p=90930 El edificio Ermita ha sido revitalizado por obra de la empresa Origen, grupo inmobiliario que convocó a constructoras, asesores y arquitectos para restaurar este inmueble que, desde su inauguración en 1930, es uno de los elementos característicos del tejido urbano entre las avenidas Jalisco, Progreso y Revolución. De esta manera, el edificio, que permanecía en […]

El cargo La renovación del Edificio Ermita, clásico del “art déco” en México apareció primero en Arquine.

]]>
El edificio Ermita ha sido revitalizado por obra de la empresa Origen, grupo inmobiliario que convocó a constructoras, asesores y arquitectos para restaurar este inmueble que, desde su inauguración en 1930, es uno de los elementos característicos del tejido urbano entre las avenidas Jalisco, Progreso y Revolución. De esta manera, el edificio, que permanecía en un estado de indefinición desde el inicio de la pandemia de covid-19 en 2020, alojará departamentos, locales comerciales, un cine (una de sus equipaciones históricas) y busca erigirse como un centro cultural en esta zona de la ciudad.

La presentación del proyecto, realizada en el Hotel Umbral del Centro Histórico de la Ciudad de México, contó con la presencia de Carlos Real e Íñigo Lorenzo, socios de Origen; así como el historiador Enrique de Anda, quien afirmó que esta iniciativa “no busca que las cosas vuelvan a ser como eran hace 100 años, un cine de 3 mil personas no es rentable, sino repensar la manera como entendemos el patrimonio cultural”. La restauración, impulsada por capital privado, también contó con la participación gubernamental del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi), y la Dirección de Sitios Patrimoniales. 

Durante la conferencia de prensa, se explicó que la intervención sobre el edificio requirió no sólo de la limpieza de las instalaciones, sino también en la actualización de sus instalaciones eléctricas, fachadas, cristales y murales. Cada apartado de esta restauración contó con el trabajo de despacho especializados que se convocaron mediante concurso y forma parte de un programa más amplio de restauraciones por parte de Origen que ha incluido proyectos en la capital mexicana como el Hotel Umbral o el Hotel Olom (Cádiz, España).

Entre los datos que se compartieron en el comunicado de prensa, se incluye un fact sheet (hoja de datos) en la que se informa que en los 6497.38 metros cuadrados que componen las 116 unidades del edificio, 3,650 m2 corresponden a uso habitacional; 1,373.76 m2 para fines comerciales; y 1,473.50 m2 que corresponden al antiguo cine, con capacidad para 2,500 espectadores. Asimismo, en los 6 niveles se distribuye un total de 86 departamentos; mientras que en los primeros dos niveles y la planta baja hay lugar para 26 locales comerciales (incluido el cajón de cine).

Desde su concepción, el Edificio Ermita fue planeado como un proyecto vanguardista capaz de albergar una variedad de funciones, incluyendo comercios, un cine (posteriormente convertido en el Teatro Hipódromo Condesa) y una serie de departamentos de diferentes tamaños. Pionero en su tipo en México, este edificio de usos mixtos combinó de manera innovadora funciones comerciales, de entretenimiento y residenciales, ofreciendo departamentos completos en un espacio reducido de tan solo 35 metros cuadrados.

Ubicado en el número 23 de avenida Revolución (en el llamado “triángulo” de la colonia Tacubaya), el edificio Ermita fue diseñado por Juan Segura Gutiérrez y comisionado por la Fundación Mier y Pesado. Su construcción data entre 1927 y 1933, y marcó un hito en la arquitectura mexicana al introducir la vivienda vertical. Fue planeado como un proyecto vanguardista capaz de albergar una variedad de funciones, incluyendo comercios, un cine (posteriormente convertido en el Teatro Hipódromo Condesa) y una serie de departamentos de diferentes tamaños. Pionero en su tipo en México, este edificio de usos mixtos combinó de manera innovadora funciones comerciales, de entretenimiento y residenciales, ofreciendo departamentos completos en un espacio reducido de tan solo 35 metros cuadrados.

Su estilo art déco y detalles como la vidriera del techo diseñada por Diego Rivera lo convierten en un símbolo arquitectónico y cultural de México. Además, el edificio adquirió un valor especial como lugar de refugio para el exilio republicano español, ya que sirvió como punto de encuentro para familias de esta nacionalidad. A lo largo de su historia, ha sido hogar e inspiración para figuras como Alfonso Cuarón y Ana Torroja.

La Guía de arquitectura Ciudad de México (Arquine, 2024), agrega que este inmueble fue “uno de los primeros en tener un programa absolutamente moderno y metropolitano. Con una mezcla de usos atípico para su época […] y con su propia versión nacional del streamline art déco, combina una estructura de concreto y acero para librar el vacío del cine, sobre el que algunas unidades se organizan alrededor de un patio iluminado por un gran tragaluz”.

Juan Segura Gutiérrez (1898-1989), arquitecto egresado de la Academia de San Carlos en 1923, destacó por introducir el estilo art déco, una de las manifestaciones vanguardistas más reconocibles del siglo XX, en la arquitectura mexicana. Su formación incluyó colaboraciones con destacados profesionales como el arquitecto francés Paul Dubois, con quien trabajó en el diseño del Palacio de Hierro. Posteriormente, bajo el mecenazgo de la Fundación Mier y Pesado, desarrolló varios proyectos, siendo el más importante el Edificio Ermita, construido entre 1927 y 1933, que revolucionó conceptos urbanísticos en colonias como Tacubaya, Condesa y Roma, entre otras.

En el comunicado de prensa que compartió Origen, Enrique de Anda comentó también otros de los rasgos fundamentales del Edificio Ermita: “Su importancia desde el punto de vista urbanístico, es que fue el primer desarrollo de vivienda vertical en México, cambiando muchos conceptos de la arquitectura urbana, al ofrecer departamentos de diferentes capacidades —para una persona o para una familia—, locales comerciales con acceso por dos calles convergentes y en el extremo sur y el cine Hipódromo.”

Cabe destacar que este proyecto se inscribe también en una reformulación del espacio urbano en las colonias céntricas de la Ciudad de México; en fecha reciente, con la salida al mercado de los departamentos del Edificio Ermita, se ha subrayado el alto precio de las rentas y la denominación de esta parte de la colonia Tacubaya como “Condesa Sur”.

El cargo La renovación del Edificio Ermita, clásico del “art déco” en México apareció primero en Arquine.

]]>
Las palabras y las normas https://arquine.com/las-palabras-y-las-normas/ Tue, 07 Nov 2023 05:57:19 +0000 https://arquine.com/?p=84847 ¿Qué decimos cuando hablamos de gentrificación? La ambigüedad de este término y su uso en la legislación podrían ser el primer obstáculo para conseguir una vivienda digna para la población en general.

El cargo Las palabras y las normas apareció primero en Arquine.

]]>
Con frecuencia asumimos, cuando hablamos, que nuestros interlocutores atienden a las mismas referencias, aun cuando no estemos seguras de que sea así. Esto, de cierta manera, es natural en tanto permite que nos comuniquemos y evita titubeos a cada palabra que sea susceptible de interpretaciones. 

Esta interacción implica cierta pérdida de información o especificidad en algunos conceptos, disminución que estamos dispuestos a dejar pasar con tal de que el diálogo ocurra de manera satisfactoria, diría John L. Austin: la pérdida de complejidad da paso a lo cotidiano. Pero esto también implica una constante negociación con las palabras que usamos para representar al mundo, es decir, no sólo dejamos que se pierda la complejidad, sino que jugamos con ella. 

Y no todas las personas juegan con las mismas reglas, sino que lo hacen desde diferentes posiciones. Usar las palabras dentro del juego del lenguaje también implica juegos de poder, en especial cuando estas tienen una fuerza pública para describir la realidad. 

