Resultados de búsqueda para la etiqueta [ciudad-red ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:21:19 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Contacto e intercambio https://arquine.com/contacto-e-intercambio/ Thu, 14 Nov 2013 00:30:33 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/contacto-e-intercambio/ La realidad se compone de dos cosas: objetos y fenómenos. Los objetos ocupan el espacio, los fenómenos ocupan el tiempo. Los objetos son distribuciones espaciales de materia, energía e información. Los fenómenos son cambios temporales de los objetos.

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Dice Jorge Wagensberg que “la realidad se compone de dos cosas: objetos y fenómenos. Los objetos ocupan el espacio, los fenómenos ocupan el tiempo. Los objetos son distribuciones espaciales de materia, energía e información. Los fenómenos son cambios temporales de los objetos”.

“Los objetos cambian” nos dice el investigador catalán, o más bien, los objetos intercambian, a través de fenómenos, materia, información y energía. Un objeto no es entonces autónomo sino que se encuentra en constante modificación, relación, interacción e intercambio con otros elementos. Es la interacción lo que propicia el cambio. La ciudad y la arquitectura no se encuentran lejos de estas definiciones. Puede ser vista como un objeto o, incluso, un cuerpo que podemos interactuar. La relación con la arquitectura se establece a través de la fricción, el choque y el encuentro. La arquitectura dispone límites que influyen en la manera de comportarnos. La vida –en la arquitectura– es la fricción con los otros cuerpos, arquitecturas u objetos. Poco importa. La ciudad y la arquitectura posibilitan relaciones y en su interior se almacenan los fenómenos. La ciudad, como contenedor de objetos y fenómenos, es con ello un organismo vivo, cargado de flujos, que se relaciona con el medio y que, al tiempo, permite establecer conexiones. Con todo lo dicho ¿no es acaso la ciudad y la arquitectura un sistema de relaciones? Como apunta Mónica Arzoz en La ciudad como reflejo de sus redes, una ciudad puede reducirse “básicamente a conexiones, en diferentes escalas, entre personas, actividades y lugares”. Y si bien es cierto, las ciudades tienen forma y se desarrollan (en ocasiones) en base a diseños. Pero no podemos olvidar que es justamente un diseño es lo que nos permite usar el espacio e interactuar de una determinada manera con él. La ciudad –y la arquitectura– va más allá del objeto para transformarse en aquello que permite establecer un determinado estado en el mundo, posibilitando con qué o con quién podemos establecer contacto.

Así, las ciudades, las arquitecturas, condicionan la sociedad que vive en ellas y, al tiempo, son “reflejo de las sociedades que las conforman” como enuncia Ricardo Álvarez. Esto es, la sociedad, la ciudad y su evolución en el tiempo son aspectos íntimamente vinculados y se desarrollan de forma conjunta. Así, la aparición de las nuevas tecnologías como internet y las redes sociales no son sino una expansión de lo que ya produce la sociedad y que se manifiesta en la arquitectura o la ciudad donde edificios, personas u objetos (con mayor o menor información, energía o materia) están condenados a cruzarse, mezclarse e interactuar. Las nuevas tecnologías de redes únicamente expanden esa condición que ya otorga la vida. Puede que la tecnología cambie la forma en la que nos relacionamos, puede hacer que la información se multiplique o puede hacernos más sensibles a través de dispositivos que almacenan y usan la información, aumentando el número de formas que conectamos, pero no cambia el sentido último de la ciudad: ese espacio donde la vida fricciona, contacta e interactúa.

 

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Ciudad, tecnología y sociedad https://arquine.com/ciudad-tecnologia-y-sociedad/ Wed, 13 Nov 2013 22:01:59 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ciudad-tecnologia-y-sociedad/ Dentro del programa de la 'Creative Week Bonus Mx', Ricardo Álvarez, miembro del 'Senseable City Lab' del MIT, ofreció una ponencia en torno a las ciudades del futuro y cómo la tecnología redefine y ayuda a repensar y proyectar las ciudades que habitamos hoy, tanto en lo morfológico como en lo social. Conversamos con él sobre el impacto de la tecnología en las urbes, la arquitectura y las conductas sociales.

