Resultados de búsqueda para la etiqueta [Gobierno de la Ciudad de México ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 18 Nov 2022 16:02:45 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Airbnb y las políticas de distribución del espacio https://arquine.com/airbnb-y-las-politicas-de-distribucion-del-espacio/ Fri, 18 Nov 2022 14:52:51 +0000 https://arquine.com/?p=72073 El acuerdo firmado por el Gobierno de la Ciudad de México y AIRBNB no sólo lleva a cuestionar las políticas de vivienda actuales y si limitan la gentrificación y la expulsión o no, sino también a pensar quiénes y cómo deciden las políticas de distribución del espacio en nuestras ciudades.

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En su libro El desvanecimiento de lo popular. Gentrificación en el Centro Histórico de la Ciudad de México (El Colegio de México, 2021), el antropólogo Vicente Moctezuma Mendoza identifica qué actores iniciaron la llamada “renovación” del primer cuadro de la capital. A decir del autor, dicho proceso inició en 2001 con la fundación del Consejo Consultivo para el Rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México y, hasta ahora, se ha mantenido con cierta constancia gracias a la alianza entre el Estado y el capital privado. Moctezuma Mendoza describe los lineamientos que fundamentan este rescate de la siguiente manera: “Dicho proyecto busca la preservación y conservación de los valores patrimoniales del espacio; el fortalecimiento de actividades turísticas y recreativas; el impulso de usos comerciales y residenciales del entorno; y el fomento de la inversión privada”. Y aquí surgen los cuestionamientos, ya que todos los engranes que se pusieron en marcha para la iniciativa hablan continuamente del abandono en el que se encuentra la zona. Pero, ¿nadie vivía antes ahí? ¿No existían economías que le imprimían un movimiento intenso a las calles del Centro Histórico? ¿Por qué el patrimonio y las actividades culturales son indicadores de que una ciudad es rescatada, mientras que se establecen relaciones asimétricas con residentes y comerciantes de ciertos estratos socioeconómicos, a quienes les resulta más que difícil permanecer en el mismo sitio?

El objetivo de la propuesta del autor es describir una serie de tensiones que construyen la ciudad; las cuales, generalmente, están dadas entre lo público y lo privado. Las tensiones entre lo público y lo privado van más allá de una dicotomía en la construcción discursiva y material de una colectividad, ya que describen políticas, legislaciones, acuerdos y normativas que inciden de manera contundente en los espacios, como lo señala el filósofo Jacques Ranciére en El tiempo de la igualdad. En este libro, Ranciére plantea que en el fondo, en el ámbito de la política todo se decide a partir de cuestiones relacionadas con la distribución del espacio. ¿Qué son esos lugares?, ¿cómo funcionan?, ¿por qué están ahí?, ¿cómo funcionan?, ¿por qué están ahí?, ¿quién puede ocuparlos?, ¿quién hace qué? Por tanto, en este sentido, la acción política siempre se articula, para mí, en lo social, en el sentido de una distribución litigosa de los lugares y de los papeles que desempeñan.

Los significados que se activan sobre los sitios que habitamos son gestionados, usualmente, por quienes detentan el poder. Ante este panorama, ¿qué significa la vivienda para quienes asignan funciones a los espacios? ¿Cómo se inserta en un flujo de economías que no necesariamente tienen que ver con el sitio donde se vive, sobre todo cuando se emprenden rescates para que sean otros quienes se apropien de la ciudad y comiencen a gestionarla a costa de quienes ya se encontraban ahí?

“Los trabajadores remotos tienen mucho que aportar a la Ciudad de México y por esto esta alianza es tan importante”, dijo Diana Alarcón, coordinadora general de Asesores y Asuntos Internacionales de la Ciudad de México. “Con Airbnb, mejoraremos las opciones que la ciudad ofrece. Esta es una oportunidad para demostrar que la ciudad se adapta e innova frente a los escenarios adversos como la pandemia”. Estas declaraciones se dieron en la celebración de un acuerdo colaborativo entre Airbnb y la UNESCO, “a fin de impulsar a la Ciudad de México como un centro turístico digital, atractivo para las personas extranjeras que buscan permanecer conectadas mientras laboran vía remota”, según reporta el sitio de noticias Newsweek. A pesar de que hay consenso en que las residencias de corta estancia, a fin de cuentas, aumentan el costo de alquiler y de servicios en general para quienes no están de paso en las ciudades o quienes migran por necesidades laborales y  a pesar de que existen diversos indicadores de que el incremento de edificios destinados al turismo se encuentra directamente relacionado con las expulsiones de ciudadanos que hayan mantenido sus sitios de residencia por tiempos prolongados, la actual gestión —que se presenta a sí misma como cultivadora y defensora de derechos—, decidió privilegiar una de las prácticas más destructivas para las colectividades urbanas.