Si un arquitecto de renombre dice, frente a una multitud sedienta de conceptos para enmarcar sus proyectos, que la gentrificación en sí misma es positiva, el argumento tiene su atractivo, porque activa un mecanismo de defensa frente a la complejidad. Ya no es necesario argumentar contra un proyecto que alienta la gentrificación, sobre todo si se dice que esta es positiva: aquí se gentrifica. 

Y es que esta palabra, gentrificación, tiene un factor importante de conflicto, lo que ha motivado a que las críticas al concepto se manifiesten como una postura atractiva. Por un lado, están quienes afirman —entre los que me incluyo— que la gentrificación es negativa en tanto que se trata de expulsar a población de menores ingresos por una de mayor poder adquisitivo en una zona con procesos de intervención reciente, o bien, ubicada dentro de la ciudad. 

Esta postura surge de la propuesta de quien acuñó el término: Ruth Glass, socióloga británica que describió en la década de los 60 el desplazamiento de las clases trabajadoras por parte de las clases medias en los barrios obreros de Londres: 

Las casas victorianas más grandes, degradadas en un periodo anterior o reciente —que se utilizaban como casas de hospedaje u ocupadas por múltiples habitantes—, se han vuelto a revalorizar. Hoy en día, muchas de estas casas se están subdividiendo en costosos pisos o houselets (en términos de la nueva jerga snob inmobiliaria). El estatus social y el valor actuales de estas viviendas suelen estar en relación inversa con su tamaño y, en cualquier caso, enormemente inflados en comparación con los niveles anteriores de sus vecindarios. Una vez que este proceso de “gentrificación” se inicia en un barrio, avanza rápidamente hasta desplazar a todos o a la mayoría de los ocupantes originales de clase trabajadora. (Glass, 1964, xviii). 

La claridad de Glass resurgió, y con fuerza, en los procesos de intensificación de la ciudad neoliberal pues explica, en cierta medida, las intervenciones urbanas en enclaves habitados por clases medias y bajas, lo que ha provocado (muy posiblemente de manera premeditada), el encarecimiento del suelo y el fomento de la expulsión de los habitantes originales. 

Por otro lado, están quienes argumentan que se trata de un proceso natural en el desarrollo de las ciudades. Básicamente que casi todo proceso de urbanización conlleva un desplazamientos. Esta postura argumenta, también, que existe una diversidad en los procesos de expulsión y que no todos pueden clasificarse como negativos: 

Es distinto que la expulsión sea efecto de la desocupación y remodelación de antiguas viviendas que ahora se entregan a personas de condición social superior, que cuando es efecto de la presión de los precios en alza de los inmuebles. (Sabatini, Sarella y Vázquez, p. 24).

El argumento también se sostiene en la dificultad para medir e interpretar la gentrificación como fenómeno en las zonas donde sucede. ¿Cómo medir los procesos de desplazamiento si no es en el momento en el que se llevan a cabo?, ¿cómo interpretar los cambios en los perfiles sociodemográficos ascendentes?, ¿este movimiento es resultado de desplazamientos o de la mejora en las condiciones de los residentes originales?

Este debate, con varios años ya —al menos en la literatura latinoamericana—, ha sido prolífico en términos de producción académica, pero poco eficiente para el debate público. Mientras la disputa por la apropiación del concepto continúa, el desarrollo inmobiliario e incluso las autoridades reproducen la palabra con la misma ambigüedad de trasfondo que permite el juego del lenguaje.

¿Cómo hacer leyes o normas que tomen en cuenta el fenómeno de la gentrificación? ¿Qué es lo que estaría en juego? ¿Qué se prohibe, qué se regula, qué se impone? Si esta ambigüedad continúa, sobre todo en el plano normativo, estamos condenadas a reproducirla y permitir que en el juego de las palabras gane el que tenga más poder para imponer la definición que mejor se adecue a sus necesidades e intereses. Quizá si buscamos otras definiciones con menos espacio a la interpretación encontremos mejores formas de representar la realidad y, en la medida de lo posible, cambiarla. 

 

Referencias:

  • Glass, Ruth (1964). London: Aspects of change. London: Centre for Urban Studies- Mac Gibbon & Kee. 
  • Sabatini, Francisco; María Sarella y Héctor Vázquez (2009). Gentrificación sin expulsión, o la ciudad latinoamericana en una encrucijada histórica en Revista 180, no. 24, Universidad Diego Portales, Chile. 

El cargo Las palabras y las normas apareció primero en Arquine.

]]>
Airbnb y las políticas de distribución del espacio https://arquine.com/airbnb-y-las-politicas-de-distribucion-del-espacio/ Fri, 18 Nov 2022 14:52:51 +0000 https://arquine.com/?p=72073 El acuerdo firmado por el Gobierno de la Ciudad de México y AIRBNB no sólo lleva a cuestionar las políticas de vivienda actuales y si limitan la gentrificación y la expulsión o no, sino también a pensar quiénes y cómo deciden las políticas de distribución del espacio en nuestras ciudades.

El cargo Airbnb y las políticas de distribución del espacio apareció primero en Arquine.

]]>
En su libro El desvanecimiento de lo popular. Gentrificación en el Centro Histórico de la Ciudad de México (El Colegio de México, 2021), el antropólogo Vicente Moctezuma Mendoza identifica qué actores iniciaron la llamada “renovación” del primer cuadro de la capital. A decir del autor, dicho proceso inició en 2001 con la fundación del Consejo Consultivo para el Rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México y, hasta ahora, se ha mantenido con cierta constancia gracias a la alianza entre el Estado y el capital privado. Moctezuma Mendoza describe los lineamientos que fundamentan este rescate de la siguiente manera: “Dicho proyecto busca la preservación y conservación de los valores patrimoniales del espacio; el fortalecimiento de actividades turísticas y recreativas; el impulso de usos comerciales y residenciales del entorno; y el fomento de la inversión privada”. Y aquí surgen los cuestionamientos, ya que todos los engranes que se pusieron en marcha para la iniciativa hablan continuamente del abandono en el que se encuentra la zona. Pero, ¿nadie vivía antes ahí? ¿No existían economías que le imprimían un movimiento intenso a las calles del Centro Histórico? ¿Por qué el patrimonio y las actividades culturales son indicadores de que una ciudad es rescatada, mientras que se establecen relaciones asimétricas con residentes y comerciantes de ciertos estratos socioeconómicos, a quienes les resulta más que difícil permanecer en el mismo sitio?

El objetivo de la propuesta del autor es describir una serie de tensiones que construyen la ciudad; las cuales, generalmente, están dadas entre lo público y lo privado. Las tensiones entre lo público y lo privado van más allá de una dicotomía en la construcción discursiva y material de una colectividad, ya que describen políticas, legislaciones, acuerdos y normativas que inciden de manera contundente en los espacios, como lo señala el filósofo Jacques Ranciére en El tiempo de la igualdad. En este libro, Ranciére plantea que en el fondo, en el ámbito de la política todo se decide a partir de cuestiones relacionadas con la distribución del espacio. ¿Qué son esos lugares?, ¿cómo funcionan?, ¿por qué están ahí?, ¿cómo funcionan?, ¿por qué están ahí?, ¿quién puede ocuparlos?, ¿quién hace qué? Por tanto, en este sentido, la acción política siempre se articula, para mí, en lo social, en el sentido de una distribución litigosa de los lugares y de los papeles que desempeñan.

Los significados que se activan sobre los sitios que habitamos son gestionados, usualmente, por quienes detentan el poder. Ante este panorama, ¿qué significa la vivienda para quienes asignan funciones a los espacios? ¿Cómo se inserta en un flujo de economías que no necesariamente tienen que ver con el sitio donde se vive, sobre todo cuando se emprenden rescates para que sean otros quienes se apropien de la ciudad y comiencen a gestionarla a costa de quienes ya se encontraban ahí?

