Resultados de búsqueda para la etiqueta [Aire ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 26 May 2023 14:34:10 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 Curaciones arquitectónicas https://arquine.com/curaciones-arquitectonicas/ Fri, 26 May 2023 14:34:10 +0000 https://arquine.com/?p=79056 ¿Realmente se puede plantear una relación simétrica entre la medicina y la arquitectura, además de pensar que la construcción de edificios sirva para regular tanto el cuerpo como los discursos médicos?

El cargo Curaciones arquitectónicas apareció primero en Arquine.

]]>
Se anunció el fin: la Organización Mundial de la Salud declaró que el virus Covid-19 no es más una emergencia sanitaria. A la manera de la tuberculosis, esta enfermedad se volvió un pretexto para la reflexión disciplinar de la arquitectura. En parte por la manera en la que afectó los espacios en los que habitamos y trabajamos, y también porque quienes ejercen la disciplina consideran que son ellos los que deben discutir cómo es que un virus modifica los rumbos de sus labores proyectuales. Le Corbusier, por ejemplo, asumió que la misión de la arquitectura era funcionar como un dispositivo médico para combatir la tuberculosis. Las terrazas, los jardines y las ventanas formaban parte de una estrategia de diseño mayor, con la cual se pretendía facilitar que la luz y el aire alimentaran a un cuerpo cuya salud se robustecía gracias a la arquitectura. Boxeador y nadador, Le Corbusier implementó en sí mismo sus ideas sobre la salud, legando una imagen de un hombre que no permitió que las adversidades de la modernidad (como lo fue la tuberculosis) detuvieran sus bríos. A inicios de 2020, el discurso no fue tan optimista, aunque delató más ingenuidad que crítica. Se vio, con gran azoro, que la vivienda de la gran mayoría de los humanos del planeta no era suficiente para condensar las actividades laborales y escolares que debían seguir realizándose. “¿Qué estamos haciendo como arquitectos?”, era la pregunta. 

Probablemente, la distancia histórica entre la tuberculosis y el Covid-19 sea el punto de partida para establecer lecturas, interpretaciones e, incluso, poéticas tanto de la enfermedad como de la arquitectura. Plantear una relación simétrica entre la medicina y la arquitectura, además de pensar que la construcción de edificios podía regular tanto sobre el cuerpo como los discursos médicos, legó una serie de imágenes en sepia y en blanco y negro donde la arquitectura, el ejercicio y los rayos X funcionaban para demostrar una estética y hasta qué punto la labor de la disciplina buscó funcionar como una máquina bien aceitada que podía hacer surgir una mejor vida. Pero la enfermedad imprimió un dejo de melancolía sobre estas ideas. Pensemos, por ejemplo, en el Sanatorio Internacional Berghof, el recinto médico donde se desarrolla toda la trama de La montaña mágica, la célebre novela de Thomas Mann. 

Hans Castorp, un aspirante a ingeniero náutico, asciende a los Alpes Suizos para visitar a su primo, Joachim Ziemssen, un joven que está tratando su tuberculosis de manera semejante a como lo prescribió Le Corbusier: terapias al aire libre, baños de sol y caminatas. Castorp asume que la visita será corta: tiene planeado continuar con sus estudios, eventualmente contraer matrimonio y morir como cualquier otro burgués de su estirpe. Lo que sucede es que, por el sólo hecho de encontrarse en ese espacio, comienza a desarrollar síntomas que van desde el aumento de temperatura hasta una tos en la que arroja sangre. El sanatorio, provisto de amplios ventanales y de terrazas donde los enfermos pueden ayudar a su cura exponiéndose al aire montañés, también es el lugar donde el muchacho cada vez más vulnerado por la falta de respiración puede apreciar el funcionamiento de sus pulmones en una máquina de una tecnología novedosa que permite la verificación y el monitoreo de la tuberculosis. El sanatorio donde Castorp (quien, al igual que los demás pacientes, puede costear su estancia en mensualidades) desarrolla su enfermedad se encuentra completamente equipado, aspecto que, podría decirse, es consubstancial a la melancolía que embarga al personaje por esperar una resolución a una enfermedad todavía desconocida y cuya cura depende, en gran medida, de aquellos espacios iluminados y ventilados. “Es poco adecuado hablar de «repetición»; sería preciso hablar más bien de «monotonía»”, reflexiona el joven. “Te traen la sopa de la mañana del mismo modo que te la trajeron ayer y que te la traerán mañana”. Estas son algunas de las reflexiones domésticas que suceden en el sanatorio, un monólogo interior donde la delicadeza puede mezclarse con el aburrimiento. Sin embargo, lo que se avecina hacia el final de la novela es la Primera Guerra Mundial, y es donde Mann transforma un texto sentimental en un comentario social.

Podríamos aventurarnos en las reflexiones domésticas que nos legó la pandemia y apuntar algunas ideas sobre los estados anímicos de sus inicios. La tuberculosis fue conocida como un padecimiento de los melancólicos, propia de los artistas del romanticismo. Y algunas metáforas también podrían surgir después del Covid: el aislamiento, la monotonía, la sopa de todos los días. Sin embargo, en la novela de Thomas Mann, la gran historia de la enfermedad burguesa es interrumpida por un acontecimiento bélico que destruyó a toda Europa. Y, en nuestra circunstancia actual, la pregunta es: “¿qué estamos haciendo los arquitectos?” La vivienda que nos albergó en los días más cruentos de la crisis no sólo sigue siendo la misma, sino que sus lógicas se han reproducido a mayores escalas, con gobiernos que se alían con iniciativas de estancias temporales como Airbnb, o con desarrolladores que se asientan sobre ciudades cuyos habitantes, al contrario de Hans Castorp en su sanatorio, no lograron sostener sus rentas. La cura no estaba subordinada a la posibilidad de tener una casa que contara con grandes ventanales y jardines; incluso, fue el sitio donde incrementaron las labores reproductivas para las mujeres, o donde bastantes ciudadanos experimentaron estados extremos de ansiedad. Además, casi nadie contaba con un espacio para trabajar o para estudiar que estuviera separado de las zonas donde la vida doméstica pudiera seguir siendo la misma, y ese hacinamiento sucedió, en gran parte, por las casas que son la única alternativa para ser parte de los centros urbanos. La destrucción ocurrió aun cuando hayamos dejado de estar asediados por la emergencia sanitaria. La enfermedad del virus es un recuerdo traumático, pero productivo: ahora podemos denunciar, con mayores argumentos, el estado actual de nuestras ciudades.

El cargo Curaciones arquitectónicas apareció primero en Arquine.

]]>
La cúpula de Dante https://arquine.com/la-cupula-de-dante/ Mon, 27 Mar 2023 15:34:10 +0000 https://arquine.com/?p=76983 El arquitecto e inventor Dante Bini, con más de 600 patentes para sus métodos de construcción y más de 1600 domos construidos con su sistema de cimbra inflable, quizá sea más conocido por una obra: La Cúpula. La casa en en 1969 diseñó para la actriz Monica Vitti y el director de cine Michelangelo Antonioni.

El cargo La cúpula de Dante apareció primero en Arquine.

]]>
Mario Salvadori nació en Roma el 19 de Marzo de 1907. Su padre era ingeniero, y trabajó en una compañía eléctrica española, por lo que Salvadori creció en Madrid, hasta que a los 23 años regresó a Italia. Se graduó en la Universidad de Roma con un doble título: en ingeniería y matemáticas. Prosiguió sus estudios en Londres y después viajó a los Estados Unidos, donde durante tres años trabajó como consultor para el Proyecto Manhattan sin saber, diría después, que sus investigaciones serían usadas en el desarrollo de la bomba atómica. Después de la guerra, entró como profesor a la Escuela de Arquitectura, Planeación y Preservación de la Universidad de Columbia. En 1975, se ofreció como voluntario para dar clases en una preparatoria de Harlem. En sus clases usaba ejemplos como puentes y edificios conocidos para explicar fácilmente conceptos de ingeniería y matemáticas. En 1980 publicó el libro Why Buildings Stand Up. The Strength of Architecture. El capítulo 11 del libro se titula Estructuras de formas resistentes. En dicho capítulo incluye, entre otros, el trabajo de Guastavino, Candela y Nervi. Y, casi al final, escribió:

Este capítulo debe terminar con la melancólica evidencia de que durante los últimos años, los delgados cascarones curvos, tan atractivos como puedan ser, no han resultado muy populares en países con tecnologías avanzadas por puras razones económicas. El principal obstáculo para su popularidad es el costo de la cimbra curva. Se han inventado y probado innumerables procedimientos para intentar reducir el costo de la cimbra o evitarlo totalmente. Desde la década de 1940, Wallace Neff rociaba concreto sobre estructuras neumáticas. Dante Bini dispone los puntos de refuerzo y cuela el concreto sobre globos plásticos aún sin inflar, elevándolos entonces con aire a presión. El Procedimiento Bini, en particular, ha encontrado éxito en casi todo el mundo, erigiendo cúpulas de hasta 100 metros de diámetro para escuelas, gimnasios y salones. Por supuesto, los globos son naturalmente eficientes al ser redondos. Estos procedimientos no pueden adaptarse fácilmente a otras formas de cascarones delgados.

Dante Bini cumplirá 90 años el próximo 22 de abril. Nació en Castelfranco Emilia en 1932 y estudió arquitectura en la Universidad de Florencia, donde recibió su doctorado en 1962. Lo que anotó Salvadori en su libro —el alto costo de las cimbras para las cubiertas curvas con cascarones ligeros de concreto—, lo llevó a investigar el uso de inflables, lo que culminó en más de 600 patentes y de 1,500 estructuras a lo largo de todo el mundo. Antes de Neff, mencionado también por Salvadori, Normand W. Mohr había explorado el uso de estructuras inflables —en 1927 propuso construir en San Francisco un túnel cimbrado con estructuras neumáticas en vez del puente Golden Gate. Fue el mismo Salvadori quien invitó a Bini a hacer una demostración de su método en la Universidad de Columbia en 1967. Después, en los años 70, Bini viajó a Australia, contratado para construir varias de sus Binishells que servirían como instalaciones principalmente para escuelas. Pero en 1975, una de las estructuras construidas por Bini en Australia, de 36 metros de diámetro, colapsó. Bini regresó a los Estados Unidos y siguió desarrollando sistemas de arquitectura con cimbras inflables, procesos de construcción robótica y, como consultor de Shimizu Corporation, propuestas para estaciones espaciales y lunares para la NASA.

 

 

 

Sin embargo, quizá la obra más conocida de Dante Bini, al menos fuera del medio especializado en ese tipo de estructuras, se La Cúpula, la casa que diseñó en 1969 para la actriz Monica Vitti y su entonces pareja, el director de cine Michelangelo Antonioni, quien se dice colaboró con el arquitecto en el diseño interior y le elección de acabados. En una entrevista, Bini contó que Antonioni le había dicho:

‘Quiero que mi casa esté rodeada por el medio ambiente; desde mi casa quiero escuchar el sonido del mar, y también quiero escuchar el viento dentro de la casa. No quiero vivir en un ambiente bidimensional; quiero vivir en un entorno escultórico, como tus cúpulas. Quiero oler el olor de las rocas’. En ese momento, no lo entendí. ¿Las rocas realmente huelen? Me dijo que fuera con él a la mañana siguiente para que pudiera entender de lo que estaba hablando. Pero primero dijo: ‘Quédate aquí, siente la puesta de sol y trata de entender. No estamos aquí solo por un día’. Así que pasamos varios días allí. Hablamos de todo menos de arquitectura. Hablamos de filosofía, de la vida. Al final de nuestro tiempo allí, me di cuenta de que claramente estaba escuchando a alguien que tenía una capacidad increíble para comprender este lugar especial. Me encantó. El día siguiente de que volvimos a casa, les pidió a algunas personas que cortaran un pedazo de granito, que era totalmente rosa, hermoso. Luego puso mi nariz encima de ese pedazo de roca rota; olí y entendí. Fue increíble. Le dije que no había estado prestando atención a la naturaleza antes y que me estaba enseñando lo que significaba la naturaleza.

La Cúpula, que se terminó de construir en 1971, terminó abandonada tras la ruptura de la famosa pareja, poco tiempo después. Hoy, sigue abandonada y es una de las ruinas famosas de la arquitectura de finales del siglo pasado y de las “casas burbuja” que estuvieron relativamente de moda entre los años sesenta y setenta.

El cargo La cúpula de Dante apareció primero en Arquine.

]]>
Aire radical https://arquine.com/aire-radical/ Fri, 30 Jul 2021 14:28:35 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/aire-radical/ Ante la evidencia científica de que la contaminación del aire actual en las ciudades mata y que esta crisis de salud pública está interrelacionada con la crisis climática y la actual pandemia, el artículo insta a arquitectos, urbanistas y paisajistas a contribuir a un cambio radical de modelo urbano imperante que, en muchos casos, prioriza las lógicas de la economía neoliberal por encima de la salud de sus habitantes.

El cargo Aire radical apareció primero en Arquine.

]]>
Ante la evidencia científica de que la contaminación del aire actual en las ciudades mata y que esta crisis de salud pública está interrelacionada con la crisis climática y la actual pandemia, el artículo insta a arquitectos, urbanistas y paisajistas a contribuir a un cambio radical de modelo urbano imperante que, en muchos casos, prioriza las lógicas de la economía neoliberal por encima de la salud de sus habitantes (1). 

El aire es el hilo conductor de este cambio necesario y que no es posible si no se cuestiona el marco de pensamiento y las metodologías con las que arquitectos y urbanistas han estado trabajando hasta ahora. Para hacer esta lectura crítica del pasado, el artículo revisa momentos históricos de la regulación de la calidad del aire, de la reivindicación del aire limpio a escala planetaria y de conceptos del pensamiento moderno como ecología y urbanización (2) proponiendo un desplazamiento del paradigma cultural a partir de propuestas de la filosofía postmoderna y contemporánea (3). 

