Resultados de búsqueda para la etiqueta [espacios de trabajo ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Thu, 07 Dec 2023 19:43:20 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Una oficina con envolvente plateada https://arquine.com/obra/oficina-clou/ Thu, 07 Dec 2023 18:04:39 +0000 https://arquine.com/?post_type=obra&p=86022 La oficina de arquitectura y creativa CLOU en Beijing ha diseñado su propio espacio de trabajo en la planta 17 del Sanlitun SOHO con una fachada totalmente acristalada que ofrece amplias vistas de Sanlitun y las montañas del noreste de Pekín.

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La oficina de arquitectura y creativa CLOU en Pekín ha diseñado su propio espacio de trabajo en la planta 17 del Sanlitun SOHO con una fachada totalmente acristalada que ofrece amplias vistas de Sanlitun y las montañas del noreste de Pekín.

Líneas frías y limpias definen las distintas zonas de trabajo, comunicación, investigación y exposición, todas ellas conectadas por las características paredes galvanizadas plateadas, un elemento que une todos los espacios desde la creación de la oficina. Los materiales y el mobiliario en blanco y negro contrastan con la madera cálida y los toques de color, suavemente reflejados en el acero. La chapa de acero galvanizado se utiliza mucho en ingeniería industrial, pero gira principalmente en torno a los electrodomésticos.

El aspecto nítido y fresco del material, su patrón de superficie no direccional y sus propiedades magnéticas convierten las superficies del revestimiento funcional de paredes y muebles en un lienzo versátil para todas las representaciones expuestas de nuestros procesos de diseño. Desde la entrada principal hasta la planta de diseño y las zonas comunes, los reflejos suavemente distorsionados enfatizan el brillo laborioso en un gesto conectivo. Al entrar por la puerta cubierta de acero galvanizado, la parte derecha aparece como una zona de oficinas abierta, y la izquierda contiene un taller de maquetas. Las dos zonas están conectadas por una zona de exposición escalonada, la recepción y un pasillo público. El logotipo de CLOU, como parte de la identidad de la marca, se presenta en las paredes de las tres zonas en diversos materiales y tamaños. El logotipo gráfico en negro y plata muestra la imagen audaz y creativa de la empresa.

Las zonas de oficinas abiertas y bien iluminadas se complementan con diversas salas de reuniones para encuentros presenciales y virtuales. Cada espacio tiene sus propias características: la sala de juntas, con su cerramiento de cristal alrededor de un suelo azul brillante y un cálido tejido rojo anaranjado; un espacio de conferencias más íntimo, con cálidos muebles de madera sobre terrazo verde moteado; y un refugio en forma de cueva, todo de madera, para trabajar y conversar tranquilamente. La nueva oficina de CLOU en Pekín hace referencia a este material, trasladándolo desde los luminosos suelos de nuestros espacios comerciales para introducirlo como medio de definición territorial: las zonas de oficinas abiertas están dispuestas para zonificar los espacios comunes y compartidos en una brillante luminosidad, mientras que los espacios de reunión se encapsulan en sutiles colores de acento. Los patrones de contraste, audazmente rayados, crean dinámica espacial en la animada comunidad y el eje de circulación.

Un taller propiamente dicho ocupa una amplia zona de la oficina: en una zona para la creación de maquetas, pruebas de diseño e investigación de materiales, el entorno revestido de madera integra bancos de trabajo y maquinaria 3D con salas de almacenamiento y archivo. El mobiliario flexible permite convertirlo rápidamente en un estudio fotográfico o un miniauditorio para presentaciones entre oficinas. Las zonas de exposición escalonadas conectan el lugar de trabajo y el taller a lo largo de una zona de reunión común: donde se cruzan el acero y la madera, las maquetas de proyectos pasados, presentes y futuros muestran el progreso y la variedad, a la vez que sirven de referencia para las posibilidades y la calidad.

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Oficinas AA308 https://arquine.com/obra/oficinas-aa308/ Sun, 15 May 2022 06:00:53 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/oficinas-aa308/ El proyecto se cierra atendiendo a su representatividad, más concretamente en la noche. El aire contenido se alumbra, generando un halo real, que es  seña de la oficina y faro en la cruz que dibuja el cruce de carreteras.

