Resultados de búsqueda para la etiqueta [Lo bello y lo justo ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:21:56 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 Lo bello y lo justo en arquitectura (4) https://arquine.com/lo-bello-y-lo-justo-en-arquitectura-4/ Wed, 06 Jan 2016 18:31:16 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/lo-bello-y-lo-justo-en-arquitectura-4/ La primera vocación del arquitecto es un llamado a la configuración del espacio público, y la imaginación personal es nuestro vehículo. Aún cuando es fácil afirmar que históricamente la arquitectura ha tenido enormes consecuencias, la situación para nosotros es particular. A diferencia de nuestros antepasados hasta el siglo XVII, nosotros efectivamente “hacemos” historia.

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Richard Kearney, entre otros filósofos de la tradición hermenéutica, ha demostrado la importancia de la imaginación para la acción ética. Contrario a la opinión de críticos y filósofos que han postulado alguna contradicción irreconciliable entre la ética (identificada con la democracia, las normas racionales y el consenso) y la imaginación poética, Kearney arguye que las faltas mas graves en la moralidad humana son causadas precisamente por la falta de imaginación. La imaginación es precisamente nuestra capacidad de amor y compasión, permitiéndonos el reconocimiento y la valorización del Otro, la comprensión del semejante como uno mismo, mas allá de diferencias culturales y religiosas. La imaginación nos permite el juego en libertad, y representa asimismo nuestra capacidad de decir historias donde compartimos lugares comunes, el lenguaje y la visión de otros.

La primera vocación del arquitecto es un llamado a la configuración del espacio público, y la imaginación personal es nuestro vehículo. Aún cuando es fácil afirmar que históricamente la arquitectura ha tenido enormes consecuencias, la situación para nosotros es particular. A diferencia de nuestros antepasados hasta el siglo XVII, nosotros efectivamente “hacemos” historia. Esta condición es parte de nuestro mundo tecnológico: la auto aniquilación y el Apocalipsis está tan cerca como un botón al alcance de algún político idiota. El mundo cree sin cuestionar la auto-evidencia del cambio generado por la acción humana, un supuesto progreso sin límites. La dimensión lineal del tiempo es una particularidad del Cristianismo que se ha radicalizado y poniendo su acento en lo humano, se ha vuelto universal. Por esta razón nuestras diversas historias, tan variadas como nuestras culturas, es lo que compartimos como el fundamento de la acción, junto con un mundo natural indeterminado, algo enfermo y aparentemente fragmentado. No compartimos, como nuestros ancestros mas lejanos, una visión cosmológica: la percepción del universo como una totalidad fundamentalmente estática, limitada y evidente a los sentidos. Sólo al activar nuestra capacidad imaginativa para crear con compasión, en un mundo concreto y material, un mundo aún felizmente marcado por diversidad cultural, es posible negociar las infinitas posibilidades productivas que proporcionan nuestros instrumentos digitales. A pesar de múltiples dificultades, no podemos renunciar al proyecto, lo que involucra innovación, la esperanza de un mundo mejor. Nuestro momento histórico –que podemos llamar postmoderno– nos revela lo fútil de las Utopías ideológicas y del ideal de progreso infinito. Sin embargo, proyectar significa proponer y prometer, a través de la imaginación, un futuro mejor para la colectividad. Se trata de una práctica inherentemente ética y esto no es equivalente a la búsqueda obsesiva y absurda de la novedad para una sociedad de consumo, proponiendo novedades formales desconectadas de la historia.

La arquitectura frecuentemente proporciona lugares auténticos para el habitar humano, lugares que revelan al individuo un sentido, o un propósito en el orden global. Algunas veces, sin embargo, actividades edilicias motivadas por la simbolización y los valores estéticos han contribuido a grandes tragedias. Los programas estéticos que guiaron la ideología Nazi son quizás el caso mas extremo de esta situación. Los programas políticos del Nazismo emergieron de una mitología racionalizada y mal entendida, transformada en el dogma del nacionalismo étnico. Los edificios, transformados en ídolos, en signos de algo fijo e inmutable como la idea de la nación teutónica, fueron una terrible aberración.

