Resultados de búsqueda para la etiqueta [Vicente Guallart ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Wed, 16 Oct 2024 22:37:10 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Prácticas paralelas (2/2) https://arquine.com/mextropoli-2024-practicas-paralelas-rearc-institute/ Mon, 14 Oct 2024 20:26:23 +0000 https://arquine.com/?p=93335 En el marco de Mextrópoli 2024, la mesa de diálogo “Prácticas paralelas” dio pie a una conversación sobre prácticas que, a pesar de sus distancias en latitud y escala, corren en paralelo a desafíos sociales y ecológicos, así como la filantropía y las luchas comunitarias contra la emergencia climática. En esta primera entrega aparecen las intervenciones de Nicolay Boyadjiev, Isadora Hastings y Jose Pablo Ambrosi.

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En el marco del festival Mextrópoli 2024, Isadora Hastings (Cooperación Comunitaria), Elena Tudela (ORU), Vicente Guallart (Urbanitree), Jose Pablo Ambrosi (Taller Capital) y Nicolay Boyadjiev (rearc institute) se reunieron en la mesa de diálogo “Prácticas paralelas”, conducida por Pablo Goldin Marcovich. Presentamos ahora la segunda entrega de este encuentro, cuya primera parte se puede leer aquí.

 

Pablo Goldin Marcovich: Ahora que hablábamos de clientes y comisiones, creo que es interesante que, dada la escala de proyectos en los que ha trabajado una oficina como ORU. Creo que es interesante trabajar a tal escala, ¿cómo se desarrolla tu práctica con estas preocupaciones?

Elena Tudela: En cierto modo, rearc nos ha permitido diseñar el proceso con el que queremos trabajar. No siempre empezamos con un punto de partida. Partimos de un planteamiento muy sistémico de los proyectos, del propio diseño e incluso del territorio. Eso significa proporcionar lo necesario en el territorio para que se produzca una conversación en la que el diseño desempeñe un papel. A veces se trata de comprender la realidad y las complejidades del sitio. A veces es necesario que desarrollemos esta comprensión de lo que es la observación y cómo desempeña un papel en el diseño. Así que también es necesario reconocer la incertidumbre. Y esta es la realidad en la que nos encontramos en un momento en el que se están superando seis de los nueve límites planetarios. No hay fórmulas para resolver estos problemas. Así que tenemos que empezar a probar cosas. Por eso estamos muy contentos con este proyecto de rearc, el Water Intelligence Hub, que es el proyecto del Practice Lab que estamos desarrollando en el río San Felipe (Oaxaca). Quería hablar un poco de cómo este proyecto también nos ha permitido pensar en quiénes somos, hacia dónde queremos ir y entender el diseño como algo que, en cierto modo, definimos como diseñadores. No es que la arquitectura esté grabada en piedra y la gente pueda decir: “soy arquitecto porque hago esto”. Más bien se trata de cómo podemos definir la arquitectura a partir de lo que hacemos. Así es como entendemos nuestra práctica. Nos dedicamos sobre todo al espacio público y colectivo. Así que para nosotros resulta muy relevante entender modelos innovadores de financiación, incluido el modelo rearc, y reforzar de manera constante nuestra capacidad administrativa para lograr proyectos con cierto potencial transformador.

Eso es lo que buscamos. ¿Cómo podemos hacer posibles transformaciones mayores de forma positiva, y siendo conscientes de cómo nuestras decisiones de diseño repercuten en el territorio? A veces nos damos cuenta de que no estamos logrando el impacto que queríamos. Eso también forma parte del aprendizaje. Para nosotros, volver al proyecto y diseñar el propio proceso forma parte del diseño, hasta el punto de que definimos nuestra oficina como un equipo de equipos. Eso ha sido todo un reto en muchos sentidos: por razones financieras, pero también por cómo formamos el equipo para un proyecto específico. Así que ahora se han unido a nosotros algunos colaboradores de Brazilian Cities Catalyst. Acabamos de regresar de un proceso participativo en Miravalle (Iztapalapa), muy similar a lo que estamos haciendo en Oaxaca para el proyecto del Practice Lab, y estamos aprendiendo sobre la marcha. Si estoy entendiendo la postura de Taller Capital, estoy de acuerdo con ellos en el sentido de que estos proyectos invitan a replantearte cuáles son las herramientas del arquitecto. Y, para nosotros, según lo que aprendimos en las escuelas a las que asistimos, estas herramientas se convierten en un conjunto que podemos aplicar a cualquier cosa que diseñemos, ya sea una idea, un mapa, un proceso o, como he dicho, una mesa, lo que sea, o incluso una exposición. Así que se convierten en herramientas que se utilizan de diferentes maneras. Y eso se convierte en parte de nuestra práctica en términos de adaptación: de cómo estamos transformando el mundo, pero también de cómo nos estamos transformando a nosotros mismos como profesionales. ¿Qué significa ser un profesional hoy en día? Como decía Isadora, también intentamos integrar las cuestiones urbanas y medioambientales, que son esferas interdependientes que hemos separado y entendido desde un punto de vista binomial, cuando en realidad necesitamos entenderlas de una manera más íntegra. Así es como funciona la realidad. Han sido las prácticas las que han separado estos dos ámbitos. Así que nosotros nos basamos en el marco de los sistemas sociológicos y los procesos de colaboración para conseguirlo. Y una forma de hacerlo es comprender la historia y el papel que desempeña la evolución de un lugar. Pero esa evolución se explica desde un punto de vista muy narrativo. Es un diseño en sí mismo. Y no es un diseño que provenga sólo de los diseñadores, sino también de las comunidades que han entendido sus territorios y su pasado de una manera muy especial. Se trata de recoger eso y luego averiguar cómo eso se convierte en una conversación con el futuro. Y eso también forma parte del diseño.

De izquierda a derecha: Vicente Guallart, Isadora Hastings y Elena Tudela. Foto: by Jasso

Pablo Goldin Marcovich: Muchas gracias, Elena. Vicente, creo que es muy interesante este tema: hablar un poco de la escala, porque has trabajado en Barcelona y Moscú, o distintas ciudades en China y Corea. Entonces hay una práctica que va de la ciudad hasta proyectos minúsculos, como lo que están haciendo en Valldaura, en esta especie de granja tecnológica, donde hay un pequeño invernadero que ahora está volviendo a crecer a edificios y quizá vuelva a crecer a ciudades. Considero que es interesante hablar contigo sobre todos estos cruces de escala, pero también de posición: desde el gobierno, la academia, la práctica personal y profesional.

Vicente Guallart: En primer lugar, es un placer volver a estar aquí en México, y en este lugar fantástico en el que no había estado nunca [Laguna]. También ver cómo ha ido creciendo Arquine. Yo creo que estuve en un Congreso Arquine en 2010, antes de los congresos Mextrópoli, y creo que es fascinante ver toda la cultura alrededor del proyecto, las discusiones y prototipos que se han ido creando. Tuve la suerte de estudiar en una escuela de arquitectura muy mala. Y, por lo tanto, siempre pensé que se podía mejorar. Lo que hacía era viajar. Nací en Valencia y acabé en Barcelona, en la época de los Juegos Olímpicos y, en realidad, también pensé que había una gran contradicción en lo que nos decían. Nos dejaban leer a estos señores, a Mies van der Rohe, Le Corbusier o Walter Gropius, que hacían cosas increíbles; y en aquella época del posmodernismo lo que se construía era algo lamentable. Culturalmente no había ningún tipo de ambición. Por lo tanto, siempre pensé que sería fascinante vivir en una época de cambio, revolución, transformaciones, etc. Afortunadamente esa época llegó: empecé mi carrera como arquitecto en Barcelona y luego tuve mi despacho; tuve una empresa multimedia (hacíamos una cosa que los más jóvenes no conocerán: CD-ROMs de arquitectura); hicimos algunas de las primeras webs de arquitectura del mundo, cuando el world wide web casi no existía, y por ahí empezó mi conexión con el mundo digital. Luego, en 2000, tuve la oportunidad de fundar con un grupo de amigos el Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (IAAC), porque creíamos en esta idea de que la educación tenía que ser diferente. Ahora mismo tenemos, cada año, alrededor de 300 estudiantes de 70 países. Siempre ha sido un lugar muy internacional y, por lo tanto, lo más fascinante es poder aprender de la gente joven. Yo enseño porque quiero aprender, y cada año es una aventura diferente.

