Resultados de búsqueda para la etiqueta [Mapas ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 08 Jul 2024 19:34:37 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Historias de márgenes https://arquine.com/historias-de-margenes/ Mon, 14 Nov 2022 03:30:36 +0000 https://arquine.com/?p=71810 A los historiadores, académicos e investigadores de la arquitectura y a los arquitectos que aún ocupan un lugar en la pequeña aldea Arquitectura, habría que invitarlos a salir y recorrer otros itinerarios. Recordarnos el peligro de la historia única; el potencial de otras historias y la necesidad de otras miradas y orientaciones, sesgadas y marginales, más allá de la confortable posición al centro.

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Matthew Paris fue un monje que vivió en el monasterio benedictino de St. Albans, en Hertfordshire. Nació alrededor del año 1200 y, según él mismo cuenta, tomó los hábitos el 21 de enero de 1217. Por treinta años no se sabe casi nada de su vida hasta que en 1248 recibió una orden del Papa —fechada el 27 de noviembre de 1247— para restaurar la observancia del orden benedictino en Noruega. Más que por ese viaje, Matthew Paris fue conocido en su tiempo y es recordado ahora por su trabajo iluminando manuscritos, por las crónicas que escribió y por los mapas que dibujó. Quedan 18 manuscritos que le son atribuidos. [1] Entre éstos se encuentra la Chronica Majora, que cuenta al mundo desde su creación hasta el año 1253 e incluye un Itinerario del camino de Londres a Jerusalén, en Palestina. Según Daniel K. Connolly, [2] este tipo de mapas servían para que los monjes de clausura pudieran realizar un viaje imaginario a Tierra Santa. Connolly dice que la manera como el mapa se pliega y despliega al usarse lo hacen un artefacto útil en los ejercicios de meditación de los monjes, cuyos movimientos corporales al usar el itinerario respondían a los espacios ahí descritos e inscritos. Por su parte, Michael Gaudio, [3] explica que uno de los mapas de Gran Bretaña que el monje dibujó incluye, en la parte baja de la página, una sentencia que es algo más que una disculpa: si pagina pateretur, hec totalis insula longior ese deberet —si la página lo permitiera, esta isla completa tendría que ser más larga.

La frase revela el interés del monje por la escala, algo poco común en la cartografía del siglo XIII, pero para Gaudio esa frase y la deformación del mapa que la acompaña, revelan más sobre la relación entre el mundo afuera del mapa y el que el mapa y el texto presentan. Un cartógrafo moderno, ante el mismo problema, hubiera cambiado de escala o hubiera recortado el mapa como si este siguiera más allá del borde que lo limita, pasando por debajo del papel. Pero “la autoridad de un mapa medieval debe surgir del interior de sus bordes, y no del mundo que los rebasa.” Refiriendo a las ideas del historiador Michael Camille, Gaudio argumenta que dicha “autoridad es posible en el centro sólo porque se mantiene en una tensión constante y productiva con la anti-autoridad en los márgenes. Literalmente, la página se convierte en un paisaje con su propia política espacial, sobre la que se construye una jerarquía del conocimiento.” En su libro Image on the Edge. The Margins of Medieval Art [4]dándole de algún modo vuelta a la conocida sentencia de Wittgenstein en el Tractatus: “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”—, Camille afirma que “durante la Edad Media, los límites del mundo conocido eran al mismo tiempo los límites de la representación”. Como prueba exhibe un mapamundi en un libro de salmos inglés, cercano al año 1260, en el que “entre más se aleja uno del punto central de Jerusalén, más deformes y extrañas se vuelven las cosas.” En un mundo organizado jerárquicamente hasta el mínimo detalle, Dios, el señor, su catedral y su castillo dominaban desde el centro hasta el borde de la ciudad, del texto o de la ilustración, y los márgenes “eran peligrosos, pero al mismo tiempo poderosos”, habitados por monstruos y también por la posibilidad de algo distinto a lo conocido y lo establecido. El espacio entre el texto, la ilustración o el mapa y el borde de la página fue, como detalladamente muestra Camille, el lugar para el comentario y la reflexión, pero también para la crítica irónica o la sátira. Al margen. Ni dentro ni fuera o dentro y fuera al mismo tiempo y en la misma página.

Como de muchas otras cosas, hechos y saberes, podemos dibujar no la historia sino la historiografía canónica y no de la arquitectura sino de la disciplina arquitectónica como fue imaginada a lo largo del último medio milenio principalmente en Europa —desde donde luego se extendió a prácticamente el mundo entero como parte de un legado imperial y colonial—, como un mapa medieval con sus dioses y señores, sus catedrales y castillos al centro, bien ordenado, y un borde que a veces se difumina y otras es más bien abigarrado, confuso y hasta incierto, poblado por constructoras desconocidas o ignoradas, muchas de ellas de ellas mujeres —pues aquí uso el plural femenino como genérico— y la mayoría proveniente de regiones y culturas que no encontraron lugar en la precisa y controlada cartografía del mapa de la arquitectura. Como afirma Nasser Rabbat, [5] profesor de historia de la arquitectura islámica, “entre las disciplinas profesionales de nuestros días, la arquitectura es una de las que más dependen de una narrativa histórica autoritaria para su definición.” La manera como la historia se hace presente y opera en la práctica arquitectónica contemporánea —particularmente la que pretende escribirse con A mayúscula— es totalmente distinta a como sucede en otras disciplinas, cual la medicina o la ingeniería. Y como explica Gülsüm Baydar Nalbantoğlu, [6] “al igual que cualquier otra identidad, la ‘arquitectura occidental’ o los ‘estilos históricos’ son constructos constituidos mediante la fuerza de la exclusión. Estos son términos que producen un afuera constitutivo como parte de su existencia.”

Si consideramos que en las primeras ediciones de A History of Architecture on the Comparative Method, de Banister Fletcher [7] —cuya primera edición data de 1896, siendo un texto canónico en la formación de arquitectos en países de habla inglesa—, de las 932 páginas sólo dos —la 828 y siete líneas de la 829— se dedican a la arquitectura prehispánica de México y Perú —iniciando con la afirmación de que “la mayor parte del interés que se le debe es por su aspecto arqueológico y unas pocas palabras deben bastar para explicar su carácter general”—, podemos intuir el tamaño de ese afuera, dejado al margen de la arquitectura, propiamente dicha. La dimensión de lo ignorado —por una ignorancia que, además, se postula a sí misma sin ninguna vergüenza como una forma privilegiada de conocimiento [8]— y de las implicaciones para repensar el quehacer arquitectónico contemporáneo se adivinan, ahí si, con unas cuantas líneas de un libro como From Tipi to Skyscraper, de Doris Cole: “Las mujeres indias eran las arquitectas de sus comunidades. Entre muchas tribus indias de América del Norte, las mujeres diseñaban, fabricaban, y construían las unidades donde habitaban. De hecho, la arquitectura era considerada, generalmente, un trabajo de mujeres.” [9] Y si bien cada vez son más y mejor detalladas las notas al margen, las lecturas feministas, de clase, antirracistas, decoloniales, queer y demás, siguen siendo calificadas como disquisiciones marginales por algunos de los cada vez menos habitantes de la vieja aldea de la Arquitectura que, con todo, sigue teniendo algunas funciones de metrópoli en el imaginario arquitectónico contemporáneo —occidental u occidentalizado. Como apunta Rabbat, “el discurso de la arquitectura moderna aún debe asimilar los efectos de la colonización y la descolonización, con todas sus expresiones arquitectónicas, como componentes constitutivos en la narrativa de su formación y evolución.” Aun se requiere de la aprobación crítica —“ilustrada”, blanca— para el “regionalismo” y del muro más purificado que purista para que la arquitectura mexicana, por ejemplo, se asuma absolutamente moderna.

Tony Fry ha escrito que “la marginalidad comúnmente se ha configurado en un modelo binario en el que resulta lo «otro» de la centralidad” y que hay dos maneras dominantes de entender dicha configuración: “Una plantea la marginalidad en el borde geográfico de un centro metropolitano, sea en términos nacionales o internacionales. La otra tiene como base el poder, en vez de la localización. Estar en el borde de los centros de poder político o económico es definido, por tanto, como impotencia, sin relación con la distancia física a cualquier centro de poder.” [10] Fry apunta que una historia del diseño —y lo mismo diríamos para la arquitectura— de y en los márgenes debe ser un nuevo tipo de historia que rete los modelos eurocéntricos y cuestione cómo el diseño —y la arquitectura— está implicado en la historia del colonialismo y el neocolonialismo —y del sexismo, el racismo, el clasismo y muchas otras formas de exclusión y marginación—, entendiendo y asumiendo críticamente que todo mapa tiene sus márgenes.