Por todas estas razones, es importante recordar que aún cuando podríamos deplorar la perdida de riqueza simbólica del mundo a medida que se abre al nihilismo, parte de nuestra misión es continuar a debilitar y empobrecer los valores autoritarios de todo tipo de ideología o posición fundamentalista, incluyendo valores que van desde la religión organizada hasta la tecnología, esperando que en las grietas que se abren bajo nuestros pies pueda surgir una nueva, más genuina espiritualidad guiada por la compasión.

Verdadera falta de ética seria pretender que existen valores absolutos y superiores, articulados por alguna mitología, religión, nacionalismo, ideología o tecnología, a exclusión de otros. Para llegar a debilitar valores autoritarios, nuestra praxis debe permanecer fragmentada, cada problema arquitectónico debe ser cuidadosamente contextualizado y formulado. Las respuestas del diseñador son siempre especificas y no artificialmente estilísticas o universales. En toda circunstancia debemos estar preparados con Nietzsche y Heidegger a esperar pacientemente, tratando de escuchar el murmullo de las alas de algún ángel que quizá pase cerca de nosotros, y evitando a toda costa la pesadilla de la planificación y su deseo de soluciones totales.

Finalmente, permítaseme enfatizar: es en vista de estos peligros que la practica necesita una teoría, no como prescripción o libro de recetas, sino como orientación discursiva, contribuyendo a su sentido ético. El arquitecto debe poseer un lenguaje capaz de articular su posición en relación a una tradición histórica que es a la vez Occidental y local, y que debe dar razón de la realidad política y técnica de su hacer. Este género de historia es el que debe cultivarse en las escuelas de arquitectura.

A través de su única y peculiar conciencia histórica nuestra civilización universal puede reconocer los orígenes misteriosos en los artefactos humanos, productos de techne-poiesis. A través de la historia que reconoce las convergencias entre lo bello y lo justo en las obras de nuestros predecesores y de nuestra orientación hacia el futuro, podemos cultivar tanto nuestra responsabilidad como nuestra capacidad poética de creación, el proyecto como promesa e iniciativa, evitando tanto la pura acción intuitiva y la planificación. De esta forma, la arquitectura es capaz de revelar y celebrar el misterio original que aparece en la estructura primaria de nuestro ser encarnado en el mundo

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Lo bello y lo justo en arquitectura (3) https://arquine.com/lo-bello-y-lo-justo-en-arquitectura-3/ Tue, 29 Dec 2015 20:52:49 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/lo-bello-y-lo-justo-en-arquitectura-3/ Los arquitectos de nuestro futuro deben prepararse cultivando la imaginación personal en el hacer poético que es también memoria y descubrimiento, un proceso que no equivale a la planeación o la composición tradicional, involucrando dimensiones de la conciencia que nuestros presentes modelos pedagógicos basados en el subjetivismo cartesiano frecuentemente ignoran.

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Para poder enmarcar en forma apropiada y propiciar eventos arquitectónicos significativos, el arquitecto debe necesariamente cultivar sus habilidades corporales y artesanales (tan menoscabadas por las herramientas tecnológicas) y servirse del lenguaje, tejido de las historias que son nuestras culturas. Actuar intuitivamente es insuficiente y peligroso. No podemos simplemente renunciar a la historia y pretender encontrar soluciones, formales o programáticas, en alguna extrapolación de teorías científicas. El objetivo fundamental de una teoría de la arquitectura preocupada por el hacer y dirigida al diseño es, por consiguiente, no metodológico sino ético. Su propósito es desarrollar un lenguaje apropiado capaz de modular las intenciones de un proyecto en vista de sus imperativos éticos, siempre específicos. La práctica emergente de una tal teoría nunca podrá ser una aplicación instrumental ni alguna operación totalizante, como algún estilo o método supuestamente universal. Mas bien esta praxis pretende la producción de fragmentos armoniosos y bien ajustados, capaces de cuestionar a través de la belleza que nos maravilla la hegemonía de toda creencia sin importar su origen, destabilizando todo dogma ideológico, fundamentalista o tecnológico que configure actualmente nuestro hábitat físico y cultural. Esta praxis arquitectónica puede comprenderse mejor como un verbo, un hacer en múltiples registros, más que a través de sus productos heterogéneos. Se trata de un proceso que nunca es neutral (como los medios para un fin eficaz) y que debe ser valorizado. La presencia de una praxis bien cimentada en la cultura y la historia, la trayectoria de la obra y palabra del arquitecto a lo largo del tiempo, encarnando una filosofía práctica responsable, es quizás el elemento clave para una crítica arquitectónica, mucho más fundamental que las particularidades estéticas o funcionales de una obra especifica o de algún estilo formal que podamos identificar.

