Resultados de búsqueda para la etiqueta [Antropoceno ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Thu, 20 Jun 2024 16:57:01 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 De construir el suelo. 
Conversación con Francisco Díaz https://arquine.com/de-construir-el-suelo-conversacion-con-francisco-diaz/ Thu, 20 Jun 2024 16:24:08 +0000 https://arquine.com/?p=91118 Conversamos con Francisco Díaz, ex editor de la revista 'ARQ', sobre su reciente libro 'Suelo'. Esta conversación forma parte del número 108 de la revista Arquine, cuyo tema es, precisamente, suelos.

El cargo De construir el suelo. 
Conversación con Francisco Díaz apareció primero en Arquine.

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Francisco Díaz es arquitecto por la Universidad Católica de Chile, tiene un master en Crítica, Curaduría y Prácticas Conceptuales por la Universidad de Columbia, y es candidato a doctor por el Politécnico de Turín. Fue editor de la revista ARQ y es autor del libro Patologías contemporáneas: ensayos de arquitectura tras la crisis de 2008 (2019, Uqbar editores). La publicación de su libro más reciente, Suelo (2023, editorial Bifurcaciones), inspiró esta conversación, que se publica en su versión completa en el número 108 de la revista Arquine.

Las ilustraciones que acompañan esta conversación fueron realizadas por Orra White Hitchcock (1796–1863), una de las primeras mujeres ilustradoras, artistas botánicas y científicas en los Estados Unidos.

Alejandro Hernández Gálvez: Primero, como pregunta obvia: ¿cómo llegaste y cómo abordas el tema de suelo?

Francisco Díaz: Estaba trabajando en temas de uso y propiedad del suelo cuando me invitaron de la editorial Bifurcaciones a participar en una colección de libros cuyos títulos tenían una sola palabra, referida a conceptos espaciales. Me pasaron una lista de palabras y no estaba “suelo”. Se las propuse y me dijeron que estaba perfecto. Empecé a armar un mapa para abordar el tema y me di cuenta de que no había posibilidad de tener un hilo conductor, una narrativa lineal, sino que la única forma era encararlo desde distintos puntos de vista. Esto porque, al ser una sola palabra, no había adjetivos, entonces no tenía nada que cualificara el suelo. La idea era mostrarlo con la máxima cantidad de puntos de vista. A fin de cuentas, es imposible —y también indeseable— agotar el suelo.

 

AHG: No sé si la polisemia que tiene la palabra suelo en español ayuda o estorba. Suelo podría traducirse al inglés como floor o ground.

FD: Yo tenía tres: ground, soil y land. Land implica el ius soli, el derecho de una persona a tener una nacionalidad por nacer en un país.

 

AHG: Y entre esos términos se deslizan distintas maneras de entender al suelo: como superficie o en profundidad, como tierra o terreno. ¿Hay un giro en nuestra época que nos lleva a entender el suelo de otra manera desde la arquitectura?

FD: Los arquitectos tendemos a pensar el suelo como la línea inferior en el dibujo de una sección: una línea gruesa donde se indica que ignoramos qué hay más abajo. Por fortuna, creo que han aparecido unos mayores grados de preocupación respecto a cómo la arquitectura no clausura o sella el suelo. Ya que el espacio en el planeta es finito y su capa superior está viva, cada vez que construyes un edificio o una calle, sellas el suelo, y con eso le quitas al planeta superficie para respirar. El suelo respira en vertical, y creo que la arquitectura se está dando cuenta de eso. Por ejemplo, me parece interesante volver a mirar el urbanismo moderno en esta clave: pensando que la separación del edificio y el suelo puede tener un beneficio ecosistémico que antes no se consideraba.

 

 

 

AHG: Entonces Le Corbusier tenía razón…

FD: Pero desde una perspectiva que él no pensó. Se puede pensar incluso en agrupar la vivienda en torres, alejadas unas de otras, que permitan que haya suelos absorbentes entre ellas. El urbanismo moderno fue vilipendiado con razón, porque mataba la vitalidad de las ciudades. Pero ahora el problema quizás sea otro: la cantidad de suelo que estamos sellando. Otra cosa que me parece interesante es la noción del edificio como mecanismo. No es la máquina de habitar de Le Corbusier, sino una serie de sistemas diseñados —electricidad, desagües, etc. — que incluyen la dimensión ecosistémica. Es decir, lo que importa es cómo esos sistemas ayudan a que el edificio repare el entorno.

 

AHG: Me vienen a la mente dos dibujos que están entre los que dieron forma a este número. El Corte teórico (1832), publicado por Cuvier y Broignart. El otro es también una sección, y aparece en el libro que Kiel Moe dedica al edificio Seagram, de Mies van der Rohe: un corte que va desde ese edificio en Manhattan hasta la mina Chuquicamata (Chile), de donde se extrajo el cobre que se usó en la aleación para la famosa fachada. ¿Cómo entiendes tú esa relación entre el suelo, el dibujo del suelo y la arquitectura?

FD: Recuerdo dos libros que plantean esa discusión: A Billion Black Anthropocenes or None, de Kathryn Yussoff; y Geontologies, de Elizabeth Povinelli. Ambos libros discuten el origen de la geología como campo de conocimiento, porque esta ciencia dibuja las estratigrafías para entender las capas minerales del suelo. Ellas ligan el nacimiento de la geología al proyecto colonial, ya que se necesitaba saber la distancia de los sitios de extracción (no se puede mover el suelo, pero sí un dibujo del mismo). Los geólogos viajan y, como no pueden cortar el suelo, sacan muestras tubulares (calicatas) que despliegan y van leyendo en distintas capas. A partir de eso desarrollan una estratigrafía y ese dibujo puede viajar hacia el centro del poder colonial donde se decide si se hace una extracción. Por eso ambas autoras —desde distintas entradas— conectan la geología y el dibujo del suelo en sección, con el proyecto extractivista de la Ilustración. Por lo mismo, critican también la idea de Antropoceno, porque si la entendemos como una época geológica, quiere decir que es una noción certificada por la geología. Pero si esta ciencia fue clave para promover el proyecto colonial que generó la contaminación que hoy nos afecta, ¿por qué, si es parte del problema, le entregamos el poder de decidir en qué momento empieza una época? A fin de cuentas, la noción de Antropoceno —que los humanos hemos afectado tanto el planeta que hasta generamos una capa geológica— revalida a la geología. Entonces, si vemos el dibujo del suelo desde ese punto de vista, quizá sería mejor no saber tanto de él y dejarlo en paz.

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Ver el horizonte como lo mira una vaca https://arquine.com/ver-el-horizonte-como-lo-mira-una-vaca/ Sun, 13 Aug 2023 23:52:25 +0000 https://arquine.com/?p=81747 ​​“Orisons” es una obra de 'land art' en un sitio de casi 65 hectáreas en el Valle de San Luis, Colorado, realizado por la artista francesa Marguerite Humeau. ​​“Orisons” —​​“oraciones”— es una obra que casi no se ve y casi no toca un territorio donde, desde la colonización occidental hasta las últimas dos décadas de sequía, la mano del hombre, de ciertos hombres, quizá ya ha tocado y alterado demasiado el sitio.

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Cuando nuestros ojos se detienen en una pintura de Rembrandt, nuestra mirada se vuelve pesada, bovina de algún modo.

Jean Genet

 

Esto es una escultura, por supuesto. Eso dijo Rosalind Krauss al final del párrafo que describe Perimeters/Pavilions/Decoys, obra de Mary Miss, hecha en 1978 —que es una excavación en la tierra, apuntalada con postes de madera, y con una escalera, también de madera, que permite descender al fondo— y con el que abre su hoy famoso ensayo ​​“La escultura en el campo expandido”, publicado en 1979. Para Krauss, desde los años 60, con el land art, la escultura había entrado en una condición en la que se definía por la combinación de exclusiones: pese a estar en el paisaje y tener las dimensiones de un paisaje, no es paisaje; o pese a tener el tamaño y la conformación de una obra de arquitectura, no es arquitectura. El trabajo de Robert Irwin, Walter de Maria, Robert Smithson, Christo y, claro, Mary Miss, entran o abren esta categoría de obras que no son paisaje ni arquitectura pero, por supuesto, son esculturas.

A finales de julio se abrió —si así se puede decir— la obra de Marguerite Humeau titulada Orisonsque en las categorías del arte contemporáneo se clasifica como landart earthwork, y cuenta con una extensión de 160 acres —casi 65 hectáreas—. Orisons se encuentra en el Valle de San Luis, en Colorado. El valle es parte de los territorios que México “cedió” a los Estados Unidos tras la invasión de 1848 y cubre una superficie de más de 21 mil kilómetros cuadrados a una altitud, similar a la del Valle de México, de 2,300 metros sobre el nivel del mar. Sus ocupantes originarios son los Kapote y los Ute, y actualmente la mitad del territorio es propiedad privada dedicada al cultivo. Durante las últimas sequías el valle ha padecido por la escasez de lluvias, lo que algunos expertos ya califican como algo más que una sequía: desertificación.

Marguerite Humeau nació en 1986 en Francia y vive en Londres, donde estudió en el Royal College of Art. Su trabajo, según puede leerse en el sitio de la galería White Cube, “recorre grandes distancias en el espacio y el tiempo, desde la prehistoria hasta mundos futuros imaginados, en su búsqueda de los misterios de la existencia humana. Ella da vida a las cosas perdidas, ya sean formas de vida que se han extinguido o ideas que han desaparecido de nuestros paisajes mentales. Llenando vacíos de conocimiento con especulaciones y escenarios imaginados, su objetivo es crear nuevas mitologías para nuestra era contemporánea.”

En una entrevista con Maura Thomas, Humeau cuenta que a principios de 2020, antes de que se decretara la pandemia, Cortney Stell, curadora en jefe de Black Cube Gallery, la invitó a proponer un proyecto en el lugar de su elección. Se atravesó la pandemia y la propuesta quedó en pausa. Mientras tanto, Humeau investigaba la relación entre las hierbas y el suelo en el que crecen, lo que la llevó, entre otras cosas, a las imágenes aéreas de los círculos de cultivo intensivo en el desierto, que también pueden verse en el Valle de San Luis. Humeau le escribió a Stell que quería encontrar un círculo de esos para transformarlo en landart, y la galería Black Cube hizo la investigación hasta encontrar la granja Jones Faras Organics, quienes lo cedieron.

A Humeau la presentan como una investigadora infatigable, y entre los temas que estuvieron al inicio de Orisons, estuvo la misma idea de lo que es eso llamado land art. En otra entrevista, Humeau explica que, tras reflexionar sobre la idea asumida de que el land art es una obra de dimensiones tales que puede ser vista desde el aire, pensó que quería que su “trabajo tratara sobre nuestra relación actual con el medio ambiente como humanos en la Tierra, es decir, tocar la tierra lo menos posible físicamente (casi hasta el punto de que la intervención artística o poética se vuelve invisible), pero creando una obra de arte impactante, lo que sería intensificar, apoyar y celebrar la presencia de todos los seres vivos, en descomposición, muertos o latentes en el sitio, seres físicos, históricos, espirituales y mitológicos.”

En un texto titulado ¿Cuál es el papel del land art en una era de devastación ambiental?, Megan O’Grady inicia su descripción de Orisons de este modo:

Los visitantes pasan junto a una puerta para ganado en desuso. Oxidada, torcida, es el tipo de reliquia fantasmal del pasado en el que uno vislumbra el futuro. Al reconocerla como un ready-made, Humeau la dejó ser, instalando una simple banca en su interior. Construida con ladrillos hechos a mano por el arquitecto Ronald Rael, la banca permite a los visitantes sentarse aproximadamente a la altura de una vaca, rindiendo homenaje a sus antiguos usuarios bovinos. Pero no es, por supuesto, la perspectiva de la vaca lo que hace que la cerca del ganado sea interesante; es la nuestra, el de un ser humano del siglo XXI, capaz de percibir en ella la poesía oscura y la dialéctica sensual entre la naturaleza y los vestigios inquietantes de un pasado humano ya superado.

 

Horizontes

En su Teoría de la religión, Georges Bataille escribió:

No hubo paisajes en un mundo en el que los ojos que se abrían no aprehendían lo que miraban, en la que, a nuestra medida, lo ojos no veían.

¿Cuál es esa medida del hombre que hace que los ojos vean y aprehendan lo que miran? En otro texto, publicado en el sexto número de la revista Documents, que el dirigía, y titulado “El dedo gordo”, el mismo Bataille decía:

El dedo gordo del pie es la parte más humana del cuerpo humano, en el sentido de que ningún otro elemento de este cuerpo se diferencia tanto del elemento correspondiente del simio antropoide (chimpancé, gorila, orangután o gibón). Esto se debe al hecho de que el mono es arbóreo, mientras que el hombre se mueve por el suelo sin agarrarse de las ramas, haciéndose él mismo un árbol, es decir, elevándose derecho en el aire como un árbol, y tanto más hermoso cuando su erección es correcta. La función del pie humano consiste, pues, en dar firmeza a esa erección de la que tanto se enorgullece el hombre (el dedo gordo, dejando de servir para el posible agarre de las ramas, se aplica al suelo en el mismo plano que los otros dedos).

No sin jugar con el doble sentido —y la reducción de la humanidad al género masculino—, Bataille explica que la orgullosa erección que hace posible el dedo gordo, no sólo libera la mano para dedicarla a la fabricación de herramientas, sino que, al levantar la cara en un plano distinto al de otros animales, nos coloca de frente a un mundo objetivo y nos abre, literalmente, el horizonte. De nuevo en Teoría de la religión, Bataille explica la animalidad —aclarando que desde un punto de vista estrecho y discutible— como inmediatez o inmanencia: el animal no se distingue a sí mismo del medio en el que vive:

La distinción pide una posición del objeto como tal. No existe diferencia aprehensible si el objeto no ha sido puesto. El animal que otro animal devora no está todavía dado como objeto. No hay, del animal comido al que come, una relación de subordinación como la que une un objeto, una cosa, al hombre, que rehusa, a su vez, a ser mirado como una cosa.

Y si bien el andar erguidos en dos patas, con la cara levantada y la vista fija en el horizonte, es una característica común a la mayoría de las personas humanas —a partir, claro, de cierta edad—, la separación del entorno, la constitución de una diferencia —de hecho ontológica—, el humano erecto y lo otro, el mundo, quizá no se piense y viva de la misma manera en todas las culturas. En su libro Sexual Personae. Art and Decadence from Nefertiti to Emily Dickinson, la polémica Camille Paglia, tras afirmar que “la sociedad es un sistema de formas heredadas que reducen nuestra humillante pasividad ante la naturaleza”, hace de la mirada, de cierto tipo de mirada —“la mirada contemplativa y conceptual, la mirada del arte”— a la vez invento y origen del pensamiento occidental, que, erguido, deja de ver a la tierra y adorar diosas femeninas, y vuelve su mirada a los cielos y sus astros. “El ojo occidental hace cosas, ídolos de objetivación apolínea”. También dice que “si la civilización hubiera sido dejada en manos femeninas, seguiríamos viviendo en chozas de paja.” Escrito en 1990, hoy, cuando el Antropoceno es ya un término común —que además de recalificarse como Capital0ceno, como proponen Jason Moore y Donna Haraway, hay que pensar como Androceno—, cabe preguntarse si la civilización femenina de chozas de paja hubiera estado tan mal. En todo caso, si el horizonte es un producto de la mirada del hombre —occidental—, ¿cómo mira el horizonte una vaca?

 

Rembrandt

 

En los años 50, durante su estancia en Londres, el escritor francés Jean Genet vio por primera vez un cuadro de Rembrandt y quedó fascinado por su obra. En 1958 publicó un texto sobre el pintor y siguió trabajando en otros para un posible libro. También en los años 50, Genet conoció al joven Abdallah Bentaga, quien sería su amante. Bentaga era malabarista y funambulista, y Genet lo animó a ejecutar acrobacias cada vez más arriesgadas. Un día Bentaga cayó de la cuerda floja y, a causa del accidente, jamás pudo volver a caminar sobre ella. Terminó suicidándose en 1964. Genet se sintió responsable de la muerte de Bentaga y quemó todos los manuscritos que guardaba en una maleta, incluyendo lo que había escrito sobre Rembrandt. Sólo quedan dos textos: “El secreto de Rembrandt”y “Lo que queda de un Rembrandt partido en cuatro pedazos iguales y tirado por el escusado”,que se publicó en 1967.

Genet comienza ese texto contando un encuentro, una revelación:

Un día, al viajar en el tren, experimente una revelación: mientras veía al pasajero en el asiento frente al mío, me di cuenta de que cada hombre tiene el mismo valor que cualquier otro.

El encuentro fue tan instantáneo como accidental: cuando Genet levanta la mirada y ve hacia el frente descubre la del otro pasajero, que ha hecho lo mismo. Los dos se ven viéndose.

¿Experimentó él, ahí y entonces, la misma emoción —y confusión— que yo? Su mirada no era la de otro: era mi propia mirada lo que encontré en un espejo, inadvertidamente y en un estado de olvido de sí. Sólo puedo expresar lo que sentí de esta manera: yo flotaba fuera de mi cuerpo, por sus ojos, hacia el suyo al mismo tiempo que el flotaba hacia el mío.

Genet explica que no encontró esa experiencia nada placentera. La revelación de que, bajo su apariencia, ese hombre era igual a él, que había una comunión profunda entre ambos, le disgustó. Sin embargo, cuenta que pasó de la idea de que todo hombre es como cualquier otro hombre, a la de que cada hombre es todos los hombres. Y que incluso llegó a sentir lo mismo en los ojos fijos, pero que aún miran, de las cabezas de ovejas apiladas en el mercado.

¿Y Rembrandt? En la edición de 1967 en la revista Tel Quel, el texto de “Lo que queda de un Rembrandt” se publicó junto con aquél publicado primero en 1958, “El secreto de Rembrandt”Junto, literalmente: Lo que queda en la columna izquierda, en redondas, y El secreto en la columna derecha, en itálicas. Así, a la revelación que Genet tiene en el vagón de tren al cruzarse su mirada con la del pasajero de enfrente y darse cuenta que cualquier hombre es igual otro, a todos, corresponde la afirmación de que “nuestra mirada puede ser veloz o lenta, lo que depende más de la cosa que vemos que de nosotros” y, casi inmediatamente, el que “cuando nuestros ojos se detienen en una pintura de Rembrandt, nuestra mirada se vuelve pesada, casi bovina.” Genet afirma que “algo la retiene, una fuerza pesada.” Para Genet, en la pintura de Rembrandt no hay “referencias a personas identificables”, no hay “detalles, características  que hagan referencia a trazos de carácter, a alguna sicología individual” —excepto quizá, aclara, en la larga serie de autorretratos—. Y, sin embargo, no es porque los personajes que pinta sean “esquemáticos y, por tanto, despersonalizados.” Al contrario. Una capa de pintura tras otra, Rembrandt pinta cuerpos de carne que, dice Genet, “digieren, son cálidos, pesados, huelen, cagan.” En la pintura de Rembrandt, “el ojo reconoce el objeto al mismo tiempo que reconoce la pintura como tal.” Rembrandt, dice Genet, nos presenta la pintura “como una materia distinta que no se avergüenza de ser lo que es”. Para eso, sigue Genet, “Rembrandt tuvo que reconocerse como hombre de carne, de sangre, de lágrimas, de sudor, de mierda, de inteligencia y de ternura, de otras cosas también, ad infinitum, pero ninguna de ellas negando a las otras, de hecho cada una acogiendo a las otras.” Así, Rembrandt alenta y hace pesada nuestra mirada, como la de una vaca, “no sólo deteniendo el tiempo que hacía a sus sujetos fluir hacia el futuro, sino haciéndolo fluir haca atrás hacia eras remotas. Mediante esta operación, Rembrandt consigue la solemnidad. Así descubre por qué, a cada momento, cada momento es solemne: lo sabe desde su propia soledad.”

 

Orisons

 

 

Dice Humeau que lo primero que se preguntó al empezar a trabajar en Orisons fue “cómo se entiende la escala, cómo se puede tener impacto” y revisó las grandes piezas de land art. Frente que se miden frente al paisaje con una escala monumental pera claramente visible, desde lejos, desde el aire, como una intervención hecha por el hombre —de Spiral Jetty de Robert Smithson a Cityde Michael Hazer, más allá de sus muy distintas materialidades y modos de construcción—, Humeau optó, en cierto sentido, por desaparecer y dejar que la tierra misma —land— fuera el arte:

Pensé, antes que nada, que la obra es la tierra. Lo que hago como artista es sólo celebrar o ayudar o apoyar o sólo cuidar lo que ya está ahí. No se trata de dejar mi marca o algo de ese tipo. Primero, tenemos que detenernos y mirar, y para eso debemos poder reposar, recostarnos. Pensé que tal vez sólo habría que poner algunas bancas. ¿Cómo ayudo a los humanos a detenerse y mirar y ser testigos?

Para Humeau, esa experiencia de detenerse, mirar y ser testigos, es una experiencia que busca ser colectiva. No sólo trascender la individualidad subjetiva sino incluso la comunidad humana:

Estoy interesada en vincular, cuando hablo de seres vivos, no sólo los seres vivos que viven ahí, sino también quizá seres mitológicos que viven en la imaginación de los pueblos, en nuestros imaginarios colectivos. […] Para mi se trata realmente de cómo fundirnos con una vida entera más grande. De cierto modo, podemos hablar de un mundo postclima. Tal vez no debiéramos estar tan obsesionados con nuestra propia extinción; tal vez nos debería preocupar la vida, porque la vida nos sobrevive.