Sin embargo, considero que, además de las explicaciones, sumamente útiles, que puedan tener los análisis cuantitativos respecto al fenómeno y cómo impactará en la Ciudad de México, conviene elaborar algunos apuntes sobre aquellos que están legitimados “para hablar de lo que es ese lugar, de lo que ahí se hace”, como menciona Ranciére. Asimismo, vale la pena puntualizar algunos aspectos contextuales sobre el sitio donde se implementó esta política que, más que una postura gubernamental que señale nuevas vías en la construcción de la ciudad, en realidad se trata de la culminación de aquello que quedó definido cuando se habló de “rescatar” al centro. 

¿Qué implicaciones tiene asignarle valores como “innovación” y “aporte” al arribo de un sector calificado de “nómada”, y quiénes redistribuyen políticamente los espacios que ocupan? Podemos empezar señalando una distinción entre migrantes: entre aquellos que supuestamente impactan de manera positiva en la economía de la ciudad y quienes son forzados a trasladarse a los centros urbanos por condiciones adversas, diferenciación que también puede leerse en un contexto nacional. Si México, como menciona Francisco Serratos, es uno de los lugares “más peligrosos del mundo para migrantes”, particularmente centroamericanos, la Ciudad de México se presenta como un oasis dispuesto a recibir a migrantes del norte y con poder adquisitivo. Estos aspectos no pueden equipararse en el nivel de sus violencias. Sin embargo, podemos identificar las asimetrías entre quiénes pueden ingresar al país y a las ciudades. Asimismo, ¿para quiénes se adapta la ciudad después de la pandemia? Como indica Jesús Carrillo en el artículo “El mercado laboral: una recuperación incompleta y desigual”, se apunta hacia una recuperación de la crisis económica, aunque ésta será lenta ya que todavía “hay terreno que cubrir para que a situación de las personas trabajadoras alcance a la que tenían antes de la pandemia”. A este panorama, se tiene que contemplar quiénes tuvieron que dejar sus viviendas ante el incremento de contagios y de desempleo, sin tener posibilidades a corto plazo de volver a lo que antes era sus residencias y sus sitios de trabajo. Esta circunstancia es muy distinta para quienes tienen el privilegio de trabajar desde una computadora a cualquier lugar del mundo, viviendo en zonas bien equipadas y servidas de cualquier ciudad. No son ciudadanos, ni migrantes, ni turistas (ya que pueden vivir hasta por más de un año en el centro urbano de su elección) y, por ende, no pueden resentir los efectos económicos y políticos del país al que llegan. 

Ahora bien, ¿por qué se dan los desplazamientos? Hablar de esta consecuencia implica situarla: no todos los habitantes urbanos ven modificados los sitios donde desarrollan su vida. Como demuestra Moctezuma Mendoza, los estratos populares son, específicamente, quienes tienen que abandonar la ciudad que también les pertenece. Quienes hablan de rescate ante el abandono o de estimular la economía ante su falta de actividad, no contemplan a la población que no responde a la forma en la que el poder asigna significados a los espacios. En las dinámicas urbanas, lo público y lo privado se interrelacionan de tal manera que los lugares que son entregados a la inversión privada significan que la calle y la vivienda tenga una accesibilidad diferenciada. El ejemplo que pone Moctezuma Mendoza es el del comercio: “Las actividades comerciales no se contienen en los espacios acondicionados en los edificios, se desarrollan también ‘afuera’, extendiéndose por banquetas y calles, por plazas y andadores”. Contener el comercio bajo las cuatro paredes de un establecimiento formal implica que el ambulantaje desaparezca de las zonas medulares del Centro Histórico. Asimismo, modificar las actividades callejeras también pone en crisis formas de la vivienda que no se ajustan a aquellos modelos de “rescate” o “innovación”. No siempre los conjuntos habitacionales representan inversiones, y no siempre quienes los habitan son inversores potenciales. El tránsito de una residencia que posibilita que los estratos populares puedan vivir en las zonas centrales de la ciudad hacia su transformación en un bien capital tiene consecuencias claras: la gente es desplazada. 

