Resultados de búsqueda para la etiqueta [Mezquita ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 07 Nov 2022 13:40:05 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 Qutub Minar: Buscando la libertad desde lo más alto https://arquine.com/qutub-minar-buscando-la-libertad-desde-lo-mas-alto/ Mon, 07 Nov 2022 13:40:05 +0000 https://arquine.com/?p=71436 Un niño, un esclavo, un general victorioso. Todos son el mismo: Qutub-ud-din-Aibak, quien hacia el 1192 comenzó con la construcción de Quwwat-ul-Islam (El Domo del Islam).

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Corre el siglo 12 de nuestra cuenta de los años (no así la que lleva este personaje) y Qutub-ud-din-Aibak mira al cielo, busca el oriente y comienza su rezo. Sabe que Alá le escucha.

La memoria lejana de su infancia en el ahora lejano Turkestán, la abducción de su familia y su venta como esclavo son referentes de un momento oscuro, pero Alá escucha. Su compra por Qazi Fakhruddin Abul Aziz Kufi le proveyó de un trato amoroso, más de hijo que de siervo por parte de su amo y su familia, además de una educación en lo físico y lo intelectual, que le iría abriendo puertas poco a poco. Su segunda venta, al morir Qazi, le permitió llegar a la corte del Sultán Ghurid, Muhammad Ghori, en la ciudad de Ghazni. Ahí, sus cualidades intelectuales y su carácter noble le valieron la atención de su nuevo amo, misma que, eventualmente le permitiría evolucionar en una carrera militar.

Ahora, como primer Sultán de Delhi y recientemente manumitido, tras la muerte del amo, la historia del esclavo que llegó a ser el General más destacado del gran conquistador Muhammad Ghori, y designado por éste como su sucesor parece un cuento ficticio, parece un cuento de las mil y una noches, por ello Aibak está seguro que es Alá quien ha trazado su destino.

Así, su rezo al creador y arquitecto de su destino, comienza hacia el 1192 con la construcción de Quwwat-ul-Islam (El Domo del Islam), la mezquita desde donde se cantarán las alabanzas al Señor. Para ello, decide como buen militar, una acción impositiva que no deje dudas sobre la fe que regirá desde su gobierno: La mezquita se asentará sobre el previo Templo hinduista de Prithvi Raj, y utilizará para su construcción las piedras labradas de otros 24 templos hinduistas y jainistas.

Su arquitectura describe un gran patio enclaustrado por un porticado perimetral, donde los bellos sillares labrados de los templos previos forman la columnata. El sol se combina con el color arena de la cantera, y la luz penetra y rebota entre el suelo, los muros y el techo, creando una sensación áurea a la cual es difícil pasarle desapercibido. Envuelto en ella, el tiempo se pausa y la respiración se templa volviéndose rezo, sobran las palabras.

La mezquita será ampliada posteriormente por el yerno de Aibak, Shamsuddin Iltutmish, quien añadirá una bella pantalla de arcos apuntados, que provoca una transición de escala entre el exterior del recinto y el interior. Una curiosa e interesante mezcla de expresión netamente musulmana con mano de obra hinduista, provocará que el arco principal de dicha pantalla, funcione más como la unión de dos piezas en cantiléver y no como un arco dovelado. Si usted, lectora o lector, pone atención, notará en la imagen la falta de piedras labradas en cuña. La pantalla se completa con inscripciones del Corán socavadas en la misma estructura ésta realizada con piedra arenisca color rojo.

El mismo Iltutmish mandó construir su mausoleo dentro del espacio de la mezquita. Un notable recinto de piedra arenisca roja, en cuyo interior descansan sus restos arropados por la tumba construida en mármol blanco. Algunos detalles de este material son añadidos a los muros perimetrales del recinto. Versos del Corán y analogías florales ornamentan las paredes, porque en esta forma de generar conocimiento y en esa época, el ornamento no era considerado un delito, como sentenciaría en otro contexto y época, siglos después, el arquitecto checo Loos.

