Resultados de búsqueda para la etiqueta [territorio ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Wed, 15 Feb 2023 17:33:54 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 Buenaventura: Palafitos para la esperanza, un relato ante la discriminación desde una postura de privilegio https://arquine.com/buenaventura-palafitos-para-la-esperanza-un-relato-ante-la-discriminacion-desde-una-postura-de-privilegio/ Mon, 17 Oct 2022 03:34:47 +0000 https://arquine.com/?p=70278 El puerto de Buenaventura es el más productivo de Colombia. Sin embargo, conviven en una tremenda desigualdad, otras economías cotidianas, cuyas dinámicas son realmente el sustento de la mayoría de la población que lo habita, mayoritariamente afrodescendientes.

El cargo Buenaventura: Palafitos para la esperanza, un relato ante la discriminación desde una postura de privilegio apareció primero en Arquine.

]]>
Antecedente: Para ustedes querides lectores, es importante saber que este relato no existiría sin una red de privilegios que me han permitido presentar la experiencia. Siendo un relato donde la discriminación es un tema focal, y donde pretende haber un mensaje de esperanza, valga la aclaración que hacerlo desde esa malla privilegiada es de entrada una autocrítica. Asumo entonces el cuestionamiento natural ante mi descripción y postura, que ustedes al leer la crónica elaboren desde la suya.

La historia comienza gracias al privilegio de ser académico de tiempo completo de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, el de contar con la extraordinaria colaboración para impartir un curso intersemestral, de mi calificadísima colega María del Pilar Álvarez; de recibir el apoyo incondicional de mi Institución en todos los niveles jerárquicos: Rectoría, Vicerrectoría, División, Departamento y Coordinación de programa, para concretar un curso colaborativo interuniversitario; de tener como amigos y anfitriones a las y los maravillosos docentes de las Universidades Pontificias Javerianas de Cali y Bogotá: Jaime Hernández, Iván Osuna, Carolina Cruz y Maritza Granados; y sobre todo, el inmenso privilegio de haber contado con el esfuerzo colectivo de la población afrodescendiente de Buenaventura, que en todo momento estuvo dispuesta a cuidarnos.

Partimos desde Cali, un martes a medio día. La expectativa de un viaje que duraría según el GPS unas tres horas y media o cuatro, cruzando la cordillera occidental de los Andes Colombianos para llegarnos a orillas del océano pacífico, donde se encuentra la gran bahía que cobija al puerto y ciudad de Buenaventura, llenaba de curiosidad y ansia por surcar la ruta. El trayecto se alargó más de lo esperado ya que una avería en el autobús obligó a una estancia de un par de horas más a mitad del viaje, hasta que llegara otro vehículo de relevo, situación que no se desaprovechó y sirvió para que estudiantes y docentes tanto de México como de Colombia, rompiéramos las distancias protocolarias y conviviéramos a un nivel de camaradería, recordando y compartiendo anécdotas personales de otros viajes y experiencias similares. Al final, tras unas ocho horas totales e imágenes imponentes del paisaje andino, cruzábamos ya de noche los puentes que nos conducían a nuestro alojamiento en el corazón neurálgico de la ciudad: La isla del Cascajal. La visualización de lo que ya habíamos estudiado y analizado bibliográficamente, tendría que esperar hasta el día siguiente. Tocaba recogerse; al amanecer nos adentraríamos a una ciudad muy especial.

El puerto de Buenaventura, es el más productivo de Colombia según el análisis trabajado académicamente, y desde la perspectiva de la economía global. Sin embargo, conviven en una tremenda desigualdad otras economías cotidianas cuyas dinámicas son realmente el sustento de la mayoría de la población que ahí habita. 

Rodeada de esteros con bosques tropicales y manglares, la Isla del Cascajal como su nombre lo indica, ha ido ganando terreno al mar a partir de dos estrategias polares: Por una parte, aquella de las grandes inversiones que, financiadas en combinación por el Estado y la iniciativa privada, llena de recursos de alta tecnología para generar una instalación portuaria de gran calado, cuyas dimensiones ocupan más o menos la mitad de la isla. Por otra parte, aquella practicada por las comunidades de pesca local, mayoritariamente afrodescendientes, que han llegado a lo largo del tiempo por procesos migratorios diversos, todos ellos relacionados con la discriminación, el abuso y la explotación, a establecerse con una dignidad creativa sublime a pesar de la precariedad de los recursos, manejando una dinámica de aprovechamiento y comprensión del sitio envidiables, tan conectadas con las sístoles y diástoles de la marea, corazón que en su palpitar, produce y reproduce la vida de miles de especies que habitan el territorio, que pareciera han estado ahí por siempre. 

En esta opción, una serie de pilotes de madera se van extendiendo elegantemente hacia el mar, cual largos dedos que se estiran buscando la vida. Sobre los pilotes, se construyen plataformas donde se erigen pequeñas casas de madera, y largos puentes de tablas como circulación para acceder a ellas: palafitos surgidos de quién sabe qué memoria ancestral propia, o recordados en su transitar migratorio por otras regiones del continente, donde pueblos originarios compartieron su sapiencia y algo más, con los abuelos de estos grupos afrodescendientes.

La expresión arquitectónica de las construcciones no puede ser más coherente con la practicidad de la necesidad: hacia la circulación peatonal, la casa se presenta con fachadas muy atendidas, que expresan el orgullo de cada familia por su espacio habitable y la necesidad por la belleza en el sentido más profundo de su significado. El detalle en el trabajo de la madera es cuidado en su ensamblaje y sus remates, en su acabado y su manutención, sin desestimar calidad y sin desperdiciar recursos. Por otra parte, el volumen restante de la edificación, ese que “no se ve” desde la “calle”, es básico, cien por ciento pragmático, sin desperdiciar material o energía en estéticas triviales, aunque no por ello ajeno a una armónica proporción constructiva.

La calle se va rellenando poco a poco, al paso del tiempo, hasta convertirse en terreno sólido, para que entonces, nuevos dedos comiencen a extenderse sobre el mar, pues la población crece y la necesidad de espacio es mucha.

Abajo, en el territorio que sólo le pertenece a la marea, se quedan los botes de pesca encallados en el lodo durante la bajamar, en espera de ese reloj preciso de la naturaleza, que indicará durante la pleamar, la hora de ir a pescar. El ritual sucede rítmicamente a lo largo de las 24 horas del día, que no se marcan por un reloj mecánico, sino por la relación entre el sol, la luna, las estrellas y el océano, con mucha mayor exactitud que la mecánica relojera humana.

Las actividades también se rigen por este ritmo, mucho más pertinente que el 9:00 a 17:00 del horario laboral urbanita e industrial: Quien espera el momento de la pesca extiende sus redes al sol, mientras llega la hora de embarcar. Los niños juegan en la calle, o en la “Cancha” que con buena voluntad consiguieron gestionar los habitantes de uno u otro barrio. Quien atiende la casa, saca la ropa al sol, cuando éste está en pleno, por que hay ocasiones que llueve todo el día. Se cocina, se dialoga, se convive. Quienes han llegado a la vejez, cuidan a los más pequeños, y observan desde el porche sombreado de las casas, el transitar de la vida entre los jóvenes. Un bosque de pilotes de madera espera debajo de todo esto mientras poco a poco y casi se percibirlo va subiendo el nivel del agua.

Al llegar la pleamar, cambia la dinámica, quien pesca se alista a subir las redes al bote, y a embarcar en grupos balanceados, donde los más experimentados adiestran a los más novatos. Quien no tiene edad aún para salir a navegar, aprende observando a quienes aprenden haciendo. Parten los barcos en horarios que no obedecen a otro patrón, que la naturaleza misma, a la madrugada o por la tarde, y así como esperan partir, esperan a regresar cuando el agua tenga el nivel permitido para llegar al hogar.

La ciudad de los pescadores se extiende con un nutrido tejido urbano, donde los barrios son reconocidos entre ellos y celosamente cuidadas sus fronteras. No es tan sencillo transitar de un barrio a otro, la necesidad de sobrevivir ha construido barreras invisibles, enemistades, enconos. Tradiciones culturales traídas en la memoria desde la lejanía, se reconstruyen adaptativamente entre los habitantes de cada barrio y, por lo tanto, transgredir las fronteras sin permiso, es considerado una agresión.

Nosotros en cambio, desde el privilegio, pudimos pasar de un barrio a otro, cuidados por los mismos habitantes que, quizá porque conservan en las instituciones educativas la confianza que han perdido ante los partidos políticos y las administraciones, se han puesto de acuerdo y dejado rencillas y rencores para brindarnos con calidez unos minutos de su vida, y compartirnos su casa y su cotidianeidad. Entre silbidos se pasan la voz, para avisar hacia dónde va recorriendo el grupo. Siempre hay alguien a la cola asegurándose que los rezagados no se pierdan, siempre hay alguien a la cabeza, para recibir y conducir a quienes van encabezando la marcha.

La complejidad social y cultural de esta mitad de la ciudad, se inscribe en la memoria recóndita de la esencia del universo, donde los opuestos complementarios no están opacados por la hipocresía de la corrección política, están a flor de piel dispuestos a explotar cada segundo, tanto en la belleza luminosa de la vida, como en la trágica penumbra de la muerte.

Juzgar desde el privilegio, es una manifestación equívoca del ego, aunque muy común desde dicha plataforma. Aprender de aquello que nos es ajeno, es mucho más incómodo, pues es realmente complicado; requiere desnudarnos de todos los prejuicios que nos visten, y dejar expuesta el alma al escrutinio detenido y crítico, de quienes conforman los otros mundos, los mundos a los que no estamos acostumbrados.

El cargo Buenaventura: Palafitos para la esperanza, un relato ante la discriminación desde una postura de privilegio apareció primero en Arquine.

]]>
Mesa de Territorio https://arquine.com/evento/mesa-de-territorio/ Mon, 11 Jul 2022 02:03:02 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/?post_type=evento&p=65562 ¿cuál es hoy el territorio de la arquitectura y, en contraparte, cuál el papel de la arquitectura en la conformación del territorio?

El cargo Mesa de Territorio apareció primero en Arquine.

]]>
El geógrafo Jean Gottmann decía que el territorio es un concepto generado por gente que organiza el espacio para sus propios propósitos. El territorio de la arquitectura, que iba de construir ciudades hasta hacer las máquinas para sitiarlas o, como la famosa frase, de la cucharita a la ciudad, parece hoy más acotado. Por otro lado, hoy se siguen los rastros y los efectos de un edificio desde el sitio en que se erige hasta las minas de donde se extraen los materiales con que se construye, sumando el gasto de energía en su construcción al de su mantenimiento. La pregunta ya no es sólo cuánto pesa su edificio, sino hasta dónde llegan sus efectos. Cuando la idea de territorio se entreteje con nociones que la redibujan, como lo global o lo planetario, y con acciones concretas de comunidades que defienden el territorio que ocupan de intervenciones y formas de uso que a veces a la distancia pasan inadvertidas, ¿cuál es hoy el territorio de la arquitectura y, en contraparte, cuál el papel de la arquitectura en la conformación del territorio?

Participan: Jose Castillo |Carina Arvizu | Elizabeth Añaños | Camilo Restrepo | Isadora Hastings

El cargo Mesa de Territorio apareció primero en Arquine.

]]>
Arquine No.100 https://arquine.com/arquine-no-100/ Tue, 31 May 2022 18:48:44 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/arquine-no-100/ Hace 25 años publicamos el primer número de la revista Arquine. Desde entonces, con una edición puntualmente trimestral, hemos construido cultura arquitectónica desde México.

El cargo Arquine No.100 apareció primero en Arquine.

]]>
Hace 25 años publicamos el primer número de la revista Arquine. Desde entonces, con una edición puntualmente trimestral, hemos construido cultura arquitectónica desde México. Como apuntaba en el primer texto editorial, teníamos “la vocación de dar a conocer nuevas propuestas arquitectónicas de calidad en Latinoamérica, así como las arquitecturas más interesantes de la comunidad internacional.” Añadía que “la revista Arquine es un proyecto hecho de proyectos. Es un instrumento de información y también un transmisor de ideas y opiniones. Es un canalizador de nuevas propuestas capaces de estimular el análisis, el conocimiento y la creatividad de la cultura arquitectónica internacional.” Describíamos cómo publicaríamos los proyectos privilegiando la calidad; identificábamos a nuestros potenciales lectores y reivindicábamos el derecho a opinar con columnas de autor. También, en esa primera edición, enumerábamos las secciones que estructurarían las páginas impresas y que mantuvimos en los siguientes números. En ese lejano septiembre de 1997 incluimos tres obras de López Baz y Calleja y otras tres de Waro Kishi. Cada decisión era un manifiesto de lo que queríamos ser y, con un impecable despacho mexicano y otro japonés, —creíamos— quedaba claro el rumbo que nos habíamos propuesto. De las cuatro secciones —Actual, Arquitectos y Obras, Análisis y Escuela—, la tercera fue una apuesta por el rigor académico y por la investigación. Un ensayo de Víctor Jiménez, autor de los recién restaurados estudios de Diego Rivera y Frida Kahlo, ponía la primera piedra en el reconocimiento a la modernidad temprana mexicana. En la primera sección, un texto de Ernesto Betancourt, socio fundador de Arquine, rompía lanzas en favor del proyecto de la frustrada Torre Cuicuilco de su mentor Teodoro González de León. También se estrenaron Jose Castillo y Bernardo Gómez-Pimienta, en aras de la pluralidad de opiniones. Y no menos anecdótica, tuvimos la portadilla en la página uno donde, en clave leonardodavinchesca, se podía leer al revés el borrador del índice manuscrito. El diseño de la revista fue una aventura emocionante que nos obligó a revisar todas las publicaciones de aquellos años —que diseccionábamos los hemerotecarios— y estuvo a cargo del Taller de Comunicación Gráfica (Patricia Cué, Uziel Karp y Estela Robles) con quienes hicimos nuestra la tipografía Avenir. Pero la historia de Arquine se remontaba a un par de años antes. Por un lado, al antecedente editorial que publicaban Enrique Norten, Isaac Broid, Humberto Ricalde y Alberto Kalach, con la participación de Adriana León. La revista A —por arquitectura— que, como toda revista religiosa, salía cuando dios quería, reflejaba el esfuerzo, los intereses y los proyectos de sus fundadores y sus conexiones internacionales. Con gran generosidad, a los pocos meses de que llegué a México, me aceptaron como parte del equipo y me apliqué en aportar saberes y trabajo por el justo trueque de tener asegurada una cena de pan y quesos casi cada lunes, que no era poco para un recién emigrado a un país pasmado tras la crisis de 1994. La revista A desapareció por inanición y fue la primera vez que me percaté de que, en México, más que muertos hay desaparecidos. Por otro lado, mi primera participación internacional en el evento masivo de la UIA 1996 en Barcelona, donde fue el baño de masas de Peter Eisenman pertrechado de la camiseta del Barça, me permitió acercarme a otros editores de revistas —Luis Fernández-Galiano de Arquitectura Viva, Mónica Gili de 2G, Vittorio Magnago Lampugnani de Domus y Francesco Dal Co, director entrante en Casabella—. Todos ellos fueron muy alentadores e inspiradores para el proyecto, todavía ignoto, de Arquine. En pocos meses, iluso y entusiasta, logré convencer a los amigos que se convertirían en socios fundadores que siguen conformando el consejo de administración hasta el día de hoy: Ernesto Betancourt, Gilberto Borja, Isaac Broid, Bernardo Gómez-Pimienta, Enrique Norten y Manuel Novodzelsky. Sin capital suficiente para poder imprimir los tres mil ejemplares del número uno, ni contactos con la industria de la construcción, pero con la osadía que da el hambre y la confianza en un proyecto singular, me entregué a la ardua tarea de vender publicidad, armado de paciencia y sonrisas frescas después de pasar horas en salas de espera. El número 2 no podía desviarse del rumbo prometido y los arquitectos publicados fueron Teodoro González de León que, a partir de entonces, sería un exigente mentor; Mathias Klotz de Chile, con el que años después publicaría dos monografías —una para Electa Editrice y otra de Arquine— y el extraordinario panorama de la arquitectura chilena que reunía Blanca Montaña. Dino del Cueto —que ya era autoridad en el tema— publicó el ensayo “Félix Candela, el mago de los cascarones de concreto”. Alejandro Hernández Gálvez, actual director editorial, escribió su primer texto en este número, junto a los de Isaac Broid y Humberto Ricalde. Con ellos se iría conformando un equipo informal de redacción. Además, en esta segunda edición publicamos un póster con las plantas de las obras más destacadas de González de León. Con el número tres dimos otra vuelta de tuerca y fue el primer número temático, dedicado a la arquitectura brasileña. Así, quedaba claro hacia dónde mirábamos y que no queríamos ser como tantas extintas publicaciones latinoamericanas que delataban su afán por ser francesas o norteamericanas. El texto editorial —por primera y única vez— no lo redacté personalmente, sino que lo escribió Ruth Verde Zein, curadora del contenido. El Análisis sobre la casa de Oscar Niemeyer estuvo a cargo de Carlos Eduardo Días Comas quien, junto a Ruth, sumaban dos extraordinarios autores brasileños que reforzaban nuestros primeros pasos. Un primer análisis de la realidad local me permitió exponer las obras recientes de Javier Sánchez en la Condesa, lo que sería un tema recurrente en los siguientes años. Arquine 4 se convirtió en pocos años en un número de culto. Agotado precozmente, el contenido incluía unas casas extraordinarias de Alberto Kalach (todavía con Daniel Álvarez) y otras de Tod Williams y Billie Tsien. Humberto Ricalde se explayó en su lectura del trabajo de Mathias Goeritz en el Museo Experimental el Eco y, celebrando los 100 años del natalicio de Alvar Aalto, ya reivindicábamos la importancia del proceso arquitectónico. En mi mejor estilo de aquellos años, “para ganar amigos” escribí un artículo sobre la arquitectura regiomontana del que sólo se salvaban tres arquitectos: Agustín Landa de la Ciudad de México, el suizo Alexandre Lenoir y el tejano James Mayaux. A su vez, Alejandro Hernández Gálvez estrenó su agudeza, que se acrecentaría con los años, para diseccionar la obra de Barragán. Con el primer aniversario, convocamos el primero concurso de Arquine, el cual sigue vigente, aún cuando por entonces se trataba de una competencia de ideas. Aquella edición invitaba a proponer activaciones para los estudios de Diego y Frida. No perdí la oportunidad de opinar, sin permiso, sobre un “mal” concurso privado, levantando asperezas sin necesidad, con efectos devastadores, ya que se canceló el resultado como consecuencia de tan desafortunada provocación. Con la revista siguiente iniciamos un número monográfico sobre casas mexicanas que se repetiría años después al ser el contenido más vendido. Obras de Isaac Broid, Enrique Norten o Mauricio Rocha, entre otros, iniciarían un seguimiento constante a sus respectivas trayectorias. Mi ensayo sobre nueve residencias de Abraham Zabludovsky sería el presagio del primer libro de Arquine, que llegaría dos años después. Colaboraciones de Ignasi Solà-Morales, Sara Topelson o François Chaslin —director por entonces de L’Architecture d’Aujourd’hui— reflejaban el empeño por incluir destacadas notas de autor. Con el número 7 sufrimos un descalabro. El despacho mexicano que íbamos a publicar adelantó el contenido a otra revista de la época y, entre indignación, celo y urgencia, corrimos a reemplazarlo con los proyectos más recientes de Javier Sánchez, despacho en plena efervescencia, junto con la obra del argentino Mariano Clusellas. Un interesante análisis compositivo de la obra de Barragán en su propia casa, a cargo de Axel Arañó, y un trabajo académico sobre la Ciudad Lacustre dirigido por Alberto Kalach con estudiantes de la UNAM y Harvard, sentaban las bases de dos temas recurrentes. A éste, le siguió un número con el trabajo del despacho mexicano de Martín Gutiérrez y el chileno Smiljan Radic. Además, publicamos los proyectos ganadores del primer concurso de Arquine, en el que los galardonados fueron Emmanuel Ramírez y Diego Ricalde, quienes años después fundarían el despacho MMX. No siempre fue fácil contar con colaboradores de calidad, por lo que en este número apareció una enigmática Manuela Salas, que bien pudiera haber sido un alter ego del editor —y un homenaje a sus respectivas abuelas—. El tercer año, con el número nueve, se estrenaba una arcaica versión digital de arquine.com para incluir más información en formatos elásticos que permitían las reacciones de los lectores. Se incluyeron las obras recientes de Isaac Broid y de Michael Rotondi; Jose Castillo nos llevaba por la casa que proyectó John Lautner en Acapulco y anunciábamos el 2º Concurso Arquine. Con el número diez, reunimos diez obras de interiorismo, una disciplina que siempre nos ha costado contarla sin que resbale hacia las socorridas revistas de estilo y vida. En este número y el siguiente anunciábamos el primer Congreso Arquine, que llegó para quedarse como uno de los encuentros anuales más destacados de arquitectura. Además, publicamos extensamente dos casas: una de Kalach y otra de Gómez-Pimienta, con todo lujo de detalles. En el verano del 2000 rompimos un tabú publicando un proyecto de Ricardo Legorreta, que hasta entonces habíamos evitado. El uso del color y cualquier resonancia barraganiana estaba excluida de la arquitectura mexicana de nuestra generación; sobre todo, en aquellos arquitectos que iniciaron la revista que precedió a Arquine. Con el número 13, recorrimos América, de norte a sur, con obras de Marlon Blackwell, Alfredo Hidalgo+Diego Vergara y Gerardo Caballero, y revisamos en el dossier el extraordinario legado de Francisco Artigas.

