Resultados de búsqueda para la etiqueta [CETRAM Chapultepec ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:22:11 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 CETRAM Chapultepec https://arquine.com/cetram-chapultepec/ Fri, 26 Aug 2016 17:30:51 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/cetram-chapultepec/ ¿Es necesario instrumentar un CETRAM que no amplía la capacidad sino que la reduce? ¿Es necesario un CETRAM que mantiene la oferta en el mismo sitio y cuyo mejoramiento podría haberse efectuado a través de obras bajo costo sin tener que añadir un negocio inmobiliario para “recuperar la inversión”? ¿Qué está haciendo la Secretaría de Movilidad para modernizar el transporte concesionado que acudirá al CETRAM ¿Cuál es el programa de ampliación y mejoramiento de las estaciones del metro Chapultepec, Sevilla e Insurgentes y porqué no participan de la asignación de viajes y por lo tanto se excluye del diseño del CETRAM?

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Como antes el Corredor Cultural Chapultepec o la Rueda de la Fortuna, el CETRAM Chapultepec vuelve a ser motivo de polémica. De nueva cuenta, a nadie se le parece buen negocio esta Asociación Público Privada. Yo me referiré a algunos aspectos técnicos del proyecto y los estudios que lo soportan, que refuerzan la idea de que aquí hay gato encerrado.

El proyecto ejecutivo del CETRAM es una de las acciones de integración urbana derivadas del estudio de impacto urbano ambiental para la Torre BBVA Bancomer. Para la elaboración del estudio de impacto vial, a partir del cual se desarrollaría el proyecto del CETRAM, se contrató a la consultora Steer Davies Gleave. Posteriormente se ampliaron los alcances para incluir en sus análisis los aspectos peatonales y ciclistas y la integración de una serie de recomendaciones físicas y de operación al proyecto arquitectónico elaborado por JSA.  Antes de referirme a los resultados del estudio y su influencia sobre el proyecto arquitectónico, estableceré unos datos preliminares que considero importantes.

Actualmente, el CETRAM Chapultepec brinda servicio a cerca de 318,250 usuarios diariamente, incluyendo los usuarios del metro, que elaboran maniobras de intercambio modal entre éste y las 10 rutas que confluyen en la zona: 5 del Estado de México y 5 de la ciudad de México, las cuales poseen alrededor de 38 derivaciones, muchas de ellas de larga trayectoria. Destaca la reducida participación del Sistema de Transporte Colectivo Metro, que aporta aproximadamente 65,000 usuarios, solamente el 20% de la demanda. En otras palabras, se trata primordialmente de una estación de transferencia modal en superficie.

El paradero Chapultepec posee dos zonas de lanzadera denominadas norte y sur, las cuales suman 1,291 metros lineales de plataformas, distribuidas en 10 bahías con capacidad para almacenar alrededor de 126 unidades. Al lugar se suma la presencia de al menos 200 comercios en vía pública con una oferta diversa de productos: comida, bisutería y ropa, entre otros. El Estudio regional de impacto peatonal, ciclista y vial del CETRAM Chapultepec elaborado en 2013 por la empresa de consultoría referida, establece para sus pronósticos un horizonte de 30 años (2043) y en él, se excluye la participación del metro que, por lo tanto, no formó parte del proyecto del CETRAM. En el estudio, se prevé un crecimiento en la demanda por dos factores: exógenos y por concentración de oferta en la proximidad al proyecto, incluyendo el componente inmobiliario asociado al mismo: hotel, centro comercial y oficinas, que suman alrededor de 75,000 metros cuadrados rentables. Así mismo se plantea una oferta de más de 1800 cajones de estacionamiento. De manera general, el estudio prevé captar producto de ambos componentes de crecimiento: 125,192 nuevos usuarios en el CETRAM que representan un incremento del 50% de la demanda actual.

