Resultados de búsqueda para la etiqueta [desastres naturales ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Wed, 22 Nov 2023 22:43:04 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 Acapulco Golden (II) https://arquine.com/acapulco-golden-ii/ Wed, 22 Nov 2023 21:03:09 +0000 https://arquine.com/?p=85432 A un mes del impacto de Otis sobre Acapulco ¿Qué se llevó el huracán y qué sigue para la reconstrucción efectiva de este puerto emblemático?

El cargo Acapulco Golden (II) apareció primero en Arquine.

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“We shape our markets, and our markets shape us, to adapt Winston Churchill’s remark about buildings.” (1) 

A un mes del impacto de Otis sobre Acapulco, ¿qué se llevó el huracán? Primero que nada, vidas humanas, irreemplazables e irrepetibles. Luego, el patrimonio de los sobrevivientes, locales o pasajeros, bienes fincados en el tiempo que sólo podrán ser repuestos con más tiempo y, en tercer lugar, plusvalía: en las menos de cinco horas que duró el huracán, se rasuró la plusvalía repartida en el llamado Acapulco tradicional, la franja costera y zonas circundantes, ya muy afectada desde hace más de una década.

Las ciudades funcionan, crecen y prosperan gracias a la plusvalía, que es el motor de la inversión y el trabajo. Bien que nos guste o no, las ciudades son un mercado de suelo y trabajo, mucho antes de ser el crisol de derechos ciudadanos que supone Henri Lefebvre. Sabemos de sobra que no sólo son eso, son mucho más, pero es esa competencia de intercambio de bienes y servicios lo que desde sus orígenes permanece inmutable y les otorga un destino.

Si en Acapulco no se restaura la plusvalía que hoy se encuentra tan deteriorada como sus edificios e infraestructuras, no habrá ningún destino posible para una ciudad que hoy se ve tan vulnerable ante la naturaleza, pero todavía más por la delincuencia, por más fondos o donativos que se le asignen.

En su fascinante libro The Surprising Design of Market Economies, el periodista Alex Marshall —del que extraigo la cita con la que comienza esta entrega sobre Acapulco (cuya primera parte se puede leer aquí)—, compara los mercados con las grandes extensiones de suelo verde en el interior de las ciudades: superficies arboladas, con césped, plantaciones florales, muchas veces con lagos, colinas y senderos que parecen áreas naturales y silvestres, exiliadas de la colonización del asfalto, que en realidad son jardines artificiales, diseñados de manera cuidadosa por paisajistas en páramos con frecuencia áridos y deslucidos.

Con los mercados pasa lo mismo, no existen sino ahí donde son diseñados y construidos. Como los edificios o los parques, los mercados se han de diseñar y edificar, no son productos de generación espontánea, sino finos mecanismos depurados, calculados y manufacturados, y son precisamente esos mercados los que “hacen ciudad”, para insertar aquí esa expresión tan a menudo empleada por arquitectos y diseñadores urbanos.

Tras una larga carrera en el área de la planificación, el urbanista Alain Bertaud llega a la conclusión, desarrollada en su libro Order Without Design, de que no es el diseño urbano, y mucho menos los planes, lo que crea el patrón ocupacional de las ciudades. El orden espacial de las urbes modernas se genera más a partir del influjo del mercado que por una pretendida doxa urbanística, desarticulada de políticas económicas o fiscales, y que sólo conduce a respuestas fragmentarias en el mejor de los casos, fracasadas e inviables la mayoría de las veces: “Markets transmit through prices the information generating the spatial order. When prices are distorted, so is the order generated by markets.” (2)

Al igual que la arquitectura, la improvisación o espontaneidad puede funcionar, y hasta ser deseable para construcciones sencillas y particulares, pero no para estructuras complejas y colectivas que requieren de un proceso de conceptualización, diseño y ejecución para su correcto funcionamiento, seguridad y beneficio.

La construcción de la Autopista del Sol en los 90 le dio una playa muy próxima a la Ciudad de México y al Estado de México, a sólo 4 horas de distancia, pero también trasladó al Puerto su duplicidad clasista: la ciudad de la prosperidad de un lado y la ciudad del precarismo del otro; llevadas al ámbito del turismo, Acapulco Diamante y el Puerto tradicional, divididos por una montaña. A pesar de ello, Otis los igualó en la tragedia, las vidas, el patrimonio y la plusvalía se perdieron por igual de un lado y del otro de la montaña.

