Resultados de búsqueda para la etiqueta [Smart City ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 01 Dec 2023 15:35:38 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 Ciudades futuras ante el peligro del Internet of Everything https://arquine.com/ciudades-futuras-ante-el-peligro-del-internet-of-everything/ Wed, 21 Apr 2021 13:41:41 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ciudades-futuras-ante-el-peligro-del-internet-of-everything/ En medio de los problemas más graves como el cambio climático y el crecimiento incesante de las áreas urbanas se articulan nuevos proyectos y propuestas para hacer frente a ellos. Las Smart Cities, basadas en el Internet of Everything, prometen soluciones a mediano y largo plazo, pero en ellas yacen los riesgos prolongados de una realidad desigual contemporánea.

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Publicado en colaboración con Este País

En medio de los problemas más graves como el cambio climático y el crecimiento incesante de las áreas urbanas se articulan nuevos proyectos y propuestas para hacer frente a ellos. Las Smart Cities, basadas en el Internet of Everything, prometen soluciones a mediano y largo plazo, pero en ellas yacen los riesgos prolongados de una realidad desigual contemporánea.

El internet es más que un browser al que damos clic; este va más allá de una visualización en nuestras pantallas de smart phones, laptops o tablets. El internet es una red, la interconexión comunicativa entre un sinfín de puntos sueltos que producen un nuevo espacio de interacción y de creación. Tal espacio no solamente está en un mundo inmaterial o ficticio, sino incluso es capaz de extenderse hacia lo material, hacia el mundo en que vivimos y de interferir en él.

Eso es el concepto del Internet of Everything (IoE), la creación de una red entre seres humanos,  cosas y datos dentro de procesos basados en el internet, con la intención de facilitar de manera eficaz la elaboración de soluciones para problemas contemporáneos. En este sentido, tanto seres humanos como objetos llevarían sensores que transmitirían datos acerca del estado de sus portadores. Así, los datos transmitidos podrían ser evaluados durante el proceso y podrían optimizar tanto este mismo como otros o incluso redes enteras, tal como el transporte público, por ejemplo.

Nace la llamada Smart City y con ella la tecnología misma se convierte en un actor, dejando atrás su condición pasiva. Entendido así, el IoE es la expresión de una construcción social de la tecnología ya que su desarrollo e innovación suceden de manera flexible e interpretativa. Sin embargo, en ello yacen ciertos riesgos para la convivencia democrática en el futuro a mediano plazo.

Tecnología indica progreso y este muchas veces es sinónimo de futuro. La vida colectiva del futuro se realizará en ciudades; por ende, hoy ya se están elaborando los planes para las ciudades del futuro. Así surgió el concepto de la Smart City, la interconexión digital de ciudades entendida como un aporte técnico que las llevará a un cambio estructural en su organización urbana. Aquí, las empresas tecnológicas se posicionan cada vez más como servidoras de herramientas técnicas para soluciones de los desafíos urbanos.

Los actores principales hoy en día son empresas como Cisco International Limited (Cisco), International Business Machines Corporation (IBM) o Siemens Aktiengesellschaft, líderes mundiales en el desarrollo de soluciones tecnológicas. Todas ellas diagnostican y problematizan un crecimiento permanente de las zonas de aglomeración urbana, retomado de los análisis de la Naciones Unidas acerca del futuro de las ciudades. Aunado al argumento del crecimiento, se menciona el aspecto del cambio climático y la necesidad de un planeamiento urbano sustentable.

Cabe mencionar que las grandes ciudades en el planeta se encuentran en una situación de competencia incesante a nivel global; soluciones innovadoras de corte tecnológico representan un factor importante para lucir y transcender mejor en esta dinámica viciosa de la competencia. En este sentido, el concepto de Smart City puede ser entendido también como consecuencia de la crisis financiera del 2008 después de la cual los mercados están buscando nuevos espacios (en nuestro caso: ciudades) para generar ganancias económicas.

En nuestros días son todavía raros los proyectos concretos de la Smart City; los más avanzados se encuentran en Asia, respectivamente en China y en Corea. No obstante, debido a la intensificación de los problemas actuales y al deterioro paulatino tanto del ambiente natural como de la vida social en dichas zonas de aglomeración urbana, propuestas organizativas basadas en las innovaciones tecnológicas que recurren al internet como plataforma para ser aplicadas se vuelven cada año más factibles e incluso imaginables.

Así por ejemplo, bajo el nombre de “Smart+Connected Communities”, Cisco desarrolló el concepto para la implementación del IoE en las ciudades, para mejorar el manejo de los procesos urbanos típicos mediante el uso de datos digitales conectados. A nivel regional y municipal, se menciona el mejoramiento de la administración de edificios, el aumento en la eficiencia del tránsito, servicios básicos como iluminación de las calles, suministro de agua, gestión de basura, etc. (Mitchell et al. 4).

