Resultados de búsqueda para la etiqueta [Feminismo ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Thu, 22 Aug 2024 19:13:26 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 La casona y la semilla https://arquine.com/la-casona-y-la-semilla/ Thu, 22 Aug 2024 19:13:26 +0000 https://arquine.com/?p=92556 La casona Hace mucho que no escuchaba hablar de Francesca Gargallo (1956-2022). Recordaba con vaguedad la vez que vino a hablarnos a la facultad (quedamos asombradas). Años después, vi en redes la triste noticia de su fallecimiento. Y, luego, al chico que mencionó su nombre en la puerta de un bazar, mientras se terminaba su […]

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La casona

Hace mucho que no escuchaba hablar de Francesca Gargallo (1956-2022). Recordaba con vaguedad la vez que vino a hablarnos a la facultad (quedamos asombradas). Años después, vi en redes la triste noticia de su fallecimiento. Y, luego, al chico que mencionó su nombre en la puerta de un bazar, mientras se terminaba su cigarro. Me contó que conoció a Francesca en la acampada a propósito del movimiento Ocupa Wall Street frente a la Bolsa Mexicana de Valores y que así había llegado a La Casona, una mansión abandonada en Santa María la Ribera (Ciudad de México), que Gargallo compró con una herencia y habilitó para que distintas colectivas hicieran uso de sus espacios. En La Casona surgieron, entre otras cosas, un huerto orgánico y también Enchúlame la Bici, un taller de reparación de bicicletas en donde participaba el chico del bazar.

La Casona se construyó y aún hoy se sostiene por la convicción de Gargallo de abrir espacios de conversación e intercambio, redes de cooperación y amistad capaces de recuperar eso que la feminista y marxista Silvia Federici llama los comunes: medios, conocimientos, recursos, memorias y prácticas necesarias para la construcción de una vida colectiva digna y compartida. De esas redes de complicidad, que Gargallo construyó en vida, se deriva también la publicación póstuma, por parte de la cooperativa editorial Heredad, de dos de las tres novelas que comprenden una saga especulativa montada sobre un escenario de colapso planetario.

Dafne

Mientras leía las novelas de Gargallo, pensaba mucho en el chico aquel: en la acampada en plena crisis de 2011 (que en México coincidió con la estrategia necropolítica del calderonismo), en La Casona renaciendo de las ruinas, en las bicicletas que ese muchacho repara ahí diario… Ahí había algunas claves dispersas para entender el proyecto novelístico de Gargallo que, sin duda, estaba volcado a reflexionar sobre el periodo neoliberal tal como se vivió en México desde finales de los 80 y con el cambio de milenio.

Más allá de México, las novelas (La costra de la tierra y La semilla, ambas publicadas en 2024, y parte de la trilogía La Madre Tierra) nos insertan en un planeta colapsado ecológica y socialmente, derruido por un paradigma neoliberal en el que el crecimiento era un fin en sí mismo, y el credo del desarrollo no preveía distribuciones sociales de ningún tipo. Dafne, una periodista griega que dota a la novela de una perspectiva global, recuerda así su paso por las antiguas selvas de Brasil, ya convertidas en meros monocultivos de extracción:

Echó a andar hasta la frontera con Paraguay, y empezó a bajar los ríos del Mato Grosso, las cañadas de selvas desaparecidas, los miles de kilómetros de sembradíos rociados de plaguicidas con su gente adentro, niños que tosen, mujeres guaraníes con el bebé cubierto de pústulas en los hombros y la voluntad de no reproducirse en el vientre. Soya, un mar de soya transgénica, un océano con islitas de un maíz tan triste que ni los animales lo comen, maíz para biodiesel, carne para ser quemada.

En medio de semejante panorama, imaginar el futuro se volvió una tarea en verdad insoportable. O, como dice Dafne en la novela: “el futuro… ahora pensaba en él como en una próxima artritis, fatiga, terror de Alzheimer.” Y, sin embargo, la saga de Gargallo nos invita (de hecho, nos obliga) a contemplar el futuro, tanto en sus escenarios de terror como en sus atisbos de esperanza, por más mínimos y fugaces que sean.

La semilla

La semilla (plan campesino de solteras) nos sitúa específicamente en La Mixteca, en un escenario donde ciertas corporaciones transnacionales —con el apoyo por agencias gubernamentales y policíacas— han obligado a las comunidades campesinas de la región, por medio de la coerción y la desinformación, a cultivar una semilla de maíz transgénico que sólo estas empresas venden (bajo el argumento ya conocido del mayor rendimiento productivo). Esto, a su vez, conduce a la paulatina desaparición de múltiples variantes regionales del maíz, seleccionadas y cultivadas por las comunidades locales durante años. Las conversaciones que circulan por las páginas de la novela se sitúan en este marco y desarrollan algunas de sus posibilidades: ¿cómo se vería un campo en donde un puñado de corporaciones controlan una semilla e imponen el monocultivo?; ¿qué sucedería con las formas de vida, cultivo y tenencia de la tierra de una región como La Mixteca?; ¿qué pasaría, por ejemplo, si una plaga atacara la variante única del maíz y ya quedara poco o nada de otras variedades (algunas quizá capaces de resistir a esta plaga en concreto)?; ¿qué sucedería, digamos, si un grupo de campesinas, académicas y periodistas tratara de alumbrar esta situación en el panorama represivo del México neoliberal?

Nuevos cercamientos

Silvia Federici ha argumentado que, ante la crisis sistémica de los años 70, el capitalismo vio la necesidad de reactivar un proceso de despojo y acaparación de recursos que la autora llamó nuevos cercamientos. Los nuevos cercamientos consisten en despojar a las comunidades de los medios para reproducir y sostener su vida, de tal forma que la gente se vea obligada a abandonar la tierra y trabajar por un salario bajo (a menudo luego de haber migrado a lugares donde viven en una situación legal precaria). Así, dice Federici, los nuevos cercamientos producen trabajadoras explotadas, vulnerables, deslindadas de sus comunidades de organización y resistencia. La tierra, a su vez, pasa a manos de peces más gordos. Se trata de un proceso que Marx llamó acumulación originaria, ocurrido durante el auge del capitalismo en la modernidad temprana a partir de dispositivos de despojo y represión (mejor ejemplificados por la colonización). A diferencia de Marx, Federici argumenta que el cercamiento no es sólo originario, sino que es un proceso continuo del capital que se acelera en determinados contextos y momentos (sobre todo ahí donde ha sido resistido).

Los escenarios especulativos que circulan por la novela de Gargallo van en esta misma dirección: el colapso ecológico, el acceso desigual al agua, el sometimiento del campesinado por medio de la semilla de propiedad corporativa y la plaga en la variante impuesta del maíz conducen a una situación donde la agricultura de subsistencia —la milpa— se torna cada vez más difícil, lo cual lleva al abandono del campo, la migración hacia Estados Unidos y la acaparación de tierras por grandes empresas de monocultivo: “Las rancherías se mostraban abandonadas. En Calecilla, un perro macilento aulló y a su paso, y de una casa, alguien le aventó un palo sin mostrarse. La tierra entera se había despoblado”. Así, en el juego de la especulación, Gargallo articula una teoría sobre los cercamientos en conversación directa con interlocutoras como Federici, a la vez que muestra la soledad, el abandono, la deshidratación y el silencio como indicios de un mundo cada vez más inhabitable.

La multitud

Siguiendo cierta estructura popular de la ciencia ficción, La semilla plantea una trama de aventura o misión colectiva: un grupo híbrido de biólogas, periodistas y campesinas empieza a develar el asunto de la plaga del maíz. Conforme la novela avanza, el grupo se enfrenta a las fuerzas opresivas de la metrópoli neoliberal (grupos criminales, instituciones gubernamentales, agencias policiacas). Al mismo tiempo, la resistencia crece y se organiza de una forma provisional e improvisada: “contingentes de más de cuarenta organismos no gubernamentales, mujeres y hombres de sus casas, taxistas, curiosos, estudiantes, feministas, jubilados”. Lo que Gargallo plantea se parece a lo que Antonio Negri llamó la multitud (este filósofo, por cierto, participó al igual que Federici en la Autonomía italiana de los años 70, un movimiento juvenil que trató de resistir los primeros embates del neoliberalismo en ese país). Según Negri, los movimientos sociales más sólidos de la etapa neoliberal (como la propia Autonomía) articularon una forma organizativa heterogénea, una red constituida por múltiples grupos, organizaciones y sujetos aliados, y, sin embargo, independientes hasta cierto punto uno del otro.

Si La semilla se lee en el tono de una misión o aventura liderada por esta multitud, La costra de la tierra, en cambio, se lee como una larga conversación entre amistades sobre la posibilidad de la vida misma en el planeta. Pero en esa larga conversación aparece también la estructura de la multitud en la que Gargallo localiza algo de esperanza, pues es en la construcción de vínculos, conversaciones, de intercambiar y compartir conocimientos y perspectivas, donde se va gestando una resistencia en común y una imaginación y experimentación colectivas con las que se puede lograr otra forma de habitar el planeta. En este sentido, la propuesta de las novelas no difiere tanto de la idea que estructura la arquitectura y la vida de un sitio urbano como La Casona.

Peripheria

Gargallo de seguro sabía que su proyecto novelístico se mantendría en los márgenes de la “literatura mexicana” contemporánea (muy posiblemente así lo buscaba). Al final, está claro que es ahí donde estas novelas pueden hacer sentido y tener eco. Por eso no sorprende que Manuel Amador haya organizando un grupo de lectura en la librería Peripheria de Ecatepec (Estado de México). Peripheria es un sitio que se sabe marginal, tanto en términos geográficos (está localizada en uno de los barrios al noreste de la capital, donde se carece de espacios culturales), como por su especialización en géneros como la ciencia ficción y la fantasía (géneros periféricos en el canon nacional). Amador coordinó un grupo en el que se leía y respondía a las novelas a partir de dibujos. Cuando le pregunté la razón por la que había organizado el grupo en Peripheria, me dijo que quería conversar sobre la vida en medio de la catástrofe planetaria tal como se observa desde un lugar como Ecatepec (donde él trabaja desde hace tiempo). Cuando le pregunté qué le había gustado del proyecto, me dijo que lo más importante había sido la construcción de un grupo de amigas: es decir, de una conversación —una semilla— que, de alguna manera, ya forma parte de las múltiples redes de complicidad colectiva a las que Gargallo dedicó su quehacer político, intelectual y urbano.*

Referencias

  • Silvia Federici, Reencantar el mundo: el feminismo y la política de los comunes, Traficante de Sueños, 2020.
  • Francesca Gargallo, La semilla (plan campesino de solteras), Heredad, 2023.
  • Francesca Gargallo, La costra de la tierra, Heredad, 2023.

*Agradezco al profesor Manuel Amador por la conversación que tuvimos por notas de voz en Whatsapp.

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Entre marchas y portadas de arquitectas del año: arquitectura y feminismos blancos https://arquine.com/entre-marchas-y-portadas-de-arquitectas-del-ano-arquitectura-y-feminismos-blancos/ Mon, 13 Mar 2023 15:51:59 +0000 https://arquine.com/?p=76487 Todas las mujeres, también aquéllas con más privilegios de diversos órdenes, han atravesado injusticias que derivan de un sistema patriarcal, pero también es cierto que, muchas veces, desde el privilegio mismo no se perciben siquiera otras voces que viven circunstancias diferentes donde, en ocasiones, las mismas mujeres privilegiadas se vuelven opresoras.

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Hace algunos años, un amigo trabajaba en una oficina de arquitectura —de cuyo nombre no quiero acordarme— que se componía por dos niveles: una planta baja donde se encontraban las arquitectas y arquitectos que podían ser vistes por los clientes —por ser más guapos, más classy— y un sótano donde los más “humildes” y talacheros se hallaban.

