Resultados de búsqueda para la etiqueta [Salvador Novo ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 03 Jan 2023 15:05:47 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 El socialismo no llegará en bicicleta https://arquine.com/el-socialismo-no-llegara-en-bicicleta/ Tue, 03 Jan 2023 02:28:24 +0000 https://arquine.com/?p=73692 Antes que una cuestión de movilidad, la pregunta sustancial para comprender cómo nos trasladamos es “cómo se construye el espacio en la ciudad”, uno de los mayores aciertos del libro "El Socialismo no llegará en bicicleta", de Salvador Medina.

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Cochistas versus ciclistas versus motociclistas versus peatones versus repartidores versus el triciclo que vende tamales. Nuestra ciudad es la del trayecto, la del flujo accidentado, en la que el habitar es sinónimo de desplazamiento. ¿Estamos listos para enaltecer las virtudes de un paradigma de movilidad sustentable cuando gran parte de la población pasa más de tres horas diarias en el pesero como trayecto cotidiano? ¿Cómo pensar tal sostenibilidad en una ciudad nublada por el esmog y en la que hay más autos que niños?

Al parecer, este paradigma ha sido la bandera de una especie de habitante eco friendly que pretende mover el mundo desde las aplicaciones de su teléfono celular. El auge contemporáneo del ciclismo urbano nos recuerda a la postal que sobre este objeto desarrollara el escritor Salvador Novo hacia 1925:

Ornitorrinco, la bicicleta surgió. Fue chic y hasta rápido usarla en las carnicerías y los doctores no se desdeñaban de hacer equilibrio sobre aquel toro bípedo y solípedo que no comía ni se entripaba ni podía matar a nadie. Ni a su jinete. Pero la bicicleta, anuncio de libertad, grito de Dolores contra la tiranía mecánica de los rieles, murió en flor. Hoy sólo la usan los niños bien en las calles privadas. Uno que otro señor, si se atreve, va incómodo y lleno de vergüenza. Ya agonizaba en 1905. (…) Ya los científicos, los que habían visitado Europa, iban al Paseo de la Reforma en coloniales autoedificios marca Renault. […]

El paradigma de la movilidad sostenible ha funcionado también como un discurso que promovido por unos cuantos ha conseguido que el asunto, lejos de comprenderse como una política o estrategia para aumentar la calidad de vida de todos los habitantes, sea minimizado a un burdo asunto de corrección política en donde la pugna parece centrarse en el ciclismo versus el cochismo. Como se intuye a partir de la imagen que perfila Novo en el párrafo citado, olvidamos que en dos ruedas también se mueve el carnicero, el repartidor de Rappi o el afilador de cuchillos.

Estas ideas, delineadas con mayor contexto y precisión terminológica, dan cuerpo a El socialismo no llegará en bicicleta (Ítaca, 2022) una compilación de ensayos, algunos inéditos y otros publicados por el economista y urbanista Salvador Medina a lo largo de casi una década. Durante tres años y hasta 2019, Medina editó y escribió en La brújula, blog de crítica urbana en el que se expusieron los temas apremiantes de la agenda urbana, se formaron muchas voces ahora activas en políticas y discursos urbanos, e incluso se cocinaron movimientos, como el que en buena medida impidió la construcción del Corredor Cultural Chapultepec. Este espacio, que sin duda sentó un precedente, primero porque mostró la necesidad de contar con plataformas para el debate sobre las transformaciones de nuestro entorno y en segundo, en lo relativo a la crítica urbana que ahí se desarrollo, fue también el  ámbito en el que Medina experimentó y construyó la voz analítica, y el techo argumental que hoy impulsa este libro.