Asumimos riesgos con una portada con una imagen girada y en blanco y negro. No hubo ni quejas ni elogios, así que seguimos navegando y publicando a ciegas. Procedimos con un número “seguro” con obras de Teodoro González de León y Francisco Serrano, y apareció una nueva sección de Lecturas, resultado de la incorporación de Alejandro Hernández Gálvez como Jefe de Redacción. Con el número 15, mediante las obras de Enrique Norten y Ábalos & Herreros, ya hablamos de “las tersas texturas evanescentes de las pieles”. Además, Humberto Ricalde publicó un notable ensayo sobre la modernidad de don Augusto H. Álvarez. En verano del 2001 las protagonistas fueron las casas de playa; en otoño, los espacios para educar. La portada estuvo virada en negativo. No faltaron destacados colaboradores como Francisco Liernur, Fernanda Canales, Iñaki Ábalos, Carlos Eduardo Días Comas, Enrique X. de Anda, Richard Ingersoll, Federica Zanco, Josep María Montaner o Luis Fernández-Galiano. La portada del número 19 fue doble: coincidieron obras de Adrià+ Broid+Rojkind (quienes fueron Premio Cemex de ese año) y de Gilberto Borja, ambos socios fundadores de la revista, forzando una portada salomónica. Cada vez, quedaba más claro el interés editorial de Arquine, reportando las obras recientes de Javier Sánchez, Alberto Kalach o Mauricio Rocha, quien sería portada del número 20, donde Alejandro Hernández ya delataba sus intereses con el texto “Contra la arquitectura”. A partir del número 22, el diseño cambió de manos, conservando lo esencial, y David Kimura se ha ocupado hasta el día de hoy de hacer atractiva la revista, junto a Gabriela Valera, que se sumó al equipo de diseño desde el número 33. Siguieron números con clásicos locales: Serrano, Norten o LBC, que se cruzaban con obras de Rafael Iglesia, RCR, Winka Dubbeldam y Herzog & de Meuron. Un consejo editorial activo se reforzaba con Javier Barreiro, Jose Castillo, Fernanda Canales y Rozana Montiel. Y desde mi editorial seguía rompiendo lanzas en favor de los concursos y la igualdad de oportunidades. Con el número 26, regresamos al confort de las casas de autor y mi ensayo sobre la arquitectura latinoamericana de mitad del siglo XX se convertiría en un libro. Le siguió la sobriedad de Agustín Landa y Javier García Solera. Posteriormente, cerramos un número sobre los nuevos territorios que proponían Vicente Guallart, Raúl Cárdenas y Willy Müller. Un profundo ensayo de Juan Manuel Heredia sobre Juan O’Gorman certificaba el interés permanente por documentar la primera modernidad mexicana. Viéndolos retrospectivamente, los números 30’s y 40’s, incorporaron más diseño con Héctor Esrawe —y posteriormente Emiliano Godoy— en el consejo editorial. Las portadas, más abstractas, sumaron algunas obras de diseñadores y artistas, incluido Jan Hendrix, con un fold out. Fueron años en los que la atención se dirigió al panorama internacional, especialmente hacia la arquitectura brasileña y chilena, lo que se reflejaba en las páginas impresas. El número 30 recogía obras destacadas de la nueva generación del DF, por entonces el acrónimo de la Ciudad de México, con más aciertos que errores, tras el tamiz de los años. El número siguiente ilustraba obras de los participantes del congreso anual de Arquine —con Peter Eisenman, Federico Soriano, etc.— y desde entonces, cada septiembre, publicamos a los más destacados ponentes de nuestro encuentro anual. Con la euforia del cambio en Colombia, en el número 32 destacamos los mejores proyectos de la transformación urbana de Medellín y Bogotá. Con una portada de la ballena de Gabriel Orozco en la Biblioteca Vasconcelos, el 38 publicaba exhaustivamente el edificio más importante de México en lo que va de siglo, junto con obras de Giancarlo Mazzanti y Alejandro Aravena. El número siguiente se adentró, para no dejarlo, en la era urbana y las transformaciones metropolitanas, para seguir con arquitecturas y paisajes latinoamericanos. Con la primavera de 2008 publicamos un número de referencia con lo más notable de la vivienda colectiva del momento —ELEMENTAL, BIG, Coll-Leclerc—, certificando la importancia de un producto de primera necesidad en nuestras ciudades. Con la revista 46, rescatamos la arquitectura gloriosa de las olimpiadas del 68, junto con proyectos que se frustrarían ese mismo año en la Villa Panamericana de Guadalajara. Con el número 50 llega la primera revisión a fondo de lo que habíamos publicado hasta entonces, además de una apuesta por las que considerábamos eran las 50 voces emergentes del continente; elenco interesante que, con el paso del tiempo, creció, aunque otros muchos se diluyeran en el olvido. A su vez, las portadas trataban de sorprender al lector sin perder rumbo, incluyendo con mayor frecuencia los grandes autores globales. Por entonces, el equipo se reforzó con Isabel Garcés, Juan José Kochen, Maui Cittadini, Oscar Ramírez y Andrea Griborio, quien empezó coordinando el congreso anual e inició los programas de radio que se convertirían en La Hora Arquine. Con Arquine 51 surge un tema que será recurrente: “Re-pensar la arquitectura”. Arquitectos como Shigeru Ban o Lacaton & Vassal estaban tomando el relevo a los stararchitects, después de la crisis económica global de 2008. Siguieron números sobre paisaje, activismo y nuevas miradas a la producción latinoamericana. Con Arquine 60 celebramos nuestros 15 años con un gran número en el que publicamos algunas obras de aquel 2012, las cuales todavía son referentes de la arquitectura mexicana, como el Jardín Botánico de Tatiana Bilbao, la Tallera de Frida Escobedo o San Pablo de Mauricio Rocha, entre otros. Publicamos también unas radiografías y prospectivas donde cuantificamos a quiénes habíamos publicado en esos 15 años, con Javier Sánchez y Mauricio Rocha a la cabeza. Preguntamos a unas 100 arquitectas y arquitectos cuál obra mexicana destacaban de ese período, además de cuál trayectoria profesional y qué proyección a futuro vislumbraban. Ya entonces y todavía ahora, la obra que contaba con mayor reconocimiento era la Biblioteca Vasconcelos y, los arquitectos que prometían, cumplieron con las expectativas. Con el número 63, llegó un rediseño profundo que reflejaba las distintas expresiones de la plataforma poliédrica en la que se había convertido Arquine, mostrando unas nuevas portadas radicalmente distintas, diagramáticas y monocromas. A su vez, el consejo editorial se iba ampliando con más voces y nuevos colaboradores. El número 70 reunía proyectos urbanos, lo que sería tema y tendencia cada vez más frecuente. También hacía eco del resultado del nuevo aeropuerto. Si bien se criticaba la opacidad del concurso, se veía como la puerta de un futuro esperanzador. A su vez, la revista promovía otros productos de Arquine que irían asentándose, como las novedades editoriales, posgrados, concursos, festivales y congresos en Chile y Colombia. Con el 73, reaparecieron las fotos en portada y los números tendieron a ser cada vez más temáticos: “Madera”, “Concreto”, “Futuros”, etc. Además, las entrevistas y las conversaciones con destacados arquitectos pasaron a ser habituales, un recurso para acercar la lectura a un lector primordialmente visual. Los 20 años llegaron con los 80 números. Celebramos con 20 palabras clave (belleza, ecología, movilidad, sustentabilidad, ligereza, información, gente, urbanismo, etc.) que habían ocupado el escenario de la arquitectura, una disciplina cada vez más transversal. El número 85 quizá haya sido el ejemplar más gordo de la colección ya que añadimos un dossier especial de 48 páginas con los proyectos finalistas del MCHAP (Mies Crown Hall Americas Prize) en alianza con el IIT de Chicago. En el número 89, dos años después de los terremotos del 2017, publicamos las primeras obras que emergían del esfuerzo colectivo por la reconstrucción. Los últimos diez números delatan cierta tendencia y una adversidad. Ésta fue la pandemia que coincidió con el 91, dejando en bodega los números siguientes que no encontraron puntos de venta hasta el 94, el cual regresó a las librerías habituales, ampliándose a los quioscos hasta la edición 96. La tendencia fue el espacio público, la calle, la ciudad y la consciencia social. Con el número 99 y la reivindicación de la autonomía de la forma, la trayectoria trimestral de esta publicación llega a la centena con ganas de seguir. Así, en este número 100 decidimos reflexionar básicamente sobre cinco temas que nos parecen fundamentales desde la perspectiva disciplinar de la arquitectura contemporánea: la enseñanza, la vivienda colectiva, el espacio público, el territorio y el cambio climático. Y cada uno reúne cinco destacadas voces para sumar coralmente 25 propuestas que nos ayuden a vislumbrar y dibujar el camino que sigue. Un número de pausa y reflexión, para ver atrás y hacia adelante, para sentar las bases de una cultura que no puede ser sólo un bombardeo constante de información o la banalización de la arquitectura reducida a una colección infinita de imágenes. Un número que coincide con el rediseño de arquine.com, más eficiente y potente, y con un libro que reúne 25 obras construidas en Latinoamérica en los últimos 25 años que han sido referentes y parteaguas para el desarrollo de la disciplina y que resisten dignamente el embate del tiempo.


Puedes comprar la Revista Arquine No.100 aquí

Suscríbete a la Revista Digital de Arquine por solo 25 pesos al año. (Promoción válida del 1 al 30 de junio de 2022)

 

El cargo Arquine No.100 apareció primero en Arquine.

]]>
José María Velasco y la colonización del paisaje https://arquine.com/jose-maria-velasco-y-la-colonizacion-del-paisaje/ Fri, 06 May 2022 14:14:12 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/jose-maria-velasco-y-la-colonizacion-del-paisaje/ Los lienzos de José María Velasco pueden leerse, ingenuamente, como meros objetos de una nostalgia por un valle que no existe. Un científico y un pintor se contienen en su figura, por lo que no podemos admitir que el lirismo de su obra sea un mero canto a lo orgánico, una llamada a que se detengan “las conquistas civilizadoras”. Sus lienzos pueden ser un registro de aquella colonización territorial que, simplemente, fue cambiando de gestiones. 

El cargo José María Velasco y la colonización del paisaje apareció primero en Arquine.

]]>
 

Juan O’Gorman dedicó una serie de textos a la obra de José María Velasco, cuyo fallecimiento fue hace 110 años, exactamente el 26 de agosto de 1912. Pintor mexicano, Velasco ejerció el paisajismo, un género que no era muy común en la plástica de la época. En sus ideas sobre la obra de Velasco, O’Gorman planteaba una tensión entre el “realismo” y la “abstracción”, un camino que tal vez fue señalado por la propia trayectoria de Velasco, quien estudió pintura en la Academia de San Carlos, además de geología y botánica. Entre la creatividad y el rigor científico, sus lienzos unificaban un alto nivel de lirismo y las técnicas del explorador, ya que, como apunta Alejandro Hernández Gálvez en “Paisaje, arquitectura y abstracción”, Velasco “salía a acampar, tomaba notas” y estudiaba a detalle su objeto de estudio. Por esto, O’Gorman apuntaba que los temas de Velasco no eran tanto “la representación de los cerros o de los arbolitos, de las rocas o de las hierbas del paisaje, sino la relación de las tonalidades organizadas plásticamente” al tiempo que su descripción del espacio era objetiva, “científicamente exacta”. Como paisajista, la obra de Velasco no es meramente técnica y tampoco exclusivamente creativa, una noción que puede trasladarse a otras manifestaciones de la descripción del paisaje.

