Resultados de búsqueda para la etiqueta [Tierra ] | Arquine Revista internacional de arquitectura y diseño Wed, 03 Jul 2024 16:40:53 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 Suelos barrocos. 
Conversación con Seth Denizen https://arquine.com/suelos-barrocos-conversacion-con-seth-denizen/ Wed, 03 Jul 2024 16:39:40 +0000 https://arquine.com/?p=91410 El estadounidense Seth Denizen ha conjuntado, como pocos, la práctica como arquitecto paisajista con estudios de biología evolutiva y geografía. En su trabajo, el suelo mexicano ha dejado una huella profunda, de manera casi literal. Esta conversación de Denizen con Santiago Aurelio Mota es parte del contenido del número 108 de la revista Arquine: Suelos.

El cargo Suelos barrocos. 
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El estadounidense Seth Denizen ha conjuntado, como pocos, la práctica como arquitecto paisajista con estudios de biología evolutiva y geografía. En su trabajo, el suelo mexicano ha dejado una huella profunda, de manera casi literal: como en el examen (e imitación) de las representaciones del suelo y la flora en el Libellus de medicinalibus indorum herbis, mejor conocido como Códice De la Cruz-Badiano (1552-1553), obra de los sabios indígenas Martín de la Cruz y Juan Badiano; o sus dibujos de la serie Thinking Through Soil, por medio de los cuales ha estudiado el detritus natural y antropogénico del Bordo de Xochiaca (Estado de México) o el Valle del Mezquital (Hidalgo). En esta conversación con el diseñador e investigador mexicano Santiago Aurelio Mota —quien ha estudiado el impacto de las urbanizaciones contemporáneas a escala medioambiental—, ambos viajan desde el Barroco del siglo xvi hasta el de nuestros días por medio del suelo, ese cimiento que se da por sentado e inamovible, pero que se mueve y transforma a través del tiempo y las sociedades. Este es un fragmento de la entrevista que publicamos en el número 108 de la revista Arquine: Suelos.

 

Santiago Aurelio Mota: Es importante comenzar distinguiendo los conceptos yuxtapuestos de suelo como tierra; y suelo como terreno, territorio. Existe un entendimiento predominante del suelo como espacio matematizado, parcela o lote, con las connotaciones implícitas de propiedad y especulación de capital. Este concepto de suelo predomina en la planeación urbana, con daños colaterales para las disciplinas del diseño y el entorno construido. En contraste, tu trabajo se refiere al suelo como la materia misma que se encuentra entre la superficie y la profundidad geológica. Es raro encontrar a alguien que trabaje con el tema de suelos y provenga tanto del diseño como de la biología evolutiva. Tu trayectoria es única, realmente, y podría iluminar nuestra conversación. Entonces, antes de sumergirnos en el tema, ¿cómo terminaste pensando con y mediante los suelos?

Seth Denizen: Cuando estudiaba arquitectura del paisaje, me di cuenta de que prácticamente todo lo que hacíamos requería suelo. Estábamos obligados a intervenir en el suelo, y nuestros proyectos dependían de manera directa de este, pero cuando hacía preguntas al respecto nadie sabía realmente nada. Y esa paradoja básica se convirtió en mi interés principal: ¿cómo es que el suelo es tan importante para todo lo que hacemos y, sin embargo, nadie sabe casi nada al respecto? Me sorprendió descubrir un agujero gigante, del tamaño de una ciudad, en la cartografía edáfica. No sólo ignoramos mucho (o todo) acerca de los suelos, sino que nadie sabe nada sobre los más importantes para los diseñadores: los suelos urbanos. Básicamente, en tanto la humanidad ha sido capaz, cada vez, de darle más forma al suelo a lo largo de su historia, menos podemos decir sobre él en el lenguaje de la taxonomía edáfica. El suelo es de una opacidad muy particular para la Modernidad europea occidental del siglo xx. El suelo también cae en la brecha categórica, sobre todo en ese momento clave en el que lo vivo se convierte en lo no vivo, y viceversa. Además, el suelo es un material tanto sólido como líquido, lo cual es extraño, ¿verdad? Para la ley, la distinción entre sólido y líquido es lo que nos ayuda a decidir entre los derechos de la tierra, el agua subterránea o el petróleo. ¡Eso es extraño!

 

SAM: En diseño, la representación es central, no hay posibilidad de diseño sin representación. Tu trabajo privilegia de manera muy importante la representación. La entiendo aquí de dos maneras distintas. La primera es la proyección tradicional de ideas en un plano —disegno y proiezione—, la comunicación de imaginaciones y posibles condiciones futuras. La segunda es la representación entendida desde la jurisprudencia: presentarse uno mismo ante otros para obtener personalidad jurídica, derechos y responsabilidades. Tus dibujos incluyen agentes y relaciones que han sido borrados a lo largo de la historia del canon del diseño. En ese sentido, tu manera de dibujar es radical y pienso que se deriva en parte de tu investigación sobre el Códice Badiano. ¿Podríamos discutir sobre qué tan central es la representación en tu discurso e investigación en estas dos vías del pensamiento sobre los suelos?

SD: En cierto sentido, el Códice Badiano me enseñó cómo dibujar el suelo, punto. Mi trabajo es un intento sincero de pensar por medio del Códice Badiano, pero como una provocación en términos de representación. Para mí es muy claro que estamos viendo en ese códice una representación de relaciones ecológicas que desafían nuestra comprensión occidental —categórica y tradicional— de las plantas y el suelo como (entes) separados ontológicamente. En el Códice Badiano reconozco que estas categorías se vuelven borrosas. El suelo y las plantas se dibujan juntos por razones pragmáticas.

Quiero dibujar siguiendo el Códice Badiano, porque creo que es más preciso para hablar sobre el mundo. Nos enseña que cuando hablamos de suelos y plantas, necesitamos pensar en ellos como una relación, y no como un conjunto de objetos. En el Códice Badiano el suelo es necesario para conocer la vegetación, y la vegetación es necesaria para conocer el suelo. Si extendemos esta idea al entorno urbano, significa que también debemos pensar en la forma en que la ciudad produce suelo y la forma en que el suelo produce ciudad. Cuando en verdad queremos ser específicos, necesitamos desarrollar representaciones que abarquen toda nuestra capacidad para describir lo que está sucediendo.

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Solsticio, La noche más larga, el día más largo https://arquine.com/solsticio-la-noche-mas-larga-el-dia-mas-largo/ Wed, 19 Jan 2022 15:33:32 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/solsticio-la-noche-mas-larga-el-dia-mas-largo/ La luz y la sombra, el día y la noche, pueden narrarse desde una perspectiva astrofísica cuya lógica es irrefutable. Es lo que la cultura racionalista del pensamiento occidental se ha ocupado de hacer al menos durante los últimos 500 años. Pero también pueden narrarse desde una visión místico-poética cuya traducción encantada no contradice, aunque algunos así lo crean, al conocimiento astrofísico, solo cuenta la historia de otra forma.

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Hace ya muchos años (más de 30) pude viajar por primera vez a Quito, Ecuador, con mi familia y en la travesía visitar el monumento “La mitad del mundo”, que está a unos kilómetros de la capital ecuatoriana y que representa el punto por donde pasaría la línea imaginaria que divide a nuestro planeta en los hemisferios norte y sur. Ya cursados dos años de arquitectura, y habiendo sido bautizado durante la carrera con el trazo y comprensión de la “gráfica solar”, el manejo de los eventos solares esenciales como el equinoccio de primavera, el solsticio de verano, el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, era un discurso común a la hora de proponer soluciones proyectuales. Sin embargo, esa visita fue la primera vez en que, a través del juego imaginario y pueril de cruzar con un pequeño salto de un hemisferio a otro, cambiando automáticamente de estación, comenzó a germinar esa semilla que ha alimentado mi introversión hacia la reflexión y significado de los opuestos complementarios.

Nuestro bello planeta con su forma de geoide y sus dos movimientos continuos, el de rotación sobre el eje imaginario norte sur, y el de traslación que le hace orbitar por gravedad alrededor del sol, sumado a la inclinación de 23” 27’ que tiene el eje norte sur ya mencionado, propicia situaciones de opuestos complementarios que, siendo racionalmente obvias, no dejan de inspirar una sensación metafísica que llevada a la vida cotidiana, determina consciente o inconscientemente, los devenires de las numerosas ideologías que hemos construido los grupos sociales humanos.

La luz y la sombra, el día y la noche, pueden narrarse desde una perspectiva astrofísica cuya lógica es irrefutable. Es lo que la cultura racionalista del pensamiento occidental se ha ocupado de hacer al menos durante los últimos 500 años. Pero también pueden narrarse desde una visión místico-poética cuya traducción encantada no contradice, aunque algunos así lo crean, al conocimiento astrofísico, solo cuenta la historia de otra forma.

La danza interminable de luz y sombra es percibida por todos los seres vivos que habitan esta casa que llamamos Tierra los humanos, como decía antes yo, por el juego de movimientos y relación axial comentado un par de párrafos antes. En esa dinámica, en ese baile astronómico continuo, se generan ciertas sensaciones que nuestra especie ha documentado en todos sus procesos culturales, con nombres diversos de acuerdo con cada idiosincrasia. Son sensaciones que tienen un vínculo directo con el ciclo de la vida, que será representada como luz, y el de la muerte que se asocia con la sombra.

