Resultados de búsqueda para la etiqueta [Félix Candela Outeriño ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Dec 2023 00:01:06 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 Félix Candela, el mago de los cascarones de concreto https://arquine.com/felix-candela-el-mago-de-los-cascarones-de-concreto/ Wed, 07 Dec 2022 05:28:25 +0000 https://arquine.com/?p=73013 Los paraboloides hiperbólicos, que marcaron una época en la arquitectura mexicana, sólo pudieron ser construidos gracias a la capacidad constructiva y la visión espacial de Félix Candela y pocos arquitectos más, sumando la permisividad del reglamento de construcciones de entonces y el bajo costo de la mano de obra.

El cargo Félix Candela, el mago de los cascarones de concreto apareció primero en Arquine.

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[Fragmento del texto publicado originalmente en el número 2 de la revista Arquine, invierno 1997]

 

Las revolucionarias y espectaculares cubiertas de concreto armado que Félix Candela construyó en México en los años cincuenta y sesenta, lo convirtieron en una de las figuras destacadas del panorama arquitectónico internacional. Aunque profesionistas de distintos países incursionaron en el campo de la construcción de estructuras laminares desde la década de los veinte, a decir de Frei Otto, “sólo un hombre, Félix Candela, logró convertirlas en una obra maestra.”

El autor de formas tan atrevidas y audaces es en realidad un hombre modesto y sencillo, aunque tan franco y honesto como sus estructuras; su modestia le ha llevado a atribuir sus triunfos , más que al propio talento, a la coincidencia fortuita de una serie de factores que le permitieron llevar a cabo inquietudes gestadas en su juventud. Su personalidad abierta, desprejuiciada, curiosa y optimista —reflejada en la copiosa correspondencia mantenida a lo largo de varias décadas— le ha hecho tomarse la vida como una aventura, de laboratorio de pruebas.

Félix Candela Outeriño nació en Madrid el 27 de enero de 1910 y estudió en la Escuela de Arquitectura de esa ciudad entre 1927 y 1935; trabajó, mientras estudiaba la carrera, como ayudante en la materia de Resistencia de Materiales. Sus años de formación fueron de gran efervescencia en su país, tanto en el ámbito político como en el arquitectónico. La convulsión política que vivía España desde la crisis de 1898 culminó con la proclamación, en 1931, de la Segunda República Española, que ponía fin a la Monarquía de Alfonso XIII. La apertura cultural del nuevo gobierno hizo que cristalizaran diferentes tendencias filosóficas y artísticas de vanguardia que se venían fraguando desde años anteriores. Con los primeros acercamientos de la arquitectura española a los postulados del Movimiento Moderno. En los años treinta, con el beneplácito de las autoridades republicanas, arquitectos pertenecientes al GATEPAC —como Fernando García Marcadal en Madrid, Josep Lluis Sert y Josep Torres Clavé en Barcelona, y José Manuel Aizpurúa en el País Vasco—construyeron buenos ejemplos de una arquitectura racionalista que tuvo corta vida en España, pues sus principios quedaron proscritos tras la caída de la república en 1939.

Las estructuras laminares que se construían en Europa desde los años veinte (Dischinger en Alemania, Freyssinet en Francia, Torroja en España, etc.) habían llamado poderosamente la atención del joven Candela, quien en 1936 recibió una beca para estudiar en Alemania sus características y procesos constructivos. Sin embargo, sus planes se vieron frustrados por el estallido de la Guerra Civil Española (1936–1939) y por su decisión de permanecer en su país para enrolarse como voluntario en el ejército republicano y defender la democracia frente a la agresión fascista del ejército de Francisco Franco.

Candela participó en la contienda como capitán de ingenieros en varios frentes de batalla. En febrero de 1939, cuando la victoria franquista estaba prácticamente sentenciada, salió de España y psó unos meses en uno de los campos de concentración que el gobierno francés había preparado para instalar a los miles de republicanos que cruzaban los Pirineos. Allí, el arquitecto recibió la noticia de que partiría a México, país que había realizado una serie de gestiones por medio del gobierno del general Lázaro Cárdenas para dar asilo a los desterrados.

