Resultados de búsqueda para la etiqueta [Cooperativa ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Thu, 23 Mar 2023 16:42:11 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Especulaciones y Especuladores: Alberto Arai en Palo Alto https://arquine.com/especulaciones-y-especuladores-alberto-arai-en-palo-alto/ Tue, 22 Mar 2022 15:03:27 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/especulaciones-y-especuladores-alberto-arai-en-palo-alto/ En 1956, el arquitecto Alberto Arai presentó una conferencia llamada “La casa mexicana” en la que se distanciaba del urbanismo monumental y declaraba que, en el futuro, “será más aceptado, ante la imposibilidad de mecanizar el mundo en todos sus pequeños poblados, el deseo de conciliar el aprovechamiento de los factores locales, históricos, con las fuerzas propias de la técnica moderna”.

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En 1956, el arquitecto Alberto Arai presentó una conferencia llamada “La casa mexicana” en la que se distanciaba del urbanismo monumental y declaraba que, en el futuro, “será más aceptado, ante la imposibilidad de mecanizar el mundo en todos sus pequeños poblados, el deseo de conciliar el aprovechamiento de los factores locales, históricos, con las fuerzas propias de la técnica moderna”. Tal declaración sorprende no sólo porque estamos en plena década del 50, el punto cumbre de los multifamiliares y los grandes desarrollos urbanísticos del grupo Arquitectura México. Sorprende también porque, en su juventud, cuando Arai formaba parte de la Unión de Arquitectos Socialistas, él mismo había defendido radicalmente la posibilidad de transformar por completo el paisaje urbano y la vida cotidiana de la población a través de la arquitectura moderna. 

En 1938, la Unión publicó Proyecto de ciudad obrera para México DF, en donde proponían un modelo urbano basado en edificios comunales funcionalistas (un antecedente directo del multifamiliar, como ha señalado Enrique de Anda), amplios servicios públicos y una distribución cooperativa del trabajo (incluyendo trabajo reproductivo de limpieza, cocina, educación, cuidados). Para la Unión, este esquema permitiría organizar servicios reproductivos como guarderías, educación o recreación más allá de la familia y de tal forma que todo habitante pudiera tener acceso a ellos. Para la UAS, esta ciudad moderna proponía una forma de vida radicalmente distinta (para bien) y un vistazo a “la vivienda humana del porvenir”. Era, en este sentido, un ejercicio urbanístico con las pretensiones que en el 56 Arai ya rechazaba, pero que en buena medida quedaron en la matriz del modelo multifamiliar. 

“La casa mexicana” es una autocrítica de Arai a su defensa tajante del funcionalismo moderno veinte años atrás. A lo largo de la conferencia, Arai habla de cómo a la arquitectura moderna se le olvidó considerar a la gente, consultar sus deseos y necesidades, entender sus formas de vida, en suma, “tomar en consideración el sentimiento genuino de los habitantes”. Para Arai, el problema radicaba en el rechazo vanguardista a la tradición, en la idea de que toda forma de vida anterior tenía que ser eliminada al hacer tabula rasa y construir en su lugar un nuevo diseño de mundo. Arai mismo había participado en esta idea, como dije, pero ya para el 56 quería entender la tradición como una fuerza viva que cargaba con ella una serie de prácticas locales, conocimientos situados y formas de habitar valiosas y legítimas. “La tradición persistente que vive en cada uno de nosotros” decía Arai “no es algo muerto, sino que define la realidad presente de cada pueblo.” En este sentido, dice Arai, no debería de sorprender que los habitantes alteraran casas y departamentos funcionalistas con macetas, jardineras, enrejados y otros elementos, dado que así se expresaba una forma legítima de habitar. Era un buen punto. Justo después, sin embargo, Arai se siente obligado a agregar que estos elementos estaban “concebidos indudablemente con el peor gusto artístico”, un tropiezo que no deja de ser curioso en tanto desentona con toda la línea argumental que presenta en la conferencia.

Alberto T. Arai. Propuesta de casa campesina en el trópico.