Pues resulta que esta metáfora espacial de la discriminación tenía, a su vez, varios corolarios: Uno de ellos era que, por lo general, las chicas de la planta baja provenían de escuelas privadas y los hombres que las rodeaban solían desdeñar sus capacidades profesionales y acentuaban que habían sido contratadas por “bonitas”. Ya aquí había una violencia de género que provenía de diversos frentes: de los contratantes tanto como de los compañeros de trabajo. 

Sin embargo, ocurrían opresiones que, a su vez, empalmaban cuestiones de género con temas de racismo y clasismo, por lo menos. Uno de estos eventos sucedió cuando una chica que trabajaba en el sótano solicitó un ascenso. Ella argüía que su desempeño lo ameritaba. Ante esta petición, una socia de la firma le negó el ascenso bajo el siguiente argumento: “no tienes el perfil”. Al ser increpada acerca de a qué se refería con esto solamente se dignó a repetir la misma frase: “no tienes el perfil”. Esta chica no era delgada ni blanca, no era tampoco considerada “guapa” dentro de los parámetros estéticos de las clases altas de México.

 

Feminismo blanco

¿Qué nos dice este relato ante el tema tan vigente de la lucha de nosotras las mujeres? Yo creo que muchas cosas. En lo personal celebro que varias mujeres de nuestro gremio se organicen en un contingente los días 8 de marzo de unos años para acá. Me parece una manifestación legítima. Sin embargo, creo que aún nos queda mucho por visibilizar porque, por lo general, las caras que nos representan a las mujeres gremialmente son mujeres con ciertos privilegios. Es lo que diversas autoras señalan como feminismo blanco o feminismo liberal. 

En este sentido, el feminismo blanco no debe leerse de manera literal como feminismo de mujeres de tez blanca. Se llama así porque se conceptualiza en el marco de los Estados Unidos de América donde los planteamientos de ciertas mujeres (ahí sí blancas) sostienen que el problema al que nos enfrentamos es un asunto de desigualdad ante los privilegios del género masculino y ya.

Ok, ok, no se debe negar en absoluto que todas las mujeres, también aquéllas con más privilegios de diversos órdenes, han atravesado injusticias que derivan de un sistema patriarcal, pero también es cierto que, muchas veces, desde el privilegio mismo no se perciben siquiera otras voces que viven circunstancias diferentes donde, en ocasiones, las mismas mujeres privilegiadas se vuelven opresoras. Esto es precisamente lo que señalan las feministas críticas del feminismo blanco que sólo reconoce el tema de la desigualdad de género, pero olvida entretejer esos problemas con opresiones estructurales tales como la raza, la clase social, entre otros.

 

Otros feminismos

Entonces, ¿qué hacemos? La pregunta es complicada, pero lo es mucho más su respuesta. De entrada, tenemos que cuestionar nuestras propias creencias y prácticas. Hablar de arquitectura y feminismo no se limita a las arquitecturas que producimos, aunque por supuesto que lo incluye. 

Hablar de arquitectura y feminismo supone un problema de representación, por un lado. Es preciso dar a conocer a quienes han sido silenciadas en la historia: sí, Lilly Reich, Aino Marsio, Eileen Gray… pero también a los colectivos detrás de los grandes nombres de arquitectas que hoy engalanan las revistas cada 8 de marzo, así como también a otras fuerzas sociales de mujeres que desde el absoluto anonimato reconstituyen y producen socialmente su hábitat sin la necesidad de un saber disciplinar certificado por institución alguna.

Hablar de arquitectura y feminismo, además de considerar la manera en que concebimos nuestro quehacer, y de la manera en que se configura la representación de sus productoras, también requiere enfrentar y transformar nuestras prácticas diarias. Por supuesto que la de los hombres, de eso no hay discusión. Pero también de las propias mujeres que, en ocasiones, con conciencia o sin ella, nos convertimos en las propias opresoras de nuestras compañeras. Para cerrar esta idea, tanto como este artículo, contaré una historia más:

Había una vez una arquitecta de elegante nombre y de gran capacidad comunicativa. En su magnífica oficina trabajaban otras mujeres a las que ella buscaba “empoderar”. Una de estas mujeres, que residía en el oriente de la ciudad, acababa de tener una hija lo que hacía de su desempeño laboral todo un reto. Un día, la elegante arquitecta, ya desesperada le increpó un domingo —en que, gracias a que durante la pandemia los horarios laborales se habían vuelto borrosos, fue convocada— a que debería aprender de ella, que podía hacerse cargo de sus dos retoños y ser completamente profesional y competente… Lo que la fina arquitecta no mencionó es que ella contaba con la ayuda de asistentes domésticos en su casa —localizada en una zona céntrica de la ciudad—, con una nana y por lo menos con un chofer.

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Dibujar futuros. Conversación con Mi Calle, Nuestra Calle https://arquine.com/dibujar-futuros-conversacion-con-mi-calle-nuestra-calle/ Fri, 25 Nov 2022 06:05:13 +0000 https://arquine.com/?p=72464 Mi Calle, Nuestra Calle es un colectivo que propone una intersección entre la investigación etnográfica y el arte para llevar a cabo intervenciones participativas con perspectiva feminista, con el fin de hablar sobre derechos humanos en las comunidades con las que trabajan.

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Fotografías: Vanessa Flores para Coolhuntermx

 

Mi Calle, Nuestra Calle es un colectivo que propone una intersección entre la investigación etnográfica y el arte para llevar a cabo intervenciones participativas con perspectiva feminista, con el fin de hablar sobre derechos humanos en las comunidades con las que trabajan. Recientemente, participaron en el evento Diseña Mexicana, presentado por Coolhuntermx y donde se reunieron diversas disciplinas. Para Sophia Arrazola y Jesica Bastida, fundadoras del proyecto, este encuentro abre un espacio necesario en las disciplinas del diseño y la arquitectura, espacios más visibles para hombres. “La verdad salí muy inspirada al ver que existen otros proyectos dirigidos y fundados por mujeres jóvenes en el contexto adverso en el que nosotras comenzamos”, piensa Sophia Arrazola. Las semejanzas que encontraron con otros proyectos también les ayudaron, como menciona Jessica Bastidas, les ayudaron a establecer alianzas que fortalecen al proyecto.

Christian Mendoza: ¿Su trabajo cómo va respondiendo a escalas tan diversas que van desde un bordado hasta una intervención en el espacio público?

Sophia Arrazola: Las intervenciones tácticas en el espacio público y los bordados son resultado de procesos de investigación. Nosotros no necesariamente nos especializamos en hacer bordado, o en hacer murales. Más bien, estas intervenciones son resultado de una investigación elaborada que se hizo mediante un proceso comunitario. Ahí, nosotros no tenemos tanto control. Nuestra intención es que sea la comunidad la que decida la forma de la pieza en la que termina cada proceso. Al inicio de las investigaciones, siempre preguntamos cuál será el producto final. En términos de escala, lo más importante para nosotras es el proceso de vinculación comunitaria (uno de nuestros fuertes). Todos los datos que se generan desde la planeación previa a esa investigación, como el proceso para ponernos de acuerdo y organizar a las mujeres alrededor de una actividad concreta, pasan por identificar a las personas clave que inciden en la problemática de las mujeres. De hecho, se empieza por investigar el contexto. Antes de hacer preguntas, tocamos puertas en los vecindarios para, posteriormente, tener una puesta en escena en la que cada rol puede expresar esas problemáticas y cómo son experimentadas por las autoridades, las mujeres o las líderes comunitarias. O, incluso, los hombres que tienen que ver con estos procesos. Entre todos estos actores se define la escala. 

Jesica Bastida: Muchas de nuestras investigaciones tienen que ver con quienes habitan las comunidades. Identificamos sus canales de comunicación, replicamos estos canales para tener encuentros o uno a uno o mediante carteles en el espacio público que les atraigan. Ya que se identifican los canales de comunicación con las mismas vecinas (ya que, generalmente, trabajamos con comunidades de mujeres) nos damos cuenta que ellas tienen sus propias redes comunicativas. A partir de reconocer sus saberes y su liderazgo es que empezamos a extender estas ramificaciones. Las mismas mujeres toman el espacio para convocar a otros actores de la comunidad para poder atender los puntos que son de su interés. 

SA: Se trata de saber cuáles las grietas a nivel comunitario para problematizarlas. Ir a la profundidad para preguntar por qué se cree que sucede lo que sucede y cuál es el cambio que se quiere buscar colectivamente. Para nosotras, la sororidad es un valor que nos mueve bastante porque, al final, se trata de perseguir objetivos comunes. Mucho de nuestro trabajo con actores clave implican que empaticemos; que nos sentemos en una mesa ya sea física o virtual. Desde los contextos, miradas e intereses de quienes participan, se tiene la oportunidad de escuchar al otro desde la empatía para darnos cuenta que compartimos un dolor y, por ende, un anhelo que también se comparte. Una vez lograda esa vinculación, los distintos actores se abren muchísimo a la posibilidad de actuar en lo colectivo. Mi Calle Nuestra Calle está inspirado en el dicho de “mi casa es tu casa”, pero también establece una relación que va del pensamiento individual a la acción colectiva. 

CM: Pensando que su práctica puede definirse como diseño, ¿cómo se relacionan ante ideas que señalan que el diseño debe culminar en un objeto utilitario y acabado?

SA: Creo que debemos reconocer que el diseño está enmarcado en un contexto capitalista, un sistema que es completamente intrínseco al patriarcado. Desde nuestra perspectiva, todo el diseño es una forma de pensar, un proceso, no un resultado. Es una perspectiva que no es necesariamente “novedosa”: más bien es una perspectiva no-capitalista del diseño. Lo vemos como un medio, no como un fin. Son muchas herramientas que se combinan de distintas formas para facilitar procesos de pensamiento colectivo. 

JB: Nosotras, como una laboratoria comunitaria feminista, también tenemos un enfoque de estudios de futuros, los cuales nos permiten identificar cuál es el anhelo de la comunidad. Una vez que hemos realizado el vínculo, llevamos a cabo algunos talleres donde trabajamos sobre derechos humanos con una perspectiva del derecho a la ciudad para que todos podamos tener las bases de cuáles son los derechos básicos que tenemos. Una vez que tenemos una base hipotética respecto a un estado de bienestar, nos preguntamos algo que va más allá: ¿cuál es el futuro que preferimos? Para identificarlo, generamos un prototipo, un objeto especulativo que puede ayudar a que la comunidad se comunique, ya sea mediante murales participativos o los bordados, algún objeto que permita visualizar ese universo hipotético donde están las ideas y los anhelos. 

Sophie: Como decía, creo que el diseño se puede ver depende de los lentes que traigas puestos. Los nuestros son unos lentes con perspectiva feminista y de los derechos humanos. Así, el diseño pasa de ser algo utilitario (es decir, que se puede vender) a ser una herramienta para que la gente viva mejor. Como decía un gran diseñador que se llama Roland Shakespear, si el diseño no sirve para que la gente viva mejor entonces no sirve para nada. 

CM: ¿Cómo se aproximan al espacio público, tomando en cuenta a las comunidades con las que trabajan?

SA: Nosotras hicimos un proyecto bastante grande en Azcapotzalco que estaba referido a la experiencia de las mujeres en el espacio público a partir de la pandemia. Azcapotzalco es una de las alcaldías con los índices de violencia de género más altos en toda la Ciudad de México. Para nosotros, significó un lugar de hallazgos muy interesantes. Por ejemplo, el factor del tiempo de las mujeres en relación a las tareas de cuidado: incrementaron de una manera sin precedente. Este factor modificó la movilidad y, en eso, entra el espacio público. Hicimos un análisis de cuánto tiempo necesitan las mujeres para desplazarse, lo que está muy relacionado a sus actividades cotidianas que, a su vez, está completamente imbricado a la desigualdad de género. Todo esto se vincula tanto al espacio privado como al público. Todo esto fue una gran escuela para nosotros ya que nosotras venimos de la academia, cuyas metodologías de investigación son más estrictas y estábamos muy enfocadas en dispositivos narrativos, como los murales, que pueden llegar a verse espectaculares. Sin embargo, nosotras tuvimos que cuestionarnos muchas cosas. Los murales pueden verse muy bien, pero, mientras las mujeres no conozcan sus derechos, los futuros que se van a imaginar están muy distantes. 