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El pasado sábado 9 de octubre se celebró en ciudad de México el Festival Creative Week Bonus Mx. Dentro de su programa Ricardo Álvarez, miembro del Senseable City Lab del MIT, ofreció una ponencia en torno a las ciudades del futuro y cómo la tecnología redefine y ayuda a repensar y proyectar las ciudades que habitamos hoy, tanto en lo morfológico como en lo social. Conversamos con él sobre el impacto de la tecnología en las urbes, la arquitectura y las conductas sociales.

¿En qué medida la tecnología es un medio para redefinir la ciudad y la relación que tenemos con ella?

Esa pregunta tiene muchas vertientes. En general, la tecnología no suele de uso general, sino que suele ser dirigida en base a manifestaciones particulares. Entonces, hay que tener mucho cuidado en hablar de tecnología como un término intercambiable. Puede tener muchos significados diferentes, por ejemplo, no es lo mismo que empieces a utilizar minería de datos para analizar los históricos sobre movilidad, tráfico en una ciudad, y que eso lo utilices para planear y rebalancear las cargas dinámicas de tráfico en una nueva reconfiguración espacial, a poder decir ¿qué pasa si nos acercamos a proyectos y prototipos como autos que pueden conducirse solos y que se pueden autorregular en movimiento? Eso nos daría la capacidad de cuestionarnos incluso de si necesitamos calles.

Dos implementaciones de tecnología completamente diferentes pueden tener resultados espaciales muy distintos, y, sin embargo, también hay que reconocer que las formas urbanas son mucho más profundas en su capacidad de evolución morfológica.

Pero también podemos ver la tecnología en términos de producción. Si lo ves históricamente previo a la revolución industrial, la producción solía ser artesanal y en pequeños negocios en ciudades con alta densidad, donde la gente vivía y trabajaba en el mismo lugar, con lo que eran suelos de uso mixto y cascos compactos. Al llegar la revolución industrial, se empieza a masificar la producción y se empieza a requerir, cada vez más, grandes fábricas y plantas industriales. La tecnología cambia la forma, se empiezan a construir distritos industriales, habitacionales, etc. que algunas tecnologías lo hacen viable: el automóvil, que te permite desplazarte de un lugar a otro; la red eléctrica. Si nos acercamos al día de hoy estamos viviendo una nueva revolución de manufactura. Tecnologías como impresoras 3D, sistemas de control, robots de bajo costo, software libre, que les dan a los individuos la capacidad de construir cosas, en espacios pequeños y sin necesidad de grandes equipos, que algunos años antes sólo lo hacían grandes corporaciones. Podemos tener microunidades de producción que si las proyectas al futuro eventualmente tienes que cuestionarte si necesitamos todavía, morfológicamente hablando, distritos industriales. O si nos vamos a la nueva economía, en donde tienes industrias como biotecnología o desarrollo de software, son industrias donde no necesariamente contaminan. ¿Por qué no devolvemos la actividad productiva al centro de las ciudades? Son estos giros de reconversión urbana que estás empezando a ver. Son apuntalados por tecnología pero en manifestaciones muy particulares.

Y más allá de la morfología urbana ¿qué significan las nuevas formas de relación social a través de las redes y la tecnología?

¿Qué significa toda forma de las economías compartidas, como el sharing-common? donde puedes hacer cosas como compartir el auto. Son los mismos coches con la diferencia que yo pongo el tiempo libre de mi auto que no uso y lo rento por horas.  Por cada auto que maximizas en uso puedes sacar ocho autos de la calle. O como nuestro proyecto de  donde si empiezas a cambiar la lógica de cómo la gente comparte el taxi y experimentas con modelos económicos que te ayuden a hacerlo viable, a que la gente acepte, puedes, con una intervención muy pequeña en términos operativos, tener un impacto masivo.