Las palabras claves que aparecen en todos los proyectos de la Smart City son sustentabilidad, productividad y eficiencia. Las ideas alrededor de la Smart City pueden resumirse bajo dos categorías: a) un planeamiento y un control urbano que cuentan con una función central de Information and Communication Technologiescomo sistema neurológico digital que contiene datos de sensores heterogéneos; b) un sistema más complejo que “percibe y actúa” y en el cual una mayoría de las informaciones de tiempo real son transferidas. El desarrollo concreto a su vez se realiza en procesos, sistemas, organizaciones y cadenas múltiples para optimizar las operaciones y para avisar a las autoridades acerca de irregularidades (Neirotti et al. 26).

Vale la pena indagar un poco más sobre la relación entre tecnología, economía y política (1) y entre tecnología y población (2). Juntos definen y determinan el surgimiento de nuevas formas de políticas en el contexto del internet (3); es este último el que principalmente nos interesa. En este sentido lo importante y decisivo es aquella mirada que toma en cuenta la reciprocidad entre la tecnología, o sea el software del Internet of Everything con la vida urbana, tal como lo puntualizó Kitchin: “My argument […] is about the need for a sustained programme of research on the nature of software and contemporary urbanism, and in particular an analysis if the two core interrelated aspects of the emerging programmable city: (a) translation: how cities are translated into code; and (b) transduction: how code reshapes city life.”

(1) Percibido originalmente como algo exógeno ante procesos económicos y políticos (Barry y Slater, “Introduction” 179), son justamente los instrumentos e innovaciones tecnológicas los que hacen posible la organización de mercados, es decir, el lugar central más estratégico en las sociedades hoy en día (Barry y Slater“Technology”291). Mientras tanto, la implementación de dispositivos tecnológicos en procesos económicos y prácticas sociales, así como su activación, producen “zonas tecnológicas” (Barry “Technological”). Surgen nuevos índices y parámetros para medir la calidad de objetos, de procesos o de prácticas implementados a partir del Internet of Everything (Barry “Technological” 240). En aquellos fenómenos ahora calculables proliferan contextos antipolíticos; es decir, contribuyen a un vaciamiento de procesos políticos creando una realidad pospolítica. Son procedimientos técnicos cuyo enfoque y diseño están caracterizados por los parámetros de estandarización antes acordados en relaciones y contextos de public-private partnership y que para los actores no involucrados —población y sociedad civil— no dejan ningún espacio para categorías políticas como conflicto, discusión y enfrentamiento (Barry “Anti-political” 270; 279), nuevas condiciones, pues, que se va a explicar bajo el tercer punto.

Aquella interconexión orgánica entre tecnología y economía ejerce, a su vez, una influencia hacia espacios y relaciones, que ahora son organizados bajo nuevos paradigmas que materializan por un cierto tiempo una nueva cohesión social hegemónica que se tiene que reproducir constantemente (Jessop, 2005).

(2) Aunque la sustentabilidad, productividad y eficiencia son los objetivos mencionados, al final es justamente la población como tal y cada uno de los sujetos que la conforman quienes tendrán que servir como plataforma y ejecutor de estos nuevos instrumentos tecnológicos de la Smart City. Durante este proceso, nuevas subjetividades y tecnologías de sí mismo brotarán mediante el uso y contacto con las herramientas, los sensores y dispositivos del Internet of Everything (Foucault, “Subjektivität” 74; “Technologien” 289; Ludwig 93; Bröckling et al. 29).

(3) Los obstáculos y desafíos del cambio climático o del crecimiento poblacional de las grandes urbes con que se enfrentan los Estados, las ciudades y las sociedades son usados por aquellos actores de la política, la economía y los llamados expertos de la sociedad civil —o simplemente en forma de public-private partnership(Gabrys 33)— como fundamento legitimador para difundir y promover sus ideas y conceptos sobre la Smart City. En este sentido, ya no se niega los factores subyacentes del cambio climático pero tampoco se les resuelve. Más bien se encuentran en el centro de la estrategia de crecimiento y giran alrededor de la pregunta de cómo pueden ser integrados en el sistema (Müller et al. 55). En esta dinámica, el papel del mercado experimenta una creciente acentuación que no más ni menos significa que la solución para el problema yace en este mismo, capaz para una estabilización exitosa del cambio climático (Jankovic et al. 238). De ahí salen losenvironmental fixes entendidos como propuestas lógicas para la práctica. Lógicas en el sentido de que nacen desde la misma mercantilización para poder regular el clima (Castree 146). Ocurre, desde luego, un cambio de perspectiva y actuación, que previamente había modificado la estructura ontológica de los actores involucrados y afectados (Jankovic et al. 247). La mencionada dislocación ahora actúa como catalizador para una nueva gobernanza del clima junto con nuevas posibilidades económicas que la acompañan. Paralelamente, se articula un nuevo (supuesto) consenso entre aquellos actores involucrados que, no obstante, se subordinan bajo estrategias, discursos y soluciones compatibles con el mercado (Gibbs et al. 2151). Ese consenso alberga la tendencia de eliminar procesos políticos de negociación y sustituir el debate por un enfoque meramente técnico sobre lo formal y lo eficiente. A partir de ahí, ya no se considera si los procesos políticos ocurren de manera democrática, sino solamente se mira la calidad de los resultados de aquellos procesos calificados desde luego como democrático (Buchstein et al. 475; Steber 13).