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 El proyecto interviene sobre una preexistencia ejecutada en dos fases a mediados del siglo XX.  Se diseñó un lugar de trabajo que aporte nuevas posibilidades a una población envejecida y, así, abrir un nuevo espacio colectivo en un punto estratégico del pueblo.

La propuesta rehabilita un inmueble prototípico residencial construido en 1954 y ejecutado a medio camino entre la tradición vernácula y la modernidad local. Posteriormente se amplía una altura en 1976, empleando técnicas ya propias de la tradición moderna con forjados de vigueta cerámica, además de la reutilización de la misma viguería de madera de la vivienda original para la cubierta.

La operación, en el contexto rural-urbano, resuelve su posición con respecto a la alineación oficial actual, que no es coincidente con la original. Así se construye un zócalo que regulariza la pieza, pero que no puede mantener la ortogonalidad con la preexistencia. Sobre el límite de este plinto se eleva una urdimbre que genera unos planos casi virtuales, una especie de velo geométrico levísimo, que se solidifica o diluye en función del escorzo y que posibilitará el desarrollo futuro de la oficina. Ha de ser un soporte para la vegetación, la sombra, medios audiovisuales u otros elementos.

La casa que preexiste ofrece una cara interna y otra externa. Al interior se trata de obtener el mayor espacio disponible. Se descubren en la operación algunos encuentros que tratan de repararse de forma conveniente, al tiempo que se provocan otros que sirven al nuevo uso. Los interiores rotan en torno a dos cajas que articulan el espacio. La inferior, fría, de concreto y aluminio, aporta difusión de luz y reflejos. La superior, más cálida, de madera de pino, resulta adecuada para los usos de hábitat, lúdicos y de reunión, que se expanden al exterior a través del vidrio que mira hacia el paisaje montañoso de El Bierzo.

En su cara externa el edificio trata de desmaterializar su presencia mediante el empleo del policarbonato típico de los invernaderos del lugar. Es una piel que se escala mediante los huecos preexistentes, afilados, y se interrumpe por los grandes nuevos. La trasformación provoca una pérdida de masividad que se potencia con la elección de un color gris que vincula la fachada con el cielo. Los alzados vibran en sentido horizontal, haciendo resonar la veladura con el policarbonato.

Todo el discurso se consolida en el aire atrapado entre la veladura y la fachada. Ese espacio intermedio permite que el viejo volumen respire, al tiempo que toma cierta intimidad con respecto del contexto exterior.

El proyecto se cierra atendiendo a su representatividad, más concretamente en la noche. El aire contenido se alumbra, generando un halo real, que es  seña de la oficina y faro en la cruz que dibuja el cruce de carreteras.

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Oficina, ¿dulce hogar? https://arquine.com/oficina-dulce-hogar/ Sun, 18 Jul 2021 20:16:27 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/oficina-dulce-hogar/ La pandemia nos puso contra la pared, la crisis puso en evidencia las grandes carencias de nuestras ciudades y sus devastadores efectos dejaron a las ciudades económicamente bombardeadas, como tal vez no sucedía desde la segunda guerra mundial. Las ciudades, sin escombros aparentes, han quedado parcialmente derruidas. Habría que llamar a un esfuerzo de reconstrucción que parta desde el planteamiento mismo de las reglas que habremos de seguir para construir ciudades más humanas y dejar atrás la construcción de productos inmobiliarios sedientos de márgenes económicos y de rentabilidades obscenas.

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De acuerdo con los reportes más recientes de los diferentes corredores inmobiliarios del país, la oferta de espacios de oficina en la Ciudad de México está arriba de 1.7 millones de metros cuadrados(1). La escalofriante cifra representa el 22.5% del área neta rentable. Las firmas especializadas reportan la tasa de desocupación histórica más alta jamás registrada y una absorción de espacios negativa. Sin lugar a duda el mercado está sobre ofertado: sobran espacios para oficinas.