Todas estas son implementaciones directas. Lo interesante es tener esa diversidad de casos de uso porque las manifestaciones van a ser sui-generis por ciudad. Lo interesantes es que las diferentes ciudades, con backgrounds diferentes, van a ir aprendiendo a integrar las tecnologías gradualmente.

En el discurso sobre las ciudades y tecnologías muchas veces se puede escuchar una separación entre dos términos: smart city y smart citizen. ¿Existe alguna diferencia entre los conceptos o son términos que se dan a la par y de forma simultánea?

Meter una división artificial del término no es real. No es uno u otro. La realidad es que los ciudadanos son cada vez más sofisticados. Tiene que ver por educación, acceso a la información, polinización de ideas. Todo eso te pulveriza la oferta de productos y servicios y la gente se vuelve más exigente en cuanto a la particularidad de los estilos de vida que quieren. Las grandes ciudades son ejemplo de eso. La diversidad, como la que tienes en la ciudad de México, donde la planta urbana te permite operar de forma simultánea todos esos estilos de vida, es precisamente por una oferta compleja.

El concepto de smart city es de qué manera puedo yo conectar todos las datos que se están generando o podemos generar a sistemas que permitan dar mejores servicios. Hay visiones diferentes, lugares que están haciendo estrategias top down donde es el gobierno el que pone la plataforma, con su centro de comando, y  desde ahí opere. Otros gobiernos piensan que es imposible que puedan solucionar todos los problemas de la ciudadanía y liberan los datos para que sea la misma ciudadanía, la misma iniciativa civil y privada la que empiece a desarrollar soluciones. A partir de tener la información y poder maximizar todo un catalogo de sensores, como el teléfono celular, para ofrecer un catalogo de productos y servicios. Hay unas cosas que se pueden controlar y otras que deben ser controladas.

Pero incluso eso es una perspectiva muy utilitaria de lo que es una ciudad. Buena parte del discurso de las ciudades inteligentes está basado en eficiencia: energética, al tráfico. En cierta medida las ciudades son un reflejo de las sociedades que las conforman y tienen aspiraciones que van más allá de la eficiencia, también hay componentes operativos y emotivos. Lo interesante es saber cuál es la manifestación de una ciudad inteligente de una perspectiva más abierta que empiece a incluir aspectos emocionales, biológicos o aspiracionales. Y eso lo puedes ligar con lo que al final del día los ciudadanos desean, la búsqueda de una mejor calidad de vida. Las tecnologías te pueden ayudar.

En ese sentido ¿Son las tecnologías un elemento que se desarrolla más rápido que la propia ciudad?

Sí, por supuesto. Si proyectas las tendencias de las impresoras 3D es muy interesante. Hoy se incrementa la resolución de impresión, la flexibilidad de tamaño –hoy hay impresoras pueden imprimir edificios– y tiene la capacidad de imprimir en materiales múltiples, con lo que ya no es sólo un tema de prototipo sino un producto terminado. Sumado a una tendencia en paralelo que es que han bajado dramáticamente el costo de impresión.

Si puedes, con una tecnología, democratizar algo, bajo un parámetro realista de construcción, que permita incrementar el nivel de vida, es muy interesante. Luego ya con eso ya puedes hablar de mecanismos de financiación, legalización. Tiene un impacto social muy profundo, pero también lo tiene en la forma urbana. De lo que se trata muchas veces esta dinámica tecnológica en cómo conectas los puntos. Porque cuando se siguen las dinámicas tecnológicas en los espacios de tiempo que opera la ciudad, que son muy largos las tendencias pueden llegar a tener un sentido muy profundo.

Por último, estas tecnologías desarrollan grandes cantidades de información ¿Cuáles son los problemas de qué solo unos pocos tengan acceso a ella? ¿Deben ser todos los datos públicos?