Orisons, palabra casi homófona con horizontes, viene del inglés antiguo orisoun, que a su vez proviene del anglonormando oreison, y ésta del francés antiguo oraisun, que finalmente deriva del latín oratio, orationem, raíz también de nuestra palabra oración. Orisons es un rezo, una plegaria callada, casi invisible, que, casi sin tocarlo —ya la mano del hombre, de ciertos hombres, desde la colonización hasta la crisis climática, lo ha trastocado lo suficiente— busca propiciar una experiencia de re-ligarse con un entorno y una vida mayor, mucho mayor que cada una de nosotras, pero que quizá revela, como la experiencia acaso mística de Genet en el vagón de tren y su lectura de la obra de Rembrandt, una comunidad posible, una mismidad en la otredad.

 

Observar, cuidar

 

 

Los pueblos indígenas de todo el mundo están viendo y sintiendo los impactos del cambio climático y ya están preparándose para lo que vendrá a medida que el planeta sigue calentándose. Porque son cuidadores y observadores de la tierra a largo plazo, los pueblos están preocupados por la salud de sus comunidades y el mundo natural del que dependen y con el que tienen estrechos lazos materiales y espirituales. Acciones climáticas —también conocidas como “estrategias de adaptación”— se están planificando en todo el mundo para proteger y preservar la naturaleza, entornos para las generaciones actuales y futuras.

Núchíú. Ute Mountain Ute Tribe Climate Action Plan.

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Los lugares del Antropoceno https://arquine.com/los-lugares-del-antropoceno/ Mon, 02 Jan 2023 15:20:16 +0000 https://arquine.com/?p=73660 La idea del Antropoceno como era geológica nos hace entender y pensar que las repercusiones de un edificio, así como la responsabilidad de quienes lo diseñan y construyen, van mucho más allá de la cuadra o el barrio donde se insertan.

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En una nota publicada por el periódico The Guardian el primero de enero de este año, Robin McKie, editor de ciencia de dicho diario, comenta que “en unas cuantas semanas varios geólogos seleccionarán el sitio que demuestra de la manera más vívida cómo los humanos han cambiado la estructura de la superficie de nuestro planeta. Escogerán un lugar que piensan ilustra de la mejor manera cuándo nació una nueva era —que han llamado Antropoceno— y el Holoceno, su predecesora, llegó a un fin.” El término fue acuñado en el año 2000 por Paul Crutzen y Eugene Stoermer para referirse a una era “en la que muchas de las condiciones y los procesos en la Tierra han sido alterados de manera profunda por el impacto humano, intensificándose especialmente desde el inicio de la industrialización”.

Por supuesto, el mismo término Antropoceno ha sido cuestionado. No sólo por quienes, ignorantes o cínicos, pretenden negar la agencia y responsabilidad humana en las transformaciones planetarias que hoy vivimos, o incluso negar que esos cambios sean transformaciones radicales, sino también por quienes reconocen ambas cosas: que la Tierra está cambiando y que eso se debe en gran parte a nuestras acciones, pero acotando quiénes somos “nosotros”. Es en ese sentido que Jason W. Moore ha hablado de Capitaloceno: “La crisis que estamos experimentando no es el fracaso de una especie, es el fracaso de un sistema.” Para Moore, culpar a la humanidad entera de la crisis ecológica es culpar en buena medida también a las víctimas:

Hay un mundo de diferencias políticas entre decir “¡Los humanos lo hicieron!” y decir “¡Algunos humanos lo hicieron!” Pensadores radicales y activistas por la justicia climática han empezado a cuestionar una distribución tan fuertemente igualitaria de la responsabilidad histórica por el cambio climático, en un sistema empeñado en una marcada desigualdad en la distribución de la riqueza y el poder. Desde este punto de vista, la frase cambio climático antropogénico es una forma especial de culpar a las víctimas de la explotación, la violencia y la pobreza. ¿Una alternativa más acertada? La nuestra es una era de crisis climática capitalogénica.

En cualquier caso, como reporta McKie, el grupo de geólogos busca identificar el lugar que pueda ilustrar de mejor manera los cambios que el Antropoceno o Capitaloceno ha producido en nuestro planeta. En un artículo publicado en el sitio de la revista Nature el 13 de diciembre pasado, McKenzie Prillaman explica que “formalizar el Antropoceno uniría esfuerzos para estudiar la influencia de la tente en los sistemas terrestres, en campos que incluyen la climatología y la geología”, y también “podría presionar a quienes toman decisiones sobre políticas a tomar en cuenta el impacto de los humanos al tomar dichas decisiones”.

El grupo de geólogos ha reducido a 9 la lista de los sitios que podrían ser seleccionados como “el lugar del Antropoceno”. La Bahía de Beppu, en Japón; el Lago Crawford, en Canadá; el arrecife Flinders, en Australia; la cuenca de Gotland, en el Mar Báltico; el núcleo de hielo Palmer, en el Antártico; el lago Searsville, en California; el lago Sihilongwan, en China; y el arrecife West Flower, en el Golfo de México. Estos sitios no son seleccionados especialmente por haber sido alterados de manera catastrófica —al contrario, hay muchísimos otros que corrieron con peor suerte— sino por haber capturado y acumulado sedimentos y partículas químicas que permiten fechar con cierta precisión el momento en el que la actividad humana —o la producción y explotación capitalistas, más bien— tuvieron una incidencia significativa en la ecología de la Tierra.

Más allá de los debates entre geólogos y otros científicos, teóricos sociales y pensadores sobre lo que pueda ser el Antropoceno y sus implicaciones, así como el nivel de responsabilidad y las acciones a tomar no por una humanidad genérica sino por distintas personas, instituciones, gobiernos y empresas, resulta interesante y necesario empezar a entender lo que esto implica para la arquitectura, a la escala no sólo de las ciudades sino de los edificios. Aquella sección del edificio Seagrams, diseñado por Mies van der Rohe en 1958, en Nueva York, dibujada por Kiel Moe y que llega hasta las minas en Chile de donde se extrajo parte de la materia que terminó conformando una de las fachadas icónicas del siglo XX, demuestra que las repercusiones de un edificio, así como la responsabilidad de quienes lo diseñan y construyen, van mucho más allá de la cuadra o el barrio donde se insertan.

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Atender la crisis climática implica recomponer los espacios que habitamos. Conversación con Francisco Serratos https://arquine.com/atender-la-crisis-climatica-implica-recomponer-los-espacios-que-habitamos-conversacion-con-francisco-serratos/ Wed, 26 Oct 2022 06:10:56 +0000 https://arquine.com/?p=70765 La arquitectura es una disciplina que tiene el mayor reto ante la crisis climática porque es la que ataja el peor de los retos por venir: el crecimiento de los océanos, el transporte público y el diseño de ciudades sustentables.

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Francisco Serratos, licenciado en Literatura por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y maestro por la New Mexico State University, es ensayista, crítico y editor.

Christian Mendoza: En tu libro El Capitaloceno. Una crisis radical de la crisis climática (UNAM-Festina, 2020), mencionas que, “para entender la relación entre extinción y sociedad”, se tiene que hablar “de la división entre naturaleza y sociedad”. La ciencia, la economía y la arquitectura, han pensado desde hace milenios que la naturaleza es un recurso que debe servir a la civilización. ¿Puedes precisar qué es el Capitaloceno y cómo se distingue del Antropoceno?

Francisco Serratos: El Antropoceno es ya es un concepto asimilado en la cultura popular. Se ha popularizado precisamente por los reportes sobre la crisis climática y sus consecuencias. Sin embargo, a la gente le da mucha curiosidad el sentido de ese concepto. Yo no creo que el Antropoceno sea algo opuesto al Capitaloceno. Simplemente, son dos tipos de discursos que intentan crear una narración o argumentación sobre lo que estamos viviendo, sobre causas y consecuencias y sobre culpables y víctimas. Estamos viviendo una batalla de narraciones ideológicas sobre cómo llegamos hasta aquí y sobre cómo vamos a salir. El Antropoceno surge como un concepto digamos científico, pero a veces los científicos no tienen formación humanística o sociológica. Generan conceptos y los sueltan sin ser conscientes de cómo tiene una repercusión en los social y lo político. La pandemia es un ejemplo de los usos políticos que se le puede dar a una enfermedad y a una crisis. El concepto de Antropoceno, curiosamente, se plantea por primera vez en México, aunque ya tiene una larga trayectoria desde que comenzó la Revolución Industrial. El concepto es nombrado en un congreso celebrado en Cuernavaca gracias al climatólogo Paul Crutzen. Cuando uno se va a la raíz del Antropoceno —la era de la humanidad— se esconden muchas causas ideológicas de la crisis climática. A partir de entonces se empieza a cuestionar si somos todos los seres humanos quienes estamos destruyendo del mismo modo el planeta, si es nuestra naturaleza destruir los ecosistemas que sustentan nuestra vida o si son los sistemas políticos y económicos los que determinan la manera en que nos relacionamos con la naturaleza, con nuestro entorno. Ahí es cuando surge el Capitaloceno como una contranarrativa del Antropoceno. El Capitaloceno trata de redirigir la atención no hacia la humanidad en abstracto, como la culpable de lo que estamos viviendo, sino a condiciones históricas específicas. En el discurso político seguimos insistiendo en que no somos los humanos en tanto humanos quienes destruimos el planeta, sino los humanos actuando dentro de un sistema económico que nos lleva a relacionarnos con la naturaleza de manera destructiva. El concepto de Capitaloceno es un argumento histórico, social, político y económico sobre la crisis climática, sobre sus causas, efectos y, sobre todo, sobre nuestro futuro como especie de este planeta. 

CM: Hay quienes piensan que el cambio climático empezó con la conquista de América. ¿Cómo incluyes esta otra versión que habla sobre la conquista del territorio como una modificación climática?

FS: Yo partiría desde mucho más atrás. Las primeras víctimas del capitalismo fueron los mismos europeos. Las élites fueron agotando poco a poco las maneras de acumular riqueza y fue lo que los obligó a tener que navegar hacia otros territorios para encontrar nuevas rutas de comercio para que esas élites pudieran seguir enriqueciéndose. Entre 1350 y 1500 fue una época dorada del proletariado. Debido a muchos eventos climáticos y ambientales, como la peste bubónica que mató a miles y el comienzo de la Pequeña Edad de Hielo, no había campesinos suficientes para trabajar la tierra. Se organizaron para exigir mejores condiciones laborales y menos impuestos. Como el clima se estaba enfriando, los campos europeos ya no eran tan productivos. Esto les dio ventaja a los campesinos para negociar con los señores feudales. No será sino hasta la llegada del capitalismo que este campesinado sufrirá lo que Silvia Federici llama un proceso de desacumulación crónica. A partir de la llegada del capitalismo, estos campesinos van a perder muchos privilegios que habían ganado organizándose y la conquista de América les dará a aquellas élites una manera para no depender tanto de esos campesinos, al contar ahora con un continente lleno de gente, de recursos minerales baratos para explotar, lo que les permitió continuar con el proceso de acumulación. La misma Federici dice que la llegada del capitalismo produjo una miseria como no se había visto en la historia de la humanidad. La conquista es un gran capítulo en la historia del Capitaloceno porque fue la fundación del sistema que hoy vivimos: la explotación de la naturaleza y de la gente. No se puede separar una de la otra. Para sobrevivir, el capitalismo no puede pagar justamente por esos recursos, no sería sostenible como un sistema económico.

CM: ¿Cómo crees que esto tiene repercusiones en el territorio, el paisaje, las ciudades e, incluso, la arquitectura? 

FS: El capitalismo es una forma de organizar la naturaleza, además de que plantea la creación de los espacios que habitamos. Creo que la arquitectura es una disciplina que tiene el mayor reto ante la crisis climática porque es la que ataja el peor de los retos por venir: el crecimiento de los océanos, el transporte público y el diseño de ciudades sustentables. En la medida en que se calientan y se expanden los océanos, hay ciudades que están en riesgo de desaparecer. Durante el siglo XX Tokio se hundió cuatro metros, sólo por poner un ejemplo. Algunas otras ciudades, como Shanghái o Hong Kong, corren un riesgo similar. En Indonesia, la capital se mudó de Yakarta, ciudad con unos 10 millones de habitantes, debido, entre otras cosas, a la velocidad con la que se está hundiendo. En ese sentido, los espacios que habitamos hoy, sobre todo desde la implementación del neoliberalismo, se han convertido no en espacios para vivir y generar bienestar sino en espacios de especulación financiera. No hablo solamente de ciudades, sino también, por ejemplo, de bosques, a los que se le asigna un precio para ser conservados o explotados. Nosotros, como habitantes de esos espacios —aunque en realidad somos cohabitantes, ya que convivimos con animales no-humanos y plantas— nos volvemos simplemente inversores y consumidores de ese espacio. Si hablamos solamente de las ciudades, la cosa se pone un poco más grave. Con la algoritmización de las ciudades, el espacio público se disecciona para obtener ganancias. Los espacios se construyen y se diseñan en esos términos. Ulrich Brand y Markus Wissen dicen que los espacios urbanos son lugares pensados para construir lo que llaman “el modo de vida imperial”, un estilo de vida basado en zonas de sacrificio humano y no-humano. Como complemento a esta idea, el geógrafo Gray Brechin da una definición de ciudad como una mina invertida y estudia la construcción de San Francisco, ciudad fue creando en las periferias zonas de sacrificio ambiental. Las ciudades consumen demasiados materiales y lo peor de todo es que construyen y se expanden, pero quienes resultan beneficiados por estos nuevos espacios son una minoría. Otro caso es China, que es el mayor consumidor de concreto y materiales de construcción en el mundo. A mitad de siglo, cuando llega el Partido Comunista al poder, tenía nada más 69 ciudades. Hoy tiene 658 y se planean construir en las siguientes décadas cincuenta mil rascacielos sumados a los que ya existen. ¿De dónde va a salir ese material? Probablemente del Sur Global. Hay que recordar que en 2021 se anunció que, por primera vez en la historia de la humanidad, la masa antropogénica ha superado la biomasa del planeta. Ya hay más cosas manufacturadas por humanos que vida animal y vegetal en términos de masa. La mayoría de esta masa antropogénica es puro concreto. ¿Qué quiere decir esto? Que las ciudades, por la manera en la que se han diseñado, son grandes responsables de la crisis climática y recalco que esto beneficia a una minoría. Solucionar la crisis climática implica solucionar esa desigualdad y, por lo tanto, recomponer los espacios que habitamos. 

CM: Mckenzie Wark dice que es irónico que las arquitecturas que más se producen son las arquitecturas de la frontera. ¿Crees que esta vigilancia geopolítica modifique la manera en la que vivimos en las ciudades?

FS: Pienso en el ejemplo de Israel y Estados Unidos porque trabajan juntos en un mismo proyecto, que es la contrucción de fronteras. Recuerdo una frase que me gustó: la crisis climática va a “palestinizar” el mundo, en el sentido de que va a generar la construcción de muros para contener las masas migratorias causadas por eventos climáticos, algo que ya estamos viendo, digamos, con los migrantes de Haití. Estados Unidos concibe la crisis climática como una cuestión no humanitaria sino de defensa nacional. Ellos se están preparando de esa manera. También Europa está construyendo ese tipo de muros en el mediterráneo para controlar la migración de muchas personas de África que huyen de sequías intensas, de eventos climáticos extremos. Ante esto, hay que recordar que los países del Norte Global son responsables de casi el 80 por ciento de las emisiones históricas, sin olvidar que han agravado las ecologías en otros países con el extractivismo. Y en lugar de resarcir, lo que van a hacer es amurallarse pensando que así pueden aminorar los peligros que se avecinan: construyendo espacios urbanos y no urbanos donde la vigilancia y el control dominan nuestra vida cotidiana.

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Territorios en movimiento. Conversación con Brigitte Baptiste https://arquine.com/territorios-en-movimiento-conversacion-con-brigitte-baptiste/ Tue, 18 Oct 2022 13:44:58 +0000 https://arquine.com/?p=70392 El diseño nos va a permitir crear nuevos mundos siempre y cuando se permita la libertad en la experimentación. El diseño tiene que ser experimentado, correr riesgos que tuerzan su sentido. Tiene que reorganizar los sistemas de relaciones que están presentes partiendo de una intervención que se hace bien con un objeto, bien con una institución, bien bajo la idea de que uno puede diseñar políticas o, incluso, diseñar planetas.

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Brigitte Baptiste es una bióloga colombiana. Estudió en la Pontificia Universidad Javeriana y realizó estudios de maestría en la Universidad de Florida. Actualmente es rectora de la Universidad EAN.

En su “Manifiesto ciborg”, la bióloga Donna Haraway planteaba que la manera de aproximarse al territorio que habitamos debía ser mediante una mirada que desmontara las certezas científicas, ya que el punto de vista humano es la única manera de entender lo que nos rodea, lo que trae como consecuencia que sólo miremos nuestro entorno para poder someterlo y explotarlo. Décadas más tarde, cuando es más que necesario repensar nuestra relación con el territorio, Brigitte Baptiste, igualmente bióloga, afirma que la lectura del territorio tiene que ser diversa y multiescalar, ya que los humanos cohabitamos con lo vivo y lo no-vivo, con un ecosistema del que sólo representamos una mínima parte. En esta conversación, la rectora de la Universidad EAN da algunas claves sobre su pensamiento respecto al territorio, las consecuencias de la arquitectura y las posibilidades que tiene el diseño ante un mundo cada vez más convulso. 

Christian Mendoza: Las maneras de entender el territorio son diversas y amplias. Disciplinas como la arquitectura y el urbanismo, tal vez hayan tenido una visión reductiva o limitada del territorio. Desde tu práctica científica, ¿cómo entiendes el territorio?

Brigitte Baptiste: Hace muchos años, yo inicié mi carrera como estudiante de arquitectura. Fui pasando del proceso creativo del hábitat humano hacia una construcción que fuera sensible al sitio. Hay muchas escuelas que hablan de eso. Sobre todo, recuerdo a Kevin Lynch, quien influyó mucho en lo que hice después: convertirme en bióloga y en ecóloga del paisaje. Con esto, cambia un poco la lente con que uno mira lo que llamamos “territorio”. Fundamentalmente, creo que el descubrimiento que hice fue que el territorio es un poco más complejo de lo que siempre creemos y requiere un análisis que lea simultáneamente varias escalas, que es a veces lo que la arquitectura no logra, sobre todo cuando no se conecta bien con el urbanismo y con procesos que se dan cuando se agregan otros fenómenos que rebasan a la arquitectura misma. La lectura que yo hoy hago del territorio está muy basada en la ecología del paisaje, la cual a su vez reposa en la complejidad física de procesos biológicos, así como en procesos culturales que no pueden controlarse y que, de hecho, son a menudo espontáneos. Si uno interfiere, se arriesga a muchas sorpresas.

CM: Has dicho que “nada es más queer que la naturaleza. ¿Cómo puede ayudar la teoría queer a entender un territorio cada vez más convulso y en disputa?

BB: La imagen que tengo es que los componentes del territorio los hemos tratado de definir demasiado. Hemos tratado de exprimir la cualidad ontológica de las cosas con las que nos encontramos para poder operar sobre ellas. Eso ha generado una ruptura. Diría yo que incluso un congelamiento de la realidad. Entre más tratas de definir los objetos como objetos puros, pierdes la noción de los efectos que tiene la conectividad y las relaciones que se pueden establecer a partir de la funcionalidad. La ecología queer intenta mirar a los objetos de soslayo. Si no tratas de iluminarlos de frente, probablemente se verán un poco más difusos y, por ende, más dispuestos a formar parte de una red de sentido de un ecosistema que ya está en movimiento. Este método puede ser muy pertinente porque reconoce que no hay nada puro, que no hay nada que cumpla las expectativas al cien por ciento. Es muy bueno ese gesto irónico que tenemos que hacer para acomodarnos a la realidad. Es una mirada torcida que, obviamente, tiene que ver con el deseo y con el temor a lo desconocido, pero también con la búsqueda de experimentar cosas raras. Eso es muy inspirador para mí. 

CM: Has hablado sobre cómo la ciencia moderna ha vuelto al territorio mero objeto de estudio. ¿Cómo se puede superar esa visión y entender, de otras maneras, la relación entre el territorio, los cuerpos que lo ocupan o los sujetos políticos que buscan controlarlo o gestionarlo?

BB: Hay que ablandar nuestra posición. Debemos confiar menos en las taxonomías, en el ordenamiento basado en la estructura. Hay que preferir una mirada relacional entre los sujetos que forman parte de un sistema. Hay que buscar pensar siempre más en sinergias que se establecen constituyendo niveles superiores de estabilidad o de funcionalidad. Sobre todo, se debe reconocer la complejidad de que el territorio es inabarcable e inagotable, además de que es perjudicial la pretensión de agotar al mundo con el conocimiento. Pareciera que siempre estamos a un paso de controlarlo completamente y esa aspiración simplemente es destructiva, porque deja en claro que no queremos formar parte de un sistema capaz de evolucionar y desplegarse a lo largo del tiempo para poder disfrutar lo que significa la vida. En este sentido, por eso creo que es tan importante la visión artística en la ciencia, la cual debe tener la capacidad de innovación y de interpretación libre de la realidad que esté lejos, por ejemplo, de la mera mímesis. Debe crearse un espacio que busque crear puentes entre las ideas de la funcionalidad territorial, la sostenibilidad y el futuro de lo humano. Definitivamente, se necesita una visión artística capaz de interpretar nuestra posición en él. 

CM: ¿Crees que la arquitectura y el urbanismo también tengan que ablandar sus posiciones?

BB: Por supuesto. En retrospectiva, mi experiencia en la arquitectura me reafirmó esa idea de una arquitectura más emparentada con el arte que una arquitectura cercana con la ingeniería. Estoy segura de que han sido los últimos años en los que la arquitectura ha tenido que resolver problemas prácticos muy urgentes, como la vivienda popular, la vivienda para millones de personas desplazadas. Eventualmente he tenido que hacer ciertas concesiones y ciertos sacrificios, pero esto también tiene que ver con la formación de los arquitectos y el poder del mercado sobre la arquitectura, ya que se da prevalencia al costo-efectividad y no necesariamente a las soluciones creativas, a las alternativas que pueden establecerse en todos los campos de la acción humana, entre un pensamiento creativo y un pensamiento eficiente.