Las voces de los desarrolladores y promotores inmobiliarios se han dejado oír una vez que la emergencia sanitaria dejó claro que las empresas no volverán a ver a las oficinas con la misma óptica. Se habla por todos lados de la “reconversión” de espacios. Ante la imposibilidad de desplazar estos productos al ritmo que se había planeado, los resultados de rentabilidad se ven aplastados y en la búsqueda desesperada de alternativas se ha puesto esta idea al centro de la mesa. Es así como los líderes de este sector llaman al Gobierno de la Ciudad a pasar reformas legales que permitan la reconfiguración de estos edificios pasando a ser de espacios de trabajo a espacios residenciales. 

Pero, ¿pueden realmente estos espacios reconvertirse en vivienda? Se antoja ideal que las estructuras actuales sean transformadas en su uso. Sobran teorías y visiones arquitectónicas que plantean la creación de edificaciones flexibles que permitan a lo largo de los años mutar de usos, transformarse a la par de la sociedad, creando ciudades vivas y dinámicas que generen condiciones de vida ideales. La realidad es otra, basta sacar la calculadora para darse cuenta de que la hazaña es, si no imposible, ciertamente muy distante de la realidad. Para los promotores de esta iniciativa es sólo necesario un decreto que flexibilice la normatividad existente para que estos casi dos millones de metros cuadrados construidos se transformen en productos demandados por el mercado.

Dogma, planta tipo de la transformación de un bloque de oficinas, Bruselas, Bélgica, 2014.

 

Un breve ejercicio geométrico lo lleva a uno a un callejón sin salida. Un piso típico de oficinas AAA tiene plantas libres de 800 metros cuadrados contenidos normalmente en un rectángulo de 40 x 20 metros. Este rectángulo incluye, de alguna manera, un núcleo de servicios y elevadores concentrado en un solo lugar. Si de esta superficie se debiesen sacar departamentos de entre 60 y 100 metros cuadrados resultaría imposible obtener habitaciones iluminadas en cada uno de ellos, es geométricamente irrealizable. Los espacios no sólo estarían fuera de normatividad, serían inhumanos y seguramente un pésimo producto inmobiliario.

Por otro lado, un cálculo matemático elemental arrojaría otra contradicción. Las oficinas de primera línea se rentan a razón de 19 dólares por metro cuadrado y hasta los 25, es decir entre 380 y 500 pesos. Esto resulta en una renta mensual para un departamento de 80 metros cuadrados de 30,400 pesos (usando el valor más bajo de renta), lo que en realidad es un producto fuera de mercado.

La idea es sobre todo desesperada, una medida que busca desplazar metros cuadrados que han quedado atrapados ante el violento cambio de los supuestos de mercado. La “reconversión de oficinas”, como la solución a la ciudad mal planeada, es una visión limitada e imposible de una serie de jugadores en el mercado que se han quedado con los dedos en la puerta. 

La crisis actual llama a medidas de mucho más amplio alcance y con la mirada puesta en un futuro más lejano. Hace apenas unos días Yuri Zagorín, quien preside a la Canadevi en el Valle de México, escribía unas líneas que dejaban claro la necesidad imperiosa de contar con vivienda asequible al centro de la urbe, en las zonas donde se genera la oferta de trabajo. Con pocas palabras deja claro que una ciudad debe de ser “feliz”, urge crear una ciudad con las dinámicas sociales y económicas que construyan a favor de una sociedad integrada y con posibilidades de progreso, y para eso, argumenta Zagorín “se requiere un esfuerzo conjunto de Gobierno, sociedad civil e iniciativa privada para lograrlo, es complicado y costoso, pero es mucho más caro no hacer vivienda.” (2)

Dogma, propuesta para la transformación de un bloque de oficinas, Bruselas, Bélgica, 2015.

 

El reto es global y existen ya ejemplos de reconversión en diferentes latitudes. La solución supone mucho más que la emisión de un decreto que involucre usos de suelo o zonificaciones implica también acciones más amplias que el simple cambio o adecuación de los reglamentos vigentes.

Habrá que enfrentar el desafío repensando los modelos de vivienda que el mercado inmobiliario ha preconcebido y que han encasillado a las soluciones arquitectónicas en productos que a todas luces son anacrónicos. Pensamos cambiar espacios de oficina, que evidentemente ya no son necesarios como habían sido ideados, por viviendas que por cierto tampoco son necesarias como se habían ideado. El modelo “apartamento con sala / comedor y dos recámaras” es sin duda extemporáneo, ni hablar de los absurdos “medios baños”.

