Resultados de búsqueda para la etiqueta [coronavirus ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Tue, 16 Jan 2024 14:47:36 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 La ciudad: razones para su futuro https://arquine.com/la-ciudad-razones-para-su-futuro/ Mon, 03 Aug 2020 06:12:43 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-ciudad-razones-para-su-futuro/ Es indudable que los tiempos que corren, dominados por la pandemia, vuelven más frágil el tejido mismo de la ciudad, su raíz más profunda: el ánimo y el temple de sus moradores.

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Es indudable que los tiempos que corren, dominados por la pandemia, vuelven más frágil el tejido mismo de la ciudad, su raíz más profunda: el ánimo y el temple de sus moradores. Conviene entonces recordar la cuenta larga de la urbe, la manera como a lo largo de su historia ha logrado sortear dificultades y amenazas, tribulaciones y otros males.

Conviene en tiempos aciagos hacer el recuento, a pesar de las inéditas circunstancias negativas, de lo que Guadalajara ha construido a lo largo de los siglos. A nadie escapa que las carencias que la segunda ciudad del país son grandes y dolorosas. Sin embargo, una larga corriente de esfuerzos y medidas han ido paulatinamente resolviendo multitud de cuestiones.

Existen, más o menos difusas en el ánimo de la población, una serie de razones para mantener la voluntad firme en que habremos de salir adelante, no sin grandes trabajos, para establecer una nueva normalidad sobre la que podamos seguir construyendo la ciudad. Esto, desde luego, habrá de traer trastornos y mudanzas en los modos de vivir la urbe, en nuestra manera de habitarla, construirla, transitarla.

Es pertinente volver los ojos a ciertas realidades que de tan evidentes a veces adquieren una cierta invisibilidad. ¿Cuál es el patrón de habitabilidad que puede vislumbrarse en un mejor futuro? Quizás éste sea el modelo de la unidad básica que a pesar de todo ha perdurado a través de los siglos: el barrio.

Esta entidad urbana tiene una serie de características esenciales que viene al caso repasar. El barrio es un agrupamiento identificado e identificable en los ámbitos citadinos. Está formado por estrechos lazos, de parentesco, amistad, paisanaje, que logran cohesionar a un grupo urbano y proporcionarle, dentro de una deseable pluralidad, una unidad anímica y funcional. Dentro de estos ámbitos se forma todo un tejido humano que, en los mejores casos, responde eficazmente a retos como el presente.

Dentro de los barrios, frecuentemente se da una carencia histórica de áreas verdes. Puede ser gracias a la red solidaria de vecinos que se propongan en el muy corto plazo alternativas para atender este déficit. Las distancias sociales, de ahora y en adelante, deben poder ser mayores. Para ello es indispensable contar con áreas mucho más amplias de espacios verdes y abiertos. Las propias gestiones de los vecinos, la capacidad de constituirse en actores eficaces ante la autoridad serán determinantes para atender este renglón. Comercios y servicios, que han logrado ir conformando unidades de prevención contra la pandemia también habrán de normalizarse y en adelante tomar carta de plena ciudadanía.

El barrio es capaz de transformarse, adecuarse, adaptarse: volver a él una de las medidas básicas para afrontar este reto y los que en el futuro se presenten.

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La venta callejera hace más vivas, seguras y justas las ciudades, por eso pertenece a la escena urbana post-Covid-19 https://arquine.com/venta-callejera-covid19/ Fri, 31 Jul 2020 06:03:33 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/venta-callejera-covid19/ El Covid-19 nos obliga a repensar cómo vivimos en las ciudades. Debemos darnos la oportunidad de reimaginar una ciudad post-pandemia más viva, más interesante y más equitativa. El comercio callejero puede ser parte de esa ciudad.

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Alrededor del mundo, las ciudades empiezan a salir del encierro impuesto por la pandemia y gradualmente permiten el reinicio de actividades. Los líderes nacionales tienen interés en promover la recuperación económica, con precauciones apropiadas respecto a la salud pública.

Recientemente, el Primer Ministro chino, Li Keqiang, anuncio planes de crecimiento económico que incluían la creación de 9 millones de nuevos trabajos y la reducción del desempleo urbano a menos del 5.5%. Resultó una sorpresa su énfasis en las ventas callejeras. Tras décadas tratando de liberar las calles de la ciudad de vendedores, el estado chino los adopta como una nueva fuente de empleo y crecimiento económico.

Estudio políticas urbanas y he investigado la “economía informal” —actividades que no están protegidas, reguladas o, comúnmente, valoradas socialmente, incluyendo los vendedores callejeros. Más de 2 mil millones de personas en todo el mundo —más de la mitad de la población de trabajadores— trabaja en la economía informal, principalmente en países en desarrollo. Desde mi punto de vista, alentar la venta callejera como parte de la recuperación del Covid-19 tiene sentido por varias razones.

 

Una larga tradición

Ambulantes vendiendo casi cualquier cosa —comida, libros, artículos domésticos, ropa— eran un elemento común en la vida urbana de los Estados Unidos. El primer carrito en la ciudad de Nueva York apareció en la Hester Street en 1886. Para 1900 había 25 mil carritos de ambulantes en la ciudad, vendiendo desde anteojos hasta hongos.

La venta callejera era un primer trabajo de bajo costo para los inmigrantes recién llegados. Sirvió como vital primer peldaño de una escalera al éxito y aun juega ese papel en muchas ciudades de los Estados Unidos.

Pero en Nueva York, como en otras partes, los reformistas urbanos vieron la venta callejera como estorbos y riesgos para la salud pública, y trataron de expulsarlos o moverlos a zonas marginales. A menudo quienes vendían en tiendas se quejaban de competencia no deseada. La gente pudiente veía con desdén a los ambulantes por ser pobres, extranjeros o ambas cosas. En tanto los espacios públicos fueron regulados y configurados para liberar las calles de vendedores, el capitalismo del menudeo a gran escala terminó dominando la experiencia de comprar.

 

Vendedores callejeros y la economía urbana informal

A pesar de esos cambios, la venta callejera aún persiste en muchas ciudades alrededor del mundo. Por ejemplo, en un estudio de 2017, junto con la académica Lina Martínez analizamos la venta callejera en Cali, Colombia. Encontramos una operación muy sofisticada en múltiples niveles. Van desde un sector bien establecido en el ajetreado centro de la ciudad, con mejores condiciones de trabajo e ingresos relativamente altos, a mercados menos accesibles que proporcionan una puerta de oportunidad para los pobres y los migrantes rurales recién llegados. También desenterramos significativos flujos de dinero y descubrimos que la venta callejera generalmente provee mayores ingresos que la economía formal.

Muchos programas de desarrollo en países con bajos ingresos de los años 50 a principios del 2000 buscaron erradicar la venta callejera. Los gobiernos locales tomaron acciones agresivas para quitar la venta callejera de los espacios públicos.

Sin embargo, recientemente muchas naciones han adoptado al comercio callejero como una manera de reducir la pobreza, impulsar a grupos marginales, especialmente de mujeres pobres de minorías étnicas y raciales. Como ejemplo, desde 2003 es ilegal retirar vendedores callejeros de espacios públicos en Colombia sin ofrecerles una compensación o garantizar su participación en programas de apoyo al ingreso.

