Resultados de búsqueda para la etiqueta [Emerita Augusta ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 12 Dec 2023 23:02:32 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Espacios: Romanos, Emérita Agusta, Arcos y Moneo. Segunda entrega. https://arquine.com/espacios-romanos-emerita-agusta-arcos-y-moneo-segunda-entrega/ Tue, 12 Dec 2023 13:46:09 +0000 https://arquine.com/?p=86221 Mérida, ciudad fundada por los romanos a orillas del río Guadiana en el primer siglo antes de nuestra era, cuanta con un museo dedicado a sus orígenes, diseñado por Rafael Moneo. Las decisiones formales y estructurales que tomó Moneo al diseñar ese espacio, pueden leerse en paralelo a las de la arquitectura romana.

El cargo Espacios: Romanos, Emérita Agusta, Arcos y Moneo. Segunda entrega. apareció primero en Arquine.

]]>
Tras la absorbente experiencia en el teatro y anfiteatro romanos, nuestro guía (experto en historia, que no en arquitectura, como él mismo confiesa) nos encamina hacia el museo.

Consultando para obtener la referencia directa, la página del despacho de arquitectura que encabeza Rafael Moneo cuenta que la historia iniciaba con una petición para un muro de contención de las excavaciones arqueológicas, realizadas en la manzana urbana ubicada al noroeste del conjunto romano relatado. De acuerdo a Moneo y su equipo, la disyuntiva entre abordar la propuesta desde la traza de las ruinas encontradas en dicha manzana, o la de la ciudad contemporánea, terminó resolviéndose hacia la segunda opción, convirtiendo la preexistencia arqueológica en la base de la cimentación del nuevo edificio, mientras que la arquitectura del museo se materializa a partir de una reinterpretación de la tradición constructiva romana, ligada con elementos de tecnología contemporánea para generar una espacialidad que conecte el largo trayecto histórico de la ciudad, a través de un edificio.

El museo por lo tanto no es un elemento exento del sitio arqueológico, que autocoloniza su pasado, sino que se convierte en la envolvente de uno de sus segmentos (la manzana citada) estratificando en niveles o capas su programa: en la base, los restos de la ciudad romana, donde se observan cimientos de edificaciones, acueductos, calles, etc. Conviviendo con los cimientos del museo. En los otros niveles las piezas “aisladas” de esculturas, mosaicos, pavimentos y objetos varios de uso cotidiano para su visita y análisis desde una perspectiva museística.

El edificio entonces, se compone de tres volúmenes perceptibles desde la calle: el acceso, la parte administrativa y operativa y el museo como tal, ligados por un puente bajo el cual vemos un segmento de vía romana. El sótano en cambio, se lee como una gran sala continua, un tanto cuanto surreal, e intensamente sugerente para ser explorada.

Desde el vestíbulo y taquillas, se comienza a experimentar en el interior la transición material: muros sólidos de tabique de barro o ladrillo (según el contexto lingüístico de cada región de habla hispana) entrelazados con vigas de acero que permiten librar con ligereza de peralte los claros estructurales y jugar con relaciones de alturas de uno, dos o tres niveles. Este juego de planos horizontales (losas) y verticales (muros) provee a su vez a quien visita, una experiencia de tonos de luz que van de lo más diáfano, a la semipenumbra, sin generar una sensación lúgubre. Por lo contrario, al menos en mi perspectiva personal, la atmósfera adquiere una esencia de atemporalidad adecuada para trascender el espacio tiempo.

Luego, el tránsito desde la zona vestibular que nos recibe, hacia el espacio principal de exposición, nos permite ver entre ventanas y celosías, fragmentos de fachadas interiores o exteriores del conjunto, generando ese juego entre el afuera y el adentro, que tanto valoramos en la formación de la percepción arquitectónica aquellas personas que nos dedicamos a esta peculiar profesión.

