Resultados de búsqueda para la etiqueta [política vivienda ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 16 Jan 2024 16:42:37 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 Lo global y lo local de la vivienda https://arquine.com/lo-global-y-lo-local-de-la-vivienda/ Thu, 09 Sep 2021 14:06:54 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/lo-global-y-lo-local-de-la-vivienda/ Cuando hablamos de vivienda y de problemas habitacionales en áreas centrales de la ciudad o de ciudades turísticas, ya no nos enfrentamos a problemas únicamente de orden local, sino también global y esto, claramente, requiere de un abordaje distinto en materia de políticas públicas. 

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Clara es española, pero después de un largo tiempo logró sentar raíces en Nueva York donde trabaja como directora de arte en publicidad. En sí, Clara no nos cuenta mucho más de su vida, si es vegetariana o si prefiere pintar o ir al cine, su pequeña presentación parece algo hermética, a diferencia de las de otras y otros colegas de la plataforma, pero asumimos que le gusta viajar y que, probablemente, tenga una relación interesante con la Ciudad de México porque, a pesar de no vivir ahí, es en la capital mexicana donde ofrece, a través del sitio de Airbnb, un departamento ubicado en la alcaldía Cuauhtémoc.  

Entonces es posible que Clara, habitante de Estados Unidos, pueda rentar un espacio, en un país que no habita, a un tercero que también será extranjero en este espacio, digamos que la digitalización de los procesos financieros ha facilitado esto y ha permitido que fenómenos que antes se consideraban casi exclusivamente del orden de lo local se hayan transformado. Así, quienes participan en las transacciones monetarias pueden estar en la comodidad de sus casas fuera del espacio en donde se llevará a cabo el servicio, el turista visitará una ciudad y partirá luego de unos días, la vivienda quedará lista en breve para recibir al siguiente huésped. 

Sé que de primera mano parece inocuo que un grupo de turistas utilice un espacio durante una corta estancia, algunos dirían incluso que ese intercambio genera empleos y derrama económica, un círculo virtuoso de intercambio económico. Lo cierto es que está lejos de ser inocente, pues el fenómeno visto masificado se convierte en un problema que afecta desde las cosas más cotidianas como los cambios de la oferta de servicios locales, la habitabilidad y la seguridad misma de un barrio, hasta la gestión y regulación de la economía de empresas trasnacionales en contextos locales.

Estos fenómenos los ha descrito a profundidad Saskia Sassen cuando nos habla de territorios en donde hay imbricaciones entre lo local y lo global, para ella estos espacios son una herramienta que permite entender la relación entre procesos y fenómenos globales cuando aterrizan en un territorio, son el espacio en donde “se materializan las operaciones de poder y dominación, de resistencia y desestabilización” (Sassen, 2010, pág. 476).

Es decir, se trata de zonas críticas donde hay conflicto y resistencia de esta relación local-global y que sin duda implican retos importantes para los gobiernos nacionales y locales. En materia de vivienda y las aplicaciones de oferta de espacios de renta de corta estancia para turismo, esto tiene relación con el impacto que genera el desplazamiento de oferta de vivienda (muchas veces en alquiler) hacia un uso turístico, especialmente cuando la administración local todavía no construye reglas para su regulación, algo que ha venido sucediendo con la consolidación de los sistemas de economía colaborativa. Es así que Clara, española y residente de Nueva York puede ofertar un espacio en Ciudad de México sin mucha burocracia de por medio, pues el sistema lo permite. 

De acuerdo con datos recabados en la plataforma que captura datos de Airbnb de forma periódica para su análisis, un nada despreciable 5% de los oferentes que tienen espacios en Ciudad de México no habitan el país, este porcentaje ha declarado tener su residencia en otra ciudad del mundo, desde donde ejercen su trabajo como anfitriones, un análisis más detallado permitiría reconocer que además, algunos de esos oferentes son empresas dedicadas al turismo o al desarrollo inmobiliario que han sabido aprovechar las lagunas en la regulación de este sistema. Raquel Rolink lo expresa así: 

Airbnb empezó con todo el discurso de sharing economy, la economía compartida donde finalmente la abuela o la tía podrían incluir su activo en un mercado de alquiler. Ahora los grandes propietarios de Airbnb con miles de propiedades no son estas personas sino los fondos de inversión. (Rolnik, 2019)

Otro ejemplo es lo que sucede en la Riviera Maya, como resultado de las intervenciones predominantemente públicas ha traído consigo un gran interés en la compra de suelo y vivienda que, en buena medida, será comprada por quiénes se han visto atraídos por la “oportunidad de inversión”, por lo que los dueños de estos espacios no son potenciales habitantes, sino inversores y con seguridad habrá algunos o varios de ellos extranjeros. Esto claramente traerá cambios en las condiciones demográficas y de habitabilidad de la región y que, al igual que con la regulación de las plataformas de renta de corta estancia, requieren mecanismos de control y regulación para equilibrar la participación de actores trasnacionales y su impacto en lo local. 

Entonces cuando hablamos de vivienda y de problemas habitacionales en áreas centrales de la ciudad o de ciudades turísticas, ya no nos enfrentamos a problemas únicamente de orden local, sino también global y esto, claramente, requiere de un abordaje distinto en materia de políticas públicas. 