“Los trabajadores remotos tienen mucho que aportar a la Ciudad de México y por esto esta alianza es tan importante”, dijo Diana Alarcón, coordinadora general de Asesores y Asuntos Internacionales de la Ciudad de México. “Con Airbnb, mejoraremos las opciones que la ciudad ofrece. Esta es una oportunidad para demostrar que la ciudad se adapta e innova frente a los escenarios adversos como la pandemia”. Estas declaraciones se dieron en la celebración de un acuerdo colaborativo entre Airbnb y la UNESCO, “a fin de impulsar a la Ciudad de México como un centro turístico digital, atractivo para las personas extranjeras que buscan permanecer conectadas mientras laboran vía remota”, según reporta el sitio de noticias Newsweek. A pesar de que hay consenso en que las residencias de corta estancia, a fin de cuentas, aumentan el costo de alquiler y de servicios en general para quienes no están de paso en las ciudades o quienes migran por necesidades laborales y  a pesar de que existen diversos indicadores de que el incremento de edificios destinados al turismo se encuentra directamente relacionado con las expulsiones de ciudadanos que hayan mantenido sus sitios de residencia por tiempos prolongados, la actual gestión —que se presenta a sí misma como cultivadora y defensora de derechos—, decidió privilegiar una de las prácticas más destructivas para las colectividades urbanas.

Sin embargo, considero que, además de las explicaciones, sumamente útiles, que puedan tener los análisis cuantitativos respecto al fenómeno y cómo impactará en la Ciudad de México, conviene elaborar algunos apuntes sobre aquellos que están legitimados “para hablar de lo que es ese lugar, de lo que ahí se hace”, como menciona Ranciére. Asimismo, vale la pena puntualizar algunos aspectos contextuales sobre el sitio donde se implementó esta política que, más que una postura gubernamental que señale nuevas vías en la construcción de la ciudad, en realidad se trata de la culminación de aquello que quedó definido cuando se habló de “rescatar” al centro. 

¿Qué implicaciones tiene asignarle valores como “innovación” y “aporte” al arribo de un sector calificado de “nómada”, y quiénes redistribuyen políticamente los espacios que ocupan? Podemos empezar señalando una distinción entre migrantes: entre aquellos que supuestamente impactan de manera positiva en la economía de la ciudad y quienes son forzados a trasladarse a los centros urbanos por condiciones adversas, diferenciación que también puede leerse en un contexto nacional. Si México, como menciona Francisco Serratos, es uno de los lugares “más peligrosos del mundo para migrantes”, particularmente centroamericanos, la Ciudad de México se presenta como un oasis dispuesto a recibir a migrantes del norte y con poder adquisitivo. Estos aspectos no pueden equipararse en el nivel de sus violencias. Sin embargo, podemos identificar las asimetrías entre quiénes pueden ingresar al país y a las ciudades. Asimismo, ¿para quiénes se adapta la ciudad después de la pandemia? Como indica Jesús Carrillo en el artículo “El mercado laboral: una recuperación incompleta y desigual”, se apunta hacia una recuperación de la crisis económica, aunque ésta será lenta ya que todavía “hay terreno que cubrir para que a situación de las personas trabajadoras alcance a la que tenían antes de la pandemia”. A este panorama, se tiene que contemplar quiénes tuvieron que dejar sus viviendas ante el incremento de contagios y de desempleo, sin tener posibilidades a corto plazo de volver a lo que antes era sus residencias y sus sitios de trabajo. Esta circunstancia es muy distinta para quienes tienen el privilegio de trabajar desde una computadora a cualquier lugar del mundo, viviendo en zonas bien equipadas y servidas de cualquier ciudad. No son ciudadanos, ni migrantes, ni turistas (ya que pueden vivir hasta por más de un año en el centro urbano de su elección) y, por ende, no pueden resentir los efectos económicos y políticos del país al que llegan. 

Ahora bien, ¿por qué se dan los desplazamientos? Hablar de esta consecuencia implica situarla: no todos los habitantes urbanos ven modificados los sitios donde desarrollan su vida. Como demuestra Moctezuma Mendoza, los estratos populares son, específicamente, quienes tienen que abandonar la ciudad que también les pertenece. Quienes hablan de rescate ante el abandono o de estimular la economía ante su falta de actividad, no contemplan a la población que no responde a la forma en la que el poder asigna significados a los espacios. En las dinámicas urbanas, lo público y lo privado se interrelacionan de tal manera que los lugares que son entregados a la inversión privada significan que la calle y la vivienda tenga una accesibilidad diferenciada. El ejemplo que pone Moctezuma Mendoza es el del comercio: “Las actividades comerciales no se contienen en los espacios acondicionados en los edificios, se desarrollan también ‘afuera’, extendiéndose por banquetas y calles, por plazas y andadores”. Contener el comercio bajo las cuatro paredes de un establecimiento formal implica que el ambulantaje desaparezca de las zonas medulares del Centro Histórico. Asimismo, modificar las actividades callejeras también pone en crisis formas de la vivienda que no se ajustan a aquellos modelos de “rescate” o “innovación”. No siempre los conjuntos habitacionales representan inversiones, y no siempre quienes los habitan son inversores potenciales. El tránsito de una residencia que posibilita que los estratos populares puedan vivir en las zonas centrales de la ciudad hacia su transformación en un bien capital tiene consecuencias claras: la gente es desplazada. 

Rosalba González Loyde, en su texto “Primera llamada: Airbnb frente a la vivienda de alquiler” mencionaba que “AirBnb por sí mismo no es el problema, sino el sistema y modelo que arropa su llegada sin entender y atender las problemáticas existentes y futuras de los lugares donde se inserta”. Ciertamente, existe un entramado de actores, legislaciones y normativas que le dan un nuevo orden espacial a las dinámicas urbanas. Sin embargo, me gustaría añadir un cuestionamiento: ¿el sistema no reconoce qué es lo que está legislando? Desde 2001 dieron inicio una serie de acciones que, paulatinamente, han ido implementando políticas que culminan en alianzas entre un gobierno y una firma tan problemática como lo es Airbnb. A esto, hay que añadir que para gestionar los espacios es necesaria una diversidad de instituciones y de prácticas que, en el caso del Centro Histórico, han incluido fideicomisos, editoriales (como lo fue la revista Km Cero), desarrolladores y arquitectos. Moctezuma Mendoza recoge las palabras de un arquitecto quien, en un seminario organizado por la UNAM, hablaba del deterioro del Centro Histórico. Entre las problemáticas que señaló, fue que la Ley de las Rentas Congeladas, la cual “se hizo en el momento pensando en defender a la población de menos recursos —pero luego que nadie se atreve a ponerle un cascabel al gato— [hizo que] “las fincas se fueran debilitando, porque el propietario no les metía un peso”. En este “proceso de degradación, [la renta] se fue volviendo una cantidad insignificante que no daba para mantenerlas y entonces se fueron abandonando y deteriorando”. Moctezuma Mendoza contrasta estas ideas con el hecho de que aquel abandono es empíricamente falso, ya que “el Centro de la Ciudad de México se conformó como un espacio habitacional popular” para una población que fue “constantemente expulsada por la reconversión de las propiedades a actividades más rentables”. Como lo es Airbnb. Sabemos cuánta responsabilidad recae en la actual gestión, y debemos saber en qué grado seguirán implicadas las otras partes que conforman el sistema de aquellos que tienen el poder para decidir la distribución del espacio.

El cargo Airbnb y las políticas de distribución del espacio apareció primero en Arquine.

]]>
Mejor escuchemos a Bad Bunny https://arquine.com/mejor-escuchemos-a-bad-bunny/ Tue, 27 Sep 2022 14:05:18 +0000 https://arquine.com/?p=69237 ¿Han oído a arquitectos intentar explicar de muchas maneras distintas proyectos gentrificadores como si no lo fueran? Algunos acaso tienen buenas intenciones, pero son como antiguos misioneros: te salvo si crees en lo que yo creo. Otros son meros agentes de sus patrones, encomenderos y hacendados. Su discurso la mayoría de las veces es mero camuflaje y peor: engaño. Por eso mejor escuchemos a Blanca Graulau y bailemos con Bad Bunny.

