Resultados de búsqueda para la etiqueta [Alain de Botton ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Mon, 30 Oct 2023 20:03:23 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Los ataques británicos o de la banalidad de la crítica del mal https://arquine.com/los-ataques-britanicos-o-de-la-banalidad-de-la-critica-del-mal/ Mon, 30 Oct 2023 14:50:50 +0000 https://arquine.com/?p=84470 Tras los "ataques" a la arquitectura moderna, por fea e inhumana, del hoy Rey Carlos III y Alain de Botton, hoy se suma otro del diseñador Thomas Heatherwick quien, además, la considera "aburrida". No se equivocan del todo, pero su crítica, simplona, yerra al ignorar cuáles son las causas principales de un entorno no sólo aburrido sino opresivo para muchas personas, como la desigualdad.

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Primer ataque. En 1989 el príncipe —hoy rey— Carlos, hizo pública su “visión de Gran Bretaña”, en un libro que seguía a un programa de televisión para la BBC en los que presentaba, por un lado, a la arquitectura moderna —desde Le Corbusier hasta Foster, para resumir— como un ataque de consecuencias desastrosas para, del otro lado, la arquitectura tradicional. El príncipe calificaba a esta última arquitectura de humana y humanista, mientras que a la moderna la descalificaba de lo contrario: inhumana.

La ofensiva del príncipe no sólo contaba con el peso de la corona —que se ceñiría él mismo 33 después—, sino que, estadísticamente, era una idea popular: “a nadie le gusta la arquitectura moderna”. O, como argumentó el entonces heredero al trono, hasta los arquitectos prefieren como edificios para estudiar, para vivir o para visitar en sus vacaciones, ejemplos de arquitectura tradicional o clásica, al igual que lo hace la gente común. Ya que el peso de la corona y la opinión popular no bastaron, el hoy rey contó con el consejo o apoyo de personas cuyo conocimiento de la arquitectura, sus reglas y estilos, no era menor. Uno de ellos fue el filósofo Roger Scruton —Sir, por si hiciera falta—, que en 1979 había publicado su libro La estética de la arquitectura, en el que a partir de un análisis que seguía las ideas de Kant sobre lo que es la experiencia arquitectónica, declaraba vencedora a la arquitectura que se atenía a un lenguaje clásico, sobre la moderna. Scruton fue nombrado director de una comisión llamada Building Better, Building Beautiful, y desde esa posición urgió para un “cambio necesario en la cultura arquitectónica” británica, acusando a obras como las diseñadas por Norman Foster de hacer que la gente huyera a los suburbios. También lo apoyaba el arquitecto Christopher Alexander, quien en su clásico ensayo de 1965, “La ciudad no es un árbol”, escribió:

Quiero llamar ciudades naturales a aquellas ciudades que han surgido más o menos espontáneamente durante muchos, muchos años. Y llamaré ciudades artificiales a aquellas ciudades y partes de ciudades que han sido creadas de manera deliberada por diseñadores y planificadores. Siena, Liverpool, Kioto, Manhattan son ejemplos de ciudades naturales. Levittown, Chandigarh y las new towns británicas son ejemplos de ciudades artificiales. Hoy en día se reconoce cada vez más que a las ciudades artificiales les falta algún ingrediente esencial. En comparación con las ciudades antiguas que han adquirido la pátina de la vida, nuestros intentos modernos de crear ciudades artificialmente son, desde un punto de vista humano, totalmente infructuosos.

Y en 1991, en respuesta a una crítica hecha al libro y las posiciones del príncipe Carlos por Tom Fisher —entonces editor de la revista Progressive Architecture—, Alexander escribió:

En términos científicos, podemos describir en la visión actual de la arquitectura, que ha prevalecido de una forma u otra desde 1920, como “la actual teoría dominante de la arquitectura”. Durante los últimos 15 años, se ha hecho una amplia variedad de ataques a esta teoría, y se ha demostrado que la teoría resulta seriamente defectuosa en muchas áreas importantes. Ahora es razonable decir que la teoría dominante está al borde del colapso.

Alexander proporcionaba una lista de 11 puntos que demostraban dicho colapso, terminando con este:

La definición de belleza que se utiliza [por los arquitectos modernos] no es comprendida ni aceptada por la mayoría de la gente en la sociedad, sino que es esotérica y exclusiva, separando así los edificios construidos en la teoría dominante de cualquier corriente normal de la sociedad.