En muchas ciudades de países ricos tampoco desapareció la venta callejera por completo. Sobrevivió en mercados de pulgas tradicionales y en mercados de granjeros. A estos espacios públicos llenos de vida hoy se suma la versión motorizada de la venta callejera de comida: los food trucks.

A partir del éxito de los food trucks, más ciudades están buscando promover la venta callejera. Abogados de la ciudad de Nueva York han hecho campaña desde el 2016 para aumentar la cantidad de permisos y licencias para la venta callejera, que se ha visto muy limitada desde principios de los años 80. Y la comida callejera se ha convertido en un atractivo turístico a lo largo de los Estados Unidos.

 

Venta callejera durante la pandemia

Desde mi punto de vista, la venta callejera ofrece muchos alicientes para las ciudades que reinician tras los cierres por el Covid-19. Primero, puede calmar algo del daño económico por la pandemia. En segundo lugar, puede configurarse de modo a que aliente la distancia social de manera más fácil que los espacios interiores de centros comerciales llenos de gente. Tercero, muchas ciudades ya se están reimaginando y reconfigurando con medidas tales como ampliar las banquetas y crear calles libres de tráfico. Esas acciones crean más oportunidades para el comercio callejero.

Las medidas económicas iniciales en los Estados Unidos favorecieron a los grandes negocios y a quienes están bien conectados. Becas, programas de entrenamiento y préstamos con intereses bajos, diseñados para apoyar a los vendedores callejeros a establecerse, dirigirían el apoyo a los estadounidenses con menor capacidad económica y mayor diversidad étnica. Impulsar ese tipo de empresas, con su bajo costo de inicio, es un pequeño estímulo a la economía, pero significativamente más equitativo.

La venta callejera ofrece muchos otros beneficios. Hace más vivo el espacio público urbano y aumenta la seguridad pública al hacer que las calles sean vibrantes y acogedoras. Promover la venta callejera puede generar empleo y mantener a la gente segura y crear la vitalidad y cortesía características de ciudades humanas y vivibles.

El Covid-19 nos obliga a repensar cómo vivimos en las ciudades. Pienso que debemos darnos la oportunidad de reimaginar una ciudad post-pandemia más viva, más interesante y más equitativa.


John Rennie Short es profesor en la School of Public Policy de la Universidad de Maryland, Baltimore County.

Este artículo apareció originalmente en inglés en The Conversation y se publica con permiso de su autor.

The Conversation

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Gilles Clément: un jardín contra la pandemia https://arquine.com/gilles-clement-un-jardin-contra-la-pandemia/ Fri, 10 Jul 2020 03:59:25 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/gilles-clement-un-jardin-contra-la-pandemia/ El jardinero francés Gilles Clément, quien propuso la idea del Tercer paisaje, propone que, como respuesta a la pandemia actual, vendrá un redescubrimiento de la economía doméstica, del cuidado de la casa y del jardín.

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Jardinero. Varias veces Gilles Clément ha dicho que ese término define su actividad, “privilegia lo vivo y muestra una preocupación por lo que vive y se desarrolla y transforma com el tiempo”. En una conversación con Philiippe Chiambaretta, Clément dice que la jardinería “nos coloca en una relación permanente con los seres vivos que establece interacciones que son esenciales para mantener su balance y que no requieren la intervención del hombre.” En su presentación en el College de France, Clement se presentó así:

Mi práctica profesional consiste en una actividad global que incluye la concepción y realización de paisajes o jardines, la escritura y publicación de textos ligados a esa actividad y la comunicación razonada de esa práctica. Ese último punto da lugar a conferencias, exposiciones y también, y sobre todo, a una pedagogía del “proyecto de paisaje” en el marco de la enseñanza, dispensada, principalmente, en la Escuela nacional superior de paisaje de Versalles.

Gilles Clément nació el 6 de octubre de 1943 en Argenton-sur-Creuse, una comuna en el Valle del Loira que hoy no llega a los cinco mil habitantes. Cuando tenía siete años, su familia se mudó a Argelia. En una entrevista con Denis Bratton, publicada en Log en el verano de 2008, Clément dice: “Era la primera vez que veía un paisaje desierto, y fue estremecedor: la ausencia de plantas, la ausencia de cualquier cosa verde en el terreno. De hecho me daba miedo. Hasta entonces, había dado por hecho el paisaje rural de mi hogar. De hecho, me perturbaron bastante mis primeras impresiones del paisaje argelino. La experiencia de viajar al norte de África no me hizo tanto comprender el paisaje allá como estar más al tanto del lugar que había dejado atrás, del paisaje de mis orígenes.” De vuelta en Francia, Clément estudió en la Escuela superior de horticultura en los años sesenta, donde él mismo empezó a enseñar en 1979. Se dio a conocer por sus jardines, como los del Parque André Citroën, en París, realizado junto con el arquitecto Patrick Berger, o en el Parque Matisse, en Lille —parte de la primera fase de Euralille, propuesta por Rem Koolhaas— que incluye la isla Derborence, un bosque inaccesible de dos hectáreas y media sobre un pedestal de concreto, o los jardines del Arco de la Défense, que hizo junto con Paul Chemetov.

También es conocido por sus textos, como el Manifiesto del Tercer paisaje, publicado en francés en el 2004. Ahí, junto con las reservas, “lugares no explotados”, cuya “existencia se debe al azar o bien a la dificultad de acceso que hace imposible o muy costosa la explotación”, y los residuos —en francés usa la palabra délaissé, que implica abandono, cierto olvido o falta de atención— que define como lo que “procede del abandono de un terreno anteriormente explotado”, sea agrícola, industrial, urbano, turístico, etc., habla del Tercer paisaje, que “corresponde a la evolución dejada a cuenta del conjunto de seres biológicos que componen el territorio en ausencia de cualquier decisión humana.” A estas tres definiciones se podrían sumar otras tres, que dio al inicio de su Lección inaugural en el Collège de France, el primero de diciembre de 2011. Entonces dijo que el paisaje “designa aquello que se encuentra bajo la extensión de la mirada. Para quienes no pueden ver, se trata de aquello que se encuentra bajo la extensión de todos los demás sentidos.” El paisaje es, agrega, “aquello que guardamos en la memoria tras dejar de ejercer nuestros sentidos en el seno de un espacio investido por el cuerpo.” El ambiente —environnement— es, dice, “justo lo opuesto al paisaje en tanto busca entregarnos una lectura objetiva de lo que nos rodea”. El ambiente aparece “como la reducción contable y que aparentemente puede ser dominada de una complejidad biológica difícil de comprender y dominar.” Finalmente está el jardín, que Clément distingue del ambiente y del paisaje y, acogiéndose a la etimología del término, concibe como un lugar cerrado, protegido. “Un recinto protegido. Al seno del recinto se encuentra lo «mejor»: aquello que estimamos como lo más precioso, lo más bello, lo más útil, lo más equilibrado.”