Rosalba González Loyde, en su texto “Primera llamada: Airbnb frente a la vivienda de alquiler” mencionaba que “AirBnb por sí mismo no es el problema, sino el sistema y modelo que arropa su llegada sin entender y atender las problemáticas existentes y futuras de los lugares donde se inserta”. Ciertamente, existe un entramado de actores, legislaciones y normativas que le dan un nuevo orden espacial a las dinámicas urbanas. Sin embargo, me gustaría añadir un cuestionamiento: ¿el sistema no reconoce qué es lo que está legislando? Desde 2001 dieron inicio una serie de acciones que, paulatinamente, han ido implementando políticas que culminan en alianzas entre un gobierno y una firma tan problemática como lo es Airbnb. A esto, hay que añadir que para gestionar los espacios es necesaria una diversidad de instituciones y de prácticas que, en el caso del Centro Histórico, han incluido fideicomisos, editoriales (como lo fue la revista Km Cero), desarrolladores y arquitectos. Moctezuma Mendoza recoge las palabras de un arquitecto quien, en un seminario organizado por la UNAM, hablaba del deterioro del Centro Histórico. Entre las problemáticas que señaló, fue que la Ley de las Rentas Congeladas, la cual “se hizo en el momento pensando en defender a la población de menos recursos —pero luego que nadie se atreve a ponerle un cascabel al gato— [hizo que] “las fincas se fueran debilitando, porque el propietario no les metía un peso”. En este “proceso de degradación, [la renta] se fue volviendo una cantidad insignificante que no daba para mantenerlas y entonces se fueron abandonando y deteriorando”. Moctezuma Mendoza contrasta estas ideas con el hecho de que aquel abandono es empíricamente falso, ya que “el Centro de la Ciudad de México se conformó como un espacio habitacional popular” para una población que fue “constantemente expulsada por la reconversión de las propiedades a actividades más rentables”. Como lo es Airbnb. Sabemos cuánta responsabilidad recae en la actual gestión, y debemos saber en qué grado seguirán implicadas las otras partes que conforman el sistema de aquellos que tienen el poder para decidir la distribución del espacio.

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Primera llamada: Airbnb frente a la vivienda en alquiler https://arquine.com/primera-llamada-airbnb-frente-a-la-vivienda-en-alquiler/ Mon, 31 Oct 2022 16:31:56 +0000 https://arquine.com/?p=71112 Airbnb por sí mismo no es el problema, sino el sistema y modelo que arropa su llegada sin entender y atender las problemáticas existentes y futuras de los lugares donde se inserta (vivienda, habitabilidad, acceso a infraestructura y equipamiento, etc.).

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En 2017 publicaba uno de mis primeros textos en este mismo espacio sobre Airbnb en Ciudad de México, cuando aún parecía un fenómeno incipiente, pero con un sostenido crecimiento en ciertas zonas de la capital, lo cual se entrelazaría con otros fenómenos: la inversión pública de mejoramiento urbano en zonas específicas de la ciudad, el crecimiento de la red de Metrobús, la consolidación del sistema de bici pública, la red de ciclovías y, claro, una pandemia de por medio con el fortalecimiento del trabajo remoto, un mercado de trabajo irregular e informal incluso para las clases medias jóvenes y normas permisivas para la producción de vivienda sin una regulación eficiente del suelo.

Todo esto para poner sobre la mesa lo que es evidente, pero no para todas es claro: el fenómeno es complejo. Es complejo porque Airbnb, como actor, no es más que un potenciador de las dinámicas existentes del fenómeno de financiarización de la vivienda ya bien consolidado en nuestra ciudad y otras del planeta. Es decir, Airbnb es otro síntoma de un problema mayor.

Entonces, ya que llegaron a esta línea donde no dije nada nuevo, ni nada que no hayan visto ya en redes sociales, declaraciones en medios, etc., en medio de este caos voy a aprovechar este espacio de coyuntura para hablar del alquiler en la Ciudad de México.

