Resultados de búsqueda para la etiqueta [Arquitectura participativa ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Thu, 02 Feb 2023 13:44:23 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Cocina CoLaboratorio: gestión social de hábitat en Chiapas https://arquine.com/cocina-colaboratorio-gestion-social-de-habitat-en-chiapas/ Thu, 02 Feb 2023 09:00:16 +0000 https://arquine.com/?p=74791 Comunal actúa como un acompañante integral; su visión reconoce a cualquier persona, independientemente de su contexto social. Junto a la comunidad, identifican necesidades para proponer soluciones de diseño, tomar decisiones y autoproducir colectivamente su hábitat.

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Este texto fue publicado originalmente en Coolhuntermx

 

 

Hace unos días tuve la oportunidad de platicar con Emilio Hernández, del Centro de Imaginación Oaxaca, uno de los participantes de Cocina CoLaboratorio. En nuestra plática surgieron temas como la participación colectiva, la gestión social del hábitat, el altruismo, el racismo y muchos otros temas de índole social. Durante la charla mencionamos los distintos matices, luces y sombras alrededor de temas relacionados con el asistencialismo y la “ayuda” a las comunidades; lo contraproducente y violento que puede ser el actuar desde el privilegio y la verticalidad.

Dentro de los muchos saberes y cuestionamientos que compartimos, el objetivo de Cocina CoLaboratorio es cómo se busca la co-creación por medio de la participación de mujeres y hombres; cada una partiendo de su propia realidad, pero siempre con la misión de que nazca desde la comunidad, en este caso, de Loma Bonita, Chiapas.

 

El diseño participativo de Cocina CoLaboratorio

Las y los participantes son comunidades de agricultores y productores, académicos, creativos y chefs que intercambian conocimientos y prototipan acciones trans-disciplinarias de sistemas agro-alimentarios. Es un acto de reconexión entre realidades y disciplinas distintas que busca la co-creación. Un archivo de semillas, recetas, relatos, objetos y paisajes locales para un futuro más sostenible y justo. Se trata de reconectar con la cocina como espacio social de plática e intercambio y generación de ideas y acciones alrededor de la mesa.

Desde que se empezó el proyecto de Cocina CoLaboratorio, han surgido muchas preguntas que se han vuelto el motor de acción de este laboratorio transdisciplinario. Alguna de ellas son: ¿cómo unimos el conocimiento científico con el conocimiento local? ¿Qué tipo de proyectos trans-disciplinarios podemos crear hacia un mejor sustento y resiliencia ecológica de comunidades rurales? ¿Cómo podemos conservar el medio ambiente y su biodiversidad en equilibrio con la producción sostenible de alimentos? ¿Cómo vincular el consumo local con la demanda global?

Co-diseño

Este proyecto, nacido en 2016, se trata también de un laboratorio para ideas donde converjan la restauración del paisaje, la conservación, la producción de alimentos. Y es a partir del año 2021, cuando se empieza a gestar la co-construcción del espacio físico para esta cocina-laboratorio. Mediante la creación de este espacio permanente y a través del diseño participativo, se da lugar a una mayor y mejor interacción e intercambio de saberes y experimentación colectiva. El lugar seleccionado es una parcela  comunal que se localiza cerca del río Lacantún.

Se ha fortalecido el diálogo y la participación para la creación de prototipos temporales para lograr imaginar el futuro de dicho espacio común. Su forma de trabajo se basa en la pedagogía comunitaria colectiva, por medio de conocimientos locales constructivos, materiales ecológicos y funcionales creando, así, un jardín etnobotánico de plantas medicinales y comestibles de la región. También ha sido una plataforma para actividades y residentes, baños secos y un horno diseñado de forma comunitaria.

Talleres participativos

Para esta fase, participaron con Comunal: Taller de Arquitectura bajo la visión democrática de la arquitectura participativa y la Producción y Gestión Social del Hábitat. Comunal actúa como un acompañante integral; su visión reconoce a cualquier persona, independientemente de su contexto social. Junto a la comunidad, identifican necesidades para proponer soluciones de diseño, tomar decisiones y autoproducir colectivamente su hábitat.

Comunal llevó a cabo dos talleres iniciales para compartir y reflexionar sobre los alcances del proyecto. Se establecieron premisas en torno al diseño y al proceso de autoproducción: el uso de materiales locales y sistemas constructivos tradicionales, así como la recuperación de la memoria constructiva del lugar a través del aprendizaje colectivo y capacitaciones. También se siguió la autoproducción colectiva del espacio y la organización de un comité local de seguimiento al proyecto.

El taller de diseño participativo para el co-diseño del espacio físico se llevó a cabo alrededor de las siguientes acciones y reflexiones:

  1. Identificación del emplazamiento adecuado dentro de la parcela por medio de mapeo. La cocina debe conservar la vista al río Lacantún, así como la disposición y el diseño tomando en cuenta los vientos y el asoleamiento de la parcela. Y el proyecto deberá ubicarse en el primer nivel del terreno para que pueda ser seguro para niñas y niños.
  2. Análisis tipológico para selección de la forma más adecuada para el espacio. “El resultado derivó en la elección por consenso de la tipología «culata» (techumbre a cuatro aguas con estructura de madera y palma) por ser adecuada para el clima cálido y las lluvias del lugar; resistente a los vientos y viable para un proceso de aprendizaje colectivo, óptima para la eficiencia de materiales y estéticamente adecuada para los deseos de los habitantes.”
  3. Dimensionamiento 1:1 de los espacios para elegir las medidas adecuadas para el proyecto.
  4. Investigación participativa sobre los sistemas constructivos locales y los procesos involucrados en la producción del espacio.

Co-construcción

Se tiene como prioridad la ejecución de su autoproducción, por medio de ejercicios colectivos previos. Éstos permitirán detallar, planear y validad las propuestas a las que se llegó en los ejercicios participativos previos.

De forma paralela, las y los integrantes continuarán con su labor de investigación activa y participativa sobre las formas de habitar Loma Bonita, de acuerdo con la memoria histórica del lugar narrada por su arquitectura local. El proyecto ha sido galardonado con distintos reconocimientos como el Holcim Foundation, finalista en el Global Challenge 2021 de Architecture in Development.

Cocina CoLaboratorio fue el proyecto ganador del segundo “Premio William Bullock 2020, USC Fisher Museum of Art + Patronato Fondo Arte Contemporáneo AC + Palabra de Clío AC”.  Este proyecto no sólo se trata de un laboratorio piloso aislado que reúne saberes, prácticas y experiencias en torno al patrimonio biocultural de Loma Bonita, en la Selva Lacandona, Chiapas;  sino también en otras comunidades mexicana como Santo Domingo Tomaltepec, en Valles Centrales, Oaxaca; y San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco, Ciudad de México.

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Algunos de las y los colaboradores, creativos e investigadores del proyecto son:

Rafa Lombera

Paco Jamangapé

Oralia García

Miguel Angel Romero

Abimael Romero

Nelva Jamangapé

Rafael Gutiérrez

Autoridades y comunidad del Ejido de Loma Bonita

Comunal Taller de Arquitectura

Mariana Martínez

Emilio Hernández Martínez

Elizabeth Guerrero

Diego Hernández

Mónica Jaimes

Natsuho Fujisawa

Eduardo Argueta

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Lucien Kroll (1927–2022) https://arquine.com/lucien-kroll-1927-2022/ Sat, 06 Aug 2022 22:15:12 +0000 https://arquine.com/?p=66565 Lucien Kroll (1027–2022) decía que, si bien parecía ir a contracorriente de las ideas imperantes en la arquitectura moderna y contemporánea, eran los arquitectos quienes iban a contracorriente de la mayoría de la humanidad. Y agregaba: "A las tres cualidades descritas por Vitruvio en su De architectura: firmitas, utilitas y venustas, hay que añadir humanitas."