Además de Scruton y Alexander, estaba por supuesto Leon Krier, el arquitecto luxemburgués que abandonó la escuela al primer año, en 1968, y que, tras trabajar en la oficina de James Stirling, se posicionó como uno de los críticos más radicales de la arquitectura moderna. Krier fue contratado en 1988 para diseñar el desarrollo llamado Poundbury, en las afueras de Dorchester, parte del ducado de Cornwall —el título de Duque de Cornwall pertenece al hijo mayor del monarca en turno, el entonces príncipe, hoy rey Carlos.

 

Alain de Botton.

Segundo Ataque. En 2006, el filósofo Alain de Botton publicó su libro La arquitectura de la felicidad —cuya portada es una foto de la famosa terraza de la casa de Luis Barragán, en Tacubaya, caballito de madera incluido—. De Botton nació en Zúrich en 1969 y ha escrito una multitud de libros que en las librerías podría ocupar un estante titulado “De autoayuda con barniz filosófico”. La arquitectura de la felicidad se presenta con una obviedad supuestamente callada por muchas personas: “Una de las grandes causas, que no se menciona a menudo, tanto de la felicidad como de la miseria es la calidad de nuestro entorno: el tipo de muros, sillas, edificios y calles que nos rodean.” En 2008, de Botton fundó The School of Life, la rama pedagógico-institucional de la autoayuda. En su sitio web publicó un texto titulado: “¿Por qué el mundo moderno es tan feo?”, donde decía:

Una de las grandes generalizaciones que podemos hacer sobre el mundo moderno es que, en un grado extraordinario, es un mundo feo. Si le mostrásemos a uno de nuestros antepasados de hace 250 años nuestras ciudades y suburbios, se maravillarían con nuestra tecnología, se impresionarían con nuestra riqueza, estarían asombrados con los avances médicos, pero estarían consternados e incrédulos antes los horrores que hemos logrado construir.

Pese a que puede coincidir en este argumento, de Botton no es devoto de las ideas del rey Carlos III. Al contrario, encuentra tanta falta de belleza en Poundbury como en mucha de la arquitectura moderna. De hecho, en otra de sus empresas, Living Architecture, ha utilizado los servicios de Peter Zumthor y MVRDV para diseñar las elegantes, y bellas, casas de retiro —una especie de cruza entre el programa Case Study Houses, pero deshuesado, y la misión de Airbnb.

Nueva York, NY, 15 de marzo de 2019: Hudson Yards es el desarrollo privado más grande de New York. El arquitecto Thomas Heatherwick posa frente a The Vessel, durante la inauguración de las Hudson Yards de Manhattan.

El tercer ataque, el más reciente, ha corrido a cargo del diseñador Thomas Heatherwick, conocido por sus diseños generalmente atractivos, a veces innovadores, y otras tan sólo extravagantes y hasta inútiles. Heatherwick repite, en líneas básicas y generales, la misma crítica que Carlos, Roger, Leon, Christopher y Alain: la arquitectura y la ciudad modernas son inhumanas, deshumanizantes. Y le suma una categoría estética más contemporánea: el aburrimiento. En una columna Oliver Wainwright —crítico de arquitectura de The Guardian— se dedica a desmantelar los argumentos simplones de Heatherwick:

El argumento es sencillo y está expuesto en prosa preescolar. Después de un siglo de tedioso modernismo, que ha visto al mundo alfombrado con cuadrículas planas y monótonas en oficinas y bloques de departamentos, Heatherwick cree que necesitamos una nueva generación de edificios “visualmente complejos” para nutrir nuestros ojos y sanar nuestras almas. Los edificios planos, rectos y sencillos, dice —citando la “evidencia” de varias encuestas— nos entristecen, estresan y hacen proclives a ser antisociales. Pero los edificios con patrones, adornos e irregularidades nos hacen felices. En resumen, necesitamos menos Le Corbusier (el villano del cuento) y más Antoni Gaudí (el héroe), una dicotomía conveniente y engañosa que ignora gran parte de lo que ha sucedido en la arquitectura desde la década de 1920.

El problema de la crítica fácil y engañosa de Heatherwick, e incluso de la a veces más seria de otros de los personajes antes citados —o incluso de la más sistemáticamente argumentada, como sería el caso de Alexander— es que yerra el tino o, más bien, entrecierra los ojos y sólo decide apuntar al blanco más fácil. 