El cargo Mejor escuchemos a Bad Bunny apareció primero en Arquine.

]]>
Cuando los de abajo se mueven, los de arriba se caen

¿Han oído a arquitectos que, mientras proyectan bellos edificios con pequeños departamentos aptos para personas solteras o rentas rápidas y similares, aprovechando para hacerlo las condiciones económicas de una zona urbana marginal, afirman al mismo tiempo que trabajan para mejorar el espacio público y regenerar un barrio? O a otros arquitectos presentar un hotel —uno más—, como una obra tan sustentable que casi no deja rastro, más que la huella que ocupa en un terreno que quizá hasta hace no mucho era todavía parte de un ejido y donde los habitantes locales muy probablemente no podrán pagar el precio de una habitación ni por una noche. O a la empresa filantrópica que construye refinados edificios para fomentar el encuentro e intercambio entre artistas, comunidades locales y la naturaleza, sin reparar en la gentrificación que, aunque no quiera, promueve a corto o mediano plazo. Y, claro, también están los desarrolladores inmobiliarios que recuperan edificios —habitacionales o industriales, abandonados o, peor, aún ocupados— para devolverle vida a una zona de la ciudad que muchas veces ya estaba viva, bien viva y con gente que ahí vive. Bueno, por un momento dejemos de oír eso y mejor escuchemos con atención a Bad Bunny.

“El cantante Benito Antonio Martínez Ocasio, Bad Bunny, ha estrenado este viernes el videoclip de El Apagón, que incluye un reportaje realizado por la periodista puertorriqueña Bianca Graulau en el que, bajo el título Aquí vive gente, se critica cómo afecta a la población la venta de propiedades públicas por parte del Gobierno de Puerto Rico y critica los beneficios fiscales de los inversores estadounidenses, debido a que la isla continúa siendo administrada por Estados Unidos.”

Rodrigo Soriano, El País, 16 de septiembre 2022

Puerto Rico está bien cabrón, ey, canta Bad Bunny. Maldita sea, otro apagón. Entre los coros que se repiten se oye una voz femenina decir: “Puerto Rico sigue sufriendo apagones que dejan a millones sin luz. Todo esto después de que la distribución de energía en Puerto Rico pasara a manos de una compañía privada.” Es la voz de Bianca Graulau. Nacida en Puerto Rico, Graulau estudió Periodismo y Ciencias políticas en la Universidad de Siracusa, en Nueva York. Ahora los apagones son más largos, sigue la voz de Graulau, el pueblo puertorriqueño ha visto siete aumentos consecutivos en la factura de luz. Hay gente que está perdiendo la paciencia y protestando en las calles. ¡Maldita sea, otro apagón! —canta Bad Bunny. El sonido de los motores de motocicletas anuncia el beat y el coro mezcla me gusta la chocha de Puerto Rico con, de nuevo, Puerto Rico está bien cabrón, ey, hasta que otra voz femenina canta: Yo no me quiero ir de aquí, que se vayan ellos.

Y entonces regresa, los 18 minutos restantes del video que dura 22, el trabajo de investigación y denuncia de Blanca Graulau, titulado Aquí vive gente. Con entrevistas y datos, Graulau explica cómo en Puerto Rico “la vida no es igual para todes” y muchos puertorriqueños están siendo desplazados por quienes “llegan con ventajas y beneficios”. La privatización de empresas e instituciones públicas, la expulsión de los habitantes que llevan décadas viviendo en un lugar, los beneficios fiscales que sólo benefician a quienes ya han sido privilegiados por el sistema, todo eso es parte de la maraña que llamamos gentrificación. Pero hay más. Graulau cuenta que el barrio Puerta de Tierra,  —hoy botín de los desarrolladores inmobiliarios— “no fue siempre un lugar codiciado. Puerta de Tierra fue donde vivieron las personas esclavizadas luego de obtener su libertad, porque la clase alta quiso mantenerlos fuera de las murallas de San Juan.” Graulau muestra en su reportaje que la gentrificación no es un fenómeno moderno o reciente derivado del capitalismo —sea liberal o neoliberal— sino la nueva versión de la mentalidad y el ímpetu colonial blanco —mejorada, travestida en “desarrollo” y “negocio”. Bueno, yo les digo invasores colonizadores porque ellos se comportan como tal, dice una de las entrevistadas.

En su libro How to kill a city. Gentrification, inequality and the fight for the Neighborhood, P.E. Moskowitz escribe:

Hay un lado ganador y un lado perdedor en la gentrificación, pero ambos lados juegan el mismo juego, aunque no sean sus diseñadores. No es una coincidencia que ciudades con economías, demografías y geografías disparatadas padezcan simultáneamente de procesos similares.

La gentrificación no se trata de actos individuales; se trata de una violencia sistémica basada en décadas de políticas de vivienda racistas […] que han negado a la gente de color, especialmente a las personas negras, acceso al mismo tipo de vivienda y, por tanto, al mismo tipo de bienestar. La gentrificación no puede tener lugar sin una desigualdad de raíces profundas; si fuésemos todas iguales, no podrían existir el gentrificador ni el gentrificado. La gentrificación es el resultado inevitable de un sistema político enfocado más en la creación y expansión de oportunidades de negocio que en el bienestar de sus ciudadanos —a lo que me refiero como neoliberalismo.

Cuando oímos a alguien hablar como si sólo con diseño se puede evitar la gentrificación, sin atender —y, muchas veces, ni siquiera entender— las causas profundas y complejas de esos fenómenos, estamos oyendo discursos vacíos, poco críticos, ingenuos cuando no cínicos. Se aplaude la composición geométrica del edificio en planta y alzado pero se ignora la descomposición de las estructuras sociales y comunitarias, y también ecológicas, que son realmente las que arman y mantienen un barrio o una región. En San Juan Puerto Rico como en la Riviera Maya o en las costas de Oaxaca, o en la Doctores o Santa María la Ribera, el proceso es el mismo: colonialismo renovado y edulcorado como diseño. Algunos arquitectos acaso tienen buenas intenciones, pero son como antiguos misioneros: te salvo si crees en lo que yo creo. Otros son meros agentes de sus patrones, encomenderos y hacendados. Su discurso la mayoría de las veces es mero camuflaje y peor: engaño. Por eso mejor escuchemos a Blanca Graulau y bailemos con Bad Bunny.

El cargo Mejor escuchemos a Bad Bunny apareció primero en Arquine.

]]>
La ciudad en eterna construcción https://arquine.com/la-ciudad-en-eterna-construccion/ Mon, 30 May 2022 13:43:09 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-ciudad-en-eterna-construccion/ Lo llamativo de las políticas públicas de renovación, reciclamiento o regeneración[1] —como quiera que se nombren— es que discursivamente han pretendido estar diseñadas para ampliar la oferta de vivienda (en todos los segmentos), pero acceden sólo aquellos que pueden pagar el costo de habitar ahí.

El cargo La ciudad en eterna construcción apareció primero en Arquine.

]]>
Hace unas semanas Twitter Ciudad de México explotó porque una mujer extranjera publicó un tuit donde invitaba a otros extranjeros a venir a trabajar de forma remota en la capital mexicana. Una imagen y unos cuantos caracteres bastaron para que se detonara un debate sobre la segregación urbana, especialmente en algunas zonas de la ciudad. Y aunque el debate bifurcó hacia varios temas (cayendo incluso en discursos xenofóbicos), la base de varios de estos estaba en preguntarnos, por qué algunas zonas de la ciudad son habitables solo para unos cuántos, por qué cada vez es más evidente que el acceder a una vivienda bien ubicada (en cualquier de sus formas de tenencia) es menos alcanzable, por qué hay viviendas vacías en las zonas más rentables de la ciudad y por qué el gobierno parece no hacer nada frente a ello.

