El desarrollo de los espacios internos se lleva a cabo bajo un techo a dos aguas, agregando complejidad espacial a partir de una solución práctica que remite a las ilustraciones que hacíamos en la infancia para ilustrar un hogar. Desde la fachada exterior, una lectura inicial de la casa es la de un bloque monolítico (revestido de madera tratada con tinte negro) sostenido por un bloque blanco. El volumen externo lateral que alberga el garaje y el área de servicio forma una barrera visual, generando privacidad al área externa descubierta de la casa, donde, además de un espacio de césped, hay una piscina y una huerta, al parte trasera del lote.

En el primer nivel se encuentra un espacio continuo e integrado que funciona como sala, comedor, cocina y área exterior techada. El piso superior se integra visualmente con el ambiente inferior a través de un entrepiso, en este nivel se diseñaron dos dormitorios, un espacio de estar y una oficina. Esta planta también se integra con una zona exterior, a través de la ventana de la suite y su jardinera, como continuación del jardín. La plomería hidráulica y los espacios de servicio se ubicaron en la parte Noroeste del edificio con el fin de proteger los espacios internos del exceso de luz solar, así como promover una mayor flexibilidad en la disposición de los espacios atendidos (salas y dormitorios).

La estructura de la obra es mixta, en su mayoría de hormigón armado (sistema de losas prefabricadas de paneles apoyadas en vigas y pilares) y su cubierta en tejas termoacústicas instaladas sobre vigas metálicas de acero.

El cargo Casa Maenduaba apareció primero en Arquine.

El proyecto responde a una lectura sensible del terreno, donde el primer contacto dictó la necesidad de mantener sus características naturales. El acto de mirar hacia arriba, desde el suelo hasta la copa de quince metros de los árboles fue decisivo para la creación de un concepto que abordase el reto de construir en un lugar con una topografía tan escarpada, manteniendo al mismo tiempo su entorno natural y proporcionando a los residentes la experiencia diaria de mirar hacia arriba y ver el cielo a través de las copas de los árboles.

La idea inicial era que la arquitectura debía amoldarse al terreno, y no al revés. La casa se eleva por encima del suelo, mientras que la vida animal y vegetal se desarrolla por debajo. El programa se configura como un equilibrio armonioso de arte y naturaleza, ocupando los espacios vacíos entre los árboles, sin eliminar ninguno ni alterar la topografía. Desde ese punto de partida, todas las decisiones de diseño se toman como respuestas para reforzar ese concepto.

La casa, de color blanco, sorprende a los que llegan, con sus pilares negros colocados al azar que se confunden con los troncos de los árboles. La casa parece flotar, con una planta fluida dictada por la ocupación del programa entre los árboles, y sus aberturas y pliegues en la losa, alcanzando la vista de las copas de los árboles y generando volumetría. La arquitectura se inserta armoniosamente junto a la vegetación natural, pero mantiene su presencia. La sorpresa y la novedad son valores inherentes al arte, y la Casa Açucena se presenta como una flor blanca en medio de la naturaleza.

El cargo Casa Açucena apareció primero en Arquine.