Desde el 2000, ya con el sistema democrático recién estrenadito en la ciudad, la vivienda en alquiler ha ido en aumento, con un despunte importante en los últimos diez años, en medio de políticas de propietarización a través de créditos otorgados principalmente fuera de la ciudad, pero también con la promoción de creación de vivienda en lo que se denomina ciudad central para, en teoría, aumentar la producción de vivienda asequible en las áreas que ya contaban con equipamiento e infraestructura para albergar mayor población. Lo paradójico de esto último es que la vivienda se hizo cada vez más inasequible, especialmente en estas áreas, y el alquiler comenzó a ser la única opción para quienes querían habitar la centralidad.

De acuerdo con datos del Censo de 2020 del INEGI, la cuarta parte de las viviendas de esta ciudad son habitadas en renta y este dato puede estar subrepresentado porque la respuesta “Prestada” aparece como variable distinta, pero que se trata de una afirmación que muchas veces refiere a otras formas de arrendamiento, algo de lo que el Dr. Coulomb ya nos daba pistas.

El alquiler se localiza predominantemente en las áreas centrales donde Benito Juárez, Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo concentran más del 30% del alquiler de toda la capital, dato que va en aumento, junto con el propio costo del metro cuadrado de vivienda. No es casualidad que la fluctuación del costo de vivienda sea más cambiante en las zonas de alquiler, porque al tener mayor movilidad de residentes y flexibilidad para adaptarse a las condiciones del mercado (especialmente por la desregulación= los ajustes de costo tenderán a la alta. En el caso de la Ciudad de México, el Código Civil, el único instrumento regulatorio, establece que el aumento anual del alquiler no podrá ser mayor al 10% de la renta mensual. Sin embargo, si el contrato termina, el arrendador podrá ajustar el costo sin ninguna restricción, más que la del mercado mismo, a los nuevos inquilinos.

Airbnb entra en esta red de acciones y omisiones del gobierno, así como de la promoción, por parte de organismos internacionales como el BID y el Banco Mundial, de dos cosas importantes: la promoción de la industria creativa (economía naranja) y el arropamiento de las plataformas del sharing economy, de la que también he hablado aquí, que, aunque en el discurso parezcan etéreos porque se alimentan del auge tecnológico y de la producción digital y nubizada, tienen un importante anclaje territorial que no podemos ni debemos obviar: los lugares y las personas que los acogen.

Es así que, aunque nos hablen de las bondades de la economía colaborativa y de la economía naranja, también es importante reconocer el impacto que estos modelos pueden tener y de hecho tienen en los lugares. Por ejemplo, está San Francisco como nodo de industria creativa, pero con un crecimiento importante de personas con trabajo, pero sin casa por el alto costo del alquiler o Barcelona con los conflictos de habitabilidad entre el turismo y los habitantes.

En la CDMX la concentración de la vivienda en alquiler está en las alcaldías centrales de la ciudad donde, no por casualidad, también se concentra la oferta de renta de plataformas de corta estancia (no sólo Airbnb). No podemos ser ingenuas al pensar que no hay correlación entre uno y otro fenómeno, pues es claro que la vivienda en renta tradicional compite, y en condiciones muy desiguales, con la renta de corta estancia que a ojos de arrendadores es más segura y rentable.

 

 

Elaboración propia con información de Cuestionario ampliado, INEGI 2020 e Inside Airbnb, septiembre de 2022.

 

Pero entonces, ¿frenar la propuesta de alianza de Airbnb resolverá los problemas de vivienda, en especial los del alquiler en la Ciudad de México? Por supuesto que no, pero el reclamo no deja de ser legítimo y necesario, y abre el espacio que se ha estado buscando y que sistemáticamente han querido ignorar las autoridades, para comenzar a armar una agenda sobre la regulación del alquiler que necesita la ciudad. Esta es la primera llamada.

 

Algunos puntos importantes sobre la alianza Airbnb – CDMX:

 

  • Airbnb por sí mismo no es EL problema, sino el sistema y modelo que arropa su llegada sin entender y atender las problemáticas existentes y futuras de los lugares donde se inserta (vivienda, habitabilidad, acceso a infraestructura y equipamiento, etc.).
  • Las personas inquilinas son y serán las más afectadas, pero no las únicas, si no se adoptan medidas que regulen las condiciones en las que este sistema (y otros similares) funcionan.
  • Es necesario entender a detalle la propuesta para poder establecer medidas justas: la renta de corta estancia tiene varios propósitos desde el turismo hasta arropar al nomadismo digital, pero estos dos no tienen el mismo impacto en el territorio.
  • El gobierno de la ciudad tiene la facultad, a través del Instituto de Planeación, de monitorear y gestionar la producción de información para evaluar los impactos y los beneficios de programas y políticas públicas, por lo que es posible dar seguimiento a su propuesta a través de los mecanismos de transparencia que se establecen en la Constitución de la ciudad.
  • La producción de “vivienda” para el servicio de corta estancia impacta también en el diseño arquitectónico de los espacios que están supeditados a formas de uso no necesariamente cotidianas y es algo que también valdría la pena poner sobre la mesa.
  • El acuerdo expuesto planea abrir otros espacios con potencial turístico fuera de las zonas que aquí he mencionado; en este sentido, es importante que la población residente tenga conocimiento y toma de decisión sobre esto y que se puedan establecer medidas de evaluación, seguimiento y control adecuadas para evitar procesos de expulsión.