La magnitud y carácter del desastre, y la clara vocación del Puerto ofrecen sin embargo una oportunidad inesperada que facilita la reingeniería de los mercados para resarcir en lo posible el patrimonio y la plusvalía, sólo realizable si mantenemos mercados sanos en operación. Por supuesto que habrá a quien esto le parezca escandaloso e inadmisible, pero no es la primera vez que se ha hecho. Nueva York se recuperó de la bancarrota de 1974 con una estrategia económica y, de la misma manera, renació de sus cenizas tras los ataques terroristas del 2001 con la creación de condiciones financieras para invertir en commodities urbanas. El ejemplo más legendario de la historia fue el que se llevó a cabo en París en 1855, ciudad que transitó no sólo con proyectos especializados, sino sobre todo mediante una estrategia financiera.

El caso de Acapulco es único, y al mismo tiempo el más paradigmático. Puede llegar a convertirse en un modelo para la prevención e intervención en las futuras catástrofes a las que el calentamiento global estará sometiendo a nuestros litorales. La reconstrucción de Acapulco no puede consistir únicamente en la restauración de inmuebles privados o el avituallamiento a los afectados más pobres mediante transferencias de dinero en efectivo o despensas, tampoco con proyectos cosméticos de “acupunturistas urbanos (como suelen llamarse), ni con programas de zonificación y usos del suelo, ni con reglamentos prematuros que ya comienzan a plantear cómo se revivirá Acapulco. Todo eso vendrá después, si se quiere. Lo primero será plantear una estrategia para resarcir la plusvalía y rentabilidad.

Los dos factores que lo hacen posible son: las infraestructuras y la propiedad; las inversiones públicas y privadas, que permiten la producción, distribución y consumo de bienes y servicios en un lugar específico, así como los derechos legales, individuales o colectivos sobre la propiedad, para usar o usufructuar cualquier bien tangible o intangible. Cuando alguno de estos falta o es deficiente, la operación de los mercados y su reflejo urbano será deficiente de la misma manera.

Es difícil decir cual debe ir primero o si deben ser simultáneos, rara vez ocurre así, sin embargo, esta dupla es el único antídoto eficaz, no sólo para el restablecimiento del tejido urbano y social en una urbe, sino para el futuro de muchas generaciones. Las tácticas para bajar a ras de suelo esta estrategia deberán ser definidas por especialistas y ciudadanía, pero la estrategia para reactivar la economía debe tener como eje la recuperación de la plusvalía y la reinvención de mercados funcionales, para lo que requieren:

  • Recuperar e incrementar la plusvalía, creando o reclasificando el suelo. Esto, que parece ser mera especulación, puede ser la única respuesta ante la crisis ya que es lo que en las ciudades moviliza el capital y el trabajo. Lejos de pensar que es un asunto privado, tiene implicaciones profundas con lo público y el Estado.
  • Creación de infraestructura eficaz y sostenible: drenajes modernos, plantas de reúso y tratamiento de agua, plantas potabilizadoras, embalses de agua pluvial. Energías limpias como la eólica y solar, o la infraestructura de movilidad, constituyen la mejor garantía para atraer inversiones productivas y financiar políticas públicas de conservación del medio ambiente y ahorro energético.
  • Reciclaje de la propiedad. El gobierno requiere reservas y bancos de suelo para redirigir inversiones y equipamiento, para la reconformación ambiental y rentable del espacio público y privado que enaltezca la belleza y goce del lugar y generen recursos fiscales para la reposición de las condiciones de habitabilidad y del patrimonio perdido, comenzando por lo básico: vivienda, y equipamientos esenciales; hospitales y escuelas, seguido de estrategias turísticas y de entretenimiento de gran alcance.

Una vez superada la emergencia, y antes de comenzar a “reconstruir” Acapulco, el Estado debería diseñar esos mercados que queremos que operen en Acapulco, y no sólo tutelar su regulación o su mantenimiento, sino gestionarlo. Si esto no se entiende en el próximo gobierno que será el encargado de hacer o no hacer algo con la ciudad de Acapulco, no se habrá entendido nada. De mantenerse en la restauración de hoteles y viviendas como estaban, se perderá la gran oportunidad que ofrece la desgracia. Es claro que al mismo tiempo hay que ser cauto y precavido ante externalidades negativas, como desplazamientos excesivos o burbujas inmobiliarias, pero no timoratos para alentar la acción económica como prioridad