Para efectuar la asignación de viajes a la zona, se supuso una procedencia de los viajes semejante a los arrojada en el estudio de Impacto Urbano Ambiental de Torre BBVA Bancomer, es decir, que los usuarios a la zona tendrán el origen de sus viajes en la misma proporción que los detectados para la Torre Bancomer —se establece que su tamaño constituye una muestra representativa. Para elaborar la selección en los modos de transporte, los supuestos de cálculo se efectuaron sobre premisas de reducción de la participación del automóvil individual, de incremento en los desplazamientos a pie y en bicicleta y una participación proporcional sin cambio por parte del transporte público concesionado. De manera general, al efectuar la asignación de viajes a la red, se establece que los vehículos atraídos causarán pocos efectos sobre los niveles de servicio. En el estudio se refiere que, en el mediano plazo, se reducirá en un 30% la presencia de vehículos de transporte público pasando de 379 a 269 unidades que serán capaces de cubrir la demanda elevando su eficiencia al reducir los tiempos de espera en el CETRAM. Este escenario se traduce en una reducción en el nuevo diseño de la oferta de superficie de plataformas en alrededor de 300 metros lineales, que representan alrededor del 23%. Éstas se encuentran ubicadas en el mismo sitio en el que actualmente están las lanzaderas, es decir, solo se advierte una mejora geométrica más no un crecimiento de superficie ni capacidad, por lo surgen de manera obvia varias preguntas:

¿Es necesario instrumentar un CETRAM que no amplía la capacidad sino que la reduce? ¿Es necesario un CETRAM que mantiene la oferta en el mismo sitio y cuyo mejoramiento podría haberse efectuado a través de obras bajo costo sin tener que añadir un negocio inmobiliario para “recuperar la inversión”? ¿Qué está haciendo la Secretaría de Movilidad para modernizar el transporte concesionado que acudirá al CETRAM ¿Cuál es el programa de ampliación y mejoramiento de las estaciones del metro Chapultepec, Sevilla e Insurgentes y porqué no participan de la asignación de viajes y por lo tanto se excluye del diseño del CETRAM?

Se los dejo para la reflexión.

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El CETRAM como metáfora https://arquine.com/el-cetram-como-metafora/ Tue, 17 May 2016 12:00:29 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-cetram-como-metafora/ El CETRAM es, como Chapultepec, también una metáfora. Una metáfora de la manera como nos vemos unos a otros, de cómo consideramos los problemas de la ciudad y la responsabilidad de quienes la administran. Una metáfora de cómo imaginamos la ciudad.

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Dicen que aun hay camiones en Atenas que llevan escrita al frente la palabra metáfora. Imagínense: viajar en una metáfora que te lleve a otra parte. Es que eso hacen las metáforas: transportan. No, no es mera cursilería, aunque algo tenga de eso. La palabra metáfora se forma de meta, que quiere decir más allá y pherein, que significa trasladar. La metáfora, en retórica, transporta una carga de sentido de una palabra a otra. “La metáfora —dice Aristóteles en su Poética— consiste en dar a una cosa un nombre que pertenece a otra.” Por ejemplo, decirle a un complejo de oficinas, hotel y centro comercial, CETRAM.

En un texto publicado en este sitio titulado Chapultepec como metáfora, Ernesto Betancourt plantea ciertas condiciones de la ciudad de México y, en particular, del Bosque de Chapultepec, con la intención de justificar el reciente y polémico proyecto del gobierno local para construir el metafórico CETRAM. Los datos que proporciona Ernesto son reveladores, unos, y aterradores otros.

Primero, del Bosque de Chapultepec nos dice que no es una idea sino 430 hectáreas con más de 500 árboles por hectárea, en promedio, y al que visitan 15 millones de personas al año. Esos y otros son, dice, los datos, no las ideas. Sin embargo, para empezar, hay que aclarar que los datos no son tan independientes de las ideas: sin la idea de conservar un bosque urbano como Chapultepec al centro de una ciudad que crece incesantemente, esos datos no sólo no tendrían sentido: no existirían. Sin la idea de qué es un bosque urbano —reserva ecológica, parque recreativo, espacio cultural o todas las anteriores—, no podemos entender por qué lo visita tanta gente. Esa idea del bosque nos permite plantear si debe conservarse tal y como está, inamovible, o qué cambios son aceptables —mejorar y ampliar los museos existentes, por ejemplo, sin afectar al bosque o agregar ciertos servicios públicos, sin ocupar grandes áreas. Los datos solos no dicen mucho si no somos claros sobre la manera como los interpretamos, sobre el sentido que les damos, literal o metafórico. Para eso sirven las ideas.