Harold Norman Fisk nació el 31 de agosto de 1908 en Medford, una pequeña ciudad a medio camino entre Sacramento y Portland. Estudió geología en la Universidad de Oregon y se tituló con la tesis “The History and Petrography of the Basalts of Oregon.” Pero el trabajo por el que es reconocido es el mapa que dibujo entre 1941 y 1944 mientras fue consultor de la Comisión del Río Mississippi. “El río Mississippi puede parecer, para el observador casual, una corriente ancha y plácida incapaz, por su misma pereza, de cambiar su curso, pero de hecho es un río caprichoso e infatigable que ha marcado al menos cinco cursos conocidos.” Así presentó Kitty Hough el trabajo de Fisk en un artículo publicado en el State TImes el 20 de febrero de 1941. [11] Uno de los objetivos del estudio de Fisk era “determinar la secuencia de eventos en la evolución del valle” aluvial del bajo Mississippi. [12] Los bellísimos mapas de Fisk han sido calificados como mapas de “una memoria ambiental, colocando los cursos pasados del río en relación al tiempo, ordenados unos con otros y vistos desde un presente situado.” [13] Pero, como explica Christopher Morris, Fisk entendía al río, sus márgenes y el valle como un sistema natural complejo tendiente al equilibrio, como muchos otros científicos del siglo pasado. “Sus mapas no buscaban retratare el movimiento: predecían la estabilidad.” [14]

A los historiadores, académicos e investigadores de la arquitectura y a los arquitectos que aún ocupan un lugar en la pequeña aldea Arquitectura  y a quienes paseamos por sus callejuelas y nos sentamos en sus plazas a tomar un vermú—, con premios, publicaciones y referencias recurrentes a la misma tradición y la misma historia como si fuera universal y única, habría que invitarnos a salir y recorrer itinerarios imaginarios como los dibujados por Matthew Paris, exigirnos advertir cuando el mapa deforma al territorio para hacerlo caber dentro de los márgenes de nuestra página, animarnos a redibujar los márgenes variables de la historia —aunque no para buscar un futuro estable. Recordarnos el peligro de la historia única; el potencial de otras historias y la necesidad de otras miradas y orientaciones, sesgadas y marginales, más allá de la confortable posición al centro. [15] Al fin y al cabo, hay mucho más por ganar ahí adentro al entender que la “autoridad” —pensada de nuevas maneras— es posible en el centro sólo porque se mantiene en una tensión constante y productiva con la anti-autoridad en los márgenes y entender, además, que en los márgenes realmente nunca han necesitado del centro.

 


 

Notas

1.  Suzanne Lewis, The Art of Matthew Maris in the Chronica Majora, University of California Press, 1987.

2. Daniel K. Connolly, “Imagined Pilgrimage in teh Itinerary Maps of Matthew Paris”; en The Art Bulletin, vol. 81, nº 4, 1999.

 3. Michael Gaudio, “Mattew Paris and the Cartography of the Margins”, en Gesta, vol. 39, nº 1, The University of Chicago Press, 2000.

 4. Michael Camille, Image on the Edge. The Margins of Medieval Art. Reaktion Books, 1992.

 5. Nasser Rabbat, The Pedigreed Domain of Architecture: A View from the Cultural Margin, en Perspecta, vol. 44, The MIT Press, 2011.

 6. Gülsüm Baydar Nalbantoğlu, “Toward postcolonial openings: rereading Sir Banister Fletcher’s history of architecture”, en Assemblage, 35, The MIT Press, 1998.

 7. Banister Fletcher, A History of Architecture on the Comparative Method. For Students, Craftsmen, and Amateurs, sexta edición, 1921.

 8. Lo que Charles W. Mills llama ignorancia blanca, cf. White Ignorance, en Shannon Sullivan y Nancy Tuana, editoras, Race and epistemologies of ignorance, SUNY Press, 2007.

 9. Doris Cole, From Tipi to Skyscraper. A History of Women in Architecture, MIT Press, 1973.

10.  Tony Fry, “A Geography of Power: Design History and Marginality”, en Design Issues, vol. 6, nº 1, The MIT Press, otoño 1989.

 11. Rufus J. LeBlanc, Sr. “Harold Norman Fisk as a consultant to the Mississippi River Commission, 1948–1964 —an eye-witness account”, en Engineering Geology 45, 1996.

12. Harold N. Fisk, Geological Investigation of the Alluvial Valley of the Lower Mississippi River, MRC, 1944.

 13. William Rankin, “Mapping Time in the Twentieth (and Twenty-First) Century”, en Kären Wigen y Caroline Winterer, editoras, Time in Maps. From the Age of Discovery to Our Digital Era, The University of Chicago Press, 2020.

14. Christopher Morris, “Recloning with ‘The Crookedest River in the World’: The Maps of Harold Norman Fisk,” en Southern Quarterly, Special Issue on the Mississippi River, 52, primavera 2015.

15. Chimamanda Ngozi Adichie, El pelibro de la historia única, Random House, 2022; Ariella Aïsha Azoulay, Potential History. Unlearning Imperialism, Verso, 2019; Sara Ahmed, Queer Phenomenology. Orientations, Objects, Others, Duke University Press, 2006. 

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El mapa como discurso https://arquine.com/el-mapa-como-discurso/ Tue, 06 Jul 2021 13:31:39 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-mapa-como-discurso/ Un dilema constante en los estudios urbanos está en la representación del espacio que tiene que ver, otra vez, con esquemas normativos con los que se constituyó la representación espacial como concepto y como objeto. Desde el punto de vista de varios autores, los mapas son discursos de representación y dominio o, al menos, así fue como surgieron y buena parte de su reproducción se ha dado en esta línea. 

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El simulacro no es lo que oculta la verdad, es la verdad la que oculta que no hay verdad, el simulacro es verdadero

Jean Baudrillard 

 

Un dilema constante en los estudios urbanos está en la representación del espacio que tiene que ver, otra vez, con esquemas normativos con los que se constituyó la representación espacial como concepto y como objeto. Desde el punto de vista de varios autores, entre ellos Montoya, los mapas son discursos de representación y dominio o, al menos, así fue como surgieron y buena parte de su reproducción se ha dado en esta línea. 

En teoría, el objetivo de contar con mapas fue el de tener instrumentos de medición y orientación para definir rutas y recorridos, así como trazar y delimitar lugares, sin embargo, nos dice Montoya, de este objetivo totalmente pragmático surgió de manera paralela otra función: “configuración de lo real” (2007), es decir, una función que alberga una abstracción cargada de símbolos, que “supone ir a lo emergente y a las relaciones y territorios que se están creando” (Piedrahita, 2018); el mapa no es el territorio, pero sí influye sobre él.

Este intento de “configurar lo real” con su carga simbólica ha perpetuado pensamientos hegemónicos sobre las nociones de espacio y territorio[1] que siguen vigentes hasta nuestros días. En el griego clásico, siglo VI a.C, Anaximandro realizó un mapa que representaba el mundo de forma circular con un centro en el Mar Egeo, rodeado todo el resto del mundo terrestre por el océano, esta representación, claramente responde a un pensamiento político que colocaba a Grecia en el centro del mundo (Montoya, 2007, pág. 158).

La representación cartográfica que hoy conocemos del mundo, la representación de Mercator, que adquirió popularidad en los siglos XVII y XVIII ya con las colonias europeas consolidadas en América Latina (el “nuevo continente”), tiene un enfoque similar a la cartografía de Anaximandro para Grecia. Si bien el mapa de Mercator era un mapa que funcionaba predominantemente como GPS analógico para los viajes marítimos (el cual había sido distorsionado justamente para poder servir en este contexto (De Régules, 2003)), comenzó a reproducirse y utilizarse para básicamente cualquier representación de la tierra y, siglos después, seguimos mirando el mundo con una distorsión tal que, “casualmente”, nos presenta al norte global considerablemente más grande de lo que es en realidad, así como el centro ubicado en Europa. 

En este contexto, ¿qué sucede en Ciudad de México con las representaciones espaciales del territorio? 

Primero es necesario reconocer la ambivalencia territorial de la Ciudad de México; por un lado el límite político-administrativo que se reconoce como un territorio con 16 alcaldías y que, al mismo tiempo, tiene una relación permanente e intrínseca con su periferia a la que a veces niega y otras no, pero justo esa negación hace importante entender el vínculo de todos los municipios conurbados del Estado de México y uno del Estado de Hidalgo con el territorio político de la Ciudad de México. 

Y por otro, el discurso de megalópolis que incluso trasciende fronteras en donde la “megaciudad” de los 22 millones de habitantes se hace presente como un conglomerado homogéneo y que no implica esta división administrativa a la que, internamente como habitantes, estamos habituados a escuchar y reconocer. 

Mike Davis (2014) en Planeta de ciudades miseria hace una referencia sobre los asentamientos en Iztapalapa y Nezahualcóyotl como pertenecientes a la mega urbe que considera Ciudad de México, su análisis parece no haber requerido esta diferencia político-administrativa, pero que hubiese hecho saltar a cualquier académico nacional por lo que esta diferencia implica no solo en términos de gestión pública, si no también simbólicos. 

Para los estudios urbanos y para la planificación urbana, la representación territorial a través de los límites político-administrativos es moneda de cambio para hacer más “eficiente”[2] la lectura y definición de la administración a diferentes escalas territoriales. Esta representación institucional, determinada a través de los límites municipales, es predominantemente fragmentadora porque niega o acepta, a discreción, fenómenos que van más allá de los territorios configurados, especialmente cuando hablamos de zonas metropolitanas. La información que tenemos de esos territorios está configurada justamente así y nos obliga a tener una lectura desde este enfoque, limitando las interpretaciones de una ciudad con la complejidad que nos ofrece la metrópoli de la Ciudad de México.

Derivado de lo anterior, surge el cuestionamiento sobre los instrumentos institucionales para representar el espacio y la búsqueda de mecanismos que sean críticos ante estas formas de representación del espacio. John Harley, considerado por algunos como el padre de la cartografía crítica, toma un posicionamiento respecto de las visiones objetivistas de la representación espacial:

El punto de partida de Harley es justamente el distanciamiento del pensamiento positivista, racionalista y objetivista; propiciando un cambio de enfoque en la historiografía convencional que dirige a la cartografía hacia una ruptura con esa epistemología univocal para considerar el mapa como una «construcción social», ubicando al cartógrafo en el contexto de su época, como un miembro de la sociedad en sentido amplio. (Montoya, 2007, pág. 163)

La visión de Harley, siguiendo también el trabajo de Guattari y Deleuze, es el de reconocer al cartógrafo como un sujeto social y al mapa como una construcción social y que los instrumentos de representación y el resultado que de todo esto deriva no es neutro, ni imparcial (Harley, 2001) (Piedrahita, 2018).