Es momento de pensar en las nuevas formas del habitar, en los espacios que combinen los quehaceres domésticos con los creativos y productivos. Podemos imaginar un departamento / taller en donde además se piense en una cocina comunitaria y donde se incluyan espacios compartidos para aprendizaje / entrenamiento. Ligar además la reconversión de edificaciones a los sistemas de transporte y energéticos modernos. Una solución que más que “usos mixtos” piense en un “habitar post-pandémico”, un habitar que no hace distinción entre hogar y oficina, un habitar con un fluir orgánico y no en habitaciones como hasta ahora lo hacemos.

La pandemia nos puso contra la pared, la crisis puso en evidencia las grandes carencias de nuestras ciudades y sus devastadores efectos dejaron a las ciudades económicamente bombardeadas, como tal vez no sucedía desde la segunda guerra mundial. Las ciudades, sin escombros aparentes, han quedado parcialmente derruidas. Habría que llamar a un esfuerzo de reconstrucción que parta desde el planteamiento mismo de las reglas que habremos de seguir para construir ciudades más humanas y dejar atrás la construcción de productos inmobiliarios sedientos de márgenes económicos y de rentabilidades obscenas.


  1. https://centrourbano.com/2021/07/13/cdmx-reporta-oficinas-disponibles/?fbclid=IwAR2XjiwcnnNT51nvsnlpCMgJVnKIErtGjznB4gl7Zv6aBdETGuceMbwqlfQ
  2. https://www.reforma.com/aplicacioneslibre/preacceso/articulo/default.aspx?__rval=1&urlredirect=https://www.reforma.com/por-que-quieres-vivienda-asequible-2021-07-13/op208280?referer=–7d616165662f3a3a6262623b727a7a7279703b767a783a–

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La oficina irrumpe en casa https://arquine.com/la-oficina-irrumpe-en-casa/ Fri, 01 May 2020 06:00:41 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-oficina-irrumpe-en-casa/ Habrá que entender cuáles son los límites del aislamiento y de la tecnología, y sólo aquellas empresas que sean capaces de hacerlo podrán generar entornos laborales sanos y productivos, donde las personas —como individuos y como equipos— serán el centro del trabajo, y no la mera generación de beneficios.

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Hasta hace poco tiempo una de las tendencias en el diseño de oficinas era trasladar la sensación de “hogar” a estos espacios, pues al sentirnos cómodos y en confianza incrementamos nuestro bienestar sicológico y por lo tanto nuestra capacidad para producir. Normalmente esto se persigue disponiendo sofás, butacas y alfombras en las áreas de descanso, generando espacios desenfadados donde tomar café o celebrar reuniones, por ejemplo. Algunas empresas llevan esta tendencia más allá e incorporan servicios que antes eran ajenos al mundo laboral, como guarderías o gimnasios, diluyendo las fronteras entre la vida personal y la profesional. Estas acciones que muchos ven como alicientes para captar talento, no son más que otra manera de dilatar el trabajo y colocarlo en el centro de nuestras vidas, dando una falsa idea de conciliación.

La tecnología ha cambiado la manera de trabajar en las últimas décadas, ha servido de soporte para poder extender las funciones laborales más allá del espacio físico y temporal. Se puede trabajar desde cualquier punto geográfico y a cualquier hora, lo único que se necesita es un aparato conectado al mundo. El auge de la utilización de Internet y la necesidad de un espacio físico han dado pie a nuevas formas de trabajar, como los coworkings. Estos han ido cambiando para convertirse en algo más que meros espacios habilitados para el trabajo eventual de profesionales que carecen de oficina fija, y se han transformado en redes de profesionales afines que explotan sus conexiones para generar un mejor producto gracias a la interacción entre sus miembros.

Debido a estos avances tecnológicos también ha aumentado la geo-deslocalización del trabajo. Ya no es necesario tener una oficina “física” para tener presencia empresarial. Como resultado, es posible contratar mano de obra calificada en otros países con condiciones laborales distintas, el trabajo se exporta a zonas con condiciones más atractivas para la empresa, y no necesariamente para el trabajador. La maquila que antes pegaba botones o cosía pantalones en países en vías de desarrollo tiene su reflejo en empresas que desarrollan productos en países asiáticos para industrias en Latinoamérica o Europa, por poner un ejemplo.