Al trascender el puente es cuando explota entonces la gran escala compositiva del espacio expositor: Un eje contundente se enfatiza por una monumental arcada de tabique de barro en triple altura, dispuesta perpendicularmente a éste a manera de placas que estratifican el espacio. Entre placa y placa, el tragaluz modulado como membrana que las liga, provee la iluminación natural al interior, matizando la relación entre los puntos de mayor luminosidad y las sombras. Al fondo, el muro que remata el eje nos deja ver, lejanos, objetos arqueológicos ordenados de manera rítmica, donde la museografía y el espacio se ligan para componer la experiencia.

Ahora bien, la monumentalidad de esta perspectiva, sería un tanto cuanto sosa si solo tuviésemos como recorrido, la linealidad del gran eje, en un trayecto de inicio a fin de éste y viceversa. No demeritaría la potencia del espacio, pero lo volvería fácilmente memorizable y por lo tanto hasta cierto punto, aburrido después de un tiempo. Pero ahí es donde la composición de estos elementos en placa, abre otras posibilidades de flujo.

Entre las placas que estructuran el espacio con sus grandes arcos, tanto compositiva como de manera constructiva, Moneo y su equipo nos ofrecen un universo alterno, que podemos experimentar en zigzag, yendo entre los espacios intersticiales que se abre entre placas, de un lado a otro en la planta baja. Cada intersticio se a su vez se subdivide en tres niveles donde los paños de las losas sostenidas por vigas de acero, salen o se remeten jugando con la escala y la experiencia vivencial, a partir de alturas sencillas, dobles o triples, que se aprovechan para exponer distintas piezas arqueológicas: desde un busto u objetos de uso cotidiano, hasta mosaicos completos que alguna vez formaron el piso de alguna estancia, y hoy se nos exponen como enormes lambrines verticales.

Pero ahí tampoco acaban las alternativas. Obviamente y como ya habrán visto e intuido entre imágenes y su propia capacidad deductiva, ustedes estimadas y estimados lectores saben que, en la experiencia entre un nivel y otro, el espacio de la escalera o ascensor que los conecta, continúa enriqueciendo la visita. A ello añade Moneo la posibilidad de circular en cada nivel, por entre las placas nuevamente en forma lineal, atravesándolas en el recorrido por las aperturas de arcos menores ahora alineados a los costados, ahora al borde del eje principal que permite asomarnos a su espacio para percibirlo desde otro horizonte, o curiosear por el hueco entre losas que puede aparecer en alguno de los segmentos dejando una doble altura, o simplemente detenernos a observar los objetos que se exponen en el salón abierto que queda.

Así, es posible si lo deseamos, llegar de un lado al otro del eje compositivo de tantas formas, que cuando ustedes se encuentren en el polo opuesto al inicio de la visita, observarán nuevamente la gran arcada, pero ahora en la perspectiva contraria, y la sensación volverá a tener el impacto monumental de la gran escala, enriquecida por las distintas memoras del deambular por sus intersticios. Pareciera entonces que ahí acaba la visita, que podemos regresar triunfantes por entre las placas, pero aún falta un universo espacial por explorar: El inframundo constructivo, ese sótano donde se mezcla la cimentación del museo con aquella de las ruinas que otrora soportaron casas, calles, edificios públicos. Hay que descender al sótano.

En éste, los arcos vuelven a formar un universo con otra sensación, con otra dimensión y, por lo tanto, con otra escala. La luz artificial ineludible para visibilizar confortablemente lo expuesto, se mezcla en la perspectiva con aquella que llega rebotando desde la superficie, incluso cambiando la sensación de color entre elementos tectónicos de un mismo material. Los arcos se suceden también aquí, un laberinto abierto, con una estructura modular perfectamente racionalizada que, sin embargo, en ciertos puntos pareciera rebelarse hacia el caos a partir de los ángulos perspectivos según el punto donde nos detengamos a observar el espacio.

Finalmente, el arquitecto (yo) quiere salir y observar cómo se expresa esta tectonicidad al exterior, hacia la ciudad, hacia la calle.

La tarde me recibe tan esplendorosa o más que la mañana, en este típico día soleado de la primavera extremeña. De esta forma, el radiante sol me señala con potencia el volumen y sus componentes, tan sencillamente honestos en su materialidad, que son un deleite para quienes preferimos la dimensión directa del sistema constructivo reinterpretado, que la postura escenográfica de otras obras de la misma época.