Uno de los argumentos que desarrolla y conduce al lector es que el paradigma de la movilidad sostenible, lejos de abonar al bien común, constituye un ejercicio en el que trabajamos para ser parte de un indicador global cuyo fin es atraer capital internacional a la ciudad. Esto, propone el autor, nos obliga a preguntarnos para quién es esa movilidad sustentable que, al parecer, sobre cualquier cosa, busca el reconocimiento. A partir de ahí, las preguntas no cesan: ¿nos hemos cuestionado acaso la ética de pedirle al comerciante que vive en la periferia que se baje del auto? ¿Nos preguntamos por la real competencia del estado frente a la discusión entre cochistas y ciclistas que asumen que el cambio empieza en uno como lo plantea el motivo “en bici ya hubieras llegado”? ¿Estamos considerando, plantea Medina, que gran parte del paradigma de movilidad sustentable olvida el impacto que tiene en sociedades tan desiguales como la nuestra?

El socialismo no llegará en bicicleta desarrolla tales cuestiones y promueve una discusión política en varios niveles. Hay un recorrido que inicia con la lectura motorizada de la desigualdad urbana, a él se suma una revisión a la implementación de políticas de movilidad mientras en múltiples ocasiones asoman interpretaciones de la obra de Lefebvre. Lo que persiste durante todo el libro es la crítica al capitalismo. Estos textos, además de mostrar la experiencia del autor respecto de la movilidad, mantienen también uno de los techos conceptuales de la crítica presentes y consistentes a lo largo de  este trabajo, elemento que consideró hemos relegado, en lo público y en lo privado, en lo urbano y en lo arquitectónico: la ciudad latinoamericana antes que calles o ciclovías es un tejido humano en el que prima la desigualdad. Atacar el problema de la sostenibilidad implica afrontar el problema de la desigualdad urbana; los discursos y discusiones públicas que se han generado al respecto parecen dar cuenta que no estamos listos para sostener esa discusión. 

Antes que una cuestión de movilidad, la pregunta sustancial para comprender cómo nos trasladamos es “cómo se construye el espacio en la ciudad” y considero como uno de los mayores aciertos de este libro el subrayar la importancia de detectar e incluir, pensar, en las características socio espaciales de la ciudad. No hay jerarquía o paradigma aplicable como fórmula en una metrópolis megacompleja y megadiversa. Lo que sí es posible es asumir una postura crítica en busca de soluciones. Hoy, cuando la reflexión urbana parece diluirse en revistas que sobreviven gracias a la economía del clic, o persiste en textos ilegibles publicados por academias que lo menos que promueven es el diálogo, este libro ilumina con brillantez muchas de las esquinas de la urbe.

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El vampiro deja la ciudad https://arquine.com/el-vampiro-deja-la-ciudad/ Fri, 06 Nov 2020 00:51:49 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-vampiro-deja-la-ciudad/ Murió Luis Zapata (1951–2020), autor, entre otros libros, de El vampiro de la colonia Roma, una carta de amor a la Ciudad de México.

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La historia del Lazarillo de Tormes, novela anónima española, narra la vida de un muchacho cuya existencia está fuera del sistema de clases renacentista. Esta condición es lo que define sus aventuras y sus desventuras, la manera en la que mira el mundo y cómo establece relaciones con representantes de aquellas jerarquías que están asimiladas a lo que podríamos nombrar como “normalidad”. La relevancia de este texto es que el punto de vista no es omnisciente. Desde el siglo XVI hasta el siglo XXI, sucede que la vida de los estratos sociales más bajos se cuenta desde una voz que todo lo ve y todo lo sabe. Lazarillo está dicha en primera persona y, por lo tanto, irrumpe en una tradición literaria que se abocó a hablar de caballeros y de amores cortesanos. El protagonista camina por una metrópoli que se dice fastuosa, cuando la realidad es que debe dividir los mendrugos de pan que consigue por limosnas con un hidalgo que se niega a trabajar por el prestigio que lo enviste. En gran medida, la escatología de estas páginas, repletas de vómito y maltrato físico, se deben a que Lazarillo habita la calle, aspecto que lo pone más en contacto con la “suciedad” pero que pareciera ser el pretexto de aquellos a quienes sirve para explotarlo.

