Resultados de búsqueda para la etiqueta [basura ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Wed, 15 May 2024 16:32:06 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Saberes al borde. Materialidades para habitar el río Medellín https://arquine.com/saberes-al-borde-materialidades-para-habitar-el-rio-medellin/ Wed, 15 May 2024 15:51:58 +0000 https://arquine.com/?p=90124 Construir al borde de la precariedad constituye saberes valiosos que se vuelven ilegítimos en la medida en que existe un poder que así lo dicta. Son conocimientos que evidencian su capacidad de captar las múltiples agencias que existen en el lugar, y de ponerlas a trabajar a su favor con el más mínimo gesto de intervención.

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Todo cuanto tiembla en el borde es nacimiento.
Piedad Bonnett 

 

Son las siete de la mañana, la luz ha aclarado el cielo desde hace más de una hora, pero el sol recién se eleva más allá de las sinuosas laderas. Entre sus paredes y pliegues, y detrás de sus cúspides, miles de escamas anaranjadas se superponen y amontonan. Para quien recién llega a esta ciudad, su imagen está impregnada de una sensación de falta de espacio. 

Aunque es domingo, y el metro elevado está casi vacío —infraestructura habituada a cuerpos comprimidos para el tránsito productivo—, elijo estar de pie en uno de sus tantos vagones. Miro, desde una de sus ventanas, el transcurrir casi recto del río Medellín, que acompaña mi camino inicialmente por oriente —hasta desaparecer—, y que brota —tras una extensa curvatura— en el lado opuesto al comienzo de mi viaje. Es justo en este punto, cuadras antes de llegar a la estación Industriales, que lleva este nombre en “honor” a las principales fábricas que, durante muchos años, han vertido sobre la ciudad y este río: venenos, contaminación y desigualdad, que se hacen más visibles otros habitantes, no ya de las lejanas laderas, sino en los bordes próximos que confinan hoy el río de la ciudad. 

El Aburrá, antiguo nombre del río Medellín, en su paso por la lógica productiva materializada, fue recti-ficado, es decir, obligado a perder sus meandros —curvas que retrasan el transcurrir de su caudal— a mediados del siglo pasado. En el pasar de sus intervenciones, se crearon taludes a base de placas de concreto, y en su parte superior prosiguió su geometría por medio de vegetación, que hoy en día componen, de forma naturalizada, el paisaje de esta ciudad. Sobre, entre y cerca de estos taludes, los habitantes en situación de calle, o en este sentido, en situación del río, construyen sus provisionales moradas. 

A diferencia de los discursos hegemónicos, que actúan con violencia sobre estos cuerpos que tienen conocimientos y prácticas situadas —y sin negar los riesgos inminentes de habitar los márgenes de un río fuertemente contaminado e impredecible en sus crecientes hasta el desborde—, esta pequeña reflexión quiere reivindicar, visibilizar y valorar los saberes constructivos y la capacidad de lectura del territorio para el emplazamiento y construcción de sus habitáculos, que les permiten permanecer y sobre-vivir en este espacio. Como se verá a continuación, se trata no sólo de una respuesta precaria, sino de saberes éticos, dignos de ser aprendidos y reproducidos, en lugar de ser sufrir menosprecio y verse eliminados violentamente. 

 

Saberes vernáculos contemporáneos: la naturaleza de la basura 

En 1967, Lina Bo Bardi presentó, en la muestra Moderno: Diseño para la vida cotidiana en Brasil, México y Venezuela, 1940-1978, una silla que habría diseñado y construido, mientras esperaba la llegada de un autobús a pie de carretera. Lina señaló que habría aprovechado toda la experiencia popular, vernácula, del noreste brasileño para llegar a este simple y hoy icónico diseño. [1] En él utilizó, de la forma más simple posible, lo que encontró a la mano, como cuerdas y maderas, y las reunió mediante métodos y lógicas constructivas simples. 

¿Qué diferencia podríamos decir que existe entre este gesto de Bo Bardi y todos aquellos otros acontecimientos creativos que día a día surgen como respuesta a una necesidad? Me atrevería a contestar que ninguno. Salvo la visibilidad que se le otorgan a ciertos personajes y discursos por sobre otros, a veces, de manera muy tardía, como en el caso de Bo Bardi. Día a día, en la clandestinidad, y bajo la más humilde de las respuestas, las personas solucionan sus necesidades y facilitan su lugar de vida, por vía de la infinidad de materialidades diseñadas por sí mismos, construidas con lo que cuentan a su alrededor, sin el más mínimo de los reconocimientos. 

