Resultados de búsqueda para la etiqueta [Agua ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 06 Jun 2025 21:21:06 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Un diálogo por el Agua de la Ciudad de México https://arquine.com/hora_arquine/un-dialogo-por-el-agua-de-la-ciudad-de-mexico/ Sun, 23 Jun 2024 17:54:43 +0000 https://arquine.com/?post_type=hora_arquine&p=91186 #LaHoraArquine conversará con Pablo Lazo, Laurent Herbiet y Eduardo Vázquez sobre la problemática del agua en la Ciudad de México. ¡Te esperamos!

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#LaHoraArquine conversará con Pablo Lazo, Laurent Herbiet y Eduardo Vázquez sobre la problemática del agua en la Ciudad de México. ¡Te esperamos!

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Los caminos del agua https://arquine.com/product/los-caminos-del-agua/ Mon, 27 Nov 2023 22:21:16 +0000 https://arquine.com/?post_type=product&p=85635 En este lienzo se despliega una serie de viajes en diferentes escalas que dan información objetiva, contundente y detallada del nacimiento de los flujos del agua en la geografía de América Latina. El dibujo a mano, lento, paciente y riguroso de las cuencas hidrográficas propone una asimilación consciente de las riquezas naturales de este territorio. […]

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En este lienzo se despliega una serie de viajes en diferentes escalas que dan información objetiva, contundente y detallada del nacimiento de los flujos del agua en la geografía de América Latina. El dibujo a mano, lento, paciente y riguroso de las cuencas hidrográficas propone una asimilación consciente de las riquezas naturales de este territorio. Con esta aventura hídrica, los autores buscan invitar a la reflexión y a la vez fomentar una crítica urbana, social y ambiental, que lleve a construir un futuro en armonía con las otras entidades de la naturaleza, con / en / desde la Tierra.

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La sequía desafía a la arquitectura https://arquine.com/la-sequia-desafia-a-la-arquitectura/ Tue, 04 Jul 2023 06:29:12 +0000 https://arquine.com/?p=80273 La sequía puede presentar desafíos significativos para la arquitectura en varias formas. Nos enfrentamos a una alternativa: seguir respondiendo a estos desafíos de forma convencional y lineal; o entender que los diseños de edificios y espacios públicos de ahora en adelante tiene que ser adaptables, propositivos y con rendimientos máximos.

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La sequía puede presentar desafíos significativos para la arquitectura en varias formas. Las recientes olas de calor que azotan a varias ciudades no sólo en México sino en toda America han puesto en jaque a los edificios y los espacios abiertos en las grandes urbes.

Durante períodos de sequía, el suministro de agua puede ser escaso. Esto ha evidenciado la incapacidad de los arquitectos para diseñar edificios que requieren agua más allá de su funcionamiento normal, como sistemas de plomería, sistemas de extinción de incendios y sistemas de enfriamiento. Grandes arquitectos como Norman Foster han abogado desde hace mucho tiempo por diseñar edificios que incorporen medidas de reuso y colecta de agua(1) pero poco se ha hecho para que esto sea incorporado de forma estandarizada en el diseño arquitectónico.

Si las consecuencias directas fueran solo relacionadas con el suministro de agua el tema seria manejable. Pero ademas, en áreas afectadas por la sequía, es común que se implementen restricciones en el consumo de energía eléctrica; lo cual tiene consecuencias directas en el diseño de los edificios. Actualmente en México, de todos los edificios públicos solo el 6% han sido diseñados con elementos que lleven a reducir la demanda energética y con ello, contrarestar los efectos de la sequia. (2)

Willis Faber and Dumas, Heathquarters, Norman Foster, 1971-75,
Creditos: Wikimedia cc user Mako Zilincik

Consideremos entonces que los edificios “padecen” la sequía casi igual que quienes los habitan. El filosofo inglés, John Broome argumenta, bajo el concepto de pesar vidas(3) que las consecuencias de nuestros actos y bienestar pueden “evaluarse a traves de tres dimensiones especificas -tiempo, estado de la naturaleza y la persona”, y continua, “la condición de la persona puede definirse por estas tres dimensiones, -o el edificio en este caso, “en donde la condición es específica del tiempo y define su nivel de bien-estar en mayor o menor medida”. (4)  En el caso de los edificios, si estos no estan preparados, padeceran fenomenos climáticos -como la sequía-  y esta condicionante, como la denomina Broome, hara que el edificio sea valorado por lo que aporta -o no, a su bienestar y existencia misma.

La preocupación por esta “eficiencia máxima” del producto arquitectónico, sea una casa o edificio, la planteo Buckminister Fuller en su primer ensayo teórico previo al diseño de la casa Dymaxton en 1935. Sin embargo, han sido los embates del cambio climático, y específicamente las fuertes olas de calor de los ultimos dos años, lo que ha evidenciado el letargo con el que los arquitectos “evitan” incorporar esto en sus agendas de diseño.

Buckminister Fuller, Dymaxton house, toilet, 1935. El prototipo fue diseñado para reutilizar 100% del agua y vapor. Su construcción facilitaba la replicabilidad en otras viviendas.

En el espacio urbano público de nuestras ciudades el desafio es aun más critico. Durante la sequía, los jardines y áreas verdes suelen verse afectados debido a la falta de agua. Aunque el la teoría y en la práctica, arquitectos como Batlleiroig,  MIAS Arquitectes, MITHUN Architects, Diller-Scofidio, Field Operations y Taller Capital entre varios otros, han incidido en la prominencia del paisajismo como herramienta mitigadora de estos problemas, la escala de las intervenciones no deja de ser puntual y con poca oportunidad de replicarse en otros lugares. La incidencia en el largo plazo queda ausente y las propuestas, si bien acertadas, son dificiles de adaptar a otros programas y contextos. Ya R.B. Fuller(5) y Norman Foster(6) han mencionado la importancia de la adaptabilidad para estos diseños -y soluciones, para que su impacto vaya más allá de un simple ejercicio formalista.

Rotterdam es la ciudad que tiene mayor porcentaje de cubiertas verdes per cápita (10%) en los países bajos. Créditos Pablo Lazo

El cemento gris no puede seguir dominando el paisaje urbano. En estos tiempos excepcionales que estamos viviendo, post-covid y con los efectos climáticos cada vez más extremos, es mejor pensar en nuestro mundo como un sistema complejo e interrelacionado en donde los edificios y las ciudades definen en gran parte nuestro bien estar, como lo define Broome. Una de nuestras limitaciones como seres humanos es que estamos llenos de errores cognitivos: entendemos mejor los sistemas lineales con relaciones causales directas que los sistemas complejos. Sobre la base de pruebas limitadas, nuestro pensamiento intuitivo -sistema 1, funciona como una máquina para saltar a conclusiones tratando de lograr la coherencia. Por lo tanto, la combinación de un sistema 1 que facilita la coherencia y un sistema 2 perezoso (un modo de cognición más deliberado) nos hace aceptar impresiones y creencias intuitivas pero a menudo incorrectas.

La sequia que padecemos nos esta llevando a pensar de forma diferente. Nos esta pìdendo buscar herramientas -soluciones arquitectónicas-  que dejen de ser soluciones lineales: programa-proyecto-edificio y que “salten” a definiciones complejas de propuestas arquitectonicas, eficientes y eticamente propositivas ante estos desafios como el mismo Broome lo propone. (7)

Algunas lineas de exploración ya en marcha tienen que ver con una arquitectura basada en el diseño regenerativo, que busca crear edificios y entornos que restauren y regeneren los recursos naturales, incluida el agua. También, ante la sequía, la arquitectura contemporánea busca explorar conceptos como la adaptabilidad y la resiliencia. Los edificios son diseñados para ser flexibles y capaces de adaptarse a las condiciones cambiantes, incluida la disponibilidad de agua. Esto puede incluir sistemas modulares que se pueden ajustar según las necesidades, la implementación de tecnologías emergentes para el manejo del agua y la planificación de sistemas de suministro y almacenamiento de agua a largo plazo son ejemplos puntuales de estas aproximaciones.

Banquetas inundables y captación de agua pluvial, Tec de Monterrey, Campus Coapa. Credito Pablo Lazo

La alternativa que se plantea a la arquitectura es: seguir respondiendo a estos desafios de forma convencional y lineal; o entender que los diseños de edificios y espacios publicos de ahora en adelante tiene que ser adaptable, propositivos y con rendimientos máximos como lo proponia Fuller. 

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Agua, el colegio, jesuitas, arcos y un sitio https://arquine.com/agua-el-colegio-jesuitas-arcos-y-un-sitio/ Tue, 13 Dec 2022 18:16:02 +0000 https://arquine.com/?p=73359 En todas las culturas el manejo del agua implicaba un nivel de conocimiento superlativo y sistémico. No bastaba una especialidad, había que entender el territorio. Hoy, cuando hemos desecado lagos, entubado ríos, arrasado manglares, contaminado océanos, parece ser que apenas empezamos a entender el valor real de la dinámica del agua.

