Resultados de búsqueda para la etiqueta [Informalidad ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Wed, 30 Nov 2022 14:32:41 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 Espacios: Ciudades encontradas: Santa Fe de México y sus “colonias” https://arquine.com/ciudades-encontradas-santa-fe-de-mexico/ Wed, 04 Nov 2020 01:56:35 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/ciudades-encontradas-santa-fe-de-mexico/ Las aún discriminadas zonas como Santa Fe pueblo y sus colonias, representan los organismos más abundantes de nuestra ciudad y, por lo mismo, la parte más representativa del sistema de vida urbana contemporáneo. No podemos seguir existiendo en la ignorancia de ello.

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Confrontando al término de “Ciudades perdidas”, de uso común en el medio arquitectónico y urbanístico desde mediados del siglo XX hasta no hace mucho, hoy comparto una serie de reflexiones derivadas de un trabajo, pausado pero consistente, en las colinas del poniente de la cuenca de México. Específicamente en la sierra conocida como “de las cruces”, donde habitan los pobladores del originalmente fundado por Vasco de Quiroga, Santa Fe de México.

Los patrones derivados de la urbanización acelerada que provocan los procesos de industrialización de una economía, se han registrado desde los cuadernos de Pugin o Schinkel, en el siglo XIX, hasta la fecha. Marx y Engels viajaron a Inglaterra para observar el impacto que dichos procesos en la nueva clase obrera, y de las impresiones vividas derivaron un pensamiento crítico que a la postre, resultó altamente trascendente para ofrecer visiones alternativas a la monolítica postura del capitalismo industrial. En mi ciudad, la de México, aunque con un breve antecedente durante el período al que denominamos Porfiriato, culminado con la primera revolución social del siglo XX en el mundo, la verdadera transformación industrial ocurre a partir de la Segunda Guerra Mundial, donde se aprovecha la circunstancia del protagonismo estadounidense en el conflicto, para desarrollar una economía de fabricación y maquila que ofreciera al poderoso país de nuestra colindancia norte, aquellos productos que, por desarrollar armamento, habían pasado a un segundo término de producción.

La masiva migración de pobladores rurales a la Capital del país, muy pronto dejó totalmente desbordado cualquier intento de planificación, que contrariamente a lo que la creencia popular generaliza, sí los hubo y no de escasa calidad. No es una problemática de nuestra ciudad, es un patrón de conducta social globalizado. Así, para denominar, no sin un alto dejo despectivo, a los crecimientos derivados de la necesidad de habitar por parte de los migrantes, se generaron términos como “cinturón de miseria”, “ciudades perdidas”, “crecimientos Informales”, etc.

Sin embargo, el conocimiento y estudio del fenómeno, nos avienta números imponentes: la dimensión de la mancha urbana derivada de esta manera de habitar es mucho mayor a la realizada por los procesos planificados. También es mayor la cantidad de pobladores que construyen su vida diaria, su cotidianeidad, sus esperanzas, a partir de estos espacios. La película entonces pasa de negativo a positivo. Los espacios planificados resultan ser pequeños enclaves “perdidos” en la inmensidad de la ciudad total.

Romper entonces los prejuicios —aquello que ya hemos juzgado sin darnos siquiera la oportunidad de conocerlo, de entenderlo, de vivirlo—: lo que denominamos como ajeno al sistema, a partir de adjetivos calificativos peyorativos, resulta ser el patrón común de la mayoría de la población. Lo normal, aunque no esté normado por la legalidad, si no por el consenso de quienes ahí conviven.

El urbanismo generado y la arquitectura construida en la mayoría del territorio de las ciudades contemporáneas, y en este caso, el ejemplo de Santa Fe y sus colonias, como las autodenominan sus propios habitantes, es un ejercicio de gestión, negociación continua, crecimiento metabólico, donde se mezcla la necesidad de la eficiencia ante la precariedad, con el capricho de quien lotificó observando una oportunidad. Donde la arquitectura creada coquetea entre la tradición popular de la autoconstrucción, la vernácula del maestro del oficio, y principios estéticos y teóricos generados por los grandes maestros.