JB: En la academia aprendimos que no hay que sesgar las investigaciones y que en el análisis etnográfico meramente hay que preguntarle a una mujer qué piensa del futuro. Pero si esta mujer en cuestión piensa que es normal que ella tiene que cargar con todo el cuidado, ¿qué nos hace pensar que en el futuro se libera de eso? Al contrario: en ese futuro hay más tecnología y ya. Pero si cuestionamos cuáles son los roles que se están ejerciendo como mujer; cómo estoy usando el espacio para transportarme de un lado al otro; cómo estoy llevando a cabo una tarea de cuidado o, más bien, cómo estoy disfrutando ese espacio porque es también mi derecho, entonces creo que surge la oportunidad de tener otro aprendizaje y de implementar otros procesos. 

SB: Tenemos que hacer formación de ciudadanía, por lo que se trata de conocer primero nuestros derechos y que reconozcamos que no están dados. Han sido las feministas de los últimos 100 años quienes han hecho más cambios en la humanidad. Los derechos para las mujeres no aparecieron con una varita mágica: los adquirimos. Y si te pones a pensar, los derechos de primera generación ya los perdimos, como el derecho a la salud, a la alimentación o a la educación. ¿Cuántos países en Latinoamérica están en la línea de pobreza y no tienen derecho a nada de esto? Por esto, creo que el diseño tiene un poder transformador y creador, y desde ese lugar conlleva una enorme responsabilidad ética. Todo objeto, antes de que sea pensado, contiene un nivel de responsabilidad sobre el que cada quien debe preguntarse. Creo que hay preguntas esenciales. Por ejemplo: ¿a quién va a beneficiar esto?

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A quien corresponda. Sobre la representación de las arquitectas en la serie de Netflix https://arquine.com/arquitectas-documental-netflix/ Tue, 24 May 2022 22:27:57 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/arquitectas-documental-netflix/ Más allá de la crítica a la serie de documentales producidos por la Fundación Arquia y Netflix donde sólo aparecen arquitectos —género masculino—, ¿podemos imaginar otras formas de narrarnos, otras maneras de inclusión que no impliquen seguir el modelo patriarcal y excluyente del "arquitecto autor" que culmina con la figura del "starchitect"?

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Considero apropiado ampliar mis reflexiones en torno a la búsqueda de la representación de las mujeres arquitectas en el nuevo programa de Netflix «Arquia/Maestros». Mi intención al hacer esto es pasar de unos cuantos caracteres en las redes sociales a una compartición más amplia que, con suerte, pueda llevarnos a seguir intercambiando ideas y críticas. 

Empezaré por decir que reconozco la importancia de la representación, sobre la que volveré más adelante. El segundo aspecto que me gustaría compartir es el siguiente: la historia del feminismo es la historia de los feminismos porque es imposible abarcar las múltiples experiencias, luchas, anhelos y reflexiones bajo una misma visión, movimiento, agenda u organización. Intentar que exista una sola forma de experimentar, sentir y actuar el feminismo sería una hazaña homogeneizante que terminaría en la alineación de todas, todos y todes bajo una visión que resultaría ser la dominante. Desde mi perspectiva, eso es precisamente el patriarcado. 

Esto me recuerda la crítica hacia la multiculturalidad, la cual reconoce la diversidad pero exige a las múltiples culturas y formas de vida asimilarse bajo la blanquitud. Es por esto que considero que la diversidad de pensamiento y las críticas hacia las infinitas formas de pensar el feminismo, así como la multiplicidad de luchas antipatriarcales que se hacen al margen de las categorías feministas, no son solamente valiosas, sino necesarias y urgentes. Me parece preocupante que tenga que hacer esta aclaración pero aquí la comparto: elaborar una crítica hacia los dicursos feministas no es estar en contra de las mujeres, ni demeritar las diversas luchas o restar al gremio, es buscar abrir una discusión colectiva cada vez más amplia y diversa que nos lleve a re-pensar la profesión entre todas, todos y todes. 

Entrando al tema sobre la representación en ese programa, les quiero compartir por qué considero problemático buscar representación en un espacio bajo esas lógicas narrativas. Tuve una formación académica que me enseñó a aspirar a ser arquitecta famosa y reconocida [starchitect]. Zaha Hadid era el modelo entre los varones por aquella época cuando yo estudiaba. Debo confesar que su arquitectura no me convencía del todo pero se me hacía una gran hazaña ser la única mujer que pertenecía a un club exclusivo y privilegiado de varones. La única mujer en tener el Pritzker.

Ese modelo patriarcal me generó muchísimas frustraciones y desencanto. Se nos enseña a aspirar a un mundo al que nunca vamos a pertenecer de la forma que nos lo presentan. La única forma de ser parte de esa visión hegemónica y patriarcal de la arquitectura, si no tienes privilegios de esa clase social así como vínculos con el poder económico/político, es ser trabajadora explotada. Y así lo fui, como ahora entiendo que lo han sido la gran mayoría de las personas recién egresadas. 

En unos despachos me pagaron con ‘aprender’ de personajes reconocidos que promueven esa arquitectura [la que va a salir en Netflix]. En otro despacho me acosaron sexualmente y me corrieron a punta de abogados de una forma humillante para que nadie supiera que, después de decirle a mi jefe que no me gustaba, me quitaron todos los proyectos y me pusieron a sacudir maquetas. En otro me dijeron a gritos que era una inútil por no trabajar un domingo y que nunca lograría nada [desde lo que ellos consideran que es el éxito]. 

Muchas veces pensé que yo estaba fallando, llevaba tres despidos al hilo, cada uno más terrible que el anterior. Hoy entiendo que es un problema estructural/sistémico del gremio y nuestra sociedad regida por el sistema capitalista, colonial, racista y patriarcal. Y que ese poder de inmunidad que tienen muchas arquitectas y arquitectos reconocidos para humillar, violentar, acosar y explotar personas se alimenta, precisamente, de esa exaltación mediática que promueve la fantasía de la individualidad [Almudena Hernando].

¿Cómo es posible que una práctica necesariamente colectiva que requiere de la solidaridad de múltiples conocimientos, saberes y experiencias termine en el reconocimiento de una o un puñado de personas? Sin duda alguna, esto se logra 

a través de la invisibilización y ocultación de lo colectivo. Y la invisibilización de lo colectivo le abre la puerta a la explotación, puerta que está abierta de par en par en la arquitectura desde hace muchos años.

No creo que buscar igualdad de representación en el espacio que promueve Netflix sea lo más urgente, sobre todo cuando la arquitectura del patriarcado la reproducen tanto hombres como mujeres. Ahí encuentro otro punto importante para reflexionar juntxs: considero reduccionista pensar que abrir espacios para mujeres arquitectas asegura la diversidad de pensamiento y una postura crítica frente a la arquitectura del patriarcado. Ese tipo de posturas están rebasadas actualmente desde los feminismos comunitarios, los feminismos tercermundistas, los feminismos antirracistas y los feminismos decoloniales, por nombrar algunas visiones críticas sobre la inclusión y representación dentro de la categoría “feminismo”.

¿Quién va a decidir qué mujeres van a ocupar los espacios de representación en el programa una vez que se abra el diálogo? ¿A qué mujeres se buscará reconocer y desde qué narrativas? ¿Qué tipo de prácticas creemos que pueden ser diversas frente a la figura del starchitect? ¿Quién va a tener el poder de dejar a otras mujeres fuera? Son algunas de las preguntas que vienen a mi mente cuando reflexiono sobre los retos que se nos plantean desde la lógica de la representación y la inclusión.

Honestamente, ahora me preocupa más la visión hegemónica y patriarcal con la que se produce la arquitectura. Visión que está pasando por encima de muchas personas, pueblos, barrios, ciudades y territorios a través de la autoría individual, que borra el trabajo colectivo a través de proyectos que se nombran como ‘arquitectura social’ [con y sin el Estado] pero niegan la participación de las mujeres y sus familias, a través de la visión tecnocrática que considera que únicamente ‘lxs profesionales’ sabemos diseñar, a partir de discursos con poca conciencia de clase que invitan a las mujeres a emprender y crear su propio despacho sin darse cuenta que hacen falta ciertas relaciones económico-políticas para poder lograrlo [meritocracia], la poca solidaridad política con la lucha de otras mujeres contra el despojo que la arquitectura tantas veces gestiona y ejecuta, con la mercantilización de la vivienda y los procesos de gentrificación, por nombrar algunos. 

Quisiera detenerme a pensar un momento, qué significa el patriarcado y cuál es su vínculo con la figura de la arquitecta o el arquitecto estrella. Para mí, el término starchitect no está vinculado únicamente al reconocimiento y la visibilidad mediática: es una forma de pensar y actuar —desde la arquitectura— que opera bajo las lógicas del entramado de opresiones que entiendo por patriarcado: capitalismo, colonialismo, racismo, capacitismo, adultocracia, tecnocracia, individualismo y binarismo de género [seguramente se me escapan otros entramados]. Estas ‘pedagogías de la crueldad’, como las nombra Rita Segato, oprimen también a hombres cisgénero y personas que habitan las fronteras sexuales [Waquel Drullard], ya que no es una violencia exclusiva hacia las mujeres cisgénero. Es por esto que desde el feminismo comunitario se habla de la ‘comunidad’ y lo ‘colectivo’ como categoría política para la lucha antipatriarcal. 

De esta manera, identifico que existen prácticas y reflexiones antipatriarcales -desde la arquitectura- que tienen reconocimiento y visibilidad, entre las que me vienen a la mente ahora: Mariana Enet, Georgina Calderón [Casa y Ciudad], Isadora Hastings [Cooperación Comunitaria], Lourdes García [Laboratorio de Hábitat Social, Participación y Género], COPEVI, Andreea Dani [Universidad del Medio Ambiente], COOPIA, Arquitectura Expandida, Anna Heringer, Zaida Muxí, Semillas de Perú, Al borde y Ruta4. Así como Enrique Ortiz [Coalición Internacional del Hábitat América Latina], Gustavo Romero [UNAM], Jorge Andrade [Taller de Vivienda UAM Xochimilco], Aurelio Sánchez, Arturo Escobar y Oscar Hagerman. Si trascendemos la frontera de la disciplina y la profesionalización, el panorama es aún más diverso, empezando por la multiplicidad de movimientos urbanos populares, luchas por la defensa del territorio y organizaciones cooperativistas, entre otras experiencias.

Todas ellas teorías-acción que retan al sistema patriarcal
desde lo pedagógico, lo político, lo económico y lo territorial. Es así que considero que reconocimiento y género no es equivalente a la arquitectura del patriarcado, volviéndose necesario trascender la fórmula dicotómica mujer=liberación, hombre=opresión.

Otro aspecto que me causa ruido es la búsqueda de diálogos y reflexiones desde las fronteras que nos imponen las disciplinas. El hábitat, que no los objetos arquitectónicos fetichizados desde la lógica starchitect, es un producto y productor social [Gustavo Romero] complejo y necesitamos pensarlo, diseñarlo, gestionarlo y producirlo desde una aproximación interactoral, intersectorial, interescalar, intercultural e interdisciplinar [Mariana Enet]. 

Si buscamos transitar desde una aproximación parcial y acotada del habitar que pone énfasis en los objetos arquitectónicos, hacia una forma de producir el hábitat que reconoce al centro de los procesos a los sujetos [así como la multidimensionalidad y complejidad], sería conveniente romper las barreras disciplinares y tecnocráticas que nos inculca la escolarización [Iván Illich] para ampliar el diálogo y la colaboración, sobre todo, con los habitantes, y las diversas luchas antipatriarcales [no necesariamente feministas] que buscan un mundo mejor. 