CM: El diseño puede jugar un rol muy importante ante la crisis que ya llegó. ¿Cómo entiendes, desde tu propio trabajo, al diseño y de qué manera piensas que puede incidir positivamente para atender tal crisis?

BB: El diseño nos va a permitir crear nuevos mundos siempre y cuando se permita la libertad en la experimentación. El diseño tiene que ser experimentado, correr riesgos que tuerzan su sentido. Tiene que reorganizar los sistemas de relaciones que están presentes partiendo de una intervención que se hace bien con un objeto, bien con una institución, bien bajo la idea de que uno puede diseñar políticas o, incluso, diseñar planetas. Lo importante es el efecto disruptivo del diseño y los principios que guían su actividad. Es muy importante la premisa de que hay que sanar el planeta, de que hay que sanar las relaciones entre los seres humanos, reconstituir la viabilidad de la forma del habitar. Siendo más estrictos, hay que reconstituir el hábitat: nosotros tenemos la responsabilidad de compartir esto con otros seres vivos. El diseño tiene una potencia gigantesca en la medida en que, guiado por principios éticos y políticos, puede proponernos esas nuevas alternativas a partir de nuestra experiencia histórica, por lo que el diseño obviamente puede ser retro, puede ser lateral, puede ser queer, puede ser muchas cosas. Lo importante es que exista la voluntad del diseño.

CM: Por otro lado, cierta concepción del diseño, desde objetos hasta ciudades, ha tenido una cara hoy ya no tan oculta: colonial, extractivista, excluyente en muchos casos. ¿Cómo podemos pensar otras ideas de diseño? ¿Y cómo lograr que esos diseños atiendan a los lugares donde surjan y entiendan las historias que les dan origen, más allá de la hegemonía del diseño “moderno” posterior a la revolución industrial?

BB. Lo primero que debemos hacer es rescatar el papel de la complejidad y la relación de esa complejidad con la diversidad. Igualmente, debemos reconocer la diversidad como un producto de la historia larga. La diversidad que se consolida a lo largo de los siglos y de los milenios tiene un componente biológico, geológico, climático y, por supuesto, un componente de relacionamiento. Esta capacidad de volver a historizar  al territorio con otros ojos es muy importante. Por ejemplo, el sur estaba abocado a recuperar esa visión de sí mismo ante otras múltiples visiones, ante el multiverso. Todas esas lecturas que resultan invisibilizadas o exterminadas por el colonialismo tienen que resurgir en la medida que los discursos externos puedan ayudar a descubrir ciertas cosas o a innovar. Se deben crear perspectivas híbridas. Por supuesto que se puede evolucionar mediante las evidencias, pero eso puede llevar a que se implante un esquema completamente violento que destruye o desaparece a la diversidad. Ese proceso causa mucho daño. Todos los días trato de que las personas sean más sensibles al contexto en el cual están habitando y entiendan o construyan una interpretación propia, afectiva e interesada consigo mismas, y no una extractivista, temporal o efímera. Concluyo con eso porque estamos trabajando en una zona de deforestación en la Amazonia. Ahí decían que la gente es la que tumba la selva, buscando asentarse y hacer una vida. Pero, al momento siguiente, dicen que ese habitar es temporal y que quieren volver a la civilización. No tenemos ni siquiera un proyecto colonizador con aspiraciones de permanencia en donde hasta podamos ver una semilla de futuro, pero no por eso deja de ser un proyecto colonizador expropiador. Necesitamos hacer muchos experimentos con base en conocimientos que provengan de muchos frentes diferentes porque, de no ser así, el experimento lo único que va a hacer es tener un efecto recalcitrante sobre la línea de pensamiento que busca rediseñar el mundo. Una escuela de pensamiento unívoco sólo profundiza los problemas y no entrega un conjunto de soluciones posibles. Los experimentos debemos hacerlos hibridando puntos de vista.

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Los pájaros: muerte por arquitectura https://arquine.com/los-pajaros-muerte-por-arquitectura/ Fri, 16 Sep 2022 15:04:19 +0000 https://arquine.com/?p=69159 Si el vidrio significó una posibilidad para modular mejor la “salud” del clima y controlar los entornos de los edificios, el ideal al que se debía aspirar, ahora significa un desafortunado destino para todas las criaturas aladas que, a decir de Vitruvio, podían darles importantes lecciones a todos los interesados en buscar el sitio más idóneo para levantar una ciudad.

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En el capítulo titulado “El lugar de una ciudad”, contenido en los tratados de Vitruvio, el arquitecto reflexiona sobre el sitio idóneo para erigir urbanizaciones fortificadas. Su primer consejo tiene que ver con el clima y su “buena” o “mala salud”. Para Vitruvio, el lugar en sí mismo alberga posibles beneficios o nocividades que afectan directamente al habitante; es decir, la salud proviene de donde se construye. El tratadista apunta que “si los vientos traen consigo nieblas de los pantanos y, mezclado con la niebla, el aliento venenoso de las criaturas de los pantanos, todo esto se arrastrará a los cuerpos de los habitantes”, infringiéndoles daño. Sin embargo, para Vitruvio esta perspectiva abarca a lo vivo y a lo no-vivo, al cuerpo humano y a la superficie de los graneros donde se almacenan las cosechas. Además, si el arquitecto quiere entender por qué se debe contemplar al clima, dice Vitruvio, basta con que considere la naturaleza de, entre otros animales, los pájaros. Éstos requieren de su propia “salud” climática para desenvolverse en sus entornos. “Por tanto, si todo esto es como hemos explicado, nuestra razón muestra que los cuerpos de los animales están formados por elementos, y estos cuerpos, como creemos, terminan debilitándose como resultado de exceso o deficiencia de éste o aquel elemento, por lo que no podemos dejar de creer que debemos tener mucho cuidado para seleccionar un clima muy templado para el sitio de nuestra ciudad”. El cuerpo de los animales es un punto de partida para quien proyecta una ciudad; para poder hacer que el entorno construido sea una extensión del entorno climático. 

Pero, ¿podemos decir que, desde los tiempos de Vitruvio, la fauna tiene un sitio urbano? Recordemos las fotografías que se difundieron ampliamente a los inicios de la pandemia en las que zorros, venados e incluso cocodrilos fueron captados mientras caminaban por las calles o reposaban en parques, sitios que, en principio, no les pertenecen. Pareciera que los animales se encuentran al margen de las dinámicas urbanas, y que los arquitectos no les tienen mucho que aprender para imaginar los espacios que serán habitados por una diversidad de cuerpos humanos y no-humanos, aún cuando exista una larga historia de coexistencia espacial entre la humanidad y los animales. Como lo comenta Tom Wilkinson en su ensayo “Edificios para animales”, publicado en The Architectural Review, es posible que la estructura de los entornos domésticos pueda ser modificada para incluir la compañía animal, como el jardín de María Antonieta donde moraban sus mascotas, o la casa para los patos para el miembro del parlamento británico Peter Viggers. Pero, apunta Wilkinson, a pesar de que es posible que compartamos nuestras casas con animales (y que esto a veces puede ser un gesto de exhuberancia monárquica), vivir como animales “está visto como algo abyecto; ‘eres asqueroso como un animal’ es una burla, y si dejas las puertas abiertas es como si hubieras nacido en un granero. Con esto en mente, la arquitectura ha sido utilizada intencionalmente como una herramienta deshumanizadora con las estructuras de cautiverio animal”. Los animales sólo pueden vivir en jaulas, ya sea que éstas estén diseñadas por Cedric Price, como el caso del zoológico de Londres, o sean las que utiliza el cazador.

Con esto en mente, podemos traer a colación otro tratado: El sistema de los objetos de Jean Baudrillard, un título con una influencia importante en el diseño y la arquitectura. Mientras que Vitruvio hablaba sobre la convivencia de lo animado y lo inanimado, Baudrillard funde esta distinción con una descripción singular: “¿Puede clasificarse la inmensa vegetación de los objetos como una flora o una fauna, con sus especies tropicales, polares, sus bruscas mutaciones, sus especies que están a punto de desaparecer?” Para Baudrillard, el diseño y la industrialización de materiales y objetos es un problema de taxonomía biológica, y el “ambiente”, un aspecto que mantiene similitudes con el “clima” ya que está referido al entorno donde se desarrolla el diseño, es lo que estructura el sentido de los objetos según su colocación. El arreglo de los colores, la disposición del mobiliario y las decisiones en acabados es lo que construye una especie de intangibilidad que, paradójicamente, define las cualidades o los errores del diseño. Apunta Baudrillard: “Un material resume este concepto de ambiente, en el cual podemos descubrir una suerte de función moderna universal del entorno: el vidrio. Según la publicidad es el ‘material del porvenir’, que será ‘transparente’ como todo el mundo sabe: el vidrio es, a la vez, por consiguiente, el material y el ideal que hay que alcanzar, el fin y el medio.” A decir del filósofo, el vidrio, por su ligereza, representa la disolución definitiva entre el adentro y el afuera, por lo que los espacios interiores pueden tener una relación más directa con un afuera al que se enmarca para añadir valor al proyecto: un cuarto con vistas siempre es más atractivo. 

Jarred Goodman, miembro de la organización Gente por el Trato Ético Animal (PETA, por sus siglas en inglés) ha declarado que los arquitectos podrían “prevenir billones de muertes de pájaros provocadas por edificios de cristal o espejados”, según reporta el sitio Dezeen. El activista menciona que el choque en la superficie de los edificios es la principal causa de muerte en especies aviarias, mencionando que esto se da “por mera negligencia o simple indiferencia”, algo opuesto a lo que sucede con industrias que ejercen crueldad de manera más activa, como la producción de pieles para la moda. Para Goodman, todo podría evitarse con una simple enmienda en el diseño: películas que tengan impresos patrones que puedan ser percibidos por los pájaros y que no intervienen de manera visible sobre el vidrio. Goodman llama a todos los arquitectos a tomar responsabilidad y acción ante lo que representa un problema: los pájaros mueren de causas no-naturales. Una primera conclusión es que los arquitectos no han hecho nada y es probable que no lo hagan. Pero la cuestión no es tan aislada. Si el vidrio significó una posibilidad para modular mejor la “salud” del clima y controlar los entornos de los edificios, el ideal al que se debía aspirar, ahora significa un desafortunado destino para todas las criaturas aladas que, a decir de Vitruvio, podían darles importantes lecciones a todos los interesados en buscar el sitio más idóneo para levantar una ciudad.

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Arquitectura …a pesar de Delirio de Nueva York https://arquine.com/arquitectura-a-pesar-de-delirio-de-nueva-york/ Thu, 08 Sep 2022 17:00:39 +0000 https://arquine.com/?p=68810 En 1978 se publicó el libro de Rem Koolhaas DELIRIUS NEW YORK y en España se tradujo por DELIRIO DE NUEVA YORK en 2004 editado por Gustavo Gili. Este libro ha instituido en bucle y por el procedimiento binario de exclusión, los enunciados sobre los que se ha fundamentado la arquitectura contemporánea. El bucle repetía […]

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En 1978 se publicó el libro de Rem Koolhaas DELIRIUS NEW YORK y en España se tradujo por DELIRIO DE NUEVA YORK en 2004 editado por Gustavo Gili. Este libro ha instituido en bucle y por el procedimiento binario de exclusión, los enunciados sobre los que se ha fundamentado la arquitectura contemporánea. El bucle repetía una y otra vez que el arquitecto, el arquitecto estrella, es el único ser en la creación capaz de gestionar el espacio público o privado. Su metodología  propone exhaustivamente  que la única representación posible de la arquitectura es a través de sus edificios.

Para fundamentar estas teorías, fueron excluidos de la historia que el libro construye sobre Nueva York todos los registros de género, las diversidades nacionales, la vida de los cuerpos distintos, o la de los animales, plantas, microorganismos y otros seres vivos, además de todas las propuestas culturales y políticas alternativas que a finales del siglo pasado conformaban la vida cultural de la ciudad, y por ende la cultura del mundo. El proyecto como sistema de exclusiones fue formulado de una manera tan contundente que ha convertido desde su publicación a Delirious New York en mucho más que solo un libro: es un proyecto metapolítico que ha instituido gran parte de las formas de gobernanza del espacio público de la ciudad. Sobre sus enunciados culturales y políticos se han apoyado, hasta muy recientemente, gran parte de las prácticas culturales arquitectónicas y urbanas contemporáneas, y han instituido buena parte de la agenda académica para la docencia de la arquitectura.

Esta exposición, que se suma como práctica arquitectónica a aquellas arquitecturas que ya no parten de los enunciados de DNY, explora otras materialidades basadas en el disenso, el humor, los lenguajes vagabundos no normativos, y la atención a lo precario cultural para reconstruir la arquitectura de aquella emblemática portada. Son los lenguajes de un medio que activa la idea de la arquitectura ecologizante, la arquitectura que hace hacer ecologías.

En el inicio de este escrito, hay un curso para una asignatura impartida en 2020 en la UTS de Sídney, un trabajo que me permitió investigar la intuición inicial de que el libro “Delirio de Nueva York” fundamentaba ese sistema de exclusiones. El libro de Rem Koolhaas fijó los dos argumentos centrales sobre los que se ha fundamentado la práctica y la docencia arquitectónica del siglo XX, y con los que seguimos conviviendo. En primer lugar, propone al edificio como la única representación posible de la arquitectura; en segundo dice, que el único ser con capacidad para hacer y deshacer, para pensar y  dirimir, lo que es y lo que no es arquitectura es el arquitecto, el arquitecto_hombre_estrella, por supuesto. El trabajo posterior me permitió documentar cómo ese sistema de exclusiones había construido la epistemología de la arquitectura contemporánea. He aprendido de Paul B. Preciado, especialmente leyendo y releyendo su libro “Yo soy el monstruo que os habla Anagrama 2021″, la imperiosa necesidad de fundamentar adecuadamente la epistemología de lo nuevo que queremos construir. Y eso, no puede hacerse sin entender y desmontar la que hemos heredado, aquella necesidad que automáticamente nos hace hacer más de lo mismo, aquella que nos hace renunciar a pelear por “futuros mejores”. Hay que asumir sin complejos, vigorosamente, que el encantamiento que estábamos viviendo forma parte esencial del antropocentrismo por él que estamos pagando un precio inmenso todos los seres y materias del planeta. Ante él, y ya desde mi experiencia en Alicante, asumo lo ecologizante como el argumento arquitectónico en el que insertar afirmativamente nuestras formas de resistencia al antropocentrismo. La exposición fue el formato de comunicación y la representación material de esa re-creación epistemológica alternativa.   

Los tres documentos que resumen los materiales de la exposición que tuvo lugar en junio de 2022 en la galería H2O de Barcelona son los siguientes:

  1. El texto desarrollado en junio de 2020 a la vuelta de Sídney, expandiendo los argumentos iniciales del trabajo de curso inicial, y explicitando los argumentos que el libro había omitido, y que de haberlos incluido, hubiera creado con toda seguridad una historia de la arquitectura alternativa

2. El video de la exposición que da cuenta de las acciones que se hicieron para poder construir las distintas piezas del montaje: las gallinas y los mapas, las mochilas para llevar la arquitectura a cuestas, o la construcción de la barca de los disidentes. El video recoge los nombres de los amigos y amigas sin los cuales ese trabajo hubiera sido imposible 

3. Los textos publicados en Instagram en el que se explica una a una las distintas piezas del montaje, su relación con el dibujo de la portada inicial y las realidadesficcionadas que ellas relatan.  

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La paradoja de la seguridad https://arquine.com/la-paradoja-de-la-seguridad/ Thu, 17 Sep 2020 22:31:10 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-paradoja-de-la-seguridad/ Es posible que la humanidad no tenga más remedio que diseñar el planeta para nuestra supervivencia. Pero necesitamos encontrar un encaje con la naturaleza y no encajar con la naturaleza a través de la narrativa totalizadora de la "seguridad ecológica».

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En colaboración con Places Journal

 

Es posible que la humanidad no tenga más remedio que diseñar el planeta para nuestra supervivencia. Pero necesitamos encontrar un encaje con la naturaleza y no encajar con la naturaleza a través de la narrativa totalizadora de la “seguridad ecológica».

“Terraform table”, instalación de Tellart, The Future Starts Here, Victoria and Albert Museum, Londres, 2018 [Allan W. Shearer]

¿Debe el planeta ser un proyecto de diseño?

La pregunta apareció en letra grande y audaz en la reciente exposición del Victoria and Albert Museum The Future Starts Here, que llamó la atención sobre las ideas y tecnologías transformadoras que existen en la actualidad pero que aún no están ampliamente distribuidas.[1] La sugerencia para considerar un cambio de paisaje a gran escala llegó cerca del final de la exhibición, como para recordar a los visitantes que los aproximadamente cien objetos presentados podrían usarse literalmente para dar forma al mundo, no sólo a imaginarlo. Las palabras estaban estampadas en una caja larga y abierta que contenía arena de grano fino que los visitantes podían tocar o esculpir. Mientras participaban en la exhibición, un sensor LiDAR sobre ellos capturó datos de elevación y los efectos simulados de la manipulación topográfica se proyectaron en la arena como luz de color. Apilar la arena produjo picos nevados; excavarla resultó en ríos y lagos; en el medio había verdes laderas. La única limitación era el ángulo de reposo.

La instalación dramatizó el extraordinario papel que desempeñan los seres humanos en el cambio ambiental. Mejorando vidas y medios de vida mediante la transformación intensiva de la tierra en paisaje —a través de la agricultura, la industria y el urbanismo—, hemos provocado el Antropoceno, una denominación geológica que reconoce a la humanidad como una fuerza de la naturaleza.[2] El cambio climático es sólo el efecto más visible; también podríamos considerar las formas en que las especies de plantas y animales están evolucionando para poder vivir en nuestras ciudades.[3] Desde esta perspectiva, el planeta ha sido durante mucho tiempo producto del diseño, si no su objeto. Si ahora estamos dispuestos a aceptar nuestra agencia como diseñadores planetarios, hay nuevas preguntas que considerar, por ejemplo, cómo equilibramos los medios y los fines, o las esperanzas y los temores.

“Terraform table”, instalación en The Future Starts Here. [Allan W. Shearer]

 

La seguridad es un tema relativamente nuevo en el discurso del diseño, y con resonancia, subyacente a proyectos ambiciosos como la Gran Muralla Verde, que tiene como objetivo frenar la desertificación con plantaciones de árboles en todo el Sahel; la Iniciativa de Conservación de Yellowstone a Yukon, que conecta el hábitat de América del Norte para que la vida silvestre pueda adaptarse al cambio climático; la animación holandesa 2050, Una odisea energética, que visualiza 25,000 turbinas eólicas en el Mar del Norte; y el Plan de Patrones de Seguridad Ecológica Nacional para China, que discutiremos aquí.[4] Pero no debemos abrazar el concepto de seguridad sin considerar las consecuencias. Como cuestión de práctica profesional, los arquitectos paisajistas, arquitectos e ingenieros civiles tienen licencia (al menos en los Estados Unidos) para promover la salud, la seguridad y el bienestar de sus clientes y del público en general. El cambio de enfoque, de la proteccion a la seguridad, pone en primer plano los miedos existenciales. Al defendernos de amenazas reales y percibidas, debemos considerar si los medios de defensa finalmente destruirán nuestras relaciones con aquello que buscamos proteger.

La premisa del economista Herbert Simon de que “diseña todo aquel que concibe cursos de acción destinados a cambiar situaciones existentes a otras preferidas”, es un punto de partida útil para pensar en el cambio intencional.[5] Pero el diseño implica una gran incertidumbre. Los problemas de diseño a menudo se plantean sin una comprensión sólida de las condiciones iniciales, las opciones de acción disponibles o el estado final deseado.[6] Estas ambigüedades se resuelven mediante la abducción. En ciencia, una conjetura abductiva proporciona una hipótesis para ser probada por la verdad, mientras que en el diseño es una proposición para guiar el desarrollo de pensamientos provisionales que pueden refinarse hasta que se juzguen satisfactorios o no. La proposición abductiva adopta muchas formas, pero siempre termina con un argumento a favor del cambio.[7]

La elaboración de un argumento de diseño a menudo se complica aún más debido a “conceptos esencialmente controvertidos”. W. B. Gallie acuñó esta frase para reconocer situaciones en las que las ideas abstractas utilizadas para promover las agendas sociales están abiertas a la interpretación o al desafío.[8] Los ejemplos incluyen arte, democracia, justicia y religión. En el diseño ambiental, el proceso de pasar de un concepto de bondad a la forma material puede verse obstaculizado por modelos competitivos de causa y efecto, o por tener demasiados o muy pocos datos. Entonces, la lógica del diseño es inherentemente contingente. Los conceptos esencialmente controvertidos se utilizan para enmarcar conjeturas abductivas, que a su vez se utilizan para resolver provisionalmente, no permanentemente, problemas extraños.[9]

El Plan Nacional de Patrones de Seguridad Ecológica para China, de Kongjian Yu y sus colegas, establece que la seguridad debe ser el objetivo principal del diseño ambiental.[10] En un nivel, es difícil argumentar en contra de la seguridad cuando estamos rodeados de precariedad e incertidumbre ambientales. Y, sin embargo, la seguridad es un concepto esencialmente controvertido. Para considerar que un objeto o sistema sean seguros, debemos entender cómo se establecen, comparten y mantienen los valores, o de manera más limitada, los intereses.[11] La seguridad refuerza la idea de que hay agresores y víctimas, actores en lados opuestos de una situación peligrosa.[12] Y debido a que la supervivencia está amenazada, la seguridad triunfa sobre otras actividades políticas. Por lo tanto, debemos preguntarnos quién, dentro de una sociedad, tiene autoridad para declarar un problema de seguridad o amenaza, quién tiene la responsabilidad de responder y cuáles (si los hay) son los límites de acción.[13] Y tenemos que reconocer que mejorar la seguridad de un objetivo puede hacer que otros sean más vulnerables.[14] Dar prioridad a la seguridad del estado-nación permite dañar a las personas y el medio ambiente —por ejemplo, las consecuencias de las pruebas de armas nucleares o el envenenamiento de las aguas subterráneas por plomo y propulsores. Por el contrario, dar prioridad a la seguridad del medio ambiente puede dañar al estado-nación al limitar las operaciones militares o perjudicar a las personas al limitar las actividades económicas.