Ernesto dice que el presupuesto requerido para el mantenimiento de Chapultepec rebasa los 500 millones de pesos cuando el disponible apenas supera los 200. Si tenemos la idea de que Chapultepec tiene cierto valor, será lógico exigir que el presupuesto aumente hasta lo que sea necesario. Pero no hay dinero, nos dicen. Esa falta de recursos no es un problema aislado sino resultado de que “la ciudad está en quiebra, en banca rota.” Eso es, por supuesto, una metáfora. La banca rota o la quiebra implica que una persona —física o moral— es incapaz de saldar a sus acreedores. La ciudad de Detroit se declaró en quiebra en el 2013 porque le resultaba imposible pagar los más de 14 mil millones de dólares de adeudos. A menos que Ernesto tenga información sobre el estado financiero de la ciudad que no se conoce públicamente, el ex-Distrito Federal no está en quiebra: tiene unas finanzas en muy mal estado a causa, parece, de una serie de malas administraciones. Nos dice también que de los 153 mil millones de pesos que ingresan al año, la ciudad gasta el 78.6% en “gasto corriente.” Puesto de manera simplista, eso quiere decir que la ciudad gasta 78 pesos de cada 100 en pagar, entre otros, a funcionarios que nos advierten que los 22 pesos que sobran no alcanzan para nada. Ernesto comenta que en Montreal o en Nueva York hay mayores ingresos por recaudación, de lo que se infiere que allá se pueden hacer más cosas. Por supuesto la analogía —otra figura retórica— entre esas ciudades y la de México no funciona si no planteamos un panorama más complejo: las diferencias de ingresos de los habitantes, por ejemplo, la menor desigualdad o el menor peso que tiene allá la economía informal y, del otro lado, la mucho mejor calidad de los servicios en esas ciudades. Decir que una ciudad recauda más en impuestos que otra es un dato interesante pero casi inútil si no aclaramos las complejas condiciones bajo las cuales se da tal diferencia.

Volvamos a la metáfora de la ciudad en quiebra. Según los datos que aporta Ernesto Betancourt, parece que las finanzas de la ciudad no dan para arreglar banquetas y calles, camellones y parques, plazas y edificios públicos. Eso explica el deplorable estado de la ciudad —algo que el gobierno local, por cierto, no se ha atrevido a declarar y enfrentar abiertamente. Por eso, dice, “el gobierno tiene que repartir sus escasos ingresos para pagarle a quienes trabajan en el gobierno para medio barrer, medio cuidarnos, medio hacer que el metro circule y que medio nos llegue el agua todos los días (a los que nos llega).” La única salida a tan terrible situación parece inevitable: las alianzas con el sector privado para desarrollar proyectos de interés público. O, más bien, se nos quiere hacer creer que es inevitable, pues eso de interés público es algo menos que una metáfora, casi una excusa que al no discutirse ni definirse con claridad resulta vacía. ¿Cuándo es de interés público un hotel de lujo sobre una estación de metro donde diariamente llegan más de 200 mil personas de las cuales el 80% no podrán pagar el precio de una habitación? Si, como dice Ernesto, las nuevas torres en Reforma e Insurgentes no han aliviado el mal estado financiero de la ciudad ni, agreguemos, han mejorado las condiciones generales de la población, ¿por qué habríamos de confiar en la construcción de otra torre como remedio a un problema de mucha menor escala: el paradero de autobuses? Y, por otro lado, ¿bajo qué términos debemos pensar que un parque o un bosque o una estación de transporte público deben recuperar el dinero en ellos invertido? Al contrario, algunos pensamos que lo que se invierta en lo público no se recupera necesariamente en pesos y centavos y, por tanto, la contundencia de ese argumento no resulta tan evidente: es ideológico. Escudados en datos se nos pide tener fe en el salto que va de “no hay dinero” a “hagamos alianzas con el sector privado” y aun más a “lo mejor para todos es construir una torre de cuarenta pisos ahí.” El creyente casi siempre es ciego a sus propios mitos.