Para el Consejo Nocturno, una de las muchas características que definen a una construcción vernácula, sería esta. La de retomar los materiales más próximos y hacer con ellos una “prolongación del entorno, no su refrenamiento o dominación”. [2] Pues bien, la primera propuesta de este texto es que las personas que habitan el borde del río Medellín hacen arquitecturas vernáculas. Mas no en el sentido clásico de la exclusiva utilización de materiales “naturales”, como lo harían los animales, según Pallasmaa: 

Las culturas tradicionales, con sus arquitecturas vernáculas, emplean los mismos materiales naturales que los animales —como fibras vegetales, hojas, ramas, arcilla, barro, excrementos de animales o nieve— y están obligados a trabajar estos materiales de acuerdo con sus propiedades físicas. [3] 

Se sabe, sin embargo, que los pájaros contemporáneos adaptan a sus nidos tapas plásticas, envolturas y telas que encuentran por la calle. No podría reprochársele al animal de perder su capacidad de saber construir de forma armónica por la utilización de estos materiales. Sin embargo, sería más común negar que una arquitectura vernácula pueda estar hecha a base de basura. A menos, claro, que entendamos esos otros materiales como parte de la naturaleza del espacio social. En estricto sentido, cualquier material natural, incluido árbol o tierra, ha pasado ya por un proceso de transformación metabólica por otros cuerpos, como le expresa Bruno Latour al redefinir la naturaleza: “Las formas de vida tienen consecuencias, su metabolismo deja un montón de residuos, unos residuos que son utilizados por otras formas de vida,” [4] es decir: no existe lugar y materia prístina, no existe naturaleza inmaculada, todo ha sido ya modificado con anterioridad. 

Para la finalidad de ese ensayo, hablaré de la basura (los desechos inservibles de unos), como un material natural para otros, dado que es una materia prima encontrada en el territorio y utilizado a su favor, y que cumple además con otra de las características fundamentales de una buena arquitectura vernácula: “la energía invertida —para su producción— es baja.” [5] Es decir, definiré los materiales utilizados por los habitantes del río Medellín como naturales. Basura para el sistema dominante de consumo y desecho, pero materia prima para quienes están al borde de esta lógica, como el pájaro que usa la tapa plástica en su nido sin tener que fabricarla. 

 

 

Métodos a (la) mano. Saberes del sustento

En Animales arquitectos, Pallasmaa hace hincapié en todos los métodos y destrezas que los animales utilizan para construir sus propias moradas. Con pocas herramientas, y en la mayoría de los casos, con sus propios cuerpos, los animales excavan, esculpen, moldean, apilan, enrollan, pliegan, hilan, tejen y cosen. Sin máquinas ni combustibles, agrupan la materia dispersa y la vuelven estable y habitable. 

Diagrama: Saberes al borde

 

Movilizado por este metro, observo, a lo largo de 5 kilómetros —que van desde la estación Industriales hasta la estación Ayurá—, la forma en que seres humanos habitan y se adaptan a su entorno. Hay quienes reposan, como quien encuentra una cueva en su camino, los desemboques principales, hechos a base de concreto, mientras estos posean poco o nulo caudal. En el duro calor del mediodía, este el refugio más fresco ante el inclemente sol. Pero también hay lugares modificados, donde se ha excavado, moldeado y apisonado la tierra para dar espacio a sus casas. Entre árboles —dado que saben que las raíces sostienen la tierra—, y arriba de los desemboques —puesto que saben que estabilizan la resistencia del piso—, los humanos generan un hueco y en él extienden plásticos, tensan lonas, pliegan y doblan telas, las hilan, apilan tablones, cartones y plásticos. Para mantener la tensión y mínima amplitud al interior, hacen contrapesos con llantas y botes llenos de tierra o piedras, y usan troncos a modo de contrafuertes a las orillas. Ponen a trabajar al unísono a múltiples materiales que han podido recolectar a su alrededor. Algunos, cargados desde los barrios aledaños hasta el sitio, y otros que, como me cuenta uno de sus habitantes, “son traídos por el propio río.” [6] 

Con sus diseños abren y cierran su morada al exterior con solo plegar una de las lonas hacia el techo. Saben aprovechar los lazos tensados hacia los árboles para tender su ropa, o utilizan las planchas de concreto inclinadas para ponerlas a secar al sol. Tienen y guardan pertenencias: bicicletas, colchones, cobijas, utensilios con los que cocinan, herramientas con las que mantienen y reparan su frágil hogar. Acumulan plásticos, cartones y metales para venderlos más tarde. Algunos pocos cultivan sus alimentos (papayos o maíz) y usan incluso espejos como sistemas de vigilancia. Tienen sus costumbres, ordenan a su manera el lugar, tienen una morada, un reducto para intentar descansar.  

Cambiar(nos) las formas de vida 

A veces, para justificar sus desplazamientos y desarraigos, o generar narrativas contra los ya de por sí desfavorecidos, los medios de comunicación hablan de personas que generan “zonas peligrosas” [7] o equiparan su aparición, cada día más cotidiana entre las calles, como la de las “plagas”. Eliminan la palabra casa, hogar o morada, y en su lugar nombran a sus lugares como cambuches, [8] palabra local que define lugares poco fiables e improvisados. Sí, están hechos de materialidades menos uniformes en la absurda estética citadina, y menos fuertes y durables, según las normas que dictan hoy cómo vivir, mas no por ello son menos significativas e importantes para sus moradores. Son saberes pertinentes para un mundo de derroche y sobreproducción absurda. Una vida al borde, no sólo de un río contaminado, sino del sistema hegemónico que nos dirige. 