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Carlos Verdaguer: Imagino que es usted consciente de que seguir defendiendo la participación es ir contracorriente.

Lucien Kroll: Sí, es cierto. Sin embargo, yo no voy a contracorriente más que de los arquitectos, son ellos quienes van a contracorriente de todo el mundo. Y no son más que un escaso millón en todo el planeta. ¿Qué importancia tienen más allá de la corporativa?

Entrevista realizada el 4 de julio de 1998.

 

Lucien Kroll y Simone Pelosse

“El arquitecto belga Lucien Kroll murió en Bruselas el 2 de agosto, Tenía 95 años.” Así inicia el texto publicado el 4 de agosto pasado por el periódico Le Monde con el título “La muerte de Lucien Kroll, arquitecto ecologista y libertario”, firmado por Isabelle Regnier. Y sigue:

0“Murió caminando, nos dice su amigo, el arquitecto francés Thierry Derousseau. Un bello fin para un hombre que, entre otras cosas, fue un gran caminante. Francotirador incansable, de alma anarquista, ecologista desde un inicio, Lucien Kroll era objeto, en estos últimos tiempos, de un regreso a la gracia.”

Lucien Kroll nació en Bruselas, Bélgica, el 13 de marzo de 1927. Estudió arquitectura en la Escuela nacional superior de Arquitectura de La Cambre, donde fue compañero de Charles Vandenhove. Tras graduarse en 1951, Kroll y Vandenhove viajaron juntos y visitan a Auguste Perret, entonces de 77 años, a Le Corbusier y a Gio Ponti, antes de establecer una oficina juntos. En 1956, Kroll conoció a Simone Pelosse en Lyon, Francia. Pelosse, quien había tenido por maestros a Gaston Bachelard y André Leroi-Gourhan, era ceramista, activista de la conservación de su barrio y parte de la vida intelectual de Lyon en aquellos años, se convirtió en compañera y pieza clave en el desarrollo del trabajo que desarrollarían en conjunto.

En la introducción al libro Lucien Kroll. Buildings and Projects (Rizzoli, 1988), bajo el maravilloso título Return of the Sioux, el historiador de la arquitectura Wolfgang Pehnt escribio que Kroll era un aliado de los personajes que Viollet-le-Duc calificó como soñadores: “aquellos qeu no enseñan a las aves qué tipo de nido construir, sino que más bien les ayudan a construirlos según su propia naturaleza.” Pero también explica que Kroll, de familia de ingenieros, era “cuidadoso de no descartar la tecnología. Sin embargo, se permite cuestionar las intenciones y los medios. Su acercamiento a la tecnología —sigue Pehnt— recuerda al del conde Kropotkin, quien considera la tecnología ligera y avanzada como el remedio para todo. Para Kropotkin, en el cambio entre el siglo XIX y el XX, era la producción industrial, electrificada y a pequeña escala, la que permitiría un desarrollo comunitario descentralizado y recíproco.”

Páginas de The architecture of complexity, MIT Press, 1986

En el prólogo que Peter Blundell Jones escribió a su traducción al libro de Kroll Composants —fauti-il industrialiser l’architecture? —publicado en 1983 en francés y en 1986 en inglés como The architecture of complexity—, plantea que durante medio siglo se había “mantenido el mito de que el Movimiento Moderno en arquitectura era una consecuencia inevitable del progreso tecnológico: historiadores y críticos han escrito de la “estética de la máquina”, de formas funcionales, de la mecanización que toma el mando. Sin embargo, una mirada atenta a muchas obras de la década de 1920 hace que esa imagen se rompa en pedazos: generalmente los argumentos funcionales eran ingenuos, las formas eran creadas con dificultad mediante técnicas tradicionales. Además, los edificios modelo que se han hecho familiares gracias a nuestros libros de historia eran raras excepciones en un mundo dominado aún por la tradición.” Jones agregaba:

La total oposición entre la visión del arquitecto y los medios con los que la gente expresa la realidad de su habitación, reflejan una lucha por el poder político subyacente y cuestionan el derecho del arquitecto a imponer una imagen exclusiva, especialmente en los programas domésticos. Pocos arquitectos están preparados honestamente para enfrentar este problema. Lucien Kroll es uno de ellos.

 

En relación a la tecnología, el propio Kroll escribió: “Como la tecnología no es la solución sino la culpable, debemos pedirle a la gente que deje de creer en ella y, por el contrario, favorezca la tecnología simple (low-technology) sobre la alta tecnología que destruyó el planeta principalmente durante los ‘treinta años gloriosos’ que fueron de hecho los peores años de la humanidad: inventamos todos los mejores medios para destruir el planeta y los adoptamos todos sin dudarlo.” Esa actitud crítica pero que no niega el potencial de ciertas formas de entender y usar la tecnología, queda más claro aún en la presentación del programa de computación Landscape, diseñado por su oficina:

Después de algunos años de experiencia, decidimos desarrollar un software para arquitectos. Llamamos al sistema Landscape, porque debe construir un paisaje, no demoler, como hacen los racionalistas. Este software tiene varios objetivos.Para empezar debería, como otros programas, proporcionar las cifras en x, y y z de una manera totalmente tradicional, para aquellos arquitectos que, virtuosamente, practican la representación en dimensión 2.5. Queríamos producir una representación sintética, con colores y texto. Para poder diseñar un paisaje, el sistema procesador debe, en principio, hacer un inventario: líneas, árboles, campos, el cielo, los edificios, lo peatones; y entonces, con los mismos medios, debe insertar el proyecto con todas sus variantes.

 

El título original del libro de Kroll traducido por Jones, componentes, tiene más sentidos que complejidad, pues entre los componentes de la arquitectura kroll considera evidentemente a los habitantes —que no meros usuarios ocupantes. Más que complejidad —que sí es, definitivamente, uno de los resultados de los procesos participativos como los entendió Kroll—, lo sustancial es la complicidad entre quien la hace de arquitecto y quienes hacen la arquitectura, sea dibujándola, construyéndola o habitándola. Sin esa complejidad, la idea de lo que la arquitectura es cambia radicalmente y adquiere un sentido de planeación, para Kroll, militar y colonial:

Cuando lo planificadores dividieron la infinita diversidad de las actividades humanas, asignándoles una serie de zonas precisamente definidas y reduciéndolas a tipos clasificables, esto no era nada menos que colonialismo.

Más adelante, en el mismo libro, Kroll subraya la importancia que, para el entorno construido, tiene la manera como se conciben a sí mismos quienes se presentan como los mejor capacitados si no es que los únicos capaces de construir los lugares y diseñar las edificaciones en que habitamos:

¿Cómo nos vemos los arquitectos a nosotros mismos? No se trata de una cuestión de identidad corporativa, sino más bien de evaluar la arquitectura producida: ¿el juego de quién jugamos? ¿Nuestro propio juego? ¿O es el juego de los poderes capitalistas, de la caridad o del poder corporativo? ¿Somos servidores de curas y arzobispos, nos inclinamos ante el poder político o administrativo, o volteamos a ver a los comités locales, a los habitantes individuales y a sus relaciones? Esta es una cuestión que influye mucho más en la forma de lo construido y habitado que los esfuerzos de los propios arquitectos.