¿Acaso a la arquitectura no la interpelan las distintas luchas por los bienes naturales y la defensa del territorio? Quizá desde la lógica fetichizada de la arquitectura no son evidentes los vínculos entre la producción de la naturaleza y la producción del espacio [Lefebvre]. Entre el desarrollo desigual [Neil Smith] y el racismo. Entre la pobreza y la acumulación por desposesión [David Harvey], entre la modernidad realmente existente [Bolívar Echeverría] y la imposición de las formas de habitar. 

¿Qué tan conveniente resulta entonces seguir pensando los múltiples retos del hábitat únicamente desde la arquitectura y la sociedad escolarizada? ¿A dónde nos ha llevado esa lógica? Valdría la pena hacer un balance. Frente a esas lógicas capitalistas, individualistas, colonialistas y racistas, se vuelve urgente reconocer el derecho colectivo de todas, todos y todes a participar en el rumbo de nuestros barrios, ciudades y pueblos.

¿Qué podemos hacer frente a esas pedagogías de la crueldad? ¿Cómo podemos despatriarcalizar la arquitectura? He encontrado reflexiones interesantes bajo la visión de la pedagogía de la autonomía [Freire] y la interculturalidad crítica [Catherine Walsh]. Ambas posturas comparten lo siguiente: no es suficiente reconocer la diversidad socioecológica y el entramado de opresiones patriarcales, es urgente transformar esas estructuras. Y esto implica, necesariamente, tomar una postura ética-política consciente. Y la clave está en la consciencia y la reflexión crítica que nos pueden llevar de una praxis violenta y patriarcal a una praxis liberadora.

Por estos motivos no considero —por el momento— que la lucha con Netflix sea mi llucha, pues siento que es más urgente reflexionar colectivamente sobre las narrativas, posturas éticas-políticas y práxis que queremos promover y compartir. Y aquí vuelvo al punto de inicio: por supuesto que creo que la representación es importante, ¡los llantos que me hubiera ahorrado durante mi formación académica si me hubieran presentado otras formas de pensar-hacer la arquitectura! Profundamente anhelo que llegue el día en donde la arquitectura del patriarcado, la fantasía de la individualidad y la cultura del starchitect sean superadas. Es simplemente que no estoy segura que la diversidad crítica y la lucha antipatriarcal [la cual va más allá del machismo y sexismo] desde la arquitectura se problematice o supere con una cuota de género desde la univocidad profesional. 

Espero que podamos encontrar formas más integrales, complejas y abarcativas para plantearnos la representación. Sobre todo porque el reto frente al que estamos —el patriarcado— es un entramado complejo que no vamos a derribar hablando sólo de paridad de género. A retos complejos, soluciones complejas. Hablemos también de arquitecturas capitalistas, racistas, colonialistas, adultocentristas, capacitistas y tecnocráticas. Hablemos de la arquitectura que promueve la blanquitud, la meritocracia y el binarismo. 

Y por eso vuelvo a compartir mi pensar plasmado en twitter: “A mí me preocupa que a las arquitectas les preocupe figurar en estos espacios ¿Será que podemos ir más allá de exigir representación en espacios donde se celebra la arquitectura como praxis dominante, explotadora y patriarcal? 

Entiendo la representación, pero si la indignación sólo alcanza para exigir reconocimiento y no para transformar la manera en la que se produce la arquitectura, algo no está bien. Hay mujeres arquitectas que explotan y violentan a hombres y mujeres.” 

Quizá las redes sociales fueron una buena herramienta para iniciar la reflexión, pero considero importante extenderla y ampliarla pues con los pocos caracteres corría el riesgo de que se simplificara lo que intento compartir. Quizá también por eso me han hecho cuestionamientos [muy valiosos para ampliar mi reflexión] sobre demeritar la lucha de las mujeres arquitectas o negar la importancia de la representación. Lo cual espero que con esta versión [muy] ampliada se pueda leer desde otro lugar. 

Quisiera aclarar también que, con base a lo planteado anteriormente, no creo que salir en una plataforma de comunicación o documental sea equivalente a la arquitectura del patriarcado o a la lógica del starchitect. No abogaría jamás por la autocensura en los medios de comunicación o en las redes sociales. ¿En qué abonaría eso? Si algo celebro son los contenidos que llevan a su intención la comunicación pedagógica que invita a la reflexión colectiva. Por eso no creo que el problema esté en las herramientas de comunicación —redes sociales, plataformas, documentales, podcasts, etc.—, sino en el uso y la intencionalidad que se le da a dichas herramientas. ¿Cómo podemos emplearlas para compartir una praxis creativa y transformadora? [Sánchez Vázquez]

Es por eso también que desde la práctica de Comunal hemos participado, de la mano con las personas que colaboramos en diversos concursos [nacionales e internacionales], bienales, conferencias, foros, espacios de diálogo, talleres, intercambios, espacios académicos, entre otros formatos, que nos han ayudado a tener puentes de diálogo con alumnas, alumnos y alumnes. También nos ha ayudado [en algunos casos] a tener intercambios económicos justos pues, para ser honesta, este andar es un reto emocional y económico. 

Quisiera concluir compartiendo, una vez más, que mi preocupación y crítica se dirige a esas narrativas que exaltan la arquitectura del patriarcado y promueven la meritocracia, la individualidad y que nos enseñan a aspirar a algo que no está en la realidad social de muchas personas. De hecho, la mayoría de las personas en este mundo caracterizado por la desigualdad. Quizá podríamos hacer una minga hacia adentro, como hace poco le escuché decir a Raúl Zibechi* y después una minga hacia afuera entre todas, todos y todes para conversar sobre lo que entendemos por diversidad, patriarcado, inclusión y feminismo, entre otros aspectos aquí compartidos. 

Sobre los espacios mismos en donde se busca la representación: ¿será que podemos imaginar otras formas de narrarnos? ¿Tenemos las herramientas para organizarnos y compartir una arquitectura antipatriarcal desde la diversidad? ¿Qué otros medios podríamos ocupar? ¿Qué medios colectivos y autogestivos podríamos crear para estas visiones diversas? ¿Cómo nos fugamos del terrible cansancio de pedir, una y otra vez, ser incluidxs? 


NOTAS 

  • A Raúl Zibechi lo escuché a traves de “Espacialidades Asimétricas”, espacio pedagógico gestionado por COOPIA. Gracias por los valiosos aprendizajes.

Gracias al podcast “Café Marica”, de Waquel Drullard, que con sus tres capitulos nombrados Críticas a los feminismos, me ha puesto a reflexionar sobre la categoría “feminista” y sus implicaciones ético-políticas.

Gracias a mis compañeras Jesica Amescua y Jimena Ruiz, y a mi compañero Onnis Luque, por leerme, retroalimentarme y ampliar las reflexiones iniciales. Este texto no podría ser sin los diálogos compartidos con ustedes desde el cariño.

 

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El cargo A quien corresponda. Sobre la representación de las arquitectas en la serie de Netflix apareció primero en Arquine.

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La deuda histórica con las mujeres en el diseño industrial https://arquine.com/la-deuda-historica-con-las-mujeres-en-el-diseno-industrial/ Tue, 05 Apr 2022 06:00:35 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-deuda-historica-con-las-mujeres-en-el-diseno-industrial/  Se habla mucho de cómo la Bauhaus matriculaba de forma equitativa a mujeres y hombres. Sin embargo, poco se habla de que ellas debían recluirse en los talleres textiles y cerámicos con un enfoque a las artes decorativas. Y que además, se vinculaban a ambientes domésticos. Tenían que luchar por el reconocimiento de sus pares masculinos, para siquiera atreverse a navegar por otras disciplinas. Tomemos el ejemplo de Gunta Stölzl, la única maestra dentro de la institución y claro, su clase era de tejido, dirigió ese departamento por cinco años. Fue uno de las técnicas más exitosas de la escuela​​.

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Este texto fue primeramente publicado en Coolhuntermx

 

¿Por qué no existen tantos registros del trabajo de diseño de las mujeres comparado con el de los hombres? Sobre la deuda histórica con el género femenino en el ámbito creativo.

 

Desde sus orígenes, el diseño ha sido protagonizado por hombres y, aunque ya hay más trabajo de investigación para saber qué pasaba con ellas, no está de más nombrarlas hasta que sepamos los nombres que se borraron a propósito, debajo de un apellido, un pseudónimo o una marca.

No podemos seguir ignorando la participación de las mujeres en la vida creativa, intelectual y política: un larguísimo etcétera. En nuestras escuelas, trabajos y organizaciones se han borrado de forma sistemática las contribuciones de ellas y en muchos casos, se han atribuido a socios que aún mantenemos en podios intocables.

Esto es importante…, llevamos años en deuda, hemos dejado el reconocimiento entre los mismos hombros; hombres que mantienen esa hermandad que se nos ha negado a nosotras, que nosotras mismas nos hemos prohibido. Como dice el dicho popular: juntas ni difuntas.

Para las mujeres el arte decorativo, para los hombres el diseño

 Se habla mucho de cómo la Bauhaus matriculaba de forma equitativa a mujeres y hombres. Sin embargo, poco se habla de que ellas debían recluirse en los talleres textiles y cerámicos con un enfoque a las artes decorativas. Y que además, se vinculaban a ambientes domésticos. Tenían que luchar por el reconocimiento de sus pares masculinos, para siquiera atreverse a navegar por otras disciplinas. Tomemos el ejemplo de Gunta Stölzl, la única maestra dentro de la institución y claro, su clase era de tejido, dirigió ese departamento por cinco años. Fue uno de las técnicas más exitosas de la escuela​​.

 La exclusión no es casualidad y corresponde a un contexto histórico bélico, en el que el imaginario de lo que representa lo masculino recae hacia la fortaleza, la capacidad y la habilidad para resolver técnicamente. Por lo que a ellas se les atribuían (y todavía ocurre) habilidades sin ingenio, sin racionalidad; pues porque ellas son emocionales, débiles y poco interesantes para influir en la economía. ¡Además, se pensaba que sólo podíamos pensar en dos dimensiones!

 Los diseños icónicos ¿por quién?

 La ofensa que esto representa es compleja y prolongada. Algunos objetos icónicos deberían ensalzar el nombre de una mujer como su autora, co-autora, directora creativa, o “todóloga” como la genia Florence Knoll, quien supo aprovechar sus conocimientos para dirigir la Knoll Planning Unit.

Se dedicó a diseñar piezas que aún están vigentes y fue ella quien invitó a Eero Saarinen, Harry Bertoia, Isamu Noguchi y George Nakashima, por nombrar a algunos; bajo su dirección crearon piezas icónicas. Fue con Florence, que la compañía Knoll desarrolló mucho del éxito que aún resuena y ella, incansable, se mantuvo involucrada en algunos proyectos incluso después de retirarse.

Florence se casó con Hans Knoll y menciono esto, porque es cierto que algunos de los nombres que conocemos están vinculados a una figura masculina: esposo, padre, hermano o socio. Esto responde a una costumbre patriarcal donde se les recuerda como musas y en el mejor de los casos, compañeras. Tal es el caso de Aino Aalto y Ray Eames, esposas de Alvar Aalto y Charles Eames respectivamente. Por un lado, Aino fue pionera del diseño escandinavo, co-fundadora de Artek, donde fue directora y desarrolló textiles, lámparas, objetos de vidrio y edificios. Por otro lado, Ray fue socia en el estudio Eames y sus contribuciones incluyen arquitectura, diseño gráfico, textil y mobiliario, no sólo en creación, sino en desarrollo y prototipado. Es importante también recordarlas sin el apellido de sus esposos: sus nombres son Aino Marsio y Ray Kaiser.

Caso parecido es el de Lilly Reich, reconocida como colaboradora de Mies Van der Rohe; pero a estas alturas ya sabemos que fue mucho más que eso, pues parte del catálogo de sillas atribuido a Mies fue diseñado por Lilly. Todas las series que comienzan en LR son de ella, sin contar su participación dentro de la creación de la famosa silla Barcelona o de la cama de día del mismo nombre.