 

Más allá de esta limitante, la autocrítica de Arai al funcionalismo mexicano está clara. Una vez establecida, Arai vuelve a canalizar el espíritu utópico que lo acompañaba desde sus años en la Unión para proponer “un modelo imaginario, futurista y, por ende, inexistente” de vivienda social en México. Al igual que en el 38, Arai parte de una serie de servicios comunes: una guardería, una escuela, una cancha, unos juegos. Alrededor, de estos, aparecerían las casas, cuyas formas y materiales cambiarían dependiendo de la locación concreta. Estas casas tendrían normalmente un espacio para taller o comercio al frente y un huerto atrás, pero en general serían distintas entre sí. El principio fundamental es la flexibilidad. Cada casa sería “una unidad aislada […] con varias posibilidades de desarrollo, según las sucesivas necesidades de la familia ocupante”. Esto, por supuesto, suena parecido a lo que muchos habitantes realizan a través de una práctica conocida como “autoconstrucción”. Y, en efecto, la importancia de la flexibilidad surge de la revaluación que Arai intentaba hacer de la familia y el cooperativismo. En el 38, la Unión entendía que familia tradicional y cooperativismo eran incompatibles, por eso la formación de la ciudad cooperativa se basaba en la desintegración de la familia y la distribución del trabajo reproductivo a través de la casa comunal. Para el 56, Arai empezaba a darse cuenta de que, para muchas poblaciones urbanas y rurales, la familia extendida era ya de por sí una suerte de organización cooperativa. Arai buscaba partir de este hecho al otorgar a los habitantes la posibilidad de determinar el sistema arquitectónico que mejor se amoldara a sus necesidades. 

En los años 70, un grupo de migrantes formaron la Cooperativa Palo Alto en las tierras en donde habían vivido durante años. Muchos de ellos habían llegado de Michoacán para trabajar en una mina de arena en la zona que hoy se conoce como Arcos Bosques, pero que en aquel entonces no era más que una barranca periférica. Cuando cerró la mina, se les avisó que tenían que irse de ahí. Los habitantes reclamaron su derecho a permanecer en las tierras en las que habían habitado por años, incluso si sus casas fueran muy precarias, improvisadas. Invadieron este lugar, pelearon hasta conseguir la tierra y formaron una organización cooperativa para tomar decisiones en colectivo. Con la ayuda del arquitecto Enrique Ortiz de la COPEVI, construyeron Palo Alto. Desconozco si existió alguna relación entre Arai y alguno de estos actores, pero la convergencia entre sus ideas y la arquitectura de Palo Alto es notable. Además de una serie de servicios comunes, los habitantes y Ortiz optaron por un modelo flexible para sus casas, que desde entonces y con el paso de los años han asumido su propia identidad y estética. Las construcciones en Palo Alto responden a distintos gustos, deseos, oportunidades, renovaciones, cambios y crisis. 

Cooperativa Palo Alto.

 

Es bien sabido que hoy Palo Alto está en riesgo. De pronto, quedó a la mitad de una zona valiosa que ciertas desarrolladoras quieren. La última vez que estuve ahí, era una mañana de mitad de semana. Una señora cuidaba sus plantas, un señor atendía la tienda enfrente de su casa, un gato descansaba en un tejado de zinc. Palo Alto estaba tranquilo, normal. Pero en las orillas de la cooperativa se percibía el conflicto. La barda de la cancha tenía un mural que decía “Palo Alto Resiste”, justo detrás del cual operaba la maquinaria encargada de erigir uno de esos edificios que por todos lados estrangulan a Palo Alto. Me hacía pensar en Arai. Me lo imaginaba caminando por una cooperativa que nunca conoció (Arai murió en el 59, tres años después de la conferencia). Me preguntaba si no se hubiera arrepentido de sus comentarios sobre el “mal gusto” ahora que veía el barrio tan bonito, habitado, cuidado. Al dejar la cooperativa atrás, me decía que habría sido interesante preguntarle qué pensaba de toda esa arquitectura moderna que, al servicio de un par de desarrolladoras, levantaba un sitio sin tregua alrededor de Palo Alto. 