Entre los miles de exiliados españoles que llegaron a nuestro país entre 1939 y 1942, se contaban veinticinco arquitectos; Félix Candela era uno del os más jóvenes. Por las mismas echas, arribaron también otros arquitectos extranjeros de renombre, como Hannes Meyer y Max Cetto, que escapaban de los regímenes totalitarios europeos. La llegada de estos profesionistas a México, coincidió con una época de notable despegue económico, que se reflejó en la industria de la construcción facilitando su integración al medio. Para entonces, el gobierno mexicano había aceptado los principios de la arquitectura funcionalista como vehículo para cubrir las demandas populares en el campo de la construcción.

Candela llegó a México en 1939 y obtuvo la nacionalidad mexicana en 1941. Diez años después de si arrobo, y tras unos inicios profesionales inciertos —trabajó en Chihuahua, Acapulco y la Ciudad de México y se aventuró hasta como productor cinematográfico—, construyó su primer cascarón experimental: una bóveda funicular o catenárica que aplicaría al año siguiente en el proyecto de una escuela rural en Tamaulipas.

Animado por el éxito de esta bóveda y convencido del abanico de posibilidades que se abrían en ese campo innovador, Candela fundó con sus hermanos Antonio, Julia y con los arquitectos mexicanos Fernando y Raúl Fernández, una compañía constructora para introducir los cascarones de concreto en el campo de la arquitectura industrial. Así nació Cubiertas Ala, la empresa desde la que Félix Candela —actuando como arquitecto, ingeniero, consultor, calculista, contratista y constructor— levantó las cubiertas que lo harían mundialmente famoso.

“Por fin, al cumplir los cuarenta años, descubrí asombrado que mi desordenada y casual formación parecía haber sido misteriosamente dirigida en un determinado sentido que me permitía encontrarme preparado para la labor que tenía que ejecutar.”

“Era como si todos los acontecimientos previos de mi vida empezaran a tener sentido y significado. Comencé a sentirme mentalmente en forma, como un atleta se siente físicamente. Me di cuenta de que había llegado el momento de hacer algo.”

[…]

 

Los paraboloides hiperbólicos, que marcaron una época en la arquitectura mexicana, sólo pudieron ser construidos en el lugar y gracias a la capacidad constructiva y la visión espacial de Félix Candela y pocos arquitectos más —Fernando López Carmona, Juan Antonio Tonda y Oscar Coll, entre ellos— que alcanzaron a dominar el complejo sistema constructivo. Hubiera sido difícil construirlos en otros países, pues las delgadas láminas de hormigón que conforman los cascarones no cumplían las normas mínimas de seguridad del reglamento de construcciones de naciones más desarrolladas (“la reglamentación rigurosa de lo que se permite hacer, significa la casi imposibilidad de intentar algo nuevo, de evolucionar y progresar”, decía el mismo Candela). Además, estaba el aspecto económico: estas cubiertas basaban su rentabilidad en la mano de obra —barata y de primera calidad— que aportaban los albañiles mexicanos.

La clave del proceso constructivo de los cascarones estaba en la complicada elaboración de la cimbra, hecha a base de tablones rectos de madera, que conformaba la superficie alabeada que daba forma a la cubierta; sobre la cimbra se colocaba el armado de finas varillas que creaban una retícula sobre la que se vaciaba el cemento; una vez que fraguaba el concreto, era desprendida la cimbra y el cascarón tomaba, así, su forma definitiva. Para esto era necesaria la participación de muchos peones —reclutados de los flujos migratorios que llegaban del campo a la ciudad—, que aportaban buena mano de obra a cambio de una baja remuneración. Cuando en 1964, el presidente en turno, Gustavo Díaz Ordaz, promulgó una ley en la que se establecía un nuevo salario mínimo para los trabajadores, los cascarones dejaron de ser económicamente rentables y Cubiertas Ala inició su declive. 

El cargo Félix Candela, el mago de los cascarones de concreto apareció primero en Arquine.

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El discurso de Candela https://arquine.com/el-discurso-de-candela/ Wed, 27 Jan 2016 14:54:56 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-discurso-de-candela/ Una cubierta es una estructura cuya única específica misión es aislar de laintemperie el espacio interior del edificio, pensaba Félix Candela, quien nació el 27 de enero de 1910 en Madrid y murió el 7 de diciembre de 1997 en Durham, Carolina del Norte. Entre 1939 y 1971 vivió y trabajó en México.

El cargo El discurso de Candela apareció primero en Arquine.

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El lenguaje arquitectónico, como cualquier otro lenguaje, se compone de símbolos abstractos a los que el tiempo y la costumbre dieron determinado sentido. Este simbolismo formal tiene dos manifestaciones diferentes; casi como dos lenguajes superpuestos y entremezclados: estilo y carácter.