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La cuenca de México es un territorio peculiar. Su origen lacustre se debe a que no existe una salida natural al mar, por lo que tanto el agua de los deshielos en cierta era geológica, como la que escurre de las lluvias, solía concentrarse y acumularse en grandes espejos de agua, generando un sistema conformado por 5 lagos de diversas dimensiones, que se integraban en uno solo durante las épocas de abundancia hídrica, y se separaban ligados por arroyos durante los momentos donde menguaba la precipitación del preciado líquido.

Dentro de la cuenca, a lo largo de la historia aparecieron emblemáticos desarrollos urbanos que, dependiendo del momento, concentraron en distintas partes del territorio una gran cantidad de población, como el preclásico Cuicuilco, el clásico Teotihuacán, o la postclásica Tenochtitlán que derivaría en la Ciudad de México, ya durante el virreinato y hasta nuestros días. Otras ciudades como Texcoco o Xochimilco, mantuvieron su destino de concentradores agrícolas, mismo que no sin riesgos a extinguirse, aún prevalece; otras tantas quedaron engullidas por el asfalto durante la expansión de la mancha urbana en el siglo pasado.

A pesar de esta abundancia del vital elemento, la Cuenca no presenta un clima parejo. Tanto las dinámicas de viento como la orografía y los tipos de suelo, generan diversos microclimas bien identificables. Para nuestras y nuestros amables lectores, resumiremos que el sur tiende a ser más húmedo y boscoso, mientras que el norte suele tener un clima más árido. Dichos climas se acentúan en función de las estaciones que son realmente dos: lluvias y secas, con pequeñas transiciones entre una y otra.

El agua para consumo humano, por otra parte, es un asunto más complejo. No basta con que sea agua dulce, debe tener ciertas condiciones de pureza. Es así como los manantiales de las sierras, adquieren condiciones mítico rituales para sus pobladores, y que, a lo largo de su historia, la cuenca haya sido cruzada por distintos apantles (en náhuatl) o acueductos (en español) para alimentar la necesidad potable de comunidades y ciudades.

Míticos son los que Nezahualcóyotl hizo para Texcoco y Tenochtitlán en el siglo XV. En el siglo XVI, con la adopción del arco como sistema constructivo, aparecen el bello y ya narrado Acueducto de Tembleque, o el fragmentado y disminuido, pero importantísimo históricamente, Acueducto de Santa Fe.

El que hoy comparto, es obra de la comunidad jesuita que conformaba el Colegio de San Francisco Javier, ubicado en la población de Tepotzotlán, en el actual Estado de México, al norte de la Ciudad.

Los colegios jesuitas buscaban, antes que nada, la generación de nuevos conocimientos a partir de la estructura formativa derivada de la filosofía ignaciana. Entre las aplicaciones de estos conocimientos, se encontraba el desarrollo de comunidades agrícolas de origen indígena. Esto podía darse a partir del concepto de misión, o del concepto de hacienda, dependiendo de diversas circunstancias. En el caso que nos atañe, el trabajo se centraba en la hacienda de Xalpa, de cuyo nombre se deriva la denominación oficial “Acueducto de Xalpa” con el que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tiene registrado el edificio que da pie a esta narración, aunque la gente le conoce mejor por el apodo de “Los Arcos del Sitio”. Tanto para noviciados como para trabajadores, el desarrollo de la hacienda requería una obra hidráulica, pues pobre sería un desarrollo agrícola sin el acceso a ésta.

Así, a inicios del siglo XVIII, los sacerdotes jesuitas Pedro Beristain, Pedro Sobrino y Santiago Castaño, inician los trabajos para trasladar el agua de la corriente del Río del Oro, hasta la hacienda. El trazo implicaba, entre otras cosas, librar la cañada donde corre el río que hoy día es conocido como en el nombre de “Los Arcos”, derivado de hecho, de la presencia de la obra hidráulica. Las estimadas y estimados lectores deberán disculparme, pero no he encontrado aún el nombre previo de este flujo de agua. Como platicamos en aquella entrega referida a la obra de Francisco de Tembleque, lo que hace funcional a un acueducto es la pendiente del canal por donde corre el agua, que no debe ser ni tan tenue como para que se estanque el flujo, y tan intensa que la corriente vaya a un exceso de velocidad, por ello, al llegar a la cañada, la necesidad de mantener la pendiente implica una importante obra arquitectónica, y es aquí que aparece la obligada construcción de arcos que hoy día cruzan el paisaje de esta región.

Cuatro niveles de arcadas, unas sobre otras, que van ampliándose hasta alcanzar en la parte superior, la “tira” de arquería mide de largo cerca de medio kilómetro alternando un total de 34 arcos. La pendiente se mantiene logrando la construcción una altura, desde el lecho del río los Arcos hasta el nivel del pretil que confecciona el apantle por el que corre el agua, unos 61 metros, con lo que se considera la obra de este tipo más alta de Latinoamérica. Así, si recordamos que el acueducto construido por Tembleque tiene el arco más alto, con 35 metros del lecho bajo de la piedra clave principal al suelo, resulta que el hoy Estado de México, cuenta con un par de récords nada despreciables en cuanto a su arquitectura hidráulica.

La edificación quedó inconclusa cuando en 1767 fueron expulsados los jesuitas de todos los territorios regidos por la corona española, también se abandonó el colegio y su trabajo con la hacienda. Es hasta mediados del siglo XIX, ya en el México independiente, que Don Manuel Romero de Terreros, al heredar la hacienda de Xalpa, decide concluir la construcción y hacer funcionar la hidráulica narrada. En el anecdotario queda el nombre popular “Arcos del Sitio”, donde la parte de los arcos es más que evidente, el Sitio en cambio, deriva del momento en que fue sitiado, en el territorio, Maximiliano de Habsburgo y sus acompañantes por el ejército juarista.

El espacio en sí, es digno de experimentarse. Si usted va en la estación de secas, que es la referencia fotográfica que aquí comparto (de noviembre a abril más o menos) el panorama será duro, con un cielo sin nubes, más frío o más caliente dependiendo del mes. La cañada se muestra inhóspita y agresiva. Solo al fondo, por donde corre el pequeño río, la vegetación mantiene algo de verdor.

Un lomerío bajo recibe al visitante desde el vehículo automotor que haya elegido, el pastizal amarillo y seco ondula en el paisaje y, de repente, comienza una hilera de arcos sencillos, que van creciendo en altura mientras la pendiente de la colina desciende. La línea horizontal que dibuja el canal por donde corre el agua, contrasta con la cada vez más pronunciada loma, y entonces, se desdobla imponente la construcción cuando la cañada se precipita al río. Uno, dos, tres y hasta cuatro niveles de arcos dibujan el cuenco orográfico, para conectar un lado del otro.

A la lejanía la dimensión ya es avasallante, y explota diversas emociones en quien la percibe. Entonces, toca bajar al río, para verlo desde otra perspectiva. El recorrido es bello, románticamente anecdótico, aunque impredecible en su ondulante viaje de flujo. Pronto, la vegetación no podrá ocultar la magnitud de la arquitectura, desde abajo la escala es distinta. No se observa la longitud del acueducto, pero se percibe la dimensión vertical, equivalente para quien no alcanza a relacionar los 61 metros con algo concreto, a un edificio de 20 pisos.

Entonces el juego de arcos se convierte en una narrativa tectónica, donde cada curva nos comunica con una línea recta vertical donde el peso de la estructura encontrará eventualmente el suelo, y su cimiento. El sol juega a los opuestos complementarios, luz y sombra, dependiendo de la hora del día, la fecha del año, y la posición de quien visualiza el monumento, que corre casi en línea perfecta entre el oriente y el poniente.

Si se visita en la estación lluviosa, un maravilloso tono esmeralda refleja la luz del sol atenuada por las nubes, y el panorama se lee diferente.

En todas las culturas previas a la contemporaneidad, el manejo del agua implicaba un nivel de conocimiento superlativo y sistémico. No bastaba con una especialidad, había que entender el territorio completo y los alcances del recurso. Hoy, cuando hemos desecado lagos, entubado ríos, arrasado manglares, contaminado océanos, parece ser que apenas empezamos a entender el valor real de la dinámica del agua, ¿en qué momento la olvidamos?

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La imagen del agua en la ciudad https://arquine.com/product/la-imagen-del-agua-en-la-ciudad/ Tue, 25 Oct 2022 16:16:33 +0000 https://arquine.com/?post_type=product&p=69362 Editor: Arquine
Textos: Loreta Castro Reguera Mancera, Juan José Kochen, Manuel Perló Cohen
Cubierta: Pasta Suave
Tamaño: 14 X 21 cm
Páginas: 288
Edición: Español
ISBN: 978-607-8880-00-3

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La imagen de la ciudad contemporánea, que funciona con infraestructuras subterráneas, no integra un elemento imprescindible para garantizar su supervivencia: el agua. Mientras que a través de los siglos urbes enteras se diseñaron en función del manejo del agua, hoy nos conformamos con abrir una llave y verla correr sin enterarnos de los mecanismos que se necesitan para que esto suceda, lo que implica una ruptura evidente entre habitantes, ciudad y agua. Este libro propone una serie de alternativas que plantean una nueva visión para los espacios del agua, haciendo evidente su presencia o ausencia en un esfuerzo por alinear la dinámica urbana y viabilidad hídrica.