Gilles Clement ha opinado recientemente sobre la pandemia provocada por el Sars-Cov-2. En un texto fechado el 13 de abril de 2020, que debió haberse publicado en el periódico Le Monde pero que según el mismo Clément fue rechazado, planteaba que el enemigo de las grandes multinacionales “no es el virus invisible, una pandemia, sino el posible acceso a otro modo de vida. Lo peor —para esas empresas— sería llegar a una economía que prescinda del gasto. Esa sería su peor pesadilla.” Y más adelante dice:

“Estamos redescubriendo los gestos de la gestión doméstica ancestral y casi campesina. Los que tienen un jardín tienen suerte. Para ellos, el confinamiento vacacional se convierte en una oportunidad inesperada para transformar el espacio ornamental en una emergencia alimentaria; uno no impide al otro: un huerto también es un paisaje.”

En otra entrevista, publicada el 29 de abril de este año, Clément afirma que, tras la crisis, vendrá “la relocalización de los citadinos en el campo. Es el redescubrimiento de que hay cosas más urgente y esenciales. Para algunos, su jardín se transformó en huerto. Será interesante ver el regreso de los jóvenes a trabajar en la agricultura local.” También, dice, “se tomará consciencia de la utilidad de los servicios públicos. Todos quienes creían que la verdad era la pribaticación y el dinero en las bolsas de los accionistas se llevaron un golpe.” Y en una conversación con Manuel Orazi, publicada el 2 de junio en el sitio de la revista Domus, Clément habla de que vendrá un redescubrimiento de la economía doméstica, del cuidado de la casa y del jardín. El jardín, pues, como una respuesta a la pandemia. 

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Contra-crisis: después de la pandemia https://arquine.com/contra-crisis-despues-de-la-pandemia/ Tue, 07 Jul 2020 06:12:53 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/contra-crisis-despues-de-la-pandemia/ El efecto más duradero de la pandemia es la forma en que los debates en torno a una nueva normalidad están moviendo el espectro de ideas políticamente aceptables. Como arquitectos, lo más útil que podemos hacer es describir en imágenes lo que aún las palabras no han podido.

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Cada vez es más claro que la pandemia del SARS-CoV-2 pasará a la historia como uno de los momentos decisivos de principios del siglo XXI. Más allá de una caída relativamente breve de los mercados o de las emisiones de CO2, la pandemia está reconfigurando el paisaje geopolítico mundial. Destruye la credibilidad de los líderes que no logran enfrentarla disminuyendo su influencia. Los que tienen éxito tienen una plataforma para promover su política. Y otro grupo está usando la pandemia como una cortina de humo para evitar el escrutinio público. La configuración final es difícil de predecir, pero para comprender los efectos más duraderos de la pandemia, más allá de las cuestiones de salud pública o los impactos económicos, es útil contextualizar este momento históricamente. 

Una trama abreviada para lo que va del siglo comenzaría con el colapso de Lehman Brothers en 2008, continuaría a través de las turbulencias políticas alrededor de 2016 y conduciría a la pandemia actual. La crisis mundial que siguió a la caída del gigante de los servicios financieros estadounidenses puso en tela de juicio la narrativa neoliberal de la llamada economía “trickle down” de la era del presidente estadounidense Ronald Reagan. Después de que movimientos como Ocuppy Wall Street se dispersaran, la frustración colectiva se volcó en las urnas alrededor de 2016, primero con el voto de Brexit y luego con la candidatura presidencial del magnate Donald Trump. Cualquiera que se presentara con una plataforma que prometiera una alternativa a la llamada “agenda globalista”, independientemente de lo coherente que fuera su propuesta, tenía una buena oportunidad de ganar. En vista del fracaso de la izquierda para proporcionar una visión sensible y progresiva, las alternativas políticas cayeron en el unilateralismo y la xenofobia. La democracia sufrió retrocesos en todo el mundo.

El poeta alemán Hölderlin escribió una vez: “Sólo donde surge el peligro la fuerza salvadora también se levanta”. Pronto, varias voces nuevas surgieron para desafiar la hegemonía político-económica prevaleciente. El economista francés Thomas Piketty publicó su obra magna El capital en el siglo XXI (2013), en la que ofrece pruebas exhaustivas de las fuentes sistémicas de la desigualdad extrema y propone medidas para abordarla. El historiador económico holandés Rutger Bregman, autor de Utopía para Realistas (2014), hizo las rondas cuando amonestó a los multimillonarios por no discutir los impuestos en el Foro Económico de Davos. El comentarista británico Paul Mason publicó el primer libro del siglo con el título Poscapitalismo (2015) que incluye un sensato proyecto para ampliar el horizonte de posibilidad política definido por nuestro sistema actual. Por último, desde un frente académico más radical, los académicos canadienses y autodenominados “aceleracionistas” Alex Williams y Nick Srnicek, propusieron, lo que era en ese momento, una visión audaz que llamaba a la adopción de una renta básica universal y el desempleo total. 

El crítico cultural Frederic Jameson dijo una vez que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Este refrán se repitió tan a menudo que terminó convirtiéndose en una especia de “segunda ley de la termodinámica” para la cultura. Sin embargo, hoy en día, no sólo esta idea está en cuestión, sino que hay un creciente espectro de alternativas post-capitalistas. 

Entra en escena el SARS-CoV-2. La pandemia ha puesto al descubierto las dolorosas irracionalidades de nuestra racionalidad político-económica. Las conversaciones sobre una nueva normalidad o una posnormalidad surgen no porque no podamos volver al mundo como era antes, sino porque no deberíamos. Encerrados en lo que es sin duda el mayor experimento social de la historia, “el imperativo de reimaginar al planeta” (tomando prestado el término de la académica Gayatri Spivak) ya no es el deber de académicos, expertos, comentaristas culturales o líderes políticos. Cualquiera puede y todos deben participar en esta tarea común.  

El cambio fundamental no vendrá en forma del despliegue de nuevos métodos de vigilancia de masas, la adecuación de los espacios públicos y de reunión, el fortalecimiento de los sistemas de salud, o la adopción acelerada del trabajo a distancia, el comercio electrónico y los servicios de entrega. Estos cambios son notas al pie que suman una novela. El efecto más duradero de la pandemia es la forma en que los debates en torno a una nueva normalidad están moviendo la “ventana de Overton” (llamada así por el jurista estadounidense Joseph Overton para describir el espectro de ideas políticamente aceptables). 

Por un lado, ya estamos viendo la evidente necesidad de una mayor intervención estatal y una mayor autosuficiencia nacional, tendencias que van en contra de la ideología neoliberal y la política globalista de libre mercado. Además, las ideas que parecían radicales hace sólo un par de años, como un ingreso básico universal o un “green new deal”, forman parte de los principales debates actuales, si es que no se están implementando. Y sobre este último punto, la relación entre la pandemia y el cambio climático es uno de los impactos que potencialmente pueden resultar más positivos de la actual emergencia de salud pública. La cuarentena mundial muestra que es posible una rápida acción a gran escala. 

El destino de la sociedad planetaria no depende de la capacidad de disrupción del virus, sino de lo creativas y humanas que puedan ser nuestras respuestas a él. A este respecto, vale la pena recordar, no sin cierta ironía, las palabras del economista Milton Friedman: “Sólo una crisis, real o percibida, produce un cambio real. Cuando esa crisis ocurre, las acciones que se toman dependen de las ideas que están alrededor.” 