Kongjian Yu, Plan Nacional de Patrones de Seguridad Ecológica para China, 2008. El plan general esta compuesto de cinco mapas principales, cada uno incluye de cuatro a seis subcapas de mapas. [@Kongjian Yu, Escuela de arquitectura del paisaje, Universidad de Pekín.]

 

Imagínese todas las incertidumbres sobre el futuro que enfrentan las personas y las acciones que toman para gestionarlas. Para simplificar, supongamos que se pueden agrupar en tres categorías. Primero, hay incertidumbres que son inconvenientes privados, que se abordan con el cuidado personal y el hábito, como configurar la alarma de dos relojes para asegurarse de que se cumpla una cita. En segundo lugar, existen incertidumbres que son socialmente importantes porque se relacionan con la salud, la seguridad y el bienestar colectivos, que suelen ser abordados por los poderes gubernamentales de rutina y, a veces, por el apoyo institucional o los mercados. Finalmente, existen incertidumbres que pueden causar un daño existencial. Estos requieren una intervención extraordinaria y se abordan mediante prácticas de seguridad.

Durante la mayor parte del siglo XX, las teorías de la seguridad se centraron en la defensa militar de los estados-nación soberanos. Sin embargo, el final de la Guerra Fría trajo consigo llamadas para ampliar la definición de seguridad para incluir una gama más amplia de preocupaciones, incluido el medio ambiente.[15] Las sociedades comenzaron a reevaluar cómo definen una “amenaza” y a considerar cómo las preocupaciones ecológicas afectan la salud, la economía y la estabilidad política.[16] Muchos abogaron por definiciones holísticas de seguridad que reconozcan problemas transfronterizos más importantes que el estado, así como problemas regionales o personales dentro de sus fronteras.[17] En lo que posiblemente fue la primera consideración de alto perfil del medio ambiente como una preocupación de seguridad, el presidente George H. W. Bush revisó la Estrategia de Seguridad Nacional para reconocer los efectos del estrés ambiental transfronterizo en el conflicto político.[18] La administración Clinton fue más allá, argumentando que la deforestación, la erosión del suelo y la contaminación del agua habían contribuido al deterioro de la sociedad en Haití, lo que requería la intervención de Estados Unidos.[19] Pero el interés del gobierno en asegurar el medio ambiente va más allá de los vínculos obvios con la defensa nacional. La Ley Agrícola federal ahora se conoce oficialmente como Ley de Seguridad Alimentaria, y la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias se encuentra en el Departamento de Seguridad Nacional.[20]

Sin embargo, no todo el mundo favorece el concepto de seguridad medioambiental. Colocar los problemas ecológicos en las discusiones sobre seguridad nacional puede confundir los recursos económicos no renovables con las externalidades renovables, como el aire y el agua limpios.[21] Y permite enmarcar la degradación de un ecosistema como una víctima de alguna otra intención, a menudo beneficiosa. Finalmente, la seguridad puede limitar los medios para abordar los problemas ambientales, al reducir nuestro conjunto de herramientas a los métodos jerárquicos y burocráticos del arte de gobernar desplegados por los estados-nación.[22]

Kongjian Yu, el autor principal del Plan Nacional de Patrones de Seguridad Ecológica para China y fundador de la empresa de planificación del paisaje Turenscape en Beijing, desarrolló su pensamiento inicial sobre los patrones de seguridad ecológica como estudiante de doctorado en Harvard en la década de 1990.[23] Se basó en teorías y prácticas de planificación y diseño ambiental, campo que entonces no se cruzaba con la literatura sobre seguridad ambiental que avanzaba en los estudios de seguridad. Yu posicionó la seguridad como una respuesta a las amenazas existenciales, basándose en el concepto de Jerzy Kozlowski de los umbrales ambientales finales (que marcan el punto en el que ocurre un daño irreversible) para calificar y cuantificar el riesgo.[24] En particular, Yu estaba interesado en la protección de los procesos de todo el sistema que respaldan la función ecológica continua, no en elementos individuales cercanos al colapso, como las especies en peligro de extinción.[25]

Mapas compuestos del Plan Nacional de Patrones de Seguridad Ecológica. [@Kongjian Yu, Escuela de arquitectura del paisaje, Universidad de Pekín.]

 

Al igual que Ian McHarg (cuyo Design with Nature citó), Yu adoptó la premisa fundamental de la ecología, que debemos prestar atención al almacenamiento, movimiento y uso de la energía dentro de un sistema. Sin embargo, Yu consideró las técnicas analíticas de “pastel de capas” de McHarg como necesarias pero insuficientes; permitieron comprender las interacciones verticales (o relaciones energéticas) pero no pudieron describir las interacciones horizontales.[26] La tesis de Yu demostró cómo conceptualizar y modelar computacionalmente posiciones estratégicas y partes del paisaje para conservar, mejorar y crear esos flujos horizontales. Uno de los flujos horizontales más importantes es el agua, que vincula ecosistemas heterogéneos en un mosaico más amplio. Los flujos horizontales también son fundamentales para apoyar la biodiversidad a través del intercambio genético.[27]

El Plan de Patrones de Seguridad Ecológica Nacional de Yu fue motivado por un anuncio de que el gobierno central de China planeaba crear un Nuevo Campo Socialista.[28] Preocupado por los pasos en falso que el gobierno había dado en el desarrollo de nuevas áreas urbanas, escribió, sin ser requerido, al primer ministro Wen Jiabao y sugirió el análisis de patrones de seguridad y la infraestructura ecológica como una forma de proteger los ecosistemas aún saludables y el rico patrimonio cultural de las áreas rurales. En unas semanas, se le pidió a Yu que formara un equipo y creara un plan. El equipo de aproximadamente treinta profesionales y estudiantes de doctorado tuvo un año para entregar un plan a escala nacional, que sintetiza evaluaciones individuales para la conservación de las cabeceras de las cuencas, la gestión de las aguas pluviales y el control de las inundaciones, la erosión del suelo, la desertificación y la biodiversidad, que podría orientar los esfuerzos regionales detallados. El alcance de la empresa es inspirador y sus métodos fueron adoptados por el Ministerio de Recursos Terrestres de China.

Según muchos estándares, el plan chino y otros estudios de seguridad ecológica son ejemplos exitosos de diseño con la naturaleza que pueden celebrarse sin hipérbole como logros importantes. Pero, ¿qué sigue? ¿Los sistemas ecológicos acceden a la seguridad para siempre de esta manera? ¿Cuáles son las implicaciones a largo plazo de esta retórica y las acciones que siguen? La seguridad saca las decisiones de los procesos políticos rutinarios y, si bien puede beneficiar al objeto o sistema bajo protección, también lo separa de otros aspectos de la sociedad.

Marco de trabajo del Plan Nacional de Patrones de Seguridad Ecológica.[@Kongjian Yu, Escuela de arquitectura del paisaje, Universidad de Pekín.]

 

Algunos idiomas, incluido el inglés, tienen dos palabras para protección (safety [que también podría traducirse, acudiendo a la etimología, como a salvo]) y seguridad (security), lo que ayuda a los hablantes a distinguir entre las incertidumbres que se pueden manejar con rutinas formalizadas y las que exigen medidas de emergencia. Otros, incluidos el chino y las lenguas romances, no hacen esta distinción, por lo que los hablantes deben indicarlo de otras formas. Todos necesitamos un lenguaje mejor para contemplar la reducción de la escalada de una respuesta de emergencia.

El cambio climático y la degradación ambiental han empujado a muchas personas y paisajes más allá de los umbrales de resiliencia.[29] La humanidad puede que eventualmente no tenga más remedio que diseñar el planeta para nuestra supervivencia. Sin embargo, el lenguaje actual en torno a la seguridad ecológica se está totalizando. Sin proporcionar un camino para la desescalada, corremos el riesgo de disminuir o incluso negar la discusión y el debate necesarios. ¿Se espera que siempre estemos en crisis? Desde la perspectiva de los estudios críticos de seguridad, ¿se puede imaginar que diseñar con la naturaleza ya no requiere poderes extraordinarios, sino que se convierte en una cuestión de protección rutinaria? De lo contrario, nuestros medios —o peor aún, nuestra imaginación— serán insuficientes para enfrentar los desafíos que enfrentamos.

Sí, las amenazas existenciales proporcionan una razón justa para acciones excepcionales en nombre de la seguridad. Sin embargo, tomar tales acciones crea una paradoja. La seguridad centra la atención y establece prácticas extraordinarias en apoyo del objeto protegido, pero cada compromiso de las normas culturales y las rutinas sociales cambia marginal y acumulativamente nuestras relaciones con lo que estamos tratando de proteger. Como escribió Michael Dillon: “Para que algo se asegure, se debe actuar sobre él y cambiarlo, forzarlo a sufrir alguna transformación a través del mismo acto de asegurarse. Por lo tanto, asegurar algo viola precisamente lo que la seguridad afirma haber conservado tal como es. Asegurar un objeto sólo es posible con la condición de que se destruya la integridad del objeto original”.[30]

“Clavo de oro para marcar el Antropoceno”, instalación en The Future Starts Here, originalmente diseñado para el geoparque mundial de la costa vasca, 2016. [Allan W. Shearer]

 

Hacer y rehacer el paisaje no sólo cambia su topografía;, también produce cambios en las relaciones y valores ecológicos. En Design with Nature, la preposición con proporciona un pivote para las posibilidades. Para McHarg, la tarea del diseño ambiental es encontrar un ajuste entre las personas y la naturaleza; se nos instruye a diseñar de acuerdo con la naturaleza. Hay una buena dosis de humildad y flexibilidad en este enfoque. Yu y sus colegas también persiguieron una noción de aptitud, que probaron con técnicas analíticas más avanzadas que las disponibles para McHarg. El problema potencial radica en la búsqueda de su lógica de diseño establecida: su cadena de pensamientos contingentes para presentar un argumento a favor del cambio. Asegurar los sistemas ecológicos de nuestro planeta sin un plan de desescalada podría resultar en lecturas alternativas de esa palabra: con. En un extremo, las prácticas de diseño planetario pueden reducir la naturaleza a un vestigio, lo que sugiere que en algún lugar del diseño se mantiene como posesión una naturaleza remanente. En el otro extremo, con ofrece una palanca para la acción. Diseñar con la naturaleza significa tomar el control total de los procesos naturales como herramientas primarias de nuestra propia agencia para producir cambios.

Lo que nos devuelve a The Future Starts Here y su provocador desafío de considerar el planeta como un proyecto de diseño. Desde los tiempos más remotos, la gente ha dado forma a la tierra de acuerdo con su propia imagen de cómo debería ser el mundo.[31] Así que no es sorprendente observar un sentimiento de gratificación instantánea en los visitantes de los museos a quienes se les permite el poder de hacer montañas y tallar mares. Las exhibiciones cercanas —como un modelo de la Gran Muralla Verde de África y una punta dorada encerrada en Lucite, que simboliza el Antropoceno— llevaron a los visitantes a pensar en visiones de geoingeniería a gran escala. Y como si actuaran en el momento justo, algunas personas hicieron transformaciones radicales en la mesa de arena, dibujando largas crestas y amplias costas. La mayoría de los visitantes, sin embargo, hicieron modificaciones más discretas cerca de donde estaban parados. Tuvieron cuidado de no interrumpir los esfuerzos de otros, como si existieran fronteras territoriales. Incluso cuando no había nadie más, muchas personas respetaban las características “existentes” bien definidas como si fueran maravillas naturales protegidas o sitios culturales apreciados. El hecho de que los humanos a menudo elijan limitar el alcance de nuestros cambios sugiere que nosotros, como especie, queremos encontrar un encaje con la naturaleza y no encajar con la naturaleza a través de una narrativa totalizadora.


Este artículo es una adaptación del capítulo “La paradoja de la seguridad”, de Allan W. Shearer, en Design with Nature Now, editado por Frederick R. Steiner, Richard Weller, Karen M’Closkey, Billy Fleming © 2019. Publicado por acuerdo con el Instituto Lincoln de Política Territorial en asociación con la Escuela de Diseño Stuart Weitzman de la Universidad de Pensilvania y el Centro McHarg. Apareció en inglés en Places Journal y se publica aquí en español con su autorización.


Allan W. Shearer es el Decano Asociado de Investigación y Tecnología de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Texas en Austin.


Notas

  1. Rory Hyde y Mariana Pestana, curadores, The Future Starts Here, Victoria and Albert Museum, Londres, 2018.
  2. Paul J. Crutzen y Eugene F. Stoermer, “The ‘Anthropocene,’” Global Change Newsletter 41 (2000), 17–18 [PDF]; Simon Dalby, Environmental Security (University of Minnesota Press, 2002); Timothy Morton, Dark Ecology: For a Logic of Future Coexistence (Columbia University Press, 2016); Will Steffen, Jacques Grinevald, Paul Crutzen y John McNeill, “The Anthropocene: Conceptual and Historical Perspectives,” Philosophical Transactions of the Royal Society A 369:1938 (2011), 842–67, https://doi.org/10.1098/rsta.2010.0327.
  3. Camille Parmesan y Gary Yohe, “A Globally Coherent Fingerprint of Climate Change Impacts Across Natural Systems,” Nature 421(2003), 37–42, https://doi.org/10.1038/nature01286; Menno Schilthuizen, Darwin Comes to Town: How the Urban Jungle Drives Evolution (Picador, 2018).
  4. Estos proyectos se exhibieron la primavera pasada en el McHarg Center, University of Pennsylvania Weitzman School of Design, durante una conferencia por el 50 aniversario de Ian McHarg, Design with Nature (Doubleday/Natural History Press, 1969). También se presentan, junto con una versión más extensa de este artículo, en el libro complementario: Ed. Frederick Steiner, Richard Weller, Karen M’Closkey, y Billy Fleming, Design with Nature Now (Lincoln Institute of Land Policy/University of Pennsylvania, 2019).
  5. Herbert A. Simon, Sciences of the Artificial, 3rd Ed. (MIT Press, 1996), 111.
  6. Allen Newell, “Heuristic Programming: Ill-Structured Problems,” en Progress in Operations Research, Vol. 3, Ed. Julius S. Aronofsky (Wiley, 1969), 360–414; Walter Reitman, “Heuristic Decision Procedures, Open Constraints, and the Structure of Ill-Defined Problems,” en Human Judgments and Optimality, Ed. Maynard W. Shelly y Glenn L. Bryan (Wiley, 1964), 282–315; Horst Rittel, “Some Principles for the Design of an Educational System for Design,” Journal of Architectural Education 25:1-2 (1971), 16–27, https://doi.org/10.1080/10464883.1971.11102482.
  7. Nigel Cross, Designerly Ways of Knowing (Birkhäuser, 2007); Allan W. Shearer, “Abduction to Argument: A Framework of Design Thinking,” Landscape Journal 34:2 (2015), 127–38, https://doi.org/10.3368/lj.34.2.127.
  8. W. B. Gallie, “Essentially Contested Concepts,” Proceedings of the Aristotelian Society 56 (1956), 167–98.
  9. Horst W. J. Rittel y Melvin M. Webber, “Dilemmas in a General Theory of Planning,” Policy Sciences 4:2 (1973), 155–69, https://doi.org/10.1007/BF01405730; Wei-Ning Xiang, “Working with Wicked Problems in Socio-Ecological Systems: Awareness, Acceptance, and Adaptation,” Landscape and Urban Planning 110 (2013), 1–4, https://doi.org/10.1016/j.landurbplan.2012.11.006.
  10. Kongjian Yu, et al., “Primary Study of National Scale Ecological Security Pattern,” Acta Ecologic Sinica 29:10 (2009), 5163–75; Kongjian Yu, “Reinvent the Good Earth: National Ecological Security Pattern Plan, China,” en The Ecological Design and Planning Reader, Ed. Forster O. Ndubisi (Island Press, 2014), 466–69.
  11. Keith Krause y Michael C. Williams, eds., Critical Security Studies: Concepts and Cases (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1997).
  12. David A. Baldwin, “The Concept of Security,” Review of International Studies 23:2 (1997), 5–26, https://doi.org/10.1017/S0260210597000053.
  13. Barry Buzan, Ole Waever, y Jaap de Wilde, Security: A New Framework for Analysis (Lynne Rienner, 1998).
  14. Robert Costanza, “Review Essay: The Nuclear Arms Race and the Theory of Social Traps,” Journal of Peace Studies 21:1 (1984), 79–86, https://doi.org/10.1177/002234338402100106; John H. Herz, Political Realism and Political Idealism (University of Chicago Press, 1951).
  15. Dalby, Environmental Security; Norman Myers, “Environment and Security,” Foreign Policy 74 (1989), 23–41; Richard H. Ullman, “Redefining Security,” International Security 8:1 (1983), 129–53, https://doi.org/10.2307/2538489.
  16. Peter H. Gleick, “Environment and Security: The Clear Connections,” Bulletin of the Atomic Scientists 47:3 (1991), 16–21, https://doi.org/10.1080/00963402.1991.11459956.
  17. Geoffrey D. Dabelko y David D. Dabelko, “Environmental Security: Issues of Conflict and Redefinition,” Environmental Change and Security Project Report 1 (1995), 3–13.
  18. U.S. President George H. W. Bush, National Security Strategy (The White House, 1991), 55.
  19. U.S. President William J. Clinton, A National Security Strategy of Engagement and Enlargement (The White House, 1994); Sherri Wasserman Goodman, “The Environment and National Security,” lecture at National Defense University, Washington, DC (August 8, 1996).
  20. Food Security Act of 1985, Pub. L. No. 99-198, 99 Stat. 1504 (2002); Exec. Order No. 12127, 44 Fed. Reg. 19367, 3 CFR, 1979 (March 31, 1979); Exec. Order No. 12148, 44 Fed. Reg. 43229, 3 CFR, 1979 (July 20, 1979); Homeland Security Act (HSA) of 2002, Pub. L. No. 107–296, 116 Stat. 2135 (2002).
  21. Daniel Deudney, “Environment and Security: Muddled Thinking,” Bulletin of the Atomic Scientists 47:3 (1991), 22–28.
  22. Buzan, et al., Security.
  23. Kongjian Yu, Security Patterns en Landscape Planning with a Case in South China, tesis doctoral (Harvard University, 1995).
  24. Jerzy Kozlowski, Threshold Approach en Urban, Regional, and Environmental Planning: Theory and Practice (University of Queensland Press, 1986); Jerzy Kozlowski y G. Hill, Towards Planning for Sustainable Development: A Guide for the Ultimate Environmental Threshold (UET) Method (Ashgate, 1993).
  25. Yu, Security Patterns in Landscape Planning, 31.
  26. Kongjian Yu, “Security Patterns and Surface Modeling” en Landscape Ecological Planning, Landscape and Urban Planning 36 (1996), 1–17, https://doi.org/10.1016/S0169-2046(96)00331-3.
  27. Richard T. T. Foreman, Land Mosaics: The Ecology of Landscapes and Regions (Cambridge University Press, 1995); Richard T. T. Foreman, Urban Ecology: The Science of Cities (Cambridge University Press, 2014).
  28. Kongjian Yu, “Think Like a King, Act Like a Peasant: The Power of a Landscape Architect and Some Personal Experience,” en Thinking the Contemporary Landscape, Ed. Christophe Girot and Dora Imhof (Princeton Architectural Press, 2017), 164–84.
  29. Bentley B. Allan, “Second Only to Nuclear War: Science and the Making of Existential Threat in Global Climate Governance,” International Studies Quarterly 61:4 (2017), 809–20, https://doi.org/10.1093/isq/sqx048; Donald Wallace y Daniel Silander, Eds., Climate Change, Policy and Security: State and Human Impacts (Routledge, 2018). La literatura sobre seguridad ecológica producida por académicos y profesionales de China muestra que la rápida urbanización durante los últimos 25 años ha provocado daños no intencionales pero significativos al medio ambiente. Ver Qian Lin, et al., “Ecological Security Pattern Analysis Based on InVEST and Least-Cost Path Model: A Case Study of Dongguan Water Village,” Sustainability 8, no. 2 (2016), 172, https://doi.org/10.3390/su8020172; Dan Liu and Qing Chang, “Ecological Security Research Progress in China,” Acta Ecologica Sinica 35 (2014), 111–21, https://doi.org/10.1016/j.chnaes.2015.07.001; Shuhan Liu, et al., “The Ecological Security Pattern and Its Constraint on Urban Expansion of a Black Soil Farming Area in Northeast China,” International Journal of Geo-Information 6:9 (2017), 263, https://doi.org/10.3390/ijgi6090263; Shudang Wang, et al., “The Evolution of Landscape Ecological Security in Beijing Under the Influence of Different Policies in Recent Decades,” Science of the Total Environment 646 (2019), 49–57, https://doi.org/10.1016/j.scitotenv.2018.07.146; Zhen Wang, et al., “A DPSIR Model for Ecological Security Assessment Through Indicator Screening: A Case Study at Dianchi Lake in China,” PLoS ONE 10:6 (2015), https://doi.org/10.1371/journal.pone.0131732.
  30. Michael Dillon, Politics of Security (Routledge, 1996), 122.
  31. Clarence J. Glacken, Traces on the Rhodian Shore: Nature and Culture in Western Thought from Ancient Times to the Eighteenth Century (University of California Press, 1967).

El cargo La paradoja de la seguridad apareció primero en Arquine.