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Veamos el caso en el que se originan estos argumentos: el desarrollo inmobiliario al lado de la Secretaría de Salud metafóricamente llamado CETRAM. Ernesto lo define como un “complejo multiusos en un predio público que crea un centro urbano, pone en valor el patrimonio inmobiliario de la ciudad y mejora la zona donde hoy existe un estercolero.” El “complejo urbano” es, como ya se dijo, una torre de oficinas de 40 niveles acompañada de un hotel de lujo y un centro comercial a los que se suman cinco niveles de estacionamiento. La sola idea de llevar esa cantidad de autos a una estación de transferencia modal debería parecerle absurda al gobierno de una ciudad con tan escasa inversión en transporte público y los cada vez mayores problemas ambientales. La excusa de que “esas son las reglas, malas, pero esas son,” resulta inaceptable viniendo de quienes debieran dedicarse a resolver el absurdo. Por otro lado, el “complejo urbano” no incluye vivienda, pese a que se insiste en hablar de “densificar la ciudad central” y los servicios que ofrece son todo menos incluyentes, aunque se mencione a los “excluidos” —una revisión de los perfiles socioeconómicos reales de la ciudad y del país no le vendrían mal a la colección de cifras que se nos ofrecen. El “predio” público en el que se construirá la torre también requiere ser definido. Más allá de los apresurados y opacos ajustes que en los últimos meses realizó el gobierno de la ciudad para aparecer el lote donde se propone el “conjunto urbano,” revisar la manera como ese “predio” terminó desgajándose del Bosque de Chapultepec y dejó de ser considerado como área de valor ambiental no resulta ocioso. Más si “el suelo urbanizable es muy escaso dentro de la ciudad y por lo tanto muy caro,” lo que hace de ese sitio probablemente uno los más codiciados de la ciudad y con el que los encargados de administrarla parece no saben negociar en nuestro beneficio. Más aun, la condición de ese terreno depende, de hecho, no sólo de las decisiones que toman funcionarios sobre su escritorio sino de una idea de ciudad y, en este caso, de lo que es el Bosque de Chapultepec —con y sin metáforas. ¿Cuándo y cómo una parte del bosque deja de serlo y se vuelve “suelo urbanizable”? Es una idea de ciudad lo que previene la construcción de edificios altos en el frente del lago en Chicago y lo que mantiene la playa de Ipanema abierta a la ciudad y no bordeada por edificios. Es una idea de ciudad y de lo que es un parque lo que hizo que Frederick Law Olmsted se opusiera a cualquier construcción dentro de Central Park —no lo logró, pero pese a eso, el Met no es una torre de oficinas de 40 niveles con centro comercial. Son esas ideas las que hacen realmente la ciudad, no los puros datos y la visión estricta y a veces estrecha del funcionario o del financiero. Sin una idea de ciudad articulada políticamente, esas acciones no pueden realmente defenderse.

Ahí, de nuevo, los ejemplos que utiliza Ernesto para justificar la operación chilanga no llegan a ser analogías, pues no se explica la lógica de aquellas intervenciones: un plan maestro de más de 120 hectáreas en Euralille incluyendo salas de conciertos, vivienda y parques no tiene realmente nada que ver con el “CETRAM” en Chapultepec y al no explicar la controversia —aun viva— respecto a la construcción del edificio de Pan-Am sobre Grand Central en los años 60 en Nueva York se nos quiere hacer pensar que “eso” es necesaria e indudablemente “bueno.” Insisto, si los ejemplos se usan de manera superficial, sin analizar atentamente las circunstancias de cada caso, no llegamos ni siquiera a las metáforas y nos quedamos con íconos vacíos.

Pero hay algo más grave que dejé para el final, la afirmación de que el CETRAM “mejora la zona donde hoy existe un estercolero.” Más allá de que dudo que la única y mejor manera de mejorar esa zona sea con el modelo financiero, arquitectónico y urbano que se propone, me preocupa la última palabra: estercolero. ¿Se trata de una metáfora? ¿Es esa la visión que esperamos del gobierno capitalino al tratar de convencer sobre las bondades de un proyecto para la ciudad? Sin duda el paradero del metro Chapultepec era, cuando lo ocupaban cientos de vendedores, sucio y difícil de caminar, pero ¿un estercolero? El metro Tacubaya: un estercolero; Pino Suarez: un estercolero; La Merced, otro estercolero. Tal vez lo sean bajo cierta mirada, pero ¿qué revela esa mirada de nuestra idea de la ciudad y de los otros? ¿El “estercolero” se elimina quitando a quienes “lo producen” o atendiendo a las causas de esas condiciones? ¿Es el proyecto de inversión, en el fondo, una propuesta de “saneamiento” urbano?

