Resultados de búsqueda para la etiqueta [Terremoto de 1985 ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 16 Aug 2024 18:21:10 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 Intuición del presagio: el futuro del Centro SCOP https://arquine.com/intuicion-del-presagio-el-futuro-del-centro-scop/ Thu, 25 Jul 2024 17:02:00 +0000 https://arquine.com/?p=91984 Les confieso que casi lo pasé por alto. En junio de 1955, el joven ingeniero Lino González Mercado escribió en su tesis de licenciatura dos frases que, a primeras, me parecieron extrañas y, a segundas, telúricamente reveladoras. Más culpa mía que suya, claro, por anacrónico y ocioso. En fin. Dice Lino González: “La resistencia [como […]

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Les confieso que casi lo pasé por alto. En junio de 1955, el joven ingeniero Lino González Mercado escribió en su tesis de licenciatura dos frases que, a primeras, me parecieron extrañas y, a segundas, telúricamente reveladoras. Más culpa mía que suya, claro, por anacrónico y ocioso. En fin.

Dice Lino González: “La resistencia [como propiedad mecánica del suelo] se aprecia poniéndolo [el material seco] entre los dedos y frotándolo. Se dice del material que es muy suave, suave, medio, alto y muy alto”. Imagino a una cofradía de ingenieros sobre el balastro recién tendido de las ferrovías. Crujen sus pisadas, huele a poderosísimo engranaje recién lubricado. En los pozos a cielo abierto, donde tal vez construirán una terminal, excavaron a pico y pala para el muestreo.

—¿Cómo lo ve, inge?

—Pues yo digo que muy suave, ¿no muchachos?

¡Y ájale! Uno de ellos registra en su diario de campo la resistencia del subsuelo.

Líneas atrás, González Mercado admite: “Antes de los últimos 10 años, la exploración de los suelos era considerada inadecuada”. Si le preguntáramos a Lino por qué, desde su punto de vista, se consideraba inadecuada, respondería lo siguiente: “Porque los métodos empleados no habían tenido gran desarrollo.”

La tesis se llamó Estudio comparativo de la cimentación para un edificio de diez pisos, ubicado en el centro S. C. O. P [Secretaria de Comunicaciones y Obras Públicas]. destinado a hospital de dicha unidad. El proyecto de ampliación jamás se concretó. Y quizá muchos sabemos lo que sucedió 30 años después en el Centro SCOP. Pero ese, ahorita, no es el punto.

Tal vez las afirmaciones de Lino coinciden con algunas conjeturas científicas de aquellos años. La más bella: que los suelos fangosos amortiguaban las ondas sísmicas. Dicha creencia casi presupone un acto de fe. Y en donde hay fe, también magia, el destino, la lucha de la humanidad contra las fuerzas naturales que lo superan. Magia, entonces, en Mesoamérica, tierra no sólo de grandes constructores, sino también de adivinadores.

 

Datos duros

En 1950, un edificio en obra negra que pertenecía al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) fue permutado a la SCOP. Dos años habían pasado desde que Augusto Pérez Palacios integrara el diseño estructural para el proyecto arquitectónico del hospital que ahí construirían.

Leo lo siguiente en el artículo “Desde sus entrañas: Radiografía del Centro SCOP”, de la arquitecta Elisa Drago: 

El cálculo estructural del hospital se desarrolló durante poco más de dos años, entre 1946 y 1948. Los casi 300 planos estructurales y el enorme expediente de cálculos, contenido en el AAM [Acervo de Arquitectura Mexicana] muestran lo difícil que resultaba calcular y dimensionar la cimentación con los sistemas hasta entonces conocidos y utilizados por los arquitectos calculistas.

Y enseguida, escribe: 

Hay que considerar que los cálculos efectuados, además de los coeficientes por sismo, eran los vigentes en el reglamento de construcciones de 1942. Las edificaciones de concreto armado aún no habían tenido que medirse con los movimientos telúricos de gran magnitud, sino hasta 1957. Lo que llama poderosamente la atención es que los ingenieros y arquitectos de la época no hayan considerado que el tipo de terreno fangoso era un factor de riesgo para las edificaciones de gran altura en la ciudad.

La construcción del Centro SCOP finalizó en septiembre de 1954, bajo las órdenes del arquitecto Carlos Lazo. Poco después Juan O’Gorman y José Chávez Morado, junto a sus asistentes, instalaron en el conjunto 6 mil ilustres metros cuadrados de mosaicos que lo hicieron todavía más pesado sobre el suelo lacustre. Para la ejecución del nuevo proyecto de oficinas, el equipo de arquitectos e ingenieros no contempló hacer cálculos adicionales, ni pruebas anexas.

Si la resistencia del suelo se medía con los dedos y los demás estudios eran inadecuados, ¿bajo qué certezas, entonces, se cimentaban los edificios de esa época?

Más adelante, habrá una posible respuesta en doce sílabas.

 

[02 En primer plano “La tierra”] Juan O’Gorman, Canto a la patria. En primer plano Guillermo Monroy, La tierra. © 2023 Estate of Juan O’Gorman / Artists Rights Society (ARS), New York

De borregos y premoniciones (I)

Por supuesto que la busqué en los murales del Centro SCOP, tal vez escondida bajo el águila que asciende como un escudo de piedra, o en las vertiginosas serpientes que se encaran y se encaraman, o hundida en el turquesa profundo. En busca de magia recorrí palmo a palmo la historia prehispánica, el pasado colonial, las luchas históricas, el futuro ascendente y rectilíneo del México sostenido por una grúa…

Claro que sobreinterpreté, por culpa del maíz, y porque los mayas adivinaban con semillas. Quise ver el futuro en el pasado, como José Chávez Morado cuando plasmó la visión del suyo en el mural Cuatro siglos de comunicaciones. En Canto a la patria, de Juan O’Gorman, busqué redes de conceptos relacionados mediante metáforas. Conjuré antiguas divinidades, y creí ser el Uno y lo Múltiple; pedí contemplar el origen, la esencia oculta de todas y cada una de las cosas.

Y llegué al carnero de Guillermo Monroy en La tierra.

Todo aquí se trata del carnero y de la tierra.

Fue, supongo, el presagio.

Dice mi abuela: “Cielo aborregado, temblor asegurado”.

El mural forma parte del conjunto de composiciones que alude a los cuatro soles de la mitología mexica. Pareciera representar un mundo en armonía. Al centro, el orbe terrestre y cuatro mujeres; en los extremos, el sol y la luna. Un médico y un obrero dialogan. La paloma cruza por el Magreb en dirección a Japón. ¿Qué dirá su mensaje? A saber, si los aviones van o vienen, o si el corredor olímpico llegará alguna vez a su destino. ¿El cielo? Aborregado, casi tanto como el perfil del carnero.

El principio básico de cualquier premonición supone que todo en el cosmos está relacionado: lo aborregado, en primerísimo lugar, con los temblores; la tierra (en su múltiple significado: como elemento de la naturaleza, como el primer sol de la mitología mexica), con la vida; los temblores y terremotos, con la fatalidad y el mito del Quinto Sol. Una cosa lleva a la otra: el borrego, la tierra, el terremoto, la catástrofe.

No estoy seguro, pero creo que mi abuela practicaría la rapsodomancia, método de adivinación que obtiene información de materiales o textos específicos. Echa suertes en los petates del heptasílabo y los alejandrinos jorobados. En esencia, indaga en un signo la expresión de otro oculto, como los antiguos. En el cielo, los temblores.

—Abuela, ¿será que durante el 19 de septiembre de 1985 el cielo se estaba aborregando?

 

La unidad mínima, pero absoluta, de la fe

Creo que en estos tiempos modernos persiste, en lo más recóndito de la mente, un espacio reservado para un saber distinto, cuyas raíces se hunden en los abismos del pensamiento mágico. Y vuelvo a mi figuración del ingeniero: de fondo, la cuadrilla, una máquina de balancín, la cuchara de extracción.

—No se preocupen, muchachos —dice el inge, y remata después—: suelo enlodado, temblor amortiguado.

Pareciera que los ingenieros y arquitectos calculistas construyeron la ciudad sobre una sólida base de fe, en la pura convicción de lo que aún no estaba probado, en el todavía fresco mito de la ciencia y el progreso. Y donde hay fe, también fatalidad. Recuerdo haber investigado cuántos temblores registró don José Manuel de Castro Santa-Anna en su Diario de sucesos notables (1752-1754). La cifra, por supuesto, escapa a mi memoria, y no caeré de nueva cuenta en ese ocio profundo.

En cambio, consigno lo siguiente que sucedió en julio de 1753: “La mañana del 4, asistió la nobilísima ciudad a la iglesia de nuestra Señora de la Merced a la procesión de rogativa y misa, que a sus expensas se cantó al glorioso patriarca Señor San José, su patrón, jurado de temblores, para que nos liberte de ellos”. Días después, el domingo 8, salió “por la puerta que llaman del Seminario” una multitudinaria procesión tras la imagen del Santo Patriarca. Los devotos clamaban a San José para que los liberara de los temblores.

Las plegarias, a la fecha, no han sido atendidas.

Si la tradición de salvaguardar lo infraordinario hubiese continuado, el compilador habría escrito, en el Diario de sucesos notables de 1957, que durante la madrugada del 28 de julio cayó el Ángel de la Independencia, derribado por un terremoto. En voz de un periodista de la época, comparto el testimonio del compilador omnisciente: “Los bloques de bronce brillaban sobre el pasto y aún en el pavimento de forma esplendorosa, a la vista de los fanales de los autos que se habían detenido en los contornos (Héctor de Mauleón, El derrumbe de los ídolos, p. 237)”.

En septiembre de 1985, el anónimo diarista habría descrito los campamentos de fieles alrededor de la Basílica de Guadalupe, la peregrinación en marcha sobre la Calzada de los Misterios, las eclesiásticas declaraciones que recuperó Carlos Monsiváis en No sin nosotros: los días del terremoto 1985–2005 (2016): “Dios nos está diciendo: esta no es tu patria, no creas que tu país es eterno, la única patria que no terminará jamás es la del más allá. Él (Dios) nos quita la vida cuando quiere… el terremoto es para bien, no para mal”.