Como consecuencia de esta reflexión, debemos reconocer que la educación arquitectónica no debe reducirse a la enseñanza de teorías instrumentales como las que se imparten frecuentemente en todo el mundo. Se trata de multiplicar nuestras habilidades, en contra de la facilidad y supuesta liberación que implican las herramientas tecnológicas. Si usamos el GPS podemos llegar a algún lugar sin importar nuestra habilidad para navegar por el mundo, pero el mundo nos aparecerá menos interesante y sin significados, congruente con el nihilismo que nos desespera. El uso de las computadoras, última panacea tecnológica, debería al menos liberar nuestro tiempo para el dialogo y la comunicación real, cara a cara, abriendo un espacio para la verdadera educación. El conocimiento “aparece” en el dialogo: todo otro medio, nos recuerda Platón, incluyendo la escritura, no es sino una sombra que debe ser reactivada en el presente vivido. Es también posible imaginar que podemos educar en contra de la tendencia a la especialización la cual, originándose en el siglo XIX, culminó en nuestro tiempo en lo que Ortega y Gasset llamó la barbarie del especialismo. La educación no acontece mágicamente a través de una supuesta síntesis de informaciones especializadas en la mente del estudiante. Este es un modelo pedagógico absurdo, derivado de un cartesianismo malentendido. La conciencia humana no es reducible a la mente y aún menos es equivalente a la computadora. Los cursos de orden técnico en un curriculum arquitectónico deben ser diseñados con preguntas mas amplias y básicas como punto de partida, involucrando el hacer, enseñando al futuro arquitecto no necesariamente pretendidas soluciones, sino el origen de las cuestiones fundamentales y sus consecuencias éticas, proponiendo tácticas para proceder.

El diseño no debe ser dictado por funciones, ni algoritmos, ni por algún otro mecanismo de la composición, pues su problemática no es jamás únicamente tecnológica o estética. Esta es una idea verdaderamente anticuada que data de principios del siglo XIX, pero que no deja de dominar hoy. El diseño arquitectónico no es “problem-solving”, y la novedad formal hoy tan fácilmente asequible con las computadoras no es suficiente, como afirman frecuentemente los profetas del evolucionismo extrapolado a la arquitectura. Los arquitectos de nuestro futuro deben prepararse cultivando la imaginación personal en el hacer poético que es también memoria y descubrimiento, un proceso que no equivale a la planeación o la composición tradicional, involucrando dimensiones de la conciencia que nuestros presentes modelos pedagógicos basados en el subjetivismo cartesiano frecuentemente ignoran. Esta dimensión crítica es imprescindible, sobre todo cuando se trata del uso de herramientas digitales, inherentemente reductivas e instrumentales. Algunos programas gráficos permiten este tipo de descubrimientos. En la mayoría de los casos, sin embargo, CAD empieza con la suposición errónea que el espacio en la pantalla es idéntico al espacio vivido, que el espacio vivido es en efecto un espacio Cartesiano, llamado tridimensional. Esta falsa suposición crea gravísimos problemas.

El diseño no es una mera operación intuitiva sino mas bien la continuación de una filosofía práctica que debe proliferar y no constreñir sus modalidades. Es un hacer guiado por la sabiduría de los sentidos, un hacer conciente de lo posible y abierto a la sorpresa, un hacer colaborativo siempre que posible, que busca la magia de la coincidencia, frecuentemente la epifanía del orden. Giambatista Vico, el gran filosofo Napolitano del siglo XVIII, nos dice que todo orden de poesía es un tipo de metafísica. Las verdades propuestas no son del tipo de algoritmos científicos (que al fin y al cabo son meros productos de la mente humana) sino que hablan a la imaginación de la realidad, a través de la fuerza de la metáfora; hablan a la consciencia que es al mismo tiempo cuerpo y memoria. El ser humano crea, hace poesía, arquitectura e instituciones y así tiene acceso a la verdad, pero de una manera muy diversa que el Dios Judeo-Cristiano (o la tecnología moderna). Insiste Vico: “ Porque Dios, a través de su inteligencia pura, lo sabe todo con claridad y al saberlo crea, mientras que los humanos crean a través de su robusta ignorancia, en virtud de su imaginación corpórea que frecuentemente nos perturba en exceso.”