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Ecologías Metropolitanas. Vivir con el Agua: drenaje profundo y sus consecuencias para planificación urbana en la Ciudad de México https://arquine.com/ecologias-metropolitanas-vivir-con-el-agua-drenaje-profundo-y-sus-consecuencias-para-planificacion-urbana-en-la-ciudad-de-mexico/ Wed, 12 Oct 2022 23:11:37 +0000 https://arquine.com/?p=69939 Vivir junto al agua ha estado con nuestra civilización por milenios. La información que tenemos de la creación de las primeras ciudades o asentamientos humanos permanentes indican que estas fueron establecidas en la proximidad de algún cuerpo de agua-lago, río o en la costa del mar. Babilonia, según Herodoto, fue fundada entre las cuencas del […]

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Vivir junto al agua ha estado con nuestra civilización por milenios. La información que tenemos de la creación de las primeras ciudades o asentamientos humanos permanentes indican que estas fueron establecidas en la proximidad de algún cuerpo de agua-lago, río o en la costa del mar. Babilonia, según Herodoto, fue fundada entre las cuencas del Tigris y Eufrates debido a la estupenda calidad de la tierra y vegetación apta para la agricultura1. En Europa, casi todas las capitales y grandes metrópolis que existen actualmente fueron fundadas en la costa o en los márgenes de grandes ríos navegables. 

Los Países Bajos son el mejor ejemplo en la época moderna que ha logrado convivir con el agua. Desde el siglo XIII esta región del norte de Europa, cuyo territorio es atravesado por tres grandes ríos; el Rhine, Meuse, y el Scheldt, tiene prácticamente todo su territorio por debajo del nivel del mar y han padecido inundaciones y pérdidas sustanciales de tierra a lo largo de la historia. Por ello, este pueblo ha tenido que crear un modelo integral capaz de gestionar el agua como parte de su modelo de vida. Las Juntas de Agua (WB por sus siglas en inglés) creados en cada comunidad de la región desde el siglo XIII, fueron los responsables de coordinar todas las obras de infraestructura hidráulica, saneamiento y contención cuyo resultado es el paisaje holandés contemporáneo2. Desde finales del siglo XIX y prácticamente todo el siglo XX, el pueblo holandés es la sociedad que ha entendido mejor cómo vivir junto al agua3. Un amigo holandés alguna ves me comento “Nunca vas a poder detener el flujo del agua, lo que sí puedes hacer es controlar la velocidad de ésta y tener tiempo suficiente para protegerte”.4

La escena contemporánea de los Países Bajos conjuga por un lado; un proyecto urbano densificado (prácticamente el 60% del territorio esta urbanizado) y, por el otro, un sistema de diques, terraplenes y marismas que articulan el paisaje rural donde se encuentran localizados los campos de cultivo intensivos más conocidos en el mundo. Los cuerpos de agua ocupan cerca del 30% de la superficie de Holanda. Esta simbiosis surge, no por un deseo subjetivo de los habitantes de acercarse a este entorno tan seductor y estéticamente atractivo, ni por una economía abrasiva de la agroindustria, sino por la simple y clara urgencia de mantener su tierra y evitar el riesgo de las inundaciones en sus ciudades para proteger a sus habitantes.

El acercamiento holandés comprende la aceptación del rol de la sociedad humana como un elemento simbiótico con el entorno y no como un agente disruptivo. Utilizo estos términos como diría John MacHale en su libro The Ecological Context5 además de ser extremadamente relevantes para el futuro de la Ciudad de México en donde es clave la convivencia con el agua.

El sistema lacustre del Valle de México posterior a la conquista no logró conseguir la simbiosis entre el agua y sus habitantes que había en la era prehispánica. Hasta la llegada de los españoles, Tenochtitlán y sus habitantes, aceptaron esta relación simbiótica con el sistema de lagos del valle y diseñaron una serie de calzadas y albarradones que regulaban el flujo de los lagos en la época de lluvias para mantener el islote central a salvo de inundaciones. Durante el estiaje, el sistema permitía un mayor flujo de agua dulce de la parte del lago pegado a las laderas del poniente para mantener el nivel del lago de agua salada en la parte oriente del valle. La conexión natural al norte con los lagos y zonas de humedales de temporal, de Xaltocan y Zumpango, permitían controlar el desagüe y salida del exceso de agua en la época de lluvias. Además, al sur del valle, se diseñaron e implementaron el sistema de agricultura en el agua-chinampas, mediante un ingenioso sistema de relleno flotante.

Sólo se tiene registro de una gran inundación en 1496 que dio como consecuencia la construcción del albarradón de Nezahualcóyotl, un dique de 16 km de largo que partía desde el norte de Atzacoalco hasta Iztapalapa6.

Ilustración 1: Lagos del valle de México en 1550 – elaboración propia

Ilustración 1: Lagos del valle de México en 1550 – elaboración propia

En poco más de tres siglos, el proceso de drenado y desecasión del sistema lacustre del valle se llevo a cabo de forma gradual, lo cual agudizó los problemas ante las inundaciones en la Ciudad de México entre los siglos XVIII y XIX7. 

Ilustración 2: Diagrama de flujo natural de los ríos en el valle de México. Elaboración propia

Ilustración 2: Diagrama de flujo natural de los ríos en el valle de México. Elaboración propia

El gobierno virreinal y los primeros gobiernos del  México independiente optaron por desafiar, confinar y eliminar la vivencia de la ciudad con los lagos y sus canales de salida. Se alteraron los flujos naturales cuyas pendientes de las colinas del poniente actuaban de forma causal. Lo más grave fue que se pensó que todo esto no tendría efectos colaterales dentro del sistema geomorfológico del valle. Las razones para alterar este equilibrio se han discutido en varias publicaciones8 que podrían resumirse en dos tesis principales: por un lado, se encontraba una propuesta de salud pública en donde se sugería que debido al aumento de población y la falta de drenaje en las casas existían altos niveles de enfermedades venéreas ocasionadas por aguas estancadas. Por otro lado, se argumentaba que el sistema de canales y barreras pre-virreinales generaban una retención de las aguas dentro del perímetro urbano, generando inundaciones y encharcamientos continuos. Paradójicamente, la desecación parcial del lago y el bloqueo de los canales naturales ocasionó más inundaciones en el área central de la ciudad.

Casi cinco siglos más tarde, estas acciones han tenido consecuencias devastadoras. El constante riesgo por inundaciones y los hundimientos diferenciales en diversas partes de la ciudad tenían una correlación con este proceso de desecación de los lagos y extracción de agua de acuífero. El agua siempre encontraba su curso y junto con los hundimientos diferenciales en el valle, debido a la extracción de agua del subsuelo, los sistemas de drenaje no fueron suficientes para detener nuevas inundaciones entre 1950 y 19559. 

Inundación, centro histórico ciudad de México, 1955. Fundación ICA

Inundación, centro histórico ciudad de México, 1955. Fundación ICA

Esto llevó a los políticos a incrementar su “lucha” contra el agua, principalmente para atacar las inundaciones y el precario sistema de desagüe pluvial. Al parecer, el tema de salud pública paso a un segundo plano a partir de 1930.  Casi 30 años después,  En 1967 se inicia el proyecto del drenaje profundo con dos grandes túneles que atravesarían la ciudad de sur a norte. Obra que tardaría casi 8 años en concluirse y que en palabras de Ernesto P. Uruchurtu10 “Esto salvaría de futuras inundaciones a la ciudad”. 

Sin embargo, este sistema, pronto dejo de ser suficiente para drenar las aguas servidas, sobre todo en tiempo de lluvias y detener las inundaciones. Debido al incremento de extracción de agua del acuífero en el Valle de México, los hundimientos diferenciales continuaron y crearon problemas para prácticamente todos los sistemas de desagüe pluvial y de aguas servidas de la ciudad y, a partir de 1990, este exceso de caudal comenzó a afectar los grandes túneles del drenaje profundo. En 1996 se crea el proyecto del túnel de los Remedios, una ampliación del Drenaje Profundo, cuyo objetivo era reducir las inundaciones registradas al oriente de la Ciudad de México11.