Pero regresando a Aibak, su idea de mezquita sería imperfecta sin un alminar desde donde el almuédano cantará llamando al rezo. Sin embargo, no podía ser cualquier torre, así que Aibak idea con sus arquitectos una base cuya dimensión de unos 14m de diámetro, pueda soportar la máxima altura. La fábrica será realizada con mamposta de ladrillo, pero el recubrimiento dibujando una bella estrella de múltiples picos en planta, estará ejecutado con piedra arenisca roja, jugando entre columnas redondas y prismáticas encintadas por pasajes del Corán.

La pretensión de llegar a lo más alto, hizo que la vida de Aibak no alcanzara para ver culminado su gran minarete, que seguirá creciendo a las órdenes del Iltutmish, quien agregará tres niveles más. Hacia el siglo IV, Firuz Shah Tughlaq reparó el último segmento de Iltutmish, dañado por un rayo, y añadió otro nivel más para llegar a los 72.5 metros de altura que presumen todas las referencias que usted pueda encontrar bibliográficamente sobre el monumento.

El minarete trasciende su uso meramente religioso. Es un acento de la victoria islámica en la región, un gran vigía que cuida silencioso el entorno y señala la ubicación de este centro de energía en el paisaje. Es quizá por ello que se convierte en la única construcción del conjunto, que no presenta signos de decadencia ruinosa.

Por otra parte, el nivel de detalle al que se llega en cada una de sus secciones no deja de ser abrumador. Apoyado por el lente telefoto, quedo absorto en la contemplación de las frases escritas en árabe que se intercalan con cornisas en cuyos fantásticos capiteles se entrelazan arcos apuntados, plolilobulados, trilobulados, unos sobre otros formando capillas interminables que van dándole la vuelta como enorme cornisa, a cada segmento del gran minarete, jugando a su vez con el balance plástico entre la imponente verticalidad del edificio y sus segmentos horizontales que marcan inevitablemente, cada etapa constructiva, todo, todo, acompañado de intrincados tejidos geométricos abstractos.

Con todo lo sobrecogedor que pueden ser estos dos edificios, el conjunto continúa con adiciones posteriores de las cuales, compartiré también algunas reflexiones.

Hacia el 1311 de nuestra era, el entonces gobernante Alauddin Khilji manda a construir una puerta alterna. Por el nombre del personaje, este monumento es conocido como Alai Darwaza (puerta de Alauddin). Considerada uno de los mejores ejemplos sin transformar de la arquitectura indo-islámica, aunque ha perdido algunos de los elementos labrados que ornamentan el volumen, el edificio no deja de ser un espacio contemplativo que suma al conjunto. Intercalando elementos de piedra roja arenisca con mármol, componen el volumen una secuela de celosías en la parte baja, interrumpidas en los cuatro costados por arcos apuntados en la traza, y plurilobulados en el retoque final. En la parte alta, una serie de enmarcamientos de nichos juegan a otra escala, pero con el mismo ritmo, con las celosías. El basamento elevado varios escalones sostiene la edificación de la puerta, mientras que una bóveda semiesférica la remata. Nuevamente se conjugan pasajes del Corán entrelazados con fantasías de juegos geométricos e interpretaciones vegetales que calan la piel de cantera tanto al exterior como al interior.

A un lado de la puerta, e insertado en el conjunto durante el siglo XVI, se encuentra un bello mausoleo donde predomina ahora el mármol blanco, mientras que las celosías se vuelven calados en piedra roja arenisca. El edificio pertenece a la memoria de Muhammad Alí —no el gran boxeador de pesos pesados del siglo pasado, sino un clérigo y académico famoso en Delhi, que era mejor conocido popularmente como Imam Zamin. Montada sobre un basamento de piedra más rudamente trabajada y de colores arena, la columnata de mármol que va cerrando sus claros con las celosías descritas sostiene un segundo cuerpo que, a manera de friso, se convierte en el soporte de una cúpula octagonal.

La ruina de un segundo minarete inacabado, cuya pretensión era ser aún más alto que el de Aibak, una Madrasa (Escuela) y su mausoleo, son parte del legado de Alaudín. Su estado ruinoso, permite acentuar el aire romántico de la zona, donde lo lejano, lo remoto, lo ignoto y lo incógnito, quedan flotando en un ambiente adecuado.