Estando en el IAAC, siempre explicaba que en realidad somos como las fuerzas especiales, una gente que lleva el último rayo láser, el último robot, que tiene el mejor software. Pero un día me propusieron ser arquitecto jefe de la ciudad de Barcelona y de repente pasé de trabajar en un lugar en donde éramos gente muy especial, muy radical, a un lugar en donde lo que tenías que hacer era gestionar las fuerzas regulares. Es como si a un general de las fuerzas especiales lo ponen a dirigir el tráfico de una ciudad. También estuve trabajando en una época de crisis, después de 2008, con todo el colapso de la economía global, junto a un alcalde que confiaba mucho en nosotros. Hicimos un mantra: “Barcelona ha de ser una ciudad autosuficiente, formada por barrios productivos a velocidad humana, dentro de una ciudad hiperconectada y de cero emisiones”. La primera parte de la frase ha venido a ser lo que se llama ahora “ciudad de los 15 minutos”, la ciudad de los barrios de velocidad humana que en Barcelona dibujamos desde hace años y cuyo término más bien acuñaron en París. Hoy en día, la ciudad de las cero emisiones es el mantra oficial de la Unión Europea, y con el reto del cambio climático hablamos de hacer un continente de cero emisiones; en China hablan de 2060; en México no sé si habláis de estos temas. Por primera vez, desde que yo recuerdo, hay una especie de objetivo entre económico y tecnológico que nos tiene que llevar hacia una situación diferente. Esto se puede comparar con lo que ocurrió hace 100 años exactamente, después de la primera guerra mundial, cuando se fundó la Bauhaus, que fue también un momento de transformación total, donde de repente el hormigón pasaba a ser un material nuevo, había una arquitectura, un nuevo hacer con un nuevo material. Y ahora estamos en una situación similar.

Ahora mismo tenemos un despacho en Barcelona llamado Urbanitree, fundado con Daniel Ibáñez —que es arquitecto también educado en Harvard, ex IAAC—, y ahora mismo desarrollamos proyectos radicalmente ecológicos. Ganamos un concurso, hemos construido el edificio más alto de madera en España, que es un edificio de viviendas sociales. Estamos acabando una escuela en Camerún que siempre me lleva a esta reflexión sobre cuál es nuestra relación con la gente. Cuando estaba en el Ayuntamiento de Barcelona, o trabajabas con la gente o si no la gente te mataba. Lo que ocurre, en general, es que si tú le dices a alguien, como un comerciante, “le voy a peatonalizar la calle, no pasarán coches”, te dirán que es imposible. Pero el día en que lo haces, de repente a este señor le cambias la vida, porque es rico, va mucha más gente, vende más cosas. Aquí en Camerún llegamos con la idea de que era un colegio hecho para unas monjas españolas, pero cuando llegamos ahí les dijimos que íbamos a hacer un edificio de madera aquí. Y dijeron que no, que era imposible, que ellos sólo construían con hormigón. El resultado, como siempre, después de un proceso de diálogo, de comprensión mutua, ha sido esta torre de agua: toda la estructura es de madera, el nicho es de ladrillo comprimido. Es increíble que África, que es el continente que tiene uno de los procesos de urbanización más grandes, esté utilizando recursos que le vienen, principalmente, de China. Es un territorio lleno de unos recursos naturales increíbles que son explotados todavía por la gente extranjera, y lo que hacen es vender ahí los coches de tercera mano y el cemento que ya no queremos en Europa. Entonces, hay un reto muy importante también de encontrar la fórmula de los proyectos en estos lugares.

Después de haber fundado y trabajado en el instituto, trabajamos ahora en Valldaura: somos propietarios de un bosque de 130 hectáreas, y cada año lo que hacemos es volver a esta idea de ser guerreros de fuerzas especiales y, por lo tanto, les enseñamos a los estudiantes a cortar árboles, a producir madera industrializada y hacer edificios industrializados. Creemos que el arquitecto no sólo tiene que diseñar, sino que tiene que aprender de muchas profesiones y tiene que ser como la gente en las fuerzas especiales, que habla 7 idiomas, trabaja con 23 softwares, saber utilizar todos los robots, y al final ser capaz con todo esto de hacer contribuciones y acelerar la transformación allá en donde viva. Ese sería mi estado actual de las cosas.

Pablo Goldin Marcovich: Me gustaría resumir muchos de los temas aquí, creo que es interesante el actual momento. No sólo el momento de esta conversación, sino también el momento de estas prácticas. ¿Cómo ves rearc, tu trabajo y otras obras en estos términos de tiempo de lo que está sucediendo ahora y lo que ocurra, tal vez, en 2050?

Nicolay Boyadjiev: Algo como la arquitectura está en constante transformación. No es que ahora esté cambiando, podría decirse que siempre ha estado cambiando, desde que yo era estudiante y probablemente desde mucho antes. Yo también fui a una escuela de arquitectura bastante mala, pero también fui un mal estudiante de arquitectura. Así que allí hay dos cosas negativas para hacer una positiva, creo, porque en realidad había mucha curiosidad acerca de cómo anticipar el cambio en la profesión y lo que sería necesario para que un diseñador del siglo XXI opere de una manera significativa.

Y creo que lo que está cada vez más claro, que ahora es el momento de lo que llamamos hacer consciencia o participar en el discurso. Podría decirse eso de nuestra generación, pero podría decirse que desde la década de 1970 se ha rebasado este punto. Lo que ha cambiado es la urgencia de intentar definir no sólo el qué y el porqué, sino realmente diseñar nuevos cómos. Considero que esta es la inspiración que hay detrás del laboratorio: hacer prototipos a partir no del qué y el porqué, que son dolorosamente obvios para todos los implicados en sus consecuencias, sino pensar en los cómos del diseño, y creo todos los profesionales de este panel han sido realmente creativos a la hora de definir los cómos. En términos de tiempo, creo que este es el impulso que estoy viendo personalmente. Muchos jóvenes profesionales son cada vez más creativos en el cómo y, por tanto, deben surgir nuevas instituciones para dar cabida a esa energía, de modo que puedan desarrollar su potencial como arquitectos en un cómo muy diferente. Esa es mi rápida reflexión al respecto.

 

Pablo Goldin Marcovich: También considero que, hace 10 años, cuando Vicente vino al Congreso Arquine, era un momento de visualizaciones y renders, como los de Norman Foster de Masdar City; o los de Ciudad Futura de Atlantic College. Así que todos estábamos contentos con este tipo de visiones. Pero ahora creo que es muy importante mostrar, construir cosas, hacer, tender puentes mediante ejemplos, aunque suene religioso. Y en ese sentido, el trabajo de Isidora, o el trabajo de los alumnos de Vicente, es muy claro en mostrar cómo la gente organizada no siempre necesita una solución que sea como un deus ex machina. Isadora, ¿cómo es esta experiencia con personas que no somos constructoras desde el principio, pero nos convertimos en constructoras? ¿Y cómo te conviertes tú también en líder, no sólo reconstruyendo edificios, sino también comunidades rotas?

Isadora Hastings: El trabajo cambia mucho cuando llegamos a una comunidad y la cultura constructiva está viva, porque trabajamos con materiales naturales y locales. La gente sabe en dónde están las tierras, qué funciona para hacer el adobe, o en dónde está la madera que resiste para una estructura y cuál es la que se usa para puertas y ventanas. Cuando la cultura está viva es fácil, porque ellos dan todas las soluciones. El diseño participativo también es muy importante, porque hay distintas técnicas que hay que ir adaptando y adecuando a la cultura, a lo que existe ahí, y lo vamos construyendo en conjunto desde el diseño hasta la planeación, la implementación, el uso y mantenimiento. Me encantaría hablar sobre la pregunta que le hiciste a Nicolay sobre el tiempo, que es muy interesante, porque también estos procesos son de largo aprendizaje requieren más tiempo que sólo llegar y simplemente hacer el qué, el objeto. Eso también implica muchas decisiones que va tomando la comunidad, y lleva tiempo, porque son espacios de diálogo, reflexión y consenso. Cuando metemos a la naturaleza, eso es otro tiempo que necesitamos: trabajar con materiales naturales y locales. Es importantísimo el tiempo de recuperación que le damos a la naturaleza, y todo eso implica un proceso de aprendizaje, distinto de cualquier otra construcción. Ahí regresamos un poco a otra manera de hacer diferente a la inmediatez que vivimos ahora.

 

Pablo Goldin Marcovich: Y en ese sentido, Elena, ¿cómo articulas estos tiempos entre la visión regional y a gran escala para 50 años? ¿Cómo concilias visiones a largo plazo con la necesidad de actuar inmediatamente en tu práctica?