La paradoja fundamental del sistema de drenaje en el Valle de México es la siguiente: La pendiente natural hacia los antiguos lagos del valle hace que cada temporada de lluvias, la base lacustre reciba cantidades importante de agua si tener sistemas graduales de salida. Por otro lado, se ha invertido la pendiente en varias zonas de la ciudad debido a los hundimientos diferenciales. A mayor demanda sobre el acuífero, mayor el hundimiento diferencial. El sistema de drenaje profundo estaba originalmente diseñado para absorber esa contra pendiente y sacar el agua de forma natural dentro del sistema ecológico “natural” de descarga.

El origen de la ruptura de esta relación simbiótica con el agua comenzó a gestarse a mediados del siglo XVIII. En aquel entonces, se continuaba con la búsqueda de un proyecto de desagüe general y permanente que contribuyera a evitar las inundaciones en la Ciudad de México, reconociendo que el río Cuautitlán y el tajo de Nochistongo eran insuficientes. Para drenar los gastos máximos, en 1856 la Junta Menor de las Obras del Drenaje publicó una convocatoria en la cual se invitaba a todos los peritos e ingenieros a proponer soluciones innovadoras12. Siete fueron las propuestas recibidas, entre las que se encontraba la de M. L. Smith, quien propuso abrir un canal desde el lago de Texcoco hasta el Valle de Tequixquiac -casi 50 kilómetros al norte, retomando la propuesta realizada por Simón Méndez en 1603 y detallada más adelante por Joaquín Velázquez de León en 177313. Propuso también conservar el agua del lago de Texcoco e impedir que se elevara su nivel y así evitar la amenaza de inundar la ciudad.

La propuesta ganadora fue la del ingeniero Francisco de Garay, vocal de la junta, quien recibió la encomienda de revisar minuciosamente la idea de M. L. Smith; en un claro conflicto de intereses la criticó fuertemente para defender su propio plan, el cual consideraba la construcción de un canal principal de desagüe para el control de inundaciones y otros canales secundarios para el transporte fluvial y actividades de riego. La propuesta original fue simplificada dejando fuera el concepto de los canales secundarios, para dar paso a lo que hoy conocemos como el Gran Canal de Desagüe. Fue justo en ese momento, a través de la decisión de no diseñar canales en el oriente del valle como comunicación entre los lagos del sur y norte lo que generó la ruptura final de ecosistema lacustre de la cuenca del Valle de México.

Ilustración 3: PLANO GENERAL DE DRENAJE, SISTEMAS FLUVIALES DE NAVEGACION Y RIEGO DE LA MESA DEL VALLE DE MEXICO, ING. FRANCISCO DE GARAY, 1856

Ilustración 3: PLANO GENERAL DE DRENAJE, SISTEMAS FLUVIALES DE NAVEGACION Y RIEGO DE LA MESA DEL VALLE DE MEXICO, ING. FRANCISCO DE GARAY, 1856

En la actualidad, el sistema del drenaje profundo de la CDMX es, según la UNAM, “un sistema muy complejo, cuya finalidad es drenar una cuenca hidrológica cerrada originalmente, formada por una zona lacustre con poca pendiente e impermeable y con cuatro salidas artificiales”14. Salvo el metro, no hay infraestructura pública que haya demorado más tiempo en sus distintas fases y haya costado tanto como la más reciente pieza de este sistema: el Tunel del Emisior Oriente (TEO).

Por increíble que parezca, el diseño y la planeación de todo el  sistema del drenaje profundo ha tenido consecuencias directas en la zonificación metropolitana en gran parte del nor-poniente de la ciudad y el Estado de México, desde las colinas en los bordes de los ríos que llegan a la presa del Lago de Guadalupe, hasta los valles de Tepozotlán y Tequixquiac y Atotonilco en Hidalgo.

Ilustración 4: Sistema de drenaje metropolitano y mancha urbana, área metropolitana. Elaboración propia

Ilustración 4: Sistema de drenaje metropolitano y mancha urbana, área metropolitana. Elaboración propia

Como un gran palimpesto urbano, El proceso de planeación del sistema de drenaje profundo junto con el trazado de las autopistas 57D (México-Querétaro), el Circuito Exterior Mexiquense, la carretera Tlanepantla-Cuautitlán y la carretera federal 6 son lo que mejor describen, en su conjunto, la base de la planificación urbana de todo el norte del área metropolitana del Valle de México.

En términos conceptuales, se puede entender todo el sistema de drenaje del valle como un sistema anti-natural (en contra de la pendiente natural del valle) para tratar de mantener por lado, el balance hídrico del valle y evitar las inundaciones en la ciudad y por el otro, siempre llevar y sacar el agua hacia el norte del valle de México.

Una sobreposición entre los sistemas primarios y secundarios del drenaje actual y los antiguos lagos del valle, demuestran esta estrategia difiere de la planificación hídrica holandesa de, circuito cerrado y control de flujos. Alrededor de 1950, la expansión urbana del centro y poniente metropolitano, empujados por un crecimiento económico vertiginoso, detonó el incremento de descargas de agua tratada en la red de drenaje. La construcción de los grandes colectores y emisores al nor-poniente de la ciudad, generó una interconexión entre esta infraestructura y los vasos reguladores en el oriente y norte del Valle de México mediante canales sin áreas de retención y control de flujos, además de un complejo sistema de bombeo. Al no tener una conexión con el sur del valle la capacidad de salida al norte está comprometida. 

El resultado, es muestra de la interrelación de la planificación urbana del nor-oriente del valle de México como consecuencia de esta infraestructura hídrica brutalmente básica. En contraste, la simbiosis contemporánea para convivir con los cuerpos de agua del valle, canales, lagos y represas de tamaño medio se puede encontrar aún, en algunas partes del Valle de Chalco.

Parque Xicotencatl hacia el sur, Ciudad de México, 2019

Paradójicamente ahí la infraestructura actual, de la secretaria de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX) y la Comisión Nacional de Aguas (CONAGUA) aun integran elementos de aquel proyecto de 1857. Esto, sin duda, demuestra el potencial de esta ecología metropolitana para retomar el curso que tuvo hasta mediados de 1850, visionaria y con el objetivo de un equilibrio simbiótico, para abrir horizonte de la planificación de la ciudad en el norte y oriente del valle de México.

Ilustración 6: Sistema de drenaje metropolitano sobrepuesto sobre los antiguos lagos del valle de México. Elaboración propia

“Viajero, has llegado a la región más transparente del aire”
Alfonso Reyes 15

Uno podría concluir que la huella urbana de la Ciudad de Mexico esta encaminada al colapso ecológico. Quizá de forma intrépida, se puede argumentar que la única salida es la des-urbanización. Como lo apunta David Harvey al hablar de las ciudades “se vuelven cada vez más fijas con el tiempo, más y más escleróticas, precisamente por la forma en que agregan cosas gradualmente en lugar de mudar totalmente la piel.”16

En realidad, un proceso de des-urbanización desviaría el propósito final que consiste en restablecer el equilibrio ecológico con el agua del valle. La ciudad podría, en cierta forma, realizar un des-escalamiento de toda la infraestructura “pesada” de drenaje realizada en los últimos dos siglos. La propuesta de Francisco de Garay de 1857 apuntaba en la dirección correcta y podría, de tomarse en serio, invertir la lógica de la urbanización tradicional desde arriba hacia abajo.

La oportunidad proyectual de articular conectores fluviales en el oriente de la Ciudad de México, basado en la propuesta de Garay (ilustración 7) se desdobla como un paradigma para restablecer esta ecología metropolitana. Aun con la expansión urbana de la ciudad a finales del siglo XX, la articulación de una infraestructura hídrica que conecte los lagos del sur del valle con las áreas inundables al norte mediante un canal navegable llevaría a des-escalar la infraestructura gris de la ciudad. 

Ilustración 7: Propuesta de Garay sobre puesta a la mancha urbana del AMVM 2020, elaboración propia.

Durante el verano del 2012, el Valle de México sufrió nuevamente inundaciones considerables en algunas áreas del oriente metropolitano que incluso generaron el desbordamiento de uno de los cuatro canales de drenaje. La infraestructura gris cedió ante estos fenómenos climáticos extremos. 

Por ello, una nueva capa debería de aparecer en el oriente del Valle de México. Después de los desastrosos y fallidos esfuerzos por renovar el suelo, la infraestructura gris de canales y drenaje, los esquemas fallidos de fertilización y el poblamiento marginal de esta zona del valle. Esta capa, de-construiría parte de estas capas anteriores y daría cabida a una ecología hídrica metropolitana. (como en la ilustración 8).

El decrecimiento se va a convertir en parte fundamental de los procesos urbanos en las principales metrópolis del planeta; en el valle de México, la ecología metropolitana del agua puede ser el elemento artífice de dicho proceso. Imaginado como un sistema interconectado, que restablezca los balances de flujos de las aguas, a escala metropolitana y, que, al hacerlo, genere diseños urbanos de movilidad y coexistencia con el agua dentro de la ciudad. La esperanza del decrecimiento y de la recuperación de esta simbiosis con el líquido tan vital para la vida de las personas debe llegar primero para aquellos que mas lo requieren. Por ello que el oriente del Valle de México abre la posibilidad para realizar un ejercicio de sostenibilidad medioambiental y, al mismo tiempo, lograr cierta justicia social y reducir el estrés hídrico del valle.