“El lenguaje usado por los arquitectos tiene dos objetivos obvios: hablar con precisión sobre lo construido y excluir a los foráneos a la disciplina de la conversación,” escribió Jeremy Till en su ensayo The Use of Architects. Ahí mismo, Till explicó cómo en el diseño del edificio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Lovaina en Woluwé-Saint Lambert, Kroll —cuyos métodos de trabajo varían con cada proyecto— llegó incluso a exigir la participación y el involucramiento de los habitantes en la misma construcción y transformación de sus viviendas, y a desestimar a quienes no lo hacían.

Si Louis Kahn distinguía la arquitectura de la mera construcción utilitaria refiriéndose a las bananas —“need is just so many bananas”—, pero atendía al deseo de un ladrillo en vez de al de los habitantes, Kroll pensaba la arquitectura que se presume racional comparándola con perfectos tomates cultivados en un invernadero:

La arquitectura fabricada como producto racional es una “arquitectura fuera del suelo”, como los tomates que crecen en los Países Bajos en invernaderos iluminados de día y de noche y que son perfectos: la forma redonda, el color rojo preciso, el sabor idéntico (aunque ya no tengan ninguno), rebotan cuando caen, cuestan poco y duran demasiado. (De l’architecture action comme processus vivant, 2011)

En un ensayo titulado Arquitectura y burocracia, en el que inicia afirmando que “la arquitectura está hecha para el hombre, no hace falta repetirlo, aunque algunos tipos de arquitectura siguen ese precepto más cerca que otros,” para luego criticar, de nuevo, aquella arquitectura autoritaria que busca imponer no sólo una visión personal —la de un arquitecto— sino un sistema económico y político del que aquella visión depende y deriva, Kroll ilustra su planteamiento con un dibujo tomado de Asterix, “¡He decidido forzarlos a aceptar esta civilización! El bosque será destruido para dejar lugar a un parque natural.”

 

En su ensayo Todo es paisaje (1998), Kroll afirmó que “cualquier paisaje es un hecho de la civilización, una mezcla de lo natural y lo cultural, a la vez voluntario y espontáneo, ordenado y caótico, caliente y frío, erudito y banal. Como todas nuestras acciones: las más controladas esconden un lado oscuro, las más inconscientes, una parte de racionalidad y eficiencia. El equilibrio es la civilización: entre salvajismo y militarismo y un poco de ambos.” Y a renglón seguido agregó:

Nunca hablo de arquitectura per se (sería tarea de un médico o de un contador…), ni de urbanismo (sería la de un industrial, un genio militar o un agrimensor catastral…). Todas estas profesiones son honorables pero no muy “holísticas”: el paisajismo es holístico y cuando la arquitectura se fusiona con él, se convierte inmediatamente en una herramienta de civilización.

En el 2001, en una versión ampliada y publicada como libro del mismo texto, Kroll añadía:

Personalmente he decidido no sentir más emoción frente a cualquier arquitectura, objeto o paisaje que no provenga de la ecología, la etología, la etnología, la comunidad, la complejidad popular, la autoorganización de los grupos o que no tenga relación con las convicciones desordenadas y unánimes de personas independientes. A pesar de cierta complacencia inconfesable ante cualquier “cosa bien hecha.”
También he decidido no creer una palabra de los discursos de los funcionarios cuando proponen rehabilitar barrios o construir nuevos sin el mínimo de acción participativa de los habitantes. O incluso sin una cálida complicidad, incluso discreta y desordenada, de habitantes reales, de legos. Es decir, sin su complejidad, sin su evolución, sin relación con su cultura, su red social, sus aspiraciones personales, etc. O al menos, diseñarlo todo en su nombre, a su manera.

Junto con otros des sus contemporáneos, como Yona Friedman (1923–2019) o Christopher Alexander (1936–2022), Kroll —y Simone Pelosse— son parte de una generación que cuestionó el modelo del arquitecto autor y, evidentemente, autoritario, que impone una imagen de lo que la arquitectura es o puede ser, tan exclusiva como excluyente, y que es solidario —consciente o inconscientemente— con sistemas políticos y económicos que Kroll calificó como coloniales y de los que también señaló su complicidad con quienes han provocado la gravísima crisis ecológica que hoy enfrentamos.

Como señaló Isabelle Regnier en Le Monde, ha resurgido cierto interés en las ideas y el trabajo de Kroll —de nuevo, al igual que en algunos de sus coetáneos. Por razones obvias. Mientras los premios y las portadas de los medios reconocen prácticas valiosas como las de Francis Kéré o Lacaton y Vassal —por mencionar los más recientes merecedores del Pritzker—, quizá más por ponerse al día que por haber cambiado en algo sus maneras de concebir qué es la arquitectura y quiénes la hacen, se vuelve fundamental estudiar a quienes por varias décadas señalaron con rigor y precisión la manera como cierta visión del arquitecto moderno había transformado la arquitectura en un espectáculo o en un instrumento de control y exclusión al servicio del poder, cuando no ambas cosas al mismo tiempo.

 

La arquitectura no es un “espectáculo” sino uno de los componentes de nuestro mundo, como lo son los fenómenos naturales.
La arquitectura no es una mercancía ni un narcisismo personal o colectivo. Es un vínculo empático entre los humanos. Entre todo y nada, todo está entrelazado: es complejidad. Esta actitud que combina estrechamente la ciencia y el humanismo.
La “participación” no es un modo de vender o una simple cortesía hacia los habitantes. Es considerarlos como elementos esenciales para lograr esta complejidad. A las tres cualidades descritas por Vitruvio en su De architectura: firmitas, utilitas y venustas, hay que añadir humanitas.

Lucien Kroll

 

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Comunidad y arquitectura https://arquine.com/comunidad-y-arquitectura/ Wed, 07 Jul 2021 13:52:21 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/comunidad-y-arquitectura/ En el año 2010 se constituyó Cooperación Comunitaria A.C. con la intensión de promover la producción y gestión del hábitat y trabajar de la mano de comunidades marginales para mejorar sus condiciones de habitabilidad, privada y colectiva, directamente en sus lugares de origen, tomando en cuenta cuatro distintos aspectos: sociocultural, constructivo, productivo y territorial-ambiental.

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Dada su propia naturaleza, los seres humanos construyen un conjunto de valores, objetivos y subjetivos, que dan sentido a sus tejidos sociales y con ellos ordenan las conductas de sus relaciones cotidianas entre quienes constituyen esas comunidades. Los valores a los que hacemos referencia surgen y evolucionan en el tiempo y se materializan en el espacio de muy diversas maneras, tomando en cuenta las condiciones propias de la geografía del lugar en donde se asientan las comunidades. El conjunto de lo anterior va constituyendo su cultura, su manera de entender, vivir la vida y, al mismo tiempo, con ello se va creando y consolidando un sentido de orgullo y pertenencia, enraizada en un lugar determinado. Una parte representativa de la materialidad de su cultura, tiene que ver con los espacios privados y colectivos, que se construyen para alojar y facilitar el transcurso de la vida, los mismos que con el tiempo se van cargando de significados de carácter social y político.

Dada la extensión de nuestro país, existe un número importante de comunidades, de distinta escala territorial y poblacional, que dan cuenta de nuestra riqueza y pluralidad, determinadas en buena medida a partir de la diversidad geográfica, que califica y posibilita distintas expresiones culturales. Las costas, las montañas, los valles y  planicies, los bosques y las selvas, son algunos territorios que a partir de sus características determinan la diversidad. La multiplicidad de comunidades con las que contamos, ha tenido en el tiempo un desarrollo desigual, existiendo un buen número que no se han podido incorporar debidamente a los beneficios que tienen que ver con la modernidad. Factores como dispersión geográfica, limitado número poblacional, dificultades de accesibilidad a las infraestructuras de comunicación territorial, poca atención educativa y mínimos acercamientos a las tecnologías contemporáneas, explican en alguna medida sus precariedades. Si bien existen algunos programas nacionales sobre el tema, instrumentados por las distintas entidades de gobierno, es una realidad que han resultado insuficientes, para atender las necesidades de desarrollo de estas comunidades.