Es un debate muy complejo. Porque es un debate muy fácil de radicalizar. Es muy fácil impulsar un mensaje de paranoia sobre la privacidad: “no quiero que nadie tenga mis datos”. Si llevas eso a sus últimas consecuencias y propicias mecanismos legales para que nadie entre a tus datos, la realidad es que una gran cantidad de los servicios que hoy das por añadidura no los tendrías. Lo que pasa que muchas veces no pensamos hasta dónde nuestra huella de datos tiene un doble efecto. Hay un desconocido que me conoce, pero eso da accesibilidad a una serie de servicios que me hacen vivir mejor mi vida. El problema está en el balance. Ese compensación de balance es una conversación social donde cada vez que tienes un abuso de los datos la conversación social se endurece. Cada vez que tienes una pérdida de calidad de vida, se suaviza. Muchas veces el discurso es muy escandaloso para ambos lados. O muy triunfalista o muy fatalista. Hay que encontrar el punto intermedio.

Pero por otro lado, hoy día estamos produciendo tantos datos que no tenemos la capacidad de digerirlos. Hay una gran diferencia entre tener los datos a encontrarles sentido. Y buena parte es que probablemente no haya que encontrarle sentido a todos los datos. Es la misma la sociedad es la que determina qué es lo que quiere extraer de esa información. Ahora hay tanta que las sociedades no tienen una idea de toda la información que hay, por lo que no tienen una idea de cómo maximizarla para después moverla.

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Vacío https://arquine.com/vacio/ Wed, 13 Nov 2013 17:50:56 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/vacio/ De una ciudad estudiamos sus procesos o atendemos a las relaciones que se dan entre sus diversos actores, estudiamos su espacio público y su espacio privado, su tráfico rodado, peatonal y subterráneo. Analizamos las conexiones, los flujos, los hitos, los núcleos y el tejido urbano. Pero, ¿y si comenzamos a escuchar sus vacíos y sus silencios?

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A día de hoy sabemos que nuestro Universo se compone de materia oscura en un 23% y de energía oscura en un 72%. Sólo un pequeño 5% de nuestro Universo está formado por materia visible, ordinaria. De dicha materia, el 99,999% es espacio vacío, y solamente el 0,001% es materia “normal”, compuesta por protones, neutrones y electrones. Pero incluso este último porcentaje, según la Física Cuántica, es también espacio hueco, ya que, según las últimas investigaciones, el material aparentemente sustancial no es en realidad nada más que una fluctuación en el vacío cuántico, pura energía.

Hagamos cálculos y podremos afirmar entonces, siendo generosos, que sólo un 0,00005% de nuestro Universo está formado por algún tipo de sustancia material. ¿Y el resto? El resto lo es todo, y se compone de vacío, energía y materia oscura. Centrémonos en esta última, que a pesar de su oscuridad constituye un nada despreciable 23% de nuestro Universo.

El modelo más aceptado entre los astrofísicos señala que dicha materia oscura se distribuye en el Universo en una gigantesca red de “hilos invisibles”. Estas hebras, a su vez, se fragmentan en enormes y densos esferoides llamados halos, que atrapan al gas de materia ordinaria o visible, gestando en su centro a las constelaciones y estrellas. El resultado es una verdadera ‘telaraña cósmica’ donde los halos galácticos tejen filamentos con nudos en sus intersecciones, y donde el grueso del volumen, de nuevo, corresponde a enormes huecos.

Cuando tratamos de explicar una red, ya sea social, física o digital, ya sea una ciudad o un entramado de relaciones virtuales como es Internet, solemos hacerlo principalmente a través de sus nodos y a través de las conexiones surgidas entre ellos.Despreciamos sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos, el enorme porcentaje de vacío al que envuelven. Desechamos el fondo y nos quedamos con la figura, en una suerte de deformación gestáltica de nuestra percepción. Desdeñamos lo oscuro, ya sea materia o energía, por desconocido, por incontrolable.