Esta nueva «mentalidad» permite la adopción, con una renovada orientación para el bien común humano y no humano, de metodologías y tecnologías que la transformación digital pone a nuestro alcance para desarrollar prácticas de planeamiento urbano emergentes. En esta dirección se ha desarrollado el proyecto Air/Aria/Aire que se presenta en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2021 (4), y que resitúa la ofensiva por el derecho a respirar aire limpio en la acción local del rediseño del aire de las ciudades, desde el deseo radical de poner la vida en el centro (5).

 

El amor no está en el aire

El 19 de octubre de 2017 la revista The Lancet publicó las conclusiones de una comisión de estudio sobre la contaminación y la salud (The Lancet Commission on Pollution and Health) entre las que destacaba que la contaminación es la mayor causa ambiental de enfermedad y muerte prematura en el mundo. Según el estudio, las enfermedades causadas por la contaminación fueron responsables de aproximadamente nueve millones de muertes prematuras en 2015, el 16 % de todas las muertes en el mundo, tres veces más muertos que las causadas per el sida, la tuberculosis y la malaria combinadas y quince veces más que todas las guerras y otras formas de violencia.  

La OMS tiene una de las bases de datos más grandes de contaminación del aire: la WHO Global Urban Ambient Pollution Database. En los últimos dos años, la base de datos, que ahora cubre más de 4.300 ciudades y asentamientos de 108 países, casi se ha duplicado, con cada vez más ubicaciones que miden los niveles de contaminación del aire y reconocen los impactos asociados a la salud. Según la OMS, siete millones de personas mueren al año a causa de la contaminación del aire y nueve de cada diez personas respiran aire con niveles altos de contaminación. Las ciudades están severamente afectadas por la baja calidad del aire porque son las responsables del 85 % de la actividad económica global. En ellas se concentra la población, el consumo energético, el tráfico, la actividad constructiva y, en muchas de ellas también, la actividad industrial. La crisis de la contaminación del aire es una crisis de salud pública en crecimiento constante. Se prevé que las ciudades pasen de representar el 55 % de la población del mundo al 68 % de aquí hasta el 2050. La evidencia científica es clara: la contaminación del aire mata y lo hace principalmente en las ciudades. 

En primer lugar, debemos comprender que, a pesar de que las emisiones de CO2 son las responsables de la crisis climática, este no es el gas que afecta directamente la salud de los habitantes de las ciudades. Inhalamos gases tóxicos (principalmente NO2 y O3) y partículas contaminantes (llamadas PM10, PM2,5 y partículas ultrafinas según el tamaño que tengan), en la mayoría de casos invisibles a nuestros ojos, que se acumulan en nuestro cuerpo y causan inflamación de los órganos respiratorios, y que provocan asma, cáncer de pulmón y enfermedades cardiorrespiratorias entre otras dolencias. Las micropartículas se desplazan por el flujo sanguíneo y llegan y se acumulan en lugares tan sensibles como el cerebro o la placenta provocando enfermedades neurodegenerativas y ralentización del sistema neurológico en edades vulnerables como son la infancia y la vejez. En el caso de Europa son más de 400.000 muertes al año por contaminación del aire «a pie de calle», principalmente proveniente del transporte de personas y mercancías en vehículos de combustible fósil.

En segundo lugar, debemos tener en cuenta que la contaminación del aire está íntimamente vinculada a la emergencia climática. Las concentraciones de emisiones de CO2 no afectan directamente la salud humana pero sí tienen un efecto indirecto cuando se elevan a capas superiores de la atmosfera y producen, por acumulación a lo largo de los años, el efecto invernadero que está provocando el aumento de la temperatura del planeta y que, a su vez, provoca también el aumento de las temperaturas en las ciudades llamado «efecto isla de calor». El aumento de las temperaturas, en especial en las zonas urbanas, favorece las reacciones químicas que provocan que el NO2 se transforme en O3, ozono troposférico, un potente oxidante nocivo para la salud. También el calentamiento global lleva a las ciudades, cada vez más a menudo, vientos con polvo de zonas desérticas y de incendios de zonas forestales que van directamente a engrosar las partículas de los vehículos de combustión fósil y, por tanto, a incrementar los problemas de respiración. 

Tercero, hay que ser conscientes de que la vulnerabilidad de la población urbana ante la contaminación del aire en las ciudades es una crisis de salud pública que también provoca que esta población tenga más riesgo ante otros problemas sanitarios. La crisis sanitaria por la pandemia del virus COVID-19 se transmite por el aire, y es especialmente virulenta en ciudades con altos niveles de contaminación del aire, ya que se encuentra con poblaciones con una precondición que los vuelve más vulnerables a la infección por haber sido expuestas durante años a la contaminación «a pie de calle». 

Los efectos de la contaminación del aire, la crisis climática y la crisis sanitaria son fenómenos interrelacionados que se materializan en el aire y todas ellas evidencian que son, también, una crisis política, social y económica. El amor no está en el aire.

Fig 1. Delhi. Fotografía de Jean-Etienne Minh-Duy Poirrier, CC BY-SA 2.0 Fig 2. Humo proveniente de un incendio forestal sobre San Francisco. Fotografía Christopher Michel CC BY 2.0.

 

«Salvemos nuestro nuestro nuestro nuestro planeta». 

La lucha contra la contaminación del aire va unida a crisis sanitarias y a las reivindicaciones medioambientales que se empezaron a vivir más intensamente desde mediados del siglo xx. El primer National Air Pollution Symposium en los Estados Unidos, que se organizó en 1949 en respuesta al episodio de esmog que tuvo lugar en la ciudad de Donora en 1948 y que provocó doce muertes y siete mil afectados, abrió el camino a la creación del Air Pollution Control Act de 1955. El Gobierno británico aprobó el Clean Air Act de 1956 como reacción al Great Smog que provocó la muerte de doce mil personas por contaminación del aire en Londres. En 1970, veinte millones de personas salieron a manifestarse en los Estados Unidos en la que fue la primera celebración del Día de la Tierra para pedir la protección del medio ambiente y denunciar los efectos de la deterioración ambiental en la salud humana y la de nuestro entorno. 

Fig 3: Día de la Tierra en Nueva York, 1970. Fotografía © Santi Visalli / Getty Images

 

El Día de la Tierra de ese año es considerado, para muchos, el nacimiento de los movimientos ambientalistas actuales, de la lucha contra los combustibles fósiles y contra la contaminación, especialmente la del aire, y del origen de reivindicaciones como «Salvemos nuestro planeta».  

En las primeras campañas de «Salvemos nuestro planeta» es significativa la presencia de la arquitectura de Buckminster Fuller en las series de sellos anticontaminación de los Estados Unidos, de los cuales se imprimieron 175 millones, y en la colección de pósteres de la campaña «Salvemos el planeta». Ambos casos dejan patente el hecho de que salvar nuestro planeta es también salvar nuestras ciudades. En el sello vemos en primer plano una cúpula geodésica, una arquitectura ligera de estructura distribuida, el ideal perfecto para las nuevas generaciones, en un entorno libre y verde y, en segundo plano, un perfil de una ciudad formada por edificios del movimiento moderno acabados con muros cortina de vidrio e interiores climatizados, como ejemplo de una arquitectura que hay que dejar atrás. En el póster aparece el proyecto icónico «Dome over Manhattan», una cúpula geodésica colosal que cubre la ciudad para salvarla y corregirla de su mal funcionamiento. Una cúpula para proteger la ciudad de un entorno hostil que consigue reducir el consumo de energía. Una ciudad donde se puede respirar aire limpio. Como decía Fuller, «Nunca se cambian las cosas luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, cread un modelo nuevo que vuelva obsoleto el modelo existente».  El sello y el póster proponen un cambio radical en la concepción de la ciudad y nuestra forma de relacionarnos con el entorno, donde la piel de los edificios ya no es la interficie entre el interior y el exterior. 

Fig 4: Póster «Save our planet! Save our cities», 1971. Buckminster Fuller para Olivetti Ltd. Associazione Archivio Storico Olivetti, Ivrea, Italia

Fig 5a 5b: Serie de cuatro sellos para la campaña anticontaminación, US Postal Service, 1970

 

Herederos de Fuller, jóvenes arquitectos de Estados Unidos y de Europa dan respuesta crítica a la crisis medioambiental y, en concreto, sobre la contaminación del aire. Ant Farm, un colectivo de Berkeley, propone celebrar el primer Día de la Tierra de 1970 constituyéndose en una «Office of Air Emergency Mobilization». Una de las acciones principales consistía en una performance que recreaba una situación hipotética donde todo el aire del mundo estaría contaminado y los miembros de Ant Farm, con mascarillas, animarían a entrar en el único espacio donde se podría respirar aire limpio: el inflable «Clean Air Pod». El mismo año, otro colectivo de jóvenes arquitectos, Haus-Rucker-Co, proponen la acción «Cover: Shell» para cubrir todo el Museu Haus Lange, un edificio de Mies van der Rohe en Krefeld, Alemania, para protegerlo de la contaminación del aire. «Es una mirada a un posible futuro, cuando el aire de las ciudades esté contaminado y los espacios habitables deban cubrirse con refugios de aire limpio», explicaba Zamp Kelp, cofundador de Haus-Rucker-Co. Las dos acciones, a la manera de agit-prop, buscan proporcionar una imagen mediáticamente impactante y promover una conciencia ambiental.

Fig 6: Ant Farm, Cápsula de aire limpio, Día de la Tierra, 1970. Cortesía de Chip Lord Fig 7: Haus-Rucker-Co, cubierta sobre el Museo Haus Lange, proyecto de 1970, realización de 1971. © Archive Zamp Kelp / Haus-Rucker-Co

 

Pero, en último término, se trataría de condicionar un entorno para hacerlo habitable y extrapolarlo a todo el planeta para ser operado como una máquina, como una gran nave espacial. Y es precisamente Fuller quien popularizó la expresión «Soy un pasajero de la nave espacial Tierra» en su libro Operating Manual for Spaceship Earth en 1969.

La segunda mitad del siglo xx es la época en la que interiorizamos el sentimiento de propiedad sobre el planeta Tierra como algo «nuestro». En 1960 se emitió por primera vez por televisión la primera imagen producida por el satélite meteorológico Tiros-1. Asimismo, Apolo 8 consigue la primera imagen en color donde se ve cómo la Tierra parece salir de la Luna y Apolo 17 consigue por primera vez la fotografía completa de nuestro planeta azul. En 1990, se envía una imagen desde el extremo del sistema solar tomada por el satélite Voyager. La Terra se ve, en palabras de Carl Sagan, como un «punto azul pálido». Toda una serie de imágenes que construyeron un tipo de conciencia planetaria con la idea de hacérnoslo nuestro y con el mensaje de que somos «nosotros», los humanos, los que debemos salvarlo de nuestro impacto nocivo sobre la Tierra. 

Fig 8. Imagen de la NASA tomada por un satélite de observación de infrarrojos por televisión, TIROS-1, el 1 de abril de 1960. Es la primera imagen de televisión de la tierra tomada por el primer satélite meteorológico orbital. Fuente: NASA

 

Han pasado cincuenta años desde el Día de la Tierra de 1970 y de aquella reivindicación «Salvemos nuestro planeta. Salvemos nuestras ciudades». Ni hemos salvado el planeta ni hemos salvado nuestras ciudades de la dependencia de los combustibles fósiles. El pabellón transparente y esférico de la Biosfera de Fuller quemó en Montreal dejando en evidencia su naturaleza petroquímica; Western Flag de John Gerrard continúa quemando petróleo, ahora virtualmente; y la escena final de la película de Lars von Trier nos imagina cerrando los ojos esperando el fin del mundo provocado por la colisión del planeta Melancolía como una metáfora de nuestro romanticismo y por nuestra imposibilidad de acción para salvar nuestro planeta.

 

Fig 9: El pabellón de los Estados Unidos en la Expo 67 de Montreal, diseñado por Buckminster R. Fuller en llamas la tarde del 20 de mayo de 1976. Fig 10. Instalación: John Gerrard: Western Flag (Spindletop, Texas) 2017, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid, 2019. Thyssen-Bornemisza Art Contemporary Collection. Fotografía © Roberto Ruiz | TBA21

 

Fig 11. Melancolía de Lars von Trier, 2011. Escena final

 

Las reivindicaciones medioambientales han conseguido algunas mejoras en las regulaciones, pero pensar en clave planetaria, pensar en «Salvemos nuestro planeta», ha sido y es un mensaje que delega una responsabilidad inmensa en cada uno de los humanos; es, de alguna forma paralizante, un mensaje, en el fondo, desactivador y manipulador. El escritor Timothy Morton apunta sobre la intencionalidad de este «nosotros» cuando dice: «El concepto de Antropoceno que nos hace entender que estamos todos en el mismo barco porque todos nosotros nos hemos portado mal es pernicioso no solo porque reescribe la historia, sino también porque ofrece a las élites liberales globales y a las élites populistas nacionales una coartada para otros programas de desposesión y dominación para salvar los “humanos” de sí mismos». En este sentido, el filósofo Bruno Latour se pregunta cómo podemos ser «nosotros» los que causamos «todo esto» cuando no hay un cuerpo político, moral, pensante o sensible capaz de decir «nosotros», ni nadie que pueda decir la responsabilidad es mía, ya que el perpetrador es solo una parte de la especie humana, ricos y poderosos que no tienen forma definida ni límite. La crisis ecológica es una crisis provocada por la concepción de que todo era posible, un crecimiento sin límite gracias a una explotación infinita, porque el planeta era «nuestro». Se nos ha interpelado a «salvar nuestro planeta» desde este sentimiento de propiedad antropocéntrico desde un punto de vista distante. 