La abstracción prismática de los volúmenes, que manifiestan claramente su sistema constructivo, con losas en voladizo formando marquesinas hacia la calle, que narran el crecimiento por etapas de cada espacio, no son ajenas a las visiones de Le Corbusier o Gropius en los años 20 del siglo pasado. Tampoco son ajenos los usos a la necesidad del espacio mixto, donde vivienda y comercio se entienden como un binomio simbiótico y necesario. Se lucha por la aparición eso sí, de equipamiento urbano, inexistente en su origen: escuelas, clínicas, espacios religiosos, parques. Se lucha también por infraestructura —que no es lo mismo que equipamiento, aunque la cultura política ya ha englobado en una sola palabra todo, para variar—: drenaje, luz, agua potable, telecomunicaciones. El desarrollo de la estructura formada por el espacio que es público y la necesidad en este caso de soluciones topográficas: las calles vehiculares, las calles escalera, los remanentes de la geometría urbana, las fronteras con una naturaleza que se niega a morir del todo, a pesar de la contaminación y el deterioro. Al final, el espacio es tan intenso como pueden serlo aquellos callejones vetustos de centros históricos hoy convertidos en consorcios turísticos, con sus casas apiladas y saturadas. Lo que realmente cambia es la falsa sensación de seguridad o inseguridad, lo que cambia es el prejuicio.

Al final, esa es la ciudad, un ente vivo, transformable y transformándose continuamente, donde se guarda como memoria, aquello que la colectividad considera un valor común, lo que es patrimonio de todos, y se modifica aquello que, si no evoluciona, se convierte en un foco de riesgo para los que habitan el espacio.

Nunca falta, como puede verse en las imágenes, la intervención ventajista derivada de la búsqueda clientelar política, que repentinamente pinta de uno o varios colores predeterminados, aquello que está más a la vista, aunque como también un buen observador podrá notar, no alcanza para todo ni para todos.

Las aún discriminadas zonas como Santa Fe pueblo y sus colonias, representan los organismos más abundantes de nuestra ciudad y, por lo mismo, la parte más representativa del sistema de vida urbana contemporáneo. No podemos seguir existiendo en la ignorancia de ello.

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Los invasores https://arquine.com/los-invasores/ Tue, 27 Aug 2019 08:00:25 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/los-invasores/ Dos caras de un mismo fenómeno que resulta en la ocupación lugares para definir terrenos donde construir viviendas. A unos se les califica como "desarrolladores", a otros sólo como "invasores".

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Son las 6:30 de la mañana, el sol supera la altura promedio de los árboles, pero aún es naranja y débil; el frescor de la noche comienza a perderse, pero el calor sofocante propio de la Riviera aún está ausente. Es verano. Atravesando una malla metálica aparentemente continua por más de unos 600 metros salen de entre la selva cientos de trabajadores que viven, dicen, del otro lado —¿desde dónde será que se mira?. Algunos de estos accesos son dobles mallas separadas unos 60 centímetros, y pasan entre ellas como pasillos, otros han abierto con pinzas un hueco que no supera el metro de altura, y salen agachados hasta incorporarse a la fila de personas que, con paso rápido, caminan o van en bicicleta por las calles inmediatas a la malla. Se dirigen a las más de una docena de obras en construcción que hay en el conjunto denominado Aldea Zamá, en Tulum, Quintana Roo. Cómo ellos, también los hay en terrenos más cercanos al centro urbano, y próximos a la costa. Todos les conocen como los invasores. 

Durante más de dos décadas, los terrenos, originalmente propiedad de ejidatarios, han pasado de ser densas manchas de selva con poca densidad poblacional, a grandes lotificaciones con calles curvadas de concreto armado que, poco a poco, se llenan de edificios de cuatro a ocho niveles, la mayoría con alberca, y destinados a personas de evidente alto nivel adquisitivo. 

Donde la voracidad inmobiliaria aún no cimienta, viven personas que, bajo la postura gubernamental, lo hacen de forma ilegal en terrenos de propiedad privada. Sus casas son tan simples como similares: cimentaciones de piedra blanquecina, porosa y fuerte, propias de la región; estructuras de madera, muros de bahareque con enjarrado al interior, y techos a dos o cuatro aguas cubiertos de lámina tinta mate o palma seca tejida, y aunque hay calles de terracería delimitando ejes, la posición de las casas no deja de ser más bien aleatoria; respetando los arboles de mayor dimensión, o adaptadas poco a poco para la diversidad de negocios. A pesar de su aparente precariedad, las denominadas “invasiones” tienen mucha más vida urbana que los proyectos más exclusivos a la redonda: cuentan con tiendas, talleres mecánicos, de carpintería, de herrería, y palapas techadas que funcionan como espacios públicos donde los niños juegan. A lo largo del día, bicicletas o motos adaptadas ofrecen venta de pan, dulces, tacos de canasta, bebidas embotelladas y pozol de coco o cacao, bebida típica del sur de México a base de maíz. 