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Lo bello y lo justo en arquitectura (2) https://arquine.com/lo-bello-y-lo-justo-en-arquitectura-2/ Mon, 28 Dec 2015 02:40:51 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/lo-bello-y-lo-justo-en-arquitectura-2/ A diferencia de la mayoría de artefactos y edificios en la ciudad industrial y postindustrial, la auténtica arquitectura busca ofrecer a la sociedad un lugar emotivo y apropiado para su orientación existencial. La arquitectura ofrece al habitante, en sus propios términos materiales desde luego, la posibilidad de una orientación radical. La arquitectura invita al habitante a participar en acciones significativas proponiendo al participante una comprensión de su lugar en el orden de las cosas.

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Refugiándonos en nuestras computadoras y televisiones, podemos racionalizar y tratar de ignorar la calidad del medio construido como fundamental a nuestro bienestar espiritual. Y sin embargo, nuestros sueños y nuestras acciones siempre ocurren en un lugar con calidades emocionales (no en un espacio geométrico) y nuestra consciencia (de nosotros mismos y de los demás) seria simplemente inconcebible sin la presencia de lugares significativos, cuyo significado no es simplemente intelectual sino emotivo.

Nuestra consciencia encarnada, el pensamiento que ocurre no como proceso químico en el cerebro sino a través del cuerpo en el mundo, reconoce y comprende, mas allá del supuesto “sentido común” científico y su espacio Cartesiano isotrópico, la sabiduría que habita en lugares específicos, que es cultura con cualidades expresivas profundas imposibles de reducir a un teorema. El neurólogo Portugués Antonio Damasio ha demostrado como las emociones no son un obstáculo de la razón, como imaginamos normalmente, sino por el contrario, un aspecto fundamental del proceso cognitivo. Sin la experiencia del amor, nos dice Sócrates en le Fedro de Platón, no podemos entender nada sobre la verdad. El cuerpo entiende a Guadalajara de una manera imposible de reducir a la lógica, comprende a través de la experiencia vivida y emotiva lo que hace particular a la ciudad y a su cultura, diferente de otros lugares en Latinoamérica y mas allá. Con poco esfuerzo, especialmente si hemos viajado un poco, podemos reconocer como la arquitectura, en esos lugares excepcionales que resuenan con nuestro sueños, nos incita a la meditación, a la imaginación, y a la proliferación de la belleza y la justicia, abriendo para cada uno de nosotros el espacio del deseo que nos permite estar ”en casa” y al mismo tiempo permanecer incompletos, abiertos a la incertidumbre y a nuestra muerte personal, nuestra característica humana más perdurable. Aún los llamados espacios binarios o digitales en nuestras pantallas no podrían aparecer como semejantes a la realidad si no fuéramos, antes que nada, consciencias encarnadas y mortales, cuerpos sensibles abiertos al deseo, a priori encajados en el mundo a través de la orientación y la gravedad. En vez de decir que tenemos un cuerpo, debemos comprender lo que significa ser nuestro cuerpo, uno que forma parte de la carnalidad del mundo. Y la arquitectura es el orden externo, visible e invisible de nuestro cuerpo en el mundo, fundamentalmente responsable por hacernos presentes de nuestros limites.