Movimientos ciudadanos de protesta y de desobediencia civil, como Extinction Rebellion y Fridays for Future fundados en 2018, también evitaban culpabilizarnos individualmente y señalan y exigen responsabilidades directas a los gobernantes y a las corporaciones (cien de las cuales son responsables del 70 % de las emisiones de efecto invernadero) de inacción ante la evidencia científica de la emergencia climática, de la drástica reducción de la biodiversidad por causa de la acción humana y del riesgo inminente del colapso social y ecológico, reclamando acciones urgentes y radicales. Demasiados sectores, todavía, siguen ignorando o negando lo que la ciencia nos demuestra, que «nuestra» vida está en completa y radical interdependencia con el resto de especies, materias orgánicas e inorgánicas, y que el planeta ha estado sin «nosotros» y puede volver a estar sin «nosotros». Hemos vivido, y una gran mayoría vive todavía, con un error de origen: el planeta no es «nuestro».

 

Ecologías del aire

Somos seres vivos que vivimos en el fondo de un océano de aire. Un aire que debe posibilitar la vida, pero cuya composición la especie humana ha transformado radicalmente a causa del uso indiscriminado de los combustibles fósiles. La pandemia actual por la COVID-19 nos ha dejado claro que no tiene sentido practicar una forma de estar en el mundo en el que «nosotros», los humanos, quedamos separados de la ecología, de la naturaleza. El filósofo Tobias Rees nos explica que la pandemia sistemáticamente deshace la diferenciación entre lo humano y la naturaleza que se dio por primera vez en el período moderno y que se ha dado por descontado desde entonces. Rompe con el concepto moderno de que existe una clara distinción implícita entre cosas humanas, cosas naturales y cosas técnicas (o artificiales). A esta creencia fundacional, la llama ontología de la modernidad.  

Recordemos uno de los momentos prolíficos de la modernidad en la segunda mitad del siglo xix cuando Ernst Haeckel crea el concepto de «ecología»; Alexander von Humboldt en su libro Cosmos inventa la idea de naturaleza e Ildefons Cerdà escribe La Teoría General de la Urbanización. Los tres tienen en común la introducción del espíritu científico y crítico con la creencia de la perfectibilidad del mundo que ha contribuido al mito del progreso, la mundialización, la globalización y dominación de la especie humana sobre el planeta. Al considerar la modernidad como la creadora de herramientas para clasificar, controlar, ocupar y diseñarlo todo, estaríamos ante teorías que son tecnologías políticas socioeconómicas que han sido vehículos e instrumentos del poder. En el caso de Cerdà, su lema «Rurizad lo urbano: urbanizad lo rural» viene acompañado de «…Replete terram», que es la parte menos citada y conocida pero la que verdaderamente resignifica el lema y le da este sentido planetario antropocéntrico. Equivale a llenar la Tierra, llenar el planeta de tecnología humana, de diseño humano sin límites. En la misma época, hacia 1848, Marx y Engels publican en el Manifiesto Comunista la frase «Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.» Frase que anticipa la explotación del planeta y donde ahora visualizamos en el aire las toneladas de carbón de origen antropocéntrico que llevan el planeta al desequilibrio climático que pone en peligro nuestra supervivencia en la Tierra. Somos herederos de este contexto de pensamiento moderno que tiene su máxima expresión en el neoliberalismo global creador de injusticia sistémica y la necesidad urgente de refundarnos. El colectivo de arquitectos, urbanistas y paisajistas no puede seguir siendo, en muchos casos, colaborador del enfoque exclusivamente antropocéntrico, tecnocrático y supeditado al poder económico global de una minoría extractiva. 

Fig 12. Teoría General de la Urbanización, y Aplicación de sus Principios y Doctrinas a la Reforma y Ensanche de Barcelona, Volumen 1. Ildefons Cerdà, Imprenta Española (Madrid), 1967. Fig 13. Apertura y urbanización de la Gran Vía. Comisión Especial del Ensanche de Barcelona, Memoria 1928.

 

Se trataría, entonces, de desmodernizarnos y acercarnos a la ciencia y filosofía contemporáneas y revisar lo que entendemos por ecología. La bióloga Lynn Margulis y el químico especialista en ciencias de la atmosfera James Lovelock se centran en la particular condición para la vida que se da a pocos quilómetros por encima y por debajo de la superficie del planeta Tierra. Este concepto, al que llaman Gaia, no define la Tierra como un organismo, sino que Gaia es la serie de ecosistemas en interacción que componen un único enorme ecosistema en la superficie de la Tierra. Se trataría de entender, como dice el antropólogo Gregory Bateson en Steps to an Ecology of Mind, que no estamos fuera de la ecología, sino que somos siempre e inevitablemente parte de ella. Y, como nos apunta el filósofo Félix Guattari en las Tres Ecologías, nos habla de la necesidad de una articulación ético-política a la que llama ecosofía y que desarrolla en tres registros ecológicos: la ecología medioambiental, la ecología social y la ecología mental. 

 

«Intenta aguantar la respiración durante un minuto. Después, todo te va a parecer distinto. Siéntete como un bosque, el viento soplando entre tus hojas. Todas esas especies bailando juntas dentro de ti: imaginarlo puede marearte un poco. No parece que vaya a ser posible Y a pesar de todo es posible, durante un rato, aunque no sepas cómo. Vuelves a respirar, sigues.»

Kim Stanley Robinson, «Piénsate como planeta», en Después del fin del mundo, José Luis de Vicente (ed.), Barcelona: CCCB, 2017

 

Habría que entrecruzar prácticas, saberes y afectos relativos a las maneras de vivir y de ser volviendo totalmente inseparables las ecologías medioambiental, social y mental. Poniendo el foco en el aire que respiramos en nuestras ciudades, el aire ya no sería algo que queda entre los edificios. Seríamos ecológicos cuando respiramos sabiendo que cada humano somos un planeta que contiene billones de microrganismos; que el aire contaminado en las ciudades tiene impacto en la salud de los humanos y en otras especies con las que tenemos relación simbiótica como por ejemplo las abejas; que respiramos en una «respiración social», una respiración colectiva, formada por la red de relaciones entre varios agentes, objetos y sensibilidades que se reconoce desde su fragilidad e interdependencia y se ponen en valor mutuamente. Sentirnos y pensarnos para actuar en consecuencia. 

 

Fig 14. Partículas PM10 en las alas de las abejas. Micrografía de las alas de dos abejas melíferas asiáticas grandes. La superior recogida en una zona de baja contaminación en Bangalore, India (PM 10 de media < 10 μM at 33,7 μg/m3), mientras que la inferior proviene de una zona altamente contaminada situada a 7,7 km de distancia (PM 10 de media: 98,6 μg/m3). Cabe observar la presencia de polen en la superior y de partículas en suspensión en la inferior. Micrografía obtenida por Geetha Thimmegowda con un microscopio Zeiss merlin compact VP a 1 kV EHT y aumento de 460X. Fig 15. Sección de terreno con capa de asfalto. Fotografía Noppharat, Can Stock photo

 

Timothy Morton nos invita a vivir la «apertura radical» como una forma de practicar la «convivencia radical», un estado del ser que es plenamente paradojal, cuando dejamos de pensar en ello. No se trata de tener que ser ecológicos porque ya somos «ecológicos». Para ser verdaderamente «ecológicos», tenemos que dejar de lado la visión planetaria y «aterrizar dentro» de la Zona Crítica donde se dona la vida en la Tierra para trabajar para que sea posible la respiración colectiva humana y no humana. Bruno Latour nos urge a redirigir nuestro foco. No se trataría de salvar nuestro planeta o explorar otros. Ser terrestre, ser ecológico, nos situaría en un territorio más allá de la lucha derecha-izquierda, más allá de lo global o local, más allá de la idea de progreso en el sentido antropocéntrico que le proporcionaba la modernidad. 

 

Rediseñar el aire: el proyecto Air/Aria/Aire

¿Qué podemos hacer arquitectos, urbanistas y paisajistas? El proyecto Air/Aria/Aire para la participación de Cataluña en la Bienal de Arquitectura 2021 de Venecia reivindica el papel de los arquitectos en la elaboración de nuevas cartografías de la ciudad y, con ellas, de nuevas formas de pensar la ciudad, para cambiar el modelo de ciudad que hasta ahora ha priorizado un tipo de economía por encima de la salud. Los arquitectos tenemos que redibujar las ciudades para visibilizar su complejidad. Tenemos que incluir lo invisible, incluyendo lo negativo de lo construido: el aire, un espacio aparentemente vacío invadido por la acción humana, lleno de contaminación atmosférica que pone en peligro la supervivencia de nuestra especie y de especies no-humanas. El proyecto reclama el diseño del aire como parte del diseño de la ciudad que tenemos que trabajar de forma interdisciplinaria, abierta y participativa.

 

La salud como máxima prioridad. Urbanismo de metros cúbicos

Desde instituciones como la OMS se reclama que arquitectos y urbanistas sean parte activa, esencial, de la solución a la crisis permanente por la contaminación del aire, sobre todo, en las ciudades. La contaminación del aire sí es una pandemia que es posible erradicar. Una ciudad saludable se mide, entre otros indicadores, por la calidad del aire y la calidad de sus espacios públicos. Ambos indicadores adoptan una fuerza radical cuando dejamos de entender que el espacio público se mide en metros cuadrados y entendemos que la calidad del espacio público es la calidad de sus metros cúbicos.

 

Un cambio metodológico. Acceso a datos abiertos, multidisciplinario y participativo

Fenómenos como la contaminación del aire y la emergencia climática operan a una escala que supera los límites territoriales. Ahora tenemos un acceso a datos las 24 horas, los 7 días de la semana de sensores terrestres y de satélite, capacidad de procesamiento de datos, de análisis y modelización sin precedentes. Las metodologías de mapeo del último siglo son totalmente inadecuadas en relación a la generación continua de información. Parte de nuestro reto hoy es cómo internalizar esta información, y, una vez analizada, cómo priorizar, y más difícil todavía, cómo darle forma, espacio y materialidad a esta información; no importa a qué escala, siempre hay una dimensión arquitectónica a esta pregunta.

El proyecto ha utilizado una nueva metodología que consiste en trabajar con el análisis de datos masivos, como se hace en otras disciplinas, pero llevándolo al campo del planeamiento urbano. Consiste en 1) identificar el conflicto, en este caso la crisis de salud pública por la contaminación del aire en la ciudad. 2) identificar las bases de datos específicas directamente relacionadas con el conflicto, en este caso datos de mortalidad, de salud, emisiones, tráfico, etc. con la colaboración de equipos científicos líderes en el estudio del impacto de la contaminación del aire en las ciudades y en la salud de sus habitantes. 3) identificar las bases habituales que utiliza el urbanismo convencional como son las de morfología urbana, renta, edad, calidad de vivienda entre otras. 4) preparar los datos para poder trabajarlos conjuntamente y poderlos cruzar 5) establecer criterios de visualización de datos 6) iniciar iteraciones en el cruce de datos mediante preguntas y analizar las respuestas obtenidas 7) continuar con un proceso de refinamiento y evaluación de los resultados obtenidos y decidir cómo comunicarlos. 8) propuestas de actuación de bajo coste como puede ser el urbanismo táctico, o figuras del planeamiento como pueden ser los planes de usos o los cambios de ordenanzas. Es necesario que todos estos pasos cuenten con iniciativas de participación ciudadana, tanto en la identificación del conflicto y en la captación de datos, como en el debate público del análisis y de las propuestas.

 

La soberanía de los datos. La ciudad será de quien la cartografíe

El proyecto también aborda la necesidad de que la captación de datos masivos sobre la ciudad sea abierta (frente a los datos privativos y opacos de las corporaciones que operan en la ciudad) y que se sitúe como una herramienta de defensa de lo que debe ser público. El acceso a datos abiertos y la participación ciudadana en la generación de datos abiertos hace del proyecto de redibujar las ciudades la herramienta para hacer una ciudad de todos frente a la «plataformización» de las ciudades que identifican Éric Sadin y Nick Srnicek en sus respectivas publicaciones La Siliconisation du monde y Platform Capitalism. Algunos hemos superado la fascinación por la tecnología, donde la ciudad inteligente significaba poner en la calle el mayor número posible de dispositivos de captación de datos, sensores, muchas veces por mero «solucionismo» tecnológico, pero sigue interesando a grandes corporaciones como Sidewalk Labs de Google, que entiende la ciudad como una gran mina de datos. La ciudad «inteligente» no es la que utiliza la tecnología más avanzada, sino la que utiliza la tecnología más apropiada y pone a las personas en el centro del proceso de toma de decisiones. Está en nuestras manos reclamar la soberanía de los datos para el mapeado de nuestras ciudades. La ciudad será de quien la cartografíe.

 

Evidencia cartográfica. La investigación como catalizadora del cambio de modelo urbano

La ciudad de Barcelona es el caso de estudio del proyecto que se presenta en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2021. La elección no es trivial. La ciudad lleva más de diez años incumpliendo la directiva europea sobre calidad del aire. Barcelona es la ciudad con más vehículos por Km2 de Europa. Concretamente 6.000 turismos/Km2 (no incluye motos, ciclomotores, furgonetas, camiones y otros vehículos), y donde la circulación de vehículos y el aparcamiento en superficie ocupan aproximadamente el 60 % del espacio público de la ciudad. Esta realidad genera a la vez una gran injusticia social por su impacto en la salud, ya que produce alrededor de mil muertes al año (o 2.100 muertes/año si considerásemos que no existe nivel mínimo aceptable de contaminación) y una gran injusticia espacial ya que se cede el espacio público de todos en el uso privativo de unos pocos. Cabe recordar que el 25,2 % de la movilidad de la ciudad de Barcelona se realiza en vehículo a motor privado y el 74,8 % se realiza en transporte público y movilidad activa (a pie, bicicleta, patinete o similar). Las actuales medidas para mejorar la calidad del aire en ciudades como Barcelona, como la creación de una Zona de Bajas Emisiones con limitaciones de tráfico, no son suficientes. Por estos motivos es todavía más urgente y necesaria la investigación que se ha propuesto.