El mejor resultado de la pandemia sería que la ventana de Overton, más que desplazarse a la izquierda o a la derecha, se convirtiera en un portal hacia un futuro en el que lo posnormal fuera sinónimo de poscapitalismo. Como arquitectos, lo más útil que podemos hacer es describir en imágenes lo que aún las palabras no han podido.

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El breve espacio https://arquine.com/el-breve-espacio/ Fri, 19 Jun 2020 01:10:22 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-breve-espacio/ La distancia, la separación mínima de metro y medio o dos que se nos pide guardar entre cada uno de nosotros al salir a la calle o estar en lugares públicos cerrados, plantea un problema casi metafísico: ¿de dónde sacamos el espacio que nos hace falta para ponerlo entre nosotros?

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https://youtu.be/YUCzn_eMFF4

A principios de junio, The Flaming Lips se presentó en el programa The Late Show with Stephen Colbert, at home. Según el sitio Consequence of Sound, Wayne Coyne, el cantante del grupo, ya había actuado en otras ocasiones dentro de una burbuja de plástico transparente. Pero esta vez no sólo él sino toda la banda y cada una de las pocas personas que conformaban su público estuvieron dentro de una burbuja inflable. Pandemia obliga.

La distancia, la separación mínima de metro y medio o dos que se nos pide guardar entre cada uno de nosotros al salir a la calle o estar en lugares públicos cerrados, plantea un problema casi metafísico: ¿de dónde sacamos el espacio que nos hace falta para ponerlo entre nosotros?

La combinación de distancia y barreras físicas parece ser lo que alguna revista calificaría como la tendencia. En Inspire South Bay Fitness, un gimnasio en Redondo Beach, California, redujeron el número de participantes en las clases y, además, instalaron cabinas individuales forradas con cortinas de baño transparentes. Según CNN, un restaurante en North Canton, Ohio, también usó cortinas de baño par separar las mesas. Algo más sencillo que las cabañas traslúcidas que instaló al borde de un canal en Ámsterdam el restaurante Mediamatic ETEN, o que las elegantes pero acaso incómodas pantallas que propone HAND, en París. 

El Berliner Ensemble, formado en 1949 por la actriz Helene Weigel y su esposo, el escritor Bertolt Brecht, removió gran parte de las butacas del teatro que ocupan —construido en 1892— para ofrecer funciones con sana distancia. La Filarmónica de Viena ofreció un concierto en el que más personas estaban sentadas en el escenario que en la platea. De nuevo en Alemania, IKEA prestó el estacionamiento de una de sus tiendas para que un grupo de musulmanes rezara por el fin del Ramadán. Los espacios demarcados para cada automóvil sirvieron para guardar distancia. En Nueva York, primero, y luego en otras ciudades del mundo, se han marcado circunferencias separadas de manera uniforme en los prados de parques públicos para que la gente las ocupe, manteniéndose separados entre grupos de personas que no habitan juntos.

Más allá de restaurantes, gimnasios, parques y teatros, el problema de la falta de espacio para mantener una distancia mínima entre nosotros en épocas de la pandemia es más grave en condiciones como la de los sistemas de transporte colectivo. Lo hemos visto en las imágenes que retratan a cientos de personas hacinadas en los andenes de alguna estación de metro en la Ciudad de México. Pero el problema va más allá que falta de voluntad para aislarse, lo que falta es espacio —y tiempo.

El periódico The Guardian publicó un artículo titulado “¿Qué pasaría si los londinenses trataran de volver a la normalidad en un metro con distanciamiento social?” En un análisis de la estación Clapham North mostraron que, en un día normal entre semana, de 8 a 9 de la mañana 1,005 personas abordaban los vagones del metro. Tomando distancia según las normas impuestas por la pandemia, sólo 96 personas podrían abordar los trenes en ese mismo periodo. Las 909 personas restantes tendrían que esperar, alejadas unas de otras, en una fila que mediría 1.8 kilómetros de largo —la distancia entre dos estaciones de esa línea del metro.

Si el espacio no alcanza para mantenernos alejados en la vida pública, la recomendación es que también lo multipliquemos en la vida íntima. El departamento de salud de la ciudad de Nueva York publicó una guía con recomendaciones para el sexo más seguro en tiempos del Covid-19:

Ten sexo sólo con personas cercanas. Tú eres tu pareja sexual más segura. La masturbación no contagia el Covid-19 —especialmente si te lavas las manos. Tres son multitud. Si decides estar con un grupo, que no sea muy grande y de preferencia en un lugar bien ventilado. Usa careta protectora. Si te gusta el sexo con extraños, organiza fiestas en Zoom.

Cualquier contacto presagia el contagio. Hay que poner plásticos, vidrios, aire de por medio, entre cuerpo y cuerpo. En las calles de las ciudades se intenta quitarle un poco de espacio al invasor que desde hace poco más de un siglo las tomó y las volvió privilegio de unos cuantos (aunque sean muchos): el automóvil, que cuando está en movimiento es un peligro y detenido, un estorbo. En las casas de la mayoría el encierro también obliga a buscar más espacio, si no para poner entre nosotros, sí para estar. Espacios ventilados e iluminados, donde cada uno pueda pasar días, semanas y meses en clausura casi total, trabajando o no, sin demasiado agobio, algo que no es fácil cuando buena parte de las casas en zonas urbanas están sometidas a la lógica excluyente de la vivienda mínima. Y así, en medio de una pandemia que no tiene para cuándo terminar, mientras algunos investigan cómo serán la ciudad, la oficina o la casa del futuro cercano, la mayoría trata de encontrar ese breve espacio que no está ahí para separarnos.

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Repensar las ciudades y sus arquitecturas https://arquine.com/repensar-las-ciudades-y-sus-arquitecturas/ Thu, 18 Jun 2020 02:48:14 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/repensar-las-ciudades-y-sus-arquitecturas/ Mientras no se piensen de manera integral con nuevas maneras de entendimiento político, social y económico, las soluciones de diseño serán limitadas. No podemos simple y ciegamente volver a la realidad como la conocimos antes de estos tiempos.

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Es natural que en la evolución de los procesos históricos surjan períodos en los cuales se vuelve necesario hacer un alto en el camino,  generándose las condiciones que permiten evaluar lo recorrido y, a partir de ello, visualizar las posibles opciones de futuro. En los primeros seis meses de este año, como consecuencia de la pandemia producida por el SARS-CoV-2, la mayoría de los países en el mundo se han visto obligados a detener sus economías y su vida social en gran parte de sus principales ciudades, generándose con ello una crisis sin precedentes en todos los órdenes de la vida, caracterizada entre otras cosas por la necesidad de un riguroso aislamiento social, como una de las alternativas indispensables para afrontar la pandemia, que hasta ahora no ha podido ser contenida, por no disponer de una vacuna.