¿Enfocando así las cosas, qué más podemos decir, en términos generales, de la arquitectura? La arquitectura ha comunicado múltiples significados políticos y simbólicos en nuestras culturas. En su sentido poético mas profundo, sin embargo, particularmente a partir del inicio de la modernidad, la arquitectura no comunica UN significado particular, como si fuera un signo o un logotipo. Mas bien, la arquitectura comunica al habitante, desorientado por el deseo que es esencia de la vida humana, la posibilidad de encontrarse y reconocerse como totalidad, percibiendo al menos momentariamente un sentido o propósito, el habitar poéticamente sobre la tierra y tener acceso a nuestra humanidad. A través de nuestra historia los artefactos arquitectónicos capaces de proporcionar este tipo de orientación han sido múltiples, incluyendo desde luego muchos edificios y espacios públicos, pero también los objetos admirables fabricados por Dédalo con precisión harmónica, los relojes solares, instrumentos de orientación material y espiritual de los que habla Vitruvio y la arquitectura efímera y los jardines del Barroco. Otros ejemplos recientes de una arquitectura que yo llamo de resistencia, por involucrar un sentido poético pero también una critica a las condiciones de nuestra cultura tecnológica, comenzarían a partir del siglo XVIII con las Prisiones de Piranesi. Esta tradición se ve continuar en las obras de Boullee, Ledoux y Lequeu. Y en el siglo XX, en los proyectos tardíos de Le Corbusier, particularmente La Tourette. O mas cerca de nuestro presente el Museo Judío de Libeskind, algunos edificios de Steven Holl, y la obra teórica de John Hejduk, entre otros.

Este reconocimiento de plenitud que proporciona la arquitectura no es uno reducible a alguna equivalencia semántica, ocurre en la experiencia misma de la arquitectura y como es el caso cuando leemos un poema, su significado es inseparable de la experiencia del poema mismo, de sus palabras concretas. Si pudiéramos decir en otras palabras, en forma de prosa, el significado del poema, no habría razón para escribirlo. En este sentido, la arquitectura tiene raíces profundas en la cultura y es un juego que responde a circunstancias precisas. Los artefactos arquitectónicos, llamados thaumata por los Griegos, manifiestan un sentido de lo maravilloso que incita el amor y el respeto, un genero de belleza enraizada en eros (Venus-tas), por muchos siglos comprendido como el valor fundamental de la arquitectura en nuestras tradiciones y nunca reducible a la composición formal que es frecuentemente igualada con la estética. La belleza arquitectónica, como el amor erótico, se nos imprime en el alma como un hierro ardiente, inspirando miedo y reverencia, gratitud y encanto. Su vehiculo es la imagen poética, la imagen que nos afecta primeramente a través de la vista, pero sin ser simplemente óptica, sino enteramente sensual, sinestésica: capaz de seducir y elevarnos llevándonos a la comprensión de nuestra conciencia encarnada como participe de la totalidad del universo, una comprensión de otro orden que la claridad racional, semejante en el campo espiritual al momento de unión sexual que de acuerdo con Platón, es el momento de la existencia que hace valer la vida. Lo que diferencia la arquitectura de otras formas artísticas y artesanales es su contenido programático que concierne a la vida misma, proporcionando a la humanidad atmósferas apropiadas para acciones significativas. La percepción no es pasiva, como la digestión o la impresión de una placa fotográfica: as algo que hacemos a través de nuestro movimiento corporal que es vida, de nuestros hábitos y herramientas. Estas actividades significativas, tradicionalmente los rituales culturales que permitían a los individuos entender su posición con respecto al cosmos y a su mortalidad personal, se tornan hoy, después de Ledoux y Nietzsche, en un proyecto para el bien común, su sentido político que incluye la visión de un habitar poético y pleno de significado.