Se sabe de incontables ocasiones en que han sido desalojados o se ha intentado hacerlo; a través de acuerdos pactados o de violencia ejercida por grupos de choque contratados o por la misma policía. Las notas periodísticas y el decir de los habitantes locales nos entregan muchas versiones: para unos, se trata de grupos de personas desplazadas por la miseria a lo largo y ancho de todo el sur del país que, por años, han encontrado oportunidad de trabajo en esta zona, estableciéndose en amplios terrenos cercanos a las áreas de mayor crecimiento. Para otros, se trata de una jugada más de los denominados acaparadores de tierras: empresas con gran capital que manipulan un cumulo de personas que viven en precariedad, pagando sus construcciones temporales en el terreno invadido, exigiendo su derecho a la vivienda y esperando su regularización para la posterior adquisición a bajo costo de todos los terrenos involucrados. Esto explicaría, según algunos, la estandarización sospechosa de la vivienda y su rápida colocación en grandes grupos.

La problemática se extiende al negarse a distinguir entre quien lleva prácticamente dos décadas viviendo en dichos espacios y quienes han llegado repentinamente y en grandes grupos a las mismas zonas.

Sea cual fuere la verdad, son grupos sociales altamente estigmatizados y violentados: se argumenta que el narcotráfico se produce en dichas zonas; que son, desde títulos de los videos que se pueden encontrar en internet: “una terrible plaga”; que deben ser “desalojados, expulsados, privados de su derecho a la vivienda”. Se dice también que merece Tulum “orden, desarrollo y buena inversión”. Mientras tanto, hay una verdad que escapa de toda postura falsa de progreso y de especulaciones morales poco fundamentadas: se trata de una incontable cantidad de gente que ha sido arrastrada a trabajar en la construcción y mantenimiento de aquello que —paradójica y sistemáticamente— más tarde los obliga a ser expulsados. Mientras trabajan chapeando (la forma como llaman a limpiar terrenos), levantando muros, colando losas, cargando vigas, tejiendo la palma seca sobre las estructuras de madera, tendiendo camas de hotel, lavando su ropa sucia, asistiendo como niñeras o como enfermeras. Son personas sin oportunidad de establecerse,  incapaces de pensarse y sentirse como parte de un tejido urbano y social, de tener alguna certeza, de pensar un futuro. 

A quien ha tenido dinero para tomar zonas enteras originalmente dispuestas como áreas protegidas o propiedad de ejidatarios se le denomina sin mayor problematización: “desarrollos inmobiliarios”, mientras que la misma acción realizada por los desfavorecidos económicamente no son sino indeseadas “invasiones”. Se trata, como incontables casos, de la denominada aporofobia: miedo y rechazo a la pobreza. El lenguaje nunca es inocente y nos plantea el cuidado de la jerga popular; los discursos aseveran que los “invasores” representan una degradación del medio ambiente, debido a la tala indiscriminada de árboles, el mal uso del agua y de la nula existencia de infraestructura sanitaria, además de la inseguridad que se suscita por la llegada masiva de gente desconocida sin lazos entre sí ni interés por el bien común. Lo cierto es que, en el lado repleto de inversiones extranjeras, los desarrolladores no cuentan con una visión distinta de cómo debe construirse en el lugar. La densidad poblacional es aún mayor, hasta escandalosa, así como la deforestación y el nulo o precario diseño de correcta infraestructura pública que le dé sustento. La inseguridad por gente fluctuante es sufrida por igual. En realidad, sin demasiado esfuerzo, es posible demostrar quién hace más daño al equilibrio ecológico, social y al desarrollo ordenado del lugar; quién, con la especulación de tierras y el incontrolable desarrollo inmobiliario, genera mayores desigualdades, inseguridades y desorden. 