En el terremoto de 2017, ocurrido también un 19 de septiembre, el eterno compilador escribió, bajo el nombre de Rogelio Velázquez en “Testimonios de personas que vivieron el sismo en la CDMX” (2017): “No hay momento en que las sirenas de las ambulancias dejen de sonar. Bomberos van y vienen […] En algunos puntos los rescatistas exigen silencio total para escuchar los gritos de las personas atrapadas. Empieza a oscurecer, no hay luz”.

Por último (pero quizás no el último), el diarista hubiese consignado en septiembre de 2022: “Volvió a temblar. Muchas personas se preguntan en las calles sobre la probabilidad de que ocurran terremotos en México el 19 de septiembre”.

—¿Usted qué opina, inge?

—Pues yo digo que muy baja, ¿no?

Y alguien lo registra en su diario.

La pregunta, desde mi punto de vista, tendría que ser otra: “¿No quieres que pongamos en el té unas gotas de cognac?” (Manuel Gutiérrez Nájera, en su crónica tras el sismo de 1894.)

 

Datos suaves

Suceso notabilísimo que no fue anotado en ningún diario de sucesos notables: el 22 de octubre de 1749, en el momento en que pobladores de Ciudad Guzmán (Jalisco) establecieron la figura de San José en una iglesia, aconteció un fuerte sismo. Por ello lo juraron como patrono de los temblores.

 

De nueva cuenta, el futuro

Qué importante resultaría ir por la vida con un manual de vaticinio, y comprender en el vuelo de un gorrión las advertencias; en el aletazo de un colibrí, las amenazas; en la caída del águila, el fin de un imperio.

Tal vez podríamos anticiparnos, de una buena vez y para siempre, a la fatalidad última de los terremotos, y salvarnos. Pero bueno, ello supondría un retorno al pensamiento mágico. Y eso estaría mal visto.

En fin. Hace unos meses, el pasado 7 de enero de 2024, el muralista Guillermo Monroy cumplió sus primeros 100 años. Es (y no cabe duda de que será) el último alumno vivo de Frida Kahlo. Monroy asistió a Diego Rivera y a Juan O’Gorman en diversos proyectos. De joven, junto a sus compañeros de la escuela de artes La Esmeralda, pintaba en las pulquerías y, en general, en donde les prestaran una barda en la que practicar el fresco. Monroy dijo en una entrevista para El Sol de México: “El Centro SCOP es un trabajo tan hermoso que lo considero igual al que hicieron los antiguos mexicanos en Chichen Itzá, Mitla, Teotihuacán o Tajín. Es una planta maravillosísima que se hizo con mucho gusto y muchísimo amor, un trabajo digno de ser alabado por mexicanos y no mexicanos”.

Y quizá muchos sabemos lo que, en años recientes, ha sucedido en el centro SCOP. Al parecer el suelo no le ayudó en 1985 ni en 2017; la fe, menos, nunca. Hace unas semanas, la empresa CAV Diseño e Ingeniería concluyó, casi en su totalidad, las labores de rescate de los murales y la demolición de los edificios. Hoy, la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) habla de su futuro como el Parque del Muralismo Mexicano.

Conforme al proyecto de rescate, la SICT construirá el Museo de Sitio Canto a la patria, nuevas oficinas de administración y el Archivo Cuatro Siglos de Comunicaciones. Sobre los nuevos edificios, la SICT propone colocar los casi 6 mil metros cuadrados de obra mural. El proyecto contempla también áreas verdes, estacionamiento, pista para corredores, senderos y jardines.

Múltiples son las exigencias, todas válidas: en esencia, que se respeten los principios de su composición mural, la macroperspectiva de conjunto, su “integración plástica” ligada a un momento y sitio de la historia nacional. 

Sea como fuere, ¿qué sucederá mañana para el ya demolido centro SCOP? 

¿Alguien que sepa echar suertes con semillas?

El mismísimo José Chávez Morado dejó por escrito una que otra pista, según lo recuperó la historiadora de arte Ida Rodríguez Prampolini en La crítica de arte en el siglo XX (2017): “Se puede decir que en la obra de Comunicaciones no hay criterio único [para la decoración del edificio]. Sería una falsedad, un exceso, afirmar que ésta es una obra de integración plástica. Es una colaboración, aunque muy inefectiva, en la que se logran aciertos y se comenten errores de cada parte.”

¿O tal vez surgirá a partir de esta situación algún alejandrino de oscuro origen dialectal que luego descifraremos?

 

De borregos y premoniciones (II)

Federico García Lorca se pasea entre luciérnagas una noche de 1936. Quiero creer que las nota cenicientas. Camina bajo el cosmos rutilante, en silencio. Aves nocturnas lo sobrevuelan. La niebla se extiende en jirones sobre la soledad del ancho paraje. Qué raro anochece en el mundo: el viento asustado, el adjetivo inexacto.

El poeta se detiene junto a una verja. Frente a él, la campiña como un blanquizal, los rastrojos apilados en mansos mogotes, el balido de un corderito que rumia hierbajos. De pronto, como desprendida de la sombra, una piara de cerdos embiste en contra suya. Intenta huir, pero no hay nada que el cordero pueda hacer para salvar su vida.

Supongo que García Lorca huye, algo confundido, de ahí. Creo que se estremece entre el repentino cobijo de la neblina, y es como si un ángel de geografía lo abrazara. El poeta aún no lo sabe, pero esa noche atestigua su propio futuro. Su asesinato dejará temblando a toda una generación.

 

Floromancia

La interpretación del futuro por medio de los pétalos de flores.

 

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19 de septiembre: un periódico, una portada y una tabla https://arquine.com/19-de-septiembre-un-periodico-una-portada-y-una-tabla/ Wed, 27 Sep 2023 17:13:55 +0000 https://arquine.com/?p=83261 En este texto, Erik Carranza nos muestra cómo la memoria de un sismo y de la portada de un periódico publicado algunos días después, se suman a la de una unidad habitacional para hacer de una tabla de patinar un pequeño memorial.

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“si uno se pregunta porque uno hace lo que hace 

sólo habría de voltear a revisar su pasado, 

recordar los espacios de la infancia, de la juventud 

y ahí uno encontrará la respuesta”

Erik Carranza en Mario Pani y el JFK skatepark

 

 

Portada del periódico La Prensa, lunes 23 de septiembre de 1985 en México, D.F., Año LVII, no. 20,939, fotos de Raúl Hernández, Carlos Peláez, Baltasar Torres, Gildardo Solís, Ismael Chumacero, Rogelio Rojas, Francisco Serna y Francisco Picco.

La portada es de La Prensa, “el periódico que dice lo que otros callan”, $50.00 pesos el precio por ejemplar, de un lunes 23 de septiembre de 1985 en México, D.F., Año LVII, no. 20,939 bajo la Dirección General del Gerente Mario Santaella. En la portada “PERMANENTE AYUDA DE EU. Hasta superar los resultados de la catástrofe, ofreció Reagan a MMH” (página 3), y con un subtítulo superior: “DEBERÍA DE ESTAR CON LOS MEXICANOS QUE SUFREN, ANTE LA VIRGEN DE GUADALUPE: JUAN PABLO II” (misma página 3). Dos titulares sobre sismo, política y religión. En esta misma un par de imágenes, la del lado izquierdo el Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco, con los edificios de Coahuila, Zacatecas (aún en pie) y Oaxaca (ya demolido) sobre Avenida Paseo de la Reforma (en la contraportada se lee: “Tlatelolco, Ciudad Fantasma”, fotos de Francisco Picco. Y del lado derecho el Templo Expiatorio a Cristo Rey en el conjunto de la Basílica de Guadalupe de fondo, dos feligreses arrodillados en camino hacia ese edificio en el Atrio de las Américas.

Ese periódico lo vi por primera vez en el departamento de mis abuelos, quienes vivían en la colonia Jardín Balbuena, en el retorno 1 de la calle Jesús Galindo y Villa, parte del conjunto de edificios de la Unidad 3, que tuvieron que ser reestructurados después del sismo de 1985 (aún recuerdo pasar muchos años en una de sus bibliotecas públicas investigando temas escolares). Durante algún tiempo, según yo, ese periódico permaneció guardado en una antigua e inservible lavadora Hoover color rosa por una sencilla razón: a mis abuelos no les gustaba deshacerse de sus electrodomésticos, tenían la premisa de que todo lo antiguo era mejor y había hasta dos refrigeradores funcionando en el área de su sala-comedor para tal razonamiento. El día que intenté recuperar aquel diario no lo encontré en ese archivero antiguo, ni en ningún otro lado de su departamento. Así se inició un peregrinar para encontrar ese periódico que tenía la singularidad de que yo aparecía en el interior de las páginas 12 y 41. Fui a la Hemeroteca de la Biblioteca de México José Vasconcelos años después de haber terminado la carrera para ver si podía volver a verme en las páginas centrales de “el periódico de mayor circulación”. No tuve suerte porque no recordaba qué fecha tenía hasta que un día apareció una copia en los archivos y registros que guardaba la familia de mi socia y novia. Haciendo limpieza de ese archivo encontramos una serie de periódicos que recopilaban las noticias del sismo del 19 de septiembre de 1985 y varios días después, entre ellos el del 23 de septiembre. Yo no pude identificarme en las páginas pero ella lo hizo con la descripción que le había dado: “estoy parado frente a una pipa de agua con una playera de Mickey Mouse en la explanada sede del edificio de la antigua Delegación Venustiano Carranza, diseñada por Juan José Diaz Infante Nuñez, Enrique de la Mora y Eduardo Echeverría en 1973. De fondo se ve la Unidad Habitacional John F. Kennedy, de Mario Pani, de 1964, sobre el Eje 3 Oriente, Francisco del Paso y Troncoso en la Colonia Jardín Balbuena, diseñada por los arquitectos Felix Sánchez Baylón, Raúl Izquierdo y A. Sánchez Tagle”. Esas no fueron exactamente las palabras, más bien era una síntesis de tres referentes urbano-arquitectónicos y de lo orgulloso que estaba por haber crecido en esa colonia que me había marcado y a la cual culpo en ocasiones de mi formación profesional.