Es decir, es necesario hacer contralecturas de las representaciones tradicionales, cuestionar qué es lo que implica para un habitante asumirse ciudadano de un territorio determinado, asumirlo desde la lectura sociodemográfica institucional o entender el cómo vive su ciudad a partir de representaciones de la percepción (Lynch, 1998): ¿es habitante solo quien tiene residencia en un espacio?, ¿las personas que “solo” trabajan o estudian la Ciudad de México no son habitantes?, ¿cómo abordar su participación ciudadana en las lecturas de lo espacial? 

Beatriz Piccolotto (2004) nos dice que “mapear significaba conocer, domesticar, someter, conquistar, controlar, contradecir el orden de la naturaleza. En los mapas se producía un territorio limitado y continuo sobre una naturaleza discontinua e ilimitada”, en más de una ocasión he escuchado a colegas funcionarios, consultores urbanos y académicos decir algo así como “aquello que no se puede medir no existe”, añado a esta frase que aquello que no se puede mapear tampoco existe para la planificación urbana como la conocemos hoy porque, desde el rigor de la intervención, no tendría razón de ser un fenómeno urbano que no puede identificarse espacialmente. Los mapas, entonces, se convierten en un instrumento obligado. ¿Cómo darle la vuelta a esta obligatoriedad que parte de lo normativo para representar la complejidad de los fenómenos urbanos?

 


Notas:

 

  1. Aquí se retoma la propuesta de López y Ramírez  para la noción de territorio: “es mucho más concreta y particular que la de espacio, refiere a una dimensión de la superficie terrestre, y por último, alude a una adscripción política, que no tiene la de espacio” (López & Ramírez, 2015, pág. 37).
  2. Esto se pone en tela de juicio por diversas problemáticas resultado de esta representación, por ejemplo, en México existe un problema permanente respecto a la definición de los límites territoriales municipales, resultado de procesos históricos y políticos que no han logrado resolverse y que, incluso con esas discrepancias, los municipios continúan administrando territorios con todas las limitaciones que ello conlleva. 

 


Trabajos citados

Lynch, K. (1998). La imagen de la ciudad. Barcelona: Gustavo Gili.

Davis, M. (2014). Planeta de ciudades miseria. Madrid: Akal.

De Régules, S. (2003). El mundo no es como lo pintan: mentiras y verdades de un mapa. ¿Cómo ves?(39).

Harley, J. (2001). The new nature of maps: essays in the history of cartography. Baltimore: The Johns Hopkins University Press.

Montoya, V. (2007). El mapa de lo invisible. Silencios y gramática del poder en la cartografía. Universitas Humanística(63), 155-179.

Piccolotto, B. (2004). Decifrando mapas: sobre o conceito de “território” e suas vinculaçoes com a cartografia. 193-234.

Piedrahita, C. L. (2018). La cartografía: enfoque crítico y experimentación metodológica para el estudio de las realidades sociales. En P. V. Claudia Luz Piedrahita Echandía, Indocilidad reflexiva (págs. 123-132). CLACSO.

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Mapas e historias. Conversación con Jimena Hogrebe https://arquine.com/mapas-e-historias-conversacion-con-jimena-hogrebe/ Tue, 08 Jun 2021 13:19:29 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/mapas-e-historias-conversacion-con-jimena-hogrebe/ Como becaria en el programa para Jóvenes Creadores del Fonca, primero, y del Sistema Nacional de Creadores, después, Jimena Hogrebe desarrolló el proyecto Geografías narrativas, en el que investigó mediante mapas la relación que se establece entre relatos —ya se trate de crónicas supuestamente históricas o narraciones supuestamente ficticias— y los espacios de la ciudad donde tienen lugar.

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Como becaria en el programa para Jóvenes Creadores del Fonca, primero, y del Sistema Nacional de Creadores, después, Jimena Hogrebe desarrolló el proyecto Geografías narrativas, en el que investigó mediante mapas la relación que se establece entre relatos —ya se trate de crónicas supuestamente históricas narraciones supuestamente ficticias— y los espacios de la ciudad donde tienen lugar. ¿Cómo surgió el interés por los mapas, el territorio y las ficciones?

Tiene algo de autobiográfico. Quería estudiar Letras y terminé en Arquitectura por la historia de un libro: un amigo de mi hermana me contó que trabajaba en un proyecto a partir de un texto de Salman Rushdie. La idea me fascinó: encontré otra posibilidad en los libros y decidí que iba a estudiar arquitectura. Durante la carrera olvidé la literatura, pero en la maestría la retomé con una perspectiva de arquitecta. Encontré fascinante la relación porque me di cuenta que yo construía mapas a través de libros. En Londres hice el experimento de mapear una novela, y empecé a entender que la ciudad estaba hecha de capas, las cuales se relacionan y forman una amalgama de historias que vivo cuando recorro la ciudad. Entendí que como había aprendi- do arquitectura, a través de formas, no era la manera indicada para mí. Me interesa es saber qué pasa en esas formas. Se pueden estudiar el mapa y el territorio y las historias por separado, pero no hay mapa sin territorio y no hay territorio sin alguna narración del territorio, así como tampoco hay historias sin espacios.

 

¿Qué historias tienen más sentido al contar la historia de esta ciudad?

Empecé el proyecto hace cinco años un poco perdida. Compré antologías de crónicas, compendios de crónicas que alguien pensó eran importantes, ordenadas por año de publicación o por año en el que sucedió lo narrado. Algunas antologías tienen introducciones que explican quién es el cronista. Así fui conociendo a los personajes. Una antología con la que trabajé es México D.F. Lectura para paseantes, de Rubén Gallo. También La ciudad que nos inventa de Héctor de Mauleón. Decidí trabajar en Coyoacán por las crónicas de Jorge Ibargüengoitia. Pocas crónicas las leía enteras, sino en fregmentos colocados en la ciudad.

 

¿Qué capas se suman a la cartografía actual de la ciudad con este trabajo?

En la primera parte de mi trabajo, propuse una especie de metodología para explorar la ciudad a través de sus crónicas. Lo que hice fue leer la crónica e ir apuntando cada lugar en el orden en que se mencionaba y copiando las citas referentes a esos lugares. Después, con el mapa de la crónica en mano, iba al lugar. Trataba de comparar lo que ocurría en la crónica con lo que pasa ahora y escribirlo. En el mapa está la cita original y luego reinterpretada con lo que yo vi, usando las mismas palabras. Es un plagio o interpretación. También propuse una simbología para indicar que el sitio se conservaba igual o había sido transformado o desaparecido. Eso permitía ir viendo cómo había cambiado cada lugar. Había lugares mencionados en siete crónicas, por lo que podías ver siete momentos; otros se mencionan únicamente en una.

 

¿De qué manera determinas lo que quieres leer y ver en la ciudad?

En general, incluyo todo lo que menciona un lugar. Si la crónica no menciona un lugar de la ciudad, la descarto, porque lo que me interesa es ubicarla en el territorio. Ese es mi único criterio. Sin ser una experta, viendo la historia de las crónicas es interesante el papel del cronista a lo largo de la historia. Antes de la fundación de la Ciudad de México hay crónicas de Tenochtitlán. Luego, los conquistadores comenzaron a hacer crónica desde el poder. Hernán Cortés habla maravillado de la ciudad prehispánica, pero al fin y al cabo es el conquistador. Bernal Díaz del Castillo, quien era parte del ejército de Hernán Cortés, narra desde la visión militar. Esas primeras crónicas son desde la visión del conquistador, del misionero, del poder que está destruyendo una civili- zación y construyendo otra. En el siglo XIX las crónicas son más cotidianas, más burguesas, más europeizadas al tratar sobre cómo México es igual de impresionante que una ciudad europea. En el siglo XX, si vemos a alguien como Carlos Monsiváis, la crónica voltea a ver a las minorías y le da voz a otro tipo de realidades.

 

¿Cómo estos distintos puntos de vista han dado sentido a una ciudad que solemos ver a través de una historia ya establecida y más o menos canónica de la arquitectura y el urbanismo en México?

Este trabajo definitivamente ha cambiado mi visión de la ciudad. Tal vez yo tenía una visión más estática de la ciudad. La entendía como monumentos, calles, edificios famosos y otros no tanto. Al incorporar estas narrativas, me he dado cuenta que hay dos ciudades: una objetiva y otra subjetiva. Cada uno va construyendo una ciudad. Como arquitecta, me parece muy importante tomar en cuenta más cosas que las que se supone tomamos en cuenta. Por otro lado, mis recorridos por la ciudad son diferentes. Ahora van apareciendo esos fragmentos de lecturas, citas y frases que se construyeron en mi cabeza a través de los libros. No sólo veo lo que está sino también lo que he leído e imagino. Así la experiencia de la ciudad resulta enriquecida, es más que su tránsito. Si paseo con alguien le puedo contar las coasas que he aprendido. Se vuelve una especie de conocimiento común, tal vez comunitario. Yo no tenía esa perspectiva de la ciudad.

 

 

En tu experiencia profesional y docente, ¿has utilizado esta metodología para leer la ciudad de otro modo?