Así, estimadas y estimados lectores, según la latitud con respecto al ecuador el la que ustedes se encuentren, el día en que se celebra la noche más larga, es decir el solsticio de invierno en una parte del mundo, en la otra se está celebrando su opuesto complementario, el día más largo en el equinoccio de verano. Mientras que para unos diciembre representa el inicio del invierno, para otros representa el inicio del verano y junio sería el mes inverso. Lo mismo sucederá con la primavera y el otoño: El hemisferio norte estará celebrando la llegada de la primavera en marzo, y ese mismo día, el hemisferio sur celebrará la transición al otoño, teniendo septiembre como el mes inverso. En el caso de la primavera y el otoño, es el punto de balance en que el día y la noche, duran exactamente la misma cantidad de horas para ambos hemisferios, la diferencia será a cuál solsticio se transita.

Si bien, y como ya hemos comentado antes, cualquier cultura en el planeta ha desarrollado calendarios donde estos fenómenos se registran como parte de la comprensión macrocósmica, es la consciencia global, la que nos ha enseñado más hacia la actualidad que hacia el pasado, la simultaneidad planetaria que hoy les comparto. No deja de ser por lo tanto, un ejercicio de severa reflexión autocrítica, que el norte global, por ejemplo, a nivel de mercadotecnia, imponga sus imágenes estacionales a todo el planeta, sin importar lo que suceda en el hemisferio vecino sur y si algunas amistades que habitan por allá se lo toman a chunga y se burlan de la brutalidad norteña, no deja de ser una falta de respeto.

Pero al final, lo que quisiera compartir en imágenes hoy, habiendo finalmente superado el terrible bloqueo creativo que me impidió escribir desde hace ya un mes, son fragmentos del ejercicio fotográfico en que, durante ciertas ocasiones, mi reflexión sobre el espacio se da a partir de la danza entre la luz y la sombra, y el cómo una y otra se alimentan entre sí, para regalarnos en un recuadro, la naturaleza de todo el universo, aprovechando que acabamos de celebrar hace ya tres semanas, ese momento simultáneo donde al mismo tiempo, y en el mismo planeta claro, se genera la noche más larga y el día más largo.

Que la búsqueda de la verdad, múltiple, compleja y compartida, nos ayude a seguir escarbando nuestro camino a la libertad, como dicta el lema jesuita de mi adorada Universidad.

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Construyendo equidad https://arquine.com/construyendo-equidad/ Mon, 20 Dec 2021 06:50:15 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/construyendo-equidad/ Empezamos el taller de tierra compactada una mañana fresca en la colonia Doctores, en un ex taller textil, actualmente llamado Laguna. Se trataba de un taller sobre la construcción con tierra compactada y el análisis de la huella de carbono y el cambio climático. Y estaba dirigido solamente a mujeres.

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“No es necesario pertenecer a una élite cultural de refugiados en un país latinoamericano como Lina Bo Bardi, Para ser talentosa.

A esas voces que nos dicen que sólo hay una forma de construir: 

Siempre hay otras formas de ser y hacer.

Podríamos comenzar a actuar desde la colectividad,

para romper estigmas y sobresalir en lo que

 nos guste, 

sin importar el género”.

Nuestra propia meditación en el umbral, 2021

 

 

Empezamos el taller de tierra compactada una mañana fresca en la colonia Doctores, en un ex taller textil, actualmente llamado Laguna, que ahora es un lugar donde se reúnen personas creativas del diseño y la arquitectura para pensar, hacer y compartir su obra en comunidad. Un lugar bastante inspirador, donde la gente, entre polvo y máquinas, crea. Ese fue el lugar que nos arropó esa mañana.

Pero mi historia sobre el taller no comienza en Laguna, comienza en twitter. Me apareció en el feed un tweet que hizo la arquitecta Mariana Ordoñez en su cuenta personal, compartiendo el banner de publicidad del evento. Al mismo tiempo, el anuncio del evento ya había conquistado Instagram y contaba con más publicidad que la cuenta de Laguna. Cuando leí de qué se trataba el evento me llamó la atención que era un taller sobre la construcción con materiales locales (tierra compactada) y el análisis de la huella de carbono y el cambio climático. Esto es algo que si bien se ha vuelto tendencia, considero muy importante para informarse y aprender hoy en día. Tenía tiempo que quería aprender sobre su uso de forma 100% análoga para conocer el verdadero proceso, y no con robots o cualquier otra tecnología de por medio como lo había hecho un año antes en Zurich, Suiza. Pero el banner también incluía otro tema que me llamó más la atención: el taller solamente estaba dirigido a mujeres, ¡yo nunca había visto eso! La propuesta era fuerte y no la pude dejar pasar, no pasaron ni 10 minutos y ya les había escrito a las organizadoras sobre mi interés en asistir, ni miré el precio (¡típico de mí!).

Cuando vi el cartel completo vinieron a mi cabeza recuerdo de muchas escenas en las que fui humillada, violentada y discriminada en el campo de la construcción únicamente por una razón: ser mujer. En México, la industria de la construcción emplea 4.3 millones de personas, de las cuales sólo 3.8% son mujeres, y a nivel global las mujeres sólo representamos el 10% de la construcción, pero lo que más miedo da es que de ese 10%, 86.7% están en puestos administrativos y sólo el 2.5% en campo

 

“Otras formas,

debe haber otras formas”

Durante el taller nos tapamos los ojos, pusimos la mente en cero y empezamos a sentir, a sentir la tierra con las manos. Su textura, su olor y cómo nuestro cuerpo se envolvía en este material. Donde se hacían uno mismo, donde todos mis sentidos estaban ahí, sintiendo cada gramo de tierra y agua. Nos ensuciamos y nos complementamos junto a la tierra.

El taller se dividió en 3 fines de semana donde cada sábado fue un proceso evolutivo, desde la parte teórica, la parte de taller, construcción y la parte de conclusión. En cada una de las etapas el aprendizaje y la plática fueron muy enriquecedoras. 

 

“Podemos hacerle frente a la diferencia, 

a las restricciones impuestas,

como lo hicieron Sor Juana y Madame Bovary.”

 

Y así, Montse, Brenda Isabel y Florentina se presentaron con todas como Colectiva Argamasa, siendo una voz que representa a ese 90% de mujeres que hemos sido excluidas, violentadas y divididas en la actividad de la construcción.  Colectiva Argamasa es una iniciativa de tres arquitectas que busca articular la presencia de mujeres en los espacios físicos y políticos a partir del intercambio de experiencias y saberes, la facilitación de medios y el acompañamiento durante procesos que coloquen a las mujeres como agentes productoras y tomadoras del espacio, y la denuncia y visibilización de las condiciones que las vulneran en el territorio. 

 

 

“¿Cuál es el camino a seguir y qué podemos hacer al respecto? 

Podemos contar con la tierra como aliada para construir nuestros espacios seguros.”

 

La tierra como elemento de la naturaleza existe desde antes que la especie humana existiera y como elemento de construcción, ha existido desde que los seres humanos buscan refugio y se establecen en un sitio. Está con nosotros todos los días, la tierra es abundancia y por eso mismo debemos cuidarla. El equipo de Colectiva nos contaba los orígenes y la importancia de este material:

“Durante los primeros siglos del Antropoceno, la especie humana habitó —más allá de la necesidad de abrigo como se suele reducir— desde sus cosmovisiones, que han sido resultado de las relaciones íntimas y profundas con su hábitat. Estas permitieron lecturas y aprovechamientos particulares a partir de los recursos y las posibilidades de cada territorio. Sin embargo, desde siempre se observa como constante el uso de la tierra para construir en diferentes latitudes con una amplia variedad climática, sísmica y cultural, lo que demuestra la eficacia de este material en términos constructivos y de habitabilidad. Los primeros vestigios de construcción con tierra datan del Neolítico y están situados en Mesopotamia. En China, entre los siglos XII y xXX, fue construido Fujian Tulou, un complejo de grandes edificios de tierra apisonada de tres y cinco pisos de altura. Incluso la Gran Muralla china fue erigida casi en su totalidad con esta técnica y luego revestida con piedra. A su vez, en América Latina casi todas las civilizaciones precolombinas construyeron con tierra. Por ejemplo, el núcleo de la pirámide del Sol, edificada entre I a. C. y VIII o IX d. C., en Teotihuacan, México, está conformado por dos millones de toneladas de tierra apisonada. De la misma manera, la zona arqueológica de Chan Chan, capital del reino chimú, cerca de Trujillo, en Perú, cuenta con veinte kilómetros cuadrados construidos con tierra en forma de tobas andinas.”

La construcción con tierra ha existido en diversas regiones del mundo, expresado con diferentes técnicas, colores, texturas e intenciones ya que cada región tiene su propio clima y esta técnica se adapta a esta diversidad de climas y temperaturas para proteger el espacio habitable. Este material es ancestral, fueron los pueblos originarios quienes hicieron las primeras investigaciones y quienes la utilizaron para habitar. Hoy en día, muchos de los símbolos arquitectónicos que más han trascendido en la historia de la humanidad, se hicieron con tierra.