Sí, en general el “mundo moderno” y las “ciudades modernas” son feas e inhumanas. En parte es por culpa de los arquitectos, pero sólo en una porción grande, no en lo decisivo. El “mundo moderno” es feo por razones y agentes de mayor peso que el arquitecto o urbanista más poderoso. Podremos discrepar sobre las calidades estéticas, sea la belleza o lo interesante; de las propuestas de Le Corbusier frente a las de Leon Krier; o de Hilberseimer frente a Andrés Duany; pero los entornos urbanos y arquitectónicos, feos e inhumanos, que padece la mayoría de la población mundial, en Nueva York o Nueva Delhi, no han sido pensados ni diseñados por arquitectos o urbanistas como éstos. La fealdad y deshumanización de nuestro entorno, aunque se debe a múltiples causas, tiene una de sus raíces principales en asuntos materiales, económicos y políticos que pueden resumirse con el nombre de otra crisis contemporánea, acaso tan aguda como la climática: la desigualdad. Ya oímos a los situacionistas, como Henri Lefebvre, hablar de lo aburridas que pueden resultar la arquitectura y la ciudad modernas, pese o precisamente por ser espectaculares —diría Debord—. Ya arquitectos como Lucien Kroll o John Turner, ambos fallecidos hace poco, señalaron la incapacidad de cierta arquitectura moderna para lidiar con los problemas y deseos de buena parte de la población mundial. Y, digamos que del otro lado, ya Reinier de Graaf asociado de Rem Koolhaas en OMA denunció, también con claridad y argumentos, cómo la arquitectura moderna diluyó sus ideales y propósitos ante el empuje del sistema neoliberal que hizo de muchos arquitectos —muchos de ellos por gusto y mero capricho— repetidores de formas banales aunque a veces retorcidas.

La fealdad o, más bien, las raíces y causas de la fealdad de nuestro entorno están —como dijo Milan Kundera de la vida— en otra parte. Apuntar al desencuentro —innegable– entre el gusto de los entendidos y el popular, es sólo querer complacer a la pequeña Avelina Lésper que todos llevamos dentro. Así, las críticas a la arquitectura del expríncipe, el filósofo y el diseñador quedan bien para un sketch a la Monty Python, pero no sirven para pensar cómo y desde dónde se puede mejorar al mundo, las ciudades y la arquitectura para todas las personas por igual.

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El pulso de la arquitectura https://arquine.com/el-pulso-de-la-arquitectura/ Thu, 14 Aug 2014 14:34:40 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-pulso-de-la-arquitectura/ Hace poco más de 50 años el arquitecto tenía algo que decir a la ciudad. La mitad del siglo vio nacer grandes proyectos políticos y arquitectónicos que contenían el pulso firme de su figura. Pero con el avance cada vez más agresivo del capitalismo, la vivienda -y con ello la ciudad- pasó a ser un medio incombustible de especulación. Atraídos por el dinero rápido, muchos empresarios se lanzaron a la construcción de miles de viviendas, muchas veces con escasa calidad arquitectónica, que conforman un territorio urbano que cuesta definir como ciudad.

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Parece que hace poco más de 50 años el arquitecto sí tenía algo que decir a la ciudad. La mitad del siglo vio nacer grandes proyectos político-arquitectónicos que contenían el pulso firme de su figura. Casos como Ciudad Universitaria, Taltelolco o los Jardines del Pedregal en ciudad de México no se podrían pensar sin ellos, pero con el avance cada vez más agresivo del capitalismo, la vivienda pasó a ser un medio de especulación. Atraídos por el dinero rápido, muchos empresarios se lanzaron a la construcción de miles de viviendas, muchas veces de escasa calidad arquitectónica, que conforman un territorio urbano que cuesta definir como ciudad. El arquitecto queda reducido a ser el que formaliza los sueños e ideales de otro, conservando su opinión en los acabados; nuestra influencia, apuntaba Rem Koolhaas en la última Bienal, se reduce apenas a unos centímetros de material en el espacio.

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Las consecuencias pueden ser visibles en distintas partes del mundo. Desde el más que conocido caso de las periferias españolas a las islas artificiales de los Emiratos Árabes Unidos hay distintos ejemplos por todo el mundo. España se llenó de miles de urbanizaciones con campos de golf que estaban firmadas por viejas glorias de aquel deporte como si quisiera significar algo; Dubai vendía casas que más que aportar calidad eran un símbolo de estatus económico.

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Quizás hipnotizado por ese negocio o por hacer la última obra de arte total, es ahora Damien Hirst, conocido por sus esculturas de animales en formol, quien se suma a la larga lista de “nuevos arquitectos” capaces de idear con su genio todo un modelo urbano. El proyecto contiene así más un nombre comercial que calidad arquitectónica al proyecto y su propuesta del artista británico no aparece como nada nuevo: una urbanización bucólica, propia del más resabido urbanismo más pintoresco, que cuenta con un total de 76 hectáreas al sur de Inglaterra y que contiene cerca de 750 casas con hospitales, colegios y, como apuntaba hace unos días Rafael Cubillo en el blog edgargonzález, “Todo lo que un pueblo necesita, bajo su sello de calidad”.