Las consecuencias sociales, económicas, políticas, culturales, ambientales y de salud pública han sacudido profundamente al mundo entero. Nuestro país no ha sido la excepción y lo que tiene que ver con las maneras de entender, en el futuro próximo, la arquitectura y el desarrollo de las ciudades, ha formado parte de la inquietudes resultantes de todo lo anterior. Una buena cantidad de voces, algunas de ellas de expertos reconocidos, se han manifestado urgiendo a replantear las maneras de pensar e imaginar  las ciudades y sus arquitecturas y en este sentido vale la pena hacer algunas reflexiones.

Por principio de cuentas, es fundamental reconocer que la aparición de la enfermedad ha puesto en evidencia y recrudecido las profundas e injustas desigualdades que existen en una buena parte de países y ciudades en el mundo. Si bien la enfermedad ataca a todos, sus efectos y repercusiones son muy diferentes dependiendo del país y grupo social a los que se pertenezca. Es una realidad que la mayoría de los poco mas de 400,000 muertos reconocidos a nivel mundial hasta ahora pertenecen a las clases sociales más pobres. En un principio afectó a quienes viajaban cómodamente en avión o en trasatlánticos por diferentes partes del mundo y sobre todo a quienes lo hicieron a China, donde se originó la enfermedad. Pero una vez que la enfermedad se volvió local en cada uno de los países y se contaba con mayor información sobre el tema, las desigualdades sociales se multiplicaron. No es lo mismo enfrentar el aislamiento provocado por el  coronavirus en una casa amplia, ventilada, con jardín, alberca y otras comodidades, en la que habitan cuatro o cinco personas, a padecerla en lugares pequeños, con condiciones habitables precarias y en donde pueden habitar ocho, diez o más personas. El hacinamiento obligado, a lo que se suma evidentemente la escasa disponibilidad de recursos, propicia que la enfermedad impacte sobre todo a los grupos sociales menos favorecidos económicamente, llevándolos por millones hasta la pobreza extrema y a la necesidad de salir a la ciudad, utilizando además los medios de transporte masivos, que propician la propagación del mal.

La posibilidad de trabajar o estudiar en casa, para los afortunados que lo pueden hacer, también ha mostrado diferencias. No es lo mismo hacerlo en un estudio, disponiendo de  los medios tecnológicos mas avanzados, con vista a un soleado jardín, a hacerlo utilizando equipos limitados, en un cuarto que es al mismo tiempo sala, comedor, cocina  y recámara, con la presencia obligada de otros miembros de la familia en el mismo lugar. Pero es importante reconocer que las diferencias sociales ya existían desde antes de la pandemia, pero esta última volvió radicales sus condiciones impuestas.

Además la naturaleza en su conjunto, a nivel global, con la detención social, dio nuevamente claras muestras, de la urgente necesidad de  replantear el desarrollo de la humanidad. En este orden de cosas, lo que tiene que ver con las ciudades y sus arquitecturas, como expresiones sociales y políticas han sido, son y serán consecuencias de la manera de como sigamos visualizando el desarrollo de la humanidad. Recuerdo ahora, entre los libros del pensador  Yuval Noah Harari, algunas de sus afirmaciones en el sentido de que dado el desarrollo de la ciencia y tecnología actuales, bien se podría mejorar sustancialmente la vida de la mayoría de los habitantes del planeta, dándoles de comer, procurándoles habitación  y atendiendo sus enfermedades. Pero esto no ha sucedido, y no sucederá, si no cambia el egoísmo y el desprecio humanos, que concentran riquezas inmensas en unas cuantas manos, sin importarles lo que suceda con el destino de millones de seres humanos que habitan la Tierra. Mientras el desarrollo de la humanidad no vuelva a tener como eje de sus posibilidades al ser humano y a la naturaleza, el presente y el futuro se ven poco promisorios.

Vale la pena insistir, en que hablamos sobre todo de contar con voluntad política y social para enfrentar la vida, procurando mejores relaciones de igualdad para el conjunto de la humanidad y las condiciones de habitabilidad en las ciudades y sus arquitecturas resultarán como una consecuencia. La historia nos ofrece muchas lecciones en este sentido. Es fundamental aprovechar de manera más racional y armónica los recursos que nos ofrece la naturaleza para lograr lo anterior, distribuyéndolos más equitativamente entre el grueso de las poblaciones, creando las condiciones generales en las cuales los seres humanos puedan desarrollar y expresar sus mejores capacidades de conocimiento y creativas en todos los órdenes.

Sin la voluntad de los gobiernos y de sus sociedades por mejorar las condiciones económicas de los grandes grupos que representan, resulta inviable encontrar un mejor camino de desarrollo y se desaprovechará la oportunidad que nos ofrece esta pausa obligada por los difíciles tiempos actuales. En todo lo anterior la educación colectiva, que tiene que ver con el conocimiento, la cultura, la ciencia, la tecnología y con el humanismo, se constituye como la piedra angular de la posible transformación. Educación que puede y debe impulsar mejores relaciones humanas, realidades económicas y con ello la posibilidad de acceder a deseables condiciones de habitabilidad en las ciudades y sus arquitecturas. No se trata tan solo de un problema de diseño, de cómo enfrentar el desarrollo de las ciudades y sus arquitecturas. Este diseño siempre será una consecuencia política.

Es una realidad que la mayoría de humanidad vive y vivirá mayoritariamente en el ámbito de las ciudades. Esto nos lleva a pensar de entrada en el número de sus  pobladores y en las densidades construidas que condicionan la calidad habitable de estas ciudades. Es necesario regular el crecimiento poblacional y su razonable distribución territorial en el espacio disponible de los países y sus ciudades. No es viable que la población mundial siga creciendo de manera incontrolada, los recursos disponibles tienen su límite y en muchos casos en la actualidad ya hemos sobrepasado esos límites. En el ámbito de las ciudades es fundamental regular su extensión territorial y densidad construida, relacionándola desde luego con su número poblacional y la disponibilidad de recursos naturales; del equilibrio de lo anterior resultan sus condiciones de habitabilidad.

Esto lo hemos sabido desde hace tiempo y en muchos casos no lo hemos enfrentado y resuelto como se debe. El tiempo ahora es fundamental para enfrentarlo y no disponemos ya de mucho. Los desequilibrios actuales son alarmantes, pero todavía es posible resolver lo que ahora comentamos. Si bien pueden haber casos con diferentes posibles densidades urbanas, sería deseable que mayoritariamente las ciudades contaran con densidades medias, de tal suerte que aprovechen sus infraestructuras urbanas de la mejor manera y que no sean invasivas extensivamente de los espacios naturales. El razonamiento de algunas voces que en estos días han planteado la alternativa de regresar a una vida en el campo, es inviable. La disponibilidad territorial para todos no es suficiente. La propuesta es desde luego clasista, excluyente socialmente y negativa por sus efectos a la naturaleza. La relación con la naturaleza debe ser armónica e incluir el aprovechamiento de sus recursos pensando en criterios sustentables y renovables, lo cual implica también las maneras en el consumo de la energía necesaria para la operación de las ciudades. Las energías a utilizarse deben ser necesariamente lo mas limpias posible, para afectar de la menor manera a la naturaleza.