Con la irrupción del COVID-19, muchas de estas tendencias se han acelerado y otras se han terminado de instaurar. El confinamiento ha revertido el añorado “sentirse como en casa en la oficina” y lo ha llevado al extremo, la oficina se ha trasladado directamente al hogar, sin aviso, sin tiempo para prepararnos y dando por sentado ciertas cosas fundamentales, como el tener un espacio y las herramientas necesarias para poder llevar a cabo dicho trabajo. La separación entre la vida personal y profesional ha quedado completamente disuelta.

 

¿Estamos ante una nueva precarización del trabajo?

En cuestión de semanas las empresas se han dado cuenta, de manera forzada, de que también es posible trabajar desde casa. Esta nueva situación refleja de manera directa la capacidad económica de los trabajadores y agudiza las diferencias sociales. Hay muchas preguntas por responder, ¿todos los trabajadores tienen el espacio necesario para poder trabajar desde casa?, ¿quién se hace cargo de la adaptación de estos espacios?, ¿quién se asegura de que nuestra oficina en casa cumple con la normativa vigente, que tenemos una silla operativa funcional y 500 luxes sobre la mesa, por mencionar un par de cosas fundamentales? Y si hay enfermedades derivadas del trabajo en casa, ¿quién las asume, el trabajador o el empleador?

También se ha de tomar en cuenta la repercusión que tendrán en la ciudad los cambios en el mercado laboral. Si ahora puedo trabajar desde casa ¿por qué he de vivir en grandes ciudades donde el precio de la vivienda y los servicios son más caros? Si la tendencia es esta, las empresas no necesitarán tanto espacio, se reducirán los costes de alquiler, dietas, traslados y otros beneficios como cheques restaurantes para sus empleados o vehículos de empresa. En una visión reducida y cortoplacista estos cambios en la forma de trabajar probablemente aportarán beneficios económicos a la compañia, pero a largo plazo podrían suponer una paulatina destrucción del capital humano, personas desmotivadas que rendirán menos, se sentirán menos agusto y serán menos productivas.

Es evidente que el teletrabajo también puede traer consigo aspectos positivos, al haber menos desplazamientos se reducirán las emisiones de dióxido de carbono, habrá menos atascos y, en principio, ciudades más saludables y ciudadanos menos estresados. Al eliminar desplazamientos también ganaremos tiempo —el de commute diario—, que permitirá actividades que probablemente antes no se podían realizar. La conciliación familiar se verá beneficiada por estos cambios, más tiempo con la familia y amigos generará mayor bienestar.

 

Pero ¿cómo serán los espacios de trabajo después del COVID-19?

El trabajo quedará todavía más disuelto entre dos ámbitos hasta ahora opuestos, el laboral y el personal. Tendrá que cambiar el mobiliario en casa, así como poco a poco iba cambiando el de la oficina, pero sobre todo, habrá que generar nuevos valores en el espacio de trabajo fuera del hogar, ¿qué aportará la oficina si el trabajo lo puedo realizar desde la comodidad de mi hogar? Las empresas afrontarán el reto de mantener motivados a sus empleados, la oficina deberá ofrecer no sólo confort y dinamismo, sino también un espacio con actividades complementarias que fomenten la interacción y la productividad.

¿Podríamos imaginar la oficina del mañana como un espacio lejos de la ciudad? En un espacio que se visitará dos veces por semana, por ejemplo, la empresa no tendrá que invertir en alquileres caros y la mayor ventaja será poder estar en un entorno natural que mejore la experiencia laboral. También podríamos repensar la oficina y convertirla en un evento, algo efímero, y ser una convención de algunos días realizadas en destinos turísticos donde se reúnen los empleados para conocerse y generar cultura de empresa. 

Quizás veremos cómo las compañías entrarán en los hogares y darán ayudas para incentivar la compra de comida sana en casa, y pagarán gimnasios para tener empleados saludables. La empresa como entidad sólida y con presencia física se separará en sus componentes a modo de satélites y se replicará el modelo del taxista por ejemplo, cada uno cargará con su puesto de trabajo. Es evidente que la casuística de cada empresa determinará la manera de proceder, pero ahora las tornas han cambiado y se tendrán que repensar los sistemas laborales. No se puede dar la misma respuesta a una pregunta que ha cambiado.