Las respuestas no son sencillas, porque estos fenómenos no son resultado de eventos intempestivos sino, como lo expusieron Giglia y Duhau (2008), de la suma de acciones y omisiones sobre la ciudad, acciones públicas y privadas que han dado forma a lo que vemos y vivimos hoy de la ciudad. De estas acciones, quizá de las más relevantes han sido las políticas públicas de renovación urbana que han insistido, desde hace más de dos décadas —entre otras cosas— en el crecimiento poblacional de algunas áreas centrales promoviendo la producción de vivienda en alcaldías centrales de la capital.

Lo llamativo de las políticas públicas de renovación, reciclamiento o regeneración[1] —como quiera que se nombren— es que discursivamente han pretendido estar diseñadas para ampliar la oferta de vivienda (en todos los segmentos), sin embargo, aunque claramente vemos que ciertas zonas están en permanente construcción con nuevos edificios habitacionales, no así que sus habitantes sean más y diversos en sus clases sociales, sino, por el contrario, que acceden sólo aquellos que pueden pagar el costo de habitar ahí. Incluso es posible ver algunos elementos homogeneizantes sobre el perfil de habitantes, sus prácticas y los productos y servicios que se ofertan.

 

¿Es esto gentrificación? 

Para caer en la hermosa excusa del académico promedio, la respuesta a esta pregunta sería: es complicado. Y en efecto lo es, pues colocar a todos los procesos de encarecimiento de la vivienda, falta de accesibilidad a la gentrificación sería también una simplificación que no permite visualizar cosas que están pasando en otros ámbitos, en otras escalas, por lo que se invisibilizan algunos fenómenos que caen fuera del campo explicativo de la gentrificación: el proceso de expulsión de una población de menores ingresos por una de mayor poder adquisitivo como resultado de intervenciones de mejoramiento urbano. Saskia Sassen lo expone de esta manera en el documental Push (2022) de Fredrik Gertten: 

Cuando la gente me dice, “es gentrificación, solo eso”. Mi reacción, una reacción irónica es, “si sólo fuera”. Es más profundo que eso. 

Y en efecto, aunque la gentrificación explica algunas cosas sobre fenómenos de expulsión vinculados a la renovación urbana, lo que encontramos en las dinámicas de desarrollo urbano en áreas centrales de las ciudades son también otros fenómenos, así como otros actores que buscan más beneficios del suelo bien ubicado. Lo interesante es que estos actores no son lo suficientemente identificables como para achacarle en los medios y redes sociales los problemas de falta de asequibilidad para habitar la ciudad, sino que se trata de actores a veces difusos que entran en la cadena de las finanzas globales, por lo que es más complejo seguirle la pista. La afirmación de Sassen sobre que “es más profundo” se hace más tangible.

El documental de Gertten nos da luces al respecto, justo porque permite ahondar en qué es lo que está pasando globalmente con la vivienda al preguntarnos, ¿cómo es que producir vivienda es algo tan rentable?, ¿por qué los gobiernos no intervienen o son poco eficientes en su regulación?, ¿quiénes son los que se ven mayormente beneficiados de esta dinámica?, ¿de dónde proviene la inversión que sostiene que la vivienda sea cada vez más un activo financiero que un servicio básico? 

Los intentos para responder lo anterior nos llevarán, con mucha seguridad, a la financiarización de la vivienda, el proceso en el cual la vivienda entra al sistema financiero global como un activo más, con potencial de movilizarse igual que las compras de acciones de las empresas, por lo que su uso (el del habitar) es lo último relevante en la cadena de elementos de la vivienda. Y aunque no explica toda la crisis de la vivienda, sí permite explicaciones más completas que el acusar de gentrificación. 

Aunque lo que vemos en Push, con ejemplos mayoritariamente del norte global, no es exactamente lo que vemos en las ciudades latinoamericanas, sí es posible visualizar que hay algunos elementos similares y que tendrán efectos en el corto plazo si es que no hacemos nada por aminorarlo. Con suerte, la ciudad que vemos en eterna construcción dará espacio a otras personas para que habiten la ciudad que están deseando.


Notas:

  1.  Vale la pena resaltar el uso de términos traídos desde el discurso de medio ambiental, que están vinculados estrechamente con la corriente de sostenibilidad en que se enmarcan estas políticas y programas. 

Referencias:

Duhau, Emilio y Giglia, Angela (2008). Las reglas del desorden: habitar la metrópoli, México: Siglo XXI Editores: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco.

El cargo La ciudad en eterna construcción apareció primero en Arquine.

]]>
El desvanecimiento de lo popular. Conversación con Vicente Moctezuma Mendoza https://arquine.com/el-desvanecimiento-de-lo-popular-conversacion-con-vicente-moctezuma-mendoza/ Wed, 18 May 2022 16:41:09 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-desvanecimiento-de-lo-popular-conversacion-con-vicente-moctezuma-mendoza/ El antropólogo Vicente Moctezuma Mendoza, en su libro El desvanecimiento de lo popular. Gentrificación en el Centro Histórico de la Ciudad de México (Colegio de México, 2021) parte del caso del Centro Histórico de la Ciudad de México y del periodo de reconstrucción que inició después del sismo de 1985, para cuestionar qué tan real fue que esa zona se encontraba abandonada y, sobre todo, quiénes definieron ese abandono.

El cargo El desvanecimiento de lo popular. Conversación con Vicente Moctezuma Mendoza apareció primero en Arquine.

]]>
Generalmente son las clases medias y altas las que definen qué es un espacio público y cómo debe usarse. El antropólogo Vicente Moctezuma Mendoza, en su libro El desvanecimiento de lo popular. Gentrificación en el Centro Histórico de la Ciudad de México (Colegio de México, 2021) parte del caso del Centro Histórico de la Ciudad de México y del periodo de reconstrucción que inició después del sismo de 1985, para cuestionar qué tan real fue que esa zona se encontraba abandonada y, sobre todo, quiénes definieron ese abandono.

 

Christian Mendoza ¿Cómo decidiste enfocarte en el Centro Histórico en el momento en el que inician los discursos de renovación?

Vicente Moctezuma: Me interesan temas de investigación vinculados a las desigualdades sociales y, en particular, a las experiencias de vida de los sectores populares. Había trabajado antes sobre los conjuntos urbanos de interés social que empezaron a emerger masivamente a principios del 2000. Se trataba de conjuntos en la periferia de las ciudades que tenían ciertas características en el sentido de que no respondían a grandes procesos con arraigo local. Posteriormente, mi aproximación se dirige al Centro Histórico, en parte, porque cuando inicia mi investigación el tema de la gentrificación y el desplazamiento de los sectores populares en el centro debido a sus transformaciones no era algo que estuviera tan establecido. La gentrificación es un concepto que se ha desarrollado en los últimos cinco o siete años y, ahora, ya se usa por muchos públicos. En esto, yo encontré una cuestión que conllevaba una conflictividad social que estaba apuntalada por un proceso de transformación urbana liderado por el Estado. Éste inicia bajo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador e impulsa un discurso de recuperación y de renovación del centro. Si pensamos que han transcurrido casi 20 años, podemos asumir que la continuidad de este proceso se ha facilitado de distintas formas. No son sólo los gobiernos de la ciudad. Me parecía interesante la confluencia de intereses privados vinculados a la acumulación del capital. Por otro lado, se tienen los intereses estatales. La renovación espacial estuvo relacionada a un discurso social y cultural que señalaba la necesidad de recuperación del espacio. Ambas tienen un objetivo económico muy claro. La preocupación es revalorizar para crear un plusvalor, algo que es muy evidente, aunque no sea enfatizado. 

 

CM: Tu investigación propone una partida doble. Hablas del desplazamiento residencial sufrido por los sectores populares, pero también está el desplazamiento de los espacios públicos. ¿Cómo unificaste ambas infraestructuras?