En la academia todavía no. Los ejercicios han sido ex- haustivos, implican lecturas, transcripciones y recorridos. No me he sentado a pensar cómo se puede hacer de esto una metodología para las clases. Lo que sí he tratado es incorporar la narrativa a mis procesos de diseño. Cuando hago un proyecto intento narrar lo que yo me imagino del proyecto, más allá de los dibujos. Claramente hago dibujos y planos ejecutivos, pero siempre acompaño el proyecto con una narración, porque me parece que es un lenguaje más cercano que los dibujos, al tiempo que permite mayor complejidad y muchas más capas que un dibujo estático. En el concurso para la FICA de 2016, en vez de una memoria descriptiva escribí una historia de alguien que visitaba la FICA y lo que iba encontrando mientras caminaba.

 

Cuando pasas de la crónica a la ficción,¿hubo algún cambio en la manera cómo ves la ciudad?

Las crónicas de la Ciudad de México tienen su parte de ficción. Pero fue distinto porque el formato de trabajo que propuse con las crónicas queda abierto: si se vuelven a escribir crónicas de un lugar del que ya hice el mapa, se pueden ir sumando. Son mapeos que no terminan. En cambio, la novela es como un mundo en sí misma. Lo que hice fue un mapa por cada novela, que es finito. La novela es lo que es y no va a crecer.

 

¿Crees que lo que ocurre con la novela tenga relación con lo que sucede con la obra arquitectónica, la cual es fija, mientras que la crónica tiene que ver con la ciudad al ser algo que va cambiando y que va sumando distintas historias?

Creo que la arquitectura debe ser modificable. Entiendo que hay un momento de la obra en que queda como el autor la quiso, pero al final la arquitectura es para vivirla. Si no puedo colgar un cuadro o mover un muro…, tal vez las modificaciones que se le puedan hacer sean menores que las que se pueden hacer en la ciudad, tal vez las arquitecturas no cambian —aunque es casi imposible que no cambien con el tiempo. En conclusión, no veo la arquitectura como algo cerrado. Y uno de los grandes problemas de la arquitectura es que se piensa como algo cerrado. Además de la cuestión del autor o de los autores, a la arquitectura le pasa el tiempo. Aunque otros autores no la toquen, el tiempo siempre la va a tocar.

 


Fotografía: Rafael Gamo.

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El mundo como emparedado https://arquine.com/el-mundo-como-emparedado/ Tue, 04 Feb 2020 07:43:20 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-mundo-como-emparedado/ Tal vez imaginar a Tierra entera como relleno de un sandwich no sea sino otra muestra de nuestra inclinación a confiar en la posibilidad de conocer el planeta entero para, luego, transformarlo en instrumento o en alimento.

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En su libro La revolución olvidada, por qué la ciencia nació en el 300 A.C. y tuvo que renacer, Lucio Russo escribió:

“Eratóstenes de Cirene dibujó el primer mapa científico del mundo conocido, que iba de Gibraltar a la India y de Somalia al norte del círculo polar. Su obra ya se basaba en las coordenadas esféricas que hoy usamos. La latitud de un lugar —la palabra griega era κλῐ́μᾰ, que originalmente quería decir “inclinación” y después dio nuestro “clima”— es fácil de fijar, digamos, midiendo con un reloj solar el ángulo de los rayos del sol en relación a una vertical a medio día durante el día del solsticio.”

Eratóstenes calculó el meridiano de la Tierra, según contó Cleómedes en su obra Celestia, midiendo la distinta inclinación de los rayos del sol en un pozo en Siena —hoy Asuán— y una columna en Alejandría. “Hoy el método de Eratóstenes —dice Russo— parecería casi banal a muchos que pueden fácilmente explicarlo con ayuda de un dibujo. Pero la dificultad no estriba —agrega— en el razonamiento geométrico, en sí bastante simple, sino en entender que al razonar sobre un dibujo se pueden derivar conclusiones sobre la Tierra entera.” Algo similar dice Michel Serres respecto a Tales y la manera como logró medir la altura de las pirámides de Egipto, comparando la sombra de éstas con la de una pequeña vara clavada en el suelo. La geometría, explica Serres, “resulta de un ardid, de un sesgo, en el que la ruta indirecta permite acceder a aquello que no consigue una práctica inmediata.” Así, “se fabrica un modelo reducido” para “medir lo inaccesible reproduciéndolo o imitándolo en lo accesible.”

Etienne Naude es un estudiante de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda. Utilizando una herramienta de internet para hacer túneles en un mapa —map tunnelling tool— encontró que las antípodas de Nueva Zelanda están en España —en las cercanías de Olvera, Villamartín o Sevilla. Naude puso un anuncio en Reddit y encontró a su cómplice, Angel Sierra, que una vez de acuerdo, colocó nueve rebanadas de pan —para no fallar— en las coordenadas exactamente opuestas a donde Naude, en Nueva Zelanda, colocaba otra rebanada. Toda la Tierra, con sus montañas y océanos, sus ballenas y sus cucarachas, sus ciudades y sus habitantes, nos convertimos en el relleno de un gigantesco emparedado. La acción de Naude y Sierra replica la que supuestamente fue la primera vez que la Tierra fue relleno de un sandwich, en el año 2006, y puede parecer ridícula y de consecuencias insignificantes en comparación con el experimento de Eratóstenes hace 2300 años. Pero hacer un sandwich con el planeta entero acaso no esté demasiado lejos de transformarlo en una cámara, que es lo que según Benjamin Bratton sucedió cuando se conectó una red de telescopios en distintos lugares de la Tierra para “tomar una foto” de un hoyo negro. “Para producir esa imagen —dice Bratton— nuestro planeta mismo se convirtió en una cámara oteando y viendo hacia atrás en el tiempo una luz antigua que viajó hasta la Tierra.” Bratton argumenta que la imagen del hoyo negro “es un tipo de ‘imagen del mundo’ aunque no es un retrato de la Tierra sino uno tomado por la Tierra. También afirma que esa construcción de la Tierra como un mundo y, al mismo tiempo, como una cámara, se relaciona con que “el ‘cambio climático’, en tanto idea, es un logro epistemológico de la computación a escala planetaria.” 

Acaso de Eratóstenes y Tales, reproduciendo lo inaccesible en lo accesible para medirlo, a la Tierra entera como cámara fotográfica o como relleno de un emparedado, no haya sino distintas declinaciones de nuestra inclinación —κλῐ́μᾰ— a confiar en la posibilidad de conocer el planeta entero para, luego, transformarlo en instrumento o en alimento.

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¿Dónde están los Airbnb’s en la Ciudad de México? https://arquine.com/donde-estan-los-airbnbs-en-la-ciudad-de-mexico/ Wed, 05 Jun 2019 08:00:05 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/donde-estan-los-airbnbs-en-la-ciudad-de-mexico/ Actualmente se contabilizan casi 18,000 estancias de AirBnb en la Ciudad de México, que suman en total 31,633 camas disponibles. Las tres alcaldías con mayor presencia de alojamientos en la plataforma son Cuauhtémoc, Benito Juárez y Miguel Hidalgo.

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En la siguiente publicación voy a realizar una descripción básica sobre la distribución espacial de los alojamientos de Airbnb en la Ciudad de México. Por años fue difícil dimensionar la oferta de habitaciones, departamentos o casas dentro de la plataforma. Sin embargo, la sospecha era que había un crecimiento importante, principalmente en colonias centrales como la Condesa, la Roma y otras zonas donde hay presencia de servicios y atracciones como museos, teatros, restaurantes o bares. Actualmente se contabilizan casi 18,000(1) estancias que suman en total 31,633 camas disponibles. Las tres alcaldías con mayor presencia de alojamientos en la plataforma son Cuauhtémoc, Benito Juárez y Miguel Hidalgo.

Distribución de alojamientos por alcaldía

 

Del sexto lugar hacia abajo los porcentajes comienzan a parecerse entre sí. Sin aplicar ningún modelo de análisis espacial (todavía) podemos hablar de una concentración de alojamientos en las alcaldías que se caracterizan por aglomerar y aglomerar: empleos y mejores ingresos, desarrollos inmobiliarios y rentas costosas, bicicletas y scooters; y un largo etcétera. Sin embargo, el análisis a nivel alcaldía generaliza la distribución de alojamientos a todo el polígono, por ejemplo, ahora sabemos que hay un gran número en la alcaldía Miguel Hidalgo, pero no en la misma proporción entre las colonias Polanco y Nueva Argentina —ambas dentro de la alcaldía. Por lo tanto vale la pena acercarse un poco más para identificar a una escala menor aquellas colonias con mayor presencia de anfitriones.

Como lo mencione al inicio, la sospecha era que colonias como la Condesa o la Roma figuraban como los lugares con mayor número de alojamientos. Estuve cerca. En el siguiente cuadro se muestra las quince colonias principales. La colonia Roma Norte es el primer lugar con 8.5% de alojamientos del total ubicado dentro de la CDMX.

Distribución de alojamientos por Colonia

 

El mapa de arriba es un cartograma que ha deformado la geometría de las colonias de la Ciudad de México con base en el número de hospedajes que hay dentro de cada polígono. Es interesante la distribución geográfica que de manera general forma un corredor desde la zona de Coyoacán atravesando por las alcaldías de Benito Juárez y Cuauhtémoc para luego girar al oeste hacia Polanco. Si bien espacialmente hay un patrón que se debe estudiar con mayor profundidad, estoy sorprendido por el ritmo de crecimiento registrado desde 2009 hasta la fecha. En aquel año únicamente había registrados 9 alojamientos en toda la CDMX, actualmente casi 18,000.