Como parte esencial del proyecto, se ha invitado a participar para desarrollar la investigación al equipo 300.000 Km/s dirigido por Mar Santamaria y Pablo Martínez, un equipo innovador en la creación de conocimiento y propuesta sobre ciudad a partir de la visualización y análisis de gran cantidad de datos urbanos de diversa procedencia. Se ha contado con la colaboración de los siguientes equipos científicos líderes en el estudio del impacto de la contaminación del aire en las ciudades en la salud de sus habitantes, y en los modelos predictivos de calidad del aire: CALIOPE-Urban del Barcelona Supercomputing Center, IDAEA CSIC, Lobelia, ISGlobal, Agència de Salut Pública de Barcelona, la Universidad de Barcelona, entre otros. También se ha contado con datos del Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Catalunya.

 

El resultado es una evidencia cartográfica de la ciudad inédita que muestra, por un lado, el análisis del impacto en la salud de sus habitantes y las vulnerabilidades esquina a esquina, y, por otro, las doce medidas que hay que acometer: 1) eliminar el tráfico, 2) incrementar el transporte público, 3) exigir una movilidad sin emisiones contaminantes, 4) diseñar mixtura de usos para tener los servicios básicos a una distancia caminable, 5) densificar, desaturar e, incluso, desurbanizar, 6) implementar el transporte de mercancías de cero emisiones a partir de la «última milla» del destino, 7) reducir los aparcamientos, 8) conseguir más espacio público, 9) diseñar el verde, 10) luchar contra la isla de calor, 11) diseñar el cañón urbano y 12) rehabilitar las viviendas y utilizar energía mínima y de origen 100 % limpia.  

Mapear es conocer, es entender, es cuidar. Estas cartografías, tanto las del análisis de la exposición a la contaminación y los impactos en la salud, como la de las doce medidas, revelan una ciudad inédita con altos niveles de desigualdad. Una ciudad que necesita destronar y desterrar los vehículos de combustible fósil. Una ciudad polarizada por las leyes del mercado que zonifica (zona industrial, zona comercial, zona residencial, zona verde, etc.) y gentrifica en función del precio por metro cuadrado. ¿Quién está en situación de riesgo en la ciudad? Las edades más vulnerables son los mayores de sesenta y cinco años y los menores de dieciséis años, pero también la persona que debe vivir donde se lo puede permitir, pero que tiene que trabajar en otro barrio. La persona que tiene una movilidad forzada que la expone a la contaminación del aire y ahora también a la COVID. Una vez más, es la clase trabajadora la que sufre más. La ciudad, cuanto más zonificados tiene sus usos, más desigual e injusta es y, por el contrario, una ciudad cuanto más distribuida es en sus usos, más saludable, sostenible y justa es. 

Lo que también es radicalmente nuevo es que estas medidas cartografiadas sobre la ciudad muestran dónde hay que operar calle por calle, esquina a esquina. La calidad y diversidad de los datos son las que proporcionan este nivel de detalle y revelan una nueva manera de establecer prioridades de actuación. Las cartografías son más que una visualización de datos, son la herramienta para convertirse en evidencia ante la que construir consenso más allá de ningún color político y actuar en consecuencia para una ciudad más justa y saludable. Es el objetivo de este estudio salir a la esfera pública para debatir el modelo de ciudad y la urgencia de la aplicación de las medidas propuestas para rediseñar el aire, rediseñar la ciudad poniendo la salud, la vida, en el centro. 

 

 

El aire no es de nadie

Un estudio reciente revelaba que para respirar aire puro deberíamos ir hasta el Océano Austral. Esta es la magnitud de la huella humana sobre el aire. El aire que nos llena los pulmones es un aire colonizado. Es un aire lleno de presencia humana. Es un aire incendiado por la actividad humana. Es un aire lleno de Antropoceno. Es un aire que nos mata. Si seguimos con una economía y políticas as usual el problema de la contaminación del aire y su impacto en la salud de los humanos y no humanos seguirá siendo devastador. El aire que respiramos posibilita la vida en estos pocos metros de atmosfera respirable que forman la Zona Crítica y frágil para la vida sobre esta roca orbitando que es el planeta Terra.

Fig 17. Mar de Wedell, 2005. Fotografia © Mireya Masó Mas

 

La conciencia de que no podemos respirar en el sentido más literal y metafórico se ha extendido globalmente. El grito individual es ahora un grito colectivo politicosocial y ecológico. «No podemos respirar» se ha convertido en la frase que define más radicalmente el estado de vulnerabilidad y urgencia global en la que vivimos. El aire no es de nadie en particular, porque es de todos humanos y no humanos, materia orgánica e inorgánica. Nadie tiene el derecho de contaminar el aire. La salud sí es un derecho. El derecho universal a un aire limpio debería existir. 

Fig. 19. Proyección con las palabras «We can’t breathe» (no podemos respirar) sobre un edificio durante una protesta contra la muerte de George Floyd a manos de la policía de Mineápolis, cerca de la Casa Blanca en Washington, el 3 de junio de 2020.

 

La pandemia de la COVID-19 ha mostrado qué pasa cuando ponemos la salud como prioridad absoluta. Hemos visto cómo el confinamiento de la población ha hecho bajar drásticamente los niveles de contaminación porque han disminuido las emisiones de combustible fósil en las ciudades. Hemos podido comprobar cómo cambios radicales en los usos en la ciudad, sobre todo la reducción del tráfico, tienen un gran impacto positivo instantáneo en la calidad ambiental, especialmente la del aire. Muchos de estos cambios son un gran «ensayo general» sobre cómo compartir nuestros espacios públicos durante esta pandemia y en un futuro postcoronavirus. Reclamemos que este espacio público no sea solo el que pisamos. Es también el que respiramos y es esta una respiración colectiva de humanos y no humanos interconectados. Por este motivo, es capital dar el valor de prueba piloto a la que se está implementando para estudiar que muchas de las medidas asumidas en tiempos de la COVID-19 pasen de tener un carácter temporal a ser permanentes. La negociación del modelo de la ciudad está en juego. Esta vez las cartas no están a favor de la movilidad en vehículos a motor, esta vez, por fin, es la salud. Es nuestra supervivencia. El virus está convirtiendo las ciudades en laboratorios para el cambio que necesitamos. Pero también hemos visto que este cambio tiene que ser mantenido en el tiempo porque tan pronto como las ciudades han retomado su actividad, los niveles de contaminación han vuelto a los niveles pre-COVID. 

La contaminación del aire es la pandemia permanente. Trabajar para un aire limpio es trabajar para la salud, contra la desigualdad, contra el cambio climático y prepararnos para estar más fuertes en las más que probables pandemias futuras. Hoy en día es radical desear respirar aire limpio; es radical desear implementar las medidas que propone el proyecto Air/Aria/Aire.  Un proyecto cultural que se convertido en un proyecto que despliega evidencia. Una ofensiva radical que pone la salud, la vida, en el centro de la toma de decisiones con la investigación del equipo de 300.000 Km/s para rediseñar el aire en las ciudades; y es una reivindicación, a través de una instalación en la sala de exposiciones de Venecia que mostrará la materialidad de la contaminación del aire junto con el aria inédita, compuesta e interpretada por Maria Arnal que canta: «El planeta no es nuestro. El aire no es de nadie».

 


PS 1: El 22 de noviembre de 2017 mi padre moría de cáncer de pulmón. No había fumado nunca. Lo que sí había hecho era vivir, respirar, siempre en Barcelona y, durante más de cuarenta años, cruzar la ciudad en hora punta, por la mañana y por la tarde, con su vehículo de gasolina para desplazarse a su puesto de trabajo a más de una hora de distancia.

PS 2: El 25 de mayo de 2020, «I can’t breath» fue la última frase que repetidamente pronunció George Floyd justo antes de morir asesinado a manos de la policía en Mineápolis. El racismo, el impacto de la COVID-19 y de la contaminación del aire están interrelacionados y revelan patrones de muerte prematura por desigualdad económica, social y estructural. Los movimientos Black Lives Matter también llaman la atención sobre esta otra desigualdad sistémica, que no pasa por alto, es decir, el racismo ambiental.

PS 3: El 16 de diciembre de 2020, por primera vez en la historia, una investigación forense ha determinado «la contaminación del aire» como causa de muerte en un certificado de defunción. Es el caso de la niña de nueve años Ella Kissi-Debrah, muerta en 2013 por exposición continuada a niveles de contaminación por PM y NO2 por encima de los valores fijados por la OMS en el barrio a 30 metros de una carretera en Londres donde residía.

PS 4: En enero de 2021, por primera vez, en Francia, una persona asmática obtiene el estatus de refugiado alegando que no se le puede deportar a su país de origen dados los altos índice de contaminación. Es el caso de un hombre de cuarenta años de Bangladesh que emigró a Toulouse donde vive y trabaja de camarero. Los tribunales de Francia han aceptado las alegaciones de su abogado.

PS 5: En abril de 2021, un estudio de las universidades de Birmingham, Harvard y Leicester estimó en 8,7 millones  las muertes prematuras en el mundo en 2018 atribuibles a las partículas PM2,5 provenientes de la quema de combustibles fósiles (especialmente carbón, gasolina y diésel, y del desgaste de ruedas de los vehículos y pastillas de freno). Esta actualización de la cifra de mortalidad por la contaminación del aire respecto a la calculada con datos de 2015 y publicada en The Lancet en 2017 nos da un escenario al alza que sabemos que se puede reducir drásticamente con políticas globales y, sobre todo, políticas locales, cambiando el modelo de ciudad como se propone en este Quaderns.

«Antes de este virus, la humanidad ya estaba amenazada de asfixia. Si tiene que haber guerra, no puede ser tanto contra un virus específico como contra todo lo que condena a la mayoría de la humanidad a un cese prematuro de la respiración, todo lo que ataca fundamentalmente a las vías respiratorias, todo lo que, en el largo reinado del capitalismo, ha constreñido a segmentos enteros de la población mundial, a razas enteras, a una respiración difícil y jadeante y a una vida de opresión. Superar esta constricción significaría que concebimos la respiración más allá de su aspecto puramente biológico, y en cambio como aquello que tenemos en común, aquello que, por definición, escapa a todo cálculo. Con lo que quiero decir, el derecho universal a la respiración.»

El derecho universal a respirar, Achille Mbembe 2020


Notas:

  1. En julio de 2019, Olga Subirós ganó el concurso para el comisariado de la participación de Cataluña en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2020 con el proyecto Air/Aria/Aire sobre la contaminación del aire en las ciudades en general y, en concreto, en la ciudad de Barcelona y sobre la necesidad de establecer un cambio de modelo de ciudad. A causa de la pandemia por la COVID-19, la Bienal se pospuso hasta 2021. 
  2.  The Lancet, Vol. 391, n. 10119, 19 de octubre de 2017. Accesible en: https://www.thelancet.com/commissions/pollution-and-health
  3.  European Environment Agency, Air quality in Europe – 2019 Report. Accesible en: https://www.eea.europa.eu//publications/air-quality-in-europe-2019
  4.  European Environment Agency, El Medio ambiente en Europa:

    segunda evaluación, Capítulo 5, «Ozono troposférico», 2016. Accesible e:  https://www.eea.europa.eu/es/publications/92-828-3351-8/page005.html