Para que aquellas y aquellos lectores ajenos pero interesados al mundo del lenguaje arquitectónico me entiendan mejor, intentaré explicarlo así: La fachada longitudinal del conjunto, aquélla que contiene al gran espacio expositor, se expresa tal cual como su estructura sugiere: Las grandes placas perforadas por los arcos interiores, se convierten en contrafuertes que dan ritmo al volumen y a las ventanas que con ellos se acotan, convirtiéndose en entrantes y salientes que el sol ilumina y sombrea dependiendo de la hora del día, con diferencias de matiz. Pero a la vez, son perfectamente constructivos, conteniendo los empujes laterales que provienen del peso que carga cada placa, para sostener el techo de la nave. 

Unos segundos contrafuertes, de menor altura, alternan el ritmo de la fachada con los principales, en este caso, llegando al punto donde el muro de la fachada se remata para dar paso al ventanal. Su dialogo con respecto a la composición total de la fachada, no es meramente plástico aunque contiene esta cualidad de forma contundente, ya que en este caso su aparición ayuda a rigidizar al muro que, de otra forma, requeriría de un mucho mayor espesor para no fallar por esbeltez debido a su altura.

Todo el volumen se remata hacia la colindancia, con la autenticidad con la que lo hace en el interior: Un gran muro ciego que solamente cambia de paño a determinada altura, aquí sí, con el único objetivo de bajar la escala de la gran maza, hacia la construcción preexistente. Así queda una propuesta, cuya materialidad sugiere una impresión atemporal que quiere fundirse con su preexistencia, pero su lenguaje pertenece inevitablemente, a la postura y visión ideológica de un momento crítico específico. Al tiempo, las transformaciones de los procesos culturales y su visión del pasado, determinarán la permanencia de este edificio, mientras la memoria de nuestra especie considere tenerlo en cuenta como registro.

El cargo Espacios: Romanos, Emérita Agusta, Arcos y Moneo. Segunda entrega. apareció primero en Arquine.

]]>
Espacios romanos, Emérita Agusta, Arcos y Moneo https://arquine.com/espacios-romanos-emerita-agusta-arcos-y-moneo/ Tue, 14 Nov 2023 15:09:22 +0000 https://arquine.com/?p=85100 Mérida, ciudad fundada por los romanos a orillas del río Guadiana en el primer siglo antes de nuestra era, cuanta con un museo dedicado a sus orígenes, diseñado por Rafael Moneo. Las decisiones formales y estructurales que tomó Moneo al diseñar ese espacio, pueden leerse en paralelo a las de la arquitectura romana.

El cargo Espacios romanos, Emérita Agusta, Arcos y Moneo apareció primero en Arquine.

]]>
La memoria viaja al año 2018, a orillas del Guadiana, donde hacia el año 25 previo a nuestra era el emperador romano Augusto manda fundar una ciudad, cuyo objetivo fue ser puente de desarrollo, aprovechado la facilidad de distintas vías de comunicación en el suroeste de la península ibérica. Como pueden ver, estimadas y estimados lectores, el ejercicio urbanístico de la antigüedad no era ajeno a la logística de la comunicación, y el tejer redes fue desde siempre, parte irrenunciable de los procesos civilizatorios en la historia de la humanidad. La segunda estrategia que daba sentido a la nueva ciudad, era el “poblar” a la romana, con los veteranos de las guerras cántabras a quienes en pago de sus servicios se debía dotar con tierras dentro del imperio. Los ejercicios de “poblamiento” de las expansiones imperiales, nunca consideran como verdaderos pobladores a los habitantes previos, ya que no pertenecen a su universo cultural, el cual debe ser impuesto como agente “civilizador” de la región conquistada, ¿le suena a algo conocido y no necesariamente tan lejano en el tiempo?