En paralelo, desde hace por lo menos cuarenta y cinco años, organizaciones no gubernamentales y distintas escuelas de arquitectura del país, han hecho esfuerzos importantes por tratar de atender, en la medida de sus posibilidades, algunas solicitudes de entre las mas apremiantes de estas comunidades poco desarrolladas y que tienen que ver con distintos requerimientos de infraestructuras, viviendas, espacios educativos, de salud, lugares comunitarios de convivencia y algunos de carácter religioso. Como premisa fundamental de estos acercamientos entre las comunidades, organizaciones no gubernamentales y escuelas de arquitectura, se ha planteado el tratar de mejorar las calidades de vida de estas comunidades, pero  respetando en buena medida las características culturales que los identifican. Se propone una idea de progreso, pero sin perder el sentido de identidad, orgullo y pertenencia. Se asume la idea de evitar de inicio la imposición de maneras de vida, repertorios formales, compositivos y habitables importados, que no correspondan o distorsionen la cultura de las propias localidades.

En este orden de cosas, en el año 2010 se constituyó Cooperación Comunitaria A.C., con la intensión de promover la producción y gestión del hábitat, con el propósito de trabajar de la mano de comunidades marginales para mejorar sus condiciones de habitabilidad, privada y colectiva, directamente en sus lugares de origen, tomando en cuenta cuatro distintos aspectos: sociocultural, constructivo, productivo y territorial ambiental. Los trabajos que han desarrollado a la fecha, de distinta naturaleza, los han realizado conformando un grupo interdisciplinario de profesionistas, en donde desde luego ocupa un lugar primordial en el proceso, la participación directa de las distintas comunidades con las que han tenido relaciones profesionales. En todos estos trabajos se plantea el aprovechamiento y la combinación de la sabiduría de los pueblos originarios, con la tecnología mas avanzada, para así responder de la mejor manera a los desafíos cambiantes de los tiempos actuales y con ello tratar de reducir las vulnerabilidades de las poblaciones marginadas. Cooperación Comunitaria A.C. está dirigida por la arquitecta Isadora Hastings, contando con la participación de Lizet Zaldivar López como Coordinadora de Proyectos y del ingeniero Gerson Huerta en todo lo que tiene que ver con los criterios y soluciones de carácter estructural, así como lo referente a la selección, verificación de calidades de materiales y procedimientos constructivos.

A lo largo de poco más de diez años, han realizado una serie de trabajos que los han visibilizado dentro del panorama de la arquitectura mexicana contemporánea, ejecutados en distintas comunidades ubicadas en los Estados de Hidalgo, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, entre los que sobresalen: La Casa Taller Xido Ngu, ubicada en la comunidad Deca, del Municipio de Cardonal, en el estado de Hidalgo, 2018, el Centro de Artes y Oficios, ubicado en Ciudad Ixtepec, Oaxaca, 2017, dos Centros de Educación Preescolar Indígena, ubicados en Ciénega y Ojo de Agua, en el Estado de Guerrero, el Aula Ambiental Uieg, ubicada en la Ciénaga, Malinaltepec, estado de Guerrero, 2020 y la Tienda Cooperativa Jcananotic, ubicada en Chilón, en el estado de Chiapas. Formando parte de lo anterior es destacable el proyecto de la cocina-comedor infantil para la Escuela Primaria ¨Waa Yocanch´u Ncue¨, ubicada en Xochistlahuaca, en el estado de Guerrero, 2019, de la cual haremos algunos comentarios en lo particular, para identificar y evaluar los resultados sociales, proyectuales y constructivos de esta experiencia del grupo Cooperación Comunitaria A.C.

De inicio es importante identificar el proceso de desarrollo del proyecto, entendido como arquitectura participativa, en la que existió una relación directa entre la comunidad de Xochistlahuaca y el equipo de profesionales que atendió la solicitud proyectual. Representantes niños, jóvenes y adultos de la propia comunidad, se dieron a la tarea de identificar las necesidades y requerimientos del proyecto, planteando además algunos criterios de diseño a seguir, compartiendo esta información con quienes atenderían las soluciones de diseño ejecutivo. Se reconocieron maneras de vivir el espacio, así como materiales y procedimientos constructivos experimentados en la localidad. En lo que tiene que ver con los materiales, se propuso la utilización de adobe, teja, piedra y madera, sometiendo los dos primeros a mejoramientos de producción y revisión de sus capacidades de carga, previniendo su mejor aprovechamiento y durabilidad. El programa a resolver quedó constituido por bodega, cocina, pórtico y comedor. La bodega y la cocina se plantearon procurando ventilaciones naturales cruzadas, para responder así a las condiciones del clima en el  lugar, cálido y húmedo y en lo que tiene que ver con el comedor se propuso que fuera un espacio libre, cubierto pero abierto, tomando en cuenta las mismas consideraciones climáticas y la flexibilidad de uso para la población que sería atendida en el lugar.

Tomando en cuenta los repertorios habitables y de lenguaje de la arquitectura de la localidad, en el diseño se emplearon formas geométricas simples, resultando volumétricamente sencillas, lógicas, ordenadas, racionales, eficientes, calificadas por la cubierta de teja a dos aguas, el pórtico que da frente a la fachada principal y por el contraste entre lo cerrado, masivo, donde se ubican la bodega y la cocina y lo abierto, continuo, que corresponde a la zona del comedor. El conjunto de lo anterior propicia interesantes juegos de texturas y claroscuros, volviendo expresiva la construcción, dentro de su serena simplicidad. Es atractivo  el juego armonioso en el empleo de materiales, entre la piedra aparente que sirve de base, desplante y protección respecto de la humedad del terreno a la construcción, los muros de adobe terminados con aplanados y color, la madera con la que están resueltos componentes de columnas y cubiertas y la textura de las tejas que definen y terminan la cubierta del lugar. En términos de diseño es interesante la solución de los apoyos de columnas que delimitan y definen el comedor, al solucionarse de manera compuesta con cuatro elementos verticales, articulados en su base de apoyo con  componentes  metálicos. Se aprecia cuidado en el diseño y solución de los detalles  estructurales de los componentes de madera, que constituyen las armaduras expuestas de manera aparente en la zona del comedor. Hablamos de una estética proyectual, que resulta atractiva, atendiendo de la manera mas serena y eficiente, los requerimientos funcionales y la limitada disponibilidad de recursos financieros.

La mano de obra empleada en la construcción de la cocina-comedor fue de los propios integrantes de la comunidad, acompañados por la dirección arquitectónica y estructural de los profesionales encargados del proyecto, produciendo además ellos mismos los bloques de adobe y la tejas que se utilizaron en la obra, lo que significó desde una oportunidad de trabajo para los integrantes de la misma comunidad, hasta la comprensión y aprendizaje de procesos que tienen que ver con el planteamiento de ideas proyectuales, el mejoramiento en la producción de materiales y su aplicación constructiva. El resultado final del proyecto es  socialmente significativo y con él seguramente la comunidad mejorará su calidad de vida, reforzando su sentido de orgullo y pertenencia a su localidad, pudiendo aprovechar la experiencia para ser replicada en oportunidades proyectuales de distinta naturaleza.