 

Páginas 12 y 41, lucha de rescate y supervivencia, periódico La Prensa, fotos de Raúl Hernández, Carlos Peláez, Baltasar Torres, Gildardo Solís, Ismael Chumacero, Rogelio Rojas, Francisco Serna y Francisco Picco.

 

Los tres referentes son de alguna forma la síntesis de la ciudad en la que me tocó crecer en esos días. La calle, la explanada y el conjunto de edificios en esa fotografía, que se publicó cuatro días después del sismo de 1985, no sólo conforman un momento congelado y un recuerdo de la infancia, representan también los que quizá sean los dos temas importantes para el futuro de la Ciudad de México: el agua y los sismos. 

En un ensayo sobre la calle, “Mario Pani y el JFK skatepark”, he escrito sobre las manzanas libres de tráfico diseñadas bajo cuatro conceptos de traza urbana: cerradas, andadores con cerradas, supermanzana y parrilla, principios que marcaron de alguna manera mi manera de desplazarme en esa colonia y entender ese fragmento de ciudad.

Sobre la explanada de la Delegación Venustiano Carranza, en “Las células que (ya no) explotan”, he descrito su transformación y consolidación ya no sólo como un espacio cívico (para las fiestas patrias y celebraciones) sino también lúdico (ferias, una de las más importantes es la de la torta), deportivo (canchas de basquetbol y spots para patinar), recreativo (ahí aprendí a andar en bici), cultural (ahí asistí a mi primer concierto masivo), comercial (mercados navideños), militar (ahí escuché mi nombre, seguido de las palabras “bola negra”, para obtener mi cartilla de servicio militar) y personal.  La explanada está junto al edificio de la sede delegacional (hoy alcaldía). Su plaza hundida, su edificio judicial, de correos y registro civil, han tenido una serie de modificaciones no sólo por el sismo de 1985 y el de 2017, sino también por las intervenciones de las autoridades en sus celosías, portales, ménsulas, tensores, escalinatas, balcón ceremonial, domo, iluminación, pavimentos, fuentes y jardineras que le han quitado esa cualidad de amplitud, comunicación y dinamismo que tenía con su sistema constructivo, su estructura, su arquitectura y su diseño urbano.

La Unidad Habitacional John F. Kennedy fue en su momento un conjunto de viviendas para los trabajadores de las artes gráficas y de la UOAG (Unión de Obreros de Artes Gráficas), talleres, similares y conexos con fondos de sindicatos de trabajadores estadounidenses y del FOV (Fondo para la Vivienda), dentro del programa Alianzas para el Progreso, que nunca llegó a inaugurar el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy. Quizá este, y no el Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco, tenía que haber aparecido en la portada del periódico La Prensa de ese día. Hubiera sido una gran articulación de eventos.

 

#FuerzaMéxico 19-09-17, parches de copal patinetas, Tlaltecujtli y México para apoyo a la comunidad de Juchitán, en el Estado de Oaxaca, por Copal Patinetas.

La tabla es de Copal, de la serie #FuerzaMéxico, hashtag que surgió el 19 de septiembre de 2017, después del sismo que sucedió a las 13:40:40 hrs., con 7.1º de magnitud y epicentro a 12 km del sureste de Axochiapan, Morelos. Copal sacó una serie de tres parches (copal patinetas, Tlaltecujtli[1] y México) para apoyar los temas de la reconstrucción del sismo de ese año en la comunidad de Juchitán, en Oaxaca. Copal es una marca de patinetas mexicana que tuve la oportunidad de conocer cuando estaba haciendo una serie de entrevistas sobre el tema de skateboarding, espacio público y arquitectura” para el libro que sigue en proceso y que se convirtió hoy en esta serie de textos sobre el tema. Un día recibí a Obed García en mi estudio y platique con el sobre cómo había nacido la marca, de sus antecedentes como persona, como patinador y como joven empresario, y de cómo veía la escena del skateboarding allá por el año 2014. Al terminar nuestra conversación, le pedí que me dibujara un mapa mental de la ciudad y su relación con el skateboarding, en ese dibujo indicó varios spots entre los que se encuentran: la barda de Iztacalco; algo que parecen ser los banks de Chabacano; la barda del Monumento a la Madre (hoy PUMM, Paseo Urbano Monumento a la Madre); los 10 escalones de Consti (hoy el skatepark del Bosque de Chapultepec, mutilado por los trabajos del cablebús); la 6ta sección de Lomas Verdes, Tultitlán; los Termas (Francisco Daniel y Luis Antonio Medina, los hermanos termita); y las Marraneras de Coacalco, Ecatepec e Izcalli y su relación con Louie Lopez. En 2013 Copal ya había construido (y hablo en plural por la referencia que siempre hace Obed, “la marca es toda la gente”) el bowl de concreto conocido como La Pipa en Bosques primera o Bosque de Hacienda en Cuautitlán Izcalli, bajo el proyecto de “recuperación de espacios perdidos” del municipio y con la asesoría técnica de José Antonio Rups. De esa conversación del 2014 con Enrique Obed García Castillo de Copal patinetas (de la cual seguramente él ya no se acuerda), de ese cruce en el camino e intercambio que cambió de alguna manera mi forma de ver ciertos temas de la vida profesional, nace esta colaboración, para el diseño de esta tabla, que tiene como objetivo enmarcar ese lema que me hizo repensar reaccionar ante lo que estaba haciendo, “cooperación sobre competencia”. Gracias a Néstor Ramos, también de Copal, por la comunicación y el seguimiento al diseño y la producción; y a Isabel Pérez por todas las pruebas y ajustes en el diseño de esta tabla. 

Y ahí estoy yo, a los 10 años de edad viendo de frente al fotógrafo de La Prensa que estaba registrando lo que sucedía. No sé si es Raúl Hernández, Carlos Peláez, Baltasar Torres, Gildardo Solís, Ismael Chumacero, Rogelio Rojas, Francisco Serna o Francisco Picco, para mí están todos ellos sintetizados en la captura de una foto. Quien fuere, está parado sobre una de las cuatro fuentes tradicionales de la explanada de la delegación (donde muchas veces me senté o llegué a patinar). En cambio yo estoy parado –vestido con un pantalón rojo tipo cargo, una playera sin mangas con motivos de Disneylandia, tenis blancos con el swoosh de Nike también en rojo–, mientras trato de entender la magnitud de lo que había pasado, preguntando qué le había sucedido a La Ciudad que hace 10 años era un escenario por completo diferente.

Y ahí estoy yo, años después con el periódico en la mano, escuchando a mi padre hablar de ese 19 de septiembre de 1985 en el que mientras manejaba le tocó ver cómo colapsaban varios edificios, cómo se movían y tambaleaban autos y tendidos eléctricos, y en el que días después tuvo que reconocer el cuerpo de un amigo en el caído Hotel Regis (el “Titanic de los hoteles”) en Av. Juárez 77; obra de los ingenieros Pedro M. Vallejo y Miguel Rebolledo, que estaba frente a ese otro Hotel, el del Prado y su historia folletinesca, a un costado de la Alameda Central en el Centro Histórico de esta, La Ciudad.

Hoy en día, exactamente donde se colocaban las pipas en la que hacíamos fila, se encuentra un avión que funciona como una Biblioteca Virtual: la o el Tlatoani[2], que es un McDonell Douglas DC9-14 de Aerocaribe, cuya única particularidad es que tiene un simulador de vuelo para los que quieren volar sin despegar, y quienes quieren evitar estar en tierra y sentir el movimiento y dolor que muchas veces provoca un sismo y una caída.

 

#FuerzaMéxico, 19 de septiembre de 1985, año LVII, no. 20,939, 850923, Anónima + Copal patinetas tecnología PSSTIX (Profesor Paul Schmitt).

Este texto forma parte del proyecto de investigación Ciudad cuerpo y deporte urbano del Sistema Nacional de Creadores de Arte en Arquitectura (diseño arquitectónico).

Notas:

1. Tlaltecujtli, diosa de la tierra del cual nació el orden las plantas y la humanidad y se representa a menudo en la posición de parto característica de una mujer al dar a luz.

2. Tlatoani fue el término usado para designar a los gobernantes de La Ciudad, al territorio, es “el que habla, el orador”, diría yo es al que “los demás escuchan”.

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La Ciudad [IV]: de sacudidas, pérdidas y caídas https://arquine.com/la-ciudad-iv-de-sacudidas-perdidas-y-caidas/ Tue, 19 Sep 2023 21:24:56 +0000 https://arquine.com/?p=83167 La Ciudad de México ha sufrido grandes catástrofes, pero hay tres caídas importantes producidas por tres grandes sacudidas, las de un sismo, la del 28 de julio de 1957, la del 19 septiembre 1985 y la del 19 de septiembre de  2017 donde un ángel, un multifamiliar y un monumento a la madre han sido los elementos representativos de esas sacudidas.

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“no lo deje caer”  

Raquel Berrios y Luis Del Valle.

Sacudidas y pérdidas a tres caídas que representan por un lado destrucción y por el otro la posibilidad de reconstrucción o, por lo menos, de una sustitución de ese elemento que se desprendió de su altura, que no estaba bien anclado, estructurado o cimentado, y que por el impacto se descompuso en partes, en pedazos, convirtiéndose a veces en piedra y luego escombros. 

La Ciudad de México ha sufrido grandes catástrofes entre inundaciones (la de 1629, conocida como el diluvio o inundación de San Mateo), temblores (sismos y réplicas), explosiones (San Juan Ixhuatepec, 19 y 20 de noviembre de 1984), socavones (el del Paseo de la Reforma, el 31 de agosto de 2017) y otros fenómenos, pero hay tres caídas importantes producidas por tres grandes sacudidas, todas de un sismo: el 28 de julio de 1957, la del 19 septiembre 1985 y la del 19 de septiembre de  2017 donde un ángel, un multifamiliar y un monumento a la madre han sido los elementos representativos de esas sacudidas.

28 de julio de 1957 / 02:40 hrs. / 7.8º de magnitud /  A 90 km. al sureste de Acapulco, Guerrero.