Durante los 17 años que duró la gestión del Barón Haussmann, la transformación de París en el siglo XIX se estima que costó cerca de 2.5 billones de francos provenientes de fondos públicos y deuda estatal. Se puede calcular que el gasto final, calculado según la inflación actual, sería del orden de 18 billones de Euros, (3) sin contar con la inversión privada. Parece mucho, y lo es. Se construyeron alrededor de 140 mil kilómetros de calles; 80 mil de drenajes; se plantaron alrededor de 100 mil árboles, se instalaron 32 mil luminarias de gas, se hicieron más de 15 plazas y más de 1 millón de metros cuadrados de parques e infraestructura para la sostenibilidad y rentabilidad, en el más amplio sentido del término.

A la fecha al menos 18 millones de personas visitan París cada año. La división entre los 365 días del año, arroja unos 50 mil visitantes por día. Si suponemos que un turista promedio pueda gastar mínimamente alrededor de 500 euros, en París estarían circulando alrededor de 25 millones de euros a diario, y la derrama anual sería de casi 10 mil millones, lo cual está muy por debajo del flujo real por turismo en la Ciudad que Haussmann reconfiguró; sus cifras proyectaban el doble, un monto arriba de 20 mil millones de euros al año por turismo (4). Es decir, prácticamente la inversión total de las obras en un año. Además, se calculan cerca de 400 mil empleos directos, 18% de la población económicamente activa (PEA) de la ciudad. Por caro que haya sido en su momento, es poco para lo que sigue redituando a París la inversión haussmaniana.

Hasta el muy conocido geógrafo inglés de izquierda David Harvey se ha visto obligado a reconocer los beneficios de esa estrategia: Haussmann se lanzó a dominar estas tensiones (conflictos de clase, propiedad y poder) y, el que acabara dominado por ellas, no menoscaba una genialidad que procedía de la claridad con que vio que, para poder transformar y modernizar la ciudad, había que movilizar nuevas prácticas en la propiedad.(5)

No sólo Walter Benjamin, sino Georg Simmel antes que él, sabía que son la plusvalía y las infraestructuras lo que modela todo lo que de moderno poseemos en nuestras ciudades. Sea para combatirlo, para acogerlo o domesticarlo, el influjo del capital es insoslayable. Cualquier iniciativa para recuperar Acapulco que no tome ello en cuenta estará destinada al fracaso y condenará al Puerto a una decadencia terminal por la ingenuidad o tozudez de sus actores. Si se quiere rediseñar un Acapulco más seguro, resiliente, prodigo y habitable, hay que diseñar primero los mercados que habrán de propiciarlo, y financiar proyectos sostenibles y rentables que produzcan una autentica derrama fiscal, así como reinvertir en la ciudad y la calidad de vida de sus habitantes. Sólo así podrá evitarse la captura del territorio por la delincuencia; son aparentemente sus integrantes los que, en efecto, ya están contemplando cómo recuperar sus mercados.

“It’s not an economy that supports infrastructure (meaning schools, roads, water systems, Social Security, fire protection, libraries, courts, and so on); it’s infrastructure that supports an economy.” (1)

NOTAS:

1. Marshall, Alex; The Surprising Design of Market Economies, University of Texas Press, Austin. 2012.

2. Bertaud, Alain; Order Without Design, MIT Press, Cambridge, Massachusetts. 2018

3. Jordan, David P., Transforming Paris, The Free Press, New York. 1995.

4. Sobre las estadísticas de turismo en París, se puede consultar la siguiente página: https://www.statista.com/topics/6314/tourism-in-paris.

5. Harvey, David, Paris, capital de la modernidad, Akal, Madrid 2006.

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Acapulco Golden (I) https://arquine.com/acapulco-golden/ Thu, 02 Nov 2023 18:07:42 +0000 https://arquine.com/?p=84657 Acapulco ya era una ilusión de lo que fue antes del Huracán Otis, pero su futuro sólo se definirá a partir de las acciones que se tomen después del desastre.