Esto nos permite llegar a concluir que la tierra es el material más democrático que existe en el planeta, ya que es el material constructivo más asequible para cualquier persona, en cualquier región, clima o lugar, sin importar raza, color, sexo o cualquier otro rasgo o interés que nos identifique. La tierra es nuestra raíz y desgraciadamente habitamos una realidad que responde a las lógicas de un proyecto en un mundo patriarcal, racista y capitalista, y que para mantener su hegemonía opera mediante múltiples opresiones, que ha llevado a decadencia el uso de este material como método constructivo así como relacionarlo como un símbolo de austeridad y pobreza, cuando no es así. La tierra, como dije al principio, es abundancia, es riqueza que debemos y tenemos que cuidar todos los días. Es un material sostenible, circular, sustentable, tiene capacidades acústicas y térmicas que regulan el espacio interno y externo y es tan noble que se adapta a cualquier circunstancia, escala y geometría.  Si la tierra fuera una persona, sería alguien muy humilde y paciente.

Personalmente desconocía todo el poder de este material, así como su comportamiento, y como dije anteriormente, es un material tan noble que no necesitas ser un experto para trabajarlo.

En la segunda sesión del taller, el equipo de Argamasa, nos presentó personalmente con el material, nos pusieron una bolita de tierra y empezamos a hacer pruebas técnicas para estudiar su composición y el uso que tenía dependiendo de su estado. Fue muy interesante cómo todas nos relacionamos, no sólo físicamente, sino íntimamente, desde nuestro cuerpo hasta nuestro sentir con el material, fuimos experimentando y comprendiendo cómo es la tierra.

La tierra como materia es producto de la erosión química y mecánica de una roca madre que se desagrega en partículas minerales de dimensiones variables. Por lo general se halla una capa de humus de forma superficial, que es la materia orgánica y vegetal que suele ser potencialmente útil para la agricultura. Debajo de esta puede encontrarse una mezcla de arcillas, limos y arenas, en ocasiones con grava y piedras, que podría ser materia prima para la construcción en función de su composición. Esta dependerá de las condiciones locales, es decir, del sitio donde se extraiga.

La grava, la arena y los limos funcionan como agregados que conforman la masa, mientras que las arcillas son un ligante que permite la cohesión del material al activarse a partir del contacto con el agua (absorben el líquido y comienzan a hincharse para envolver a los otros componentes). Luego, las condiciones ambientales, como temperatura y aire, permiten que la mezcla se seque; en este proceso las arcillas disminuyen su volumen y atraen hacia ellas al resto de los elementos.

La tierra es nuestra, habita a diario y nos protege. 

 

Crear colectivamente, sumarnos desde todas nuestras particularidades, es posible. 

Nosotras podemos hacer todo lo que nos apasiona sin importar que la gente diga que no.

“No dejemos que nadie nos robe lo que nos pertenece”

 

Existen diversos métodos constructivos donde la tierra funge como materia prima. La clasificación más sencilla parte de la técnica utilizada para la conformación de muros: albañilería, muros monolíticos y técnicas mixtas. Existen diversos procesos pero el cómo se trabajan, lo vuelve un factor importante para elegir esa técnica en tu proyecto. En este taller, mis compañeras de Coletiva Argamasa, decidieron trabajar con la técnica de tierra compactada, tapial, que consiste en un encofrado de madera que se rellena con múltiples capas de tierra (cada una se compacta con un pisón), por algo muy importante: porque permite la colaboración y participación todas y eso enriquece el proceso.

Antes de entrar al escenario, nos organizamos en grupos y Florentina nos explicó el proyecto: “Buscamos hacer un mueble de tierra compactada con estas dimensiones para que tenga tal uso, sin embargo, nos interesa su opinión y participación en este proceso, vamos decidiendo juntas.”

Este llamado, nos inspiró para ponernos las botas, los guantes, las gorras y amarrarnos el pelo, porque la acción empezaba. Primero un grupo de mujeres se reunió para mezclar arena, cal, cemento y la protagonista, la tierra, hicieron la mezcla. Otro grupo se dedicó a cernir la tierra con el tamiz y la agregó a la mezcla, y otro grupo empezó a poner aceite a los moldes donde se iba a vaciar la mezcla. Con nuestras manos, esfuerzo, sudor y muchísima fuerza, logramos mezclar la tierra, cernirla, poner el molde en forma y empezamos juntas a vaciar.

Pusimos el flexómetro a la medida, colocamos color en el molde como referencia y empezamos a vaciar la tierra. En lo particular este paso no fue fácil, los rayos del sol nos daban justo en la cara y llenas de sudor pero también de mucha emoción por construir nuestro mobiliario y sobre todo, construirlo juntas. Naomi le gritaba a Wendi, mientras Dana se reía con Teresita y Rosita, quienes todo el tiempo nos hacían bromas. Así, entre risas, miradas, órdenes y sugerencias, empezamos a construir.

Lo que iba a ser el mobiliario original se transformó organizadamente y empezó a aparecer nuestra mobiliaria, con nuestras medidas,  proporciones, nuestro diseño, nuestra firma, un mobiliario autogestionado. La autogestión ha sido tachada, eliminada del sistema como una respuesta culpable, irresponsable y mediocre. Nosotras la trajimos a la mesa como una respuesta colectiva, que suma, que evoluciona y muta. Un proceso abundante como el material mismo.

La tierra une y esa mañana, nos unió. 

 

“Habitemos nuestros espacios desde el inicio,

Preguntémonos: 

¿Qué necesito? ¿Por qué sería así el espacio? 

¿Cómo es el espacio público? ¿Cómo podría subsanar tanta violencia?”

 

Siempre me habían dicho, en la academia, en la casa y en las calles, que las mujeres éramos conflictivas, emocionales, que no se podrían organizar, ni apoyar, ni trabajar juntas. En los  últimos años hemos demostrado lo contrario y para no irme tan lejos vayamos a ese día: estábamos organizándonos, apoyándonos y trabajando juntas.

Claudia Turrent, Ana Heringer, Karen Poulain, Mud Girls Collective entre otros nombres que jamás había escuchado, entraron en mi cabeza. Jamás había escuchado sus nombres porque el sistema se ha dedicado a callarlas, esconderlas y desaparecerlas. La academia y el mundo profesional siempre habla de personajes significativos en la construcción y el diseño que admiro mucho pero siempre coincide que la mayoría son hombres. Colectiva Argamasa nos dio a conocer una lista de grandes mujeres para empezar a admirar, poner de referente y darles luz para brillar, somos nosotras quienes podemos hacerlo. 

 

“-¿Para qué y para quién construimos este taller? 

-Para nosotras, con nosotras y por nosotras” 

 

Fue muy curioso que el taller no era de mujeres del mismo rango de edad o nivel socioeconómico; lo más impactante fue encontrar un mundo multidisciplinario de mujeres valientes, activas, de rango de edad entre 20 a 40 años de edad, originarias de distintos puntos de la república y el mundo, que aunque venían de mundos y realidades diferentes, nos unía la misma razón: reconocer nuestros privilegios, aceptarnos, amarnos sin juzgarnos y sin castigarnos tanto física como personalmente, abrazarnos. En ese momento, abracé a mi cuerpo y a mi persona, sentí una paz como hace mucho no sentía y me dejé llevar por este grupo de mujeres luchadoras y valientes.

Llegaron todas por diferentes medios y formas como dice el dicho: “tanto mundo y coincidir”, pues sí, porque todas hemos sido víctimas de un sistema opresor y violento que como consecuencia ha juntado nuestras exigencias, sugerencias y reclamos, porque SE VA CAER, repito, ¡SE VA A CAER! 

 

…Y LA TIERRA NOS UNIÓ, ¡Y SE CAYÓ!

El día 30 de Octubre del 2021, 13 mujeres construimos una mobiliaria autogestionada con la herramienta más democrática y accesible del mundo: nuestras manos. El futuro está hecho a mano y juntas no sólo lograremos romper con el patriarcado, sino construir una mejor sociedad consciente, empática y más justa para que las próximas generaciones tengan más y mejores oportunidades, no sólo en el mundo de la construcción, sino en todas las áreas laborales y personales y que nadie tenga que decir: ODIO SER MUJER.

El feminismo llegó a mi vida para quedarse y desde hoy nadie me puede decir de lo que no soy capaz y dónde están mis límites. Sólo yo soy quien tiene el poder de decidir sobre mí, sobre mí cuerpa y sobre mi persona, sí, mi cuerpa, no mi cuerpo, desde ahí empieza el cambio para reflejarlo en todos lados. 

Hoy el movimiento es exagerado porque así tiene que ser, de otra forma nadie nos escucharía. Para que mañana exista un equilibrio y el sexo no sea un problema, ni una cuestión y podamos ser simplemente seres humanos.

No solo vamos a construir muros de tierra, vamos a construir equidad

 

“Siempre mirando hacia nosotras.

Nosotras.  

Todas juntas”.

 

Encuentra a Colectiva Argamas en Instagram: colectiva_argamasa

 

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El Diseño del Mundo. Conversación con Hashim Sarkis, Roi Salgueiro y Gabriel Kozlowski https://arquine.com/el-diseno-del-mundo-conversacion-con-hashim-sarkis-roi-salgueiro-and-gabriel-kozlowski/ Thu, 23 Sep 2021 15:51:57 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-diseno-del-mundo-conversacion-con-hashim-sarkis-roi-salgueiro-and-gabriel-kozlowski/ El filósofo Eugene Tacker hace una distinción útil entre el “mundo”, la “tierra” y el “planeta”. Para él, “el mundo para nosotros” es simplemente el mundo, “el mundo en sí mismo” es simplemente la Tierra, y el mundo sin nosotros es simplemente el planeta.