 

En el mapagif, de color rojo habitaciones con precio de 500 a 1000 pesos, de color naranja de 1001 a 1500, amarillo de 1501 a 2000, azul claro 2001 a 5000 y azul obscuro mayor a 5000 pesos.

 

Los datos que se han liberado por parte de Inside Airbnb me han vuelto loco, sobretodo porque hice una solicitud de está información hace tres años y hoy me di cuenta que habían sido liberados, por eso la emoción por comenzar a describir y analizar los datos. A reserva de verificar la información, de ésta base de datos deben salir muchas investigaciones, tesis y artículos. No sólo contiene información geográfica sino sobre el tipo de inmueble, los cuartos disponibles, las reglas de hospedaje. Es decir, lo tiene todo.


Para descargar la base: http://insideairbnb.com/get-the-data.html

1.Con base en datos de Inside Airbnb

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Fronteras reasignadas https://arquine.com/fronteras-reasignadas/ Thu, 14 Mar 2019 14:30:52 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/fronteras-reasignadas/ La arquitecta Nora Akawi, especialista en la reimaginación del mapeo político y espacial en el Medio Oriente, cuestiona la manera como hemos entendido los territorios y las fronteras en un momento en que la figura del refugiado es "central para la política contemporánea".

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en colaboración con

 

La arquitecta Nora Akawi, especialista en la reimaginación del mapeo político y espacial en el Medio Oriente, cuestiona la manera como hemos entendido los territorios y las fronteras en un momento en que la figura del refugiado es “central para la política contemporánea”. Al hacerlo, ilustra con precisión el nivel de complejidad involucrado en la planificación espacial contemporánea y resalta el valor de las herramientas arquitectónicas al tratar de darle sentido a todo.

A pesar de muchos intentos por socavar su efecto transformador, el año 2011 representa un punto de inflexión en la historia árabe. Aunque se encontraron con la violencia represiva de los regímenes en el poder, los levantamientos en toda la región llevaron consigo una visión alternativa de cómo las personas y los recursos podrían organizarse en el mundo. Pero las protestas y demandas de dignidad, libertad y justicia social se ahogaron en una sangrienta orquestación de violencia que continúa hasta hoy.

Debajo de este campo ensordecedor de violencia hay un silencio paralelo facilitado por la comunidad internacional, ya que flujos estables de dinero, petróleo, armas, materiales de construcción y contratos para la reconstrucción circulan a través de las fronteras. Simultáneamente, las personas que huyen de la destrucción y la persecución tienen prohibido cruzar esas mismas fronteras. Los que lo hacen se vuelven invisibles rápidamente. Entre todas las opiniones y teorías opuestas sobre lo que realmente está configurando el futuro de las calles, ciudades y tierras intermedias, parece haber un punto de acuerdo: que estamos en una era de transformación significativa definida por el desplazamiento masivo y la desaparición de innumerables personas y sus medios de vida.

Durante las revueltas de 2011, las personas emprendieron un proyecto colectivo hacia el cambio democrático y una justa reorganización de la gobernabilidad. Este sigue siendo un proyecto en curso dentro del cual la arquitectura, en sus diversas formas de práctica, está invitada a reclamar la agencia. Las herramientas de representación en la arquitectura pueden activarse para hacer visible la injusticia pasada por alto, hacer escuchar las narraciones silenciadas, dar sentido a las escalas de infraestructura que no se pueden extraer y, quizás, incluso hacer que las condiciones espaciales de la justicia social sean imaginables. En palabras de Felicity D. Scott, la arquitectura puede ser un medio o una práctica que “amplíe el campo de las luchas sociales y políticas” y ponga a disposición sus herramientas disciplinarias y formas de conocimiento para “poner material nuevo sobre la mesa.”(1)

En este contexto, nos centramos en estudios de la izquierda de imaginarios radicales de luchas pasadas y actuales, locales e internacionalistas, y lo más importante es que nos aliamos con movimientos de base y de liberación y justicia social que trabajan actualmente en el terreno para permanecer, para volver, para conmemorar, liberar, desmilitarizar o descolonizar. A través de tales alianzas, la práctica arquitectónica, ya sea dentro o fuera de la academia, puede ser parte de la reivindicación por parte del público del derecho a ilustrar imaginarios colectivos y descolonizados.

Somos parte de una creciente población a la que se le ha enseñado a leer y consumir mapas del mundo, de territorios limítrofes, de carreteras y ciudades que simplemente no se aplican a nuestras experiencias de ese mundo. Mapas que no reconocen la presencia de nuestros pueblos y culturas dentro de ellos; que no muestran la violencia del apartheid o de la segregación racial que sabemos divide a nuestras comunidades; que son ajenos a la naturaleza carcelaria de los estados; que borran la explotación ilegal de la tierra y el robo de recursos de una comunidad en beneficio de otra. Las historias reprimidas, las realidades, la violencia, la resistencia y los imaginarios que se omiten en los mapas normativos dominantes de los territorios son precisamente las que deben dibujarse.

En su libro Terror and Territory: The Spatial Extent of Sovereignty, el geógrafo crítico Stuart Elden señala que la palabra “territorio” tiene sus raíces etimológicas no solo en la palabra latina terre (tierra), sino también en terrere (asustar).(2) Dado que el papel de la soberanía es superar cualquier otra organización de un territorio, el territorio se ve acosado por el miedo a lo otro y el trazado de mapas y la marca de límites se convierte en la manera de establecer la soberanía sobre un territorio. Como los espacios colonizados están habitados por nuevos gobernantes, estos sitios también reciben nuevos significados y nuevos nombres, se reasignan. El mapa como herramienta debe ser movilizado, no para la conquista y, por lo tanto, para borrar, sino como testimonio y lugar de resistencia contra dicha violencia.

Los dibujos desarrollados en el proyecto llamado Mapping Borderlands (3), iniciado a través de Studio-X Amman en el GSAPP de la Universidad de Columbia, apuntan a representar ambivalencias y discontinuidades de territorios aparentemente incuestionables. El proyecto toma como punto de partida y nuestra comprensión de la territorialidad y la desafía, una comprensión que todavía está fuertemente arraigada en nuestra imaginación del mundo al estar dividida en formaciones políticas compartimentadas, distintas y mutuamente excluyentes. Las asignaciones consideran que las fronteras se manifiestan físicamente a través de cercas y trincheras, pero también a través de la tecnología de identificación biométrica, las oficinas de registro de refugiados, la exclusión de empleos y la atención médica, además de políticas y regulaciones fluctuantes.

Como los teóricos políticos sugieren que la figura del refugiado es fundamental para la política contemporánea, este proyecto pretende visualizar el movimiento y su suspensión, tanto regulares como irregulares, legales e ilegales, reconocidos y no, como elementos centrales que definen los territorios contemporáneos y los terrenos geopolíticos. Desafiando las representaciones estáticas convencionales de lo que en realidad son condiciones dinámicas e inestables, los proyectos movilizan herramientas de visualización familiares y las activan no como representaciones estáticas, sino como procesos en sí mismos: “no deben tomarse como tecnologías de captura, sino como técnicas de adición, dibujando e investigando críticamente los procesos de frontera.”(4) La esperanza es que, en lugar de leer las fronteras como condiciones fijas y estáticas, a través de un análisis crítico y la representación de los procesos de construcción y desmantelamiento de fronteras, puedan surgir nuevos imaginarios para los territorios.


Notas

1 Felicity D. Scott, “Arquitectura y construcción de la nación” en The Arab City: Architecture and Representation, Amale Andraos, Nora Akawi, Caitlin Blanchfield, editores. Nueva York: Columbia Books on Architecture and the City, 2016

2 Stuart Elden, Terror and Territory: The Spatial Extent of Sovereignty, University of Minnesota Press, Minniapolis, 2009

3 El proyecto Mapping Borderlands se inició a través de Studio-X Amman en el GSAPP de la Universidad de Columbia y en los Centros Globales de Columbia, Amman. Se activó principalmente a través de una serie de seminarios en Columbia GSAPP desde 2014, que se impartieron junto con Nina Kolowratnik-Pointl.

4 Nora Akawi y Nina V. Kolowratnik, programa de estudios “Echoing Borders”, Columbia University GSAPP, otoño 2016


Nora Akawi es arquitecta y directora del Estudio-X Amman de Columbia Graduate School of Architecture, Planning and Preservation, donde dirige la conceptualización e implementación de programas públicos e iniciativas de investigación sobre arquitectura en la región árabe. Desde 2014, ha estado impartiendo un curso de posgrado centrado en las fronteras, la migración forzada y los derechos humanos. También imparte clases en un estudio de diseño urbano en la facultad de Arquitectura y Diseño Urbano centrado en la infraestructura de agua y la desigualdad en la distribución a lo largo del Valle del Jordán. Akawi estudió arquitectura en la Academia de Arte y Diseño Bezalel en Jerusalén y recibió su maestría en prácticas críticas, curatoriales y conceptuales en arquitectura de Columbia GSAPP.


Archifutures combina las posibilidades de la edición crítica, la impresión innovadora y la intervención activa del usuario. La colección hace un mapeo de la práctica arquitectónica y la planeación urbana contemporáneas, presentadas a través de las palabras y las ideas de algunos de sus actores clave y factores del cambio. Desde instituciones, activistas, pensadores, curadores y arquitectos hasta blogueros urbanos, polemistas, críticos y editores, Archifutures presenta a las personas que están dando forma a la arquitectura y las ciudades futuro y, por tanto, también a las sociedades del futuro.

Archifutures es editado por &beyond y publicado por dpr-barcelona, y presentado en español en colaboración con Arquine.

