Resultados de búsqueda para la etiqueta [urbano ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Fri, 08 Jul 2022 07:31:26 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.1 Taller AMAA https://arquine.com/obra/taller-amaa/ Thu, 23 Apr 2020 14:00:05 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/obra/taller-amaa/ El diseño de un complejo multifuncional es de hecho una oportunidad para el establecimiento de un nuevo polo que atrae y cambia los flujos existentes de la ciudad de Venecia,

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La reutilización del distrito de la “zona B”, antiguo centro de la conocida empresa Pompe Pellizzari, se revela a través del cambio progresivo de escala, de la urbano a la más humana. El objetivo es alcanzar el mejor partido dentro del contexto, que debido a un descuido a nivel urbano, busca alentar la reactivación social.

El diseño de un complejo multifuncional es de hecho una oportunidad para el establecimiento de un nuevo polo que atrae y cambia los flujos existentes de la ciudad. Sin agregar ningún volumen nuevo, el proyecto tiene como objetivo dar una nueva cara al sitio ex industrial y contribuir a su regeneración.

“El área del valle del Po en el norte de Italia combina áreas rurales, industriales y residenciales a gran escala. Con el libro Atlante dei Classici Padani (Atlas de los clásicos del valle del Po), el artista Filippo Minelli relata la estética, la arquitectura y el comportamiento humano vinculado a este paisaje continuo, que está formado por una constelación de municipios que forman una gran megalópolis que se extiende de Turín a Venecia.

Los cobertizos industriales son la tipología de construcción más extendida en esta macro región, que en algunas décadas ha visto nacer un millón y medio de empresas privadas pequeñas y medianas. Después de un gran impulso que cambió de manera optimista los rasgos y la personalidad del paisaje del valle del Po, la fase actual de decrecimiento está llevando al cierre de muchas iniciativas y al abandono de muchas estructuras. La reutilización del reciente patrimonio industrial descuidado se está convirtiendo en uno de los problemas más importantes para el norte de Italia.

El nivel intermedio del proyecto involucra el edificio principal de la “zona B”, que ya está en uso con las nuevas funciones y la adición de una nueva capa, el sótano exterior, que resuelve la diferencia de altura entre los espacios internos y los externos. Zona pública y calle. La relación entre el interior y el exterior se alcanza a través de los grandes marcos de ventanas de acero hechos a mano.

La escala detallada completa el proyecto de un nuevo volumen, como el RESULTADO FINAL de todo el proceso, que alberga el Taller AMAA. Una caja independiente que busca relaciones con las geometrías de las bóvedas existentes del edificio y de sus materiales -cemento, acero, láminas corrugadas, vidrio, mármol y madera-, que se refieren a la tradición industrial del sitio.

El espacio en el sótano, utilizado en el pasado para pruebas de bombas, se ha convertido en espacios de servicio, como inodoros, almacenamiento, instalaciones y cocina, e interpretado como parte de la base sólida de la que sale el volumen de la nueva escalera de hormigón. . En esto, la estructura regular se eleva hasta dos niveles: el superior es más ancho en altura y en superficie.

Los esbeltos elementos de acero definen el esqueleto estructural del volumen, pero también el perímetro de los marcos de las ventanas, lo que mantiene una transparencia completa entre el espacio existente y la adición, lo que no altera la percepción completa del edificio industrial.


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Amazonia urbana, una breve prehistoria https://arquine.com/amazonia-urbana-2/ Thu, 12 Sep 2019 13:00:41 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/amazonia-urbana-2/ Amazonia ha sido recurrentemente representada por estados e imperios, incluso por las ciencias naturales, como una geografía vacía y sin historia. Nada más alejado de la realidad.

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Amazonia ha sido recurrentemente representada por estados e imperios, incluso por las ciencias naturales, como una geografía vacía y sin historia. Nada más alejado de la realidad. El bosque tropical más vasto del mundo cuenta con una historia urbana fascinante. El fraile extremeño y dominico Gaspar de Carvajal, cronista de la expedición de Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana, al descender el Napo y el Amazonas entre 1541 y 1542 describió una serie de asentamientos que poblaban largas extensiones de las riberas de ambos ríos. El segundo bergantín de la expedición que había partido desde Quito hacia el oriente en busca de El Dorado, y que fue construido cerca de la desembocadura del río Napo, era atacado incesantemente por flotillas de canoas que se reaprovisionaban velozmente. Las grandes y organizadas ciudades interconectadas por caminos y sinuosos esteros que elogia Carvajal en su crónica, formaban un sistema complejo de cacicazgos o señoríos eficientemente vinculados entre sí.