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Daniel Daou y Mariano  Gómez-Luque: El filósofo Eugene Tacker hace una distinción útil entre el “mundo”, la “tierra” y el “planeta”. Para él, “el mundo para nosotros” es simplemente el mundo, “el mundo en sí mismo” es simplemente la Tierra, y el mundo sin nosotros es simplemente el planeta. En su libro, a pesar de que reconocen las diferentes implicaciones conceptuales, los términos del mundo y el planeta (y, en menor medida, el globo y la tierra) son a veces empleados indistintamente. ¿Hay una razón para tal fluidez conceptual? 

Hashim Sarkis: La distinción que Tacker dilucida es sobre la referencia conceptual de cada uno de estos términos. Una distinción sobre la que trabaja el libro es la que entre dos acciones: la globalización y la mundialización, una diferencia sobre la que Jean-Luc Nancy y otros han escrito. En esta distinción, el primer término se refiere al impacto que la economía global ha tenido sobre los mercados y la sociedad contemporánea; el segundo, se refiere al acto deliberado de querer estar conectado y ser parte de una conciencia mundial colectiva. En lo que respecta al planeta, la Tierra y el globo, el libro muestra, aunque sea de manera implícita, que el poder del imaginario arquitectónico y espacial radica en parte en su habilidad para permitir el traslape de categorías que de otra forma se entienden como mutuamente excluyentes. El espacio está abierto a la coexistencia de diferencias, incluso de condiciones opuestas y contradictorias. 

Roi Salgueiro: Creo que es importante diferenciar lo que hace nuestro marco conceptual y lo que nuestro análisis de los arquitectos incluidos en el libro busca. Uno de nuestros objetivos era revelar como cada arquitecto empleó los términos y lo que su elección les permitió hacer. ¿Qué significa que Constantinos Doxiadis y Saverio Muratori usen, en el mismo momento histórico, la palabra “ecumene”? ¿De qué maneras y con qué propósitos usan los arquitectos el término del “globo”?¿Cuándo es que unas nociones ganan preponderancia sobre otras? El resultado interesante del ejercicio es ver cómo la arquitectura cuestiona las tesis filosóficas de lo que implican conceptos como “globo”, “tierra” o “mundo” de una manera que nos permite concebirlos distintamente. Como bien dicen, en nuestro propio marco teórico usamos algunas de esas nociones indistintamente–especialmente el “planeta” y el “mundo.” Hashim ya señaló que creemos en la coexistencia de diferentes conceptos. Sólo agregaría que para nosotros, como arquitectos, la idea del “mundo” como un constructo social no puede existir sin la idea del “planeta” como un espacio físico. 

Gabriel Kozlowski: Las maneras en las que los arquitectos han usado estos términos nos ayuda a entender cómo han cambiado de significado dentro de la disciplina. Estos significados no siempre coinciden con los dados en otros campos. Esto corrobora el argumento de que la arquitectura no sólo sigue las tendencias de la globalización o la mundialización sino que también ayuda a darles forma. También es cierto que mientras que para algunos arquitectos el construir un vocabulario era una parte integral de la posibilidad misma de definir un objeto o escala de intervención, para otros, el proyecto arquitectónico precedía cualquier precisión lingüística. O, mejor dicho, el proyecto en sí era ya un esfuerzo semántico. 

 

DD, MGL: Como en la historia de la princesa y el chícharo, donde la protagonista duerme sobre una pila de colchones y aún así es capaz de adivinar que hay un chícharo debajo, parecería haber un conflicto enterrado al fondo de las cincuenta visiones mundiales recopiladas en el libro. Como observan, hay una línea delgada, dentro de la modernidad, entre aspiraciones universalistas y proyectos totalizantes. Pero más allá de la delicada revisión al modernismo propuesta en el epílogo, pareciera haber una tensión más profunda entre el modernismo y el postmodernismo, o, al menos, ciertas aspectos del pensamiento postmoderno como la implacable suspicacia hacia cualquier visión total o gran narrativa y, sobre todo, la fragmentación que parece hacer imposible cualquier consenso universal o noción de “comunidad”. Esta tensión es incluso evidente en la brecha temporal que existe en los proyectos recopilados alrededor de los años setenta (cuando el historiador Charles Jecks declara el fin de la modernidad y Francois Lyotard publica “La Condición Postmoderna”). De alguna manera, el libro da por sentado que esta tensión ha sido resuelta. Por ejemplo, cita a Bruno Latour, cuando Latour sigue criticando lo que él llama el “punto de vista de la totalidad”. En este sentido, ¿no podríamos considerar al libro una crítica, aunque sea tangencial, de la postmodernidad? O, ¿no será que el libro apunta hacia algo entre lo moderno y lo postmoderno o incluso más allá? 

HS: ¡Me gusta la historia de la princesa, pero diría que el proyecto totalizador es mucho más grande que un chícharo! Sin embargo, lo reconocemos como un tema central porque, en gran medida, el proyecto del libro consiste en disociar el imaginar totalidades de la totalización. Éste es uno de los esfuerzos de muchos pensadores postmodernos como Derrida o Jameson y aún así muchos arquitectos del momento se preocuparon mucho, y con razón, sobre esta confusión lo que los hizo abandonar la tarea de imaginar al mundo. Pasamos mucho tiempo pensando sobre la brecha que mencionan intentando entender sus razones y su impacto en la idea arquitectónica del mundo. Si hay un camino hacia adelante, aún cuando el riesgo de caer en proyectos totalizantes persista, es el de que hoy nos enfrentamos con la necesidad de pensar en la totalidad del mundo para poder salvarlo. 

RS: El libro comienza a finales del siglo diecinueve. Este comienzo revela una coincidencia temporal entre las primeras aproximaciones arquitectónicas a la escala mundial y la conceptualización de fenómenos globales en otras disciplinas que comenzaban a percibir un mundo profundamente afectado por la acción humana. En 1867, Cerdá publicó su Teoría General de la Urbanización y en 1882 Soria y Mata formuló su idea de la ciudad lineal. Esto pasó al mismo tiempo que Ernst Haeckel acuñara la noción “ecología” en 1866, Thomas Jenkins usara el término “antropozoico” para definir una era geológica humana, George Perkins Marsh publicara “La Tierra modificada por la acción Humana” y Svante Arrhenius realizara estudios pioneros sobre el cambio climático inducido por el hombre. Estas coincidencias nos hacen entender la modernidad arquitectónica esencialmente como el momento en que la arquitectura cobra conciencia de la escala del mundo y comienza a atender su posible espacialidad. Las respuestas a esa escala son diversas y a menudo ideológica y espacialmente conflictivas. Como resultado, teniendo en cuenta el libro, es difícil sostener la tesis de que la modernidad consiste en un proyecto global singular de cualquier tipo. Más bien, la modernidad es el momento en que la escala del mundo aparece como un problema necesario–como una pregunta inevitable a ser pensada y especialmente articulada. Tal confrontación con la escala del mundo es hoy más urgente que nunca. Desde ese punto de vista, el libro sugiere que es necesario desarrollar, de maneras nuevas, la preocupación moderna con la escala del mundo–algo que la postmodernismo no logró. ¡Me da gusto que su conclusión, tras leer el libro, sea que estemos intentando ir más allá de la dicotomía entre lo moderno y los postmoderno!

GK: Es importante aclarar que hubo un distanciamiento intencional entre nosotros y las posiciones de los arquitectos que decidimos incluir. Es decir, decidimos presentar cada proyecto lo más neutralmente posible. En ese sentido, podría argumentar que el libro no es una crítica ni al modernismo ni al posmodernismo, aunque el epílogo sí tiene un tono idiosincrático. 

Habiendo dicho eso, y sin descartar su provocación (que es buena), existe efectivamente una confrontación con el discurso postmoderno que vale la pena discutir. Por un lado, el libro sólo puede ser visto como una crítica al postmodernismo en lo que respecta a la pregunta sobre la  responsabilidad de cara a los retos globales que enfrenta nuestra civilización. Por ejemplo, el momento en que ciertas preocupaciones ambientales fueron popularizadas y reconcebidas en términos planetarios en lugar de patrones regionales (por ejemplo, contrarrestar la acidificación de los océanos, eliminar los subsidios a la industria fósil, los impactos de la reforma agraria en el cambio climático, etc.) , los arquitectos en las décadas de los ochenta y noventa abordaban la escala mundial de manera puramente retórica. Aunque figuras como Rossi abordaron lo político en la arquitectura, este compromiso permaneció confinado dentro los los límites de la disciplina. Por otro lado, la pluralidad que florece con el postmodernismo, la deconstrucción de totalidades, y el aterrizar cuestiones globales en particularidades locales han sido acciones claves para replantear la pregunta del mundo en prácticas contemporáneas. En este sentido, el libro no puede ser una crítica del postmodernismo. Por el contrario, reconoce que nuevas formas de abordar el tema fueron abiertas por él.