En su ensayo “La teoría arquitectónica clásica en la Nueva España y los tratados arquitectónicos como artefactos colonialistas”, Juan Luis Burke revisa la llegada de los tratados de arquitectura al México virreinal, así como las consecuencias que éstos tuvieron sobre el entendimiento del territorio. Para Burke, una tradición clásica de la representación de la arquitectura “jugó un papel fundamental en la transformación del medioambiente construido”, ya que, “si nos limitamos específicamente a la arquitectura y el urbanismo, lo anterior significaba que los colonizadores tendrían que dar forma a un entorno construido que integrara los mensajes que querían transmitir”. En ese momento, los monasterios y las bibliotecas eran las formas arquitectónicas que legitimaban ideas sobre la ciudad, las cuales buscaban consolidarse a toda costa ya que una metrópoli “era el único y legítimo sitio donde la civilización española podía florecer”. Esta idea se asemeja a la que propuso O’Gorman. Si éste hablaba sobre el realismo y la abstracción, Burke señala las mediaciones entre las maneras de proyectar edificios y el poder.

 

Sobre el paisaje, se coloca la perspectiva de un sujeto que tiene motivaciones específicas. Podemos decir que la obra de Velasco ya había asimilado ciertos ajustes a la mirada que fueron insertados por los tratados clásicos de arquitectura y por la cartografía (técnica de representación que tampoco existía antes de la llegada de los españoles), las cuales, hacia el siglo XIX ya cifraban un paisaje modificado desde la colonia hasta lo que fueron las primeras modernizaciones. En diversos lienzos de Velasco, observamos un cielo transparente y una vegetación que crece sin limitaciones. Sin embargo, se insertan los terrenos que se utilizan para la agricultura y el vapor negro expedido por los primeros ferrocarriles que cercenaron un territorio engañosamente impoluto. Incluso, las descripciones panorámicas del paisaje se complementan por taxonomías donde Velasco se ciñe a los paisajes con rocas o capturar cascadas. Podemos afirmar que las otras ciencias que en las que se entrenó el pintor, la botánica y la geología, en ese momento tenían motivaciones extractivas, lo que añade una capa singular de interpretación a sus pinturas. Lo que estamos viendo no es tanto una apología de la naturaleza. Velasco no denuncia al ferrocarril, sino que lo vuelve parte de un paisaje sobre el que comienzan a crecer las promesas de una colonización que no terminó con el fin del imperio español

El historiador Mauricio Tenorio Trillo lo coloca como un posible antecedente de una “conquista” que tiene paralelismos con las ideas que activaron la llegada de los tratados arquitectónicos comentada por Burke. El autor comenta que “la conquista civilizadora comenzó la gradual desaparición de la firme frontera entre ciudad y campo. En un lienzo de la década de 1870, un paisaje del Valle de México [hecho] por el gran paisajista José María Velasco, podemos distinguir con exactitud dónde terminaba la ciudad, dónde comenzaba el campo: podemos localizar con exactitud los pequeños pueblos que rodeaban a la ciudad”. Sin embargo, “para la década de 1910, la ciudad ideal porfiriana había reconfigurado la vieja ciudad, pero también había colonizado (a través, claro, de ‘colonias’) lo que se creía el incivilizado ‘vacío’ del campo, y así la ciudad fue perdiendo gradualmente sus fronteras físicas”.  

Esa historia del paisaje y de su colonización sigue vigente en nuestros días. El escritor Francisco Serratos, en su libro El capitaloceno. Una historia radical de la crisis climática, apunta que “la consecuencia de este proceso colonial” es que “el 80% de la superficie terrestre se ha convertido en un bioma artificial: la naturaleza ya no nos contiene, sino que ahora ella es la que está contenida en nuestro sistema [de] pozos de petróleo y productos, en minas, en termoeléctricas”. Serratos también añade, nuestra época es la de “la relación entre extinción y sociedad”, la cual ha formado “un nuevo tipo de individuo que se debate entre el progreso y la ecología, entre la cultura y la naturaleza”. Entre el realismo y la abstracción; entre los afanes del naturalismo y las grandes conquistas urbanas. 

En la actualidad, los lienzos de Velasco pueden leerse, ingenuamente, como meros objetos de una nostalgia por un valle que no existe. Un científico y un pintor se contienen en su figura, por lo que no podemos admitir que el lirismo de su obra sea un mero canto a lo orgánico, una llamada a que se detengan “las conquistas civilizadoras”. Sus lienzos pueden ser un registro de aquella colonización territorial que, simplemente, fue cambiando de gestiones. 

El cargo José María Velasco y la colonización del paisaje apareció primero en Arquine.

]]>
Islas: reflejos de un mundo https://arquine.com/islas-reflejos-de-un-mundo/ Tue, 12 Apr 2022 13:39:01 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/islas-reflejos-de-un-mundo/ La isla es el primer elemento y modelo en brotar en las aguas totalitarias. Hubo de existir después, un viajero; un animal o vegetal trepador que se desprendió de su origen líquido para habitar lo inexplorado, herido de soledad, en nombre de conquistar lo impensable.

El cargo Islas: reflejos de un mundo apareció primero en Arquine.

]]>
Como un grito y una exclamación jubilosa quiero correr sobre anchos mares, hasta encontrar las islas afortunadas donde moran mis amigos.

Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra

 

Entre agua y sal

Hubo un océano global. De entre sus aguas informes existieron —según vestigios que la ciencia interpreta— insignificantes islas sin vida entre la vastedad de una sola agua. A golpe de asteroides y lava, el caos cedió un día a la calma; y del crujir del fuego y el agua turbia, brotó una tierra, brotó la vida.

La isla, palabra que proviene de ín-sula y que etimológicamente significa: en la sal, es, según parece, el primer elemento y modelo en brotar de entre las aguas totalitarias. Plataforma para la vida. Hubo de existir después un viajero: un animal o vegetal trepador que se desprendió de su origen líquido para habitar lo inexplorado, herido de soledad, en nombre de conquistar lo impensable. 

No por casualidad, de entre todas las palabras elegimos a la isla para nombrar la separación de un ser con su entorno conocido, pues de la isla proviene la palabra a-isla-miento: un andar hacia lo que nos separa. El lugar del primer viaje, del exilio. 

Cuando la filósofa María Zambrano vivió entre las islas de Cuba y Puerto Rico, a causa, justamente, de su exilio por la Guerra Civil Española, reflexionó sobre la pertinencia del poder ir hacia una isla:

La isla es siempre evasión, lugar donde queremos recluirnos cuando el espectáculo del mundo en torno amenaza borrar todo imagen de nobleza humana; cuando nos sentimos próximos a la asfixia por falta de belleza y sobre podredumbre de todas clases. Entonces —¿quién no alguna vez?—, suspiramos por una isla. 1 

En la isla, no solo nos evadimos o refugiamos, también nos reajustamos a una medida distinta con el mundo. Isla: tierra acotada y flotante en una inmensidad que se extiende como vértigo, que me ablanda el ego y me abre a la humildad.  Reducido de mí, me escalo a esa proporción medible de la tierra, mientras mis ojos atestiguan la infinitud del horizonte.

 

La amistad natural de una isla

Dentro de todo lo que podemos percibir en una isla, existe una sensación que es única y que deviene de una relación distinta con la naturaleza. Como señala también brevemente María Zambrano: “La naturaleza en la isla siempre es más dulce, más amiga, más prodigiosa.” 

Tanto Zambrano como Nietzsche atestiguan la relación de amistad con esta diminuta porción de la tierra.  Por un lado: naturaleza amistosa que nos acoge, por el otro: lugar de ensueño para el encuentro de la amistad.

Rastreando el origen de una primera naturaleza, podemos imaginarla como viajera que ascendió de las profundidades y recorrió distancias inconmensurables. Transformándose para ser en tierra, secó mares y pobló las islas. 

El poeta colombiano Santiago Espinosa, escribe a los arboles de Urapán (que llegarían a su país en 1960), y que, bien leído, podría ser la descripción para cualquier naturaleza viajera:

(…) también ellos 

llegaron un día. 

Trataron de ajustar

sus relojes cuando 

el otoño se hizo 

demasiado largo 

(…)

También ellos 

secaron la tierra

para oscuros 

navegantes. 4

Peter Sloterdijk también reflexiona sobre la experiencia en las islas y su excepcional naturaleza, y encuentra una forma única, no solo de vegetación, sino de todo un clima:

“Se puede decir, que la verdadera experiencia de la isla es de naturaleza climática. (…) No es sólo la excepcional situación biotópica, la separación casi de invernadero del proceso de vida en tierra firme, la que proporciona su colorido local a las islas, es también la diferencia atmosférica la que aporta lo decisivo a la definición de lo insular.” 3

La isla es pues, un lugar de clima, atmosfera y naturaleza única. Naturaleza que arribó de las profundidades, que nos acoge amistosamente en su bastedad y nos enseña la idónea hermandad con los otros. Más juntos, más vivos. 

 

La isla como un mundo propio

Si las islas son —como nos dice Sloterdij—- “prototipos de un mundo” es debido justamente a un suficiente aislamiento, a una notoria soledad, que permite construir la “presentación de una totalidad en formato reducido”, “capaz de construir un mundo.” 4

En la novela Seda, de Alessandro Baricco, Hervé Joncour, el personaje principal, viaja en tiempos remotos a Japón para conseguir gusanos y huevos de seda, en esa isla, en esos viajes, su vida cambiará para siempre. A lo largo de la historia aparece una breve descripción de lo que las islas de Japón significaban para todos: 

“Era una isla hecha de islas y por doscientos años había vivido completamente separada del resto de la humanidad, rechazando cualquier contacto con el continente y prohibiendo el acceso a cualquier extranjero”. 5

Un conjunto de islas como totalidad. Totalidad solitaria, sí, pero que separada de lo otro, crea mundo propio, residuo del mundo que, enajenado y puesto sobre la bastedad, ha de responder con fuerza y vida propia.

 

La isla en nuestro espejo

Regresé (…)

a la pequeña isla 

que se repite flotante 

desde la distancia

-Angel M. Díaz 5 

No sólo es su capacidad de recepción, fuerza o vida, lo que apreciamos de las islas. Zambrano dice que, a las islas, las queremos como a una “persona viva”, justo por su fragilidad, por su soledad:

“Soledad reforzada por su ligereza, por ese ocupar tan poco espacio, ese estar en la superficie del planeta pidiendo tan poco y ofreciendo tanto.” 

Zambrano nos entrega aquí una forma de entender a las islas como “persona viva”, dupla de nuestra soledad: reflejo no solo sobre el agua que confina mientras nos duplica, sino reflejo también sobre la tierra pequeña y precaria que nos sostiene, reflejo de nuestra dualidad de que, siendo tan poco, estemos posibilitados a abrirnos para dar. De que, siendo fragmentos, podamos llegar a sentirnos completos.  

No por casualidad, José Saramago, en su poema titulado: En la isla a veces habitada, menciona que, “hay noches, mañanas y madrugadas”, en que el mundo se nos aparece “explicado definitivamente”. Como una totalidad. Y a pesar de vivir delimitados “podemos, en ese momento, decir que somos libres”. 6

Así la isla, que es isla por estar exiliada de la basta tierra. Isla que crea un mundo propio, y que cercada, se completa a si misma hasta llegar a conseguir su libertad. 

 

El viaje como isla

Este diminuto texto, brotó dentro de una tierra extensa de palabras, condensando en un breve viaje: aislador de la vida cotidiana; como esas viejas piezas de cristal que colocaba la abuela entre las patas de los muebles y los pisos: aisladores redondos, transparentes, que hacen levitar al sofá y a la repisa. Así el viaje: separador que nos levita, que nos aísla. Todo viaje tiene algo de isla: lugar acotado donde se puede conseguir -brevemente- un pequeño mundo propio.

 


  1. ZAMBRANO, María, Isla de Puerto Rico, Nostalgia y esperanza de un mundo mejor, Vaso Roto; México-España, 2017
  2. SLOTERDIJK, Peter, Insulamientos: para una teoría de las capsulas, islas e invernaderos. Rescatado de: https://bibliodarq.files.wordpress.com/2015/06/sloterdijk-p-insulamientos.pdf
  3. SLOTERDIJK, Peter, El imperativo estético, Akal; Madrid, España, 2020
  4. ESPINOZA, Santiago, El movimiento de la tierra, Valparaíso; Madrid, España, 2016
  5. BARICCO, Alessandro, Seda, Anagrama, México, 2014
  6. SARAMAGO, José Poema: En la isla a veces habitada, Portugal, Rescatado de: https://poemas.yavendras.com/probablemente-alegria.htm 
  7. DIAZ M, Ángel, Poema: Aibonito, Puerto Rico, Rescatado de: https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Festival/31/AngelDiaz/

El cargo Islas: reflejos de un mundo apareció primero en Arquine.

]]>
Las cartografías del dron. Conversación con Naief Yehya https://arquine.com/las-cartografias-del-dron-conversacion-con-naief-yehya/ Fri, 18 Jun 2021 13:05:58 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/las-cartografias-del-dron-conversacion-con-naief-yehya/ El sello Debate publicó "Mundo dron. Breve historia ciberpunk de las máquinas asesinas." El título se suma a una reflexión que su autor, Naief Yehya, ha sostenido en libros anteriores sobre la tecnología y sus implicaciones culturales.

El cargo Las cartografías del dron. Conversación con Naief Yehya apareció primero en Arquine.

]]>
El sello Debate publicó este año Mundo dron. Breve historia ciberpunk de las máquinas asesinas. El título se suma a una reflexión que su autor, Naief Yehya, ha sostenido en libros anteriores sobre la tecnología y sus implicaciones culturales. Entre las diversas repercusiones sociales que ha tenido un dispositivo como el dron en la historia reciente, Yehya involucra en su ensayo al rediseño que éste detona de instrumentos visuales con los que interpretamos al mundo, como son los mapas, y de los edificios donde habitamos esos territorios reflejados por distintas máquinas visuales (entre las que se encuentran Google Maps o las tecnologías deepfake) que afirman o contrarrestan al dron como un instrumento de guerra.

 

Christian Mendoza: Para comenzar, ¿qué consideras que provocó la aparición del dron en la historia de la tecnología?

Naief Yehya: Uno de los elementos fundamentales para entender al dron es que se trata de una extensión de algo que ya vivíamos a nivel virtual. Por decirlo de alguna manera, al Internet le creció un tentáculo físico con el cual podemos invadir la realidad: con el que podemos surcar el cielo. De alguna manera, el Internet siempre ha sido un ojo cósmico, capaz de verlo todo y de compartirlo. Ahora, se materializó un verdadero ojo volador, un ojo de Dios con la capacidad de lanzar truenos y de ejecutar gente en diferentes lugares del mundo. Para mí, siempre ha sido muy importante que lo primero que determina al dron, dentro de una lógica tecnológica que se ha vuelto omnipresente, es que se diseña con una materialidad contundente. Nos puede ver, nos puede escuchar, nos puede espiar y, eventualmente, ejecutar. Esa posibilidad de materializar este dispositivo a través de pantallas y representaciones es algo único y paradójico. En términos de la arquitectura, podemos decir que ésta siempre ha respondido a las guerras y a las tecnologías bélicas mediante dispositivos que contrarrestan o les restan eficacia a las armas. Cuando los muros eran la solución para las flechas o los obuses, éstos fueron la solución humana. Cuando la tecnología llega a desarrollar aviones, se necesitó otra clase de protección que no solamente fuera vertical, sino también horizontal. Esto se dio a través de búnkeres o radares. Cuando aparece el dron, ¿cómo te proteges de él?

 

CM: En tu libro propones un contrarrelato al uso bélico de las máquinas en general y del dron en particular, al cual nombras como ciberpunk. ¿La arquitectura puede involucrarse en este uso crítico de la tecnología?

NY: Considero que lo que ahora sigue es rediseñar las zonas de guerra. Lo grave es que las zonas de guerra ya son todas. Con la aparición del dron, la noción de teatro de guerra, de batalla, ya no tiene ninguna validez: ya es una reliquia. Es como pensar en las guerras de la Edad Media temprana, que eran más un desfile de modas con hombres armados frente a otros hombres armados, que a veces tenían el deseo de hacerse daño. Pero aquello era más un juego de impresiones. A partir del siglo XX, la guerra como la conocemos dio un giro total al volverse algo omnipresente; algo que está en todas partes, que ya no necesita de frentes de batalla ni de líneas de combate.  Creo yo que una de las primeras cosas que deben hacer los arquitectos que están preocupados por esto es repensar la arquitectura en términos de cómo piensa, cómo ve y qué es lo que busca un dron. Una de las ideas son los juegos de luces. La luz será fundamental para confundir a los drones. La ilusión que se puede crear con ruido: que un edificio genere su propio ruido ambiental como estrategia de defensa. Los códigos QR que, al momento de escanear no traducen una imagen directa, pueden llegar a ser muy importantes para engañar y hacer que los drones no te consideren un blanco. También están los juegos de transparencias, los muros que no son muros. Los muros que parezcan otra cosa. Los techos que crean una ilusión a partir de juegos de texturas. Todos estos elementos pueden establecer una auténtica guerra de desarrollo contra quienes están construyendo los drones. 

