Resultados de búsqueda para la etiqueta [The Brutalist ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 14 Feb 2025 20:33:08 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 El arquitecto como víctima: The Brutalist. https://arquine.com/el-arquitecto-como-victima-the-brutalist/ Fri, 14 Feb 2025 20:32:15 +0000 https://arquine.com/?p=96792 “Cambiaría el más bello atardecer del mundo por una sola visión de la silueta de Nueva York. Particularmente cuando no se pueden ver los detalles. Sólo las formas. Las formas y el pensamiento que las hizo. El cielo de Nueva York y la voluntad del hombre hecha visible. ¿Qué otra religión necesitamos?”. The Fountainhead. (1) […]

El cargo El arquitecto como víctima: The Brutalist. apareció primero en Arquine.

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“Cambiaría el más bello atardecer del mundo por una sola visión de la silueta de Nueva York. Particularmente cuando no se pueden ver los detalles. Sólo las formas. Las formas y el pensamiento que las hizo. El cielo de Nueva York y la voluntad del hombre hecha visible. ¿Qué otra religión necesitamos?”.

The Fountainhead. (1)

(Lease a riesgo propio si no ha visto la pelicula: The Brutalist)

The Brutalist (2024) dirigida y escrita por Brady Corbet y su compañera Mona Fastvold,  tardó  varios años en completarse y contó, hasta antes de su muerte, con la asesoría de Jean-Louis Cohen (1949-2023), critico francés, autor de numerosos libros sobre Le Corbusier, Mies van der Rohe, Frank Gehry, curador en el MoMa, del Canadian Center of Architecture, o el Centre Georges Pompidou entre otros, por ello la mayoría de referencias y recreaciones arquitectónicas de la película, como los instrumentos de dibujo empleados o las fotografías de obras son tan certeras, sin embargo el film de Corbet y Fastvold no es un trabajo sobre arquitectura, ni retrata la biografía de alguno de los muchos exiliados que llegaron a America a revolucionar la arquitectura, esta no es una historia de héroes, sino de víctimas, personificada en la figura central: László Tóth (Adrian Brody). 

Los otros casos de ficción relevante que recuerdo, cuyo personaje principal sea también un arquitecto, es el de Howard Roark en la novela escrita por Ayn Rand en 1943: El Manantial (The Fountainhead) (2) también llevada a la pantalla en 1949, y “The Bally of an Architect”, de Peter Greenaway de 1987.

Es inevitable no reparar en los guiños que hace Corbet a la novela de la autora ruso-americana: el templo dedicado al espíritu humano sufragado por un timorato empresario, se convierte en el filme de Corbet, en el centro dedicado a la memoria de la madre de la familia van Beuren, patrocinadores del arquitecto, la mujer de Roark es periodista en Nueva York, como también acabará siendo la esposa de Lázló: Erzsébet Tóth (Felicity Jones) y ambos protagonistas trabajan en canteras cuando tuvieron que sobrevivir exiliados de la arquitectura.

Sin embargo, el personaje de Rand, siendo también una víctima, lo es de si mismo, de su propio Yo que desea alzarse sobre los convencionalismos del establishment, Tóth en cambio es una víctima de su circunstancia, es una víctima poliédrica: víctima del nazismo, víctima del dolor, del sueño americano -transformado en pesadilla para muchos, de su familia, de las drogas, de un pervertido, y de su misma profesión.

La estatua que aparece invertida desde las primeras secuencias, anuncia que la libertad está de cabeza, solo enderezada para los afortunados o los adaptados al sistema, todavía a finales de los años 40 los migrantes -europeos en su mayoría, ingresaban en barco desde el Atlántico a través de Ellis Island en Manhattan, recibidos por la famosa estatua donada por Francia en 1886, no a través del desierto de Sonora, escoltados por guardias militares de ambos lados de la frontera. 

Por cierto el director estadounidense no evita otro guiño a la historia del cine, aquí con la obra maestra de Coppola: un el jovencito Vito Andolini es confundido y rebautizado ahí mismo en Ellis con el nombre que le hará famoso: Corleone.