Los veteranos del ejército romano, obviamente querían vivir con todas las comodidades de la capital imperial o de sus provincias ya desarrolladas, lo que deriva junto a su ubicación como puente entre caminos, en un rápido crecimiento de Emérita Augusta, como se le denominó oficialmente. Solo diez años después, la colonia romana de la que hablamos, se había convertido en la capital de la provincia de Lusitania. Así, la ciudad contaba con templos, termas, un monumental puente que cruzaba el río conectando con las vías terrestres, acueductos, el circo, y por supuesto, un teatro y un anfiteatro donde poder celebrar desde los espectáculos más refinados, hasta los más agresivos como parte del esparcimiento lúdico de sus pobladores.

La historia viene y deviene, Roma pagó su expansión al tiempo siendo invadidos sus territorios por diversos grupos externos al Imperio, que deseaban vivir como romanos a la buena o a la mala. Así que, la oleada de migrantes pasó de los intentos pacíficos en búsqueda de oportunidades ahí donde se movía la economía a gran escala, a las penetraciones violentas para hacerse del control de dicha economía. Colectivamente, el mundo actual se mueve de la misma manera, la migración es inevitable y como cualquier otro animal, el ser humano se moviliza hacia donde aparentemente, hay más posibilidades de subsistir.

Es por ello que las transformaciones posteriores de la ciudad fueron reusando el espacio y las construcciones, las más de las veces desarmándolas para usar los restos como fuente de material para nuevas edificaciones, en otras ocasiones aprovechando fragmentos para completarlas. Así llegará un momento en que, del esplendor imperial romano, no quedarán más que fantasmas solo visibles para la memoria de algunos pocos habitantes locales, o para aquellos estudiosos capaces de identificar y leer las piezas del rompecabezas.

La evolución en el estudio de la arqueología durante el siglo XX, traerá como consecuencia el “descubrimiento” y consiguiente visibilización del universo romano que dormitaba en la ciudad. Recuerdo bien la visita que en 1982 hice con mis padres y hermanos a la hoy denominada Mérida, en la actual provincia de Extremadura. No olvido ni los fragmentos de acueducto, ni el puente ni el teatro, sin embargo, no recuerdo en absoluto el anfiteatro, ni el circo, que sí visitaría en el año señalado durante el comienzo de este relato. Por supuesto, el museo romano, obra de Rafael Moneo, no se había materializado tampoco en 82, pero durante muchísimo tiempo mi padre insistió en que deberíamos regresar a la Mérida extremeña para estudiarlo. La vida no me permitió hacer esa visita con él, pero si compartir algunas de las fotos que obtuve, y comentarlas con emoción. Mismas fotos que hoy comparto con ustedes esperando transmitirles mis impresiones.

El conjunto que comprenden hoy día, teatro, anfiteatro y museo, implica una sola visita integral, que puede realizarse pasando primero por el museo para después adentrarse al espectáculo de las ruinas o viceversa. Dependiendo del tipo de visitante, el orden de los factores en este caso, puede, si no alterar, sí matizar la comprensión de la experiencia. Yo lo relataré desde mi propia percepción, subjetiva y llena de las estructuras ideológicas con que me fui formado, y en las cuales he evolucionado desde el pensamiento crítico y autocrítico que me facilita rectificar y seguir aprendiendo.

Mi llegada junto con el grupo apuntado a la visita del Congreso REHABEND 2018, enfoca como primer plano la fachada principal del museo. Ciega (arquitectónicamente ablando) excepto por el acceso que se enmarca en un contundente arco de medio punto, acentuado por el nicho que guarda una de las muchas esculturas encontradas en la ciudad. Este gran plano de tabique aparente, que recuerda de manera inevitable la tienda de regalos Morris de Wright en San Francisco, funciona como un gran cartel lingüístico, tanto de lo que se espera desde un punto de vista arquitectónico en la visita a la zona arqueológica, como del sistema de configuración espacial del interior del museo.

Como grupo, pasamos de largo para primero explorar las ruinas, lo cual a mí me vino bien de manera extraordinaria, ya que me permitió ir leyendo paso a paso, el porqué de las decisiones estructurales y formales con que Moneo configuró la espacialidad del museo y, si ustedes me lo permiten, intentaré plasmar junto con la narrativa que acompaña las sensaciones de cada trozo de arquitectura, en los siguientes párrafos.