  5.  Hace referencia, irónicamente, a Love is in the air, un tema musical de John Paul Young de 1977.
  6.  Accesible en: http://environmentalhistory.org/about/airpollution/
  7.  Accesible en: https://www.epa.gov/laws-regulations/summary-clean-air-act
  8.  Accesible en: https://www.bbc.com/future/article/20151221-the-lethal-effects-of-london-fog
  9.  Este es uno de los seis pósteres anticontaminación patrocinados por Olivetti Ltd en 1971 y producidos con la colaboración de Jean Herzberg Lipman, una destacada mecenas de las artes y editora de Art in America. Con sus contactos, convenció a Roy Lichtenstein, Georgia O’Keefe, Edward Steichen, Ernest Trova, Alexander Calder y Buckminster Fuller para participar en el proyecto. Todos ellos crearon un póster que empezaba diciendo «Salvemos nuestro planeta» con un eslogan secundario que trataba la protección del agua, el aire, la naturaleza, la fauna, las personas y, como en este ejemplo, las ciudades. El objetivo de los pósteres era llegar al máximo nivel político y, a la vez, llegar al gran público. Se hizo una edición firmada para dar a cada uno de los, en ese momento, 132 países miembros de la ONU en la sede de Nueva York. También se expusieron en varias instituciones culturales internacionales y se realizó una edición a precios asequibles con fines benéficos para la UNESCO.
  10.  En palabras de Fuller, «I found that the surface of buildings [that] stood below our dome were 80 times the surface of my dome, which would mean that if you just had the covering over there, you’d reduce heat losses in New York 80 times. We would reduce down to about 20% of the amount of energy input you’d have to put in today».  
  11.  L. Steven Sieden, A Fuller View. Buckminster Fuller’s Vision of Hope and Abundance for all. Divine Arts Media, 2011, p. 358.
  12.  Felicity D. Scott, « Eco-Tripping: Ant Farm’s Environmental Media», Flash Art, 13 de agosto de 2019. Accesible en: https://flash—art.com/article/ant-farm/
  13.  Un año antes de Fuller, Barbara Ward ya había publicado el libro Spaceship Earth donde decía «We have forgotten how to be good guests, how to walk lightly on the earth as its other creatures do.» «We cannot cheat on DNA. We cannot get round photosynthesis. We cannot say I am not going to give a damn about phytoplankton. All these tiny mechanisms provide the preconditions of our planetary life. To say we do not care is to say in the most literal sense that “we choose death”.»
  14.  Accesible en: https://apod.nasa.gov/apod/ap000401.html
  15.  Accesible en: https://www.flickr.com/photos/nasacommons/9460163430/
  16.  Accesible en: https://visibleearth.nasa.gov/images/55418/the-blue-marble-from-apollo-17
  17.  Accesible en: https://solarsystem.nasa.gov/resources/536/voyager-1s-pale-blue-dot/
  18.  Paul J. Crutzen, «The Anthropocene», en Eckart Ehlers y Thomas Krafft, Earth System Science in the Anthropocene. Viena y Nueva York: Springer, 2006. Accesible en:  https://link.springer.com/chapter/10.1007/3-540-26590-2_3
  19.  Entrevista con Timothy Morton y Dominic Boyer. Anthropocenes – Human, Inhuman, Posthuman, 1(1): 10, DOI, 27 de mayo de 2020. Accesible en:  https://doi.org/10.16997/ahip.5
  20.  Accesible en: http://www.bruno-latour.fr/sites/default/files/downloads/124-GAIA-SPEAP-SPANISHpdf.pdf
  21.  Accesible en: https://extinctionrebellion.uk/
  22.  Accesible en: https://fridaysforfuture.org/
  23.  Accesible en: https://www.theguardian.com/sustainable-business/2017/jul/10/100-fossil-fuel-companies-investors-responsible-71-global-emissions-cdp-study-climate-change
  24.  WWF, Living Planet Report 2020 – Bending the curve of biodiversity loss. Almond, R.E.A., Grooten M. and Petersen, T. (Eds), Gland, Suiza: WWF, 2020. Accesible en:  https://www.wwf.org.uk/sites/default/files/2020-09/LPR20_Full_report.pdf
  25.  Evangelista Torricelli: «We live submerged at the bottom of an ocean of the element air, which by unquestioned experiments is known to have weight.», 1644.
  26.  Tobias Rees, «From The Anthropocene to the Microbiocene», Noéma. Los Ángeles: Berggruen Institute, 10 de junio de 2020. Accesible en:  https://www.noemamag.com/from-the-anthropocene-to-the-microbiocene/
  27.  Ildefons Cerdà, Teoría general de la urbanización y aplicación de sus principios y doctrinas a la reforma y ensanche de Barcelona. Madrid: Imprenta Española, 1867. Reeditado por el Instituto de Estudios Fiscales, 1968-1971.
  28.  Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto Comunista, 1848. Accesible en: https://www.gutenberg.org/ebooks/61
  29.  Lynn Margulis, Symbiotic Planet: A New Look at Evolution. Nova York: Basic Books, 1998. Traducción al castellano: Planeta Simbiótico: Un nuevo punto de vista sobre la evolución. Barcelona: Debate, 2002. 
  30.  Gregory Bateson, Steps to an Ecology of Mind: Collected Essays in Anthropology, Psychiatry, Evolution, and Epistemology. San Francisco: Chandler Publishing Company, 1972.
  31.  Félix Guattari, Les Trois Écologies. París: Galillée, 1990.
  32.  Kim Stanley Robinson, «Piénsate como planeta», en Después del fin del mundo, José Luis de Vicente (ed.), Barcelona: CCCB, 2017.

     Geetha G. Thimmegowda et al., «A field-based quantitative analysis of sublethal effects of air pollution on pollinators», 10 de agosto de 2020. Accesible en: https://www.pnas.org/content/117/34/20653

  33.  Geetha G. Thimmegowda et al., «A field-based quantitative analysis of sublethal effects of air pollution on pollinators», 10 de agosto de 2020. Accesible en: https://www.pnas.org/content/117/34/20653
  34.  Harris Solomon, «Living on Borrowed Breath: Respiratory Distress, Social Breathing, and the Vital Movement of Ventilators»,18 de agosto de 2020. Accesible en: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32812269/
  35.  Timothy Morton, Being Ecological. Cambridge: MIT Press, 2018.
  36.  Bruno Latour, Dónde aterrizar. Cómo orientarse en política, Barcelona: Taurus, 2017.
  37.  María Neira, «Health must be the number one priority for urban planners», 21 de marzo de 2018. Accesible en: https://www.who.int/mediacentre/commentaries/2018/health-urban-planning/en/
  38.  New Territorialities. Conversation with Nader Tehrani, 30 de julio de 2020. Accesible en: https://www.transfer-arch.com/transfer-next/new-territorialities/
  39.  Olga Subirós, «COVID-19, distancia física y ciudad», Escola Sert, 10 de junio de 2020. Accesible en: https://www.escolasert.com/ca/blog/covid-19-grans-ciutats
  40.  Datos básicos de movilidad 2015, p. 10. Accesible en: https://www.barcelona.cat/mobilitat/sites/default/files/DB_2015.pdf
  41.  Datos básicos de movilidad 2015, p. 38. Accesible en: https://www.barcelona.cat/mobilitat/sites/default/files/documents/pmu_bcn_2013-2018_introduccio_i_diagnosi.pdf
  42.  Informe de calidad del aire de Barcelona, 2019. Accesible en: https://www.aspb.cat/wp-content/uploads/2020/10/Informe_qualitat-aire-2019.pdf
  43.  Datos de movilidad 2017. Accesible en: https://bcnroc.ajuntament.barcelona.cat/jspui/handle/11703/111727
  44.  Accesible en: http://300000kms.net/
  45.  Accesible en: https://air.300000.eu/#ca
  46.  La ciudad de los 15 minutos. Accesible en: https://annehidalgo2020.com/thematique/ville-du-1-4h/
  47.  Paul Baran, On Distributed Communications, Memorandum RM-3420-PR. Santa Monica, California: RAND Corporation, 1964, p. 16. Accesible en: https://www.rand.org/content/dam/rand/pubs/research_memoranda/2006/RM3420.pdf
  48.  Achille Mbembe, «The Universal Right to Breath», Critical Inquiry, 2020. Accesible en: https://critinq.wordpress.com/2020/04/13/the-universal-right-to-breathe/
  49.  European Environment Agency, «Air quality and COVID-19», 4 de abril de 2020. Accesible en: https://www.eea.europa.eu/themes/air/air-quality-and-covid19
  50.  Accesible en: https://www.llull.cat/monografics/air/catala/index.cfm
  51.  Angely Mercado, «What does pollution have to do with police violence?», Grist, 19 de junio de 2020. Accesible en: https://grist.org/justice/pollution-police-george-floyd-eric-garner-covid/
  52.  https://doi.org/10.1016/j.envres.2021.110754 y publicado en The Guardian https://www.theguardian.com/environment/2021/feb/09/fossil-fuels-pollution-deaths-research

 


Olga Subirós es Arquitecta y comisaria del proyecto Air/Aria/Aire

 

El cargo Aire radical apareció primero en Arquine.

]]>
Catalonia in Venice – air/aria/aire https://arquine.com/obra/catalonia-in-venie-air-aria-aire/ Tue, 20 Jul 2021 06:00:57 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/catalonia-in-venie-air-aria-aire/ En la mayoría de entornos urbanos, las emisiones de los vehículos quedan atrapadas por el efecto street canyon haciendo que los contaminantes se acumulen y permanezcan a pie de calle contribuyendo a provocar más de 7 millones de muertes al año en el mundo, como nos dicen numerosas evidencias científicas.

El cargo Catalonia in Venice – air/aria/aire apareció primero en Arquine.

]]>

El título de la Bienal Bienal de Arquitectura de Venecia 2021 es “¿Cómo vamos a vivir juntos?”. Olga Subirós curadora de la participación de Cataluña la reformula con un “Cómo sobreviviremos juntos?” a lo que responde con un proyecto que invita a que, arquitectos, urbanistas y arquitectos del paisaje, conozcan y actúen sobre la materia invisible que se encuentra entre lo construido: el aire. El aire es justo donde confluyen las grandes crisis actuales: la crisis climática y la crisis de salud pública por la contaminación del aire en las ciudades, crisis interconectadas entre ellas y también con la pandemia por la Covid-19. Los modelos de ciudad actuales han diseñado el aire que respiramos sin prácticamente darse cuenta de ello. Las ciudades que años atrás desplazaron las industrias contaminantes dejaron paso masivamente a los vehículos de uso privado, a la movilidad forzada vivienda-trabajo y el transporte de mercancías urbano 24/7.

En la mayoría de entornos urbanos, las emisiones de los vehículos quedan atrapadas por el efecto street canyon haciendo que los contaminantes se acumulen y permanezcan a pie de calle contribuyendo a provocar más de 7 millones de muertes al año en el mundo, como nos dicen numerosas evidencias científicas. El urgente y necesario rediseño del aire pide un urgente y necesario cambio de modelo de ciudad. Y, de hecho, hay una gran oportunidad de actuar localmente contra la contaminación del aire en las ciudades con un impacto positivo inmediato. La propuesta toma la ciudad de Barcelona, una de las ciudades más contaminadas de Europa, como caso de estudio.

Para investigar esta problemática Subirós invita al equipo de urbanista 300.000 Km/s a producir la evidencia cartográfica que identifica las vulnerabilidades, el impacto y las acciones para cambiar el modelo de ciudad. En la exposición como curadora y también como arquitecta Subirós propone vivir una experiencia inmersiva: una multiproyección audiovisual muestra estas cartografías inéditas, una exposición sobre la materialidad del aire y una instalación sonora interpretada por María Arnal y compuesta con John Talabot, que es un aria inédita que nos cuestiona de quién es el aire. Esta pregunta sobre la propiedad de los bienes necesarios para nuestra supervivencia es también la pregunta esencial sobre el modelo de ciudad que necesitamos.

El proyecto se ha convertido en una operación de producción y difusión de evidencias. Necesitamos evidencias porque ha habido un crimen. El crimen es el sistema económico que en su forma más devastadora provoca y sigue provocando muertes, desigualdades por defecto y la crisis económica, social y ecológica en la que estamos inmersos. Construir evidencia cartográfica es un acto político que hace visible lo inadmisible. Decidir qué consideramos evidencia suficiente es también una construcción social que se alza con entidad suficiente para informar a la ciudadanía y movimientos de base social, para preguntar, señalar, denunciar, pedir responsabilidades y cambios en las regulaciones vigentes. La exposición expandida en la publicación, la web, el disco, los podcasts, los talleres y la participación en otros eventos es, una gran caja de herramientas ciudadana.

 


Entrevista a Olga Subirós en #LaHoraArquine

El cargo Catalonia in Venice – air/aria/aire apareció primero en Arquine.

]]>
Investigar el aire. Conversación con Semaneh Moafi de Forensic Architecture https://arquine.com/investigar-el-aire-conversacion-con-semaneh-moafi-de-forensic-architecture/ Mon, 31 May 2021 13:49:39 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/investigar-el-aire-conversacion-con-semaneh-moafi-de-forensic-architecture/ Semaneh Moafi es arquitecta e investigadora en jefe de la agencia Forensic Architecture, organización que pone herramientas visuales de proyección arquitectónica, como la renderización, para recrear sucesos de violencia y represión.

El cargo Investigar el aire. Conversación con Semaneh Moafi de Forensic Architecture apareció primero en Arquine.

]]>
 

Semaneh Moafi es arquitecta e investigadora en jefe de la agencia Forensic Architecture, organización que pone herramientas visuales de proyección arquitectónica, como la renderización, para recrear sucesos de violencia y represión, como la Plataforma Ayotzinapa, investigación que presentaron en 2017 y en la que se diseñó una cartografía que colocaba, en el espacio y el tiempo, la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas entre la noche del 26 de septiembre y la madrugada del 27. Pero si la práctica de Forensic Architecture observa objetos y cuerpos digamos que tangibles, como los efectos de los bombardeos israelíes sobre Palestina o el aniquilamiento de 43 cuerpos, ¿qué implicaciones tiene rastrear el aire y sus efectos sobre los espacios urbanos? En el portal Sala 10, espacio virtual del Museo Universitario de Arte Contemporáneo, se estará  mostrando hasta el 15 de agosto la investigación Gases lacrimógenos en la Plaza de la Dignidad, un registro de cuántos cartuchos de gases lacrimógenos fueron utilizados durante las protestas en Santiago de Chile ante el alza de tarifas en el transporte público. 

La investigación fue comisionada por una organización vecinal llamada No + Lacrimógenas, cuya preocupación son los efectos urbanos y ecológicos de un arma con una fuerza expansiva. Iniciada en 2019 y publicada en diciembre de 2020, primero se lanzó con medios aliados chilenos, ya que en Forensic Architecture buscaba que el mensaje de la investigación llegara primero a los afectados, dado que el movimiento social chileno se detuvo ante la llegada de la pandemia. A decir de Semaneh Moafi, Gases lacrimógenos en la Plaza de la Dignidad busca enfatizar que el levantamiento chileno no se ha apagado del todo. Una primera posición que se tomó en este proyecto es que las nubes de gas lacrimógeno son objetos que pueden modificar cómo se usan las ciudades: “Es posible observar los rastros del gas lacrimógeno ahí donde ha habido represión policial. Es posible relacionar al gas lacrimógeno con esos contextos políticos.  Puedes ver el gas lacrimógeno en el Colombia, en el Líbano, en Hong Kong”, declara Moafi en entrevista con Arquine. “Lo que este trabajo busca hacer es que alguien se responsabilice por el uso del gas lacrimógeno, o abolir su uso en todo el mundo”.  