Al mismo tiempo, se inicia con ello un cambio del Estado; este se convierte en un “Estado negociador” que obedece una nueva “regularización política” (Hirsch 187) y que asume formas de estructuras de gobernanza (Jessop et al. 89; 2005: 159s.). Además, sucede una dislocación de tareas concretas de obligaciones originalmente estatales hacia esferas de la economía privada, lo que paulatinamente puede contribuir a una mayor comodificación de la vida pública y también privada (Crouch 29, 57, 127). En aquel escenario, los procesos legislativos y de decisión poco a poco pierden su importancia, ya que estos son trasladados hacia comisiones de expertos (Hirsch 190), en donde la transparencia (y por ello también la participación) se vuelve cada vez más complicada según criterios democráticos.

Tendrá como consecuencia la ausencia de algunas características centrales para las sociedades democráticas: lo político y sus procesos de negociación. Ambas ahora se encuentran bajo la coerción de las llamadas necesidades económicas y del dominio creciente de la ley determinando la vida pública y social (Rancière Politik 143), principios indispensables para alcanzar los objetivos antes postulados. Normalmente, este desarrollo o cambio se suele caracterizar como pospolítico, una mezcla entre gestión empresarial y tecnocracia, dirigido hacia medidas orientadas en el mercado. El estado pospolítico invisibiliza la desigualdad de poder, en la medida en que esta ya no será mencionada; surge una ilusión falsa de un balance e igualdad entre los diferentes grupos sociales. Lo pospolítico en contraste ante lo político. Según el filósofo francés Jacques Rancière, la democracia es la premisa para la existencia de la política (Zehn 19), en donde la primera puede ser caracterizada como la ausencia de oposición, es decir, como “el dominio de lo no dominante” (Zehn 16). Democracia y, por ende, también la política no son un estado fijo, sino más bien una relación: una relación política de enfrentamiento y negociación, de buscar acuerdos (también Barry “Anti-political” 270). La política en lo político es, entonces, la instancia o aquel conjunto de “prácticas e instituciones que organiza un cierto orden” (Marchart 41).

Lo pospolítico busca —para ser exitoso— ocultar la contingencia de lo actual, el poder de las instituciones y los conflictos excluyentes (Kenis et al.). Puesto que se presenta a sí mismo como la única opción y como última ratio de nuestras sociedades (Marchart 15, 42, 59.); incluso se podría hablar de una fundamentalismo neoliberal pospolítico.

Las nuevas formas mencionadas de las estructuras de gobernanza como una novedosa política y economía del clima buscan caminos alternativos para solucionar las tareas y problemas a nivel sociedad y en donde el Estado es responsable para garantizar un marco estable que funcione para las metas postuladas (Barry y Walters 317). En este transcurso del ascenso de nuevas tecnologías informativas y comunicativas, la tecnología o el Internet of Everything podría volverse la razón de Estado.

El internet por mucho tiempo y desde muchos lados ha sido alabado por su horizontalidad, por su falta de restricciones, por ser un espacio donde no importan las divisiones sociales artificiales entre las personas —aunque plataformas como Facebook o Twitter demuestren lo contrario— el internet es mucho más vasto. Sin embargo y a pesar de esa libertad y  de esta descentralización del poder, el internet tiende a perder estos rasgos fundamentales en el momento de ser ‘llevado’ o ‘extendido’ a la vida real, tal como fue descrito en estas líneas. Así, el Internet of Everything será colonizado por las dinámicas y también por las relaciones que estructuran y predominan en nuestras realidades.

El avance tecnológico es imparable como lo ha evidenciado la historia de la humanidad. No obstante, las tecnologías nunca son neutrales si no cumplen con las funciones que les damos, con las que diseñamos. Un sistema implementado para ayudar a dirigir, ordenar, administrar y gobernar la vida colectiva —como lo puede lograr el Internet of Everything en forma de las Smart Cities— no puede ser percibido, hasta ahora, como herramienta disponible para todos o como una ayuda para democratizar nuestras ciudades y sociedades. A fin de cuentas, con el Internet of Everything podrán surgir nuevos espacios reñidos entre intereses sociales opuestos, se establecerán nuevas dinámicas para una cultura política, nuevas relaciones entres las personas y otras que también nacerán de dominación. Aquello queda más claro que el agua. Pero lo que sucederá después, no está escrito aún. La única certeza que tenemos es la incertidumbre sobre la realidad concreta de nuestros futuros.