Finalmente, y como algo más dentro del universo excepcional de este grupo arqueológico, no puedo dejar de mencionar un pilar redondo, hecho en hierro sólido y cuya altura llega a los 7 metros, que se sostiene solitario formando una diagonal casi perfecta a 45° con el Qutub Minar (que, por cierto, se discute si su nombre deriva del gobernante que lo manda a hacer, o de un santo sufi del siglo XIII, cuyo nombre también cuadra en la cacofonía: Qutbuddin Bakhtiar Kaki).

Esta peculiar columna fue trasladada a Delhi desde la región de Udayagiri en el siglo XIII de nuestra era. La proporción de altura y diámetro del elemento, genera una bella sensación de esbeltez que contrasta con la monumentalidad del minarete que tiene junto. La columna pertenece a la arquitectura hindú del siglo V de nuestra era, durante el reinado de Chandragupta II. Además de sus proporciones peculiares, la otra experiencia estética que nos brinda, es la de su resistencia a la corrosión, debido a la pureza del hierro con la que está hecho, quizá de ahí, que nadie se atrevió a fundirlo para convertirlo en otra cosa.

Hoy en día, el conjunto protegido por la UNESCO como patrimonio de la humanidad, dentro de una zona arqueológica mucho más amplia, no está exento de cuestionamientos, ya que al final, y con toda su belleza, deriva como muchos otros grandes monumentos construidos por nuestra especie, de acciones donde una ideología pretende sobreponerse a otra a toda costa. Existen grupos radicales hinduistas, que consideran deben “limpiarse” las estructuras actuales, para extraer y recontextualizar los remanentes constructivos previos a la llegada del islam.

Al final, y como ya es costumbre en estas reflexiones, el patrimonio vale siempre que tenga un significado para la gente, ya sea en ruina o con vida activa. Y los significados como las ideologías, se transforman inevitablemente.

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Centro Religioso y Cultural Islámico https://arquine.com/obra/centro-religioso-y-cultural-islamico/ Sun, 31 Oct 2021 06:00:11 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/centro-religioso-y-cultural-islamico/ El programa del centro consta de un edificio de escuela religiosa, un programa cultural y de oficinas, un edificio de apartamentos para los empleados de la comunidad, un restaurante, así como la mezquita, la primera que se construirá en Eslovenia.

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La “especificidad” de la nueva ubicación del Centro Cultural y Religioso Islámico es precisamente su total falta de “especificidad” – un área que está cerca del centro de la ciudad, pero abandonada y olvidada, en un frágil estado subdesarrollado, con un futuro urbano incierto.  Al igual que sus predecesores históricos, el caso de las mezquitas de Sarajevo durante el siglo XIX es un ejemplo cercano, donde los complejos de mezquitas, construidos por donantes ricos, fueron los puntos de partida, las “semillas” para el desarrollo de las nuevas partes de la ciudad.

El programa del centro consta de un edificio de escuela religiosa, un programa cultural y de oficinas, un edificio de apartamentos para los empleados de la comunidad, un restaurante, así como la mezquita, la primera que se construirá en Eslovenia.

Los nuevos edificios del centro se posicionan como entidades separadas, edificios autónomos que rodean el área de la plaza central con una mezquita en el centro de la misma. Son volúmenes simples, orientados siempre hacia el mundo “exterior” con sus respectivos programas, rodeando simultáneamente el edificio de la mezquita y permitiendo vistas hacia él desde todos los lados a través de los huecos entre ellos.

La mezquita, que se asienta y se abre completamente hacia la plaza para permitir la extensión del espacio de oración en el exterior durante las grandes reuniones de congregación, es el elemento central del nuevo complejo. En lugar de seguir los precedentes históricos obvios, así como los ejemplos recientes iconográficamente obvios, se concibe como una estructura de acero: una caja de 32/32/24 metros construida con acero de 1 metro (45 cm) de profundidad y sólo 2 (8 cm) centímetros de espesor. La celosía, rellena de concreto blanco en la parte inferior y vidrio transparente en la parte superior, permite que el sol inunde el espacio interior.