La gestión e instrumentalización del aire, el cual se volvió un arma a favor del brazo policial chileno, es una forma de controlar ideológica y físicamente al territorio. Moafi: “El filósofo Peter Sloterdijk dice que el inicio del siglo XX es el inicio de la guerra ambiental. Una guerra en la que el blanco no es el cuerpo del enemigo, sino al ambiente del enemigo. Al realizar un acto tan elemental como respirar, el enemigo puede aniquilarse a sí mismo”. Esta línea de pensamiento detonó un proyecto anterior a la investigación sobre los gases lacrimógenos titulado Cloud Studies, en donde Forensic Architecture investigó diferentes tipos de nubes tóxicas, como aquellas producidas en los sitios donde se extrae petróleo o donde hay plantas petroquímicas que, en diversos casos, han intoxicado ecosistemas, como el río Mapocho, a donde llegó la nube de gases lacrimógenos expulsada en la Plaza de la Dignidad. 

“Para Cloud Studies nos aproximamos a un artículo del filósofo Achille Mbembe titulado ‘El derecho universal a respirar’”, declara Moafi. “Los planteamientos que establecimos siguiendo el pensamiento de Mbembe es que respirar no es un acto meramente biológico; se trata, mejor dicho, de un bien común que debe ser protegido de manera universal. Debemos pensar en formas y herramientas para mantenerlo. Si, según Sloterdijk, el inicio del siglo XX fue el de la guerra ambiental y de la instrumentalización del aire como arma bélica, tal vez el inicio del siglo —incluyendo lo que estamos viviendo con la pandemia— es un momento para pensar en la respiración, en quien respira y en quien se queda sin aliento. Y para pensar en las posibilidades de reclamar el derecho al aire y a proteger al aire. ¿Cómo pensar al aire como una forma de lo común? No sólo en contextos locales sino bajo parámetros que puedan construir solidaridades que sean transfronterizas”. 

Agrega: “Otro ángulo de esta investigación sobre las nubes contemplaba los incendios forestales. Observamos una nube que se formó en 2015 y que cruzó Indonesia, Malasia, Singapur. Casi toda esa región estuvo cubierta por los incendios forestales provocados de manera industrial por la agricultura ilícita. Estos incendios aceleran los procesos agrarios para poder explotar la tierra. Poco después nos dimos cuenta que los gases lacrimógenos son otra clase de nubes tóxicas que se usan en ambientes urbanos. Pudimos clasificar entre siete y ocho tipos de nubes tóxicas.”

¿Cómo es que las nubes tóxicas se vuelven un objeto de estudio con repercusiones físicas en un espacio dado? Moafi expone que “desde una perspectiva de investigación, hay algunas preguntas que surgen: ¿cómo rastreas las nubes? Las nubes se evaporan. Las puedes ver, tienen efectos sobre ti, pero después se evaporan. Incluso puedes seguir percibiéndolas con el olfato, pero no las puedes ver. Pero puedes usar técnicas open source para investigarlas. Con éstas, puedes identificar la fuente de la que proviene a nubes. En una explosión de Beirut que estudiamos, es posible peritar si el fuego inició en alguna clase de bodega, utilizando como registro los medios que la gente utiliza. Es posible analizar videos tomados por smartphones, lo cual es una técnica open source. Esa documentación puede sumarse a una labor investigativa. También están los expedientes médicos que reportan qué efectos tienen estas nubes, incluyendo a los gases lacrimógenos, porque casi todas tienen un post-efecto sobre el cuerpo. Hay una brecha entre lo que originó la nube y el efecto posterior que tienen: ¿cómo se mapea el camino entre estos puntos?”

Forensic Architecture trabajó con ecologistas, geólogos y otros científicos para recrear el tránsito de las nubes de gas de lacrimógeno en la Plaza de la Dignidiad, y también incluyeron herramientas con las que se pudieran reconstruir los espacios urbanos donde estas nubes se encontraban, que van desde las cámaras de vigilancia hasta los reportes meteorológicos. Con esto, pudieron definir sobre una cartografía más precisa de dónde vinieron esas nubes, hacia dónde se dirigieron y qué tan lejos llegaron. “En el caso del gas lacrimógeno, nos enteramos que, de hecho, aquello no es técnicamente un gas, sino que son partículas, y que esas partículas permanecen en el aire y en el suelo, por lo que pudimos calcular cuánta concentración de partículas se mantuvo incluso después de las protestas. Una vez teniendo estos datos, se puede responsabilizar a la policía por arriesgar la salud de sus ciudadanos, porque pudimos calcular cuantitativamente cuánto gas lacrimógeno utilizaron y cuál fue el movimiento que tuvo esa nube, así como su efecto sobre la salud de los ciudadanos. Esta técnica investigativa y la metodología que la sustenta puede aplicarse a diferentes contextos y a diferentes ciudades, con el fin de que organizaciones activistas logren que el gas lacrimógeno se prohíba”. 

El uso de cámaras de vigilancia para la investigación sobre la Plaza de la Dignidad también fue fundamental pero, si en otros proyectos Forensic Architecture sólo puede rescatar fragmentos de un metraje al que se le tendría que consultar sin trámites institucionales, la documentación en las protestas chilenas resultó singular. “Por lo general tenemos poco metraje de videos, y tenemos que ensamblar una investigación con diversas fuentes para poder entender qué ocurrió. Pero en estas protestas, los habitantes de un edificio cercano a la plaza decidieron, desde el inicio del levantamiento, dirigir sus cámaras de vigilancia hacia la plaza para filmarla y transmitirla en YouTube. Tenemos, entonces, un archivo muy completo sobre un levantamiento. Creo que es un momento muy esperanzador para la documentación. La gente puede capturar casos de violencia estatal, ya que ellos mismos las pueden hacer para difundirla en redes sociales. Estábamos muy emocionados por este metraje porque pudimos darles un espacio y tiempo a las protestas. Es una filmación ininterrumpida que, por horas, mira lo que está ocurriendo en la plaza.”

En las protestas de la Plaza de la Dignidad se tensionó lo físico y lo simbólico de una manera que puede ser familiar a todas las regiones donde han ocurrido protestas. Al respecto, Moafi reflexiona: “Parece que una justificación para ‘proteger’ la Plaza de la Dignidad fue la estatua que se encuentra en su centro. De alguna manera, proteger la estatua era proteger a la nación. Tal vez, lo más importante que aprendimos sobre lo ocurrido en Chile fue una lección espacial:  las rotondas son un modelo colonial. Sirven para cortar el tejido urbano, sobre todo en sitios como el Oriente Medio. Organizan circulaciones, se aseguran que no haya fricciones: es una tipología pensada para controlar. La rotonda de la Plaza de la Dignidad fue (re)apropiada como un bien común. Personas marginalizadas estaba ocupando un espacio hecho para la circulación, bloqueando sus funciones. De alguna manera, esto devolvió la rotonda a la ciudadanía y fue un acto realizado por colectivos feministas, ciudadanía indígena, ciudadanía LGBT y la clase obrera. Fue una solidaridad muy transversal. El gas lacrimógeno se opone a esta solidaridad espacial, ya que ocupa el aire de las personas que toman la rotonda.“ 

El cargo Investigar el aire. Conversación con Semaneh Moafi de Forensic Architecture apareció primero en Arquine.

]]>
El diseño del aire https://arquine.com/el-diseno-del-aire/ Fri, 29 Jan 2021 14:22:46 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-diseno-del-aire/ Del uso de gas como arma durante la Primera Guerra a las diversas propuestas para intentar controlar los gases que generan el efecto invernadero en nuestra atmósfera, vivimos en la era de lo que Peter Sloterdijk llama "atmotécnica": el diseño del aire.

El cargo El diseño del aire apareció primero en Arquine.

]]>
A pesar de las restricciones de la Convención de la Haya, que prohibían el uso de químicos en un conflicto armado, Alemania, en los inicios de la Primera Guerra Mundial, comenzó las operaciones de la Sección de Química en el Ministerio de Guerra, un laboratorio de experimentación comandado por el capitán y científico Fritz Haber, quien murió el 29 de enero de 1934. El equipo de Haber no sólo diseñó la solución de gases a base de cloro que sería utilizada en las trincheras, sino también los dispositivos que las diseminarían sobre el campo enemigo y las mascarillas con filtros absorbentes que protegerían a los soldados a cargo de manipular del gas tóxico, bautizado como iperita por ser utilizado por vez primera en la ciudad belga de Ypres, en 1915. 

El entendimiento de la atmósfera por parte de Harber no sólo contempló composiciones químicas en abstracto sino que puso en marcha el desarrollo de dispositivos que hicieran más eficiente el ataque. Por esto, Peter Sloterdijk afirma que la guerra química fue un proyecto de diseño. Dice: “Desde el comienzo [de la guerra química] el principio design [es necesario] ya que la manipulación operativa de ambientes gaseados en terrenos abiertos obliga a una serie de innovaciones atmotécnicas. Por su causa, las nubes tóxicas de combate se convirtieron en una tarea de diseño productivo.” El aire se vuelve un objeto cuyas funcionalidades pueden ser ajustadas a las necesidades del combate. Apunta Sloterdijk: “Los combatientes movilizados como soldados normales en los frentes de gas, tanto en el oeste como en el este, se vieron enfrentados al problema de desarrollar rutinas para el diseño regional de atmósferas.”

Para Sloterdijk, el desarrollo de la atmotecnia —la técnica y diseño de las atmósferas— es lo que define a la modernidad. Los avances científicos se permiten hacer del ambiente una materia adaptable. Pero la atmotecnia no sólo involucra al diseño de nubes tóxicas sino que también hace del acto de respirar un peligro. Una simple necesidad fisiológica destruye el sistema interno de los atacados. La posibilidad de expandir el gas en territorios determinados vuelve imposible que ahí se desarrolle la vida. Desde la creación del iperita, también conocido como gas mostaza por su tonalidad amarillenta, el aire ha sido continuamente instrumentalizado para ejercer lo que Sloterdijk llama terror.

Para autores como Jason W. Moore, la responsabilidad del calentamiento global no puede ser cargada a toda la humanidad ya que se debe tomar en cuenta “una marcada desigualdad en la distribución de la riqueza y el poder”. “Desde este punto de vista”, continúa Moore, “la frase ‘cambio climático antropogénico es una forma especial de culpar a las víctimas de la explotación, la violencia y la pobreza. ¿Una alternativa más acertada? La nuestra es una era de crisis capitologénica.”

La acumulación y nula distribución de la riqueza ha generado también un asedio sobre el aire y sobre la mentalidad contemporánea, tanto que la crisis climática es una vía para diagnosticar la ansiedad. Sin embargo, hay proyectos que, casi bajo los mismos preceptos de Fritz Haber, teórico de la atmósfera, buscan revertir los efectos de la crisis. Por ejemplo, la geoingeniería busca intervenir a gran escala los climas terrestres. La creación de nubes artificiales que protejan a la tierra de los rayos del sol o del desarrollo de tecnologías para eliminar el carbono que contamina el aire son algunas de las herramientas —todavía en fase especulativa— propuestas por esta disciplina. Sin embargo, la implementación de las hipótesis científicas requieren de medios de producción que, por lo general, son controlados por agentes muy específcos. Para la diseñadora y geógrafa Holly Jean Buck, la facilidad con la que estas tecnologías pueden ser cooptadas por intereses políticos aumentaría los estragos de la tragedia climática, ya que las disparidades implicarían no sólo las económicas sino también las ambientales. La preocupación de Buck tiene más sentido a la luz de un tuit reciente del físico Elon Musk, quien dijo que daría un premio de 100 millones de dólares al mejor dispositivo para capturar carbono.

Para Buck, si el uso de las tecnologías que imagina la geoingeniería se vuelve parte de la discusión política pública —es decir, si se transparentan las fuentes de financiamiento y se ponen al servicio de la colectividad— es más probable que se tomen mejores decisiones sobre qué le conviene a la mayoría Pero el clima político actual plantea algunas dudas, al igual que la época de Fritz Haber, quien recibió el Premio Nobel de Química en 1918, tan solo tres años después de que hiciera del aire un arma de exterminio masivo. 

El cargo El diseño del aire apareció primero en Arquine.

]]>
Las políticas del aire https://arquine.com/las-politicas-del-aire/ Tue, 12 Jan 2021 00:52:56 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/las-politicas-del-aire/ El aire y la climatización espacial de éste concierne (o deberían concernir) a las políticas del espacio público actual: el que ahora se encuentra clausurado. Células como invernaderos o adaptaciones de casas de campaña que permitan mantener la distancia saludable entre ciudadanos son formas de construcción que podrían volverse fundamentales durante la pandemia.

El cargo Las políticas del aire apareció primero en Arquine.

]]>
 

El aire y la climatización espacial de éste concierne (o deberían concernir) a las políticas del espacio público actual: el que ahora se encuentra clausurado. Células como invernaderos o adaptaciones de casas de campaña que permitan mantener la distancia saludable entre ciudadanos que acudan, por ejemplo, a un parque, al tiempo que regulen el número de ocupantes en los índices recomendados por las organizaciones de salud, son formas de construcción que podrían volverse fundamentales durante la pandemia. Tipologías posibles que tendrían que ser transportables y de instalación fácil y temporal en los espacios exteriores urbanos, los cuales siguen existiendo y todavía son fundamentales para los habitantes de la ciudad. Pero, además de la posible implementación de estrategias constructivas y de normativas urbanas, el aire en sí mismo podría leerse como un elemento político.