 

Elisee Reclus, El globo terrestre

DD, MGL: Continuando con esta idea, hay un concepto que salta a lo largo del libro y es el del cosmopolitanismo. La idea viene de los griegos para referirse a una especie de ciudadanía mundial y luego fue adoptado por Kant, entendido como la hospitalidad universal, como requisito para su visión de una “paz perpetua”. Recientemente, en otra instancia de las tensiones entre la modernidad y la posmodernidad, el espíritu universalista del cosmopolitanismo ha dado paso a un proyecto pluralista bajo la rúbrica de “cosmopolítica” (como fue definida por Isabelle Stengers y luego adoptada por Latour en el contexto de la “guerra de las ciencias” como una manera de estrechar la brecha cultural entre ciencias naturales y sociales). Pero en tiempos de Trump y Bolsonaro, del negacionismo no sólo climático, sino científico, de oscurantismo conspiracional y polarización política oportunista, este proyecto pluralista, irónicamente, parece necesitar de límites más claros. ¿Cómo se relacionan los conceptos de cosmopolitanismo y cosmopolítica en su visión? En otras palabras, ¿la tarea interminable de imaginar futuros abiertos está abierta en todas direcciones?

HS: Ésta es una buena extensión de la pregunta anterior, pero permítanme empezar proponiendo que siempre hemos sido cosmopolitas, siempre que salimos de nuestras casas, siempre que entramos en el río de Heráclito. Incluso cuando estamos en casa, imaginamos cómo será el mundo exterior. Esta noción de ser extraños en nuestra propia casa o sentirnos en casa en nuestra extrañez es más una disposición ética que un proyecto político o una condición global que surge a partir del cambio climático o la política global. Espero que el libro muestro cuán importante es el imaginario arquitectónico en dar forma a esta disposición. 

RS: El reconocimiento cosmopolítico de la diversidad es fundamental. Sin embargo, las teorías cosmopolíticas presentan retos conceptuales internos provocados por su rechazo del cosmopolitanismo. Esta situación merma su capacidad de atender las preguntas climáticas y ecológicas centrales en sus preocupaciones–sin hablar de la polarización política que mencionan. Muchos de estos retos internos derivan de la dificultad que la cosmopolítica tiene para articular propiamente relaciones bidireccionales entre dinámicas socioculturales locales y la construcción de una escala mundial. Curiosamente, algunos proyectos en el libro anticiparon respuestas a esos retos en el pensamiento cosmopolítico. Por un lado, revelan que la espacialización del cosmopolitanismo puedo ir más allá de la simple universalización. Por otro, ilustran intentos de articular singularidades locales y formas de conocimiento que terminan construyendo un mundo común. 

Aquí, podemos pensar en el papel que los distintos modelos de geovisualización arquitectónica han jugado desde Patrick Geddes, Elisee Reclus hasta Buckmisnter Fuller y más, mediando entre el sujeto, la geografía y el mundo. O las formas para articular comunidades globales autónomas concebidas por Okhitovich, Leonidov o Yona Friedman. El entendimiento cosmopolítico de que la producción de la escala mundial se da a través de una amalgama de condiciones geográficamente específica y diferenciadas caracteriza tanto la aproximación al territorio como una categoría espacial autónoma en los sesenta en el trabajo de Muratori y Gregott, y el ensamblaje de ecologías humanas y no-humanas en el trabajo de los Smithsons en los cincuenta. El proyecto de la escuela de Valparaíso de Amereida promueve un rebalance geopolítico y geocultural de sudamérica usando técnicas de geovisualización y producción territorial que no con específicas al contexto, sino móviles y nómadas. De manera similar, Hedjuk concibe la “construcción de mundos” desplegando una serie de tipologías nómadas, continuando una larga reflexión sobre cómo la imaginación tipológica es también una manera de interrelacionar geografías y culturas. 

Todos estos proyectos atienden condiciones históricas específicas que son muy diferentes a las nuestras. Obviamente no se pueden traducir. No nos ofrecen una solución a nuestros problemas actuales. Resaltan, sin embargo, que ciertas categorías centrales dentro del pensamiento cosmopolítico contemporáneo, como “territorio”, “autonomía”, “ecologías humanas y no-humanas”, “desplazamiento” son también categorías cruciales en el pensamiento cosmopolita. Tales exploraciones evitan universalizaciones simples en un solo sentido. En lugar de ello, se enfocan en entender la interrelación entre condiciones locales y planetarias y encontrar maneras de operar en ambas simultáneamente. 

GK: La cosmopolítica de Bolsonaro y figuras similares está programada para implotar–el proyecto político está roto y cualquier política de escala global es obsoleta. En este contexto, la posibilidad de un sujeto cosmopolita no existe; es reemplazado por un meme parroquial y xenófobo que sólo se reproduce a sí mismo. Aquí es donde la conversación sobre el potencial de la cosmopolítica para ligar lo local y lo global se vuelve interesante. No creo que la cosmopolítica y el cosmopolitanismo sean mutuamente exclusivos como sugiere Roi y tampoco creo que disposición ética precede un ethos político como sugiere Hashim. En ambas casos, hay una relación dialéctica que une más que separa ambas ideas. 

RS: Sólo para aclarar, Gabriel, ¡no sugiero que la cosmpolítica y el cosmopolitanismo sean excluyentes! Todo lo contrario. Lo que veo es que pensadores cosmopolíticos, de Stengers en adelante, presentan su manera de pensar como una manera de oponerse o superar el cosmopolitanismo. Lo que digo es que precisamente algunas de las preguntas sin resolver de la cosmopolítica pueden ser atendidas precisamente rechazando la supuesta oposición entre el cosmopolitanismo y la cosmopolítica. Uno de los valores del libro es que la práctica del cosmopolitanismo era más rica de lo que los pensadores cosmpolíticos la consideran ser. Hasta el punto en que llega a abordar algunas de las preguntas más fundamentales del discurso cosmopolítico. Por poner un ejemplo, el término del cuasi-objeto propuesta por Michel Serres y luego central en la noción de “ensamblaje” de Latour, es acuñado por Dario Borradori, uno de los colaboradores en “Las Formas del Territorio” de Gregotti, para entender cómo crear nuevos colectivos socio-espaciales en la escala territorial. 

Paul Louis Albert Galeron, Esfera celeste

DD, MGL: ¿Cómo viviremos juntos–el tema de la 17 Bienal de Arquitectura de Venecia–es una pregunta con una especificidad histórica. Es decir, debe ser entendida en un contexto social y temporal específico: “¿cómo viviremos juntos en el siglo veintiuno?” Pero quienes somos “nosotros” y qué hace a nuestro momento histórico diferente a otros? 

HS: La pregunta es, a la vez, antiquísima y contemporánea. Cada generación tiene el derecho y la responsabilidad de preguntárselo y esperamos responderla de una manera que exprese la singularidad y la especificidad histórica de las condiciones que enfrenta. No hay una sola fuente de la que emane la respuesta a la pregunta de cómo viviremos juntos así que la pregunta no alude a un “nosotros” singular. Pero plantearla en el plural de la primera persona, como lo hace el título de la bienal, le permite al lector, a los arquitectos participantes y a los visitantes posicionarse dentro del proyecto, el problema, y el colectivo que cada proyecto busca atender, dar forma y empoderar. El “nosotros” es un nosotros empático. 

GK: La pregunta de la bienal está planteada en tiempo futuro. ¿Cómo viviremos juntos? Eso implica que que todo el esfuerzo por reunir al público en este foro no está dedicado a mediar la (im)posibilidad de vivir juntos ahora. La pregunta pretende ir más allá. La necesidad de replantear la pregunta en primer lugar delata una discontinuidad histórica. Tal vez es una discontinuidad que también afecta al “nosotros”. La bienal, entre otras cosas, busca entender qué o quiénes conforman este “nosotros”–sea el nosotros de la sección “entre otros” o el nosotros en la sección “como un planeta”. Ojalá la bienal ayude a elucidar esta futura condición de unidad. 

RS: Absolutamente. Antes de abordar la pregunta, cada participante en la bienal, se pregunta quién constituye este “nosotros”. Lo que tienen en común todas esas inquisiciones es el uso de la arquitectura para articular nuevas colectividades. Nuestra contribución probablemente tiene que ver con el momento histórico específico que ustedes mencionan y se relaciona con la idea de interconexiones multiescalares que estructuran la exhibición. 

La bienal también invita a los arquitectos a conceptualizar las características internas de los diferentes elementos que constituyen el “nosotros”. Por ejemplo, en la muestra uno de esos “nosotros” es el humano como tal en relación a otras formas de vida. Lo cual genera un segundo orden de preguntas como “¿qué es un humano?”. ¿Es un humano como una especie, como propone Dipesh Chakrabartti, o se trata de una figura económica o política? ¿Cómo mediar entre tales concepciones? La conceptualización de segundo orden de lo que es el “nosotros” es igualmente importante en la concepción de posibles respuestas a cómo viviremos juntos. 

 

Buckminster Fuller, Geoscope.

DD, MGL: En un texto previo que anticipaba muchas de las preguntas y cuestiones que el libro atiende y explora, sobre la necesidad de tratar un tema tan inmodesto como la totalidad del mundo, la razón dada es la de corresponder a la escala y magnitud de los riesgos que enfrenta la sociedad contemporánea. Ésta es una alusión directa al “momento cosmopolitano de la sociedad del riesgo” de la que habla Ulrich Beck. Una segunda razón dada en el libro–haciendo eco al “imperativo de re-imaginar al planeta” de Gayatri Chakravorty Spivak–es para oponerse a la hegemonía y homogeneidad de la globalización (la “unidad fácil de la exclusión” como la llamaba Robert Venturi). Si estas son las dos razones por la cual la arquitectura debe embarcarse en el proyecto de imaginar al mundo en su totalidad, tal proyecto pareciera ser reaccionario. Lo cual plantea la pregunta, ¿hay una razón para que la arquitectura aborde la escala planetaria si no fuera una reacción en contra a la globalización, el cambio climático u otras crisis globales? Muchos dirían que no. De hecho, el libro puede ser leído como un desafío a lo que algunos llaman el “parroquialismo” de la política de lo local. Considerando que la arquitectura es un “pozo sin fondo de optimismo”, como la han llamado, ¿cómo pueden ser las aspiraciones planetarias de la arquitectura ser entendidas no como una reacción a prospectos negativos, sino como un proyecto que emerge de su optimismo intrínseco? 