Referencias:

Alberto Arai. “La casa mexicana: ideas sobre la habitación popular urbana.” en Leer a Alberto T. Arai: reflexiones, ensayos y textos, coordinado por Elisa Drago (México: UNAM, 2019)): 153-207. 

Unión de Arquitectos Socialistas. Proyecto de ciudad obrera para México DF (México: XVI Congreso Internacional de la Planificación y de la Habitación, 1938). 

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La Balma https://arquine.com/obra/la-balma/ Thu, 17 Mar 2022 07:00:29 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/la-balma/ Teniendo en cuenta los recursos disponibles, el foco está en el costo inicial de construcción y uso del edificio en su vida útil, considerando el impacto económico final para el usuario. Además, el edificio pretende evitar la pobreza energética reduciendo el coste del confort del hogar en más de un 50%.

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La Balma es un proyecto de la cooperativa Sostre Cívic, que se adjudicó la parcela de Poblenou en el primer concurso público de suelo municipal para viviendas de alquiler cooperativo. El proyecto busca ampliar el stock de viviendas asequibles para hacer frente a la subida de precios de los últimos años. Teniendo en cuenta los recursos disponibles, el foco está en el costo inicial de construcción y uso del edificio en su vida útil, considerando el impacto económico final para el usuario. Además, el edificio pretende evitar la pobreza energética reduciendo el coste del confort del hogar en más de un 50%. Durante la fase de concurso se realizó un diagnóstico socioeconómico del grupo poblacional y un proceso participativo para trabajar y llegar a una propuesta consensuada, en la que el usuario y la comunidad juegan un papel protagónico; y el edificio es la infraestructura que los acompaña y les permite evolucionar libremente desde tres esferas sociales: el barrio, la comunidad, el hogar.

Relación con el barrio
El edificio está situado en la esquina de las calles Espronceda y Camí Antic de València. Este último es un eje verde repleto de equipamientos en el barrio. La cooperativa ha querido colaborar como un equipamiento más en este eje, compartiendo espacios con el barrio y expresando la riqueza de la vida comunitaria interior. Por ello, cuenta con el acceso principal, todos los espacios comunes y las circulaciones verticales en la fachada norte, abriéndose al espacio público del Camí Antic de València. En la calle Espronceda hay un local comercial, que ahora es utilizado por una ONG, colaborando para activar la planta baja de la calle.

 

Circulaciones y espacios comunitarios
Del proceso participativo inicial surge un programa de espacios comunitarios. Estos se distribuyen en altura en todas las plantas del edificio, adquiriendo un carácter diferente en función del uso de cada espacio. Queríamos espacios comunitarios y circulaciones para mejorar las relaciones humanas, los encuentros espontáneos y las actividades cooperativas en todo el edificio. En la planta baja encontramos la cocina-comedor común, espacio para bicicletas y taller abierto al barrio, además del vestíbulo y dos locales comerciales con vistas a la calle Espronceda que serán gestionados por la cooperativa. En el resto de plantas el programa se distribuye en pequeñas estancias, potenciando la circulación interior (sala polivalente, espacio de lectura, habitaciones de invitados, espacio asistencial y lavandería). Finalmente, la cubierta, totalmente accesible, se entiende como el espacio exterior de la cooperativa, operando como una terraza de más de 300 m2 que los vecinos podrán dotar de huertas productivas, espacio de sombra y esparcimiento. Las circulaciones acompañan siempre a los espacios comunitarios. Son espacios abiertos, ventilados y soleados que buscan dignificar lugares muchas veces minimizados.

 

Casas
El edificio cuenta con 20 unidades, una de las cuales será utilizada como piso puente para familias en proceso de reinserción social. Las viviendas se diseñan a partir de una retícula de piezas abiertas de 16 m2 que coinciden con la estructura de madera laminada. Estas piezas permiten divisiones y distribuciones muy diversas, permitiendo al usuario decidir sobre sus espacios. Cada casa parte de una base de 50 m2 totalmente equipada, correspondiente a las tipologías pequeñas (S). Esta unidad básica se amplía con una o dos piezas, pasando a ser de tipo Mediano o Grande. Las piezas que permiten esta ampliación son espacios gestionados por la cooperativa. Esta gestión permite una flexibilidad real del sistema, y ​​las viviendas se las apropian de forma individual o compartida.