Bibliografía

Rolnik, Raquel. (abril de 2019). “América Latina, nuevas y viejas desigualdades urbanas” en revista Andamios, entrevista de Dammert y Delgadillo  16(39), DOI https://doi.org/10.29092/uacm.v16i39.681.

Sassen, S. (2010). Territorios, autoridad y derechos. Buenos Aires: Katz.

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Redensificación https://arquine.com/redensificacion/ Wed, 08 Jan 2020 07:24:31 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/redensificacion/ La Redensificación nos desafía a reinventar el sistema de financiamiento de vivienda social a nivel de las colonias, desde abajo hacia arriba: generando y luego difundiendo innovaciones de una ciudad a otra, convenciendo a los actores políticos para crear nuevas instituciones a nivel de colonia y alcaldía que creen un ciclo virtuoso de creación y captura de valor.

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La innovación en la vivienda social colectiva, revisada por el INFONAVIT a través de un proyecto del Centro de Investigación para el Desarrollo Sostenible (CIDS) y reseñado en estas mismas páginas por Miquel Adriá, dejó en evidencia uno de los mayores desafíos que padecen las ciudades en México: ¿cómo buscar resultados más cualitativos que cuantitativos para satisfacer la demanda de poco mas de 1 millón de viviendas al año en todo México? El programa de Redensificación Urbana elaborado por el CIDIS, si bien arroja resultados formales interesantes, deja del lado dos factores coyunturales para evitar la paradoja de actual modelo de vivienda social en este país: cómo recuperar suelo urbano sin incidir en su elevado valor de mercado para crear “bolsas” de vivienda social protegida y qué tipologías y densidad pueden tener mejor resultado para las mismas.

Una de las grandes lecciones de Jane Jacobs tiene relación con esto. En uno de los capítulos de su obra seminal Vida y muerte de las grandes ciudades americanas, toca el tema del financiamiento a escala urbana y, en particular, cómo generar zonas de oportunidad dentro de las ciudades. Su pulcro e incisivo análisis nos describe cómo en la década de los 50, la aportación de capital público y privado fue medular para la destrucción de innumerables barrios en aras de favorecer el desarrollo suburbano mediante subsidios para “barrer” con asentamientos informales en los centros de las ciudades, para dar entrada a proyectos de infraestructura como calles y avenidas.

La “muerte de las ciudades” reflejó la ausencia de capital público, privado y cívico que financiara los “cambios graduales, constantes y específicos” que, según Jacobs, son la esencia de diversas economías, comunidades mixtas y crecimiento inclusivo. Esta ausencia fue clara en comunidades de todo Estados Unidos, desde su nativa Scranton, Pennsylvania, hasta su hogar en la ciudad de Nueva York. La reflexión de Jacobs devela pautas sobre el tema de la redensificación para vivienda social en México.

Primero, los efectos devastadores de los programas INFONAVIT de las décadas de 1970 y 80 todavía están con nosotros. Muchas Zonas INFONAVIT (por llamar de alguna manera a toda esa masa de vivienda social de casitas asentadas en la periferia urbana), ya sea en la Ciudad de México, Puebla, Hermosillo, Merida o Querétaro, son producto de esfuerzos cuantitativos para satisfacer demanda de vivienda en bruto; se creó un mercado de suelo en la periferia de las ciudades, surgieron “comunidades” sin acceso a transporte público y fuentes de empleo, se creo una tipología de bajísima densidad y costo, se idealizó el uso del automóvil y abrieron el camino para vaciar zonas céntricas de las ciudades y dejar camino a desarrollos inmobiliarios con otros usos. Una visita rápida a nororiente de la Ciudad de México, Pachuca y Guadalajara, muestra el efecto de las decisiones tomadas hace 30 o 40 años.

En segundo lugar, los programas de crédito del INFONAVIT para vivienda suburbana han sido, finalmente, declarados inviables. El programa de Redensificación ciertamente busca encontrar alternativas. Pero falta, antes de hacer arquitectura, analizar la salud de nuestro sistema de financiamiento para el desarrollo de la vivienda social, especialmente la intraurbana. Nos obliga a entender que el problema mayor radica en el costo de la tierra y la disponibilidad de la misma para estar cerca de las fuentes de trabajo y sistemas de transporte. Nos obliga a evaluar la demanda y la viabilidad del mercado de la vivienda social, o su falta, en lugares desfavorecidos dentro de nuestras ciudades.

Hasta donde se ha mostrado, en el estudio de Redensificación del CIDIS falta la evidencia que justifique donde dar cabida a estos diseños. Dentro las alcaldías de la Ciudad de México por ejemplo, hay muchas comunidades con lotes vacíos, fábricas cerradas, corredores sin inversión y bloques de viviendas en mal estado, que necesitan desesperadamente un nuevo modelo de financiamiento y que, en consecuencia, puedan explorar la redensificación. En estos lugares, es fácil encontrar un sin número de experimentos inmobiliarios del sector privado —fallidos algunos y exitosos otros. Muchas colonias parecen ser nada más que la manifestación física de décadas de programas de desarrollo urbano o planes parciales totalmente dispares. Sin embargo, en estas mismas colonias es difícil encontrar transacciones de mercado en las que las instituciones financieras convencionales —como el INFONAVIT— se arriesgaran seriamente a hacer negocios. Es difícil encontrar empresas de desarrollo inmobiliario con el interés y la capacidad para mover los mercados hacia los esquemas de vivienda social. 