En su libro Fantasma de la vida moderna, el filósofo Luis Arenas propone engendrar contra la idea dominante de las firmitas, un espacio frágil, definido como un espacio “fluido, flexible, amable. [que] Como los fluidos, adoptará la forma de lo que lo contiene. Escuchará atento y en silencio las necesidades de su entorno y de sus habitantes.”[9] 

Creo que, sin entrar en mayor detalle, podríamos consensuar que estas moradas se asemejan en gran medida a la descripción que el filósofo propone. Con esto no quiero que se interprete que su precariedad deba ser romantizada, puesto que son las propias prácticas del sistema —extractivas, acumulativas y de competencia, y por tanto de expoliación y expulsión a quien no puede cumplirlas—, las que obligan a estos moradores a vivir al borde de un río. Es la propia desigualdad la que genera estas otras formas de vida. Sin embargo, no podemos, por sobre esa evidente disparidad, in-visibilizar las energías, materias y conocimientos vertidos en la construcción y mantenimiento de su propio hogar. Antes bien, es pertinente observarlas y aprender de ellas. Son saberes valiosos que se vuelven ilegítimos en la medida en que existe un poder que así lo dicta. Conocimientos que evidencian su capacidad de captar las múltiples agencias que existen en el lugar, y de ponerlas a trabajar a su favor con el más mínimo gesto de intervención. Se trata de aprender a entender y respetar sus saberes y costumbres, y de ejercitar una capacidad de ver en las diferencias una potencia para transformar —no bajo la idea colonialista— sólo su vida, sino la nuestra. 

 

Referencias 

[1] Instituto Bardi / Casa de Vidro, A cadeira beira de estrada é um projeto de Lina Bo Bardi que junta materiais simples e características do trabalho da arquiteta, post disponible en Facebook, 30 de junio de 2014. 

[2] Consejo Nocturno, Un habitar más fuerte que la metrópoli, Pepitas de calabaza, España, 2018, p. 106. 

[3] Juhani Pallasmaa, Animales arquitectos, Gustavo Gilli, España, 2021, p. 31. 

[4] CCCB, “Natura, Bruno Latour i Gerard Ortín Castellví. Un vocabulari per al futur”, video disponible en YouTube,13 de octubre de 2020. 

[5] Juhani Pallasmaa, op. cit., p. 16. 

[6] En una de las breves y pocas entrevistas que pude realizar, ya que los habitantes están inmersos en una comprensible desconfianza, a uno de los habitantes —que ha preferido no divulgar su nombre—, al preguntarle de dónde consigue los materiales para construir su lugar, le consta esta situación al preguntarle de dónde consigue los materiales para construir su lugar. 

[7] Redacción, “La ciudadela al borde del río Medellín”, Alerta Bogotá, 14 de enero de 2015. Alerta Bogotá. Recuperado de https://www.alertabogota.com/noticias/local/habitantes-de-la-calle-crearon-una-ciudadela-al-borde-del-rio-medellin. 

[8] Santiago Olivares Tobón, “En más de 30 sitios en Medellín, habitantes de calle levantaron sus cambuches”, El Colombiano , 8 de octubre de 2022. Recuperado. 

[9] Luis Arenas, Fantasma de la vida moderna, Trotta, España, 2011, p. 216. 

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La basura nuclear: un problema de diseño https://arquine.com/la-basura-nuclear-un-problema-de-diseno/ Wed, 20 Sep 2023 15:48:36 +0000 https://arquine.com/?p=83200 Como especie, hemos “logrado” algo eterno: la basura nuclear. El diseño y las formas arquitectónicas, deben atender este problema de "inmortalidad" a nivel planetario, desde Laguna Verde hasta Chernóbil

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“Comparable sólo con la edad de nuestro planeta, los miles de millones de años que requiere el uranio para liberar la mitad de su radiactividad lo acerca más a la eternidad que a una realidad limitada en el tiempo”

Fragmento 23 “Radioactive fire” Marder & Tondeur, 2016, 56

The Chernobyl Herbarium: Fragments of an Exploded Consciousness

Como especie, hemos “logrado” que algo no se degrade, que permanezca, que sea eterno e inmortal: la basura nuclear. Podemos pensar que la especie humana es la única que produce desechos, vistos como sustancias residuales problemáticas porque no se adhieren a ninguna otra cadena de uso o de sentido. Solamente los humanos producimos residuos que no se vinculan a otros metabolismos y que, por lo tanto, se acumulan casi sin cambios. 

Cada vez que se produce energía nuclear se producen desechos que se guardarán en la corteza terrestre durante más de 200 mil años: esa escala es, para nuestra conciencia, un “para siempre” y almacenar algo para siempre es un gran problema de diseño.

Hace un par de siglos, se pensó en el carbón como principal detonador de energía modernizadora planetaria y se carbonizó el mundo. Hoy los desechos de esta decisión nos amenazan con la crisis del cambio climático. La alternativa a este conflictivo invernadero podría ser la producción de energía nuclear, pero sus desechos y accidentes causan, con una velocidad extraña, otra crisis que se yuxtapone a la climática. Esta última alternativa nos angustia por un potencial peligro que no somos capaces de conceptualizar y, mucho menos, de comunicar.

Paradójicamente, la energía nuclear tiene bajas emisiones de gases de efecto invernadero; de hecho, que se considere como “energía limpia” no la hace menos peligrosa, pero sí es un potente y confuso argumento para permitir su uso en el proyecto de administración de un mundo en crisis. Las ciudades necesitarán aumentar su suministro eléctrico y a la vez mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero. Las plantas nucleares se presentan como una solución a esta ecuación; sin embargo, implican un peligro atómico siempre latente, con un incalculable poder destructor de lo material y de lo inmaterial. Los protocolos de “gestión de riesgos” para la elaboración de energía nuclear resultan un eufemismo que delata las consecuencias que provoca nuestra hambre de energía. Penetrar para extraer (de la tierra, los núcleos de los átomos y otros cuerpos), es nuestra forma de satisfacernos energéticamente, una demanda insaciable hasta el absurdo.