La caída del Ángel de la Independencia, escultura hecha por Enrique Alciati sobre una columna rediseñada por Antonio Rivas Mercado a partir del diseño original de los arquitectos Cluss y Shultz de Washington D. C., e ingeniería a cargo de Guillermo Beltrán y Puga, Gonzalo Garita, Luis Zavaterelli y Manuel Gorozpe.

Con una altura de siete metros y un peso de siete toneladas, el Ángel cayó de su pedestal al pie de la columna, en dirección al lado sur hacia la calle de Florencia. Decapitada, la cabeza de la victoria alada quedó hacia el sur oriente, y sus pies hacia el sur poniente, a un lado de la escultura de la guerra. El resto de la estatua quedó viendo hacia las inscripciones de los caudillos de Mariano Jiménez, Leonardo Bravo y Pedro Moreno (al otro lado, el nombre de los guerrilleros Encarnación Ortiz, Víctor Rosales y José Antonio Torres), y señalando hacia el Condominio Reforma 369 de los arquitectos Mario Pani Darquí y Salvador Ortega (recién inaugurado), casi como una premonición de lo que vendría en 1985.

Cayó mirando hacia abajo. La victoria alada no pudo controlar su vuelo con las alas abiertas; amputada de su brazo derecho –que quedó a un lado de sus pies–, pedazos de su cuerpo, la corona de laurel y la cadena de tres eslabones en la escalinata, oro en huellas y peraltes en todo el basamento, la cabeza bajo la estatua de La Paz del lado contrario de Los Precursores, del lado de Los Consumadores de la Independencia (Pedro Ascencio, José Joaquín Herrera y Miguel Barragán), las estatuas de la  ley y la justicia del lado opuesto a su caída.

La cabeza mutilada, por completo aplastada y suturada en sus heridas, carece de la parte superior, del asiento de la razón, como la llamaba José Chávez Morado (ver “La Ciudad [I]”). En la actualidad, la cabeza sin cuerpo y sin razón se encuentra en el Archivo Histórico de la Ciudad de México “Carlos Sigüenza y Góngora” (casa de los Condes de Heras y Soto), en el número 8 de la calle de República de Chile en el Centro Histórico. Pasaron 47 años desde su inauguración en 1910, por parte de Porfirio Díaz, hasta la caída de este moderno Prometeo, misma que causó tristeza, desconsuelo y preocupación en la población de la Ciudad de México.

Cayó el ángel, la victoria alada, Niké, esta caída representa la perdida parcial de la libertad para la ciudad.

Conjunto Urbano Nonoalcom Tlatelolco, sismo de 1985, foto del Archivo de El Universal, imagen recuperada de https://www.eluniversal.com.mx/articulo/cultura/letras/2015/08/27/palabras-e-imagenes-para-recordar-el-terremoto-del-85/.

19 de septiembre de 1985 / 07:17:47 hrs. / 8.1º de magnitud / En el puerto de Lázaro Cardenas, Michoacán, Océano Pacífico.

La caída de una ciudad entera y la de una ciudad dentro de otra, de uno de los símbolos del movimiento moderno: el Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco —en particular el Edificio Nuevo León—, símbolo del multifamiliar como una forma de vida colectiva con encuentros y fricciones. El edificio Nuevo León contaba con 15 niveles, seccionado en 3 por su longitud —casi diciendo a gritos “juntas constructivas” de 90 metros aproximadamente. Era el edificio de remate que se desplantaba en una diagonal casi paralela al Paseo de Reforma Norte, el preámbulo para encontrarnos con el par vial de las calzadas de Guadalupe y la de Los Misterios, camino a la Basílica de Guadalupe.

Una caída fragmentada, los dos primeros tercios del edificio sobre su costado poniente develaron un fragmento de tres niveles aún entero (la manguetería, con su cancelería, quedó casi intacta), losas desparramadas hacia ese poniente como efecto dominó y columnas quebradas, partidas en dos, arraigándose a la cimentación. El último tercio tuvo que demolerse tiempo después. Este caída devela un corte por fachada de una tragedia, a lo lejos las torres de los edificios Veracruz, Coahuila y Zacatecas; y como testigo en primer plano, el edificio Chiapas, para algunos una suerte de no morir en el Edificio Nuevo León. “De las ruinas saltaban piedras”, decía José Emilio Pacheco en su poema “Las voces de Tlatelolco”.

Como consecuencia de la caída de este edificio, 8 más tuvieron que ser demolidos y otros 4 reducidos en altura, una pérdida calculada casi 180 pisos y 648 metros de altura que la ciudad no ha podido recuperar o negociar como una transferencia de potencial para detonar los nuevos corredores urbanos, como por ejemplo, el que esta inmediatamente al poniente de Tlatelolco: Atlampa “donde tuerce el agua”, o el Eje Central Lázaro Cardenas con Insurgentes Norte. Transferencia entendida como un intercambio de altura, niveles y metros cuadrados para recomponer el espacio urbano del mismo conjunto o rehabilitar ciertos equipamientos en su interior. Los edificios también pueden intercambiar energías. Hoy en el lugar del edificio Nuevo León hay una plaza-parque con un busto de dedicado a Plácido Domingo, además un reloj de sol que marca la hora de este sismo; de manera curiosa, en el punto que inicia esta escultura el suelo está por completo fragmentado. La grieta y la fisura como una capa adicional de la zona arqueológica, de la Iglesia de Santiago Tlatelolco y de la Plaza de la Tres Culturas; una capa más a esa modernidad amputada, fechada entre 1986-2015 por Ernesto Betancourt en Paisajes clandestinos. Ensayos sobre gestión y anti-urbanismo.

El Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco fue diseñado por los arquitectos Mario Pani Darqui, Luis Ramos Cunningham y Ricardo de Robina, fue la “utopía del México sin vecindades” contra la “erradicación del cinturón de miseria o la herradura de tugurios”, dos puntos de vista completamente diferentes de la ciudad. Una, la del escritor Carlos Monsiváis contra la urbano-arquitectónico de Mario Pani; otra en “23: describir una calle” hacia estos cuestionamientos que vuelvo a reiterar: ¿qué sería de esta ciudad sin su gran eje peatonal de comercio ambulante e intercambio económico desde el Zócalo, pasando por la calle de República de Argentina y su continuidad en la calle de Jesús Carranza?, ¿qué sería de esta ciudad sin la transversalidad que comunica la calle Matamoros con la glorieta del monumento a Cuitláhuac y sus remanentes verdes hasta el conjunto urbano de Tlatelolco?, ¿que sería de esta ciudad sin sus micheladas, gomichelas, chuperías, antojerías o facultades de entretenimiento los fines de semana?, ¿qué sería de esta ciudad sin colonias como Tepito, La Lagunilla, Peralvillo y Morelos?…

Cayó el multifamiliar, la utopía moderna, la gran maqueta fotografiada y construida en la realidad, pero también cayó la visión de una ciudad de uno de los arquitectos hegemónicos del poder, este caída representa la perdida quizá de la idea de la planificación en la ciudad.

Monumento a la madre en el Parque Urbano Monumento a la Madre, sismo de 2017. Fotografía de @arturinovamex, recuperada de https://www.eluniversal.com.mx/metropoli/cdmx/colapsa-monumento-la-madre-en-cdmx-tras-sismo/

 

19 de septiembre de 2017 / 13:40:40 hrs. / 7.1º de magnitud / A 12 km del sureste de Axochiapan, Morelos.

La caída del monumento que da nombre al recién inaugurado Paseo Urbano Monumento a la Madre (PUMM), ajuste en la traza urbana de la ciudad que divide a las colonia Cuauhtémoc (antes la colonia de La Teja Norte) de la colonia San Rafael (esta, la primera colonia de traza moderna en la ciudad, construida entre 1890-1910 y conocida con anterioridad como la unión de tres colonias: la de los Arquitectos, la de La Blanca y la misma de San Rafael). El PUMM fue un proyecto liderado por la extinta Autoridad del Espacio Público (AEP), de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda de la Ciudad de México (SEDUVI), y diseñado por R-Zero + PAAR, pero que tiene más similitud en su solución a los proyectos desarrollados bajo la mano de Ernesto Betancourt en la AEP. El diseño original de ese espacio público es de José Villagrán García y la escultura es de Luis Ortiz Monasterio, el espacio y la escultura se inauguraron el 10 de mayo de 1949. 

Rafael Alducín Bedoya, periodista y fundador del diario Excélsior, el periódico de la vida nacional, fue el promotor del Día de las Madres que se introdujo en México el 10 de mayo de 1922 con apoyo de José Vasconcelos, Secretario de Educación Pública. Excélsior es el mismo periódico que en 1949 convocó, bajo la dirección de Rodrigo de Llano, al concurso de La Ciudad de México interpretada por sus pintores, en conjunto con la Galería de Arte Mexicano, el Departamento del Distrito Federal (DDF) y el Banco de México, certamen que terminaría ganando Juan O´Gorman con Paisaje de ciudad (representación de una ciudad idealizada y masculinizada) y en la que José Chávez Morado presentó su cuadro La Ciudad, esa urbe madre, “que nos amó antes de conocernos”.

El Monumento a la Madre está compuesto por una trilogía de esculturas: el hombre a la izquierda de la escultura central tiene una pose de escritor (con lápiz y libro incluidos), voltea la cabeza hacia ella, una mujer con una mazorca de maíz (símbolo de la fertilidad) en la mano derecha y en la izquierda el acto de la cosecha. En el eje central de este paseo-jardín está una mujer de vestido largo, la madre con un niño que sostiene con ambos brazos en postura de asiento bajo un rebozo. El hijo levanta la mano derecha en forma de saludo a uno de los espacio urbanos más importantes de la capital (no sólo por estar junto a una de las primeras colonias de la ciudad, sino también por estar en el cruce de Insurgentes y Reforma).