Por ello es que el programa de Redensificación sólo puede tener cabida si se reformula el sistema de financiamiento para el desarrollo de vivienda social intraurbana. Actualmente, no existen los mecanismos para mover las grandes sumas de dinero público o privado hacia este mercado. Hoy en día, una cantidad limitada de subsidios públicos respalda un sistema de arriba hacia abajo centrado en la deuda convencional, la burocracia en capas y, a menudo, tecnicismos enloquecedores. La Ciudad de México podría catalizar la creación de un nuevo sistema financiero que satisfaga a los inversionistas, mueva inversiones y trabaje para personas y lugares desfavorecidos, todo esto al cambiar la estructura subyacente de la toma de decisiones económicas para crear zonas de desarrollo orientadas a la redensificación con cierto componente de vivienda social-protegida.

Eso nos obliga desde el principio a revisar la definición de Jacobs de la inversión que está fluyendo hacia nuestras colonias. ¿El capital es extractivo o generativo? ¿Es absurdo o inteligente? ¿Es un riesgo altamente adverso o un riesgo apropiado de aceptar? ¿Está restringido (enfocado en proyectos específicamente etiquetados) en lugar de  tener una mirada holística (enfocado en el valor sinérgico que proviene de la mezcla de usos y habitantes)? ¿Es administrado por instituciones que crean valor y luego capturan valor para los residentes locales en lugar de inversores distantes?

La Redensificación nos desafía a reinventar el sistema de financiamiento de vivienda social a nivel de las colonias, desde abajo hacia arriba: generando y luego difundiendo innovaciones de una ciudad a otra, convenciendo a los actores políticos para crear nuevas instituciones a nivel de colonia y alcaldía que creen un ciclo virtuoso de creación y captura de valor. La perspectiva de Jane Jacobs sobre el capital, como sus observaciones sobre todas las cosas urbanas, es más relevante que nunca.

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Casas vacías https://arquine.com/casas-vacias/ Tue, 25 Jun 2019 14:30:29 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/casas-vacias/ Una casa vacía significa muchas cosas, pero una casa vacía en un centro urbano es un fracaso para la ciudad.

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Aparece una fotografía del interior de una casa. En la escena oscura se ve algo que alguna vez fue un papel tapiz, unas cortinas percudidas dejan entrar un poco de luz a la habitación, mientras que algunos muebles y el piso se ven invadidos por vida silvestre que da cuenta del abandono del inmueble. La casa podría estar en medio del bosque y formar parte de una película de catástrofe nuclear donde sus habitantes tuvieron que huir intempestivamente para refugiarse en otro lado. Saskia Sassen está al frente y nos muestra esta imagen. Una casa vacía en un sector bien ubicado de Londres, una de las ciudades más caras del mundo. ¿Qué hace una casa vacía en Londres? ¿Qué haría una casa vacía en alguna zona central de cualquier ciudad del mundo? 

Parece fuera de toda lógica que hubiese una casa vacía en un lugar bien ubicado, si una de las principales demandas de la vida en las ciudades es el de la vivienda, especialmente aquella bien ubicada. Entonces, ¿por qué una casa vacía?

Las personas son complicadas, explica Sassen[1] frente a varias decenas de espectadores, para cierto tipo de desarrollo inmobiliario el que haya o no habitantes es menos relevante, porque su proceso de valorización no es el pago de la gente sobre su uso al interior, sino sobre lo que sucede fuera de ella: mejoramiento de infraestructura, equipamiento, el crecimiento o consolidación de zonas de trabajo, transporte, servicios, espacio público. La afirmación de Sassen es cada vez más clara; para que gente habite un inmueble el propietario debe invertir y hacer adecuaciones, también dar mantenimiento, vigilar que los inquilinos hagan un uso ‘adecuado’ del inmueble y que sean confiables y puntuales pagadores. La casa vacía, de pronto, parece una inversión menos arriesgada.

No todas las casas vacías, por supuesto, están en el anterior esquema. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, en México el 20% de la vivienda construida está vacía (más que Argentina y El Salvador con 18% y Ecuador con el 14%).[2] Una casa sin habitantes puede significar una segunda vivienda, fenómeno común en las zonas turísticas donde los dueños habitan el lugar únicamente para vacacionar y el resto del año está inhabitada. También existe la vivienda en rotación, es decir, una vivienda vacía de forma temporal porque se encuentra en proceso de venta o renta. Quitando estos dos fenómenos en el análisis, nos quedamos con vivienda subutilizada. 

En México el fenómeno se ha disparado por la localización, la inseguridad y la deficiencia de las viviendas de interés social que se crearon durante los noventa y dos miles con una política de financiarización de vivienda social del gobierno federal. En el mapa de abajo es posible visualizar esta ubicación de vivienda abandonada (en rojo) en la zona norte de la ZMVM donde hubo una inversión fuerte de vivienda social. Sin embargo, también es posible ver datos entre el 10 y 12% del stock de vivienda vacía en las delegaciones Benito Juárez, Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo, es decir, zonas accesibles en transporte, dentro de los centros de trabajo y con un rico equipamiento e infraestructura; pero están vacíos.