Debido a la utilización de plantas de energía nuclear y a la detonación de bombas atómicas, ya sea como parte de pruebas o en la guerra, se ha producido una altísima cantidad de desechos radiactivos. Este material amenazará la vida y la salud humanas y no humanas durante miles de años. Por esta razón, la tecnología nuclear implica pensar en las formas de almacenamientos terminales para tales materiales durante un periodo de tiempo inusualmente largo. 

Esto me lleva a pensar en la escala de las formas arquitectónicas de los recintos que almacenan estos desechos. En México, la Central Laguna Verde de la Comisión Federal de Electricidad y el Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares realizan la gestión de los desechos radioactivos. Otro caso notable es el de Onkalo, una instalación de almacenamiento geológico profundo de combustible nuclear ubicado en Finlandia. Es un sistema de túneles y rieles de hasta 400 metros de profundidad, que guardará por tiempos inconmensurables los residuos que se generen durante la producción de energía nuclear para electrificar las ciudades. El diseño de esto que podríamos considerar como un “aparato urbano” debe proyectarse a 100 mil años al futuro, aunque no se tenga registro de nada construido por el hombre con esta duración. Onkalo podría considerarse otra “maravilla” de la ingeniería y de la civilización, pero su programa arquitectónico delata los problemas que se encapsulan en tanques de acero inoxidable dentro de albercas de agua subterránea. Esta ciudad bajo tierra (un espacio habitado actualmente, mientras se construye, por los trabajadores que viven ahí dentro), diseñada para convertirse en sepulcro, en tumba, en caja fuerte sellada, será quizá el vestigio más duradero de nuestro siglo y albergará los residuos de la energía generada en las urbes finlandesas. El resto de países sin proyectos de depósitos geológicos de residuos nucleares de esta dimensión, ¿dónde enterrarán las toneladas de basura nuclear? Esta basura representa un peligro potencial: es invisible, inolora, no se siente y aún así podría dañar el código genético de los cuerpos del mundo.

Este  tipo de proyectos de diseño implican varios problemas. Uno de ellos es el manejo temporal de los depósitos de basura nuclear que afrontan escalas que difícilmente podemos representar o imaginar y que bien podrían considerarse como una eternidad. En la actualidad, la forma de producir energía nos enfrenta con las siguientes preguntas: ¿cómo diseñar proyectos urbano-arquitectónicos a la escala temporal y espacial de nuestra catástrofe?, ¿cómo aislarlos de la curiosidad de humanos o especies que no existen todavía? Quizá dejar letreros de “no abrir” incite la curiosidad por saber qué hay dentro de estas fosas y, si estas tumbas llegaran a reabrirse, el proyecto habrá fallado con consecuencias destructivas cuánticas y cósmicas. Frente a la pregunta sobre cómo transmitir el mensaje del peligro contenido, no hay respuestas todavía. Estos depósitos se planean y se diseñan frente a la incertidumbre del futuro, donde angustiosamente no sabemos hasta qué punto se está enterrando una catástrofe ambiental en potencia.

Todo lo que encierran los contenedores de los derrames nucleares de accidentes como Chernóbil o Fukushima, o lo que se oculta en los depósitos como el de Finlandia, tendrá una duración de tal magnitud que, con certeza, serán los vestigios que dejarán nuestras generaciones. Quizá en sus excavaciones los arqueólogos del futuro encuentren las tumbas o cementerios nucleares y posiblemente este hallazgo sea trágico. Plantear esto implica asumir que la construcción de basureros nucleares forma parte de una lógica autodestructiva enmascarada como energía y progreso promisorios: una contradicción absoluta. 

El diseño constructivo y las posibles estrategias de comunicación se maquinan a una escala de 10 mil años, quizá porque es la escala temporal que alcanzamos a imaginar. Sin embargo, si pensamos en 10 mil años hacia el pasado, la tecnología principal de ese momento era la agricultura y hoy conocemos relativamente poco sobre las especies y el contexto cultural de aquel entonces. Cuando pensamos en arquitectura y crisis ambiental, las dificultades de diseño se enfrentarán más con las escalas temporales que con las espaciales porque ¿qué sabemos sobre las tecnologías y formas de vida posibles que ocurrirán dentro de 10 mil años? Los desechos de la energía que necesitamos ahora nos llevan a formular estas preguntas con una fuerte incertidumbre y nos hacen darnos cuenta de que nuestras formas de vida son más cambiantes que el plutonio.

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Este texto se deriva de un ejercicio que organizó el proyecto “Filosofía de la práctica editorial” (UIA, 2021). La idea era trabajar, en equipo, con un libro electrónico publicado con licencia Creative Commons 4.0. Éramos un equipo de 13 personas y queríamos experimentar con todo lo que esa licencia permite: remezclar, transformar y crear obras derivadas dando el debido crédito. El libro que elegimos fue el conjunto de ensayos El herbario de Chernóbil: fragmentos de una conciencia explotada, de Michael Marder y Anaïs Tondeur, publicado en 2016 por Open Humanities Press. Realizamos alrededor de 15 sesiones en Zoom para leer juntas este libro, y otros relacionados al tema. Después subimos el libro en un software libre llamado hypothes.is y ahí, todas las participantes, intervenimos el texto, lo tachamos, lo comentamos con noticias vinculadas al tema y a nuestras ciudades. Después cada integrante escribió un ensayo y los sumamos al libro mencionado. Cada ensayo fue leído por todas y comentado de la misma manera. Aquí se puede consultar el resultado: Ecological Rewriting. 