 

CM: ¿El dron ha cambiado cómo se representa el territorio?

NY: Se trata de una tecnología con inteligencia artificial que ha sido instruida para entender el territorio de manera altamente ideológica. Quienes han etiquetado las imágenes que utilizan para enseñar a los drones, tienen ya una ideología. Estos sistemas que están etiquetando cosas para que los drones identifiquen lo que deben buscar, están enseñándolos a mirar con ojos occidentales, o peor, con ojos bélicos, militares y occidentales, a todo lo que existe en el mundo. Por lo tanto, se construye una narrativa del paisaje que depende de este discurso, uno que finalmente es artificial. No es “la verdad”. Eso es interesante porque tienes todos estos aparatos que vienen nutridos de imágenes y de blancos que están construidos a través de este diálogo que se establece entre dos redes neurales que se contradicen al tiempo que se alimentan mutuamente. Sin embargo, están basadas en un diálogo sólidamente plantado entre la tecnología y la visión occidental. No puedo decir mucho sobre esto, pero, ¿qué pasa con los drones chinos? ¿O los drones turcos? ¿O los drones iraníes? ¿Cómo es que ellos miran el mundo? Imagino que los chinos en particular, como están en gran medida destinados a venderse en mercados occidentales, tratarán de competir con una visión estadounidense y europea del mundo. Pero creo que los drones iraníes tienen una visión distinta. Creo que lo iremos aprendiendo. Finalmente, nosotros somos los conejillos de indias. El dron está creando el mundo a partir de lo que ven y de lo que nosotros dejamos ver. 

 

CM: ¿Qué consecuencias ha tenido esto sobre cómo entendemos el territorio físico?

NY: Los 21 años que llevamos de este siglo han estado definidos por nuevas formas de entender el territorio que dan las nuevas construcciones y diseños para el combate y el rastreo. Son dominios que se van planteando en términos del alcance del dron. Se están reescribiendo los mapas con parámetros que son nuevos y distintos. El vínculo que Paul Virilio estableció entre el ojo, el territorio, el avión y la cámara establece de manera muy clara hacia dónde íbamos, pero creo que no se podía imaginar que lo que iba a re-descrifrar todo sería un aparato volador no tripulado. Algo que conlleva otro tipo de limitaciones y de libertades. Uno de los aspectos peculiares del dron es esta posibilidad de que uno puede permanecer volando 24 horas sobre una zona, algo que cambia completamente todo. No es un satélite que está en la estratosfera mirando una franja de la tierra, sino que se trata de un aparato que puede cambiar de perspectiva de una manera mucho más dinámica que cualquier satélite, y que puede reescribir el territorio. Evidentemente, esto nos ayuda a pensar cómo vamos a leer los mapas y cómo vamos a poblar los territorios que aparecen en esos mapas. Porque lo vamos a poblar de una manera diferente. 

 

CM: A menudo, los drones se colocan en posiciones estratégicas para no ser vistos. Esta condición invisible, sin embargo, tiene repercusiones muy tangibles en el territorio. ¿Cómo defines esta tensión?

NY: El dron es muy poco material, en lo que respecta a que difícilmente puedes identificarlo, pero tiene consecuencias tremendamente físicas. Cuando fue la marcha del 8 de marzo, en el momento en el que llegaron las mujeres a Palacio Nacional, me pareció fascinante que en el techo de este edificio había hombres con cañones que parecía que iban a agredir a las mujeres, pero que en realidad eran estaban cazando drones. A veces siento que estoy contando una historia digna de Tolkien: alguien en el poder entendió o imaginó que el dron sería una amenaza tan real que era necesario invertir en comprar estos cañones. Es un dispendio del presupuesto por una fantasía muy abstracta. El inconsciente y la realidad ya se van moldeando a partir de la idea del dron, de su amenaza potencial. Se va reconstruyendo una idea de la amenaza y la defensa, del poderío del pueblo y del poderío del Estado, y de cómo cambiarán los balances entre los poderes. Que yo sepa, no ha volado en México un solo dron de manera amenazante, mientras que en otros lados sí. Copiamos una noción del miedo para una realidad diferente. Esto impactará tanto los presupuestos de armamento como la ideología y, por ende, el territorio. 

CM: Además de las estrategias de diseño que ya mencionaste, ¿hay otras tecnologías que puedan combatir o burlar al dron?

NY: La tecnología del deepfake es una posibilidad para modificar los mapas. El deepfake puede usarse ya no para crear personajes o para poner la cara de Scarlett Johanson a una actriz porno, sino para transformar el territorio: engañar a la gente con territorios que no son. No sé qué tan real sea, pero he escuchado que se puede hackear a Google Maps con mapas recreados que muestren territorios distintos, no sólo con el objetivo de confundir al enemigo sino de hacerlo gastar en cosas innecesarias. Virilio cuenta que, en algún momento, se usaron tanques inflables para que viniera el enemigo y tomara fotografías de este armamento simulado, lo que provocaba que se cambiara la estrategia. También debemos tener estrategias de hackeo del territorio. Lo que más importa es esto: los sensores son susceptibles de ser engañados y los drones dependen de sus sensores. Hay conductores en tierra que miran a través del dron. Pero el conductor en tierra es el eslabón más débil del conjunto ciberpunk que es un dron. Es un ciborg que interpreta señales. Será una carrera armamentista entre quienes engañan al dron y entre quienes lo diseñan para que no sea engañado. 

El cargo Las cartografías del dron. Conversación con Naief Yehya apareció primero en Arquine.

]]>
La Ciudad de México como laboratorio de diseño https://arquine.com/ciudad-laboratorio/ Mon, 17 May 2021 05:56:22 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ciudad-laboratorio/ La conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlan y de la fundación de la Ciudad de México ofrece una oportunidad para revalorar, a través de una relectura histórica,  tanto la relación de la ciudad, su arquitectura, infraestructuras y entorno como la del papel del diseño entendido como la integración de la arquitectura, el paisaje y el urbanismo.

El cargo La Ciudad de México como laboratorio de diseño apareció primero en Arquine.

]]>
 

Tenochtitlán, con sus templos, mercados, canales y chinampas, puede ser concebida, más que como una ciudad, como un sistema tecnológico, político y ecológico integrado que cuestiona la separación moderna entre la arquitectura, el urbanismo, el paisaje y la infraestructura. Bajo esta luz, el esfuerzo reciente que buscan integrar conceptualmente a la arquitectura y sus disciplinas cognadas pareciera no ser tan innovador como a veces se le presenta. Sin embargo, no por eso hay que idealizar la ciudad pre-colonial. Aunque su metabolismo estaba mejor integrado en el territorio, su modelo no podría escalarse para dar cabida a los veintitantos millones que hoy habitan la región. 

En otras palabras, la humildad intelectual que nos exige el estudio de la historia es doble: no todo lo que se presenta como nuevo representa una ruptura real con el pasado, pero tampoco los modelos pasados pueden hacer frente a las complejidades contemporáneas. Sólo con esta actitud podremos distinguir lo que es realmente nuevo y apunta hacia el comienzo de los próximos quinientos años.

 

De la arquitectura al diseño

En algún momento parece haberse establecido una relación tácita entre escalas y disciplinas donde a la arquitectura le corresponde la escala pequeña de los edificios, al urbanismo la escala media de las ciudades, y al paisaje la escala grande de los territorios y las regiones. Estas asociaciones son arbitrarias pues no corresponden a las realidades metodológicas o técnicas de cada disciplina. Como argumentaron figuras como los arquitectos Vittorio Gregotti o Aldo Rossi, no hay razones para concebir a la arquitectura de forma independiente al territorio o la ciudad. 

Esto no invalida a los campos del urbanismo o el paisaje. Pero han de entenderse como resultado de la profesionalización a la que empujan las presiones del mercado. Si observamos cómo diferentes escuelas de arquitectura han optado por nombrarse, encontramos al menos tres posiciones. La primera es la de las que optan por la arquitectura como término general para referirse a la arquitectura y disciplinas cognadas. El resultado es que las demás disciplinas se ven como subordinadas de la arquitectura. La segunda es la de las que optan por enumerar cada disciplina por separado. El resultado es que es difícil contener las crecientes divergencias disciplinares. La tercera es la de las que, reconociendo nuevas ambiciones disciplinares, optan por llamarse escuelas de diseño buscando la integración sin privilegiar a ninguna disciplina sobre el resto. 

La sustitución de la “arquitectura” por el “diseño” es más que un cambio retórico pues busca una ruptura con la tradición de las Bellas Artes. Esta transformación ha implicado tanto la adopción de modelos foráneos como el desarrollo de metodologías propias. Brevemente discutiremos el papel de la ecología como un ejemplo de lo primero y la noción del diseño como investigación como un ejemplo de lo segundo. 

Entre los modelos adoptados por el diseño, la ecología ha jugado un papel central como metáfora, modelo y medio. Como metáfora, la ecología (informada en gran medida por la cibernética, la teoría de sistemas y las ciencias de la complejidad) ayudó a la arquitectura a concebir proyectos que pudieran hacer frente a la indeterminación, la incertidumbre y los cambios cada vez más vertiginosos.[1] Como modelo, la ecología y su creciente repertorio conceptual (adaptabilidad, auto-organización, emergencia) inspiró la reconfiguración de la práctica profesional para navegar más ágilmente las turbulencias del mercado.[2] Por último, en años más recientes es cada vez más común encontrar proyectos que trabajan con los procesos ecológicos mismos como parte del proceso de diseño, es decir, que emplean a la ecología como un medio. Nuevos diseños hacen uso de procesos (por ejemplo, erosión o sucesión) y sistemas bióticos (por ejemplo, humedales artificiales) como parte de los procesos de diseño que con mayor frecuencia incluyen también a “usuarios” no-humanos. 

El metabolismo —los procesos de transformación energética y material que relacionan las diferentes partes de los sistemas vivos— es un concepto clave en el diseño ecológico. Bajo la lente metabólica se puede concebir al “objeto arquitectónico” como un momento en un procesos metabólico que se extiende más allá en el tiempo y el espacio. Esta concepción nos hace preguntarnos, por ejemplo, de dónde vienen los materiales y a dónde podrían ir o cuánta energía requeriría para operar una construcción durante su vida útil. La ecología hace inevitable la ampliación del campo escalar de la arquitectura. 

Los cambios en el diseño no sólo han sido resultado de adoptar modelos provenientes de otras disciplinas. Precisamente, en respuesta a este fenómeno, el diseño ha buscado reafirmar su legitimidad como medio para la producción de conocimiento distinto a la ciencia y el arte. Tal es la motivación detrás de la noción del “diseño como investigación.” 

El diseño como investigación tiene por objetivo la generalización de ciertos principios metodológicos para facilitar su replicabilidad. No busca copiar el método científico, pero sí desmitificar y dar rigor a los diferentes procesos de diseño. Como metodología, busca difuminar las diferencias entre el diseño y la investigación, entendiendo ambas como diferentes momentos en un mismo proceso de proyectar.[3] 

Como aproximación a la búsqueda de respuestas, el diseño como investigación tiene ventajas únicas de cara a otras metodologías especialmente en un contexto post-normal donde la acción es urgente, la información es insuficiente y los riesgos son altos. Como una manera de investigación, el diseño resulta en un proceso ni deductivo ni inductivo, sino abductivo.[4] Esta forma de pensamiento es útil al tratar con los llamados “problemas perversos” (wicked problems). Entre otras cosas, esta categoría de problemas se caracteriza por no poder ser propiamente entendidos hasta no haberse formulado una solución. Por lo tanto, el diseño, entendido como una hipótesis planteada abductivamente, sirve como un punto de partida para el análisis de tales casos.

 

 

Representación: Diagramas generativos y cartografías críticas

El diseño como investigación implica un mayor énfasis en el proceso de proyectar y el enfoque ecológico parte de un entendimiento dinámico del territorio, como un conjunto expansivo y elusivo de sistemas que se entremezclan en transformación continua. Por tanto, es vital desarrollar tácticas que le permitan abordar la complejidad de dichos entornos y desvelar los procesos y relaciones, en muchas ocasiones ilegibles o difíciles de observar a simple vista, que dan forma a su evolución en el tiempo. Esto implica que, crucialmente, la representación deja de ser una operación post-facto para volverse parte integral del proceso de diseño. Dos ejemplos son la valoración del diagrama como herramienta generativa y la cartografía como herramienta crítica. 

En el caso de los diagramas generativos, el dibujo deja de ser una herramienta meramente de comunicación para volverse un instrumento que registra, abstrae, sintetiza, analiza y proyecta de manera simultánea. El hecho de que devuelvan más información de la que se les introduce los convierte en una técnica heurística y especulativa. Esto implica que el diagrama generativo tiene la capacidad de orientar la toma de decisiones en el proceso proyectual sin determinarlo. Como tal, es una técnica crucial para saldar la brecha entre la investigación, la teoría y la práctica.[5]

Algo similar ocurre con la cartografía crítica. Los mapeos nunca son neutrales. Es importante reconocer que la información que producen es altamente artificial y sesgada pues sólo así puede desatarse su potencial como construcciones visuales capaces de revelar condiciones inéditas y promover nuevos comportamientos. Dado que los mapas suelen considerarse como representaciones factuales, no han sido suficientemente utilizadas con fines de investigación y crítica.[6] Sin embargo, representan una forma creativa de proceso de diseño, primero exponiendo y después alojando condiciones para la emergencia de nuevas realidades. 

 

 

Objetivos: Entre el centímetro y el kilómetro

“El diseño tiene la capacidad de combinar centímetros y kilómetros. Hay que encontrar la manera de que el diseño de los centímetros tenga un impacto positivo sobre los kilómetros”.

Manuel de Solá Morales (De Cosas Urbanas, 2008)

Los problemas más acuciantes en la actualidad son abstractos y de escala planetaria (por ejemplo, la financiarización de la economía o la crisis ecológica de la que el cambio climático es sólo una faceta). Sin embargo, el diseño se ha mantenido al margen de objetivos a gran escala por ser considerados disciplinariamente inalcanzables o profesionalmente mal redituados. Esta condición se ve reflejada en la falta de imaginación y propuestas para visualizar una espacialidad deseable, progresiva y justa tanto social como ambientalmente.

En el llamado Antropoceno–la era en la que el impacto humano sobre el planeta alcanza escalas geológicas–existe un sentido de urgencia que sobrepasa límites disciplinares, nacionales, políticos y sociales. El cambio climático es el reto inmediato más grande al que nos enfrentamos y, al igual que la emergencia sanitaria por SARS-CoV-2, se presenta dadas las imbalances entre los sistemas político-económicos y ecológicos. Aunque es importante luchar contra formas abiertas de negacionismo científico (que se traducen en negacionismo climático o pandémico), también es importante estar alertas en contra de formas más sutiles de negacionismo. Una de ellas es el negacionismo implicativo que sucede cuando reconocemos la importancia de actuar, pero nuestras acciones no corresponden a la escala o naturaleza del problema. Esto lleva a una falsa impresión de estar contribuyendo a la solución–una forma de activismo placebo. En el caso del diseño, nos hemos inclinado por debatir con intensidad soluciones temporales a las consecuencias de estos fenómenos en lugar de prestar atención al origen del problema más abstracto y elusivo.  

Un primer paso para acercarnos a los problemas complejos, abstractos y de gran escala es dejar atrás el paradigma del humano como la medida de todas las cosas para adentrarnos en territorios “post-humanos.” Aquí, ya no es posible depender de lo que nuestros cuerpos perciben a través de sus sentidos. Lo que constituye la “realidad” ya no es sólo la inmediatez física de la escala humana, sino las vastas redes infraestructurales que permiten inimaginables flujos de energía, materia y, cada vez más, información que regulan la vida en la biósfera.

Las redes de infraestructura y sus funciones urbanas, si se visualizan desde múltiples escalas temporales y espaciales, presentan una condición de urbanización generalizada planetaria, en muchas ocasiones difusa y en otras concentrada. El enfoque metabólico facilita el análisis de las interacciones de los sistemas sociales y ambientales y pone a disposición del diseñador un lente para abarcar una multiplicidad de procesos operando a diversas escalas. Los procesos de urbanización se extienden mucho más allá de la huella física de las ciudades. La comprensión de los procesos metabólicos–extracción de recursos, transporte, deposición de desechos, movimientos de mercancías, migraciones humanas, algoritmos bursátiles–es indispensable para entender y orientar su evolución hacia metas deseables. 