Emigrado austro-húngaro, arquitecto ilustrado y egresado de la Bauhaus, Lázló Tóth es víctima del dolor físico y espiritual por su condición de inmigrante, de damnificado de guerra, por ser judio y  además insolvente. Su vida no cambiará demasiado tras arribar a los Estados Unidos, ahí es nuevamente víctima del antisemitismo intensificado en la Segunda Guerra Mundial por el nacionalsocialismo, pero que no era ajeno en muchos sectores de la sociedad americana, su primo Attila (Alessandro Nivola) llegado antes que él, intenta borrar sus orígenes, su apellido y se casa con una rubia católica para poder ser aceptado sin tantos obstáculos. Hoy vemos como vuelve a resurgir dondequiera el racismo contra migrantes en los discursos nacionalistas y populistas y hasta el antisemitismo, penosamente oculto en la legítima demanda palestina de paz y territorio después de lo sucedido en Gaza en 2024.

Conforme avanza la trama, una “afortunada” casualidad hace que el arquitecto obtenga un encargo que definirá su destino en America: la oscura biblioteca de un maniático magnate es transformada por el recién llegado, en un luminoso y aséptico espacio, y le permitirá obtener otro encargo e ir -sin saberlo, hundiéndose poco a poco en su propio drama.

El diseño de un ambicioso centro cultural y religioso lo confronta con su próximo agravio, el  arquitecto egresado de la Bauhaus no solo hereda su poética de vanguardia, sino la epopeya utopista que busca erigir mundos perfeccionados y justos a través de la arquitectura y el urbanismo, e irremediablemente se ve seducido y atrapado por la comisión de tan relevante edificación por parte de un mecenas esquizofrénico y mediocre; un decadente adinerado, por contratistas desalmados y por burócratas cretinos, su desgracia no consiste exclusivamente en su obsesión estética o el delirio visionario que intenta imprimir en su proyecto, sino en su impotencia quijotesca para morar y sobrevivir en un mundo tan frecuentemente; decadente, desalmado y cretino.

Finalmente frente al dolor recurrente de cuerpo y alma, el atribulado arquitecto se ve obligado a refugiarse en el paraíso de los derrotados, de las victimas del exceso o de la penuria: las drogas, tan diligentes para curar las facturas del alma y del cuerpo, hasta que curarse del mismo remedio se vuelve infranqueable, el protagonista recurre a los narcóticos para aliviar todo mal, incluso los de su mujer, a pinchazos de heroina se postra irremediablemente ante su fatalidad como víctima.

En suma, Lázló Tóth es una trágica víctima del poder, simple y llano, la peste inmune, el poder político y del dinero, como lo son los principales personajes de nuestra época: los migrantes, adictos y ultrajados, todos esos millones que a diario son forzados a abandonar su hogar y son depreciados por políticos inmundos, o los consumidores de sustancias tóxicas que las usan para mendigar una alegría o disimular su dolor, extorsionados por la delincuencia, y los miles de hombres, mujeres, niños y adultos victimas del abuso de la insania y la desvergüenza. 

No creo que sea casual que Corbet haya elegido a un arquitecto para caracterizar su drama, simbolizado por esa silla modernista que coloca aislada y extraviada al medio de una biblioteca que esconde sus libros, los arquitectos suelen ser personas atravesadas por contradicciones muchas veces irreconciliables, todas aglutinadas en el personaje central, victimado una y otra vez por cada uno de esos estragos: la frustración, la tristeza, el acoso, la vanidad, la decepción, el miedo, por eso creo, es tan importante esta película, no por narrar las desventuras de un arquitecto ensimismado con su talento, o por la mayor o menor veracidad con la que nos aproxima a la historia de la arquitectura del siglo XX -que algunos críticos reclaman (3), más allá de la extraordinaria cinematografía, actuaciones, recreación ambiental y música del filme, The Brutalist es un filme oscuro, denso y profundo como las galerías excavadas en las hermosas canteras de Carrara en Italia, donde Tóth sucumbe y es ultrajado, porque recrea y hace converger en su historia, el drama universal de los seres humanos y el drama cotidiano de muchas personas que desgraciadamente no cuentan como este arquitecto, con la formación o el talento para destilar su desgracia a través de la belleza de sus creaciones.

Referencias:

  1. RAND Ayn; El manantial, Austral, Barcelona 2022.
  2. IBID.
  3. ZABALBEASCOA Anatxu; The Brutalist’ y lo peor de la arquitectura, El País11 Febrero 2025. WAINWRIGHT Oliver; Backlash builds: why the architecture world hates The Brutalist, The Guardian, Wed 29 Jan 2025.