Estas ciudades deben contar además con equilibrios que tienen que ver con la densidad de lo construido y la disponibilidad de espacios abiertos verdes e hidráulicos, además de espacios públicos como plazas, calles y jardines, a los cuales la población en general pueda acceder de manera libre, democrática y gratuita. Sabemos que de la calidad y diversidad de los espacios públicos, resulta la calidad habitable de las ciudades. Si la mayoría de las poblaciones en las ciudades no cuentan con espacios suficientes y confortables en sus viviendas, es importante al menos que dispongan de espacios públicos, en cantidad y calidad razonables, como extensiones de su vida personal y comunitaria. Los gobiernos de las ciudades tienen la obligación política y social de construir conjuntamente con la sociedad estos espacios públicos necesarios, que debieran contar además con lugares arquitectónicos que los complementen como bibliotecas, centros culturales, de entretenimiento y convivencia social. Las condiciones de peatonalidad y mejores sistemas de transporte público, privilegiando el uso de la bicicleta, deben ser también tomadas en cuenta. Pero hay que insistir que todo lo anterior se vuelve un sueño imposible si antes no se mejoran las condiciones económicas, de representación y ejercicio de la política y las facilidades que tienen que ver con la educación y la creación de oportunidades de trabajo.

En lo que tiene que ver con las particularidades de la arquitectura, se ha hablado mucho en la crisis actual de la necesidad de contar con espacios habitables suficientes en área, bien asoleados y ventilados y que debieran contar además con jardines o al menos con terrazas, para afrontar de mejor manera las circunstancias difíciles como las que enfrentamos ahora con el aislamiento obligado por la pandemia. Y se proponen soluciones deseables, pero la realidad es cruel e inevitable. Millones de gentes no pueden tener acceso a estas propuestas de diseño. Simplemente son inalcanzables para sus condiciones económicas. Están mas preocupados por si van a comer el día de hoy y en salir como sea a conseguir un poco de dinero, aún arriesgando sus vidas, ante la posibilidad de ser contagiadas.

Hablamos de grandes concentraciones urbanas con condiciones arquitectónicas francamente difíciles. Hacinamiento, falta de espacio, de asoleamiento, de ventilación y en muchas ocasiones sin contar con agua potable y drenaje. A veces obras autoconstruidas con materiales precarios. Y sus espacios urbanos, llámense calles en el mejor de los casos, son también desfavorables y desagradables. Hablamos de grandes grupos sociales que no son sujetos de crédito para ninguna institución pública y menos privada. En lo particular, en nuestro país se han construido en los últimos años viviendas que rondan los 35 o 40 metros cuadrados útiles, con densidades abrumadoras o localizadas en zonas alejadas de los centros de las ciudades, con infraestructuras deficientes, con escasos servicios, muy mal transporte público y lejos de los lugares de trabajo. Proyectos que han demostrado su absoluto fracaso y que han terminado abandonados, por millones de unidades. Se trata tan solo de construcciones, que están muy lejos de ser consideradas proyectos urbanos y arquitectónicos, que ocupan grandes extensiones territoriales de naturaleza, con las evidentes consecuencias negativas que lo anterior implica en términos ambientales.

Para los países y sobre todo para los llamados en vías de desarrollo, el posible cambio en la manera de entender las ciudades y sus arquitecturas no es solamente un problema de diseño. Se trata de ahora en adelante de pensar diferente, teniendo en cuenta lo que tenga que ver con la filosofía y el mundo de los valores, de aprovechar de la mejor manera posible el increíble avance de la ciencia, la tecnología y la inteligencia artificial. En lo particular de nuestro país, habrá que impulsar sobre todo la educación, que pudiera traducirse en mejores oportunidades de trabajo y mejores salarios, que permitirían a la población ser sujeta de crédito y poder acceder así a una vivienda digna, que debiera localizarse dentro del ámbito razonable de unas ciudades, con densidades construidas amables, que fomenten la vida y el intercambio social. Mientras no se enfrenten de manera integral, con visiones renovadas, con nuevas maneras de entendimiento político, social y económico, pensando en el bienestar general, las soluciones de diseño planteadas serán limitadas. No podemos simple y ciegamente volver a la realidad como la conocimos antes de estos tiempos.

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Bicicletas contra la peste https://arquine.com/bicicletas-contra-la-peste/ Mon, 08 Jun 2020 13:24:21 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/bicicletas-contra-la-peste/ La bicicleta es, se ha dicho, uno de los más nobles inventos del hombre. Es una extraordinaria herramienta para hacer ciudad, para recorrerla a buen paso, para conocerla y quererla.

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Si logramos hacer que un cuarto de la gente de Guadalajara, algo que sucede en muchas ciudades, ande en bicicleta, reduciremos entre 30% y 35% de la contaminación ambiental del Valle de Atemajac. Lo mejor es que esto es factible.

Veamos. Se ocupan primero seguridad y ciclovías razonables. Ya hay y deberá seguir habiendo muchas más. Existe un bien elaborado plan y proyecto al respecto. Hay que destinar los recursos necesarios, a lo mejor de los del creditote express, para de veras entrarle al tema. Y entrarle a sus enormes beneficios.Para ser concretos: el gobierno de Jalisco puede realizar las compras de bicicletas necesarias para alcanzar una masa crítica y hacerlas accesibles para todos los ciudadanos. Estas bicicletas serían de dos tipos: convencionales y eléctricas. Teniendo esta opción, mucha gente que puede sentir que los traslados en bicicleta serían pesados o calurosos elegiría las bicicletas eléctricas (precio alrededor de diez mil pesos).

La bicicleta es, se ha dicho, uno de los más nobles inventos del hombre. Es una extraordinaria herramienta para hacer ciudad, para recorrerla a buen paso, para conocerla y quererla. En mucho contribuye a la vigilancia social y con las bicicletas las calles de vuelven más seguras. Es baratísima, liviana, y sus refacciones muy económicas. La “nueva normalidad” debe incorporar, como principio urbano, la drástica reducción de los gases de invernadero. Y debe también asegurar un mucho mejor medio ambiente para todos los habitantes urbanos. Los árboles son un gran recurso, el otro es el de la reconversión del sistema de movilidad.

De manera que la meta es reducir el tráfico urbano a los niveles de la presente cuarentena. Que las casas en donde hay tres o dos coches se queden con uno (sí se puede) y racionalicen a fondo sus trayectos. Así que sí se puede. Y una gran esperanza es la bicicleta eléctrica. Es capaz de llevarlo a uno del Parque de la Solidaridad al Parque Metropolitano en una hora. Reposadamente, con seguridad y con gran gozo del trayecto. Ojalá que alguna autoridad logre hacer algún aprecio de estas consideraciones. Y contestar.

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La ciudad flexible o adaptable https://arquine.com/la-ciudad-flexible-o-adaptable/ Tue, 02 Jun 2020 02:18:02 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-ciudad-flexible-o-adaptable/ La ciudad y sus sistemas de funcionamiento saldrán de esta crisis adaptados para dar cabida a estilos de vida cotidiana más flexibles. Ya se han descrito muchas cualidades tanto del modelo de ciudad como de la nueva ciudadanía; pero la clave debiese ser una forma urbana adaptable.