Luis, nombre ficticio de un hombre con familia que vive en dichas zonas, me cuenta, entre muchas cosas que, aunque nunca le ha tocado en persona ser amenazado, la forma en que se siente más presionado a marcharse es encareciéndolo todo y limitando el tipo de vivienda que pueden —con mucho esfuerzo— solo rentar: “Aquí solo te quieren rentar lugares pequeños, cuartos con todo apretado por $3,000 pesos mensuales y solo permiten dos personas. ¿Y si tengo hijos, dónde quedan? Pagar dos cuartos nos resulta imposible, por eso vivimos aquí (…) Por nuestro trabajo, tenemos que comer fuera, y es muy caro. Así es como nos obligan a buscar en otro sitio una mejor vida.”

Tampoco se aboga aquí por la reasignación de un lenguaje político “correcto”. No cabe más el concepto de asentamientos irregulares, puesto que los desarrollos están por igual fuera de toda ley y derecho. Además, las personas no se asientan tan solo en un lugar, no son objetos que simplemente caen y ocupan al espacio: en el espacio no nos asentamos, habitamos. No hay forma de entender la vida y el habitar como algo irregular.  

Mientras tanto, la lucha de grandes empresas por conseguir los terrenos y construir en ellos ha generado violencia en los barrios establecidos, desplazamientos forzados o inducidos por el encarecimiento de servicios básicos, desapariciones forzadas y hasta asesinatos de aquellos que han buscado defenderse por la vía legal. Son, en este sentido, los más peligrosos y poco juzgados invasores. 

¿Quién invade a quién? Desde dentro de los silenciados, ¿cuál es la verdadera plaga?

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La metrópoli de lo informal https://arquine.com/la-metropoli-de-lo-informal/ Mon, 03 Jul 2017 17:12:26 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-metropoli-de-lo-informal/ El fenómeno de la urbanización informal ha devenido el elemento dominante en la producción de ciudades en los países en vías de desarrollo. La magnitud de esta modalidad de urbanismo lo ha convertido en la norma más que la excepción en el crecimiento de las ciudades contemporáneas, en algo natural a nuestros entornos más que en una aberración. Los términos favela, barriada , kampong, slum, villas miseria, bidonville o asentamiento irregular son manifestaciones locales de un fenómeno global.

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Texto publicado en el número 16 de la Revista Arquine, verano del 2001 | #Arquine20Años 269271-ciudad-neza-mexico-1080x720.jpg.imgw.1280.1280

El fenómeno de la urbanización informal ha devenido el elemento dominante en la producción de ciudades en los países en vías de desarrollo. La magnitud de esta modalidad de urbanismo lo ha convertido en la norma más que la excepción en el crecimiento de las ciudades contemporáneas, en algo natural a nuestros entornos más que en una aberración. Los términos favela, barriada , kampong, slum, villas miseria, bidonville asentamiento irregular son manifestaciones locales de un fenómeno global. La idea de lo informal ha erosionado nuestra noción de ciudad, poniendo en tela de juicio los objetivos y la eficacia de la planeación urbana. La ciudad de México representa, quizás mejor que ninguna otra, el paradigma de esta condición urbana. Un área de más de 1,400 kilómetros cuadrados con una población de 18.5 millones de habitantes, donde un estimado del 60% de la población vive en áreas que se originaron mediante algún tipo de informalidad.

La urbanización informal es tradicionalmente comprendida como las formas de desarrollo urbano que ocurren fuera de los cuales legales, planificados y regulados de urbanización, y que suelen estar caracterizadas por ocupación indiscriminada de uso del suelo, la falta de aprobación oficial y de títulos de propiedad, la vivienda precaria y la ausencia de equipamientos y servicios. Sin embargo, al hablar del fenómeno se suele caer en tópicos conocidos, mitos y percepciones equivocadas que dificultan el conocimiento riguroso, así como una aproximación más instrumental. Lo informal no significa simplemente carente de planeación. Por el contrario, casi siempre contempla una serie de decisiones, estrategias y políticas que, aunque mínimas o poco ortodoxas, representan una modalidad de planificación. El “paracaidismo” y las invasiones “espontáneas” representan un porcentaje mínimo de la totalidad de los proceso de urbanización informal y, aunque aun practicada, la autoconstrucción no es la única modalidad de urbanización informal. Pensar que la producción de vivienda es el único componente de la urbanización informal es negar las múltiples estrategias y formas que conforman lo urbano. La informalidad incluye la construcción del espacio público e infraestructura.

Más allá de la magnitud del fenómeno, la urbanización informal ha generado una serie de mutaciones e impulsos creativos dentro de las prácticas de arquitectura y planeación urbana que no pueden ser ignoradas. La evidencia de su relevancia es el hecho de que en lugar de que la ciudad informal desaparezca, la ciudad de México se ha convertido en informal.