La compleja constelación social que se entretejía con la selva en el siglo XVI fue casi olvidada por los estudiosos de la prehistoria americana durante centurias. Sin embargo, las cerámicas que emergían cuando se excavaban los suelos de Marajó, Manaus, Santarém, Iquitos, el Beni, los llanos de Mojos, o a lo largo del mismo Napo, tierra de los antiguos Omaguas, parecían apuntar hacia la existencia precolombina de sofisticadas sociedades en la región. En la década de los 60, la arqueóloga estadounidense Betty Meggers y su esposo Clifford Evans lideraron el establecimiento de la arqueología amazónica moderna. Sus hallazgos de cerámica en los promontorios de Marajó atrajeron una atención sin precedentes hacia una región donde los métodos estratigráficos tradicionales de la arqueología son difíciles de aplicar. Los suelos amazónicos son sumamente acuosos y dinámicos: sus capas se revuelven incesantemente. Paradójicamente, Meggers, la pionera de la arqueología moderna en la región fue la principal promotora del estancamiento parcial de la disciplina. En su influyente libro Amazonia: Man and Culture in a Counterfeit Paradise (Amazonia: hombre y cultura en un paraíso ilusorio, 1971), postuló que los suelos de Amazonia, en su mayoría ácidos y pobres, eran incapaces de sustentar una agricultura intensiva, prerrequisito —como lo había establecido el arqueólogo australiano V. Gordon Childe en 1935— de toda urbanización. El convincente “determinismo medioambiental” de Meggers contribuyó a perpetuar el mito de Amazonia como una zona paleolítica, congelada en el inicio de los tiempos. Cuando le preguntaron a Meggers cómo explicaría la existencia de cerámica compleja en el Amazonas, respondió que probablemente era resultado de incursiones andinas en la cuenca. Sin embargo, existían anomalías —de aquéllas que según Kuhn obligan a las ciencias a desenrollarse— que ponían en duda la teoría de Meggers, por lo menos en ciertas áreas del trópico sudamericano. Una de ellas era la edad de algunas cerámicas amazónicas: las más antiguas de aquéllas conocidas en el continente. En base a sus estudios etno-arqueológicos, el antropólogo estadounidense Donald Lathrap se atrevió a lanzar la hipótesis, en la década de los 70, de que el movimiento “civilizatorio” había sido al revés: los amazónicos habían plantado algunas de las semillas (literal y figurativamente) que facilitaron el surgimiento de las grandes culturas andinas. Las semillas de cacao más antiguas que se conocen, por ejemplo, se han encontrado en el Alto Amazonas; y el maíz, de origen mesoamericano, fue —según estudios genéticos— inicialmente domesticado en la cuenca amazónica.

En la década de los 80, la arqueóloga estadounidense Anna Curtenius Roosevelt publicaría evidencia contraria a la hipótesis del determinismo medioambiental de Meggers. Trabajando en estrecha colaboración con arqueólogos brasileños, Curtenius R. aplicó tecnologías geofísicas de teledetección a su investigación arqueológica. Dichas tecnologías se estaban aplicando en Brasil al estudio geológico de territorios complejos y sus recursos. Los arqueólogos brasileños estuvieron entre los que lideraron su transferencia a los estudios de campo de la arqueología en Amazonia y otros lugares. Curtenius lideró, además, la excavación de la Caverna da Pedra Pintada, en el estado de Pará, entre 1990 y 1992. La datación sugiere que la pintura rupestre se ubica entre las más antiguas del hemisferio occidental y que pobladores amazónicos ocuparon la caverna por primera vez hace diez u once mil años. Cerámica que data de hace 7.500 años denota una re-ocupación. Los descubrimientos de la Caverna revolucionaron las narrativas arqueológicas, pues revirtieron su orden al ubicar la cerámica amazónica entre las más antiguas de América. En el año 1991, Curtenius R. publicó Moundbuilders of the Amazon: Geophysical Archaeology on Marajo Island, Brazil (Constructores de montículos de Amazonia: arqueología geofísica en la Isla de Marajó, Brasil). En este libro, su autora postula que en Amazonia pre-colombina se desarrollaron sociedades complejas cuyos logros culturales tangibles incluyen la domesticación y semi-domesticación de infinidad de especies útiles (alimenticias, medicinales, artesanales y constructivas), técnicas imbatibles de manejo forestal, policultivo intensivo, cerámica, sistemas de asentamiento sustentados por considerables infraestructuras públicas, y otros signos de complejidad social. Este vasto territorio, sin embargo, ha sido representado como una selva sin historia, una terra nullius pronta a la apropiación y la colonización.