Damien Hirst, como los jugadores de golf que se mencionados más arriba, presta su nombre “de calidad” a fin de vender un producto (urbano) de excelencia por el mismo hecho que aparezca su nombre en los anuncios. Su justificación es, además, propia de un empresario populista: si construyes casas, construyes nuevos puestos de trabajo y, así, reduces los problemas de desempleo. Pero cabe preguntarse: ¿se construye realmente ciudad?, ¿es realmente necesario?

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Su ‘osadía’ recuerda a otros proyectos, como al maltrecho Ordos 100 del artista chino Ai Weiwei o al de Living Architecture creado por el autor del libro The architecture of happiness, Alain de Botton –aunque más consciente de estar orientado a la producción de casas de diseño que a la producción de un conjunto urbano. Y es cierto que en esta lista también habría que sumar arquitectos: Norman Foster y su proyecto de Masdar por poner un caso, donde la ciudad ideada reduce la complejidad de la vida urbana –que es un ente vivo y complejo– por un diseño sostenible.

Con todo, sea tras un empresario, un deportista o un artista de renombre, el arquitecto parece haber perdido el pulso de la arquitectura en la ciudad. Claro que no podemos decir tampoco que debe recuperar su (supuesto) antiguo estatus y ser la figura que encabece un proceso urbano. Hay que desmitificar por otra parte la idea de que el arquitecto es un director en el proceso urbano sino un agente más que forma parte de un complejo proceso. Después de todo “no son genios lo que necesitamos ahora”, diría José Antonio Coderch, o “la arquitectura no es suficiente”, como apuntaban en este blog Juan José Kochen y María Holley, pero sí se trata de entender que precisamente un proceso como la ciudad, que requiere la aparición de tantas personas en su proceso –sea de forma consciente o inconsciente– no puede signarse bajo un nombre que sea capaz de decidir que representa o no la calidad en una ciudad, por muy conocido que pueda ser.

 

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Living Architecture https://arquine.com/obra/living-architecture/ Tue, 02 Apr 2013 17:00:38 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/living-architecture/ Living Architecture fue creado en 2009 por los arquitectos Mark y Dickon Robinson, Richard Day, y Alain de Botton, como una propuesta para hospedarse en modernas casas londinenses. El proyecto ofrece siete propiedades, de las cuales cinco ya están construidas.

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Para Alain de Botton, “la razón para viajar es que hay transiciones interiores que no podemos cimentar propiamente sin un cambio de rumbo”, y la arquitectura es indispensable para crear los escenarios ideales que motiven este giro. De ahí surge el concepto de hospedarse en casas modernas: una forma de viajar en la que se involucra a cada visitante en el contexto del lugar y lo ayuda a apropiarse del espacio. Living Architecture fue creado en 2009 por los arquitectos Mark y Dickon Robinson, Richard Day, y Alain de Botton, como una propuesta para hospedarse en modernas casas londinenses. El proyecto ofrece cinco propiedades, de las cuales cuatro ya están construidas. Todas las casas están ubicadas a las afueras de Londres. La primera es The Balancing Barn, construida en el verano del año pasado por el despacho holandés MVRDV, en la provincia de Suffolk, muy cerca de Cambridge. Con capacidad para ocho personas, esta caja metálica de 30 metros de largo está suspendida en una colina y presume vitrinas en piso y techo hacia el exterior, por lo que la estancia ofrece vistas panorámicas de todo el lugar.

The Shingle House, la segunda opción para hospedarse, está en el sureste de la capital inglesa, en Dungeness. La vivienda fue erigida por el despacho escocés NORD y figura como un granero de madera con grandes ventanas. Su interiorismo destaca por incluir obras de artistas famosos. Inaugurada el año pasado, The Dune House es la tercera casa construida por los arquitectos noruegos Jarmund/Vigsnæs en la Villa de Thorpeness, también en Suffolk. Con una base acristalada y recubierta de madera, este lugar presume amplias terrazas y techos a doble agua. Una de las más recientes es The Long House del despacho inglés Hopkins Architects, en North Norfolk, apenas inaugurado en diciembre. Por último, A Room for London, diseñado por David Kohn Architects, se trata de un bote suspendido por encima de la ciudad, sobre el techo del Queen Elizabeth Hall. Aún en construcción, The Secular Retreat del arquitecto suizo Peter Zumthor, en la ciudad de Devon. En promedio, el precio por cuatro noches en cada una de estas casas oscila entre 10 mil y 15,500 pesos por cuatro días.

The Balancing Barn

The Shingle House

The Dune House

The Long House

A Room for London

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The Secular Retreat

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