Referencias

  1. Borys, Christian. (9 de enero de 2017) “Cómo es de cerca el ‘sarcófago’ gigante de Chernobyl, que encerrará los residuos nucleares más peligrosos del mundo”. BBC News Mundo. 9 enero 2017. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-38533187.
  2. Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares. (2019) “Planta de Tratamiento de Desechos Radiactivos (Patrader)”. gob.mx. 1 enero 2019. Disponible en: http://www.gob.mx/inin/acciones-y-programas/planta-de-tratamiento-de-desechos-radiactivos-patrader-86536.
  3. Marder, Michael, y Tondeur, Anaïs. (2016) The Chernobyl Herbarium: Fragments of an Exploded Consciousness. Londres: Open Humanities Press. Disponible en: http://www.openhumanitiespress.org/books/titles/the-chernobyl-herbarium/.
  4. Madsen Michael. (2010). Into Eternity
  5. Office of Nuclear Waste Isolation. (1984) Reducing the Likelihood of Future Human Activities That Could Affect Geologic High-level Waste Repositories. Columbus (OH), Estados Unidos: Battelle Memorial Institute. Disponible en: https://doi.org/10.2172/6799619.
  6. Piesing, Mark. (13 de septiembre de 2020) “El desafío de crear una alerta de amenaza nuclear que se entienda dentro de 10.000 años”. BBC News Mundo. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/vert-fut-53966342.

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La caminata de la basura https://arquine.com/la-caminata-de-la-basura/ Tue, 25 Aug 2020 06:00:42 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-caminata-de-la-basura/ Recoger la basura es un trabajo demasiado invisibilizado por la sociedad, un trabajo que es considerado sucio, poco digno, y sin embargo absolutamente esencial en el día a día de una ciudad. Un trabajo mal remunerado para quien lo trabaja diario, y sin embargo millonario para quien lo dirige o aprovecha.

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Resulta que en 1970 los trabajadores del servicio de basura de Londres se fueron a huelga. Poco a poco, las calles de la ciudad se llenaron de bolsas y desechos. Londres volvía a ser la ciudad que quizá alguna vez fue. En ese entonces, el artista mexicano Felipe Ehrenberg se encontraba ahí, avanzando sus primeros experimentos conceptuales y de arte correo. Un día, salió a la calle con un gis y dibujó alrededor de las bolsas una silueta, igual que hacen los policías con los cadáveres en la escena del crimen. Levantadas las bolsas, quedaría marcado sobre el pavimento el espacio público que durante unos días fue ocupado por los desechos privados. La pieza resultante, “Garbage Walk”, consistió en esta cartografía con gis y un registro fotográfico que la acompañó. La pieza bien podía leerse en clave detectivesca: estaba ya la evidencia putrefacta desperdigada por las calles y estaba también la escena del delito demarcada por el recorrido de Ehrenberg. Lo que faltaba, en todo caso (y la pieza apenas lo sugería), era la naturaleza del crimen y su perpetrador.

 

Se sabe que la basura es un negocio, y uno donde se mueve mucho dinero. En la Ciudad de México, el gobierno paga millones para que los rellenos sanitarios acepten nuestros desechos inorgánicos. Algunos de estos rellenos usan el gas que saca la basura enterrada o la queman para producir energía, que venden o usan. Otros rellenos tienen a su servicio a pepenadores encargados de espulgar las montañas de desechos en busca de material reciclable para venderle a las empresas. Los propios camioneros hacen ya una primera separación de este material, que pasan a venderle a centros de acopio –varios clandestinos– antes de ir a depositar el resto de la basura al centro de transferencia delegacional. Aunque se mueva tanto dinero, o quizá por ello, se trata de un negocio opaco, bastante invisibilizado, todo un sistema urbano del que los habitantes preferimos no enterarnos con demasiado detalle. Mejor que alguien se lleve la basura, como sea. Por eso investigadores como Héctor Castillo o Carina Frykman hablan en sus textos de lo difícil que es investigar en este universo urbano, de la hostilidad con la que se les suele recibir, de las trabas formales o informales, de las amenazas veladas o explícitas. De ahí también que a veces estos investigadores tengan que especular un poco, llegar a conclusiones, deducir detalles difíciles de confirmar. No es fácil saber, por decir algo, si todos los camioneros les piden cuotas a los barrenderos para que vacíen sus tambos o si sólo algunos piden o si sólo a algunos se les pide. No queda claro si todo el equipo del camión está contratado por la ciudad o sólo el chofer, mientras que el resto del equipo trabaja en otro esquema. ¿Por qué a veces pasa un camión con parabrisas del Che Guevara y horas después otro pintado con los colores oficiales de la ciudad y con todo el equipo uniformado? Para muchos civiles, en cuanto la basura cae en el camión, el problema está resuelto. Y muchos de los operadores también prefieren esta parcial invisibilidad. 