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Mundo cruel, ciudades inteligentes https://arquine.com/mundo-cruel-ciudades-inteligentes/ Mon, 04 Feb 2019 14:00:33 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/mundo-cruel-ciudades-inteligentes/ Somos testigos de un circo a dos pistas. Mientras decenas de stands presumían la comunicación entre objetos, edificios, organismos de gobierno y empresas transnacionales en el Smart City Expo llevado a cabo en Barcelona en Octubre del año pasado.

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Para Cristina y Rodrigo

“The technology by it self will not do the trick, you have to reform the society”

Problems of Modernization in Russia – Loren R. Graham

 

Somos testigos de un circo a dos pistas. Mientras decenas de stands presumían la comunicación entre objetos, edificios, organismos de gobierno y empresas transnacionales en el Smart City Expo llevado a cabo en Barcelona en Octubre del año pasado; en Madrid el día 26 de Noviembre una mujer a punto de ser desahuciada saltaba de su balcón para sorpresa de los vecinos que no estaban enterados de su situación. Ambas crónicas sólo se suman a una enorme lista de historias de comunicación y silencio en el ámbito urbano donde coinciden las aspiradoras Roomba que sigilosamente escanean los hogares de sus dueños con historias como la de Joyce Vincent, una mujer en el Reino Unido que permaneció muerta en su departamento por más de dos años hasta ser encontrada por agentes judiciales dispuestos a embargar la propiedad debido al impago de la renta.

¿Existe alguna relación entre ambos escenarios? ¿Aquel donde una patrulla en Dubai dotada de cámaras de video puede registrar y enviar las placas de todos los coches a su alrededor a un sistema centralizado de vigilancia y ese otro donde la vida de los ciudadanos no genera ningún eco en algún algoritmo dispuesto a ayudarlos? ¿Qué clase de relatos están construyendo las ciudades en la actualidad y qué posibilidades existen para cambiarlos?

La respuesta, por lo menos al interior de la Expo no parecía venir desde la Arquitectura. El stand del Instituto Austriaco de la Tecnología y sus herramientas para elaborar planes maestros y trazas urbanas de manera semi automática era el más objetivo en el uso del espacio como un actor relevante en las Smart Cities. Los edificios en este circuito parecen estar dados por sentado, existen y en el mejor de los casos pueden decorarse como pinos de navidad con tantos dispositivos inteligentes como sea posible. Si tienen buena localización sirven para plataformas como Airbnb, si son nuevos funcionan para especular. El centro de atención es acaparado por objetos, aplicaciones y datos. Tres kilos de folletos y revistas que recolecté presumen las innovaciones en estos campos lo cual resulta en un curioso escenario si por un segundo imaginamos que cada elemento que describía Rem Koolhaas en la Bienal de Venecia a su cargo en la era 4.0 puede ser dotado de una función digital y por lo tanto de un un rol autónomo y una posible personalidad jurídica en nuestra sociedad. Basta recordar el piloto automático de un coche Tesla que tomó una decisión mortal para el futuro de su dueño en California en 2018 y los dilemas legales que ese evento generó.

Sin embargo esta reflexión va más allá de la clásica premonición de lucha hombre máquina que Woody Allen describía en su relato “Mechanical Objects”, en donde un elevador robotizado ataca al comediante neoyorquino en venganza por haber maltratado a un televisor descompuesto. Se trata de analizar la posición del ser humano en medio de esta parafernalia tecnológica e inmobiliaria y ciertamente la del arquitecto. Miquel Ruiz Planella, socio de la oficina H3o en Barcelona con quien platico durante el viaje me parece un buen ejemplo. Por un lado en su oficina junto con Joan Gener y Adrià Orriols realiza proyectos de arquitectura, museografía y urbanismo en Barcelona en un panorama que describe como lento y sobre burocratizado y en paralelo ha desarrollado una plataforma llamada Tiberi Club con Helena Fradera, Rocio Iglesias y Roger Vila con la cual cocineros profesionales o amateur organizan cenas en espacios privados de la ciudad a clientes desconocidos que buscan una experiencia más íntima que la que ofrecen los restaurantes. Construir tiene un valor y un tiempo pero buscar nuevas maneras de habitar y utilizar lo existente por medio de interfaces digitales parecería un mercado más versátil y dinámico al cual puede sumarse o batallar la profesión. La tensión no es nueva pero la manera en que se está cristalizando es relevante y sumamente contradictoria. Los vecinos en el barrio de Gracia recolectando firmas contra la demolición de una casa patrimonial que será reemplazada por departamentos genéricos se empalma con los movimientos en contra de la sobre explotación turística y las deficiencias en el acceso de la población a viviendas que reclaman mayor densidad en las zonas céntricas.