En 1978, el escritor mexicano Luis Zapata publica El vampiro de la colonia Roma. El escándalo que provocó en el medio literario de la época no fue un hecho aislado. Dice Carlos Monsiváis en “Alto contraste (a manera de foto fija)” que el machismo mexicano fue una cosa de instituciones y no de comportamientos individuales. La misión del México posrevolucionario era cosa de obreros y hombres bigotudos; de marxistas viscerales que pasaran de la teoría a la acción en plazos cortos de tiempo. El muralismo se encargó de dejar clara esta pedagogía no sólo a través del enaltecimiento sino también de la humillación. En los murales para la Secretaría de Educación Pública, Rivera puso, literalmente, en cuatro patas y con orejas de burro a Salvador Novo, mientras era sometido por hombres revolucionarios. Antonio Ruiz “El Corsito” retrató al grupo de Los Contemporáneos, al que pertenecía Novo así como Xavier Villaurrutia, caminando por una plaza agarrados del brazo, muy delicados y, por ende, muy repulsivos para el gigantismo de la modernidad mexicana. En su autobiografía, concluida en 1945 y publicada hasta 1998, leemos cómo Novo y Villaurrutia llevaban a sus amantes a un departamento secreto en el Centro Histórico y, todavía más contundente, cómo se encaminaban a eventos culturales en camiones que tomaban en Paseo de la Reforma. “Ahora nos bajamos todas o no nos bajamos”, recuerda Novo que alguno de ellos dijo cuando estaban a punto de llegar a su destino. Ellos, los Contemporáneos, los grandes vanguardistas y los poetas exquisitos. 

Luis Zapata ganó el primer lugar del Premio Grijalbo por contar la historia de Adonis García, un prostituto homosexual que, así como el Lazarillo, no tiene padre ni madre ni tampoco un lugar en la estructura social del México priísta. La relación entre El vampiro de la colonia Roma, Lazarillo y otros grandes personajes de la literatura picaresca está clara. Cada capítulo abre con un epígrafe de alguno de estos muchachos que legaron su atrevimiento a hablar en primera persona, aunque no al gay refinado coleccionista de arte —cliché que vuelve más aceptable al homosexual. El personaje de El vampiro de la colonia Roma es singular por la clase a la que pertenece. A Adonis no le alcanza para comer al otro día; vive en cuartitos de una colonia Roma previa a su gentrificación; liga en los baños del Sanborns y en plena Avenida Insurgentes. Y a veces recibe algún dinero y un par de comidas de parte un político que se jugaría su carrera por salir del clóset. Pero la novela de Zapata no sólo es la historia de un muchacho gay, sino también una novela sobre ciudad. La intimidad de su práctica sexual se vuelve una cuestión de espacio público. Y a pesar del hambre que Adonis llega a pasar y de la precariedad de los cuartos que renta, no deja de estar afuera. “Es que esta ciudad es muy cachonda”. 

Y si Lazarrillo irrumpe en los espacios de los caballeros y de las princesas, Adonis se apropia de toda una ciudad sin necesidad de construir una trama coral y prolongada como sucede en La región más transparente (1958) de Carlos Fuentes, quien en su primera novela pretendió abarcar todos los estratos sociales y todas las capas históricas de la ciudad. El personaje que imaginó Zapata no se volvió un héroe ni un monumento, y aun así, pudo adentrarse en una ciudad en la que no tenía permiso de estar. Desde su publicación, El vampiro de la colonia Roma fue famosa, viéndoselas al tú-por-tú con los grandes mamotretos de los intelectuales orgánicos como el anteriormente mencionado. Esto puede ayudar a establecer un leve paralelismo con lo que vivieron Los Contemporáneos. Las humillaciones de los muralistas no vuelven una víctima a Salvador Novo y a sus “amigas”. Sobre todo, Novo fue quien estuvo a la altura de sus enemigos. Definitivamente, fue más venenoso que ellos. Y Novo, así como Adonis García, colocó su cuerpo en el espacio público. Coqueteaba con cadetes en la entrada del Colegio Militar, se acostaba con taxistas o encontraba a sus amantes en la Alameda o en las calles del Centro Histórico.