VM: La literatura sobre gentrificación estaba y está muy centrada en el desplazamiento residencial. Yo prefiero referirme más a la migración de los cuerpos, cuyo sentido es el desarraigo brutal mediante la expulsión física. Busco analizar la forma en la que ocupamos los espacios, tomando en cuenta no sólo nuestra localización física, sino también una serie de prácticas y de significados que construimos en torno a los lugares. Mi lugar de residencia no solamente es mi vivienda, sino también mi vecindario, los lugares a donde puedo salir a caminar, donde consumo ciertas cosas, etc. En el Centro, por ejemplo, la calle es también un lugar de trabajo para muchos de los habitantes de los sectores populares. Entonces, se trata de ampliar esta dimensión hacia una territorialización entendida, en términos que obligue a reconocer transformaciones no sólo dadas en la residencia sino también en otros espacios, como talleres, tiendas y la densidad del comercio callejero en el espacio público. Muchas de las políticas que se han desarrollado en la ciudad tienen que ver con desplazar al comercio en la medida en que aumenta la presencia de las clases medias. Esto genera  distintos conflictos para determinados tipos de inversión, aunque intento plantear otra discusión, porque también hay discursos muy fuertes que desarrollan otros actores, ya no tanto gubernamentales sino vinculados con la cultura, así como arquitectos y urbanistas quienes, de alguna manera, prescribieron la forma en la que se tiene que vivir el Centro Histórico y en la que se tiene que disfrutar su patrimonio. Yo encontré que el comercio popular no necesariamente está en choque con el disfrute de los bienes patrimoniales. Por ende, podemos decir que se establece una dominación sobre cómo debemos vivir los espacios. 

 

CM: ¿Consideras que esto active fronteras que pueden llegar a existir en la ciudad que, aunque no sean físicas (como un muro) puedan llegar a impedir la circulación de ciertos sectores sociales, pero favorezca la de otros? ¿Cómo crees que esto opera en el espacio público?

VM: La idea de la frontera la recupero de Neil Smith. Más allá de que no existan barreras físicas que nos impidan ir a un lugar, no por eso no están marcadas. Los recorridos que hacemos también están marcados por distintas significaciones de los lugares.  Eso nos habla de la fragmentación urbana dada por la segregación. Distintos grupos se distribuyen desigualmente en la ciudad. Yo señalo que el proceso de renovación y de gentrificación, a lo que se llamó “recuperación” o “rescate”, surge de un interés para hacer el centro atractivo, digamos para sectores de clases medias y medias altas. En décadas previas lo habían dejado de habitar, sobre todo en términos residenciales y, en menor medida, de visitar. El proceso que ha vivido el  centro,  yo lo entiendo como un proceso a partir del cual se desplaza una frontera que se empuja más atrás de Palacio Nacional con el fin de habilitar un lugar para el consumo turístico y para la residencia de sectores medios. 

 

CM: ¿Cómo crees que el imaginario de lo “peligroso” y lo “habitable” impacta también en el espacio público o el disfrute del patrimonio? 

VM: El valor comercial de los espacios no sólo tiene que ver con el lugar, llámese local o vivienda, sino también con el espacio circundante. En ese sentido, ha habido una serie de regulaciones muy amplias sobre el espacio público, como la peatonalización de distintas calles. En el centro, la más significativa es Regina, aunque también en el primer cuadro del centro hubo renovación de vivienda. Sin embargo, fue en Regina donde se experimentó más sobre el espacio público, aunque se ofrecieron espacios a artistas y instancias culturales, como Casa Vecina. Después se da la peatonalización de la calle Argentina. Ahí ya hay una serie regulaciones sobre el comercio popular. Dependiendo de los intereses se establecen las relaciones con el espacio. En el centro, vemos sobre todo un nuevo tipo de relación que vigila el comercio popular y comienza a controlarlo de manera fuerte. También vemos ciertos usos recreativos del espacio que piensa en los juegos de fútbol y de frontón, los cuales generan condiciones de seguridad para los nuevos residentes, como cámaras de vigilancia y una infraestructura urbana mucho más cuidada, como el alumbrado público y la limpieza continua. Yo señalaría que esto ha tenido muchas tensiones. Por ejemplo, a pesar de que se crearon espacios atractivos para los sectores medios, hay una proliferación de cervezas, lo que ya significa un conflicto: a los nuevos vecinos no les gusta este tipo de consumo. 

 

CM: ¿Cómo crees que los desplazamientos terminan definiendo la ciudad y los espacios públicos?

VM: Para habar de esto, yo recupero la idea sobre el “reparto de lo sensible” del filósofo Jacques Rancière para dar cuenta de cómo se invisibilizan los desplazamientos y la violencia que ha significado la gentrificación para los sectores populares. Pienso que hay dos dimensiones: por una parte, una que tiene que ver propiamente con la invisibilización. Hay muchos discursos que plantean que el centro estaba abandonado, que era un espacio. Esto activa un desconocimiento de la población popular que permaneció viviendo ahí durante el siglo XX y que, asimismo, llegó durante el mismo siglo a vivir en espacios que muchos consideraríamos (me incluyo) inhabitables: espacios muy deteriorados, incluso algunos catalogados como edificios en nivel de riesgo por el temblor. La necesidad de los sectores populares no se narra, ni siquiera para criticar que muchos decidieron ocupar una vivienda por la centralidad de la ciudad. Estas prácticas se han visibilizado en la medida en la que se habla de prácticas o de actores que son deleznables y que deben erradicarse. Pero, en la misma medida, borra estas presencias ya que se desconocen los significados y valores que se construyen desde esa dimensión, como es el comercio callejero. El comercio callejero no sólo representa una posibilidad de acceso a ingresos económicos, sino que también es un componente de consumo de los lugares. Hay un cuento de Armando Ramírez que es sobre un domingo en la Alameda: leemos una alameda popular. La gente se reúne ahí para comprar en los changarros, pero también a divertirse, a ligar. Paradójicamente, esa vida popular sólo se visibiliza con la denuncia y acusación del comercio callejero.

 

CM: Señalas que han sido historiadores, arquitectos, intelectuales y el gobierno mismo quienes construyeron el discurso sobre la renovación del Centro Histórico. ¿Cómo consideras que esto se vio reflejado en los intereses inmobiliarios y en los usos culturales del espacio público?

VM: Yo creo que ambos polos producen discursos distintos que de convergen de distintas maneras. Por una parte, hay una preocupación por la conservación o recuperación del patrimonio arquitectónico y urbanístico. Por otra parte, hay un trabajo mucho más centrado en el ámbito económico. Con ambos extremos, se demuestra que los procesos de gentrificación contienen bastantes contradicciones. El patrimonio es una dimensión que puede potencializar la revalorización económica del centro, aunque las leyes patrimoniales establecen muchos frenos para el desarrollo inmobiliario. Sin embargo, pueden llegar a converger en la medida en la que el patrimonio permite fijar rentas extraordinarias por ser un bien que no existe en otro lugar y que, por ende, tiene un carácter de unicidad para el que no existe competencia.  Hay intereses comerciales, turísticos e inmobiliarios que pueden surgir del discurso patrimonialista. Aunque todo esto es impulsado por intereses distintos, todo opera sobre lo mismo. Hay distintos tipos de inversión y de conservación de inmuebles que atañen a los intereses inmobiliarios. También creo que hay intereses culturales en relación con tanto con el patrimonio, pero también con otros espacios que pudieran emerger, llámense museos, cines, galerías, etc., los cuales traen consigo una economía. Creo que la renovación del centro, a pesar de toda esta heterogeneidad de discursos, sí tiene unas preocupaciones económicas muy claras. 

 

CM: Desde que se inició la renovación, ¿qué tensiones permanecen en el espacio público, pero también que otras posibilidades de apropiación popular han surgido?