En otras palabras: a diferencia de la mayoría de artefactos y edificios en la ciudad industrial y postindustrial, la auténtica arquitectura busca ofrecer a la sociedad un lugar emotivo y apropiado para su orientación existencial. La arquitectura ofrece al habitante, en sus propios términos materiales desde luego, la posibilidad de una orientación radical. La arquitectura invita al habitante a participar en acciones significativas (y en este sentido es todo lo contrario de un objeto de arte que promulgue su desinterés en la participación del espectador) proponiendo al participante una comprensión de su lugar en el orden de las cosas. Dicho de otra forma, la arquitectura abre un claro para que la experiencia individual del habitante encuentre un sentido a través de su participación en instituciones culturales especificas. Fomentando hábitos de gratitud y cuidado hacia nuestro entorno natural y cultural, la arquitectura hace posible nuestra comunicación con lo sagrado dondequiera aparezca, sin fanatismos distorsionantes en nuestra era secular. En sus mejores momentos, la arquitectura juega con el poder. No es posible, sin embargo, responder a la pregunta de su significado con una respuesta trivial. La arquitectura es orientación radical en la experiencia, más allá de las palabras. Por lo tanto, mientras que su teoría tiene raíces en historias míticas o poéticas, en la filosofía, la teología o la ciencia, durante diversos momentos de su historia, la arquitectura no es reducible a ninguno de estos discursos. Esencialmente, la arquitectura es un evento. Su significado es temporal, se da en nuestro encuentro con el fenómeno espacial en una situación especifica, como la experiencia de la catarsis dramática que Vitruvio usa para caracterizar el significado del teatro antiguo (cita). Su calidad efímera, revelatoria (como la verdad misma que Heidegger describe con el termino Griego aletheia) tiene la capacidad de cambiarnos la vida en le presente vivido –exactamente como la magia o un encuentro erótico. Si podemos decir que la arquitectura encarna el conocimiento, no es éste lo que identificamos con la lógica matemática, sino mas bien conocimiento como la experiencia opaca, carnal y sexual de la verdad. Es por esta razón que su significado elude todo intento de objetivarlo. Resulta inútil tratar de reducirlo a funciones, algoritmos, programas ideológicos o formulas estilísticas. Por razones semejantes no puede confinarse a tipologías edilicias sino que incluye su historia otros artefactos que hoy, a través de criterios puramente materiales, tendemos a identificar con otras disciplinas artísticas, pero que hacen posible el habitar y por definición se ubican en los limites del lenguaje, artefactos capaces de establecer el espacio de las culturas dentro de los cuales encontramos otras formas de expresión mas concretamente lingüísticas.

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Lo bello y lo justo en arquitectura (1) https://arquine.com/lo-bello-y-lo-justo-en-arquitectura-1/ Tue, 15 Dec 2015 18:55:39 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/lo-bello-y-lo-justo-en-arquitectura-1/ Nuestra responsabilidad es imaginar cómo nuestro proyecto es una promesa para el bien común, y los valores encarnados por las instituciones son nuestra responsabilidad. ¿Es justo diseñar una prisión bellamente detallada cuando quizás los carceleros son mas nocivos para la sociedad que los supuestos criminales? Dentro de un marco tecnológico estas preguntas parecerían ilegitimas: la única posibilidad supuestamente legítima para la arquitectura es aceptar la comisión de algún gobierno criminal o alguna corporación y concebirse exclusivamente como construcción eficaz y posiblemente estética.

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La posible convergencia entre la ética y la estética, entre lo bello y lo justo en la práctica arquitectónica, es a mi juicio un problema fundamental para nuestra disciplina en estos primeros años del tercer milenio. Esta preocupación, y su resolución particular en obras arquitectónicas, tendrá un impacto importante no solo en el desarrollo de nuestras ciudades, sino en la posibilidad de supervivencia de nuestras culturas. Tradicionalmente, desde el inicio del siglo XIX y particularmente durante el movimiento moderno del siglo XX, el interés político, ético o social de la arquitectura se ha entendido como antitético a su sentido poético o artístico, entendido casi siempre como un problema de “composición” del objeto arquitectónico. Ejemplos son las rubricas de “arquitectura social” o “arquitectura sustentable” con sus connotaciones tecnológicas, tradicionalmente opuestas a los intereses formales de los arquitectos frecuentemente considerados como grandes innovadores formales. Hoy las posiciones de vanguardia cuestionan incluso que la arquitectura tiene una función social o crítica, o que representa una posición política.

Numerosos malentendidos en torno a este problema han mantenido nuestra profesión en una posición marginal en la cultura. En casi todo el mundo se perpetua el sin sentido de una arquitectura supuestamente artística sin un autentico discurso teórico, que le de raíces en el lenguaje y los hábitos  cotidianos. O la absurda, supuesta alternativa, de una arquitectura de interés social  o simplemente sustentable que no es más que una actividad de ingeniería civil.  La polarización es falsa. La producción de una arquitectura a la vez poética y ética no es excepcional y ha sido posible a lo largo de nuestra historia, particularmente con anterioridad al momento de radicalización del sujeto como creador durante el siglo XVIII. La posibilidad de una tal arquitectura en el presente, responsable de su verdadero contexto físico y cultural a la vez que poética, ha sido la preocupación fundamental de mis especulaciones teóricas.