Elena Tudela: Lo que acaban de mencionar me parece muy relevante, porque hay múltiples escalas de tiempo y espacio que hay que contemplar, y cada proyecto debería preguntarse cuál es la escala correcta de tiempo y espacio para hacer frente a distintos objetivos. Porque un proyecto puede perseguir distintos objetivos simultáneamente. ¿Cuál es el objetivo? Para planificar un proyecto hay que empezar a entender qué es lo que hay, hacia dónde quiere ir lo que está ahí, y hacia dónde sería útil o inteligente ir, de manera colectiva. Para nosotros no es tan problemático abordar la escala territorial o la escala pequeña, porque creemos que al final del día responden a objetivos específicos. Como bien dice Isadora, muchas veces tenemos varios proyectos que pueden tomar siete años nada más en proponer su objetivo. Adelantarse a algo implica un fracaso. Para mí es muy importante que la arquitectura se plantee constantemente cuál es el éxito y el fracaso de un proyecto. Hace rato hablábamos de cómo plantar un árbol era relevante en una escala micro, en la que hicimos cuatro cosas, e incluso en el proyecto de rearc son intervenciones bastante acotadas. Y la relevancia que tienen en el territorio. Hay veces que, sí, las instituciones te piden una planeación regional en tres meses, y tenemos que recoger lo que hay y ver hacia dónde se va. Pero eso siempre cambia. Por otro lado, también hay que admitir que no sólo la arquitectura cambia, lo que está cambiando es absolutamente todo. Y, en ese sentido, hay que pensar en cómo se opera en una condición en la que todo está cambiando todo el tiempo, y se materializan cosas. Hay un componente técnico, pero también un componente de visión, y creo que hay que ser muy abiertos a qué visión le está apostando cada materialización.

 

Pablo Goldin Marcovich: Y en ese sentido, Jose Pablo, mucho de su trabajo con Sedatu iba hacia lo retroactivo: cuando ya existe el tiempo de planeación, si la tragedia llega antes de la planeación, pues tienes que ir un poco más por la acción. Quisiera entender, en su práctica, cómo es este trabajo para reparar e ir un poco hacia el pasado.

Jose Pablo Ambrosi: Cuando trabajamos con la Sedatu fue en un contexto de comunidades irregulares, o sea, en espacios que se autodiseñaron y autoconstruyeron. Entonces, la infraestructura empezó siendo cero, y poco a poco se fue llenando de infraestructura con estos lazos extraños de beneficio, como invadir tierras a cambio de beneficios electorales o políticos. Estas comunidades, cuando llegamos, usualmente ya tenían agua o luz, muchas veces no tenían calles, y lo último que llega es el espacio público. Nos dimos cuenta de que una de las razones por las cuales no se puede atender al espacio público en zonas de suelo irregulares es precisamente porque el gobierno está imposibilitado de hacerlo: es ilegal meter dinero en un predio que no sea del gobierno, ya sea municipal o estatal. Entonces, hay todo un esfuerzo por hacer con la propia comunidad y una bola de abogados para lograr que esos espacios se puedan intervenir. Ese contexto legislativo hace que el espacio público sea lo último o lo menos importante, cuando en realidad debería ser lo primero. Simplemente con meter iluminación, la inseguridad se reduce, y hace toda la diferencia en el uso por los niños y adultos mayores: se pueden ejercitar, respirar aire limpio. Desde el lado de la arquitectura, lo que es impresionante cuando llegas a estos lugares es que como arquitecto muchas veces ni siquiera tienes que hacer demasiado. Con que conectes, o pongas suficiente iluminación, vegetación, está prácticamente hecho. Gran parte del diseño no está en crear espacios bellos, sino en crear espacios que realmente tengan un propósito de mejora continua. Conocer cuáles son las herramientas que te da el diseño puede mejorar aspectos de los proyectos frente al cambio climático, la inseguridad, el tratamiento de agua o su captación. Eso es lo que nosotros hemos llamado retroactivo, porque son todas estas cosas que ya deberían tener para cuando nosotros llegamos como arquitectos. Es muy satisfactorio lograrlo, por un lado, pero muy transformador para dichas comunidades.

 

Pablo Goldin Marcovich: Vicente, en estos términos de tiempo, mucho de tu trabajo está relacionado con el futuro. Ahora con tus alumnos estás trabajando casi de una manera prehistórica, en el sentido de que agarran un árbol y lo trabajan con herramientas futuristas. En este “futurismo prehistórico” en el que estás trabajando, ¿cómo concilias tu práctica?, ¿cómo ves posibles respuestas a todo este drama temporal?

Vicente Guallart: Es una pregunta muy buena, Pablo. Cuando vinieron las directoras a ver la escuela, hablaron de una cosa muy rara, y es que el edificio que hemos hecho en Camerún tiene, por un lado, una parte de arquitectura ecológica africana; por otra, un diseño racionalista catalán; y otra parte de ambiente zen japonés. Y la directora lo llamaba “arquitectura ancestral”. No obstante, lo que más me interesa es la historia. Lo que me fascina en el fondo seguramente no es el momento presente, y este momento no presente tiene que ver con la historia y cómo la historia se repite, cómo podemos aprender de las cosas que han ocurrido, de los momentos de progreso y decadencia. Uno de los momentos que más me interesa es el mundo medieval, el momento de construcción de las ciudades, el momento de cómo hacía catedrales una gente cuyo edificio más alto tenía tres plantas. Para abordar el futuro, nosotros en este Instituto tenemos un margen de trabajo que son entre 10 y 15 años. Nunca trabajamos ni a 50 años ni a 2 años. Ahora podemos ver exactamente lo que está pasando, y lo que pasó hace 100 años con la Bauhaus, con el periodo entreguerras, el nacimiento de los fascismos en el mundo. Y todo esto en el fondo nos debería hacer temblar de lo que puede pasar en el futuro; pero, al mismo tiempo, es un momento muy, muy creativo. Por lo tanto, creo que hay una conexión muy directa entre el pasado y el futuro. Y en ello estamos.

 

Pablo Goldin Marcovich: Para terminar, ha sido interesante escuchar estas cinco voces tan distintas y entender cómo, en la arquitectura como profesión, no podemos simplemente esperar a que llegue una comisión o un cliente para abordar nuestras inquietudes. Creo que ha sido revelador cómo algunas de estas preocupaciones pueden transformarse no sólo en un proyecto, sino también en una práctica y, sin duda, en una forma de vida. Espero que hayamos logrado transmitir este mensaje y que sirva de inspiración para todos ustedes. Muchas gracias a todos y, por supuesto a rearc institute, a Mextrópoli y a todos los participantes de esta mesa.

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Prácticas paralelas (1/2) https://arquine.com/mextropoli-2024-practicas-paralelas-primera-entrega/ Mon, 14 Oct 2024 18:33:45 +0000 https://arquine.com/?p=93329 En el marco de Mextrópoli 2024, la mesa de diálogo “Prácticas paralelas” dio pie a una conversación sobre prácticas que, a pesar de sus distancias en latitud y escala, corren en paralelo a desafíos sociales y ecológicos, así como la filantropía y las luchas comunitarias contra la emergencia climática. En esta primera entrega aparecen las intervenciones de Nicolay Boyadjiev, Isadora Hastings y Jose Pablo Ambrosi.

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En el marco del festival Mextrópoli 2024, Isadora Hastings (Cooperación Comunitaria), Elena Tudela (ORU), Vicente Guallart (Urbanitree), Jose Pablo Ambrosi (Taller Capital) y Nicolay Boyadjiev (rearc institute) se reunieron en la mesa de diálogo “Prácticas paralelas”, conducida por Pablo Goldin Marcovich. El encuentro dio pie a una conversación sobre prácticas que, a pesar de sus distancias en latitud y escala, corren en paralelo a desafíos sociales y ecológicos, así como la filantropía y las luchas comunitarias contra la emergencia climática. Presentamos ahora, en dos partes, una versión sintética de dicho encuentro ocurrido el sábado 21 de septiembre de 2024, en Laguna (Ciudad de México); en esta primera entrega, referimos las intervenciones de Nicolay Boyadjiev, Isadora Hastings y Jose Pablo Ambrosi.