VM: Hay distintos matices en la desapropiación. Por un lado, lo que se ha transformado significativamente tiene que ver con lo que se jugó el centro para los sectores populares. En el siglo XX, el centro se constituyó como un ligar de arribo para los sectores migrantes o de las periferias de la ciudad para encontrar trabajo y vivienda. Muchas de las trayectorias residenciales de gente de la ciudad de México que vive ahora en zonas periféricas transitaron en algún momento por el centro de la ciudad. Había vivienda barata y muchas oportunidades de empleo. Incluso en algún capítulo del libro analizo esas trayectorias y relato cómo muchos de los espacios a los que llegó esta gente ya desaparecieron a partir de la renovación, como es el caso de las casas de huéspedes, que más que convertirse propiamente en un Airbnb sí se volvieron lugares de renta muy caros que ya no funcionan para vivir. Por ejemplo, hoy albergan co-workings. En términos de Marcuse, se puede dar un desplazamiento por exclusión, lo que no quiere decir que haya una clausura. Los horizontes de lo posible que existían en el siglo XX para los sectores populares ya no tienen la misma representación en el siglo XXI. Aunque seguramente hay quienes siguen llegando a la Merced a encontrar espacios residenciales y de trabajo. Asimismo, hay gente que perdió su vivienda porque les subieron la renta o porque se trataba de un edificio que había sido abandonado por sus dueños y que había sido ocupado por otra población, pero, ahora, hay otro valor para el edificio. A veces aparecen nietos o familiares que reclaman los predios y se llevan a juicio a los ocupantes. En Regina se dieron muchos desplazamientos residenciales, así como en la zona de la Merced antigua. Por otra parte, también se revaloriza el espacio público. El desplazamiento callejero, en muchos casos, significó que la gente ya no pudiera trabajar definitivamente. El desvanecimiento de lo popular ha significado una precarización de las condiciones laborales. Hay condiciones más frágiles, más vulnerables en relación con la policía que aparece en algunos espacios, lo que provoca que haya menores ocupaciones del espacio. La exclusión también puede darse con la llegada de sectores medios, así como de distintos servicios. La atención que reciben ciertos espacios de la ciudad se da cuando comienzan a ser habitados por los actores de las clases medias. Me parece que es interesante porque hay una desigualdad en la atención de los espacios urbanos. La falta de servicios reafirma el lugar marginal de los sectores populares. Demandas que estos pueden tener en relación con la seguridad, la recolección de basura o el mobiliario urbano por lo general no son atendidas. En tanto que el área empieza a ser visitada por otros actores y hay otros intereses en los edificios y en el espacio público, ya se empieza a invertir en servicios e infraestructura pública. Los actores que no se benefician de esto aprenden algo: hay una pedagogía de que su lugar está subordinado y que quienes tienen voz son los nuevos vecinos. 

El cargo El desvanecimiento de lo popular. Conversación con Vicente Moctezuma Mendoza apareció primero en Arquine.

]]>
La intimidad en tiempos de su reductibilidad técnica https://arquine.com/la-intimidad-en-tiempos-de-reductibilidad-tecnica/ Tue, 03 Apr 2018 15:00:51 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-intimidad-en-tiempos-de-reductibilidad-tecnica/ “Location, location, location”, repetido como mantra en el urbanismo y en el desarrollo inmobiliario, no sólo desplaza los metros cuadrados de vivienda por la ubicación de esta, sino que también permite la aparición de espacios donde la intimidad es reductible y lo público, en su verdadero carácter, no tiene lugar.

El cargo La intimidad en tiempos de su reductibilidad técnica apareció primero en Arquine.

]]>
 

Quizá la casa es el primer lugar que reconocemos como nuestro. Están los objetos cotidianos con los que comenzamos a vincularnos, con el espacio que habitamos y [nos] creamos. Es en este escenario donde aparece la literatura que toma los objetos cotidianos para hablar de culturas o de fenómenos sociales, de rituales y ritos que se llevan a cabo entorno a estos. El baño (Zizek), la cama (Colomina), la puerta, la mesa (Kaufmann), la casa; se convirtieron en el centro de discursos sociológicos y etnológicos sobre la vida cotidiana para hacer una radiografía de contextos históricos, de gusto y de clases sociales.

Las diferencias de cómo habitamos estos espacios son las de procesos históricos y fenómenos de clase. La transformación de los objetos y el desplazamiento de usos en los espacios también son consecuencia de esos cambios. Como las paredes empequeñeciéndose junto con la tv, empujando al individuo a habitar consumir y ser objeto de consumo desde su propia habitación.

Luego de la Segunda Guerra Mundial y con una pérdida fuerte de población urbana de las grandes ciudades, la forma de habitar en el mundo urbano occidental tuvo prioridades distintas a las actuales; el ímpetu por promover familias más numerosas para dinamizar el mercado, aunado a una  visión distinta respecto a la urbanización, provocó que el ideal de los espacios de vivienda fueran más y de mayores dimensiones.

La multiplicidad de los espacios era más común. La sala de tv, el cuarto de estar, la mesa para el teléfono, la zona para escuchar música, la mesa para tomar té. Habitarla dentro, con todas sus reglas de diferenciación tanto como fuese posible. La calle, por su parte, estaba destinada y diseñada para el tránsito motorizado, por lo que el flâneuse no era una figura ni promovida ni bienvenida.

Décadas más tarde se integra un nuevo relato a la visión de ciudad. Diversos fenómenos entre ellos los debates sobre la contaminación que dominaron el discurso en las décadas de los ochenta y noventa; el crecimiento poblacional y la necesidad de acortar el tiempo del transporte (especialmente para las élites), incentivaron un cambio en la forma de ver y habitar la ciudad y con ello a la vivienda.

Así comienza un proceso de regreso a la ciudad central. Un proceso que comprendió muy tempranamente el mercado inmobiliario, el cual encontró una mina de oro en las zonas centrales depauperadas y bien ubicadas de las ciudades, comúnmente habitadas por clases medias y bajas(1). Esta visión temprana del mercado provocó que, en un contexto de pocas o nulas políticas públicas que frenaran o aminoraran el cambio, el costo del suelo aumentara y presionara el desplazamiento de habitantes de menores ingresos (gentrificación). Hoy el proceso continúa, pero ahora lo vemos descrito a través de formas de renovación urbana y de barrios de industria creativa.

* * *

Una gran cocina con dos enormes refrigeradores aparecen en la imagen, una repisa con una docena de copas para vino y una reunión de adultos jóvenes pasándola bien en algo que podría ser un cumpleaños. Estas imágenes ilustran un artículo de The New York Times. Todo aparece pulcro, las personas sonríen, todo en apariencia funciona.

El texto al que hago referencia describe una “solución” al costo de la vivienda en San Francisco, a través de un proyecto inmobiliario que ha disminuido el precio(2) de renta para profesionistas (predominantemente jóvenes), al ofrecer en alquiler habitaciones de entre 12 y 20 metros cuadrados con áreas compartidas en lugar de departamentos.

Esto parecería una excelente solución sino implicara una discreta forma de segregación que parte desde las formas de habitar. La población con hijos, gente de la tercera edad y con menores ingresos quedan descartados porque no encajan con el estereotipo productivo que el sistema requiere. La gentrificación entra a la jugada y los medios, la publicidad y a veces las autoridades públicas van detrás para jugar un rol legitimador de ello.

Si transitamos a una utopía urbana, la idea sobre ocupar menos los espacios privados y más los públicos no suena tan descabellada, de esta forma los ciudadanos nos veríamos cada vez más obligados a habitar la calle y ser partícipes de los debates y conflictos que se generan en ella para hacerla más habitable para todos, de forma tal que la ciudad nos provocaría el “encuentro con los otros” del que habla Sennett y tendríamos “más ojos –humanos- en la calle” como diría Jacobs.