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Entrevista a Lacol: cooperativa de arquitectos https://arquine.com/entrevista-a-lacol-cooperativa-de-arquitectos/ Tue, 23 Feb 2021 15:21:18 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/entrevista-a-lacol-cooperativa-de-arquitectos/ Lacol es una cooperativa de arquitectos fundada en 2010 por un grupo de estudiantes de arquitectura de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Incorporan procesos participativos en la definición de su arquitectura y plantean sus proyectos trabajando en la conformación de diferentes maneras de habitar. La Borda es uno de sus proyectos más paradigmáticos, una cooperativa de viviendas en cesión de uso en el barrio de Sants, en Barcelona.

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“Los edificios son también garantes de la convivencia porque la configuración de sus entradas, salidas, huecos, áreas exteriores, zonas abiertas o cubiertas cualifica el espacio circundante. Adicionalmente, la arquitectura puede convertirse en un símbolo que dota de identidad a una comunidad, contribuye a aglutinar a sus miembros y representarlos.”

Izaskun Chinchilla, La ciudad de los cuidados.

Lacol es una cooperativa de arquitectos fundada en 2010 por un grupo de estudiantes de arquitectura de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB-UPC). Incorporan procesos participativos en la definición de su arquitectura y plantean sus proyectos trabajando en la conformación de diferentes maneras de habitar. La Borda es uno de sus proyectos más paradigmáticos, una cooperativa de viviendas en cesión de uso en el barrio de Sants, en Barcelona.

Interior de La Borda, Barcelona. Imagen: Lluc Miralles.

 

Carlos Lanuza: ¿Cómo empezó Lacol?

Núria Vila: Coincidimos en la misma promoción en la ETSAB-UPC estudiando arquitectura, todos somos del 85. Cuando nos conocimos, necesitábamos un espacio de trabajo, nos juntamos, encontramos uno en el barrio de Sants y empezamos a trabajar de manera individual. Estábamos en la universidad pero ya compartíamos ciertas ideas, nos nutríamos los unos a los otros de experiencias y referentes haciendo del proyecto una arquitectura más colaborativa.

Arranca la crisis en el 2010-2012 y la gente se empieza a ir, justo estamos terminando la universidad y unos cuantos decidimos quedarnos e iniciar nuestro propio proyecto aquí en Barcelona, en plena crisis. Algunos compañeros hacían el PFC (Proyecto Final de Carrera) vinculado a Sants, uno en Can Batlló y otro en la Lleialtat Santsenca. A partir de ahí empezamos a echar raíces y a ser muy activos en el barrio. Fue como una sinergia que derivó al cabo de unos años en que nos constituyéramos como cooperativa.

CL: ¿Por qué decidieron optar por la organización horizontal y fundar una cooperativa?

NV: En aquella época nos repartíamos entre nosotros todos los proyectos que entraban, así como la parte económica. Si trabajabas más horas ganabas más, si trabajabas menos, recibías menos dinero. Al final la estructura inicial naturalmente se convirtió en una cooperativa, era el sistema que se adaptaba a nuestra dinámica. Además, permitía que todos fuéramos socios/trabajadores. Algunos no participaban con horas dentro de la cooperativa porque no había suficiente trabajo, pero teníamos claro que a largo plazo queríamos hacer el proyecto juntos, sin jerarquías.

Fue una decisión bastante política. A partir del trabajo que hacíamos en el barrio conocimos a gente muy activista que nos inculcó esta idea, como La Ciutat Invisible. Siempre decimos que fue el barrio quien nos llevó a esto, la gente de la que nos rodeábamos tenía la misma idea. Nosotros veníamos de despachos en los que había un jefe, el socio y los trabajadores. Decidimos apostar por otro modelo. Vimos que la estructura empresarial que nos iba bien para constituirnos como un despacho con 14 arquitectos era la de cooperativa. Fue la suma de ambas cosas. Llevamos 10 años trabajando juntos y creo que la visión en común ahora está muy enfocada en las cooperativas de vivienda. Estamos muy alineados con esta vía.