Al avanzar, unas enigmáticas escalinatas perforan lo que otrora, habrían sido unos contundentes volúmenes de mampostería, donde el color dorado de la piedra matiza con el intenso azul del cielo primaveral extremeño. La subida implica, en cuanto al espacio, el aprovechamiento de la colina para las graderías del teatro, en especial la del teatro, como bien lo aprendieron en Roma a través del mundo helénico. Al trascender la escalera, encontramos una serie de puertas estructuradas todas por arcos de medio punto, en su mayoría de sillar de cantera, pero en algunos casos de tabique de barro, probablemente referente al nivel de gradería y costo. Los túneles al los que dan acceso, nos direccionan por medio de sus bóvedas de cañón corrido al interior del recinto teatral. En un nivel más bajo, se abre en un tercer plano el escenario, y en un segundo, los arcos de otra jerarquía en escala, para el acceso de artistas y de personalidades, que se colocarán en las primeras gradas de la tribuna.

Penetramos por fin al interior del teatro, donde la escenografía de dos niveles, casi completa en la parte baja, pero fragmentada hoy día en el siguiente nivel provee la escala es justa para impedir que la vista se fugue más allá del escenario; le contiene, respalda y permite que trabaje de manera acústica. El sonido viajará solo hacia los espectadores si fugarse a otros lados. Al deambular por el espacio, no deja de sorprender el preciso funcionamiento entre circulaciones y asientos: Práctico, rentable, perfectamente balanceado y legible para el asistente, no en balde, el modelo a nivel funcional, se mantiene hasta nuestros días. Tras 2000 años, quizá solo la actual aportación de accesibilidad universal, vendría a ser lo único en verdad evolutivo entre el flujo y la zona de contemplación. Bajar al escenario, nos da la otra dimensión de escala, la que percibe el artista frente al público, directa y abarcante.

En la tangente al escenario, a cada extremo, los arcos que dan puerta al túnel de salida-entrada de artistas y personales principales, nos permiten trascender el espacio contenido para la escenificación de la obra teatral, para pasar el peristilo del teatro, donde se socializa previo o posteriormente al evento, pero antes, la simple disposición de los elementos pétreos en forma de sillar (piedra labrada con precisión geométrica en todas sus caras) se convierten en una lección de estereotomía, arte de la geometría aplicada a la cantería casi olvidado ante el imperio del concreto armado y el acero.

El Peristilo permite diversas perspectivas de la parte posterior correspondiente a la estructura que forma la escenografía del teatro, que, a mi entender, ha sido inspiración directa en la ejecución de una de las fachadas del museo que realizan Moneo y su equipo. Esta sección se encuentra dividida con claridad en un eje que ranura el volumen y deja entrever un fragmento de las tribunas. Al mismo tiempo, se convierte en un elemento que dirige hacia otro eje: aquel que liga el teatro con el anfiteatro.

Encaminándonos hacia allá, encontramos un nuevo túnel, éste con la bóveda derruida pero las arquerías que la contenían aún de pie, dándole al espacio un juego peculiar de luz y sombra, que no tendría originalmente. Ese es el romanticismo que produce la ruina.

El anfiteatro, nos muestra una dimensión desde la arena, que no deja de ser imponente a pesar de que el edificio es de mucho menor escala que su hermano escenográfico, más arruinado también o menos reconstruido, es complicado percibir con claridad la calidad integral del edificio, pero destaca por debajo del graderío, el sistema de túneles que ligan las mazmorras de gladiadores, con las jaulas de los animales y de los prisioneros destinados al sacrificio. Estos espacios a su vez, tienen en su escala y su relación directa con la arena, un dejo de drama previo que causa inevitables escalofríos. El foso al centro de la arena, deja una idea de las alternativas para el espectáculo que se manejaban entonces: macabra creatividad.

Salimos del recinto arqueológico para volvernos a encontrar con la fachada de acceso del museo obra de Rafael Moneo y su taller, cuya narración vendrá en la segunda entrega de esta reflexión.

El cargo Espacios romanos, Emérita Agusta, Arcos y Moneo apareció primero en Arquine.

]]>