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Los nombres de las cosas y de los lugares https://arquine.com/nombres-cosas-lugares/ Tue, 25 Sep 2018 14:00:28 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/nombres-cosas-lugares/ Sabiendo que los nombres son expresiones de poder a lo largo del tiempo y el espacio, deberíamos estudiar más los nombres de las cosas, sus orígenes y sus contextos y así entenderíamos mucho más de por qué vivimos como vivimos. Ya sea a la escala de un continente, un país, una ciudad o un barrio, todo tiene una razón de ser, aunque esa razón pueda ser por demás chusca.

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Toda la vida me han fascinado los nombres de las cosas y los lugares. De pequeño podía pasar horas frente al mismo atlas que ya había ojeado tantas veces para analizar las letras que componían lugares tan distantes de México como Turkmenistán o la isla de Nauru. Siempre me gustaron las palabras eslavas y los nombres túrquicos, así que conforme fui creciendo lleve esta obsesión al ámbito académico lo cual se reflejó en mis mapas toponímicos del Kurdistán. Conforme fui estudiando el mundo antiguo de Mesopotamia y las lenguas de la región (árabe, turco, persa y kurdo), llegué a fascinarme aún más con el origen y significado de las palabras y cómo muchas de estas han viajado hasta México trayendo su historia consigo. No es secreto para nadie que el español, o mejor dicho el castellano, que se habla en México contiene nombres y palabras provenientes del oriente como también del mundo prehispánico.

 

La vida y las carreras que decidí estudiar me han permitido cumplir mi sueño de viajar por México y otras partes del mundo. Mis profesores de geografía me enseñaron el valor de observar, así que le imprimí mi toque personal y una de las cosas en las que siempre me he fijado es en el nombre de las cosas y los lugares. El nombre de las calles, de las colonias, de las ciudades y hasta de los países y continentes tienen un trasfondo político.

En todos los casos los nombres pueden explicarse por cuestiones históricas. En México no es de sorprender que en el 100% de las localidades mexicanas o, citando a una maestra que tuve en secundaria, “hasta en el pueblito más pueblito”, encontraremos en las calles principales, avenidas y colonias (principalmente frente a la catedral o capilla que le da su centro de origen) los nombres que sirven para la construcción del mito del Estado mexicano. Los héroes (que no necesariamente son personas) que dan sustento al cuento de ficción que nos enseñan en las clases de historia durante la secundaria. Me refiero a los Juárez, Hidalgo, Revolución, Insurgentes, Independencia, Morelos, Guerrero, Zapata, Villa, Madero, Flores Magón, Constitución de [insertar fecha] y un largo etcétera. Por medio del nombre de las calles estos “héroes” a veces hasta pareciera que “jalaban parejo hacia la misma dirección”, cuando en realidad representaban ideas completamente distintas. No me cabe la menor duda que no es coincidencia que Ricardo Flores Magón llegue a lo mucho a un eje vial y a una estación del Metro en la Ciudad de México mientras que gente de la calaña de Madero, Juárez o Carranza sean incluso una delegación. Los nombres son siempre elementos de aquellos que detentan el poder y es por medio de los nombres que se pueden construir muchos mitos. Al Estado le conviene recordar a los hermanos Flores Magón pero no le conviene profundizar de más sobre el tema, por ello no cabe dentro de la categoría de los “héroes principales”. Estos héroes, como bien señalan autores como Benedict Anderson, Amin Maalouf o Shlomo Sand, también pueden ser elementos geográficos (como plantas, ríos o montañas) que reafirmen la identidad nacional con el territorio en el que está asentada la “nación” en cuestión. También los elementos prehispánicos que reafirman la “identidad mestiza” mexicana están presentes en las calles de todo el país; en Michoacán son purépechas, en Sonora yaquis, en Yucatán mayas y en la Ciudad de México náhuas.

Hay un fenómeno aún más interesante y es el nombre de calles que se fueron formando por procesos un tanto azarosos. En alguna ocasión me encomendaron caminar todas las calles en un cuadrante que iba desde el Viaducto a río Churubusco y desde Eje Central hasta La Viga. Pasando por el viejo poblado de San Andrés Tetepilco (absorbido hoy día por la mancha urbana) me encontré con la calle de Amacuzac. El curso de ésta era bastante curioso pues no era recto ni continuo y sin embargo llegaba hasta el mismísimo Viaducto. La calle desaparecía por momentos y de la nada volvía a aparecer con el mismo nombre. Cuando llegué a casa y la busqué en un mapa localicé la calle y la seguí con el dedo hasta llegar hasta Culhuacán, donde cambia de nombre (muy cerca de Canal Nacional). Tenía una forma parecida a la de un río. Dicho y hecho mi investigación me llevó a darme cuenta que este Amacuzac es el cauce de un viejo río que descendía desde el Iztaccihuatl (a no confundir por el río Amacuzac que fluye por Morelos). Todavía hoy me quedo con la duda sobre la razón de los parches que cortan su camino por la ciudad. Casos muy semejantes pueden encontrarse en el Centro Histórico de la Ciudad de México, e incluso nombres muy peculiares como la “Calle de la Amargura” en lo que hoy es República de Honduras. Basta con tomar un mapa del siglo XVI y un cronista de la época de la ciudad de su preferencia para, por medio del nombre de las calles, dar un viaje por el tiempo.

No es secreto tampoco para nadie que el 95% de las colonias que se llaman Solidaridad en México son zonas con fama de ser peligrosas. El motivo me fue explicado durante alguna de mis prácticas de campo en licenciatura, aunque ruego a mis lectores disculpen si estoy errado y me corrijan. Hasta donde estoy enterado el nombre “Solidaridad” corresponde a uno de esos planes impulsados por el gobierno de Salinas para integrar a los “marginados” a la dinámica productiva de la ciudad. Eso sí a las afueras de la misma y con sólo lo básico para sobrevivir, donde no estorben y no cuesten demasiado. 

Ya que estamos enumerando casos específicos otra anécdota interesante es que la colonia Buenos Aires de la Ciudad de México no se llama así por la capital de Argentina, sino por los “buenos aires” (claramente un eufemismo) que se podían oler en sus inicios cuando el Viaducto aun no estaba entubado. Igual de interesante es el caso de la plaza, y posterior estación del Metro, “Etiopía”, bautizada así en honor a la visita de Haile Selassie, en tiempos en que la política exterior mexicana rechazó enérgicamente (junto con la Unión Soviética) la intervención italiana en Etiopía. Aparentemente en Addis Abeba, la capital etíope, hay una plaza con el nombre de México. Nunca he ido a Etiopía.

Saliéndonos un poco del centralismo de la capital no es de sorprender que una ciudad tan de la época colonial como Morelia tenga nombres en el centro de la ciudad de ese periodo (tipo Virrey de Mendoza o García Obeso). Eso sí, sin olvidar las raíces purépechas de la región, como sucede en la colonia Vasco de Quiroga (personaje icónico para la historia de Michoacán) en calles como “Carpinteros de Paracho”, “Cobreros de Santa Clara”, “Tejedores de Aranza”, “Lacas de Uruapan” y un largo etcétera. Otro ejemplo más al norte podría ser encontrado en la ciudad de Tijuana, pues Valentín Elizalde dejó plasmada en su canción “118 balazos” la calle “Sánchez Taboada” que se refiere a un gobernador priista de Baja California.

Podría pasarme horas mencionando más anécdotas, como la de la colonia Aurora, en Nezahualcóyotl, que tiene nombres de canciones, la UVM rodeada de los equipos más viejos del futbol mexicano y mundial (Atlas, Atlante, Botafogo, River Plate, Partizán, etcétera), la historia del mercado de La Viga y sus alrededores u otros ejemplos curiosos más en lugares como Guadalajara. Pero bueno, eso ya es también tarea de cada quien. Sin embargo, hay nombres que por más que busco y busco no me hacen sentido debido a la desproporción de su importancia.

Vemos que por ejemplo en la Ciudad de México uno de los ejes viales más importantes se llama Montevideo y que una de las principales calles del Centro Histórico es República de El Salvador o República de Uruguay. No es absolutamente nada en contra ni de Uruguay ni de El Salvador. Todo lo contrario, me gustan los nombres de esas calles. Sin embargo no puedo dejar de preguntarme ¿por qué Montevideo y no Buenos Aires?, ¿por qué Uruguay y El Salvador están situadas en el mero centro y no Guatemala y Chile?, ¿quién elije el orden?

A escala internacional también me he llevado una que otra sorpresa. Recuerdo estar paseando por las calles aledañas a la Piața Victoriei (Plaza de la Victoria) de Bucarest, Rumania, y toparme para mi sorpresa con que la calle “Mexiko” era justo la primera en el orden. En la Ciudad de México, en la colonia Portales, la calle de Rumania es una de las más anchas a escala barrial pero no está a lado del Zócalo ni del Ángel. En el parque Maçka, en İstanbul, me encontré también sorpresivamente con estatuas de Emiliano Zapata y de O’Higgins como motivo de la revolución mexicana y la independencia chilena, respectivamente. Inmediatamente vino a mi mente el reloj otomano de las calles del Centro Histórico. En la capital de Albania, Tirana, una de las calles principales se llama Rruga George W. Bush, lo cual nos dice mucho sobre las recientes políticas de aquel país.