El día de ayer se dio la noticia de la muerte de Luis Zapata. Todos pensamos que la literatura iguala a los seres humanos hasta que se señala que él y los personajes de su pasado inmediato fueron figuras incómodas en el canon de las letras y del arte mexicano. En los obituarios sobre Zapata se habla sobre los derechos ganados por la comunidad LGBT mexicana, pero poco se habla sobre el derecho a la ciudad. “Las ciudades tienen género, y sí, es masculino”, dijo recientemente en una entrevista Zaida Muxí. La arquitecta dice que el diseño de las ciudades privilegia la experiencia masculina heterosexual y que, por esto mismo, las mujeres sufren acoso. Esta asimetría urbana puede ser analizada tomando como caso a la ciudadanía homosexual en México. Sus humillaciones quedan grabadas en los muros de instituciones públicas. O bien, se reprueba su narración detallada en círculos literarios supuestamente progresistas. Quién camina la ciudad y cómo la vive importa. La historia de Adonis García es una de cómo la orientación sexual y el estrato socioecónomico definen una manera de estar en las avenidas centrales y en las colonias céntricas, en esa supuesta fastuosidad moderna llena de Museos de Antropología. Con todo, El vampiro de la colonia Roma es una carta de amor a la Ciudad de México, una menos nacionalista, una más sincera.

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Salvador Novo era una calle. Conversación con Luis Felipe Fabre https://arquine.com/salvador-novo-era-una-calle-conversacion-con-luis-felipe-fabre/ Fri, 11 Aug 2017 19:38:50 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/salvador-novo-era-una-calle-conversacion-con-luis-felipe-fabre/ En Escribir con caca, nuevo libro del poeta Luis Felipe Fabre, el autor revisa la figura de Salvador Novo, persona pública bastante controvertida en un momento en que el espacio público de la Ciudad de México, así como su arte público, servía a una propuesta ideológica no sólo política sino también de género: sólo los hombres posrevolucionarios, sólo los funcionarios más rectos y más patrioteros, podían construir la nueva ciudad.

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y al fin abrió la puerta

y dejó que la calle entrara al jardín.

Salvador Novo

En Escribir con caca, nuevo libro del poeta Luis Felipe Fabre, el autor revisa la figura de Salvador Novo, escritor que, a pesar de los años, continúa siendo un personaje complejo. Novo fue una persona pública bastante controvertida en un momento en que el espacio público de la Ciudad de México, así como su arte público, servía a una propuesta ideológica no sólo política sino también de género: sólo los hombres posrevolucionarios, sólo los funcionarios más rectos y más patrioteros, podían construir la nueva ciudad. El muralismo, ese brazo del primer oficialismo priista, retrató a Novo a cuatro patas. Para lo que para ellos era detrimento, más bien se trataba de una realidad. “Novo nació en la Ciudad de México, pero su niñez la pasó en Torreón, en el norte. Cuando regresó a la capital para estudiar, un poco huyendo de la Revolución, también descubrió la libertad. No es lo mismo alguien que pasa toda su vida en la ciudad a quien regresa y la redescubre. Y lo que fascina a Novo, en este redescubrimiento, es la fascinación por las posibilidades que ofrece la ciudad: un redescubrimiento y un autodescubrimiento. Yo creo que fue explorando la ciudad conforme se fue descubriendo a sí mismo, a su propia sexualidad y su propia posibilidad de libertad. La ciudad que le tocó, toda, sucedía en el centro, la preparatoria nacional estaba en San Ildefonso, y también le tocó la ciudad nocturna. Tenemos crónicas de la ciudad desde siempre, pero la ciudad nocturna, la ciudad secreta (¡la ciudad moderna!), la ciudad gay, la ciudad de los cabarés, Novo es el primero en narrarla, en trazar la primera guía por esa sección oscura. ¿Qué pasa en los cuartos de azotea? ¿Qué pasa en la entonces calle de Plateros? Va pasando la familia con los niños, van a comprar cosas a La Esmeralda, ¿pero qué con ese señor que estaba parado ahí enfrente? Esa narración es un aporte de Novo. Tiene, también, un gusto por lo popular, que igual se puede emparentar. Ama los centros nocturnos, ama la lucha libre. Antes que Monsiváis. Monsiváis toma estos sitios que señaló Novo y lleva su análisis de la ciudad a otro nivel, al nivel de los estudios culturales. Podría decirse que Monsiváis, después de Novo, es el segundo gran inventor de la Ciudad de México. Son los inventores de la ciudad: nos contaron cómo es la ciudad, y nosotros nos la creímos”.