Fachada de La Comunal, espacio cooperativo, Barcelona. Imagen: Lacol.

 

CL: En la arquitectura hay una cuestión muy modélica, nos educan de una manera en la que nos hacen aspirar a ser como ciertas figuras. ¿Esa visión más tradicional no chocaba con la de una cooperativa en la que nadie destaca?

NV: Ha habido mucha evolución. Al principio empezamos con proyectos enfocados en la parte activista, de hacer con las manos, como talleres, por ejemplo. Ahora estamos en otro punto. Compartimos una línea en común en cuanto a materialidad, pero se ha ido forjando al trabajar juntos, igual que el proyectar, son líneas de trabajo que estamos desarrollando. Por ejemplo, hay un socio que solo se dedica a participación, es arquitecto pero no abre el autocad. Dentro de un despacho esto es enriquecedor.

Proceso participativo en la cárcel Modelo, Barcelona. Imagen: Ajuntament de Barcelona.

 

CL: Muchas veces se ve la arquitectura como un objeto estético. En la universidad se habla de aspectos técnicos, constructivos, del encaje urbano —en el mejor de los casos— pero, ¿qué pasa con los aspectos sociales relacionados con la arquitectura?

NV: Creo que en la universidad se está haciendo un cambio. Ahora se habla mucho más de sostenibilidad, del usuario, de quien utiliza aquella arquitectura y se ha dejado de ver como un icono. Se trata de que funcione en todos los niveles, y que sea participativo. Yo creo que son conceptos que ahora se trasladan más a la arquitectura.

Los aspectos sociales nos ayudaron a conseguir los primeros encargos. Estos proyectos nacieron por una cuestión de cercanía, de arraigo en el barrio. A partir de ahí nos empezaron a conocer por lo que hacíamos. Con el tema de las cooperativas de viviendas hay una gran parte social. Toda cooperativa de vivienda empieza con un grupo de personas que se junta y con un modelo concreto de vivienda en el que tú acabas haciendo el proyecto arquitectónico. Pero la raíz no es el edificio como icono, o el solar. Más bien se vincula mucho con temas de ciudad, de sostenibilidad —que siempre es una premisa que intentamos introducir. Se trata del impacto social que puede tener el edificio en el barrio.

CL: ¿Hay un proceso específico para formar una cooperativa de vivienda?

NV: La raíz común en la formación de estas tipologías es el conocimiento del modelo de vivienda cooperativa en cesión de uso. Primero se forma un grupo de personas que decide vivir de una determinada manera, con lo cual necesitan construir un edificio que se adapte a este modelo que quieren crear. A partir de ahí el grupo escoge a unos técnicos (arquitectos, juristas, gestores de proyecto), que les acompañan a través de procesos participativos y definición de modelos económicos. Ahora muchos grupos nuevos han salido de socios expectantes de determinados proyectos de cooperativas de vivienda, que se han juntado para replicar el modelo y formar nuevos proyectos.

Según las necesidades económicas del grupo se plantea si se opta por suelo privado o público. Esta es una de las primeras decisiones, muchos grupos tienen que ir por suelo público porque las capacidades económicas son limitadas. El promotor es el propio usuario, más el financiamiento que tenga, y se tiene que hacer una aportación inicial bastante elevada para hacer frente al proyecto. De momento no hay muchas ayudas por parte de la administración. Con respecto al suelo público lo que impacta más es la temporalidad. Se debe esperar a que salgan a concurso los solares, o hacer convenios con el ayuntamiento.

CL: ¿En qué consiste la vivienda en cesión de uso?

NV: Es un modelo no especulativo de vivienda en el que la propia cooperativa es la promotora de un proyecto, del edificio entero. El solar es cedido por el ayuntamiento por 90 años con un canon, que es un alquiler del suelo por año, repartido en la cooperativa. Con lo cual, la cooperativa es propietaria del edificio por 90 años, después el edificio pasa a manos del ayuntamiento como vivienda de protección oficial.