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El diseño y el Green New Deal https://arquine.com/el-diseno-y-el-green-new-deal/ Wed, 08 Apr 2020 02:45:17 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-diseno-y-el-green-new-deal/ Cualquiera sea la forma que adopte el Green New Deal, se realizará y comprenderá a través de edificios, paisajes y otras obras públicas. Los arquitectos paisajistas tienen conocimientos y habilidades, desde gestión ecológica hasta análisis de sistemas, mapeo y visualización, que son esenciales para ese proyecto.

El cargo El diseño y el Green New Deal apareció primero en Arquine.

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Publicado en colaboración con Places Journal.


Ojalá fuera público: el jardín de la azotea en el campus de Facebook en Menlo Park, a lo largo de la Bahía de San Francisco. [Diseñado por CMG Landscape Architecture con Gehry Partners; foto de Trey Ratcliff]

 

Si los arquitectos paisajistas quieren rehacer el mundo, podemos comenzar rehaciendo nuestra disciplina.

No sé cuándo comenzó el mito de los arquitectos paisajistas como salvadores del clima, pero sé que es hora de matarlo. The New Landscape Declaration —un libro que surge de una cumbre en 2016 a la que asistieron los pensadores más brillantes en nuestro campo— enmarca la arquitectura del paisaje como una “necesidad cada vez más urgente”, si no es que la base de la sociedad civil. A medida que los ingenieros dieron forma al entorno construido del siglo XIX y los arquitectos del siglo XX, los arquitectos paisajistas han reivindicado este siglo como propio.[1] Esa es una declaración audaz para una profesión oscura cuyos 15,000 miembros estadounidenses pasan la mayor parte de su tiempo diseñando pequeños parques, patios de oficinas y proyectos residenciales para clientes privados. Sin embargo, no sólo los arquitectos paisajistas ven un gran futuro para el campo. El famoso diseñador industrial Dieter Rams ha dicho que si comenzara su carrera hoy, se centraría en los paisajes, no en las máquinas. Y los funcionarios públicos han reclutado arquitectos paisajistas para la primera línea del desarrollo urbano (como el High Line de James Corner y Public Square de Thomas Woltz enmarcan Hudson Yards) y la resistencia climática (como el programa federal Rebuild by Design vincula la recuperación de huracanes a la defensa costera).[2]

Pero si The New Landscape Declaration buscaba articular y elevar nuestros ideales profesionales, en su mayoría dejaba al descubierto la brecha entre la retórica y la realidad. El libro llegó en otoño de 2017, unos meses después de que David Wallace-Wells publicara su alarmante artículo, “La tierra inhabitable”, con su memorable frase de apertura que dice: “Es, lo prometo, peor de lo que piensas”. Esa queja de 7,000 palabras se expandió más tarde en un libro de grandes ventas, con agradecimientos a las docenas de escritores climáticos, científicos y activistas que informaron la investigación del autor. Esta es la descripción más completa de los medios convencionales sobre el movimiento climático, y no contiene ninguna mención del trabajo de arquitectos paisajistas. No hay comentarios sobre Rebuild by Design. Es como si la arquitectura del paisaje no existiera. Dejando a un lado las críticas justificadas del encuadre apocalíptico de Wallace-Wells, ¿qué significa que los arquitectos paisajistas falten en este libro destacado sobre un tema que reclamamos como nuestro? ¿Es nuestra disciplina una necesidad? ¿Estamos cerrando la brecha entre los ideales y la práctica? No estamos, lo prometo, salvando al mundo.[3]

Ian McHarg. [Cortesía de los Architectural Archives de la Universidad de Pennsylvania]

En 1969, Ian McHarg publicó Design with Nature, que argumentó que los arquitectos paisajistas “deben convertirse en los administradores de la biosfera”.[4] Desde entonces, ha surgido un género completo de escritura sobre diseño, autoproclamada como importante, en defensa de la premisa de que las crisis sociales y ecológicas se abordan mejor a través del diseño en general y de la arquitectura de paisaje en particular. Gran parte de esto toma la forma de propaganda sobre la primacía y el excepcionalismo de nuestra profesión —postulando seriamente que una barrera contra inundaciones más bonita en el bajo Manhattan, algunos arrecifes de ostras cerca de Staten Island o un parque de bolsillo rodeado de torres de lujo son obras ideales de diseño, ejemplos de lo que Erle Ellis llama el “buen antropoceno”.[5] The New Landscape Declaration es uno de esos trabajos de propaganda. Este ensayo no lo es.

Desde donde estoy sentado —en el antiguo departamento de McHarg, en un centro que lleva su nombre, en el 50 aniversario de su libro más importante— esa retórica suena hueca. Como mi colega Richard Weller observa: “Cuando se pronuncia la palabra manejo, los arquitectos paisajistas asienten con aprobación o ruedan los ojos. Por un lado, nuestras declaraciones de manejo nos distinguen como una profesión y son apropiadas a la magnitud de la crisis ecológica. Por otro lado, las pretensiones de manejo son, como James Lovelock indicó al principio, solo arrogancia: en nuestro caso, una pequeña profesión con un complejo de inferioridad inspirado en un líder carismático… que continúa haciendo declaraciones infladas sobre su propósito y capacidad”.[6]

He pasado la mayor parte de mi vida profesional fuera de las instituciones de élite que han moldeado la cultura del diseño en los Estados Unidos. Crecí en una casa de clase trabajadora en la zona rural de Arkansas y estudié paisaje en la universidad estatal, antes de pasar a la política, unirme a la administración Obama y luego a la oposición organizada a Trump.[7] Nunca ha sido obvio para mí que la arquitectura de paisaje esté en el centro de los movimientos sociales de hoy, y me preocupa que tantos colegas hagan esa afirmación, borrando efectivamente el trabajo de los organizadores y activistas de la comunidad, sin mencionar el apoyo tangible de los aliados en campos como la sociología, el derecho y la ciencia que trabajan para el cambio sistémico. Al igual que las otras profesiones de diseño, la arquitectura del paisaje tal como se practica hoy en día es un asunto en gran medida apolítico, organizado en torno a las relaciones con clientes y proyectos, principalmente al servicio de los intereses de una élite económica. Podemos anhelar impartir un cambio a nivel de sistemas, pero estamos trabajando en sitios discretos, con herramientas incrementales, dentro de estructuras que producen injusticia. Antes de pedirle al mundo que vea el diseño como una necesidad urgente, debemos mirar esos sitios, herramientas y estructuras y rehacer nuestras disciplinas para que sean más útiles, en este momento, para los movimientos e ideales que aspiramos a servir.


Inundación de la costa de Nueva Jersey tras el huracán Sandy. [Mark C. Olsen / U.S. Air Force]

 

Una falla al reconstruir por diseño

¿Qué harían los diseñadores con mil millones de dólares para gastar en resiliencia climática? Gracias a un concurso federal, sabemos la respuesta. En 2013, la Fuerza de Tarea de Reconstrucción del Huracán Sandy y el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de los Estados Unidos concibieron Rebuild by design, que buscaba “promover la innovación mediante el desarrollo de soluciones contextuales escalables a nivel regional que aumenten la resiliencia”.[8] Reflejando la ideología de la administración Obama, y ​​las simpatías del secretario de Desarrollo Urbano y de Vivienda (HUD), Shaun Donovan, él mismo arquitecto, el programa fue concebido como un concurso de diseño, enfrentando equipos y comunidades entre sí por un conjunto limitado de recursos. Las propuestas experimentales de resiliencia serían probadas por actores privados en (para usar el lenguaje del neoliberalismo) un mercado de ideas.[9]

Esto fue inusual. La mayoría de los esfuerzos de recuperación ante desastres, al menos en los Estados Unidos, buscan reconstruir ciudades siguiendo un plan unificado. Su objetivo es restaurar el statu quo, incluso si eso significa volver a colocar a las personas, los edificios y las infraestructuras en zonas de alto riesgo. Tales esfuerzos evitan las grandes preguntas sobre cómo organizar los paisajes de manera diferente. También a menudo se ven obstaculizados por programas redundantes o contraproducentes. La reconstrucción se basaba en la creencia de que los diseñadores, trabajando estrechamente con las comunidades, podrían hacerlo mejor. [10]

La convocatoria inicial atrajo casi 150 propuestas, y se eligieron diez equipos para participar en la competencia. Después de un proceso de análisis regional y selección de sitios, HUD anunció, en junio de 2014, que seis diseños ganadores recibirían fondos sustanciales para un mayor desarrollo y construcción. En la ciudad de Nueva York, la mayor parte de ese dinero fue para un equipo liderado por Bjarke Ingels Group, que propuso The BIG U, un sistema de barrera contra inundaciones alrededor del Bajo Manhattan, que comprende bermas y muros de inundación retráctiles, unidos con parques costeros y servicios recreativos ($ 335 millones). También hubo importantes premios para SCAPE y sus colegas, quienes desarrollarían Living Breakwaters, un programa de restauración del ecosistema y estabilización de la costa a lo largo de Staten Island ($ 60 millones), y la Universidad de Pennsylvania y Olin Studio, que liderarían Lifelines, un proyecto para fortalecer Hunts Point Market en el Bronx ($ 20 millones).[11] Fuera de la ciudad, había planes integrales para Meadowlands de MIT, ZUS y Urbanisten ($ 150 millones), para Hoboken de OMA ($ 230 millones) y para el Condado de Nassau de Interboro ($ 125 millones).

Aunque varios de estos proyectos ahora están paralizados o restringidos, Rebuild by Design ha disfrutado de una cobertura de prensa notablemente favorable, un testimonio de la sofisticación de sus impulsores y de la falta general de conocimiento sobre el diseño y el cambio climático en muchos medios de comunicación. Las imágenes vuelan por nuestras noticias. Sin embargo, esas representaciones brillantes no nos ayudan a ver lo qué arquitectos paisajistas podrían (o no) aportar a los esfuerzos de recuperación en Houston y Galveston después del huracán Harvey; Puerto Rico y las Islas Vírgenes después de María; las Carolinas después de Florencia; los estados occidentales después de otra devastadora temporada de incendios forestales; o el Medio Oeste, gravemente inundado mientras escribo. No necesitamos propuestas de diseño divertidas; necesitamos proyectos construidos de alto impacto: prototipos para los futuros resilientes que nos han prometido.

 

SCAPE, Rompeaguas vivo, propuesta para Rebuild by Design.

Fuera de la prensa académica, la primera crítica verdaderamente sustantiva de la lenta recuperación del huracán de Nueva York se produjo en un artículo de 2016 en Rolling Stone. El periodista climático Jeff Goodell citó a un arquitecto anónimo que dijo, sobre la visión de BIG, “cuando esté hecho, será un gran muro tonto”, una predicción que surgió tres años después, cuando el alcalde Bill de Blasio anunció un “nuevo plan para el Bajo Manhattan a prueba del clima” con sólo un vestigio del trabajo de BIG. La reconstrucción también fue criticada en una entrevista de 2017 en The Baffler, en la que la historiadora ambiental Ashley Dawson cuestionó la noción de que la participación de la comunidad en el proceso de diseño podría interrumpir significativamente el régimen neoliberal de recuperación de desastres: “Existe el peligro de que estemos tan desesperados por tener una perspectiva esperanzadora que realmente no estemos involucrados en la crítica más grande de lo que está haciendo el capitalismo y las formas en las que el desarrollo continúa poniendo en peligro a las personas vulnerables en las ciudades”.[12] Pero las revisiones independientes de Rebuild by Design son raras. Más comunes son los artículos que se leen como comunicados de prensa ligeramente reelaborados, o evaluaciones financiadas por los propios programas que solo encuentran fallas menores en la ejecución.[13]

Sin embargo, aquí estamos, más de seis años después del huracán, y ninguno de estos trabajos está en construcción. El BIG U está efectivamente muerto. Aunque muchas de las mismas firmas de diseño están involucradas en el nuevo esquema para el Bajo Manhattan, la ciudad ha desechado años de planificación comunitaria y ha anunciado una solución de ingeniería convencional: extender el área de tierra con relleno, agregar muros cercanos a la costa y desatar otra ronda del desarrollo inmobiliario de hiper lujo para ayudar a pagar el costo de la nueva infraestructura costera. Mientras tanto, Lifelines pasó a llamarse Proyecto de Resistencia de Hunts Point, y nuevos consultores están trabajando en un pequeño piloto que produce estudios conceptuales para la generación de energía de respaldo en dos centros de distribución de alimentos. Atrás quedó la visión de crear empleos de cuello verde a través de una “incubadora de resiliencia”, donde podrían probarse nuevos métodos y materiales de control de inundaciones. Y no se han asegurado fondos para la planta de tri-generación propuesta y la micro-red que haría la transición de la comunidad a una fuente de energía más limpia. En la costa sur de Staten Island, los arrecifes de ostras de Living Breakwaters siguen avanzando, pero sin la lista planificada de servicios y desarrollo recreativo.[14]Nada de esto es sorprendente. Los proyectos de infraestructura a menudo pasan por una extensa revisión pública; los primeros procesos de diseño y planificación informan las rondas posteriores. El financiamiento viene en etapas, o no llega. Pero aquí los resultados no coinciden con la escala de la emergencia climática o la afirmación de que Rebuild by design podría hacer las cosas mejor y más rápido que, por ejemplo, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército. A medida que estas propuestas se abren paso a través del proceso de revisión y documentación de la Ciudad de Nueva York, se parecen menos a los productos de una competencia de diseño innovador y más al tipo de proyectos de protección costera y litoral vivo propuestos por el Informe de la Iniciativa Especial de Recuperación y Resiliencia del Alcalde Bloomberg: obras de ingeniería civil en lugar de arquitectura del paisaje.[15] Sin embargo, eso no ha impedido que HUD y la Fundación Rockefeller promuevan la reconstrucción como un modelo global para la adaptación climática impulsado por la comunidad. La Competencia Nacional de Resiliencia ante Desastres y el desafío Resilient by Design en el Área de la Bahía de San Francisco involucraron a muchos de los mismos actores, métodos e ideas, a pesar de que nadie puede demostrar que el modelo de adaptación climática a través concursos es efectivo.[16]

 

Con varios socios, BIG ha propuesto fortalecer el Bajo Manhattan (Rebuild by design); proteger el arroyo Islais de San Francisco con superbloques flotantes (Resilient by Design); y construir ciudades para refugiados climáticos en el océano abierto (ONU-Hábitat).

Imaginemos que el Bajo Manhattan eventualmente obtiene su muro y Staten Island su estabilización de la costa, después de que los diseños con grandes conceptos se reducen mediante ingeniería de costos a grandes infraestructuras tontas. ¿Puede un concurso de diseño considerarse un éxito si no logra entregar proyectos que de otra manera no se habrían materializado? ¿Deberíamos replicar este modelo, que ha estimulado una intensa rivalidad entre las comunidades por recursos limitados, perpetuar un ciclo de funcionarios públicos con resultados demasiado prometedores para los residentes vulnerables y exacerbar la fatiga de la planificación, y exportarlo a otros lugares?[17] ¿Deberíamos organizar concursos llamativos en ciudades costeras saturadas de talento para el diseño, lugares que idearán planes de adaptación climática con o sin HUD y Rockefeller, a medida que el resto de la nación se ahoga y se quema? En las democracias capitalistas, generalmente hay una pequeña ventana para completar los principales proyectos de infraestructura en el período posterior al desastre, cuando la financiación nacional se vierte y las complejas políticas de retirada gestionada y desarrollo urbano se ven sacudidas temporalmente. Las ciudades que tienen la oportunidad de hacer una inversión generacional en infraestructura, reasentamiento y adaptación equitativa no pueden darse el lujo de desperdiciarla.

En Nueva York, la administración de Blasio ya ha anulado los compromisos con la vivienda asequible y la infraestructura de tránsito.[18] Si llegara otra tormenta antes de que los proyectos de reconstrucción empezaran, la ciudad tendría una excusa para reiniciar los planes de adaptación y volver al tipo de soluciones tecnócratas y de ingeniería que históricamente ha favorecido. También existe la posibilidad de interrupciones políticas o económicas: un cierre del gobierno que retrasa o mata los proyectos, o una revocación de fondos federales por parte de una administración corrupta. Recientemente, se supo que una de las escisiones de Rebuild de la Fundación Rockefeller, la Iniciativa de las 100 Ciudades Resilientes, parece disolverse antes de que se realice alguno de sus planes.[19] Si la reconstrucción por diseño se cancelara por completo, como el tren de alta velocidad de California, no sería necesariamente culpa de las empresas de diseño involucradas. Pero representaría un fracaso más grande y más importante para la arquitectura del paisaje, un fracaso para volver a politizar la profesión y determinar lo que es posible en y a través de nuestro trabajo al construir un movimiento para apoyar el desarrollo urbano alineado con nuestros valores. Nuestra dependencia actual de la benevolencia de la élite para lograr un cambio socava cada objetivo declarado en The New Landscape Declaration.

E incluso si estos proyectos se completaran según lo diseñado, los resultados podrían decepcionarnos. El cambio de imagen de BIG podría acelerar la gentrificación en el Lower East Side. Los arrecifes de ostras de SCAPE podrían no proporcionar la protección prometida. El agnosticismo de la arquitectura del paisaje hacia cuestiones de justicia social, y su obsesión con los debates improductivos como el equilibrio disciplinario adecuado del arte y la ciencia, han producido puntos ciegos en la forma en que nos relacionamos con el mundo. ¿Puede una práctica vinculada a bienes inmuebles de lujo y desarrollo urbano ofrecer algo significativo a las comunidades afectadas por el calentamiento global y la desigualdad extrema? Dicho de otra manera, ¿puede la arquitectura del paisaje ser tanto un instrumento del neoliberalismo como una fuerza activista en la lucha contra el cambio climático y por la justicia social? Si no puede, necesitamos encontrar nuevas formas de imaginar nuestra misión y alcance disciplinario.

La práctica contemporánea se centra en los sitios, no en los sistemas; y en deseos de élite, no en intereses públicos. Nuestro trabajo es limitado en escala y subordinado a los mandatos del cliente. En lugar de desafiar o subvertir estas restricciones estructurales centrales, Reconstruir simplemente modifica la máquina de recuperación y reurbanización ante desastres. Tal incrementalismo ha sido una característica clave de la arquitectura del paisaje, y mucho activismo basado en el diseño, durante décadas. Aunque algunos académicos han acreditado a los diseñadores con roles centrales en los movimientos sociales y ambientales, desde la Era Progresista, hasta el New Deal, y la política radical de los años 60 y 70 en Estados Unidos, diría que los arquitectos paisajistas rara vez contribuyeron a la organización y la política de esos movimientos. 20 En general, hemos sido espectadores del progreso, no actores principales. Si la brecha entre nuestras ambiciones e impacto alguna vez se reduce, no será a través de declaraciones de nuestros principios. Debemos repensar cómo la arquitectura del paisaje se relaciona con los movimientos sociales y políticos.

 

Frederick Law Olmsted y Calvert Vaux diseñaron Ocean Parkway en Nueva York, con el primer carril bici en los Estados Unidos.

 

Realineamientos

Podríamos comenzar reconsiderando esas épocas anteriores. Los arquitectos paisajistas, los urbanistas y los urbanistas se vieron obligados a asumir nuevos roles en tiempos de cambio cultural, no porque fueran líderes del movimiento, sino porque estaban en sintonía con los movimientos que ocurrían a su alrededor. Celebre la participación de los diseñadores en las reformas progresivas o del New Deal, si lo desea, pero no olvide que los diseñadores a menudo han sido arrastrados en otras direcciones, por ejemplo, al convertirse en cómplices de programas de renovación urbana en los años 50 y 60 y de la producción neoliberal de ciudades desde la década de 1980 hasta hoy

Los historiadores suelen rastrear el surgimiento de la arquitectura del paisaje estadounidense hasta el genio de Frederick Law Olmsted.[21] Hijo de padres ricos y bien conectados, Olmsted fue un periodista exitoso antes de embarcarse en una carrera que moldearía profundamente el nuevo campo de la arquitectura del paisaje. Planificó y supervisó la construcción de Central Park en la ciudad de Nueva York, dirigió la Comisión Sanitaria de los Estados Unidos durante la Guerra Civil y fundó una empresa que diseñó docenas de parques y campus universitarios en todo el país, incluido el Prospect Park de Brooklyn, el Riverside suburbano de Chicago y Emerald Necklace en Boston. Olmsted también participó en la conservación de Yosemite y las Cataratas del Niágara, los primeros parques administrados por el estado. Pero no logró estas cosas como un héroe solitario. Se benefició del trabajo de activistas y organizaciones que lideraron los movimientos de embellecimiento urbano  y asentamientos humanos, y participó en campañas de salud pública destinadas a remediar los problemas de hacinamiento y contaminación en las ciudades estadounidenses.

La carrera privilegiada y amplia de Olmsted estableció el modelo  para la arquitectura de paisaje como una empresa generalista que podría manejar cualquier aspecto de la planificación, el diseño o la gestión de entornos naturales y construidos. Que tanta actividad humana caiga dentro de ese alcance puede ser la razón por la cual los arquitectos paisajistas se sienten facultados para hacer grandes reclamos disciplinarios en nuestros días. Pero parece que hemos olvidado una lección más importante: el afán de Olmsted de entrar en la arena política y desafiar el statu quo. Sus escritos y diseños abogaban por una reconfiguración poderosa, incluso radical, del uso de la tierra estadounidense, dando lugar a espacios públicos generosos en las ciudades y sentando las bases en Yosemite y Niagara para la protección federal de la tierra.[22] Su argumento para el plan maestro de Riverside se basó en un análisis político agudo; entendió tanto la revolución en la tecnología del transporte ferroviario como la necesidad de mantener las comunidades de dormitorios compactas y conectadas a los centros urbanos. Y reconoció el vasto y creciente poder del gobierno federal, situándose lo más cerca posible de él.