HS: Una época no precede al imaginario que la expresa. El libro comienza con esta propuesta y, como busca demostrar, la posibilidad de imaginar al mundo es anterior a la llegada de la globalización y la crisis climática. Pero, de nuevo, había una conciencia geográfica, un proyecto socialista, la amenaza nuclear, todas cosas que unieron al mundo en su propia manera y empujaron a los arquitectos a usar sus herramientas e imaginario para ayudarnos a ver al mundo. La cantidad de ejemplos, y nos detuvimos en cincuenta, está ahí para demostrar que la arquitectura siempre ha estado involucrada en este proyecto y que debemos de retomarlo más deliberadamente y conscientes de su linaje y las lecciones aprendidas de su rica (aunque problemática) historia.

RS: Hashim ha dicho algo crucial. En el libro hemos incluido diseños que son sistemáticamente propositivos. Los arquitectos han reaccionado, a menudo polémicamente, a las preocupaciones sociales de sus tiempos, pero las han tratado como detonadores para proyectos que exceden las preocupaciones originales. El contenido de este exceso propositivo es multifacético. Va de mero desarrollo socio-económico, a la búsqueda de una sociedad mundial igualitaria o una que reconfigure nuestra relación con la naturaleza y el territorio. En el mejor de los casos, este exceso le permitió a los arquitectos imaginar nuevas formas de coexistencia. Podemos pensar que hay una dimensión especulativa y tentativa en esos intentos–una dimensión necesaria para sustentar nuestra capacidad de imaginar mundos alternativos. En este sentido, en lugar de considerar a los riesgos globales como algo que medidas reaccionarias o remediales, podemos considerarlos como la última prueba de la necesidad de soñar con mundos diferentes al que vivimos. 

GK: Concuerdo con Hashim y Roi aunque no creo que una reacción a un prospecto negativo sea menos importante que una que proviene de un optimismo puro. Al contrario, los conflictos son el motor primario del progreso. Es en la fricción entre ideas, el diálogo, en el que conceptos como la democracia o la sociedad son posibles. Es precisamente gracias a, y no a pesar de la necesidad de reaccionar, que el optimismo es necesario. Muchos de los mundos alternativos propuestos en el libro no surgen ex novo. Por el contrario, surgen dentro de una serie de condiciones preexistentes y son, desde su concepción, contaminados e imperfectos, llevando en sí fragmentos de viejos conflictos que crean posibilidades para nuevos. 

 

Viktor Kalmykov, “Saturnia”, 1929.

DD, MGL: Un tema que liga la bienal y su libro son las “preguntas gemelas” de qué es lo que hace el mundo por la arquitectura y qué hace la arquitectura por el mundo. En este sentido, esta edición de la bienal es más sobre el diseño del mundo que sobre el mundo del diseño. ¿Qué hace el mundo por la arquitectura? Amplía su actividad intelectual y le ayuda a desarrollar nuevas formas de conocimiento. Investigar la escala del mundo pone a prueba los límites disciplinares de la arquitectura. Tal investigación culmina con “la abolición de la arquitectura”. Y, ¿qué hace la arquitectura por el mundo? Ayuda a visualizar y espacializar ciertas concepciones espaciales abriéndolas al escrutinio. La arquitectura también ayuda a mejor entender y cuestionar las condiciones del mundo. Estas últimas parecen contribuciones menores de cara a la “abolición de la arquitectura”. Si las preguntas son realmente gemelas, ¿no deberían ser simétricas sus respuestas? Es decir, si el mundo lleva a la arquitectura al límite, ultimadamente aboliéndola, no debería también la arquitectura llevar al mundo a su límite–entendido como el umbral de lo que actualmente es posible–igualmente aboliéndolo?

HS: Cuando los arquitectos cambian de escala para abordar al mundo, obviamente adquieren nuevas herramientas, nuevas maneras de representar y nuevas formas. Sin embargo eso no significa que la arquitectura desaparecerá. El salto en escala trae a la arquitectura preguntas que antes asumíamos eran externas a la disciplina. Pero cuando la arquitectura va al mundo, como su pregunta bellamente sugiere, busca olvidarse de sí misma para atender al mundo. El poder de la arquitectura radica en que es excesiva–que sin importar el empeño con el que busquemos explicarla en otros términos (funcionales, materiales, metodológicos) siempre habrá un exceso que no pueda ser explicado en esos términos. Así que, con suerte, intentar describir a la arquitectura en términos no arquitectónicos, el buscar un “no-exterior”, expondrá otros aspectos de “nuestro mundo” que son singularmente arquitectónicos.

RS: En esta ocasión, debo expresar mi desacuerdo con ustedes. No creo que “visualizar y espacializar diferentes concepciones del mundo abriéndolas para su escrutinio” sea una tarea menor! Al contrario. Podemos considerarla una condición fundamental y necesaria para cualquier transformación socio-espacial. La arquitectura está comprometida en igual medida tanto en la producción de conocimiento como en la transformación espacial. Ambos aspectos son fundamentales hoy. Realmente necesitamos procedimientos arquitectónicos de análisis para revelar cómo funcionan los procesos de planetarización. Y ciertamente necesitamos a la imaginación arquitectónica para imaginar cómo esos procesos pueden ser mejorados y algunos otros revertidos, transformados, subvertidos, y demás. 

¡En cualquier caso, me parece significativo que concluyamos la charla hablando de la desaparición de la arquitectura! Para mi es un recordatorio importante de que al atender la escala del mundo no significa la apoteosis de la arquitectura , sino una interrogación sobre el papel de nuestra disciplina que puede llevar a su retirada en favor de la geografía, la naturaleza o simplemente, la vida social. Dicha desaparición lleva consigo, con toda seguridad, la supresión de los sistemas sociales, políticos o económicos que la arquitectura encarna. Al mismo tiempo, la desaparición es siempre el comienzo de la búsqueda de otras formas de producción arquitectónica y, por tanto, de nuevas formas de convivencia. Como en cualquier truco de magia, la desaparición sólo vale la pena cuando surge algo nuevo.

GK: ¡Yo los dejo con el truco de magia de Roi!

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Diseñar un planeta https://arquine.com/disenar-un-planeta/ Tue, 31 Mar 2020 06:38:09 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/disenar-un-planeta/ Diseñar un planeta podría parecer una imposibilidad, inclusive una exageración. Sin embargo, el diseño del planeta es una tarea que se emprende con regularidad en el trabajo diario de varias oficinas de diseño.

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Diagrama de Buckminster Fuller

 

“¿Si tuvieras la oportunidad de diseñar cualquier cosa, que sería?” Fue la última pregunta que dirigió el moderador a un panel conformado por algunos arquitectos mexicanos en una charla llevada a cabo en el 2018. Una casa habitación, una sala de conciertos, entre otros edificios, fueron algunas de las respuestas de los miembros del panel. El último en responder, Alberto Kalach, hizo una breve pausa para reparar en la pregunta, y respondió: “un planeta”.

Diseñar un planeta como quisiera Alberto Kalach, podría parecer una imposibilidad, inclusive una exageración. Sin embargo, el diseño del planeta es una tarea que se emprende con regularidad en el trabajo diario de varias oficinas de diseño. En enero de este año, el arquitecto danés Bjarke Ingels, líder de la empresa BIG, en una conferencia dada en la Escuela de Arquitectura (GSAPP) de la Universidad de Columbia, presentó un plan maestro para el planeta, o mejor dicho en sus palabras, un Masterplan(et). El masterplanet de Bjarke Ingels consiste — a grandes rasgos — en una serie de planteamientos de diseño urbano a escala planetaria, así como estrategias de logística, planeación y desarrollo que se apoyan sobre una supuesta colaboración entre corporaciones privadas, instituciones internacionales y giros de inversión, todo con tal de hacer del mundo una totalidad armónica. Dijo Ángels, “de la misma forma en la que se puede hacer el plan maestro de un edificio, una colonia, una ciudad o un país, se puede hacer uno para el planeta”. Los planes del arquitecto danés no solo contemplan un plan maestro para nuestro planeta, sino también del planeta vecino, Marte, donde asegura que, a pesar de contar con solo la mitad del diámetro de la tierra, sobre la superficie del planeta rojo no hay océanos, por lo tanto, existe un gran potencial para desarrollo inmobiliario. Estos planteamientos le deparan a la Tierra y a Marte un futuro en el cual ambos planetas, en su totalidad esférica, son subsumidos bajo una lógica de diseño.