 

500 años de informalidad en el Valle de México

La informalidad ha jugado por muchos siglos una apel dominante en la construcción del espacio urbano de la ciudad de México. Se ha dicho que la mayor parte de la antigua Tenochtitlán fue construida en desafío a las normas y prácticas oficiales. Durante la Colonia también se dieron de manera importante esas prácticas y a mediados del siglo XIX, cuando se crean las primeras subdivisiones y desarrollos de clase media y alta, se dieron manifestaciones de irregularidad que abarcaban desde la manera en que la tierra se vendía y ocupaba hasta la falta de provisión de servicios púbicos e infraestructura. La informalidad urbana dominante del siglo XX no surgió espontáneamente, como se suele creer, sino continuó los mismos patrones de prácticas y mecanismos existentes por mucho tiempo. La ciudad de los palacios de Humboldt era también la ciudad de lo informal.

La mayor paradoja de la modernidad arquitectónica del siglo XX en México es que al llegar al zenit arquitectónico se empieza a dar con mayor intensidad el fenómeno de la urbanización informal. Cuando Mario Pani termina de construir el multifamiliar Miguel Alemán en 1949, se produce una explosión urbana en las periferias de la ciudad de México. Durante los siguientes 25 años, los arquitectos y urbanistas entablarían una batalla (perdida) con la generación de viviendas para la creciente población y la comprensión de una dinámica de la megalópolis que excedería las herramientas conceptuales e instrumentos prácticos de que se disponía. Ciudad Neza y Valle de Chalco son dos de las periferias metropolitanas más importantes desarrolladas de manera informal en los últimos cincuenta años y cuya historia sirve para explicar tanto este fenómeno como el desarrollo de la ciudad de México en las últimas décadas.

 

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Neza: la anti-Atlántida

Ciudad Nezahualcóyotl, mejor conocida como Neza, ocupa un área de 3,800 hectáreas localizadas en el lecho del antiguo Lago de Texcoco. Su desarrollo está íntimamente relacionado con las operaciones de drenado del lago que comenzaron hace siglos con los colonizadores españoles y que se extendieron hasta este siglo. Neza inicia su desarrollo a mediados de la década de los años 40 en terrenos de dudosa tenencia. La decreciente ribera del agua reconfiguró el territorio generando disputas de propiedad que se mantuvieron sin resolver por décadas. Si uno de los ideales urbanos en la tradición occidental ha sido la Atlántida, la ciudad mítico oculta bajo las aguas, entonces Neza puede ser comprendida como su antítesis: una ciudad expuesta cuando las aguas del lago de Texcoco bajaron a mediados del siglo XX. El fenómeno de Neza contrapone los ideales utópicos de la Atlántida —civilización, forma, comunidad y ciudad— con las tácticas de corto plazo: flexibilidad, informalidad, pragmatismo y acción.

Neza todavía evoca exageraciones e imágenes de caos, injusticia, fraude, desesperación, vulnerabilidad, crimen y especulación inmobiliaria. Para la opinión pública se convirtió en el símbolo de todo lo que estaba mal en la ciudad: contaminación, deterioro ambiental, crecimiento sin control, eran algunos de los problemas de Neza. En la voz de sus críticos, se trata de una urbanización bastarda, un cáncer que nunca se debió haber dejado crecer. La migración rural-urbana, así como los cambios demográficos sucedidos a mitad del siglo XX, fueron importantes para el desarrollo de Neza. Para los millones de nuevos migrantes a la capital y, ante la falta de opciones de vivienda en zonas céntricas, desplazarse a la periferia fue una salida natural.

El drenado del lago y los patrones de ventas y apropiaciones realizados en un inicio muestran una operación racional de subdivisión del territorio. Pocas veces en la historia de la ciudad de México se emprendió una labor de tal magnitud como la organización de Neza. La primera operación fue utilizar la retícula a dos escalas distintas. En primer lugar, una retícula de 1 km por 1 km que organizaba el territorio en colonias y, en segundo lugar, una mini-retícula que le daba a cada colonia un carácter específico. Las variaciones tipológicas de los patrones de cada colonia se daban de acuerdo a los distintos fraccionados o según la modalidad de ocupación, dura invasión o venta ilegal. La mayoría de las colonias fueron planeadas con una gran zona abierta al centro, reservada para servicios y equipamiento, pero en la actualidad estos espacios abiertos han sido ocupados, dejando a las colonias con un espacio público mínimo.