Con el conjunto de los proyectos realizados por el equipo de Cooperación Comunitaria A.C. nos muestran de nueva cuenta, las ventajas y posibilidades  exitosas de lo que llamamos arquitectura participativa, alternativa profesional que implica un gran compromiso social, que puede ser reproducida y diversificada por otros interesados en estas experiencias. Así las cosas la relación entre arquitectura y comunidad, representa la oportunidad de enriquecer la vida cotidiana y el conjunto de la cultura de quienes participan.


Nota: El conjunto de imágenes proporcionadas por Cooperación Comunitaria A.C. que aparecen en estos comentarios, corresponden con la cocina-comedor infantil ubicada en Xochistlahuaca, Guerrero.

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Una nueva práctica de la arquitectura: del director de orquesta a facilitador de trabajo horizontal https://arquine.com/una-nueva-practica-de-la-arquitectura-del-director-de-orquesta-a-facilitador-de-trabajo-horizontal/ Mon, 05 Apr 2021 03:12:23 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/una-nueva-practica-de-la-arquitectura-del-director-de-orquesta-a-facilitador-de-trabajo-horizontal/ El arquitecto es un actor más en un proceso multitudinario donde su voz debe pesar igual que la del usuario de la intervención del espacio construido. El arquitecto contribuye con sus conocimientos técnicos y de coherencia espacial y distributiva, pero no debe eclipsar los saberes de las personas que han adaptado un espacio sumamente valioso, donde la habilidad y el ritmo de la comunidad están representados.

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Ve con la gente.

Vive entre ellos. 

Ámalos.

Trabaja con ellos.

Aprende de ellos.

Comienza desde donde están ellos.

Construye sobre lo que ya tienen.

Cuando el trabajo esté hecho,

La gente dirá:

“Lo hemos hecho por nosotros mismos”

Lao-Tse, Siglo V, A.C. 

 

 

Cuando Ayn Rand en la novela El Manantial, tenía que personificar la figura del individualismo, el ego del hombre y el culto a la originalidad a ultranza, no dudó en utilizar a un arquitecto como la figura central que encarnizaba esas características. Al mismo tiempo, la autora señalaba como símbolo de estancamiento a todo lo colectivo y la tradición, considerados elementos contrarios a las cualidades de Howard Roark. 

Esta figura del arquitecto ha marcado generaciones enteras que aspiran al starchitectismo como eje rector de la profesión. Sin duda ha habido aportaciones geniales desde esa perspectiva. Edificios que admiramos y estudiamos por la manera en que se viven y se sienten, o que incluso llegan a sintetizar experiencias, técnicas y modos de vida particulares de una región. Estas construcciones dejan registro no sólo del talento del arquitecto o arquitecta en cuestión, sino de la cultura que las envuelve. 

Sin embargo, el rol del genio creador se queda corto ante la exigencia del tiempo actual, donde queda claro que es insuficiente en algunos contextos en donde pretende ser adaptado. Tal es el caso de los espacios de precariedad. Esta crítica no es nueva. Jane Jacobs, en la década de los sesenta, observó cómo la ciudad y la arquitectura moderna son incompatibles con las actividades humanas. Jacobs ponía especial atención en cómo el entorno construido beneficiaba o deterioraba las relaciones humanas. Otro antecedente importante es John Turner, quien en su clásico estudio sobre el valor de la autoconstrucción, Vivienda por la gente, de 1974, menciona que los habitantes de los asentamientos autoconstruidos (informales) en el Sur Global son los mejores jueces de sus propias necesidades y por ende más capaces que nadie para abordarlos. Turner argumenta que mientras estos asentamientos parezcan desorganizados e inadecuados en sus años tempranos de desarrollo, en ellos están expresados su propia lógica y voluntad de mejorar según lo vaya permitiendo la economía familiar. 

El valor de los procesos comunitarios que suceden en la ‘informalidad,’ ocurre porque los miembros de la comunidad trabajan en lo que Faranak Miraftab llama ‘espacios inventados de ciudadanía’, definidos como las acciones colectivas de la población en pobreza que confrontan a las autoridades y desafían al status quo. Por otro lado, según Vanesa Watson, los planes y proyectos de revitalización urbana hechos por los gobiernos en el Sur Global en áreas informales, caen en un ‘choque de racionalidades’, entre las lógicas de las comunidades y la de los ideales políticos. 

Actualmente, vemos una sobrada confianza del trabajo del arquitecto o urbanista en los espacios de informalidad, en donde se confía que sabrán dirigir las necesidades de la población. En la mayor parte de estas intervenciones, la participación de las comunidades es meramente de trámite, donde la relación de expertos académicos y expertos locales es vertical y moldeada por la figura de autoridad. Pocas veces el arquitecto o urbanista se asume como un actor más. La mayoría de las veces, los gobiernos terminan fomentando este rol, para legitimar un proceso de construcción o ‘embellecimiento’ barrial que ya ha sido echado a andar desde las mismas oficinas de gobierno. En otras palabras, no existe una verdadera voluntad de aprender de la comunidad y de aprovechar sus fortalezas, sino de justificar un proyecto urbano-arquitectónico.

Hay una muy nutrida crítica acerca de este enfoque de la arquitectura y el urbanismo. Según Katherine Rankin, la planeación urbana es instrumental a la lógica de acumulación capitalista en la medida que proporciona la tecnología para futuras inversiones en las periferias urbanas. Por lo tanto, el rol del planeador es reproducir la globalización utilizando etiquetas como ciudades ‘creativas’ o ‘verdes’. Al hacerlo, la planeación está también legitimando el silencio y la violencia a través de la que las poblaciones con grados de marginación son rutinariamente desplazadas de los espacios urbanos considerados deseables para la acumulación capitalista. 

Esta incompatibilidad entre la precariedad y los arquitectos afecta porque es precisamente en los espacios de falta de recursos, donde los residentes han reaccionado echando mano de la colaboración, la inventiva y la originalidad. Estos elementos funcionan si se mantiene el delicado balance del entorno que fomentó esa riqueza colaborativa en un principio, del cual forma parte el entorno natural y construido. Cuando un arquitecto o urbanista es introducido a esta delicada ecuación, si no entiende los ritmos comunitarios, puede amenazar o diluir la fuerza y agencia que las comunidades han generado como método de defensa a lo largo de su historia. 

Ya se han visto algunas incursiones de la arquitectura en la búsqueda de una participación más activa en el diseño. Alejandro Aravena y el equipo de Elemental, mostraron como la transversalidad contribuyó de manera significativa en los proyectos arquitectónicos de vivienda en el contexto de un asentamiento irregular, cuyos miembros aportaron propuestas y sugerencias. Sin embargo, al mismo tiempo hemos visto las limitaciones de este acercamiento; mientras que en la Quinta Monroy, en Chile, el proyecto funcionó en mayor o menor medida, cuando se quiso exportar el modelo a Santa Catarina, Nuevo León, México, las virtudes del modelo chileno fallaron en una comunidad donde la gente llegaba a habitar el espacio sin conocerse previamente. En Santa Catarina, los vecinos no generaron el nivel de amalgamamiento entre ellos ni en el contexto inmediato. En Las Anacuas puede observarse que no se generó apropiación del espacio y que incluso los vecinos optaron por separarse del entorno a través de portones para controlar el acceso al área verde al interior del complejo que se suponía debía ser pública.

Las Anacuas. Proyecto de Elemental en Santa Catarina, México. Se puede observar los portones agregados por los vecinos. Fuente: Google Street View.

 

Es común ver como en la arquitectura y urbanismo, se suele trabajar con modelos preconcebidos que se intentan imponer en contextos distintos de donde fueron implantados. Muy rara vez estos resultados son igual de positivos que en el lugar donde fueron concebidos, en algunos otros casos, los resultados son adversos, generando más problemas que enraízan desconfianza y obstaculizan futuras colaboraciones con dicha comunidad.