En un ensayo que conecta las primeras obras de Olmsted con los movimientos de salud pública de la década de 1860, Theodore Eisenman encuentra un “eco” de la tesis de los “pulmones de la ciudad” promovida por los reformadores sociales. El Comité de Higiene Pública de la Asociación Médica Americana, por ejemplo, había abogado por la creación de parques urbanos desde 1849, cuando el futuro diseñador de Central Park todavía era un caballero agricultor y periodista[23]. Garrett Dash Nelson, escribiendo sobre los viajes de Olmsted en Inglaterra a los 28 años , muestra que su política precedió a su sensibilidad de diseño:

Aunque el trabajo de Olmsted como arquitecto paisajista es la fuente de su continua fama e interés de parte de los estudiosos, la reorientación de su historia intelectual en torno a este año formativo muestra que… Olmsted fue un crítico social primero, y un paisajista después… que su sensibilidad estética se basaba en principios de reorganización social.

Mucho antes de que Olmsted encontrara su vocación profesional, “entendió que el paisaje era un registro de deseo social y que también podría ser un instrumento de reforma social”.[24] Si la Sociedad Estadounidense de Arquitectos Paisajistas quiere sostener a Olmsted como padre fundador, también sostengamos el credo político que animó su trabajo: “Es el deber principal del gobierno, si no es el único deber, proporcionar medios de protección para todos sus ciudadanos en la búsqueda de la felicidad contra los obstáculos, por lo demás insuperables, que el egoísmo de las personas o las combinaciones de personas pueden interponer en esa búsqueda”.[25]

 

Greenbelt, Maryland, planeado por Resettlement Administration dirigido por Rexford Guy Tugwell durante el New Deal. [Jason Reblando, de New Deal Utopias]

 

Los movimientos sociales y políticos que dieron forma a la práctica de Olmsted sentarían las bases para las reformas de la era progresista y más tarde para el New Deal del presidente Franklin Roosevelt. Los urbanistas y diseñadores ambientales como Jane Addams, Gifford Pinchot, Martha Brooks Hutcheson y Benton MacKaye formaron un puente desde la era progresiva hasta el New Deal, y cuando tuvieron la oportunidad de ingresar al servicio público, luchando por la justicia de la vivienda, la conservación de la tierra y gestión de recursos ambientales en todos los niveles de gobierno. Los programas New Deal como Tennessee Valley Authority, Works Progress Administration, Civilian Conservation Corps, National Planning Board, y Resettlement Administration canalizaron poder y recursos a arquitectos paisajistas, proporcionando a profesionales no políticos un flujo constante de trabajo diseñando nuevas ciudades, planeando parques nacionales y bosques, construcción de infraestructura pública y desarrollo de planes de gestión de recursos en las zonas rurales del sur y oeste.[26]

Pero aquí nuevamente vemos a los diseñadores como participantes, no líderes de los movimientos sociales de su tiempo. En la era de la posguerra, pasaron por el mismo realineamiento cultural que el resto del país, reorientando su trabajo lejos de las obras públicas y la conservación de la tierra y hacia el desarrollo de áreas verdes y parques bordeando carreteras, lejos de las ciudades y hacia los suburbios. Los paisajistas también hicieron lo que, en retrospectiva, fue el error fatal de prestar sus habilidades técnicas a programas de renovación urbana que reforzaban la segregación racial.[27] Cuando comenzó la reacción violenta a la renovación urbana, provocada por La muerte y la vida de las grandes ciudades estadounidenses de Jane Jacobs, los planificadores y diseñadores perdieron gran parte de su acceso a proyectos a gran escala, y aquellos que aún trabajaban para agencias públicas vieron disminuir su poder. Como argumenta Thomas Campanella, se convirtieron en cuidadores profesionales, “reactivos en lugar de proactivos, correctivos en lugar de preventivos, sujetos a reglas e incomunicados y cualquier cosa menos visionarios”.[28]

El movimiento ambiental impulsado por Silent Spring de Rachel Carson logró un gran éxito en la regulación de la contaminación, influyendo en la aprobación de la Ley Nacional de Política Ambiental (1970), la Ley de Agua Limpia (1972) y la creación de la Agencia de Protección Ambiental, pero fue menos exitoso en lograr un programa verdaderamente sostenible de uso de la tierra. Dicho de otra manera, tuvo una tremenda influencia sobre cómo vivimos, pero casi nada sobre dónde vivimos. Fue en esta época cuando Ian McHarg produjo el trabajo seminal que lo convertiría en el arquitecto paisajista más importante del último medio siglo. McHarg era una figura singular en el campo, un intelectual público que se mezclaba con personas como Margaret Mead, Julian Huxley y Loren Eiseley, moviéndose entre la academia (como presidente de arquitectura de paisaje en Penn), el gobierno (como asesor de las comisiones de la Casa Blanca, grupos de trabajo y juntas de política ambiental), y medios populares (como presentador del programa de CBS The House We Live In); y a través de estas actividades buscó colocar el diseño ambiental en el centro de la vida estadounidense. Su objetivo era reinventar casi todo sobre la disciplina de la arquitectura del paisaje: sus métodos de investigación, su alcance y escala de impacto, y su posición cultural y política. Por un breve momento, pareció que tendría éxito.

 

Ian McHarg. [Cortesía de los Architectural Archives de la Universidad de Pennsylvania]

 

En Design with Nature, McHarg presentó una nueva filosofía de la arquitectura del paisaje y un nuevo método analítico en el que se entiende un lugar al examinar y organizar sus datos ecológicos. Fue pionero en el modelo de “pastel de capas” que subyace en el marco de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) que hoy domina el campo. En el centro de esta cosmovisión había una profunda fe en el positivismo: la filosofía de la ciencia que sostiene que la objetividad es posible, que el conocimiento se produce a través de la deducción empírica, y que a través de la observación científica aprendemos verdades generalizables sobre el mundo social y físico. McHarg creía que las habilidades de los arquitectos paisajistas eran especialmente adecuadas para este modo de análisis ambiental y, además, que racionalizar el proceso de diseño elevaría la profesión y le daría un “pasaporte a la relevancia y la utilidad social productiva”.[29] Los arquitectos paisajistas podrían convertirse en mapeadores consumados y sintetizadores de datos, utilizando sus habilidades de análisis y visualización para unirse a la creciente tecnocracia dentro del gobierno federal y ejerciendo el poder que vino con eso.

El positivismo de McHarg, con su hibris tecno-utópica, expandio el campo, abriendo nuevas oportunidades para la planificacion y analisis ambiental a escala territorial. Pero McHarg también estableció límites externos en ese campo expandido, prescribiendo ciertos métodos de análisis, modos específicos de operación e invención que aún definen nuestro trabajo, especialmente en el sector público. En su opinión, la arquitectura del paisaje debía ser un ejercicio de resolución de problemas, en el que la respuesta “correcta” esperaba ser descubierta.[30] Un tema persistente en los escritos de McHarg fue que los datos, especialmente Big Data, cambiarían las políticas para mejor, como si lo único que evitara que la humanidad disfrutara de una sociedad más justa, saludable y sostenible fuera la incapacidad de poner las estadísticas correctas en frente de las personas adecuadas.[31] Moa Carlsson ha rastreado el papel de McHarg en la proliferación de la arquitectura del paisaje basada en datos. Como escribe, él “vio la ecología como una ‘emancipación para la arquitectura del paisaje’ y la visualizó como ‘el único puente entre las ciencias naturales y las profesiones de planificación'”.[32] Apenas una década después del Design with Nature, los ecologistas tuvieron que lidiar con la política devolutiva de la era Reagan. Y en nuestro tiempo de desinformación armada, la fe de McHarg en la ciencia y la racionalidad parece pintoresca.[33]

Los arquitectos paisajistas aún no han tratado de manera significativa las consecuencias imprevistas de la filosofía racional de McHarg; con el hecho de que su legado tecnocrático dejaría el campo mal equipado para negociar las principales realineamientos culturales y políticos del neoliberalismo: el vaciamiento de los gobiernos en todos los niveles, la privatización de los servicios públicos y una creencia menguante en la capacidad de los gobiernos para provocar un gran cambio positivo.[34] A partir de la década de 1980, los urbanistas y diseñadores se vieron obligados a defender todo, desde el aire limpio hasta el transporte público y la educación pública a través de la lente estrecha de los análisis de costo-beneficio. La arquitectura de paisaje, una profesión pequeña y centrada en el cliente, sin presencia institucional o política real, se vio abrumada por el surgimiento de un movimiento antigubernamental y anticientífico entre los conservadores. A finales de siglo, la arquitectura de paisaje se había convertido una vez más en una empresa impulsada por proyectos, dependiente de los intereses privados de élite que ahora dan forma a la urbanización, incluso en espacios aparentemente públicos.[35]

En los puntos clave de la política política de la última década: Occupy Wall Street, las protestas de Standing Rock y, ahora, el Green New Deal, los arquitectos paisajistas han estado notablemente ausentes. Nuestro campo ha respondido al neoliberalismo con prácticas corporativas globales cada vez más grandes, una proliferación de firmas de diseño boutique y un retiro del servicio público. Hemos cedido la mayor parte del trabajo del gobierno a los ingenieros. Las sociedades profesionales han despolitizado aún más el campo, asegurando que los arquitectos paisajistas estén excluidos del proceso de formulación de políticas y limitados por los límites que impone.[36]

 

 

Diseñando un Green New Deal

Ahora nos enfrentamos a un nuevo cálculo. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU nos advierte que para evitar una catástrofe, las sociedades humanas tienen doce años para transformar por completo la forma en que usamos la energía y la tierra, haciendo cambios en una escala para la cual “no existe un precedente histórico documentado”.[37] Cualquiera que sea el campo de la arquitectura del paisaje, desde Olmsted hasta Hutcheson, desde McHarg hasta SCAPE, ahora debe ser otra cosa. Debe ser impulsado por los sistemas, debe abandonar la autoestima mesiánica y debe buscar la solidaridad y el compromiso con la izquierda resurgente, que se está uniendo en torno a la justicia ambiental y social. En los grandes proyectos políticos de nuestra generación, lograremos más de lo que podríamos mediante la administración apolítica.[38]

En el contexto estadounidense, eso significa que los diseñadores deberían alinearse detrás del Green New Deal, que es el único movimiento de personas que trabajan lo suficientemente rápido y piensan lo suficiente como para enfrentar la crisis climática.[39] Tal como se formula actualmente, el Green New Deal es un conjunto de posiciones riesgosas y ambiciosas, que implican la descarbonización de la economía, las inversiones nacionales en adaptación climática y una fusión de la política de la clase trabajadora y ambiental con un programa de justicia social. La representante Alexandria Ocasio-Cortez enmarcó su resolución del Congreso apoyando estos principios como una “Solicitud de Propuestas”. En otras palabras: “Hemos definido el alcance y hacia dónde queremos ir”, y ahora tenemos que identificar y colaborar en “proyectos”. (¡Habla el lenguaje de los arquitectos paisajistas!) Gran parte del desarrollo de políticas hasta ahora ha sido dirigido por Rhiana Gunn-Wright y sus colegas del grupo de expertos New Consensus. Pero su trabajo se centra necesariamente en estrategias económicas y políticas nacionales. Ninguna organización ha dado un paso adelante para articular la escala, el alcance y el ritmo extraordinarios del cambio de paisaje que está implícito.[40]

Por supuesto, una solicitud de propuestas no es un plan. Pero el New Deal de FDR tampoco era un plan; fue una serie de programas de improvisación, algunos de los cuales tuvieron éxito y otros no, y todos evolucionaron con el tiempo. Del mismo modo, el Green New Deal es una inversión generacional en planificación y diseño que transformará radicalmente el panorama social y físico de los Estados Unidos. Es la idea de diseño más grande en un siglo.

Y está sucediendo sin nosotros. En febrero de 2018, planteé este punto a una audiencia de aproximadamente mil arquitectos paisajistas profesionales en una conferencia en Atlantic City. En el salón de baile teñido de humo de un casino, en una ciudad devastada por Donald Trump, en una isla de barrera que pronto será borrada, cerré mi discurso señalando el respaldo del Green New Deal por parte del Instituto Americano de Arquitectos (ningún grupo de radicales, eso). Pregunté cuándo la ASLA podría seguir su ejemplo. No me di cuenta de que el presidente de la sociedad, Shawn Kelly, estaba en la audiencia, y no esperaba que usara sus breves comentarios al día siguiente para menospreciar tanto a “ese plan verde” como a mí personalmente por plantear el problema. Kelly me llamó un “gruñón” que no entiende cómo funciona la política nacional.

Eso no impidió que los miembros presionaran a los líderes para que emitan una declaración sobre el Green New Deal unos días después, aunque sea una resolución tibia y no vinculante que contenga “varias recomendaciones sobre cuestiones sociales y económicas que están más allá del alcance del mandato de la Sociedad y políticas existentes, asuntos sobre los cuales no podemos tomar una posición formal ”, lo que decepcionó a los proponentes incluso cuando enfureció a algunos miembros más conservadores.[41] Permítanme decir que, como un gruñón que tiene al menos una leve idea sobre cómo funciona la política, los arquitectos paisajistas deben estar formando coaliciones con no diseñadores en el movimiento climático si queremos participar profesionalmente en el proyecto histórico mundial de abordar los impactos del cambio climático.

Pero la resolución no es realmente el punto. Comencé este ensayo sugiriendo que si los arquitectos paisajistas desean rehacer el mundo, primero debemos reconstituir nuestra disciplina como algo más que una empresa orientada al cliente. Eso resuena con un artículo reciente de la editora de Places, Nancy Levinson, en el que pregunta cómo los diseñadores pueden “contribuir a una realineación de la política, una revitalización del servicio público y un compromiso renovado con la gestión de proyectos de la nación”.[42] La respuesta es mirarnos a la cara. Podemos comenzar donde dejó el New Deal de FDR, y donde el Green New Deal aún no se ha definido, revitalizando la constelación de agencias alfabéticas dedicadas al diseño y la gestión del entorno construido. Los líderes políticos expondrán los trazos generales: inversiones en investigación de energía limpia, una nueva política industrial federal, gasto público para la adaptación climática en comunidades vulnerables. Pero los arquitectos paisajistas están en condiciones de realizar los proyectos necesarios para el Green New Deal: la creación de una red inteligente distribuida y una red ferroviaria de alta velocidad, la adaptación de ciudades vulnerables con infraestructura verde y la retirada gestionada de las zonas costeras y desérticas —y argumentar que el éxito dependerá de nuestra capacidad para planificar, diseñar y administrar transformaciones radicales. Es necesario el renacimiento de una burocracia activista del diseño federal para el éxito de un New Deal verde. También presenta una oportunidad única para crear modelos alternativos de práctica en arquitectura del paisaje.

En un grado significativo, esta burocracia de diseño ya está en su lugar; solo necesita un mandato mayor y más fondos, y más de nosotros, arquitectos paisajistas, encontrando nuestro camino al servicio público. Las palancas de poder existentes incluyen la Autoridad del Valle de Tennessee y el Servicio de Servicios Rurales, las principales agencias encargadas de construir y mantener servicios de electricidad, agua y telecomunicaciones en comunidades no atendidas por los mercados y la industria privada. También contamos con el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE. UU., La Oficina de Administración de Tierras (BLM) y la Comisión Reguladora Federal de Energía, que están equipados con misiones a escala nacional para transformar el entorno construido. El Cuerpo de Ejército opera importantes infraestructuras a lo largo de las costas estadounidenses y las vías navegables interiores y podría ser responsable del desarrollo de una estrategia nacional de adaptación. Del mismo modo, el BLM podría supervisar un plan nacional de conservación que ubique la mitad de la tierra del país en áreas protegidas —siguiendo la lógica de la propuesta de E. O. Wilson Half-Earth.[43] FERC podría supervisar una reconstrucción radical de la red nacional como una red distribuida de infraestructura de generación, transmisión y almacenamiento de energía limpia, liderada por cooperativas locales de energía.[44] También podríamos imaginar una misión de obras públicas más fuerte dentro de la Comisión Regional de los Apalaches y la Autoridad Regional del Delta, los canales principales a través de los cuales las inversiones federales se canalizan a estas regiones de escasos recursos. Ya existen como organizaciones de planificación de facto. Solo necesitamos visiones alternativas sobre cómo usarlas de manera que promuevan las ambiciones sociales y espaciales del Green New Deal.

Y podemos imaginar revivir las agencias que se disolvieron cuando la coalición New Deal colapsó. Una Administración de Reasentamiento del siglo XXI administraría la migración interna, desestructurando los lugares que perderemos por el cambio climático y construyendo nuevas comunidades para absorber la próxima ola de refugiados climáticos. Un Cuerpo de Conservación Civil restaurado y la Administración de Progreso de Obras serían conductos para una garantía federal de empleos, poniendo a millones a trabajar construyendo una red nacional de techos verdes e infraestructura verde, y reparando cada paisaje tóxico en el país. Una nueva Administración de Servicios Agrícolas gestionará la rápida transformación de nuestro sistema agrícola, a medida que los cambios en la precipitación y la temperatura desplacen las tierras agrícolas viables del Sureste y Medio Oeste a las Grandes Llanuras y el Noroeste Pacífico. También podríamos revivir los programas de la era del New Deal en escritura, fotografía y otras artes documentales, para ayudar a la nación a hacer frente a la agitación y la pérdida. Y necesitaremos nuevas autoridades locales, similares al ARC y al DRA, pero en otras áreas del país, especialmente a lo largo de la costa del Golfo y en las Grandes Llanuras. Crear y operar estos instrumentos gerenciales es un trabajo que los arquitectos paisajistas pueden hacer bien. Pero tenemos que apoyarnos en el Green New Deal, y no ceder ese espacio a la multitud habitual de tecnócratas (economistas, ingenieros, planificadores y algunos arquitectos) que competirán por los roles gerenciales.

Eso significa que nuestras sociedades profesionales necesitan encontrar formas de capacitar a una generación creciente de arquitectos paisajistas para carreras en el servicio público, o, como nos han demostrado los organizadores detrás de The Architecture Lobby, necesitaremos construir nuevas instituciones. A partir de mañana, la ASLA y la Landscape Architecture Foundation podrían ofrecer premios y becas para diseñadores dedicados al trabajo burocrático y político, como lo hacen por la excelencia en la práctica privada. Podrían argumentar que los espacios e infraestructuras verdaderamente públicos están financiados por impuestos y administrados por gobiernos, no por socios corporativos o la clase de donantes. Necesitamos desmantelar las filosofías del neoliberalismo y el filantrocapitalismo que sustentan muchos proyectos de desarrollo urbano, y retirar el apoyo a las nuevas empresas tecnológicas urbanas disruptivas. Como escribe Levinson, “los autodenominados agentes de cambio no solo no están dispuestos a impulsar acciones significativas que puedan amenazar los sistemas que les han permitido acumular una gran riqueza; a menudo han causado o contribuido a los mismos problemas que dicen resolver. El modus operandi no es la reforma estructural sino la generosidad personal. La arena no es la política electoral sino el libre mercado. El ethos es el patrocinio y el voluntariado”.[45] Demasiados líderes en nuestro campo ocupan posiciones de increíble poder y prestigio, mientras mantienen que deben sacar lo mejor de un mal sistema. Pero no podemos contentarnos simplemente con reducir la brecha entre nuestros ideales y nuestra realidad. La política del diseño pertenece al centro de la arquitectura del paisaje, y nuestras instituciones tienen la obligación de hacer más.

Los educadores también tienen la responsabilidad única de cambiar la cultura de la profesión. Los estudiantes que deseen llenar los rangos de la nueva burocracia de diseño necesitan cursos en administración pública y finanzas, teoría política y organización comunitaria. Podemos ofrecer becas y premios por logros de interés público y otorgar créditos de pasantía por trabajar con campañas políticas u organizaciones comunitarias. Y podemos reconocer, a través de nuestros programas públicos, nuestra beca y otros aspectos de la educación del diseño fuera del estudio, el momento extraordinario en el que nos encontramos, nuestra complicidad para crearlo y nuestra responsabilidad de desarrollar alternativas.

Cualquiera sea la forma que adopte el Green New Deal, se realizará y comprenderá a través de edificios, paisajes y otras obras públicas. Los arquitectos paisajistas tienen conocimientos y habilidades, desde gestión ecológica hasta análisis de sistemas, mapeo y visualización, que son esenciales para ese proyecto. Ahora es nuestra oportunidad de volver a institucionalizar la experiencia en diseño en el gobierno y, al mismo tiempo, romper el dominio del neoliberalismo que ha socavado las ambiciones de la arquitectura del paisaje. Empecemos.[46]

 

 


Gracias a Frederick Steiner, Richard Weller, Karen M’Closkey, Kian Goh, Sean Burkholder y Daniel Aldana Cohen, quienes ofrecieron comentarios invaluables sobre borradores anteriores de este ensayo. También estoy agradecido con Ananya Roy, Melany De La Cruz-Viesca, Laure Murat, Abel Valenzuela y sus colegas de la UCLA por invitarme a comenzar a trabajar estas ideas para una conferencia en noviembre de 2017. Finalmente, no puedo agradecer lo suficiente a Josh Wallaert, Nancy Levinson y sus colegas de Places Journal por sus generosos comentarios, tiempo y energía, sin los cuales este ensayo nunca hubiera sido posible.