En menos de 40 años, Neza dio un salto brutal de un territorio desolado a una ciudad de un millón y medio de habitantes. Su densidad de población ha alcanzado los 360 habitantes por hectárea, lo que resulta altísimo tomando en cuenta que la mayoral de los lotes están ocupados por viviendas unifamiliares de dos o tres niveles. Neza, Neza York, Minezota, es actualmente una ciudad con un alto nivel de interacción social, pluralidad cultural y complejidades espaciales que otras comunidades planeadas sólo podrían desear.

 

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Valle de Chalco: territorio de la informalidad

Valle de Chalco ocupa un área de aproximadamente 2,200 hectáreas localizadas en la periferia suroriente de la metrópolis, a 30 kilómetros del centro de la ciudad. De manera similar a Neza, el asentamiento está localizado en el lecho de un antiguo lago. Desde inicios del siglo XX hasta la década de los años 60, el lago de Chalco fue drenado para ser utilizado como área de cultivo. La expansión de la industria a la zona terminó contaminando las aguas, haciendo imposible que se pudiera sembrar productivamente. Para los años 1970, el valle de Chalco era una planicie árida con algunos pastizales, una zona de inundación activa durante el verano y el sitio futuro de uno de los ejemplos más impresionantes de urbanización informal en la ciudad de México.

El valle de Chalco excede la noción de lo urbano e ingresa al dominio de lo geográfico. Su magnitud adquiere una condición territorial. El mismo patrón de ocupación espacial —plano, gris, inconcluso y homogéneo— se extendió pro kilómetros. Únicamente el volcán de Xico, el canal que lo rodea, la autopista y las líneas de alta tensión sirven como referentes. A primera vista, valle de Chalco y Neza resultan similares: retículas continuas desarrolladas en antiguos lechos de lagos. Sin embargo, tienen diferencias considerables por la forma en que se desarrollaron y en la urbanidad espacial que generaron. Chalco se realizó con mucho menos planeación que Neza, aunque su desarrollo se caracterizó por una menor fricción entre los habitantes y los desarrolladores. En Chalco nunca hubo un plan generador como lo hubo en Neza. Las operaciones inmobiliarias y de subdivisión se realizaban in situ o dibujadas en un cartón. La aparente regularidad de la forma urbana remite a que las propiedades ejidales existentes seguían retículas ordenadas y a que, adicionalmente, algunos de los desarrolladores habían estado involucrados en la urbanización de Neza. La ausencia de espacio público y semipúblico en valle de Chalco es brutal. Lo urbano ha sido reducido al mínimo y los patrones de manzanas rara vez escapan a al escala cerrada asociada con la vivienda unifamiliar. La provisión de espacio público ah sido objeto de una apropiación y las calles han sido el sitio predominante de la actividad pública.

Valle de Chalco está compuesto por más de veinticinco colonias que, si bien varían en tamaño, contienen aproximadamente 3000 terrenos y cerca de 200 manzanas cada una. El terreno promedio es de más de 190 metros cuadrados, aunque el 25% de las viviendas sólo poseen un cuarto y más de la mitad son de menos de 30 metros cuadrados. La urbanización y provisión de servicios den valle de Chalco no puede ser entendida sin hablar del Pronasol. El Programa Nacional de Solidaridad instaló electricidad en todo el valle en sólo 60 días. La provisión de agua también fue un logro del mismo, ya que de contar únicamente con hidrantes, servicio de pipas y pozos ilegales, Pronasol logró que despee´s de 1995 más del 90% de las viviendas tuvieran una toma de agua dentro del lote. Neza y valle de Chalco provocan un shock y una sorpresa a la vez. Pero más allá de esta especie de morbo y atracción, es fundamental comprender que ambos asentamientos no son casos aislados, sino más bien paradigmas de una modalidad que no desaparece. La incomodidad profesional ante lo banal, lo vulgar, lo genérico y lo mediocre compite con las transgresiones creativas y las subversiones que se producen ahí, así como con las interrogantes a nuestros planteamientos de lo que realmente debería ser una ciudad.