Esta última escultura la de la madre, con un peso de 25 toneladas de cantera, fue la que cayó durante esta sacudida, dejando registros en las losetas gris basaltex del paseo recién inaugurado; pedazos descompuestos y trozos desnudos de un hijo con su madre que cayó en su mismo eje; sus extremidades inferiores casi en la misma posición del trazo central, dejando sólo sus pies en el pedestal del cual se desplantaba, y casi irreconocibles su extremidad superior y su cabeza.

El 13 de febrero de 2019 se efectuó la pieza “Ascención y caída, un sacrifico”, de Alberto Odériz y Alejandro Palafox quienes vaciaron en yeso las piedras que sobraron del monumento caído durante la reconstrucción de la escultura original, mismas que al día de hoy siguen abandonadas a un costado del monumento y aún dan refugio y morada a personas en situación de calle de la zona.

Cayó el regazo, la protección, la seguridad, cayó la madre a los mismos pies de su ciudad, esta caída representa la perdida del paisaje, de la conexión con nuestro entorno natural y urbano en la ciudad.

Por desgracia toda ciudad tiene sus tres sacudidas con sus respectivas caídas, afortunadamente con un límite de tiempo que permite recuperarnos tras las pérdidas (cada uno interpreta y resignifica esas pérdidas en relación con su experiencia del acontecimiento), documentar sus registros y comenzar de nuevo (una reconstrucción), a veces con menor fortuna de lo que teníamos antes. 

A la Ciudad de México, nuestra ciudad madre, “porque su maternidad  también- fue voluntaria”.

sacúdeme, la vida amor”

Francisco Joaquín Huidobro Preciado.

 

Este texto forma parte del proyecto de investigación Ciudad cuerpo y deporte urbano del Sistema Nacional de Creadores de Arte en Arquitectura (diseño arquitectónico). 

 

Notas

1. Un moderno Prometeo como alusión al mito griego de como uno de los titanes creo a la humanidad a partir de arcilla y agua; en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México podría enlistar una serie de modernos Prometeos y otras monstruosidades que nos ven, protegen, guían y cuidan desde lo alto. Además del Ángel de la Independencia, en Paseo de la Reforma, está la Cabeza de Juárez en la avenida Guelatao,  en Iztapalapa; el Guerrero Chimalli, en la avenida Bordo de Xochiaca, en Chimalhuacán; o la Santa Muerte en el templo de San Mateo Cuautepec.

2. La otra pérdida parcial de esa libertad se dio con el cerco perimetral impuesto por el Gobierno de la CDMX tras la manifestación #NoNosCuidanNosViolan, el 16 de agosto de 2019, para denunciar abusos sexuales por parte del cuerpo de policía de esta ciudad que, tras las pintas en monumentos históricos, derivó en temas de conservación y preservación y en movimientos como el de “Restauradoras con Glitter” y acciones como  “Arqueología de una Manifestación”, de Alberto Odériz.

3. De la placa (ubicada bajo la primera) autoría de un grupo feminista que sustituyó al grafiti de “la maternidad será voluntaria o no será”.

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La ciudad de Enrique Metinides https://arquine.com/la-ciudad-de-enrique-metinides/ Sat, 14 May 2022 00:43:50 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-ciudad-de-enrique-metinides/ El fotógrafo Enrique Metinides nació en la Ciudad de México en 1934. Su carrera como periodista de nota roja inició desde muy temprana edad, fotografiando accidentes en la calle con una cámara que le regaló su padre. Metinides murió el pasado 10 de mayo.

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Un incendio. Un accidente automovilístico. Un asesinato. Estos son algunos de los hechos que pueden configurar el “instante decisivo” que describió el fotógrafo Henri Cartier-Bresson, ese momento en el que “se alinea la cabeza, el ojo y el corazón” para conseguir una fotografía memorable. Según cuenta Joan Fontcuberta en su libro La furia de las imágenes. Notas sobre la postfotografía (2016), el primero en utilizar la expresión sobre el instante fue el cardenal de Retz, quien “ignoraba que estaba proporcionando a algo que se llamaría fotografía uno de sus valores patrimoniales más recurrentes. Añade: “Popularizada por Cartier-Bresson, la figura del fotógrafo como cazador de momentos privilegiados tomó cuerpo. El clic detenía el tiempo y solemnizaba el momento elegido”. ¿Podemos apreciar la fotografía de nota roja bajo esta misma solemnidad? La captura de un instante, hecha por un ojo entrenado en el arte y en la estética, ¿también contempla a una ciudad que continuamente alberga desastres?

El fotógrafo Enrique Metinides nació en la Ciudad de México en 1934. Su carrera como periodista de nota roja inició desde muy temprana edad. Él mismo narra en el documental El hombre que vio demasiado (Trisha Ziff, 2015) que su padre le regaló una cámara cuando era niño. Espectador asiduo al cine, Metinides empezó fotografiando escenas de accidentes que miraba en la pantalla para, posteriormente, acercarse a lo que sí ocurría en la calle. Así fue como conoció a Antonio Velázquez, otro hombre del oficio quien, mientras ambos fotografiaban un accidente, le preguntó para qué medio trabajaba, a lo que el niño (manera en la que lo apodaría) respondió que simplemente coleccionaba imágenes de eventos automovilísticos. Velázquez le solicitó que fuera a la redacción del diario La Prensa para revisar sus imágenes. Metinides sería contratado como reportero de la fuente policiaca y, junto a Antonio Velázquez, comenzaron a recorrer la ciudad. Su prolífica carrera sería una puesta en práctica del “instante decisivo”. Cuando empezó a trabajar, su tamaño le permitía tener una cercanía con las tragedias (que, usualmente, se imprimían en las primeras planas) que otros fotógrafos no podían tener. Más adelante, Metinides buscaría los mejores ángulos para captar la catástrofe, muchas veces a costa de su propia integridad. 

 

Una de las primeras secuencias del documental de Ziff es ese momento de la mañana en la que los puestos de periódicos abren sus cortinas. Si bien, se filma al mismo Metinides comprando su ejemplar matutino, el énfasis de la directora está en que las publicaciones que se ponen a la venta, por lo general, difunden lo que ocurrió en la ciudad la noche anterior. La ciudad y la violencia son consustanciales, por lo que podemos hablar de Metinides como un fotógrafo urbano. Como apunta Silvestre Arguelles en Violencia gráfica e institucionalización. Reflexiones sociológicas en torno a la obra de Enrique Metinides (2014), “la violencia gráfica, mejor conocida como nota roja, surgió principalmente en las ciudades, puesto que dependía de medios impresos para su comercialización, los cuales se concentraron a partir de mediados del siglo XX en la Ciudad de México”. Pero, además de los soportes y tecnologías que permitieron la difusión y consolidación del sensacionalismo, es la misma ciudad la que activa instantes decisivos (y adversos) para sus habitantes. Como añade Arguelles, “incendios, asaltos bancarios, asaltos particulares, asesinatos, etcétera, forman parte de las dinámicas y transformaciones sociales que surgen en las grandes urbes”. 

De hecho, la obra de Metinides puede ser leída como la contracara del crecimiento de la ciudad. El cine de su época, de Ismael Rodríguez a Roberto Gavaldón, hablaban de una ciudad que corrompía o cuestionaba la moral de quienes la habitaban, aunque no dejaban de lado filmar un paisaje que comenzaba a hacerse inabarcable; un paisaje cuyas proporciones lo volvían objeto de miedo, pero también de fascinación. Dada la naturaleza del género en el que se movía Metinides, lo único que vemos es una ciudad reducida a una mera infraestructura que se pone en contra de quien la utiliza, o bien, es el telón de fondo de alguna tragedia imprevista. De hecho, Arguelles también se detiene sobre estos detalles, mencionando que “la creciente pavimentación de calles y avenidas propició que éstas fueran utilizadas como pistas de carreras en donde los conductores hacían las veces de pilotos automovilísticos”. 

También, Arguelles se detiene en una imagen célebre: un intento de suicidio, donde vemos de espaldas a un hombre parado sobre una viga. Según narra el mismo Metinides, la persona en cuestión es un hombre de 45 años llamado Antonio. La escena fue posible gracias a que gente que lo vio llamó a la policía y a los bomberos. A decir de Arguelles, esas vigas corresponden al Toreo de Cuatro Caminos, una construcción inacabada que se volvió característica de “una de las zonas periféricas de la Ciudad de México con mayor trascendencia” que, a su vez, son un “síntoma de las mismas contradicciones que se viven en esta zona. Así vemos por un lado la capacidad de construcción de una mega estructura, pero que no tiene una finalidad concreta, y que por otra parte sirve como espacio mortem”.  Pero, también, en la obra de Metinides existen imágenes que podríamos llamar “postales” y que toman espacios que pueden ser calificados de “icónicos”, que se añaden a un cuerpo de obra cuyos encuadres son cerrados y dejan en primer plano la violencia. Un día de septiembre de 1985, “El niño” retrató los restos del Hotel Regis, situado en avenida Juárez, después del sismo que dejaría en ruinas algunos hitos de la ciudad moderna. Aquel fue el edificio por el que Jacobo Zabludovsky se le quebró la voz mientras estaba haciendo su crónica del desastre, manejando su coche y enlazado por teléfono a los estudios de Televisa. En otro momento, fotografío cómo un camión quedó encima de un coche. De telón de fondo, vemos los edificios Veracruz, Coahuila y Zacatecas, viviendas de Tlatelolco, la ciudad radiante que también sufriría fracturas en el terremoto del 85. 