Si bien los espacios de trabajo cambiarán, y el teletrabajo ganará fuerza, es responsabilidad de todos el ser conscientes de cómo estos cambios pueden repercutir en todas las esferas de nuestras vidas. Es indispensable entender la necesidad de los espacios físicos para la interacción de las personas. Así como las ciudades no son una mera aglomeración de edificios, la oficina no es un mero conjunto de personas produciendo. Es en el roce generado entre sus componentes donde la creatividad y la motivación crecen. Habrá que entender cuáles son los límites del aislamiento y de la tecnología, y sólo aquellas empresas que sean capaces de hacerlo podrán generar entornos laborales sanos y productivos, donde las personas —como individuos y como equipos— serán el centro del trabajo, y no la mera generación de beneficios.

 

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¿Quién necesitaba jugar al tenis de mesa en la oficina? https://arquine.com/quien-necesitaba-jugar-al-tenis-de-mesa-en-la-oficina/ Fri, 25 Jan 2019 14:55:21 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/quien-necesitaba-jugar-al-tenis-de-mesa-en-la-oficina/ Antes de lanzar cualquier hipótesis sobre cuál es el futuro inmediato de los espacios de trabajo, cabe preguntarse: ¿son las nuevas formas de organización espacial construida por la arquitectura las que propician nuevas formas, usos y funciones en un espacio?, ¿o son más bien las nuevas demandas de las empresas y negocios las que posibilitan llevar las soluciones arquitectónicas más allá de lo conocido?

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Antes de lanzar cualquier hipótesis sobre cuál es el futuro inmediato de los espacios de trabajo, cabe preguntarse: ¿son las nuevas formas de organización espacial construidas por la arquitectura las que propician nuevas formas, usos y funciones en un espacio?, ¿o son más bien las nuevas demandas de las empresas y negocios las que posibilitan llevar las soluciones arquitectónicas más allá de lo conocido?

Tomemos por ejemplo la evolución y los múltiples cambios que ha traído consigo el desarrollo de internet, no sólo en la manera de ocupar un espacio sino también en cómo gestionamos el tiempo de trabajo o las relaciones afectivas con otras personas. La red permite distribuir la información a través de cientos de dispositivos y la vuelve accesible desde cualquier lugar que disponga de una buena conexión. De la misma manera, internet ha establecido nuevos patrones de lectura —desde la pantalla del teléfono hasta el reloj de pulsera— desconocidos todavía hace pocos años. A su vez, ha atomizado los espacios desde donde se trabaja, destruyendo la clásica noción que rígidamente dividía un día en tres periodos de ocho horas: trabajo, descanso y ocio, que ahora se entremezclan e intercalan de forma constante. Mientras trabajamos respondiendo un email, actualizamos nuestro estado en las redes sociales, enviamos un mensaje a un familiar o compartimos el último “meme” de moda.

Si Le Corbusier veía en aquella férrea triada la necesidad de crear una ciudad zonificada, ¿cuál es hoy el esquema espacial que necesita este nuevo entendimiento del tiempo? La superposición a la que hoy nos somete la red hace inevitable re-imaginar y repensar el entorno cotidiano en el que nos movemos. Internet reformuló nuestros hábitos al mismo tiempo que nos obligó a darnos cuenta de un necesario cambio en la arquitectura capaz de replantear los ya arcaicos espacios en los que trabajamos. Hoy, cualquier computadora conectada a la Word Wide Web es suficiente para crear un entorno laboral. Esta posibilidad de conexión no elimina, sin embargo, la idea de la oficina. Más bien la reformula. Conscientes de qué es en un entorno de trabajo compartido, donde las ideas se comparten y estimulan, las empresas surgidas a raíz de las nuevas tecnologías de comunicación, como Apple, Google o Facebook, demandan otros lugares que cuestionen y enuncien los ya conocidos, repitiendo así el paradigma que Robert Propst planteaba a mediados de los sesenta del siglo pasado: “Today’s office is a wasteland. It saps vitality, blocks talent, frustrates accomplishment. It is the daily scene of unfulfilled intentions and failed effort” (La oficina de hoy es un páramo. Agota la vitalidad, bloquea el talento, frustra el logro. Es la escena cotidiana de intenciones no cumplidas y del esfuerzo fracasado).