La artista y escritora Esther Choi, en un ensayo titulado “Atmósferas de crítica institucional: la temporalidad pneumática de Haus-Rucker-Co”, analiza la práctica del colectivo Haus-Rucker-Co, conformado por Günter Zamp Kelp, Klaus Pinter, Laurids Onter y Manfred Ortner, activo entre las décadas de los 60 y 70, a la luz de las preocupaciones ecológicas y urbanas que justificaron sus instalaciones en espacios institucionales y públicos. Choi comenta que, durante sus años de actividad, el colectivo construyó bajo la noción de naturaleza como un dispositivo cultural que podía ser activado —e instrumentalizado— por aparatos como museos o gobiernos, por lo que ellos proyectaron, no sin cierta ironía, “ecosistemas postecológicos en los que convergen la arquitectura y la naturaleza en un ambiente diseñado con una ingeniería cultural y estética”. Los proyectos de Haus-Rucker-Co son escenarios apocalípticos que albergan vegetación que se mantiene con vida de manera artificial. En palabras de Choi, “las burbujas que diseñaron representan un ideal platónico de la naturaleza y también una inminente catástrofe; para ellos, la burbuja fue una herramienta que probaba los peligros y las posibilidades de una era geológica a la que ahora nombramos como Antropoceno.”

La reflexión del colectivo giró en torno al fin de la naturaleza como un territorio no intervenido por la ingeniería, pero también lo fue el aspecto lúdico de las burbujas, invernaderos y plásticos portables que diseñaron. Para Haus-Rucker-Co, el material de desperdicio —un signo del daño ecológico que en su época era apenas un presagio— tenía un potencial subversivo. El plástico fue el material para diseñar dispositivos portables, casas-burbuja que pudieran transportarse o caretas que modificaran el rostro y darle los rasgos de moscas biomecánicas. Si la naturaleza puede ser tecnológicamente manipulable, los seres humanos forman parte de esa misma biósfera que se está modificando. Con las caretas de Haus-Rucker-Co, los ciudadanos pueden habitar su propio aire e intervenir su misma piel para operar de manera más eficiente en una atmósfera prostética, artificial. Por el lado de sus casas-burbuja, el colectivo hacía de la vivienda —un bien que al que sólo puede acceder quien tiene capital— una estructura movible, portátil y pública. Las viviendas inflables de Haus-Rucker-Co, incluso, pueden disparar nuevas funciones del espacio público al margen de la planeación urbana, como apuntó Reyner Banham en su ensayo “Bolsas de aire monumentales”: “Al contrario de la relación que se puede tener con el caparazón estático del edificio tradicional, al que puedes pegarle con toda la fuerza de tus puños y dentro del que puedes gritar y ni siquiera obtener un eco como respuesta, en la bolsa, mediante un impulso de aire dirigido a la piel que circundará al ocupante producirá una ráfaga de temblores y crujidos que desaparecen rápidamente conforme adapta sus formas a la respiración del habitante.”

Para Banham, los inflables no solamente envuelven a un usuario sino que producen también una suerte de ecología que une la respiración humana con un material que se adapta al aire. Esta especulación resulta pertinente en el contexto de una pandemia que ha catalizado la circulación de imágenes del pasado que imaginaban un futuro donde los peatones urbanos circularían en su propia burbuja privada. Ahora, salir a la calle implica tener que habitar diversas burbujas, desde el cubrebocas tradicional hasta las caretas construidas con restos de garrafones desechables. Pero sigue representando un peligro quedarse en un parque. ¿Qué infraestructura puede diseñarse para inmunizar el espacio público y poder habitarlo sin riesgo de contagio?

 

 

En Espumas, el tercer volumen de la serie Esferas, Peter Sloterdijk aborda, entre otras cosas, las implicaciones éticas del diseño de cápsulas que pueden albergar la vida. Sin motivaciones metafóricas, el filósofo se pregunta cómo se habitan las burbujas, los invernaderos, todos los espacios construidos por tecnologías que ya no están relacionadas con la proyección tradicional de las casas y que, además, demanden un rigor higiénico para que puedan ser habitadas. Sloterdijk se pregunta si esta clase de espacios son un impedimento para construir comunidades. La solución propuesta es que esas “espumas” deben producir un “co-aislamiento”, una convivencia entre habitantes que no se tocan pero cuyas separaciones “sirv[an] de límite entre dos o más esferas”. Dos o más burbujas, o inflables, o invernaderos, podrían coexistir en un mismo espacio sin que tengan la necesidad de tocarse pero, no por ello, dejar de formar vecindades en las acepciones de vecindarios y vecinos. Si Haus-Rucker-Co cuestionaban cómo podía instrumentalizarse el aire, por la pandemia comienzan a aparecer diseños que utilizan algunas estrategias formales del colectivo pero que se oponen a sus motivaciones políticas. 

La reportera Winnie Hu habló recientemente sobre la aparición de una serie de invernaderos y burbujas en las zonas centrales de Nueva York, sitios donde un grupo reducido de amigos o familias pequeñas pueden degustar comida gourmet mientras disfrutan alguna función de teatro, la cual se escenifica en alguna célula separada de los comensales. Podría pensarse que se están cumpliendo las condiciones del coaislamiento imaginado por Sloterdijk, pero sucede que a estas burbujas sólo pueden acceder quienes tienen la economía para pagarse una buena comida y apreciar teatro al aire libre. El aire se convierte en una frontera entre clases. Hu comenta otras iniciativas, como la que emprendió la sede central de la biblioteca pública de la ciudad instalando sillones en su exterior con una red de internet abierta, o las proyecciones de cine al aire libre en Hudson Yards donde un número determinado de espectadores ocupa una línea sobre el suelo, un cajón que delimita la sana distancia. Pero estas soluciones no son tan eficientes como la del invernadero. Adentro del invernadero circula un aire higienizado y relativamente seguro para quien puede pagarlo y, afuera, permanece el aire peligroso para los ciudadanos que quieren o necesitan habitar el espacio público. Esta infraestructura es transportable, pero no ocupa la ciudad con otra posibilidad de espacio público, una que tendría que ser urgente. 

El cargo Las políticas del aire apareció primero en Arquine.

]]>
El aire de los tiempos https://arquine.com/el-aire-de-los-tiempos/ Wed, 13 May 2020 13:53:23 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-aire-de-los-tiempos/ De la máscara medieval del Doctor Schnabel al casaco transparente de Plastique Fantastique hay una historia de la voluntad de protegerse y aislarse que pasa de la vestimenta a la arquitectura y de vuelta a aparatos que se pegan al cuerpo.

El cargo El aire de los tiempos apareció primero en Arquine.

]]>

Verano de 1936. Londres. La ola de calor que golpeaba al hemisferio norte se hacía sentir en esa ciudad que se piensa con eternos cielos nublados. En alguna foto de la época un bombero baña a un grupo de niños en la calle, una imagen vista en otras partes, mas no tan común en la lluviosa capital de Inglaterra. En otra fotografía dos hombres pasean a tres galgos; uno sujeta las correas, otro los cubre con una sombrilla. No se trata del encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección del que habló Lautréamont, ni quizá resulte tan raro como ver a un buzo cubriéndose con un paraguas, pero casi. Era el aire de los tiempos.

Por esos días se había inaugurado, el 11 de junio, la Exhibición Internacional Surrealista en la galería New Burlington. Arp, Bellmer y Ernst, Calder y Duchamp, Klee y Miro, Picasso y Picabia, entre muchos otros. Cinco conferencias acompañaron a la exposición. La primera la dio André Breton y trató de los límites del surrealismo. La última corrió a cargo de Dalí.

El tema de la plática de Dalí era la paranoia, la Hermandad Prerrafaelita, Marx —Harpo— y los fantasmas. Para dar la conferencia, Dalí le encargó a Lord Berners que rentara un traje de buzo. Gerald Hugh Tyrwhitt-Wilson, 14º barón de Berners, fue un excéntrico pintor, escritor y compositor. Su Rolls Royce tenía un clavicordio en el asiento trasero para que pudiera tocar en caso de que le llegara la inspiración. Lord Berners compartía con Dalí el gusto por las jirafas: tenía una como mascota. Cuando a Lord Berners le preguntaron qué tipo de traje de buzo requería y hasta qué profundidad se sumergiría, respondió que hasta lo más profundo del inconsciente. En uno de sus libros de memorias, publicado originalmente en francés en 1973 con el título Comment on devient Dalí —Cómo uno se convierte en Dalí— y traducido al español como Confesiones inconfesables de Salvador Dalí, el pintor cuenta que su conferencia dentro de una escafandra casi lo asfixia, pues ésta no estaba conectada a ningún tanque de oxígeno. Sus gestos pidiendo auxilio fueron interpretados por un público que no podía escucharlo como parte de su acto surrealista. Cuando sus amigos se dieron cuenta de lo que pasaba e hicieron intentos para quitarle el casco. El público aplaudía. Al final lograron arrancarlo y salió, según cuenta, “tan pálido como Jesús cuando volvió del desierto tras cuarenta días de ayuno.”

El filósofo Peter Sloterdijk comenta la presentación de Dalí en Londres en el tercer volumen de su obra Esferas, titulado Espumas. Dalí aparece entregando un mensaje desde la profundidad a un público que no puede entenderlo, porque no podrá escucharlo. Sloterdijk dice que el accidente de Dalí es profético, “y no sólo por lo que se refiere a las reacciones de los espectadores, que anunciaban ya el aplauso de lo no entendido como nuevo hábito cultural. Que el artista acogiera para su salida a escena como embajador de la profundidad un traje de buzo diseñado para un abastecimiento artificial de aire, le pone certeramente en conexión con el desarrollo de la conciencia de la atmósfera,” un tema que para Sloterdijk resulta central en la cultura, el arte y la arquitectura del siglo pasado. Más adelante, en el segundo capítulo del mismo volumen, Sloterdijk afirma que “el auténtico espacio habitable es una escultura de aire que sus habitantes atraviesan como una instalación respirable.”

En su ensayo Air, Light, and Air-Conditioning, Laurent Stadler escribe que “ninguna época ha perseguido con tanta fuerza una arquitectura de aire como los años 50 y 60, como lo demuestran innumerables proyectos: ya sea a nivel urbano, con el domo diseñado por Buckminster Fuller para Nueva York en 1968; la perspectiva infraestructural como en los proyectos de Yves Klein y Claude Parent para una ciudad de aire acondicionado de 1961; en un nivel técnico con la Casa del futuro de Alison y Peter Smithson, donde una cortina de aire hacia las veces de puerta y una secadora de aire remplazaba a la toalla en el baño; o en un nivel experimental, con las múltiples estructuras inflables diseñadas por Warren Chalk, Hans Hollein, Haus Rucker-Co, Dallegret y Banham o el grupo Utopía.” De quienes menciona Stadler, Klein, por ejemplo, había escrito que “la arquitectura de aire siempre ha sido en nuestra mente sólo un estado de transición, pero hoy la imaginamos como el medio para acondicionar espacios geográficos privilegiados.” Hollein diseñó su Oficina móvil en 1969, una cápsula portátil, inflable y transparente, para aislar el espacio de trabajo de un individuo. Y el grupo Haus Rucker-Co, fundado en Viena en 1967 por Laurids Ortner, Günther Zamp Kelp, Klaus Pinter y Manfred Ortner, desarrolló una serie de propuestas espaciales que van de cápsulas a cascos, con el título Mindexpanding Program:

“Uno de los objetivos del programa era confrontar a los contemporáneos con espacios extraordinarios, ofreciendo usos extraordinarios y de esta manera crear nuevas regiones de percepción, conectadas con la intención de promover las relaciones entre los individuos y su correlación con la sociedad. El neumacosmos, Mindexpander, Balloon for 2, Yellow Heart y Environment Transformer son parte del programa, diseñados como contrapuntos a la vida cotidiana. Su desempeño exótico presenta atmósferas de ascenso, cambio y la posibilidad de estructurar el tiempo libre.”
 

Entre 1967 y 1971 desarrollaron Pneumacosm. “Es tu propio planeta vivo, hecho de plástico y funciona como una bombilla eléctrica. Conéctelo a los enchufes de los marcos urbanos existentes y aprecie la vida en tres dimensiones, inmerso en el entorno. Miles y miles de pneumacosmos están dando forma a un nuevo paisaje urbano “. 

 

Hoy el colectivo Plastique Fantastique, formado en Berlin en 1999 y dirigido por Marco Cenevacci, alias Dr. Trouble, y Yena Young, Ms. Bubble, sigue el camino de propuestas como las de Haus Rucker-Co con iSphere:

A partir del 27 de abril de 2020, es obligatorio cubrirse la boca y la nariz en los transportes públicos de Berlín. El iSphere es un proyecto de código abierto que todos pueden producir, desarrollar y mejorar. Pegamos dos hemisferios huecos transparentes juntos y cortamos un agujero que se ajusta a nuestras cabezas. Todo el procedimiento tomó aproximadamente 30 minutos y el costo del material es de alrededor de 24 euros (consulte nuestro tutorial). Los dispositivos adicionales pueden darle un toque único a cualquier iSphere: puede tener una sombrilla, una capa de espejo, un micrófono integrado, un altavoz, un ventilador o un tubo respirador. El diseño icónico está inspirado en los cómics de ciencia ficción de los años 50 y las creaciones de los movimientos utópicos de los años 60; es pop y pertenece a todos. El iSphere es un objeto divertido y serio que estimula la forma de abordar esta situación excepcional.

De la máscara medieval del Doctor Schnabel al casaco transparente de Plastique Fantastique, pasando por Fuller, Hollei y Haus Rucker-Co, hay una historia de la voluntad de protegerse y aislarse que pasa de la vestimenta a la arquitectura y de vuelta a aparatos que se pegan al cuerpo.

El cargo El aire de los tiempos apareció primero en Arquine.

]]>
Emergencia ambiental https://arquine.com/emergencia-ambiental/ Mon, 20 May 2019 10:00:26 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/emergencia-ambiental/ Nombrar la situación en la que nos encontramos como lo que es, una emergencia ambiental, debiera obligarnos a todos, empezando por los gobiernos en turno, a actuar responsablemente entendiendo y atendiendo la gravedad del caso.