Además de la cerámina antigua, otra “anomalía” que ponía en duda la teoría de Meggers, era la presencia de terra preta, un humus oscuro y sumamente fértil que existe en varios lugares habitados de Amazonia, generalmente acompañada de terra mulata, a lo largo de un sinnúmero de arterias fluviales de diversas escalas e incluso en las zonas interfluviales. Ambas tierras son aptas para la agricultura intensiva y se sabe ahora que ambas son antropogénicas. La arqueología satelital, combinada con investigaciones de sitio, está cartografiando con cada vez mayor precisión la extensión, ubicación y profundidad de estas tierras negras. El arqueólogo brasileño Eduardo Neves, entre otras importantes contribuciones, ha recopilado las cartografías de varios colegas en un esfuerzo por visualizar la magnitud de la presencia de estas tierras fértiles en la cuenca. A los suelos existentes hay que añadir los “suelos ahumados” que con gran dedicación atizan los pueblos amazónicos. Susanna Hecht describió en detalle cómo los Kayapó utilizan el fuego de manera contenida, como una suerte de “fuego tibio,” para fijar el carbono y generar suelo fértil ahumando la hojarasca que se acumula en el bosque y las chakras. Estos suelos sirven de fermento para los policultivos, cuya lógica de bosque productivo o cultivado imita la compleja lógica de la selva, cuya densa biomasa prospera, en aparente paradoja, incluso sobre los suelos ácidos en los que se enfocó Meggers. La ciencia todavía no ha logrado explicar satisfactoriamente cuáles son los complejos mecanismos mediante los cuales se reproduce la vida sobre un estrato mineral que normalmente se asociaría con la infertilidad. La selva se alimenta de sí misma y prospera reabsorbiendo su sistema de incesantes ciclos de vida y muerte. La lógica cíclica de la selva y la agricultura concebida como policultivo contribuyen a desarticular la hipótesis del determinismo medioambiental.

La ecologista brasileña Carolina Levis, cuyo trabajo se concentra en comprender cómo poblaciones humanas pasadas y presentes han domesticado y domestican forestas, ha reunido una serie de estudios disgregados sobre la ubicación y distribución de especies tradicionalmente utilizadas en la selva. Cada especie vegetal cuenta con una huella espectral distintiva y única. Gracias a los avances tecnológicos es ahora posible programar a un satélite para que mapee una especie en particular mediante la identificación de su huella espectral. Levis y sus colaboradores sintetizaron la información existente para aproximadamente cincuenta especies utilizadas en la dieta, la medicina y la construcción tradicionales. Los resultados son reveladores: como puede verificarse en los mapas de la figura 2, la distribución de especies útiles en grandes tramos de Amazonia no responde a un patrón evolutivo ni medio ambiental. Este tipo de investigación, que sintetiza el conocimiento generado por varias disciplinas (etnobotánica, biogeografía, ecología, y otras) está demostrando que Amazonia es un foresta tropical altamente antropogénica a pesar de su escala continental. Si se hace un esfuerzo por comprender este fenómeno dentro de un marco ontológico indígena, en el cual el concepto de “naturaleza” se pulveriza y el de “ciudad” se dispersa y redefine como constelación de asentamientos vinculados por vías fluviales o senderos y caminos, la relación entre sociedad humana y medio ambiente se establece como simbiótica.

Evidencia adicional que apoya la tesis de Lathrap sobre el papel germinal que jugaron las culturas de la cuenca amazónica en el desarrollo regional de América del Sur, fue desvelada por la deforestación en Acre. Conforme la “modernización” agrícola y ganadera de Brasil pelaba la selva, cientos de formaciones territoriales de evidente impronta humana comenzaron a emerger de la oscuridad. El arqueólogo brasileño Ondemar Dias fue el primero en divisar, en 1977, lo que el geógrafo brasileño Aleu Ranzi llamaría “geoglifos”. Gracias a sus sobrevuelos por la región, Ranzi pudo describir una serie de inscripciones en el paisaje. En colaboración con otros geógrafos y arqueólogos, recabó información medio ambiental que le permitió inferir que las formaciones de tierra eran construcciones estratégicas en una foresta que había sido hábilmente conformada y manejado por milenios.