 

Pablo Goldin Marcovich: Muchas gracias a todos por estar aquí. Quiero agradecer al equipo de Mextrópoli que apoyó este encuentro, porque no era tan obvio; a Nicolay y a rearc institute, quienes también impulsaron esta mesa; y, por supuesto, a Irina y a Lorena, que nos recibieron. Esta mesa parte de conversaciones que se han tenido a lo largo del tiempo y las geografías —en Moscú, México y Barcelona—, y con oficinas que trabajan con intereses similares, pero desde lugares diversos y siempre paralelos: instituciones, la academia, sistemas económicos. Si bien hay muchas similitudes, también hay muchas diferencias. Cabe señalar primero que necesitamos crear un espacio común para esta conversación, ya que tenemos perfiles muy distintos. Cada uno de los participantes dará una introducción corta a su trabajo, y luego tendremos una discusión sobre aquello en lo que estamos en acuerdo y en lo que no. Primero que nada, todos los participantes son, de cierta manera, productores. No todos los proyectos que se presentan ahora han ocurrido así, pero ellos han construido los proyectos y necesitaron impulsar una idea y transformarla en una comisión. Es importante decir que para todos estos participantes la arquitectura es una herramienta para la interacción, un instrumento. No se trata sólo del edificio en sí, sino también del diálogo y las interacciones que se generan alrededor de él. Y, por supuesto, estas operaciones en paralelo. Cada uno de ustedes ha recorrido un camino que visualizan, impulsan y hacen posible. Y, para hacerlo posible, ¿en qué consiste su práctica?, ¿qué tipo de despachos son ustedes?, ¿cómo financian estas visiones?, ¿cómo se involucran en estas diferentes conversaciones con actores para sus prácticas? También queremos entender cuál es el tipo de instituciones que incluyen en sus prácticas. Por último, de la misma manera en que hablamos de paralelismo, tal vez esto sea lo “paranormal”, algo que es extraño en un principio, pero que debería volverse habitual en el futuro. Me gustaría darle el micrófono primero a Nicolay.

Nicolay Boyadjiev: Hola, muchas gracias a todos por venir. Voy a hablar en inglés porque, créanme, es mejor que mi español y probablemente también mejor que mi búlgaro. Soy arquitecto y trabajé como tal durante una década en la práctica corporativa. Después fui codirector del Strelka Institute for Media, Architecture and Design en Moscú que, como tal vez algunos de ustedes saben, es una escuela experimental con un ambiente muy similar al de Laguna. Así que estoy muy feliz de estar aquí. Ahora soy uno de los cofundadores y codirectores de rearc institute, que es una nueva organización sin fines de lucro en el espacio entre la arquitectura y el clima, con sede en Copenhague. Más en específico, soy el director del Practice Lab [laboratorio de prácticas] de esta institución, que es básicamente la unidad donde tratamos de hacer experimentos paralelos, en la intersección entre la filantropía y la arquitectura. Es el propósito de las unidades experimentales de rearc hacer tantos experimentos como sean posibles en filantropía. Algo que también es interesante en el contexto de la conversación de hoy, es que realmente pensamos en este como un espacio de aprendizaje por medio de la práctica: básicamente, un lugar en el que construimos y aprendemos a través de lo que construimos junto a organizaciones sin fines de lucro. Trabajamos directamente con estudios de arquitectura para crear prototipos de diferentes modelos para la filantropía y la arquitectura. Filantropía típicamente significa que uno trabaja con organizaciones sin fines de lucro. Por fortuna, o por desgracia, también hay un montón de grandes organizaciones sin ánimo de lucro, como despachos de arquitectura que tienen experiencia en contribuir a este problema. De tal manera que nos enfrentamos a que existe la capacidad y la voluntad, pero no necesariamente pueden resolver estos problemas, porque, desde la iniciativa privada, los clientes no están interesados. Y, en el lado del financiamiento público, a veces los gobiernos no tienen esto entre sus prioridades. Así que nuestro laboratorio está tratando de encontrar diferentes modelos para trabajar de manera directa con los arquitectos profesionales.

Nos dimos cuenta de que estas dos industrias tan importantes, la filantropía y la arquitectura, tenían mucho que aportar, pero no tenían ninguna relación. Después de investigar, vimos que la arquitectura es una industria muy destructiva en términos climáticos. Es responsable de alrededor de 37 o 40% de las pseudoemisiones de carbono, y eso es sólo usando una métrica muy estúpida como el dióxido de carbono (CO2). Yo estaba muy sorprendido de ver que sólo 2% de la filantropía se dirige a la mitigación del cambio climático. En realidad, no es 2%, sólo 8 de ese 2%. Básicamente sólo 1% de la filantropía va a la arquitectura. Del mismo modo, más o menos sólo 1% de la filantropía se dirige al medioambiente, en comparación con lo que la industria de la construcción construye cada año. Así que nuestro equipo estaba muy interesado en encontrar una forma paralela de trabajar con la industria de la construcción tradicional, que tal vez puede venir del sector sin fines de lucro. En esencia, había que encontrar relaciones más significativas entre la filantropía y la arquitectura.

Ese es nuestro laboratorio, es lo que tenemos tatuado (no les voy a enseñar en dónde). Así que, básicamente, lo que hacemos en el laboratorio es comisionar, investigar y asociarnos con organizaciones muy interesantes, e invitar a despachos profesionales a que propongan y lleven a cabo proyectos específicos, de iniciativa propia y dirigidos a lo que las comunidades necesitan, pero que actualmente no tienen clientes a quienes encargarlos y, por lo tanto, no se realizan. En otras palabras, que no haya un cliente público o privado no significa que algunos de estos proyectos no deban llevarse a cabo. Así que intentamos transferir dinero, lo cual parece fácil de decir, pero en realidad a veces es bastante difícil de hacer por la legislación con organizaciones sin ánimo de lucro.

Así que la forma en que normalmente trabajamos es curando la selección de despachos. De hecho, dos de ellos (Taller Capital y ORU) están hoy en el escenario con nosotros y hablarán más en concreto. Pero, en esencia, las contactamos, les llamamos por teléfono y les convencemos de que no somos spam. Y luego identificamos un desafío, una oportunidad o un proyecto interesante que cada comunidad necesita. Los despachos trabajan durante tres meses, y les pagamos 20mil euros para trabajar durante otros tres o cuatro meses con comunidades locales. No es caridad, les encargamos este trabajo y luego reciben un presupuesto de construcción que ronda el cuarto de millón de euros para los proyectos. Así que los despachos son totalmente responsables de decidir qué construir con sus comunidades. Nosotros no dictamos lo que construyen, intentamos mantenernos al margen porque ellos saben mejor que nosotros lo que se necesita.

Lo que hacemos es documentar este proceso y crear diferentes tipos de contratos para poder hacerlo más a menudo en el sector no lucrativo, y compartimos estos contratos con otras organizaciones para construir más proyectos que la sociedad necesita, aunque no haya clientes. Hoy en día trabajamos con 24 despachos de todo el mundo, y muchos de ellos están en América Latina. Considero que todos ellos son ejemplos de este tipo de prácticas paralelas para trabajar en arquitectura. Los llamamos proyectos híbridos de infraestructura, que mezclan programas sociales y ecológicos para producir proyectos en beneficio tanto para el bioma como para la comunidad que está allí. Así que, cuanto más miras estos proyectos, menos sabes si son sociales o ecológicos. Confunden al espectador por su hibridez. Mi perspectiva sobre esta cuestión de las prácticas paralelas es que, como diseñadores y arquitectos, no sólo tenemos que construir, sino pensar en los medios para lograrlo, en los mecanismos, relaciones e instituciones.

En otras palabras, el laboratorio trata de operar en esta especie paralelismos —donde se piensa en los mercados y la filantropía, lo financiado y no financiado—. En verdad tratamos de encontrar un nicho particular, un tipo particular de proyecto que no se parezca a los concursos interminables que producen una cultura de ganadores y perdedores, sino que encuentre una forma paralela de hacer arquitectura. Así que el laboratorio de prácticas es el diseño de una institución que hace este trabajo.

Isadora Hastings. Foto: by Jasso

Pablo Goldin Marcovich: Ahora le toca a Isadora Hastings. Justo en esto que mencionaba Nicolay al final, la mesa va a ser un poco mixta, como la frontera entre México y Estados Unidos. Isadora, ¿podrías hablar sobre esto último de diseñar las instituciones y la propia oficina para logra el tipo de proyectos que realizan ustedes en Cooperación Comunitaria?

Isadora Hastings: Cooperación Comunitaria es una organización sin fines de lucro, la cual lleva 12 años trabajando con comunidades rurales e indígenas en México, justamente las que están más marginadas, las más vulnerables a todas las amenazas naturales. Y, de un tiempo para acá, también son las más vulnerables ante los efectos de la crisis climática. Desde hace 12 años empezamos a trabajar con algunas de estas comunidades indígenas en Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Hidalgo o Yucatán. Trabajamos para reducir la vulnerabilidad, aumentar la habitabilidad de estas comunidades, a través de un modelo integral y sistémico que no sólo trabaja recuperando y revalorizando la arquitectura tradicional de estas comunidades que, de por sí, ya está muy adaptada al contexto cultural y climático, sino que también lo ve como un sistema y un modelo integral en relación a lo productivo, ambiental, territorial y sociocultural. Trabajamos con un diálogo de saberes, considerando y valorando el conocimiento que tienen las comunidades y aportando nuestro conocimiento académico, que pueda mejorar o reforzar estas estructuras para reducir esa vulnerabilidad.