La gran duda que me carcome es quién pone esos nombres, ¿qué título universitario hay que tener para definir que la calle “Mexiko” esté junto a una de las plazas más importantes de Bucarest o que la calle de Bulgaria atraviese dos colonias enteras de la Ciudad de México? ¿Por qué hay colonias con nombres tan originales y tan representativos del folklore local y otras con nombres tan burdos como “Calle 32”? La conclusión a la que llego es que, sabiendo que los nombres son expresiones de poder a lo largo del tiempo y el espacio, deberíamos estudiar más los nombres de las cosas, sus orígenes y sus contextos y así entenderíamos mucho más de por qué vivimos como vivimos. Ya sea a la escala de un continente, un país, una ciudad o un barrio, todo tiene una razón de ser, aunque esa razón pueda ser por demás chusca.

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Mapamundi https://arquine.com/mapamundi/ Tue, 04 Jul 2017 04:20:20 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/mapamundi/ Mapamundi: "representación gráfica de la Tierra en un plano que, en la cartografía moderna, muestra el globo terrestre dividido en dos hemisferios proyectados." ¿Se puede escribir un mapamundi? ¿Dibujar, palabra por palabra, nombre tras nombre, la extensión del mundo real e imaginario? "Un mapa se despliega sobre una mesa o dentro de una cabeza y ya sea pensando o sobre papel ejerce la gran fuerza rotatoria que dan los viajes."

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Mapamundi: “representación gráfica de la Tierra en un plano que, en la cartografía moderna, muestra el globo terrestre dividido en dos hemisferios proyectados.” ¿Se puede escribir un mapamundi? ¿Dibujar, palabra por palabra, nombre tras nombre, la extensión del mundo real e imaginario? “Un mapa se despliega sobre una mesa o dentro de una cabeza y ya sea pensando o sobre papel ejerce la gran fuerza rotatoria que dan los viajes,” escribe Luis Pancorbo en su libro Mapamundi de lugares insólitos, míticos y verídicos. Un mapamundi escrito y no dibujado en una hoja amarillenta y arrugada que, como Ahab, guardamos en el armario y consultamos para con esa información elaborar conjeturas muy razonables y llegar a conclusiones casi certeras sobre el día más apropiado para dirigirnos a tal o cual punto. El día y la ruta. Pancorbo nos dice que el mundo no es un pañuelo, aunque así lo creamos hoy en tiempos de aviones y redes digitales. Y por eso, página tras página, nos presenta una lista de lugares, míticos y verídicos, que no cabrían en un mapa ni aunque tuviera el tamaño del imperio e intentara coincidir punto por punto con él.

Pancorbo nos cuenta de El Álamo, que en la mitología popular de Texas se recuerda por el toque militar a degüello ordenado por el general mexicano Antonio López de Santa Anna y también de Basora, que antes de la enésima guerra de Irak y sus secuelas era un oasis de mil y una noches. De Calistoga, estación termal del valle de Napa donde Robert Luis Stevenson pasó su luna de miel y de Dacia: el país ideal a donde le habrá gustado ir a Mircea Eliade. De Éfeso, donde murió San Juan a los 105 años y de Fargo, el de Steinbeck y de los Cohen. De Guernica, de Unamuno y de Picasso y de el Hades, donde Orfeo fue a buscar a Eurídice. De la Isla Negra de Neruda y la Ithaca a donde Ulises desea volver siempre. De Jauja, la fundada por Pizarro en 1534 y las otras. De Kabilia como la contó Camus y de López, la punta más occidental de la costa gabonesa. De La Mancha y de Manhattan y de Nod, lugar del Edén situado al este donde Caín construyó una ciudad a la que llamó como a su hijo: Enoch. De Ordos, que fue elegida en el 2001 para ser la capital de un emporio carbonífero pero eso se lo llevó el viento del desierto. De Petra y de Pompeya y de Qom, el Vaticano de los chistas de Irán. De Rarotonga, donde viven 14,153 personas y de Saba, un lugar arruinado y pretencioso de Yemen. De Tarso, donde nació Saulo, luego Pablo y luego San Pablo. De Utgard, el jardín exterior, aunque punto céntrico del cielo escandinavo y meta del viaje del dios Thor y de Venecia, la de Casanova. De Walden, donde vivió Henry David Thoreau y de Xanadú, que visitó Marco Polo y soñó Coleridge —o al revés. De Yomi-no-kuni, la tierra de la oscuridad y de la polución en el sintoísmo japonés, Z  la ciudad perdida ene l amazonas, el reino dorado y utópico en cuya busca partió Percy H. Fawcett hasta encontrar la muerte en el intento, en 1925.

Un libro que se puede leer a saltos, como quien pone a girar un globo terráqueo y señala con el dedo un punto pensándolo como destino de un próximo viaje real o de uno instantáneo e imaginario.

Luis Pancorbo, Mapamundi de lugares insólitos, míticos y verídicos, Fondo de Cultura Económica, México, 2015.

 

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Contingencia CDMX. Cinco : dust in the wind https://arquine.com/contingencia-cdmx-cinco-dust-in-the-wind/ Sat, 07 May 2016 01:20:06 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/contingencia-cdmx-cinco-dust-in-the-wind/ A las tolvaneras que a mediados del siglo pasado azotaban a la ciudad de México, llenando de polvo el aire, se sumó después la contaminación, el smog que hizo que, en la que fue la región más transparente del aire, el azul del cielo desapareciera como el azul del agua en un viejo mapa. Otro índice de las transformaciones geofísicas y geopolíticas del territorio del valle de México.

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En 1920 Man Ray visitó a su amigo Marcel Duchamp en Nueva York. En el suelo de su estudio encontró una lámina con algunas líneas en relieve. Estaba totalmente cubierta de polvo, lo que impedía ver que se trataba de una hoja de vidrio, parte de La novia desnudada por sus solteros, aún… La acumulación de polvo era el método que había elegido Duchamp para, poco a poco, darle distintos tonos a partes del Gran vidrio. Man Ray tomó una foto de la obra de su amigo. El resultado es algo que parece un paisaje desértico. El título de la foto a muchos habrá parecido enigmático, pero era una descripción exacta de lo que retrataba: criadero de polvo.

La ciudad de México es un criadero de polvo. Una ciudad polvosa o, más bien, una ciudad con viento y a veces seca y, por tanto, polvosa. El polvo es un índice –en el sentido que dio al término Charles Senders Peirce: una conexión física directa entre el signo y el significado– de las transformaciones geofísicas del territorio del valle de México. Desde su fundación como Tenochtitlán en 1325 en medio de un sistema de cinco lagos hasta su actual extensión en una megalópolis de más de 20 millones de habitantes, padeciendo a veces falta de agua y otras inundaciones, el manejo del agua y la ocupación de la tierra con una serie de tramas urbanas ha sido uno de los principales retos, traducido en muchas representaciones cartográficas. De nuevo fue Peirce quien escribió que “la experiencia del mundo en el que vivimos hace del mapa algo más que un simple icono y le confiere el carácter añadido de un índice” —una conexión física directa entre el signo y el significado, entre al plano y el mundo, entre el mapa y el territorio.

No es decir mucho, ni se necesita saber mucho para afirmar que el agua es uno de los problemas primordiales de la ciudad de México, sea por exceso, con lagos, lluvias e inundaciones, sea por carencia, con sequías y hundimientos. Pero no se trata sólo de un tema físico, hidrográfico e hidrológico, sino también de un tema cartográfico, de mapas y representación. En la mayoría de las representaciones prehispánicas, la condición lacustre del valle de México y de Tenochtitlán, queda obviada en una codificación simbólica que, cuando más, sólo presenta los canales. La cartografía colonial empieza a tomar en cuenta lo que resultaba sorprendente: que la ciudad estuviera en medio de un sistema de lagos, unos de agua dulce y otro salada, atravesada por canales de riego y navegables y que creciera mediante islotes artificiales usados tanto para la vivienda como para el cultivo. Hablando de la cartografía del siglo XVI en Venecia, Denis Cosgrove explica:

La fascinación compartida entre cartógrafos y pensadores venecianos con la ciudad de México, Tenochtitlán o Temistitán. La relación de Cortés tras conquistar la capital Azteca era bien conocida, como su localización en el centro de un lago, abastecida por acueductos de agua fresca, que encantó a los venecianos quienes veían en esta metrópolis del Nuevo Mundo un paradigma de la propia Venecia. En el mapamundi de Agnese de 1536 es la ciudad más grande mostrada, ocupando casi todo el norte de México; en la Carta Ramusio (1534) y en Universale della parte del Mondo Nuovamente Ritrovata (1556), tiene casi igual prominencia. Igualmente indicativos son los planos idealizados de Tenochtitlán. El más antiguo aparece en el Isolario de Benedetto Bordone de 1528 (cuatro años después de la publicación en Nuremberg de las Cartas de Relación de Cortés a Carlos V) y es el modelo del plano publicado en el tercer volumen de las Navigationi de Ramusio, donde claramente se distinguen dos lagos, uno de agua dulce y otro, mayor, de agua salada, donde se construyó la ciudad. En una carta a Alvise Cornaro en apoyo de las ideas para remover las aguas saladas de la laguna, Fracastoro proponía la transformación de Venecia en una nueva “Themestitan”, aislada en un lago alimentado por ríos de agua dulce. Tal renovación iba más allá de los límites impuestos por la naturaleza que habían hecho de Venecia originalmente tan perfecta –como la crítica de Sabbadino a Cornaro haría claro–, pero la propuesta indica el poder de las imágenes cartográficas en el discurso veneciano de la renovatio. En el pasado, Venecia se había imaginado como una nueva Roma, Bizancio o incluso Jerusalén: cada una de ellas ciudades sagradas y eternas, axes mundi de la Antigüedad alrededor de las cuales la harmonia mundi giraba. Ahora iba a imaginarse como una futura Tenochtitlán, gran ciudad del Nuevo Mundo.
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Además de los mapas que menciona Cosgrove, es interesante el que incluyó el jesuita alemán Athanasius Kircher —corresponsal de Sor Juana Inés de la Cruz— en su libro Mundus Subterraneus, publicado en Amsterdam en 1665 y en el que defendía la teoría de que al centro de la tierra habría un gran fuego interior, causante de las erupciones volcánicas. La ciudad de México aparece al centro de un lago de agua dulce, alimentado por cuatro ríos, conectado de manera subterránea con el lago de agua salada, que a su vez desagua, también bajo tierra, en el Golfo de México. Una página antes del mapa de la ciudad de México, Kircher presenta uno de América. La única ciudad dibujada en América del norte es México, con sus dos lagos y sus flujos conectados, a través del Golfo, a las corrientes oceánicas.