De hecho, opacas son también las historias de algunos de los personajes involucrados, en particular las de la dirigencia, algunas de las cuales dan para serie policíaca. Quizá algunos todavía recuerden la mañana de 1987 en la que Rafael Gutiérrez, el “zar de la basura”, amaneció asesinado en Iztapalapa. En 1962, Gutiérrez había empleado el apoyo político de su padrino, entonces jefe de oficina de limpia, para desplazar al líder del basurero de Santa Cruz Meyehualco, Agustín Padilla. Desde entonces, Gutiérrez recibía toda la basura reciclable de los trabajadores del basurero, que organizó en una Unión de Pepenadores del DDF, y negociaba su venta personalmente. Las ganancias se dividían parejo entre él y su padrino, Benjamín Carpio, hasta que Carpio perdió su posición política y Gutiérrez aprovechó la ocasión para deshacerse de él. Para entonces, el “zar” ya había ocupado varios puestos políticos con el PRI, una diputación incluida, y tenía contactos en los lugares que importan. En el basurero, mientras tanto, Gutiérrez patrocinaba fiestas y viajes a Acapulco, organizaba rifas navideñas, apoyó la creación de una liga de fútbol, construyó una capilla. No es claro quién lo asesinó, si bien su viuda Guillermina Gutiérrez se adjudicó el crimen alegando que Rafael había violado a su hermana. Actualmente, Guillermina tiene a cargo la planta de Santa Catarina. 

Al inscribir las siluetas de las bolsas en el piso de la ciudad, “Garbage Walk” pretendía registrar la rápida saturación de un espacio público carente de un servicio de limpia. En el contexto de la huelga, apuntaba a dimensionar la importancia de un trabajo demasiado invisibilizado por la sociedad, un trabajo que es considerado sucio, poco digno, y sin embargo absolutamente esencial en el día a día de una ciudad como Londres o la Ciudad de México. Un trabajo mal remunerado para quien lo trabaja diario, y sin embargo millonario para quien lo dirige o aprovecha. La pieza señalaba también la complicidad de una sociedad que, en este rubro, prefiere hacerse de la vista gorda, no moverle nada al asunto, mantener las cosas como son, sean como sean, con tal de que alguien aleje la basura todos los días de enfrente de la casa. Sugería Ehrenberg en “Garbage Walk” que quizá por ahí había que buscar el crimen, así como a su perpetrador.     

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Parque, basurero, huerto https://arquine.com/parque-basurero-huerto/ Tue, 19 May 2020 07:09:41 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/parque-basurero-huerto/ Más que nunca es evidente la necesidad de cambiar nuestras prácticas de producción, consumo y desecho.

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La cuarentena –se ha repetido ya lo suficiente– ha dejado claras muchas de las tendencias, divisiones, desigualdades y privilegios que ya existían desde antes y que ahora se han intensificado o han quedado al desnudo, como las ropas nuevas del emperador. Los que pueden, se han resguardado en casas y dependen ahora más que nunca de sistemas de entrega a domicilio de todo tipo de productos. Dependen también de sistemas de extracción de los residuos y la basura que estos productos y sus empaques dejan tras ser consumidos. Encerrados, ahora es más fácil que nunca olvidarse del hecho de que alguien tiene que llevarse esos residuos y que esos residuos van a parar a algún sitio, donde en algunos casos se quedarán años. Aunque para muchos sectores de la ciudad ya lo era, sin salir de casa se nos ha facilitado el ni siquiera preguntarnos qué pasa con toda la basura que tiramos, esa basura que alguien más se lleva y que termina en algún lugar dentro o fuera de la ciudad.

Hace tres años, en 2017, el barrio Las Águilas al suroeste de la Ciudad de México vivió una breve conmoción cuando se corrió la voz de que una parte del Parque Japón usada como corralón sería convertida en basurero (más específicamente, un centro de recolección y transferencia). Las Águilas es un barrio tan desigual que podría tomarse como ejemplo de la realidad urbana en México: de un lado barrancas marginales, del otro fraccionamientos con seguridad privada o casas grandes. La gente del barrio con cierto poder adquisitivo o mediático rápidamente se alzó en contra de esta decisión delegacional, entre otras cosas con miedo a que los precios de sus propiedades bajaran. Puesto que muchos contaban con acceso a medios de comunicación, pronto se habló al respecto en el radio, se publicaron columnas de opinión y finalmente se logró echar para atrás la (pésima) decisión política de volver un parque un basurero. A media disputa, sin embargo, un grupo pequeño de vecinos más jóvenes circuló en redes sociales una tercera opción que la delegación ni siquiera acusó de recibida y que los vecinos con mayor voz consideraron a lo mucho una fantasía juvenil. La idea era convertir esa sección del parque en un jardín y huerto comunitario que utilizara basura orgánica recaudada por la gente del propio barrio como composta. La propuesta decía que podría encontrarse la manera de involucrar a las escuelas públicas y privadas que abundan en el barrio para que los estudiantes se encargaran del huerto en cada una de sus etapas, aprendiendo así a sembrar y cultivar a partir de los desechos mismos. El producto podía ser repartido, utilizado en las escuelas o vendido para recaudar fondos para el propio jardín. La propuesta concluía que este lugar podría ser un espacio comunitario capaz de permitir el diálogo entre sectores sociales altamente segregados en un barrio como Las Águilas.