Trabajamos con una metodología que lleva la producción y gestión social del hábitat, en donde lo interesante es el proceso, no tanto el objeto, el resultado final, sino todo este camino en donde la participación de las comunidades es muy importante. Hay una participación colectiva, no sólo individualizada, en donde hay interaprendizajes también. En todo este proceso nosotros nos asesoramos técnicamente y también acompañamos estos procesos de manera integral para reducir el riesgo. Es muy importante para nosotros hacer diagnósticos, no sólo de las arquitecturas o construcciones —porque también trabajamos en procesos de reconstrucción integral en estas comunidades después de un desastre socionatural—. Entonces, el diagnóstico es de suma importancia para entender el contexto y el ecosistema, para entender la cultura, las vulnerabilidades y las amenazas a las que están expuestas las comunidades. De ahí pasamos a una etapa de diseño participativo, planeación y organización colectiva con las comunidades para implementar los procesos. También estamos muy enfocados en el uso y el mantenimiento, porque hemos perdido este hábito por mantener las estructuras constructivas. También el cuidado de la naturaleza, ha hecho que las comunidades se vuelvan más vulnerables.

Entonces trabajamos también mucho en recuperar estas prácticas del mantenimiento y analizar el uso. Ahora que la crisis climática afecta cada vez más a estas comunidades, hemos implementado estrategias como la gestión integral del riesgo para que, trabajando con las comunidades, no sólo se refuercen las estructuras constructivas, sino las productivas y ambientales.

Jose Pablo Ambrosi. Foto: by Jasso.

Pablo Goldin Marcovich: Algo interesante, ahora que Nicolay mencionaba las infraestructuras (y hablando del trabajo de Taller Capital y Jose Pablo Ambrosi), es que en todas partes se habla de ellas: queremos diseñar nuevas infraestructuras, que los edificios hagan más cosas que sólo servir como vivienda. Esto genera muchos problemas para crear los puentes entre las dos acciones. En el caso de Taller Capital es interesante ver cómo lograron combinar infraestructuras de agua y espacio público, porque eso implica un diálogo con instituciones y secretarías de agua. ¿Cómo puedes profundizar en esto?

Jose Pablo Ambrosi: Nuestra práctica viene de que la arquitectura se enseñó de una forma, cuando nosotros estábamos en la escuela, que probablemente continúa en cierto grado, enfocada a hacer objetos de arte y responder al programa que te da un cliente. De hecho, todos los ejercicios son “este es tu cliente, el terreno y el programa, tú dedícate a hacer el objeto más bonito que se pueda”. Y si lo haces, sacas un diez. En la práctica nos hemos dado cuenta de que la arquitectura se concentra últimamente en sofisticar ese objeto de arte. Tanto, que deja de lado el poder que tiene la arquitectura, y lo ha tenido siempre —desde que empezó la idea de arquitectura o incluso más atrás—, para suturar la ciudad rota. Y el discurso arquitectónico se ha elevado a tal grado que es un discurso hoy en día excluyente: no todo el mundo lo entiende; y además muchos de los temas en los que discutimos en las bienales son irrelevantes para el grueso de la sociedad. A raíz de todo este entendimiento, lo que nos gusta a nosotros, o a lo que hemos tratado de dirigir nuestra práctica, es a estos lugares que se “autodiseñan” y están, de alguna manera, olvidados por la práctica arquitectónica. Ahí es donde hay un campo enorme, como decía Pablo. A lo mejor ahorita somos pocos, pero hay un campo inmenso ahí en esos sitios olvidados, en esas partes de la ciudad rota, para detonar una mejor calidad de vida.

Esta la idea de que van a venir y te van a encargar un proyecto porque eres muy bueno o muy famoso. Nosotros pensamos que eso es poco interesante y, aparte, es difícil de acceder a trabajos porque todo el mundo está compitiendo por lo mismo. Lo que creemos es que el arquitecto se puede convertir en un generador del propio trabajo. De alguna manera creemos que este proyecto, Albercas de Xoloc, representa muy bien eso de lo que estamos hablando hoy. Este proyecto surgió después de intervenir en este pueblo que está a tres minutos del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (Estado de México). La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) nos pidió un proyecto para regenerar el centro histórico y mitigar ciertas inundaciones. Después de ese via crucis, que no fue fácil, tuvimos la oportunidad de conocer a la comunidad. De hecho, muy al principio no nos querían en la comunidad, porque llegó este ente arquitecto-gobierno que les quería imponer un proyecto. Al final, se logró negociar y adaptar el proyecto a las necesidades del pueblo, y eso provocó que tuviéramos una buena relación con la comunidad y el ejido. A partir de entonces nos pidieron una serie de intervenciones para mitigar las inundaciones y captar agua de lluvia. Porque en ese lugar se inundan las calles, pero además se sufre desabasto de agua. Si ellos, en lugar de pagar para sacar esa agua, la pudieran captar y reutilizar, sería mejor. Teníamos esta necesidad, por parte de la comunidad, y encontramos el fondeo por parte del Practice Lab de rearc. Y se logró este proyecto que está en proceso, en donde se trata de captar toda el agua potable y fluvial de una de las calles, llevarla a unas piscinas, y que luego se convierte en un centro comunitario, de cultura gastronómica y albercas. Y esa agua se pueda reutilizar para el riego de la agricultura.

Hablando del tema de las prácticas paralelas, pensaba en qué tantas prácticas se requieren para que un proyecto se lleve a cabo. La academia es muy importante en este sentido. Loreta Castro, mi socia, ha sido maestra desde tiempo atrás y ha sido fundamental para tener capacidad de investigación, además de todos estos contactos o conexiones con otras prácticas que nos facilitan nuestra labor. El gobierno, en este caso el federal, y la Sedatu nos encargaron este primer proyecto que eventualmente se convirtió en otro, que fue un pedido de la comunidad: el sistema de aguas local al que teníamos que darle una solución, y que plantea esa relación entre el arquitecto y la institución, y no estar esperando hasta que te busquen a ti. Hicimos match con el enfoque filantrópico de rearc, porque este es el tipo de proyectos que nadie financia. El gobierno federal está buscando proyectos grandes, masivos, que den impacto. Hay muchas instituciones, secretarías y tales (como Educación, Seguridad, Salud), y cada una tiene su propia tipología; pero para esta tipología —que es una pequeña tipología de espacio público, con infraestructuras suaves de agua— no existe un canal para el fondeo y es claro que los municipios no tienen dinero para ello. Estar abiertos a este tipo de colaboraciones ha sido muy rico para lograr este tipo de proyectos que son diferentes a la mayoría.

Y luego, además de esta relación con las comunidades, hay que tener o participar en una forma de colectivo, porque al final todos estos proyectos requieren de una serie de personas con distintas profesiones, si no, no se pueden hacer. Nos ha funcionado mucho trabajar con personas especializadas en el manejo de diseño participativo, como Cecilia Barraza, Juan Carlos Cárdenas, Alberto Cruz y el ejido de Xoloc con el que, a lo largo del tiempo, ya tenemos una relación muy cercana. Todos los proyectos que hemos hecho han sido con el doctor Juan Ansberto Cruz, y sin la pieza vital de un hidrólogo es muy difícil que un arquitecto se aviente un proyecto así. Hay muchísimos otros aspectos por mitigar o resolver, y el diseño no tendría que ser un objetivo, sino una herramienta que nos ayude a no evaluar los proyectos por si son bonitos o feos, sino juzgarlos a partir de en qué medida mitigan problemas de la ciudad.

 

Aquí puedes leer la segunda parte de “Prácticas Paralelas”.

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Undécima llamada en el Metropólitan: las conferencias de Mextrópoli 2024 https://arquine.com/undecima-llamada-en-el-metropolitan-las-conferencias-de-mextropoli-2024/ Fri, 04 Oct 2024 16:31:11 +0000 https://arquine.com/?p=93146 Hasta hace poco, no más de una década, todavía era aceptable pensar, desde la experiencia inmediata, que el “contexto natural” era eso atemporal, que sólo se mueve a escala geológica o en eones. Y la arquitectura sería esa mediación que, con cierta lentitud con respecto a otros asuntos humanos, podría crear cosas perdurables: casas, monumentos, […]

El cargo Undécima llamada en el Metropólitan: las conferencias de Mextrópoli 2024 apareció primero en Arquine.