Los problemas que han sido dominio exclusivo de la ingeniería deben abrirse al diseño para dar cabida a múltiples propósitos y a una experiencia espacial capaz de generar nuevas conciencias del entorno. Vivimos entre objetos infraestructurales y hacemos uso de ellos colectivamente de manera cotidiana. La apertura de nuestra práctica hacia confines de cotidianidad colectiva infraestructural también representa una oportunidad para superar la rigidez disciplinar. Queda mucho camino por recorrer en materia de las implicaciones formales y espaciales del enfoque metabólico puesto que las discusiones se han centrado en interpretaciones ligadas a la eficiencia y rendimiento de flujos. El registro espacial de las posturas sociales y geopolíticas detrás de los procesos metabólicos es una tarea pendiente para el diseño.

 

Mapa síntesis de aspectos ambientales de la Ciudad de México, desarrollado por la SGIRPC del Gobierno de la Ciudad de México en su Dirección General de Resiliencia y ORY para la publicación “Ciudad residente: Retrospectiva y proyección de una ciudad (in)vulnerable”. Fuente: ORU Oficina de Resiliencia Urbana. 2020.

Mapa síntesis de aspectos urbanos de la Ciudad de México, desarrollado por la SGIRPC del Gobierno de la Ciudad de México en su Dirección General de Resiliencia y ORY para la publicación “Ciudad residente: Retrospectiva y proyección de una ciudad (in)vulnerable”. Fuente: ORU Oficina de Resiliencia Urbana. 2020.

 

Ciudad de México

En su más reciente libro “La Arquitectura de los mundos cerrados o, ¿cuál es el poder de la mierda?”, la historiadora de la arquitectura Lydia Kallipoliti argumenta que, dentro de las narrativas metabólicas y ambientales, no hay un aspecto más desatendido o ignorado que el de la mierda. Antes de que la ciudad cambiara de nombre, a los capitalinos nos llamaban peyorativamente “Defequenses.” Más allá de la envidia disimulada como repudio, tal vez nuestro apodo esconda también una perspectiva más esclarecedora de nuestra realidad socioecológica. 

El Valle de México ha sido ampliamente estudiado no solo por su papel protagónico a nivel nacional, sino también por la antigüedad de su constante y, en cierta medida, exitosa ocupación humana. La cuenca en la que se ubica la Ciudad de México es endorreica, con un ecosistema de lagos someros, forma parte del altiplano central y se encuentra en el Eje Neovolcánico Transversal que atraviesa el país de oriente a poniente, donde se concentra el mayor sistema de centros urbanos del país. Con la temporada de lluvias, en épocas prehispánicas pre-tenochcas, las partes bajas se convertían en un único lago, combinando aguas saladas de Texcoco con las dulces provenientes de Xochimilco y Chalco. Las crónicas de la llegada de las huestes hispanas al valle hace 500 años narran con admiración el paisaje, no sólo del sistema lagunar, sino también de sus bosques, flora, fauna y el aprovechamiento que se logró de los recursos disponibles. Es innegable la drástica transformación y el declive ambiental que ha experimentado la “región más transparente” desde el momento de la fundación de Tenochtitlan al día de hoy. 

Desde épocas prehispánicas, el Valle ha sido altamente intervenido ingenierilmente. Culturas anteriores a los mexicas se asentaron en las riberas de los lagos de agua dulce e implementaron sistemas agrícolas chinamperos. A partir de la fundación de Tenochtitlan como ciudad insular y el crecimiento poblacional que atrajo, se ingeniaron obras de diversas escalas, algunas de ellas monumentales como los albarradones, presas y acueductos, para proveerse de agua, alimentos y servicios. No obstante, la ciudad fue exigiendo cada vez más recursos conforme crecía en población y extensión, mientras que la variabilidad del entorno producía desastres como sequías, inundaciones y grietas. Las obras en beneficio de la centralidad siempre fueron prioridad, mientras que las poblaciones ribereñas con menor poder padecían sus impactos. A pesar de la imposibilidad de controlar el entorno ambiental, las relaciones entre el entorno y la ciudad eran legibles a escala regional. 

Es durante la época colonial que los ámbitos urbanos y ambientales se distanciaron, colocando las necesidades urbanas por encima de las ecosistémicas. Las prácticas infraestructurales de Tenochtitlan operaban frecuentemente bajo esquemas de economía circular. Por ejemplo, los desechos fecales humanos y animales se transportaban en canoas para nutrir suelo chinampero y agrícola. Durante la Conquista, los españoles impusieron otros modelos urbanos importados, como el uso del lago de Texcoco para disponer de sus residuos. Las Ordenanzas de 1573, expedidas por Felipe II para definir el trazo y organización de las ciudades coloniales, estaban basadas principalmente en el tratado de urbanística renacentista de Juan Bautista Alberti “De Re Aedificatoria” que no contemplaban contextos ambientales desconocidos para los europeos como el ecosistema de humedales del Valle. La falta de comprensión de dicho ecosistema, las frecuentes inundaciones que azotaron la ciudad y la expansión de la misma, dieron lugar a una batalla constante contra el agua. Ingenieros, urbanistas, planificadores, arquitectos y gobernantes se empeñaron en drenar y secar los lagos en aras del progreso a través de infraestructuras cada vez más monumentales. Una vez que empeoró el problema de drenaje abierto se centró la atención en la sanitización urbana. Estas acciones contribuyeron a cambios en el clima, tolvaneras, disminución de servicios ecosistémicos y generación de problemas de salud pública, entre múltiples otros conflictos y transformaciones al medio. 

Hacia una Ciudad de México sensible al agua, propuesta de integración urbano-ambiental para la ciudad desarrollada por ORU. Fuente: Oficina de Resiliencia Urbana, ORU. 2019.

 

Hoy en día no es sencillo comprender las conexiones entre los sistemas centralizados, las periferias y la provisión de servicios ecosistémicos. La distancia que recorren el drenaje, el agua potable, los residuos sólidos y otros servicios es demasiado vasta expandiéndose a otras cuencas, ciudades y regiones a costos sociales y económicos muy elevados. El metabolismo urbano dialoga con el del cuerpo humano, vinculando procesos multiescalares que pueden ser descritos aptamente como toilet-to-table o del retrete a la mesa haciendo un guiño a la tendencia culinaria reciente del farm-to-table que busca promover el consumo de comida local. Se suele hablar mucho del problema de aprovisionamiento de agua potable y la fragilidad de este sistema, cuando quizás una clave radica en la revaloración del drenaje. Las aguas negras (separadas de las industriales) representan una importante fuente de fertilizante para el riego agrícola y hay que recordar que el uso agrícola del agua es el porcentaje más alto en la demanda a escala nacional. 

En la Ciudad de México destacan dos casos de metabolismo regional históricamente vinculados al drenaje: las chinampas de Xochimilco al sur de la Ciudad y el Valle del Mezquital al norte, en el Estado de Hidalgo. 

La Zona Patrimonial de Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta se encuentra catalogada como Patrimonio de la Humanidad de las Naciones Unidas vinculada al Centro Histórico, en un decreto único, recordándonos que no pudo darse dicha centralidad sin su sustento agrícola tradicional de chinampa. Actualmente, los cinco núcleos chinamperos que subsisten en la zona sur, se nutren del agua tratada proveniente de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales del Cerro de la Estrella en Iztapalapa, a través del Canal Nacional, siendo una de las instalaciones con mayor capacidad e importancia dentro de la ciudad. Al contar con poco acceso al sistema centralizado de la Central de Abastos, los chinamperos y sus familias han ido abriéndose paso a la producción para la creciente industria gastronómica de alto nivel. Las chinampas son el último resquicio del ecosistema lagunar, y aunque hoy están bajo amenaza de desaparición, han demostrado ser la forma agrourbana más resiliente en la región. 

Al mismo tiempo, un complejo sistema urbano de drenaje conduce un caudal que combina aguas de lluvia y aguas negras fuera de la cuenca hacia Hidalgo, donde se aprovechan sin tratamiento para el riego de una de las zonas agrícolas más importantes del altiplano y cuyos productos ocupan un lugar primordial en la Central de Abastos. El Valle del Mezquital cuenta con dos de los cuerpos de agua más contaminados del país–el Río Tula y la presa Endhó–, y es el suelo que ha recibido más aguas negras sin tratar del mundo. La reciente construcción de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Atotonilco en Hidalgo, la mayor en América Latina, ha empeorado la disputa sobre el agua entre el estado y los campesinos. Ellos reclaman acceso al excremento rico en nutrientes (desafortunadamente acompañado de toxinas, metales pesados y antibióticos que terminan permeando al suelo y  las cosechas), no obstante los sistemas se entrelazan y se comportan dinámicamente, involucrando una amplia gama de actores y comunidades que operan en un campo de juego de poder desnivelado en materia de acceso a recursos, espacio y servicios.

La conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlan y de la fundación de la Ciudad de México ofrece una oportunidad para revalorar, a través de una relectura histórica,  tanto la relación de la ciudad, su arquitectura, infraestructuras y entorno como la del papel del diseño entendido como la integración de la arquitectura, el paisaje y el urbanismo. El objetivo es reposicionar al diseño como una forma particular y aventajada de producción de conocimiento indispensable para las mesas de decisiones, la mediación de intereses, la promoción de la justicia socioambiental, y, sobre todo, la imaginación de escenarios futuros deseables para los próximos 500 años. 

Propuesta de Distrito hídrico como modelo urbano de escala media para el manejo sostenible del agua en la Ciudad de México, desarrollada por ORU Oficina de Resiliencia Urbana, bajo la coordinación de Anita Berrizbeitia, en el marco de Mexico Innovation Fund Grants para el David Rockefeller Center for Latin American Studies de la Universidad de Harvard. Fuente: ORU Oficina de Resiliencia Urbana, 2020.


Notas:

 

  1. Las propuestas de los arquitectos Bernard Tschumi y Rem Koolhaas para la Villette en la década de los años ochenta ilustran claramente la concepción del proyecto como la activación de un “campo” dinámico y menos como una composición estática o sobredeterminada. El desplazamiento del objeto al campo y el enfoque en el proceso ha sido discutido más ampliamente desde los noventas en el trabajo de Stan Allen, por ejemplo. 
  2.  Figuras como Koolhaas, el teórico Michael Speaks o el arquitecto paisajista James Corner llamaban a dejar atrás la teoría y la crítica y en su lugar adoptar estrategias más flexibles y oportunistas que se dejaran llevar por los “flujos” del mercado. No por nada Koolhaas se ha descrito como un surfista.
  3.  La investigación informa una primera propuesta de diseño que se plantea como una hipótesis que a su vez guiará una segunda ronda de investigación. Así, se genera una dialéctica entre diseño e investigación en un proceso iterativo y no-lineal.
  4.  Es decir, permite deducir retroactivamente las condiciones iniciales que produjeron la situación actual.
  5.  El arquitecto Josep María Montaner en su libro “Del diagrama a las experiencias, hacia una arquitectura de la acción” profundiza sobre la connotación arquitectónica del diagrama y su potencial para reunir distintas cualidades de interpretación de la experiencia y proyección del futuro en un mismo dispositivo.
  6.  Aunque los mapas no son herramientas nuevas, desde la década de los setentas se da un giro crítico en la geografía caracterizado por el desarrollo de un enfoque teórico-metodológico interdisciplinario que incluyó estudios poscoloniales, feminismo, antropología y sociología, entre otros. Estos discursos cuestionaron el modo en que el espacio ha sido representado históricamente revelando las cartografías como instrumentos de poder con capacidad para presentar una realidad construida como si fuera natural.

 

El cargo La Ciudad de México como laboratorio de diseño apareció primero en Arquine.

]]>
Una situación: un árbol en Palestina https://arquine.com/una-situacion-un-arbol-en-palestina/ Thu, 04 Jun 2020 06:44:09 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/una-situacion-un-arbol-en-palestina/ Los 250 millones de árboles plantados en Israel durante el siglo pasado son parte de un programa coordinado para mantener un campo visual continuo que incluye algunos temas políticos y excluye otros.

El cargo Una situación: un árbol en Palestina apareció primero en Arquine.

]]>
Publicado en colaboración con Places Journal.

 

Bosque de Jerusalén, 1991. [Liat Berdugo]

 

Cuando tenía seis años, planté un pino en el bosque de Jerusalén. No recuerdo el evento, pero he visto fotografías. Esa soy yo en el centro de la foto, levantando mi pala en alto como una pequeña pionera. Mi madre, sonriendo detrás de sus gafas de sol, lleva a mi hermanito. Mi padre tiene su brazo sobre el hombro de mi hermana, abrazándola y apoyando su pala al mismo tiempo. Estoy orgullosa, independiente, rodeada por mi familia pero sin tocar a nadie. Con mis piernas escondidas de la cámara, parece que crezco del bosque, ambos prosperando a la fuerte luz del sol del Medio Oriente.

Nadie puede decir por qué planté el árbol. “Probablemente estábamos buscando algo que hacer con ustedes, niños”, ofreció mi madre, cuando insistí sobre el punto. Pero tenía que haber sido idea suya; plantar un árbol era algo que hacían los extranjeros. Estábamos visitando a la familia de mi padre: mis abuelos y siete tíos y tías que habían emigrado a Israel/Palestina con una ola de judíos marroquíes en la década de 1970. Mi padre estudió en Jerusalén, y yo viví allí cuando era niña, hasta que mi madre, estadounidense, dejó de fumar y nos mudó a Filadelfia. Así que este viaje fue, en cierto modo, un regreso.

En otra imagen, estoy rascando el suelo rocoso hacia el agujero donde se plantó el árbol. La cámara me atrapa en medio de la acción, con las piernas listas y las rodillas dobladas, pero la toma está claramente planeada. Estaba en la edad en que acepté ese tipo de cosas. Ahora miro esta foto y me hago la pregunta que siempre hago o evito. ¿Cuál es mi responsabilidad en esta situación? Un pino plantado en el bosque de Jerusalén cuesta $18, un número que significa “Hai” o “vida” en la numerología judía.[1] Planté el mío en 1991, en medio de la primera sublevación Intifada o palestina, y la muerte, aunque no la vi, estaba en todas partes.

 

 

Cuando digo bosque, puedes imaginar una gran extensión de árboles, una obra de la naturaleza, perdurable durante siglos. Ninguna de estas condiciones se aplica. El Bosque de Jerusalén es una creación de Keren Kayemeth Le’Israel, también conocido como Fondo Nacional Judío, que plantó un parque de zonas verdes en las colinas de Judea, al oeste de la ciudad, en las décadas de 1950 y 1960. El parque nunca fue muy grande y, a lo largo de los años, la mayor parte de él ha sido despejado para viviendas y desarrollo comercial. Según sus mayordomos, el Bosque de Jerusalén “ahora cubre solo 1.250 dunams”, alrededor de un kilómetro cuadrado, y “aún enfrenta el peligro de destrucción”.[2] Palabras con peso, aquí.

KKL-JNF se estableció en 1901 para desarrollar tierras para asentamientos judíos en lo que entonces era la Palestina otomana. Ahora es el mayor terrateniente privado de la región, posee el 13 por ciento del territorio israelí, y actúa como una agencia cuasi gubernamental, construyendo viviendas, carreteras, represas y granjas. Pero el fondo es mejor conocido por sus campañas para rehabilitar bosques “degradados” y plantar otros nuevos. Con más de 150 bosques bajo su gestión, KKL-JNF afirma haber plantado 250 millones de árboles durante más de un siglo. [3] En los primeros años, los silvicultores judíos preferían los olivos y los árboles frutales, que tenían resonancia bíblica, pero esas especies requerían mucho cuidado. Entonces, en la década de 1920, cambiaron a plantar grandes rodales de pinos de Alepo, que crecieron rápidamente, requirieron poco mantenimiento y “se adaptaron a la imagen europea de un bosque adecuado” en el imaginario sionista. [4] Algunos escritores afirman que los pinos eran preferidos por los depósitos ácidos de sus agujas caídas, lo que impedía la maleza y privaba a los pastores palestinos de pastos. [5] Cualquiera sea el caso, estas plantaciones de pinos ahora prevalecen en toda la región. De los 400,000 acres de bosques manejados por KKL-JNF, sólo alrededor de un tercio se caracterizan como “bosque natural”. En comparación con los rodales nativos de roble mediterráneo, terebinth y algarrobo en las partes más húmedas del norte de Israel, los bloques de monocultivo de pinos de la misma edad son susceptibles a enfermedades e incendios forestales. Sólo recientemente los silvicultores comenzaron a plantar especies nativas de hoja ancha. [6]

Los objetivos declarados de este programa de forestación son ecológicos: conservar el suelo, prevenir la erosión, reducir los gases de efecto invernadero y mejorar la biodiversidad.[7] En el árido desierto de Negev en el sur de Israel, por ejemplo, se plantaron bosques para crear una “barrera” contra la desertificación al enfriar el aire y recargar el suelo con humedad. Pero los científicos ahora dicen que los cuatro millones de coníferas plantadas en el bosque de Yatir han causado más calentamiento que enfriamiento desde la década de 1960. Como Fred Pearce informó para Yale Environment 360, las hojas oscuras absorben la radiación solar que previamente fue reflejada en el espacio por las arenas del desierto, y tomará alrededor de 80 años para que esos árboles retengan suficiente carbono para compensar los efectos del calentamiento. El bosque, estresado por la sequía, puede no sobrevivir tanto tiempo. [8]

Árboles plantados por el Fondo Nacional Judío en dunas de arena al sur de Beersheba, > 100 mm de lluvia por año. Foto © Fazal Sheikh, 14 de noviembre de 2011. Desde The Conflict Shoreline, por Fazal Sheikh y Ezal Weizman (Steidl, 2015): Estos árboles fueron plantados entre 1950 y 1952, cuando el Fondo Nacional Judío reanudó la plantación de bosques después de la guerra de 1948. El área, entre Wādi al-Naʽīm y Wādi al-Mshash, era parte del territorio de la tribu al-ʻAzāzme. Estos años fueron particularmente abundantes en lluvia, lo que permitió la difícil tarea de plantar eucaliptos y tamariscos en áreas áridas. La forestación estaba destinada a crear rompevientos y estabilizar las dunas.