La paradoja existe: por un lado tenemos una oferta de vivienda ya construida pero sin habitar; y por el otro un déficit habitacional creciente. ¿Por qué los propietarios no ponen en renta la vivienda vacía y con ello disminuir un poco el déficit de vivienda que existe en nuestras ciudades? Sassen vuelve, las personas son complicadas.

Según Andrés Blanco, especialista del BID, lo anterior se da porque la tradición jurídica de nuestros países no es eficiente para el propietario, lo que hace que el proceso de reposición de un inmueble cuando el inquilino no paga sea complejo. En Perú, por ejemplo, este proceso puede demorar hasta cuatro años, lo que implica una pérdida de dinero para el propietario. Según la visión del BID el marco jurídico estaría desincentivando la creación de vivienda en arrendamiento y promoviendo la subutilización de vivienda construida. 

En Ciudad de México un acalorado debate se llevó a cabo por un artículo en la Ley Constitucional de Derechos Humanos y su Garantías de la Ciudad de México, donde se expresaba que para evitar que los desalojos forzosos violaran los DDHH, entendiendo desalojo forzoso, con un carácter ilegal y arbitrario, debía llevarse a cabo a través de un debido proceso. Lo que entendieron otros, incluyendo líderes de opinión, es que esto permitía una carta blanca para la okupación con K; lo cierto es que se trataba de una ley que defendía, como he dicho, un debido proceso: no serían cancelados los desalojos como se expresó incluso en los medios, sino que debían llevarse a cabo bajo un proceso que salvaguardara los derechos de otros.

Para atenuar lo anterior, los fenómenos de okupación, con K, en México son complejos. Las formas en las que se ha urbanizado gran parte de nuestras ciudades ha sido de la mano de una maquinaria que ha sido efectiva, donde detrás hay personajes que capitalizan la necesidad de habitar de algunos grupos, un capital humano para invadir, entre ellos grupos vulnerables que problematizan y politizan los desalojos más profundamente. Los okupas mexicanos tienen un lenguaje que han sabido capitalizar. Es decir, sí hay algo a lo que los propietarios deben temer, aunque no están aterrizando sus temores correctamente. 

En estos escenarios el Estado participa –cuando está presente– como regulador del mercado, en este caso de la oferta de vivienda. En diversos países, incluyendo algunos de América Latina como Brasil y Colombia, existen impuestos para la subutilización de predios que buscan el incremento del valor para desarrollarlos, es decir, especulación. En Brasil, el IPTU (Imposto sobre a Propriedade Predial e Territorial Urbana) con tasa progresiva, obliga al propietario a desarrollarlo para evitar el pago de impuesto, de esta manera el Estado desincentiva la especulación y provoca el desarrollo en la zona.

Hay otras formas de ocupación a las que somos más permisivos, pero su impacto en las ciudades es también violento. Mientras que otras grandes ciudades han colocado medidas para aminorar los impactos negativos de Airbnb, la nuestra ha permitido su crecimiento e incentivando que el desarrollo inmobiliario cambie inversión de vivienda a edificios de Airbnb en las zonas con mejor equipamiento e infraestructura. 

Los actores son diversos, pero en el caso de nuestro país la participación del Estado ha sido poco efectiva; por un lado no ha sido capaz de proveer de vivienda con condiciones mínimas para su habitabilidad a los estratos más bajos de la población y, por otro, tampoco ha participado en el control del mercado inmobiliario para aminorar sus efectos en la segregación y desigualidad en términos de vivienda y acceso a la ciudad.

Una casa vacía significa muchas cosas, pero una casa vacía en un centro urbano es un fracaso para la ciudad.


Notas

1. Esta plática se llevó a cabo el pasado 31 de mayo como parte de las actividades de la Coalición por la Transformación Urbana de WRI.

2. Blanco, Frentes y Muñoz (2014), Busco casa en arriendo, Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, DC. 

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Vivienda, nuevas alternativas https://arquine.com/vivienda-nuevas-alternativas/ Mon, 17 Jul 2017 12:37:31 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/vivienda-nuevas-alternativas/ El espacio residencial evidencia de modo particularmente paradigmático la constante “condición paradójica” del territorio contemporáneo: un territorio articulado a partir de aquellas operaciones estructurales de movilidad y comunicación que lo vertebran pero, al mismo tiempo, desde la ponzoñosa ramplonería de unos patrones encorsetados e inadecuados, tanto en las economías, espacios, usos y atmósferas que propician como en las iconografías y técnicas constructivas a ellos asociadas.

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Extracto del texto de Manuel Gausa publicado en el número 22 de la Revista Arquine, invierno del 2002 | #Arquine20Años 67bbcb9abf4f1641b7ec9b6af84e2527

1. Dispositivos dinámicos

Las sucesivas aproximaciones al tema de la vivienda que, durante los últimos años he tenido ocasión de realizar, han acabado remitiendo siempre, de hecho, a una preocupación personal más general por explorar los propios límites del proyecto contemporáneo y su capacidad para generar nuevos dispositivos formales más allá del hábito disciplinar o de la simple convención asumida (técnica, tipológica, sintáctica). Dispositivos confiados en una optimista “invención de la forma” apoyada tanto en la construcción de universos plásticos insólitos —autónomos, individuales, subjetivos— como en la definición de esquemas conceptuales más abstractos en relación directa con la propia interpretación del espacio físico —y cultural— contemporáneo.