Quizá la invisibilidad que han enfrentado las mujeres radica precisamente en la figura acaparante del mundo masculino. ¿Sabías que Le Corbusier vandalizó la obra de Eileen Gray? Eileen fue arquitecta y diseñadora, abrió una tienda con un pseudónimo y tuvo un éxito rotundo. Modificó el nombre para añadir el suyo como un “socio” sin revelar su género. La situación con Le Corbusier fue cuando él asistió como invitado a la casa E.1027 y pintó murales sin su consentimiento, hay retratos del suceso. Le Corbusier estaba desnudo, para colmo. Parte del mobiliario e incluso la casa se llegaron a atribuir por error al arquitecto y no a ella.

***

Hasta ahora he nombrado figuras fuera de México, pero también aquí hemos cometido omisiones. Por mucho tiempo se le atribuyó el diseño de la butaque “Miguelito” a Luis Barragán; pero fue Clara Porset quien la diseñó para contribuir en los proyectos del arquitecto. Además, es importante mencionar que el legado de Clara se mantiene encausado exclusivamente al desarrollo profesional de diseñadoras gracias al Fideicomiso que administra el Centro de Investigaciones de Diseño Industrial, de la UNAM.

Todavía hoy, hablar con diseñadoras puede convertirse en una charla donde el ambiente creativo y de reconocimiento es dominado por hombres; a pesar de que en muchas escuelas la mayoría de la población estudiantil está conformada por mujeres. Aunque si hablamos de profesores, decanos o coordinadores quizá siga siendo un campo para ellos. La misoginia vive entre nosotrxs, creativxs.

Brindemos el reconocimiento que las mujeres creativas merecen, arquitectas, diseñadoras industriales y gráficas. Hoy en día se siguen borrando sus nombres o se les quita el crédito para mantener la apariencia de una dirección masculina. Y reconoce también, a qué tipo de figuras recurres cuando piensas en diseño, ¿son hombres?, ¿hay mujeres en tus ídolos creativos?, ¿por qué?

Bien lo dijo Virginia Wolf: “En la mayor parte de la historia, Anónimo fue una mujer”. Y si nos queremos poner más espesxs, también tendríamos que añadir: fue artesanx, interseccional, minoría y disidente.

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Construyendo equidad https://arquine.com/construyendo-equidad/ Mon, 20 Dec 2021 06:50:15 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/construyendo-equidad/ Empezamos el taller de tierra compactada una mañana fresca en la colonia Doctores, en un ex taller textil, actualmente llamado Laguna. Se trataba de un taller sobre la construcción con tierra compactada y el análisis de la huella de carbono y el cambio climático. Y estaba dirigido solamente a mujeres.

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“No es necesario pertenecer a una élite cultural de refugiados en un país latinoamericano como Lina Bo Bardi, Para ser talentosa.

A esas voces que nos dicen que sólo hay una forma de construir: 

Siempre hay otras formas de ser y hacer.

Podríamos comenzar a actuar desde la colectividad,

para romper estigmas y sobresalir en lo que

 nos guste, 

sin importar el género”.

Nuestra propia meditación en el umbral, 2021

 

 

Empezamos el taller de tierra compactada una mañana fresca en la colonia Doctores, en un ex taller textil, actualmente llamado Laguna, que ahora es un lugar donde se reúnen personas creativas del diseño y la arquitectura para pensar, hacer y compartir su obra en comunidad. Un lugar bastante inspirador, donde la gente, entre polvo y máquinas, crea. Ese fue el lugar que nos arropó esa mañana.

Pero mi historia sobre el taller no comienza en Laguna, comienza en twitter. Me apareció en el feed un tweet que hizo la arquitecta Mariana Ordoñez en su cuenta personal, compartiendo el banner de publicidad del evento. Al mismo tiempo, el anuncio del evento ya había conquistado Instagram y contaba con más publicidad que la cuenta de Laguna. Cuando leí de qué se trataba el evento me llamó la atención que era un taller sobre la construcción con materiales locales (tierra compactada) y el análisis de la huella de carbono y el cambio climático. Esto es algo que si bien se ha vuelto tendencia, considero muy importante para informarse y aprender hoy en día. Tenía tiempo que quería aprender sobre su uso de forma 100% análoga para conocer el verdadero proceso, y no con robots o cualquier otra tecnología de por medio como lo había hecho un año antes en Zurich, Suiza. Pero el banner también incluía otro tema que me llamó más la atención: el taller solamente estaba dirigido a mujeres, ¡yo nunca había visto eso! La propuesta era fuerte y no la pude dejar pasar, no pasaron ni 10 minutos y ya les había escrito a las organizadoras sobre mi interés en asistir, ni miré el precio (¡típico de mí!).

Cuando vi el cartel completo vinieron a mi cabeza recuerdo de muchas escenas en las que fui humillada, violentada y discriminada en el campo de la construcción únicamente por una razón: ser mujer. En México, la industria de la construcción emplea 4.3 millones de personas, de las cuales sólo 3.8% son mujeres, y a nivel global las mujeres sólo representamos el 10% de la construcción, pero lo que más miedo da es que de ese 10%, 86.7% están en puestos administrativos y sólo el 2.5% en campo

 

“Otras formas,

debe haber otras formas”

Durante el taller nos tapamos los ojos, pusimos la mente en cero y empezamos a sentir, a sentir la tierra con las manos. Su textura, su olor y cómo nuestro cuerpo se envolvía en este material. Donde se hacían uno mismo, donde todos mis sentidos estaban ahí, sintiendo cada gramo de tierra y agua. Nos ensuciamos y nos complementamos junto a la tierra.

El taller se dividió en 3 fines de semana donde cada sábado fue un proceso evolutivo, desde la parte teórica, la parte de taller, construcción y la parte de conclusión. En cada una de las etapas el aprendizaje y la plática fueron muy enriquecedoras. 

 

“Podemos hacerle frente a la diferencia, 

a las restricciones impuestas,

como lo hicieron Sor Juana y Madame Bovary.”

 

Y así, Montse, Brenda Isabel y Florentina se presentaron con todas como Colectiva Argamasa, siendo una voz que representa a ese 90% de mujeres que hemos sido excluidas, violentadas y divididas en la actividad de la construcción.  Colectiva Argamasa es una iniciativa de tres arquitectas que busca articular la presencia de mujeres en los espacios físicos y políticos a partir del intercambio de experiencias y saberes, la facilitación de medios y el acompañamiento durante procesos que coloquen a las mujeres como agentes productoras y tomadoras del espacio, y la denuncia y visibilización de las condiciones que las vulneran en el territorio. 

 

 

“¿Cuál es el camino a seguir y qué podemos hacer al respecto? 

Podemos contar con la tierra como aliada para construir nuestros espacios seguros.”

 

La tierra como elemento de la naturaleza existe desde antes que la especie humana existiera y como elemento de construcción, ha existido desde que los seres humanos buscan refugio y se establecen en un sitio. Está con nosotros todos los días, la tierra es abundancia y por eso mismo debemos cuidarla. El equipo de Colectiva nos contaba los orígenes y la importancia de este material:

“Durante los primeros siglos del Antropoceno, la especie humana habitó —más allá de la necesidad de abrigo como se suele reducir— desde sus cosmovisiones, que han sido resultado de las relaciones íntimas y profundas con su hábitat. Estas permitieron lecturas y aprovechamientos particulares a partir de los recursos y las posibilidades de cada territorio. Sin embargo, desde siempre se observa como constante el uso de la tierra para construir en diferentes latitudes con una amplia variedad climática, sísmica y cultural, lo que demuestra la eficacia de este material en términos constructivos y de habitabilidad. Los primeros vestigios de construcción con tierra datan del Neolítico y están situados en Mesopotamia. En China, entre los siglos XII y xXX, fue construido Fujian Tulou, un complejo de grandes edificios de tierra apisonada de tres y cinco pisos de altura. Incluso la Gran Muralla china fue erigida casi en su totalidad con esta técnica y luego revestida con piedra. A su vez, en América Latina casi todas las civilizaciones precolombinas construyeron con tierra. Por ejemplo, el núcleo de la pirámide del Sol, edificada entre I a. C. y VIII o IX d. C., en Teotihuacan, México, está conformado por dos millones de toneladas de tierra apisonada. De la misma manera, la zona arqueológica de Chan Chan, capital del reino chimú, cerca de Trujillo, en Perú, cuenta con veinte kilómetros cuadrados construidos con tierra en forma de tobas andinas.”

La construcción con tierra ha existido en diversas regiones del mundo, expresado con diferentes técnicas, colores, texturas e intenciones ya que cada región tiene su propio clima y esta técnica se adapta a esta diversidad de climas y temperaturas para proteger el espacio habitable. Este material es ancestral, fueron los pueblos originarios quienes hicieron las primeras investigaciones y quienes la utilizaron para habitar. Hoy en día, muchos de los símbolos arquitectónicos que más han trascendido en la historia de la humanidad, se hicieron con tierra.

Esto nos permite llegar a concluir que la tierra es el material más democrático que existe en el planeta, ya que es el material constructivo más asequible para cualquier persona, en cualquier región, clima o lugar, sin importar raza, color, sexo o cualquier otro rasgo o interés que nos identifique. La tierra es nuestra raíz y desgraciadamente habitamos una realidad que responde a las lógicas de un proyecto en un mundo patriarcal, racista y capitalista, y que para mantener su hegemonía opera mediante múltiples opresiones, que ha llevado a decadencia el uso de este material como método constructivo así como relacionarlo como un símbolo de austeridad y pobreza, cuando no es así. La tierra, como dije al principio, es abundancia, es riqueza que debemos y tenemos que cuidar todos los días. Es un material sostenible, circular, sustentable, tiene capacidades acústicas y térmicas que regulan el espacio interno y externo y es tan noble que se adapta a cualquier circunstancia, escala y geometría.  Si la tierra fuera una persona, sería alguien muy humilde y paciente.

Personalmente desconocía todo el poder de este material, así como su comportamiento, y como dije anteriormente, es un material tan noble que no necesitas ser un experto para trabajarlo.

En la segunda sesión del taller, el equipo de Argamasa, nos presentó personalmente con el material, nos pusieron una bolita de tierra y empezamos a hacer pruebas técnicas para estudiar su composición y el uso que tenía dependiendo de su estado. Fue muy interesante cómo todas nos relacionamos, no sólo físicamente, sino íntimamente, desde nuestro cuerpo hasta nuestro sentir con el material, fuimos experimentando y comprendiendo cómo es la tierra.

La tierra como materia es producto de la erosión química y mecánica de una roca madre que se desagrega en partículas minerales de dimensiones variables. Por lo general se halla una capa de humus de forma superficial, que es la materia orgánica y vegetal que suele ser potencialmente útil para la agricultura. Debajo de esta puede encontrarse una mezcla de arcillas, limos y arenas, en ocasiones con grava y piedras, que podría ser materia prima para la construcción en función de su composición. Esta dependerá de las condiciones locales, es decir, del sitio donde se extraiga.

La grava, la arena y los limos funcionan como agregados que conforman la masa, mientras que las arcillas son un ligante que permite la cohesión del material al activarse a partir del contacto con el agua (absorben el líquido y comienzan a hincharse para envolver a los otros componentes). Luego, las condiciones ambientales, como temperatura y aire, permiten que la mezcla se seque; en este proceso las arcillas disminuyen su volumen y atraen hacia ellas al resto de los elementos.

La tierra es nuestra, habita a diario y nos protege. 

 

Crear colectivamente, sumarnos desde todas nuestras particularidades, es posible. 

Nosotras podemos hacer todo lo que nos apasiona sin importar que la gente diga que no.