 


 

Sin embargo, los beneficios climáticos son irrelevantes, porque las motivaciones más profundas son culturales. La “imagen de un Israel boscoso siempre ha disparado la imaginación de sionistas bien intencionados”, dijo Jay Shofet, de la Sociedad para la Protección de la Naturaleza en Israel, que critica las prácticas forestales de KKL. Plantar árboles, dijo, es “prácticamente un mandamiento sionista”.[9] En la narrativa nacional israelí, la tierra árida al sur de Jerusalén se imagina como una “zona muerta” que se convirtió en un páramo (shemama) cuando los judíos fueron exiliados y ahora deben ser “revividos”. El subtexto de esta narrativa es que los palestinos que habitaban esta área carecían de la habilidad y la tecnología para cultivar adecuadamente la tierra. Si la administración judía es una necesidad ecológica, los reclamos territoriales de Israel están legitimados y la resistencia palestina puede explicarse.[10] “¿Qué son los palestinos?” dijo el primer ministro israelí Levi Eshkol, en 1969. “Cuando llegué aquí había 250,000 no judíos, principalmente árabes y beduinos. Fue desierto. Más que subdesarrollado. Nada. Fue solo después de que hicimos florecer el desierto que se interesaron en quitárnoslo ”.[11]

Por lo tanto, la plantación de bosques es un esfuerzo políticamente cargado que vincula la ecología y la estética con la supervivencia cultural. Es una forma para que los judíos israelíes digan “estamos aquí”, como dijo un científico a Pearce.[12] Pero más que eso: es una estrategia para expropiar tierras. Antes de la declaración de la condición de Estado israelí, los líderes de KKL-JNF veían la forestación como “una declaración biológica de la soberanía judía” que podría usarse para establecer “hechos geopolíticos”.[13] La fuerza impulsora detrás de ese esfuerzo fue Yosef Weitz, quien dirigió el departamento forestal desde 1932 hasta su muerte en 1972. No es coincidencia, también fue la persona que, en 1948, tuvo la idea de crear un Comité de Transferencia entre funcionarios de alto nivel del gobierno para expulsar a los palestinos de las tierras recién ocupadas por el ejército israelí, y luego evitar su regreso destruyendo aldeas árabes y construyendo asentamientos judíos. La fundación del estado de Israel coincide con la expulsión de 750,000 refugiados palestinos, un evento que los israelíes llaman la Guerra de Independencia y los palestinos llaman la Nakba, la catástrofe. Weitz estuvo centralmente involucrado. Sin embargo, hoy es considerado por los canales oficiales de KKF-JNF como el amado “padre de los bosques”.[14]

Asociar el sionismo con los árboles, un símbolo de benevolencia e inocencia, fue un movimiento estratégico. La literatura judía a menudo describe árboles jóvenes como niños, y los niños judíos a veces reciben nombres de árboles (Ilan, Ilana, Alon, Tamar). Por lo tanto, se entiende que una niña de seis años de Filadelfia que planta un árbol en Jerusalén en las vacaciones de verano está echando raíces, cultivando un futuro sostenible, “fortaleciendo el vínculo entre el pueblo judío y su tierra natal”.[15] El costo de plantar un árbol sigue siendo de $ 18, lo mismo que hace dos décadas, porque la numerología de “vida” es más importante que mantener el ritmo de la inflación. Y en todo el mundo, los afiliados de JNF aceptan donaciones de personas que no pueden viajar a Israel en persona. Por $ 18, obtiene un certificado que dice que se ha plantado un árbol en su nombre. Por $ 180, su nombre está inscrito en un “Libro de Oro” escrito a mano junto a Theodor Herzl, el fundador del sionismo. Por $ 1,800 aparece en el “Muro de la Vida Eterna”, una placa en el bosque del American Independence Park, no muy lejos de donde planté mi propio árbol.[16]

El cementerio Al-TūrI en Al-ʻAraqīb, 200 mm de precipitación anual. Foto © Fazal Sheikh, 9 de octubre de 2011. De The Conflict Shoreline, por Fazal Sheikh y Ezal Weizman (Steidl, 2015). El pueblo de al-Tūri en al-ʻAraqīb fue destruido por primera vez en julio de 2010. Los que permanecieron en el lugar trasladaron sus casas al área cercada de su cementerio ancestral, que data de 1914. Fuera de la cerca del cementerio hay varias carpas de protesta, que se distinguen por su tela azul, que marca el área de la aldea destruida y el área reclamada por al-Tūris. A la izquierda hay una rama de la corriente al-ʻAraqīb (Naḥal Faḥar en hebreo). Detrás del cementerio hay un pequeño afluente represado por al-Tūris para crear una serie de pequeños campos, vistos aquí recién arados. Como todos los campos en el Negev, fueron cosechados en septiembre, unas semanas antes de que se tomara la fotografía. Los movimientos de tierra alrededor del cementerio fueron realizados por el Fondo Nacional Judío en preparación para la extensión del Bosque de Embajadores. La siembra generalmente se lleva a cabo antes de que comience la temporada de lluvias en octubre / noviembre. Desde que se tomó esta imagen, se han eliminado las estructuras dentro del complejo del cementerio, incluida la cerca que lo rodea.

 


 

En un cuento de 1963 de A. B. Yehoshua, “Facing the Forests”, un estudiante judío israelí que lucha por terminar su tesis doctoral en la historia toma un período de seis meses como explorador de incendios para el Departamento Forestal israelí.[17] Vive en el último piso de una casa de piedra con vistas a cinco colinas boscosas, donde espera trabajar sin distracciones. En el piso inferior vive un cuidador árabe que está mudo porque le cortaron la lengua en la guerra de 1948. La disertación fallida es sobre las Cruzadas: una era distante de guerras religiosas emprendidas por cristianos contra no creyentes y contra judíos. En particular, el explorador de incendios no escribe sobre la guerra religiosa actual, más cerca de casa, donde los judíos no pueden reclamar ser víctimas limpiamente. Las Cruzadas simbolizan la voluntad de mirar la historia de forma selectiva, como si tuviera una visión dividida.[18]

Un día, un excursionista llega al bosque y le pregunta al explorador de incendios: “¿Dónde está exactamente la aldea árabe que está marcada en el mapa? Debería estar en algún lugar por aquí, una aldea árabe abandonada.” El explorador nunca ha oído hablar del pueblo, pero tiene curiosidad, por lo que esa noche despierta al árabe mudo y dice el nombre de este pueblo una y otra vez, con diferentes pronunciaciones. El nombre no sólo es indescriptible, sino impronunciable. El árabe (y así es como se le llama en la historia, siempre y sólo: “el árabe”) finalmente comprende. Mira al explorador con sorpresa y señala fervientemente hacia el bosque. Su pueblo está debajo del bosque. La casa era la casa de los árabes. El pueblo lo rodeaba.

La noche antes de la partida del explorador, el árabe prende fuego al bosque, exponiendo la tierra debajo. El explorador no informa el incendio y el bosque queda destruido. Las autoridades interrogan al árabe, pero, por supuesto, no puede hablar y lo arrestan. El autor no da una razón para la complicidad del explorador, ni una respuesta a cuántos niveles de complicidad hay.

Abu Zurayq, distrito de Haifa. [© James Morris, de la serie Time and Remains of Palestine]

 


 

Medio siglo después, sigue siendo un secreto público que al menos 46 bosques KKL-JNF se encuentran en las ruinas de antiguas aldeas palestinas. El Parque de la Independencia Americana, donde los nombres de los donantes extranjeros están grabados en el Muro de la Vida Eterna, se superpone en las aldeas de Allar, Dayr al-Hawa, Khirbat al-Tannur, Jarash, Sufla, Bayt ‘Itab y Dayr Aban, que fueron capturadas, “despobladas” de sus 4,000 habitantes y arrasadas ​​por actores estatales israelíes en 1948. Cerca, en las colinas al oeste de Jerusalén, se estableció un parque que lleva el nombre del primer ministro israelí Yitzhak Rabin en las tierras donde luchó en esa misma guerra. tierra que había albergado a 4,600 palestinos en las aldeas de Bayt Jiz, Bayt Mahsir, Bayt Susin, Saris e ‘Islin. En Martyrs Forest, se plantan seis millones de árboles en memoria de las víctimas del Holocausto; ocultan los pueblos en ruinas de Aqqur, Dayr ‘Amr, Bayt Umm al-Mays, Khirbat al-‘Umur y Kasla. La lista continua.[19]

Los empleados del fondo han admitido la plantación forestal estratégica como una forma de ocultar las huellas de la vida palestina del ojo judío israelí. Michal Kortoza, quien supervisó la señalización en los nuevos bosques, dijo en una entrevista con un periódico israelí de derecha: “Muchos de los parques de la JNF están en tierras donde alguna vez se ubicaron aldeas árabes, y los bosques se plantaron como camuflaje”.[20] El camuflaje usa textura y patrón para ocultar lo que de otro modo podría ser visible, para romper los bordes detectables para que se mezclen con un fondo visual. El camuflaje esconde algo a la vista.

Y los tribunales israelíes han determinado que cuando un bosque se cultiva en tierras expropiadas, los palestinos que regresan a esa tierra están invadiendo. En 2010, la Corte Suprema rechazó una petición de refugiados palestinos de la aldea de al-Lajjun para reclamar tierras en el bosque Megiddo, dictaminando que la forestación justificaba el control israelí bajo la Ley de Adquisición de Tierras de 1953.[21]

 


 

Llamé a casa cuando supe de esos hechos.

“¿Sabes que los bosques JNF se plantaron sobre las ruinas de las aldeas árabes, para ocultarlas?”, le pregunté a mi madre. “¡Esto es horrible!”, respondió, y le entregó el teléfono a mi padre.

“¿Sabes que los bosques JNF fueron plantados sobre aldeas árabes?”, dije de nuevo. “Es imposible saberlo”, respondió mi padre. “Es imposible saber qué hay realmente debajo de la superficie de la tierra”.

Colgué.

Mi padre es el miembro de la familia más cercano a Israel. Fue a la escuela allí, votó allí, trabajó allí, luchó en guerras allí, se casó allí y enterró a sus padres allí. Su relación con el país nunca ha sido superficial. ¿Por qué, entonces, la negativa a mirar debajo de la superficie?

 


 

Al crecer, aprendí a llamar al conflicto (sichsuch) por su otro nombre, la situación (ha’matzav). En hebreo moderno, “la situación” se usa a menudo en el saludo, ¿Ma ha’matzav? (“¿Qué pasa?”). Pero también se refiere eufemísticamente al conflicto etnonacional y político entre israelíes y palestinos, que se estabiliza por la violencia lenta y suspendida de la ocupación israelí y que estalla periódicamente en una guerra abierta. “La situación” convierte el significado común de una palabra en una referencia cortés para otra cosa: algo considerado demasiado feo, impropio o duro para ser pronunciado directamente.

La situación puede hacerse presente (como en “¡La situación es horrible! ¡Todos los combates!”) O ausente (“¿Qué situación? ¡Estoy tomando un café, el sol brilla!”). Decir “la situación” en lugar de “el conflicto” abre un espacio para la negación, para no ver. Este eufemismo estructura y consolida una ideología de ambigüedad movilizada por el régimen judío israelí, como en la regulación de los llamados Ausentes Presentes, los palestinos que fueron desplazados internamente después de la guerra de 1948. Según la ley israelí, estos ausentes perdieron las escrituras de sus tierras porque no pudieron demostrar su propiedad con presencia física, a pesar de que muchos fueron expulsados ​​de esa tierra por la violencia. Se estima que uno de cada cuatro ciudadanos palestinos de Israel vive en este estado paradójico de ser reconocido e invalidado en el mismo término.[22]

En una de mis películas favoritas, Crónica de una desaparición (1996), la policía israelí asalta la casa de Jerusalén del protagonista, en su mayor parte mudo, E. S., que es palestino. Es de mañana y E. S., interpretado por la directora Elia Suleiman, se sienta en su terraza tomando café negro en pijama. La policía irrumpe como combatientes entrenados: cada habitación es una nueva amenaza y sus armas son desenfundadas. Sin embargo, a medida que continúa la redada, se hace evidente que la policía no puede ver a E. S., que camina tranquilamente por la casa y se coloca repetidamente en su línea de visión. Después de que la policía ha registrado las habitaciones, salen por la puerta trasera.

De Elia Suleiman, Chronicle of a Disappearance, 1996.

 

A continuación, vemos a E. S. comiendo un plato de pasta y escuchando el parloteo de una radio de la policía israelí. De repente, escucha un “Informe de asignación” que presenta un inventario detallado de los artículos registrados por la policía: “dos puertas de entrada, cuatro puertas, cuatro ventanas, un balcón, un ventilador, un teléfono, una foto con una gallina, cuatro asientos, cuatro viejas sillas de madera, una computadora, un equipo de música, un escritorio, dos sillones de mimbre, un libro de texto japonés, una pintura con tulipanes, una pintura blanca…” El informe absurdamente detallado incluso enumera a los autores en la estantería de E.S.: Sonallah Ibrahim, Raymond Carver, Karl Kraus. Finalmente, después de notar la presencia de “cortinas de vinilo”, el oficial menciona “un chico en pijama”. Llegamos a comprender que E.S. no ha sido invisible; él acaba de ser ignorado, no reconocido. En su ambigüedad, no se lo ve sino que se detalla.[23]

 


 

En Tel Aviv hay una ONG israelí llamada Zochrot, o “recordar”, que promueve el reconocimiento de las injusticias infligidas a los palestinos en la guerra de 1948, como un primer paso hacia la rendición de cuentas y la reconciliación. Zochrot produce materiales educativos y presenta proyecciones de películas, conferencias y otros eventos que respaldan el derecho al retorno palestino. Zochrot también recopila historias orales de palestinos que presenciaron la Nakba, y comparte información sobre aldeas palestinas destruidas a través de mapas, bases de datos, guías y recorridos gratuitos. La organización incluso ha producido una aplicación móvil, “iNakba”, que permite a los usuarios que visitan las ruinas palestinas cargar sus propias fotografías y participar en el proyecto de mapeo.[24]

Zochrot a veces busca obligar a actos formales de recuerdo. En 2005, solicitó al Tribunal Supremo que exigiera cambios en la señalización en Canada Park, en la carretera entre Tel Aviv y Jerusalén, cerca de la ciudad israelí de Latrun. La mayor parte del parque se encuentra al otro lado de la Línea Verde en Cisjordania, en tierras estatales expropiadas en la guerra de 1967, cuando las aldeas palestinas de Imwas y Yalu fueron destruidas. El bosque ahora es administrado por KKL-JNF, que colocó carteles que señalaban la historia del asentamiento romano, judío, cruzado, helenístico y mameluco, pero ignoraron las aldeas árabes. Durante dos años, Zochrot mantuvo correspondencia con KKL-JNF sobre la creación de una mejor señalización, pero fueron rechazados. “El JNF no se considera a sí mismo como un tema que tiene importancia política”, escribió Leora Tsoref, asesora de la dirección del JNF, “y, por lo tanto, esto debe enviarse a los organismos estatales interesadas ​​en el asunto”. Nueve meses después de que se presentó la petición, y poco antes de que se escuchara el caso, KKL-JNF finalmente publicó carteles sobre Imwas y Yalu, lo que llevó al tribunal a desestimar el caso. Pero tras dos semanas, uno de los nuevos signos fue retirado y el otro fue destrozado sin posibilidad de reconocimiento. Hasta el día de hoy, el fondo no menciona las aldeas en ninguna parte de su sitio web.[25]

Otras veces, Zochrot adopta las tácticas del activismo guerrillero, como reemplazar los letreros de las calles hebreas con antiguos árabes. En 2013, Zochrot creó una organización forestal ficticia, “New KKL”, que pretendía asumir la responsabilidad de la planificación forestal racista. El nuevo KKL debutó con un sitio web (ahora desaparecido) y una larga declaración de su inventor, quien afirmó haber estado tan conmovido por la historia de Yehoshua “Facing the Forests” que resolvió crear una nueva señalización reconociendo las aldeas árabes debajo de sus bosques. Un video que lo siguió en este viaje fue exhibido en la galería de Zochrot en Tel Aviv, junto con un gran mapa de los bosques KKL-JNF plantados en las ruinas palestinas. Los visitantes fueron invitados a tomar un letrero de la exposición y colocarlo personalmente en el bosque correspondiente.