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Hasta hace poco, no más de una década, todavía era aceptable pensar, desde la experiencia inmediata, que el “contexto natural” era eso atemporal, que sólo se mueve a escala geológica o en eones. Y la arquitectura sería esa mediación que, con cierta lentitud con respecto a otros asuntos humanos, podría crear cosas perdurables: casas, monumentos, ciudades enteras. Ahora, como en pocos años antes, la naturaleza se ha revelado como un todo que cambia a una velocidad inalcanzable para una disciplina que, en gran medida, sigue habitando bajo la sombra de su espléndido pero ya casi infructuoso siglo XX: la figura centralizante del arquitecto, los proyectos construidos como único legado de los despachos y sus numerosos colaboradores, y una lucha no tanto por insertarse en el ya mencionado contexto, tanto natural como humano, sino diferenciarse de él cuanto antes.

En frente: huracanes cada vez más frecuentes y mortíferos; domos de calor alimentados por el concreto y el asfalto que cubren las ciudades; extinción masiva de especies, lenguas y culturas; estratos geológicos marcados por la extracción de materiales necesarios para la construcción incesante de edificios que, en la mayor parte de los casos, sólo servirán a la especulación financiera y no a los habitantes. Es un momento en el que la nave espacial Tierra se ha rehusado ya no a su simulacro de despegue, sino a admitir las reparaciones, esta edición de Mextrópoli trató de desmarcarse de la habitual etiqueta de los discursos y ponencias dirigidos por arquitectos, y en casi todos los casos tuvo que dar entrada, por voluntad propia o por fuerza, a este contexto en el que hay mucho que reparar en poco tiempo.

Para no ir más lejos, en casi todas las presentaciones todavía era notoria la huella de la pandemia de covid-19 (2020-2023), por mucho que cuatro años después de su inicio no haya habido cubrebocas mandatorios, o que las causas de una u otra ausencia no fueran los cierres sanitarios en los aeropuertos: así, casi todos los conferencistas traían noticias de proyectos demorados o cancelados, o que combatieron esa crisis de la que todavía no hemos salido, por mucho que se militara la vuelta a la normalidad (Leonor Silvestri dixit).

Como esa emergencia sanitaria, otras crisis han alcanzado a reflejarse en un festival en el que se animaba a reparar la ciudad global, pese a los muchos estragos en curso: guerras y operaciones genocidas en casi todos los continentes en las que perecen inocentes y patrimonio tangible e intangible; una crisis de vivienda y salarios que, sin embargo, no ha sonado aún la alarma de nadie, a pesar de los rumores de una próxima recesión (gran eufemismo para depresión económica) en 2025; y un giro a la derecha en el mundo, en plena tensión con gobiernos de izquierda, progresistas y liberales surgidos durante los dosmildieces y que ya han empezado a ser contrarrestados por el fascismo, brazo armado del libre mercado, en su nuevo traje libertario.

Como respuestas a la omnicrisis, los conferenciantes —además de sus mejores proyectos—, presentaron, no sin cierto escepticismo, algunas de las posibles rutas para reparar la megalópolis mundial: el revival de la madera; la recuperación de áreas urbanas para la vivienda y la habitación comunitaria; la construcción sobre estructuras y programas ya existentes; el credo de hacer más con cada vez mucho menos que, sin embargo (y como lo decía uno de los ausentes de este ciclo de conferencias, Pier Vittorio Aureli, en su opúsculo Less is enough [2023]) no se ha orientado hacia la optimización de recursos tanto como al lucro para unos cuantos. También había rasgos comunes entre conferencias, como una cifra que ya casi es un lugar común: la de que las industrias de la edificación y construcción producen más o menos el 40 % de las emisiones de dióxido de carbono, lo que ha llevado a una de las tendencias que podrían marcar lo que le queda de década a estos dosmilveintes: ponerle freno al imperio de cemento y concreto. 

Para cuando el lunes 23 de septiembre sonó la tercera llamada en el Teatro Metropólitan, la undécima edición de Mextrópoli estaba por probar qué tanto el eje del festival, reparar la ciudad, podía en verdad romper los ciclos de consumo y adoptar nuevas visiones de la ciudad, la sociedad y la arquitectura.

Foto: Axel Palacios

Ada Colau | Barcelona

“Donna Haraway hablaba del conocimiento situado, no todos ni todas hablamos desde el mismo lugar. Sé qué es que te corten el teléfono o pagar el alquiler, lo que ha condicionado mi visión del mundo.” En pleno día internacional de la bisexualidad, así se situaba Colau frente al auditorio del Teatro Metropólitan. Quien fuera alcaldesa de Barcelona durante dos mandatos (2015-2019 y 2019-2023), y en tanto representante de la plataforma política Barcelona en Comú, llegó a México tan sólo unas semanas después de despedirse del Ayuntamiento de esa ciudad y concluir una intensa etapa en la que puso la vivienda popular en el centro de su política pública en un contexto de especulación inmobiliaria y deshaucios. Con una presentación sencilla, limitada a algunas fotos de proyectos como APROP o del model superilla (supermanzana), la política catalana dio un balance de sus casi 10 años de política en funciones. 

“Necesitábamos vivienda asequible y aunque vivamos en un sistema de mercado, no es lo mismo especular con yates o relojes de lujo que con la vivienda que es un derecho esencial, que debe tener una protección y reglas distintas a las del libre mercado. Estamos hablando de corresponsabilidad: si la iniciativa privada quiere especular con vivienda, debe reconocer que no es cualquier tipo de servicio o mercancía, por lo que debe respetar otras reglas que las del mercado. Es una ciudad que prioriza la vida. La mejor imagen de seguridad no es una ciudad con presencia de policías, sino una imagen de niños que juegan en libertad y sin miedo a ser atropellados.”

Con una amplia experiencia, que la llevó desde el activismo callejero hasta el máximo puesto de responsabilidad en Barcelona, lugar desde el que tuvo que llevar a la realidad estas ideas sobre la vida situada (cosa que no sucedió sin resistencia), Colau señaló la importancia de que “la ciudad tenga buenas calles, equipamientos y escuelas, pero nada de eso existe como ciudad si no hay vida, y la vida la dan los habitantes”. No sin resistencias, y pese a la derrota electoral del año pasado, la gestión de esta política sentó precedentes como el cierre de filas contra Airbnb, los incentivos para cooperativas de vivienda y la actualización de la traza de Barcelona, ciudad que en sí misma sigue siendo uno de los laboratorios preferidos para el urbanismo internacional. Colau, quien ahora está en una pausa política y no descarta volver a presentarse como candidata, piensa que el siguiente paso no es, como se concebiría desde la política clásica del siglo XX, llegar al nivel país para seguir con esta política, sino por medio de un “municipalismo” o “internacional municipalista”. En pleno intercambio con otras alcaldesas del mundo, este concepto está por ponerse a prueba ya en el cénit de una década en la que otro espectro secular, el de la caída de la bolsa de 1929, empieza a flotar, comandada por la crisis inmobiliaria y de vivienda.

Foto: Axel Palacios

Eduardo Castillo-Vinuesa | Madrid

Como bajo el filtro azul de una cámara cinematográfica, este arquitecto interdisciplinario —como él mismo se nombra— y cuya obra discurre “en la intersección de la academia y el sector cultural”, dio una visita guiada por Foodscapes, proyecto que investiga los procesos de alimentación en entornos urbanos, y que fue parte del Pabellón de España en la Bienal de Arquitectura de Venecia en 2023 (con la curaduría conjunta de Manuel Ocaña). Dividido en 5 capítulos (digestión, consumo, distribución, producción y fundación), la porción de este proyecto internacional se centró en “los procesos metabólicos de la logística alimentaria mueve todo tipo de cuerpos y arquitecturas productivas, que siempre vuelven a la tierra. Hay que pensar en fotosíntesis y otros procesos químicos y orgánicos que hacen posible la alimentación en las ciudades.”

En pantalla: montajes de grandes horizontes de piedra caliza y campos de siembra, transportes marítimos y terrestres, jaulas con animales, fábricas y líneas de ensamblaje, trabajadores que mueven cajas y contenedores con innumerables cajas; de fondo, “Both of you, Dance Like You Want to Win!”, una de las piezas musicales más icónicas de Neon Genesis Evangelion (compuesta por Shiro Sagisu), que se acompasaba con frases como “al comer, digerimos territorios, y esto es de manera casi literal. Desde los paisajes instrumentalizados hasta los laboratorios domésticos de nuestras cocinas. Foodscapes no va de comida, sino que es un proyecto sobre el sistema alimentario, intenta entenderlo como una gran arquitectura, una arquitectura metabólica de cocinas, campos, mataderos y restaurantes que conforma la vida en la tierra.”