Ilustración 8: Propuesta de ecología hídrica metropolitana, elaboración propia


Referencias:

 1. Herodoto, libro V, avances de Persia sobre Atenas, ed Gredos, España.

2. “Website for the Regional Water Authority of Salland”. wgs.nl. Archived from the original on 22 June 2011.

3. Las tareas de las juntas de agua permanecen básicamente sin cambios. Con una rica historia que se remonta a la Edad Media, son los órganos de gobierno más antiguos y las instituciones democráticas más antiguas de los Países Bajos. Las tablas de agua holandesas tienen su propio escudo de armas, un recordatorio colorido de su importancia en la historia holandesa. Los edificios históricos que solían albergar las juntas de agua son otro legado. Llamados gemeenlandshuis o waterschaphuis, estas importantes edificaciones se pueden encontrar en el corazón de muchas ciudades holandesas.

 4. Conversación con Hans van der Made, jefe de la oficina de planificación de Ámsterdam, 2008.

5. MacHale J. The Ecological Context, UK, 1971.

6. Ávila López, R. (1991) “Chinampas de Iztapalapa, D. F.”, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

7. El Gran Reto del Agua en la Ciudad de México, pasado, presente y prospectivas para una de las ciudades más complejas del mundo; SACMEX, 2012.

8. Ibidem. Y también ver página, http://www.mexicomaxico.org/Tenoch/Tenoch4.htm consultada en agosto 2020; Proyecto TEO, CONAGUA. La construcción de túneles en la Ciudad de México, working paper, Facultad de Ingenieria, UNAM.

9. https://www.excelsior.com.mx/comunidad/2014/07/13/970607#imagen-2, revisado en Junio 2020. 

10. Regente del Departamento del Distrito Federal (México)5​ durante 14 años, que comprenden entre 1952 y 1966, abarcando los periodos de Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. En su administración realizó una importante reforma urbanística en el trazo vial de la Ciudad de México y varias de las obras que serian precursores del drenaje profundo como el entubamiento del rio Piedad, el entubamiento del rio Churubusco, Colector Central, paso previo al drenaje profundo, y se cambió cerca del 80% (de esos años) tanto de los drenajes de aguas negras como pluviales, con lo que se abatió las graves inundaciones que venía sufriendo la Ciudad de México en las décadas pasadas. Asimismo se amplió y modernizó la red de distribución de agua potable, además de la construcción de diversas plantas de tratamiento de agua. https://www.excelsior.com.mx/comunidad/2013/06/02/902048.

11. DGCOH (s/f 1), Plan Maestro de Drenaje de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (1994–2010), Departamento del Distrito Federal, Dirección General de Construcción y Operación Hidráulica, México.

12. El Gran Reto del Agua en la Ciudad de México, pasado, presente y prospectivas para una de las ciudades más complejas del mundo;  pag 71 a 73, SACMEX, 2012.

13. Ibidem, p. 81-83.

14. Hidrología, UNAM, Libro 2, https://uamenlinea.uam.mx/materiales/licenciatura/hidrologia/libro2-hidrologia/HU1-2-03.pdf

15. Reyes A., Visión de la Anáhuac, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2014.

16. Harvey D., Justice, Nature and the Geography of Difference, Cambridge MA., Blackwell 1996, p 417.

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Parque en el cauce del arroyo en Xicoténcatl https://arquine.com/obra/parque-en-el-cauce-del-arroyo-en-xicotencatl/ Sat, 30 Apr 2022 06:00:45 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/parque-en-el-cauce-del-arroyo-en-xicotencatl/ El parque realizado por Taller Capital en 2019, fue construido sobre un antiguo barranco lleno de escombros, ubicado en las afueras de Tijuana, siendo una zona informalmente urbanizada y que ahora articula una nueva manera de aproximación a través de una nueva aproximación de espacio público y conducción de los escurrimientos.

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El proyecto se moldea en un territorio degradado para articular una nueva manera de interpretación del entorno a través de plataformas programáticas que ofrecen espacio público y conducción de los escurrimientos.

El parque Xicoténcatl fue construido sobre un antiguo barranco lleno de escombros, ubicado en las afueras de Tijuana, siendo una zona informalmente urbanizada se caracteriza por construcciones de cartón y concreto en bruto que generalmente están techadas con láminas de metal corrugado o losas simples que se levantan sobre un contexto complejo debido a sus fuertes pendientes.

El parque Xicoténcatl al inicio estaba destinado a abordar la construcción de elementos simples urbanos como aceras y limpieza de la zona para guiar mejor la escorrentía del agua donde los clientes desconocían la enorme cantidad de escombros que existían, después de visitar el sitio y comprender la necesidad de la comunidad, se empezó a plantear el rescate del mismo, generando una nueva aproximación de espacios públicos y recreativos.

Mediante el uso de un sistema constructivo popular y vernáculo se construyeron muros de contención llamado llantimurol, este proyecto aprovecha los escombros existentes en el sitio y los millones de llantas usadas que se importan anualmente de los Estados Unidos a México, inútilmente amontonadas en ciudades fronterizas como Tijuana, para construir una serie de plataformas de tierra y concreto, sostenidas por los muros de contención de llantas.

Estos ahora sirven como espacios públicos y recreativos que también conectan a las personas que viven a ambos lados del barranco. La intervención también considera una estrategia de reducción del riesgo climático que consiste en la construcción de canales para conducir la escorrentía del agua de lluvia lejos de las áreas habitadas, hacia tierras más bajas, donde el paisaje aún no ha sido impactado, para desembocar en el mar.


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Vocación del suelo: tres problemones https://arquine.com/vocacion-del-suelo-tres-problemones/ Wed, 16 Mar 2022 16:00:38 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/vocacion-del-suelo-tres-problemones/ Esa agua que usamos, y de la que abusamos como si no hubiera mañana, está ahí gracias al suelo de conservación de la ciudad, una extensión de terreno de la que la gran mayoría de los chilangos nunca han oído hablar y de la que dependen los 8 millones de habitantes de CDMX

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En colaboración con Revista Este País

En la película Marte (2015), basada en un libro del mismo nombre, el protagonista Mark Watney se encuentra varado en ese planeta; la siguiente oportunidad para ser rescatado todavía está a años de distancia. Después de muchas pruebas, descubre que puede hacer que la tierra de Marte produzca las papas que necesita para comer. Para lograrlo, precisa realizar muchas adaptaciones, incluyendo usar sus propias heces y las de sus compañeros de viaje; esto para aportar elementos químicos, como amoniaco, que la tierra necesita para poder producir alimentos —para leer una discusión científica sobre si eso es posible, haz clic aquí—. La enseñanza es que la tierra de Marte puede, si uno está dispuesto a pensar creativamente y hacer muchas adaptaciones, ser usada para la agricultura. No es su vocación, pero se puede.

Tanto en la Tierra como en Marte, hay procesos que algunos ecosistemas pueden realizar de manera especialmente eficiente y otros que no. La sabana inundable de la Orinoquía colombiana tiene condiciones que la hacen apta para la producción ganadera. El bosque templado de pino y oyamel que rodea Ciudad de México desde el sur hasta el poniente, con su suelo lleno de raíces y material vegetal, es particularmente bueno para retener el agua de lluvia y recargar los mantos acuíferos de los que depende la ciudad. La planicie costera de Sinaloa, con la humedad del Pacífico que la sierra retiene, es idónea para la agricultura. Las condiciones naturales de la Sierra Madre Occidental hacen que algunas regiones de Durango sean especialmente aptas para las plantaciones forestales.

Estos servicios que pueden ocurrir de manera eficiente en un ecosistema a menudo son llamados, a falta de una mejor palabra, la vocación natural de la tierra. Vocación es una palabra útil: explica lo que queremos decir, pero es imperfecta al sugerir la presencia de una voluntad. No es el caso, obviamente, que un ecosistema “quiera” hacer una cosa por encima de otra. Un desierto no “quiere” nada; simplemente es.

Sin embargo, saber la vocación de un ecosistema es importante, y organizar una sociedad para que use su territorio de acuerdo con esa vocación lo es más. De hecho, muchos problemas ambientales de nuestro país y del mundo encuentran sus raíces en nuestra incapacidad de entender lo que distintos ecosistemas hacen mejor o de manera más eficiente; o peor: aunque se entienda bien, se ignora.

Ofrezco tres ejemplos para ilustrar esto:

  1. La deforestación

México es uno de los países líderes a nivel mundial en pérdida de bosques y selvas; en 2020 ocupamos un lugar en la lista de los 10 países con mayor pérdida de bosque primario. Según datos de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), entre 2001 y 2018 la deforestación en México terminó con un poco más de 212,000 hectáreas de bosque al año.