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Antes de ser azul, el agua en un mapa es, literalmente, lo otro. Si la tierra está dibujada con detalles, los mares y océanos aparecerán generalmente blancos. Si, como dice Gunnar Olsson, la geografía es geometría con nombres, los océanos blancos, vistos en detalle, son puros nombres sin geometría, como el famoso mapa dibujado por Lewis Carroll en La caza del Snark: un rectángulo vacío, blanco, acotado por nombres: norte, este, ecuador, zona tórrida. En los mapas donde la tierra es sólo el contorno, dejando el interior casi sin mayores anotaciones, los mares pueden ser, por oposición, oscuros, negros –color digno del misterio que normalmente asociamos a las profundidades oceánicas. Ese océano es casi un caos originario, como, según Paul La Farge, dibujó Robert Fludd “la oscuridad primordial del universo en el momento anterior a la creación”, en su obra de 1617 Utriusque Cosmi Maioris scilicet et Minoris Metaphysica, Physica, atque Technica Historia (La Historia Metafísica, Física y Técnica de los Dos Mundos): un cuadrado absolutamente negro y, a los cuatro lados, las palabras Et sic in infinitum (Y así hasta el infinito). Ambos mapas, el del océano de Carroll y el del mundo antes de su origen de Fludd, hacen pensar también, sin duda, en algunas obras del arte moderno, desde los cuadros blancos y negros de Malevich, la pintura de Rothko o Soulages o el De Kooning borrado de Rauschenberg.

Si, de nuevo, pensamos al mapa más allá de la representación como una descripción o, mejor, una redescripción del entorno que en ese mismo acto genera el potencial de ver y entender de otro modo la realidad física a la que se refiere, pensaremos al mapa, como dice James Corner, como una práctica creativa que “precipita sus efectos más productivos mediante un hallazgo (finding) que es también una fundación (founding); su agencia [su capacidad de actuar] no descansa ni en la reproducción ni en la imposición, sino más bien en el descubrimiento de realidades antes no vistas o imaginadas.” Por tanto, agrega Corner, mapear despliega un potencial, rehace el territorio una y otra vez.

Del mismo modo que hace ver, el mapa puede ocultar o, simplemente, desaparecer datos. En su libro La nueva naturaleza de los mapas, ensayos sobre la historia de la cartografía, J.B.Harley propone una teoría del silencio cartográfico, a partir de una lectura de los mapas que no sea técnica sino política. Dice Harley que “al evaluar los silencios debemos estar conscientes no sólo de los límites geográficos del conocimiento, sino también de las limitaciones tecnológicas de la representación.” Pero dando un paso adelante de las limitaciones tecnológicas, Harley aclara que hay que entender que lo que no dice un mapa o, mejor, lo que no muestra, tiene una importancia cultural y política tan amplia como aquello que dice o muestra. El “simple” hecho de nombrar o ubicar un accidente en un mapa —agrega— tiene un significado político además del geográfico.

Si durante el siglo XVI y parte del XVII la representación cartográfica de la ciudad de México reafirmó su condición lacustre, a partir de la segunda mitad del XVII, cuando a raíz de la gran inundación de 1629 se toma la decisión de desecar los lagos, los mapas de la ciudad empiezan a centrarse cada vez más en la zona urbanizada y un progresivo olvido de los lagos. A partir de lo expuesto más arriba, hay que pensar que ese silencio cartográfico no sólo refleja los cambios en la realidad geográfica del valle de México, sino que prepara una nueva imagen de la ciudad y, sobre todo, de su paisaje. Al final sólo quedó la tierra seca que se levanta los meses en que el viento sopla con fuerza. A las tolvaneras que a mediados del siglo pasado azotaban a la ciudad de México, llenando de polvo el aire, se sumó después la contaminación, el smog que hizo que, en la que fue la región más transparente del aire, el azul del cielo desapareciera como el azul del agua en un viejo mapa. Otro índice de las transformaciones geofísicas y geopolíticas del territorio del valle de México.

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El dibujo del mundo https://arquine.com/el-dibujo-del-mundo/ Thu, 31 Dec 2015 23:37:58 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-dibujo-del-mundo/ A medida que se viaja cambia la percepción de lo que se va viendo. Se modifica la representación de los espacios y los lugares. Se reflexiona sobre la experiencia vivida y lo que ésta significa para el conocimiento. Se estudia la novedad. Se aprende a distinguir el mito —o lo imaginado— de lo real y verificable y, pare ello, se procuran sistemas organizados que expliquen la percepción de la realidad —Isabel Soler.

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Un capítulo del libro de Isabel Soler El nudo y la esfera, el navegante como artífice del mundo moderno, se titula El dibujo del mundo. Empieza describiendo una imagen, el Cristo muerto pintado por Hans Holbein en 1517 y que Julia Kristeva califica como inquietante: “la representación sin disimulos de la muerte humana, la puesta al desnudo casi anatómica del cadáver, comunica a los espectadores una angustia insoportable delante de la muerte de Dios, confundida aquí con nuestra propia muerte, hasta tal punto se halla ausente la mínima sugerencia de trascendencia,” escribe Kristeva. Soler pone en paralelo el cuadro de Holbein y el trabajo de Andreas Vesalio, que en 1521 tenía siete años —nació el 31 de diciembre de 1514— y “veinte años depués, en 1543 —el mismo año en que Copérnico publica su De revolutionibus orbium coelestium—, ya como eminente profesor y cirujano, editará De humani corporis fabrica libri septe, uno de los manuales de anatomía más innovadores del Renacimiento.” Soler dice que en las primeras páginas de su obra, “Vesalio denuncia el grave error de los médicos al dejar en manos de los boticarios el control de las medicinas y la cirugía a cargo de los barberos, mientras el profesor describe desde el púlpito del aula partes de la anatomía humana que nunca ha visto de cerca.” Anterior a Descartes y su duda metódica, Vesalio también recomienda basarse sólo en la experiencia personal y no en conocimiento de las autoridades o en los prejuicios populares, a veces difíciles de diferenciarcomo en el caso de la medicina se daba entre la antigua tradición de Hipócrates y Galeno y los remedios ancestrales. El filósofo alemán Peter Sloterdijk dice que es posible que “la revolución de Vesalio tuviera más consecuencias para la autocomprensión de los seres humanos occidentales qeu el desde hace mucho tiempo supercitado y malinterpretado giro copernicano.

¿Por qué hablar de Vesalio y la anatomía en un libro dedicado a los navegantes de los siglos XV y XVI? Porque para Soler, tanto los estudios de anatomía como los adelantos cartográficos de aquellos siglos implican una nueva manera de concebir el conocimiento científico y las ideas de experiencia y experimento en que se sustentan.El mismo Sloterdijk afirma que “como hábito cognitivo es lo mismo dar la vuelta a la Tierra y reflejarlo en mapas, que abrir el cuerpo humano por todas partes y representarlo gráficamente desde todas las perspectivas” El viaje del explorador es al mapa lo que la disección al dibujo anatómico: revela lo que antes no se conocía sino de oídas. Dice Soler:

A medida que se viaja cambia la percepción de lo que se va viendo. Se modifica la representación de los espacios y los lugares. Se reflexiona sobre la experiencia vivida y lo que ésta significa para el conocimiento. Se estudia la novedad. Se aprende a distinguir el mito —o lo imaginado— de lo real y verificable y, pare ello, se procuran sistemas organizados que expliquen la percepción de la realidad.

La experiencia y el experimento son las maneras que tiene el explorador, sea del interior del cuerpo o de la geografía entera, para construir un conocimiento que poco a poco va dibujando cortes anatómicos y mapamundis idealmente cada vez más exactos. Así va borrando toda terra ignota que le salga a su paso. Por supuesto, ni los grabados que ilustran el libro de Vesalio ni los mapas que dibujaron sus coetáneos son representaciones objetivas de esa realidad que recién se descubría —o, como muchos han dicho: se construía. En su libro Objectivity, Lorrein Datson y Peter Galison explican que “la objetividad científica tiene una historia” y que “no siembre ha definido a la ciencia” ni ha sido “lo mismo que la verdad y la certeza,” que son anteriores como criterios “científicos.”

Parte esencial de esa búsqueda de la verdad que luego se transformó en una preocupación por la objetividad, desde la investigación del interior del cuerpo mediante disecciones y grabados anatómicos hasta la descripción de la tierra entera gracias a mapas detallados, incluyendo los planos y planes que anuncian nuestras obras por venir —Giorgio Vasari, que fundó en Florencia en 1563 la Academia de las artes del diseño, es decir, de las artes que anticipan su resultado mediante el dibujo, nació el 30 de julio de 1511, tres años antes que Vesalio— es, precisamente, la idea de que el mundo es no sólo un libro por leerse sino, también, un dibujo por hacerse.

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