Así el panorama hasta donde mi visita a la Smart City Expo me permite entrever. En el mundo digital, una perfecta sintonía entre los datos, las herramientas para manipularlos y los objetos que los generan; en el mundo físico, una complejidad social, política y financiera que mantiene a tantas obras clausuradas y conflictos urbanos sin resolver. La intersección de ambas esferas, incuba las paradojas de aquella burbuja inmobiliaria que fomenta los edificios sin habitantes y habitantes sin edificios; la politizada definición de los usos de suelo y la distribución de las plusvalías que generan las intervenciones en el espacio urbano y el uso discrecional de la información relacionada a ellas. El acceso a la información y tecnología apunta a un terreno fértil para llevar a cabo prácticas  más conciliadoras y productivas como las que proponía Paul Davidoff en los años sesenta en su artículo “Advocacy planning and pluralism” equilibrando las relaciones de poder entre los actores de la ciudad y facilitando el bienestar de todos ellos. Si esa idea no prospera, veremos replicarse las crónicas que exhibía la exposición Forensic Architecture en el MUAC en las cuales el acceso a la información no garantiza la acción y menos aún la justicia.

Por lo pronto, mientras cualquiera de esas opciones sucede y las ciudades tan “Smart” como se promocionen sigan permitiendo este doble relato de crueldad e inteligencia, valdrá la pena prestar atención a las prácticas digitales y el impacto que tienen en el espacio urbano, sus habitantes y la profesión arquitectónica. El Smart City Expo Latam Congress 2019 se llevará a cabo en Puebla, la Ciudad de México estrena la Agencia Digital de Innovación Pública y el Banco Interamericano de Desarrollo reconoce a las ciudades de Maderas en Queretaro, Tequila y Ciudad Creativa en Jalisco y Smart en Puebla como “Ciudades Inteligentes”. La función continúa, veamos si lo interesante logra atender lo importante. 

 


1. Advocacy Planning – Urbanismo al servicio de la justicia social. (2013, February 18). Retrieved from https://latramaurbana.net/2013/02/18/advocacy-planning-urbanismo-al-servicio-de-la-justicia-social/

2. Staff, F. (n.d.). Ciudades inteligentes en México, ¿cuánto cuesta vivir en ellas? Retrieved from https://www.forbes.com.mx/forbes-life/ciudades-inteligentes-en-mexico-cuanto-cuesta-vivir-en-ellas/

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De mitificaciones y geografías de innovación https://arquine.com/de-mitificaciones-y-geografias-de-innovacion/ Thu, 07 Apr 2016 23:46:50 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/de-mitificaciones-y-geografias-de-innovacion/ Los dispositivos inteligentes difícilmente van a solucionar por sí mismas las problemáticas de la ciudades, sino que aportaran las herramientas necesarias para innovar con soluciones capaces de hacer el cambio. Las problemáticas del agua, la movilidad o la inequidad que se vive en la Ciudad de México, no van a desaparecer por simplemente introducir tecnologías al espacio urbano, sino que estas aportarán datos que únicamente tendrán verdadero impacto si con ellos se impulsa una mejor toma de decisiones por parte del gobierno y los ciudadanos.

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Históricamente las ciudades han sido el escenario perfecto para la innovación, han fungido como catalizadores, impulsoras de diversos procesos de creación y de modernización en distintos frentes de la vida humana. Por naturaleza, las urbes son territorios de diversidad con la capacidad, e incluso necesidad, de responder ante nuevos impactos y retos mediante soluciones innovadoras. Son talleres naturales donde se gestan las grandes transformaciones y los cambios sociales, políticos, económicos y tecnológicos. Las ciudades, a lo largo de su historia, han respondido a las circunstancias de su entorno transformándose, adaptando su forma y creando un nuevo orden urbano a través de procesos de innovación.

En 1953, Torsten Hägerstrand introdujo el estudio de la innovación como un proceso de difusión espacial. La difusión espacial comprende el conjunto de los procesos que contribuyen al desplazamiento, a la migración en el espacio geográfico, y a los efectos de retorno que estos desplazamientos generan. Hägerstran logró identificar ciertas regularidades temporales y espaciales, que pusieron en evidencia el impacto de los procesos de innovación sobre el espacio.

A finales de los años ochenta, Peter Hall y Paschal Preston idearon una metodología alternativa para el estudio de los efectos de la innovación tecnológica sobre la geografía basándose en las Olas de desarrollo económico, del economista soviético Nikolai Kondratieff. Dicha teoría se basa en la interpretación de que a cada ciclo de crisis económica corresponde un proceso de innovación desarrollado por un nuevo grupo de actores e instituciones. Ellos sugieren que dichas innovaciones y el surgimiento de nuevas tecnologías productivas, provocan el desarrollo de nuevos patrones y dinámicas espaciales urbanas.