Metinides murió el pasado 10 de mayo. Después de que ejerció como periodista, sus obras fueron puestas en valor por curadores, museos, galerías y académicos por sus logros formales, lo que lo volvió un fotógrafo de culto codiciado por coleccionistas. No por esto, Metinides deja de representar una seria dificultad para sus espectadores; de proponer un “instante decisivo” que, tal vez, implica tomar una postura ética ante su obra. Los periódicos en los que fueron publicadas sus fotografías comerciaban con la violencia. Las imágenes, entre más gráficas, más rentables. Sin embargo, Metinides ejerció más un oficio que una apología de la tragedia, y nos legó el retrato de una ciudad peligrosa y en un colapso continuo; una ciudad que se vuelve un obstáculo para el tránsito y un signo ominoso para quienes no transitan por ciertas calles. Un espacio que, definitivamente, no es vivido por quienes asisten a las exposiciones de Metinides o por quienes coleccionan sus fotografías, ya que, a sus series de accidentes, se le suman los crímenes que, por lo general, se asumen que provienen de los “bajos fondos”, de las colonias bravas de la capital mexicana; prejuicio que se aumenta por la clase de publicaciones que difunden ese tipo de fotografías. Los periódicos de nota roja responden a un público que siempre se ha pensado distante de la tranquilidad de los museos. Por lo que la estetización de las imágenes de “El niño” tendría que ser una puesta en valor de la nota roja o permitir una crítica mucho menos dogmática sobre el género. Asimismo, aunque sus fotografías ya pertenezcan a contextos ajenos al oficio del sensacionalismo, no se debe olvidar que Metinides es considerado un periodista; esto es, las imágenes que estamos viendo tienen fines documentales. La ciudad que retrata no es ninguna ficción, y tendríamos que saber leerla o reconocer su existencia cuando los puestos de periódicos abren sus cortinas por la mañana para narrarnos todo lo que ocurrió mientras nosotros estábamos arropados en un sueño reparador. 

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Dos sismos, 32 años de diferencia https://arquine.com/dos-sismos-32-anos-de-diferencia/ Sat, 19 Sep 2020 11:00:34 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/dos-sismos-32-anos-de-diferencia/ Los sismos son uno de los fenómenos naturales más intrigantes y aterradores para los habitantes de la Zona Metropolitana del Valle de México. Entre otras lecciones de ambos sismos, se ha aprendido que algunos de los edificios más vulnerables a presentar daños, y los cuales pueden impactar socialmente con mayor fuerza, son los destinados a vivienda.

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Los sismos son uno de los fenómenos naturales más intrigantes y aterradores para los habitantes de la Zona Metropolitana del Valle de México. En el mes de septiembre, muchos de ellos desempolvan sus memorias para conmemorar aquellos dos eventos que marcaron trágicamente la historia de la ciudad y otras partes del país. El primero, ocurrido la mañana del 19 de septiembre de 1985 y el segundo, el mismo día, pero 32 años después. La nostalgia invade a la mayor parte de la población y se realizan actos en memoria de quienes perdieron la vida a causa del derrumbe de edificios. 

Entre otras lecciones de ambos sismos, se ha aprendido que algunos de los edificios más vulnerables a presentar daños, y los cuales pueden impactar socialmente con mayor fuerza, son los destinados a vivienda. Esto se observa en el significativo porcentaje de vivienda dañada, tanto multifamiliar como unifamiliar, que en algunos casos siguen sin poder ser habitados. En el terremoto de 1985 Mw8.1, de los edificios colapsados total o parcialmente, alrededor del 55% correspondía a vivienda. Y para el de 2017 Mw7.1, más del 70%.

En un estudio de sitio, se obtuvieron algunos testimonios de los condóminos de los edificios dañados. Uno de los más sobresalientes mencionó: “Ni en mis peores pesadillas pensé que nos iba a pasar algo así. El sismo del día 7 de septiembre fue muy fuerte y si, se escuchaba un ruido muy raro en el edificio, llamé a Protección Civil y el día 9 vino una cuadrilla a revisarlo, el ingeniero responsable me comentó: el edificio está bien, muy fuerte y no hay de qué preocuparse, aguantó este sismo y aguantará otros más, sin que haya daños. Ese mismo ingeniero después del sismo del 19 me decía: No sé qué pasó, no sé porque el edificio sufrió tanto daño, si lo revisé perfecto y no tuvo nada el día 7″.

Se observa además que la gran mayoría de los edificios de vivienda que sufrieron algún daño, fueron construidos antes de 1985, lo que implica que podrían presentar mayor vulnerabilidad debido a que las estructuras ya han trabajado en diferentes sismos, aunque no hayan presentado daños a simple vista o éstos se clasificaron como daños menores, y ya han estado expuestos a las fuerzas sísmicas, liberado gran cantidad de energía. 

Esto significa que muchas estructuras podrían tener daño acumulado por sismos anteriores, aunado a otros factores que pueden aumentar su vulnerabilidad sísmica en relación con el comportamiento de los sectores constructivos, de la sociedad civil en general y de los propietarios de los inmuebles. Un vecino de un edificio dañado tras el sismo de 2017 comenta respecto al mantenimiento de su vivienda: “Tanto como darle mantenimiento no, es más creo que nadie, ni vecinos ni administradores sabíamos nada sobre la estructura del edificio y mucho menos de la cimentación, nunca hubo nada que nos pusiera en alerta, siempre pensamos que estaba fuerte y bien construido… hasta que sucedió el sismo”

Adicionalmente, se observa que no sólo la magnitud ha sido la diferencia entre estos dos importantes eventos: ambos presentaron características diferentes, considerando además de la magnitud, diferentes tipos de falla, ubicación, contenido de frecuencias, entre otras, por lo que todas estas diferencias pueden influir en el tipo de edificios dañados. 

Se deben revisar algunas generalidades para ambos terremotos con el fin de entender en términos sencillos, que un sismo no lo define únicamente su magnitud: hay muchos otros factores que influyen, por lo que no se puede asegurar que el comportamiento presentado por un edificio será igual para otro evento (importante recordar, además, que no hay edificios infalibles ante el riesgo sísmico). 

El primer evento sísmico que dañó gravemente a la ciudad en términos sociales y económicos aconteció la mañana del 19 de septiembre de 1985 a las 7:19:45, registrando una magnitud de Mw.8.1. Este evento de subducción se produjo en las costas de Guerrero y Michoacán, a casi 300 km de la Ciudad de México. Este mecanismo, presenta contenidos de bajas frecuencias en el suelo de la Ciudad de México —alrededor de 0.5 Hz—, donde por sus diferentes propiedades se produjeron grandes intensidades sísmicas en zonas con periodos de suelo de alrededor de 2 segundos. Como consecuencia de ello, se observó que los mayores daños se registraron en la zona de lago (zona III), así como en edificios de entre 7 y 15 niveles.

Ahondando en los daños al contexto construido en la Ciudad de México derivado de este sismo, la Fundación ICA reportó más de 130 colapsos totales y alrededor de 270 estructuras con daños severos, construidas y diseñadas con la normativa mexicana de 1957 y 1976. Además, se observó que dentro de las características constructivas para estos edificios, se encontraba el uso constante de losas macizas de concreto, usos diferentes al que en el diseño estaban destinados generando sobrecarga para la estructura, irregularidades en su configuración geométrica, localización en esquina, golpeteo con edificios de colindancia, planta baja débil (se refiere al primer piso formado con marcos y sus niveles subsecuentes con sistemas de muros de carga), e incluso se encontraron modificaciones al sistema estructural. Cobran importancia los edificios de esquina debido a que, regularmente generan dos fachadas que miran hacia la calle (muchas veces resueltas a base de marcos), y dos fachadas de colindancia (generalmente resueltas con muros). Esta diferencia de rigideces en los dos tipos de fachada genera torsión en la estructura.  

En 1985 las pérdidas humanas, la población afectada y las pérdidas financieras fueron de  alrededor de 10,000 víctimas, más de 2 millones de personas afectadas y más 4,100 millones de dólares —9,800 millones actualizados a 2019.

La mañana del 19 de septiembre de 2017, muchos habitantes de la Ciudad de México conmemoraron la tragedia de 1985, recordando algunos a familiares que perdieron la vida a causa del terremoto, sin imaginar que unas horas después ocurriría otro sismo catastrófico para la metrópoli. Una condómina de los edificios dañados mencionó respecto a un simulacro realizado en su unidad: ¡Jamás en mi vida pensé que dos horas después viniera el gran sismo que nos dejó sin casa! A las 13:14:40 la Tierra nos recordó que las 5 placas tectónicas bajo el territorio mexicano, están en constante interacción. En ese sismo, que registró una magnitud Mw7.1, el mecanismo generador fue de falla normal de profundidad intermedia, ubicado en los límites entre Morelos y Puebla y sacudió el centro del país, incluida la Ciudad de México, a una distancia aproximada de 120 km del epicentro. Este tipo de mecanismo, al contrario del sismo de 1985, tiene contenidos de altas frecuencias (alrededor de 1 Hz, Jaimes et al., 2015) en periodos más cortos. Entonces para el tipo de suelo de la Ciudad, se generaron grandes intensidades sísmicas en suelos con periodos de entre 0.7 y 1.5 s. Las zonas más dañadas fueron las de transición y lago, afectando principalmente a edificios de entre 4 y 10 niveles.  

Profundizando un poco más en los daños a los inmuebles se observó el colapso, total o parcial, de 38 edificios en la Ciudad de México, de los cuales más del 70% correspondían al sector de vivienda. La mayoría de los edificios que presentaron daños severos contaba con al menos la suma de dos irregularidades arquitectónico-estructurales (planta baja débil, irregularidades en planta y alzado, golpeteo, columna corta y localización en esquina) y además se observó que el sistema de entrepiso era a base de losa maciza de concreto en más del 60% de los edificios (20% más que lo observado respecto al sistema de entrepiso para el sismo de 1985). Adicionalmente, alrededor del 90% de los edificios colapsados fueron construidos antes de 1985, lo que implica que ya habían resistido un sismo devastador y que además no contaban con la actualización a la normativa vigente. 

En términos de pérdidas humanas, población afectada y pérdidas económicas, en el 2017 hubo 369 defunciones —228 corresponden a la Ciudad de México—, alrededor de 2,500,000 personas afectadas y pérdidas por 6,000 millones de dólares —6,200 millones actualizados a 2019. Adicionalmente se observa que, dentro de las pérdidas humanas, más del 40% fueron a causa del colapso de edificios de vivienda. Aunque es importante también mencionar que en algunas viviendas derrumbadas no hubo pérdidas humanas.