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¿Por qué arquitectura? una pausa y un panorama: sobre The Brutalist o El Brutalista. https://arquine.com/por-que-arquitectura-una-pausa-y-un-panorama-sobre-the-brutalist-o-el-brutalista/ Mon, 03 Feb 2025 23:54:53 +0000 https://arquine.com/?p=96590 A veces soy de los que piensa que ir al cine en las tardes puede ser una perdida de tiempo, al cine hay que ir en la tarde-noche, para que el ambiente de la sala cinematográfica coincida con la ambiente de la noche. Después de pandemia he regresado al cine en un par de ocasiones, […]

El cargo ¿Por qué arquitectura? una pausa y un panorama: sobre The Brutalist o El Brutalista. apareció primero en Arquine.

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A veces soy de los que piensa que ir al cine en las tardes puede ser una perdida de tiempo, al cine hay que ir en la tarde-noche, para que el ambiente de la sala cinematográfica coincida con la ambiente de la noche. Después de pandemia he regresado al cine en un par de ocasiones, al parecer las plataformas me han consumido, pero el pasado miércoles 22 de enero, a las 16 hrs. estuve en una sala de cine, fui el primero en entrar en ese vacío de butacas y una pantalla para hacer una pausa en la rutina del día a día y ver una función especial de The brutalist o El brutalista escrita por Brady Corbet y Mona Fastvold, dirigida y producida por el primero, con la actuación de Adrien Brody, Felicity Jones y Guy Pearce como protagonistas principales.

El viernes 24 de enero, me encontraba escribiendo este texto y me enteré que la película ha sido nominada al Oscar en diez categorías: mejor película, mejor guión original, mejor director, mejor actor principal, mejor actriz de reparto, mejor actor de reparto, mejor edición, mejor banda sonora, mejor cinematografía, mejor diseño de producción….incluiría yo, mejor pausa, eso!, si pudiera definir la película sin tener que contar la historia y arruinar su trama tendría dos palabras clave: pausa y panorama.

Pausa.

La pausa como experiencia, nos hace recordar la acción de ir al cine cuando éramos niños y veíamos una película en estas grandes salas antes de ser multicinemas. Estos recuerdos, nos hacen rememorar esa acción colectiva de estar todos atentos a una pantalla sin distractores, mas que la acción de llevar un puñado de palomitas o un sorbo de refresco a la boca, de gritar y aplaudir todos espontáneamente ante la reacción de una de las escenas, pausas que ya no suceden por que ya nada nos sorprende.

  • Pausa obligada ante una película con una duración de 3 horas y 34 minutos.
  • Pausa como intermedio de 15 minutos de duración con una musicalización y una foto familiar para pensar sobre una imagen estática, un intermedio entre el movimiento y la luz.
  • Pausa necesaria que te plantea la disyuntiva de salir al sanitario o a la tienda de dulces o quedarte a escuchar la música.
  • Pausa que me hizo evocar otras películas cuando existía un intermedio. E.T. el extraterrestre y la vez que fui a verla con toda mi familia, primas incluidas, o cuando aún te dejaban sentar en las escaleras por estar llena la sala sin importar en ese momento temas de protección civil, Rocky IV y la vez que nos tuvimos que regresar de la fila por que no teníamos edad suficiente para entrar a verla, The Doors, a la que fui con un buen amigo de la infancia-juventud (y que casualmente hoy está casado con la persona que me invitó a ver esta función especial) que ante el impacto que tuvo la película en mí, tuve que optar por quedarme a verla nuevamente cuando existía permanencia voluntaria, Kurt Cobain: Montage of Heck en lo que era el Cine Plaza en la Condesa y perdernos entre sus pasillos intrincados para llegar a la sala después de la universidad o Green Book y la primera cita con mi esposa.
  • Pausa para recordar el Cine Lindavista y su castillo Disney al que acostumbraban llevarme mis padres. NO para ver la película pero SI para jugar en su área de juegos, o el antiguo Cine Venustiano Carranza y el ir y venir continuo de niños que corrían y se desplazaban en su pendiente como resbaladilla entre las primeras butacas y la pantalla, o el Cine Paris, Cine Latino en Avenida Reforma y salir a altas horas de la noche y regresar a casa en transporte público o el Cine Ermita en el Edificio Ermita de Juan Segura y ver como se transformaba el espacio para ver a Motorama en el Festival Antes y otros antiguos cines.
  • Pausa para pensar en esas grandes salas de cine que hoy se convirtieron en multicinemas, en iglesias o quedaron en el abandono.
  • Pausa como recuerdo y nostalgia de esos momentos antiguos.
  • Pausa como transición que marca un antes y un después en la trama de la película.
  • Pausa como introducción de los créditos, entre una obertura, dos actos y un epílogo que te hace pensar en la arquitectura como un proceso de edición, en un guión.
  • Pausa para salir del fascismo y entrar en el capitalismo y la obsesión por el poder.
  • Pausa para seguir soñando ese sueño americano que para algunos ha sido interrumpido por la toma de poder este 20 de enero de este 2025 por Donald Trump.
  • Pausa como esto, como una simple línea: _______________________________________.