Así como en la era de la mecánica o la electricidad se vivió una gran transformación a nivel urbano (por ejemplo con el alumbrado público), el advenimiento de la era informacional está significando un cambio radical en la composición de las ciudades y en las “geografías de innovación”. Este concepto se refiere a las consecuencias que la innovación tecnológica y los ciclos de desarrollo económico a los que se refieren Hall y Paschal tienen sobre la geografía de las ciudades y que se pudieran concebir como olas que se entrelazan. Cada ola imprime un patrón cambiante en el territorio y agrega una capa de complejidad al funcionamiento de las ciudades.

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Manuel Castells hablaba de la era informacional como una nueva forma humana. Hasta ahora, todas las transformaciones sobre las dinámicas y patrones urbanos habían sido protagonizados por innovadores instrumentos materiales. Hoy, la invisibilidad es la característica más contrastante de las tecnologías con las que estamos tratando. La vida en las ciudades cada vez esta más determinada por las tecnologías digitales. La manera en que nos movemos, recordamos, socializamos y experimentamos una ciudad, está materializada por la capa o la esfera digital en sus diferentes formas.

Es así como surgen las Smart Cities o Ciudades inteligentes como respuesta ante la presencia digital en la ciudad. Es un modelo urbano que busca explicar los fenómenos que la presencia tecnológica genera en las distintas capas y escalas del entorno urbano. De manera casi natural, como individuos, organizaciones y sociedad, hemos incorporado a nuestra vida diaria, a nuestra experiencia urbana, a nuestro entorno construido y espacios vividos diferentes dispositivos que denominamos inteligentes. Éstos han modificado no solo los hábitos y patrones de vida personal, sino la manera en que se organiza económica y socialmente una ciudad.

Las nuevas necesidades de las ciudades demandan nuevas soluciones basadas en la innovación tecnológica. La Ciudad Inteligente ha pasado a convertirse en la representación simbólica de sociedades avanzadas y ciudades tomadas por la tecnología. Ha pasado a ser el escenario sobre el cual idealizar propuestas y utopías, que buscan ofrecer una imagen completa y coherente del cambio tecnológico, la piel digital de la ciudad (Rabaru y Storper 2015).

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Existen proyectos de investigación que buscan proponer nuevas e innovadoras soluciones urbanas a través de la tecnología y los datos. La exploración de la realidad y funcionamiento urbano a través del uso de big data para comprender los complejos sistemas que componen una ciudad a través de modelizaciones y visualizaciones forma parte del imaginario que generan las Ciudades inteligentes. Se busca entender la ciudad a través de sus distintas capas, donde no sólo existe la capacidad de comprender el espacio urbano construido y sus vacíos, sino que también el comportamiento de estos, los movimientos, patrones y dinámicas sociales y económicas.

Las promesas de la intersección de la tecnología y ciudad han comenzado a hacerse realidad en algunos centros urbanos, aunque no siempre responde a las expectativas creadas. Su discurso se ha construido a través de actores, recursos, mecanismos de producción e intereses económicos y políticos que promueven un imaginario específico de la presencia de la tecnología en la ciudad.

A pesar del cliché romántico de la Ciudad inteligente, en realidad, la diversidad y complejidad de la información, representa un enorme reto. Más allá del imaginario utópico y simplista, la realidad nos ha mostrado que los modelos y plataformas tecnológicas se terminan acoplando a modelos sociales existentes. El escenario aspiracional que la sociedad tiene sobre las ciudades inteligentes se basa en una personalización y adaptabilidad masiva de los servicios públicos y privados a través de los cuales podríamos mejorar la calidad de la experiencia urbana actual, pero valdría la pena cuestionarse si eso es realmente posible.

Aún estamos lejos de tener ciudades completamente inteligentes, inmersas en una red digital, donde la información fluya perfectamente y donde la sociedad utilice esa información para una mejor experiencia urbana. La complejidad de las redes y sistemas en los centros urbanos existentes hace que ese proceso sea más complicado y previsiblemente sea paulatino.

Las ciudades inmersas en el proceso de globalización inteligente, más allá de exclusivamente buscar modificar y optimizar las dinámicas y patrones de la urbe, deben comprender su realidad y utilizar las nuevas herramientas que la tecnología ofrece para ver por su futuro. Sin correr el riesgo de perder la memoria y olvidar desarrollos y propuestas que tienen un sustento más mecánico o espacial, se deben buscar y diseñar ciudades pensadas inteligentemente y no simplemente ciudades con artefactos inteligentes. La constante incertidumbre que envuelve al futuro de las urbes, de la mano con las múltiples indefiniciones y dudas que presenta la presencia de la tecnología en las ciudades, nos hace cuestionarnos si el concepto de Ciudades Inteligentes realmente responde a las necesidades y retos que las ciudades contemporáneas enfrentan diariamente.