El problema radica en que se exportan y copian los resultados, en lugar de los procesos. Confiriéndole a la arquitectura de una condición casi sobrenatural, se asume que sus bondades son intrínsecas del trabajo arquitectónico y que la nobleza del diseño es tal que cualquier entorno deberá ser capaz de recibir los beneficios de la arquitectura culta realizada en un estudio, más si este es de renombre. 

 

La propuesta

En 2007, Matthew Frederick publicó 101 cosas que aprendí en la escuela de Arquitectura. El punto 21 compara al arquitecto con un director de orquesta, alguien que tiene que coordinar al equipo de múltiples profesionistas en un proyecto arquitectónico. En algunos contextos esto puede que funcione, pero en otros, aquellos donde la gente ha suplido no solo a los arquitectos, sino a muchos otros profesionistas, la arquitectura está obligada a construir —literal y metafóricamente—, sobre la compleja red de relaciones sociales prexistentes.

 

En este contexto, las escuelas de Arquitectura deben buscar la creación de una nueva cepa de arquitectos con cualidades para entender el valor que existe en contextos no tradicionales. Hemos sido testigos de la fragilidad de la idea del arquitecto como ser con cualidades sobrenaturales. Cuando se ha cuestionado la profesión arquitectónica, el gremio ha lanzado patéticos desplegados defendiendo la nobleza de la profesión desde una postura positivista, y sin siquiera sugerir alguna autocrítica de la responsabilidad de la arquitectura y de los arquitectos en el resultado de la —muchas veces deficiente— ciudad “planeada” que tenemos. 

Una lectura clave para enmarcar el sentido emancipador que puede tener la arquitectura es La pedagogía del oprimido de Paulo Freire, cuya tesis central es que las poblaciones oprimidas deben diseñar sus propios instrumentos de liberación. El trabajo de Freire opera bajo el marco de horizontalidad alejada de los enfoques positivistas. Para Freire, es muy importante que la población ‘oprimida’ diseñe sus propios instrumentos de liberación, es decir, la pedagogía del oprimido, debe ser forjada con y no para los oprimidos. La teoría freiriana puede relacionarse con el trabajo arquitectónico en los contextos de informalidad y de comunidades sub-representadas. Los arquitectos y urbanistas perdemos una oportunidad inmejorable para contribuir a enaltecer y darle aún más fuerza al trabajo cooperativo que las comunidades ya están realizando. Por ello es necesario esta cepa de arquitectos que facilite procesos articuladores de la agencia, las capacidades locales, los recursos de la comunidad y las técnicas sus habitantes, que potencien las redes de apoyo que ya existen.

Un punto de arranque sería democratizar los procesos y socializar los éxitos en las comunidades. Que la ‘mano’ de obra se extienda a las cabezas e intelecto que den rienda a posibilidades distintas, originales y adaptadas a contextos y realidades específicas. Esto no es un trabajo menor, ya que los y las arquitectas tendrán que adoptar nuevos conocimientos de mediación y organización, que ahora, es un enfoque poco explorado en las escuelas de arquitectura. Y es que esto va más allá de llegar con la idea extractivista tan recurridos en la interacción arquitecto/sitio, en donde armados de cuestionarios, pretendemos medir cuantitativamente algo que solo se puede experimentar a través de procesos deliberativos largos.

Esta aproximación no es completamente nueva a la profesión de la arquitectura, de hecho, la que identificamos como buena arquitectura es aquella que mejor responde a los estímulos del entorno. Ahora habría que agregar la no sencilla tarea de integrar dentro de estos estímulos, las aportaciones de las comunidades locales, mientras se facilita un proceso de mediación para equilibrar los diferenciales de poder que existen en las relaciones sociales dentro de una comunidad y la relación de esta con los gobiernos locales. Incluso en el ámbito académico, con la propuesta terapia de lugar, Marysol Uribe propone un ejercicio de arquitectura alejado de la idea de intervención del espacio abogando por su transformación, para dar paso al trabajo colectivo y a los valores prexistentes e inconscientes de las diversas formas de habitar.

Por supuesto, habrá espacios donde esta arquitectura deliberativa será más apropiada que en otros. En la elaboración de una casa campestre para una familia de clase alta, probablemente no sea el mejor curso de acción. Pero en la arquitectura de carácter civil, elaborada por el Estado en espacios donde las comunidades han tenido que hacer frente a la carencia por medio de la organización social, esta práctica de la arquitectura se vuelve relevante, sobre todo si se quiere garantizar las grandes inversiones de recursos públicos, el éxito y longevidad de un proyecto dentro de una comunidad.

La propuesta en este texto, no busca una arquitectura sin arquitectos (Rudofsky, 1964), tampoco poner al arquitecto en el centro de la búsqueda de una respuesta única a un problema multisistémico, como lo hizo Hannes Meyer en El arquitecto en la lucha de clases, quien habla de la responsabilidad del arquitecto en aportar una arquitectura coherente con una sociedad socialista. El presente texto propone una práctica donde el arquitecto sea un actor más en un proceso multitudinario donde su voz pese igual que la del usuario de la intervención del espacio construido. Una respuesta en la que el arquitecto contribuya con sus conocimientos técnicos, y de coherencia espacial y distributiva, pero que estos no eclipsen los saberes de las personas que han adaptado un espacio sumamente valioso, donde la habilidad y el ritmo de la comunidad están representados.

Celebro la premiación de Lacaton y Vassal en el Pritzker, porque se premia la economía, sobriedad y funcionalidad por encima del culto al genio y a su arquitectura, pero no dejan de ser una respuesta generada desde el intelecto de una persona (en este caso dos) y no como el resultado de un proceso deliberativo de una comunidad. 

 


Referencias: 

Frederick, M. (2007). 101 things I learned in architecture school. Mit Press.

Freire, P. (1968). Pedagogía del oprimido. 

Jacobs, J. (1961). The death and life of great American cities.

Meyer, H. (1981). El arquitecto en la lucha de clases. 

Miraftab, F. (2009). Insurgent planning: Situating radical planning in the global south. Planning Theory, 8(1), 32-50.

Rand, Ayn (2004). El manantial.

Rankin, K. (2009): Critical development studies and the praxis of planning. City: analysis of urban trends, culture, theory, policy, action, 13:2-3, 219-229

Rudofsky, B. (1987). Architecture without architects: a short introduction to non-pedigreed architecture. UNM Press.

Turner, J. F. (1976). Housing by people towards autonomy in building environments (No. 728 T8).

Uribe, Marysol (2020). El lugar como la configuración de las funcionalidades del espacio. Tesis Doctoral, Facultad de Arquitectura. Universidad Autónoma de Nuevo León.

 

 

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Espacios: contextualismo participativo https://arquine.com/espacios-contextualismo-participativo/ Wed, 09 Dec 2020 15:15:16 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/espacios-contextualismo-participativo/ En el Ontario College of Art & Design, Will Alsop, fundador del estudio All Design, lejos de pretender ser un autor individualista y protagonista, trabajó con la idea de participar dentro de un colectivo que combinaba edades, experiencia e intereses.

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Hacia 2004, leía un artículo sobre la nueva ala del Ontario College of Art & Design. Inevitablemente las imágenes de una caja blanca, que se elevaba varios niveles sobre la calle, en unos pilotís diagonales de colores primarios, parecía, a simple vista, un prototípico ejercicio de veleidad arquitectónica, destinado a la proyección mediática. Luego, la lectura del texto del artículo, dejaba ver que no era tal. 