 

Al calificativo se suman, al final del texto, muchas descalificaciones. Para Ernesto, al metafórico CETRAM se oponen lo “herederos de la cómoda bonanza alemanista,” los “nostálgicos de la izquierda estatista,” los “náufragos de ambos gobiernos que viven en la informalidad,” los “eufóricos del uso de la bicicleta” y los “académicos neomarxistas alérgicos al bienestar,” entre otros. Ernesto termina descalificando a la crítica que no esté informada y tenga un rango de opinión amplio, aquella que parte, dice, del “enojo, el encono y el revanchismo,” pero desgraciadamente no se libra de los males que acusa. Su visión es parcial y, peor, excluyente, lo que seguramente es inevitable en cualquier persona, pero reprobable si viene de quien, desde el gobierno, trabaja por el bien común. Es cierto que la posición ideológica determina nuestras apreciaciones, pero la supuesta neutralidad de los datos es todo menos carente de ideología.

El CETRAM es, como Chapultepec, también una metáfora. Una metáfora de la manera como nos vemos unos a otros, de cómo consideramos los problemas de la ciudad y la responsabilidad de quienes la administran. Es una metáfora de cómo imaginamos la ciudad y no, lo imaginario ni es gratuito ni inútil. La imaginación encamina la producción científica y artística y también la concepción social y urbana. Una sociedad funciona exitosamente como tal mientras se imagina como sociedad, según Castoriadis, Sloterdijk y otros más. Ernesto inicia y termina su texto con referencias a eros. Bien. Pero entendamos que la imaginación y la erótica urbana y cívica han de ser, hoy, ante todo, incluyentes, diversas y plurales.

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Chapultepec como metáfora https://arquine.com/chapultepec-como-metafora/ Tue, 17 May 2016 10:00:57 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/chapultepec-como-metafora/ Las criticas sobre la intervención público-privada en predios del gobierno pueden ser discutidas, incluso rechazadas, siempre y cuando partan de una crítica informada y tome en cuenta un rango de opinión más amplia y no un criterio estatista o utilitarista, y mucho menos partidario, que no sea producto del enojo justificable pero visceral de grupos desfavorecidos y menos de pueriles intereses partidistas que apuestan por el naufragio del actual gobierno.

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“Eros, en contra y en oposición a los instintos de destrucción, es constructivo, anima y promueve al mismo tiempo la construcción y el aumento de las estructuras y edificios contenedores de la civilización”

Tony Tanner, Venecia deseada

Chapultepec parece hoy más una idea que una realidad, una metáfora. En las últimas semanas se han oído y leído todo tipo de evocaciones para referirse al parque metropolitano, en torno al CETRAM y a los varios proyectos relacionados con el Bosque o la avenida del mismo nombre, impulsados por el gobierno local que se han levantado proclamas y consignas. Muchas apelan más al imaginario que a la realidad: se dice que es el parque de los mexicanos, o al menos de los capitalinos, se hacen festivales, campañas y hasta canciones que invocan su magia y sus méritos en el inconsciente colectivo de la ciudadanía, se invoca al pasado prehispánico y hasta a Maximiliano para exaltar el carácter virginal y “sagrado” que se supone algún día tuvo y se proclama imperialmente: el Bosque no se toca. ¿Pero es Chapultepec ese bosque encantado de plantas y animales que permite su conservación, estudio y disfrute? ¿Es un nodo cultural o un parque de diversiones? Probablemente sea mucho de todo eso, pero también es una realidad palpable y nada virginal, de la que aquí damos registro de manera sucinta.

438 hectáreas de superficie en la primera y segunda secciones (las áreas verdes son apenas un poco más de la mitad: 270 hectáreas), 15 millones de visitantes al año (60% entra por el paradero del metro Chapultepec.), alrededor de 1,500 puestos ambulantes dentro de las secciones primera y segunda (registrados, sin contar informales), ingresos por 6,700 pesos promedio por puesto a la semana —lo que hace 523 millones de pesos al año (que no ingresan al fideicomiso), plantación irresponsable de árboles sin adecuada planeación— que además de especies que compiten entre sí, conviven en promedio más de 500 árboles por hectárea cuando la norma internacional habla de 150, suelos debilitados y malformación arbórea; 2,000 millones de toneladas de basura al año, más de 5,000 roedores nocivos en la primera sección además de la plaga de muérdago y parásitos en los sujetos arbóreos; se requieren al menos 500 millones de pesos al año para su manutención cuando el presupuesto actual apenas rebasa los 200 millones y escasa recuperación financiera por concesiones.