Una forma entendida —tal y como acertadamente señala Fernando Porras— como un “vínculo de relaciones susceptibles de remitir a posibles diagramas tácticos de referencia, instrumentos estratégicos, destinados precisamente a favorecer una correspondencia más abierta entre formalización y concepto, entre realidad y abstracción, abordando dichos términos en su sentido más generativo, evolutivo, productivo (…)”. Una forma que más que como el resultado final de una minuciosa composición acabada en sí misma aparecería, pues, como una combinación precisa entre otras potencialmente posibles; un “momento paralizado” dentro de un proceso “interrumpido”, aunque teóricamente abierto en el tiempo. Una forma, pues, en “estado de latencia,” concebida, en definitiva, más como fruto de un sistema que de una composición: sistemas abiertos frente a composiciones cerradas.

Sistemas que revelarían su aptitud para asumir dos importantes supuestos:

1. Por una parte, la definitiva transferencia del proyecto contemporáneo del simple artificio clásico —la deformación más o menos bizarra o ingeniosa de lo “natural”— a lo decididamente artificial —lo autónomo, lo insólito, lo “nuevo”.

2. Por otra, la propia capacidad de la cultura contemporánea para trascender lo episódico y remitir las acciones a procesos estructurales, a escalas superiores, en sintonía con una nueva conciencia del propio paisaje —virtual, material y global—generado alrededor.

La rigidez, previsibilidad y permanencia propias de la ciudad “clásica” —y de los parámetros de proyecto a ella asociables (control, figuración, estabilidad)— han cedido, en efecto, ante la indeterminación y mutabilidad de la ciudad contemporánea más receptiva, por el contrario, a mecanismos abiertos con capacidad de evolución y perturbación. La sustitución, en el proyecto contemporáneo, de la idea cerrada de composición (definición exacta y diseñada de las partes) por la de “sistema” (mecanismo “abierto” o ideograma vector susceptible de propiciar múltiples combinaciones y manifestaciones formales diversas) constituye, de hecho, uno de los mayores exponentes del cambio de paradigmas que caracteriza hoy la disciplina.

En este marco, la nueva vocación “protésica” de la arquitectura contemporánea —tan eficazmente descrita por Marc Wigley en sus múltiples aproximaciones al tema— no radica tanto en esa constante situación de “adición” a un cuerpo anterior inherente al propio acto arquitectónico como en el hecho de que —a diferencia del pensamiento clásico en el que toda suplementación todavía se realizaría a imagen y semejanza de una realidad aparente, estable, inmutable— hoy dicha realidad no podría ser, ya, la única fuente de inspiración. La arquitectura no puede limitarse, en efecto, a “extender” el cuerpo, sino que debe ser un suplemento activo y funcional, un mecanismo autónomo y receptivo a un tiempo, “extraño” y a la vez sensible a lo particular, capaz de regirse por sí mismo y, al mismo tiempo, sostener y potenciar al anfitrión.

La auténtica dimensión cultural de la arquitectura contemporánea proviene, en este sentido, de esa disposición a encarar con eficacia la aparente indefinición y debilidad de la realidad que nos rodea desde una nueva lógica, más estratégica que figurativa, que vería en el lugar (y en el cruce de fuerzas que lo surcan) ya no un envolvente protector, un referente seguro, sino una situación incompleta que hay que “reestructurar” y “reimpulsar”.

 

Formas de vida

El espacio residencial evidencia, en efecto, de modo particularmente paradigmático esa constante “condición paradójica” del territorio contemporáneo: un territorio articulado a partir de la rotundidad y potencia épica de aquellas operaciones estructurales de movilidad y comunicación que lo vertebran (capaces de enlazar lugares y acontecimientos singulares, únicos, insólitos) pero, al mismo tiempo, desarrollado figurativamente (en aquellas operaciones inmobiliarias que acaban marcando su identidad) desde la ponzoñosa ramplonería de unos patrones encorsetados e inadecuados, tanto en las economías, espacios, usos y atmósferas que propician como en las iconografías y técnicas constructivas a ellos asociadas.

Material básico de la ciudad, el tema de la vivienda se enfrenta a un esclerótico anquilosamiento de sus fórmulas precisamente por el obligado tributo que éstas todavía rinden a los seguros y ensayados “modos” de aquellos modelos edilicios y urbanísticos preconizados por la disciplina oficial en los últimos veinte años: modelos confiados en una ciudad “impuesta” de modo anómalo sobre el territorio. Pequeñas quimeras de orden, armonía y homogeneidad, perplejas de repente ante la acelerada e imprevisible situación de convivencia que se produce hoy con nuevas áreas salvajes y heterogéneas de mestizaje, contradicción y libertad, propias no sólo del actual tejido cultural y social, sino del propio tejido urbano: un tejido que ya no sería unitario y completo, sino fruto de constantes dinámicas de transformación, mezcla, fractura y mutación.