En la calle las cosas no han ido así. En Ciudad de México, por ejemplo, a pesar que la oferta de espacios de habitación ha ido en aumento en las zonas mejores ubicadas de la ciudad, esto no ha manifestado un aumento de población, por el contrario, las delegaciones centrales de la ciudad han perdido habitantes en las últimas décadas. Y aunque sí ha implicado una mejora en el espacio público, esta ha sido selectiva, pues parece satisfacer únicamente a los que son capaces de pagar los costos de tal privilegio.

Location, location, location”, repetido como mantra en el urbanismo y en el desarrollo inmobiliario, no sólo desplaza los metros cuadrados de vivienda por la ubicación de esta, sino que también permite la aparición de espacios donde la intimidad es reductible y lo público, en su verdadero carácter, no tiene lugar.

 


 

(1) El imperio de Trump se consolidó bajo estos principios en la ciudad de Nueva York al comprar, con participación del gobierno local –terriblemente endeudado-, edificios de vivienda en áreas centrales de esta urbe, que luego fueron intervenidos para ser vivienda de las clases altas neoyorquinas.

(2) El costo de una habitación están entre los 1400 y 2400 dólares mensuales.

El cargo La intimidad en tiempos de su reductibilidad técnica apareció primero en Arquine.

]]>
El ruido de los otros https://arquine.com/el-ruido-de-los-otros/ Tue, 25 Jul 2017 00:04:52 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-ruido-de-los-otros/ Hoy en la ciudad de México hay menos pregones. Se sigue oyendo el grito potente de los repartidores de gas y de garrafones de agua. Y los de reproducción mecánica como el de los tamales oaxaqueños o el inigualable se compran colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que vendan. Sonidos y pregones que habrá que seguir registrando antes que la gentrificación sonora declare que el infierno es el ruido de los otros.

El cargo El ruido de los otros apareció primero en Arquine.

]]>
El video en YouTube se llama Parked Ice Cream Audible Inside NYC Apartment A Block Away. Dura 29 segundos. Los primeros diez o quince segundos no se oye más que el ruido producido al manipular el teléfono con el que se grabó el video y otro grave, mecánico, que desaparece al segundo diecinueve. Era el aire acondicionado. Entonces se oye un ruido más: el de la ventana al ser abierta. Se escucha entonces el ruido de los motores de automóviles en la calle y, a lo lejos, la música de campanas del camión de helados.

El video fue subido por Gothamist, “un sitio web sobre Nueva York” y lleva a un artículo firmado por Nathan Tempey con el título New Harlem Resident Declares War On Jingle-Happy Mister Softee Man. El artículo cuenta que Mackenzie —“quien pidió que no se revelara su apellido por miedo a que la encasillaran como la señora blanca que se queja de su nuevo barrio”— “compró un departamento cerca de Central Park en la primavera. «Ésta es una cuadra generalmente tranquila, serena. La llegada del camión de helados ha terminado con la tranquilidad.»” Según el artículo de Gothamist, lo peor de todo, según Mackenzie, es que parece querer hacer algo al respecto. The Gothamist no logró encontrar al dueño del camión para entrevistarlo, pero Carolyn Graham, de 55 años, vecina del lugar, les dijo: “se mudan a Harlem y eso es lo que pasa en Harlem” —traducción libre de that’s what the fuck happens in Harlem. Graham también dijo que el ruido del camión de helados no le molesta y que si lo hiciera simplemente iría a su recámara y prendería el televisor. En Harlem, les dijo, “la gente oye música, hay ambulancias y motos que pasan. Es el latido de Harlem. Lo odiamos, pero así es.”

 

Lo odiamos, pero así es. Aunque habría que preguntarse si realmente odian el ruido de Harlem y más: si acaso lo oyen. Mientras sean los ruidos cotidianos y no los causados por algún malestar, uno no oye los ruidos de su propio cuerpo. Y así uno no oye, tal vez, su propio barrio. El ruido del motor del elevador o el de los niños que salen a jugar en el patio de la escuela todos los días a la misma hora se vuelven, el latido del barrio que, como el latido de nuestro corazón, es normalmente inaudible. Sólo quien recién llega y no se ha acostumbrado lo percibe como ruido, como Mackenzie, la nueva vecina blanca.

El 27 de octubre de 1839 se embarcaron en Nueva York con destino a México, Frances Erskine Inglis, nacida en Edimburgo en 1804, y su marido, Ángel Calderón de la Barca, recién nombrado ministro plenipotenciario de España en México. Desde su salida de Nueva York y hasta 1842, que permanecieron en México, Frances, la Marquesa Calderón de la Barca, escribió regularmente a su familia que vivía en Boston contando su experiencia mexicana. En 1843, Frances seleccionó algunas de esas cartas y las publicó con el título Life in Mexico During a Residence of Two Years in That Country. En sus cartas cuenta desde el abordaje en el Hércules, vapor que los llevó a la Habana, para después de unos días tomar otro barco con destino a Veracruz. Su camino a la ciudad de México pasando por Puebla y antes por la hacienda de un hombre con “porte de caballero, apuesto, discretamente vestido y más bien de aire melancólico y con una sola pierna.” Santa Anna. En la carta fechada el 26 de diciembre de 1839, cuenta su paso por Río Frío y la entrada a la ciudad de México. “Las innumerables torres de la ciudad distante se veían apenas. Los volcanes estaban envueltos en nubes excepto sus cimas nevadas, que parecían cúpulas de mármol coronando el cielo.”

En la séptima carta cuenta su debut en México, en una misa en catedral y de la ciudad azteca que le dicen está debajo y del Calendario Azteca, “una piedra circular cubierta con jeroglíficos, que se conserva a las afueras de catedral.” También cuenta la primera visita, con su marido, al Presidente. “El palacio es un edificio inmenso que contiene, además de los apartamentos del Presidente y sus ministros, todas las cortes de justicia principales. Ocupa un lado de la plaza, pero no es nada notable por su arquitectura.” La marquesa Calderón de la Barca le dedica buena parte de esa carta a algo que le llamó particularmente la atención de la ciudad de México: los pregones:

Hay una cantidad extraordinaria de pregones (street-cries) en México, que empiezan al amanecer y continúan hasta la noche, realizados por cientos de voces discordantes imposibles de entender a la primera, pero el Señor __ me ha dado una explicación de ellos hasta que pude empezar a tener una idea clara de su significado. Al amanecer te despierta el grito chillón y desesperado del carbonero: Carbón, ¿señor? que suena algo así como ¿Carbonsiu? Luego el que vende mantequilla: ¡Manteca, manteca a real y medio! ¡Cecina buena!, interrumpe el carnicero con voz áspera. ¿Hay sebo, o, o, o, o?, es el grito prolongado y melancólico de la mujer que compra desperdicios de cocina y se para en el quicio de la puerta. Luego pasa la cambista, una india que intercambia y hace trueque que canta ¿tejocotes por venas de chile?, una pequeña fruta que cambia por pimientos picantes. Ningún daño nos hace (no harm in that).

La marquesa Calderón de la Barca sigue enumerando los pregones, sorprendida tanto por lo que se vende e intercambia, como por el modo de hacerlo. Gritos ofreciendo o pidiendo agujas y alfileres, botones y espejos, canastos de frutos —cada uno por su nombre—, gorditas y pasteles de miel, requesón, merengues, caramelos, bocadillos de coco y tortillas de cuajda. Hay de todo. No harm in that.

Hoy en la ciudad de México hay menos pregones. Se sigue oyendo el grito potente, sacado desde el vientre para no dañarse la garganta, de los repartidores de gas y de garrafones de agua. Y los de reproducción técnica como el de los tamales oaxaqueños o el inigualable se compran colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que vendan. Sonidos y pregones que habrá que seguir registrando antes de que las Mackenzies del mundo prosigan con su gentrificación sonora y declaren, precisando la frase de Sartre, que el infierno es el ruido de los otros.

El cargo El ruido de los otros apareció primero en Arquine.

]]>