Diapositiva de la conferencia de Bjarke Ingels

 

A la par de Bjarke Ingels, aunque de una forma menos explícita y más matizada, en lo últimos años el arquitecto holandés Rem Koolhaas también ha estado pensando en términos planetarios. En febrero 2020, bajo la dirección de Koolhaas, la oficina de arquitectura OMA y AMO, su rama de investigación, inauguraron una exposición en el Museo Guggenheim de Nueva York: Countryside, The Future. La exhibición ofrece una reconsideración de aquello que se denomina como campo, es decir, todo aquello que no es urbano y que “ocupa el 98% del suelo de la Tierra”: zonas rurales, áreas de conservación, infraestructura agropecuaria, etc. El argumento de Koolhaas señala que, a pesar de que los datos indican que la mayoría de la población mundial actualmente vive en ciudades, será en el campo donde se darán las nuevas transformaciones necesarias para revertir las crisis contemporáneas. A lo largo de los últimos años, la puesta en escena del urbanismo, la planeación urbana y el énfasis en infraestructura para las ciudades “le ha dado derecho a las personas a ignorar el campo”, afirma Koolhaas. Un texto en la exhibición dice:

“Una de las tesis centrales de la exposición es que actualmente nuestro estilo de vida urbano ha requerido la organización, abstracción y automatización del campo a una escala nunca antes vista. Los centros de almacenamiento de datos, operación logística, ingeniería genética, inteligencia artificial, automatización robótica, innovación económica, migración de trabajadores y la adquisición privada de suelo para fines de conservación ecológica son, en muchos casos, más activamente explorados en el campo que en la ciudad”.

Las opiniones emitidas por los críticos sobre Countryside, The Future han sido cuestionamientos dirigidos hacia sus ambiciosas pretensiones de condensar dentro de una sala de museo algo tan diverso como lo es aquello colocado bajo la categoría de campo. A reserva de repetir estas críticas, esta exposición sirve para  ejemplificar el hecho de que tanto Bjarke Ingels como Rem Koolhaas, al igual que otros arquitectos, desde su práctica y su liderazgo ven al planeta como algo que puede ser diseñado.

Diagrama en la exhibición Countryside, The Future que muestra algunas condiciones específicas de las zonas de campo en distintas partes el mundo y que sirvieron como herramienta de investigación.  

 

Las aspiraciones a diseñar un planeta no son algo nuevo. Ya desde el siglo pasado, como escribe Mark Wigley en el texto ¿Qué pasó con el diseño total?, en las propuestas y exploraciones de distintos arquitectos como Superstudio, Buckminster Fuller, Walter Gropius y Christopher Alexander, entre otros, había planteamientos cuyas pautas podían ser llevadas, implícita o explícitamente, hasta la escala planetaria. 

¿Cómo es que los arquitectos se agenciaron la licencia de diseñar planetas? Este fenómeno representa una máxima expresión de aquel concepto llamado diseño total. Como sugiere Wigley en el mismo texto, la dirección del diseño total es bilateral: primero, se dirige hacia adentro, es decir, hacia el interior de la arquitectura. En este sentido, un diseño total contempla no solo el diseño de, por ejemplo, una casa, sino también el de los tapetes, el de los cubiertos, el de los muebles, y para decirlo brevemente, de la totalidad del interior. Sin embargo, la dirección más explosiva del diseño total es el vector contrario, el que se dirige hacia afuera; hacia afuera de la casa. En este otro sentido, un diseño total contempla el diseño de la casa, luego de la calle, de la colonia, de la ciudad, y así consecutivamente hacia una escala cada vez mayor. Anota Wigley “En cualquier caso [sea diseño total interior o exterior], el arquitecto tiene el control, centralizando, orquestando, dominando. El diseño total es una fantasía sobre la arquitectura como forma de control”. ¿Qué se puede diseñar contemplando la escala máxima de un diseño total? Un planeta, claro está. 

Ahora bien, ¿cómo se diseña un planeta? Primero, se necesita un plano, como lo pueden ser imágenes satelitales y servicios como Google Maps. Segundo, se requiere también una maqueta, es decir, un globo terráqueo. A pesar de que actualmente esta función la cumplen programas digitales, antes de la existencia de estas tecnologías la única manera de representarse  visualmente la totalidad del planeta era teniendo enfrente un globo terráqueo. Sin embargo, hasta antes del comienzo del siglo XIX, la lectura del globo terráqueo no se entendía sin su par, el globo celeste; un segundo globo del mismo tamaño que en su superficie indicaba la proyección celestial que le correspondía al primero. De esta forma ambas esferas se complementaban y mutuamente adquirían posición dentro de un contexto más amplio, tan amplio que excedía lo físico, es decir, el globo terrestre servía para ubicarse físicamente, y el celeste, para ubicarse metafísicamente: ambas coordenadas complementarias. “Sólo juntos cumplían ambos globos su misión cosmográfica, y sólo unidos simbolizan en los vestíbulos y salas de lectura de las grandes bibliotecas europeas entre Madrid y Moscú el universo del saber y el saber del universo” escribe Peter Sloterdijk. Entender ambos globos como complementarios implicaba saber que juntos, globo terrestre y celeste, conformaban la totalidad del espacio natural. El espacio natural es, por definición, aquello que se encuentra fuera del alcance de la voluntad humana. Por lo tanto, el entendimiento íntegro de ambos globos vislumbraba la razón por la cual el planeta, al ser el espacio de la naturaleza, no podía ser un objeto de diseño. El hecho de que a lo largo del siglo XIX y después en el XX los globos terráqueos hayan sido distribuidos sin su globo celeste complementario, coincide con el hecho de que los arquitectos hayan comenzado a elaborar diseños contemplando la escala planetaria. El haber descontinuado el globo celeste implicó descartar el concepto de planeta como espacio natural, es decir, desnaturalizarlo, y después, considerarlo primero como objeto de diseño y segundo, no como relato sino como imagen. “El acontecimiento fundamental de la época moderna es la conquista del mundo como imagen”, afirma Martin Heidegger. 

Únicamente es posible diseñar al planeta una vez hecho el desplazamiento de dejar de entenderlo como relato metafísico y pasar a verlo como imagen y como objeto no sólo de diseño, sino de diseño total. A pesar de que Bjarke Ingels, Rem Koolhaas y los arquitectos que les antecedieron puedan pensar lo contrario, la pregunta emitida en aquella charla —“¿si tuvieras la oportunidad de diseñar cualquier cosa, que sería?”— tiene límites que, desafortunadamente, nunca podremos transgredir. A las disciplinas del diseño total les compete la mitad del planeta representada por el globo terrestre, sin embargo, la otra mitad representada por el globo celeste es insoportablemente totalizante y a la vez, elusiva

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Camino a otra tierra https://arquine.com/camino-a-otra-tierra/ Tue, 24 Mar 2020 08:55:54 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/camino-a-otra-tierra/ Para repensar la tierra, volver a sentirla, hace falta seguir sus tiempos, templándonos en ella.  “La tierra no solo es bondadosa, sino, además, generosa y hospitalaria.”

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Desde la tierra crece el árbol
y hacia ella la semilla cae,
la lluvia la riega
y la luz la llama

todo es desde siempre
y para siempre
sagrado

Hugo Mujica

La Tierra fue vaciada, pero del interior de su vientre lo que los hombres extrajeron fue antes que nada el hierro y el fuego, con los cuales no dejan de destriparse entre sí. 

La realidad incandescente del vientre materno de la Tierra no puede ser tocada ni poseída por quienes la desconocen.

Georges Bataille

 

Humanidad proviene del latín humus, que significa tierra. Ser humano, no es sino el que viene de la tierra. La palabra humildad proviene de la misma raíz, e indica lo cercano que se está a ella. 

¿Qué tan alejados estamos hoy de la tierra? ¿Cuánta humanidad nos queda en la palabra humanidad?

Que la tierra ha sido vaciada es incuestionable; que sus tiempos se han visto alterados y su forma modificada, irremediablemente demostrable: los arboles florecen en invierno, y por el verano el fuerte sol los quema. Los nutrientes del suelo cambian, se empobrecen, se acidifica su estructura, se vacía el prado de insectos y se fertiliza artificialmente la cosecha —aunque la acción se parece más a una violación. Fértil es lo que está dispuesto a engendrar, no aquello a lo que se le obliga.

Unísono, decir que la tierra ha sido profanada significa que ha perdido su cualidad con-templativa. El prefijo pro- indica arrojar fuera, mientras que fanum significa templo. Fuera del templo, no hay tiempo para la observación y consideración. El primer templo, antes de llegar a ser una construcción, fue un claro en el bosque que permitía observar las cosas. ¿Quién está dispuesto hoy en día a contemplar la tierra sin sacar provecho?

En 1854, el gobierno de Estados Unidos solicitó comprar las tierras donde habitaba la tribu Suwamish, Pieles Rojas que habitaban en lo que hoy conocemos como Washington. El jefe de la tribu hizo saber su respuesta a través de una carta que, a poco menos de 170 años, es más que apremiante leer y comprender. Entre sus renglones escribió:

 

Lo que le acaece a la Tierra,

les acaece también a los hijos de la Tierra.

Cuando los hombres escupen a la Tierra,

se están escupiendo a sí mismos.

Pues nosotros sabemos que la Tierra

no pertenece a los hombres,

que el hombre pertenece a la tierra. 

No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco.

Ningún lugar donde se pueda oír 

el florecer de las hojas en la primavera

o el batir las alas de un insecto. 

 

Aun cuando muchas agendas políticas toman como bandera el “cuidado” de la tierra, argumentando un supuesto cambio de conciencia, la llamada ecología no deja de reproducir, en nombre de la “comprensión” de la tierra, la explotación de la misma, pero sistematizada para su productividad extendida; comprendiendo su funcionamiento para sacar provecho, mas ignorando sus esencias y tiempos originales. Para ello, hace falta una forma pasiva de estar con la tierra: contemplándola. No una ecología productiva, sino una ecosofía: un amor a la tierra, y por tanto, a la humanidad.