Es éste un espacio complejo que precisa, definitivamente, un nuevo instrumental operativo capaz de generar “catalizadores de energías”, más que figuras indiferentes sobre un fondo ausente: “Paisajes operativos” dispuestos sobre “paisajes de cruce”; nuevas geografías de relación.

 

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2. Mapeo: comercial, universal, trivial

La exposición y el catálogo “Propiedad Internacional”, concebidos por Yago Conde y Bea Goller, proponían en su día —a través de una selección de anuncios de prensa y mensajes extraídos de los mass-media de todo el mundo— una reflexión sobre el fenómeno inmobiliario y su influencia en la construcción del territorio: la vivienda se manifestaba, en este sentido, como el “producto” por antonomasia. Un bien de mercado insertado de lleno en los mecanismos de la sociedad de consumo y, por tanto, sujeto a corrientes comerciales proclives mayoritariamente a la generalización —y trivialización— de los mensajes: patrones comunes de vocación universal (la nostalgia de lo rural, la caricatura del bienestar, la evocación de lo atemporal) dirigidos a lo más arraigado, estable y permanente del imaginario colectivo. Códigos compartidos, sorprendentemente, a escala planetaria por una nebulosa “clase media” que habría convertido sus afanes en un “elemental y abstracto sistema de ideologías”.

George Ritzer describe perfectamente este fenómeno generalizado de lo que él define como “MacDonalización de la sociedad y el consumo”, basado en cuatro estándares básicos: eficacia (relación directa entre apetito y satisfacción), rentabilidad (un producto aparentemente bueno, más barato), previsibilidad (una imagen identificable, reconocible, familiar) y control (orden, repetición y convincente “asepticismo”). En este marco, el tema de la vivienda sigue constituyendo un campo particularmente proclive al convencionalismo, a la repetición (por parte de promotores privados y, en última instancia, también públicos) de arquetipos acomodados en las seguras pautas de un ambiguo “neolenguaje” ecléctico y tozudamente conservador (incluso en momentos como el actual en que parece despertar en la disciplina una clara voluntad de reproposición teórica del tema). Una “esclerosis” que no sólo alude a aquellas operaciones meramente especulativas, sino también, en muchas ocasiones, a aquellas que, utilizando una expresión comúnmente aceptada, tenderían a ser calificadas de “cultas”. Porque éste sigue siendo, en efecto, un tema particularmente lastrado por nuestro pasado reciente.

La permanencia, de unos pretendidos “invariantes” (tipología, morfología, trazado, construcción) susceptibles de remitir las intervenciones a una metafísica comunión con el contexto. Durante buena parte de las dos pasadas décadas éste ha sido, en efecto, el principal objetivo del urbanismo oficial: la “recuperación” o “recreación”de un espacio urbano de siluetas tradicionales cuya “recomposición” se habría confiado principalmente a un urbanismo pragmático y celador basado en la pretendida seguridad del dibujo ordenador: la planificación nostálgica como voluntad compositiva, como acción prioritariamente figurativa, inclinada hacia la reconstrucción del tejido o, en los nuevos desarrollos del extrarradio, hacia su evocación. Modelos derivados de una concepción arcaizante de lo urbano en la que un centro histórico, pintoresco y rememorador conviviría con una corona de pequeñas arcadias a su alrededor, caricaturas de ciudad-jardín o neoensanches tipistas directamente deudores de cierta imaginería seudoculta y (o) seudovernacular, confiada aún en la eficacia de aquellos parámetros aparentemente esenciales del discurso arquitectónico (trazados geométricos, disposiciones axiales, composiciones simétricas, construcciones “sólidas”).

La rutina y un pragmatismo malentendido tienden todavía a alentar este tipo de abordajes basados en la utilización de convenciones asumidas y aceptadas de antemano, que no parecen responder ya a ningún otro estímulo, salvo quizás al de aquellos viejos clichés de atavismo sentimental, todavía momentáneamente rentables, desde el punto de vista económico o político. Códigos confiados en la “garantía” de los viejos patrones y en la aparente estabilidad y permanencia de las decisiones pero que, sin embargo, cada vez presentan mayores conflictos a la hora de medirse con una realidad mucho más compleja, rápida e incoherente, hecha de sacudidas y cambios y empeñada en contradecir, una y otra vez, cualquier anecdótico sueño de orden y armonía.