Panorama. 

Imágenes panorámicas rodadas en un formato de 70 mm. en proyección horizontal conocido como VistaVision u 8 perforaciones, con unos encuadres que se abren y se cierran dependiendo la trama con imágenes de mejor calidad a las que estamos acostumbrados en las proyecciones y que rinde homenaje de alguna forma a ese formato diseñado en la década de los 50, tiempo y espacio donde se desarrolla la película.

  • Panorama como paisaje.
  • Panorama sobre el cambio de escala, primero una estatua, después un mueble, luego un interior para terminar con un edificio, su contexto natural, su entorno urbano, una o muchas ciudades.
  • Paisajes de libertad en Nueva York, paisajes industriales en Pennsylvania, paisajes marmoleados en Carrara, paisajes históricos en Budapest hasta paisajes  hídricos en Venecia y paisajes de textos desplazadas en ángulos inspirados en la Bauhaus.
  • Panorama de cambios de perspectiva.
  • Panorama de asesoramiento con la asistencia de Jean-Louis Cohen (Architecture In Uniform: Designing and Building for the Second World War) y Judy Becker como diseñadora de producción dando forma al interior de la biblioteca de la mansión de Harrison Lee Van Buren y al Instituto en honor a su madre con consultoría en diseño arquitectónico de Griffin Frazen con una combinación de maquetas, tomas exteriores y efectos especiales con el uso de Midjourney.
  • Panorama sobre la construcción de una montaña: de libros, de personas, de materiales, de concreto, montañas brutalistas.
  • Panorama religioso y el recorrido del sol para la conformación de un símbolo.
  • Panorama de superficies de dibujo y maquetas monumentales.
  • Panorama de idiomas: inglés, yiddish, italiano, húngaro y hebreo.
  • Panorama  de otras vidas de arquitectos, la de Marcel Breuer y el paralelismo de emigrar de Hungría a Estados Unidos y el diseño del Whitney Museum of Art o la de Paul Rudolph en referencia al libro de Timothy M. Rohan The Architecture of Paul Rudolph sobre el vivir en una sociedad homófoba.
  • Panorama de tragedias incluidas que me hicieron recordar en momentos a Frank Lloyd Wright y el asesinato e incendio en Taliesin, en su casa-estudio de Wisconsin, Louis Kahn y su muerte por un ataque al corazón en Penn Station.
  • Panorama sobre el movimiento constante, el de cámara y el mío en el asiento.

Salí de la sala de proyección a las 8 de la noche con el ambiente nocturno de la ciudad, decidí hacer una caminata de regreso por el Parque Lineal de Ferrocarril de Cuernavaca hasta la casa, fueron 36 minutos para pensar en estas dos palabras clave ante una película densa, pesada, larga en tiempos de inmediatez donde nuestra atención se centra en 90 segundos. Una película a veces poética, otras veces abrumadora, en ocasiones incomoda por lo larga y unas mas brutalista como su título, sorpresiva incluso, que parece resumirse en una pregunta constante: ¿por qué arquitectura?

En la película hay una escena en la que el protagonista László Tóth (Adrien Brody) platica sobre esta pregunta con Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), su mecenas (me hubiera gustado haber tenido un control remoto para poner pausa, ver, escuchar y releer esa definición) pero ante la ausencia de ese control y de ese poder para interrumpir la proyección y generar una pausa adicional en la sala de cine, desde el punto de vista del lector, espero esas múltiples respuestas.

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