Novo vuelve públicos esos bajos fondos mientras que en los muros de la ciudad apenas incipiente se narraba la épica revolucionaria. “Había un proyecto ideológico que puso en marcha un concepto sobre lo que tenía que ser un espacio público. Ese proyecto dijo mucho cuando Novo aparece en uno de los murales de Diego Rivera, en la Secretaría de Educación Pública, en cuatro patas y con orejas de burro. Ante Novo, estaba esta ciudad posrevolucionaria, modernizadora. Le tocó ver su expansión. No podría decir si Novo lamenta lo que pasa con la ciudad, conforme va modernizándose. En estas épocas, Novo la revisa a través de su pasado. Es alguien que la traza de la modernidad hacia la ruina arqueológica. Tal vez el amor de Novo hacia la ciudad vaya al revés: de la modernidad hacia el pasado prehispánico. Ese también fue su camino estético. Su escritura comienza muy moderna, muy de vanguardia. Es interesante que, antes de que el mundo se peleara con todo el mundo (como siempre sucede con el mundo de la cultura), Novo colaborara en la revista de los estridentistas, con Actual. Novo tuvo poemas en esa publicación, mismos que los estridentistas luego desearían haber borrado, aunque luego ellos mismos tuvieron la ingenuidad en plantear como proyecto de ciudad a Xalapa. En ese momento, Novo estaba fascinado por la idea de un proyecto moderno, aunque después sus intereses se vuelven más conservadores, en parte por sus peleas con quienes abanderaban la modernidad. Estos proyectos modernizadores tienen detrás machismos, hipocresías y dobles discursos, y eso provocó que Novo se replegara y que su camino fuera de la utopía a la nostalgia”.

 