En cambio la Ciudad de México es más una realidad que una idea, una fatalidad más que una providencia, la contundencia de la cotidianidad: contaminación, inseguridad, congestión o falta de equipamientos, impone su realidad, la ciudad de los palacios devino la ciudad de los IMECAS. Veamos: el monto de los ingresos de la ciudad ascienden a unos 153,000 millones de pesos al año. Parece mucho, pero comparada con el gasto que requiere el metro para operar, unos 16,500 millones —de los cuales tan solo poco más de la mitad se recupera de la taquilla— ya no parece tanto. O del agua, que sólo por la aportación del sistema Cutzamala que se recibe del Gobierno Federal, el gobierno local paga más de 2,000 millones de pesos. Según los datos que aparecen en la página de la Secretaría de Finanzas el 78.6% del presupuesto se va en gasto corriente del cual 15 % es para delegaciones.

La fuente más importante de recursos propios, los impuestos predial y sobre nómina, aportan al gobierno respectivamente unos 12,000 millones y 19,000 millones. En números redondos del total del gasto de la ciudad, el predial aporta un 8% y la nómina un 12% (en Montreal el predial aporta el 70% del presupuesto y NY recolecta al rededor de 32 billones de dólares por predial). Resumiendo, el gobierno ingresa poco más de 150,000 millones de pesos y eroga unos 120,000 millones para gasto corriente y operación, entonces le quedan unos 30,000 millones para todo lo demás: obras públicas; banquetas, parques, escuelas, bibliotecas o CETRAM´s (recuerden los 16,000 millones que cuesta la operación del metro).* Y esto no son metáforas, en todo caso serían metonimias, la calva realidad.

Pido disculpas al lector por tan farragosas cifras, pero ante la avalancha de eufemismos con los que se refieren a Chapultepec y la administración de la ciudad hace falta poner las cosas en claro. Toda esta lluvia de cifras solo nos dice lo que ya sabemos y vemos todos los días, pero no nos gusta aceptar: la ciudad está en quiebra, en banca rota. Sí, suena fuerte o increíble cuando contemplamos las nuevas torres de Reforma o Insurgentes, pero la realidad ahí esta frente a nuestros ojos. Sólo basta hacer las cuentas, o más sencillo: subirse al metro, caminar por las banquetas, sentir los baches, ver el estado de muchas oficinas públicas, ver los camellones, jardines y parques públicos (Chapultepec incluido). Sí, tenemos una ciudad rota porque nuestras finanzas están quebradas. La ciudad esta en banca rota y Chapultepec no es la excepción según las cifras expuestas arriba. Para acabar con el retrato agrego unos cuantos datos más que lo completan de cuerpo entero:

  • El suelo urbanizable es hoy muy escaso dentro de la ciudad y por lo tanto muy caro.
  • El gobierno en general recauda mal y poco, además muchos pagos y contribuciones están subsidiadas.
  • La composición demográfica actual concentrada entre los 13 y los 35 años demanda ya, más puntos de trabajo y más vivienda de nuevas tipologías en las zonas centrales.
  • Gran oferta de capitales a nivel mundial en busca de oportunidades de inversión en materia inmobiliaria.
  • La legislación y normatividad urbana fue elaborada años atrás, obsoleta al día de hoy, respondía a intereses partidistas y de grupos parroquiales con agendas de clase, que han impedido la transformación contemporánea de la regulación.
  • La bonanza inmobiliaria no se traduce en mejor calidad de vida porque los ingresos por derechos y aprovechamientos del desarrollo se canalizan a llenar los huecos del déficit presupuestario (entre el 8 y el 10% e la inversión total por edificio).
  • La mala regulación y la presión vecinal favorece la corrupción y el clientelismo entre los gestores del suelo urbano.

Estas condiciones han dado por resultado que la pugna por el suelo sea muy intensa, es claro que los grandes capitales son los que ocupan los mejores sitios desplazando a la población, gracias a que la regulación de mono-uso del suelo y de baja densidad contribuyen al encarecimiento de predios y obliga a mudarse cada vez más lejos. El gobierno tiene que repartir sus escasos ingresos para pagarle a quienes trabajan en el gobierno, para medio barrer, medio cuidarnos, medio hacer que el metro circule y que medio nos llegue agua todos los días (a los que nos llega), con las carencias y déficit que todos sufrimos a diario en baches, atrasos, desabasto, banquetas maltrechas o transporte público ineficiente.