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“México es el peor lugar del mundo para estar durante un periodo de angustia, una especie de Moloch que se alimenta de almas sufrientes […] un lugar para estar fuera de él.”
Malcolm Lowry (1)

 

Ya desde 1969 Paul Ehrlich y John Holdren alertaban sobre el exceso de emisiones de CO2 y el aumento residual del calor generado por los combustibles fósiles que causarían desastres ecológicos por el incremento en la temperatura en la atmósfera y los mares. (2) Ante la desgracia sufrida en Acapulco el pasado 25 de Octubre lo primero que hay que decir, para comenzar a llamar a las cosas por su nombre, es que Otis no fue un fenómeno natural. El huracán que golpeó con esa fuerza letal a la costa mexicana del Pacifico es el resultado del calentamiento global ocasionado por la irresponsabilidad de gobiernos indolentes e industriales codiciosos.

Lo segundo es que el Puerto de Acapulco era ya una ciudad fallida desde la ultima década del siglo XX, y ya anunciaba futuras desgracias. Hoy es una ciudad destruida. La estructura morfológica de la ciudad ha venido distribuyendo a sus habitantes según los ingresos y la topografía propia del sitio: expropiaron el acceso al mar donde se bañan los visitantes, cerca de las franjas costeras se ubicaron los más favorecidos, mientras la población local a su servicio, viven encaramados en la montaña o en los llanos en el llamado anfiteatro y la sabana.

 

Se estima que en Acapulco hay una población fija de 779,566 habitantes, de los cuales 52% son mujeres, y la cuarta parte son menores de 19 años. De ese total, 43% radica en viviendas con 2 dormitorios, y 36% con casas de uno solo; es decir, el 79% de la población de la ciudad habita en viviendas de no más de 2 habitaciones.

Las líneas de aprovisionamiento de agua y la red de drenaje sufrieron un grave deterioro y un déficit acumulado de años de improvisación y abandono que mantienen a la población en una situación de desabasto intermitente, y de riesgo por inundaciones e infecciones latentes agravadas por la actividad sísmica del subsuelo otra vez, un problema que es más notorio en las zonas más pauperizadas, que en el caso del drenaje se revierte vertiendo las miasmas desde las alturas de los cerros, hacinados de pobres, hasta la turística avenida Costera. Hoy se habla de 580 mil personas damnificadas y 7 mil hectáreas de construcciones destruidas o dañadas. Se estima que hay apenas unos 16 mil inmuebles asegurados, y de estos sólo 7 mil lo están contra huracanes. Se contabilizan alrededor de 900 kilómetros de caminos y calles inundados o afectados. (3) Es decir, una ciudad por décadas desbastada, fue devastada el 25 de Octubre de 2023 por emplear un retruécano, lo que no significa que no siguiera siendo un paraíso económico y fiscal para distintos grupos empresariales, partidos políticos y gremios que se dedican al mercado de estupefacientes y trata de personas.

 

Los años 50 y 60 marcaron el esplendor de Acapulco como centro turístico, coincidieron con el momento en el que unos cubanos barbudos vestidos de verde olivo le arrebataban a los estadounidenses su resort favorito en la isla del Caribe, y tuvieron que trasladarse a las costas del Pacífico mexicano para seguir con la fiesta. Sin embargo Acapulco hacía mucho que dejó de ser ese paraíso turístico del jet set internacional al que le cantaba Frank Sinatra en “Come Fly With Me”, o que recibía a Liz Taylor con Tequilas Sunrise.

 

Durante los 80 y 90 se abrieron nuevas opciones turísticas, tanto en el ámbito nacional como internacional, y la oferta acapulqueña cambió. Para entonces Acapulco había sido prácticamente abandonado por los turistas extranjeros, y se convirtió en una periferia más de la Ciudad de México y sus alrededores, acercada por la Autopista del Sol. Los hoteles de playa pasaron del gran turismo al all inclusive, enfocados al mercado nacional de ingresos medios, que mató la vida urbana y comercial de otras escalas y tipologías, al enclaustrar a los visitantes en los complejos hoteleros sin necesidad de “usar” el espacio público exterior. A la par las de mayores ingresos, mudaron sus fines de semana a las playas de Punta Diamante, donde antes se erguía solitario el complejo construido por Paul Getty: el Hotel Princess, en medio de los jardines diseñados por Luis Barragán, a suntuosos condominios de arquitectura soft a lo Miami Beach, que funcionan de igual manera con todas sus amenities indoors, dejando el exterior para el abasto eventual, servicios locales y dealers que reparten estupefacientes.