La cúpula, el elemento central de la mezquita, en lugar de coronar el espacio, cuelga suspendida dentro de su interior. Como representación del cielo en ejemplos históricos, ésta está hecho de tela azul transparente, el material más endeble y frágil, el material que en el Islam tiene una larga y rica historia, desde la Kiswah de Kaaba hasta las tiendas-mezquitas portátiles.

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Espacios: Jama Masjid, la mezquita de viernes https://arquine.com/espacios-jama-masjid-la-mezquita-de-viernes/ Wed, 07 Oct 2020 01:49:02 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/espacios-jama-masjid-la-mezquita-de-viernes/ La segunda mezquita en tamaño en todo el subcontinente indio, es producto del patrocinio en el siglo XVII, del emperador mogul de la dinastía Akbar, Shah Jahan. El mismo personaje al que se le atribuyen los fuertes rojos de Delhi y Agra, así como el Taj Mahal.

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Era viernes temprano, a pesar de haber viajado casi 24 horas seguidas entre escalas y aviones, y con pocas horas de sueño tras arribar por la noche del jueves a Delhi, era necesario, si queríamos ver este edificio específico, llegar antes de que fuese imposible entrar ante el tumulto de fieles que acuden al rezo obligado dicho día.

La segunda mezquita en tamaño en todo el subcontinente indio, es producto del patrocinio en el siglo XVII, del emperador mogul de la dinastía Akbar, Shah Jahan. El mismo personaje al que se le atribuyen los fuertes rojos de Delhi y Agra, así como el Taj Mahal.

Sahjahanabad era el séptimo emplazamiento de una ciudad en lo que hoy conocemos como la gran metrópoli de Delhi. Tal cual aduce el nombre, era la visión de lo que una capital imperial debía ser para Jahan, que había decidido trasladar la sede gubernamental del imperio desde Agra. Así, mirando las ruinas de los emplazamientos anteriores se erigen los nuevos monumentos. La Mezquita se yergue sobre una gran plataforma sensiblemente cuadrada, partida por un eje de simetría oriente poniente. Hacia el sol naciente la plataforma mira la explanada del antiguo Bazaar Meena, y en un diagonal nororiente la imponente dimensión del Fuerte Rojo. El resto se envuelve por una densa trama en “plato roto”. Un pórtico rodea todo el recinto, sólo interrumpido por los accesos al norte y sur, para el pueblo, y el del oriente más imponente, para la entonces familia real. El volumen principal del templo al lado opuesto del eje, por donde muere el día, para que la vista de los fieles siempre esté en dirección a la Meca.

Una fuente es el único elemento que interrumpe la uniformidad del pavimento del enorme patio destinado para el rezo, aportando humedad y frescura ante el creciente calor producido por un sol inclemente, mientras miles de tapetes se aprestan a proporcionar el espacio individual requerido para el rito. Algunos toldos extienden el espacio cubierto para sombrear parte del enorme patio.

El volumen del Salón del Rezo remata toda la composición, enmarcado por los dos esbeltos minaretes que cobijan el llamado del almuédano. De cada minarete, corre una arcada de cinco vanos hacia el centro, para interrumpirse ambas en la gran puerta que da acceso al espacio cubierto. Tres imponentes cúpulas destacan la importancia espacial de todo el conjunto, y aportan el volumen necesario ante el paisaje urbano, para que el edificio sea un elemento focal desde la lejanía, contrastando en la composición con la esbeltez de los verticales alminares.

La exquisitez en el gusto de Shah Jahan por los materiales preciosos, obliga a los arquitectos a jugar con combinaciones de la piedra roja local, como marco del refinado mármol blanco donde se inscriben, en bajorrelieve, pasajes del Corán.

Todo lo antes descrito, sería solo un juego mudo de palabras vanas, si no fuera por el constante oleaje de personas llegando, llenando con el sonido de un murmullo sacro el espacio.

Aquel viernes 5 de abril del 2013, mientras caminaba de un lado al otro del conjunto, observando, analizando, retratando mental y digitalmente cada rincón, cada remate, cada pesrpectiva, me invadía un fuerte sentido de familiaridad con las dimensiones, distribución espacial, y escala del recinto. Será el inconsciente colectivo del que tanto hablaba Jung. 

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