Los dispositivos inteligentes difícilmente van a solucionar por sí mismas las problemáticas de la ciudades, sino que aportaran las herramientas necesarias para innovar con soluciones capaces de hacer el cambio. Las problemáticas del agua, la movilidad o la inequidad que se vive en la Ciudad de México, no van a desaparecer por simplemente introducir tecnologías al espacio urbano, sino que estas aportarán datos que únicamente tendrán verdadero impacto si con ellos se impulsa una mejor toma de decisiones por parte del gobierno y los ciudadanos.

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Smart City: gestión inteligente https://arquine.com/smart-city-gestion-inteligente/ Wed, 28 Jan 2015 16:08:51 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/smart-city-gestion-inteligente/ El concepto de Smart City tiene que ver sobre todo con cinco grandes aspectos sobre la ciudad en concreto: transporte, salud, sostenibilidad, participación ciudadana y gestión administrativa; aspectos que van ligados a una serie de indicadores como felicidad, contaminación, ahorro energético, centralidad, entre otros; que a su vez hacen que la gestión de la ciudad esté más cerca del ciudadano, sea más ágil, haga un uso más eficiente de los recursos y sea capaz de “aprender” e “innovar”.

El cargo Smart City: gestión inteligente apareció primero en Arquine.

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—Porque nuestro mundo no es el mundo de Otelo. No se pueden fabricar coches sin acero; y no se pueden crear tragedias sin inestabilidad social. Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz; tiene lo que desea, y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto; está a salvo; nunca está enferma; no teme la muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas, ni hijos, ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de modo que apenas pueden obrar de otro modo que como deben obrar. Y si algo marcha mal, siempre queda el soma.” Un mundo feliz. Aldous Huxley

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El uso de la tecnología ha ido infiltrándose en todas las esferas de nuestra vida, desde las herramientas que utilizamos para trabajar hasta, y sobre todo, la manera cómo nos comunicamos. En cuanto a la gestión de la ciudad ha aparecido el término Smart City, un nuevo slogan o adjetivo que quiere acompañar al nombre de algunas ciudades –Oslo, Chicago, Barcelona, Estocolmo- para cumplir con dos grandes objetivos de manera general: el primero, mejorar la gestión de la ciudad a través de la integración de la tecnología, y el segundo, utilizar este modelo de gestión para promocionar las mismas ciudades.

El concepto de Smart City tiene que ver sobre todo con cinco grandes aspectos sobre la ciudad en concreto: transporte, salud, sostenibilidad, participación ciudadana y gestión administrativa; aspectos que van ligados a una serie de indicadores como felicidad, contaminación, ahorro energético, centralidad, entre otros; que a su vez hacen que la gestión de la ciudad esté más cerca del ciudadano, sea más ágil, haga un uso más eficiente de los recursos y sea capaz de “aprender” e “innovar”. Hace pocas semanas se celebró en Barcelona el Smart City Expo World Congress en el que se reunieron múltiples representantes involucrados con las Smart Cities: alcaldes, proveedores de nuevas tecnologías, arquitectos, urbanistas y gestores administrativos, para discutir todos los asuntos concernientes a este tema.

Detrás de todos estos conceptos y baremos, la tecnología entra en juego como medio para captar datos (datificación), materia prima que permite o podría permitir, todas esas cosas buenas que estas ciudades quieren. La datificación es otro de esos conceptos novedosos que ha aparecido con estas “nuevas” maneras de ver la vida y es aún tema de discusión en los paneles de expertos, que muchas veces repiten lo que desde hace años ya se sabe: sin una inteligencia -humana- que sepa gestionar y entender todos los datos, éstos no sirven para nada. Algo de esto le puede estar ocurriendo al proyecto ganador de los Audi Urban Future Award, Living Mobilities de la ciudad de México, pues la adquisición de datos que intenta alcanzar este proyecto, podría quedarse en su acumulación y nada más. Ideas muy claras y prometedoras pero que de momento no aportan frutos tangibles ya que se necesita dinero y planes estratégicos que sepan interpretar los datos para poder ofrecer soluciones a los problemas actuales.