En vista de los fracasos del funcionalismo y de la supuesta alternativa, el formalismo banal identificado generalmente con lo posmoderno, la deconstrucción, o las novedades paramétricas, incapaces generalmente de crear espacios verdaderamente significativos para la humanidad, se vuelve difícil defender la legitimidad cultural y la importancia de nuestra disciplina.  Igualmente, identificar a la arquitectura con la simple producción eficiente de edificios, su mínimo denominador común, es muy perjudicial. La arquitectura implementa la tecnología, pero debe trascenderla, demostrar su capacidad como poética, revelando a la humanidad el sentido profundo de la vida, permitiéndole participar en una totalidad física, política y cultural que siempre la desborda y que en efecto le da consciencia.

Es importante enfatizar: nuestra consciencia no termina en el cráneo ni radica únicamente en el cerebro. Alva Noë explica: es encarnada y ubicada en el lugar. Las posiciones más interesantes de la neurobiología contemporánea, con raíces en la fenomenología existencial, afirman precisamente la falsedad de la concepción cartesiana de la realidad que pretende que cada uno de nosotros “construye” el significado dentro del cráneo a partir de información, llevando naturalmente a menoscabar el sentido luminoso y emotivo, o neutral y hostil, presente en nuestro entorno natural y cultural. Este malentendido que es prevalente en la modernidad nos hace ciegos a la importancia fundamental de la arquitectura y el diseño urbano: una disciplina llamada a dar lugar a lo maravilloso de lo cotidiano que existe a priori en el mundo encarnado, incluso a un sentido de lo sagrado que no es dependiente de religiones o posiciones teológicas.

Una visión más cuidadosa de nuestras tradiciones arquitectónicas en sus verdaderos contextos culturales, míticos, políticos y epistemológicos, sugiere una manera diferente de entender la arquitectura y su universo discursivo —una disciplina capaz de ofrecer a la humanidad, a lo largo de los siglos, y a través de diversas encarnaciones y modos de producción, un auténtico mundo encantado, atmósferas apropiadas a la acción significativa y armoniosas con la naturaleza, y experiencias en artefactos singulares capaces de expresión universal, dirigidos a la imaginación corporal: esto es, mucho más que un placer ornamental o superfical, o la solución técnica de algunas necesidades pragmáticas

La comprensión de esta situación es un primer paso de la mayor importancia. Sin embargo, debemos conceder que el problema para el arquitecto se ve complicado por la mentalidad tecnológica y consumista dominante en nuestro mundo que fácilmente cuestiona la capacidad de la arquitectura de significar, más allá de su sentido utilitario y pragmático, como si fuera un signo o la marca de un producto. Y desde la vertiente de la producción, el mundo tecnológico considera la especialización como la única solución a la gran proliferación de información en toda disciplina y, por consiguiente, tiende a pasar por alto el autentico conocimiento, la sabiduría que se da únicamente a través de nuestros hábitos y habilidades encarnadas (como el conocimiento que tiene el artesano de la madera, sólo adquirido después de muchos años de trabajo o los programas poéticos propuestos por algún arquitecto).

En otras palabras, nuestro mundo tecnológico tiende a ignorar la importancia de la capacidad ética de todo profesional para responder por sus acciones, en vista no de un código estrecho de deontología, sino en función de nuestra experiencia global de la vida, aquí y ahora, en función de una cultura amplia y con raíces históricas. Primeramente, es nuestra responsabilidad imaginar cómo nuestro proyecto es una promesa para el bien común, y los valores encarnados por las instituciones son nuestra responsabilidad. ¿Es justo diseñar una prisión bellamente detallada cuando quizás los carceleros son mas nocivos para la sociedad que los supuestos criminales? Dentro de un marco tecnológico estas preguntas parecerían ilegitimas: la única posibilidad supuestamente legítima para la arquitectura es aceptar la comisión de algún gobierno criminal o alguna corporación y concebirse exclusivamente como construcción eficaz y posiblemente estética.

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