Sin embargo, parece que esta realidad no es compartida por voces heterogéneas y muchas veces contrapuestas que han capturado la opinión pública en forma de protesta e inmovilidad: herederos de la cómoda bonanza alemanista desde sus town-houses de Polanco, San Ángel o Lomas; nostálgicos de la izquierda estatista de Echeverria que les compraron y expulsaron a los comuneros de las faldas del Ajusco, Xochimilco o Desierto de los Leones; náufragos de ambos gobiernos que viven en la informalidad gracias a invasiones asistidas y periféricas; autodenominados expertos en movilidad que proclaman eufóricos el uso de la bicicleta pero se oponen a la densificación; políticos que declaran en público contra los desarrollos y en privado cobran su cuota a los desarrolladores; agitadores profesionales que viven de las cuotas que los partidos les retribuyen; predicadores de radio y televisión que viven del aplauso complaciente del rating; académicos neomarxistas alérgicos al bienestar o sibaritas de la Roma, Condesa y anexas que defienden sus hermosos barrios —tan llenos de patrimonio y jacarandas— de la invasión consumista de clase media, no quieren que la ciudad se redensifique, que mejore en sus finanzas, que el gobierno haga coinversiones público-privadas, ni que se realicen grandes proyectos urbanos de equipamientos e inversiones de capital que mejorarían la calidad de vida de esos barrios, porque suponen que se privatiza el espacio público, se “gentrifica” o se regala el patrimonio.

No diré que toda crítica sea desvirtuada o deshonesta, porque una cosa es proponer un segundo piso sin ton ni son en una avenida, y otra muy distinta un complejo multiusos en un predio público que crea un centro urbano, pone en valor el patrimonio inmobiliario de la ciudad y mejora la zona donde hoy existe un estercolero. Sin embargo, sí hay una critica que responde a intereses ocultos, o que no ve que la realidad urbana que vivimos está en transformación y requiere de nuevos instrumentos. El proyecto del CETRAM Chapultepec regenera la puerta de entrada del Bosque, del corredor del Paseo de la Reforma, re-funcionaliza la transferencia modal de transporte, construye un edificio que al tiempo pasa a pertenecer al patrimonio de la Ciudad de México, y produce riqueza pública en forma de contraprestaciones, obras de mitigación, impuesto predial y nomina. Son muchos los ejemplos en ese sentido en el mundo y no de ahora: Grand Central Station, Euro-Lille o el arco de la Defense, son los más conocidos en los que inversión público-privada trabaja para crear mejores espacios en las comunidades ante la carencia de fondos públicos, libera esos recursos en favor de programas sociales o inversiones a fondo perdido para dotar servicios y equipamientos o sencillamente genera dividendos al arca pública. ¿Es eso tan desatinado? Si vemos los números y si en su caso queremos que los impuestos sigan subsidiados (aunque muchas veces el subsidio llega más a los que sí pueden pagar que a los que no pueden, el mejor ejemplo es el agua) entonces tenemos que incrementar la base fiscal, capitalizar el patrimonio y generar empleos. Ante el déficit de la ciudad, la oportunidad de generar riqueza y recursos para programas y servicios no debe ser boicoteada en nombre de metáforas sin sustancia que ocultan la realidad. Muchos vecinos de Polanco vieron incrementar el valor de sus propiedades en mas de dos dígitos después de la remodelación de Masaryk con fondos públicos, pero se opusieron al aumento del predial o al pago por contribución de mejoras como estipula el código fiscal, ¿entonces quien gana con la inversión pública?

Las criticas sobre la intervención público-privada en predios del gobierno pueden ser discutidas, incluso rechazadas, siempre y cuando partan de una crítica informada y tome en cuenta un rango de opinión más amplia y no un criterio estatista o utilitarista, y mucho menos partidario, que no sea producto del enojo justificable pero visceral de grupos desfavorecidos y menos de pueriles intereses partidistas que apuestan por el naufragio del actual gobierno, en beneficio de sus intereses electorales —sí de la discusión democrática y plural. Por ahora parece que el enojo, el encono y el revanchismo están ganando la pelea en favor de la carencia y el deterioro, no en favor de la ciudad: la mayor empresa constructiva y colectiva de Eros.


 

*Cifras verificables en las páginas de Sedena y Sefin verificables en linea.

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