Exposición The New KKL, Tel Aviv, 2014. [cortesía de Zochrot]

 

Algunas personas confundieron la sátira con la realidad, y la exposición provocó amenazas legales del KKL-JNF. Pero los activistas de Zochrot insistieron en que no tenían intención de difamar a nadie. “Por el contrario”, escribieron, “deseamos que [el público] considere al Nuevo KKL como un regalo, una oportunidad para hacer el bien, como en: apartarse del mal y hacer el bien; Busca la paz y síguela. (Salmos 34, 14) “. Zochrot invitó a representantes de KKL-JNF a asistir a la exposición y firmar un certificado de reconocimiento de la Nakba, sugiriendo que se vería bien colgado en sus oficinas junto con los certificados de plantación de árboles.[26]

 


 

Me socializaron para plantar árboles a través de la festividad judía de Tu Bishvat, la fiesta de los árboles. Cuando era niña aprendí canciones como “El almendro está floreciendo” (Hashkediya porachat), que personifica a Israel como “llamando” a plantar árboles en cada colina y valle, para que la tierra pueda “ser heredada una vez más” por el pueblo judío. Los héroes de otra canción, “Así caminan los plantadores” (Kach holchim hashotlim), golpean el suelo y preparan el terreno para las plantas que crecerán para extender la sombra sobre “nuestra tierra desnuda”.

Un poster de  KKL-JNF de 1950, celebrando Tu Bishvat: “Este es el día para plantar y sembrar // para derribar una raíz // otro año y otro año // ¡y aquí habrá un bosque!” [KKL Photo Archive, Jerusalem]

 

Esta presunción de desnudez resuena con el eslogan sionista que aprendí al mismo tiempo: “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, que implica un profundo fracaso para reconocer a los habitantes nativos de Palestina en la búsqueda de un arraigo estable y arraigado de la patria judía. La antropóloga Julie Peteet ha notado que los esfuerzos colonialistas a menudo producen un léxico de esterilidad para hablar de tierras conquistadas. Palabras como “deshabitado, territorio virgen, terra nullius … indómito y desocupado” borran a los habitantes nativos del idioma, de los cimientos sobre los que se construye el nuevo conocimiento. Este es un acto de violencia epistémica.[27]

A los seis años, no sabía sobre política, nacionalismo o colonialismo, y mucho menos sobre epistemología. Tampoco sabía sobre plantar árboles. Se suponía que debía liberar las raíces de la maceta con un corte en forma de X. Se suponía que debía cavar un hoyo que fuera profundo y ancho. Se suponía que debía enderezar el retoño en su agujero y llenar el agujero suavemente, pero con firmeza. ¿Hice esto?, me pregunto, ¿hice algo de esto?

En las fotografías, el suelo se ve rocoso y seco. “¿Fui capaz de cavar ese agujero?” Le pregunté a mi padre.

“No”, dijo. “Lo cavé para ti”.

¿Qué querían mis padres que experimentara? ¿Qué raíces estaba plantando en un paisaje que había dejado atrás? ¿Cuál era el punto de plantar un árbol si no para nutrir su crecimiento y contar con su crecimiento?

 


 

Llamé a KKL-JNF para preguntar si mi árbol todavía está vivo. La mujer que atendió mi llamada se burló, amablemente: “El JNF planta tres millones de árboles al año”, dijo. “No hay registros”. Por supuesto, el fondo mantiene registros de tenencias de tierras y campañas de forestación, pero no de plantaciones turísticas individuales. Luego se suavizó un poco  y bromeó a modo milenial. “Sería genial, pero simplemente no hay ningún registro”.

Por supuesto que no, pensé. Mantener un registro de las plantaciones de árboles socavaría el objetivo del esfuerzo: proyectar un futuro Israel en el que los bosques siempre estuvieran allí. Quería preguntar sobre qué más no estaba manteniendo registros en el JNF. En cambio, dije: “Bueno, ¿quién riega los árboles jóvenes?”

“Voluntarios”, respondió ella. “Estoy bastante seguro de que hay muchos voluntarios. Mucha gente.” Me imaginé una multitud de adolescentes asignados al servicio comunitario, caminando por la tierra con regaderas. O tal vez extranjeros, sintiendo el peso de la diáspora, tratando de conectarse con sus raíces cuidando árboles israelíes por un día.

“¿Dónde se cultivan las plantas?”, pregunté, aferrándome.

“Supongo que se cultivan en alguna parte”, respondió ella. “Hasta que tengan cuatro pulgadas de alto”.

“¿Sería posible averiguar dónde?”

“Te pondré en espera”. Regresó y me explicó, concluyente: “Se plantan desde la semilla. Se cultivan en Israel a partir de semillas. Los dejaron crecer hasta cuatro pulgadas de alto “.

Izquierda: vivero Golani. [KKL-JNF Photo Archive, via Wikimedia] Derehca: Plantas de pino, fotografía de 1945, Yaakov Rosner. [KKL-JNF Photo Archive, via Wikimedia]

 

Más tarde, supe que KKL-JNF mantiene tres viveros activos en Israel / Palestina, cada uno sirviendo a su propia región geográfica. El vivero Golani en el norte se encuentra dentro del bosque Lavie, en los terrenos de la antigua aldea palestina de Lubya, que las fuerzas israelíes capturaron y despoblaron en 1948. El vivero Eshtaol en el centro de Israel, a media hora en coche de Jerusalén, se encuentra en el terrenos de las antiguas aldeas palestinas Ishwa ‘e’ Islin, arrasadas ese mismo año. El vivero de Gilat en el sur es el único que no está establecido en tierras expropiadas.

Las semillas se entregan a los tres viveros desde una instalación de KKL-JNF en Beit Nehemia, una pequeña aldea judía establecida en la tierra de la aldea palestina Beit Nabala, que fue despoblada de manera similar después de la guerra de 1948. Los árboles que crecen en estos viveros no solo se usan para los programas forestales de KKL-JNF, sino que también se distribuyen a las bases militares israelíes.[28]

 


 

Según algunos recuentos, sólo el 40 por ciento de los árboles sobrevivieron en el sitio donde planté el mío. El suelo era desfavorable y los plantadores eran novatos. A nivel nacional, la tasa de supervivencia puede ser mucho más alta (hasta el 95 por ciento en años sin sequía), ya que la mayoría de los árboles son plantados por trabajadores remunerados que saben lo que están haciendo. Encontré esas estadísticas en un artículo del New York Times sobre un “escándalo arbóreo” que ocurrió en el bosque de Jerusalén en 2000. El Times estaba siguiendo un informe en el periódico hebreo Ma’ariv, que decía que tres fotografías, tomadas del mismo ángulo, demostraban que los árboles recién plantados habían sido arrancados al final del día para dar paso a la próxima ronda de turistas. “Si es cierto, es un verdadero escándalo”, dijo el presidente de la JNF, Yehiel Leket. Los árboles habían sido plantados por la familia de un adolescente estadounidense muerto, para honrar su memoria.[29]

Una investigación interna preliminar confirmó que los trabajadores habían arrancado árboles jóvenes, pero Leket afirmó que fue un incidente aislado. “Son algunos retoños en un nuevo sitio”, dijo. “Niego por completo la acusación de que esta es una práctica sistemática de la JNF”.[30] El fondo suspendió a varios trabajadores y dijo que establecería una investigación más amplia dirigida por un juez retirado de la Corte Suprema. También amenazó con demandar a Ma’ariv por difamación.

Para muchos judíos de todo el mundo, esta historia fue profundamente desconcertante. Un rabino estadounidense contó cómo había ahorrado dinero para plantar un árbol con KKL-JNF. Cuando compraste un árbol en Israel, dijo, fue un acto de fe pura y religiosa, “como creer en Santa Claus”. Ese acto ahora parecía ingenuo. En un esfuerzo por restaurar la fe, Leket declaró: “Podemos probar que cada árbol plantado por un turista todavía existe”.[31] Por supuesto, no pudieron. Hice la llamada telefónica yo misma.

Más recientemente, KKL-JNF destruyó un bosquecillo conmemorativo para hacer espacio para nuevos apartamentos en Beit Shemesh, una ciudad en expansión al oeste de Jerusalén. El bosque había sido nombrado por un diplomático, Chiune Sugihara, conocido como el “Schindler japonés” por salvar a 6,000 judíos lituanos durante el Holocausto al firmar ilegalmente visas para su paso seguro a Japón. Los miembros de su familia, que habían ayudado a financiar la arboleda, escribieron una carta de enojo a KKL-JNF: “¿Cómo podrían matar estos árboles a propósito? Supongo que el letrero conmemorativo ha sido convertido en basura por una excavadora insensible. La organización se disculpó y prometió plantar un nuevo bosque en nombre de Sugihara.[32]

Escándalos como estos recuerdan la famosa película de 1964 Sallah Shabati, que presenta una escena cómica en la que el personaje titular es asignado al Servicio Forestal Israelí. Sallah es un inmigrante reciente de Yemen, en una época de racismo generalizado cuando los judíos europeos que dominaron la sociedad israelí consideraron que las personas del norte de África y Medio Oriente eran sucias, sin educación y demasiado “árabes”. KKL-JNF utilizó la fuerza laboral de estos nuevos inmigrantes en sus grandes campañas de forestación de los años 50 y 60, especialmente en la plantación del bosque Yatir en el desierto de Negev. En la película, Sallah se une a los trabajadores que están plantando árboles para KKL-JNF en un campo abierto. Un funcionario del gobierno instala un letrero que dedica el nuevo bosque a un benefactor extranjero, que se detiene en un taxi con su esposa, toma algunas fotografías y se va. El funcionario luego tira a la basura el letrero y lo reemplaza por uno nuevo en honor de un benefactor extranjero diferente. Sallah rechaza este esquema y arranca cómicamente cada árbol recién plantado. Estos árboles pertenecen al primer donante, declara, no al segundo. Se niega a dejar que los árboles participen en una mentira.

Ephraim Kishon, Sallah Shabati, 1964.

 


 

Para los israelíes, Sallah Shabati resultaba divertida porque era verdad. Más precisamente, expuso una verdad que todos conocen pero no pueden decir. KKL-JNF planta árboles donde son simbólica o geopolíticamente convenientes, y los elimina donde no lo son. Este es un secreto público, en el sentido descrito por el antropólogo Michael Taussig: un hecho “conocido por el público pero que el público elige mantener alejado de sí mismo a través de diversas estrategias y mecanismos culturales”. Las instituciones racistas son sostenidas por personas que guardan tales secretos públicos, “sabiendo lo que no deben saber”.[33]

Zochrot nos pide que recordemos: el estado de Israel no se fundó en una tierra desnuda que reclamaba la administración judía, sino en una tierra ya habitada por palestinos; 678 localidades palestinas fueron destruidas en 1948, creando más de 750,000 refugiados palestinos; la mayoría de los bosques KKL-JNF están situados en las ruinas de aldeas palestinas, en un esfuerzo por cubrirlos.[34] Estos hechos tienen que ensayarse una y otra vez, porque hay un aparato poderoso que desea negarlos. La historización de sus bosques por parte de KKL-JNF borra habitualmente la habitación palestina, porque reconocer una aldea árabe, aceptarla, marcaría una ruptura con la visión nacionalista israelí, que busca un bosque libre de consecuencias, responsabilidad o prioridad.

Esto se ve reforzado por muchos actos complementarios de borrado. En Cisjordania, hay caminos separados y visualmente aislados que evitan la “posibilidad de un encuentro cognitivo”, como lo expresa Eyal Weizman, entre ciudadanos israelíes y palestinos. Un proceso estructurado de judaización ha borrado los nombres de ciudades y caminos palestinos y los ha reemplazado por hebreos. Y luego está el muro de hormigón de ocho metros de altura que literalmente bloquea a los palestinos de la vista.[35]

Anata Village, West Bank, Area B and C. [© James Morris, de la serie Time and Remains of Palestine]

 

Por supuesto, los israelíes no han dejado de ver a los palestinos. La vigilancia estatal hace que los palestinos sean hipervisibles, al tiempo que niega su humanidad. Weizman llama a esto una “jerarquía de visión unidireccional”: los israelíes tienen la capacidad de ver, penetrar y documentar, mientras que los palestinos deben evitar su mirada en los puntos de control.[36] En algunas áreas, las FDI han emitido reglas formales de compromiso que establecen que los soldados pueden disparar para matar a cualquier palestino atrapado observando actividades militares cerca de los asentamientos israelíes con binoculares o de cualquier otra “manera sospechosa”. Mientras tanto, la visión israelí se extiende a través de torres de vigilancia, fotografía aérea, drones de vigilancia, vehículos de vigilancia no tripulados y una red de más de 1,700 cámaras de seguridad en vivo patrulladas por las mujeres soldados exclusivamente que sirven como Tazpitaniot (“vigilantes”) en estaciones de observación remota.[37] El régimen israelí ve a los palestinos, sin reconocerlos como sujetos políticos y seres humanos.

La académica jurídica Nancy Fraser hace una distinción entre la tergiversación político-ordinaria y la injusticia metapolítica mucho más severa. La primera categoría incluye casos en los que una sociedad civil bloquea la participación de sus miembros como pares o iguales. Un ciudadano al que se le negó un juicio justo en virtud de la ley ha sido sometido a una tergiversación política ordinaria. La membresía en la política no ha sido puesta en duda. La injusticia metapolítica, por otro lado, ocurre cuando una sociedad y su gobierno trazan erróneamente los límites de la ciudadanía, negando a algunas personas el derecho a cualquier representación. Esta es una injusticia de un orden superior. Es metapolítico. La gente está mal enmarcada fuera de los límites de la política, como si fuera empujada por el borde de una fotografía.[38]

Este es el caso en Israel/Palestina, donde a la mayoría de los árabes se les niega la ciudadanía y o la propiedad de sus tierras. La eliminación metapolítica de los palestinos es tan avanzada que ya no es necesario promulgar una destrucción visual total. En el gran asentamiento judío de Ariel, en las profundidades de Cisjordania, un profesor de arquitectura afirmó que sus alumnos “ven las aldeas árabes [circundantes], pero no las notan. Miran y no ven. Y digo esto positivamente ”, comentó.[39] Ver sin reconocer se ha convertido en el objetivo.

Pero si los israelíes pueden ver las aldeas palestinas sin darse cuenta, ¿por qué hacer el esfuerzo de sobrescribir las aldeas con bosques? Esta es la contradicción en el corazón de las campañas de forestación. La respuesta se remonta al concepto de secreto público. La ciudadanía israelí implica “vivir con la complicidad de uno con la violencia… participar y sostener las instituciones sociales de racismo”.[40] Pero ver sin reconocer requiere una enorme cantidad de energía, por lo que es más fácil si los palestinos no son vistos en absoluto, si las huellas de sus vidas y asentamientos están cubiertos por bosques, de modo que el secreto público de la prioridad palestina puede ser plausible en lugar de descaradamente negado.

No será así para siempre. Lo que es un secreto público, y lo secreto que debe permanecer, cambia según quién tenga el poder.

Deir Yassin, sitio de una masacre en la guerra de 1948. [Associated Press]

 


 

¿Qué sabe un árbol sobre el poder? ¿Y qué le importa? Una canción popular de 1972, “The Tree Is Tall” (Ha’etz Hu Gavo’a), pregunta por qué es importante que el árbol sea verde.[41] Al mar profundo no le importa. Al pájaro volador no le importa. El único que se preocupa es el hombre que canta la canción; él canta porque el árbol es verde. Este es un acertijo sobre el amor humano por la naturaleza y sobre la indiferencia de la naturaleza. La canción termina con un giro: ¿a quién le importa si el hombre canta o calla? Ciertamente no al árbol.