 “La con-templación es una “pasiva actividad” que hace del lugar común templo”, dice Chantal Maillard, y agrega:

Hace falta una ecosofía, en vez de una ecología. En vez de dominar y proteger, volver a sentir, a oír, a oler incluso, a comprender oliendo, a saber sintiendo. En vez de la pancarta “no tocar” en los “espacios protegidos”, la invitación a la hierba, la educación del sentir, la religiosa invitación a saberse hierba y a pisarla como se pisa un templo en Oriente: con los pies descalzos. “No tocar” es la señal de alarma que aparta a los niños de su origen en vez de recordárselo, que nos hace peregrinar por nuestro mundo en un vehículo diáfano como aquellos autobuses en los que los turistas cruzan, como peces en un acuario, los parajes volcánicos de algunas islas. Turistas del mundo de fuera y del interior, nos vamos convirtiendo en depredadores que han olvidado la máxima de sus antepasados los viajeros: ir de lo propio a lo otro para ser lo que eres.[1]

 

A través de la máquina, hemos alterado y transformado los tiempos de la naturaleza. Con la máquina, nos dice Luciano Concheiro: “El tiempo fue desnaturalizado: dejó de depender de los límites biológicos, del ser humano y de los demás animales que eran utilizados como fuentes de energía productiva.”[2]

Para volver a la tierra, hace falta primero sentirnos parte de ella. Como lo expresara el escritor cubano Reinaldo Arenas, en su libro Antes que anochezca: 

Regar la tierra y ver cómo absorbe el agua que le ofrendamos es también un acto único; caminar por la tierra, después de un aguacero, es ponernos en contacto con la plenitud absoluta; la tierra, satisfecha, nos impregna con su alegría, mientras todos sus olores llenan el aire y nos colman de su ansiedad germinativa.[3]

 

O la invitación del cineasta Jonas Mekas en sus diarios:

Construyamos nuestras casas con nuestras propias manos. Y cultivemos el trigo, y hagamos el pan. Entonces sabremos que es la tierra.

Ahora abrimos el grifo y sale agua. No tengo idea de dónde viene o cómo.

Electricidad…

Compramos el pan: no sabemos quién lo hace, cómo, dónde.

Lo mismo pasa con nuestras vidas.

Vivimos pero no sabemos cómo, dónde, por qué.

Y no tiene sabor.[4]

 

Y finalmente, la reflexión de Heidegger para salvarla:

Salvar la tierra es más que aprovecharla o incluso agotarla. La salvación de la tierra no domina la tierra ni la convierte en súbdita de sí: de ahí solo hay un paso hasta la explotación irrestricta. Los mortales habitan en la medida en que reciben el cielo como cielo —y yo diría en la medida en que reciben a la tierra como tierra. Les dejan al sol y la luna sus trayectorias, a los astros sur órbitas,  a las estaciones del año su bendión y su iniquidad, no convierten la noche en día ni el día en un ajetreado desasosiego.[5]

Para repensar la tierra, volver a sentirla, hace falta seguir sus tiempos, templándonos en ella.  “La tierra no solo es bondadosa, sino, además, generosa y hospitalaria.” dice Buyng-Chul Han en su libro Loa a la tierra. Agrega en una entrevista: “Hoy hemos perdido toda sensibilidad para la tierra. Ya no sabemos qué es. Solo la concebimos como una fuente de recursos que, en el mejor de los casos, hay que tratar sosteniblemente. Tratarla con cuidado significa devolverle su esencia.”[6]

Construir sobre la tierra y con tierra no es; ni sólo levantarnos en pilotes para desprendernos de ella, ni sólo compactarla para remplazar al frio concreto. Pensar la tierra como organismo significa comprender sus tiempos, la forma en que respira y se transforma (cuándo se agrieta y se  amasa, su porqué y para qué), su forma de absorber, de reproducir, de crear.

Hace falta dejar los ruidos, sembrarnos en la espera, germinar en ella, brotar de ella, de su quietud, de su calma, hasta escuchar cómo nos abrimos flor, cómo caemos hoja, cómo damos fruto, cómo buscamos el sol, cómo nos cierra la noche, cómo nos recorre el insecto, como despedimos otro aroma; camino a otra humanidad, camino a otros tiempos, camino a otra tierra. 


Notas

 

  1. MAILLARD, Chantal, “La razón estética”, Galaxia Gutenberg, Barcelona, España, 2da edición; 2017.
  2. CONCHEIRO, Luciano, “Contra el tiempo”, Anagrama, México; 2016. 
  3. ARENAS, Reinaldo, “Antes que anochezca”, Tusquets, México; 2014. 
  4. MEKAS, Jonas, “Ningún lugar adonde ir”,  Caja Negra, Buenos Aires, Argentina; 2018.
  5. Cita tomada de: HAN, Byung-Chul, “Loa a la tierra”, Herder, México; 2018.  
  6. Recuperado de: https://ethic.es/2019/08/loa-a-la-tierra/ 

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El mundo como emparedado https://arquine.com/el-mundo-como-emparedado/ Tue, 04 Feb 2020 07:43:20 +0000 https://des.dupla.mx/arquine/migrated/el-mundo-como-emparedado/ Tal vez imaginar a Tierra entera como relleno de un sandwich no sea sino otra muestra de nuestra inclinación a confiar en la posibilidad de conocer el planeta entero para, luego, transformarlo en instrumento o en alimento.

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En su libro La revolución olvidada, por qué la ciencia nació en el 300 A.C. y tuvo que renacer, Lucio Russo escribió:

“Eratóstenes de Cirene dibujó el primer mapa científico del mundo conocido, que iba de Gibraltar a la India y de Somalia al norte del círculo polar. Su obra ya se basaba en las coordenadas esféricas que hoy usamos. La latitud de un lugar —la palabra griega era κλῐ́μᾰ, que originalmente quería decir “inclinación” y después dio nuestro “clima”— es fácil de fijar, digamos, midiendo con un reloj solar el ángulo de los rayos del sol en relación a una vertical a medio día durante el día del solsticio.”

Eratóstenes calculó el meridiano de la Tierra, según contó Cleómedes en su obra Celestia, midiendo la distinta inclinación de los rayos del sol en un pozo en Siena —hoy Asuán— y una columna en Alejandría. “Hoy el método de Eratóstenes —dice Russo— parecería casi banal a muchos que pueden fácilmente explicarlo con ayuda de un dibujo. Pero la dificultad no estriba —agrega— en el razonamiento geométrico, en sí bastante simple, sino en entender que al razonar sobre un dibujo se pueden derivar conclusiones sobre la Tierra entera.” Algo similar dice Michel Serres respecto a Tales y la manera como logró medir la altura de las pirámides de Egipto, comparando la sombra de éstas con la de una pequeña vara clavada en el suelo. La geometría, explica Serres, “resulta de un ardid, de un sesgo, en el que la ruta indirecta permite acceder a aquello que no consigue una práctica inmediata.” Así, “se fabrica un modelo reducido” para “medir lo inaccesible reproduciéndolo o imitándolo en lo accesible.”

Etienne Naude es un estudiante de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda. Utilizando una herramienta de internet para hacer túneles en un mapa —map tunnelling tool— encontró que las antípodas de Nueva Zelanda están en España —en las cercanías de Olvera, Villamartín o Sevilla. Naude puso un anuncio en Reddit y encontró a su cómplice, Angel Sierra, que una vez de acuerdo, colocó nueve rebanadas de pan —para no fallar— en las coordenadas exactamente opuestas a donde Naude, en Nueva Zelanda, colocaba otra rebanada. Toda la Tierra, con sus montañas y océanos, sus ballenas y sus cucarachas, sus ciudades y sus habitantes, nos convertimos en el relleno de un gigantesco emparedado. La acción de Naude y Sierra replica la que supuestamente fue la primera vez que la Tierra fue relleno de un sandwich, en el año 2006, y puede parecer ridícula y de consecuencias insignificantes en comparación con el experimento de Eratóstenes hace 2300 años. Pero hacer un sandwich con el planeta entero acaso no esté demasiado lejos de transformarlo en una cámara, que es lo que según Benjamin Bratton sucedió cuando se conectó una red de telescopios en distintos lugares de la Tierra para “tomar una foto” de un hoyo negro. “Para producir esa imagen —dice Bratton— nuestro planeta mismo se convirtió en una cámara oteando y viendo hacia atrás en el tiempo una luz antigua que viajó hasta la Tierra.” Bratton argumenta que la imagen del hoyo negro “es un tipo de ‘imagen del mundo’ aunque no es un retrato de la Tierra sino uno tomado por la Tierra. También afirma que esa construcción de la Tierra como un mundo y, al mismo tiempo, como una cámara, se relaciona con que “el ‘cambio climático’, en tanto idea, es un logro epistemológico de la computación a escala planetaria.” 

Acaso de Eratóstenes y Tales, reproduciendo lo inaccesible en lo accesible para medirlo, a la Tierra entera como cámara fotográfica o como relleno de un emparedado, no haya sino distintas declinaciones de nuestra inclinación —κλῐ́μᾰ— a confiar en la posibilidad de conocer el planeta entero para, luego, transformarlo en instrumento o en alimento.

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