1. Cambios también en el propio escenario envolvente, no remitible ya al bucolismo cívico, doméstico, litúrgico, sino a la contundencia de los “no lugares”, a la constante mutabilidad de los espacios de margen, a la estridencia de los paisajes cotidianos; un espacio de relaciones y desvinculaciones —a un tiempo—, de coexistencias y extrañamientos; un espacio sujeto a nuevos rituales (comerciales, lúdicos, mediáticos) y nuevos focos de actividad en el que las cosas tienden a resultar “próximas” y “lejanas” a un tiempo, “conocidas” y “sorprendentes”, banales (por mediatizadas) y sugestivas (por inesperadas, recientes…)

2. Cambios, por último, en los propios modos de vida que se adivinan (y por tanto en las respuestas arquitectónicas a ellos referidas) sensibles a la actual heterogeneidad de realidades espaciales y a esa mezcla difusa entre lo cotidiano y lo extraordinario, lo previsible y lo sorpresivo que tiende cada vez más a articular experiencias y comportamientos, dado el papel relevante que cobran las nuevas tecnologías, informáticas y telemáticas, y los medios de comunicación en la vida laboral y doméstica. Nuevos modos de vida afectados por múltiples agentes exteriores y entre cuyas manifestaciones más destacables cabe apuntar:

3. La transformación de la “unidad familiar”, con un predominio de las parejas sin hijos o con pocos hijos y la significación creciente de los “individuos” por encima de los “clanes”. En este marco, la progresiva sustitución de la idea clásica de “convivencia” —comunión de comportamientos— por la de una “cohabitación” —contrato (o relación) meramente espacial— susceptible de favorecer la independencia tanto de acciones y comportamientos diversos como de necesidades individuales cambiantes.

4. La creciente sensibilización hacia colectivos marginales (focos de pobreza, individuos “sin hogar”, refugiados, países terceros, etcétera). Pero también la nueva conciencia de un tipo de vida doméstica errante, progresivamente diseminada en la metrópoli: la sustitución del espacio privado por un espacio de servicios desparramado a nivel urbano (bares, restaurantes, lavanderías, clubes deportivos, centros de ocio, etc.) en una ciudad convertida en una gran “casa dispersa” para un usuario nómada.

5. La constante fluctuación del mercado de trabajo y la sensación a ella asociada de inestabilidad laboral, con la consiguiente dificultad de una planificación económica a largo plazo (y, por tanto, de un acceso claro a la vivienda de propiedad); y la manifestación, pues, de un cambio de paradigmas que favorecería una progresiva aceptación de la movilidad residencial, una necesaria reversibilidad en las decisiones, un incremento de la vivienda de alquiler, etcétera.

6. Y por último, la progresiva “coparticipación” de los miembros activos en la economía familiar y, por tanto, la necesidad de una reducción de las tareas domésticas que favorecería una nueva concepción de los espacios servidores (cocina y baño) llamados a convertirse en ciertos casos en verdaderas áreas lúdicas (“baño-gimnasio” o “cocina-laboratorio”) con un progresivo componente tecnológico.

 

3. ¿Estrategias?

Todos ellos serían indicios de una evolución en los hábitos sociales que permiten señalar nuevos conceptos en el abordaje del hábitat contemporáneo: nuevos conceptos en el diseño del propio espacio habitado (la célula residencial y el paisaje interior a ella remitido) pero, también, en la definición de aquellos nuevos sistemas urbanos de soporte (y por tanto de los paisajes relacionales a ellos asociados) destinados a asegurar una eficaz (y renovada) relación entre vivienda, ciudad y territorio. Dos términos —paisaje interior y paisaje exterior— que aludirían, en cualquier caso, a la propia redefinición del espacio residencial y que, en último término, estarían necesariamente llamados a combinarse entre sí.

 

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4. Otra colonización

Sin embargo, hoy somos conscientes de que la mayor crisis de alojamiento no se da precisamente en aquellos países más desarrollados, sino en países “terceros” sujetos a vertiginosas mutaciones y crecimientos exponenciales: un quinto de la población mundial se localiza hoy en asentamientos humanos “clandestinos”, estructuras espontáneas desarrolladas en espacios desestructurados, consecuencia de los rápidos aumentos demográficos y del déficit generalizado de viviendas económicamente accesibles. Bidonvilles, favelas y barrios de chabolas configuran así estructuras al margen de cualquier orden y planeamiento; aglomeraciones masificadas y conflictivas pero también, como bien señala Charles Correa, generadoras de nuevas respuestas espaciales al tema del hábitat surgidas directamente de las sociedades que las han generado.

Manifestaciones espontáneas relacionadas con aquellas otras surgidas en situaciones inesperadas de catástrofe o emergencia civil (terremotos, erupciones, riadas, incendios, conflictos bélicos) que generan, también aquí, respuestas autoorganizadas de colectivos voluntarios a fin de suplir una ineficaz maquinaria oficial, a menudo paralizada por la imprevisión. Situaciones que deberían ser debidamente contempladas por las organizaciones civiles a la hora de diseñar soluciones eficaces para el traslado, reubicación y alojamiento de poblaciones en tránsito, precisadas de sistemas alternativos suficientemente dignos y cualificados para asegurar nuevos núcleos habitacionales en zonas de ocupación más o menos temporal.

En todos los casos se aprecia la importancia de trabajar con una posible “colonización efímera” del paisaje asociada a la posibilidad de concebir sistemas reversibles de construcción y ocupación del suelo; ello sugiere un posible trastocamiento entre lo “urbanizable” y lo “no urbanizable”, entre lo estable y lo temporal y, por tanto, una revisión del clásico anhelo de “propiedad residencial” y del valor de ciertos suelos a él referidos; la estratégica previsión de ciertas “áreas de colonización suave”, de baja densidad e impacto (en condición de uso temporal y no de propiedad) permitiría, en efecto, el reciclaje de terrenos en desuso, de escasa o nula rentabilidad inmobiliaria, pero de fuerte valor ambiental (canteras, laderas agrícolas, antiguas infraestructuras reutilizadas, márgenes recuperados, etcétera).