Dos puntos de este mismo estudio de la CONAFOR explican el vínculo entre la deforestación y nuestra incapacidad de entender la vocación de la tierra: 1) 94% de esa deforestación ocurrió para transformar el bosque y la selva en pastizal para producir ganado o para uso agrícola y 2) la región donde el problema de la deforestación es más pronunciado, por mucho, es la Selva Lacandona.

A simple vista, puede parecer una decisión defendible. Después de todo, la gente tiene que comer. Chiapas es un estado de alta marginación: la producción agrícola y ganadera es una buena alternativa para la población. Con tanta vegetación, la tierra de la Selva Lacandona debe ser sumamente fértil. Debe tener una vocación agrícola y ganadera, ¿no?

La respuesta, para sorpresa de muchos, es un no rotundo. Los suelos de la Selva Lacandona, especialmente de la selva baja, son sumamente pobres en términos de nutrientes. Son arcillosos, con poca hojarasca y poca retención de agua. En el suelo de la selva el agua corre, no se queda. Los árboles de la región se han adaptado a este ecosistema de distintas maneras. Unos, como las ceibas gigantes emblemáticas de la zona, han modificado sus troncos con contrafuertes naturales para tener estabilidad; otros han desarrollado sistemas de raíces que corren muchos metros sobre la superficie del suelo, casi sin profundidad.

Esta realidad es una dolorosamente conocida por los habitantes de la selva, que cada año desnudan de su cubierta vegetal miles de hectáreas de selva, las siembran y miran cómo se agota el suelo en dos años, para abandonarlo en forma de potrero, vacío del mosaico de vida que normalmente llena cada metro cuadrado de la Selva Lacandona. Este ritual de muerte tiene consecuencias funestas para México y el mundo. Si bien las causas de la deforestación son amplias y complejas, muchas de ellas suceden por no entender la vocación de la selva; y en lo que aprendemos, perdemos cientos de miles de kilómetros cuadrados de bosques y selvas mexicanas cada año.

  1. Escasez de agua

El problema ambiental más severo que actualmente enfrenta Ciudad de México y que más se agudizará en los años por venir es la falta de agua. La telenovela del agua que los chilangos protagonizamos cada año incluye el reporte anual del estado que guardan las presas del Sistema Cutzamala y hace dos años, el dramón de la “K Invertida”.No obstante, nuestra obsesión con el Sistema Lerma-Cutzamala nos ha llevado a tener una visión sólo parcial de la realidad y a ignorar un problema más importante: el abatimiento de los depósitos de agua que sacamos del subsuelo y que representa el 70% del agua que se usa en la ciudad. Esa agua que usamos, y de la que abusamos como si no hubiera mañana, está ahí gracias al suelo de conservación de la ciudad, una extensión de terreno de la que la gran mayoría de los chilangos nunca han oído hablar y de la que dependen los 8 millones de habitantes de CDMX. Son decenas de miles de hectáreas ubicadas principalmente en las alcaldías del sur y del poniente de la ciudad (Tlalpan, Tláhuac, Milpa Alta y Magdalena Contreras, Álvaro Obregón) y en los estados vecinos de México y Morelos que tienen la función de captar el agua de lluvia y permitir su regreso al acuífero.

En teoría, el suelo de conservación representa un poco menos del 60% de la superficie de Ciudad de México y ha sido designado como tal como un reconocimiento de que la retención de agua es uno de los procesos más útiles para nosotros que puede llevar a cabo ese territorio. Como un reconocimiento de su vocación.

Pero esa es la teoría; la realidad es otra. En Ciudad de México, organizaciones sociales, líderes políticos y empresas inmobiliarias han tolerado y fomentado (y lo siguen haciendo) el establecimiento de asentamientos irregulares, a menudo en suelo de conservación. Las razones para estas invasiones son múltiples y muy variadas. Van desde lo siniestro, como la búsqueda de capital político por parte de líderes oportunistas, la búsqueda de lucro económico, como en el caso de empresas inmobiliarias, hasta la atención de un problema absolutamente real: la falta de vivienda de costo accesible. La Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (PAOT) ha estimado que por cada hectárea de suelo de conservación que se pierde, la ciudad pierde la capacidad de recargar 2.5 millones de litros de agua. En otras palabras, parece sensato aceptar que en ningún caso las invasiones irregulares tienen como propósito dejar sin agua a Ciudad de México; sin embargo, eso es exactamente lo que están logrando. En parte por no entender, o no querer entender, cuál es el mejor uso posible, para la mayor cantidad de gente, del suelo de conservación de Ciudad de México.

  1. Vulnerabilidad al cambio climático

El 21 de octubre de 2005, el huracán Wilma tocó tierra en Quintana Roo, como huracán categoría 5. Este ha sido el segundo huracán más intenso en la historia del hemisferio occidental, sólo después de Patricia (2015). A su paso arrasó con playas, caminos, casas y hoteles, causando daños por más de 2,392 millones de dólares, de acuerdo con la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros. Días más tarde, el 24 de octubre, el mismo huracán tocó tierra en Florida, donde volvió a causar daños, esta vez mucho más costosos que los que causó en México, dado su paso por zonas más densamente pobladas.

Cuesta trabajo imaginarlo, pero pudo haber sido peor.  Entender por qué pudo haber sido peor y por qué no lo fue, es crítico en un momento en que enfrentamos un futuro donde los fenómenos meteorológicos serán más intensos y frecuentes.

Cuando Wilma tocó tierra, tanto en Quintana Roo como en Florida, lo hizo en zonas con amplia presencia de bosques de manglar. En un estudio de 2012, Keqi Zhang y sus colegas estimaron con modelos matemáticos que sin la presencia de ese bosque de manglar las inundaciones derivadas de la tormenta hubieran llegado hasta 70% más lejos que donde llegaron en Florida y con mayor severidad. Ello con todos los costos asociados con estas inundaciones, tanto en términos económicos como en vidas humanas.

Esto no debe sorprendernos. Está bien documentado el papel que tienen algunos ecosistemas costeros como los arrecifes de coral, pastos marinos y bosques de manglar al atenuar los impactos de los fenómenos meteorológicos extremos. Logran esto porque sus estructuras dispersan la fuerza de un oleaje que viaja muchos kilómetros desde mar adentro, acumulando fuerza sin nada que lo frene.

Estos ecosistemas son defensas naturales contra algunos de los impactos más destructivos del cambio climático. ¿Qué estamos haciendo al respecto? Si tuviéramos sentido común, estaríamos invirtiendo millones en protegerlos y restaurarlos. Lamentablemente, estamos haciendo lo opuesto: acabar con ellos lo más rápido posible.

Enfoquémonos en un caso en particular: el predio Tajamar, en Cancún. En la madrugada de un día de enero de 2016, acompañados por la policía estatal, una empresa contratada por el estado mexicano entró a destruir 58 hectáreas de manglar junto a la laguna Nichupté, para hacer espacio para un centro comercial y un desarrollo inmobiliario. Para cuando la sociedad civil había logrado detener la obra mediante una orden judicial, 90% del manglar ya había sido talado.

Dejemos de lado la destrucción de la biodiversidad que habita un manglar, dejemos de lado que la tala de manglar es ilegal en la legislación mexicana y en los tratados internacionales de los que somos parte, incluso desde un punto de vista estrictamente egoísta, este episodio demuestra nuestra inusitada habilidad para darnos balazos en el pie. La industria turística de Cancún, que 11 años antes había sido puesta de rodillas por el huracán Wilma, olvidó rápido ese episodio y estaba lista para destruir precisamente la infraestructura natural que puede proteger sus activos en el futuro. Todo ello por no entender, o no querer entender, que el manglar le es mucho más útil a toda la sociedad deteniendo huracanes que albergando un nuevo Starbucks.

¿Qué hacer?

Siempre habrá una competencia entre los usos del territorio. Es raro el caso donde la vocación, el marco legal y los incentivos económicos se alinean y todos apuntan en una misma dirección. Es por eso que es tan importante que el Estado mexicano, en sus tres niveles, tenga mejores mecanismos para decidir QUÉ SÍ se puede y QUÉ NO se puede en determinado predio.

El camino es relativamente sencillo, por lo menos en teoría. La ciencia marca el contorno de lo que se puede o no se puede hacer. Es descriptiva, no prescriptiva. Con los pies bien planteados en esas bases científicas, debe seguir un proceso de planeación participativa, que involucre a los sectores afectados y establezca un mecanismo justo y transparente para dirimir diferencias.

Hay una buena noticia: mucho de esto YA SE HIZO en México. Se trata de un esfuerzo masivo que duró años, que encabezó la SEMARNAT y que culminó con la publicación en el Diario Oficial de la Federación del Ordenamiento Ecológico del Territorio en 2012.Este ordenamiento cumple con todos los requisitos para ser un instrumento de planeación territorial de clase mundial, sólo necesita ser rescatado del cajón donde lo metieron en 2012 y ser puesto en práctica. Haciendo eso, podemos empezar a revertir el daño que se ha hecho ignorando la vocación de nuestro territorio.