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Según el arquitecto holandés Herman Hertzberger, la flexibilidad sugiere una solución abierta, refierida a lo que se llama “valor retórico” de la flexibilidad. Si entendemos la flexibilidad como la negación de un estado fijo o absoluto, el plan urbano flexible de nuestras urbes partiría de la certeza de que no existe la solución correcta para toda la ciudad. Aunque una configuración flexible se adapta a cada cambio tal como se presenta, nunca podrá ser la mejor y más adecuada para un problema en particular; puede en cualquier caso proporcionar cualquier solución, pero difícilmente sería la más adecuada.

En la actual crisis global, nuestras ciudades están experimentando la flexibilidad en distintos ámbitos: ya sea tratando de redefinir el uso y actividades en los espacios públicos, obligando o sugiriendo el trabajo desde casa, o regulando, por horario y número, las actividades en los mercados y tianguis de la ciudad. 

Desde la perspectiva de Hertzberger, la flexibilidad se refiere a la propensión a proponer diferentes soluciones para diversos usuarios sin una solución única segura. Ciertamente las respuestas ante la crisis de la pandemia han obligado a las autoridades —y también a la sociedad civil— a adoptar la flexibilidad casi como dogma para cambiar diversos usos y comportamientos en la nueva vida cotidiana de distanciamiento.

Es justo en esto que quizá la ciudad no debería apuntar sólo a ser flexible sino adaptable. La organización espacial y el entorno mismo de la ciudad pueden ser adecuados sólo para una variedad limitada de usos. Aquí debemos distinguir entre adaptabilidad, que significa poseer la capacidad para diferentes actividades sociales —por ejemplo, ante el distanciamiento social—, y flexibilidad, que significa tener la capacidad para diferentes disposiciones físicas dentro de la ciudad, de un parque, una calle o un edificio. Para estos últimos la capacidad de para adaptarse a los usos y comportamientos que las autoridades o la misma sociedad proponen dependerá de la medida en que sea adaptable o flexible.

La ciudad y sus sistemas de funcionamiento saldrán de esta crisis adaptados para dar cabida a estilos de vida cotidiana más flexibles. Ya se han descrito muchas cualidades tanto del modelo de ciudad como de la nueva ciudadanía; pero la clave debiese ser una forma urbana adaptable. La movilidad urbana ha sido pionera en explorar esto bajo el concepto de la calle compartida. Ahora es turno para pensar y diseñar edificaciones e infraestructuras con esta cualidad y realmente buscar una ciudad adaptable.

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Normalidad y vida urbana https://arquine.com/normalidad-y-vida-urbana/ Mon, 01 Jun 2020 13:21:47 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/normalidad-y-vida-urbana/ La normalización, a propósito del virus SARS-CoV-2, comporta un asunto vital: establecer o recuperar los principios de habitabilidad capaces de hacer frente a una emergencia sanitaria como la que actualmente encaramos.

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La normalización, a propósito del virus SARS-CoV-2, comporta un asunto vital: establecer o recuperar los principios de habitabilidad capaces de hacer frente a una emergencia sanitaria como la que actualmente encaramos. El hecho de que se trate de una pandemia que afecta todas las latitudes del planeta no impide poner énfasis en lo que en nuestro medio inmediato sucede.

La descomposición y el desarreglo globales, en cuanto al desarrollo urbano hasta estas fechas observado, están presentes en nuestros ámbitos metropolitanos. Su impacto sobre el medio natural rebasa con mucho su capacidad de regeneración. El resultado, a nivel general, es una huella de carbono que contribuye al deterioro del contexto global, y en el nivel regional, al deterioro de las condiciones generales de vida.

¿Cómo generar ciudades que tengan un nivel razonable de sostenibilidad? ¿Cómo aplicar estos principios en el nivel regional y local? Estableciendo umbrales de impacto ambiental que delimiten las acciones que tienen que ver con la gestión y las actividades metropolitanas. Y formular los mecanismos efectivos para el respeto y la observancia de las normas que controlen esas actividades.

Uno de los principales factores que afectan el medio natural de las regiones es el desarrollo —o más bien la reproducción— del fenómeno urbano tal como se ha venido generando en el contexto del crecimiento de la mancha urbana. Es allí donde es preciso incidir para normalizar la manera como las nuevas urbanizaciones se han producido en las últimas décadas. Encontrar una nueva normalidad implica una medición de los impactos medioambientales generados y una serie de disposiciones que mantengan esos impactos dentro de los rangos aceptables.

Factores como la ocupación de territorios apropiados, el uso de energías renovables en todos los casos posibles, la construcción con materiales amigables al medio ambiente, el cuidado de las incidencias solares y del aprovechamiento del agua pluvial, son algunos de los aspectos que deberán ser considerados de manera puntual.

En un contexto más amplio, el direccionamiento del crecimiento urbano deberá tender a conformar nuevos asentamientos adecuadamente conectados con la marcha urbana existente y dispuestos, en lo posible, de manera que limiten los recorridos lejanos por parte de los habitantes. Un equipamiento apropiado, y la disponibilidad de giros y actividades accesibles son altamente deseables.

Es una tarea compleja y de largo aliento. Pero solamente cumpliendo esos y otros principios podrán las metrópolis limitar su huella de carbón en el nivel global, y controlar en el nivel local sus condiciones ambientales para mantenerlas en un nivel satisfactorio.

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La calle y el mal https://arquine.com/la-calle-y-el-mal/ Tue, 26 May 2020 13:57:44 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/la-calle-y-el-mal/ Poder ver la calle como un lugar para ser más que uno mismo, un verdadero afuera, más allá del bien y del mal.

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“Pero el Estado miente en todas las lenguas del bien y del mal; y diga lo que diga, miente —y posea lo que posea, lo ha robado.”

“Existe una vieja ilusión que se llama bien y mal. En torno a adivinos y astrólogos ha girado hasta ahora la rueda de esa ilusión.”

Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra

 

Sobre la moral se construye el bien y el mal, la ética sucumbe sus cimientos; su labor es confundir toda jerarquía de valor, difuminando toda altura de lo bueno sobre lo malo. La moral es una costumbre prevista, la ética es siempre inaugural, no de contenido sino de sentido.

En el jardín de la moral se poda y arranca la mal-eza para dejar crecer “lo bueno”. La ética es poner a cualquier planta del jardín en el mismo valor de existencia —más allá de su utilidad; sea ésta de consumo orgánico o estético. Cuando ponderamos algo sobre otra cosa, lo hacemos desde nuestra identidad, desde nuestra costumbre, defendiendo nuestro cerco, lo que nos define, nuestro yo. Rara vez nos enseñan a imaginar desde lo otro para ser más que uno mismo. 

En los valores del espacio, yace también la moral. Decimos a menudo —y de forma obvia—, que lo estrecho, oscuro y húmedo suele ser un mal espacio; que en cambio, lo amplio y luminoso, es un lugar bondadoso. Pero hay categorías morales en el espacio que no son tan fáciles de ver o defender. Una de ellas es la forma en que comprendemos cada vez más el afuera, la calle; ese lugar de tránsito, de trance. 

En variadas conferencias el antropólogo español Manuel Delgado ha dejado claro que, detrás de su reflexiones antropológicas en libros como: El espacio público como Ideología o La Ciudad Mentirosa,  está el análisis de narrativas religiosas renovadas, es decir, de morales institucionalizadas.