 

Notas

  1. “Estamos entrando en la era de la arquitectura del paisaje”, dijo Barbara Deutsch, directora ejecutiva de la Landscape Architecture Foundation, en la cumbre de 2016 en Filadelfia, que condujo a la publicación de la Declaración del nuevo paisaje, que sintetizó las discusiones entre los arquitectos paisajistas sobre el futuro del campo. (La cumbre marcó el 50 aniversario de la “Declaración de preocupación” original.) En una introducción al libro resultante, Richard Weller escribió: “Nos encontramos en una posición histórica y culturalmente importante … [como] los ingenieros lideraron el siglo XIX, arquitectos el XX, y este es nuestro momento “. Kelly Shannon utilizó su declaración para enmarcar la arquitectura del paisaje como “una necesidad cada vez más urgente”, y más tarde organizó una conferencia sobre ese tema en la Universidad del Sur de California. Lea Weller y Shannon (y muchos otros) en The Landscape Architecture Foundation, The New Landscape Declaration: A Call to Action for the Twenty-First Century (Rare Bird Books, 2017). [Esta nota fue editada después de la publicación para aclarar que The New Landscape Declaration fue emitida después de la cumbre.]
  2. Para un excelente perfil de Dieter Rams, ver Alexandra Lange, “Lo que hemos aprendido de Dieter Rams y lo que hemos ignorado”, The New Yorker, 28 de noviembre de 2018. Los arquitectos paisajistas ahora son comisionados regularmente para público de alto perfil. obras que, en generaciones anteriores, eran dominio de arquitectos. Eso incluye la High Line de Corner (“Arquitectos paisajistas, ya no son doncellas”, dijo Lange) y la Plaza Pública de Woltz (descrita por Shannon Mattern, en su ensayo definitivo sobre Hudson Yards, como “un desafío extraordinario … [que] debe unir las edificios y negociar grandes disparidades en escala). Ver Lange, “Lecciones del High Line”, Design Observer, 31 de octubre de 2011; y Mattern, “Ciudad instrumental: la vista desde Hudson Yards, circa 2019”, Places Journal, abril de 2016, https://doi.org/10.22269/160426. Para una crítica más reciente de cómo la arquitectura, el paisaje y el neoliberalismo convergen en Hudson Yards, no se pierda Kate Wagner, “Fuck the Vessel”, The Baffler, 21 de marzo de 2019. Otros proyectos de paisaje tratados como canon contemporáneo incluyen la ciudad de Nueva York Bryant Park (OLIN) y Brooklyn Bridge Park (MVVA) y el Lurie Garden de Chicago en Millennium Park (Gustafson Guthrie Nichol), todos espacios urbanos de lujo producidos en ciudades de importancia mundial a un costo público enorme. Para una descripción maravillosa de la práctica actual, vea Brian Davis y Thomas Oles, “From Architecture to Landscape”, Places Journal, octubre de 2014, https://doi.org/10.22269/141013.
  3. Me siento obligado a notar que estoy extremadamente preocupado por el encuadre, la narración y las conclusiones del libro de Wallace-Wells. Una consecuencia del analfabetismo climático en muchas grandes compañías de medios es que lo poco que publican sobre el tema es hiper-apocalíptico. (Las historias más precisas y matizadas sobre el cambio climático no reciben clics ni calificaciones). Pero puede ser una profecía autocumplida asustar intencionalmente a la gente y tratar nuestra ruina colectiva como inevitable. Este es precisamente el tipo de libro que esperaría de un escritor nuevo en este tema y un ecosistema de medios fundamentalmente no equipado para abordar la ciencia y la política climática. Un buen informe debe ayudar a los lectores a visualizar futuros alternativos (como los arquitectos paisajistas están capacitados para hacerlo). Ver Richard Campanella, “How Humans Sank New Orleans”, The Atlantic, 6 de febrero de 2018; Neena Satija, Kiah Collier, Al Shaw y Jeff Larson, “La tormenta perfecta de Houston”, The Atlantic, 4 de marzo de 2016; y Kate Wagner, “El palacio y la tormenta”, The Baffler, 23 de octubre de 2018.
  4. Design with nature (Doubleday, 1969) sigue siendo el libro más vendido en arquitectura del paisaje y a menudo se coloca junto a Silent Spring de Rachel Carson (Houghton Mifflin, 1962) como uno de los textos más importantes del movimiento ecologista de la década de 1960. También es uno de los pocos arquitectos paisajistas lo suficientemente famosos como para obtener un obituario en The New York Times. [Esta nota final se corrigió después de la publicación para indicar que no era el único arquitecto paisajista en recibir un obituario de NYT, como se informó originalmente.]
  5. Ver Erle C. Ellis, “La ciencia sola no salvará la Tierra. La gente tiene que hacer eso ”, The New York Times, 11 de agosto de 2018; y An Ecomodernist Manifesto (2015), un artículo de posición muy publicitado del The Breakthrough Institute que incluye a Ellis entre sus cofirmantes. Argumenta que un “buen Antropoceno” implica un desacoplamiento intencional de las actividades humanas y el mundo natural, lo que requerirá transformaciones sociales, económicas y tecnológicas en el lugar donde vivimos, cómo vivimos y cómo usamos la tierra. En este sentido, pertenece al campo de los tecno-utópicos que nos harán creer que la innovación y la inventiva, en lugar del cambio de comportamiento y político, son la salida de la crisis climática. Considero que el razonamiento es increíblemente preocupante, especialmente porque lo adoptan los educadores de diseño y los profesionales que cooptan los mitos de Silicon Valley que están cada vez más expuestos como fraudulentos.
  6. Richard Weller, “¿Mayordomía ahora? Reflexiones sobre la razón de ser de la arquitectura del paisaje en el siglo XXI”, Landscape Journal 33 (2): 85-108, https://doi.org/10.3368/lj.33.2.85.
  7. Durante la administración de Obama, trabajé en la Oficina de Asuntos Urbanos y Oportunidades Económicas del Consejo de Política Nacional de la Casa Blanca, donde ayudé a coordinar los programas de subvenciones entre agencias, la reglamentación y las revisiones regulatorias, y los esfuerzos de colaboración en torno a la vivienda, el desarrollo urbano y la política ambiental. Allí conocí a Ezra Levin y Leah Greenberg, que ahora son codirectores del equipo detrás del movimiento Indivisible. Fui coautor de The Indivisible Guide (2016) y pasé gran parte del año siguiente ayudando a establecer Indivisible como una organización política viable y ahora inmensamente poderosa. Esas experiencias moldearon mi forma de pensar sobre el diseño, y especialmente su ausencia de la vida política y cívica de este país.
  8. Esta descripción de Rebuild by Design se encuentra en el informe de la Iniciativa Especial para la Recuperación y Resiliencia de la Ciudad de Nueva York, “Una Nueva York más fuerte y resistente” (2013). La reconstrucción fue un modelo para la práctica de la administración Obama de asociarse con gobiernos locales y organizaciones filantrópicas en proyectos financiados y administrados conjuntamente, particularmente en los ámbitos del diseño y la política de desastres. En este caso, la Fundación Rockefeller y el HUD lideraron el programa, mientras que la investigación de la competencia fue dirigida por Eric Klinenberg del Instituto de Conocimiento Público de la Universidad de Nueva York, y la Asociación del Plan Regional, la Sociedad Municipal de Arte, y El Instituto Van Alen. Cerca de otras 200 agencias gubernamentales y más de 500 organizaciones comunitarias participaron en la reconstrucción e informaron directamente al Huracán Sandy Task Force, creado por el presidente Obama para supervisar los esfuerzos de recuperación regional más amplios.
  9. Esto también fue un sello distintivo del estilo de política de la administración Obama. Un ejemplo de alto perfil es el programa educativo “Carrera hacia la cima”, que proporcionó subvenciones relativamente pequeñas a los estados y distritos que encontraron formas creativas de perseguir una agenda de reformas. Este enfoque competitivo y neoliberal fue ampliamente criticado por los sindicatos de docentes, la NAACP, la Urban League y muchos otros defensores de la educación pública. Ver Michele McNeil, “Los Grupos de Derechos Civiles piden una nueva agenda federal de educación”, Semana de la Educación, 26 de julio de 2010; y Seyward Darby, “La agenda de educación de Obama no es anti-minoría”, The New Republic, 27 de julio de 2010.
  10. Para una visión general del régimen federal de recuperación de desastres en los Estados Unidos, ver Robert Olshansky y Laurie Johnson, Clear as Mud: Planning for the Rebuilding of New Orleans (Routledge, 2010); Jaimie Hicks Masterson, et al., Planning for Community Resilience: A Handbook for Reducing Vulnerability to Disasters (Island Press, 2014); Karl Kim y Robert Olshansky, editores invitados, “Planning for Disaster Recovery”, número especial del Journal of the American Planning Association 80 (4); y Liz Koslov, “The Case for Retreat”, Public Culture 28 (2): 359-87, https://doi.org/10.1215/08992363-3427487. La recuperación de desastres ha seguido las tendencias más amplias de privatización y “reinvención del gobierno”, popularizada por Reagan e implementada bajo Clinton. Para más información sobre la privatización de la recuperación ante desastres, ver Kevin Fox Gothan y Miriam Greenberg, Crisis Cities: Disaster and Redevelopment in New York and New Orleans, (Oxford University Press, 2014); y Naomi Klein, The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism (Picador, 2008).
  11. Declaración de interés: Penn’s Weitzman School of Design, que estaba en el equipo de Lifelines, es mi hogar profesional (como director del Centro McHarg) y uno de los socios académicos de Places Journal.
  12. Jeff Goodell, “¿Se puede salvar Nueva York en la era del calentamiento global?”, Rolling Stone, 5 de julio de 2016; Bill de Blasio, “Mi nuevo plan para proteger el clima del Bajo Manhattan”, New York Magazine, 13 de marzo de 2019; Joseph Hanania, “Para salvar East River Park, la ciudad intenta enterrarlo”, The New York Times, 18 de enero de 2019; y Zach Webb, “Un desastre desigual: preguntas y respuestas con Ashley Dawson”, The Baffler, 15 de septiembre de 2017.
  13. La Fundación Rockefeller ha financiado varios informes, eventos y un libro, que generalmente han sido exuberantes sobre los éxitos de Rebuild by Design, mientras que minimizan las deficiencias reconocidas. Consulte Reconstruir por diseño (2015) [PDF], y evaluaciones de programas realizadas por el Urban Institute, “Evaluación: Reconstruir por diseño Fase 1” (junio de 2014) [PDF] y “Evaluación preliminar de resultados” (diciembre de 2016) [PDF]. Entre las mejores críticas independientes, ver Robert Lewis, “Por qué la barrera de tormentas” La Gran U “podría terminar como” Media J “”, WNYC, 27 de octubre de 2017; y Kian Goh, “Flows in Formation: The Global-Urban Networks of Climate Change Adaptation”, Urban Studies 10 (1): 1-19, https://doi.org/10.1177/0042098018807306.
  14. Las perspectivas para este proyecto innovador no están claras. Las ostras ya no se encuentran en la zona costera frente a la costa sur de Staten Island, y nadie sabe si los arrecifes pueden atraer suficientes ostras para crecer verticalmente a medida que aumenta el nivel del mar, lo que será clave para cumplir la promesa de protección costera. El rápido aumento de la acidez del océano también es una amenaza. Para obtener más información sobre la relación entre el cambio climático, la acidez y el colapso de la población de mariscos, lea Richard A. Feely, et al., “Resumen científico de la acidificación de los océanos en las aguas marinas del estado de Washington: Panel de la Cinta Azul de la Iniciativa de mariscos de Washington”, Informe especial de la NOAA ( Noviembre de 2012) [PDF]; Nina Bednarsek et al., “Disolución extensa de pterópodos vivos en el Océano Austral”, Nature Geoscience 5 (2012): 881-85, https://doi.org/10.1038/ngeo1635; Anaelle Lemasson, et al., “Vinculación de los impactos biológicos de la acidificación de los océanos en las ostras con los cambios en los servicios de los ecosistemas: una revisión”, Journal of Experimental Marine Biology and Ecology, 492 (2017): 49-62, https: // doi. org / 10.1016 / j.jembe.2017.01.019; George Waldbusser, et al., “Tasas de disolución de conchas de ostras en aguas estuarinas: efectos del pH y el legado de conchas”, Journal of Shellfish Research, 30 (3): 659-69, https://doi.org/10.2983/035.030. 0308; y Trevor Branch, et al., “Impacts of Ocean Acidification on Marine Seafood”, Trends in Ecology & Evolution, 28 (3): 178-86, https://doi.org/10.1016/j.tree.2012.10.001 .
  15. El informe de SIRR, “Una Nueva York más fuerte y resistente” (véase la nota 8) describe “un sistema integrado de proyectos costeros discretos que, juntos, constituirían los elementos de un enfoque de múltiples capas [que] también incluye medidas de resiliencia para edificios y protecciones para infraestructura crítica “. En la práctica, esto significa construir varios cientos de pequeños proyectos de ingeniería costera: diques, mamparos, diques, costas vivas, mejorar la nutrición de las playas, las puertas de las mareas y otras formas de protección estructural y no estructural. Por lo tanto, el plan apuesta por la capacidad de la ciudad para mantener el agua fuera, siguiendo lo que el arquitecto paisajista Jack Ahern describe como una mentalidad “a prueba de fallas”. Ver Ahern, “De a prueba de fallas a seguridad de fallas: sostenibilidad y resiliencia en el nuevo mundo urbano”, Landscape and Urban Planning 100 (4): 341-43, https://doi.org/10.1016/j. landurbplan.2011.02.021. Dos de las principales diferencias entre el enfoque SIRR y Rebuild by Design son (a) SIRR propone un enfoque de adaptación basado en sistemas (aunque muy defectuoso), mientras que RBD se enfoca en proyectos únicos y espera que sean replicados (¡de alguna manera!) a mayor escala; y (b) SIRR propone una infraestructura dura monofuncional mientras que RBD intenta construir una infraestructura verde y gris multifuncional.
  16. En particular, Resilient by Design carecía de un mecanismo de financiación para el desarrollo y construcción de proyectos. Los diseños estaban destinados a inspirar apoyo público y financiación, lo que aún no ha sucedido. Ver John King, “Para un mundo de aumento del nivel del mar, un escaparate de soluciones propuestas”, San Francisco Chronicle, 12 de septiembre de 2018.
  17. En entrevistas con más de 30 diseñadores, líderes de la comunidad y administradores directamente involucrados en Rebuild by Design, una opinión se compartió casi universalmente: que la estructura de una competencia obligó a los equipos, de diseñadores en un extremo y organizaciones comunitarias en el otro, a invertir cantidades increíbles de tiempo y energía para un proceso que no garantizaba que produjera nada para ellos. Esto resultó aceptable para las empresas de diseño, quienes lo vieron como una oportunidad de desarrollo comercial y estaban felices de perder en Rebuild by Design si conducía a comisiones más grandes y más lucrativas. Pero para las comunidades en cuestión, el Lower East Side, Hunts Point y partes de Staten Island, fue visto como una instancia más de explotación, en la que algunos de los residentes más vulnerables de la ciudad invirtieron esperanzas en un proceso de planificación que produjo poco , en su caso, mejora material. Vea más en mi próximo libro Drowning America: The Nature and Politics of Adaptation (Penn Press, esperado 2020).
  18. Ameena Walker, “Iniciativa de vivienda asequible de Bill de Blasio, en su defecto para los neoyorquinos de bajos ingresos, dice el informe”, Curbed, 16 de septiembre de 2017.
  19. Christopher Flavelle, “El programa de resiliencia climática de Rockefeller dijo estar en peligro”, Bloomberg, 28 de marzo de 2019.
  20. Para una encuesta sobre el papel de los arquitectos paisajistas y diseñadores en el New Deal, ver Phoebe Cutler, The Public Landscape of the New Deal (New Haven: Yale University Press, 1985). Para más información sobre las orientaciones apolíticas del diseño, consulte Daniel M. Abramson, Arindam Dutta, Timothy Hyde y Jonathan Massey (Agregado), Gobernando por diseño: arquitectura, economía y política en el siglo XX (University of Pittsburgh Press, 2012) ; y Damian White, “Just Transitions / Design for Transitions: Preliminary Notes on a Design Politics for a Green New Deal”, Capitalism Nature Socialism (2019): 1-20, https://doi.org/10.1080/10455752.2019.1583762.
  21. Existe una extensa beca sobre Frederick Law Olmsted por parte de historiadores y críticos urbanos y ambientales. Para empezar, ver Thomas Fisher, “Frederick Law Olmsted y la Campaña por la Salud Pública”, Places Journal, noviembre de 2010, https://doi.org/10.22269/101115; y Witold Rybczynski, Un claro en la distancia: Frederick Law Olmsted y América en el siglo XIX (Nueva York: Scribner, 2005).
  22. Cabe señalar que los principios fundacionales de ese sistema federal de conservación ahora están en disputa. Aunque el cineasta Ken Burns ha postulado que los parques nacionales fueron quizás la mejor idea en la historia de Estados Unidos, los científicos ahora cuestionan la conveniencia de la “conservación de la fortaleza”, o la limitación de las tierras silvestres protegidas, en lugar de integrarlas en áreas residenciales. Además, los historiadores (blancos) acaban de comenzar a considerar las formas en que la conservación de la tierra está implicada en el despojo violento de los pueblos indígenas.
  23. Theodore Eisenman, “Frederick Law Olmsted, Infraestructura verde y la ciudad en evolución”, Journal of Planning History, 12 (4): 287-311, https://doi.org/10.1177/1538513212474227.
  24. Garrett Dash Nelson, “Caminando y hablando a través de caminatas y conversaciones: viajando en el paisaje inglés con Frederick Law Olmsted, 1850 y 2011”, Journal of Historical Geography, 48 (2015): 47-57.
  25. Frederick Law Olmsted, “El valle de Yosemite y los grandes árboles de Mariposa: un informe preliminar (1865)”, Landscape Architecture 43 (1952): 12-13.
  26. Cutler describe esto como una era expansiva para los arquitectos paisajistas, que canalizó a cientos de jóvenes diseñadores al servicio civil. Su trabajo varió desde desarrollar sus propios planes y proyectos hasta servir como gerentes de proyecto en sitios más grandes y complejos desarrollados para la Autoridad del Valle de Tennessee y la Administración de Reasentamiento. Es importante destacar que este trabajo fue en gran parte gerencial; arquitectos paisajistas en estaciones burocráticas relativamente anónimas supervisaron una porción significativa de los proyectos de obras públicas entregados en esta era.
  27. Charles Waldheim y otros defensores contemporáneos de la teoría del urbanismo paisajístico han intentado reinterpretar algunos trabajos del período de renovación urbana, en busca de restos de redimibilidad en proyectos como Lafayette Park (Detroit) que surgieron a través de la limpieza de barrios marginales y las prácticas de línea roja. Aunque Waldheim afirma, sin citar, que Lafayette Park estaba destinado a ser (y hasta el día de hoy sigue siendo) una comunidad de ingresos mixtos y raza mixta, sus argumentos son fundamentalmente sociales. Dependen de las afirmaciones de que Lafayette Park anticipó la expansión post-fordista y posterior a la Segunda Guerra Mundial y, por lo tanto, es un modelo para patrones de desarrollo dispersos en otras partes de los Estados Unidos, proporcionando “viviendas en la ciudad central a un grupo de residentes de clase media con las comodidades percibidas de afueras.” Lea más en el capítulo 6 de Waldheim, Paisaje como urbanismo (Princeton: Princeton University Press, 2016). Pero tenga en cuenta: el vecindario de Lafayette Park es 2.5 más blanco que el promedio de Detroit, los residentes ganan 1.4 veces más; y el nivel educativo es 2.5 veces mayor.
  28. Thomas Campanella, “Jane Jacobs y la muerte y la vida de la planificación estadounidense”, Places Journal, abril de 2011, https://doi.org/10.22269/110425. Campanella no está solo en su evaluación del legado de Jacobs. Katherine Einstein y sus colegas de la Universidad de Boston analizaron las actas de casi 100 reuniones de planificación y zonificación de la construcción de nuevas viviendas en Massachusetts. Descubrieron que tanto los funcionarios elegidos como los designados probablemente tratarían las reuniones públicas como la única fuente de aportes de la comunidad en su proceso de toma de decisiones, y que los participantes en esas reuniones eran desproporcionadamente “residentes mayores, hombres, veteranos, votantes en las elecciones locales, y propietarios de viviendas “, que” se oponen abrumadoramente a la construcción de nuevas viviendas “, a menudo en múltiples reuniones. Ver Katherine Levine Eastman, Maxwell Palmer y David M. Glick, “¿Quién participa en el gobierno local? Evidencia del acta de la reunión ”, Perspectives on Politics 17 (1): 28-46, https://doi.org/10.1017/S153759271800213X.
  29. Ian McHarg, “Un método ecológico para la arquitectura del paisaje”, Landscape Architecture, 57 (2): 105-07.
  30. Susan Herrington, “La naturaleza de la ciencia de Ian McHarg”, Landscape Journal, 29 (1): 1-20, https://doi.org/10.3368/lj.29.1.1. Para más información sobre la filosofía de diseño de McHarg y su recepción, vea Frederick Steiner, “Ponga verde la tierra, restaure la tierra, sane la tierra”, en Frederick Steiner, Richard Weller, Karen M’Closkey y Billy Fleming, Eds., Design with Nature Ahora (Lincoln Institute of Land Policy Press, 2019); y Richard Weller y Billy Fleming, “¿Ha fallado la arquitectura del paisaje?” The Dirt, 23 de marzo de 2016.
  31. Para obtener más información sobre la fetichización contemporánea de Big Data y la toma de decisiones, lea “Databodies in Codespace” de Shannon Mattern, Places Journal, abril de 2018, https://doi.org/10.22269/180417; y Shannon Mattern, “Metodolatría y el arte de la medida”, noviembre de 2013, https://doi.org/10.22269/131105.
  32. Moa Karolina Carlsson, “Agencia de pensamiento y humanos de sistemas de diseño ambiental: Método ecológico de McHarg y Experimento de educación interdisciplinaria de Steinitz y Rogers”, Landscape Journal, 37 (1): 37-52. Ella cita a McHarg, “Un método ecológico”, https://doi.org/10.3368/lj.36.2.37.
  33. Carlo Florenzi, “Nunca se fue”, Jacobin, 4 de marzo de 2018.
  34. A medida que nos acercamos al 50 aniversario de Design with Nature, podemos ver el último medio siglo de la arquitectura del paisaje como una respuesta a McHarg y sus métodos. Su filosofía inspiró a los adherentes pero también a la revuelta, parte de un patrón cíclico más amplio en la arquitectura del paisaje, ya que el péndulo oscila entre un énfasis en la ciencia y el arte, la sostenibilidad y la belleza, el impacto social y el valor intrínseco. James Corner articuló las motivaciones detrás de la revuelta actual, quejándose de que “la arquitectura del paisaje contemporáneo [bajo la influencia de McHarg] se ha basado más en modos de ecología objetivistas e instrumentales, mientras que la creatividad del diseño se ha reducido con demasiada frecuencia a dimensiones de resolución de problemas ambientales y apariencia estética. . ” Muchos profesionales se sienten sofocados por las nociones de optimización y aptitud defendidas por McHarg, y han tratado de centrar el diseño, en lugar de la planificación, dentro de la práctica de la arquitectura del paisaje. Ver Corner, “Ecología y paisaje como agentes de creatividad”, en George Thompson y Frederick Steiner, Eds., Diseño y planificación ecológica (Wiley, 1997), 80-108.
  35. La privatización de los servicios públicos y el espacio público es fundamental para el dilema de la arquitectura del paisaje contemporáneo, ya que las posiciones retóricas de los diseñadores sobre la justicia y el clima a menudo están en desacuerdo con los intereses financieros y políticos que guían el desarrollo urbano en los Estados Unidos. James Corner, en Landscape Urbanism: A Manual for the Machinic Landscape, Ed. Mohsen Mostafavi y Ciro Najle (AA, 2003), argumentan que el ámbito central del urbanismo paisajístico es reclamar influencia estructural sobre los proyectos. (Parafraseado en Richard Weller, “Landscape (Sub) urbanism in Theory and Practice”, Landscape Journal 27 (2): 247-67.) Implícito en este reclamo estructural es un abandono de los otros procesos en los que la arquitectura del paisaje una vez se ejerció, tales como la política ambiental, los movimientos sociales y ambientales y la planificación a gran escala. Al litigar con éxito su posición, Corner y otros urbanistas paisajistas han alejado a la profesión del énfasis de McHargian en la política, la política y la planificación; y hacia un enfoque en la representación, la fenomenología y un modo silencioso de práctica organizado en torno a proyectos y clientes.
  36. El compromiso político de la Sociedad Estadounidense de Arquitectos Paisajistas suele ser bipartidista, lo que lo hace discutible. La sociedad tiende a tomar posiciones sobre los proyectos de ley que ya están garantizados para pasar por el Congreso: legislación completa sobre calles e infraestructura, fondos de conservación en el Proyecto de Ley Agrícola, etc. En asuntos donde ASLA tiene la oportunidad de tomar posiciones más arriesgadas y potencialmente más significativas, la sociedad generalmente expresa ambivalencia. A continuación, presento el ejemplo reciente de una declaración débil sobre el New Deal verde.
  37. Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, “Calentamiento global de 1.5 ° C”, informe especial, octubre de 2018. Para una explicación clara del Green New Deal en el contexto del informe del IPCC, lea David Roberts, “The Green New Deal, Explained, “Vox, 21 de diciembre de 2018, actualizado el 30 de marzo de 2019; y David Roberts, “Esto es una emergencia, maldita sea”, Vox, 23 de febrero de 2019.
  38. En una mesa redonda digital, el Centro McHarg comenzó a recopilar ideas sobre diseño y activismo en 2018. Dos comentarios parecen particularmente relevantes aquí. Kian Goh escribe: “Los diseñadores deben ir más allá de la simple alianza con los movimientos sociales y ser cómplices del cambio. Esta es una propuesta espinosa para profesiones que a menudo son cómplices de instituciones de poder político y capital. [Pero] los diseñadores deben estar en movimientos, tomar en serio las teorías del cambio social, aprender de y ser parte de la organización política “. Su colega en la UCLA, Ananya Roy, argumenta que “la planificación urbana, el diseño urbano y la arquitectura a menudo están convenientemente alejados de temas tan desagradables”. La prisa por despolitizar la arquitectura del paisaje, que estimuló las innovaciones en la representación y los métodos, también cortó las conexiones entre la profesión y los residentes y activistas de la comunidad a la que siempre ha aspirado a servir. El texto completo de sus contribuciones, y otros, se puede leer en línea.
  39. Para la escritura más interesante sobre este tema hasta la fecha, lea Kate Aronoff, “Con un New Deal verde, así es cómo podría verse el mundo para la próxima generación”, The Intercept, 5 de diciembre de 2018; Daniel Aldana Cohen, “Un nuevo acuerdo verde para la vivienda”, Jacobin, 8 de febrero de 2019; y Greg Carlock y Julian Brave Noisecat, “¿Cuál es tu nuevo negocio verde?” Crooked Media, 6 de febrero de 2019.
  40. Vea el hilo de Twitter de Ocasio-Cortez el 10 de febrero de 2019, invocando el marco de una “solicitud de propuestas”. Hasta la fecha, solo dos organizaciones han desarrollado algo parecido a un marco o análisis de alcance para desarrollar aún más el New Deal Verde. Uno es New Consensus, que aconsejó a Alexandria Ocasio-Cortez sobre la resolución que presentó en la Cámara. Rhiana Gunn-Wright y Robert Hockett representan mejor su trabajo, “The Green New Deal: Mobilizing for a Just Prosperous and Sustainable Economy” (febrero de 2019) [PDF]. Consulte el sitio web del nuevo consenso para obtener actualizaciones. La otra organización que está haciendo un buen trabajo es Data Progress, el grupo de expertos progresivo dirigido por Sean McElwee, donde la investigación de Green New Deal está dirigida por Greg Carlock del World Resources Institute. Ver Greg Carlock, Emily Mangan y Sean McElwee, “Un nuevo acuerdo verde: una visión progresiva para la sostenibilidad ambiental y la estabilidad económica” (septiembre de 2018).
  41. Consulte la sección de comentarios en “Declaración de ASLA sobre el New Deal verde”, The Dirt, 13 de febrero de 2019.
  42. Nancy Levinson, “Open and Shut”, Places Journal, enero de 2019, https://doi.org/10.22269/19010.
  43. E. O. Wilson, Half-Earth: Our Planet’s Fight for Life (Liveright, 2017).
  44. Ver Myles Lennon, “Descolonizing Energy: Black Lives Matter and Technocientific Expertise between Transitions Solar”, Energy Research & Social Science, 30 (2017): 18-27, https://doi.org/10.1016/j.erss.2017.06. 002.
  45. Levinson, ibid.
  46. Con Daniel Aldana Cohen y Kate Aronoff, estoy organizando un evento, “Designing the Green New Deal”, en septiembre de 2019 en The McHarg Center, University of Pennsylvania. Se combinará con un estudio avanzado e interdisciplinario en el semestre de otoño, centrado en las implicaciones del entorno construido de la propuesta. Al escribir estas líneas, los oradores confirmados incluyen a Naomi Klein, Jane McAlevey, Stephanie Kelton, Kate Orff, Varshini Prakash, Julian Brave Noisecat, Rhiana Gunn-Wright, David Roberts, Leah Stokes, Kerene Taylor, Raj Patel, Nicholas Pevzner, Nancy Levinson, Jennifer Light y Peggy Deamer.