Se hace cada vez más necesario resolver, de modo adecuado e imaginativo el alojamiento, de aquellos sectores crecientes de población. El aprovechamiento cualificado de espacios no rentabilizables y la utilización de estructuras temporales, a base de construcciones ligeras, permitirá generar proyectos de alojamiento público de bajo costo y alta calidad.

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Política de vivienda https://arquine.com/politica-de-vivienda/ Thu, 09 May 2013 16:36:15 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/politica-de-vivienda/ La vivienda es el refugio y rincón del hombre en el mundo, es el centro de convivencia e integración de las personas. Actualmente, la vivienda ocupa entre 40 y 50% de la superficie urbana, además de ser un sector estratégico de crecimiento económico.

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Según Louis I. Kahn, la habitación es el principio de toda arquitectura. La vivienda es el refugio y rincón del hombre en el mundo, es el centro de convivencia e integración de las personas. Actualmente, la vivienda ocupa entre 40 y 50% de la superficie urbana, además de ser un sector estratégico de crecimiento económico. En nuestro país, significa más del 3.5% del Producto Interno Bruto y genera empleo directo a más de 7 millones de personas. En México, las ciudades se han expandido bajo un modelo de crecimiento urbano extensivo de baja densidad, con viviendas cada vez más alejadas de infraestructuras y servicios. Esto ha favorecido el uso de áreas de conservación en la periferia. Es cierto que, gracias a esto, se ha combatido el rezago habitacional que sufre el país, sin embargo, a costa del precio de urbanización y del transporte, el consumo de combustibles y la producción de emisiones contaminantes. Este modelo ha generado retos significativos en materia de desarrollo urbano. Hoy en día, muchas de las viviendas en zonas interurbanas presentan signos de abandono o deterioro, lo cual propicia la subutilización de la infraestructura existente y desaprovecha las mejores ubicaciones dentro de la ciudad, provocando una importante desvalorización del suelo.

En la ciudad de México existen 2.5 millones de viviendas repartidas en 7.233 Unidades Habitacionales que albergan 582,190 viviendas. La problemática actual de la vivienda en México está caracterizada por el deterioro físico y social. Cerca del 80% de las unidades se construyeron a partir de 1980, y el 20% restante se construyó entre 1940 y 1979. Los conjuntos habitacionales también presentan alteraciones en el uso de suelo, invasión, falta de organización vecinal e inexistencia de cuotas de mantenimiento. Si consideramos que una vivienda es sustentable porque es detonador de una vida comunitaria, entonces, la mejora o ampliación debe entenderse como un proceso que permite la permanencia y el crecimiento del valor patrimonial en el tiempo; y que promueve el uso racional y eficiente de los recursos naturales. Recientemente se lanzó la nueva Política de Vivienda, cuyo objetivo primordial es instrumentar estrategias y acciones para la densificación y para un desarrollo que privilegie el bienestar general. Esta nueva política engloba cuatro grandes acciones: mejor coordinación interinstitucional encabezados por la recién creada Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU); generar un modelo de desarrollo sustentable e inteligente; reducir el rezago de vivienda y, finalmente, procurar vivienda digna para los habitantes.

Como respuesta a esta nueva iniciativa, los empresarios constructores, así como todas las instancias de gobierno y empresas de financiamiento, buscan que el sector vivienda siga siendo un motor de la economía. Con estas acciones se pretende alcanzar mejor calidad y mejores respuestas: soluciones de vivienda vertical acorde a la problemática nacional, aprovechando el suelo, las infraestructuras y los servicios, o los nuevos esquemas de renta. Este nuevo planteamiento ha generado incertidumbre en el sector vivienda, en el que observamos de manera visible la caída de las acciones en la Bolsa Mexicana de Valores. Sin embargo, ha llegado el momento de tomar las decisiones que afectan directamente al futuro de nuestras ciudades. El suelo es un bien escaso y se han comprado terrenos no adecuados en las afueras de las ciudades, en zonas sin infraestructuras ni servicios donde la construcción de vivienda deberá ser controlada. Los próximos años se avecinan con grandes cambios: una vivienda social con mayores opciones de financiación, con una revisión a los requisitos de otorgamiento de créditos, esquemas de renta o que acerquen una solución de vivienda a trabajadores formales que no cotizan en el Seguro Social. Es mandato constitucional proporcionar habitación a los trabajadores de México. Con este cambio en la política de vivienda, México demuestra su gran capacidad de trabajar con el sector y la ambición de elevar la calidad de vida y vivienda de los trabajadores.

Al repensar en los modelos de habitación, siempre es bueno recordar al teórico francés Jean Nicolas Louis Durand (1760-1834) y dejarnos guiar por la lógica y sensatez de las nuevas políticas: “la capacidad del arquitecto estriba en su capacidad para resolver dos problemas: primero, dada una suma, producir el edificio más decente posible, como en la edificación privada. Y segundo, por el decoro requerido por un edificio, producir el edificio al menor coste posible, como en la edificación pública”.

* Subdirector general de Sustentabilidad Social del Infonavit

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