Durante los 32 años de diferencia entre ambos sismos, se hicieron actualizaciones importantes al reglamento de construcciones de la Ciudad de México y éstas funcionaron. De acuerdo con la plataforma Mexicanos contra la corrupción y la impunidad, únicamente un edificio construido con la normativa vigente entre esos años colapsó. Sin embargo, no hay que perder de vista que la filosofía del Reglamento de Construcciones de la Ciudad de México es salvaguardar la vida de los habitantes de los edificios, haciendo permisible cierto nivel de daños en las estructuras, siendo inconcebible su colapso. Es de vital importancia no olvidar que gran cantidad de edificios de vivienda que en 1985 aparentemente no habían sufrido daños importantes, para el sismo de 2017 fueron demolidos, o bien requirieron proyectos de rehabilitación importantes debido a la suma de algunos factores ya mencionados previamente y a las diferencias aplicables a cada uno de estos eventos.

Hay que tener presente que la ciencia aún no sabe cuándo ni que características tendrá el próximo sismo en México donde, de acuerdo con el SSN, durante el año 2019 se registraron 26,443 sismos. Un promedio de 72 sismos por día. Siendo así, claramente, una zona con alto riesgo sísmico por naturaleza. 

En esta fecha se conmemora a las víctimas, a la memoria de quienes perdieron la vida en las labores de búsqueda y rescate. Además se recuerda a los héroes de ambos sismos, y que la sociedad respondió a la emergencia desde diversos sectores y los diferentes contextos desfavorables que se conocieron a nivel nacional, en donde un factor constante pudo ser la falta de seguimiento estricto de la norma, y como consecuencia de actos de corrupción y malas prácticas se perdieron miles de vidas humanas. 

Además de conmemorar estas dos fechas, debemos continuar aprendiendo de ambos sismos, estudiando las diferencias, entendiendo que ningún sismo es igual y que no se deben comparar por su magnitud, y cómo es que cada uno golpeó a la ciudad y al entorno construido, para considerarlos así, como posibilidades para invertir esfuerzos constructivos y de normativas, y además acercar a la sociedad civil a esta naturaleza, para que la ciudad cada día sea más resiliente en términos sociales y estructurales, a pesar de localizarse en una zona con alto peligro sísmico. 

Bibliografía:

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  7. inegi. Anuario estadístico y geográfico de la Ciudad de México 2017. http://internet.contenidos.inegi.org.mx/contenidos/Productos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/nueva_estruc/anuarios_2017/702825094683.pdf [consultada el 23 de febrero de 2020]. 
  8. Instituto de Ingeniería, UNAM, 2017 http://www.iingen.unam.mx/ 
  9. Jaimes Téllez, Miguel Ángel, y Eduardo Reinoso Angulo. “Comparación del comportamiento de edificios en el valle de México ante sismos de subducción y de falla normal”, Revista de Ingeniería Sísmica, 75 (2006): 1-22. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=61807501 [consultada el 23 de febrero de 2020].
  10. Meli Piralla, Roberto. Evaluación de los efectos de los sismos de 1985 en los edificios de la ciudad de México, tres volúmenes y siete anexos. Ciudad de México: Instituto de Ingeniería, unam, 1986. 
  11. Salcido, Iván. El terremoto de 2017. Diecinueve de septiembre negro. México: Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural, Casa de las Campanas Editores, 2018.
  12. Salcido, Iván. “El terremoto de 1985. Treinta años en nuestra memoria. México: Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural, Casa de las Campanas Editores, 2018.

 

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Memorias del terremoto https://arquine.com/memorias-del-terremoto/ Wed, 04 Apr 2018 21:56:03 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/memorias-del-terremoto/ Poco más de seis meses después de los terremotos de septiembre del año pasado, el Gobierno de la Ciudad de México anunció la convocatoria a un concurso de ideas para un "memorial" alusivo a ese hecho. Frente a un proceso de reconstrucción que, con fallas, aun no se cierra, la manera de plantear este monumento resulta, cuando menos, controversial.

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Después del sismo del 19 de septiembre de 1985, el 11 de octubre el Gobierno Federal publicó en el Diario Oficial un decreto anunciando la expropiación de 5,427 predios que serían utilizados en el Programa de Renovación Habitacional Popular (PRHP). Unos días después, el 27 de octubre, se publicó otro decreto corrigiendo el número de predios expropiados a 3,107. Según el recuento que hace Maria Teresa Esquivel Hernández, el PRHP establecía la construcción y reparación de más de 40 mil viviendas en beneficio de 250 mil personas. Entre marzo de 1986 y julio de 1987 se construyeron en total como parte de ese programa 46,358 viviendas y accesorias.

 

Fotografía de Tercero Díaz/cuartosocuro.com, tomada de Animal Políltico

.A consecuencia del terremoto del 19 de septiembre de 1985 se derrumbaron cerca de 300 edificios. En el del 19 de septiembre del 2017, cayeron 36 y resultaron afectadas, según reportó Animal Político, 5,765 viviendas —2,273 con daño total. El 22 de octubre del 2017 —32 años y 11 días después de que el Gobierno Federal hiciera el primer anuncio de expropiaciones de predios tras el terremoto del 85—, Miguel Angel Mancera declaraba que no habría expropiaciones generalizadas, pues ese era, según él, “el camino sencillo.”

Pero uno de los predios que sí expropió el gobierno de la ciudad fue el que se encuentra en la avenida Álvaro Obregón 286, donde hubo la mayor cantidad de víctimas del terremoto: 49 personas. Mancera firmó la expropiación el 13 de marzo de este año y calculó el pago que se hará por ese terreno en 46 millones de pesos. Ahí es donde el Gobierno de la Ciudad de México propone que se construya “un memorial que honre la memoria de las personas fallecidas, a sus deudos y a la solidaridad de la ciudadanía y que sea construido y ofrendado por los ciudadanos para que las generaciones futuras no olviden este suceso y a los actores que transformaron la vida de la ciudad en 2017, como antes en 1985.”

Entre los edificios que colapsaron con el terremoto del 85 estaba el Hotel Regis, uno de los más famosos y lujosos de la ciudad en los años cincuenta, aunque su construcción se inició a principios del siglo XX. El predio de ese hotel, adyacente a La Alameda, lo ocupa hoy la Plaza de la Solidaridad, dedicada a la memoria de los muertos y heridos y de los rescatistas del 85. En el número 4 de la revista Arquitectura, publicado en el invierno de 1992, aparece el proyecto de Luis Vicente Flores para la Plaza de la Solidaridad con el siguiente texto:

«El proyecto ganador del concurso “Plaza de la Solidaridad” (1986) es un conjunto urbano integrado por varios elementos. Un espacio ceremonial en la manzana que ocupara el Hotel Regis; un “edificio marco” que serviría de respaldo a la plaza y albergaría servicios; un área de descanso alrededor del ex-convento de San Diego y una galería comercial y cultural uniendo avenida Juárez con avenida Hidalgo. En el espacio ceremonial —básicamente una plataforma de piedra fracturada diagonalmente— se ubicará una escultura rodeada de columnas. De cada una de ellas se proyectaría verticalmente un rayo láser, formando en su totalidad un haz luminoso visible desde diversos puntos de la ciudad y desde el aire. El “edificio marco”, diseñado de manera esquemática, permitiría la vista del ex-convento de San Diego gracias a una “ventana” calculada de acuerdo a las visuales desde avenida Juárez y otros puntos del conjunto. El área que rodea al ex-convento, sería tratada como un espacio arbolado (blando) y equipada con mobiliario urbano para el esparcimiento. La galería es un conjunto de edificios de dos y tres niveles conectados mediante puentes. A nivel de la calle es transparente por estar construido sobre columnas y permite la vista hacia y desde la Alameda Central. La obra no fue realizada y no tiene relación alguna con lo que actualmente se denomina Jardín de la Solidaridad.»

Para el nuevo monumento la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda de la Ciudad de México ha convocado a un concurso cuyo objetivo es “encontrar una propuesta arquitectónica, urbana, constructiva y programática a nivel conceptual para un Memorial que integre las funciones sociales, operativas y simbólicas de un nuevo espacio público en beneficio de sus usuarios, vecinos, personas afectadas, voluntarios, visitantes y ciudadanía en general.” El concurso es local —pueden participar personas que no tengan nacionalidad mexicana pues la condición de “local” parece estar definida por el domicilio fiscal—, abierto a arquitectos, urbanistas, ingenieros y paisajistas con un mínimo de cinco años de experiencia profesional demostrable. El espacio se propone como un “parque intra-urbano” —el terreno tiene tres colindancias— que “permita el homenaje y al mismo tiempo el recogimiento”, y “promueva la gratitud” y en el que “se den actividades culturales, conciertos, pabellones, exposiciones y otras actividades culturales” (sic). También se dice en la convocatoria que “los elementos construidos podrán ser edificados con material de reciclaje del sismo.” El presupuesto para construirlo es de 14 millones de pesos.

El programa arquitectónico incluye un espacio conmemorativo, “abierto o semi-cubierto,” espacio para la “recepción, vestíbulo, registro y paquetería,” una galería, una cafetería —“que pueda ser concesionada”—, un “auditorio” para 120 personas —más bien, por la descripción que se da, un salón de usos múltiples—, área de capacitación, las oficinas de la “dirección del centro” y  salas de reunión e información además de los servicios necesarios.

Como se ve, el gobierno de la Ciudad parece no tener muy claro, aun, si se trata de una plaza conmemorativa, un parque “intra-urbano” o un centro de información sobre el terremoto del 2017. Un monumento, una plaza o un edificio. O una extraña mezcla de todo eso en un terreno de sólo 780 metros cuadrados de superficie —24 de frente por 32.5 de fondo— y, como ya se dijo, con tres colindancias. En su cuenta de Twitter, Sergio Beltrán-García no sólo ha analizado el programa y las áreas requeridas sino también la manera como se plantea la convocatoria y varias de sus implicaciones. La peor de todas tal vez sea que el Gobierno de la ciudad parece actuar como si, tras su lenta respuesta tras el terremoto, los poco efectivos planes de reconstrucción y las dudas y los escándalos que han rodeado el uso de fondos tanto públicos como de donativos privados para la reconstrucción, el “memorial” viniera a dar por terminado un proceso que es evidente aun no se ha cerrado.