Foto: Axel Palacios

Ana Elvira Vélez | Medellín

Con la conferencia “Entre espacios”, Vélez hizo un recorrido por una larga experiencia en torno a la vivienda colectiva en Medellín y Antioquia, especialmente junto a la Caja de Compensación Familiar de Antioquia (Comfama), empresa que ha dirigido múltiples proyectos de vivienda colectiva junto al gobierno colombiano. Por casi tres décadas de experimentación continúa en las escalas de vivienda individual, habitacional y urbana, Vélez explicó que la línea de pensamiento de sus proyectos se ha articulado por “la huella (la creación de un lugar), la observación (las formas de habitar que definen una identidad) […] Diseño, naturaleza y comunidad son parte de una misma cosa, por lo que hay un trabajo de correlación en estos proyectos de vivienda.” Añadió además que toda esta línea de pensamiento se podrá explorar de manera más profunda en un libro que está en proceso de conexión junto a Arquine.

Foto: Axel Palacios

Iñaqui Carnicero | Madrid

El segundo conferencista con experiencia en un gobierno español fue Iñaqui Carnicero, Secretario General del Ministerio de Agenda Urbana, Vivienda y Arquitectura, situado en Madrid. Su participación se dirigió a un público joven en un momento en que las tecnologías digitales han acrecentado la pericia técnica de la profesión del arquitecto, pero en el que muchos programas de estudio siguen obedeciendo a parámetros estéticos y no tanto sociales o comunitarios.

“En estos años hemos aprendido a utilizar las herramientas proyectuales y de vivienda experimental y asequible. Por el otro lado el reúso de distintas tipologías, como patrimonio industrial y el cambio de usos. Renuncié a mi labor como proyectista y arquitecto para participar en un puesto político que me ha permitido a mí y mi equipo llevar a cabo proyectos de arquitectura de alta calidad y sustentable. Hemos impulsado la ley de calidad y arquitectura, pensando en la sociedad y la multidisciplina. Se trata de una ley que aspira a acercar los valores de la arquitectura a la ciudad.” Carnicero también profundizó en su labor como divulgador del patrimonio arquitectónico con iniciativas el Museo de la Arquitectura, cuya intención es abordar los grandes retos de la disciplina, o el programa Propuestas sobre el Entorno Construido y la Arquitectura (PECA!), que tienen la intención de proteger el legado arquitectónico y dieron pie a un borrador de ley que busca que la arquitectura es sea un bien de interés general por su impacto en la eficiencia energética, la flexibilidad y la inclusión.

Foto: Axel Palacios

Benedetta Tagliabue | Barcelona

A contracorriente de las reglas no dictadas de la etiqueta arquitectónica, Benedetta Tagliabue subió al escenario con una vestimenta de colores, collares y anillos para dar una conferencia que se sintió como un greatest hits de proyectos como el Edificio del Parlamento Escocés en Edimburgo, el Ayuntamiento de Utrecht, el Mercado de Santa Caterina en Barcelona y el Pabellón Español para la Expo Shanghái, la Iglesia de San Giacomo Apostolo de Ferrara y el Centro Kálida Sant Pau. La cofundadora de EMBT Architects englobó estas obras dentro de la idea eje del festival con afirmaciones como que “reparar la ciudad comienza por la casa, el mundo de la arquitectura doméstica. Por ejemplo, capas y capas de otras vidas. Fue la lección de entender que otras generaciones habían habitado este espacio. Y la conversación era que aceptamos algunos de estos dibujos y pinturas.” En pantalla, fotos de los proyectos, los conocidos collages y maquetas hechas con bloques de madera, la peculiar fuente tipográfica utilizada por EMBT, todo lo cual en sí mismos conforma una obra plástica sólida en la que se conjunta lo público con lo artístico: “Estos collages se convierten en arquitectura y, a partir de ellos, se han hecho todo tipo de proyectos. Me gusta ver la relación entre el proyecto y la realidad. Casi todo lo que hacemos ahora tratamos de hacerlo como una casa, por el sentimiento de pertenencia y para que el espacio te haga sentir único.”

Foto: Axel Palacios

Vicente Guallart | Barcelona

El tercer conferencista con experiencia como funcionario en un gobierno español fue Vicente Guallart, quien comenzó por recordar su presencia en uno de los primeros Congresos Arquine, eventos precursores de los actuales Mextrópoli. “Cada 30 y 25 años ha habido un cambio en los estilos arquitectónicos y en la ordenación urbana. La segregación urbana, las estructuras de concreto y los autos privados son los principales causantes del cambio climático. Hay un grave problema si uno no sabe lo que quiere hacer dentro 30 y definir los nuevos retos de la arquitectura. Ahora tendríamos que pensar en ciudades capaces de absorber el dióxido de carbono. Tenemos muchos retos delante de nosotros.” 

Veinte años después de esa primera conferencia, este pionero en la divulgación de la arquitectura (en su momento dirigió uno de los primeros sitios webs dedicados a la disciplina, así como colecciones con programas educativos en CD-ROM), contó  sus experiencias con dos prácticas contemporáneas: la arquitectura en países de África y la innovación tecnológica y sustentable con un proyecto como Terrazas para la Vida (Barcelona), que ha sido uno de los edificios de madera más altos de España:  “Hay que pensar en edificios que produzcan su propia energía, construidos en madera, y que promuevan la eficiencia energética, como si tuviera su metabolismo propio. La idea es que el precio de construir con todas estas tecnologías sea más barato, lo importante es producir edificios que sean sumideros de madera y poder hacer que los bosques vayan creciendo y se renueven. La mejor manera de presentar el futuro es aumentarlo y generar patrimonio para las nuevas generaciones. Los países que tienen mucha historia tienen mucho futuro. Y la arquitectura tiene mucho futuro: siempre va a hacer falta quien haga un proyecto, pero el mejor olor del mundo es el de una buena soldadura en la obra por la mañana.”

Barbara Buser | Zúrich

En la primera conferencia dictada en inglés de la jornada, Barbara Buser presentó su conferencia sobre cómo construir en tiempos de crisis climática. La suiza, con amplia experiencia también en el continente africano, y a la vanguardia en el reúso de materiales de construcción (con iniciativas de las cuales fue una auténtica inventora, como la primera Bauteilbörse [bolsa de materiales de construcción], que hizo junto a Klara Kläusler), ahora trabaja con el despacho baubüro in situ en torno de ideas como reducir, reparar, reusar, rediseñar y reciclar, justamente los cuatro temas que articularon su conferencia. Formada como ingeniera y no como arquitecta, construyendo pozos para pueblos en Tanzania, cuando regresó a Basilea no se entendía con nuestra civilización: “todo mundo dice que reúsar elementos y materiales de construcción es una buena idea, pero de todos modos la gente compra cosas nuevas. La experiencia de los últimos 25 años nos enseña que reúsar edificios ya existentes puede reducir las emisiones de carbono. Por eso hemos desarrollado un proceso para construir sin tantas emisiones. Lo más importante es reúsar y hacer el menor número de intervenciones posibles.” 

De esa manera, Buser presentó a detalle el proceso de construcción de Kopfbau 118 (K.118), proyecto que, como dice su nombre en alemán, agregó como tercer piso de un edificio ya existente una cabeza construida con materiales hallados en el sitio de construcción. Muy acorde a las ideas de reparar la ciudad de Mextrópoli, este proyecto mostró las posibilidades de construir con lo existente y llegó a algunas preguntas a modo de conclusión: “¿Cómo podemos construir con una huella neutral de carbono? Nunca demoler, prohibir la construcción de nuevos edificios y volver más cerrados los ciclos de producción.”

Foto: Axel Palacios

Caroline Bos | Ámsterdam

La neerlandesa Caroline Bos presentó también una retrospectiva de su trabajo con Unstudio, que se ha desempeñado sobre todo en Países Bajos, una de las naciones con mayor densidad urbana de Europa: “Todo lo que un arquitecto hace va a ser contrafactual. Por ejemplo, el Erasmus Bridge en Róterdam, más que una maravilla arquitectónica, era un lugar para propiciar relaciones. Nosotros no solo estamos en casa o trabajamos, sino que constantemente estamos a mitad de camino entre esos dos espacios. De ahí la importancia de desarrollar espacios que permitan una buena movilidad. ¿Cómo puede el diseño urbano propiciar el sentimiento de pertenencia? ¿Cómo podemos iniciar un cambio tangible en nuestras circunstancias? Está en nuestras manos acabar con la contaminación en las calles y reducir las emisiones de carbono. No solo se trata de reparar sino de crear herramientas propias, atender a las tradiciones, de hacer cada vez mejor las cosas.”