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Las ciudades tienen sed https://arquine.com/las-ciudades-tienen-sed/ Mon, 03 May 2021 13:24:00 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/las-ciudades-tienen-sed/ Uno de los temas prioritarios que afectan a las ciudades contemporáneas tiene que ver con la limitada disponibilidad de agua potable, elemento esencial para satisfacer las necesidades vitales de sus pobladores.

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La naturaleza para ser gobernada debe ser obedecida.

Francis Bacon (1561-1626) inglés, padre del empirismo filosófico y científico

 

 Desde mediados del siglo XIX, cien años después de iniciada la Revolución Industrial en la Europa Central, fueron claras y contundentes las voces que alertaban de los peligros que implicaba el desarrollo y crecimiento de las ciudades y sus economías, que no tenían presentes los daños que se causaba a la naturaleza, que ya desde aquellos años mostraba signos alarmantes de deterioro. Afectaciones asociadas a una mala conducción de la producción industrial, que tenían que ver con la disminución del área de los bosques, aumento de las zonas urbanas construidas, contaminación de los distintos cuerpos de agua, implicando desde los mares, ríos, lagos y lagunas, sumando a lo anterior las malas calidades del aire respirable y la alteración de las cadenas ecológicas del conjunto de los seres vivos. En distintas ciudades del mundo, la salud pública de numerosos y diversos grupos sociales, mostró también síntomas graves de deterioro, que terminaron en la muerte de numerosas personas.

 

La soberbia, la ambición y el egoísmo de los países industrializados se impusieron, desoyendo a quienes se preocupaban por la naturaleza y las condiciones de un futuro que ya se preveían desfavorables. Los seres humanos hemos dejado claro que somos necios y capaces de tropezarnos una y otra vez con la misma piedra en el camino, a pesar de que sabemos como deberíamos transitar amablemente por la vida, sin poner en riesgo la  vida misma, en el conjunto del planeta que habitamos. Ha pasado mas de siglo y medio desde aquellas primeras voces de alerta y hoy en pleno siglo XXI, estamos pagando y sufriendo ampliamente las consecuencias de un desarrollo urbano moderno equivocado. Reuniones mundiales sobre el tema van y vienen con frecuencia  y todavía no acabamos de ponernos de acuerdo plenamente, sobre lo que a todas luces debemos hacer. Hoy se habla del calentamiento global, como expresión del conjunto de afectaciones ambientales negativas que aquejan severamente al planeta, poniendo en riesgo la viabilidad de la vida en el mismo.

Uno de los temas prioritarios que afectan a las ciudades contemporáneas, en relación a todo lo anterior, tiene que ver con la limitada disponibilidad de agua potable, elemento esencial para satisfacer las necesidades vitales de sus pobladores. Según datos de la UNICEF y la OMS, 2200 millones de personas no tienen acceso al agua potable. Y esto resulta a todas luces contradictorio en nuestro planeta,  que debería llamarse agua en lugar de tierra, ya que el 75 % de su superficie esta ocupada justamente por agua. El problema radica en que mayoritariamente la disponibilidad de agua en los mares y océanos es salada, sumando un 97 % lo que dificulta su aprovechamiento, para muchas de las actividades que tienen que ver con el consumo humano. El agua potable es escasa, de tan solo un 3 %  de la disponible en el planeta y mayoritariamente de este porcentaje,  en los polos se ubica un 97 %, que con el calentamiento global y el deshielo, se está mezclando poco a poco con las aguas de los océanos, perdiendo su condición de potable y poniendo en peligro la viabilidad de muchas ciudades costeras en el mundo, a partir de la posible elevación del nivel medio de los océanos, pudiendo inundar de manera irreversible, estas ciudades mencionadas, afectando la vida cotidiana de sus habitantes, su economía y sus patrimonios construidos.

 

Lago de Cuitzeo afectado en su capacidad hidráulica

El aprovechamiento del agua potable en ríos, lagos y lagunas, que es limitada en términos cuantitativos, formando parte del 3% mencionado, incluyendo el agua ubicada en el subsuelo,  se ha visto también severamente afectada por efectos nocivos de contaminación y por la sobreexplotación de estos cuerpos de agua, que frecuentemente nos enteramos han ido desapareciendo, en distintas regiones del planeta y México en este sentido no es lamentablemente la excepción. El agua que se obtiene del subsuelo, también ha disminuido sus aportaciones volumétricas, obligando a realizar perforaciones a mayores niveles de profundidad. La extracción del agua del subsuelo además, afecta la estabilidad de ciertas capas geológicas sobre las cuales se asientan algunas  construcciones urbanas, como es el caso de zonas importantes de la capital de la República Mexicana, ubicada sobre lo que fueran en tiempos prehispánicos, cinco grandes lagos. Contribuye de manera negativa a lo anterior, la desaparición de áreas boscosas al interior de las ciudades y sus alrededores, disminuyendo con ello las captaciones y aportaciones del vital líquido, que terminan finalmente por constituir justamente los mantos freáticos, que están en los subsuelo de las ciudades.

Muchas áreas urbanas en el mundo, han dado severas muestras de falta de agua, agravándose esta circunstancia al paso de los años. Las ciudades tienen sed, afectando a millones de sus pobladores, que o no tienen agua potable o se ven obligados a beber agua muchas veces contaminada, con las consecuencias negativas en materia de salud pública. Con los desequilibrios ecológicos se han alterado los ciclos naturales de las lluvias, generando prolongadas sequías que han terminado por provocar cada vez mas incendios forestales, arrasando millones de hectáreas de bosques, afectando grandes extensiones de zonas que justamente se constituyen como captadoras  pluviales,  poniendo en riesgo además, la vida y las propiedades de numerosas zonas habitadas. Contradictoriamente también, en ocasiones grandes cantidades de lluvias, antes llamadas inusuales, cuando aparecen inundan las ciudades, con graves consecuencias para las mismas.

 Planta de tratamiento Atotonilco, México

Todo lo anterior ha sido ampliamente medido y documentado, hace por lo menos cincuenta años y las acciones emprendidas para resolverlo, siguen siendo hasta ahora limitadas, tímidas, miopes, arrogantes y egoístas. Sabemos con bastante precisión lo hay que hacer, la ciencia ha avanzado mucho en las aplicaciones tecnológicas necesarias para enfrentar este terrible problema. Pero ahora el tiempo se acaba. Los márgenes disponibles en cuanto a errores de desarrollo urbano son ahora muy reducidos. Sin voluntad política y social, lo anterior no podrá ser resuelto. Requerimos limitar y distribuir de mejor manera el crecimiento poblacional en todo el planeta. Evitar en las ciudades los crecimientos urbanos extensos y horizontales, procurando en la medida de lo posible, la instrumentación de densidades construidas, medias, razonables, preservando como resultado de lo anterior, las zonas boscosas periféricas a las ciudades, para mejorar las recargas acuíferas, así como contar con mas zonas verdes, al interior de las propias ciudades, mejorando con ello además las calidades del aire respirable. Los estudiosos de las ciudades plantean, que se deben contar con al menos, entre 12 y 16 metros cuadrados de espacio verde por habitante. La ciudad de México, cuenta apenas con alrededor de 6 m2 de espacio verde por habitante. Se requiere entonces, incentivar diversos e importantes programas de reforestación. En otro sentido, las redes de infraestructura de agua potable y drenaje en las ciudades, deben contar con un adecuado mantenimiento y realizar las mejoras y reposiciones necesarias, para evitar fugas y desperdicios. Adicionalmente se debe limitar el uso de los automóviles e incentivar el transporte público poco contaminante, el uso de la bicicleta y que las gentes caminen sus ciudades.

Apelando al desarrollo de la tecnología que ha avanzado mucho en los últimos años y lo sigue haciendo de manera vertiginosa, con posibilidades cada vez mas económicas, eficientes y rentables, hay que apostar por la reutilización total del agua potable, que se convierte con su uso en aguas residuales,  instrumentando ciclos cerrados en el aprovechamiento del agua. Se trata en primera instancia de llevar agua potable a las ciudades, desde las fuentes naturales de abastecimiento y una vez usada, llevarla a plantas de tratamiento, que con distintos niveles, se pueda volver a usar  de distintas maneras, entendiendo que las aguas residuales son necesariamente un bien y no un desperdicio. Es importante llegar a convertir las aguas residuales en agua potable, para ser usada una y otra vez, como parte de un ciclo cerrado,  reponiendo en las redes de distribución, solo la cantidad que se pueda perder por evaporaciones o pérdidas producidas por las fallas en las tuberías de conducción. Esto hoy en día es perfectamente factible y cada vez es más económico el realizarlo, dada la evolución de la tecnología. Por este mismo camino, del tratamiento y reutilización de aguas residuales, es necesario realimentar los cuerpos de agua, que se han visto afectados en sus volúmenes disponibles; hablamos de ríos, lagos,  lagunas y presas.