 

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Microbios, máquinas, ciudades. Conversación con Donna Haraway https://arquine.com/microbios-maquinas-ciudades-conversacion-con-donna-haraway/ Fri, 20 Mar 2020 07:50:18 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/microbios-maquinas-ciudades-conversacion-con-donna-haraway/ "Las ciudades de la tierra son inmensas y siguen creciendo. Son un hábitat para los humanos y no-humanos. Debemos hacer las ciudades lugares para el florecimiento y la justicia ambiental."

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Donna Haraway (1944) comenzó su carrera profesional en biología con una especialización en zoología. Si bien su práctica comenzó a dirigirse hacia la escritura, no dejó por ello a la ciencia como una de sus preocupaciones fundamentales, y su producción textual es, en sí misma, un paradigma del conocimiento. Categorías como el cyborg  o el conocimiento situado forman parte de una reflexión filosófica que imprimió sobre el quehacer científico —campo que se dice purificado de cualquier prejuicio cultural— una mirada feminista y creativa. En textos breves como el Manifiesto cyborg (1985) o el Manifiesto de las especies de compañía (2003), así como en libros como Simios, cyborgs y mujeres (1991), Haraway ha hecho aportaciones decisivas que han sido retomadas por los estudios sobre la tecnología, el feminismo y el posthumanismo.

Uno de los principales ejes de su pensamiento es el cuestionamiento a la idea de naturaleza como algo dado y que es exógeno a lo construido culturalmente por los seres humanos. Para Haraway, la naturaleza es vista como una herramienta del ejercicio —lo que la vuelve una producción artificial— para legitimar discursivamente esa segmentación entre lo natural y lo cultural. Estas dicotomías, más que establecer parámetros biológicos, definen quiénes merecen ser considerados como sujetos de la historia y quiénes no. Otra de sus imágenes más sugestivas, proveniente de su seminal Manifiesto cyborg, es el cuerpo “parte organismo y parte máquina”. En la historia de la humanidad, ¿quiénes acceden a una visibilidad autorizada por la ciencia? ¿Cuál es el sitio, por ejemplo, de las mujeres racializadas o de las mujeres trans? ¿Por qué sus identidades implican una diferencia con aquello que ha sido clasificado como “natural”? Estas preguntas permitieron y permiten pensar algunos de los problemas de la ciencia y la tecnología como problemas políticos.

La filósofa y bióloga estuvo en México en el marco de Index Art Book Fair, celebrado en la galería kurimanzutto, para hablar de su más reciente libro, titulado Staying with the Trouble: Making Kin in the Chuthulucene (2016), en el que se aproxima a la crisis climática, hecho que es conocido por la comunidad científica desde los años en que Haraway inició sus reflexiones sobre la tecnología. En Staying with the Trouble, Haraway vuelve sobre sus nociones de lo no-humano. Habitamos la tierra no sólo con otras personas, sino también con microbios, agua, insectos y máquinas, como son las ciudades. Haraway vuelve a negar las diferencias entre naturaleza y cultura, y pronuncia consignas como la de la no-reproducción y la de ser “responsables”. En inglés, el concepto de responsabilidad se lee como “response-able”, un neologismo que se compone de “respuesta” y “disponibilidad”; es decir, estar dispuesto a responder. Haraway señala que no hay posibilidad de una restauración climática total. La solución es quedarnos con el problema, entender todas sus aristas: estar dispuestos a enfrentar la realidad de un planeta que está muriendo. Es necesario establecer, bajo un contexto de crisis climática, nuevas relaciones con lo que llamamos naturaleza. Haraway propone vías de reflexión sobre cómo podemos quedarnos con el problema.

 

Me gustaría comenzar con Staying with the Trouble y con una idea que usted parece recuperar del clásico Manifiesto cyborg sobre las subjetividades subterráneas —chtonic beings, en inglés. Si en el Manifiesto cyborg habló sobre una posibilidad de habitar un presente tecnológico, lo que propone en Staying with Trouble, ¿es otra ficción sobre el cuerpo bajo un nuevo régimen de capitalismo y tecnología?

Escribí el Manifiesto cyborg a inicios de los ochenta. La figura del cyborg surgió por la explosión de los sistemas y aparatos científicos y digitales de ese periodo, que produjeron una globalización mediada por el campo de batalla electrónico. Estaba en marcha una informática de la dominación. Fue cuando pronuncié un “sí, pero…” El vivir juntos, con los otros seres de la tierra —máquinas, plantas, animales y seres humanos— es por un propósito de sobrevivencia y florecimiento, y los cyborgs son el cuerpo de esa sobrevivencia. Por eso, planteé al cyborg como una figura feminista, aspiracional pero también cierta. El cyborg como un cuerpo que también busca sobrevivir fue una figura a la que quise habitar y explorar; una figura sobre la que quise escribir y sobre la que decidí actuar después de su creación. Fue una ficción, pero también una realidad. Una ficción especulativa, pero también un hecho científico. Un cuerpo real pero fabulado. De manera similar, en esta segunda década del 2000, en este tiempo al que llamamos presente o antropoceno —de hecho, capitoloceno me parece una definición más precisa—, un tiempo en el que estamos reflexionando sobre el rol de las plantaciones y la agricultura en la invención del capitalismo —el plantoceno, un término problemático que borra el trabajo y el pensamiento de, por ejemplo, los académicos afroamericanos que han observado actividades agricultoras—, me llevaron a decir en Staying with the Trouble que sí, habitamos estas distintas percepciones de la temporalidad, todas estas feroces, materialistas y muy reales prácticas de extracción y de extinción, pero también continuamos habitando el tiempo de lo que llamo el chuthuluceno: el tiempo de los seres terrenales y subterráneos, de los objetos y ontologías de la tierra, como la gente y las plantas y los animales y los microbios y las rocas y el agua y las montañas, que se entretejen y forman estas vidas que merecen un futuro, porque son vidas que existen. En Staying with the Trouble básicamente digo: “no soy una futurista, no soy una optimista o una pesimista, pero yo y nosotros vivimos en un presente que es amplio y duradero; nuestra misión es hacer este presente un lugar para el florecimiento y para un saneamiento parcial, porque no habrá una restauración total, no habrá un retorno al status quo.”

 

Una de las consignas más provocadoras de Staying with the Trouble es la de Make kin, not babies, que podríamos traducir como “Crea parentescos, no bebés” o “Crea familias, no bebés”. También, habla sobre la posibilidad de tener contactos con criaturas, cuerpos que no son masculinos y tampoco son del todo humanos…

Make kin, not babies. Parece el eslogan del cyborg para la superviviencia terrenal. Es deliberadamente provocativo. Es una forma de crear problemas. Cuando nací, en 1944, había cerca de dos billones de seres humanos en el planeta, tal vez un poco más. Ya que soy una mujer blanca y pudiente de Estados Unidos, y si alcanzo la “fecha de entrega” de mi seguro de vida y muero a mis 85 años, habrá, fácilmente, ocho billones de personas viviendo en este planeta. La vida de una mujer blanca y pudiente en números demográficos. Pero de una manera extraordinariamente injusta, la descendencia de los ricos dejará a la tierra casi seca, y la descendencia y las aspiraciones familiares de los pobres, de hecho, los empobrecen todavía más. Terminan siendo el problema según la perspectiva del racismo, el imperalismo, el colonialismo que todavía sigue y la misoginia que está involucrada en las ideas sobre los índices poblacionales. La izquierda, y sobre todo la izquierda feminista, correctamente identificó toda la opresión del pensamiento poblacional, y su negación a aceptar que son las prácticas socioecológicas de los ricos las que hacen más dañó a esta tierra, las que realmente afectan a todos. Hemos hecho la crítica, pero permanece un miedo a ser racista y a repetir los mismos errores que estamos criticando. Y nos da más miedo ser acusados de racistas. El feminismo que busca la justicia reproductiva, sus activistas y pensadoras, se rehúsan a hablar del tema. Hablamos de derechos y libertades reproductivas, de no sufrir coerción en lo que respecta a si queremos tener bebés o no —lo siento, ninguna clase de coerción puede estar bien—, pero nos aterra hablar sobre índices poblacionales y sobre lo que significan para las criaturas de la tierra, incluyendo la gente. Mis amigas y yo alguna vez concluimos que siendo mujeres blancas con ciertos privilegios éramos las indicadas para usar la poca credibilidad que tenemos para lidiar con la cuestión de los índices poblacionales. La vía que encontramos para enfrentarlo es la de la justicia reproductiva, pero también la ambiental. Una justicia ambiental y reproductiva. La tierra no está hecha exclusivamente para los humanos. Para oponerse a las soluciones tecnocráticas, debemos dejar muy en claro la inevitabilidad del racismo al momento de abordar la demografía —y no hay forma de que puedas escapar a tu propio racismo; las estructuras no funcionan de esa manera—; dejamos que los llamados profesionales, o peor, que la extrema derecha, piense en cuáles son las alternativas.

Todos son problemas no sólo terrenales, sino que también conciernen a la tierra como planeta y a nosotros. Porque existen, debemos encontrar maneras de estar para y con nosotros mismos, de oponernos a ciertas formas de vida y favorecer otras, y estar con y para los humanos y los no-humanos incluyendo, como ya dije, los microbios, el agua y las plantas, pero también un tipo de máquinas que merezcan cuidado, porque hay tecnología a la que debemos cuidar afectivamente, en lugar de vivir en contra de ella. Cuidar a las tecnologías que son instrumentales en la justicia ambiental multiespecie. Las respuestas las están teniendo personas que están trabajando creativamente por dentro y fuera de las instituciones, y la posibilidad de estrechar alianzas con ellos es muy real. 

 

Quiero retomar algo de lo que apuntaste en Simios, cyborgs y mujeres sobre las condiciones de la producción del conocimiento científico. En ese libro, mencionaste que casi siempre la ciencia continúa afirmando las diferencias entre naturaleza y cultura. ¿Crees que esta dicotomía persiste en el ascenso de los nuevos autoritarismos políticos?

Nuestras instituciones están bajo ataques terroríficos, como la prensa, por ejemplo. Los asesinatos a reporteros en los Estados Unidos, o la deslegitimación de la autoridad, puesta en marcha por la propaganda de las noticias falsas y por el emporio mediático de Ruper Murdoch y de Fox News. El desarrollo de máquinas de propaganda desarticula la posibilidad de saber qué está pasando. Ese ataque que está atravesando la prensa es muy importante. Otra institución que está sufriendo, al menos en Estados Unidos, es la que genera bases de datos públicas sobre cuestiones ambientales. Las bases de datos de agencias protectoras del ambiente han sido removidas, por lo que no tenemos ninguna referencia sobre el cambio climático. ¿Puedes imaginarlo? Nadie podía esperarse que todo se pusiera así de mal. La universidad pública es otro ejemplo. Trabajo en la Universidad de California. Tenemos estudiantes que son indigentes o que viven en sus coches. Tenemos estudiantes que terminan sus grados asumiendo una deuda que no podrán pagar en toda una vida. Tenemos catedráticos y profesores adjuntos que no pueden pagar renta en las ciudades en las que enseñan. La privatización del sistema público de las universidades le quitaron poderes a los sindicatos, lo que se ha vuelto un problema de extrema urgencia. En mi universidad hay una huelga de profesores adjuntos que piden un aumento para manejar costos de vida cada vez más altos. Lo que pide la justicia ambiental es necesario, y hace que todos recuerden que el problema no es sólo la biodiversidad sino la justicia, y la justicia implica, como término católico, preferencia por los pobres. Si pensamos en la Teología de la Liberación, muy en boga en la década de los sesenta, cuando me convertí en una adulta católica, el eslogan era “preferencia por los pobres”. Es un eslogan contaminado, ciertamente, pero pide que pongamos una atención primordial a los que están más en riesgo y más oprimidos y, con mayor frecuencia, más activos. Muchas de las herramientas más propositivas concernientes a la organización de la vida provienen de sectores indígenas, campesinos y obreros. Ahí se forman alianzas que son antirracistas y antimisóginas. Estos movimientos no han muerto. Están más vivos que nunca. Y no son sujetos de desesperación por todo lo que está pasando. Me rehúso a hablar de naturaleza y cultura como categorías separadas. Insisto en hablar del entrelazamiento del vivir y morir con nosotros, y de que no todos nosotros somos humanos. Y también en que vivir y morir con nosotros no sólo implica justicia, sino también cuidados. Pensándolo bien, la justicia no es suficiente. Porque puede ser demasiado severa. Es necesario tener un corazón cuando hablamos sobre la crisis climática y la justicia ambiental. Y eso implica oponerse a las supuestas separaciones entre naturaleza y cultura.

 

Nuestro presente es un momento en el que resurge la democracia, y también uno del empoderamiento de la extrema derecha. En estos límites políticos, ¿quién debe manejar o quién maneja la producción del conocimiento científico y del conocimiento sobre la crisis climática?

¡Nosotros! (risas). En realidad no hay respuesta para eso. Tenemos aliados que están trabajando en la administración nacional, en la aeronáutica, en la geofísica. Aliados que vienen de organizaciones científicas y tecnológicas, así como de activismos comunitarios. La producción del conocimiento ocurre en muchos lugares. La cuestión es poner esos lugares juntos para establecer alianzas. Tenemos enemigos reales, pero la mayoría de la gente no son nuestros enemigos. Y todos nosotros estamos posicionados de alguna manera en las instituciones. Es importante decirlo, y desde un tono ligeramente aspiracional, que nosotros produciremos el conocimiento. Nosotros haremos mundos imperecederos. Y nosotros es un pronombre siempre en construcción. Es una identidad que no puede ser cooptada. ¿Cómo respondemos a nuestros enemigos? Desde todas las formas posibles. Pero la respuesta no es la misma en todos los lugares: es una respuesta muy situada y muy específica. Creo que necesitamos más acciones no-violentas y multitudinarias. Es algo muy difícil de lograr, aunque la urgencia de las acciones no-violentas es crítica. Para pacificar Estados Unidos, sí son necesarias las leyes, pero también desde las calles se puede trabajar para derrocar a este régimen por el que deberíamos estar avergonzados. Creo que las habilidades y talentos pueden unirse. Nos quedamos con el problema, y rendirnos no es opción. Puede parecer que los fascistas de extrema derecha están ganando terreno y que las fuerzas de la guerra están despertando, pero pueden caer mañana. O tal vez no mañana, pero creo que sí sobreestimamos su fuerza. 

 

En Staying with the Trouble también habló de los espacios que habitamos. ¿Cómo estos espacios pueden permitirnos relacionarnos? ¿Cómo piensas que las ciudades pueden ayudar u obstaculizar esas relaciones?

Tienen que ayudar y no es opcional. Las ciudades de la tierra son inmensas y siguen creciendo. Son un hábitat para los humanos y no-humanos. Debemos hacer las ciudades lugares para el florecimiento y la justicia ambiental. Creo que la justicia ambiental en las ciudades es tangencial. El agua, la agricultura urbana, la arquitectura, la apertura de espacios públicos las vuelven cruciales para pensar en el futuro.

El cargo Microbios, máquinas, ciudades. Conversación con Donna Haraway apareció primero en Arquine.

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