En el Alto Amazonas, en Bolivia, en la década de los 70, cuando las compañías petroleras estaban penetrando las selvas en su búsqueda de combustibles fósiles, el ingeniero de petróleos Kenneth Lee se quedó fascinado con las grandes y complejas formaciones de tierra que aparecían conforme se realizaban los trabajos de prospección. Lee se volvió un arqueólogo amateur y atrajo la atención a la región de arqueólogos profesionales especializados en el trópico como Clark Erickson, quien ha estudiado con profundidad las sociedades precoloniales del Beni. En 1961, el geógrafo estadounidense William Denevan ya había notado la presencia de lo que llamó “arqueología agrícola” en el Beni. Casi todas las estructuras de tierra se esparcían en una amplia llanura, los Llanos de Mojos, donde los Jesuitas habían reducido a la población indígena entre 1668 y 1767, dejando maravillosas estructuras y reveladores relatos a su paso. Los caciques de los habitantes del Baures, aseveraban, tenían el poder para declarar guerras, movilizar solados, mantener el orden público y organizar las actividades agrícolas. En la década de los 90, un equipo boliviano-estadounidense liderado por Erickson dio inicio a una rigurosa y extensiva investigación de la arqueología del paisaje en esta zona, la región nororiental del Beni. Erickson argumenta que allí habitó una de las culturas más complejas, densas y elaboradas de Amazonia. En sus palabras, “los caminos formales [del Beni] son transformaciones planificadas, a gran escala, del paisaje” (Erickson, año, 21). Según varios antropólogos que estudiaron la organización política hereditaria de los baure, la describieron como un ejemplo clásico de “señorío”, cacicazgo o curacazgo. Sus poblaciones incluían grandes plazas públicas punteadas en su centro por una casa del señor o templo. Alrededor de la plaza se hallaban cientos de casas organizadas a lo largo de calles o amplias avenidas. Algunos de los poblados estaban protegidos por altas palizadas o rodeados por profundos fosos. (Erickson, año). Se estima que los pueblos prehispánicos del Beni abandonaron sus islas de bosques, terraplenes y canales entre 1400 y 1700 e.c. (Mann 2000). Erickson infiere que un complejo mosaico de sociedades interconectas por una red de intercambio y comunicación hilvanada con alianzas o guerras, habitó los Llanos de Mojos. Este sistema de señoríos se expresa en los miles de kilómetros lineales de canales y caminos que dejó inscritos en el palimpsesto amazónico, así como en las huellas de grandes asentamientos humanos y los sistemas de agricultura intensiva que les dieron sustento. Los arqueólogos aseguran que no existe suficiente evidencia etnográfica, arqueológica o histórica como para afirmar que en la Amazonía existió alguna forma de autoridad centralizada y represiva, o la división jerárquica del trabajo que caracteriza las sociedades estatales. Erickson sugiere que las geomorfologías del Beni, por ejemplo, fueron erigidas por sociedades “heterárquicas”, un término que utiliza para describir a los grupos de comunidades entrelazadas por redes flexibles de parentesco, alianza o asociación informal (Mann 2000).

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El trabajo en la escala de ciudades y regiones https://arquine.com/el-trabajo-en-la-escala-de-ciudades-y-regiones/ Thu, 13 Jun 2019 13:00:44 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-trabajo-en-la-escala-de-ciudades-y-regiones/ Phil Enquist sobre el trabajo del Estudio MMX en la Ciudad de México.

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Nuestro futuro es urbano

Vivimos en una época de cambios significativos. La atención de numerosos aspectos de la vida humana está cambiando del individuo a las interacciones y relaciones de las comunidades más grandes. Están surgiendo una economía de compartir automóviles, materiales, herramientas y viviendas, y otra de cero residuos, con productos y materiales que duran más de un solo uso. Nos encontramos ante el reto de aprender a aprovechar los recursos infrautilizados y a convivir de manera más positiva. Construir mejores ciudades y regiones, y lograr una vida de alta calidad dentro de una economía compartida es el desafío de nuestra generación.

Cada 12 o 14 años se suman al mundo mil millones de personas. Para 2023 habrá sobre la Tierra ocho mil millones de individuos y la mayo- ría vivirá en una ciudad. Las megaciudades, como la Ciudad de México, seguirán creciendo de manera dramática. Asimismo, somos testigos del fenómeno sin precedentes de la migración hacia las urbes de comunidades rurales o motivada por crisis climáticas y políticas. Las estadísticas muestran que cada semana tres millones de personas emigran a las ciudades.

 

Con nuestras acciones diarias le damos forma al planeta. ¿Podemos moldearlo de modo positivo, fortalecedor, extraordinario? Conforme nos enfrentamos a este desafío junto a las comunidades científicas y de diseño, vemos que surgen ideas interesantes e innovadoras.