De una ciudad estudiamos sus procesos o atendemos a las relaciones que se dan entre sus diversos actores, estudiamos su espacio público y su espacio privado, su tráfico rodado, peatonal y subterráneo. Analizamos las conexiones, los flujos, los hitos, los núcleos y el tejido urbano. Pero por muy novedosas que sean las relaciones (conexiones) que hayamos encontrado o por particulares que sean los diversos actores (nodos) involucrados, todo forma parte de un entramado completo, lleno, definido, codificado. No hay lugar, aparentemente, para nada más. Pero, ¿y si comenzamos a escuchar sus vacíos y sus silencios?

El código de la ciudad actual no está hecho para solucionar ninguno de los problemas que tenemos como sociedad. Su objetivo por encima de todo es la saturación, el control y el poder. El vacío, por el contrario, se escapa a cualquier tipo de certidumbre, dada su condición oscura e ignota. No debemos perder este enfoque a la hora de hablar de él, entendiéndolo como un estado latente en que todas las probabilidades se acumulan precisamente por la inexistencia de certezas. El arquitecto holandés Rem Koolhaas diría que“donde no hay nada todo es posible, donde hay arquitectura ninguna otra cosa puede ocurrir”. Habrá que empezar a buscar agujeros y huecos por los que escapar, plantear la incertidumbre como motor de cambio.

La renuncia al control y la inmersión en la esfera de la espontaneidad y de la imprevisibilidad es algo que, sin embargo, la arquitectura y el urbanismo tratan de evitar a toda costa en favor del planeamiento y del control. De acuerdo al arquitecto francés Leopold Lambert, “los arquitectos y urbanistas establecen planes que son la expresión directa del control trascendente que buscan ejercer sobre la materia y sobre los usuarios”. En sus diseños no cabe una dosis de imprevisión.

En este sentido, es interesante notar cómo ambas disciplinas, en palabras de Gilles Deleuze y de Félix Guattari, se encuentran más estrechamente ligadas a los esquemas estriados y limitadores del Estado que a las dinámicas alisadoras de la Máquina de Guerra, en lucha por un espacio “liso”, abierto y sin límites fijos. De un lado, la máquina estatal de control y captura. De otro, una máquina de deslocalización y confabulación. Se trata de reflexionar a cuál nos subimos.

Frente a la certeza de que existe un plan para todo, frente a la idea de un acabamiento total, hay quien empieza a apostar por lo inacabado y lo desorganizado. “La promesa de la desorganización está por descubrir y es un continente a explorar”, afirma el sociólogo español Antonio Lafuente. Desorganizar significa sin duda desburocratizar, descentralizar o desjerarquizar, en fin, destejer lo tejido. Pero implica ante todo adentrarse en ese enorme porcentaje de red vacía, hueca, ambigua, inacabada, cargada de energía oscura y latente, donde se permiten acabamientos distintos e incluso antagónicos; ese espacio virtual de potencialidad pura que nos haga olvidar la certidumbre de poder vivir un mundo totalmente dibujado.

mfm2Imagen: Ben Vautier

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La ciudad como reflejo de sus redes https://arquine.com/la-ciudad-como-reflejo-de-sus-redes-2/ Wed, 13 Nov 2013 16:59:41 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-ciudad-como-reflejo-de-sus-redes-2/ La ciudad es la más grande expresión de una red social ¿Qué es lo que convierte a las ciudades en una muestra explícita de la existencia de las redes? ¿Será que las redes determinan a la ciudad, sus edificaciones y su sociedad o más bien las redes se adaptan a espacios ya construidos y solamente unen puntos ya existentes? Las grandes ciudades funcionan porque sirven, nutren y embellecen conexiones.

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En esta época en la que las redes sociales han captado la atención de los observadores del comportamiento humano, resulta interesante pensar en la más grande expresión de una red social: la ciudad. ¿Qué es lo que  convierte  a las ciudades en una muestra explícita de la existencia de las redes? ¿Será que las redes determinan a la ciudad, sus edificaciones y su sociedad o más bien las redes se adaptan a espacios ya construidos y solamente  unen puntos ya existentes?