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Algunas propuestas para la Jefa de Gobierno: la basura https://arquine.com/algunas-propuestas-para-la-jefa-de-gobierno-la-basura/ Mon, 07 Jan 2019 15:18:25 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/algunas-propuestas-para-la-jefa-de-gobierno-la-basura/ Algunas medidas podrían ayudar a disminuir, aunque aparentemente poco, la cantidad de basura que se genera diariamente en la Ciudad de México. Para la nueva Jefa de Gobierno, demostrar un compromiso ante el reto del cambio climático cuenta mucho, sobre todo si estas medidas apuntan a cambiar el comportamiento de la gente.  

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Han pasado veinte años de que el gobierno de la Ciudad de México pregonara su compromiso ante los efectos del cambio climático y comenzara a elaborar planes para mitigar sus efectos.  Sin embargo, es hasta el 2008 que encontramos quien enfrentó ese compromiso: Martha Delgado, a cargo de la SEDMA en aquel entonces, comenzó la transformación para que la ciudad realmente redujese sus emisiones de gases de efecto invernadero.

En 10 años sólo en un rubro —el consumo de energía no renovable en edificios públicos— se ha conseguido la tan deseada reducción. La modernización de los taxis —aventura comenzada por Marcelo Ebrard y continuada por Miguel Angel Mancera— ha fracasado rotundamente, en parte porque la mayor cantidad de emisiones generadas en este campo proviene de los vehículos privados y en otra, porque el problema de las emisiones por fuente, en este caso medios de transporte, no se limita a la Ciudad de México sino alcanza toda el área metropolitana, donde lamentablemente no existe voluntad política para implementar las políticas de cambio necesarias, como impuestos a los vehículos que más emisiones generan. 

El eco de este tipo de aspiraciones se ha dejado ver en otras áreas, como la gestión integral de residuos sólidos que, a batacazos, la anterior administración capitalina intentó solucionar en parte mediante la creación de una planta de incineración de residuos para generar energía. Otro gran proyecto fallido en la escala macro. Sin embargo, loable es el avance en la manera de generar cambios en el comportamiento de la gente para que la generación de residuos disminuya sustancialmente. Mucho se ha hecho para sensibilizar y concientizar. Por ello, sobre la realidad, hay que abocarse al juego en corto, a lo práctico y simple de ejecutar, a iniciativas que tengan el potencial para encaminar a la ciudad en la trayectoria correcta en el origen mismo de las acciones. 

En la Ciudad de México se generan poco más de 12 mil toneladas de basura diariamente. Es decir, cada habitante produce poco más de kilo y medio diario de basura en promedio. Sólo en tres delegaciones se concentra el 18% de la generación diaria de basura total —no per capita. A la Jefa de Gobierno quizá le costaría muy poco implementar una ley que obligue a las tiendas OXXO —la tienda de autoservicio con mayor número de sucursales en el área metropolitana, a tener puestos de recarga de agua potable —cobrada, por su puesto. Esta iniciativa, ayudaría a eliminar las 70 botellas de plástico que consumen en promedio los capitalinos cada año. También le costaría muy poco presentar una iniciativa de ley para prohibir y multar por la distribución de propaganda impresa en la ciudad. Si esto se aplica, se eliminarían dos kilogramos de basura por ciudadano al año. 

Entre las dos medidas se estarían eliminando casi cien toneladas de basura diaria en la ciudad. En la escala del problema resulta poco, pero cada contribución cuenta y va en la dirección correcta. Para la nueva Jefa de Gobierno, demostrar un compromiso ante el reto del cambio climático cuenta mucho, sobre todo si estas medidas apuntan a cambiar el comportamiento de la gente.  

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