Creo que estamos ante seis puntos de inflexión que nos confrontan con los avances que estamos logrando:

1. Ecología: restaurar los sistemas naturales del planeta.
2. Habitabilidad: hacer que las ciudades sean humanas y sanas.
3. Energía: lograr producir energía gratuita, limpia y que dure “para siempre”.
4. Movilidad: transitar a sistemas que se autogestionen y se autoorganicen.
5. Tecnología: vivir más allá de lo que podemos imaginar hoy.
6. Materialidad: inventar una nueva generación de materiales de construcción de bajo contenido energético.

Con esto en mente, observamos el trabajo que MMX lleva a cabo y encontramos convergencias notables. MMX está hecho de “pensadores” urbanos que reimaginan lo que es posible y unen los puntos entre las misiones para un futuro cercano y las ambiciones a largo plazo. Como diseña- dores de los bosquejos para nuestro futuro urbano, el interés de MMX gira en torno a la innovación y la inspiración.

En la reformulación del puerto de Helsinki, del río que cruza Medellín o Jojutla, o en el conjunto de espacios públicos de la Ciudad de México, se percibe que MMX toma aquellos recursos urbanos, aun así naturales, que están aislados y a menudo han sido ignorados, los redefine y aprovecha al máximo ciertas conexiones para lograr un listado de beneficios comunitarios a lo largo y ancho de la ciudad. Es un enfoque del urbanismo que intenta obtener más a partir de menos, que echa mano de lo que está ahí para favorecer a más gente y que la naturaleza siga su curso de forma más sana.

Nuestras ciudades crecen y la vida urbana no tiene por qué deteriorarse, puede mejorar. La densidad puede enriquecer una ciudad. Los terrenos infrautilizados o desperdiciados por la industria o estrategias de uso único ya no son rentables. Dar un uso renovado, con estándares más altos, a vías de tren, confines universitarios o puertos industriales es la manera de hacer que las ciudades no sólo sean más vivibles, sino más interesantes y diversas.

¿Puede una ciudad darse el lujo de no tener acceso a 70% de su zona costera industrializada, como en el caso de Helsinki? Hace más de 100 años, Chicago decidió que sus 32 millas de litoral serían de acceso público y cívico, un espacio de la más alta calidad para uso recreativo y cultural. Esa decisión dio lugar al mejor recurso de esta región urbana. MMX propone a Helsinki pensar en forma similar y contemplar una estrategia más allá de un uso único para la zona marítima, clave en la ciudad: ampliar las orillas, abrir espacios culturales, extender los parques existentes y mantener a su vez la industria. Esto demuestra un modo innovador de progresar, dar mejor uso y fortalecer el corazón cívico de la ciudad.

Con frecuencia, las ciudades se transforman en “cilindros de excelencia”, en los que ciertos aspectos o zonas son maravillosos, pero se encuentran aislados, al alcance de unos pocos o desconectados por completo de la dinámica de la gran ciudad. El laboratorio de ideas de los diseñadores de MMX parece notar por instinto los recursos más importantes dentro de la estructura de una urbe. A partir de ahí, los une y destaca los aspectos positivos, repiensa el significado de lo privado y lo público, evalúa lo que no se aprovecha y como utilizarlo. Es fundamental que los equipos de diseñadores cuenten con la capacidad de acercarse y alejarse, de visualizar los elementos y cómo pueden conectarse.

A medida que entramos en el futuro del siglo xxi, nos haremos preguntas que apunten a desafíos específicos, por ejemplo: ¿seguiremos viajando para ir a trabajar? ¿De dónde provendrá nuestro alimento? ¿Cuán inspiradora y enriquecedora será la vida de nuestros hijos? ¿Cuán sanos serán nuestros sistemas naturales? ¿Habremos eliminado por completo la noción de desperdicio? El equipo de MMX nos incita a pensar en grande, a ir más allá de los problemas que surgen a diario en nuestras oficinas y a soñar de modos distintos. Nos ayuda a vislumbrar la manera de avanzar ante la complejidad de las ciudades y la vida urbana.

Buckminster Fuller preguntó: “¿cuán grande se puede pensar?”. Carl Sandburg afirmó: “¡nada ocurre a menos que lo soñemos primero!”. MMX propone: “repensemos nuestras ciudades para construir un bien público mayor”. Éste es el tipo de idea que nos motiva y que necesitamos a medida que continuamos definiendo y dando forma a nuestro futuro urbano.

 


El libro MMX Arquitectura y territorio muestra el compromiso de MMX por entender y abordar los problemas y necesidades actuales de las ciudades y la arquitectura global.

Además de exhibir la obra terminada, esta compilación muestra la concepción y el proceso que dieron como resultado una arquitectura atemporal que se adapta a su contexto y crea condiciones favorables en diferentes escalas de intervención.

 

 

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