El programa funcional es el punto de partida para cualquier proyecto, pero pertenece a una categoría semejante a la de otros detalles técnicos, como la impermeabilización y el aislamiento, sin los cuales el edificio no podría cumplir su cometido. La arquitectura, o lo que es lo mismo, el problema artístico o expresivo comienza cuando todos los detalles técnicos han sido resueltos, y hasta pudiéramos decir que es totalmente independiente de ellos.

Podemos depender del subconsciente para ayudarnos en muchas operaciones, mediante la creación de hábitos musculares durante un periodo de aprendizaje o entrenamiento. En el caso de una operación intelectual, como el diseño, no se trata de entrenamiento físico, sino de desarrollar la facultad combinatoria escondida en alguna remota zona de nuestra mente.

 

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La cantidad de datos y hechos relacionados con un problema de diseño, y el número posible de combinaciones de los mismos, es tan grande, que la mente consciente, con su lento y rutinario modo de operar, no tiene tiempo de probar todas estas combinaciones, hasta encontrar la mejor. Pero, un subconsciente bien entrenado, como el de un artista, trabaja de una manera mucho más rápida y eficiente, probando y desechando toda clase de combinaciones con increíble rapidez.

Para que una obra de arquitectura pueda ser entendida por el hombre de la calle, debe ajustarse a la forma simbólica que le da su carácter, aunque pueden vestirse de acuerdo con la moda del momento. El estilo cambia pero el carácter debe permanecer.

Una cubierta es una estructura cuya única específica misión es aislar de laintemperie el espacio interior del edificio. Para ello basta simplemente con extender una lámina, impermeable a los agentes atmosféricos, sobre la superficie que se pretende cubrir y hacer que este elemento se sostenga a sí mismo o sea sostenido por otra estructura auxiliar.

Una arquitectura elocuente presupone que la arquitectura puede expresar algo, y por tanto, que su ejercicio constituye una operación expresiva. Pero, esta es, de hecho, la definición de arte: la ordenación de elementos formales para expresar actitudes emocionales. ¿Cuál debe ser el objetivo final de la arquitectura religiosa? ¿La pretensión de lograr belleza o utilidad? ¿La búsqueda del arte o la satisfacción de funciones de orden práctico?

La arquitectura moderna prescindió de todo elemento secundario tradicional, hasta el punto que, incluso la palabra ornamental está proscrita de la literatura arquitectónica, y de que muchos pretenden que no tenemos estilo alguno.

La única manera de que una palabra nueva se consolide como símbolo de un cierto significado o idea es su repetición, ligada a tal significado, durante un periodo de tiempo suficientemente largo. Lo mismo puede decirse de todo elemento arquitectónico o estructural que quiera establecerse como símbolo formal de una determinada idea, con la diferencia de que aún requiere más tiempo que el vocablo para consolidarse.

Ningún arquitecto moderno que se respete se atrevería a utilizar una solución que haya sido intentada previamente por otro colega y aún menos si la solución ha tenido éxito y ha sido, por tanto, glorificada por la prensa profesional. Actitud, esta, altamente contradictoria, puesto que la clave de la arquitectura como medio expresivo reside, en cierto modo, en la falta de originalidad.

Creo firmemente que se puede ser arquitecto e, incluso, muy buen arquitecto sin tener más que ideas generales sobre los métodos estructurales usuales. Lo que no se puede, con tan limitados conocimientos es ser diseñador estructural y, menos aún, inventor de estructuras. Lo que quiero decir es que, en este campo de las estructuras, el arquitecto solo tiene derecho a manejar lugares comunes.

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Félix Candela Outeriño (Madrid, 27 de enero de 1910 – Durham, Carolina del Norte, 7 de diciembre de 1997) llegó exiliado a México a los 29 años y a los 60 mudó su residencia a Estados Unidos, donde murió poco antes de cumplir los 88 años. Su vida se dividió en tres periodos de duración similar —alrededor de 30 años cada uno— en los que residió en tres países distintos con sus respectivas nacionalidades. Cada periodo puede identificarse con su trayectoria vital: su formación tuvo lugar en España (1910-1939); en México (1939-1970) vivió su apogeo profesional y su plenitud creadora; y en Estados Unidos (1971-1997) se dedicó a la vida académica y consultoría profesional.

El cargo El discurso de Candela apareció primero en Arquine.

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