Cuando abandonamos, nos dice, “el presunto nido de verdad, que es el hogar —el adentro—, encontramos un escenario infernal, donde la actuación principal es la del demonio, y que la única instancia que nos puede proteger de él es el estado” 1

Toda concepción moderna de la calle parte de esta premisa; de que el afuera es un mal que debe ser redimido, salvado, controlado, transformado en triunfo, convertido en bien. Para eso, hacemos de los espacios oscuros y degradados lugares bien iluminados, reticulados, previsibles, vigilados, quitamos árboles para que los insectos del jardín de la moral no se guarden, escondan o propaguen. Que no exista sospechoso alguno, incluyendo todo caminante ocioso, todo andante sin destino definido. El espacio de afuera es hoy más que nunca solo un durante de lo productivo. No dura, no aglutina, no invita a la demora, a la contemplación, no nos convoca. 

¿Quién es el transeúnte? Pues el que yace en trance, el poseído, es decir, el que se abandona a condiciones que no puede o quiere controlar; que difumina su yo, que lo con-funde con lo otro y los otros. A eso, cuando somos también otros, Elias Cannetti lo denomina; la masa:

“La masa aparece donde antes no había nada (….) no reconoce casas, puertas o cerraduras” —es decir, confunde el adentro con el afuera—, y en su etapa más fecunda “todos los que pertenecen a ella quedan despojados de sus diferencias y se sienten como iguales, (…) En esta densidad, donde apenas hay huecos en entre ellos, donde un cuerpo se oprime contra otro, uno se encuentra tan cercano al otro como así mismo. Así se consigue un enorme alivio. En busca de este instante feliz, en que ninguno es más, ninguno mejor que otro, los seres humanos se convierten en masa.” 2

Para evitar que en la calle, en el afuera, surja el trance, la posesión, la pérdida de identidad, donde por un instante las personas olvidan su nombre para formar parte de otra cosa, el estado arguye —con su moral institucionalizada— que la calle debe ser regularizada, tranquilizada, vigilada, educada, pedagógica, manteniendo distancias, imponiendo ritmos, cadencias, sin lugar para la aglomeración, para la protesta, para cualquier tipo de conflicto. El edén en la tierra.

En la película: Paris, Texas del director Wim Wenders, el personaje principal es aparentemente poseído por un deseo incontrolable de caminar hasta el desfallecimiento. El nombre de la película ya es suficientemente sugerente: funde dos lugares y los vuelve uno solo, literalmente; un desierto sin identidad. 

En seres cuya posesión ocurre de forma individual, singular, como lo es el personaje de esta película,  también el estado y el sistema evita su propagación y crecimiento. Al respecto Consejo Nocturno nos dice:  

 “Nunca antes observamos tantos tránsitos recorriendo la totalidad de este mundo sin que surjan fugas, devenires y procesos de singularización. El turista metropolitano parte de lo mismo para llegar a lo mismo, no solo espacial sino temporalmente.” 3

Con todo esto, podemos decir que los cuerpos pueden ser entendidos y vividos de dos formas: cuerpos en todo momento localizados y mesurables, y cuerpos que; “no son ni están, sino que suceden; pertenecen no al orden de la estructura y de la función, sino del acontecimiento.” 4 El “orden” del sistema no puede reconocer fuera alguno. Todo es dentro. 

El tema es pertinente por lo que acontece. Cómo no ver que en la cúspide y el regreso de las masas —el estallido social en Chile, las caravanas migrantes de centroamericanos que recorren países enteros, las movilizaciones feministas en todo el mundo, las protestas incontrolables de Hong Kong aún con su más alta tecnología de control, y como todo esto comenzaba a verse como un bien necesario— un virus aparece para volver a colocar a la calle como el lugar del mal, ese lugar incontrolable, impredecible, de riesgo, de contagio, que nos obliga no solo a “guardar distancia con el otro, sino a medirla”, que nos invita a salir poco y de forma ordenada, previsible, básica, solo para lo esencial; vigilada, como ocurre en Guadalajara, con helicópteros que vocean desde el aire la contingencia en la que vivimos, y patrullas que repiten el mensaje desde la tierra, por si alguien llegase a olvidar nuestros tiempos. Dentro nos llega una misa, fuera está el exorcismo. 

Lo que ocurre ahora, nos dice el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber desde su casa y frente al computador, es el regreso de instituciones que yacían dormidas. Despiertan los Estados Nación y la ciencia, y son de pronto héroes que pueden y deben tomar el control. Hay un retorno a las políticas intervencionistas, justificadas y apoyadas por el miedo, por lo que yace afuera; un mal incontrolable al que no debemos exponernos y del que el bien debe salvarnos eficazmente. Nos recuerda también que en el fondo todo orden es un acto de violencia. 

El filósofo francés Paul Ricoeur, en su libro Si mismo como otro, bien complementa la peligrosidad de esta obsesión purista entre el bien y el mal:

“La producción interrumpida de positividad tiene una consecuencia terrorífica (…) Cualquier estructura que acose, que expulse y exorcice sus elementos negativos corre el peligro de una catástrofe por reversión total, de la misma manera que cualquier cuerpo biológico que acose y elimine sus gérmenes, sus bacilos, sus parásitos, sus enemigos biológicos, corre el peligro de la metástasis y el cáncer, es decir, de una positividad devoradora de sus propias células, o el peligro viral de ser devorado por sus propios anticuerpos, ahora sin empleo”. 5

 

En el Jardín de la moral, el jardinero ha dispuesto que cortar para que el jardín siga siendo jardín y no prado, ni bosque. 

La ética se asfixia, el bien y el mal vuelven a ser aparentemente claros e institucionalizados. Se ha podado la maleza, la nueva normalidad ha de ser de cuerpos identificables, de rostros sin barba, con cubrebocas, sanitizados, desinfectados, con un afuera controlado; en temperatura y ritmo, en motivo, en cercanía, en aglomeración.  

No es que se ponga en juicio las medidas necesarias para salvar vidas, es lo pertinente de la situación para que el orden de la moral se instaure y vuelva a imponerse sobre la posibilidad de cualquier otra forma de vida, de sentido, de existencia, de masa, de transe, de ética. De poder ver la calle como un lugar para ser más que uno mismo, un verdadero afuera, más allá del bien y del mal.


Notas:

  1. DELGADO, Manuel, “La calle como espacio social”, Conferencia en la UNAM, 2016, recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=YSFokDMQHM4&t=6254s 
  1. CANNETTI, Elías, “Masa y poder”, Madrid, España; Alianza editorial, 2017.
  1. CONSEJO NOCTURNO, “Un habitar más fuerte que la metrópoli”, La Rioja, España: Pepitas Ed., 2018.
  1. DELGADO, Manuel, “El cuerpo como acaecer”, 2017, recuperado de: http://manueldelgadoruiz.blogspot.com/2012/06/el-cuerpo-como-acaecer-de-del-articulo.html
  1. RICOEUR, Paul, “Si mismo como otro”, Madrid, España, Siglo XX Editores, 2006.

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