Esta “tercera vía” resultaba llamativa porque planteaba que detrás de la recolección y disposición de la basura existe un problema de visibilidad que es político. En primer lugar sugería la importancia de darle visibilidad a nuestros desechos, normalmente olvidados por los ciudadanos a partir del momento en que entran al bote de basura, reutilizándolos en este caso para sembrar y cultivar. Pero en otro nivel reconocía que si los vecinos de Las Águilas podían detener esta iniciativa política era porque algunos de ellos tenían poder adquisitivo, visibilidad mediática y acceso a la esfera pública, mientras que los centros de recolección y transferencia de basura estarían a la fuerza en algún lugar de la ciudad y ese lugar muy probablemente terminaría por ser alguna zona cuyos vecinos no contaran con las mismas condiciones de reclamo. De fondo estaba entonces algo similar a lo que Jacques Rancière llamó alguna vez la “distribución de lo sensible”.

Según Rancière, una sociedad determina quién puede participar en la polis a través de un reparto sensorial que nos permite escuchar a ciertas voces y ver a ciertos actores, mientras que otra parte de la población —“la parte sin parte” dice Rancière— queda al margen de este espacio sensorial permitido y, por lo mismo, sus voces no pueden ser oídas ni sus cuerpos vistos como parte integral o meritoria de la comunidad política. La propuesta del huerto comunitario criticaba justo esto. Si bien tenía sentido que los vecinos de Las Águilas reclamaran en contra de la transformación de una sección del parque en basurero, por otro lado la solución no podía ser simple y sencillamente empujar ese basurero a otra parte de la ciudad con menor visibilidad política y “lavarse las manos”, olvidándose del asunto de a dónde se va y enfrente de quién se deposita toda esa basura que se produce en el barrio. Frente a la magnitud del problema, el huerto comunitario era evidentemente una propuesta modesta, pero interesante. Más que una solución definitiva, aprovechaba la coyuntura para imaginarse otra relación sensorial con los desechos que producimos, así como un espacio comunitario que pudiera fungir como punto de encuentros sociales que hoy no suceden y que permitirían a esa comunidad ver, oír, pensar y decir diferente. Como diría Donna Haraway, lo urgente hoy es la composta, re-componer nuestras relaciones sociales, humanas y entre especies.

Tres años después, desechada la idea del basurero, siguen ahí el parque y el espacio desaprovechado del corralón. Por lo mismo, al menos en potencia, sigue en pie la posibilidad del jardín comunitario. Más que nunca es evidente la necesidad de cambiar nuestras prácticas de producción, consumo y desecho. Y ciertamente es todavía una realidad que seguir el trayecto de la basura en la ciudad de México poco a poco nos va llevando, escala por escala, de aquellos sectores que pueden consumir productos y desechar basura a aquellas zonas urbanas y suburbanas a donde esa basura va a parar y en donde residen las partes sin parte más excluidas en el reparto actual de lo escuchable, lo visible y lo decible en la comunidad.  

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Limpia tu patio https://arquine.com/limpia-tu-patio/ Wed, 01 Apr 2020 15:17:26 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/limpia-tu-patio/ Deberíamos considerar sinceramente las cosas típicamente desechadas como telón de fondo. Siempre existe la oportunidad de encontrar un valor de marcado en la convención, sin importar cuán mundano sea el tema.

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en colaboración con

revista académica publicada por SCI_Arc

El Código Civil de California, Sección 1929 y 1941 excluye el acaparamiento de basura no deseada en el patio.[1]  El mandato responsabiliza a los inquilinos y propietarios al proporcionar una base legal para los arreglos de vivienda sanitaria. En el Valle Central de California, particularmente en las zonas agrícolas rurales, esta convención es culturalmente problemática.
Las pilas de basura son tradición, un rasgo distintivo de la zona. Son tan familiares como las queridas granjas del lugar. El desorden acumulado alrededor de las granjas se guarda para su uso posterior, organizado por la sensibilidad de un individuo hacia la recolección y la composición. Paletas de envío, paquetes de heno, leña, mantillo de cedro: estos se consideran inadecuados por código, villanos como basura; sin embargo, los gnomos de jardín, los jinetes del patio, los flamencos y las telas de araña sintéticas de Halloween son una práctica tolerada como expresiones bienvenidas de los patios de autor.

Para las personas entusiastas de las cosas, la basura agrega valor al patio. Hay más cosas para ver, cuya saturación es personalmente agradable. Es gratificante mirar seis paquetes de heno, apilados uno por dos, uno encima del otro, apoyados contra el revestimiento de tablas y listones de una casa. Uno de los paquetes de heno está apuntalado por la cerca blanca de 18 pulgadas en el centro que rodea la pila, protegiéndola del ganado. En la base de la pila hay una colección de maceteros hechos a mano, que varían en diámetro. Un conjunto de figuras coleccionables está pegado entre las dos láminas de madera contrachapada arqueadas colocadas contra la pila. Al lado de este montón hay otro montón, que consta de paletas de envío y es igualmente emocionante.

Hay suficiente esfuerzo curatorial en las composiciones para que el énfasis no se concentre únicamente en la granja. En cambio, parpadea entre la variedad de artículos que lo rodean: la pila adyacente de paletas de envío, la cerca de piquete circundante, el cobertizo separado, la casa y luego de vuelta a las paletas de envío. Es difícil definir dónde se detiene la granja y dónde comienza la pila, o cómo el Código Civil de California delinea las colecciones de esplendor de los escombros. ¿Quién puede decir que esta basura es mejor que esa basura?