 

Planta potabilizadora de agua de mar en Israel

Pueden construirse desde grandes plantas de tratamiento, que manejen los cuantiosos volúmenes de aguas residuales, que resultan de la operación del conjunto de las ciudades, hasta distintas plantas que a otra escala, se ubiquen estratégicamente a manera de acupuntura urbana, en distintas zonas de las ciudades, formando cuerpos de agua, que constituyan parte importante de parques públicos, que contribuyen de manera importante a restituir los equilibrios ambientales. Esto último se ha hecho y probado con éxito, en numerosas experiencias paisajísticas en distintas ciudades del mundo, incluyendo algunas en nuestro país. En las ciudades costeras, se puede potabilizar el agua de mar, procedimiento que también cada vez es mas eficiente y rentable. Se podrían instrumentar adicionalmente ductos de agua potable, para alimentar otras ciudades, cercanas o no a las costas. Sin embargo, para esta tecnología es importante considerar el adecuado manejo de los residuos salinos que resultan de la aplicación de la misma, para no generar desequilibrios ecológicos en las aguas marinas y en los entornos en tierra, cercanos a la ubicación de estas plantas potabilizadoras.

Como parte esencial del conjunto de todo lo anterior, es fundamental que las fuentes de abastecimiento de energía en las ciudades, eviten lo mas pronto posible, la utilización de energías contaminantes, no renovables, como el petróleo y el carbón, para limitar y regular el calentamiento global. Se deben incentivar las energías provenientes del sol, del aire y la utilización del hidrógeno. Las experiencias en este sentido, han dado muestras razonables de sus aportaciones ambientales positivas. Sin embargo, es importante también considerar la idea, de que toda acción que emprendamos para producir energía, afecta a la naturaleza, pero en este sentido las energías renovables, contribuyen en menor medida al calentamiento global. En este orden de cosas es fundamental apoyar la investigación científica para buscar nuevas fuentes de energía no contaminantes y estudiar las mejores maneras de restablecer los equilibrios ecológicos del desarrollo de las ciudades con la naturaleza.   La educación de las poblaciones en las ciudades, incluyendo sus distintas estructuras sociales, en sus diferentes niveles educativos, debe formar parte esencial de los planteamientos y soluciones anteriores. Educación que debe implicar desde la consideración básica del cuidado mismo del agua, hasta incentivar consumos razonables por persona, evitando desperdicios y despilfarros. Según los estudiosos en el tema, se deberían consumir  alrededor de 150 litros diarios de agua por persona, eso sería razonable. En la ciudad de México se consumen 350 litros diarios de agua potable por persona y se pierden muchos más por fallas y roturas en las líneas de distribución de esta agua.

 

Parque Tezozómoc, Atzcapotzalco ciudad de México, proyecto  GDU.

La sed que hoy padecemos en nuestras ciudades, es una muestra palpable de nuestra irracionalidad como seres humanos. De todos y cada uno de nosotros depende revertir esta preocupante situación. Sabemos lo que debemos hacer, contamos con la información y la tecnología para hacerlo; además hay que tener en cuenta, que siempre lo más caro, con todo lo que ello implica en términos negativos para la vida, es no contar con agua potable.

 

 

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Espacios. Manantiales y arroyos: Réquiem para un cauce https://arquine.com/espacios-manantiales-y-arroyos-requiem-para-un-cauce/ Wed, 24 Mar 2021 14:48:15 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/espacios-manantiales-y-arroyos-requiem-para-un-cauce/ Ingratos somos los urbanitas con los dioses que nos dan de beber, pero ¿para qué ocuparnos de nuestras propias fuentes de agua, si son solo arroyos y barrancas de montaña, cuando podemos traer agua de otras cuencas y desertificarlas o sacarlas de las entrañas mismas de la tierra y hundirnos hasta llegar al infierno? ¿Cómo vamos a detener el progreso convertido en torres de concreto, acero, aluminio y cristal por estos insignificantes cauces?

El cargo Espacios. Manantiales y arroyos: Réquiem para un cauce apareció primero en Arquine.

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No creo mucho en los días nominales para celebrar, a nivel nacional o internacional, algo, pero la verdad es que últimamente algunos son altamente necesarios para provocar reflexiones y reacciones sociales que, quizás algún día, permitan reformular nuestro sistema de habitar el planeta. A propósito del día internacional del Agua y tras la reflexión pasada, sobre el acueducto de Tembleque, hoy presento, no sin cierto desaliento, una pequeña historia sobre un proceso cuyo único fin, de no ser revertido, es la muerte misma.

La primera imagen, enmarca un recuerdo fijo no muy lejano. Un cristalino arroyo se abre paso entre las rocas, ya moldeadas por siglos de caricias no siempre tiernas, del agua que pasa. A los bordes de éste, el bosque tupido vigila su paso, alimentándose y alimentándolo.

Una escapada cuando mis hijos eran más pequeños, al Desierto de los Leones me susurró al oído como un diablillo travieso, la idea de meternos cauce arriba, lo más lejos posible, para buscar el origen del río Mixcoac. Si hacemos una encuesta entre la población de la Ciudad de México, hoy, difícilmente encontraremos que alguien pueda referirse con este nombre, a otra cosa que no sea una ancha avenida donde el principal flujo superficial, es el de vehículos motorizados.

La Sierra de las Cruces, como se le conoce a esta región de la cordillera poniente en la Cuenca de México, es uno de los mayores espacios de producción de agua de este sistema hídrico. Como el río Mixcoac, el Magdalena, el Tacubaya o el Becerra, brotan desde aquí entre y desde manantiales otrora protegidos por un abundante bosque que ha ido cediendo a los intereses industriales primero, y urbanos después.

De la vertiente del río Tacubaya, sigue brotando el legendario manantial de Santa Fe, al lado de la ermita donde Vasco de Quiroga fundó su primer Hospital Pueblo (segunda Imagen). Con este manantial, se nutrió la Ciudad de México desde el siglo XVI hasta el porfiriato, época donde el crecimiento poblacional de la capital hizo insuficiente los suministros de agua comenzando con la extracción de pozos profundos. El manantial hoy día solo nutre del vital líquido, a una muy pequeña parte de la mancha urbana, cada vez con menos caudal. El siglo XX depredó la región primero con minería, luego lo usó como basurero y, finalmente, intentó recuperarla parcialmente, pero como polo de desarrollo inmobiliario. Cada obra nueva que se levanta en la zona contribuye a la desertificación de esta.

Ya antes de llegar a la ermita, los arroyos superficiales que brotan del irreductible bosque protegido por la denominación de Parque Nacional, a menos de un kilómetro de distancia de su cuna, comienzan su proceso de contaminación. Descargas de aguas negras, plásticos, químicos, ropa y muebles entre otras cosas son arrojados a las barrancas, incluso a pesar de acciones loables que vecinos, autoridades y sociedades civiles de las distintas secciones de estos cauces han hecho para concientizar y concientizarse. La realidad es que, incluso habiendo académicamente numerosos estudios sobre el valor sistémico de las barrancas, las acciones siempre son fragmentadas y por tanto incompletas.

Las siguientes imágenes muestran puntos específicos de este flujo muerto en vida: Reencauzamientos emparedados por muros de concreto para una parte del arroyo Santa Fe, entubamiento del mismo a la altura de Universidad Iberoamericana, segmentos que aún subsisten rodeados de vegetación, pero convertidos en tiradero público en el río Becerra, parques que miran desde sus andadores cómo el torrente arrastra basura y heces, desvirtuando recursos humanos, sociales y financieros inyectados con ilusión, y condenados por su parcialidad, tanto en río becerra como en río Tacubaya. Un tubo azul cruza el Molino de Belén, es la arteria que aún captura agua para consumo humano de otro de los manantiales del sistema, cercano al río Tacubaya. Represas construidas hace ya casi un siglo, como la de río Tacubaya, para contener la fuerza imponente del agua que baja enfurecida por el cauce cuando llueve en el cerro, arrastrando todo lo que encuentra a su paso, totalmente azolvadas.

Ingratos somos los urbanitas con los dioses que nos dan de beber, pero ¿para qué ocuparnos de nuestras propias fuentes de agua, si son solo arroyos y barrancas de montaña, cuando podemos traer agua de otras cuencas y desertificarlas o sacarlas de las entrañas mismas de la tierra y hundirnos hasta llegar al infierno? ¿Cómo vamos a detener el progreso convertido en torres de concreto, acero, aluminio y cristal por estos insignificantes cauces?

Como Mozart, escribimos no solo el réquiem del cauce, también el propio. Pero la esperanza es lo último que muere y la naturaleza puede recuperarse, claro que se necesitan visiones para treinta años y, como diría Mafalda, lo urgente no deja tiempo para lo importante.

El cargo Espacios. Manantiales y arroyos: Réquiem para un cauce apareció primero en Arquine.

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