 

Un nuevo término

Ante las fáciles divagaciones sobre un tema como éste en el ámbito sociológico, antropológico o sociopolítico, es importante restablecer el dominio del urbanismo y de la arquitectura en la condición específicamente espacial de este fenómeno, empezando pro generar nuevas definiciones del mismo. “Urbanismo de lo informal” es un termino que se refiere a las prácticas y a las formas que un grupo utiliza no sólo para acceder al suelo o y a la vivienda, son también para satisfacer sus necesidades de participación en la vida urbana. Estas prácticas están caracterizadas por decisiones tácticas e incrementarles, por la compleja interacción entre los involucrados y, sobre todo, por las muy particulares estrategias espaciales que produce un espacio urbano progresivo y que re configuran jerarquías tradicionales. La palabra “informal” significa aquello que carece de forma. Pero también significa “fuera de lo regular o lo prescrito,” así como se refiere a lo casual o lo ordinario. Esta triple acepción de la palabra puede servir para articular una relación más instrumental entre el fenómeno y nuestras disciplinas.

Si los arquitectos y urbanistas tradicionalmente han estado interesados en estudiar cómo se puede mejorar la urbanización informal, ahora resulta más interesante entender cómo la urbanización informal puede informar ciertas formas y procesos utilizados para planear la ciudad. Para esto expondremos tres tácticas utilizadas en los urbanismo de lo informal como provocaciones y posibles técnicas a incorporar a un ámbito profesional.

 

Jerarquías nómadas

En los urbanismos de lo informal, las tradicionales jerarquías de desarrollo, uso, público-privado e infraestructura desarrollan un alto nivel de flexibilidad. El aparente espacio no-jerárquico de la informalidad, manifestado en el uso de la retícula, en realidad está configurando y reconfigurándose en el tiempo. Las tradicionales jerarquías espaciales son sustituidas por tácticas además infraestructura a posteriori, provisión de servicios y ocupación del terreno. Áreas que no eran de particular importancia pueden adquirir un papel dominante y viceversa.

 

Ecologías del tiempo

Los urbanismos de lo informal manejan la evolución en el tiempo de una manera mucho más compleja que otros modos tradicionales de urbanización. La urbanidad no se define simplemente en función de un tiempo requerido para consolidares y adquirir una “imagen de ciudad” sino que involucra una combinación de estrategias rápidas y lentas implementadas a lo largo del tiempo para maximizar la relación entre los recursos y las necesidades de los habitantes. La construcción de una estructura básica para vivir puede tomar tan poco como dos semanas, mientras que en otros casos, la transición de jacal a vivienda terminada puede llevar décadas. Esta modalidad de urbanización plantea una transformación en nuestra comprensión de la urbanidad como forma terminada hacia una urbanidad definida por densidad de procesos espaciales.

 

Simbiosis humano-arquitectónica

La noción de urbanidad en los urbanismo de lo informal escapa a las definiciones meramente físicas del espacio. Las estrategias para configurar una urbanidad no sólo comprenden altos niveles de participación de los involucrados en al construcción de espacio urbano sino también una compleja interacción entre las formas y los procesos que confieren dicha urbanidad. De la provisión sui generis de servicios e infraestructuras como agua y electricidad a la apropiación de acalle como espacio público, éstas son muestras de una simbiosis humano-arquitectónica de gran interés.

 

Al comprender la metrópolis de manera informal, es posible hacer que la ciudad sea permeable a una dimensión social y política y abandonar la obsesión de control como una herramienta deseable en la práctica del urbanismo. Es también una alerta para un urbanismo menos serio y capaz de abordar lo real, lo cotidiano, lo genérico y lo construido sin prejuicios.

El futuro de la ciudad de México dependerá en buena parte de la habilidad de urbanistas y arquitectos para comprender la informalidad como una condición constitutiva de la ciudad y alinear marcos y estrategias para trabajar con este fenómeno urbano cada vez más complejo. Ignorar tanto su importancia como su capacidad de modificar nuestras formas de trabajar, relegará a nuestra disciplina a seguir operando en los márgenes de los eventos y fenómenos que realmente construyen la ciudad y a ser simples comentaristas de la condición urbana.