El término genérico “red” hace referencia a un conjunto de puntos o nodos que, según el caso, pueden ser entidades, objetos, personas, lugares o espacios conectados entre sí. El ser humano, desde siempre, se ha relacionado y funcionado a través de redes. Cada ser humano, cada espacio, ciudad o cosa, equivale a un nodo o punto esencial dentro de una red, que a su vez, está conectada con otra. Las redes lo conectan absolutamente todo. El dicho “no hay acción sin reacción” se entiende más profundamente cuando se piensa en una red. Todo nodo físico, vivo o muerto, vibra en una frecuencia determinada y está conectado con otros. Un movimiento en un punto determinado tiene repercusiones insospechadas en otra parte de la red.

Así como hay redes que unen seres humanos dentro de una sociedad a sus diferentes escalas, también existen redes que unen puntos dentro de un espacio, barrio, ciudad, país, ecosistema o planeta. Es en las ciudades o centros urbanos donde todas estas redes cobran vida y se intersectan. La ciudad está compuesta por un sistema de redes sobreimpuestas y conectadas que vinculan nodos, puntos y eventos entre ellas, a diferentes escalas físicas y temporales.

Jane Jacobs, en su famoso libro Muerte y vida de las grandes ciudades, logra capturar el por qué de la vida de una ciudad, o una parte de ella, depende directamente de las relaciones y conexiones que surgen a través de las redes que en ellas existen. Jacobs argumenta que una ciudad se reduce básicamente a conexiones, en diferentes escalas, entre personas, actividades y lugares. El éxito social y económico de una ciudad, se basa en el sistema en cadena de conexiones, las cuales surgen primordialmente en el espacio público urbano, condicionando la formación de dichos vínculos a la calidad del espacio público. Consecuentemente, una ciudad falla cuando deja de responder adecuadamente a esos nexos. Por su parte, Manuel Castells define a la ciudad moderna como una serie de “espacios de flujo”; las ciudades están formadas por un conjunto de espacios que funcionan como conectores entre puntos dentro de una o más redes. De hecho, a la sociedad que habita en ellos, Castells se refiere como “sociedad red”. El funcionamiento de esta sociedad transforma la forma de habitar y crear los espacios urbanos y privados dentro de una urbe. Al entender un centro urbano o ciudad bajo la teoría de Castells como un conjunto de espacios unidos por superposición de redes, podemos entender la complejidad de las diferentes dinámicas, patrones y procesos que en ellas ocurre. Es tan sencillo como imaginar a las ciudades como un  conjunto de redes, acomodadas en capas, que a su vez están todas unidas entre sí. Una ciudad contiene redes viales, acuáticas, áreas, económicas, políticas, sociales, mediáticas, tecnológicas o informáticas.

Las ciudades generan un conjunto de flujos e interrelaciones. Su conectividad a las diferentes escalas se ha convertido en un tema tan importante que se puede entender que, hoy por hoy, la producción de ciudad está claramente definida y condicionada al buen flujo de las redes en ella. Es la ciudad la que se adapta a las redes y no viceversa. Las grandes ciudades funcionan porque sirven, nutren y embellecen esas conexiones. Una ciudad toma vida cuando funciona como una red que conecta tantos tipos de actividades urbanas y nodos como le sea posible. Una ciudad sucumbe cuando es incapaz de conectar esas actividades y se convierte en una barrera para la expansión de sus redes.

shiB

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Notas sobre la concepción espacial de internet https://arquine.com/notas-sobre-la-concepcion-espacial-de-internet/ Wed, 13 Nov 2013 16:33:49 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/notas-sobre-la-concepcion-espacial-de-internet/ Cuando pensamos en internet muchas veces tendemos a confundirlo con cualquier otra cosa. Internet no es una cosa, es un acuerdo; una red que habilita conexiones selectivas entre personas e información. Si lo pensamos como espacio no es uno que responda a una idea abstracta y acabada donde “las cosas pasan”, por el contrario es uno de realidad aumentada que se expande a cada código, que visibiliza relaciones y asimetrías existentes.