En 1964, Robert Propst anunció el concepto del Action Office. Desarrollado para la empresa de muebles de oficina Herman Miller y rápidamente copiado por el resto de la industria, se basaba en la fabricación de un sistema material flexible e industrializado, que ordenaba el espacio de trabajo en pequeños cubículos individuales en una planta abierta. De una parte, la lógica de Propst posibilitó el desarrollo de una arquitectura más eficiente, pura estructura que podía completarse en su interior con sólo unas pocas paredes desmontables, algunos muebles y varios enchufes; por otra, dio lugar a un entorno donde los trabajadores podían volcarse sobre sí mismos y trabajar aislados de cualquier distracción que fuera en contra del rendimiento laboral, transformando a un empleado en una pieza que podía sustituirse sin problema en cualquier momento, dentro de un complejo engranaje empresarial. Una forma de pensamiento propia de la lógica posfordista que configuraba un entorno laboral homogéneo, caracterizado por el extremo anonimato de sus espacios y las personas que los ocupaban. Los espacios diseñados por Propst crearon una condición de inquietante igualdad democrática entre todos los trabajadores, tanto en su espacio, como en su vestimenta y formas de comportamiento donde nadie debía, ni podía, sobresalir.

Éste es un aspecto que hoy, sin embargo, se evita a toda costa. La necesidad de constante renovación de productos y servicios que necesitan estas empresas —visible en cómo cada pocos meses podemos disfrutar un nuevo teléfono o una aplicación digital para un usuario deseoso de consumir— ha de venir necesariamente acompañada de un entorno laboral cargado de estímulos que posibilite el desarrollo creativo de sus empleados, donde puedan socializar, divertirse, descansar e, incluso, perder el tiempo. Y es que, en realidad, en estos trabajos el tiempo nunca se pierde, sino que se invierte y recupera después en el trabajo creativo que desarrolla un empleado. En un entorno propicio, la creatividad puede venir de cualquiera en cualquier momento. Por eso se ha de construir una arquitectura que dé lugar a formas de trabajo que diluyan las viejas jerarquías de la empresa creativa, lo que en esencia necesita nuevas necesidades espaciales, muchas veces, más allá de las a priori conocidas.

Sin un referente claro de lo que necesitaban, y sólo sabiendo que debían romper con los viejos esquemas organizativos de antaño, las nuevas propuestas arquitectónicas comenzaron a ocupar los espacios con programas novedosos, materiales y diseños que permitieran construir ese escenario, a medio camino entre la calle y el interior, entre lo laboral y lo doméstico, entre el trabajo más duro y el ocio más relajado. Ahora las oficinas no sólo disponen de cocina o áreas de descanso, sino que éstas son zonas fundamentales y desde ellas que se articulan las propuestas arquitectónicas. La mesa de escritorio individual dio paso a la de tenis de mesa; las zonas de descanso se llenaron con cómodos sofás, lugares donde dormir, escuchar música, ver televisión o, incluso, columpiarse. Tomarse un café dejó ser una actividad fugaz frente a una pequeña máquina y las oficinas se equiparon con cocinas donde los empleados encontrarían una gran variedad de productos —ya fueran sanos o altos en azúcares— todo complementado con espacios renovados y programas que ayuden a las personas que allí trabajan, como son gimnasios o guarderías. Lo que antes era un entorno de uniformidad, con materiales reiterativos, fabricados en serie y de aspecto frío —hechos para durar— dejó paso a ambientes cálidos, con muebles de diseño e iluminación variable a fin de construir distintos entornos. Se trata de crear una serie de espacios más cercanos a un entorno exterior, como un pequeño parque o una cafetería, que prioricen la participación colaborativa de sus usuarios. Este tipo de oficinas consideran no sólo la filosofía de la empresa, sino también la identidad de cada usuario. Sirva de ejemplo el trabajo de despachos como Studio O+A o Clive Wilkinson Architects, punteros en el diseño de nuevas oficinas y que han desarrollado casos prácticos para compañías como Google, UBER, Facebook, AOL, Evernote, Cisco o Yelp, todas ubicadas en California y enfocadas en las nuevas posibilidades que ofrecen nuestros dispositivos móviles. Sus propuestas incluyen una diversidad de lugares adaptados a diferentes momentos, desde los de encuentro hasta los espacios a donde retirarse y aislarse por un rato del intenso ruido laboral.