“No dejemos que nadie nos robe lo que nos pertenece”

 

Existen diversos métodos constructivos donde la tierra funge como materia prima. La clasificación más sencilla parte de la técnica utilizada para la conformación de muros: albañilería, muros monolíticos y técnicas mixtas. Existen diversos procesos pero el cómo se trabajan, lo vuelve un factor importante para elegir esa técnica en tu proyecto. En este taller, mis compañeras de Coletiva Argamasa, decidieron trabajar con la técnica de tierra compactada, tapial, que consiste en un encofrado de madera que se rellena con múltiples capas de tierra (cada una se compacta con un pisón), por algo muy importante: porque permite la colaboración y participación todas y eso enriquece el proceso.

Antes de entrar al escenario, nos organizamos en grupos y Florentina nos explicó el proyecto: “Buscamos hacer un mueble de tierra compactada con estas dimensiones para que tenga tal uso, sin embargo, nos interesa su opinión y participación en este proceso, vamos decidiendo juntas.”

Este llamado, nos inspiró para ponernos las botas, los guantes, las gorras y amarrarnos el pelo, porque la acción empezaba. Primero un grupo de mujeres se reunió para mezclar arena, cal, cemento y la protagonista, la tierra, hicieron la mezcla. Otro grupo se dedicó a cernir la tierra con el tamiz y la agregó a la mezcla, y otro grupo empezó a poner aceite a los moldes donde se iba a vaciar la mezcla. Con nuestras manos, esfuerzo, sudor y muchísima fuerza, logramos mezclar la tierra, cernirla, poner el molde en forma y empezamos juntas a vaciar.

Pusimos el flexómetro a la medida, colocamos color en el molde como referencia y empezamos a vaciar la tierra. En lo particular este paso no fue fácil, los rayos del sol nos daban justo en la cara y llenas de sudor pero también de mucha emoción por construir nuestro mobiliario y sobre todo, construirlo juntas. Naomi le gritaba a Wendi, mientras Dana se reía con Teresita y Rosita, quienes todo el tiempo nos hacían bromas. Así, entre risas, miradas, órdenes y sugerencias, empezamos a construir.

Lo que iba a ser el mobiliario original se transformó organizadamente y empezó a aparecer nuestra mobiliaria, con nuestras medidas,  proporciones, nuestro diseño, nuestra firma, un mobiliario autogestionado. La autogestión ha sido tachada, eliminada del sistema como una respuesta culpable, irresponsable y mediocre. Nosotras la trajimos a la mesa como una respuesta colectiva, que suma, que evoluciona y muta. Un proceso abundante como el material mismo.

La tierra une y esa mañana, nos unió. 

 

“Habitemos nuestros espacios desde el inicio,

Preguntémonos: 

¿Qué necesito? ¿Por qué sería así el espacio? 

¿Cómo es el espacio público? ¿Cómo podría subsanar tanta violencia?”

 

Siempre me habían dicho, en la academia, en la casa y en las calles, que las mujeres éramos conflictivas, emocionales, que no se podrían organizar, ni apoyar, ni trabajar juntas. En los  últimos años hemos demostrado lo contrario y para no irme tan lejos vayamos a ese día: estábamos organizándonos, apoyándonos y trabajando juntas.

Claudia Turrent, Ana Heringer, Karen Poulain, Mud Girls Collective entre otros nombres que jamás había escuchado, entraron en mi cabeza. Jamás había escuchado sus nombres porque el sistema se ha dedicado a callarlas, esconderlas y desaparecerlas. La academia y el mundo profesional siempre habla de personajes significativos en la construcción y el diseño que admiro mucho pero siempre coincide que la mayoría son hombres. Colectiva Argamasa nos dio a conocer una lista de grandes mujeres para empezar a admirar, poner de referente y darles luz para brillar, somos nosotras quienes podemos hacerlo. 

 

“-¿Para qué y para quién construimos este taller? 

-Para nosotras, con nosotras y por nosotras” 

 

Fue muy curioso que el taller no era de mujeres del mismo rango de edad o nivel socioeconómico; lo más impactante fue encontrar un mundo multidisciplinario de mujeres valientes, activas, de rango de edad entre 20 a 40 años de edad, originarias de distintos puntos de la república y el mundo, que aunque venían de mundos y realidades diferentes, nos unía la misma razón: reconocer nuestros privilegios, aceptarnos, amarnos sin juzgarnos y sin castigarnos tanto física como personalmente, abrazarnos. En ese momento, abracé a mi cuerpo y a mi persona, sentí una paz como hace mucho no sentía y me dejé llevar por este grupo de mujeres luchadoras y valientes.

Llegaron todas por diferentes medios y formas como dice el dicho: “tanto mundo y coincidir”, pues sí, porque todas hemos sido víctimas de un sistema opresor y violento que como consecuencia ha juntado nuestras exigencias, sugerencias y reclamos, porque SE VA CAER, repito, ¡SE VA A CAER! 

 

…Y LA TIERRA NOS UNIÓ, ¡Y SE CAYÓ!

El día 30 de Octubre del 2021, 13 mujeres construimos una mobiliaria autogestionada con la herramienta más democrática y accesible del mundo: nuestras manos. El futuro está hecho a mano y juntas no sólo lograremos romper con el patriarcado, sino construir una mejor sociedad consciente, empática y más justa para que las próximas generaciones tengan más y mejores oportunidades, no sólo en el mundo de la construcción, sino en todas las áreas laborales y personales y que nadie tenga que decir: ODIO SER MUJER.

El feminismo llegó a mi vida para quedarse y desde hoy nadie me puede decir de lo que no soy capaz y dónde están mis límites. Sólo yo soy quien tiene el poder de decidir sobre mí, sobre mí cuerpa y sobre mi persona, sí, mi cuerpa, no mi cuerpo, desde ahí empieza el cambio para reflejarlo en todos lados. 

Hoy el movimiento es exagerado porque así tiene que ser, de otra forma nadie nos escucharía. Para que mañana exista un equilibrio y el sexo no sea un problema, ni una cuestión y podamos ser simplemente seres humanos.

No solo vamos a construir muros de tierra, vamos a construir equidad

 

“Siempre mirando hacia nosotras.

Nosotras.  

Todas juntas”.

 

Encuentra a Colectiva Argamas en Instagram: colectiva_argamasa

 

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Somos la desmesura: por la desesterilización del espacio [público] vivido https://arquine.com/somos-la-desmesura-por-la-desesterilizacion-del-espacio-publico-vivido/ Tue, 09 Mar 2021 15:38:31 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/somos-la-desmesura-por-la-desesterilizacion-del-espacio-publico-vivido/ Intervenir la valla, invertir su sentido ha logrado hacerla hablar las múltiples voces que a la vez expresamos el dolor y la rabia por tanta injusticia hoy presente, como también anuncia que queremos y somos capaces de dar a luz a otros mundos posibles porque, de hecho, ya lo estamos haciendo en el mismo momento en que nos reunimos, alzamos la voz y tejemos resistencias.

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El sentido del tiempo en el antimonumento “es tanto más provocador y conmovedor por cuanto no es posible reducirlo a historia, por cuanto es conciencia de una carencia, expresión de una ausencia, puro deseo.

Marc Augé, 2003

 

Hace más de un año, ante las pintas de protesta feminista realizadas a la “Victoria Alada de la Independencia” —mal llamada “Ángel” (y sí, mis estimades lectoras y lectores, las palabras sí importan)— se levantaron reclamos diversos que hacían una apología del monumento, y no sólo del de la Independencia, sino reclamaban ante la atrocidad que les parecía el infligir pintas sobre un símbolo histórico tal. En ese entonces, planteé en este mismo medio la necesidad de repensar el valor del espacio público —y su materialidad— en términos de lo que el filósofo francés Henri Lefebvre (1974) tuvo a bien llamar espacio vivido: un espacio que es más bien acto a través del que se crea —y recrea— el sentido del mundo, en el que nos planteamos ya mismo que otros mundos son posibles. 

También en ese entonces señalé lo problemática que resulta la sacralización de las estructuras arquitectónicas del pasado por dos cosas: primero porque, de entrada, es importante preguntarnos quién sacraliza: hay un discurso hegemónico en la designación de lo que tiene valor en muchos casos. En segundo lugar, porque el monumento no es monumento por antonomasia, es designado así, en tanto resguardo de la memoria por una visión de mundo que concibe el tiempo como una acumulación de capas con una eminente relación causal entre sí que, inexorablemente, llevan a una interpretación de lo que se supone que somos hoy y que seremos mañana. Sin embargo, también podemos constatar en ciertas circunstancias históricas —como la injusticia y la violencia sistemática que seguimos viviendo las mujeres en el presente— que una estructura arquitectónica, tradicionalmente denominada “monumento”, puede significar poco o incluso ser ofensivamente ostentadora de una serie de supuestos principios que en el presente efectivo no son más que una promesa incumplida. En este contexto nace la idea de antimonumento (Lacruz y Ramírez, 2017).

 

Fotografías Giovanna Enríquez.

 

 

Antimonumento y heterotopía

“[…] especies de contraemplazamientos, especies de utopías efectivamente realizadas en las cuales los emplazamientos reales, todos los otros emplazamientos reales […] están a la vez representados, cuestionados e investidos, especies de lugares que están fuera de todos los lugares, aunque, sin embargo, localizables.”

Michel Foucault, 1984

 

Mientras la lógica del monumento es la del resguardo de la memoria, lo que a su vez supone el intento por entender el presente a razón del pasado que le precede (y que le ha dado origen); la operación del antimonumento supone que una estructura ha quedado obsoleta, ha sido vaciada de sentido y, por lo tanto, nos posiciona ante una incertidumbre que demanda debatir y plantear otros horizontes alternativos. No se trata de fantasear con futuros que nunca han de llegar, sino actualizar el porvenir en nuevas conformaciones presentes: “el futuro es ahora”. Y como todo ahora, no conmemora, no “utopiza”, sino que activa la relación de fuerzas, las tensiones que enfrentamos como multitud (Hardt y Negri, 2004): se puede evocar el dolor y activar formas colectivas ciudadanas al mismo tiempo: heterotopías.

El antimonumento es un concepto que, lejos de suponer la negación del monumento, supone su desmantelamiento conceptual y la inversión de sus supuestos. Lo que el monumento brinda como orden y diferenciación a partir de una narrativa oficial y la conmemoración de aquello que un orden hegemónico supone que vale la pena recordar, el antimonumento lo abre a la indeterminación de lo que queremos ser a partir de un ejercicio crítico: un ejercicio que dinamita lo que se ha dado por sentado a partir del monumento histórico. En este sentido, el antimonumento permite introducir nuevos sentidos y nuevas prácticas que desesclerotizan lo que se daba como verdadero e inapelable. Supone una operación que asume que el tiempo no es cristalización causal de tiempos, sino sobreposición y simultaneidad abiertas al devenir, al porvenir hecho presente: por eso es heretopía, es promesa efectiva y también paradójica.

 

Fotografías Giovanna Enríquez.

 

De la valla al antimonumento

“[…] es un hecho que en la experiencia mexicana parecen darse a la par el duelo y la construcción social de lugares de memoria. Se constatan procesos de memoria reparadora y transformadora en las que el miedo y el dolor no aparecen incompatibles con la acción. La más peculiar es que estas experiencias están poco mediadas y acompañadas por instituciones estatales y academia.”

Díaz Tovar y Ovalle, junio 2018, p. 19

Hace unos días comenzaron a circular las imágenes del cercamiento de Palacio Nacional, otro espacio de gran carga simbólica y pragmática del Estado: es monumento y a la vez centro operativo de gobierno. El 8 de marzo y sus protestas se aproximaban. Un día antes esa larga valla oscura comenzó a ser intervenida tanto digital como materialmente por las muchas manifestantes que somos: nacería un antimonumento. 