El 19 de marzo pasado, al cumplirse seis meses del sismo, Guadalupe Padilla, damnificada del Multifamiliar Tlalpan, declaraba a Animal Político:

“Nuestra realidad es que ya hemos perdido la esperanza, desde hace dos meses dejamos de recibir ayuda por parte de la sociedad, en gran parte se debe que creen que las autoridades nos han dado soluciones y reubicado en nuestros departamentos, pero eso es mentira seguimos en viviendo en los campamentos.”

Diez días después de que algunos damnificados por el terremoto acusaran el olvido, Miguel Angel Mancera anunció la convocatoria al concurso para el “memorial.” Ese mismo día, también, Miguel Angel Mancera renunció a su cargo como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México tras ser propuesto como candidato plurinominal al Senado de la República por el Partido Acción Nacional. Para él, el anuncio del “memorial” y su renuncia al cargo coincidían como cierre simbólico de su gestión. A otros, en cambio, nos pareció la última demostración de la escasa visión de lo urbano, lo público y lo político que caracterizó a su gestión.

 

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Ciudad y temblor https://arquine.com/ciudad-y-temblor/ Sat, 19 Sep 2015 15:53:19 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ciudad-y-temblor/ En esta ciudad no había terremotos: temblaba. Pero el 85 fue diferente. El temblor se transformó en terremoto. Los muertos, heridos y afectados, los edificios dañados, no se contaban por decenas, como en los peores casos anteriores, sino por miles. Treinta años después, más que preguntarnos qué tanto cambió el 85 debemos preguntarnos cuánto duró ese cambio.

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Jueves 19 de septiembre de 1985, 7:19 de la mañana. Tembló. Aquí no les llamábamos terremotos, menos sismos —eso sólo en los noticieros o en los periódicos. Aunque en el de aquél día, Lourdes Guerrero dijo temblor: “Les doy la hora: siete de la mañana… ¡ah chihuahuas! Siete de la mañana, diecinueve minutos, cuarenta y dos segundos tiempo del Centro de México. Sigue temblando un poquito pero vamos a tomarlo con gran tranquilidad…” Pocos segundos después desapareció la señal.

En México temblaba. Mucho, fuerte, pero temblaba. Tembló el día que Madero entró a la ciudad de México, 7 de junio de 1911. Tembló el 28 de julio de 1957 y El Ángel terminó a los pies de su columna, Victoria rota a la que de nada sirvieron sus alas. Pasadas las cinco de la mañana tembló el 14 de marzo de 1979 y se cayó la Ibero, que estaba en la Campestre Churubusco. De ese temblor también podemos decir que tuvo efectos devastadores para la ciudad: en 1982 la Ibero empezó a construir su nueva sede en terrenos que el Gobierno del Distrito Federal le donó arriba del pueblo de Santa Fe y empezó lo que podríamos calificar como uno de los peores ejemplos de mala planeación urbana en esta ciudad, que los colecciona.

Pero el 85 fue diferente. El temblor se transformó, de pronto, en terremoto. Los muertos, heridos y afectados, los edificios dañados, no se contaban por decenas, como en los peores casos anteriores, sino por miles. Y eso según cifras oficiales en las que nunca nadie terminó de creer. Porque junto con la destrucción y la muerte ese temblor también sacudió al sistema político mexicano. El sistema no se cayó ese día, venía tambaléandose desde antes, con las protestas y la represión en el 68 y luego en el 71, con las crisis económicas que desde los setenta son como la montaña rusa: hay ligeras subidas pero sabemos que el viaje sólo sigue de bajada.

“Estamos preparados” declaró el Presidente y mintió. Estábamos tan acostumbrados a las mentiras de los políticos como a los temblores. Pero ese día fue distinto. Había muertos, desaparecidos, edificios hechos pedazos entre nubes de polvo. Y la gente salió a la calle. Primero a hacer lo que cada uno pudiera, pero era poco. Así que se organizaron, formaron grupos y brigadas de ayuda. Los ciudadanos se hicieron masivamente cargo de las tareas de rescate. Tomaron la ciudad en sus manos. Algunas fotografías muestran a ciudadanos trabajando entre los escombros, con la cara cubierta por pañuelos para no tragarse el polvo, mientras las fuerzas del orden vigilaban como estatuas de sal en espera de una orden para hacer algo más. Una orden que tardaba mucho en llegar.

Después del rescate vinieron también protestas y nuevas formas de organización social. Reclamaban que la reconstrucción fuera rápida y bien planeada y que no se expulsara a los afectados de los lugares donde antes estaban sus casas. El temblor sacudió también la manera de relacionarnos con quienes nos gobiernan. Se puede suponer que algo tuvo que ver el 85 con la otra caída del sistema: el dudoso triunfo de Salinas de Gortari en las elecciones del 88. Y después en el triunfo de Cárdenas, su contendiente, la primera vez que los ciudadanos de la ciudad de México pudieron votar quién los gobernaría.

Treinta años después, más que preguntarnos qué tanto cambió el 85 debemos preguntarnos cuánto duró ese cambio. Como agua que se enturbia tras una sacudida, al final todo se asienta. La transición a la democracia del 2000 parece que no fue ni tan trascendente ni tan democrática como pensábamos. El viejo sistema es como un trompo que perdió su eje pero sigue girando, con torpeza, quién sabe por cuánto más. A la ciudad de México la gobierna desde el 97 una izquierda que luego se volvió ambidiestra y luego manca —aunque el muñón derecho golpea hoy con más fuerza. Y la ciudad fue poco a poco perdiéndose, como en el cuento de Cortazar, La casa tomada, porque no le dimos importancia a los espacios que fuimos cediendo hasta quedarnos afuera. Para el siguiente temblor, confiaremos en que la alerta sísmica nos advertirá oportunamente y en que las nuevas reglas de construcción cumplieron protegiéndonos. Y volveremos a decir que aquí, cuando tiembla, no pasa nada.

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La ciudad rota: 1985 https://arquine.com/la-ciudad-rota-1985/ Tue, 18 Feb 2014 17:19:34 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-ciudad-rota-1985/ Las ciudades son el reflejo de la realidad de una civilización: absorbiendo eventos y sentimientos; haciendo de cada momento vivido y por vivir una memoria, una marca; evidenciando la historia de cada ciudad. En otras palabras, las ciudades tienen memoria y hay ciertos eventos a través de su historia que transforman la vida y la arquitectura de éstas.

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Aldo Rossi se refiere a las ciudades como escenarios que dan lugar y espacio para que los eventos humanos del día a día cobren vida. Las ciudades son el reflejo de la realidad de una civilización: absorbiendo eventos y sentimientos; haciendo de cada momento vivido y por vivir una memoria, una marca; evidenciando la historia de cada ciudad. En otras palabras, las ciudades tienen memoria y hay ciertos eventos a través de su historia que transforman la vida y la arquitectura de éstas.

Al hablar de ciudad de México, siguiéndola a través de su historia, uno de los momentos clave que dejaría una fuerte marca y que hace de esta ciudad lo que es hoy en día es, sin duda, el terremoto de 1985 y todas las implicaciones que tuvo a nivel social y político, pero sobretodo en la dinámica de la propia ciudad. Las ciudades o centros urbanos se rigen e incluso, en ocasiones, son dominadas por fenómenos de índole diversa. Éstos, en su gran mayoría, surgen como consecuencia de actos humanos, dándole vida y energía a las ciudades, brindándoles esencia propia, definiéndolas y diferenciándolas de las demás. Sin embargo, también existen los fenómenos naturales, fuera del alcance del control humano, que de igual manera impactan la historia de las ciudades dejando una huella. Tal es el caso del terremoto de 1985 en ciudad de México.

Nunca se supo con exactitud el número exacto de vidas que se perdieron esa mañana del 19 de septiembre, ni todas las causas del derrumbamiento de las más de 15,000 edificaciones. Sin embargo, lo que sí se sabe son los efectos que el fenómeno tuvo sobre la ciudad a corto y largo plazo.

Como afirma Rossi, la ciudad, y su arquitectura se convirtieron en testigos y representantes de los eventos de 1985. Recordándonos y mostrando la real vulnerabilidad de una de las ciudades más grandes del mundo ante la naturaleza, el control de la ciudad pasó de estar en manos de sus habitantes, a estar en manos de la naturaleza. La arquitectura sería el instrumento receptor y transmisor de la energía que un terremoto de estas dimensiones es capaz de generar.

Una ciudad esta conformada por diferentes piezas unidas por medio de distintas redes. Es la arquitectura y los espacios que esta crea, lo que une y le da cohesión a una ciudad, por lo que al momento de romperse, fragmentarse o derrumbarse, se crea un fenómeno de desconexión en cadena entre las diferentes piezas. Es en ese momento que, la ciudad se delata como un organismo frágil y vulnerable que necesita de todas y cada una de sus piezas para subsistir. El terremoto fragmentó y rompió la ciudad, debilitándola y convirtiéndola en un gran rompecabezas de desastres, dejándola incomunicada y desconectando a sus habitantes. La vida dentro de la ciudad se pausa y los sistemas de redes existentes se paralizan. En consecuencia, los capitalinos harían crecer nuevos desarrollos alejados del centro, moviéndose hacia los suburbios. El centro de la ciudad, junto a colonias como la Condesa, la Roma o la Juárez, entre otras, siendo las más afectadas, entrarían en un letargo, una pausa, emprendiendo un proceso lento de reconstrucción que duraría décadas. Por otra parte, este fenómeno natural introdujo un cambio en la forma de pensar, reglamentar y construir la arquitectura en México, dándole a la ciudad, paradójicamente, una oportunidad para reinventarse y reimaginarse de nuevo.

Hoy, este proceso de reinvención no ha llegado a su fin, pero muestra algunas luces. Es hasta años más recientes que las colonias mencionadas vuelven a recuperar su esencia e incluso revitalizarla. La ciudad se reconstruye para crear un nuevo futuro. A casi 30 años de los sismos de 1985, ciudad de México aún carga con las memorias de aquél día. La desconexión en la ciudad y entre las personas generada por ese fenómeno natural, poco a poco va quedando atrás y la ciudad y sus colonias centrales se reinventan con un futuro muy esperanzador.

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