Ese “renacimiento” del centro turístico, tan querido por los chilangos, detonó una nueva migración rural. No es casualidad que al conjunto construido para relocalizar a los habitantes del llamado anfiteatro le llamaran: Ciudad Renacimiento, “La Rena”, como se le conoce popularmente, donde la población en busca de trabajo comenzó a hacinarse. Así surgieron los nuevos asentamientos: La Colosio, la Zapata y la Sabana, en contraste con Punta Diamante; viviendas de una o dos plantas, muchas autoconstruidas, situadas en algunas de las zonas más violentas, que han colocado al Puerto entre las 10 ciudades más peligrosas del mundo. (4).

 

La imagen de un clavadista volando desde el peñón llamado La Quebrada era una de las imágenes más reproducidas en las tarjetas postales de los años 60. En ese entonces el municipio de Acapulco contaba con 84,720 habitantes y el puerto con 49,149 residentes fijos. Para fines de la década de los 80 ya tenía más de 500 mil, es decir, su población fija creció 6 veces en una extensión de cerca de 80 km2 en el curso de 30 años.

Hoy ese Acapulco dorado de tarjeta postal y luminarias hollywoodenses ya no existe, Otis sólo lo puso en evidencia lo que hace mucho sólo existía en la memoria de muchos de nosotros que aprendimos a ver y admirar el mar en sus playas.

La reconstrucción tomará tiempo, la forma en la que se encare esa historia en dos episodios, el antes y después de Otis, marcará el futuro de Acapulco: la reconstrucción de los hoteles y condominios afectados como estaban y más acciones improvisadas, realizadas al vapor para apaciguar de manera momentánea a los damnificados y causar el impacto electoral que requiere la coyuntura política, solo retrasará un poco la debacle definitiva. Ya se intentó recuperar en 1997 el Acapulco tradicional sin un plan estratégico, que solo acabó en intervenciones cosméticas que en nada alteraron el déficit urbano que no merece la ciudad. La infraestructura permaneció igual: en ruinas. El transporte público quedó en manos de corporaciones amafiadas con el poder y, para colmo, en fechas recientes se canceló el Fondo Nacional para Desastres Naturales (Fonden), que no sólo estaba constituido por fondos para contingencias, sino que era un mecanismo para su gestión, ejercicio y control.

Postes eléctricos derribadas por el huracán Otis, que azotó Acapulco el 27 de octubre de 2023.  Foto: AP Photo / Felix Marquez.

 

Una vez superada la etapa de emergencia, la rehabilitación del Puerto de Acapulco debería tomar el tiempo adecuado. Acapulco tendrá que ser parte de la agenda electoral para 2024 pues trascenderá esta administración y quizá a la que sigue. Habrá que inyectarle recursos —y muchos— públicos y privados, adquirir o expropiar suelo de calidad para utilidad pública, establecer un programa de estímulos fiscales, crear una agencia de gestión metropolitana para ejecutar la recuperación mediante proyectos integrales, razonados, conciliados con los distintos actores sociales, y con la población directamente afectada, así como administrar y asignar los recursos de manera eficaz y democrática mediante concursos y licitaciones abiertas.

Será necesario recuperar la infraestructura turística como la principal generadora de empleo, pero si en verdad se quiere un futuro sostenido para la ciudad debe evitarse la dependencia de una sola fuente de ingresos. Detroit, en Estados Unidos, sucumbió cuando se fugó la industria automotriz que mantenía a la ciudad. En Acapulco la utilidad del suelo tendría que ser recalificada y revalorada, así como tendrá que enmendarse la estructura hídrica, de vivienda, y los equipamientos y su movilidad, con un enfoque hacia la sostenibilidad y viabilidad integral de la ciudad.

Johnny Weismuller, el actor que le dio vida al Tarzán más famoso del cine, fue campeón de natación y waterpolo, estrella de la época dorada de Hollywood. Acabó su vida decaído en su hotel de Acapulco: Los Flamingos, justo enfrente de la Isla Roqueta. El inmueble ya estaba en franca decadencia cuando su dueño cayó enfermo y con delirios psicóticos, emulando el alarido que le hizo famoso en las pantallas, imagen poderosa y sugerente de un pasado glorioso, convertido en un presente decadente, delirante y muy triste.

La segunda parte de esta columna se puede leer aquí.

Referencias:

(1) Jorge Ruffinelli: “El viaje que nunca termina”: Malcom Lowry en México, disponible en .cdigital.uv.mx
(2): Ver Alan Weisman: La cuenta atrás; Penguin Random House, 2014, Barcelona.
(3): Elias Camahi; El País, 30 de octubre de 2023.
(4): World-statistics.org

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