Cuando comenzaron a circular las imágenes de intervención de la gran valla, es verdad que lo que se estaba alterando no era al monumento como tal, pero sí esa barrera para garantizar la protección de varios de ellos. Intervenir la valla, invertir su sentido ha logrado hacerla hablar las múltiples voces que a la vez expresamos el dolor y la rabia por tanta injusticia hoy presente, como también anuncia que queremos y somos capaces de dar a luz a otros mundos posibles porque, de hecho, ya lo estamos haciendo en el mismo momento en que nos reunimos, alzamos la voz y tejemos resistencias: por eso la valla es un antimonumento: no nos interesa sacralizar ni al mármol ni al bronce, nos interesa que la historia de libertad, justicia, seguridad no sea ya más una promesa incumplida.

Fotografía Santiago Arau.

 

De la indignidad de hablar por otres: hacia la desesterilización del espacio público

Sin embargo, debo confesar también mi sorpresa ya que parecería que el antimonumento que nosotras hemos creado, les parece bien a quienes, paradójicamente, han sido y siguen siendo apologistas de la monumentalidad y la planeación arquitectónica que en otros contextos desestiman los saberes y las actuaciones que vienen de abajo. Y bien, si les emociona tanto como a nosotras la aparición del espacio vivido en esa comunidad inconfesable que Maurice Blanchot(1983) sugiere, y que emergió en ese muro lleno de fuerza, lucha y al mismo tiempo dolor, entonces cabe pedirles que comiencen a imaginar “espacios públicos” más allá de los bonitos parques con diferentes ofertas gastronómicas y los parques de patinaje y alguno que otro retail. 

Cabe pedir ahora que, desde la arquitectura, dejemos de creer que un buen espacio público es el que “incluso se diseña para poder ser rayado sin mayores consecuencias” (cuando el diseño se puede rayar con gis). No basta con eso. De hecho, no se trata de asepsia y vaciamiento del conflicto: lo político es conflicto, es ser capaces de gestionarlo y no de evadirlo con muros que se limpian con un buen borrador. 

El antimonumento se imagina, por antonomasia, desde abajo, desde la polifonía no jerárquica de lo común, es expresión viva en el que la ciudadanía reclama el derecho y la afirmación de su capacidad y creatividad colectiva para forjar la vida: espacios vividos de significación y de cuestionamiento de los significados establecidos: también los de los arquitectos.


Referencias:

  • Augé, Marc. (2003). El tiempo en ruinas. Barcelona: Gedisa.
  • Díaz Tovar, Alfonso y Ovalle, Lilian Paola. Antimonumentos. Espacio público, memoria y duelo social en México, en Aletheia (8) no. 16, junio 2018.
  • Hardt, Michael y Antonio Negri. (2004). Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio. Barcelona: Debate. 
  • Lacruz Alvira, M. E.; Ramírez Guedes, J. “Anti-monumentos. Recordando el futuro a través de…”, rita nº7, abril 2017, pp. 86-91.
  • Lefebvre, Henri. (2013). La producción del espacio. Madrid: Capital Swing. (1ª ed. fr. 1974)

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Feminist City: una visión de la urbano desde la “geografía de lo más cercano” https://arquine.com/feminist-city-leslie-kern/ Tue, 11 Aug 2020 06:37:22 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/feminist-city-leslie-kern/ Feminist City es un espacio narrativo crítico de la experiencia de ser mujer en las ciudades a través de lo que se denomina “geografía de lo más cercano”, desde la segregación e invisibilización de las mujeres a participar en la toma de decisiones para planear la ciudad.

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Foto : Simon Robben

 

Era casi media noche, un viernes o sábado, había salido con el grupo de “amigos” (todos ellos hombres) con lo que solía estar a los 15 años, por razones que no recuerdo -o que tal vez no quiero recordar- tuve que regresar sola a casa en transporte público. En Metro Pantitilán tomé la salida errónea, de pronto me vi afuera de la estación y con el sonido de las puertas cerrando detrás de mí. Caminé confundida unos metros y un hombre, no mucho mayor que yo, se acercó a preguntar la hora, “No traigo reloj”, le dije mientras le mostraba mi muñeca vacía; como si no hubiera escuchado volvió a hacer exactamente la misma pregunta, “¿qué hora traes?”, al tiempo que acercaba su hombro al mío y el peso de su cuerpo se hacía presente de manera intimidante. De pronto una pareja de adultos mayores se acercó y escuché un “Erika, vente”, la señora me tomó del brazo como regañándome y mi primer interlocutor se alejó, pasaron varios segundos en donde no dije nada, hasta que el señor me preguntó por mi destino. Me regañaron como si hubieran sido mis papás, pero escoltaron mi camino para tomar una combi. Llegué a casa en silencio a pensar en mi estupidez, porque, ¿quién más podría ser culpable de lo que había pasado?

Historias como esta hay muchas, prácticamente todas hemos estado expuestas como mujeres a alguna forma de violencia en la ciudad, incluso de aquello que hemos normalizado y que a la luz de los movimientos feministas se ha ido visibilizando poco a poco. La permanente exposición de nuestros cuerpos a la violencia en el espacio público hace pensar a algunas que nuestra presencia en él es incómoda o fuera de lugar. ¿Es esto cierto? Quizá esta haya sido una de las múltiples preguntas detonantes para que la Dra. Kern escribiera Feminist City. Claiming Space in a Man-made World y nos mostrara, a través de un análisis de la geografía de los cuerpos en las ciudades, lo que experimentamos (y normalizamos) de la vida en ellas.

 

 

Feminist City es un espacio narrativo crítico de la experiencia de ser mujer en las ciudades a través de lo que se denomina “geografía de lo más cercano”, desde la segregación e invisibilización de las mujeres a participar en la toma de decisiones para planear la ciudad, el diseño de esta desde la experiencia masculina para facilitar los roles de género, pasando por la esterotipación de las mujeres en lo urbano, la complejidad de ser madre y el trabajo de reproductivo en las calles, lo que significa la amistad entre mujeres para el cuidado colectivo; los baños públicos como problema; el valor y la dificultad de disfrutar, como mujer, la soledad en la ciudad; las complejidades de ser indígena, negra, lesbiana, hombre trans en lo público; las estrategias de activismo feminista para partipar en movimientos; la socialización del miedo como estrategia de cuidado, entre otros. 

Lo anterior, detalladamente sustentado en estudios académicos de otras mujeres, investigación hemerográfica y bibliográfica de acontecimientos vinculados a los fenómenos que aborda y, por su puesto, experiencias personales que nos son narradas en primera persona lo que permite, a su vez, dibujar una biografía del tránsito de Kern hacia el feminismo que nos presenta en sus páginas.

El recorrido de la autora por la literatura académica y hemerográfica es además un paratexto para mostrarnos lo que han dicho otras mujeres sobre nuestra participación en las ciudades, sobre caminar en las calles o sobre nuestros cuerpos en lo público algo que, no está de más decirlo, es relevante cuando se trata de un trabajo expuesto desde el feminismo: reivindicar el trabajo de las mujeres en campos especializados y que normalmente suele pasar inadvertido. 

 

¿De qué hay que ser críticos ante esta lectura?

Como toda lectura es necesario reconocer el contexto, mi visión como latinoamericana me obliga a buscar vínculos con los que sucede en la región. Gran parte de las experiencias que Kern nos comenta tienen lugar en Canadá, Reino Unido o Estados Unidos, las menos en otras ciudades europeas pues, entre otras cosas, son referentes relevantes para los movimientos feministas globales en el último siglo, sin embargo, requiere una lectura crítica sobre lo que enfrentamos en América Latina al respecto.

Las ciudades han evolucionado distinto y en América Latina hemos tenido algunos fenómenos que han impactado la forma de concebir lo urbano, por ejemplo, la participación de las mujeres en los procesos migratorios en sudamérica, los movimientos de las Madres de Mayo en Argentina o las mujeres en búsqueda de sus desaparecidos en la dictadura chilena, sin dejar de lado el fenómeno actual, transversal en la región, en defensa de la libertad de los derechos reproductivos de las mujeres, justicia laboral, visibilización de labores de cuidado, entre otros. Punto para Kern es que en innumerables ocasiones es autocrítica de su propia visión y lo hace patente al asumir su postura de mujer, cis y blanca frente a lo que aborda. 

 

 

Posdata

He querido hablar en otros contextos sobre esto, pero arpovecharé la lectura de Kern para colocarlo aquí a manera de comentario para tema de discusión. En la academia latinoamericana se suele ser muy rígido con el estilo narrativo de la famosa “escritura académica”, colocamos como signo de estatus aquello que es menos legible porque aparenta complejidad y esta, a su vez, cierta “cientificidad” a lo que leemos; también se premia el borrar la existencia del narrador / investigador discursivamente, por lo que las narrativas en primera persona son casi exclusivas de investigación etnográfica y desconfiamos cuando las leemos en otras áreas académicas. Sin embargo, por alguna razón (tengo varias hipótesis), muchas mujeres académicas que he leído suelen tener una narrativa fluida, de suma de experiencias (propias y colectivas) y siempre con la posibilidad de adherir lectores no especializados, pienso Jacobs, Muxí, Rolnik y ahora Kern. 

Reconozco que a este comentario es necesario agregar algunos “peros”, sin embargo es un buen momento, también, para cuestionarnos los valores de la narrativa académica como la conocemos y, quizá, sea posible hacerlo desde el feminismo (este último guiño es para mis alumnas y alumnos de Periodismo).

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La vivienda como espacio político de la lucha feminista https://arquine.com/la-vivienda-como-espacio-politico-de-la-lucha-feminista/ Tue, 28 Jan 2020 06:18:26 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-vivienda-como-espacio-politico-de-la-lucha-feminista/ La vivienda se convierte en un acto político, no solo por las luchas de acceso a ésta, sino también por su capacidad para reproducir o no esta desigualdad desde su interior, haciendo de las mujeres un actor fundamental en esta lucha.

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“El espacio doméstico no es para la mujer un espacio elegido ni de disfrute, es el lugar de la obligación, del cumplimiento del rol de género. No por ello ha dejado de haber mujeres que, ya sea desde la experiencia obligada o desde la ruptura con la misma, han aportado tanto al pensamiento teórico como a la práctica de la arquitectura y, en especial, de la vivienda, aunque no hayan sido suficientemente reconocidas.”
Zaida Muxi (2018), “Mujeres, Casas y Ciudades”

 

En las consignas antifeministas algunos de los insultos hacen referencia a la vuelta de las mujeres al hogar. El regreso a la cocina está en el imaginario colectivo como sinónimo de sumisión, porque es un lugar en el que se producen cosas que están en el terreno de lo “privado”. Sin embargo, en el debate actual detonado por el heterogéneo movimiento feminista, se ha puesto en duda este pensamiento, buscando con ello una reivindicación crítica de la participación de las mujeres en la construcción de identidad y de ejercicio político del que han formado históricamente parte desde el interior de los hogares.

Lo anterior está íntimamente relacionado por las definiciones sobre ciudad y lo urbano a las que nos enfrentamos desde la academia, son aquellas definiciones en donde predominan las acciones en la esfera pública y de las relaciones que establecen los seres humanos (en otros casos ciudadanos) entre ellos en un espacio público. La interacción con diferentes, la acumulación de esta interacción y de capitales diversos, así como el conflicto resultan elementos característicos de lo urbano, lo que ha provocado que lo privado quede lejos del interés cuando de hablar de ciudad se trata, aun cuando aparece en la producción teórica y académica, pareciera desarticulado de aquello que define lo urbano.

De esta forma, la vivienda al interior, especialmente las actividades de cuidado forman parte de lo privado. Incluso al interior existe una jerarquía más o menos pública que va definiendo espacios con más o menos participación en la vida social. Los espacios destinados para las actividades más íntimas o privadas suelen ubicarse en terrenos casi imperceptibles para la investigación (el cuarto de lavado, el baño, la cocina), y por tanto han sido infravaloradas a tal punto de hacerlo permisible como un insulto.