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Cuando pensamos en internet muchas veces tendemos a confundirlo con cualquier otra cosa. Doc Searls y David Weinberger argumentan en su famoso ensayo Un mundo de extremos, que se suele confundir con algo de las empresas o de los gobiernos o, incluso, igualarlo con la televisión; la multidimensionalidad de la red es quizá uno de los cambios de paradigma sobre el espacio más importantes de los últimos tiempos y probablemente no nos hemos dado cuenta. Esto es por la doble dimensión de la red: los tubos y lo que ahí (aquí) sucede ocurren paralelamente.  Andrew Blum en su libro Tubes describe la dimensión y arquitectura física de los cables, routers y tubos, con ello nos da una pista sobre las peleas “por  internet”, un tubo de fibra óptica puede alterar la geopolítica tanto como uno de gas o petróleo y con ello extender una política de censura (si el tubo lo pone China) o un brazo más de El Gran Hermano (si el tubo lo pone EUA).

La metáfora más recurrente es aquella del ciberespacio, pocas veces cuestionamos sus efectos. La geografía es una de las disciplinas del conocimiento que recientemente se ha interesado en ello. Mark Graham de la universidad de Oxford, en un artículo paraThe Geographical Journal, hace una crítica al concepto “ciberespacio” y la falta de discusión de los geógrafos en la aplicación de las metáforas sobre la red. Al pensar el “ciberespacio” lo hacemos de manera óntica, esto conlleva algunos problemas, entre ellos que se  refuerza la idea de que ese espacio no es este y enfatiza la separación de los mundos “real” y “cibernético”.

Existen por lo menos dos modos espaciales de imaginar internet: como un todo (aldea global) o como muchas partes(archipiélago). La primera visión peca de optimismo, el acceso a internet por sí mismo no zanja la brecha digital, no todo se conecta con todo; la segunda, de no ejecutarse correctamente, desmantela la idea de la comunicación sin fronteras que supone la red. De pensarlo como espacio creo que vale la pena imaginarnos una favela antes que una ciudad modelo, el océano y sus fenómenos invisibles antes que un acuario.

Quitemos pues de nuestro vocabulario la palabra ciberespacio y sigamos hablando de internet y la red. Sobre la red hay distintos servicios que generan espacios, éstos aunque parecen parques públicos funcionan más bien como centros comerciales; me refiero a las redes sociales. Esto es, son espacios privados donde se ejercen derechos (y potencialmente hay consecuencia públicas por ello), los servicios como tuiter o Facebook recrean la convivencia física pero la llenan de digitalidad, sin embargo lo que allí sucede, pese a que está a la vista de todos, tiene reglas establecidas por sus dueños. No son pocas las discusiones al respecto de cómo lidiar con la nueva realidad donde un grupo de “privados” deciden sobre derechos fundamentales (públicos), la preocupación de Graham parece debidamente fundada, ¿cómo hacer los matices si se habla de un espacio cibernético en abstracto? Entonces, el lenguaje importa.

La idea ontológica del ciberespacio, por la retórica construida a su alrededor, en muchas ocasiones ensancha la brecha digital pues, de facto, segrega de los fenómenos políticos y económicos contemporáneos a quienes no participan en ese espacio imaginado en singular.

Internet no es una cosa, es un acuerdo; una red que habilita conexiones selectivas entre personas e información. Si lo pensamos como espacio no es uno que responda a una idea abstracta y acabada donde “las cosas pasan”, por el contrario es uno de realidad aumentada que se expande a cada código, que visibiliza relaciones y asimetrías existentes y donde la falsa dualidad online/offline se diluye para repensar conceptos como la apropiación del espacio, el contrato social, la representatividad, la convivencia y el ejercicio de derechos fundamentales.

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