Es una financiación privada que termina repercutiendo dentro de lo que es el modelo urbano de la propia ciudad. Y no es especulativo porque la propietaria es la cooperativa, por lo tanto la asamblea -no el usuario-. El usuario tiene derecho de uso de un espacio privativo, que es su vivienda. Aparte de la vivienda de uso privativo hay mucho más metros cuadrados vinculados a espacios comunitarios.

CL: ¿Qué pasa si uno de los socios de la cooperativa decide dejar el edificio?

NV: Hay una lista de socios expectantes, es decir, gente que quiere formar parte de la cooperativa pero que no pudieron acceder en un primer momento y están a la espera. Yo, por ejemplo, fui socia expectante de La Borda. Hace ya tres años y medio que los socios expectantes nos reunimos y constituimos otra cooperativa llamada Sotrac, es otro proyecto que estamos desarrollando ahora en Lacol para hacer un edificio similar a La Borda, en Can Batlló. La idea es empezar a construir en marzo de 2022, todo depende de los arquitectos (risas).

En su día me planteé estar en La Borda, pero no estaba en el momento vital adecuado. Formar parte de este tipo de iniciativas implica tiempo, y un esfuerzo extra, porque es asambleario. Las decisiones se toman mediante reuniones durante la semana, o fines de semana. Es otro tipo de estructura que se tiene que organizar. A nivel económico estaba en otro momento también, por eso decidí hacerme socia colaboradora. Hay una parte muy fuerte cuando se constituye el grupo, que no es solo reconocer el modelo sino también conocerte, la convivencia. Al final tú estás financiando y promoviendo este proyecto y hay muchas horas detrás.

En las reuniones se tienen que debatir muchas cosas. Para empezar se debe conocer el modelo. Hay muchos debates a nivel de arquitectura, por ejemplo si habrá estacionamiento o no, estrategias ambientales, si se apuesta por ciertas tecnologías que a priori son más caras pero a largo plazo pueden permitir un ahorro energético y por lo tanto económico. También se debaten los estatutos de la cooperativa, lo que puedes y no puedes hacer, entrada y salida de socios, qué financiamiento se va a buscar, qué pasa en determinadas situaciones, resolución de conflictos, cómo se toman las decisiones. Se trata de resolver la mayor cantidad de casuísticas posibles.

 

Espacio Coòpolis BCN, Fase 0, Barcelona. Imagen: Lacol.

 

CL: No es un modelo para todo el mundo.

NV: Pretende serlo, hay dos temas. El primero es que aquí se conoce poco este modelo, y se potencia poco a nivel de administración. En otros países como Uruguay, Dinamarca o Alemania la administración pone dinero para ayudar a hacer este tipo de proyectos. El otro es que pretende ser un modelo asequible, pero en realidad tienes que tener una mínima capacidad económica ya que al final, sí o sí tienes que hacer una aportación inicial de cierta cantidad de dinero, eso sí, mucho menor que cuando te tienes que comprar una vivienda al uso. No se puede olvidar que eres parte de la financiación de la propia cooperativa, tú y los demás socios.

También depende del momento vital en el que están las personas, cuesta mucho que gente entre 16 y 28 años participe en esto, quizás porque no saben dónde quieren vivir, y son proyectos a largo plazo. Pero la franja entre los 30 y 50 años es la que vemos que actúa con mayor incidencia, aunque les pasen muchas cosas durante todo el proceso. Y la franja de edad más mayor es vital, porque es la experiencia pura de la vida, y en las asambleas se nota.

CL: También hay un tema de comodidad, de poner cosas en común y ceder. Algo que no tienes que hacer cuando tienes dinero.

NV: Es verdad, pero también hay que recordar que en este modelo tienes tu espacio privativo, tu casa. Aunque sí se potencia mucho el espacio comunitario y la convivencia. Tú decides si vas o no a las actividades, o qué espacios comunitarios usas y con qué frecuencia, aunque debes mantener un vínculo con la asamblea. Tiene que haber un trabajo detrás en los años de proceso. Pero creo que la convivencia es una parte que se genera por sí sola. El compartir al final forma parte de todo esto.