Foto: Axel Palacios

Arine Aprahamian | Beirut – Róterdam

Arine Aprahamian llegó a México justo en el mismo día en que sonaban las noticias de una ofensiva del ejército israelí contra el Líbano, bajo el supuesto de bombardear blancos militares escondidos en inmuebles civiles. El resultado de este ataque ha sido analizado en días recientes como la apertura casi oficial de un nuevo frente en Oriente Medio, en el marco del genocidio ejercido contra la población de la Franja de Gaza, en Palestina, iniciada hace casi un año. Arine estaba conmovida por los sucesos y estuvo a punto de no subir al escenario, justo en el día en que también se habían anunciado las ausencias de Pier Vittorio Aureli y Elizabeth Añaños.

Pese a todo, Aprahamian pronunció su ponencia “Home is where the Earth is” [“El hogar está en donde la Tierra”], caracterizada por ideas y proyectos a futuro de una arquitecta todavía joven, quien ha sido parte del programa de mentorías de Rolex —y apadrinada por Anne Lacaton—.  Aprahamian ha trabajado con propuestas arquitectónicas para viviendas para trabajadores y climas extremos, así como visiones del ciberespacio para los inmuebles virtuales. Su despacho ha adoptado, en sus propias palabras, un enfoque transescalar, antidisciplinar y preparado para el futuro de los materiales, la experiencia y el espacio: “En Müller-Aprahamian hemos tenido la oportunidad de trabajar con arquitectura especulativa”. 

Un ejemplo claro de esto fue un proyecto como Bourj Hammoud, intervención que consistió en rehabilitar varios edificios, y que requirió de procedimientos muy cercanos a la arqueología. “De cierta manera, los problemas que hay en nuestro mundo se mueven con mayor rapidez que las soluciones que podemos dar. Los proyectos de este estudio se mueven por metodologías como usar la inventiva, adaptabilidad, intencionalidad y trabajar con lo existente.” Después de mostrar diapositivas de renders futuristas, visualizaciones entre lo arqueológico y lo teórico, Aprahamian cerró con una reflexión sobre el karshif, material conglomerado de sal, arcilla y otros minerales usado en el oasis de Siwa (Egipto) desde hace más de diez siglos en fortalezas y edificaciones cuya visión tenía que ver “con trabajar con lo que hay.” Una propuesta a futuro desde un país con una larga experiencia en la reconstrucción y reparación de un legado patrimonial contemporáneo puesto en peligro.

Foto: Axel Palacios

Paulo Tavares | Brasilia

“Disculpen por no hablar en español y tener que optar por el inglés en México, en América Latina.” Con ese recordatorio sobre las amplias distancias que todavía existen entre el mundo hispanoamericano y el subcontinente brasileño, Paulo Tavares inició una conferencia que, en gran medida, fue una recitación de su ensayo-manifiesto-silabario “Arquitectura de reparación” (disponible de manera integral y en versión prosificada en A109), acompañada por un estudio de caso: la resistencia y restitución de la aldea de Sõrepré, que fue destruida durante las obras de la carretera BR-08 entre 2021 y 2022. Este sitio sagrado del pueblo xavante, originario de la región amazónica de Mato Grosso, fue la culminación del proyecto nacional-brasileño, que Tavares calificó de “autoimperialista” y que ha sido encarnado durante generaciones tanto por un urbanista como Lúcio Costa, como por el expresidente ecofascista y etnocida Jair Bolsonaro.

Entonces, ¿qué es la arquitectura de reparación? Tavares hilaba, a partir de las frases breves pero concentradas de su manifiesto, algunas ideas: “Educamos a los estudiantes de arquitectura, pero no en los problemas sociales que rodean a los proyectos arquitectónicos. Consideramos que la arquitectura, su política y ética, es buena, pero muchas veces la arquitectura se trata de separar, segregar. La arquitectura de reparación tiene que ver con tratar de reparar esas desigualdades sociales derivadas de la arquitectura. Es una posición política, que puede asumir muchas formas desde la acción, el manifiesto, el diseño gráfico o la historia.”

Como parte del Pavilhão Terra, que Tavares curó junto a Gabriela de Matos en la Bienal de Arquitectura de Venecia de 2023, esta lectura fue un intento de reflexionar sobre la descolonización y la historia oculta de la ciudad modernista brasileña, dedicada a la extracción cultural y del hábitat, así como resultado de un modo de producción esclavista sobre territorios de las que fueron expulsadas, sobre todo, poblaciones originarias y negras; o de donde fueron borradas ordenaciones espaciales como los quilombos y otros tipos de legado arquitectónico vernacular y afrodescendiente. “La arquitectura de reparación, pues, también es una forma de defensoría (advocacy), tanto legal como cultural. Otra forma de defensoría ha sido la denuncia y, lo que necesita que se consideren como monumentos arquitectónicos a los árboles y la vegetación. Mantenimiento, reconstrucción, rehabilitación, la arquitectura de reparación es una nueva ecología.”

Foto: Axel Palacios

Manuel Cervantes | Ciudad de México

El único mexicano del programa también hizo una retrospectiva por el trabajo de las obras dirigidas por el despacho que lleva su nombre: “La arquitectura no es un proceso lineal, más bien es circular, son conversaciones que van y vienen y conforman un proceso imaginario que lleva a la construcción, que no siempre son en lo físico, sino en lo teórico, la educación, las ideas. ¿Qué conversaciones deben priorizarse? Uno inicia con una, dos o cuatro conversaciones simultáneamente y va entendiendo qué conversación debe priorizarse. Para entender algo de estas conversaciones, hablaré de proyectos diversos en escala, tipología y recursos, pero que muestran el interés de nuestra oficina para no sentirnos cómodos con una sola cosa.”

De ese modo, su labor ha emprendido proyectos que van desde viviendas unitarias hasta obras de carácter infraestructural, como el Centro y Estación de Transferencia Modal (CETRAM) de Cuatro Caminos, por la que diariamente circula un flujo de 250 mil personas: “Este proyecto es un ejemplo para reflexionar la responsabilidad pública del arquitecto, de ese arquitecto que todos tenemos dentro, que se centra en ideas y cuestiones. Nos gusta diseñar para construir, porque cada trazo nos lleva a pensar en las consecuencias que puede tener una obra.”

Otro de los puntos importantes de su intervención fue el proyecto Kon-Tigo, que se llevó a cabo a raíz del paso del Huracán Otis en Acapulco en 2023, y que siguió una lógica terapéutica que el despacho ha usado en otros proyectos: atender al desastre (accidente) emergencia (operación) y largo plazo (terapia), así como ecotecnias obvias con mano de obra local.

Foto: Axel Palacios

Anne Lacaton | París

La ponencia “Transform to repair” fue, como en otras ediciones de Mextrópoli, el punto climático de esta serie. En representación del despacho que comparte con Jean-Philippe Vassal, Anne comenzó por hablar de una práctica caracterizada por la transformación de lo existente, y no sólo de monumentos y patrimonio, en un proceso para reparar la ciudad. “Transformar significa hacer con lo que ya existe, para inventar y hacer más con menos. Construir con lo existente, como la naturaleza.”

La correceptora del premio Pritzker 2021 siguió una línea convencional en cuanto a su presentación, y mediante diapositivas de sus proyectos más conocidos, habló de que “construir con lo existente tiene que ver con transformar, reúsar mejorar, extender la vida de uso, reinventar y hacer más con menos. Demoler no es la solución, es un gran desperdicio en todos los sentidos. En los casos de estudio que hemos llevado a cabo hemos visto que la demolición y reconstrucción puede costar más del triple que transformar viviendas ya existentes.” El credo de esta oficina de nunca demoler, nunca sustraer, remover ni reemplazar; y siempre reúsar, transformar, dar nueva vida con y para los habitantes, se vio sobre todo en proyectos de transformación de viviendas ya existentes. Con la ventaja de poder cerrar la noche, Lacaton pudo extenderse mucho más allá de los 40 minutos habituales y dio un recorrido pormenorizado por tres de sus proyectos más icónicos: las transformaciones el FRAC de Dunkerque (2013-2015) y La Chesnaie (2016), así como el proyecto Kampagnel, complejo cultural con 900 eventos al año y la torre parisina de Bois-le-Prêtre.

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Conversación con Vicente Guallart en MEXTRÓPOLI 2020 https://arquine.com/conversacion-con-vicente-guallart-en-mextropoli-2020/ Tue, 15 Dec 2020 13:00:13 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/conversacion-con-vicente-guallart-en-mextropoli-2020/ Durante MEXTRÓPOLI 2020 Pablo Goldin conversó con Vicente Guallart

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Durante MEXTRÓPOLI 2020 Pablo Goldin conversó con Vicente Guallart

 

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