La fiebre de las smart cities ha llegado a todo el planeta. En India planean construir 100 nuevas smart cities para transformar la visión caótica que se tiene sobre las urbes del subcontinente, motivados por la generación de otras tantas en China, y lo mismo pasa en Portugal. La mayor contradicción que surge a partir de estas propuestas es que la gestión urbana en India es tradicionalmente opuesta al régimen que reclama una smart city y es aquí donde surge la duda sobre su posible desempeño; estas ciudades terminarán siendo ciudades tradicionales con tintes de alta tecnología. Y esto nos lleva a pensar que quizá no se necesitan nuevas ciudades para generar una nueva sociedad, sino que baste con transformar la ciudad existente para cambiar la sociedad, adecuar lo que tenemos para ser más responsables con el medio ambiente, una de las máximas de la retórica smart.

En otro orden de cosas, compañías como Siemens, IBM o Cisco proponen sistemas algorítmicos para regular, en un futuro, la vida en las ciudades aunando todas las pretensiones que se tienen sobre la ciudad inteligente. De esta manera será una operación matemática formulada por un diseñador “desinteresado” la que buscará el “bienestar” de la sociedad, pero ¿somos capaces de predecir nuestro funcionamiento y nuestra manera de pensar? ¿qué sería de la ciudad sin errores? La plataforma sobre la que nos movemos se quiere convertir en un discurso estático gobernado por algunos que regirán la vida en la ciudad según las propuestas planteadas.

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Y Linda le contaba lo de la hermosa música que salía de una caja, y los juegos estupendos a que se podía jugar, y las cosas deliciosas de comer y de beber que había, y la luz que surgía con sólo pulsar un aparatito en la pared, y las películas que se podían oír, y palpar y ver, y otra caja que producía olores agradables, y las casas rosadas, verdes, azules y plateadas; altas como montañas, y todo el mundo feliz, y nadie triste ni enojado, y todo el mundo pertenecía a todo el mundo, y las cajas que permitía ver y oír todo lo que ocurría en el otro extremo del mundo, y los niños en frascos limpios y hermosos… Todo limpísimo, sin malos olores, sin suciedad… Y nadie solo, sino viviendo todos juntos, alegres y felices, algo así como en los bailes de verano de Malpaís, pero mucho más felices, porque su felicidad era de todos los días, de siempre… John la escuchaba embelesado.”  Un mundo feliz. Aldous Huxley

Múltiples escenarios se abren cuando se discute sobre estos temas, uno de los principales es el desfase que existe entre el poder que empiezan a adquirir grandes empresas, como Google o Apple, con respecto a la gestión pública en la monitorización de la ciudad y por tanto en su modificación. Toda esa datificación que está en manos del sector privado influye en nuestro día a día, nos dice qué comer, y dónde, incluso la cantidad de calorías que consumiremos si vamos a un cierto sitio y comemos una cierta comida; y por encima de todo eso, se lucran con la generación de esos datos y no pagan sus impuestos en los países donde se obtienen –un poco de política es inevitable-.

No cabe duda que muchos conceptos empiezan a cambiar y nos enfrentamos a una nueva manera de ver y entender el mundo: soberanía, legalidad, propiedad y comunidad son algunos de estos conceptos, porque ¿a quién pertenecen todos estos datos? ¿A la persona que los da o a la empresa que los obtiene? ¿Quién es el responsable de su uso? ¿Existe una ética establecida o se debe generar una? ¿Qué están haciendo las administraciones públicas al respecto? ¿Y qué pasa con su marco legal?

Al parecer, el sector privado ahora es mucho más importante y tiene más influencia sobre nosotros que los gobiernos, y no porque estos últimos no tengan la capacidad, sino porque su manera de entender la ciudad está todavía basada en la época industrial –limitada a la gestión de infraestructuras físicas como: alcantarillados, tendido eléctrico y recolección de basura, por nombrar algunos-, frente a una época contemporánea que se funda en lo virtual, en la comunicación, y que por lo tanto no es tangible pero si mensurable y pertinente a la gestión pública y las administraciones.

Y es que si una ciudad inteligente es aquella en la que se recicla, se hace un uso eficiente de la energía, se favorece el transporte público y al peatón, se gestiona rápida e intuitivamente, entonces quizá podríamos decir que las smart cities existen desde la antigüedad. Basta con recordar la manera cómo se fundaban y desarrollaban las ciudades griegas para tener una lección de urbanismo. Con la preocupación de que esta nueva manera de ver la ciudad se convierta en una moda, como probablemente pasó con la “green architecture”, se debe atender a lo que realmente significa ser una smart city. La discusión es legítima y las intenciones buenas, pero sus principios han estado siempre presentes, quizás un poco olvidados en la aceleración de este brave new world y su sistema de castas establecido: la gestión inteligente siempre ha sido y será el tema central, los medios una moda.

¿Y en los países emergentes qué pasa? ¿acaso escapan de esta nueva manera de gestionar la ciudad? ¿qué pasará con todas esas personas que no tienen un smart phone? ¿De dónde saldrán esos datos? ¿Son menos “smart” estas ciudades?

El cargo Smart City: gestión inteligente apareció primero en Arquine.

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