 

Proceso participativo de Lacol en la cooperativa de viviendas de La Borda, Barcelona. Imagen: La Borda.

 

CL: ¿Cómo se traducen en el espacio todas las variables sociales que se analizan en los procesos participativos?

NV: Aquí hay un debate, y es que si esto es vinculante o no. La participación consiste en recoger ideas, pero también en transmitirlas, es decir, es un proceso en ambos sentidos, es recíproco. Luego todo queda en manos de técnicos, que son quienes tienen que definir y aplicar las ideas que se han recogido, decidir cuál es la mejor opción.

Los procesos participativos dan herramientas a los arquitectos para proyectar, para definir los usos del edificio, por ejemplo. La Lleialtat Santsenca es un buen caso, porque siempre está llena, funciona perfectamente. Responde a las necesidades que tiene el barrio. Después a nivel de arquitectura, qué estrategias usas, si pones las salas arriba o abajo, o si ponemos un atrio, o una terraza, aquí es donde entran los arquitectos proponiendo una determinada manera para responder, entre muchas.

Por ejemplo, rehabilitar el espacio y darle uso, fue una de las conclusiones del proceso participativo de la Lleialtat que Lacol hizo previo al concurso de arquitectura. No hacía falta tirar el edificio, y ahora funciona. El usuario también lo siente suyo, se ve a nivel de gestión del propio edificio. Hay tanto arraigo con el barrio que los que llevan la gestión lo hacen de una manera muy vinculada a lo que se ha pedido.

 

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Cooperativa de vivienda La Borda https://arquine.com/obra/cooperativa-de-vivienda-la-borda/ Tue, 01 Dec 2020 15:28:41 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/cooperativa-de-vivienda-la-borda/ El proceso de La Borda inicia el año 2012 en el marco de la recuperación comunitaria de Can Batlló. Un grupo de vecinos y vecinas decidieron auto-organizarse para resolver, de manera colectiva, la necesidad de acceso a la vivienda a partir de la implementación de una cooperativa de vivienda en cesión de uso.

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El proceso de La Borda inicia el año 2012 en el marco de la recuperación comunitaria de Can Batlló. Un grupo de vecinos y vecinas decidieron auto-organizarse para resolver, de manera colectiva, la necesidad de acceso a la vivienda a partir de la implementación de una cooperativa de vivienda en cesión de uso. La cooperativa de arquitectos Lacol se involucró desde el inicio, empujados por la motivación de construir una alternativa en un contexto de grave crisis habitacional en Barcelona.


Esta implicación se convierte en una oportunidad para repensar la producción de la vivienda popular que sea desde abajo y con la participación de las futuras usuarias. La innovación del proceso de promoción ha sido clave para poder trabajar la arquitectura más allá de su formalización. Se identificaron cinco características del modelo que tienen una respuesta directa en el proyecto: autopromoción, cesión de uso, vida comunitaria, sostenibilidad y asequibilidad.

La cooperativa es la propietaria del edificio, el cual está construido sobre un solar de titularidad pública, y cede el derecho de uso de la vivienda a sus socias, agrupadas en unidades de convivencia. Mediante este modelo de tenencia alternativo a la propiedad privada se pone el valor únicamente en el uso de la vivienda y no en su valor de cambio en el mercado, con lo que se evitan usos especulativos.

La infraestructura común (soporte) se define a partir de una matriz homogénea de unidades habitacionales (16 m²) que genera una tipología de vivienda no jerarquizada y apropiable para cada usuario mediante decisiones libremente adoptadas (componentes). La cooperativa priorizó realizar un edificio con el mínimo impacto ambiental, tanto en su construcción como en su vida útil.

Otro objetivo básico fue eliminar la posibilidad de pobreza energética entre sus usuarias, situación que sufrían algunas de ellas debido al elevado coste de la energía y falta de recursos económicos. La estrategia inicial del proyecto para reducir la demanda energética ha sido la optimización del programa, con la renuncia al aparcamiento de coches subterráneo, la colectivización de servicios y la reducción de la superficie de las viviendas.

 


Puedes encontrar este proyecto en nuestra Revista Arquine No.94 vivienda colectiva.

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