El cargo Emergencia ambiental apareció primero en Arquine.

]]>
El 17 de mayo el periódico The Guardian hizo público un cambio en su manual de estilo: ya no hablarán de cambio climático sino de emergencia, crisis o quiebra (breakdown) climática; y para hablar del calentamiento global en vez de la palabra warming usarán heating, para subrayar que ese calentamiento se produce por ciertas acciones —y la falta de otras— de un agente preciso, la humanidad: nosotros. La atmósfera terrestre no se está calentando: la estamos calentado nosotros con la manera de producir y consumir y sólo cambiando radicalmente estas formas de producción y consumo podremos, con suerte, frenar ese calentamiento y sus consecuencias para la vida entera en la tierra.

Contingencia, dice el diccionario, es la “posibilidad de que una cosa suceda o no suceda,” es un riesgo de que algo nos toque —la raíz es tangere, tocar—, un peligro pero eventual. ¿Son las contingencias ambientales en el Valle de México un peligro eventual? En una historia larga de la cuenca y, también, en el sentido filosófico del término, las contingencias ambientales son, sin duda, contingentes: pueden suceder o no. Pero dadas las características geográficas y topográficas, así como el tipo de desarrollo urbano que se dió en la zona —una megalópolis extensa, privilegiando al automóvil privado, aunque sea el medio de transporte minoritario— lo que se repite empeorando cada año no podemos seguirlo considerando una contingencia más que si se insiste en ocultar la gravedad del problema con cierto uso del lenguaje. En el 2017, la ciudad tuvo 21 días de aire limpio —es un decir— de los 365, y en el 2018 fueron sólo 15 y tres contingencias. En los 139 días que han pasado del 2019, 7 han tenido aire “limpio” y 125 de mala calidad.

La historia de la contaminación del aire en el ex Distrito Federal no es en absoluto reciente. Ya en 1971 se estableció un “Reglamento para la Prevención y Control de la Contaminación Atmosférica Originada por la Emisión de Humos y Polvos,” que se enfocaba principalmente en la industria. Veintisiete años después, en un artículo publicado en noviembre de 1998 en la Revista mexicana de pediatría, titulado “Contaminación ambiental en el Valle de México, ¿estamos haciendo lo necesario?,” sus autores, Manuel Gómez-Gómez y Cecilia Danglot-Banck, señalando las condiciones geográficas de la ciudad y su zona metropolitana escribían:

El Valle de México presenta particularidades que lo afectan negativamente al respecto de la contaminación: está situado a 2,240 metros sobre el nivel del mar, con 23% menos oxígeno respecto a éste, lo que da por resultado una combustión incompleta; es una cuenca cerrada al estar rodeado de montañas, que forman una barrera física natural para la circulación del aire; con frecuencia presenta inversiones térmicas, lo que provoca un estancamiento de los contaminantes; por su localización geográfica a los 19ª de latitud norte recibe abundantes radiaciones solares, con una atmósfera altamente fotorreactiva, lo que facilita la formación de ozono y otros oxidantes; en la zona se encuentran instaladas más de 40,000 industrias, de las cuales 5,000 se consideran altamente contaminantes y 400 son críticas en cuanto a la producción de contaminantes; el parque vehicular, que se considera el responsable del 80% de la contaminación, es de aproximadamente cuatro millones de unidades, con 60% de ellas de más de diez años de antigüedad y con un incremento anual de 150 mil vehículos; en esta región se encuentra concentrada el 25% de la población.

Y en febrero del 2016, casi dieciocho años después del artículo citado, el Centro Mario Molina presentó un breve reporte titulado “Mejorar la calidad del aire en el Valle de México es urgente y un gran reto para la sociedad.” El informe menciona de nuevo las condiciones físicas, naturales de la cuenca que “dificultan la circulación del viento y la dispersión de contaminantes.” Apunta que, pese a que los “programas para controlar las emisiones de contaminantes a la atmósfera del aire y mejorar la calidad del aire” instrumentados por los gobiernos de la Ciudad de México y del Estado de México “han generado resultados positivos, no obstante, las concentraciones atmosféricas de ozono y partículas exceden de manera persistente los límites fijados por las normas mexicanas e incluso, en el caso del ozono, han aumentado de 2011 a la fecha.” La conclusión era que debíamos “enfocarnos en las acciones de política pública que es urgente discutir e implementar” y que  requerirán “de un esfuerzo considerable de comunicación y concientización de la sociedad.” Y entre “las medidas más relevantes” a tomar “destacan las siguientes”:

1. Expandir considerablemente y mejorar la calidad, seguridad y confiabilidad del transporte público, asegurando su acceso a los segmentos económicos más desprotegidos de la población.

2. Diseñar e implementar políticas para restringir el uso de transporte privado eliminando el subsidio implícito con el que es favorecido, estableciendo, por ejemplo: un impuesto o tenencia asociados al valor del vehículo y a sus emisiones; un precio a los combustibles que refleje los impactos ambientales y en salud; tarifas y límites de espacios para estacionamientos, y cargos por congestión.

3. Regular el transporte de carga intra e inter urbano en lo que respecta a pesos y dimensiones permitidas, rutas y horarios de acceso y circulación, y procesos de inspección físico mecánica y de verificación de emisiones.

4. Impulsar políticas de desarrollo territorial, para contener la expansión de la mancha urbana, fomentando la densificación, usos de suelo mixtos y rescate del espacio público y áreas verdes.

5. Combatir la corrupción y asegurar que los centros de verificación vehicular se ajusten a la normatividad vigente, así como actualizar los límites máximos permisibles de emisiones de contaminantes y calidad de combustibles contenidos en las normas oficiales mexicanas.

6. Incentivar la penetración de tecnologías vehiculares limpias y más eficientes, por ejemplo autos, autobuses y camiones eléctricos e híbridos.

Algunas de esas medidas se han tomado, no con la fuerza que hace falta ante la gravedad del problema. La mayoría, no. Muchas de esas medidas requieren cambios radicales sí, en nuestros modos de producir y consumir y especialmente en la manera como se ha hecho política urbana en México, esto es, en la manera de producir y consumir ciudad —o, quizá, dejarnos de concebir y reclamar no ser pensados como meros consumidores del espacio urbano. No sólo hay que darle la vuelta a la manera como se invierte en movilidad, destinando el mayor porcentaje al transporte público, sino dejar de subvencionar e incluso cobrar a los usuarios de automóviles privados los costos de los efectos negativos que provocan sus vehículos —desde el espacio que ocupan hasta el aire que contaminan. Hay quienes afirman que eso no se puede hacer hasta garantizar “transporte público de calidad”, pero es una falacia que posterga indefinidamente la toma de acciones y que, además, supone que un transporte público de calidad sólo es requerido para la minoría que actualmente usa automóviles privados y no para la mayoría que actualmente utiliza el transporte público padeciendo sus fallas e ineficiencia. Lo mismo puede decirse del tema de la densificación como respuesta unívoca a la descontrolada expansión de las ciudades, pues si no se garantiza un acceso justo y equitativo a las zonas densificadas, construir más y con usos mixtos tiende a generar expulsión de los habitantes con menos recursos a zonas más lejanas, resultando peor el remedio que la enfermedad.

Como advierte el informe del Centro Mario Molina, el problema es complejo y no hay soluciones sencillas. Las medidas a tomar afectarán sin duda las costumbres de muchos y los intereses de algunos. Pero quizá una manera de hacer frente a lo que todos tenemos ante los ojos —aunque tal vez el humo y la irritación no deje ver claramente— sea nombrarlo. Ya no contingencia ambiental como si fuera algo que puede suceder o no: sucede, siempre, y empeorando cada año. Menos aun llamarla contingencia ambiental extraordinaria, como la que recién se declaró como respuesta débil y tardía de los gobiernos a cargo de salvaguardar la salud de los habitantes de la Zona Metropolitana del Valle de México —no hay que olvidar que el gobierno del Estado de México es responsable por más de la mitad de esos habitantes. Cambiar las palabras —como lo ha hecho The Guardian— y nombrar la situación en la que nos encontramos como lo que es, una emergencia ambiental, debiera obligarnos a todos, empezando por los gobiernos en turno, a actuar responsablemente entendiendo y atendiendo la gravedad del caso.

 

El cargo Emergencia ambiental apareció primero en Arquine.

]]>
Aire https://arquine.com/aire/ Sat, 26 Aug 2017 03:01:31 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/aire/ 'La arquitectura de aire siempre ha sido sólo un estado de transición, pero hoy la imaginamos como el medio para acondicionar espacios geográficos privilegiados. La auténtica meta de la arquitectura inmaterial: aire acondicionado en grandes áreas geográficas residenciales,' Yves Klein.

El cargo Aire apareció primero en Arquine.

]]>
La auténtica meta de la arquitectura inmaterial: aire acondicionado en grandes áreas geográficas residenciales.

Yves Klein

En su libro Espumas, último de la trilogía Esferas, Peter Sloterdijk habla de las condiciones climatológicas de la tierra como una de las condiciones primordiales para la vida en general y para la vida humana en particular. “El aire constituye una condición de existencia,” dice. Y no sólo el aire como el oxígeno que respiramos sino com la atmósfera que nos rodea y la temperatura que nos resulta no sólo agradable sino que podemos resistir. La historia de las transformaciones humanas del entorno va de la mítica fogata original al rededor de la cual los humanos se establecieron al efecto invernadero que hoy amenaza nuestro futuro. Formas de variación y control artificial del clima. Para Sloterdijk, la modernidad arquitectónica hace explícita esa condición y se comprende que “junto con la estructura arquitectónica visible,” los edificios tienen “una realidad atmosférica de valor propio: el auténtico espacio habitable es una escultura de aire que sus habitantes atraviesan como una instalación respirable.”

Sean Lally, en The Air From Other Planets: a Brief History of Architecture to Come, describe a la arquitectura como “mucho más que la construcción de un objeto en un sitio: es la reinvención del sitio mismo. Los microclimas de la calefacción y el enfriamiento internos, las sombras al exterior y la iluminación artificial, la vegetación, la importación de materiales y las nuevas actividades que tendrán lugar crean nuevos lugares en el tiempo y en el sitio.” Como Sloterdijk, Lally piensa que “desde hace siglo y medio la relación de la arquitectura con el clima que la rodea ha avanzado sustancialmente, en especial en su habilidad para producir climas artificiales al interior de muros sellados, con independencia de factores externos.”

Philippe Rahm escribió en su libro Architecture météorologique que “hoy en la arquitectura hay una verdadera ruptura entre el clima exterior, natural, y el clima interior.” Para Rahm, la arquitectura siempre ha funcionado como “una mediación termodinámica entre lo macroscópico y lo microscópico, entre el cuerpo y el espacio, entre lo visible y lo invisible.” Rahm plantea una arquitectura atmosférica que se desliza hacia lo invisible, que va de lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande. “Los medios de la arquitectura, dice, deben volverse invisibles y ligeros, producir lugares como paisajes abiertos, libres, geografías nuevas y otras meteorologías.” En los tres autores citados hay referencias, más o menos explícitas, al trabajo de Yves Klein y su arquitectura del aire.

 

Yves Klein nació en Niza el 28 de abril de 1928. Sus padres eran pintores. Fred Klein, figurativo, y Marie Raymond, abstracta. A los quince años Klein se inicia en una de sus más grandes pasiones: el judo. En el verano de 1952 viajó a Tokio, donde estudió judo hasta 1954 que regresa a París siendo cinturón negro, cuarto dan. “El judo, escribió Klein, es el descubrimiento del cuerpo humano en un espacio espiritual.” En Europa, Klein empezó a pintar o, más bien, antes de pintar publicó un catálogo de su obra: rectángulos monócromos de distintos colores, antes de llegar al azul que lleva su nombre, el IKB (International Klein Bleu, que registró en el Instituto Nacional de Propiedad Industrial de Francia en 1960). En 1958, el arquitecto alemán Werner Ruhnau lo invitó a decorar el vestíbulo del teatro de ópera que construía en Gelsenkirchen. Junto a Ruhnau, Klein trabajó en el manifiesto para una Escuela de la Sesnsibilidad cuya arquitectura debería ser inmaterial. También con Ruhnau, Klein propuso su Proyecto para una arquitectura de aire:

La arquitectura de aire siempre ha sido en nuestra mente sólo un estado de transición, pero hoy la imaginamos como el medio para acondicionar espacios geográficos privilegiados. La ilustración muestra una propuesta para proteger una ciudad mediante un techo de aire flotante. Una vía exprés central, que conduce al aeropuerto, divide la ciudad en una zona residencial y una zona de actividad industrial y mecánica.

El techo de aire sirve para “regular la temperatura y, al mismo tiempo, proteger el área privilegiada.” Es transparente y más: casi inmaterial, imperceptible. Los servicios (cocinas, baños, bodegas) serían subterráneos y “el principio de privacidad, aun presente en nuestro mundo, se ha desvanecido en esa ciudad.” En consonancia con aquellas ideas de Gottfried Semper y Adolf Loos que emparientan lo textil y al vestido con la arquitectura, al desaparecer esta última en la propuesta de Klein y Ruhnau también desaparece la ropa: “los habitantes viven desnudos.” Y junto a la arquitectura y la ropa, desaparece también “la estructura patriarcal primitiva de la familia,” para dar lugar a una “comunidad perfecta, libre, individualista e impersonal” cuya principal actividad es el ocio. Esa arquitectura es tan inmaterial como, para Klein, el azul monócromo de sus pinturas o, más bien, como su profundidad. En una conferencia que impartió en la Sorbona el 3 de junio de 1959, Klein citó una frase que Gaston Bachelard escribió en su libro El aire y los sueños:

Primero hay nada; luego hay una nada profunda, luego hay una profundidad azul.

El cargo Aire apareció primero en Arquine.

]]>