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57% de informalidad y el espacio público https://arquine.com/informalidad-y-espacio-publico/ Wed, 02 Dec 2015 22:54:52 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/informalidad-y-espacio-publico/ En términos urbanos, los efectos de la informalidad se vierten con frecuencia sobre una de las bases de la convivencia civilizada: el espacio público. Sin el pleno uso y goce de los ámbitos comunes la comunidad resulta gravemente lesionada. Empezando por las banquetas, las calles, las plazas: no son territorio dispuesto para la invasión de los particulares. Por más que haya mucha gente necesitada, siempre será superior la necesidad social por conservar la vigencia de los derechos y las propiedades colectivas.

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Publicado originalmente en El Informador

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Los recientes esfuerzos del Ayuntamiento de Guadalajara por ordenar las calles del centro deben recibir el apoyo, e incluso el aplauso, de la ciudadanía. Pero, cómo se usaba decir, el apoyo debe siempre ser crítico. O sea, estar al pendiente de que lo que suceda a partir de ciertas acciones se apegue a la justicia, la igualdad, la sensatez, los principios democráticos.

Porque, no se puede olvidar ni un momento, el mandato de la gente es la base de la legitimidad de la autoridad y de sus disposiciones. Parece una obviedad, que no lo es tanto: el Ayuntamiento es el gobierno de la ciudad. Lo que hace, es en nombre de todos, los que votaron por él y los que no. Así es la democracia.

En un país con un altísimo grado de actividad económica informal resulta más que explicable que esta realidad pueda desbordarse en las calles. Y más con la permisividad, e incluso el apoyo interesado de algunas fuerzas políticas que históricamente se han beneficiado del corporativismo tan rendidor en acarreos, presiones y urnas. Sin embargo, esas aguas desbordadas de la informalidad pueden –si hay sabiduría política y tino- ser reencausadas hacia canales formales que, recordémoslo, son no sólo convenientes sino benéficas para la sociedad. Hasta ahora, el Ayuntamiento ha ofrecido opciones viables de reubicación y/o ocupación a los comerciantes afectados. Hay que seguir al tanto.

En términos urbanos, los efectos de la informalidad se vierten con frecuencia sobre una de las bases de la convivencia civilizada: el espacio público. Sin el pleno uso y goce de los ámbitos comunes la comunidad resulta gravemente lesionada. Empezando por las banquetas, las calles, las plazas: no son territorio dispuesto para la invasión de los particulares. Por más que haya mucha gente necesitada, siempre será superior la necesidad social por conservar la vigencia de los derechos y las propiedades colectivas.

Surge, de cualquier modo, el comprensible reclamo de los vendedores ambulantes que hacían de esa actividad su modus vivendi. El drama humano que para muchos de ellos representa el cese de un modo –por ilegal que sea- de allegarse recursos para ellos y sus familias es una realidad. Quizá sea una cuestión de ingeniería, de aplicación y equilibrio de fuerzas.

Toda esa fuerza humana que hasta hace poco se empleaba para lesionar al espacio público (y a la misma economía general, recuérdese el no pago de impuestos), podría ser canalizada en favor de la propia ciudad. Todos sabemos las graves carencias urbanas que se padecen. Servicios, mantenimiento, limpieza, conservación de banquetas, calles y fincas… Habría que hacer un programa mucho más amplio de empleo –y aquí los políticos y los economistas tendrán que usar toda su creatividad e imaginación- mediante el que la gente que tendrá que cambiar de giro, de modo de vida, pueda trabajar dignamente a favor de la ciudad a través de la formación de brigadas de rescate urbano.

Se requieren muchos recursos. El Ayuntamiento prometió no engordar su nómina. El nivel de ingresos para estas brigadas debe ser razonablemente competitivo con respecto al que los ambulantes tenían… Claro que hay retos, dificultades, preguntas múltiples. Sin embargo, considérese la muy alta cantidad de dinero público invertido en otros programas sociales, sobre todo en el nivel federal.

Debe haber una manera como el Ayuntamiento tenga justo acceso a una parte suficiente de esos recursos para un fin como el que se describe, de altísimo beneficio social y urbano. Debe haber un formato laboral con el que se pueda generar este ambicioso programa – mucho más ambicioso que las medidas hasta ahora anunciadas. Y entonces, con los argumentos adecuados, llevar adelante la ingeniería (y la arquitectura) para que la fuerza, el tesón, la notable iniciativa de los ex ambulantes (o fijos) informales se apliquen no contra los derechos de todos a su espacio común, sino a favor de una ciudad que tanto los necesita, y a los que no debe dejar al garete. Solamente así el espacio público recuperado podrá tener plena vigencia, justicia. Y continuar ampliándose.

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