Esta invisibilización ha provocado, entre otras cosas, que en la investigación y la creación de políticas públicas las mujeres sean menos tomadas en cuenta en su participación como agentes productivos y se reproduzcan desigualdades de género desde etapas tempranas en procesos de formulación de políticas de vivienda (y de políticas públicas en general). Por ejemplo, pese a que las mujeres de clases bajas son más propensas a hacerse cargo de los hijos en una separación, es a ellas a quienes se les dificulta más acceder a créditos e incluso programas de vivienda porque, al tener que dedicarse parcial o completamente a labores de cuidado, sus ingresos y trabajos son inestables. E, incluso cuando acceden a trabajos asalariados con jornadas completas, su participación en las labores de cuidado al interior del hogar no disminuye.

Las movilizaciones de derecho a la vivienda que, muchas veces son liderados por mujeres, no solo convocan por el derecho a un lugar donde resguardarse de las inclemencias del clima, sino también por el derecho a habitar y desarrollarse en ambientes adecuados, esto conlleva visibilizar la precariedad en la que muchas y muchos habitan y cómo esto afecta en lo público; pero sobre todo al reconocimiento de la participación de las mujeres en lo político desde lo que históricamente hemos llamado “privado”; dado que nuestros cuerpos se requieren activos en el espacio público para participar de lo político, lo básico es mantenerlo sano y esto se produce básicamente en el hogar.

“Otorgarle a la vivienda su valor como centro de la reproducción no significa eximir ni a los hombres ni al Estado de su responsabilidad y tampoco aceptar el modelo de familia impuesto actualmente. Más bien al contrario. Este enfoque abre perspectivas interesantes al movimiento feminista para seguir empujando hacia la erradicación del desigual reparto de lo doméstico y que las mujeres dejen de ser las cuidadoras por excelencia.”[1]

Entonces, la vivienda y lo que se produce al interior de ella es fundamental para que la participación pública de los individuos/ciudadanos se lleve a cabo; las desigualdades producidas al interior, son desigualdades reproducidas en la esfera pública, por lo que la vivienda se convierte en un acto político, no solo por las luchas de acceso a ésta, sino también por su capacidad para reproducir o no esta desigualdad desde su interior, haciendo de las mujeres un actor fundamental en esta lucha.


1. Martínez, Rebeca (20 de marzo de 2019), “Por qué la lucha por la vivienda es una lucha feminista”, en Contexto y acción, http://bit.ly/38aqzdc. 

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Cotidianidad sobre políticas públicas. Conversación con Blanca Valdivia https://arquine.com/cotidianidad-sobre-politicas-publicas-conversacion-con-blanca-valdivia/ Fri, 09 Jun 2017 19:09:48 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/cotidianidad-sobre-politicas-publicas-conversacion-con-blanca-valdivia/ El trabajo del colectivo punt6 invita a repensar los espacios domésticos, comunitarios y públicos desde una perspectiva feminista y cómo través de los espacios se puede transformar la sociedad para hacerla más justa

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s-Dinamización-Comunitaria-Calle-Punt-6-700x500_cProcesos de trabajo del Colectivo Punt6 | Fuente punt6.org

 

Hay varias ciudades que existen al margen de las normativas y políticas públicas. Esas otras ciudades tensan las formas en las que se tendría que vivir la ciudad. Blanca Valdivia es integrante del colectivo catalán Punt 6, un grupo de urbanistas y arquitectas que buscan hacer visibles aquellas interacciones entre habitantes de la ciudad que usualmente son pasadas por alto. “Somos una cooperativa de mujeres urbanistas, sociólogas y arquitectas que llevamos trabajando desde 2004. Durante todos estos años hemos trabajado para repensar los espacios domésticos, comunitarios y públicos desde una perspectiva feminista porque pensamos que a través de los espacios se puede transformar la sociedad para hacerla más justa”, nos dijo en entrevista.

Para ahondar más en la práctica del colectivo, convino abordar las maneras en cómo el feminismo, como postura humanística, convive con la arquitectura, cuyo trabajo suele inclinarse hacia la tecnocracia. “Para nosotras, el cruce entre la arquitectura y el humanismo es algo tan natural y tan obvio. La ciudad es el soporte físico de las personas, pero cómo están configuradas las ciudades determina cómo vivimos. No vivimos como queremos sino como podemos. La forma de las ciudades, la forma de las calles, cómo es el transporte público, si lo hay o no lo hay, si hay más coches o menos coches, si las casas son más verticales, si las ciudades son de más baja densidad o no lo son, todo eso va a determinar cómo vivimos. Es muy obvia la relación entre la sociedad y la forma urbana. Por lo tanto, la sociología, el urbanismo y la arquitectura se tienen que relacionar de la misma manera”. Punt 6 propone que las formas de habitar el espacio urbano no son homogéneas. “En el colectivo consideramos que las personas no somos iguales y que por eso se tiene que pensar desde la diversidad de las personas. No son lo mismo mujeres y hombres, no es lo mismo ser una persona con diversidad funcional que un niño, que una persona enferma, que una persona mayor, que una persona con una identidad sexual no normativa. Todas estas variables van a determinar nuestra manera de vivir la ciudad, van a determinar los ingresos que tenemos y las actividades que hacemos en la ciudad. Por lo tanto, se tiene que pensar cómo se hacen las ciudades. Muchas veces, desde una perspectiva capitalista con las que hasta ahora se han hecho las ciudades, se intentan hacer estándares con el mismo mobiliario que diseñe el mismo tipo de ciudad para todas las del mundo, cuando tenemos diferentes maneras de habitar y de vivir y no sólo por cada ciudad sino también por cada barrio y por cada persona. Nosotras vamos un poco más al detalle, a intentar que las ciudades se adapten a las personas. Nadie se tendría que adaptar a las ciudades, sino que las ciudades se tendrían que adaptar a sus habitantes”.

Captura de pantalla 2017-06-09 a las 2.04.57 p.m.Procesos de trabajo del Colectivo Punt6 | Fuente punt6.org

 

Puntualmente, el aporte del feminismo a la forma en la que pensamos las ciudades es, según Blanca, la posibilidad de traer de nuevo la diversidad. “Lo que el feminismo nos aporta es la posibilidad de abrir la perspectiva del sujeto blanco, heterosexual, hombre, con coche hacia toda la diversidad, además de darle su justo valor a los cuidados. No todos somos siempre sujetos productivos y son imprescindibles los cuidados para poder desarrollar la ciudad, como son los cuidados afectivos y que no son valorados en la forma de planear la ciudad. Es también imprescindible tener en cuenta que las mujeres somos sexualizadas en la sociedad, y esto condiciona nuestra experiencia de ciudad a partir de nuestra percepción de seguridad. Todo esto es el aporte que hace el feminismo al urbanismo. Además, se busca romper con las fórmulas mágicas, con el nosotros tenemos la solución y hacer un trabajo más de preguntar a la gente qué es lo que quiere, de adaptarnos a los contextos y de no intentar aplicar modelos en todos los sitios sino de adaptarnos a cada contexto, a cada persona, a cada ciudad”.

Valdivia ahonda: “a nosotros no nos gusta poner ejemplos paradigmáticos. Se ha hecho urbanismo feminista, planeación con perspectiva de género, proyectos piloto en temas sobre movilidad y seguridad. Pero, ¿eso sería aplicable a la Ciudad de México, a Barcelona? Seguramente no. En cada ciudad es diferente. Hay que pensar en específico. Las experiencias están bien para ver qué se ha hecho, pero no para tomarlas como ejemplos totalmente exportables. Como viven los vieneses no tiene nada que ver a como viven en Barcelona o en Ciudad de México. Cómo se organiza la gente en México no tiene nada que ver con cómo se organizan en Viena, porque, además, en Viena la gente no se organiza socialmente. No tienen un capital social que sí que tienen en la Ciudad de México. Por la necesidad seguramente”.

s-Dinamización-Comunitaria-Actividades-Punt-6-1024x575-700x500_cProcesos de trabajo del Colectivo Punt6 | Fuente punt6.org

 

Las normativas urbanas tendrían que responder a cada forma específica de habitar la ciudad. Pero son varias las decisiones que resultan sintomáticas de que se privilegia a la economía sobre la vivencia. “Nos parece bien que haya normativas, pero lo que pensamos es que esas normativas tiene que frenar al capital. Tal vez no sea el caso de México, pero en Barcelona tenemos una mercantilización del espacio público muy fuerte, con terrazas que ocupan el 80% de las calles sin que la gente pueda pasar. Tenemos muchas calles que son de por sí accesibles pero con terrazas que lo impiden. Para eso están las normativas: para intentar que las calles puedan ser de la gente. Las normativas deben favorecer a las personas, favorecer a los de abajo. Muchas veces es al revés. Las normas se usan para favorecer los intereses privados en vez de intentar equilibrar los poderes. El capitalismo nos enseña que la dependencia es un valor negativo y nosotras siempre hacemos hincapié en que la dependencia es algo innato a las personas, todos hemos sido dependientes cuando hemos sido pequeños y vamos a volver a serlo cuando seamos mayores. Somos dependientes del entorno natural, somos dependientes de otras personas. Esa es una concepción que tenemos que tener en cuenta a la hora de pensar en el entorno y a la hora de pensar en la ciudad. La dependencia en relación a los demás y al entorno”. Valdivia considera que esto no se comprende gracias a una separación física entre quienes ejercen el poder y las calles. “Muchas veces los tecnócratas viven en rascacielos, no pasean por los barrios, no caminan. Existe una distancia física entre ellos y las ciudades. Habría que romper esa distancia física para que puedan empaparse y tener las mismas vivencias de todos, aunque sea por un día”

¿Cuáles es el plan de trabajo de Punt 6? “En el colectivo, lo que defendemos es que siempre exista una participación de las personas con las que vamos a trabajar. Que haya, de menos, un diagnóstico que siempre sea participado. Que este diagnóstico también sea con perspectiva de género, porque si no es con perspectiva de género es ciego a esa problemática. Si no aplicas la perspectiva de género, terminas escuchando a los que más gritan, a los que más tiempo tienen o a los que más poder tienen, que normalmente no suelen ser las mujeres. Igualmente, se tiene que hablar desde la vida cotidiana porque si no se habla de la vida cotidiana esta se invisibiliza y se habla del trabajo, del ocio y del deporte pero no se habla de los cuidados, de qué implica hacer la compra o qué implica llevar a los niños y a las niñas al colegio. Esas necesidades cotidianas son las que más tendrían que generar ciudad. Lo que sucede es que esas se resuelven sí o sí. Tú a los chicos los tienes que llevar al colegio. Si los llevas por un camino que es accesible: estupendo. Si tienes un camino que no es accesible, que es inseguro, que está contaminado: pues los vas a llevar igual. Esas necesidades las vas a resolver aunque no lo tengas bien resuelto. Además, tradicionalmente, no están pagadas y por eso se considera que no son una actividad. Y encima, hasta el día de hoy, las siguen llevando a cabo en su mayoría mujeres. Trabajar desde la vida cotidiana es muy importante para darle valor a estas cosas. También, se requiere pensar en el espacio público desde el detalle: que una banqueta sea accesible, que haya bancos, que haya sombra, que haya sitio para guarecernos cuando está lloviendo, que haya papeleras, que haya juegos infantiles, que haya pasos de cebra. Se dice que los bancos son un elemento de socialización pero nosotras planteamos que son imprescindibles para la movilidad, porque en esta ciudad también transitan personas mayores, mujeres embarazadas, etcétera. Si una persona así tiene que hacer un recorrido corto de 10 minutos lo puede hacer porque puede detenerse para descansar. Pero si no tiene ese banco en su recorrido no puede hacerlo y, por lo tanto, su derecho a la ciudad está negado. Pensemos en toda la gente que no vemos en la ciudad. Esa gente se está quedando en su casa porque no puede caminar en nuestras ciudades”.

s-Dinamización-Comunitaria-Mapa-Punt-6-1024x768-700x500_cProcesos de trabajo del Colectivo Punt6 | Fuente punt6.org

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