Aunque Novo, además de ser caricaturizado por Diego Rivera, también sufrió un vilipendio público después de sus desafortunadísimas declaraciones sobre la matanza del 2 de octubre. Los estudiantes escribieron grafitis en su casa en los que se leía Popular entre la tropa (es leyenda que Novo, antes de que existiera el cruising, rondaba las cercanías del Colegio Militar). Como señala Fabre, “parece que todo sucede en las paredes”. “Novo es muy público. Incluso, su idea de ser una prostituta literaria, tiene que ver con su idea de persona pública: una callejera. Hay algo de él que siempre está pasando hacia fuera. Hay una anécdota muy divertida. Llega a los baños del INBA y encuentra un grafiti que decía Salvador Novo es puto. En vez de borrarlo, empieza a poner nombres de otras personas, mucho más importante que él, y que también eran putos. El gesto de alguien más conservador, o menos público, hubiera sido intentar borrar el grafiti, la escritura del baño público. Pero él colabora con esa escritura, así sea para que la quiten más rápido, porque si pones que el ministro tal es puto seguramente la borran mucho más rápido. Además, él es muy icónico. Es alguien a quien le gustaba ser reconocido en la calle. Incluso, él se convirtió en calle. Era una costumbre que los cronistas de la ciudad tuvieran su calle, pero en el caso de Novo es muy congruente con quién es su personaje. Si alguien merece tener una calle es ese callejero. Los grafitis en su casa, estar en los murales, el cuadro de Manuel Rodríguez Lozano que lo retrata atravesando la ciudad sobre un taxi, construyen a Novo como calle. De hecho, en su juventud, tiene el apodo de una calle. A él y a Villaurrutia les llaman las chicas de Donceles. De joven, tuvo el nombre de una calle, y ya de viejo él acaba poniendo su nombre a una calle. Ahí se puede sintetizar una trayectoria muy importante para la Ciudad de México, y sobre la relación entre Novo y la Ciudad de México”.Esta relación entre Novo y lo urbano queda muy alejada de la tradición europea del flâneur. “Creo que Novo vivía la Ciudad de México, no la estetizaba. Era un ciudadano. La recorría porque tenía que moverse, tenía que visitar a no sé quién, tenía que ir a tal lugar. Eso es distinto a la persona que lo hace como una cosa estética. En Novo no estaba esa idea un tanto preciosista de la ciudad. Lo interesante de Novo es que ama la ciudad en su oscuridad. No tenía una postura nada contemplativa. Era alguien que la recorría con utilitarismo gozoso, no como un performance. Novo marca muy bien la diferencia entre quien hace un grafiti y hace un mural. Novo está más cercano a los grafiteros que a los muralistas. Son dos motivos muy diferentes por los cuales pintar una pared”. Además, su persona pública tocaba lo que le rodeaba. “Novo ponía en marcha esa otra manera de sociabilidad que era el chisme. Era una persona pública, y absolutamente todo lo contaba. En sus crónicas, en sus columnas, sabes con quién cenaba porque incluso sus espacios cerrados eran parte de su hit, ya que hacía crónicas de la alta sociedad para gente que no tenía acceso. Exhibía, de una manera bastante snob, su mundo elevado. Era abrir la ventana, abrir la puerta. Una cosa de escaparatismo. Hay ese poema precioso que se titula ‘Epifania’ que trata de una sirvienta que de repente ya no está en la casa. El niño de la casa especula que se escapó con el novio. Un día reaparece la sirvienta, y el niño le pregunta dónde estaba. Epifania se ríe, abre la puerta y la calle entra en el jardín. Esa irrupción del afuera en el adentro, esa puerta que se abre y que la calle entre en el espacio de la exquisitez, es Novo y sus columnas sobre la alta sociedad”.

La ciudad y sus políticas han cambiado mucho desde que Novo la recorriera y la narrara. Por consecuencia, la faz de la vida nocturna ya no es la misma.  “Hay un ensayo increíble de Monsiváis que se llama ‘La nueva noche popular”. Habla de un momento distinto para la vida nocturna de la Ciudad de México en los noventa. Es un momento distinto, porque se comienza a retomar la ciudad postemblor. La Ciudad de México se vive de manera muy distinta años después del temblor. En ese ensayo, Monsiváis empieza a hablar de los primeros table dance, de una ciudad con menos oferta pero con ofertas más extremas. Ahora creo que hay más ofertas pero menos extremas. De alguna manera, la vida nocturna se ha hipsterizado bastante. Por supuesto, siguen existiendo espacios extrañísimos, bastante alejados de la estetización. Y también, actualmente, el enemigo de la vida nocturna son las inmobiliarias, no la moral. Creo que eso es lo que estamos padeciendo. Si de pronto quieren cerrar los antros de República de Cuba, es para gentrificar esa calle. Ya no tiene que ver tanto con ese carácter puritano, sino con el saqueo de la ciudad. Eso, y los ligues cibernéticos, han también reinventado la vida nocturna. Esas aplicaciones que te van diciendo a cuántos metros está alguien. Lo que era más interesante de la vida nocturna gay, y que Novo la relató muy bien, era que de dónde provienes, vale madres. Coincides en el bar, ligas, no importa si eres de Chalco, del Centro o de Las Lomas. La cosa que veo con las aplicaciones es que acabas sólo ligando con el vecino. Y ese vecino te va a aparecer siempre, hasta que se muda alguien a tu barrio. Se están perdiendo los espacios de mezcla social, algo que hacía muy interesante la vida gay. De nuevo, hay bastiones que resisten, como El Oasis, lugares que han tenido que luchar contra el gobierno, bastante obcecado en convertir al Centro en lo que nunca va a poder ser, esa Plaza Antara que desea el señor Slim. El Centro siempre será un lugar de mezcla”.

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