Los humanos moldean el paisaje con el tiempo a través de la habitación. Construyen casas e infraestructuras y realizan otras modificaciones. Ellos plantan árboles. En conjunto, estas obras conforman el paisaje cultural. Por lo general, el panorama cultural cambia lentamente, en pasos evolutivos, pero cuando un grupo busca dominar sobre otro, puede sobrescribirse repentinamente. Esta es la situación en Israel/Palestina, que ha sido violentamente denigrada.[42] Aún así, las huellas permanecen en el paisaje físico. Las plantas tienen cicatrices y otros recuerdos de daños, como en la aldea de Deir Yassin, donde unos 110 palestinos fueron asesinados a tiros por las fuerzas paramilitares israelíes en 1948. Las balas atravesaron los setos de tuna detrás de ellos, y el cactus vivió, portando el marcas de esta violencia como una sombra o un fantasma.[43]

Sombras, fantasmas: estas son rupturas visuales. Un fantasma se presenta como una ruptura brillante en un campo continuo. Algunos pueden verlo, pero no todos. Los 250 millones de árboles plantados en Israel durante el siglo pasado son parte de un programa coordinado para mantener un campo visual continuo que incluye algunos temas políticos y excluye otros. Y yo soy uno de los miles, quizás millones, de turistas judíos reclutados para unirse a ese programa.[44] Tal vez sea apropiado que tantos de los árboles que plantamos no sobrevivan. Nuestros árboles viven como fantasmas que nos persiguen con un secreto que ya no quiere ser guardado.

 


 

Nota de la autora: Gracias a Charlie Macquarie y Nicole Lavelle, quienes me invitaron a presentar una versión inicial de este proyecto para Place Talks en la Prelinger Library en San Francisco. También estoy agradecida con Rick y Megan Prelinger por los recursos que sacaron de los estantes de la biblioteca y su vigorosa y solidaria curiosidad. Gracias a mis padres por estar en desacuerdo pero no bloquear, y a Josh Wallaert por su cuidadosa atención editorial.


Liat Berdugo es una artista, escritora y curadora cuyo trabajo se centra en la encarnación y la digitalidad, la teoría de los archivos y las nuevas economías. Su trabajo ha sido exhibido en galerías y festivales a nivel internacional, y colabora ampliamente con individuos y archivos. Es profesora asistente de Arte + Arquitectura en la Universidad de San Francisco, y actualmente está escribiendo un libro sobre el armamento de cámaras en Israel/Palestina (de próxima publicación, Bloomsbury).


Notas:

  1. Según Stefan Oberman, director de comunicaciones del Fondo Nacional Judío, a los donantes se les ha cobrado $ 18 por un árbol individual desde 2000. Antes de eso, eran $ 10 por árbol.
  2. Keren Kayemeth Le’Yisrael, “Jerusalem Forest – Nature in Jerusalem.”
  3. Paul Ginsberg, “Afforestation in Israel: A Source of Social Goods and Services,” International Forestry (marzo 2000), 32-36; y Fred Pearce, “In Israel, Questions Are Raised about a Forest that Rises from the Desert,” Yale Environment 360, septiembre 30, 2019.
  4. John Stemple, “Viewpoint: A Brief Review of Afforestation Efforts in Israel,”Rangelands 20:2 (1998), 15–18; Hizky Shoham, Israel Celebrates: Jewish Holidays and Civic Culture in Israel (Brill, 2017), 80, https://doi.org/10.1163/9789004343870.
  5. Eyal Weizman, Hollow Land: Israel’s Architecture of Occupation (Verso, 2007).
  6. Las estadísticas en este párrafo se tomaron de Ginsberg, “Afforestation in Israel,” y KKL-JNF’s National Master Plan for Forests and Afforestation (NOP 22), 1995, actualizadas en 2011 [PDF]. En 2016, incendios destructivos se extendieron desde la ciudad desértica sureña de Be’er Sheva hasta los Altos del Golán en el norte. Véase, por ejemplo, Keren Kayemeth Le’Yisrael, “Map of Fires – November 2016,” y Melanie Lidman, “After Devastating Fires, JNF Skips Trees for the Forest,” The Times of Israel, diciembre 19, 2016. Véase también Yagil Osem, Assaf Lavi, y Alexis Rosenfeld, “Colonization of Pinus Halepensis in Mediterranean Habitats: Consequences of Afforestation, Grazing and Fire,” Biological Invasions 13:2 (febrero 2011), 485–98, https://doi.org/10.1007/s10530-010-9843-3.
  7. Keren Kayemeth Le’Yisrael, “KKL-JNF: For a Sustainable Future for Israel” y “Turning the Desert Green.”
  8. Pearce, “In Israel, Questions Are Raised about a Forest that Rises from the Desert.” Véase también la investigación de Dan Yakir’s Lab en el Instituto de Ciencias Weizmann.
  9. Citado en Pearce.
  10. Alan George, “‘Making the Desert Bloom’: A Myth Examined,” Journal of Palestine Studies 8:2 (1978/79), 88–100, https://doi.org/10.1525/jps.1979.8.2.00p0118a; y Fazal Sheikh y Eyal Weizman, The Conflict Shoreline: Colonization as Climate Change in the Negev Desert (Steidl, 2015).
  11. Levi Eshkol, entrevista en Jerusalem Post, febrero 17, 1969, citado en George.
  12. Citado en Pearce.
  13. Alon Tal, Pollution in a Promised Land: An Environmental History of Israel(University of California Press, 2002), 75.
  14. Según una búsqueda en Google, la frase “Father of the Forests” aparece cinco veces en el sitio web de KKL-JNF. Ver también Tal, 80–82.
  15. Sobre el simbolismo de los árboles, véase Yael Zerubavel, “The Forest as a National Icon: Literature, Politics, y the Archeology of Memory,” Israel Studies 1:1 (primavera 1996), 60–99. “Strengthening the bond between the Jewish people and their homeland” es una de las misiones del KKL-JNF. Ver “KKL-JNF: For a Sustainable Future for Israel” y “Plant a Tree in Israel with Your Own Hands.”
  16. El Jewish National Fund en los Estados Unidos —una entidad distinta que ha colaborado con el KKL-JNF en Israel — proporciona un menu de certificados con varios niveles de donativos, la mayoría múltiplos de 18. Véase nota 1.
  17. Una traducción al inglés de este cuento de 1963 se encuentra en A.B. Yehoshua, traducción de Miriam Arad, “Facing the Forests,” Jewish Quarterly 18 (1970), 28-43; y en A.B. Yehoshua, traducción de Miriam Arad, The Continuing Silence of a Poet: The Collected Stories of A.B. Yehoshua (Syracuse University Press, 1998), 203–36.
  18. Gil Hochberg, Visual Occupations: Violence and Visibility in a Conflict Zone. Perverse Modernities (Duke University Press, 2015).
  19. Eitan Bronstein Aparacio, “Most JNF-KKL Forests and Sites Are Located on the Ruins of Palestinian Villages,” Zochrot, abril 2014.
  20. Citado en Zochrot Annual Report (2008). [PDF]
  21. Ruti Abraham, “Megiddo Forest Lands Will Not Be Returned to the Arabs” [en hebreo], News1, enero 5, 2010. Ver también Aparacio, “Most JNF-KKL Forests and Sites Are Located on the Ruins of Palestinian Villages.”
  22. Estas leyes incluyen: The Absentees’ Property Law, 1950; The Land Acquisition (Validation of Acts and Compensation) Law, 1953; Absentees’ Property (Eviction) Law, 1958; Absentees’ Property (Amendment No.3) (Release and Use of Endowment Property) Law, 1965; Absentees’ Property (Amendment No. 4) (Release and Use of Property of Evangelical Episcopal Church) Law, 1967; and Absentees’ Property (Compensation) Law, 1973. Para mas lenguaje y terminología ver Julie Peteet, “Words as Interventions: Naming in the Palestine-Israel Conflict,” Third World Quarterly 26:1 (2005), 153–72, https://doi.org/10.1080/0143659042000322964.
  23. Mas sobre volver entradas en una lista a los palestinos en Harriet Sherwood, “Palestinian Children Woken in Night to Be Photographed by Soldiers,” The Guardian, septiembre 28, 2011.
  24. Zochrot, “iNakba App.”
  25. Eitan Bronstein, traducción de Charles Kamen, “Restless Park: On the Latrun Villages and Zochrot,” Zochrot; Yuval Yoaz, traducción de Talia Fried, “The Palestinian Past of Canada Park is Forgotten in JNF Signs,” Haaretz, reimpreso por Zochrot, mayo 31, 2005; “High Court Petition on Canada Park,” Zochrot, May 2005; Yigal Mersel, “High Court Ruling on Canada Park Legal Fees,” reprinted by Zochrot, mayo 2006; Yoav Stern, “JNF to Erect Signs in Parks, Citing Destroyed Palestinian Villages,” Haaretz, abril 2, 2008.
  26. El sitio satírico New KKL está archivado así. Ver también Eitan Bronstein Aparicio, “Under the Forests,” Zochrot, febrero 2014; “Comments to the Text ‘Under the Forests,’” Zochrot, febrero 2014; “The Creation of New KKL,” Zochrot, March 2014; “New KKL Signs Storage,” Zochrot, March 2014; Eitan Bronstein Aparicio, “Israelis Acknowledging the Nakba,” Zochrot, abril 2014; Eitan Bronstein Aparicio y Moran Barir, “New KKL (JNF),” Zochrot, 2014.
  27. Peteet, “Words as Interventions.” Sobre la violencia episitémica ver Gayatri Chakravorty Spivak, “Can the Subaltern Speak?,” in Ed. Patrick Williams and Laura Chrisman, Colonial Discourse and Post-Colonial Theory: A Reader (Columbia University Press, 1994), 76.
  28. KKL-JNF, “Plant a Tree in Israel with Your Own Hands” y “KKL-JNF Tree and Plant Nurseries”; Aparicio, “Most JNF-KKL Forests and Sites Are Located on the Ruins of Palestinian Villages.” Walid Khalidi, All That Remains: The Palestinian Villages Occupied and Depopulated by Israel in 1948 (Institute for Palestine Studies, 1992), 294.
  29. Deborah Sontag, “Arboreal Scandal in Israel: Not All of the Trees Planted There Stay Planted,” The New York Times, julio 3, 2000; Suzanne Goldenberg, “Tree Scandal Takes the Bloom off Zion’s Dream,” The Guardian, junio 30, 2000; Tracy Wilkinson, “Israeli Tree-Planting Group Aghast After Scandal Unearthed,” Los Angeles Times, julio 4, 2000.
  30. Citado en Goldenberg, “Tree Scandal Takes the Bloom off Zion’s Dream.”
  31. Citas de Wilkinson, “Israeli Tree-Planting Group Aghast After Scandal Unearthed,” y Goldenberg, “Tree Scandal Takes the Bloom off Zion’s Dream.”
  32. Ofer Aderet, “Israeli Memorial to ‘Japanese Schindler’ Razed Without Family’s Knowledge,” Haaretz, febrero 14, 2019.
  33. Adi Kuntsman y Rebecca L. Stein, Digital Militarism: Israel’s Occupation in the Social Media Age (Stanford University Press, 2015), 15, en referencia a Michael Taussig, Defacement: Public Secrecy and the Labor of the Negative (Stanford University Press, 1999).
  34. Aparicio, “Israelis Acknowledging the Nakba.”
  35. Weizman, Hollow Land, 181; Peteet, “Words as Interventions”; Hochberg, Visual Occupations.
  36. Hochberg, 113; y Liat Berdugo, “Spectral Power,” Real Life, agosto 22, 2017
  37. Amos Harel, “Soldiers Can Shoot Gazans Spying on Netzarim,” Haaretz, noviembre 5, 2003; y Amos Harel, “Israel Speeds Up Camera Placements in West Bank in Effort to Deter Terrorism,” Haaretz, junio 22, 2017. Para más información sobre la vigilancia y las políticas de reconocimiento en un contexto diferente, ver Shannon Mattern, “All Eyes on the Border,” Places Journal, September 2018, https://doi.org/10.22269/180925.
  38. Nancy Fraser, “Abnormal Justice,” Critical Inquiry 34:3 (2008), 393–422.
  39. citado en Weizman, 137.
  40. Kuntsman y Stein, Digital Militarism.
  41. La canción es de la banda israelí Acharit HaYamin (“The End of Days”).
  42. Ghazi Falah, “The 1948 Israeli-Palestinian War and Its Aftermath: The Transformation and De-Signification of Palestine’s Cultural Landscape,” Annals of the Association of American Geographers 86:2 (1996), 256–85, https:/doi.org/10.1111/j.1467-8306.1996.tb01753.x; y Alan R. H. Baker, “Introduction: On Ideology and Landscape,” in Ed. Alan R. H. Baker and Gideon Biger, Ideology and Landscape in Historical Perspective: Essays on the Meanings of Some Places in the Past (Cambridge University Press, 1992).
  43. Ariella Azoulay, From Palestine to Israel: A Photographic Record of Destruction and State Formation, 1947-1950 (Pluto Press, 2011). Azoulay informa que unos 20 de los 110 palestinos masacrados en Deir Yassin fueron fusilados delante del cactus.
  44. Sontag, informó en 2000 que “80,000 árboles son plantados con éxito por los turistas cada año, de los 2.5 millones plantados por el Fondo Nacional Judío”. Si bien el número seguramente ha fluctuado a lo largo de las décadas, este informe sugiere que el número total de turistas que han plantado árboles es de millones.

El cargo Una situación: un árbol en Palestina apareció primero en Arquine.

]]>
Nueva arquitectura: del objeto al territorio https://arquine.com/nueva-arquitectura-del-objeto-al-territorio/ Mon, 07 Oct 2019 02:17:48 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/nueva-arquitectura-del-objeto-al-territorio/ El gremio es cada vez más prescindible, sus productos más banales e intercambiables, sujetos a modas y frivolidades. Sigue siendo una arquitectura objetual, jarrones para repisas. ¿Hay otra alternativa?

El cargo Nueva arquitectura: del objeto al territorio apareció primero en Arquine.

]]>

El movimiento moderno, en sus principales matrices, condujo a una acentuada objetualización de la arquitectura. Esto es, cada problema concebido como un objeto más  menos ideal para “resolver” el problema del cliente, sustentado en un limitado predio y sujeto a unas cuantas regulaciones oficiales. De allí a las fotos canónicas de las obras de los grandes maestros, posadas sobre su emplazamiento como un jarrón en una repisa. A la larga, esta mentalidad que sigue siendo moneda corriente, amenaza dejar a la enorme mayoría de los arquitectos sin trabajo.

El territorio debiera ser enfocado en términos amplios. No simplemente como una ubicación geográfica y física, sino como el ámbito en el que múltiples factores se entrecruzan a distintos niveles y con diversos significados. Territorio humano, natural, económico y social, simbólico, poético… Solamente a través de la integración de todos estos factores sobre un plano tridimensional y complejo se podrá establecer el territorio sobre el que una arquitectura pertinente puede ser materializada.

¿Qué ha pasado y pasa con la gran mayoría de los emprendimientos arquitectónicos? Que lo que se busca, sobre todo, es el proceso más fácil para terminar teniendo otro jarrón en la repisa. Tres, cinco fotos, dos publicaciones en internet, tal vez una en ciertas revistas a la moda. Y es todo. Hay que seguir con el siguiente jarrón. Queda en el camino toda la complejidad de la vida, la carga significante que puede llegar a hacer de la arquitectura un arte. Pero, sobre todo, se va agostando cada vez más el campo de lo que se suele conocer como “arquitectura”.

Se sabe que nueve de cada diez edificaciones no son hechas por los arquitectos (si esto es una ventaja o no queda para otra discusión). El gremio es cada vez más prescindible, sus productos más banales e intercambiables, sujetos a modas y frivolidades. Sigue siendo una arquitectura objetual, jarrones para repisas. ¿Hay otra alternativa?

Una arquitectura que se haga cargo, plenamente, de su territorio en el sentido que arriba se apuntaba. Que sepa extraer sus claves y significaciones a través de una ardua, apasionante indagatoria sobre cómo es pertinente dar corporeidad a una solución integral. De lo más obvio a lo más etéreo y refinado: la arquitectura de a de veras no admite concesiones. El territorio, bien transitado, entendido, asumido, es el irreemplazable humus capaz de generar un organismo vivo y necesario: la nueva arquitectura.

Debería ser obligatorio, para todos los ejercicios escolares y profesionales, comenzar por establecer su territorio. Para ponernos básicos: en vez de dibujar un lote con sus colindancias dibujar —y después conocer a conciencia— un radio de tres manzanas a la redonda: casas, comercios, servicios, infraestructuras, historias y sucedidos, tradiciones y asuntos pendientes…y, sobre todo, extraer con lealtad la íntima y potente poesía de ese territorio que será la única clave válida para levantar algo que sirva, que valga la pena.

El cargo Nueva arquitectura: del objeto al territorio apareció primero en Arquine.

]]>