Estos proyectos eluden formas demasiado reconocibles y reivindican sitios, muebles y elementos que los empleados pueden intervenir y apropiárselos, a fin de inventar nuevas maneras de hacerlos evolucionar según surjan nuevos descubrimientos, necesidades o formas de relación. Estas nuevas fábricas creativas son en realidad laboratorios en los que se propicia el talento y la diversidad, donde cada día puedan surgir innovaciones de un producto o de la manera en la que se ocupa el área.

Desde estas primeras oficinas, las empresas, convertidas ya en gigantes corporativos, comienzan a dar paso a los edificios centrales, donde se concentre casi toda la actividad de la compañía. Por su tamaño, estos edificios, firmados en muchos casos por destacados arquitectos del universo mediático, comienzan a parecerse menos a un edificio clásico y exploran su gran escala, definiendo espacios y paisajes tal y como haría una ciudad, sin perder, claro está, que desaparezcan las formas, lenguajes y posturas ideológicas asociadas al nombre de la marca. Se trata no sólo de crear un entorno laboral, sino de encontrar su lugar respecto de las políticas urbanas. Así, Apple confía la sobriedad de su diseño a Foster + Partners, que ejecuta un edificio 100% sostenible, de forma circular, que parece aterrizar en el terreno como un objeto salido de la misma fábrica fundada por Steve Jobs; Google busca a BIG y Thomas Heatherwick para construir un liviano megacomplejo con unas estructuras arquitectónicas que quieren borrar cualquier límite entre edificios y naturaleza, con tiendas, restaurantes y zonas de protección animal; Facebook recupera al mejor Frank Gehry, aquel de sus diseños californianos más sencillos pero ricos en detalles, con un edificio de planta abierta bajo una cubierta verde que hace las veces de parque; y UBER plantea una fábrica transparente, diseñada por SHoP y el ya mencionado Studio O+A, que expone por completo su interior y a sus empleados, con el argumento que no tiene nada que ocultar.

Pero, si intentamos ver alguna contraparte a todos los magníficos diseños mencionados, ¿por qué estos proyectos parecen ofrecer una visión de la oficina que funciona como una ciudad, con programas y espacios diversos, que parecen proponer disfrutar un día completo sin necesidad alguna de salir?

Más allá de su tamaño, el último de los casos —el de la fábrica que se diluye casi en el aire— es el que puede resumir por completo la nueva idea de la oficina en el mundo contemporáneo. Aquella que destruye sus límites. Tanto los físicos, haciendo desaparecer no sólo los exteriores, sino también los límites interiores del cubículo en beneficio de la zona común, así como los temporales. Hoy el trabajo puede sorprendernos en cualquier momento y en cualquier lugar. Nos encontremos dentro o fuera del espacio de la oficina, en la mesa de trabajo o jugando una partida de tenis de mesa, paseando por la ciudad o recién levantados, siempre tenemos algo que hacer gracias a nuestros dispositivos. El nuevo uso del tiempo ha alterado cualquier noción ya conocida de la arquitectura.

Como se apuntaba al inicio de este texto, hoy el trabajo llega y abarca cualquier sitio, lo ocupa todo y “la ocupación implica el borrado de las divisiones espaciales”. Por eso, quizá, la oficina se despliega en una ciudad, en un parque o se vuelve invisible, expande sus límites, los disuelve de modo que “las fronteras que diferenciaban lo público de lo privado, el tiempo productivo del tiempo de la subjetividad, que definían el espacio social del otium y lo distinguían del espacio laboral del trabajo, están siendo profundamente alteradas […] la subjetividad y el inconsciente han sido puestos a trabajar en todas partes y a todas horas”. Quizá, sólo quizá. Por eso la oficina de hoy se parece a muchos otros lugares que ya conocemos. A muchos, salvo a la oficina tradicional.

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