Alsop, fundador del estudio All Design, lejos de pretender ser un autor individualista y protagonista, trabajó con la idea de participar dentro de un colectivo que combinaba edades, experiencia e intereses, pero no sólo eso. Su ejercicio implicó erradicar, desde esta perspectiva, la barrera histórica de los “creativos” semidioses que infieren la idea única de un planteamiento proyectual, para abrazar la dinámica de los trabajadores de un oficio que impacta inevitablemente en la vida cotidiana, no sólo de aquellos que utilizarán los espacios construidos como un pequeño hábitat temporal o permanente, del cual son parte ecosistémica, también de los habitantes del barrio y a las actividades preexistentes del mismo. 

Sin renunciar a intereses propios, como la expresión sublime de los elementos edificados (llamémosle expresión artística), el colectivo pretende integrar al proceso de producción creativa otros actores, como residentes del barrio, administrativos de la institución que requiere el edificio, y los futuros habitadores del mismo.

No son Alsop ni su grupo los inventores del diseño participativo, pero al menos en esta propuesta la aplicación de dicho concepto termina generando un resultado que, si bien es peculiar y diferenciado de lo habitual, se encuentra profundamente integrado a su entorno contextual.

Atrás quedan conceptos sumamente académicos que aún pululan en las aulas de la formación arquitectónica más tradicional, como lo son el programa arquitectónico predeterminado —prejuiciado, diría yo. El programa no existe, se descubre, se encuentra a partir del intercambio de conocimientos entre quienes realizarán actividades dentro de un espacio por existir, quienes deben ejecutarlo, y quienes desarrollan sus actividades por fuera de la futura construcción, mismas que se verán alteradas para bien o para mal, según el resultado, por ella. Otro que es obligado a evolucionar, es el famoso “partido” arquitectónico —esa supuesta idea generadora que sintetiza analíticamente la propuesta arquitectónica en su sitio—, ya que, en este caso, no es una idea la que surge ya sea por conclusión analítica o por inspiración de la musa correspondiente, es más bien un universo de pensamientos que, como células, se van agrupando hasta formar un organismo ¿Quién es el autor entonces de esa síntesis? Y si no lo hay, si es un colectivo ¿debemos seguir llamando “partido” al resultado sintético o hay que buscar nuevos léxicos? Que se abra la discusión.

El caso es que, eventualmente, las imágenes publicadas en suma con el texto explicativo, hace ya 16 años, abrieron la puerta de la curiosidad de quien aquí escribe. Y un día, el destino me llevó a Toronto, ciudad que acuna el edificio comentado.

El viaje de trabajo dejaba algunos momentos libres y, sin dudarlo, fueron utilizados no para comer, actividad necesaria pero trivial cuando uno no sabe si podrá algún día regresar a un sitio al que llegó sin haberlo planeado con mucha antelación, y si para conocer la ciudad en su espacialidad.

Llegué al OCAD buscando la caja flotante que, para picar más mi inquietud, podía ver desde el cuarto de mi hotel, peculiar casualidad. La impresión de coherencia espacial fue inmediata, posiblemente por el conocimiento literario que tenía previamente del emblemático edificio, posiblemente porque cumple en realidad con lo descrito.

El prismático volumen, acabado en su piel exterior con una lámina blanca, salpicada equilibradamente por ventanas traslúcidas y cuadrados de color negro, me remite inevitablemente a una escuela de arte y diseño, es decir, la piel es coherente con el significado. Esa piel no deja de transportarme a los cuadros minimalistas de Sol Lewitt, así como sus pilotís en colores primarios a Le Corbusier y a van Doesburg, pero hay mucho más.

Su elevada posición le convierte en un gran palio urbano, bajo el cual se cobijan antiguos edificios ya de valor patrimonial, que de otra forma habrían tenido que ser demolidos si la construcción reclamara los metros cuadrados de desplante a nivel de calle, que el consensado programa de actividades requería. Por otra parte, la misma elevación se convierte en el umbral de un parque local, regenerado como parte de las sugerencias que la creatividad de los vecinos aportó al proceso y, sumado a esto, permite la vista de parte de esos vecinos —los que, habitando los departamentos del frente de calle opuesto, no hayan perdido la vista hacia el espacio público verde, bloqueada inevitablemente de haberse resuelto de otra forma.

Así, el edificio se convierte en un emblema de la ciudad, porque los ciudadanos son los que le dan valor al mismo, y por qué no, también en un imán de ese peculiar sector del turismo cultural, que es capaz de trasladarse para conocer y valorar la arquitectura contemporánea.

Al final, siendo parte de ese turismo, para conocer este elemento que se presenta con una geometría tan básica como contundente, a mí, me faltó tiempo, tiempo para seguir aprendiendo que no hay una fórmula para añadir una palabra (arquitectónica) a un texto (urbano). Lo que hay es trabajo, duro, profesional, incluyente, y sensible a la colectividad que habita en un sitio.

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Arquitectura, experticia e injusticia https://arquine.com/arquitectura-experticia-e-injusticia/ Tue, 28 Apr 2020 07:46:08 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/arquitectura-experticia-e-injusticia/ Como gremio tenemos mucho que ofrecer a la comunidad. No creo que tengamos que ser hechos a un lado, pero también tenemos un largo, enorme trecho que andar para aprender y poder mostrar nuestro valor a partir del reconocimiento del valor de los otros.

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Experticia y legitimidad
Quienes nos hemos formado en las universidades en diferentes niveles para ser arquitectos —así como después hemos seguido nuestra formación a partir de la práctica profesional— hemos adquirido un grado de experticia importante que nos brinda ciertas credenciales. Sin embargo, también existen otros ámbitos de experticia informal que, aunque no validados por los parámetros de las instituciones modernas, no dejan de implicar el dominio de un saber. Asimismo, por otra parte, formamos parte de una disciplina en la convergen diferentes tipos de pensamiento, tan necesarias unos como otros para dar realidad a la obra arquitectónica: el conocimiento técnico, el pensamiento ético y el pensamiento estético. Estas tres formas de pensamiento son profundamente diferentes.

En la primera, el conocimiento técnico, se cuenta con un conocimiento de patrones recurrentes a los que llamamos leyes naturales, que hay que conocer si queremos conseguir que la obra se materialice: el saber ingenieril en tanto tal. Por otro lado, el saber ético parte de la vida social y humana a la que queremos dar lugar: una sociedad ¿ordenada, libre, colaborativa? Se trata del proyecto de mundo al que aspiramos a través de ciertos principios directrices: ciudades utópicas, la Ville Spatiale de Yona Friedman, por ejemplo, donde cada uno estaría en la facultad de dar forma final a su sitio inscrito en una gran estructura común que además compartiría ciertas estrategias básicas, como que todos y cada uno de sus habitantes contara con los conocimientos básicos para la supervivencia: producir nuestros propios alimentos, operar máquinas elementales… ¡Cómo resuena esto en tiempos de Coronavirus! Finalmente, el pensamiento estético que, lejos de consistir en el conocimiento de regla alguna, partiría del encuentro producido entre nuestro entendimiento y nuestra imaginación cuando por la vía de la sensibilidad captamos un mundo tan armonizado que parece demandar una aceptación universal por la belleza. Al menos esta sería la versión kantiana que hará un reconocimiento a un sentido común estético que, no por ser común no requiere entrenamiento, pero que, por supuesto, no está asociado al aprendizaje de reglas fijas ni de leyes universales a diferencia del conocimiento tecnocientífico.