Además, el desorden físico en el patio está más en sintonía con nuestras prácticas contemporáneas. Ya sea que lo admitamos o no, nos gusta la basura, y recolectarla está de moda en este momento. Recolectamos adornos, recuerditos, suvenires. Recopilamos seguidores, vistas, likes, pokes. Recopilamos figuras a escala, bloques DWG, marcadores rojos, aglomerado. Aunque valorados de manera diferente, nuestros hábitos de almacenamiento no son muy diferentes de las configuraciones acumuladas en los jardines del Valle Central.

Tal como están las cosas, la distinción entre basura y granja es insignificante. Deberíamos considerar sinceramente las cosas típicamente desechadas como telón de fondo. Siempre existe la oportunidad de encontrar un valor de marcado en la convención, sin importar cuán mundano sea el tema. Esta no es una súplica personal para renunciar a la adorada granja, pero todavía no limpie el patio.

 


  1. Se puede acceder al código completo en la plataforma .gov de California, leginfo.legislature.ca.gov/faces/codes.xhtml

Dylan Krueger es un diseñador arquitectónico y educador con sede en Oakland. Recientemente completó un título post-profesional en Teoría y Pedagogía del Diseño en el Instituto de Arquitectura del Sur de California (SCI-Arc), donde anteriormente se desempeñó como miembro asistente de la facultad enseñando numerosos estudios de diseño y talleres técnicos. dylankrueger.com


Publicado en colaboración con Offramp, revista académica de SCI_Arc.

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Algunas propuestas para la Jefa de Gobierno: la basura https://arquine.com/algunas-propuestas-para-la-jefa-de-gobierno-la-basura/ Mon, 07 Jan 2019 15:18:25 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/algunas-propuestas-para-la-jefa-de-gobierno-la-basura/ Algunas medidas podrían ayudar a disminuir, aunque aparentemente poco, la cantidad de basura que se genera diariamente en la Ciudad de México. Para la nueva Jefa de Gobierno, demostrar un compromiso ante el reto del cambio climático cuenta mucho, sobre todo si estas medidas apuntan a cambiar el comportamiento de la gente.  

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Han pasado veinte años de que el gobierno de la Ciudad de México pregonara su compromiso ante los efectos del cambio climático y comenzara a elaborar planes para mitigar sus efectos.  Sin embargo, es hasta el 2008 que encontramos quien enfrentó ese compromiso: Martha Delgado, a cargo de la SEDMA en aquel entonces, comenzó la transformación para que la ciudad realmente redujese sus emisiones de gases de efecto invernadero.

En 10 años sólo en un rubro —el consumo de energía no renovable en edificios públicos— se ha conseguido la tan deseada reducción. La modernización de los taxis —aventura comenzada por Marcelo Ebrard y continuada por Miguel Angel Mancera— ha fracasado rotundamente, en parte porque la mayor cantidad de emisiones generadas en este campo proviene de los vehículos privados y en otra, porque el problema de las emisiones por fuente, en este caso medios de transporte, no se limita a la Ciudad de México sino alcanza toda el área metropolitana, donde lamentablemente no existe voluntad política para implementar las políticas de cambio necesarias, como impuestos a los vehículos que más emisiones generan. 

El eco de este tipo de aspiraciones se ha dejado ver en otras áreas, como la gestión integral de residuos sólidos que, a batacazos, la anterior administración capitalina intentó solucionar en parte mediante la creación de una planta de incineración de residuos para generar energía. Otro gran proyecto fallido en la escala macro. Sin embargo, loable es el avance en la manera de generar cambios en el comportamiento de la gente para que la generación de residuos disminuya sustancialmente. Mucho se ha hecho para sensibilizar y concientizar. Por ello, sobre la realidad, hay que abocarse al juego en corto, a lo práctico y simple de ejecutar, a iniciativas que tengan el potencial para encaminar a la ciudad en la trayectoria correcta en el origen mismo de las acciones. 

En la Ciudad de México se generan poco más de 12 mil toneladas de basura diariamente. Es decir, cada habitante produce poco más de kilo y medio diario de basura en promedio. Sólo en tres delegaciones se concentra el 18% de la generación diaria de basura total —no per capita. A la Jefa de Gobierno quizá le costaría muy poco implementar una ley que obligue a las tiendas OXXO —la tienda de autoservicio con mayor número de sucursales en el área metropolitana, a tener puestos de recarga de agua potable —cobrada, por su puesto. Esta iniciativa, ayudaría a eliminar las 70 botellas de plástico que consumen en promedio los capitalinos cada año. También le costaría muy poco presentar una iniciativa de ley para prohibir y multar por la distribución de propaganda impresa en la ciudad. Si esto se aplica, se eliminarían dos kilogramos de basura por ciudadano al año. 

Entre las dos medidas se estarían eliminando casi cien toneladas de basura diaria en la ciudad. En la escala del problema resulta poco, pero cada contribución cuenta y va en la dirección correcta. Para la nueva Jefa de Gobierno, demostrar un compromiso ante el reto del cambio climático cuenta mucho, sobre todo si estas medidas apuntan a cambiar el comportamiento de la gente.  

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