Bueno, y ¿por qué esta explicación conceptual de diferentes formas de pensamiento viene al caso? Porque extrañamente, a pesar de nuestra experticia, como gremio tendemos a confundirlas: creemos que, porque podemos pensar sensatamente en una solución técnica, también podemos imponer a otros lo que es bello, porque somos unos supuestos “dueños del gusto”. Es verdad que nos entrenamos y que todo pensamiento requiere trabajo, pero ¿qué nos hace pensar que en la vida que excede las aulas universitarias y los espacios del taller no se entrena también la sensibilidad? Por otra parte, de lo que sin duda estamos escasos es de pensamiento ético, parece que nos ha vendido muy bien un tipo de mundo al que ni cuestionamos y al que respondemos sólo como fieles modeladores del sueño de otro. Y vaya, estaría muy bien entender los sueños de otro, pero no sólo del capital, sino también el sueño de los colectivos. Y no sólo para responderles, sino para descubrir su saber, su ethos y su sensibilidad que, en una de esas, nos da una buena lección.

 

Grados de experticia
Además de la discusión por la experticia y su naturaleza por tipo de forma de pensamiento, es importante también que destaquemos que, en efecto, se puede ser un desconocedor. Si bien la experticia es más que la formación con credenciales académicas, tampoco quiere decir que todos sepamos hacer todo. Sin embargo, es fundamental que reconozcamos que se puede ser experto fuera de las instituciones que reconocemos como válidas, y este reconocimiento es un acto de justicia. Tenemos el ejemplo de la organización de Milagro Sala en Argentina, donde un gran colectivo social se convirtió en un rival impresionante para las más fuertes constructoras del lugar, como una lección de experticia más allá de las instituciones establecidas y también como un llamado a la autonomía.

Durante años hemos sido muy limitados en la comprensión de lo que es la experticia en nuestra disciplina, pero, peor aún, hemos ejercido un sinfín de injusticias epistémicas y morales al negarle al otro —debido a nuestros prejuicios de clase o etnia, entre otros— su condición de sujeto pensante (de sujeto epistémico), lo cual es ya un atentado ético-moral. Como gremio tenemos mucho que ofrecer a la comunidad. No creo que tengamos que ser hechos a un lado, pero también creo que tenemos un largo, enorme trecho que andar para aprender y entonces sí, poder mostrar nuestro valor a partir del reconocimiento del valor de los otros.

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Escuela Rural Productiva https://arquine.com/obra/escuela-rural-productiva/ Sun, 25 Feb 2018 16:45:59 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/escuela-rural-productiva/ El proyecto Escuela Rural Productiva parte de las aspiraciones e ideas que tienen los alumnos del Bachillerato Rural Digital No.186 para su espacio educativo, las cuales fueron plasmadas a través de cinco talleres de diseño participativo realizados durante el año 2016.

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La comunidad de Tepetzintan, ubicada en la Sierra Nororiental de Puebla, carece actualmente de un espacio adecuado para que los jóvenes que terminan la secundaria continúen estudiando, lo cual trae consecuencias severas como la interrupción de los estudios, migración por falta de oportunidades y cambios en la estructura familiar. Ante este panorama, los jóvenes tomaron la iniciativa de diseñar y autoconstruir su propia escuela, objetivo para el cual solicitaron a nuestro equipo talleres de capacitación técnica-constructiva con materiales locales y talleres de diseño participativo.

El proyecto Escuela Rural Productiva parte de las aspiraciones e ideas que tienen los alumnos del Bachillerato Rural Digital No.186 para su espacio educativo, las cuales fueron plasmadas a través de cinco talleres de diseño participativo realizados durante el año 2016. Fue en dichos talleres que los jóvenes incorporaron el concepto de escuela productiva, planteando un programa arquitectónico contextualizado con la realidad de su comunidad que les permitiera aprender materias escolares a través de oficios (producción de miel melipona, mermeladas, ungüentos, bambú, etc), rescatar métodos tradicionales de cultivo y herbolaria, así como detonar cadenas productivas locales que permitan generar fuentes de empleo.

Una vez concluidos los talleres de diseño tomamos el concepto, las maquetas, el programa arquitectónico y los planos generados por los alumnos para producir la propuesta arquitectónica para la comunidad, la cual fue presentada en asamblea y aprobada por el comité educativo, el comité estudiantil y el comité de padres de familia. Aunado a lo anterior, durante la asamblea se acordó que el proyecto operara como Centro de Capacitación Comunitaria para la población en general y las comunidades cercanas, logrando un impacto social a nivel regional de aproximadamente 5,000 personas.

El proyecto, el cual contempla un sistema constructivo modular y prefabricado con materiales locales e industrializados, inició su construcción en octubre de 2017 de manera colaborativa con los alumnos, padres de familia y habitantes de la comunidad, quienes aportaron bambú y piedra, terreno comunal para la construcción del proyecto y faenas para acarreo de materiales. A pesar de las aportaciones comunitarias, existen materiales necesarios para la construcción del proyecto que únicamente pueden adquirirse con recursos económicos, por lo cual nuestro equipo gestionó alianzas y donativos con empresas como Novaceramic, Rotoplas y Ecolam (lámina ecológica), quienes han puesto su credibilidad en la comunidad estudiantil.

Actualmente estamos por concluir la primera etapa del proyecto, la cual fue financiada por el Fondo Canadá para Iniciativas Locales (FCIL), sin embargo, se requiere construir dos aulas más para que los alumnos puedan iniciar el período escolar agosto-diciembre 2018 en su espacio educativo. Debido a lo anterior, hemos lanzado una campaña de fondeo para recaudar el monto necesario para seguir colaborando con la comunidad de Tepetzintan y alcanzar la meta de los jóvenes: construir un espacio educativo que trascienda lo arquitectónico y replantee la forma de impartir educación en zonas rurales.

Más información sobre la campaña en donadora.mx/projects/escuela-rural-productiva

 

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Centro de Desarrollo Infantil El Guadual https://arquine.com/obra/centro-de-desarrollo-infantil-el-guadual/ Fri, 04 Aug 2017 18:34:46 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/centro-de-desarrollo-infantil-el-guadual/ El Centro de Desarrollo Infantil El Guadual es un ejemplo de construcción de baja tecnología, responsable con el ambiente y perdurable en el tiempo, que conjuga estrategias de recolección de agua, luz y ventilación natural, materiales locales y reciclables, reinterpretación de técnicas tradicionales de construcción y la creación de espacios públicos y culturales.

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El Centro de Desarrollo Infantil El Guadual integra educación, recreación y servicios de alimentación para 300 niños de cero y a cinco años de edad en el Municipio de Villa Rica, Departamento del Cauca. Es resultado de un proceso participativo de dos años que generó sentido de pertenencia entre la comunidad, con talleres de diseño para niños, familias y líderes sociales.

La construcción duró nueve meses y se llevó a cabo con recursos públicos y privados, cooperación internacional y donaciones en especie. El espacio urbano, conformado por andenes y zonas peatonales, un cine al aire libre y un aula múltiple, se convierte en equipamiento abierto a la comunidad cuando los niños y niñas no están, y los fines de semana.

El proyecto es un ejemplo de construcción de baja tecnología, responsable con el ambiente y perdurable en el tiempo, que conjuga estrategias de recolección de agua, luz y ventilación natural, materiales locales y reciclables, reinterpretación de técnicas tradicionales de construcción y la creación de espacios públicos y culturales.

La textura de esterilla de las paredes de concreto fue decidida por la comunidad, como recuerdo de las construcciones de tapia pisada de antaño. Las botellas empleadas para cubrir las guaduas del cerramiento del centro y protegerlas de la lluvia fueron recolectadas por la comunidad.


 

Este proyecto forma parte del libro
RADICAL: 50 Arquitecturas Latinoamericanas


 

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